lunes, 24 de enero de 2011

'Ronin', de John Frankenheimer y los daños colaterales

Una de las últimas grandes películas del artesano de la acción y la violencia John Frankenheimer es ‘Ronin’, tremendo homenaje al ‘McGuffin’ hitchcockiano que ha dado el cine de acción en sus últimas décadas. Una maleta cuyo contenido permanece durante todo el metraje oculto y misterioso sirve como excusa para generar un trepidante ‘thriller’ a la europea que escapa a los tópicos con una facilidad sujeta al entretenimiento y suspense de una compleja historia de espionaje internacional. Un filme en el que la acción sostiene cada uno de los resortes de un argumento sin la que la severidad áspera de género puro no se sostendría. ‘Ronin’ es adrenalina sin concesiones a dobles juegos, vertida sin filtros a velocidad vertiginosa, sin los esteticismos ni las ‘moderneces’ de cámara al hombro que tanto se dan hoy en día, asumiendo el montaje con los estrictos códigos de la narración para sortear de este modo cualquier compendio neurasténico que, por infortuna, nos estamos acostumbrando a ver.
La película de Frankenheimer, digámoslo ya, es una de las joyas del cine de acción clásico más genuinas de los 90. Un canto a la visceralidad de un suspense donde cada movimiento y la utilización de la música son casi elegíacos. Estamos ante las mejores persecuciones de coches que ejemplificar los valores de dirección de una ejecución perfecta, donde todo está estudiado al milímetro y la sensación de velocidad y aceleración imponen la lógica de la perfección en cuanto a este tipo de escenas se refiere. La clave: Frankenheimer nunca rodó este tipo de escenas con una segunda unidad, sino que era él mismo quien supervisaba hasta el más mínimo detalle todo el entramado automovilístico cuidando pormenorizadamente los modelos que aparecen en el filme; en este caso los Audi S8, Mercedes 450 SEL 6.9, BMW M5 o coches de cilindrada más baja como los Peugeot 406 y 605 o Citroën XM. De hecho, la película es una de las más reseñadas en los foros de coches que subsisten en la red.
Llama la atención, no obstante, algo que no suele ser habitual en el cine de género y que Frankenheimer utiliza de un modo avieso y divertido. Se trata de los daños colaterales que provocan los disparos perdidos de los protagonistas. Las personas anónimas que caen heridas o muertas por culpa del fuego cruzado de balas o que chocan con una situación ajena a ellos que les afecta con unas consecuencias funestas. Casi con un malévolo regodeo, el cineasta extrema la violencia llevándola a límites de perversión voluntaria. Nunca en otra producción hollywoodiense personajes que apenas aparecen dos segundos en pantalla habían caído espontáneamente de forma fortuita, fruto de tropezar con una situación aciaga en el momento menos indicado. Un toque de humor retorcido que puede pasar desapercibido en un primer visionado, pero que resulta muy acorde con ese fondo de la figura del rōnin, el guerrero que no responde ante nadie cuyos objetivos se mueven únicamente por dinero y bienestar del honor, caiga quien caiga. En este aspecto destacan las sencuencias en las que Gregor (Stellan Skarsgård) apunta a una niña con una pistola de mira telescópica con el pulso firme para poner a prueba a otro de los elementos que ansían la dichosa maleta o dispara sin compasión a la bailarina Natacha Kirilova en plena función de patinaje sobre hielo.
Un trabajo de artesano por parte del gran Frankenheimer que se beneficia de la narrativa argumental de David Mamet, que aquí se esconde bajo el pseudónimo de Richard Weisz. Una fascinante historia de persecuciones, traiciones y mucha acción en hermosos cónclaves como Venecia, el anfiteatro de Arlés o las calles de París. Un ‘thriller’ con vocación europeo que mezcla de ex agentes de la CIA, de la KGB y oscuros componentes de bandas irlandesas para proponer, en su final, un ficticio acuerdo de paz entre el Sinn Féin y el Reino Unido como resultado de la muerte de Seamus, el villano de la función interpretado por Jonathan Pryce. Un extraño ‘Happy End’ que cierra las vicisitudes de un elenco muy adecuado encabezado por Robert De Niro, Jean Reno, Natascha McElhone, Sean Bean, Michael Lonsdale y los mencionados Skarsgård y Price.

