martes, 19 de enero de 2010

Lo mejor de una década que se fue (I)

2000

- ‘Magnolia (Magnolia)’, de Paul Thomas Anderson.
‘Magnolia’ es una obra que extiende su grafía hacia la poesía cinematográfica, una bella fábula que expone la soledad como enfermedad que afecta a varias vidas cruzadas entre personas que se necesitan, se odian, se mueren y viven con la necesidad de amar. La cinta de Anderson es, dentro del aislamiento emocional de sus personajes, como una purga incidental de aquello por lo que el ser humano se pregunta, que teme y necesita, donde es tan importante la providencia que responde siempre a un destino marcado por los hechos.
- ‘Wonderland (Wonderland)’, de Michael Winterbottom.
Bajo una abrumante magnificencia y sencillez, Winterbottom compone uno de los más bellos manifiestos a la poesía de la vida, al sufrimiento y al ser humano del cine contemporáneo. Una hermosa obra maestra que camina entre la perfección y la excelencia con una historia inolvidable que perdurará en el corazón del espectador.
- ‘Toy Story 2 (Toy Story 2)’, de John Lasseter.
Fundamentada en un guión de sólida estructura narrativa, la fuerza deslumbrante y el tono épico de ‘Toy Story 2’ la sitúan en un nivel muy difícil de superar, como una especie de vademécum del cine clásico, de cine inalcanzable, que tiene aquí su contigüidad más brillante y cautivante en su magnificencia técnica.
- ‘Al límite ((Bringing out the dead)’, de Martín Scorsese.
El cineasta ítaloamericano persiste en su empeño de indagar en las más profundas aristas de la soledad y la necesidad de afecto como una dilación del discurso psicológico sobre la locura que Paul Schrader efectuó con la lapidaria ‘Taxi Driver’. ‘Al límite’ es una obra maestra holista de ambientes urbanos y siniestros.
- ‘Miss Julie (Miss Julie)’, de Mike Figgis.
Obra difícil y sinuosa, la adaptación de Strindberg está llena de simbolismos con los que se pretende encontrar en las imágenes de la relación tempestuosa y en el desamor la vida profunda del alma. Una armónica y desgarradora cinta en la que sobresalen Peter Mulan y Saffron Burrows.
- ‘El Sexto Sentido (The sixth sense)’, de M. Night Shyamalan.
Inscrita dentro del ‘fantastique’, el filme de Shyamalan inquiere de forma angustiante en el fatalismo de la muerte, el amor, la soledad, la incomunicación y el miedo en sus diversas formas y ámbitos. Su magnificencia deviene de una innovación surgida de la simplicidad con la que el director cuenta su inolvidable fábula.
- ‘La Comunidad’, de Álex de la Iglesia.
Con una Carmen Maura que se sale de la lógica artística, De la Iglesia encuentra en este oscuro sortilegio el terreno idóneo para desplegar todo su arsenal y estruendoso potencial visual. Un insondable análisis de la codicia, de la envidia y el egoísmo, seccionando de forma solemne cada parte que forma el vecindario.
- ‘Las confesiones del doctor Sachs (La maladie de Sachs)’, de Michel Deville.
El largometraje de Deville es un fresco realista que sirve como espléndido retrato de gentes, un film vivo y emocionante donde el dolor, las alegrías y la emoción traspasan la pantalla en uno de los mejores filmes del cine francés contemporáneo. Una obra excelente, de sencillez insólita. Inolvidable.
- ‘Las normas de la casa de la sidra (The Cider House Rules)’, de Lasse Hallström.
Hallström plasma en imagen la solemne adaptación del dramaturgo John Irving en un majestuoso poema a la libertad del hombre, trasgrediendo las fronteras de la hipocresía moral y dando a su mensaje una bella glosa de sinceridad compuesta por una implacable apología a favor de la tolerancia.
- ‘Jóvenes Prodigiosos (Wonder boys)’, de Curtis Hanson.
Curtis Hanson vuelve al cine con esta magnífica comedia negra centrada en la necesidad de cambios vitales, en el fracaso y en la frustración, basándose en un prodigioso guión de Steve Kloves que tiene como gran baza a un magnífico Michael Douglas. Una insólita excelencia en la comedia americana moderna.
Y también…
- ‘Cómo ser John Malkovich (Being John Malkovich)’, de Spike Jonze, ‘Alta fidelidad (High fidelity)’, de Stephen Frears, ‘Cero en conducta (Detroit Rock City)’, de Adam Rifkin, ‘Election (Election)’, de Alexander Payne, ‘Ghost dog, el camino del samurai (Ghost Dog)’, de Jim Jarmusch, ‘Héroes fuera de órbita (Galaxy quest)’, de Dean Parisot, ‘La zona oscura (The war zone)’, de Tim Roth, ‘Lo que la verdad esconde (What lies beneath)’, de Robert Zemeckis, ‘Man on the moon (Mano on the moon)’, de Milos Forman, ‘Nacional 7 (Natioanle 7)’, de Jean-Pierre Sinapi, ‘Oh, brother! (O brother, where art thou?), de Joel Coen, ‘Pantaleon y las visitadoras’, de Francisco Lombardi, ‘Plata quemada’, de Marcelo Piñeyro, ‘Sleepy Hollow (Sleepy Hollow’, de Tim Burton, ‘Snatch: Cerdos y diamantes (Snatch)’, de Guy Ritchie, ‘The Ring (Ringu)’, de Hideo Nakata.

2001

- ‘Réquiem for a Dream (Réquiem for a dream)’, de Darren Aronofsky.
Configurada como una de las experiencias subjetivas más inquietantes y brutales de la historia del cine moderno, esta brutal cinta desgrana con furia y crudeza, bajo su enardecida estética que encuentra su grandiosidad en la justificación, una portentosa introspección acerca de la adicción que acaba por devastar todos los sueños.
- ‘Tigre y Dragón (Wo hu cang long)’, de Ang Lee.
Provista de una infalible épica llena de alquimia y espectáculo, la grandísima obra maestra de Ang Lee pondera su belleza con una historia que comprende, en su impecable estructura fraccionada, una grandiosa y bella fantasía de aventuras que sublima con su excelsitud el romanticismo legendario y el cine de artes marciales.
- ‘El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo (The Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring)’, de Peter Jackson.
A la altura de las expectativas fundadas, la primera cinta de la trilogía basada en el clásico literario de Tolkien se transforma en manos de un imponderable Peter Jackson, en una obra de arte llena de épica, magia y aventura. Llena de oscuridad estética y argumental ‘La comunidad del anillo’ es una legendaria odisea cinematográfica.
- ‘Deseando amar (Fa yeung nin wa /In the mood for love)’, de Won Kar-Wai.
Hermosa y solemne historia de amor imposible, la obra de Kar-Wai se enaltece con una soberbia composición centrada en su música, sus miradas y un deseo que consiguen, mediante una hermosa sencillez y calma, componer una ambigua alegoría al infortunio sentimental, que alcanza con su belleza un indescriptible éxtasis emocional.
- ‘La pianista (La pianiste)’, de Michael Haneke.
Rotunda obra de dimensiones analíticas difíciles de asimilar, Haneke desborda el paroxismo de la enfermedad mental para proponer dudas que nadie hasta el momento se había atrevido ni siquiera a imaginar en fotogramas. Iracunda y llena de rabia, ‘La pianista’ indaga en unos calados de la psique humana que da pánico sólo conjeturar.
- ‘Memento (Memento)’, de Christopher Nolan.
Inaudita profundización en la fragmentación y desglose del guión, la gran condición que hace inmensa la perspectiva narrativa de Nolan es una experimentación llena de puntos de giros retroactivos. La entidad y la habilidad de este excelente filme consisten en transgredir las bases del ‘thriller’ y ofrecer una lección de compleja construcción.
- ‘Código desconocido (Code inconnu: Récit incomplet de divers voyages)’, de Michael Haneke.
La patógena y diseccionadora mirada de Haneke ofrece una disertación sobre la realidad y la incomunicación humana conformada por un solemne ejercicio de experimentación. Un círculo sin resolución que lanza preguntas sin respuesta sobre la crisis vital, el racismo, la intolerancia y la soledad de seres que viven al límite.
- ‘Recursos humanos (Ressources humaines)’, de Laurent Cantet.
Con el debate de la jornada laboral de 35 horas semanales de fondo, Cantet acerca la realidad de una fábrica en dos frentes; la de un joven abogado que colabora con la junta directiva en la reestructuración del personal y el padre, un empleado que ha dedicado su vida al trabajo y su familia. Alejado de sensacionalismos y efectos planfetarios, el filme lleva más allá de la teoría ese relevo generacional y las incompatibilidades que impulsan dentro del orden laboral la filiación social.
- ‘Amores perros’, de Alejandro González Iñárritu.
Basando su efecto en un estilo colérico y diligente que percibe su paráfrasis visual en el desaliento y la violencia, el fondo destructivo y agónico de esta insondable obra remueve los pilares que sustentan la fragilidad de unas vidas impregnadas en un pesimismo encontrado en el trágico accidente automovilístico que les une.
- ‘Traffic (Traffic)’, de Steven Soderbergh.
Bajo un escapismo de toda ley fílmica impuesta las grandes superproducciones, Soderbergh justifica la libertad de un cine en estado puro, de simetría perfecta, para mantener un sorpresivo pulso en las subfábulas que apuntalan esta insólita denuncia hacia el vértice rentable del emporio narcótico en la frontera de México y USA.
Y también…
- ‘Ameliè (Ameliè)’, de Jean-Pierre Jeunet, ‘Bajo la arena’, de Francois Ozon, ‘Brother’, de Takeshi Kitano, ‘Colega ¿dónde está mi coche’ (Dude, where's my car?)’, de Danny Leiner, ‘Chopper (Chopper), de Andrew Dominik, ‘Casi famosos (Almost famous)’, de Cameron Crowe, ‘El juramento (The Pledge)’, de Sean Penn, ‘El protegido (Unbreakable)’, de M. Night Shyamalan, ‘En construcción’, de José Luis Guerin, ‘Fantasmas de Marte (Ghosts of Mars)’, de John Carpenter, ‘La bicicleta de Pekín (Shiqi sui de dan che)’, de Wang Xiaoshuai, ‘Las aceras de Nueva York (Sidewalks of New York)’, de Edward Burns, ‘La zona gris (The grey zone’)’, de Tim Blake Nelson, ‘Naúfrago (Cast away)’, de Robert Zemeckis, ‘Pau y su hermano’, de Marc Recha, ‘Quills (Quills)’, de Philip Kaufman, ‘Shrek (Shrek)’, de Andrew Adamson y Vicky Jonson, ‘La mugre y la furia (The filth and the fury)’, de Julien Temple, ‘Training day (Training day)’, de Antoine Fuqua, ‘Very important perros (Best in show)’, de Christopher Guest, ‘Y tu mamá, también’, de Alfonso Cuarón.

