martes, 21 de marzo de 2006

'El Nuevo Mundo': Off, Off, Off...

Consciente de lo sensible de la propuesta, de su inexacto y preciosista último trabajo, el huraño Terrence Malick hace alarde de su habitual arrogancia transcendental, de meliflua expresión oral y visual con la reiterativa proliferación de ‘voces en Off’ en su última película ‘El Nuevo Mundo’.
La insistencia verbal, de bucólica retórica filosofal tan característica de Malick se superone al encadenado de imágenes, acciones y tiempo, estructurando su historia en una línea narrativa afásica tan alejada de la circunspección pero buscando una improbable sobriedad que termina por provocar indigestión en el espectador.
John Smith (Colin Farrell) divaga en ‘Off’ sobre Dios, el hombre, el amor y la injusticia, su desembarco como colono inglés en América, tropezando con los nativos. Rebelándose contra el absolutismo de una libertad cercenada por los ingleses. Haciendo alarde de la democracia en sus manos hasta que el choque de civilizaciones antagónicas se produce. Un enfrentamiento que encuentra como nexo de unión a una Pocahontas (Q'orianka Kilcher) que, ajena a la naturaleza conquistadora de los colonos, narra en otra acentuada ‘voz en off’ su amor por la tierra madre, por su etnia, su familia, su hermano muerto a manos de los ingleses que llega al éxtasis reflexivo con sus sentimientos afectuosos hacia Smith.
‘Voces en off’ que van y vienen con el sonido del campo, del aire, de un ecosistema virgen. Pretenciosa poesía filosofal que se desglosa en otra ‘voz en off’ imprevista, la de John Rolfe (Christian Bale), el tercer hombre que cierra un triángulo descompensado pero vital para que la historia acabe por tomar su sentido romántico.
Un círculo de regodeo artístico que centra sus armas narrativas en la excesiva estilización de las poderosas imágenes surgidas de la genialidad de Emmanuel Lubezki. ‘El Nuevo Mundo’ es una elegía al Paraíso perdido, a la hermosa visión ombliguista de un autor como Malick, capaz de adaptar su historia a una intrascendente nostalgia promovida por el ímpetu poético y lírico que, no obstante, resulta suficiente para llegar a la esencia emocional del espectador.
Agua, luz, tierra, sangre… Un ‘Nuevo Mundo’ trufado de un letárgico pero enigmático hipnotismo que deja una mella difícil de olvidar.
Para bien y para mal.

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