miércoles, 19 de enero de 2011

'The Walking Dead', una serie llena de incógnitas

Vale, ya está. Ya he visto la primera temporada completa de ‘The Walking Dead’, la adaptación televisiva (más bien cinematográfica) del cómic creado por Robert Kirkman. Ambos formatos muestran el pesimismo de una sociedad resquebrajada y mutilada por un evento global desconocido que ha provocado que la casi totalidad del mundo vague ahora por las calles convertida en desorientados zombies en busca de carne para satisfacer sus instintos básicos. Entre ellos, el sheriff sureño Rick Grimes, que después de ser tiroteado en cumplimiento del deber, despierta en un hospital que ha sido desvastado con esta plaga. Grimes, aturdido y desinformado, comienza a encajar las piezas del terrible puzzle que se le viene encima.
Los primeros compases, hasta la llegada del comisario a la ciudad de Atlanta, siguen escrupulosamente la guía del cómic, casi plano por plano. La utilización de un tiempo dilatado va componiendo el espíritu de la serie, que sigue a rajatabla las pautas de una serie televisiva que pronto empieza a variar respecto a su traslación del cómic original. La atmósfera, la acción y el taciturno brillo poético van envolviendo los movimientos de un episodio piloto que es la ejemplificación de todo el potencial que reside en el cómic y de la promisoria variabilidad de este nuevo formato, con un alejamiento que va a producirse dentro de unos parámetros de respeto muy adecuados de las páginas tebeísticas; en especial esa poderosa secuencia del tanque y su posterior desencadenante que promueve cierta inquietud en los fans de la creación de Kirkman.
Frank Darabont, retomando el pulso de la sensacional ‘La Niebla’ (amén de los directores que le suceden en esta primera toma de contacto) sabe transmitir ese sufrimiento y tortura en el que aguantan los supervivientes, tomándose su tiempo, dibujando con pequeñas pinceladas las torturadas personalidades de la fauna que subsiste ante el horror. Como ese hombre y su hijo que permanecen en el barrio suburbial esperando a poder olvidar la muerte de la madre de la familia, infectada por el virus de los zombies o los componentes de la avanzadilla de Atlanta, así como los que han compuesto una pequeña familia a las afueras de la gran ciudad. El panorama resulta descorazonador. Se presenta como una especie de ‘western’ postapocalíptico donde la ley del más fuerte dicta los movimientos de sus personajes. Darabont diseña con cuidado todo lo que rodea esa premisa absolutamente maravillosa, dejándose de sentimentalismos y dando libertad a los personajes para que protagonicen momentos en los que transmiten un sentido comprensivo de la devastación emocional que se traduce en lo que está pasando a su alrededor.
Ante todo, el paisaje de ‘The Walking Dead’ no aporta nada nuevo a la genealogía zombie. Los elementos estándar y reconocibles del género están todos aquí. No hace falta innovar en el modo de operar de los zombies para que éstos sigan siendo la amenaza referencial de un porvenir catastrófico e inquietante. Se destacan pequeños hallazgos soberbios, como ese cuerpo putrefacto con sus mandíbulas al aire, sin piernas, que se arrastra en una frustrada y constante búsqueda de comida imposible que desemboca en un acto de piedad inolvidable. Como sucedía en el cómic, una vez que intuimos el devenir de los acontecimientos, uno está preparado para engancharse a esta nueva propuesta de la cadena AMC y que La Sexta emite estos días con gran éxito de audiencia.
A la serie se le puede increpar, de entrada, la excesiva humanización de su protagonista, su voluntarioso empeño en ayudar a los demás, afrontando los riesgos innecesarios y los conflictos de un modo idealista, para que su integridad como persona componga el mejor valor de un rol que se superpone de inmediato a los demás. Algo que en el cómic se cuestiona desde su comienzo, haciéndole un héroe más ambiguo y menos cinematográfico. No tan homérico como el que aparece aquí. Existen otras diferencias respecto al cómic que vulneran demasiado la fuerza de la idea. Sin adelantarse a los acontecimientos, es mejor esperar a ver por qué senda se encauza la segunda temporada. ‘The Walking Dead’, por supuesto, es plausible dentro de una metáfora contextual presente en una época donde el caos y el desequilibrio diseccionan la sociedad en estratos muy diferenciados. Deja ver carencia en algún desequilibrio entre drama y acción, sin hacer pensar que se trata de un efecto premeditado.
En este terreno, el despido fulminante por parte de Darabont de todos los guionistas de estos primeros episodios abre la puerta a muchas incógnitas. El mejor ejemplo de ello, es el episodio final, que se toma a la ligera cualquier condicionamiento futuro, echando por tierra cualquier tipo de credibilidad y seriedad antes planteada. Da la impresión de que no saben cómo orientar muy bien lo que sucedía en el desenlace del primer tramo de la serie de cómics, que rompía inocencias y mentalidades para posteriores entregas de violencia bien racionalizada mucho más allá de los zombies. Sin embargo, aquí todo termina de una forma enloquecida logrando desubicar al espectador y extirpando cualquier tipo de ansía por recuperar las aventuras de estas víctimas del entorno devastado. Una variación que ocasiona dudas dentro respecto a ese fondo argumental a la hora de seguir traduciendo el universo ‘post-crisis’ de zombies y amenazas con un sentido de continuidad que, por lo menos en esta primera temporada, no han conseguido. Tal vez, porque necesitaban saber que el éxito debía ser multitudinario para afrontar con garantías un coste que reabra el camino de la serie televisiva a los cimientos narrativos y argumentales de un cómic que se transforma en un drama multigénero muy adictivo y coherente. De momento, el tiempo une como factor clave la viñeta y los designios de esta, de momento, prometedora serie de televisión. Esperemos a la segunda entrega para formular un veredicto.