2002

- ‘Donnie darko (Donnie Darko)’, de Richard Kelly.
El debut de Kelly se muestra como una proposición desidealizada en el que la distopía melancólica de los 80 se observa en momentos mágicos de recuerdos comunes, donde se indaga en del destino, en el tiempo y el espacio, imbuyéndose en las decisiones que pueden cambiar el rumbo de muchas vidas, de los pequeños momentos de reflexión que permutan el porvenir. Es, en su fondo, una metáfora sobre una adolescencia sin futuro, en el que la confusión juvenil se manifiesta en la actitud provocadora de Donnie, la reencarnación del héroe atormentado que recuerda al Holden Caulfield de J.D. Salinger en su desequilibrio y su postura de rechazo a la superficialidad de las cosas.
- ‘El Señor de los Anillos: Las dos torres (The Lord of the Rings: The Two Towers), de Peter Jackson.
El director neozelandés Peter Jackson consumó con la continuación de la saga ‘tolkiena’ los recursos del cine de aventuras perdidos en la memoria, con una suntuosidad y un conocimiento del medio y del entretenimiento fascinante. La fragmentación de la comunidad del Anillo impone una diversificación de miradas que no atienden más que a un ritmo frenético, a una imposición de los géneros que salpican la segunda parte de un milagro, de ese ejemplar espectáculo más grande que la vida misma.
- ‘Monster's ball (Monster’s ball), de Marc Forster.
Drama racial en el que los protagonistas son presentados como animales heridos, personas que soportan el desconsuelo de un carácter problemático y una vida rodeada de miseria que acaban encontrando el desahogo en el amor instintivo, ‘Monster’s ball’ encuentra su grandeza en la profundización sentimental, que busca siempre una sinceridad atroz y sin lugar para el idealismo. El film de Forster supone una progresión interior, una resurrección sentimental narrada virtuosamente donde cada mirada, cada pequeño gesto, sin caer jamás en el exceso, dejan poder observar como pocas veces en una gran pantalla la amargura y el pesar.
- ‘Mullholand drive (Mullholand drive)’, de David Lynch.
El surreal y atmosférico universo de David Lynch tiene aquí una de sus cotas más apasionantes. Descoponiendo la estructura narrativa por todos sus flancos, Lynch juega con el espectador proponiendo una invitación de ilusionismo, de lógica onírica donde nada es lo que parece, un rompecabezas que invita a descubrir el complejo significado final de una obra de imaginería y simbolismos con la mano de un genio de estos juegos laberínticos. Una cinta sobre los sueños que circulan entre el materialismo e ilusiones engañosas, de los temores que acaban en la realidad y comienzan en el espejo de una mente enferma. Pura locura de uno de los talentos más capaces del cine norteamericano contemporáneo.
- ‘Irreversible (Irréversible)’, de Gaspar Noè.
Nacida para ser polémica y controvertible, esta película de Noè se presenta como ejercicio de ruptura narrativa, de provocación sin límites. No estamos ante lo que se cuenta, sino cómo se cuenta. No estamos hablando de fabulación o discurso. Noè acomete esta obra de una forma radical para contar algo que aproxima a un evento desde sus consecuencias últimas hasta llegar al origen de todo. De la muerte a la vida. De la destrucción a la concepción.
- ‘Spider (Spider)’, de David Cronenberg.
El sombrío mundo de la esquizofrenia, de la sensación de irrealidad, de vivencia en mundo paralelo y de la condición de mero espectador ante la representación teatral del mundo es el punto de partida de la tormentosa ‘Spider’. Un perturbador puzzle de fantasmas en el que pervive un fondo existencial lleno de dudas que adoptan un protagonismo definido por la debilidad mental, donde la la turbiedad y la metáfora materna de la araña y sus huevos se vincula a un problema de identidad, donde el miedo y la locura confunden pasado y presente.
- ‘El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no kamikakushi), de Hayao Miyazaki.
Una de las obras más reconocidas de Miyazaki, es un ostentoso derroche de imaginación, que alude a la imaginación y la fábula dentro de un cromatismo y cuidado exquisito. Lejos de las autoritarias novedades en el cine de animación, Miyazaki antepone la utilización del lenguaje cinematográfico o la creatividad y el talento a la sugestión técnica, que es puesta al servicio de una historia que reinventa la fantasía a cada plano, con una poética al alcance de los genios.
- ‘Los Tenenbaums. Una familia de genios (The royal Tenenbaums), de Wes Anderson.
Despreciativa con cualquier síntoma de afectuosidad sobre la fauna que compone esta excéntrica familia, Anderson apuntala su actitud contracorriente con una obra estrafalaria, llena de hallazgos, que pervierte su arrítmico retrato tragicómico en una magna demostración de talento. Los Tenembaums envician los cimientos de la familia tradicional para mostrar que en la disfuncionalidad también hay resquicios para el acercamiento y la concordia. Una película referencial.
- ‘Cosas que diría con sólo mirarla (Things You Can Tell Just by Looking at Her)’, de Rodrigo García.
Una hermosa cinta coral de sentimientos que cuenta cinco historias sobre la providencia y la escasez emocional de siete mujeres que sufren y ríen, lloran y escuchan, viven y mueren. Con desbordante naturalidad, ternura y primor García compone un intensivo fresco social buceando en la complejidad femenina, en el universo de la mujer moderna, en sus inquietudes y temores, acercándose a la realidad de un modo sinuoso, pero a la vez límpido, sin pudor. Un penetrante recorrido a través del alma femenina que indaga en la mujer de un modo preciso y puntillista, pero a su vez apasionado y sincero, escarbando en los problemas de sus roles protagonistas con una delicadeza discreta, sin dejarse llevar por el dramatismo que emanan sus amargas vidas.
- ‘El caso Bourne (The Bourne identity)’, de Doug Liman.
La genealogía del cine de espionaje centra, con sus tópicos y arquetipos, la sustancia de Bourne, uno de los posteriores iconos del cine de la década ’00. Liman compuso una fría y atonal propuesta de género, donde la acción no tiene límite y los excesos están moderados por la europeización de su espíritu nostálgico. Así, mediante referencias narrativas y visuales, el primer acercamiento a Bourne es el más academicista de su saga, sabiendo jugar con la acción en dosis de cuidados movimientos a la hora de acaparar una acción que recuerda a grandes títulos del pasado.
Y también…
- ‘8 mujeres (8 femmes)’, de Francois Ozon, ‘Agua tibia bajo un puente rojo (Akai hashi no shita no nurui mizu), de Shohei Imamura, ‘Aro Tolbukhin en la mente del asesino’, de Agustí Villaronga, ‘Audition (Odishon)’, de Takashi Miike, ‘Battle royale (Battle royale), de Kinji Fukasaku, ‘Don’s plum’, de R.D. Robb y John Schindler, ‘El empleo del tiempo (L'emploi du temps)’, de Laurent Cantet, ‘El pianista (The pianist)’, de Roman Polanski, ‘El segundo nombre (Second name)’, de Paco Plaza, ‘En la habitación (In the bedroom), de Todd Field, ‘Ghost World (Ghost World)’, de Terry Zwigoff, ‘Happy times (Xingfu shiguang)’, de Zhang Yimou, ‘Los espigadores y la espigadora (Les glaneurs et la glaneuse)’, de Agnès Varda, ‘Los lunes al sol’, de Fernando León de Aranoa, ‘The Tenenbaums (The royal Tenenbaums), de Wes Anderson, ‘Minority report (Minority report)’, de Steven Spielberg, ‘Millenium mambo (Qianxi manbo)’, de Hou Hsiao Hsien, ‘Monstruos S.A. (Monsters, Inc.)’, de Pete Docter, ‘Session 9 (Session 9)’, de Brad Anderson, ‘The believer (The believer)’, de Henry Bean, ‘Waking life (Waking life)’, de Richard Linklater, ‘Zoolander (Zoolander)’, de Ben Stiller.

