martes, 4 de octubre de 2005

Next coming: 'My name is Earl'

De los productores de 'Family Guy', 'Yes, dear' y 'Scrubs' llega a la NBC la serie que está rompiendo esquemas en la nueva temporada televisiva estadounidense, anticipo de lo que en el resto del mundo también será un éxito. Su título: 'My name is Earl' se centra en la fauna denominada genéricamente 'white trash', pobres perdedores sin futuro inmersos en la más denostada ignorancia de la América profunda.
Al igual que en 'Seinfeld', los temas importantes que aquí tienen lugar son aquellos que no tienen ninguna trascendencia, irrisorios eventos que rozan lo esperpéntico y donde hilaridad se sirve con grandes dosis de ironía ensañándose con unos personajes absurdos e incompetente. Earl (Jason Lee), es un pobre paleto de aspecto desaliñado y enorme mostacho que se dedica a robar piezas de los coches que aparcan en un Seven Eleven, perdiendo el tiempo en The Crab Shack, un bar-restaurante que hace las veces de centro neurálgico del enloquecido pueblo. Earl tiene una ex-mujer, la seductora Joy (Jaime Pressly), con la cual se casó en Las Vegas en una noche de borrachera para descubrir, en la mañana de resaca, que estaba embarazada de seis meses y, para colmo, tiene que aguantar a su hermano, un gordo inútil sin futuro llamado Randy (Ethan Suplee).
Pero de repente, la vida de Earl cambia por completo cuando le tocan 100.000 dólares al ser premiado en la lotería. Tras el colapso mental que ello le supone, una grotesca alucinación en un 'late night' tiene lugar en su vida, otorgando a su nueva vida un destino que le dicta su nuevo profeta (el ilusionista presentador del programa Carson Daly) basando su cinética en el Karma. Earl se autoimpone un cometido vital para ser feliz, que no es otra cosa que enmendar sus errores pretéritos con todas aquellas personas a las que ha damnificado a lo largo de su vida. Su primera parada: Kenny (Gregg Binkley), un antiguo compañero de clase al que Earl puteó cuando era joven. Y qué mejor que expiar sus infracciones pasadas ayudándole a encontrar a una mujer.
Y es que Earl no es un rol descriptivo en las 'sitcoms' actuales, ya que se trata de un personaje enloquecido, ignorante, aficionado a la cerveza en cantidades industriales y sin ambición que resulta entrañable en el rostro de un actor cómico de la talla del espléndido Jason Lee que narra las desventuras de Earl con una lacónica voz en off. El éxito de 'My name is Earl' radica en que, a diferencia de otras producciones de corte cómico como 'Friends', 'Cheers', 'Frasier' o 'Will & Grace' (por poner algún ejemplo), aquí los personajes son primarios y atávicos, dejándose llevar en todo momento por los instintos y soltando lo primero que les viene a la cabeza. Son imperfectos, políticamente incorrectos, casi imbéciles (en el fondo deudores de Chris Peterson o Al Bundy), paradigma de la idiotez autoasumida y complaciente, el bienestar de la ignorancia como doctrina al afrontar cualquier problema.
Una serie que promete risas y calidad y cuyos primeros episodios (el piloto es sencillamente delirante) testimonia que la salud de las 'sitcom' americanas ¿La gran duda? Saber ver cuánto tarda en llegar a estos lares y cómo la trata la parrilla española.
Por cierto, y aprovechando la figura de Jason Lee para concluir con otra noticia. Kevin Smith ha quedado fuera del proyecto de 'Fletch' que llevaba preparando tiempo. Las desavenencias entre cineasta y productores han acabado con las esperanzas de un 'remake' de la célebre película protagonizada por Chevy Chase y que iba a contar con Lee como protagonista, aunque el estudio cinematográfico quisiera imponer a Zach Braff.