lunes, 17 de enero de 2011

68th Golden Globes: 'La red social' encaminada a los Oscar

Los Globos de Oro, un año más, pusieron en evidencia que no sólo que se trata de un evento con glamour pero informal, donde en cada mesa se ponen finos a Moët & Chandon y otros elixires y hasta donde el presentador sale cada dos por tres con un vaso en la mano, sino que en esta 68ª edición también ejemplifica la rubrica de avenencia de esa manida frase que la denomina “la antesala de los Oscar”. Esto es muy frecuente. Sin embargo, no lo es tanto el hecho de que Ricky Gervais apareciera en sus fugaces presentaciones como un maestro de ceremonias perfectamente inoportuno y sedicioso. Cada vez que salía al escenario, las risas se congelaban y la correspondencia a su humor dejaba helado al personal. Ante el asombro de todos, el actor británico soltó perlas sardónicas y bastante groseras sobre algunos de los aspectos más sutiles y silenciados de Hollywood, criticando películas y dando hostias verbales aquí y allá, le dio estopa al multimillonario dueño del imperio Playboy Huhgh Heffner, así como a algunas estrellas como Bruce Willis y Tim Allen, aludió filmes que ni siquiera estaban nominados, lanzó dardos a la cienciología y cuestionó la sexualidad de alguno de sus miembros, aludió al alcoholismo de algunas estrellas televisivas como Charlie Sheen y arguyó razones de preferencias en las candidaturas por parte de los integrantes de la prensa que montan el sarao a alguna película horrenda candidata en varias categorías (como ‘The Tourist’). Fue un rebelde que justificó que la línea de incorrección política es eficaz y divertida. Aunque claro, hoy todos los medios y Hollywood se llevan las manos a la cabeza. Con ello se evidencia que el mundo del oropel no entiende de críticas y dardos envenenados. No le gusta la verdad, ni el humor subido de tono. Y Gervais a buen seguro que no regresa el año que viene a presentar la gala. Una pena.
Por lo demás, esta edición de los Globos puede marcar una pauta clara que lo que sucederá el próximo el 27 de febrero en el Kodak Theatre, con Anne Hathaway y James Franco ejerciendo de presentadores (Hollywood respirará tranquila al no tener un Gervais que levante suspicacias), puesto que las apuestas se cumplieron de una manera armoniosa. ‘La red social’, el filme de David Fincher, fue la gran triunfadora de la noche. Se llevó cuatro globitos a casa (mejor música original, mejor guión, mejor director y mejor drama), ‘Los chicos están bien’, de Lisa Cholodenko se hizo con dos galardones (mejor comedia y actriz de comedia para Annette Bening) y ‘The fighter’ otros dos globos, los de mejores secundarios para dos excelentes intérpretes como Melissa Leo y un camaleónico Christian Bale. En apartado actoral las apuestas para los Oscar se consolidan en dos nombres; Colin Firth por ‘El discurso del Rey’ y Natalie Portman por ‘El cisne negro’. ‘Toy Story 3’ se llevó el de película de animación, pero hasta sería lógico que en los Oscar pudiera ganar el de mejor película del año. Eso sí que sería justicia y un dato para la historia. Obviamente, no será así.
En el apartado televisivo, ‘Glee’ y ‘Boardwalk empire’ acapararon los galardones más importantes, destacando la sorpresiva distinción al mejor actor de comedia para Jim Parsons, el Sheldon de ‘Big Bang Theory’. Otra de las cosas que destacó en un apartado más frívolo fue las impresionantes cirugías estéticas de gente como Jane Fonda (que con 70 años parece que tiene 40) o Jeremy Irons (más joven que hace veinte años). U otras, en su extremo negativo, como la de unas algo repelentes Nicole Kidman o Vanessa Williams, cada día más irreconocibles. Con algo más de “naturalidad” las bellezas de la noche fueron Emma Stone, la veterana Michelle Pfeiffer, Alicia Keys, la esquelética Megan Fox o actrices que no disimulan su edad y relucen con naturalidad, como Annette Bening y Helen Mirren. David Fincher le dio las gracias, entre otros, a Mark Zuckerberg como principal valedor de la que está llamada a ser la gran ganadora de los próximos Oscar. Eso sí, echaremos de menos a Gervais el años que viene.