2003

- ‘Adaptation: El ladrón de orquídeas (Adaptation)’, de Spike Jonze.
Con una extraordinaria estructura en la que se aluden aspectos pocas veces tratados en un argumento, Kaufman y Jonze proponen de confusos ejes temáticos, los cuales franquean las múltiples tramas que traza el enloquecido juego de realidad/ficción, pero simplificado en la idea de que la adaptación no sólo expone su sentido en la traslación de una novela a un guión de cine, sino que va más allá al tratar la teoría de Darwin sobre la evolución de las especies mediante su adaptación a las condiciones del medio ambiente, del proceso de ajuste a la vida que cada uno le toca vivir.
- ‘El Señor de los Anillos: El retorno del Rey (The Lord of the Rings: The Return of the King)’, de Peter Jackson.
El colofón de la adaptación de la obra de Tolkien recalca la grandeza de esta obra que acaparó el reconocimiento final correspondiente a la consecución común. Los personajes de los filmes de Jackson respiran con idiosincrasia propia en un final de recorrido que no escatima en épica, espectáculo y romanticismo. La última entrega traspasó la pantalla para llegar directamente al espectador con una disposición lírica y técnica que han servido como modelo para el cambio tecnológico del futuro. Una obra maestra.
- 'Buscando a Nemo (Finding Nemo)’, de Andrew Stanton y Lee Unkrich.
El perfeccionamiento de las técnicas digitales en el género de la animación son para Pixar una excusa para fomentar el beneficio del arte, de una compleja consolidación de obras inalcanzables que bordean el milagro. ‘Buscando a Nemo’ es otro golpe de efecto a ese fenómeno de generosidad con la grandeza de auténticas joyas del cine, donde cada criatura marina tiene luz y vida propia dentro de una aventura que, hasta el momento, supone uno de los pináculos más inolvidables de la factoría de John Lasseter. Y eso, sabiendo que cada año apuntalan una obra maestra, es decir mucho.
- ‘Gangs of New York (Gangs of New York)’, de Martin Scorsese.
Scorsese expone así un inflexible análisis histórico sobre una sociedad norteamericana que esconde su debilidad moral en la actitud paranoica y agresiva hacia los inmigrantes forjadores de la nación que hicieron de Estados Unidos la tierra de las oportunidades y el progreso que hoy todos conocemos. Con esta fastuosa película de tintes arqueológicos y antropológicos, el maestro presentó una antológica visión sobre el nacimiento de Nueva York, fundada en la sangre y la violencia, en la ira y la ambición.
-‘Embriagado de amor (Punch-Drunk Love)’, de Paul Thomas Anderson.
Extravagante comedia donde las haya, ‘Punch Drunk Love’ se aleja de cualquier patrón y estilismo genérico. Con ella, Anderson aborda la comedia como un nuevo reto en el que su visión conceptual se alejara de lo visto hasta el momento, creando como es habitual en él un universo propio, genuino y mágico. Un logro que consigue con esta deliciosa y extraña cinta inclasificable. Oscura, obsesiva y agresiva, es una fábula moderna, absurda y genial de un director de perspectiva diáfana, preponderante de irreconocibles modelos que se apartan de lo ordinario, de lo obvio, deteniéndose en los sentimientos, en las miradas, en los gestos...
- ‘La última noche (25th tour)’, de Spike Lee.
Sin duda alguna, la mejor película de Lee de la década, desgrana los sentimientos, los miedos y las emociones de unos personajes que simbolizan, con sus obsesiones y circunstancias, el difuso aturdimiento que supusieron los atentados del 11-S sobre la orbe neoyorquina y sobre el mundo. La realidad sin demagogia, una trama que desemboca en un doble final y la interpretación de un reparto en estado de gracia confabulan los elementos de un filme desgarrador, que expone las múltiples capacidades de Lee como cineasta.
- ‘Dogville (Dogville)’, de Lars Von Trier.
Es difícil no evocar la figura de Grace, esa figura inocente que, en su huída de unos gangsters despierta la naturaleza individualista y abusiva de una comunidad representativa de la Ameríca profunda delimitada a un escenario desnudando donde, a través de la naturaleza teatral, se va narrando una historia minimalista sobre la conveniencia, la deleznable condición humana que pasa a ser el lobo cuando es atosigada por el pesimismo, el miedo y la misoginia. Von Trier se aventura en territories morales ambiguos con una riqueza de discurso apabullante, donde la puesta en escena excluye los artificios para recrear la mejor y más experimental y abstracta cinta de este polémico director de ínfulas ambiciosas.
- ‘Mystic River (Mystic River)’, de Clint Eastwood.
Sombría y pesimista, ‘Mystic River’ desarrolla líneas laberínticas en las cuales los personajes dan paso a sus tres complejos caracteres marcados por la soledad silenciosa, el ansía de venganza y la locura pretérita, respectivamente, actualizada por un hecho inconfesable que no es más que la coartada moral para confirmar una anhelada búsqueda de la propia identidad. Una película de sólido temple, de elegante factura, categórica en su lóbrega proposición dramática lanzada con la clásica mirada de un director que sigue perpetuando una línea sombría ante sus personajes y ambientes.
- ‘Las horas (The hours)’, de Stephen Daldry.
Ficción y realidad, pasado y presente, y vida y muerte se entrecruzan en una película que aborda el difícil cosmos femenino desde una complejidad realmente prodigiosa. La gran virtud de la obra del cineasta reside en la magnífica estructura narrativa, llevada de un modo impecable en el paralelismo de las tres vidas y las tres épocas, haciendo que cada historia transcurra en un solo día donde la analogía entre la literatura de Michael Cunningham y el celuloide de Daldry se diluye en una perfecta simbiosis artística. Las horas’ es una sensible y difícil cinta que ahonda en la infelicidad, en los misterios del sexo, del deber y del amor, elementos de un ensamblaje de delicado arte sobre el precio del amor y sus devastadoras consecuencias.
- ‘Bowling for Columbine (Bowling for Columbine)’, de Michael Moore.
Michael Moore revolucionó el género documental con este trabajo que no es más que un reflexión acerca de la garantía vital amparada tras un arsenal armamentístico, aportando desconcertantes datos sobre la historia bélica de los Estados Unidos y su iniquidad ante los miles de muertos en las guerras que este poderoso país ha forjado directa o indirectamente. O, simplemente, un ensayo crítico acerca de las causas de la violencia que carcome la conciencia pública yanqui, del germen de la estupidez americana que lleva a un presidente genocida a persuadir a presidentes con graves carencias de personalidad a una absurda guerra sin sentido.
Y también…
- ‘Mi vida sin mí (My life without me)’, de Isabel Coixet, ‘A propósito de Schmidt (About Schmidt)’, de Alexander Payne, ‘28 días después (28 days later)’, de Danny Boyle, ‘Bienvenidos a Belleville (Belleville rendez-vous)’, de Sylvain Chomet, ‘Domingo sangriento (Bloody Sunday)’, de Paul Greengrass, ‘Ciudad de Dios (Cidade de Deus)’, de Fernando Meirelles, ‘Chicago (Chicago)’, de Rob Marshall, ‘El buen ladrón (The good thief)’, de Neil Jordan, ‘Elephant (Elephant)’, de Gus Van Sant, ‘El regalo de Silvia’, de Dionisio Pérez Galindo, ‘En América (In America), de Jim Sheridan, ‘Femme Fatale (Femme fatale)’, de Brian De Palma, ‘La casa de los 1.000 cadáveres (House of 1000 corpses), de Rob Zombie, ‘Las hermanas de la Magdalena (The Magdalene sisters)’, de Peter Mullan, ‘Las invasions bárbaras (Les invasions barbares), de Denys Arcand, ‘Los impostores (Matchstick men)’, de Ridley Scott, ‘Love actually (Love actually)’, de Richard Curtis, ‘Master and commander (Master and commander: the far side of the world), de Peter Weir, ‘The Good girl (The good girl)’, de Miguel Arteta.

