martes, 31 de enero de 2012

Orson Welles sobre Hitchcock

Orson Welles, el prestidigitador hedonista, el oscuro innovador de verbo fluido y narrativa deslumbrante, uno de esos cineastas con inigualable talento que ejerció de manipulador y genio fue capaz de gestar auténticas obras maestras en muchas ocasiones y en otras terminar desmañándolas por la ambición de un megalómano que fue perdiendo su credibilidad frente a los grandes estudios hasta llegar el vivir en el exilio, viviendo entre el fracaso y el singular ingenio del artista en constante estado de gracia. A veces aportó sentenciosamente su opinión sobre ciertos compañeros de profesión como otro dios de la pantalla como Alfred Hitchcock en la sección de Playboy Interviews, expresándole a Kenneth Tynan en 1977 lo siguiente…
Stanley Kubrick y Richard Lester son los que más me atraen, dejando aparte a los viejos maestros. Con esto quiero decir John Ford, John Ford y John Ford. No considero a Alfred Hitchcock un cineasta americano aunque haya trabajado en Hollywood todos estos años. Me parece terriblemente inglés, en la mejor tradición de Edgard Wallace y poco más. Siempre hay algo anecdótico en su trabajo; sus artificios siguen siendo artificios, pero poco importa su maravillosa concepción y puesta en práctica. Honestamente, creo que Hitchcock es un cineasta cuyos filmes no suscitarán ningún interés dentro de un siglo. En el mejor Ford, el filme vive y respira un mundo verdadero, aunque hubiese podido escribirlo Mamma Machree. El mundo de Hitchcock es un mundo de espectros”.

jueves, 26 de enero de 2012

Review 'Millenium: Los hombres que no amaban a las mujeres (The Girl with the Dragon Tattoo)', de David Fincher

La fría obsesión de un secreto familiar
Fincher despoja con su habitual destreza el matiz folletinesco de la obra de Larsson mostrando un dominio de la mecánica criminal en un universo viciado por la naturaleza depravada y las consecuencias de la obsesión.
El cine de David Fincher ha (mal)acostumbrado al espectador a albergar unas expectativas cada vez más difíciles de satisfacer. Su fascinación por el ‘thriller’, a medio camino entre el modernismo y la narrativa clásica, conjuga talento y versatilidad con inolvidables y vibrantes ejercicios de metodismo dentro un género que ha logrado modernizar con la renovación de costumbres del cine negro y reinventar con ello el ‘thriller’ psicológico. Sorprende, por tanto, que el director de ‘Seven’ haya optado por una adaptación literaria llevada a los altares del ‘best-seller’ como la transformación del primer episodio de la trilogía de Stieg Larsson ‘Millenium’, que lleva por subtítulo ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’, recurriendo así a unos ingredientes constitutivos ya explorados anteriormente en parte de su filmografía. También es llamativo que se trate de un ‘remake’ con muy poca diferencia de tiempo desde su estreno y que sus traslaciones cinematográficas suecas fueran un éxito que traspasara fronteras.
A Fincher no ha parecido importarle. El guión de Steven Zaillian tiene el espíritu de la obra de Larsson, es decir una proximidad a la amoralidad fermentada bajo el yugo de un dorso indescifrable de maldad y perversión que tanto apasionan al cineasta. ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’ supone el reto de asumir otro de esos inquietantes estudios sobre el miedo, esta vez en los bajos fondos de un clan familiar acomodado con oscuros secretos en una progresiva y tenebrosa dilucidación sobre la obsesión protagonizada por dos mentes privilegiadas para la investigación que se enfrentan a una amenaza mucho más cruel de lo que, a priori, se pueda imaginar. Se trata del periodista Mikael Blomkvist, cofundador y escritor de la revista que da nombre a la saga, que acepta un extraño caso relacionado con un clan familiar de la isla sueca Hedeby, donde el mayor de los hermanos, Henrik Vanger, pretende esclarecer la desaparición de su sobrina Harriet hace casi cuarenta años durante un carnaval de verano y la otra cara de la moneda, el icónico personaje Lisbeth Salander, una joven de personalidad compleja y socialmente inadaptada, que también se meterá de lleno en la peligrosa investigación.
La historia tiene todos los componentes necesarios para que Fincher pueda exhibir su grafía visual dentro de una fábula de mentiras encubiertas, un oscuro pasado del que nadie quiere hablar, enemistades familiares, una gran empresa y una reflexión moral sobre la ética y la violencia. El filme arranca con una duplicidad de tramas paralelas que van equilibrándose según progresan hasta ensamblarse. Blomkvist inicia su investigación abriendo la puerta al mundo podrido de esa antipática y sospechosa familia Vanger, a la vez que evita ser el centro de atención tras sacar a la luz los trapos sucios de un magnate corrupto que ha ganado un juicio por difamación. Con una metodología minuciosa, se irá descubriendo a un hombre aparentemente frágil cuya relación con las mujeres parecen influir en su vida y en su suspicaz estoicismo ante la vida. Por otro, alejado de la búsqueda de ese posible asesino por parte del redactor, el espectador asiste a la composición de la personalidad de Salander, una joven alineada que trabaja para una agencia federal pero que sin embargo mantiene un repugnante desencuentro con su lascivo nuevo tutor. Componiendo un puzzle destinado a encajar, Zaillian y Fincher aprovechan esas dobleces para enriquecer la historia a base de encontronazos con la realidad de sus protagonistas, perfilándolos y asimilando en una procesión de retazos hacia las claves intencionales de la película.
La metáfora de fondo de ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’ vendría a ser ese aparente y gélido dibujo silente de un país que esconde los fantasmas aún latentes del nazismo y el mórbido mutismo que aplaca una violencia potencial y despiadada revivida hoy en día en pederastas y asesinos en serie camuflados con la cortesía y el bienestar. No es más que un símbolo más de la ilusoria estructura de cualquier sociedad capitalista occidental. Esa Europa nórdica insociable de una burguesía infectada por un pasado que sigue pagando un elevado precio en el presente queda en un segundo plano, pese a percibir una inquietante voracidad.
Lo que trasciende es el juego de matices emocionales que van saliendo a la superficie en un universo viciado por la naturaleza depravada y las consecuencias de la obsesión. A medida que su investigación le lleva a profundizar en las oscuras aristas de la tortura sexual y el asesinato, Blomkvist parece darse cuenta de que a pesar de vivir un riesgo cuya verdad merece la pena descubrirse, concede un punto de obcecación que admite la nulidad de sus esfuerzos en un entorno hostil, así como el empeño intuitivo de Salander aplicando su excepcional memoria fotográfica y abriéndose al periodista tampoco dan sus frutos, por mucho que logren esclarecer el misterio sobre la desaparición de Harriet.
La hipnótica representación de un paisaje gélido como cartografía tumefacta gracias a la labor de Jeff Cronenweth, extendida a los nevados paisajes de Suecia, proporciona que los personajes respiren y padezcan con una credibilidad reconocible en un laberinto de pervertida violencia, situado en las antípodas del estereotipo nórdico de civismo y ética. No obstante, a Fincher nunca le ha interesado el ímpetu gráfico en su exploración de la brutalidad y aquí no iba a ser menos. Por mucho que visualicemos hasta la arcada el choque de Salander con su tutor y administrador (en una venganza de prodigiosa empatía) o los pasajes de brusquedad no dejen margen a la imaginación, predomina la propensión de cuestionamientos acerca de la fragilidad humana, de los defectos de las personas, de sus imperfecciones en un espectro de crimen y castigo donde los valores existenciales están constantemente amenazados. Muy por encima de la obra de Larsson y sobre todo, de la adaptación patria, en ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’ prolifera una cercanía implicada en los personajes y sus motivaciones, a su continua incomodidad, esgrimiendo un módelico paradigma del ‘thriller’ que asume sus clichés y detonantes, su rutina reconocible, de voluntad dicotómica entre el bien y el mal a través de un contrapeso perfecto en el cual hay que subrayar esa superlativa mecánica criminal de incomparable dualidad de atracción y repulsa que sabe conferirle Fincher.
La síntesis cardinal genérica de esa infernal órbita familiar que propuso Stieg Larsson es ungida en la densa sordidez de un material que, en manos de Zaillian y el dominio narrativo y visual de Fincher, potencia y optimiza los puntos de partido literarios. Estamos ante otro patrón meticulosamente facturado hasta la obsesión por un director que parece no tener límites en su detallismo y cuidado de cada fotograma y que consuma el esperado y excelente nivel formal de su incontestable nivel de tensión y suspense. Tal vez pueda apreciarse como una historia que promete más que lo que da. Sin embargo, es de justicia evaluar la forma en que Fincher despoja con su habitual destreza el matiz folletinesco de la obra, haciendo accesible la investigación a base de pulso y golpes de efecto vinculados a la observación de una serie fotográfica que irá abriendo el camino a la lóbrega resolución del entramado, con fragmentos de la memoria a modo de ‘flashbacks’.
Metódicamente gramatical y con un rigor de procedimiento absoluto, el filme hipnotiza con un notable epigrama a modo de fabula detectivesca, con ‘whodunit’ incluido y formulaciones tradicionales conducidas hacia una especie de mistificación enigmática donde destaca, sobre todos los elementos artísticos (con un gran Daniel Craig a la cabeza), la sugerente presencia de Rooney Mara como Salander, a la que la actriz confiere un magnetismo y oscuridad admirables. No sólo como una víctima de la violencia y el desprecio con los que convive, sino en la vulnerabilidad encubierta que esconde este ángel vengador, una criatura salvaje cuya intensidad inquietante resulta tan atractiva y sexual como amenazante.
Puede que ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’ sea un alto en el camino, pero es una obra que no puede ser considerada “menor”, aunque lo parezca, porque no traiciona los códigos ni evolución de su autor. Puede que haya sido un capricho para un cineasta cuyas cotas de maestría son impredecibles, que ha querido introducirse en un submundo ajeno con el fin de aportar sus rasgos artesanales y pulidamente clásicos a una entretenida y bien diseñada historia que ha abrumado al público literario. Llegados a este punto, la pregunta está clara: ¿Era necesario este ‘remake’ como nuevo eslabón en el universo Fincher?
Por cierto, si os ha gustado la película, echadle un ojo a esta página. Os gustará.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2012