viernes, 14 de enero de 2011

'My Best Friend's Birthday', la primera película de Tarantino

En 1987, con sólo veintidós años, Quentin Tarantino (I) y (II) se propuso rodar su obra debut, la inédita ‘My best friend’s birthday’. Le costó tres años de rodaje y casi cinco mil dólares de su propio bolsillo. Se rodó con una vieja Bolex de 16 mm. que le prestó su amigo Craig Hamann, que también protagonizaba la cinta junto a Tarantino y que trabajaba con éste en el Video Archives de Manhattan Beach. También se unieron al proyecto otros currantes de videoclub como Rand Vossler y Roger Avary. La leyenda cuenta que no pudo acabarla y que se extravió uno de los rollos finales de metraje. También se cuenta que el entusiasmo del futuro genio del cine se cercenó al ver el producto final de lo que había rodado, pues no se esperaba algo tan decepcionante. Tarantino pensó en rodarla de nuevo, pero Hamann, bastante harto de trabajar de forma agotadora con Quentin, se negó a repetir la experiencia.
Fue le primer golpe de efecto. La lección que un cineasta con el arrojo y la valentía de meterse de lleno en un rodaje de principiante sin tener muy claro cuál sería el resultado necesitaba para abrir lo ojos a lo que supone el sacrificio y el riesgo de rodar de forma independiente. Después llegaría la escritura de ‘Amor a quemarropa’ y de ahí a ‘Reservoir Dogs’. Lo que sucedería después pasaría a la historia popular y particular del que es uno de los cineastas más brillantes y destacados del cine moderno.
36 minutos de los 70 que duraba el total del filme se pueden ver en Youtube. Juzgad vosotros mismos.

martes, 11 de enero de 2011

Nominaciones XXV Premios Goya. Grandes olvidos.