2004

- ‘Lost in translation (Lost in Translation)’, de Sofía Coppola.
La segunda película como directora de Sofia Coppola supone una generosa obra sobre las amistades no duraderas pero imborrables. Es tan extraordinaria debido a las reflexiones vertidas en esta prodigiosa película en torno a la soledad, la decadencia y el paso del tiempo en un viaje a la vida de dos personajes imposible de olvidar e interpretados por Bill Murray Y Scarlet Johansson. Coppola libera sus creaciones en una terminante y reconocible verdad, diáfana y sugestiva, que manifiesta en su fondo y forma un sincero alegato al romanticismo, al amor y las inquietudes de unos roles que viven por sí solos y que se necesitan para poder comprender un periplo de dudas existenciales, de crisis iniciáticas o maduras, ambas adultas, equiparables en sus preguntas sobre la vida y la felicidad.
- ‘Kill Bill: Vol. 1 y 2 (Kill Bill: Vol. 1 & 2)’, de Quentin Tarantino.
Tarantino ha realizado con su cuarta película la proeza de aleccionar sobre la dirección, la absorción de referencias y la composición de un salvaje chute de adrenalina. Cine libre en estado puro, un preciso y contundente cocktel de referencias temáticas sobre las que el cineasta es un experto conocedor. Los clásicos de serie B, los dogmas populares, las cintas orientales y sus expresiones genéricas más estandarizadas (como el ‘wuxia pian’, los filmes de yakuzas, el ‘anime’) o el ‘western’ (en sus versiones clásicas y ‘spaghetti’) desfilan en un imposible combinado genérico donde la fuerza del impacto y las analogías temáticas no sólo evocan simplemente el exceso y los aspectos más determinantes del cine de género, sino que esconden tras su apariencia un impresionante espíritu de rebelión subversiva que le confiere una intensidad emocional y un poder de fascinación infinitos.
- ‘¡Olvídate de mí! (Eternal sunshine of the spotless mind)', de Michel Gondry.
Charlie Kaufman y Michel Gondry componen una magistral y compleja fábula romántica que tiene en el juego de tiempos su mayor virtud narrativa. Su gran probidad reside en que, en su intención no está la originalidad sino el propósito de contar una historia que muestra la verdadera naturaleza del amor, concibiendo su destino e inevitabilidad, su sentido de la injusticia y la predestinación. Es ‘Eternal Sunshine…’ una película de muchas lecturas que apela a continuidad espontánea a medida que la historia profundiza en su complejidad. Y es que nunca fue tan cierto que el sentido de una película está en los ojos del que mira, del que siente de una manera u otra lo que está viendo. Una película dedicada al eterno brillo de las mentes inmaculadas (las que evoca el título original), aquéllas que entenderán que no se puede esquivar el amor, aunque no se recuerde ni siquiera de quién se está enamorado o por qué se quiere estarlo.
- ‘2046 (2046)’, de Wong Kar-Wai.
Wong Kar-Wai aborda una compleja historia sobre el amor no correspondido, sobre la memoria y el recuerdo, donde su dolor se produce en un futuro que retrocede al pasado. La multiplicidad de sentimientos, de juego con los tiempos y de pretendida confusión por parte del cineasta hacen de esta película una pieza excepcional, colmada de una especial belleza de indomable y lírica elocuencia, en búsqueda constante de una perfecta puesta en escena, donde los planos ralentizados, la hermosa fotografía y la adecuada utilización dramática de la música juegan un papel fundamental para su discurso reflexivo y substancialmente onírico. Lírica obra de talla excepcional, prodigio de composición musical de la imagen, su gran capacidad de hipnotismo convierten a esta joya en un filme de sensaciones.
- ‘Antes del atardecer (Before the sunset)’, de Richard Linklater.
Nueve años después de ‘Antes del amanecer’, Richard Linklater retoma su mejor película para continuar una de las historias más bellas y románticas de la historia del cine contemporáneo. La libertad y la inspiración confluyen en un necesario estilo de acercamiento a la pareja, donde el fluir temporal que añora un tiempo no vivido, llena su vacío con diálogos, reflexiones y sueños que cubren la ausencia de ambos en sus respectivas vidas. Una preciosa oda al amor que consta de un engranaje conceptual detallado en la delicadeza de sus frases, de sus réplicas, de sus silencios, de lo latente que empieza en las percepciones abstractas avanzando hacia las respuestas que tanto los personajes como el espectador quieren conocer.
-‘Amanecer de los muertos (Dawn of the Dead)’, de Zack Snyder.
El debutante Zack Snyder recupera la pureza más genérica del ‘gore’ en un ‘remake’ que supera, con mucho, al original de George A. Romero. Una plétora de habilidades en la que predomina un intuitivo sentido visual que consigue con su perfecta planificación aprovechar al máximo el impacto de las múltiples escenas de acción a unos niveles de estética y violencia pocas veces apreciables del género. La gran virtud que convierte esta versión en una ‘rara avis’ dentro del cine de terror actual es su alto componente.
- ‘Ser y tener (Être et avoir)’, de Nicolas Philibert.
Es ‘Ser y tener’ una galería de pequeños fragmentos de vida, narrada de forma magistral por una mirada que se sitúa con bastante distancia para resultar cercano, paradoja ésta que le permite a Philibert explorar y contemplar al profesor y a los niños desde un prisma realista y a su vez nada complaciente. Un recorrido por la importancia de enseñar, inquiriendo en la esencia del fenómeno educativo, una oda al acto de amor que es iniciar al más pequeño en el proceso de aprender y crecer.
- ‘Secretary (Secretary)’, de Steven Shainberg.
En ‘Secretary’, lo que para muchos resulta desagradable e intolerable, señal de hipocresía e intransigencia, es en realidad una muestra de belleza sensible en estado puro de dos personas que edifican, poco a poco, una personal y casi perfecta felicidad. Una cinta que reflexiona acerca de lo fácil que resulta que el placer y el dolor del castigo sexual y la zozobra amorosa se confundan, máxime cuando dos personas establecen una relación laboral cimentada en la práctica y la aceptación del poder. Los juegos de faltas y correctivos, de humillaciones y escarmientos son representados con absoluta taumaturgia por James Spader y Maggie Gyllenhaal.
- ‘Los Increíbles (The Incredibles)’, de Brad Bird.
Brad Bird consigue para la Pixar su mejor filme hasta el momento basando su potencial en una perfección técnica absoluta y en el épico homenaje al cómic de los 50, invocando también a una reflexión sobre la anormalidad, la heterogeneidad a la conlleva ser un héroe y el rechazo que casi siempre la sociedad tiene ante esto. Pixar que arriesga con sutilidad e ingenio en un cine mucho más adulto, en un cine donde los protagonistas adquieren una perfección absoluta, no sólo a nivel técnico (extraordinaria, teniendo en cuenta sus atributos no demasiado naturalistas de la realidad) sino a nivel narrativo. Suntuosa obra de arte y artesanía, una fiesta de cine de animación clásico, Bird demuestra su devoción por el clasicismo de los años 50 y la estética retrofuturista, apostando en todo momento con un toque ‘pulp’ sesentero, donde no falta en ‘pop art’ estético y el ‘High Tech’ con un sincero homenaje a la serie de ‘James Bond’.
- ‘La joven de la Perla (Girl With a Pearl Earring)’, de Peter Webber.
El debutante Peter Webber, prestigioso documentalista, lleva a imagen el libro de Tracy Chevalier para develar el misterio que se esconde detrás este cuadro de Vermeer. La grandeza del filme proviene, sin embargo del fotógrafo Eduardo Serra, que sigue los postulados artísticos de Steen, Potter o los hermanos Van Ostade, obsequia al espectador con una película de frágil sensibilidad, donde la puesta en escena simboliza un universo pictórico de tonalidades y perspectivas sobre el fondo, hacia planos medios y más allá en la distancia, llenos de efectos de luz reflejados con sutileza, delicadeza y pureza de color. Un cosmos de arte y luz que el cineasta aprovecha para contar la historia a través de un mundo en que las cosas no se dicen pero se captan, como extraídas de la atmósfera doméstica evocadora del estilo genérico de Pietr de Hooch, otro maestro de la época.
Y además...
.- ‘Fahrenheit 9/11 (Fahrenheit 9/11)’, de Michael Moore, ‘El chico que conquistó Hollywood (The kid stays in the picture)’, de Brett Morgen y Nanette Burstein, ‘Dos colgaos muy fumaos (Harold & Kumar Go to White Castle), de Danny Leiner, ‘Alta tensión (Haute tension)’, de Alexandre Aja, ‘Bad Santa (Bad Santa)’, de Terry Zwigoff, ‘Big Fish (Big Fish)’, de Tim Burton, ‘Capturing the Friedmans (Capturing the Friedmans)’, de Andrew Jarecki, ‘Coffee and cigarettes (Coffee and cigarettes)’, de Jim Jarmusch, ‘Collateral (Collateral)’, de Michael Mann, ‘Confesiones de una mente peligrosa (Confessions of dangerous mind), de George Clooney, ‘Como una imagen (Comme une image)’, de Agnès Jaoui, ‘Contra la pared (Gegen die wand)’, de Fatih Akin, ‘El día de mañana (The day after tomorrow)’, de Roland Emmerich, ‘El maquinista (The machinist), de Brad Anderson, ‘El mito de Bourne (The Bourne supremacy), de Paul Greengrass, ‘Escuela de Rock (The school of rock), de Richard Linklater, ‘El bosque (The village)’, de M. Knight Shyamalan, ‘Héctor’, de Gracia Querejeta, ‘Hellboy (Hellboy)’, de Guillermo del Toro, ‘Los chicos del coro (Les choristes)’, de Christophe Barratier, ‘Peter Pan: la gran aventura (Peter Pan), de P.J. Hogan, ‘Vías cruzadas (The station agent)’, de Thomas McCarthy, ‘Zombies party (Shaun of the dead)’, de Edgar Wright, ‘Whisky’, Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, 'Sky captain y el mundo de mañana (Sky captain and the World of tomorrow), de Kerry Conran.

lunes, 18 de enero de 2010

El inesperado adiós del abuelo Manolo

El cruel golpe de la muerte siempre es más duro cuanto más inesperado es. Cuando la arbitrariedad impone su ilógica, se cede a una reflexión sin respuesta racional. “¿Por qué ahora?”, se pregunta uno. Mi abuelo Manuel Ruano estaba viviendo una segunda juventud, siguiendo los preceptos de esa vitalidad que siempre rigieron su existencia. Estaba francamente bien, acaparando la mirada de asombro con una envoltura jovial que había logrado esquivar parte de las inconveniencias de la vejez con cierta facilidad. Sin embargo, el antojo de lo imprevisible, la desigual pugna entre la vida y la muerte, hizo que su luz se apagara el pasado martes día 12, sin previo aviso, dejando un sentimiento de conmoción y desconcierto. Llegados a este triste punto, como en estas contingencias vitales que no tienen remedio, hay que asumir los recuerdos como herencia de lo bueno, de la nostalgia afectiva que invade el pensamiento de un hombre particular y meritorio.
El abuelo fue un tipo constante y tenaz, que hizo de su trabajo a lo largo de muchas décadas un legado para permanecer en la memoria colectiva, no sólo de una unidad familiar que ha sido despojada de la figura materna y paterna en menos de ocho meses. Hace un par de años, el abuelo me entregó un repaso profesional de su carrera dentro del mundo de la construcción. Y lo hizo desde la añoranza de aquellos años de actividad profesional, pero no tanto como para evidenciar una llamada de satisfacción con respecto a sus nietos. Dos hojas mecanografiadas, con apuntes a mano, que recogen una vida de logros y esfuerzos. De peón a oficial. Y de ahí, a encargado de obra, la función que desempeñó hasta su retiro. Varios edificios de Zamora, Toro, Zafra, Zaragoza, Tarragona, Reus, Menorca y, sobre todo, inmuebles y apartamentos en Salou dan fe de su denuedo en este terreno que se labró desde el autodidactismo y el trabajo.
Echando la vista atrás, no puedo dejar de pensar en aquellas vacaciones infantiles, de aquel número 4, del 5º-2ª de la calle Plaza Almoster de Reus, de la sensación de holganza y diversión al lado de la abuela Mercedes, de las sabrosas comidas después de largas mañanas de playa. De aquel rótulo a la entrada que rezaba que allí vivía un “león” del Athletic, otro de los sentimientos heredados del abuelo que llevaré conmigo para siempre. Por mucho que quiera recordar otra cosa, mi trayecto vital, alejado durante años de aquellos veranos, impone la memoria de aquellos días en los que más contacto tuve con él, cuando me llamaba cariñosamente “burriato”. Despierta la evocación de un tiempo perdido, de parte importante de mi infancia, de una retentiva veraniega extinta pero viva en relación con las infelices despedidas, primero de mi abuela y ahora de mi abuelo. Y una imagen que no puedo dejar de recordar, situada en algún hotel de Salou, un sábado noche cualquiera, con ambos compartiendo un baile, una rutina e instante que hoy se convierte en imperecedero con aquella mirada cómplice y amorosa mientras se marcaban un pasodoble.
Recuerdo al abuelo Manolo como aquel hombre de la quemadura en la cara, del bigote perfectamente recortado que vestía sus pantalones por encima del ombligo. El mismo que leía el As y gustaba del buen comer y el ponche con hielo. El señor de la mirada pícara, al que le gustaba mandar, de carácter algo intransigente, pero cándido de corazón… Mi abuelo, que permaneció tantos años en la reminiscencia de la distancia, ya no está. Y duele apuntar esta afirmación, porque todos dábamos por hecho que iba a estar ahí a lo largo de muchos años más. Pero la vida esa así de voluble. Se dice que no hay muertes inciertas, ni vidas justificadas. Lo que es cierto es que en el momento último y su posterior efecto de pérdida sentida, del mal trago que debe superarse con entereza. Lo que alberga algo de luz tiene que ser el saber que su memoria no caerá en el olvido y el silencio y que será amplificada por aquellos con los que el Sr. Ruano compartió su vida.

