lunes, 14 de enero de 2008

Review 'American Gangster'

Exceso de épica adulterada
Con voluntad y empeño, Ridley Scott filma su mejor película desde hace mucho tiempo con una historia que carece de originalidad, pero no de ritmo ni de esa operística fastuosa que tanto promulga su director.
‘American Gangster’ se une a películas como ‘Zodiac’, ‘El buen pastor’, ‘Michael Clayton’ o ‘We Own The Night’ en la lista de filmes con ese proyectado halo de restitución del género policiaco que tan buenos resultados generó en los años 70, en su intención de recuperar matices, temática (por la proximidad que existe con el actual panorama estadounidense), estilos y argumentos que rompieran el concepto de clasicismo dentro del orbe visual y argumental asentado en una mirada crítica a la época, a su pesimismo social, de apogeo y declive del crimen organizado, de la violencia, de la indocilidad en diversas categorías sociales, con la psicología pesadillesca de la Guerra de Vietnam de fondo. Aquí esos preceptos son cortados por el patrón de un director en franca decadencia, Ridley Scott, que utiliza un guión de Steven Zaillian, para procurar levantar el vuelo con un filme que adopte esta materia prima y así unirse a la moda de reactualizar los cánones policiacos y épicos tomando una historia que, pese a su gran empaque, nota en exceso la épica de sus antecesores, las fuentes de las que bebe Scott para su enérgico ‘thriller’ gangsteril.
La historia narra el auge y caída de Frank Lucas (Denzel Washington, corroborando por enésima vez que es uno de los mejores intérpretes de los últimos veinte años), un pequeño peón dentro de la mafia de Harlem que trabaja como chofer para un gran capo venerado por la comunidad negra. Con la muerte de éste, Lucas pasa a ser una respetable e intuitiva autoridad de poder y prestigio dentro de Nueva York, moviendo fichas y monopolizando el mercado de la heroína en el mercado para pasar a ser, en el silencio de su humildad, uno de los mayores traficantes de droga de la historia. Su antagonista será el agente Richie Roberts, un policía marginado a causa de su integridad y ética. Es la representación de la autoridad policial metida de lleno en la corrupción y la carcoma moral. Es el encargado de capturarle.
La diatriba del guión de Zaillian se centra en la consecución del sueño americano por parte de Lucas, en lo que se denomina el ‘made himself’ del villano, tratando al personaje como un hombre recto, cívico y sugestivo para el público en detrimento del policía interpretado sin mucho esfuerzo por Russell Crowe (ambos son muy varoniles, mujeriegos y sudorosos). La trama se bifurca así en las dos representaciones paralelas que irá progresando en función del prorrogado encuentro final, que se dilata hasta el último cuarto de hora. Desde esas dos perspectivas heroicas de ambos relatos, la película fluye con ritmo, sirviéndose de estos vasos comunicantes que nutren la divergencia argumental con dos tramas destinadas a encontrarse, dos bandos de la ley que representan ideas opuestas en sus respectivas vidas profesionales y personales; mientras el policía es un hombre de ley íntegro y honesto que no sabe cuidar de su familia como es debido y termina perdiéndola, el gangster, por el contrario, obtiene un rápido ascenso para acercar a los suyos, humildes campesinos que aprenden el oficio desde el anonimato y la salvaguardia del cabeza de la familia, pese a que los dos compartan un estricto código ético parecido.
Si bien son personajes que no logran desasirse del tópico, no se le puede reprochar a Scott su voluntad y empeño, en el discurso deductivo de un mafioso que proclama que sus maniobras criminales, su monopolio, no son más que un ‘modus operandi’ para llegara a conseguir ese ideal capitalista que apremia en América, en un mundo en el que el patriotismo es otra forma de hacer dinero y la corrupción la única vía de escape para alcanzar el Sueño Americano, utilizando el cambio y la modernización dentro unos cánones arcaicos cambiados de lleno por una mentalidad innovadora que conmuta las ilusiones personales en realidad y ésta en una pesadilla.
Sin embargo, ‘American Gangster’ sale perjudicada por su épica adulterada, que persevera en la búsqueda de la estela de otros nombres ilustres y clásicos dentro del subgénero, teniendo en cuenta todos los preceptos de ejecución de los grandes maestros, pero sin saber congregar el talento necesario para moldear con consecuencia todo el afectado armatoste mafioso. Es un producto que carece de originalidad por todos sus flancos, que se tambalea al amparo de las directrices de un guión resuelto con cierta capacidad por Steven Zaillian (muy apreciable el regreso de los soldados con la droga en los féretros de los militares muertos y la controversia que desata la investigación), pero que no consigue sacar lo mejor del mismo.
Se trata de una operística visual demasiado fastuosa, como si de amplificada y lujosa epopeya se tratara, dándole una importancia excesiva a todo lo que desfila por la pantalla, a sus subtramas, a la profundidad y peso de las acciones, cuando no son más que efectos cutáneos del capricho de una historia prevaricada en la sofisticafión y el autoembebecimiento de un director que, eso sí, no duda en convidar a un sesión de innegable elegancia y saber hacer. Hay algunos momentos de puro cine de género, como el asalto paralelo al centro de operaciones y la mansión del narcotraficante, desdoblando la sagacidad de los policías a ambos lados de la ley en contra de un mismo enemigo, que alarga la sombra de Tony Scott por la composición estética, de montaje y frenética acción inhabitual en su hermano Ridley, pero que recompone la visión personal en el desenlace de colisión entre sus protagonistas.
No obstante, ‘American Gangster’ no es una mala película, como se viene diciendo. El filme de Ridley Scott es una obra funcional, de ejecución perfecta (la fotografía envidiable a cargo de Harris Savides –también director de fotografía de ‘Zodiac’-), que opera con destreza en varios fragmentos de su metraje, sabiendo reflejar una maravillosa puesta en escena de alto calibre en su fastuosa reconstrucción histórica, construyendo la convulsa época que se vive, la derrota en la Guerra de Vietnam y la decadencia social coinciden con la caída de un gangster llevado a los altares por su humildad criminal que se derrumba en el mismo instante en que se traiciona a sí mismo por lucir un escandaloso abrigo de pieles regalado por el desabrido búcaro que representa su querida y guapa esposa lucido en un importante combate de boxeo.
Es, con toda contundencia, la mejor película de Ridley Scott en mucho tiempo, incluso se percibe una admirable moderación su enfático desequilibrio entre el ámbito estético y narrativo. Le falta cierto punto de riesgo para haber transgredido más en su odisea de enfrentamiento criminal y policiaca, pero se agradece su comedimiento y su fuerte apuesta por el dinamismo del montaje, algo parecido a lo que viene representando su hermano Tony desde hace muchos años. Y todo ello, echando un vistazo a la reciente filmografía de Ridley Scott, abre una puerta a la esperanza.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008