martes, 24 de enero de 2012

Nominaciones Oscars 2011

Esto de las nominaciones de los Oscar, con su antesala fundada en los Premios de la Prensa extranjera comienza a no suscitar ningún interés debido, fundamentalmente a lo previsible de las candidaturas. Este año no ha habido sorpresas aparentes en lo que nos deparará la noche del próximo 26 de febrero. Al menos, en las categorías más importantes. Tanto es así, que citando el hecho de que ‘La invención de Hugo’, la loa al cine clásico de la mano de Scorsese haya obtenido una mención que la tan cacareada ‘The Artist’, de Michel Hazanavicius, son las dos obras que acaparan la atención de la lista de nominados; once y diez, respectivamente.
Meryl Streep sigue sumando récords dentro de esta fiesta de oropel y apariencias y acumula 17 candidaturas. Aunque este año pueda ser la tercera vez que se lleve la asexuada figura a casa, por mucho que tenga delante a Glenn Close, Viola Davis y Rooney Mara, la actriz revelación de este año con su papel de Lisbeth Salander en ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’, de un David Fincher que este año, como viene siendo habitual, es anulado de los favoritos como mejor director. Woody Allen, por el contrario, ha visto cómo ‘Midnight in Paris’ ha sido convocada a cuatro categorías (entre ellas, película, guión y director), por lo que no sería extraño que Allen ganara y no fuera a recoger la estatuilla por tocar en el Café Carlyle. Como la Academia parece que ignora los esfuerzos interpretativos de Leonardo DiCaprio, Jean Dujardin tiene las de ganarle la partida a George Clooney, a Gary Oldman o a Brad Pitt. Christopher Plummer por ‘Beginners’ y Octavia Spencer por ‘Criadas y señoras’ ya han ganado el Globo de Oro, por lo que lógico es que también suban a por el Oscar. Como hará el iraní Asghar Farhadi, que a buen ampliará el impresionante palmarés con ‘Nader y Simin, una separación’ (que también ha conseguido nominación a guión). Dos pequeños apuntes además de citar a Alberto Iglesias, nominado por ‘El topo’ como mejor partitura; en el apartado de mejor canción sólo hay dos candidatos (‘Los muppets’ y ‘Río’) y en animación, más allá de ese logro de Fernando Trueba y Javier Mariscal por ‘Chico y Rita’, ha quedado fuera la megaproducción de ‘Tintín’, de Spielberg y Jackson y lo que es más chocante, es la primera vez desde que existe esta categoría que una cinta de Pixar, en este caso ‘Cars 2’, se ha quedado fuera.
Veremos quién gana esta 84ª edición de unos premios de cara a la galería que espectacularizan el lado más bizantino de Hollywood y que a la vez es su seña de identidad. Seguro que todos nos quedamos mudos celebrando que la gala ha acabado. Este año, al menos, está Billy Crystal, sobre cuyos hombros recae gran parte de hacer llevadera una noche que algunos vivimos ya por rutina y tradición.
(Fuente Tío Oscar)

jueves, 19 de enero de 2012

‘El Gran Vázquez. Coge el dinero y corre’, nostálgica monografía sobre un mito

‘El Gran Vázquez. Coge el dinero y corre’ es un libro colectivo coordinador por J.J. Vargas en el que once prestigiosas firmas recorren la vida y obra de uno de los más representativos e icónicos autores de cómics de la historia nacional: Manuel Vázquez. Con pequeños y valiosos anecdotarios particulares que desgranan aspectos subjetivos sobre la figura del humorista y dibujante, este libro analítico se centra en el retrato de un hombre a través de pistas y valiosas claves para el conocimiento de su trayectoria. Un personaje que lidió con el esperpento y el humor negro, haciendo de estos un vehículo existencial que ejemplifican la versatilidad e imaginación de un autor que fraguó sobre sí mismo varias leyendas urbanas donde se confabulaban la carencia de ética, la picaresca y una sugestiva pendencia a las normas de una sociedad reprimida y condenada a la hipocresía.
Se trata de obra colectiva que mira con afecto a la figura del maestro, bien armada y copiosamente ilustrada, que retribuye al lector con una prosa destellante y ágil, donde información y opinión escapan a la sumisión acrítica, con profundidad y sin ahorrar testimonios y lúcidas reflexiones. Desde el primer Vázquez y sus comienzos a principios de los 40, que le consolidaron a lo largo de dos décadas como un referente dentro del medio, la relación entre sus viñetas y el humor concebido por la generación de ‘La Codorniz’, sin olvidar otras series menores y más efímeras, hasta llegar a un apartado sobre proyectos frustrados. Cabe destacar un episodio donde se construye un entrañable examen sobre el vínculo profesional y la influencia de Vázquez en Ibáñez.
Además no faltan profusos análisis, datos inéditos y valoraciones con criterio examinador de iconos surgidos de la mente de este autor como ‘La Abuelita Paz’, ‘Angelito’ o ‘Anacleto, agente secreto’, sin esquivar esa cara gamberra del Vázquez para adultos de su última etapa. El tomo también incluye dos apreciables entrevistas a gente que rodeó y conoció de cerca del mito como son el gran Jaume Rovira (colaborador directo y discípulo) y Vicky Vázquez (hija del creador), articuladas en la consecución de un catálogo de anécdotas sobre el rostro más íntimo y cercano de Vázquez.
Nostálgica monografía plagada de testimonios que exponen, bajo una postura de afinidad selectiva y entusiasta, los elementos configurativos de un estilo que desvela la personalidad de este mito, ‘El Gran Vázquez. Coge el dinero y corre’ es un libro imprescindible, provisto de entretenimiento, que brinda un cariñoso tributo para acercar al lector a un entendimiento sobre el dibujante, el hombre y el personaje que simbolizó Vázquez dentro de los contornos del cómic y de la cultura popular española. Un genio irrepetible.

lunes, 16 de enero de 2012

69th Golden Globes: la infumable noche de 'The Artist'