martes, 12 de enero de 2010

El Milenio del desencanto

Ya estamos en 2010. Todos lo sabemos. Una década después de aquél temeroso y ya vetusto “efecto 2000”. Los años se suceden a una velocidad vertiginosa. Haciendo cálculos y números, no nos damos cuenta de que llevamos escrita una porción, aunque sea muy pequeña, del Tercer Milenio. Llevamos diez años (en realidad nueve) viviendo dentro el Siglo XXI. Muchos lo viven con cierto desengaño. Me explico. Todas aquellas cávalas y profecías que plantearon los grandes escritores de Ciencia Ficción; Philip K. Dick, Van Vogt, Ray Bradbury, Robert A. Heinlein, Philip J. Farmer o Arthur C. Clarke fueron representadas en un futuro que hoy es presente y dentro de muy poco, quizá ya lo sea, será pasado. De momento habrá que esperar, al menos, a medio plazo, para ver las utopías tecnológicas y espaciales de los grandes visionarios hechos realidad. Hasta entonces vamos a hacernos a la idea que nos sigue tocando algo no tan fascinante como aquellos mundos llenos de avances para vivir la monotonía de nuestra vida cotidiana, cada vez más contemplativa e inerte. Lo que sí ha cambiado ha sido el hecho de que todas las lecturas que se han extraído de un siglo y milenio han ido girado en torno a inferencias apócrifas e historias apocalípticas en las que la ciencia-ficción, sirviendo como punto de partida para soñar con que el Tercer Milenio nos traería narraciones extraordinarias concebidas por los grandes soñadores avanzados a su tiempo hayan perdido el sentido, en cierta medida, que tuvieron durante décadas. Porque la decepción de no encontrarnos naves espaciales encima de nuestras cabezas, de no poder atisbar cosmos con dos lunas y no poder comprobar, entre otras cosas, qué es exactamente la criogenización o el ‘tele transporte’ impone la dura realidad que se antepone a un futuro imaginado que nunca llegará, que parece haberse concebido como una leyenda irrealizable, un invento del hombre que ha surtido a la literatura y al cine con inolvidables novelas y películas de un género siempre infravalorado por aquellos que han sido incapaces de mirar más allá de las esplendorosas épocas artísticas pretéritas y vetustas, en realidad presentes en la capacidad imperturbable del que cree que el futuro está muy lejos.
Ya hace diez años, pasado el “efecto 2000”, pudimos comprobar que la ilusión de aquellos que creyeron ver hace tiempo un nuevo mundo tecnológico y próspero se encontraron con la desilusión de lo frecuente, en que la única novedad añadida a nuestro día a día ha sido el avance de los teléfonos móviles y las pantallas planas o consolas de última generación. Ni siquiera la llegada de la estereoscopía al cine comercial en 3D ha servido por convencer de la integración del ser humano en las nuevas tecnologías, nunca tan fantásticas como las que nos prometieron la literatura y el cine. Tal vez porque lo realmente válido de todo esto haya sido la imaginería y talento de unos extraordinarios genios que tuvieron el privilegio de soñar más allá que el resto de los mortales, que pudieron ver mundos extraterrestres y utopías colmadas de fantasía, épocas en las que androides creados por hombres a imagen y semejanza de Dios pudieran sentir y tener más fe en la vida que el propio creador...
Llegados a este punto, uno se pregunta si todas estas proyecciones de un tiempo futuro no han sido más que otra promesa incumplida, de otro sueño deshecho por el inevitable paso del tiempo, como si en la oscura soledad de la esperanza aquello por lo que se vislumbra sólo fuera un invento malvado para aplacar las ansias de conocimiento humano. Apuntaba Saberius que ahora la propia ciencia-ficción ha pasado a ser Historia, pero no de una forma positiva, sino todo lo contrario. Ahora el hombre sabe que lo representado sólo es eso, una quimera que no llegaremos a vivir, como un brutal desengaño para aquellos chiflados con pájaros en la cabeza aventajados a sus generaciones coetáneas y sentir, soñar o viajar por universos paralelos y ulteriores, que nadie podía imaginar. Todo ése afán especulativo que ha hecho grande al ser humano, ése impulso creador con suficiencia y afán de ensartar la cotidianidad que nos rodea para componer viajes excitantes y ficticios, no es más que una actitud por transformar y adelantar el espacio en el que vivimos. Pero sin llevarnos a engaño, toda esta cavilación sobre el género, sobre el presente y el futuro encuentra su piedra angular en el cine, en la representación de los sueños, en lo imposible, en la escenificación de todo el futuro imaginado, en el ansia del hombre por llevar a cabo algo que ahora comprendemos inalcanzable.
El cine ha ayudado a componer las imágenes que soñaron los grandes genios de la ciencia-ficción, abasteciéndose de títulos que han conseguido acercar al espectador más visionario a los deseos de ver un futuro incierto, pero visualmente emocionante. El cine ha contemplado la posibilidad de darle a la retina colectiva una serie de filmes que ayudaron a ver al hombre el mañana que tantas veces soñó y que, hoy por hoy, se ha tornado en espectacular, como si el futuro fuera producto del Séptimo Arte. Así cuando Fritz Lang creó la fastuosa ‘Metrópolis’, George Lucas vislumbró la magistral saga ‘Star Wars’ o Christian Nyby perfiló sus fantasías en ‘El enigma... de otro mundo’ ese futuro se hizo cercano, cotidiano, como si lo que viéramos en pantalla fuera la promesa de lo inviable pero a la vez real e imprevisible. Que Ridley Scott compusiera la obra maestra ‘Blade Runner’ atendiendo a una estética más adyacente a la realidad que nos rodea, impone la idea de ese símbolo factible, que hace posible tener una utópica certidumbre en el género más apasionante que ha inventado el ser humano. Como si Kubrick hubiera intuido qué significaría este nuevo milenio que ha dado como consecuencia el cambio de siglo. Como si con ‘2001: Una Odisea del Espacio’ nos dijera lo que puede pasar en estos primeros decenios del Siglo XXI: la involución del hombre. El conocimiento desalmado y ascético de confirmar que todo en lo que el hombre creía, que el futuro, no es más que un nuevo nacimiento en la ignorancia por descubrir lo inenarrable y lo desconocido.
Títulos claves que van desde ‘Le Voyage dans la Lune’, de Georges Méliès, pasando por ‘La guerra de los mundos’, ‘El planeta de los Simios’, ‘Viaje alucinante’, ‘Ultimátum a la tierra’, ‘Forbidden Planet’, ‘La invasión de los ladrones de cuerpos’, ‘Atmósfera Cero’, ‘Viaje al centro de la tierra’, ‘Alien’, ‘1997: Rescate en Nueva York’, ‘E.T’, ‘Star Trek’, especialmente la segunda entrega de ‘Regreso al futuro’, los ‘Terminator’ hasta llegar a la trilogía de ‘Matrix’ o más recientemente ‘Avatar’… Todo estos títulos han hecho posible que el sueño se hiciera realidad, al menos durante una proyección cinematográfica. Probablemente, la única forma que vamos a tener nosotros de ver cómo es el futuro ilusorio que desde siempre nos han hecho fantasear. Instaurados en este Milenio, no queda más que inventar un futuro en el año 3000, dentro ya del Siglo XXII, con toda la idiosincrasia tecnológica más avanzada, con los adelantos espaciales que permitan viajar al hombre a otros planetas y remodelar hasta el paroxismo técnico la nueva evolución del hombre. De ahí que surja esta proclama melancólica y realista. En este momento, sabemos (y comprendemos) que todo por lo que nos hicieron soñar dentro de la literatura y el cine fantástico nos queda demasiado lejos como para vivirlo. Entonces nos damos cuenta de que el cine sigue siendo la única vía para visualizar nuestros sueños futuros. La célebre frase de Roy Batty en ‘Blade Runner’ es clarividente, lo que el mismo hombre reflejado en un androide siempre soñó tener, el don de la inmortalidad para ver la evolución, para descubrir lo que ahora es utopía, para ver cosas que nosotros jamás imaginaríamos.
Esa es la verdad del Siglo XXI, de la pirotecnia y fantasía que se ha montado alrededor de unos años que fueron simbólicos y que han dejado de serlo. Aún así, debemos sentirnos satisfechos por estar aquí y ahora, en lo que no hace mucho fue el mañana. Sabemos que tenemos que empezar de cero, como bien predijo Kubrick. El año 2000 hace tiempo que pasó. Aprendamos a soñar ahora con 3001 y con un futuro que no conoceremos...

sábado, 9 de enero de 2010

Nominaciones para la XXIV edición de los Premios Goya

Sin duda este pasado 2009 ha sido uno de los años más lúcidos para la taquilla del cine español. Películas como ‘Mentiras y gordas’, ‘Fuga de cerebros’, ‘[•REC]²’, ‘Ágora’, ‘Celda 211’, ‘Planet 51’ y ‘Spanish Movie’ han reverdecido la comercialidad del cine patrio en su lucha contra del todopoderoso cine de Hollywood y han logrado una ilusoria comunión entre espectador y cine español. Pero el futuro no se prevé con optimismo. El cambio radical del orbe televisivo público y la paulatina denegación de las televisiones públicas a la hora de subvencionar películas deja al cine de este país en una situación muy delicada. Las predicciones avanzan un cambio total del modelo en el séptimo arte de nuestras fronteras. Mientras se va dilucidando qué pasará con todo este asunto, bajo la tutela de Álex de la Iglesia, se han dado a conocer las nominaciones a los Goya de este recién acabado 2009. Siguiendo, como pocas veces, una lógica aplastante, la gran favorita y acumuladora de candidaturas ha sido ‘Celda 211’, de Daniel Monzón, que ha oído el título en 16 ocasiones. ‘Ágora’, de Alejandro Amenábar pugnará de cerca con sus 13 nominaciones, así como ‘El baile de la Victoria’, de Fernando Trueba, con nueve y ‘El secreto de sus ojos’, de Juan José Campanella y ‘Gordos’, de Daniel Sánchez Arévalo, ambas con ocho. Menos suerte ha tenido esta vez Pedro Almodóvar que, con ‘Los abrazo rotos’, tan sólo ha obtenido cinco menciones en diversas categorías.
La entrega de los galardones de esta XXIV edición de los premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España se llevará a cabo en Palacio Municipal de Congresos de la Comunidad de Madrid el 14 de febrero, tres días después de que se inaugure la 60ª Berlinale y será presentada por el televisivo Andreu Buenafuente. El 15, como cada año, habrá una extensa cobertura abismal del evento.