Echando un vistazo las nominaciones de estos XXV Premios Goya, uno se para a pensar cosas. Fenómenos sin lógica que evidencia algo de incoherencia dentro de los círculos que componen esa férrea y enclaustrada industria que se da en llamar Cine Español. Un poco como esa cutre exhibición de colegueo que se ha dado a la hora de presentar la gala de nominados con Jorge Sanz, Marta Etura y la voz en off del Presidente de la Academia apuntando en una hoja con un fluorescente como si estuviera haciendo una quiniela deportiva ¿Cómo es posible que la controvertida ‘Balada triste de trompeta’, de Álex de la Iglesia, más allá del aluvión de candidaturas que ha obtenido, no vea recompensada la mejor labor dentro del cómputo de la película? Me refiero a la incongruencia de no ver a Carlos Areces nominado a mejor actor (que bien podría haber sido a la mejor actor revelación, vistos los arbitrios que siguen a la hora de nominar en esta categoría). Su labor es lo más brutal y brillante de un filme radical. En él nace el interés de la historia, representa el acierto mayúsculo con el que el actor da una lección de mutación, de crecimiento interpretativo en pantalla pasando de ser un ingenuo y apocado personaje hasta convertirse en una bestia temerosa. Me atrevería a decir que incluso supera la magnífica composición de Javier Bardem en ‘Biutiful’.
Tampoco entiendo muy bien porqué la labor de dirección artística de ‘Agnosia’ no está, al menos, mencionada como una de las más sobresalientes del año. Ni porqué Emilio Aragón opta como mejor director novel por una de las películas más paupérrimas de la temporada en el que, precisamente, la peor parte se la lleva uno de los mandamases de ‘La Sexta’. Aunque me lo imagino. También es triste que una de las mejores producciones nacionales, ‘El Gran Vázquez’, de Óscar Aibar, haya quedado fuera de la carrera final por llevarse algún Goya. Tampoco está ‘Héroes’, ‘Entrelobos’, ‘Secuestrados’… Por lo demás, estamos de acuerdo. A ver si ahora porque se echen de menos algunos nombres vamos a abominar los premios del cine español. Vale, las películas que acumulan más candidaturas son las esperadas, los grandes títulos de este año; además del acopio de la obra de De la Iglesia, el riesgo y la voluntad recompensados a Agustí Villaronga de ‘Pa Negre’ y la lógica (si no hubiera sido absurdo enviar la película como representante española a los Oscars) de ‘También la lluvia’, de Icíar Bollaín, tampoco hay sorpresas en los restantes apartados, aunque, por ejemplo, las nominadas a mejor actriz dejen un poso de despreocupación sobre el consecución del galardón. Habrá que ver qué sucede en la velada del 13 de febrero.
Vamos a hacer una cosa. Independientemente de los antojadizos resultados de esta, al fin y al cabo, competición por dejar sobre el papel la que se considera mejor película española del año, podemos considerar ‘Enterrado (Buried)’, la película de Rodrigo Cortés, cinta americana de vocación, española de espíritu y producción, como la película más destacada del año. Por encima de cualquier otra. Sin paliativos. Así no nos llevaremos sorpresas ni decepciones.
Lista completa de nominados.
(Fuente: EL PAÍS).

lunes, 10 de enero de 2011

Homenaje Juan Piquer Simón, icono del cine fantástico y de terror español

1935-2010
Es una pena que los medios de comunicación, en su habitual y decadente deterioro, no se hayan hecho eco de la muerte de Juan Piquer Simón, uno de los cineastas referentes del cine fantástico y de terror español. Uno de esos directores trascendentales en la consecución de un cine de género que ha sido ignorado por el gran público y por parte de la crítica. Este valenciano que nos ha dejado a los setenta y cuatro años, víctima de un cáncer, irradia el recuerdo de aquellos fans irredentos que nunca podrán olvidarle. Una pieza fundamental dentro de un estilo poco avivado, de un amor por la variedad hacia un tipo de cine que parece ajeno a lo español, como también lo han sido Paul Naschy, Jesús Franco, Leon Klimovsky, Carlos Aured o Amando de Ossorio.
Piquer Simón fue un trabajador del medio, un temerario que usaba la fantasía como arma, cuyo estilo se asentaba en la trinchera. Invariablemente de los medios y presupuestos, hizo de la ilusión su mejor aliada. La serie B fue un terreno de crecimiento personal y artístico que le valió que su nombre fuera conocido más allá de nuestras fronteras y lo que le convirtió aquí en un cineasta de culto, un realizador irrepetible. Películas como ‘Viaje al centro de la tierra’, ‘Supersonic man’, ‘Misterio en la isla de los monstruos’, ‘Mil gritos tiene la noche’ (que llegó a recaudar 25 millones de dólares sólo en Estados Unidos), ‘Slugs’, ‘La grieta’, ‘La mansión de Chtulu’, ‘La isla del diablo’, ‘El escarabajo de oro’… representan el ideal de un hombre y su lucha contra los elementos de la indolencia nacional hacia este tipo de productos audiovisuales arrinconados en la memoria. Con la inquietud del entretenimiento como fuente de energía, con afán esteticista y noble, con vocación de artesano y espíritu ambicioso en un entorno industrial que le dio la espalda, Pique Simón chocó de bruces con el desarrollismo y con el exitoso destape, que hicieron imposible el resurgir de un género irrecuperable en el clasicismo fílmico de un país que ahogó la serie B y los productos de género tan dados a la ilógica marginación. En España somos dados a ningunear figuras importantes y a exaltar otras que no merecen reconocimiento. Mitos a recuperar que han trabajado en función del amor por el cine. Gente que lo ha dado todo porque el cine español no cayera en el ostracismo y la apatía con la que sucumbe con gran facilidad. En esta categoría es donde hay que ubicar una figura importante en l a Historia del Séptimo Arte español.
El entrañable Piquer Simón arriesgó su carrera con la posibilidad de mostrar otros contextos que le equiparan a los grandes nombres del cine contemporáneo patrio. Ahí es donde merece estar, máxime con aquellas producciones donde el terror supuso un cenit con cotas insuperables, que no renunciaron a un propósito comercial alejado de lo reiterativo, sin traicionar el testimonio genérico tan fascinante como ignoto, de vocación ‘pulp’, de esencia honesta, donde horror y fantasía pudieran proponer una alternativa novedosa. El cineasta valenciano deja un buen puñado de obras a reivindicar, donde la aventura, la acción, la ciencia ficción y la hemoglobina encuentran su nobleza dentro de la cinematografía nacional. Nunca ganó un Goya, ni siquiera honorífico. Pocos se acordaban de su nombre. Tampoco hacía falta. Porque los que aman el cine de género le recordarán siempre con cariño y devoción. La memoria histórica le debe su sitio como el gran nombre de cine que ha sido. Y así debería ser.
D.E.P. maestro.