Todo parecía preparado para que este año los Blobos de Oro siguieran la estela que tan bien evidenció la pasada edición. Ricky Gervais se había convertido en un dardo envenenado, en el enemigo público de Hollywood, con su retahíla de mala educación y desmedido humor sardónico contra el ‘estabablishment’ de oropel y alfombra rojo de Hollywood. Salió al atril generando expectativas, con todas las miradas puestas en él y pese a que en su discurso inicial hizo amago de crítica ácida embistiendo contra algunos célebres miembros del mundo del cine como Mel Gibson o Jodie Foster, el fenómeno Justin Bieber, Johnny Depp o la mismísima NBC, que era la que retransmitía la gala, la estrella del humorista y cómico inglés desapareció fulminantemente para aparecer de forma puntual con una cerveza de la mano y dar paso a los presentadores de los premios.
Sin eso, esta 69ª edición de la cacareada “antesala de los Oscar” se vino abajo. Pocas veces una velada de premios de este calado fue tan aburrida, plomiza y eterna. No hubo ningún atisbo de emoción más allá de la sorpresa que se llevó Kelsey Grammer (el mítico ‘Frasier’) a la hora de recoger su premio a mejor actor dramático por ‘Boss’ ante el asombro de los que daban como ganador a Walter White con ‘Breaking Bad’ o la consolidación del pequeño actor Peter Dinklage en su papel dentro de ‘Juego de tronos’. También hizo ilusión ver cómo una gran dama de Hollywood como Jessica Lange subiera a por su premio a mejor actriz de reparto televisiva por su papel en ‘American Horror history’. Ni siquiera ver aparecer al gran Sidney Poitier para entregarle el premio honorífico al gran caballero de la pantalla Morgan Freeman suscitó un instante enternecedor. Por si fuera poco, la audiencia tuve que digerir un descomunal cauce de anuncios publicitarios que interrumpían cada poco la retransmisión.
Por lo demás, todo fue ciertamente previsible e inacabable, entre anuncio y anuncio emitían los Globos de Oro. ‘The artist’, de Michel Hazanavicius, se afianzó como la más que posible ganadora de la próxima ceremonia de los Oscar que presentará, a buen seguro con más desparpajo que Gervais Billy Crystal (o al menos eso esperamos). Además del premio a la mejor comedia o musical, Jean Dujardin obtuvo el de mejor actor y mejor banda sonora para Ludovic Bource. ‘Los descendientes’, de Alexander Payne, fue la elegida como mejor drama. Después de más spots publicitarios se ratificó el liderazgo de Meryl Streep ante sus rivales con ‘La dama de hierro’ y que George Clooney fue considerado el mejor actor dramático por la cinta de Payne. Si se quiere dos nombres seguros para la quiniela de los Oscar, ahí están los favoritos como mejor secundarios Christopher Plummer por ‘Beginners’ y Octavia Spencer, por ‘Criadas y señoras’.
‘Homeland’ le ganó la partida catódica a otras series con más renombre, como ‘Boardwalk empire’ o ‘Juego de tronos’, así como ‘Modern family’ se convertía en la ‘sitcom’ más premiada del año con la traducción simultánea de Sofia Vergara al recoger el premio de manos de Antonio Banderas y Salma Hayek. Jane Fonda volvió a lucir, al igual que al año pasado, ajena al paso del tiempo, lo mismo que Helen Mirren, que sigue siendo la eterna y bella MILF por excelencia del cine actual. También que Michelle Pfeiffer sigue manteniendo su figura enigmática y esbelta. Martin Scorsese ganó el premio al mejor director por ‘La invención de Hugo’ dejando la abierta la puerta a la sorpresa, aunque después del enésimo corte publicitario, la noche estaba perdida y el sopor se fue adueñando de todos. Esta gala de los Globos de Oro ha sido infumable y eterna, llena de bostezos y tedio. En plata: un auténtico coñazo al borde del despropósito.
Una cosa más... ¿De verdad que alguien creía que Pedro Almodóvar tenía alguna posibilidad con ‘La piel que habito’ cuando tenía como contrincante ‘Nader y Simin, una separación’, de Asghar Farhadi? Seamos serios.
Esperemos que los Goya o los Oscar den algo más de juego, porque si no…

viernes, 13 de enero de 2012

Review 'Drive (Drive)', de Nicolas Winding Refn

‘Savoir faire’ de cine ‘neo-noir’ tuneado
Mucho se está hablando de la nueva película de Nicolas Winding Refn, un cineasta con una solvente trayectoria a sus espaldas y un buen puñado de títulos que se han convertido en películas de culto. ‘Drive’ es su último logro. La película de moda entre los círculos cinéfilos más selectos. De hecho, lleva bastante tiempo siéndolo. Es la sorpresa de la temporada. Ése tipo de filme que todo el mundo debe ver y que se presupone que no deja indiferente a nadie. Los foros se llenan de elogios y reverencias, formulan conjeturas y teorías sobre su planificación, sobre sus múltiples metáforas y referencias e intenciones del director danés.
‘Drive’ es la historia de un antihéroe hierático y silencioso que va por la vida con un palillo en la boca, como lo hacía el teniente Marion Cobretti interpretado por Sylvester Stallone en aquélla infravalorada cinta de George P. Cosmatos. Un solitario misántropo que trabaja de mecánico en un taller, de doble cinematográfico en escenas de conducción y en sus ratos libres, ofrece escapatoria a delincuentes en huidas de la policía. Un fulano que vendría a seguir la genealogía de aquellos invencibles “hombres sin nombre” de Clint Eastwood o del silente samurai de Alain Dellon en el filme de Melville ‘El silencio de un hombre’ que, obviamente, conduce como Bullit o como el Ryan O’Neal de la cinta de Walter Hill de 1978 con la que comparte título esta obra. Por si fuera poco, viste una genuina cazadora muy molona con un escorpión amarillo bordado en su espalda que define la naturaleza de un hombre tranquilo que esconde una bestia. La metáfora perfecta de ese animal que actúa de determinada manera salvaje porque está en su carácter. Un guerrero perfecto, sin pasado ni condicionantes, capaz de sacrificar su atracción por una vecinita atractiva con hijo con tal de salvaguardar su felicidad si por ello es necesario echar una mano a su marido ex convicto recién salido de la cárcel y llevar a cabo un peligroso atraco y huída para saldar sus deudas. Con ello, Winding Refn propone al espectador una contienda moral que pondrá a prueba la verdadera identidad de un ‘real human being’ reconvertido en un ‘real hero’ (como vendría a definirse en la canción de College al personaje de un Ryan Gosling que sí, pero que no).
‘Drive’ podría funcionar a tanto como aspira. Su director es un tipo ambicioso y con talento que urde un manifiesto a modo de simulacro de cine negro americano muy voluntarioso y consciente de todos los elementos que lo componen. La historia está algo alejada del tono romántico que anhela, pero no se puede negar el gran tonelaje de narrativa directa y frontal del mejor cine de serie B de oscura ironía que combina a la perfección con una capacidad visual ataviada con cimentada lírica y poesía fotográfica. El talento narrativo escapa al tono ‘kistch’ en su apego por lo retro y la notable inspiración de ese cine de género purificado por la irrupción conceptual envuelve sus propósitos ‘ofrendísticos’ de un cine que se mueve de un modo transversal entre distintas influencias y épocas, tuneando referencias directas y metáforas de directores clásicos y modernos. Todo está medido a la perfección, en una sobredosis de tensión que hace albergar la esperanza de una resolución previsible pero apoteósica desde sus primeros coletazos y que, lamentable, no está a la altura de lo que se ha ido concibiendo.
Estamos ante una aparente simulación de gran obra a modo de historia de amor imposible por ambas partes, la del conductor con ansías de redención y la de esa vecina timorata que espera un mundo mejor para ella y para su hijo. Una relación condenada que acaba sucumbiendo a los soportes de un moderno cuento de hadas. ‘Drive’ es a su vez un ‘western’ crepuscular bruñido por la postmodernidad de lo urbano, entre las tinieblas cosmopolitas de una ciudad de neones y amenazas como Los Ángeles descritas por el instinto narrativo de Winding Refn con un ‘savoir faire’ de cine ‘neo-noir’ que falsifica las emociones hacia una impostura guiada hacia la eclosión violenta y estética de un juego de máscaras, como la que luce en su representación de la venganza esa careta de ‘stunt’ frente a una cafetería, dispuesto a ejercer de justiciero. Se nota que para Refn el cine es una basta mitología intrínseca que evidencia una vuelta de tuerca a la filosofía convencional, haciendo de su coreografía de cámaras, su montaje, sus ‘ralentíes’, su utilización de la música incidental y canciones un complejo todo que provoca entusiasmo, pero al que le falta vida y emoción.
Tanta contención y catálogo de apuntes taciturnos de un inframundo de corrupción e inmoralidad en el enfrentamiento del conductor con los fantasmas de una tormentosa existencia convierten a su director en víctima del desabrimiento de la historia, abogando por sustituir los estados de ánimo y las emociones por una vocación estilística. El resultado es que tanta frialdad se desbarata por un circunspecto ascetismo, que endurece su violencia e intenciones de ruptura con el tiempo y la realidad. Sus personajes fantasmagóricos perviven en un universo en el que no parecen encajar y subsisten en un constante estado de supervivencia ante amenazas multilaterales, esgrimiendo la violencia como escape existencial y físico a sus problemas. Lo que se transmite como silencios llenos de sentimientos y de situaciones descritas con sumo detallismo, cincelado con una considerable precisión quirúrgica, no es más que un alejamiento endeble que pretende golpear a un espectador con una fuerza desprovista de tensión.
Procura ser un cine de estímulos, que mantiene su lógica en los códigos equilibrados de drama y cine de acción con una hermética artificiosidad canalizada en el apetito esteta y narrativo anhelado por muchos, ejemplarizando un cine fuera de lo común donde el nihilismo y vulnerabilidad evitan que la audiencia empatice de primeras con ese atormentado conductor del que apenas se sabe nada en todo el metraje. El rastro de una identidad borrada constantemente por una vida de juegos de muerte avocada hacia una liturgia de violencia como un acto espiritual que termina por ‘espectacularizar’ su simbolismo de amor y renuncia, de honor y dignidad. Tampoco ayudan esos villanos que esconden una caricaturización del mal, por mucho que su cabecilla (un inspiradamente histriónico y gritón Albert Brooks) esconda un trauma de perversidad natural, en contra de sus deseos de catarsis e integración en el mundo automovilístico. Su disposición trascendente, donde la gran cantidad de información visual sustituye a las palabras se antoja como un lujoso producto de sofisticada belleza dotada de una idiosincrasia muy “arty”, trufada de metáforas y planos con significado y significante. Pero nada más.
‘Drive’, eso sí, atesora uno de los mejores prólogos vistos en mucho tiempo. Una evasión al volante de las fuerzas de la ley, combinando el sonido de la frecuencia policial y la sigilosa e inteligente mirada de un animal de la conducción, compone una ‘set piece’ de contundencia absoluta, llena de desasosiego y suspense que incluso se da el lujo de no sacar la cámara en ningún instante de Chevy Impala plateado que, desde ese momento, pierde todo su protagonismo en favor de la historia de amor y venganza que Winding Refn postula. Desde ese momento, todo va perdiendo interés a velocidad vertiginosa. Como si al coche se le levantara el freno de mano en una inclinada pendiente y se dejara caer.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2012