jueves, 7 de enero de 2010

Día de Reyes 2010 lleno de sorpresas

Cada año nos lo pasamos mejor ejerciendo el sano ejercicio de levantarnos corriendo para desenvolver los regalos de los Reyes Magos. La liturgia se centra en un objetivo preliminar que fomente la importancia del día. Se trata de desconocer cualquiera de los presentes con la intención de seguir perpetuando la sorpresa hasta el último segundo.
El árbol de Navidad albergó la noche del 5 una buena dosis de ilusión en forma de paquetes y papel de regalo de todos los colores. La clásica historia de los Reyes de Oriente que, según el Evangelio de San Mateo, ofrecieron al Niño oro, incienso y mirra ha quedado obsoleta. El consumismo y la comercialidad del evento ha transformado la Epifanía en un grato dispendio que anualmente convoca una liturgia que nunca hay que perder.
Este año debemos haber sido muy buenos porque las expectativas y la cantidad de regalos han superadas con creces con respecto a otros años.
Y basta de palabrería… He aquí la lista de regalos. Como cada año, podéis ampliar la imagen para ver de cerca los presentes que nos dejaron SS.MM.
1. Figura 30 cm. ‘Indiana Jones. En busca del Arca Perdida’, de Kotobukiya (Refo).
2. Zapatillas Nike Air Jordan VIII (Playoffs 93) (Refo).
3. Zapatillas de chica Wmns Nike Chips (Myri).
4. Figuras Dark Horse ‘The Spirit’, de Will Eisner (Refo).
5. Máquina de cortapelos Philips QC 5099 MAX Precision (Refo).
6. Guantes sin dedos (Refo).
7. Cubo de Rubick original, con DVD (Refo).
8. ‘El caballero oscuro (The Dark Knight), de Christopher Nolan. Edición Especial (Refo).
9. Banda Sonora ‘Avatar’, de James Horner (Fox Music) (Refo).
10. Banda Sonora ‘Terminator Salvation’, de Danny Elfman (Reprise) (Refo).
11. Camiseta ‘Reservoir Dogs’ (Refo).
12. Camiseta ‘The Greatest American Hero’ (Refo).
13. ‘El libro negro de las leyendas urbanas. Los bulos y los rumores maliciosos’, de Tomás Hijo (Edic. Styria) (Refo).
14. Camiseta Marvel ‘Iron Man’ (Refo).
15. Serie completa ‘El Gran Héroe Americano’ (Refo).
16. Cojín alemán de ‘Pumucky (Pumuckl)’ (Myri).
17. La llave de un Hyundai i30 CRDI 1600, 115 CV Style. Blue Indigo (Myri).
18. Nº 1 ‘Incógnito’, de Ed Brubaker y Sean Phillips. Panini (Refo).
19. ‘Hellboy (La mano derecha del destino), de Mike Mignola. Norma (Refo).
20. Camiseta chica oficial 250 aniversario Guinness (Myri).
21. Bufanda Línea U de Adolfo Domínguez (Myri).
22. Chaqueta Green Coast (Myri).
23. Camiseta chica ‘Blue Harvest (Padre de Familia). Brian Chewbacca (Myri).
24. Camiseta EKU Guinness Christmas, de John M. Gilroy (Refo).
25. Sudadera The Athletic Dep. Nike (Myri).
26. Camiseta chica Línea U de Adolfo Domínguez (Myri).
27. Chaqueta chica Línea U de Adolfo Domínguez (Myri).
28. Camiseta EKU ‘My Guinness, my goodness’, de John M Gilroy (Myri).
29. Vale provisional de un neón ‘Guinness Vintage Light Sign’, que ha llegado esta misma mañana (Myri).
30. Póster 6ª temporada de ‘Los Sopranos’. HBO. (Myri).
31. Póster ‘Unfinished Bussiness’ de ‘Padre de Familia’. Fox (Myri).
32. Imán de nevera ‘Evil Monkey’ de ‘Padre de Familia’. Fox (Myri).

martes, 5 de enero de 2010

DeLorean DMC-12, el regalo perfecto de Reyes

Imaginad que este año no hubiera limitaciones de ningún tipo, que el mundo no estuviera sumido en una terrible crisis, que está atemorizado ante diversos medios de toda índole y que se calienta globalmente oteando a un medio plazo una caducidad preocupante. Imaginad que se pudieran pedir quimeras, sueños imposibles, de esas cosas materiales inaccesible que, como todo buen cinéfilo al cine de los 80, desearía tener en su garaje de nostalgia inextinguible. Es el regalo perfecto para unos Reyes Magos sin parangón.
Es un producto que venden en ese supermercado ‘on-line’ de demencia sin fin que es E-Bay. Se trata de un DeLorean DMC-12 de 1981 de acero inoxidable SS304, reconstruido para la ocasión en réplica exacta del coche utilizado en ‘Regreso al futuro’, de Robert Zemeckis. Un facsímile con un detallismo obsesivo al que no le falta su cuadro de mandos de viaje temporal, ni su pantalla de fijación de destino, ni su estructura implantada al milímetro de lectores digitales, que abarca todo tipo de cables necesarios. Y, como no podía faltar, también incluye el mítico condensador de fluzo. Hoy en día, es la máquina del tiempo ficticia de la película más exacta que se puede encontrar en el mundo. El genio que ha llevado a cabo la hazaña es Gary Weaver, el dueño de www.bttfparts.com, que ha consolidado un proyecto en el que ha trabajado durante años. Su afición al filme de Zemeckis le llevó hacer realidad el sueño de millones de seguidores de las aventuras de Marty McFly y “Doc” Emmett Brown. Su precio es inabordable, pero es cierto que, a la vista, reverbera una esplendidez digna de asombro.
Sólo harían falta cuatro cosas para su uso; aplicarle una reacción nuclear que genere 1,21 gigawatios de electricidad para impulsar el condensador de fluzo, teclear la fecha de destino y acelerar hasta que el automóvil alcance los 140 kilómetros por hora. Por último, uno debe llevar encima esto si quiere completar la fantasía final de aquellos que todavía sueñan con conocer a un científico que, el 5 de noviembre de 1955, mientras colgaba un reloj a la pared, cayó sobre un water y se golpeó la cabeza, siendo el inicio de un aventura que todos conocemos de sobra.
Echadle un vistazo a la galería de abajo si queréis ver algo acojonante…