viernes, 7 de enero de 2011

El Abismo 2010

2010 ha sido un año nefasto. Por muchas razones. Sin embargo, recopilando textos, echando un vistazo atrás, merece la pena destacar algún que otro texto que simbolice un poco lo que ha sido este ‘Un Mundo desde el Abismo’ en términos de blog veterano con achaques, como todo lo viejo que sobrevive entre la novedad y nuevos vicios cuya finalidad común es la pérdida de tiempo. Intentando diversificar, seleccionando de entre tanta referencia cinematográfica, el blog ha dejado algún momento emotivo, algunos ‘posts’ llamativos y muchos absurdos.
Este podría ser el repaso del año 2010 abismal.
- ‘El milenio del desencanto’: Reflexión sobre el futuro que nos vendieron y el futuro que tenemos.
- ‘El inesperado adiós del abuelo Manolo’: Las despedidas son siempre tristes. Empezar el año así, no fue una buena forma.
- ‘El 'irish' hardcore de los Dropkick Murphys’: Viaje a uno de los grupos más entusiastas del momento.
- ‘35: Y ahora... ¿qué?’: La típica reflexión absurda cuando uno cumple años.
- ‘Los textos y los cheetos’: Letras, snacks y alguna revelación con o sin sentido.
- ‘Crónica Final Mundial Sudáfrica 2010: El partido más importante de nuestras vidas’: La narración subjetiva del día deportivo más importante del año.
- ‘Búscate la vida (Get a life)’: La mejor serie de la Historia cumple 20 años’: Homenaje a una de las series televisivas más añoradas.
- ‘2k11: El alucinante juego de la nostalgia’: Más que un juevo, un viaje al pasado.
- ‘Homenaje a Luis G. Berlanga’: Unas palabras de adiós al mejor director español de toda la Historia.
- Dossier especial aniversario 'Regreso al futuro': Un repaso por la trilogía que cambió nuestras vidas.

Las 10 de 2010 de Harry Knowles

Harry Knowles publica cada año la lista de diez películas más relevantes desde su punto de vista a través de la página Ain’s cool news. Una de las sorpresas es la inclusión dentro de ella de una película española como ‘Balada triste de trompeta’, de Álex de le Iglesia, en la siempre particular tentativa del crítico más rebelde de Hollywood por diversificar su inventario anual. Llama la atención, más allá de los títulos habituales en casi todas las listas (Fincher, los Coen, David O. Russell, Mark Romanek, Aronofsky…) la colocación en ese número siete de la controvertida ‘A serbian film’, de Srdjan Spasojevic. Para Knowles, este filme, que ha sido censurado en varios festivales y que no deja indiferente a nadie, atiende a unas consideraciones subjetivas por parte del crítico que mezclan a medio camino entre Fincher y Schrader y el entramado de ‘thriller’ de reconstrucción a lo ‘Resacón en Las Vegas’. Su mejor película de 2010 es ‘Scott Pilgrim contra el mundo’.