jueves, 12 de enero de 2012

Ussía y su amor por el cine español

Cuando la altanería despótica se mezcla con la ignorancia. Cuando la estupidez y el desprecio son el arma para juzgar desde el desconocimiento con el avieso objetivo de sentenciar a modo de dictamen y perder el respeto hacia aquellos que hacen posible que el cine español subsista con dignidad, se llegan a escribir obscenidades llenas de resentimiento como las que ha lanzado ese retrógrado y rancio “opinador” llamado Alfonso Ussía, maestro de las peores técnicas del exabrupto y la demagogia.
Su nueva llamada de atención se llama ‘La farsa’. Basta leer por encima para comenzar a echarse unas risas.

lunes, 9 de enero de 2012

Comienza 2012 con los primeros fotogramas de '3665'

Socialmente la Navidad se dilata hasta unos extremos inconcebibles. La actividad con amigos y viejos conocidos se multiplica y la bebida y la comida parecen convertirse en una extensión de tu mano. El ajetreo, los reencuentros, las salidas nocturnas y las citas con la diversión se hacen inacabables y a veces extenuantes. Merece la pena, aunque el tiempo quede limitado a levantarte y repetir la letanía de fiesta y disfrute. Es el hecho principal del momentáneo abandono del blog. El primer post de 2012 solía ser ese repaso a los regalos de la Noche de Reyes, mostrando una instantánea con los presentes debajo del árbol. Pues bien, éste año no será así. La carestía y la crisis han hecho que, a pesar de no irnos de vacío total, seguir con la tradición abismal no tendría ningún sentido. Muchos dicen que 2011 ha sido un año horrible. Probablemente tengan razón. Sin embargo, yo no tengo ningún género de dudas de que 2010 fue muchísimo peor. En todos los sentidos. Este año que ha acabado ubico a modo personal un feliz acontecimiento que ha diluido cualquier contratiempo, por muy jodido que éste fuera. 2011 ha sido el año de mi regreso detrás de las cámaras. A mí, particularmente, eso me ha servido para recuperar la ilusión.
En septiembre se rodaba ‘3665’, esa historia post-apocalíptica que hasta el día de hoy sigue siendo una incógnita. 2012 tiene que ser la eclosión de este trabajo. Ya existe un primer montaje y hay departamentos de postproducción trabajando en su desarrollo. Una experiencia gratificante que debe comenzar a dar sus primeros pasos, a mostrar algo de lo que irá siendo su dilatada confección. Por eso, la primera publicación del año en este blog he querido que sea la publicación de las primeras imágenes que marcan la pauta del ‘look’ aproximado del corto. Algunos fotogramas que dan una idea visual de lo que está por venir. Álvaro Martín Blanco, director de fotografía de ‘3665’, realizó unas pruebas de preetalonaje con un claro fondo intencional sobre la estética que lucirá este trabajo. Poco a poco irán apareciendo breves líneas sobre su desarrollo hasta que vea la luz en una fecha indeterminada.
Aquí tenéis un primer vistazo a esa historia sobre los recuerdos emplazada en un pasado narrado desde el futuro que protagoniza Raúl Prieto.
Feliz 2012 y disfrutad mientras podáis.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Resumen Abismal del 2011 Cinematográfico