miércoles, 9 de enero de 2008

El reivindicativo 'Pencils Down' de Hollywood

Por primera vez en mucho tiempo los guionistas son los protagonistas, los que deciden, los que empuñan el cetro de la industria. Por primera vez, ni los productores ni los actores esgrimen voluntades que designen el devenir de Hollywood. En esta titánica partida, éstos carecen de armas para supeditar el cine a sus deseos. El Sindicato de Guionistas (WGA), más de 12.000 miembros que generan las historias con las que el Cine norteamericano ilumina sus quimeras cinematográficas, está ganando poco a poco su lucha; por un lado, han obligado a la cancelación de la emisión de la tradicional entrega de los premios Globo de Oro, con las pérdidas que va a generar en el sector audiovisual y la coerción insostenible a la que están sometiendo a todo Hollywood que, lejos de mostrarse en contra, apoya esta huelga. Por otra, acaban de alcanzar un acuerdo con United Artists que llevará a los escritores de vuelta al trabajo, hecho que ha provocado que los Weinstein y Lionsgate Entertainment estén considerando acuerdos equivalentes. Ni siquiera se ha estudiado una exención especial que hubiera permitido a los organizadores de los Globos de Oro contratar a guionistas sindicalizados, como sí ocurrió con los premios Critics Choices. La lucha es dura y tiene un camino de largo tránsito.
Los guionistas están forzando fuerte a los negociadores de las grandes productoras, a las que han llegado a pedir que acepten como parte de su sindicato a los guionistas de ‘realities’, formato en el que se sustenta la actual televisión americana como consecuencia de la huelga ¿La razón? Si esto ocurriera, las grandes cadenas de televisión tendrían que echar el cierre. Unos, reivindican una parte de los ingresos, como una porción de una gran tarta por las explotación de sus obras. Otros, los señores de corbata de la Alliance of Motion Picture and Television Producers (AMPTP), no ceden. Los guionistas además, tienen el respaldo y el apoyo de otros gremios de Hollywood, como la Screen Actors Guild (SAG) o el Directors Guild, nada menos.
La finalización de este parón que está empezando a detener grandes proyectos cinematográficos y televisivos para este año en curso parece delicada por el momento. La factoría del entretenimiento audiovisual se muestra, una vez más, como un ejemplo de industria global y ello nos coloca ante un estado de reflexión sobre el mundo en que vivimos, en el que hay que valorar cada posición como se merece.

lunes, 7 de enero de 2008

Los Reyes de este año

El árbol se llenó de regalos un año más. Por segunda vez en el hogar compartido con Myrian, la ilusión, la sorpresa, el mágico acto de desenvolver varios paquetes volvieron a repetirse en agradable letanía dentro de las fiestas de la Epifanía que se han terminado otro año más. Los Reyes Magos han sido benévolos en este 2008 recién comenzado.
Según el Evangelio de San Mateo, los tres Reyes de Oriente ofrecieron al Niño oro, incienso y mirra. Hoy en día, la tecnología, los juguetes, las colonias y, en nuestro caso, muchas figurillas de marcado carácter ‘frikie’ y demás dádivas navideñas han sustituido aquellos arcaicos presentes por el afán consumista de agasajos y presentes al que todo el mundo se une.
Y este ha sido el resultado (Ampliar Foto para ver la numeración):
01.- Muñeco McFarlane de Jack Bauer.
02.- Sendos albornoces para Myrian y para mí.
03.- Unos pantalones para Myrian.
04.- Una colonia Pull & Bear para mí.
05.- Figura Serie ‘Cult Classic 1’ de Patrick Bateman.
06.- Una tetera de pirex.
07 y 08.- Camiseta chica ‘Sally’ de ‘Pesadilla…’ y camiseta de rayas para Myrian.
09.- Serie completa ‘Heidi’, 30 aniversario.
10.- ‘Se7en’, de David Fincher (New Line Platinum Series) de importación.
11.- Peluche Chewbacca ‘Star Wars’.
12.- Unos bombones.
13-. Figura Serie ‘Cult Classic 5’ de Hannibal Lecter.
14.- ‘Blade Runner’, de Ridley Scott (Ultimate Collectors Edition 5 dvd’s).
15.- Peluche Musical Gizmo, de ‘Gremlins’.
16.- ‘El libro de los Cuentos Perdidos’ (Vol. 1 y 2), de J.R.R y Charles Tolkien.
17.- ‘Soy Leyenda’, de Richard Matheson (Clásicos Minotauro).
18.- Replica Cadillac Fleetwood Serie 75, de ‘El Padrino’.
19.- Figuras ‘Hellboy’, Set 7 Piezas PVC de Mike Mignola.
20 y 21. Pijamas para Myrian.
22.- Maleta de viaje John Travel.
23.- Cazadora para Myrian.
24.- Bufanda.
25.- Libro 'Más Brain Training'.
UPDATE
Dos últimas dádivas de Reyes:
26.- Sistema 5.1 NGS (lo ideal para no salir de casa en una temporada).
27.- Figura 'Ghostbusters', Slimer danzarín.

jueves, 3 de enero de 2008

Review 'I am a Legend'