jueves, 31 de diciembre de 2009

Resumen Abismal del 2009 Cinematográfico

TOP TEN 2009
10. ‘El curioso caso de Benjamin Button (The Curious Case of Benjamin Button)’, de David Fincher.
‘El curioso caso de Benjamin Button’ gira en torno a una curiosa reflexión sobre el paso del tiempo, sobre la vejez y la juventud, las segundas oportunidades o el amor y la muerte, articulada en un mismo camino de cierto pesimismo. David Fincher y Eric Roth llevan el filme hacia unos cuestionamientos en los que se delibera sobre los códigos morales de la inexorabilidad del tiempo, ya sea hacia delante o en sentido contrario. ‘El curioso caso de Benjamin Button’ juega en un mundo irreal que se nutre de un personaje que tiene una forma distinta avanzar hacia el futuro, sugiriendo un radical ejemplo de heterogeneidad en las personas, la misma que hace a la gente especial. Se plantea con ello una fábula que concierne a la superación de barreras, a las ganas de vivir, incluso cuando la muerte rodea al insólito personaje en todo momento.
La película es una abrumadora muestra de riqueza compositiva, de virtuosismo deslumbrante, de miscelánea de realidad y ficción que evidencia el conocimiento de las posibilidades del medio cinematográfico por parte de este autor. Puede que sea su filme más academicista, más cómodo y más rectilíneo en cuanto a narración, pero resplandece como una obra consciente de su grandeza y sutil en su ejecución.
9. ‘Río helado (Frozen river)’, de Courtney Hunt.
Los parajes helados de esta gran obra regresan a esa alegoría de la aridez humana dentro de la América profunda en otra muestra magistral de desolación más absoluta a través de una cruda historia de contrabando de inmigrantes de Canadá a Estados Unidos, ubicada en el río Saint Lawrence, que une y enfrenta a dos mujeres y madres desesperadas. Un drama de perdición humana y pesimismo, de una solidez y una dureza aplastantes. La desolación y la violencia que rodea a los personajes, su miseria humana, se van acogiendo a los parámetros del ‘thriller’ en un guión de sólidos cimientos, donde la oratoria se desbarata ante las miradas y los silencios, ante la transición lógica de los acontecimientos.
Courtney Hunt crea con ‘Frozen River’ una pieza de artesanía independiente, donde el oficio (a pesar de tratarse de una ópera prima) y su carácter autoral está despojado de etiquetas o falsas ambiciones. Es un retrato de aquellos desheredados que, lejos de cumplir cualquier sueño, aspiran a sobrevivir en un mundo de sufrimiento y desconfianza. Dos personajes que evolucionan hacia el entendimiento, hacia la comprensión mutua y hacia una amistad forjada por compartir los golpes de la vida. Sin duda alguna, lo mejor del filme de Hunt es esa actriz de rostro ajado llamada Melissa Leo, que ofrece una memorable lección interpretativa en el equilibrio de dureza y fragilidad de un personaje irrepetible.
8. ‘Celda 211’, de Daniel Monzón.
Siendo, de lejos, la mejor película española de este 2009, ‘Celda 211’ recrea con impulso y vehemencia la esencia del ‘thriller’, que se nutre de la acción por todos sus costados, sin renunciar a su compromiso con la historia y el género en ningún momento. Su violencia expositiva se manifiesta desde su primer fotograma, con gran crudeza, despojada de cualquier tipo de efectismo a lo largo de su desarrollo. Una violencia que no es purgada con comedimientos estéticos, que supura un realismo que obliga al espectador a una disposición aceptada ante la crudeza de sus imágenes.
En ‘Celda 211’ la acción se superpone al verbo, los personajes están medidos, perfectamente definidos en intenciones y templanza, equilibrados en su retrato a la hora de llevarlos al límite, con diálogos excepcionales que dejan espacio al humor y al drama, sin perder de vista su continuidad de película de acción. La propuesta de Daniel Monzón golpea con fuerza en la retina del espectador, sobrecogiendo y conmoviendo sin aparente dificultad. Y lo que es mejor, lo hace solidificando un ‘thriller’ como la copa de un pino. ‘Celda 211’ reivindica con notables argumentos la valía no sólo de un director que ha logrado su mejor y más aplaudida película, sino el testimonio tangible de una nueva vía de escape al ostracismo temático del cine español.
7. ‘La duda (Doubt)’, de John Patrick Shanley.
‘La duda’ no es un filme de denuncia que aproveche la coyuntura para sacar a la luz los abusos e hipocresía de la Iglesia Católica ante un tema tan espinoso y polémico como es la probada pederastia de clérigos estadounidenses a lo largo de los últimos años. Tampoco es un panegírico en contra de la pederastia clerical. A John Patrick Shanley le interesa profundizar, con apasionante cauce dialéctico, en la naturaleza misma de la verdad, en los prejuicios que la desbaratan por medio de la desconfianza y la sospecha. La realidad, dentro del filme, está subvertida por la manipulación y por la tergiversación. El espectador, dentro del juego de ambigüedad brutal, donde el contexto y la situación se encubren en la duda, es fundamental a la hora de entender los condicionamientos como escritor de Shanley, puesto que exige un posicionamiento del público en un desafiante juego psicológico de misterio y secretos, reales o ficticios, que acaba igual que empieza, sin una respuesta clara a todos los interrogantes que se han ido planteando a lo largo de la historia.
Dotada de un magnetismo y un ritmo sustentado en los diálogos de sus personajes, la elegancia e inteligencia con la que está narrada esta formidable obra se nutre de imágenes simbólicas y teatralidad congénita a la historia, sabiendo utilizarlos más allá de los límites de esos pocos escenarios reducidos donde se desarrolla la acción. Shanley sabe sacar partido a este contexto opresivo, alejándose de los recursos telefílmicos con una planificación medida y sutil, huyendo de los tópicos visuales en los que podía haber caído con gran facilidad.
6. ‘Man on Wire (Man on Wire)’, de James Marsh.
La hazaña de Philippe Petit es de por sí una historia tan fascinante, increíble, temeraria, extravagante e inverosímil que James Marsh convierte con facilidad esta aventura en un documental de prodigioso talento, no sólo por el contagioso entusiasmo del equilibrista que probó sus propios límites al cruzar varias veces las Torres Gemelas caminando sobre un cable a casi 500 metros de altura, sino por la narración con el director va hilvanando la fábula real de Petit. El cineasta controla el ritmo del documental con un dominio descriptivo absolutamente fascinante, dinamizando la trama con cadencia frenética, haciendo crecer la intensidad como si de un ‘thriller’ se tratara. ‘Man on wire’ combina una dramatización creadas para el documental con recreaciones de los hechos y documentos gráficos reales, así como los testimonios de los protagonistas sobre la elaboración del plan y posterior perpetración que consumarían un delito artístico sin precedentes y sus estados de ánimo circunscritos exclusivamente al momento en los que tuvieron lugar.
‘Man on wire’ es la crónica de la constancia de un hombre apoyado en su fe ciega y en una voluntad imperturbable que obtuvo un triunfo inigualable del instinto sobre la materia. Un documental que trata sobre un instante, sobre unos minutos que cambiaron las vidas de este grupo de personas de una forma profunda, casi mística, en contraposición a la entidad de quijotesca fantasía y locura de aquella demostración de valentía.
5. ‘Revolutionary Road (Revolutionary Road)’, de Sam Mendes.
La película de Sam Mendes se centra en la terrible fatalidad de dos seres sumidos en la discordancia, en los sueños no cumplidos, cuando el presente ha terminado por aniquilar los deseos del pasado y todo es distinto a como uno lo había imaginado. El mismo desengaño que subyace bajo la aparente normalidad y la placidez de la rutina que esconde un agotamiento del idealismo juvenil, el mismo que caracteriza la infelicidad, la insatisfacción de ser uno más entre tantos otros que simbolizan una amalgama de vulgar uniformidad. ‘Revolutionary Road’ expone con madurez y solvencia todas estas complicaciones y sufrimientos con una contundencia fuera de toda lógica, sabiendo construir un sólido e inquebrantable retrato de la incertidumbre existencial que queda anulada por la estabilidad económica, por el estatus social adquirido.
‘Revolutionary Road’ es una película monumental, demoledora y sombría, sincera y dolorosa que aporta una visión a ése vacío histórico sobre tantos y tantos hombres y mujeres que han renunciado a la búsqueda de aquello para lo que han nacido, entregando su vida a la comodidad que infecta a la ilusión con el aislamiento, la incomunicación y la falta de plenitud. En último término, almas abocadas al infortunio, ya sea por la inseguridad y el egoísmo que se sustrae del bienestar como de la resignación con que se asume el naufragio de una revolución no consumada.
4. ‘Up (Up)’, de Pete Docter y Bob Peterson.
Siguiendo su particular plasmación de la artesanía cinematográfica, ‘Up’ incide en la idea primigenia de John Lasseter y sus acólitos, que no es otra que la de llevar el entretenimiento hasta nuevos límites inexplorados. La progresión del relato, como en todas las cintas de Pixar, bordean lo tópico, es cierto, pero también lo es que evitan caer en el exhibicionismo dentro del drama, la acción o la aventura con una astucia envidiable. Sólo así una película de fondo adulto, que explora la aceptación y superación de la pérdida de un ser querido y la necesidad de renunciar a los recuerdos y los sueños truncados de una vida para poder seguir adelante, puede oscilar hacia la aventura sin complejos, volando más allá de los límites de la imaginación, para que Carl, acompañado por un niño repipi e inocente, pueda hacer realidad sus fantasías infantiles en otra de esas bienquistas historias de superación y empeño que albergan instantes de verdadera fuerza nostálgica.
‘Up’ juega a trascender el mundo de la animación exhibiendo una esencia cinematográficamente incorruptible. Y aunque haya algunas películas de la factoría Pixar que puedan estar por encima o por debajo de los preceptos cualitativos de esta nueva aventura en 3D, se equipara a sus antecedentes con la concesión de un virtuosismo épico entronizado en la acción del viaje a un mundo ajeno lleno de peligros y sorpresas. Inteligente y cordial, pero sobre todo conmovedora, la cinta de Pixar vuelve a consolidarse en otro pequeño milagro capaz de proseguir con su genuina exquisitez con una narrativa donde lo técnico y estético se funden al amparo de personajes inolvidables.
3. ‘Malditos Bastardos (Inglourious Basterds)’, de Quentin Tarantino.
Quentin Tarantino reformula las bases de un género tan complejo como es el cine bélico en otro sublime testimonio de reinvención a partir de materiales envejecidos que, en esta ocasión, se ubica muy por debajo de la necesidad de atribuir un modelo hermenéutico donde el poder mediador de la imagen y, sobre todo, de la palabra en el proceso de construcción de sentido fílmico es más importante que nunca. Queda constancia con ello de que, para Tarantino, el cine continúa siendo una práctica de liberación creativa llevada al extremo, pero a su vez, el cine ha tomado una apostura más severa y trascendente.
‘Malditos Bastardos’ es la película más abstracta e intertextual del frenético orbe fílmico de Tarantino. Como viene siendo habitual dentro de sus películas, el diálogo es la base que orquesta todos los demás recursos. La conversación entre sus personajes, el cara a cara, es el elemento centralizador de las acciones, el poder discursivo a modo de largas disquisiciones verbales inscriben la importancia de la progresión argumental y de la tensión del momento. La digresión, el énfasis verborreico, es el encargado de esconder los verdaderos propósitos que se llevan a cabo en el devenir del relato, la inflexión necesaria para que la trama vaya avanzando en esa estupenda estructuración literaria de cinco capítulos, donde los personajes amplifican su categoría a medida que se magnifica el diálogo.
2. ‘Donde viven los monstruos (Where The Wild Things Are)’, de Spike Jonze.