TOP TEN 2011
10. ‘Una mujer en África (White Material)’, de de Claire Denis.
En su arranque desesperanzador en una calurosa carretera perdida se percibe crudeza y desaliento dislocados hacia la locura enfurecida de una situación extrema. La intimidación se quiebra con una elipsis, con una descripción del porqué de una insostenible situación en el relato postcolonialista sobre el desgastado sentimiento de pertenencia inaceptable, de la furia de una capataz de una plantación de café en un país africano flagelado por la guerra civil que intenta sobrevivir mostrando orgullo y resistencia. El filme subyuga por esa intimidación sensorial, por la violencia física que sufren tanto el dominador como el avasallado, apelando a esa feroz y espeluznante metamorfosis sociohistórica que sufre el continente africano.
Denis se despoja de formulismos y entrega un brutal y poético alegato a la psicología de una mujer obcecada, que no acepta la hostilidad y el miedo luchando por no ver derrumbado todo aquello por lo que su familia ha luchado. De este modo, la cineasta francesa consigue transmitir una atmósfera cargada de violencia y de odio imprevisible, reflejo de una pesadilla realista que no se postra ante al morbo o a la denuncia política o social, por mucho que se hurgue en la amenaza nativa que expulsa al hombre blanco, ese ‘white material (título original)’ que se ha desvirtuado como un vestigio pretérito e impone la ley del más fuerte. No hay que olvidar, por supuesto, a ese animal interpretativo en constante estado de gracia que es Isabelle Huppert, que se convierte una vez más en el alma medular de la historia. Una actriz dotada de ambigüedad y fisicidad perturbadores en un filme que devuelve la mirada hacia ciertos países donde el germen del odio asola con la amenaza de guerras y genocidios que parecen importar poco a Occidente.
9. ‘Un método peligroso (A Dangerous Method)’, de David Cronenberg.
‘Un método peligroso’, a pesar de vislumbrar una aparente discontinuidad estilística y temática en Cronenberg, no es más que una tentativa de metamorfosis metalingüística, de nuevas vías más arraigadas a una visión digamos más académica, pero sin abandonar la obstinación del cineasta por indagar en las oscuras acequias morales que inundan cuestiones acerca de la naturaleza humana y la obsesiva dualidad encubierta. El triángulo psicoanalítico formado por Carl Gustav Jung, Sigmund Freud y Sabina Spielrein evoca la naturaleza enferma e incisiva de su cine, más allá de alteraciones parasíticas o de cine fantástico, llevando con gran destreza esa perforación en la psique de ambos doctores que evidencia que, por mucho que haya evolucionado el psicoanálisis, las contradicciones en relación al disyunción de ideas de ambos componen un manifiesto bastante desalentador sobre la corriente psiquiátrica que, según las conclusiones que vierte Cronenberg, inutilizan la resolución real de los problemas planteados.
‘Un método peligroso’ es una película que aborda cuestiones que se entretejen entre la pasión y la consciencia, el deseo y la razón, el cuerpo y la mente que Cronenberg aprovecha con elegancia entrever la perturbación que anida reposada en cada fotograma de un cine intelectualmente estimulante con un material psiquiátrico, nutrido de anomalías y coerciones, de masoquismo sexual y efusiones reprimidas. Cronenberg no desaprovecha la ocasión de explorar de los límites humanos con un brío estilizado, muy moderado y maduro, dejando a un lado la simbolización de las habituales alteraciones somáticas y la subversión para realzar su tono convencional, más falsamente cercano, con una historia de un hombre que desafía a su maestro y a sus instintos.
8. ‘Inside Job (Inside Job)’, de Charles Ferguson .
El documental ganador del Oscar en su categoría supo atender al espectador revelando ciertas respuestas sobre el origen y desarrollo de la crisis económica que devasta las expectativas del mundo occidental en estos instantes. Detrás de números, especulaciones, pretextos y falsedades se esconde un cúmulo de financieros corruptos, banqueros, políticos, burócratas, expertos en la materia y agencias calificadoras que esgrimieron excusas absurdas y juego sucio resguardados en la desregulación financiera para abultar sus cuentas bancarias e ir arruinando el mundo, escudados en una teoría económica convencional, cuyo revestimiento ideológico y supuesta legitimidad con su treta de adquirir activos de riesgo rebajando los tipos de interés reales en una manipulación de precios que ha hundido la economía mundial.
Ferguson no escatima en entrevistas, documentos y pruebas que evidencian que el poder y la corrupción son capaces de camuflar a unos responsables que, lejos de ser condenados y señalados como ejecutores punibles del actual sistema financiero han sido incapaces de reconocer su propia culpa y lo que es peor, se siguen lucrando después de haber depreciado el capital de las estructuras políticas y administrativas de medio mundo. ‘Inside Job’, en último término, es una película de terror que lanza al espectador una verdad desoladora: le escupe a la cara la verdad del porqué de esta situación que no es más que una gran estafa a la sociedad y al ciudadano mientras los culpables cuentan dinero a espuertas y se ríen por la espalda al mismo tiempo que hacen creer a la sociedad una esperanza que no existe, desde una posición de privilegios en la que teorizar con un pesado lastre encubierto en mentiras, falsedad y engaños.
7. ‘Super 8 (Super 8)’, de J.J. Abrams..
El pasado tiene una carga importante en nuestras vidas y todo lo que recuerde aquellos retazos escondidos en la memoria espolea la juventud para despertar una fantasía hacinada en la nostalgia y en los recuerdos. ‘Super 8’ responde a ésa motivación sentimental, que no contextualiza su melancolía tanto en el pasado como en los designios del cine actual que mira con tristeza a lo que fue el cine comercial, sin perder su relatividad y entendiendo las licencias para que todo resulte reconocible en función de su ofrenda. Es decir, por un lado tenemos ese ineludible factor de la memoria y del homenaje al cine de Steven Spielberg, pero por otro, también, la capacidad de Abrams para encauzar su historia con la personalidad necesaria sin traicionar su estilo.
El filme de Abrams se convierte así en una mezcla inspirada, un edicto melancólico que no oculta su deuda con Spielberg y que sufraga esa imposible asignación a los que aman la imperfección de un cine que ya no se hace y aquel fondo optimista y esperanzador que confluye en una película veraniega como esta. Eso sí, Abrams no es el Maestro. Ni pretende serlo. Por ello, no tiene sentido alguno cualquier tipo de cotejo con un tiempo pasado. ‘Super 8’ no se puede ni debe comparar con aquella estela de filmes de cariz infantil sobre cuestiones más trascendentes y de las que Abrams bebe continuamente, sino que esa magia idealizada simboliza una oda de cariño hacia todo ello.
6. ‘Winter’s bone (Winter’s bone)’, de Debra Granik .
La América profunda, ése entorno hostil y perdido en el que pervive la clase social conocida como ‘white trash’, con sus códigos y preceptos, es el escenario para la que ha sido una de las sorpresas más agradables de este año que cierra su curso. Ubicada en el corazón de Missouri, Debra Granik relata una antifábula sobre una adolescente que ve cómo su inocencia se va resquebrajando a medida que busca dentro de su devastada familia el rastro de un padre desaparecido que es clave para la subsistencia. En su lucha por salvar a su familia desestructurada y mermada por la necesidad de un aviso de desahucio acabará encontrándose a sí misma. Bajo un tono refrigerado por la dureza emocional a la que condiciona al espectador, la perseverancia de un personaje con nombre tan inolvidable (Ree Dolly) como a su ejemplar intérprete (la joven Jennifer Lawrence) hace que defina su grandeza en el rigor de la narración, en el encarnizando modo silente y sutil que destapará ese universo de secretismo familiar tan arriesgado y chungo, como si las reacciones se pudieran equiparar a animales salvajes desafiantes.
Con cierto tono de ‘western’ desangelado o un ‘thriller’ incómodo, pero sin pertenecer a cualquiera de los dos géneros, Granik despoja a su película de cualquier épica, creando una extraña descripción de una rutina viciada por un trance que golpeará con fuerza el estado mortecino de unos valores morales silenciados por miradas que dicen más que la dialéctica que cualquier drama familiar al uso. ‘Winter’s bone’ no pierde de vista la frialdad y la reserva en su transición hacia ese clímax que se va encaminando hacia lo cenagoso, lo que hace de ella la ejemplificación de una edificación compleja sobre los motivos de supervivencia y la defensa de la identidad la búsqueda de una verdad que muchas veces ocasiona el desgarro de una herida familiar cerrada durante años en un entorno de marginalidad rural, dentro de un contexto hostil que esconde elaboración de droga y secretos sepultados en violencia y engaños.
5. ‘Nader y Simin, una separación (Jodaeiye Nader az Simin)’, de Asghar Farhadi.
No es de extrañar que ‘Nader y Simin, una separación’ haya sido una de las películas más premiadas y reconocidas de este 2011. Su composición humana, su retrato cercano y certero sobre la vulnerabilidad con la que están confeccionados unos personajes respiran realidad. Sin necesidad de metaforizar ni teorizar de un modo escolástico, sabe reflejar la situación política y socioeconómica, el distanciamiento de clases y de géneros que existe en un país empobrecido como es Irán. Farhadi traza una separación matrimonial con intereses discordantes (la emigración por el bien de la hija o el cuidado de un padre enfermo) vulcanizados por un incidente que pondrá a prueba su honestidad como padres y como personas enfrentadas a una comprometida situación judicial. Los valores que compensan la justicia y la moral se ven entorpecidos por otras cuestiones de carácter civil, judicial y religioso, que desfiguran las verdades a medias con engaños, falsedades compasivas y silencios provocados por las férreas creencias que limitan el papel de la mujer en un país donde ante la sinceridad muchas veces prevalecen las apariencias y las dudas, la dignidad familiar o la religión con el ánimo de proteger a la familia.