Oportunidad desaprovechada
Francis Lawrence y Akiva Goldsman desperdician un interesante punto de partida que rehúsa la mejor parte de la novela de Matheson para centrarse en el vacuo espectáculo
Alejado del romanticismo vampírico de algunos grandes nombres de la literatura de terror como Polidori, Hofmman, Poe, Le Fanu o Bram Stoker, Richard Matheson publicaba en 1954 una de las novelas más importantes de la Historia. En ella, su protagonista, Robert Neville, en apariencia, el único superviviente de un Apocalipsis provocado por una pandemia bacteriológica cuyos síntomas son similares a los del vampirismo, pervive dentro de una sociedad que ha mutado a la anormalidad. Para ‘Soy leyenda’, en esta nueva versión cinematográfica dirigida por Francis Lawrence se sigue ése mismo punto de partida, así como algunos ecos narrativos de la anterior adaptación de la novela, ‘Omega Man’, dirigida por Boris Sagal.
La cinta arranca en el año 2012, con Neville (en este caso, Will Smith que realiza una magnífica interpretación), el último humano en la Tierra y continúa así la presentación del efecto y no la causa, la de un hombre que debe sobrevivir día a día en una gran ciudad vacía, donde el temible atavismo va haciéndose paulatinamente con la existencia un superviviente a punto de perder su propia condición de ser humano, confinado al aislamiento, la monotonía y el terror nocturno de aquéllos vampiros que acosan su casa fortificada de noche.
En los primeros compases del filme, Lawrence sabe dotar con imaginería visual la aventura de Neville, asentada en los sofisticados efectos especiales que se supeditan a la soledad extrema del hombre, mostrando un Nueva York devastado y abandonado, con reconocibles estampas en una visión futurista que recrea una lograda atmósfera para esa deshumanización del héroe, reflejada a su vez con una desacertada actitud de relación social fingida, a través de maniquíes que hacen las veces de personas con las que el solitario pueda entablar ciertas conversaciones estúpidas.
Durante gran parte de la película, el espectador asistirá a la iterativa vida de Neville, a la rutina de las medidas de seguridad de su hogar, de sus vídeos con informativos grabados del pasado, pretendiendo hacer llegar al público esa sensación claustrofóbica del perseguido, tan sólo rota en el diálogo por la relación de necesidad con un pastor alemán que sostiene la película a la perfección en la reciprocidad de afecto que mantiene con el protagonista. Una vez que todo ello es expuesto, ‘Soy Leyenda’ desaprovecha todo esa gigantesca urbe deshabitada e inerte con un par de secuencias de cotidianidad poco fructificadas, apenas algún retazo del día de día del último hombre vivo, una caza de ciervos, la intrusión en un apartamento o la indolencia de una pesca infecunda.
Simplemente, se bosqueja una demoledora atmósfera inquietante y pervertida, llena de recursos no explotados, que desperdiciando sin comedimientos todo aquello que de verdad hubiera importado destacar; los temas profundos, las inquietudes, la locura progresiva, el deseo sexual cohibido, las preguntas sin respuestas, la violencia y los remordimientos y todo tipo reflexiones existenciales que suscita la historia de Matheson. Lo que le interesa a Lawrence y al irregular guionista Akiva Goldsman es urdir el efectismo de agotadas secuencias de terror y sobresaltos sonoros que la verdadera capacidad de haber creado una obra única sobre el desamparo de un hombre aislado de todo signo de humanidad racional.
Si en la original literaria ‘Soy Leyenda’ Neville va abandonando la idea de salvación científica de la Humanidad que él conoce como normal para ir dejando paso al orden natural de la nueva sociedad, aquí, por supuesto, un tecnificado investigador virológico es un personaje cuyos objetivos están puestos en preservar el mundo humano, encontrando el antídoto que neutralice el virus Kipprin. Robert Neville es un superhéroe, un militar científico que obtiene la curación final para salvaguardar a la humanidad, sacrificándose por la causa si es necesario. No hay rastro de un hombre obsesionado por estar olvidando el sonido de su propia voz, sin incidir en el tema de normalidad, del bien y el mal, cuando se enfrenta contra el nuevo orden solo porque no forma parte de él, perdiendo así gran parte de interés de la historia sin reflejar el sufrimiento, el pesar y el nihilismo de la novela.
‘Soy Leyenda’ plantea un guión estructurado en dos segmentos de desigual potencial; en primer lugar, Neville acompañado de su perra Sam, sumido en la cotidianidad de Nueva York cuyos vestigios están siendo carcomidos por el imperturbable avance natural del tiempo, que a la postre es lo más relevante y estimulante de un filme que inicia su andadura con aciertos, como el plano de la puerta de un frigorífico llena de recortes de periódicos, portadas de revistas y fotografías que dice más que todos los innecesarios ‘flashbacks’ que no contribuyen más que a someter el guión a los caprichos de los tópicos del cine ‘blockbuster’ contemporáneo que reposa en la unidad familiar, el orgullo o el patriotismo. Por otra, la muerte de la perra Sam, el asedio vampírico y el encontronazo liberador con una mujer brasileño y su hijo (o su hermano, no queda claro), que impondrá a Neville el cuestionamiento de su unicidad en el mundo. La versión actualizada del clásico de Matheson está dotada de una notable falta de equilibrio en su ritmo narrativo y una descompensación en las interesantes argumentales que propone, puesto que la materia prima es excepcional, pero cuaja debido a la ausencia de sobriedad. A la obra de Lawrence le falta personalidad, empuje que refleje algo de melancolía o el desasosiego necesario, el mito se arruina demasiado pronto.
Una carencia emocional que sobresale en el plano de instrumentalización vampírica, mostrando a unos monstruos digitales desprovistos de cualquier signo de cualidades humanas, dinamitando así el epicentro temático de la obra de Matheson en función del insubstancial espectáculo que ofrecen los vampiros una vez descubiertos al espectador y que inutilizan toda su trascendencia en la narración debido a la vulgar representación moderna de la amenaza de una horda de infectados (ya sean ‘zombies’ como aquí vampiros). El drama terrorífico blandea además con ese final optimista, que alude a la Fe católica y convierte a Neville en un elegido divino, más que una leyenda, con la irrupción de una esperanzadora comunidad a modo de reducto ‘Amish’ como el que mostraba Shyamalan en ‘El Bosque’. De hecho, desde el principio, el juego del Hombre a ser Dios e intentar curar el cáncer es el responsable de esta pandemia, lo que evita esa obstinación de Neville por encontrar la verdad y seguir luchando a pesar de todo.
En ‘Soy Leyenda’ Will Smith se aproxima más al ideal del prototipo ejemplar de norteamericano que representaba hace décadas James Stewart y no a ese enloquecido superviviente inmune que descubrirá que la salvaje violencia que emplea en la tutela de su identidad como ser humano ha hecho de él un monstruo, convirtiéndole en el ser despreciable que para él son los vampiros, en la leyenda a la que alude Matheson en su libro. Y sin todo ello, es imposible concebir esta nueva versión como lo que es: un entretenimiento intrascendente, irregular y medido para que sea un éxito de taquilla sin muchas más pretensiones.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008