Para su tercera película, Spike Jonze ha dejado la estela de Charlie Kaufman para contar con la coescritura de Dave Eggers en transformación cinematográfica de las escasas líneas de texto que contiene el libro original ‘Where the wild thing are’, de Maurice Sendak. Con él, Jonze corrobora que sabe conjugar su innegable rebeldía narrativa con una profundidad deslumbrante en la lectura de imágenes, consolidadas en una comunión de cine deslumbrante y magia imaginativa con el lenguaje verbal y el pictórico del libro original. Siguiendo con ciertas libertades que no traicionan a su referencia literaria, ‘Donde viven los monstruos’ es s una apuesta que se puede apreciar como excesivamente arriesgada en la carrera de un Spike Jonze que no deja de ir a contracorriente. Se trata de un relato demasiado adulto para niños que se muestra, por su grafía y personajes, en algo un tanto infantil para los adultos. Pero lo cierto es que esta película sobre la infancia plantea, por primera vez en mucho tiempo, un cine infantil inteligente y radicalmente inconmensurable.
La película se encauza hacia una profundización dentro de la personalidad y el poder del niño y los monstruos en una atmósfera infiel a la catalogación y al tópico, heterogénea en paisajes y situaciones. Se presenta como una oscura fantasía disfrazada de cuento acerca de los miedos infantiles inscritos en un universo tan surrealista como auténtico, que Jonze determina con suma coherencia y verticalidad a la hora de trazar la narración de ese simbolismo de los fantasmas de la infancia, como el resquemor, la soledad, los celos o el abandono. Y el cineasta lo hace con naturalidad, sin sensiblería, con una madurez fulminante.
1. ‘Déjame entrar (Låt den rätte coma)’, de Tomas Alfredson.
En su exploración acerca de los miedos infantiles, del lapso de la infancia a la adolescencia que esconde a su vez el despertar erótico, ‘Déjame entrar’ puntea el drama sin salirse en ningún momento del formulismo folclórico del mito del vampiro, sin perder su romanticismo, sordidez, desesperanza melancólica y, sobre todo, su violencia implícita y exteriorizada. ‘Déjame entrar’ es un filme de espesos paisajes morales, donde el costumbrismo y la naturalidad congenian a la hora de plasmar el contraste de los dispositivos oníricos y realistas. El tratamiento fílmico propone el placer estético de un discurso cimentado en la fuerza de un vocabulario cinematográfico que es capaz de expresar tantas cosas delimitado al ahorro verbal. Los planos milimétricos poseen un tonelaje de sublimación melancólica que termina por conseguir un ambiente enfermizo, que no descubre la gran modestia de su producción, en parte, porque sus secuencias de efectos especiales están reducidas a la lógica coherencia de su ficción, sin recurrir a ningún tipo de efectismo sorprendente.
Tomas Alfredson es capaz de crear mediante imágenes la tristeza que parece rodear a sus protagonistas, conjugando belleza y oscura tribulación en su consecución de una atmósfera que favorece la aquietada intensidad a la película. El cineasta sueco define sus designios creativos en la delicadeza con la que la cámara se acerca a los niños y se aleja en las secuencias más escabrosas del filme, adicionando con la oposición de luces y sombras la tragedia desgarradora con la violenta ternura emocional del relato de Lindqvist. Y lo hace apuntalando su estilo visual y narrativo en la excelente fotografía de Hoyte Van Hoytema y en las tristes notas de Johan Soderqvist. Pero lo que más llama la atención es la humildad que destila el drama, la imperturbable frialdad que rodea la pasión con la que se desarrolla el filme y, sobre todo, que el mínimo presupuesto con el que se ha rodado sublima aún más la grandeza de una película destinada a ser recordada por vivificar el género y ser exponente de arte y genialidad más allá de las cifras y ambiciones comerciales.
ACTOR 2009
Mickey Rourke (‘El luchador’).
Randy “The Ram” Robinson le ha dado a Mickey Rourke la oportunidad de demostrarle a Hollywood lo magnífico actor que es y ha sido siempre. Mucho se ha habló de su resurrección como actor, de su olvido, de su inactividad. Desde su debut, en 1980, no ha pasado ni un solo año sin que Rourke, dejando a un lado su vida sediciosa, sus combates pugilísticos y su deformación a causa del botox, haya participado en alguna que otra película. Nunca se fue, pero es cierto que este papel en ‘El luchador’, es su renacimiento como intérprete, su mejor y más aplaudida interpretación.
Si hay algo que destaca en el filme de Darren Aronofsky es Rourke, capaz de aportar la humanidad y la excelsa dimensión dramática que la historia requiere. En ‘El luchador’, Rourke desnuda su alma y vive a través de un personaje con el que le une cierta afinidad personal y profesional. Se muestra capaz de darlo todo con la cercanía de aquello que se narra, con esa caída de un mito que, aunque sea por un breve lapso de tiempo, reivindica su grandeza como actor mucho más allá de la rudeza con la que este monstruo actoral compone cada movimiento. Una actuación de probidad envidiable, de un calado dramático y contenido como pocas veces puede verse en una pantalla. Rourke exprime las aristas emocionales del gradullón para llenarlo de vida, de rebeldía ante la adversidad, de naturaleza humana a la hora de afrontar su desafío ante las segundas oportunidades. El inolvidable protagonista de ‘El corazón del ángel’ y ‘Manhattan Sur’ contagia su triste humanidad con una tierna mirada escondida bajo una presencia contundente.
ACTRIZ 2009
Kate Winslet (‘Revolutionary Road’, ‘El lector’).
Kate Winslet ha sido, fuera de toda duda, la actriz de este 2009. Sus papeles en ‘Revolutionary Road’, de Sam Mendes y ‘El Lector’, de Stephen Daldry han dejado claro que la actriz, además de saber exprimir lo mejor de sus personajes, es una de las actrices más capaces y mejor dotadas para la interpretación dentro del actual Hollywood. En ‘El lector’, papel por el que ganó el Oscar en la pasada edición, explora con contundencia la cercanía de un rol muy complejo, el de una mujer que consintió que casi tres centenares de judíos murieran bajo el fuego porque era posible actuar de otro modo, ya que hubiera supuesto un caos insostenible, simbolizando la ingenuidad e ignorancia del pueblo alemán también sometido durante el nazismo. Lo hace con una maestría desarmante, definiendo su interpretación en la sutileza, en una mirada dotada con una expresividad y una fuerza extraordinaria.
Winslet es una modélica actriz que asume sus papeles con la coherencia y el esfuerzo de la interiorización, del estudio del personaje hasta las últimas consecuencias. Sólo así es posible su mejor aportación interpretativa del año, que no es la reconocida con el Oscar, si no su April Wheeler, esa mujer que se entrega a su marido con una ilusión que augura esplendor, que sueña con una ensoñadora ruptura de la rutina para explorar las verdaderas metas vitales, pero que quedará sometida a la esclavitud de su hogar y de sus hijos. Winslet compone un personaje entregado al fracaso y al malogro de una inquietud perdida con una contundencia asombrosa y un talento descomunal. 2009 ha sido su año y es justo reconocerlo. Se lo ha ganado.
DIRECTOR 2009
Quentin Tarantino (‘Malditos Bastardos’).
La vuelta de Tarantino siempre es un acontecimiento. Y su cine sigue sin defraudar. Con ‘Malditos Bastardos’, el director continúa ejerciendo de portentoso prestidigitador que se divierte y hace divertir a su público, sin perder su vena más cínica, con un conocimiento absoluto del medio capaz de combinar fórmulas aparentemente incompatibles, cuya autoindulgencia quede fraguada en un inagotable sentido de la manumisión muy controvertida.
El cineasta de Knoxville ha sabido reformular las bases de un género tan complejo como es el cine bélico, pero, al contrario de lo que se pueda pensar, deja de lado su pastiche referencial y evoca sólo la flagrancia espiritual de cineastas como Samuel Fuller, Lewis Milestone, William A. Wellman, Robert Aldrich, Andrew Marton, Mark Sandrich o Brian G. Hutton. El reciclaje autoral, por tanto, queda mucho más diluido, a pesar un intencional testimonio ‘exploit’ que tiene su origen en los ‘macaroni combat’ generado a raíz de influencias como Ignazio Dolce, Alberto De Martino, Umberto Lenzi, Antonio Margheriti, Gianfranco Parolini, pero sobre todo el filme ‘Aquel maldito tren blindado’, de Enzo G. Castellari que ofrenda en su título americano ‘Inglorious Basterds’.
PELÍCULAS DESTACADAS
- ‘Resacón en Las Vegas (The Hangover)’, de Todd Phillips. (Leer crítica).
- ‘Moon (Moon)’, de Duncan Jones.
- ‘The Visitor (The Visitor)’, de Tom McCarthy. (Leer crítica).
- Vals con Bashir (Waltz with Bashir), de Ari Folman.
- ‘Caminando (Still walking)’, de Hirokazu Kore-eda.
- ‘El luchador (The Wrestler), de Darren Aronofsky. (Leer crítica).
- ‘Gran Torino (Gran Torino)’, de Clint Eastwood. (Leer crítica).
- ‘La clase (Entre les murs)’, de Laurent Cantet.
- ‘El lector (The Reader)’, de Stephen Daldry. (Leer crítica).
- ‘El desafío: Frost contra Nixon (Frost/Nixon)’, de Ron Howard.
- ‘Distrito 9 (District 9)’, de Neill Blomkamp. (Leer crítica).
- ‘El secreto de sus ojos’, de Juan José Campanella.
- ‘(500) Días juntos ((500) Days of Summer), de Marc Webb.
- ‘The International (The International)’, de Tom Tykwer.
- ‘Arrástrame al Infierno (Drag Me To Hell)’, de Sam Raimi.
- ‘Ponyo en el acantilado (Gake no ue no Ponyo)’, de Hayao Miyazaki.
- ‘Brüno (Brüno)’, de Larry Charles. (Leer crítica).
- ‘Star Trek (2009)’, de J.J. Abrams. (Leer crítica).
CINE ESPAÑOL
- ‘La vergüenza’, de David Planell. (Leer crítica).
- ‘El truco del manco’, de Santiago A. Zannou.
- ‘Un buen hombre’, de Juan Martínez Moreno.
- ‘Pagafantas’, de Borja Cobeaga. (Leer crítica).
- ‘V.O.S.’, de Cesc Gay.
- ‘Agallas’, de Samuel Martín Mateos y Andrés Luque.
- [•REC]², de Jaume Balagueró y Paco Plaza.
PEORES PELÍCULAS
- ‘¿Hacemos una porno? (Zack and Miri make a porno)’, de Kevin Smith. (Leer crítica).
- ‘The Spirit (The Spirit)’, de Frank Miller.
- ‘La lista (Deception)’, de por Marcel Langenegger. (Leer crítica).
- ‘Cleaner (Cleaner)’, de Renny Harlin.
- ‘Map of the Sounds of Tokio (Los mapas de los sonidos de Tokio)’, de Isabel Coixet. (Leer crítica).
- ‘Mi nombre es Harvey Milk (Milk)’, de Gus Van Sant. (Leer crítica).
FUTURAS 'CULT MOVIES'
- ‘El hijo de Rambow (Son of Rambow)’, de Garth Jennings.
- ‘Nick & Norah: Una noche de música y amor (Nick and Norah’s Infinite Playlist)’, de Peter Sollett.
- ‘Paranoid Park (Paranoid Park)’, de Gus Van Sant.
- ‘Control (Control)’, de Anton Corbijn.
- ‘Anticristo (AntiChrist)’, de Lars Von Trier.
- ‘Adventureland (Adventureland)’, de Greg Mottola.
- ‘Bienvenidos a Zombieland (Zombieland)’, de Ruben Fleischer.
No ha sido un mal año cinematográfico este 2009 que nos deja. El cine español, en continuo cuestionamiento y bajo esa etiqueta de falsa “crisis” ha demostrado por medio de su diversidad de títulos que puede competir en taquilla con las grandes producciones hollywoodienses. La década se despide con un buen puñado de películas y deja la esperanza, como cada año, que el siguiente nos traiga una buena cosecha de buen cine.
A título personal, tampoco ha sido mi año. 2009 deja una estela de incertidumbre de cara a 2010. Y eso siempre acojona. Muchas son las incógnitas que deben despejarse en los primeros meses para saber si el desarrollo podrá deparar un año productivo y próvido en sus diversos frentes. Ya os iréis enterando. Eso sí, lo que es seguro es que ‘Un Mundo desde el Abismo’ seguirá su aventura con un bagaje de un largo quinquenio ofreciendo llenar vuestros algún que otro momento de ocio, atendiendo a una apuesta por el divertimento común que encuentra su objetivo en la congregación de contenidos dispares, buscando siempre la calidad, pero por encima de cualquier objetivo, pretendiendo amenizar al que se pase por estas líneas habitualmente. Y así seguirá siendo.
Simplemente os deseo que este Año Nuevo sea el año que definitivamente cambie nuestras vidas para bien. Como siempre, os deseo mucha felicidad y, sobre todo, mucho cine para todos.
Muchas gracias a todos los que seguís el Abismo.
Yo por mi parte, como decía el antológico personaje R.J. MacReady, el piloto del puesto fronterizo número 31 al final de la película ‘La Cosa’, de John Carpenter, “esperaré... aquí, un rato... a ver que ocurre”.
FELIZ 2010 a todos.