miércoles, 5 de enero de 2011

Postlethwaite's End

1946–2011
Ha muerto el actor Pete Postlethwaite, el hombre que haría inmortal en la gran pantalla a Giuseppe Conlon en ‘En el nombre del Padre’, de Jim Sheridan cuando ya tenía una carrera de más de dos décadas en el mundo del cine y la televisión. Un actor británico de cine y teatro cuya pureza interpretativa nunca pasaba desapercibida gracias a un talento perfilado en la capacidad de ser prolífico, escapando a cualquier etiqueta, capaz de interpretar cualquier papel. Su mirada humana, tierna y profunda, hizo de él un secundario perfecto, el hombre indispensable para ser recordado, entre muchos otros, por sus papeles, primero en cintas donde su presencia pasaba un tanto desapercibida, como en ‘Los duelistas’, ‘Alien 3’ o ‘El último mohicano’ para ser una figura de poderosa atracción física en ‘Sospechosos habituales’, ‘Romeo y Julieta, de William Shakespeare’, ‘Tocando el viento’, ‘El mundo perdido: Jurassic Park’, ‘Amistad’, ‘Atando cabos’, ‘El jardinero fiel’ o más recientemente en ‘The Town: ciudad de ladrones’.

domingo, 2 de enero de 2011

Ley 42/2010: el fumar se va a acabar. Claves y consejos.