lunes, 31 de diciembre de 2007

Resumen Abismal del 2007 Cinematográfico

TOP TEN 2007
10. EL LIBRO NEGRO (ZWARTBOEK), de Paul Verhoeven.
La vuelta de Verhoeven al cine holandés, veinte años después, con un filme de una fuerza inexpugnable, rodado con una conseguida atmósfera clásica y sin una excesiva y artera preponderancia visual, saltándose a la torera cualquier tipo de conformidad moral establecida. Verhoeven enarbola así las miserias de la guerra, de las traiciones y el espionaje con el cine bélico, que bebe de una historia de espionaje en un drama asfixiante, donde las víctimas llegan a un punto en que son incapaces de separar la victoria y la venganza.
‘El libro negro’ es la necesaria rotación de un director incombustible que vuelve con ímpetu al cine crítico e histórico, que no ha olvidado ironizar sobre los extremismos políticos que representan la invariable insensatez de los gobiernos a lo largo de la Historia.
9. THE FOUNTAIN, de Darren Aronofsky.
‘The Fountain’ está creada milimétricamente como un poema visual que formula una arriesgada invitación al arte cinematográfico que roza poco menos que lo ‘kamikaze’, abandonando los preceptos de la narrativa convencional (y lineal). En consecuencia, se deja llevar por la creencia de un juego de intensa reacción emocional, presentando diversas teorías astronómicas sobre el cosmos, esbozando teodiceas místicas sobre una metafísica puramente panteísta basada en el amor, en el telurismo, en la tanatofobia, en el renacimiento…
Una película en la que conviven el drama, la ciencia ficción, la metafísica o la religión, elementos yuxtapuestos en una voluntad de juego temporal, donde las percepciones son expuestas de una forma casi hipnótica. De esa forma, instaurado en el cine fantástico, Aronofsky, traslada su historia de amor a tres esferas, representando el pasado, presente y futuro como una especia de muerte, vida y purgatorio. Con viajes por las diversas épocas a través de una nebulosa esférica como transporte cósmico, simbolizando el futuro como un mundo etéreo y espiritual.
8. INLAND EMPIRE, de David Lynch.
La imaginería de Lynch juega un papel fundamental en ‘Inland Empire’, reflejo de sus obsesiones más extremas, de su compleja psicología llevado a un terreno de inextricable tejido argumental, en un experimento que evoluciona en la digresión artística planteada por uno de los más importantes cineastas contemporáneos. Un apasionante y contradictorio viaje introspectivo a la enferma mente del genio, al frenético talento llevado por el inconsciente en un periplo que desafía al espectador, al cine en todas sus concepciones e incluso a sí mismo. Rico en estética simbolista, en creación subconsciente, en surrealismo fragmentado, en misterio y anomalías amparadas en actrices, prostitutas y conejos.
Indescifrable cine alucinógeno que tiene más de inabordable excelencia pictórica que de un puzzle sinsentido, donde prepondera la catarsis personal llevada al extremo, al exorcismo de sus fantasías, de sus rarezas, abriendo la puerta a universos paralelos y oníricos. ‘Inland Empire’ es una cinta kamikaze, una hipnótica pesadilla que escapa a cualquier etiqueta o categoría, donde no hay espacio para la convencionalidad, sólo para un vendaval de imaginación sin límites.
7. LA CIENCIA DEL SUEÑO (La Science des rêves), de Michel Gondry.
‘La ciencia del sueño’ es un juego de metalenguajes, en su fragmentación de elementos temáticos, de realidad y ficción, de guiños oníricos que suplantan el terreno material para convertirse en entelequia y, a la vez, fundir la vida en el idealismo, en la farsa ensoñadora en la que vive constantemente el personaje de Gael García Bernal, Stéphane, presentando un mundo indescifrable e incoherente a modo de puzzle de situaciones contrapuestas, contextualizadas en un escenario percibido como collage de ilusiones volubles en la vida real, pero imperturbables como indestructible utopía.
‘La Science des rêves’ es un apasionante viaje a un cosmos inmaterial e imaginativo elaborado con hermosos viajes astrales, donde la televisión, el futuro, el cartón y la imaginería se muestran como una proyección de la conciencia fuera del cuerpo físico, aludiendo a los sueños como forma de vida, como vía escapista a la realidad que deja en la memoria el entrañable periplo de un pequeño personaje hacia el mundo adulto.
6. APOCALYPTO, de Mel Gibson.
El verdadero espíritu de un filme como ‘Apocalypto’ se sitúa en la libertad a la hora de adoptar un material histórico que ningún otro cineasta estaría dispuesto a tratar dentro de una industria adulterada desde sus erróneos preceptos con los que se define el ‘cine de autor’. Gibson, como director, tiene un extraño prurito por las grandes producciones, por emprender colosales rodajes que dan rienda suelta a sus excesos, bien sean argumentales o presupuestarios. Su empeño en centrarse en una civilización misteriosa y salvaje como la de los Maya y ambientarla como un ‘thriller’ trepidante, cuya intensidad aumenta progresivamente, fruto de la imaginería y de la pura emoción, aportan a Gibson una marginalidad casi homérica dentro del cine comercial actual.
‘Apocalypto’ es una fábula visceral, de abrupta provocación y dolorosa belleza que aboga por el desagradable (pero poético) impresionismo de una acción que ofrece, de forma clara y explícita, la crueldad y falta de moral que imperaba en tiempos de relevo de civilizaciones, cuando la feroz decadencia humana se alimentaba de una y era sustituía por otra. Donde todo final es asimismo un nuevo comienzo no por ello mejor.
5. PLANET TERROR, de Robert Rodriguez.
La gamberra ‘Planet Terror’ parte de dos elementos primigenios sin separarse nunca de ellos: el humor y el divertimento sin cuartel. Por eso, en ésa hilaridad y violencia gratuita es donde encuentra su condición de entretenimiento de primer nivel. Robert Rodríguez sabe maniobrar con las miserias de su particular mezcla de géneros, reconvirtiéndolas en un indomable y desmesurado exceso que termina sacando a la luz la vena más iconoclasta de un filme que ha alcanzado la instantánea definición “de culto” desde el momento que se estrenó. Por si fuera poco, Rodriguez sabe subjetivizar el furibundo terremoto de delirio descontrolado para dejar la impronta épica de una galería de personajes movidos por pretéritos romances, disertaciones sobre una salsa barbacoa, infidelidades y temores maritales, viejas rencillas, inconsecuente adicción por la destrucción y ese cliché necesario en el homenaje filmico que recurre a la supervivencia egoísta de todos ellos.
‘Planet Terror’ es un producto tan habilidoso como emocionante, que confiere a su particular irracionalidad una forma de vida donde el ‘splatter’ de ímpetu pretendidamente irreverente aprovecha el ‘exploit’ y todos los clichés del género para fomentarlos y desquiciarlos.
4. RATATOUILLE, de Brad Bird.
Después del sinsabor de ‘Cars’, la factoría Pixar ha vuelto a dejar claro que el desafío de superación no tiene límites. ‘Ratatouille’ es la demostración de que estamos ante una imponderable institución nacida para la creación de sueños animados que representan el auténtico delirio tecnológico y digital, sin perder el evidente gusto por lo clásico o la épica de los cuentos tradicionales con la actualización de cánones que gustan a los adultos y a los niños por igual. Pixar, sabe mostrar la realidad jugando al mismo tiempo con la animación y la aventura, sin perder un ápice en su ponderación satírica y crítica.
Una pieza de reposada cocedura, que no sólo propone la gastronómica pugna entre la cocina de siempre y la ‘haute cuisine’, sino que aporta elementos de discusión social y política impensables en el cine de animación, utilizándolos con gran inteligencia, en paralelismo con la ingenuidad de sus conceptos, para detallar la capacidad de sugestión de cada maniobra argumental o visual dentro del filme. Una película que hay que degustar lentamente, sin perder el sabor del buen cine que alberga esta delicia, donde prevalece su mensaje de sutil moralina, sin aditivos ni falsas coartadas, siendo capaz de complacer y conmover, al mismo tiempo, a adultos y pequeños.
3. DEATH PROOF, de Quentin Tarantino.
‘Death Proof’ es la caprichosa exhibición por parte de Tarantino de su vena más ‘trash’, moviéndose a través de actos delimitados y ritos cinéfilos que definen su propia condición de autor posmoderno en la que utiliza los elementos que dan vida al simple argumento como excusa (aquí, homenaje a las ‘movie car chase’, que concretan su esencia en las persecuciones de coches “vintage” de cierto auge en varios filmes clásicos de los años 70). Tarantino utiliza este filme para maniobrar con los interludios del ‘slasher’, los coches, los diálogos, las persecuciones, la violencia y las chicas como un pretexto de orquestación suntuosa en torno a su ejercicio más onanista, fetichista y autocomplaciente, de profuso acopio cuantitativo en su constante renovación de los géneros a los que se acerca.