Conmovedora y transparente cinta en la que Farhadi le reserva al espectador un papel comprometido dentro de su categórica muestra de talento; la del juez que dictamine la posición y méritos de cada rol, el que concluya cuál será la decisión enigmática de esa niña que ha sufrido un desdichado viaje al mundo adulto. Su película entiende su alejamiento desde una posición crítica a favor de la intriga emocional y la preocupación que se apodera de unos actores estupendamente veraces. Una cinta sobre la verdad y la forma en que se llega a manipular cuando llega la hora de tomar decisiones que mediarán en la vida del entorno familiar capaz de romper a su vez valores como la lealtad y la confianza para acabar con una decepción que afectan, más allá de los obstáculos y desencuentros, afectan directamente a la inocencia y candidez de los hijos.
4. ‘El niño de la bicicleta (Le gamin au vélo)’, de Jean-Pierre y Luc Dardenne .
El cine de los hermanos Dardenne sigue en su cauce de golpe directo a la conciencia del público, alejados de ningún tipo de mensaje compasivo circunscrito a la emotividad. Su compromiso sigue férreamente apegado a la realidad minimalista de una sociedad agresiva y egoísta que amenaza con su incomprensión a personajes débiles y desheredados que necesitan afecto y atención. Para los directores su ideal narrativo sigue con vehemencia las vicisitudes de personas heridas emocionalmente que quieren huir de una espiral de problemas cuya conversión en la avenencia y estabilidad viene por una vía familiar para construir una esperanza. ‘El niño de la bicicleta’ supone otro hermoso encontronazo con su cine inmediato y absolutamente diligente con la una perspectiva de cuento moral que no decae en su actitud de ‘autor’, por primera vez punteada por notas sinfónicas que recalcan la voluntad artística de localizar nuevas perspectivas anexas a su metodología de universalizar la problemática del marginado sin desertar de su esencia. Los belgas cuentan la vida iniciática de ese muchacho díscolo y contestatario llamado Cyril que busca ansiosamente a la figura paterna que le abandonó en un centro de acogida y acaba encontrando el cariño y la comprensión de una madre adoptiva en forma de peluquera samaritana.
Un filme que insiste en una tipología de personajes con sentido de la evolución y coraje incorregible cuyo carácter para entrar en las pautas sociales e integrarse en ella utiliza símbolos ecuménicos como el perdón y la redención. Bajo un manto trágico, de fondo insólitamente fabulesco, la cinta alberga grandes dosis de optimismo en un cine como forma de conciencia social, con un lenguaje narrativo reconocible, pero con permisión hacia el cambio. A los Dardenne nunca les ha gustado traumas esgrimir fríos dramas emocionales abigarrados en una excesiva retórica, sino que siempre abogan por la dureza realista, por el gesto físico antes que la reflexión psicológica, la mirada de auxilio silenciosa antes que la dialéctica trágica. Y aquí, aunque todo eso sigue imperturbable, es cierto que existen ciertas concesiones a algunos lugares comunes ‘ficcionales’, pero sin dejar de lado verosimilitud en esta epifanía con asombrosa capacidad de síntesis y falta de sentimentalismo o de pretensiones morales.
3. ‘De dioses y hombres (Des hommes et des dieux)’, de Xavier Beauvois.
Allá por el año 1996, una noticia conmovió al mundo. Siete monjes cistercienses de un monasterio situado en las montañas del Magreb, en Tibhirine (Argelia) que habitaban en paz y armonía en un entorno demonizado por una facción de integristas islámicos y el ejército regular argelino fueron secuestrados y asesinados un grupo de radicales. Eran hombres de buena voluntad que ignoraban el fundamentalismo que les amenazaba y plantearon un objetivo humanista fundamentado en su misión de ayudar al prójimo, compartiendo y ayudando al hermano musulmán, sin adoctrinamientos más que sabios consejos vitales y médicos. Se trata de una visión reflexiva y pausada sobre el acercamiento entre religiones, donde el Islam se respeta y sólo cuando es malentendido por los radicales se convierte en una coacción y arma de sometimiento. Los monjes eran personas que habían aprendido a perdonar y compartir, asumiendo su decisión y poniendo en peligro sus vidas, respetando lo diverso con tolerancia, sin entrar a juzgar los distintos dioses, apoyándose en la idea de los hombres de fe que no entienden la radical inconcreción que separa el concepto de bondad de la de maldad. Y es lo que Beauvois logra transmitir con su filme.
Beauvois acerca la cámara casi de manera antropológica a la vida y sentimientos de estos hombres que exponen la convivencia con sus semejantes, la bondad y respeto por la humanidad y la tolerancia. Un cine espiritual que en ningún instante transita por la divinización de los clérigos, sino por su perfil arraigado a la clemencia y al altruismo, sin caer en juicios éticos sobre la comunidad musulmana más drástica ni sobre una fe católica ensalzada. La descripción de sus ideas respecto a esa misión, sus debilidades y miedos dentro de un mundo que se viene abajo sin que puedan entender el porqué de tanto terror suponen el corpus de una maravillosa película. Una cinta de grandeza poética y visual realmente suntuosa que tiene su mejor ejemplo en una cena de Navidad, cuando belleza y tristeza hacen florecer la espiritualidad y anticipa el fatal destino con las lágrimas de complicidad al son de las notas de ‘El lago de los cisnes’, de Tchaikovski. Más que un filme, ‘De dioses y hombres’ es una experiencia enriquecedora, tan intensa como conmovedora.
2. ‘Cisne Negro (Black Swan)’, de Darren Aronofsky.
Darren Aronofsky vuelve a escarbar en la violenta, cruda y dolorosa turbiedad de una obsesión, ésta vez en la de una bailarina en pleno auge. Su envidiable situación converge con su descomposición emocional y con los terrores atávicos por lograr la perfección a cualquier precio. Tiene un complejo infantil de sobreprotección materna que le hace conferir un grado de inseguridad enfermizo. La figura del ‘doppelgänger’ es fundamental dentro de ‘Cisne Negro’. Siguiendo las huellas literarias de Poe en ‘William Wilson’, de Freud en ‘Lo ominoso’, de Hoffmann en ‘Los elixires del diablo’ o de Dostoievsky en ‘El doble’, el filme de Aronofsky encuentra su sentido en el aterrador encontronazo que personifica el lado oscuro del “yo” desfigurado en un ser tenebroso como dualidad que atormenta a la inconsistente bailarina. Aronofsky asume los riesgos a los que conllevan los límites del exceso y, a cambio, como ya hizo en ‘El luchador’, se muestra minucioso en el tratamiento con el que desciende a los infiernos de la danza, dejando ver el sufrimiento y la entrega con la que se someten las profesionales del baile a su profesión. Con ello, el director de ‘Requiem por un sueño’ propone un incómodo cuento de hadas infectado por el sondeo de la parte más oscura del alma humana. Un periplo de autodestrucción y trastorno de un ser machacado física y sentimentalmente que ilustra cómo los efectos del artista por alcanzar la perfección de su arte puede desembocar en la locura.
‘Cisne negro’ vuelve a hablar de la bifurcación entre Bien y el mal, donde luz y la oscuridad se cofunden en un contexto de realidad y alucinación en el que los intersticios de locura hacen que la apocada y marginal muchacha, inocente y temerosa, vaya perdiendo su personalidad hasta lograr alcanzar esa sublimación de la perfección, en una liberación catártica donde se da una doble pugna segmentada en sacrificio; la de Nina y su lucha por dejar de ser como es y lograr sus objetivos y, por otro lado, la del cisne blanco por llegar a un cisne negro y romper así con el germen de la frígida y glacial distancia con el mundo, que deviene en terrores internos y en una extrapolación de un sexo inmaculado (y a la vez marchito) que sólo tiene cabida en sus dislocados trances onírico.
1. ‘El árbol de la vida (The tree of life)’, de Terrence Malick.
‘El árbol de la vida’ es el último milagro del iconoclasta director Terrence Malick, donde convierte el filme en un desafío de constante progreso personal y artístico que se define por un universo sensorial particular que deviene en la exploración de la profundidad del lenguaje, con un cine estimulante de estructura fragmentaria. El cine de Malick no es convencional y ‘El árbol de la vida’ no es diferente. Su densidad abrumante no es apta para todos los públicos, provocando con ello una filtración a la accesibilidad de su filosofía discursiva, en este caso a través de una odisea temporal y transgresora que armoniza la memoria de una familia instaurada a finales de los años cincuenta, puntuada en los recuerdos infantiles de un hombre sumido en el vacío existencial y una solemne deliberación visual sobre los orígenes de la Tierra. El profundo vínculo de la naturaleza y ser humano, de su hábitat, de la evolución y creación de mitos, del existencialismo teológico, parece decirnos Malick, es como una condición ‘sine qua non’, por eso su designio para trazar el drama familiar explora el génesis, la prehistoria, ignorando lo fugaz y lo visible para sumergirse en la idea de su objetivo por transmitir el carácter atávico de la esencia humana.
Estamos ante la película más espiritual e íntima de Malick, dolorosamente romántica que sublima su iconografía minimalista gracias a sus imágenes simbólicas, llenas de sentimiento y visualidad a la hora de declinar la materialidad obsesiva y especular sobre la confrontación dicotómica y abstracta entre la divinidad y la naturaleza. Una obra poética capaz de hacer sentir instantes, fragmentos de vida con todo lujo de detalle, sumida en la esencialidad percibida como arte indescifrable y fascinante que magnifica la destreza como director de Malick. ‘El árbol de la vida’ ofrece una epifanía que responde a las palabras de Shrii Shrii Anandamurti: “cuanto más concibe y percibe el artista su parentesco con Dios, mayor elevación alcanzará su arte”, que es el atributo que define la ambición epopéyica que posee una película que tributa al espectador con dosis de cine con mayúsculas. ‘El árbol de la vida’ es una experiencia total.
ACTOR 2011
Michael Fassbender (‘Un método peligroso’, ‘X-Men: Primera generación’, ‘Jane Eyre’).