A partir de hoy la controvertida Ley 42/2010 entra en vigor, lo que significa que está prohibido fumar en todos los espacios públicos cerrados. Una medida aplaudida por muchos y maldecida por otros tantos. El caso es que, como hicieron anteriormente otros Estados comunitarios en los que también se obstaculiza el consumo de cigarros para beneficiar la salud pública, ya no hay marcha atrás. Por mucho que aquellos que le dan al pitillo sin reparos ni miramientos hacia el prójimo lo discutan, es un hecho intangible que si quieren fumar deberán hacerlo al aire libre, disfrutando del viento, del ambiente exterior, de la vía pública… Pero hay excepciones. El uso del tabaco en interior se circunscribe a habitaciones de hotel habilitadas para ello, prisiones y hospitales psiquiátricos. Así que los que fumen, si quieren seguir optando a esta regalía, podrán alquilar una habitación de hotel de paredes amarillentas corrompida por el humo, delinquir con penas mayores o volverse definitivamente locos para poder disfrutar de este peculiar libertinaje con total impunidad. Parece que es un tema significación trascendente, que ofrece una oportunidad perfecta para tener tema de conversación de tintes poco menos que ecuménicos. Sin embargo, la cosa es más importante de lo que parece. Se llevaba tiempo persiguiendo este ajuste. En Irlanda se decretó en 2004, en el Reino Unido entre marzo de 2006 y julio de 2007, en Alemania desde 2008, Turquía en 2009, el año pasado año en Chipre e Italia y Francia entran con nuestro país en el modelo de cuidado de los espacios cerrados sin humo.
Hace seis años emergió la Ley 28/05, una medida sanitaria frente al tabaquismo que regulaba la venta, el suministro, el consumo y la publicidad del tabaco. Los propietarios de bares, restaurantes y otros locales de ocio elegían si sus clientes podían fumar o no. Los establecimientos con una superficie de más de cien metros cuadrados deberían indicar también la opción elegida ¿Cuál fue el resultado? Que ambas modalidades decidieron saltarse la ley y dejar que sus negocios siguieran siendo fumaderos con olor y sabor a ceniza. La pregunta era ¿un bar iba a cerrarle las puertas a los que fuman decretando que en su establecimiento no se podía fumar? Evidentemente, no. Nadie quería perder clientes, por lo que no había diatriba posible ¿Para qué seguirla? Generalmente, a los que fuman les zumba el pepino si al individuo que está al lado le molesta su humo o les afecta a su salud como fumadores pasivos.
Es una medida polémica que, a buen seguro, será tildada de totalitarista y prohibicionista. Aunque también, siguiendo ese razonamiento, es totalitarista el uso del cinturón de seguridad en las normas automovilísticas. El 14,7% de las muertes que se producen en España apuntan al tabaco como principal factor. De forma directa o indirecta (los fumadores pasivos también encuentran el fatal destino gracias al daño colateral) el humo supone un riesgo que se comparte entre todos de una manera unilateral, impuesta y arbitraria por parte del que fuma. El fracaso de aquella ley Ley 28/05 establecía su principal traba en que era demasiado permisiva. En esta nueva Ley 42/2010 nadie está prohibiendo el uso del tabaco, su adicción, su consumo o la elección de esta paulatina muerte deseada. Se coartan una serie de privilegios “no escritos” que beneficien al resto. No se prohíbe fumar en la calle, ni espacios reservados únicamente al nocivo vicio cancerígeno. Durante la historia del tabaco, el civismo de este acto de fumar ha brillado por su ausencia. Los fumadores (no todos, pero casi) no han respetado en absoluto a los no fumadores, que no han tenido más remedio que tolerar y sobrellevar los malos humos con mayor o menor resignación. Son dos posiciones enfrentadas, irreconciliables. Ahora, la tortilla se ha dado la vuelta y es de recibo, casi de justicia poética, que las tornas se cambien. Los fumadores ya han jugado su parte del juego. Siempre han ganado. Ahora les corresponde perder un poco. En este momento, les toca el turno a los que se han tragado el humo en silencio y van a disfrutar de los mismos espacios libres de humo.
¿Alguno cree que esta prohibición se llevara a cabo y tendrá éxito? Muchos creen que será una moda pasajera y que con el paso de los días, los que fuman podrán seguir haciéndolo pese a quien le pese. El caso es seguir con el vicio egoísta y seguir pensando esa recurrente frase de fumador “si el humo les molesta, que se jodan”. Muy bien. Pues esto no tiene porqué ser así. Ahora el fumador pasivo es el que tiene el deber de hacer valer su privilegio y derecho, su diligencia para ver que la libertad de vivir sin humo en los lugares públicos sea un hecho. Nuestro deber, si es cierto que nos molesta el humo y no lo soportamos, es evitar que el fumador vulnere la salud pública y se incumpla la ley. Hay que evitar que el que fuma se ría de la sociedad y del conciudadano con impunidad. Eso se acabó si uno quiere.
El no fumador DEBE utilizar sus derechos (en este caso el RD 192/1988) y la correspondiente ley autonómica para impedir que esta oportunidad de vivir con salud caiga en el olvido. Es muy fácil. Cuando veamos a alguien perpetúa su insidioso hábito lanzando el humo a nuestra cara o simplemente con observar el gesto de ese mechero encendiendo el cigarrillo en un local cerrado:
A) Hay que pedirle amablemente al fumador que apague el cigarrillo.
B) En caso de éste siga con su actitud ilegal, hay que comunicárselo al responsable del lugar.
C) Si a su vez, éste no insta al sujeto a apagar el cigarro, es cuando tomamos medidas.
- Tendremos que pedir una hoja de reclamaciones para hacer un llamamiento formal sobre la vulneración de la ley y protegiendo la defensa de los derechos de los consumidores. Con esto, el establecimiento está obligado a darte un formulario con tres páginas autocalcantes. Una vez completada y rellenada la hoja de reclamaciones, una de éstas tres copias debe quedársela el responsable del local, las otras dos son para el cliente. Un es para ti. La otra se llevará o enviará a las Oficinas Municipales de Información al Consumidor o bien a las Delegaciones Provinciales de Consumo. Es muy importante saber que si el encargado se niega a suministrar este impreso, tenemos la potestad y la obligación de llamar a la policía para que se cumpla la ley.
- Con el anterior punto, el amigo del bar debería acceder a las exigencias y haría apagar todos los cigarros que hubiera encendidos, puesto que entonces el establecimiento se enfrenta, sí o sí, a la multa establecida por quebrantar la ley.
- Si queremos hacerlo más fácil, la página nofumadores.org se ofrece un MODELO de DENUNCIA On-line para hacer más fácil el trámite a cualquier ciudadano que se vea en la necesidad de hacerlo.
Con ello, aquel que tenga la tentación de no cumplir la ley tendrá que enfrentarse a multas que van desde los 30 euros por cigarrillo hasta 600.000 euros según la gravedad y la reincidencia.
Que la gente fume o no en los establecimientos públicos depende de los que no fumen. Yo, por mi parte, pienso ejercer mi derecho y llevar mi derecho, que para eso es mío, hasta las últimas consecuencias. No por fastidiar al que fuma. Si no por el bien común. Mi salud bien vale unos cuantos minutos rellanando una hoja de reclamaciones para evitar que no se repita la negligencia. La salud pública tiene que prevalecer por encima de otras consideraciones. Esto es lo que hay. Se quiera o no.