‘Death Proof’ es una película de rupturas, porque salda el ímpetu autoreferencial de Tarantino con su cine, donde la cinética cinematográfica y la narrativa alcanzan cotas de histrionismo siempre propuestas, pero nunca muy evidentes, porque el gamberrismo egoísta y gozoso del director sigue en todo momento la inflexiva estría moral del cineasta Russ Meyer, cuyo espíritu subyace en toda la esencia de esta película. La consigna bien podría ser algo así como “los excesos se pagan”, pero dando a entender que, a pesar del castigo, se disfruta de verdad, como este prodigio cinematográfico.
2. PROMESAS DEL ESTE, de David Cronenberg.
Cronenberg demuestra por enésima vez que sabe construir de forma admirable su narrativa personal, con un manejo de la puesta en escena, desde una visión donde no importa tanto la apariencia de lo establecido, sino el testimonio gradual del azoramiento que engendra lo más recóndito del ser humano, con un metodismo enérgico y de tensión subyugante. ‘Promesas del Este’ es una tragedia donde cada acto truculento, cada movimiento de sus personajes, por muy sorpresivo que éste sea, se muestra como algo ordinario en un cosmos de insensibilidad normalizada, sin enfatizar en sus imágenes más espeluznantes para que el interés del espectador no se despegue ni un sólo segundo de la pantalla apuntalado.
El inabordable y transgresor cineasta es capaz de reflejar la consciencia del mundanal caos más allá de alteraciones parasíticas, obsesiones sexuales o cine fantástico de reincidente condición, porque sigue pervirtiendo la abyección psicológica que gira en torno a la identidad constituida a partir del ámbito claustrofóbico de ese otro ‘yo’ localizado en la interioridad subjetiva, como la del personaje interpretado magníficamente por Viggo Mortensesn y su dominante relación con la mafia, con cada tatuaje que simboliza cada herida que ha ido curtiendo a un personaje sin entrañas.
1. ZODIAC, de David Fincher.
Con trazos de docudrama y una sistemática criminalista obsesiva y abrumante, ‘Zodiac’ bordea los límites de lo real para dejar a un lado la observación del asesino y centrarse en otra variedad de trastorno, la que provoca aquellas causas comunes de una asfixiante investigación policial, del metódico análisis de dos agentes y dos periodistas inmersos en un caso en el que un sociópata aterrorizó a varios condados de California con una serie de asesinatos, utilizando para ello peculiares criptogramas dirigidos a la prensa. ‘Zodiac’ es la demostración evolutiva de que Fincher radiografía como pocos, sin moralismos, enmudeciendo cualquier sermón final, una sociedad, bien sea la actual o la pretérita, que camina imparable hacia su autodestrucción.
Estamos pues ante un trabajo quirúrgico, que aborda con mirada microscópica a sus personajes, sacando al exterior sus pesadillas interiores, de los que se pueden extraer una analogía establecida entre las coacciones y el miedo del pueblo ante un asesino con la del paulatino desarrollo social implantado en las vidas de los americanos que vivieron aquellos turbios días. ‘Zodiac’ se ha convertido, con el paso de los meses, en la gran obra maestra de este 2007.
DIRECTOR 2007
David Fincher ('Zodiac').
La personalidad de Fincher, bien sea en la hoy en día debilitada ‘The Game’, en la enardecida y magistral ‘Fight Club’ o en la menos apreciada pero interesante ‘Panic Room’, ha ido fomentando aquel espíritu analista acerca de los miedos inherentes al hombre. Ha conseguido despojar a su cine de excusas y coartadas propias de los géneros que ha abordado, haciéndose muy difícil cualquier consideración sobre sus oscuros valores sin prescindir de una incuestionable y particular sordidez.
Fincher ha vuelto a dejar claro con ‘Zodiac’ su condición de director con cualidades que exceden, con preeminencia aplastante, lo que se viene elogiando en el cine actual (entre los que él mismo podría incluirse), para ofrecer otra obra de esas en las que el cine se ratifica en su condición de arte con su última demostración de suficiencia en la brillantez propia de un genio para narrar su historia con la misma precisión que unos archivos policiales. Lo más reconfortante de todo, es que este mismo año Fincher tiene pendiente de estreno otra de sus rarezas ‘The Curious Case of Benjamin Button’ en su nueva colaboración con Brad Pitt.
ACTRIZ 2007
Cate Blanchett ('Babel', 'El buen Alemán', 'Diario de un escándalo' y 'Elisabeth. La edad de Oro').
Por encima de una actriz con un año prolífico como ha sido Angelina Jolie, la actriz de este 2007 es Cate Blanchett, con esa especial combinación de talento, belleza e inteligencia que hacen de sus trabajadas interpretaciones auténticas explotaciones de ese metodismo natural con el que compone sus personajes. Este año ‘Babel’, ‘Diario de un escándalo’, ‘El buen alemán’ y ‘Elisabeth. La edad de Oro’ dejan claro la versatilidad de una mujer con la estela de sofisticación y grandeza de las más importantes estrellas del cine clásico, capaz de transmutarse para cualquier papel, como dejará ver en ‘I’m not there’, de Todd Hayne, donde da vida a, nada menos, que Bob Dylan, papel que le valió la Copa Volpi mejor interpretación y que la pone en el punto de mira para ganar su segundo Oscar, después de haberlo logrado con ‘El Aviador’, de Martin Scorsese. Blanchett, poco a poco, está apuntalando su condición de actriz todoterreno y una presencia de calidad asegurada. Una de las mejores intérpretes del momento.
ACTOR 2007
Will Smith ('En busca de la felicidad' y 'Soy Leyenda').
Podría haber sido Sea LaBeouf, la joven gran promesa de este año 2007 que verá, en mayo del año que viene, la consolidación de un talento lleno de futuro con la cuarta parte de ‘Indiana Jones’. Pero lo cierto es que este año pertenece a Will Smith. El cantante de ‘hip-hop’ que llegó desde la televisión haciendo películas comerciales ha demostrado, una vez que es capaz de resultar creíble y dar una lección de interpretación en ‘En busca de la felicidad’, con un personaje concebido desde la coherencia, moldeado con sutileza, sin grandes demostraciones ni alardes interpretativos, pero que esconde una composición verdaderamente compleja en su transmisión de emociones, de dudas y de temores con una naturaleza dotada de una fuerza y una aptitud irreprochable. Algo que se ha repetido en ‘Soy Leyenda’, donde es capaz de llevar el peso de un filme donde su presencia parece ser lo único necesario para mantener el interés. Su carisma y su empatía con el público son dos armas que le están convirtiendo en uno de los reclamos más importantes del cine contemporáneo.
PELÍCULAS DESTACADAS
- ‘Rocky Balboa’, de Sylvester Stallone (Leer Crítica).
- ‘The Prestige’, de Chris Nolan (Leer Crítica).
- ‘Election 2’, de Johnnie To.
- ‘Idiocracia’, de Mike Judge.
- ‘Juegos Secretos’, de Todd Field
- ‘Fast food nation’, de Richard Linklater.
- ‘Mr. Brooks’, de Bruce A. Evans (Leer Crítica).
- ‘El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford’, de Andrew Dominik.
- ‘Harsh times: Vidas al límite’, de David Ayer.
- ‘Delirious’, de Tom DiCillo.
- ‘Bobby’, de Emilio Estevez.
- ‘Diario de un escándalo’, de Richard Eyre (Leer Crítica).
- ‘Los Simpson: La película’, de David Silverman (Leer Crítica).
- ‘Memorias de Queens’, de Dito Montiel.
- ‘El ultimátum de Bourne’, de Paul Greengrass (Leer Crítica).
- ‘El buen pastor’, de Robert De Niro (Leer Crítica).
- ‘28 semanas después’, de Juan Carlos Fresnadillo (Leer Crítica).
- ‘Wolf Creek’, de Greg McLean.
- ‘Stardust’, de Matthew Vaughn.
- ‘Adiós pequeña adiós (Gone baby gone)’, de Ben Affleck.
- ‘Michael Clayton’, de Tony Gilroy (Leer Crítica).
- ‘Arma fatal’, de Edgar Wright.
- ‘Deseo, peligro (Lust, Caution)’, de Ang Lee (Leer Crítica).
PELÍCULAS ESPAÑOLAS
- ‘Bosque de Sombras (The Backwoods)’, de Koldo Serra (Leer Crítica).
- ‘Concursante’, de Rodrigo Cortés (Leer Crítica).
- ‘Los abandonados’, de Nacho Cerdá.
- ‘La soledad’, de Javier Rosales.
- ‘Ladrones’, de Jaime Marqués (Leer Crítica).
- ‘[REC]’, de Paco Plaza y Jaume Balagueró (Leer Crítica).
PEORES PELÍCULAS
- ‘Caótica Ana’, de Julio Medem (Leer Crítica).
- ‘María Antonieta’, de Sofia Coppola (Leer Crítica).
- ‘Teresa: El cuerpo de Cristo’, de Ray Loriga.
- ‘Edmond’, de Stuart Gordon (Leer Crítica).
- ‘El Número 23’, de Joel Schumacher (Leer Crítica).
- ‘Ghost Rider: El Motorista Fantasma’, de Mark Steven Johnson.
- ‘La cosecha’, de Stephen Hopkins (Leer Crítica).
- ‘Spider-Man 3’, de Sam Raimi (Leer Crítica).
- ‘Keane’, de Lodge Kerrigan.
- ‘El último justo’, de Manuel Carballo.
FUTURAS CULT MOVIES
- ‘Supersalidos (Superbad)’, de Greg Mottola (Leer Crítica).
- ‘The Host’, de Bong Joon-Ho (Leer Crítica).
- ‘Tideland’, de Terry Gilliam.
- ‘Shortbus’, de John Cameron Mitchell.
- ‘Ases calientes (Smokin' Aces)’, de Joe Carnahan.
- ‘No digas nada’, de Felipe J. Luna.
- ‘Black snake moan’, de Craig Brewer.
- ‘Disturbia’, de DJ Caruso (Leer Crítica).
Veremos que nos ofrece un 2008 en el que todos tenemos las miras puestas en esa ‘Indiana Jones and The Kingdom of the Cristal Skull’, de un Steven Spielberg que recobra a su personaje franquicia más emblemático.
FELIZ AÑO NUEVO, amigos del Abismo.