Se ha convertido en el actor de moda. En las miradas de todos los grandes cineastas y el símbolo de un intérprete hecho así mismo que con voluntad y trabajo ha conseguido hacerse un hueco en el exigente estrellato de Hollywood. Lo tiene todo para seguir escalando y convertirse en uno de los grandes; mucha carisma, talento natural, un físico adaptable a cualquier tipo de papel y un tremendo olfato para elegir y medir los papeles que van conformando una incontestable buena filmografía donde destaca con gran diferencia su agradecida presencia. Este alemán de ascendencia irlandesa se ha dio haciendo un hueco con títulos muy heterogéneos, ofreciendo una polivalencia interpretativa en la que parece no tener mucha dificultad por destacar por encima de sus compañeros de reparto con una naturalidad y aptitudes que le posicionan en estos instantes como el actor a seguir con una asombrosa capacidad para resultar creíble tanto en papeles contemporáneos como de época.
Su llegada a Holywood dejó atrás su paso por alguna teleserie sin mucho renombre a excepción de la prestigiosa ‘Hermanos de sangre’ y un buen puñado de telefilmes. Su oportunidad le llegó gracias a la mano de Snyder con un pequeño papel en ‘300’, pero fueron Steve McQueen, con ‘Hunger’, el célebre preso del IRA fallecido en huelga de hambre Bobby Sands y de Quentin Tarantino en ‘Malditos bastardos’ los encargados de elevar su nombre a las portadas de los medios especializados. Desde entonces, el año que estaba esperando ha eclosionado este 2011 con roles protagónicos que no ha dejado indiferente a nadie. Desde su recreación de Magneto para ‘X-Men: First Class’ hasta su magnífica recreación de Carl Gustav Jung en el último Cronenberg, Fassbender tuvo tiempo de humanizar a Mr. Rochester de la nueva adaptación de Jane Eyre y recibir todo tipo de elogios y galardones por ‘Shame’ trabajo aún inédito en nuestro país con el que obtuvo la Copa Volpi en el Festival de Cine de Venecia, en los British Independent Film Awards y por el que ha sido nominado a los Globos de Oro. Todo indica que será por este papel de un adicto al sexo con graves problemas afectivos.
ACTRIZ 2011
Natalie Portman (‘Cisne negro’, ‘Sin compromiso’, ‘Thor’, ‘El amor y otras cosas imposibles’, ‘Caballeros, princesas y otras bestias’).
Bien podría haber sido este el año de estupendísimas actrices que han demostrado un talento capaz de acaparar portadas y reconocimientos. Ejemplo de ello son la incombustible Emma Stone, el espectacular lanzamiento de Jessica Chastain, el asentamiento de Carey Mulligan o el definitivo estrellato y demostración de talento de Keira Knightley, pero lo cierto es que el año empezó siendo de Natalie Portman. Su papel en ‘Cisne negro’ es de los que no se olvidan fácilmente. Su portentosa exhibición interpretativa dando vida a esa bailarina endeble, acuciada por la oscuridad de su alma patentizó un talento increíble es de un reconocimiento aplastante. Su dulce rostro magnificaba cada instante un mundo interior hermético y desagradable, que escondía el desconcierto y la indefensión de su rol. ‘Thor’, ‘El amor y otras cosas imposibles’, ‘Caballeros, princesas y otras bestias’ y, sobre todo, la espantosa ‘Sin compromiso’ no deberían oscurecer el tremendo papelón del personaje que le otorgó en marzo el Oscar a la mejor actriz. Sus rivales han sabido diversificar mejor su año. No obstante, Portman (que ya fue la actriz abismal del año 2005, temporada que dejó su madurez interpretativa con títulos como ‘Closer’, ‘Garden State’ y ‘Free Zone’) siempre ha mostrado una loable devoción por el riesgo, por el cambio de registro y por una vena más polifacética que el resto de sus generación.
Su baile, sus miradas, su dolor físico… lograron traspasar la pantalla con asombrosa facilidad como en su día ya hiciera con Mikcey Rourke en ‘El luchador’. No cabe duda que Aronofsky sabe incitar a dejarse la piel en un duro desafío. Portman ha tenido un año completo en cuanto a estrenos se refiere. Sin embargo, han sido trabajos que están muy por debajo de su frágil carisma. Su actuación es antológica, poniendo toda su voluntad en la propuesta, superando el reto técnico del exigente del baile y entregando un viaje entusiasta y emocional que resulta definitivamente extenuante.
DIRECTOR 2011
Terrence Malick (‘El árbol de la vida’).
Terrence Malick es diferente. Tanto su cine como su enigmática figura dentro del ‘establishment’ de Hollywood. O al menos, así lo ha venido demostrando a largo de su carrera. Cinco filmes en casi cuatro décadas como cineasta. Hermético y misterioso, ajeno al marasmo promocional y publicitario, esquivo y casi fantasmal con la prensa, Malick ha aparcado su fama de misántropo para seguir urdiendo su leyenda en su particular camino por conseguir la alquimia cinematográfica. Malick teje su cinta más ambiciosa, más arriesgada y autobiográfica. Una película que se abre con la pregunta… ¿cuál s el sentido de la pérdida de alguien contextualizado dentro de la eternidad? No puede dejar una pauta de normalidad ante una experiencia no apta para todos los públicos.
Para Malick, el cine es una vía de ruptura con el concepto clásico del cine, donde la cognición del amor y del perdón viene implícito en la vida y logra de este modo que lo tradicional resulte infrecuente. En ‘El árbol de la vida’ parece sucumbir parcialmente a un artificioso término místico, abriendo la puerta al escarceo con el entendimiento divino y la abstracción llevada a entender la muerte y asumir la esperanza de un reencuentro, pero es parte fundamental para entender la comprensión de la culpa del pasado y la expiación de aquellos sentimientos arraigados a los recuerdos de una infancia. Es cine complejo y poco accesible, pero abarca tantas esferas que no puede dejar de ser universal. 2011 será el año en que Malick volvió a describir su poética, a legar una proeza de magia filosófica, donde se entrelaza su vocación de artista y artesano con la de un humanista que habla desde lo más indescifrable y fascinante que reside en el interior del ser humano.
PELÍCULAS DESTACADAS
- ‘Valor de Ley (True Grit)’, de Joel y Ethan Coen. (Leer crítica).
- ‘Nunca me abandones (Never let me go)’, de Mark Romanek. (Leer crítica).
- ‘El Diablo bajo la piel (The killer inside me)’, de Michael Winterbottom.
- ‘Animal Kingdom (Animal Kingdom)’, de David Michôd.
- ‘Amor y otras drogas (Love and other drugs)’, de Edward Zwick.
- ‘X-Men: Primera generación (X-Men: First Class)’, de Matthew Vaughn. (Leer crítica).
- ‘Sin límites (Limitless), de Neil Burger.
- ‘13 asesinos (Jûsan-nin no shikaku), de Takashi Miike.
- ‘El mundo según Barney (Barney’s version)’, de Richard J. Lewis.
- ‘Los amos de Brooklyn (Brooklyn’s finest)’, de Antoine Fuqua.
- ‘Potiche, mujeres al poder (Potiche)’, de François Ozon.
- ‘El ilusionista (L'illusionniste)’, de Sylvain Chomet.
- ‘El inocente (The Lincoln Sawyer)’, de Brad Furman.
- ‘Pequeñas mentiras sin importancia (Les petits mouchoirs)’, de Guillaume Canet.
- ‘The company men (The company men)’, de John Wells.
- ‘El origen del Planeta de los simios (Rise of the Planet of the Apes)’, de Rupert Wyatt. (Leer crítica).
- ‘Four Lions (4 Lions)’, de Christopher Morris.
- ‘Tourneé (Tourneé)’, de Mathieu Amalric.
- ‘Tokio blues (Norwegian wood)’, de Kenichi Matsuyama.
- ‘El último verano (36 vues du pic Saint Loup)’, de Jacques Rivette.
- ‘Cirkus Columbia (Cirkus Columbia), de Danis Tanovic.
- ‘La deuda (The debt)’, de John Madden.
- ‘Another year (Another Year)’, de Mike Leigh.
- ‘Margin Call (Margin call)’, de J.C. Chandor.
- ‘Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio (The Adventures of Tintin)’, de Steven Spielberg. (Leer crítica).
- ‘Melancolia (Melancholia)’, de Lars Von Trier.
- ‘Contagio (Contagion)’, de Steven Sodergberg.
- ‘El topo (Tinker, Tailor, Soldier, Spy)’, de Tomas Alfredson.
CINE ESPAÑOL
- ‘Blog’, de Elena Trapé.
- ‘También la lluvia’, de Icíar Bollaín.
- ‘18 comidas’, de Jorge Coira.
- ‘Secuestrados’, de Miguel Ángel Vivas.
- ‘No tengas miedo’, de Montxo Armendáriz.
- ‘Guest’, de José Luis Guerín.
- ‘La cara oculta’, de Andrés Baiz.
- ‘No habrá paz para los malvados’, de Enrique Urbizu. (Leer crítica).
- ‘La piel que habito’, de Pedro Almodóvar. (Leer crítica).
- ‘Mientras duermes’, de Jaume Balagueró. (Leer crítica).
- ‘Eva’, de Kike Maillo.
DECEPCIONES
- ‘The fighter (The fighter)’, de David O. Russell.
- ‘Cars 2 (Cars 2)’, de John Lasseter y Brad Lewis. (Leer crítica).
- ‘Sucker punch (Sucker punch)’, de Zack Snyder.
- ‘Insidious (Insidious)’, de James Wan.
- ‘El último exorcismo (The last exorcism)’, de Daniel Stamm. (Leer crítica).
- ‘Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia! (The Hangover Part II)’, de Todd Phillips. (Leer crítica).
- ‘La boda de mi mejor amiga (Bridesmaids), de Paul Feig.
- ‘Somewhere (Somewhere)’, de Sofia Coppola.
- ‘Cowboys & aliens (Cowboys & aliens)’ Jon Favreau.
- ‘30 minutos o menos (30 minutes or less)’, de Ruben Fleischer.
- ‘Attack the block’ (Attack The Block), de Joe Cornish.
- ‘Drive (Drive)’, de Nicolas Winding Refn.
PEORES PELÍCULAS
- ‘The Tourist (The Tourist)’, de Florian Henckel.
- ‘La daga de Rasputín’, de Jesús Bonilla.
- ‘Caballeros, princesas y otras bestias (Your Highness)’, de David Gordon Green.
- ‘Sin compromiso (No strings attached)’, de Ivan Reitman.
- ‘Caperucita Roja ¿A quién tienes miedo? (Red Riding Hood)’, de Catherine Hardwicke.
- ‘Green Lantern: Linterna Verde (Green Lantern)’, de Martin Campbell. (Leer crítica).
- ‘127 horas (127 hours)’, de Danny Boyle.
- ‘Los pitufos 3D (The Smurfs)’, de Raja Gosnell.
- ‘Fast & furious 5 (Fast five), de Justin Lin.
- ‘Country strong (Country strong)’, de Shana Feste.
- ‘Larry Crowne, nunca es tarde (Larry Crowne)’, de Tom Hanks.
- ‘Sin salida (Abduction), de John Singleton.
- Jack y su gemela (Jack y Jill), de Dennis Dugan.
FUTURAS ‘CULT MOVIES’
- ‘Monsters (Monsters)’, de Gareth Edwards. (Leer crítica).
- ‘Código fuente (Source code), de Duncan Jones. (Leer crítica).
- ‘Win win (Ganamos todos)’, de Tom McCarthy.
- ‘Blitz (Blitz)’, de Elliott Lester.
- ‘Scream 4 (Scream 4’)’, de Wes Craven.
- ‘Red (Red)’, de Robert Schwentke. (Leer crítica).
- ‘Piraña 3D (Piranha 3D)’, de Alexander Aja. (Leer crítica).
- ‘El perfecto anfitrión (The perfect host), de Nick Tomnay.
LO MEJOR…DE OTROS AÑOS
- 2004.
- 2005.
- 2006.
- 2007.
- 2008.
- 2009.
- 2010.