jueves, 27 de diciembre de 2007

Review 'Deseo, peligro (Lust, Caution)', de Ang Lee

Efluvio del mejor cine clásico
Pese a lo excesivo de su metraje, Ang Lee sabe acomodar a su particular estilo y disección psicológica de los personajes una historia de sacrificio e intereses.
Desde hace tiempo, uno de los cineastas más privilegiados dentro del amplio catálogo internacional es Ang Lee, un cineasta superdotado visualmente que no ha dudado a lo largo de su excelente filmografía en personalizar con su huella inconfundible de maestría aquéllos géneros que ha abordado, desde un prisma de cuidado riesgo y ambición, con piezas de sobresaliente empaque; ‘Comer, beber, amar’, ‘La tormenta de hielo’, ‘Cabalga con el diablo’, ‘Tigre y Dragón’ o ‘Brokeback Mountain’, filmes que muestran su inacabable versatilidad, asentada en la artesanía de los clásicos, sabiendo contener las determinaciones de las ficciones genéricas doblegándolas al texto que se adaptaba. Lee es uno de esos cineastas polifacéticos que sabe conjugar adaptación y mutación, según convenga, para trascender, si es menester, a la propia naturaleza del proyecto e impregnar a la narración su portentoso estilo.
Para ‘Deseo, peligro’, Lee lleva a imagen el guión de James Schamus y Hui-Ling Wang que adapta novela de Zhang Ailing sobre un grupo de idealistas estudiantes universitarios durante la II Guerra Mundial, durante la ocupación de China por parte del ejército japonés, cuya única forma de levantar la voz contra la injusticia es la representación teatral en contra de la situación. Los jóvenes deciden llevar su protesta a un nivel superior, trabajando para la resistencia china con el claro objetivo de asesinar a Mr. Yee, un impío ministro colaboracionista del Japón invasor. El señuelo es Wong Chia Chi, que perderá su inocencia y su humanidad al convertirse en la amante del alto cargo para poder llevar a cabo la cruenta venganza de los rebeldes en un proceso donde la naturaleza animal confundirá a víctima y al verdugo, intrincando sus roles en una historia de sacrificio, pasión, humillación e intereses.
En esta dramática intriga, crónica trágica de un momento histórico puntual que sobrevuela sin molestar dentro de la acción, pero que es vital para ofrecer ese éter de pesimismo que mantiene la historia, Ang Lee se sirve de nuevo del análisis psicológico, casi quirúrgico, de los personajes, con una observación y meticulosidad reposada en su habitual estilo, capaz de socavar los más recónditos sentimientos, confrontándolos, casi siempre, con una sociedad que parece no entender muy bien los deseos e inquietudes de la fauna humana mostrada por Lee a lo largo de su filmografía. La tortuosa relación de la bestia, Mr. Yee, y la bella, Wong Chia Chi, abrirá el suplicio de una relación donde la sumisión desafiada por parte de ambos colisionará en una pugna ideológica y emocional, donde la soledad avoca a la gravedad sensible de un interior escudado en la más pura displicencia sentimental por parte de él y el falso sometimiento por parte de ella.
‘Deseo, peligro’, es un depurado ejercicio de carácter con marcada rubrica clasicista, que no olvida la suntuosidad formal y la envidiable puesta en escena distintiva en los rasgos artísticos de Lee, que vuelve a dar preeminencia al aspecto psicológico de sus personajes por encima de lo estético, dejando paso a lo íntimo. Aquí, las energías que impulsan a ambos protagonistas se ofrecen como binomios de dureza extrema; el placer unido al dolor y la pasión a la que conlleva el sufrimiento, las incompatibilidades del deseo de estos dos polos divergentes, confundidos en su rol de víctima y verdugo que terminan atrayéndose y, en cierto, modo aceptándose y entendiéndose.
Lee, como en otras ocasiones, sigue ejerciendo de observador minimalista ante personajes que resultan en todo instante reales y cercanos, pervertidos por la inseguridad y la frustración, que esconden secretos y deseos, que sufren y ocultan sus miedos de diversos modos. Son los elementos utilizados en el lento y sigiloso itinerario sentimental de una mujer consumida por la ambigüedad moral, la de una persona prostituida a diversas escalas; la personal, la ideológica y la sexual, provocada por la necesidad de amar, pero con la desventura del tropiezo del hombre equivocado, de la tortura de ese sentimiento entregado.
La clave del filme, además de las emocionantes interpretaciones de su pareja protagonista Tony Leung y la debutante Tang Wei, se esconde tras la calma con la que los acontecimientos se van desarrollando, no sin cierta frialdad en la mirada que persigue a esta frágil mujer endurecida por la violenta pérdida de la inocencia y lo oscuro de su cometido político que se subsana en la armonía y el dimanismo visual en sus precisos movimientos de cámara, en las partidas de ‘mahjong’, pasatiempo al que la protagonista no sabe jugar y donde pierde parte de su dinero. La esencia fundamental se ubica en la dureza de unos encuentros sexuales de explicitud casi pornográfica que, más allá de su visualización sin censura, ahondan en la brusquedad de un hombre desconfiado que va mitigando sus suspicacias en las frontera de la sospecha a medida que la espía va seduciéndole y ganando su corazón y que, a su vez, hacen de ella una mantis religiosa deshumanizada por el sufrimiento y la repulsiva pasión que siente por él. Una entidad dramática que tiene su apogeo en una secuencia de alto voltaje sexual, donde Wong Chia Chi mira una pistola con la que matar a Mr. Yee, y él, bajando la guardia, decide confiar en la espía con los ojos tapados por la almohada. Finalmente, ambos deciden seguir follando, para despojarse así de sus metas e ideologías y disfrutar de un momento de paz interior, de copulación catártica.
Sin embargo, a pesar de que ‘Deseo, peligro’ sea una tragedia erótica que esconde uno de los ‘thrillers’ políticos y sentimentales más destacados del último lustro, Ang Lee se recrea demasiado en ciertos pasajes introspectivos de Wong Chia Chi, en su parsimonioso trayecto hacia su fatalista reencuentro con el pasado, en su misión inacabada, que terminar por lastrar, en cierta forma, la brillantez conceptual del filme. A la película de Lee le sobra metraje. Y esa falta de síntesis hace que este monumental melodrama histórico con ecos de cine ‘noir’ menoscaba la esplendida magnificencia que atesora una de las obras más destacadas de este final de año.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2007

1st Annual AINT IT COOL AWARDS

Como cada año, el Gordo de Navidad también ofrece su selección de lo mejor de este 2007 cinematográfico. Esta vez con ganadores según secciones. Genuino Harry Knowles.

martes, 25 de diciembre de 2007

Un post clásico de Navidad

La Navidad desde un punto de vista aparentemente divergente
‘¡Qué bello es vivir!’ y ‘Plácido’ son las dos películas navideñas más representativas de dos mundos tan disímiles como el americano y el español.
En unas fechas como las que vivimos estos días, es inevitable tratar el cine navideño. A lo largo de la historia del Séptimo Arte se han desarrollado cierto tipo de películas ambientadas en Navidad; unas, de predisposición hacia los buenos sentimientos, otras, de tristeza o cinismo, según convenga. Todas ellas acondicionadas a un contexto visual en el que no faltan las guirnaldas, lucecitas, el árbol, Papá Noel, la Nochebuena, la ilusión y la familia. Elementos utilizados para diversos fines argumentales en cualquiera de los géneros que ofrece la cinematografía.
Impregnados por una globalización norteamericana que impone iconos y prescribe conductas y directrices en cualquier campo, en los últimos años se ha puesto de moda acudir como representación fílmica navideña a la gran película de Frank Capra ‘¡Qué bello es vivir!’, inspirada en un cuento de Philip van Doren, cinta que los norteamericanos (y más de medio mundo) revisita anualmente para asistir a un recorrido por la vida de un buen hombre, altruista sin límites, llamado George Bailey. Si bien es cierto que Capra dio al cine las más preciosas y amables proclamaciones de buenos propósitos, con trabajos de una hondura y emoción que, más allá de cualquier crítica sobre su posible repleción edulcorante, representan cine irrepetible, también lo es la necesidad de reivindicar la película española navideña más importante de todos los tiempos, esa obra maestra del cine ‘azconaiano’ como es ‘Plácido’, admirable celuloide que, con el paso de los años, está empezando a encontrar su importancia en un zócalo genérico navideño donde las producciones americanas parecen querer decir que esto de la Navidad es cosa de yanquis.
‘¡Qué bello es vivir!’ acopia en su metraje unos valores humanos y espirituales donde la amistad, el amor, la generosidad y la solidaridad empapan un cine de corte fantástico, fabulesco y moral. La situación de Estados Unidos durante la época hace pensar que el mensaje subvertido de la historia de los Bailey era una excusa para lanzar una crítica al ‘New Deal’ de Roosevelt, ya que tras el aparente simplismo con que está contada esta tierna historia, podemos apreciar la oscuridad fantástica de un Capra que transcribe sus verdaderas intenciones bajo el más puro cuento de Dickens para hablar entre líneas de una filosofía individualista, de un hombre cuya generosidad ha convertido su vida individual en un fracaso.
Por su parte, Luis García Berlanga, apoyado en un prodigioso guión de Rafael Azcona, apuesta por una historia adherida a la realidad de una etapa donde la hipocresía es el arma caritativa que diferencia los estratos sociales del momento. Berlanga purga aquí cualquier atisbo de trasfondo amable, conciliador, que había caracterizado su cine hasta el momento para dedicarse, desde esta joya de nuestro cine, a recrear (en palabras de Román Gubert) “un sainete con cianuro”. En ‘Plácido’ no hay espacio para la bondad, ni para camuflar los buenos sentimientos en una oda a la misericordia navideña. Todo es una proclamación de la falsedad de estas fechas. La represiva sociedad clasista de la época está reflejada en un entorno cotidiano y localista, que tuvo por título ‘Siente un pobre en su mesa’. Una campaña real que sirve para abrir los ojos a un microcosmos social que obliga a los ricos a tener un acto de buena fe con los más desfavorecidos. El ejercicio de caridad, a diferencia de en ‘¡Qué bello es vivir!’ está forzado, como acto exigido de cara a la galería, un vendaval de apariencia que arrastra al pobre Plácido, un pobre hombre al que utilizan con su recién adquirido motocarro que paga no sin esfuerzo letra a letra.
En ambas películas está muy arraigada una ambivalencia capciosa. Capra defendía unas ideas y aportaba sus argumentos para demostrar sus tesis políticas y Berlanga ofreció en su mejor etapa una hábil manera de camuflarse con ficticios sainetes costumbristas en los que se podía apreciar una subversiva crítica a la sociedad del momento. Ambos realizadores confluyen en el prototipo de obras inofensivas y amables, pero en el fondo suponen sendos ejercicios de funambulista para hablar de otros problemas sociales más importantes.
En esa combinación de intereses es donde se ensamblan las personalidades de George Bailey y Plácido, dos personalidades parejas que sirven de beneficio para la comunidad que les rodea, ya que ambos representan a antihéroes anónimos e historias de progresión de sacrificio en pos de los demás. A pesar de ello, la película de Capra se antoja como una ilusión alegórica, utópica, irreal, excesivamente moralizada para un ‘happy end’ que en ‘Plácido’ consiste en irse a casa con la familia a comer lo que bien se pueda. Si Capra sofistica su pueblo, su doble juego de pasado y presente alternativo en el que el conformismo natural de la comunidad, tampoco varía mucho la vida de un George Bailey que hubiera nacido en Bedford Falls o en el siniestro Pottersville, Berlanga borda un tono coral de la narración donde no falta la ironía, la mala hostia, la presencia de la muerte y su preferencia por las clases medias.
La abismal diferencia entre ambas visiones de la Navidad está en que mientras en ‘¡Qué bello es vivir!’ utiliza la festividad como entorno de comprensión y expiación de los errores, ‘Plácido’ la delimita, con su rechazo a lo fantástico y ornamental, a una realidad fiel y rigurosa confinada a la incomunicabilidad aterradora del español medio de los 60. Un aspecto que concuerda con la segunda parte de la cinta de Capra, convertida en una aparatosa pesadilla de corte expresionista y de impacto humano. Compostura que, en manos de Berlanga no puede por menos que convertirse en una comedia negra llena de cínico sarcasmo.
Dos películas que nada tienen que ver entre sí, pero que merecen un visionado en estas fechas como comprobación de todas las aristas posibles del periodo navideño.