sábado, 24 de diciembre de 2011

FELIZ NAVIDAD 2011, amigos del Abismo

“Esta noche es Nochebuena. Y mañana Navidad. Saca la bota María que me voy a emborrachar”. Parece un dislate absurdo, pero creo que en estas líneas de unos de los villancicos más populares se esconde una de las grandes verdades de estas fiestas. Se trata no evidentemente de cogerse una cogorza hasta caer al suelo sin conocimiento, pero sí de disfrutar sin complejos, de procurar ser feliz sin preocupaciones y evitando los problemas diarios que nos asolan en nuestra gris rutina. La Navidad tiene esta parte real, más allá de la parafernalia consumista o la aparente hipocresía que se vislumbra en este tipo de celebraciones. Desde su origen pagano, donde la confusión atávica ante el inexorable ciclo vital, del invierno y del verano, se ha creado una tipología de fiesta dentro de sus solsticios que hay que aprender a valorar con la importancia que debe tener.
Incluso desde un punto de vista religioso, sobre el sentido de las fiestas y la esencia de la Historia de la Navidad se apega al presente con más fuerza que nunca. Al fin y al cabo, el nacimiento de Jesús invoca a la necesidad de los pobres y los humildes a escapar de la amenaza de los poderosos que nadan en la abundancia y les hostigan y apesadumbran ante una única meta, que es ser felices y vivir como mejor se pueda ante una época de pobreza y amenazas. Como en estos momentos. Bueno, más o menos. Mi ateísmo me hace verlo de esta manera para poder vivir con fruición esta excusa.
La navidad hay que preconizarla, amigos. Hay que percibirla con complacencia, aunque sea por estética y vistosidad, por la preferencia a la algarabía que acompaña a esta época, por las ridículas cestas con embutido barato, por el champán de marca absurda y el turrón del duro, por esperar a que los niños sudamericanos de San Ildefonso canten el Gordo y que ése sea nuestro número, por salir de fiesta casi de continuo y emborracharse con compañeros de trabajo, familia, amigos de siempre, amigos lejanos, amigos de amigos, desconocidos…. Aunque también para proponerse sin éxito ser mejor persona y objetivos ridículos para el Nuevo Año que se irán desvaneciendo a partir del día 2 de enero. Una época para comer y beber de todo sin control y saborear todo tipo de reencuentros. Sé que para algunos esto de celebrar la Navidad se ha convertido en una actividad infamada y apática. No dejemos que los árboles no sean decorados y, como en el cuento de Christoher Morley, salvemos el sentido último de salvación que tiene en su subtexto esta celebración. Al fin al cabo, los que soportan el poder siguen siendo nuestro señor Potter particular y nosotros, agobiados por el sistema, ejercemos de George Bailey. Intentemos demostrar que la humanidad es capaz de variar su condición y de ser digna de redención.
Si este 2012 venidero simboliza el Fin del Mundo, al menos hagamos que sea el mejor de nuestras vidas, aunque las condiciones adversas no sean las más indicadas para ello. Tenemos que valorar en su justa medida estas Fiestas arraigadas a las guirnaldas, al muérdago, a las luces de colores, a los belenes, a un pequeño pino talado violentamente para goce efímero de la vista, a la predisposición de los buenos sentimientos convertidos a la mínima de cambio en encendida mala hostia. Eso es la Navidad.
Felices fiestas, amigos del Abismo. Si es que todavía queda alguien que siga este blog.
Un abrazo a tod@s.