lunes, 24 de diciembre de 2007

La genial perversidad de Rob Sheridan

El prolífico artista Rob Sheridan nos cede con su ingenio y talento el wallpaper navideño definitivo extraido del fascinante universo bloguero ‘SketchBlog’.
Desde Los Ángeles, Sheridan es un director de arte que reformula con su inquietante perversidad todas las disciplinas que acomete, en unos contextos que giran en torno a obsesiones como la deformación cotidiana en una sangrienta surrealidad, donde no faltan abominables monstruos, viscosidad, clasicismo y ciencia ficción fusionada con robots gigantes. Como él mismo cuenta en su página personal ‘SketchBlog’ “surgió como un ejercicio de disciplina creadora, una tentativa para fomentar un crecimiento personal en torno a nuevas imágenes e ideas”.
Conocido por ser el eterno diseñador del grupo Nine Inch Niles, artista videográfico y excelente fotógrado, Sheridan es un creador de lucidez y percepción sorprendente que merece unos minutos para descubrir su fascinante obra creativa.

sábado, 22 de diciembre de 2007

06.381, el Gordo de Navidad 2007

Esta mañana, con cierta anticipación, concretamente a las 10:47, cayó el Premio Gordo del Sortero extraordinario de Navidad de la Lotería Nacional en el número 06.381, dotado con tres millones por serie, vendido en Alicante, Asturias, Almería Bilbao, Teruel, Toledo, A Coruña, Madrid y cómo no, en Sort. Es el comienzo de la Navidad, del despilfarre alegre y de todo lo que el anterior post conlleva. En Antena 3 Ramoncín hacía el ridículo con una más que acostumbrada Massiel en la retransmisión del evento. Dicen las malas lenguas que el ex Rey del Pollo Frito (antes de que llegaran los restaurantes de comida rápida Kentucky Fried Chicken) estaba allí porque el año que viene solicita que cada vez que se cante un número, una pequeña proporción de los premios vaya a parar a la SGAE, como derechos de autor de los niños, que son los que cantan.
Bromas aparte… Bueno, no… Aparte, este evento sigue dejando la sempiterna imagen vista una y otra vez; gente eufórica recién tocada por la varita de la suerte que espera, inconsecuentemente, no volver a trabajar el resto de su vida, algunos aseguran que se irán de viaje, o que invertirán en la futura compra de un coche o una casa, otros no saben qué decir, muchos más insisten en la frase insignia cuando toca y que ha utilizado tantas veces el actor Nacho Vidal: “tapar agujeros”, los hay que descorchan botellas y las agitan felices estropeándole el acicalado de peluquería a la señora de al lado. Los demás, miran con cierto recelo. Desde casa, suena esa frase en la cabeza de todo el mundo “ni una puta perra”. El año pasado, en este Abismo, se revelaba que la posibilidad de ser premiado con uno de estos décimos es de una entre 84.999. Dicha hipótesis deja patente la probabilidad de ser uno de esos venturosos que descorchen un cava, champán o espumoso (seamos políticamente correctos) en una ostentación de éxtasis irrepetible. Podemos hacerlo, como síntoma de entusiasmo etílico o porque es el último día que se trabaja antes de vacaciones. Pero no es lo mismo.
También es el instante ‘warholiano’ de los niños del Gordo, que afinan su voz y entonan con orgullo el número agraciado con el máximo premio. Este año, le ha tocado a Álvaro Guerrero, encargado de corear el número y Raúl Barrak, que ha cantado la cifra millonaria. Las cadenas de televisión, sabiendo que es un día con el trabajo hecho (de conexiones y reiteración temática anual), hacen repetir consecutivamente el rosario lotero a los chavales. Sin olvidar, como cada año, que al salón de sorteos de Loterías y Apuestas del Estado, asisten esos míticos ‘freakies’ dispuestos a ser el más chabacano del año.
Cuando acabe el día, las tablas con los números premiados quedarán expuestas siete días al público, para esperar otro nuevo año a repartir su suerte, la misma que se niega a la generalidad popular y que deja la satisfacción a unos pocos recompensados con este día que, oficialmente, abre las Fiestas Navideñas. Felicidades a los que hayan visto cómo su décimo se ha llevado algo. Si no saben qué hacer con tanto dinero, nunca es tarde para ejercer de productor cinematográfico de un cortometraje de éxito aseguro. Pónganse en contacto en el mail de abajo del todo.
Queda inaugurada, por tanto, la Navidad 2007. De nuevo, y con afecto cordial, FELIZ NAVIDAD a todos.