lunes, 3 de octubre de 2005

Fasciculismo

Con eclipse de sol incluido, hemos entrado de lleno en el otoño, ésa época deslucida, trigueña e inapetente en la que prolifera la caída de las hojas, la perpetuidad de un trabajo ordinario que no verá tregua vacacional hasta el próximo verano de 2006, la maldita rutina diaria, pero, sobre todo, la inevitable tromba de fascículos coleccionables. Ha llegado la irremediable hora de que las grandes editoriales nos saturen con sus primeros fascículos de colecciones que nadie o casi nadie seguirá. En esta época catódica, con la Kurkova danzando en ralentí, toda mona ella, para El Corte Inglés, una avalancha de ‘spots’ son los que saturan la caja tonta en las pausas publicitarias. Y es que hay que reconocer que hay de todo y para todos.
Desde las célebres novelas ‘best sellers’ (que reposarán en la estantería de nuestra casa como elegante ornamento), maquetas de carros de combate Tiger II o castillos medievales, cursos de pintura, de ganchillo, de aeromodelismo... colecciones de minerales, sellos, muñecas Mariquita Pérez, relojes de todo el mundo (ni más ni menos que el de cuerda Cronos), CD-Roms para cursos de informática, la casa de Heidi, el navío San Felipe y exposiciones de grandes clásicos del arte y la pintura. E incluso podemos ir anticipando la Navidad antes que los grandes centros comerciales (que ya están urdiendo sus campañas navideñas) con la colección estrella de esta temporada: el portal de Belén con la Virgen en su primer fascículo. Totalmente delirante.
Además, no hay que olvidar los vídeos con estúpidas entregas de DVD's; cine español, cine americano, musical, las aventuras de Marco y Heidi (que repite), tipos duros, cine familiar del malo, grandes comedias, cine bélico, series televisivas míticas... Todo esto está muy bien. Te lo compras, lo disfrutas y para colmo (o eso te crees tú), te ha salido tirado de precio. Pero hay una serie de dudas existenciales que llenan de desaliento a todo aquel que la formula; ¿Qué hay después de la primera entrega? ¿Realmente sale alguna más después de la tercera o la cuarta? ¿Existe alguien que siga una colección completa? ¿Por qué hemos tenido 8 de cada 10 ‘spots’ televisivos pertenecientes a una nueva boga que se podría llamar 'fasciculismo'?
(Que conste que me acabo de sentir como la Carrie Bradshaw del análisis televisivo con tanta cuestión retórica).
Es algo verdaderamente extraño ¿Un señuelo cultural o una jugada de marketing para que el receptor siga comprando? Lo cierto es que existen tantas posibilidades que resulta difícil no caer en la tentación de tener encima de la mesilla algún libro de Agatha Christie, echar un vistazo por encima a la opinión de historiadores fascistoides o republicanos sobre la Guerra Civil, tener varias piezas inservibles de un coche teledirigido o de incluir en la dvdteca tres películas ésas tan trepidantes de alguna estrella del cine de acción, adaptaciones del bueno de Stephen King ¡Y qué me decís de aprender a trazar el contorno de un muñeco articulado u observar atónito un palacio de muñecas inacabado!
Y todo al alcance de cualquier bolsillo, la cultura a precio de tiendas de todo a 100. Incluso he estado tentado de comprar varios de estos primeros fascículos. Es lógico. La ley de la publicidad impera. Primeros fascículos que venden cultura a bajo precio. Pero la gran clave está en la siguiente incógnita: ¿Nos hemos molestado en buscar los mismos libros o las mismas películas en otra época del año? Probablemente mucha gente se llevaría una sorpresa.

Había una vez... Un circo...

Los nuevos herederos de los hermanos Tonetti.

sábado, 1 de octubre de 2005

La cuarta de '24'

AVISO: Si aún no has visto la cuarta temporada de ‘24’ y tienes intención de hacerlo, no leas este post. Incluye varios ‘spoilers’ de la trama y desarrollo.
Adrenalina en estado puro
La cuarta temporada de '24', pese a su mínima irregularidad, ha respondido a todas las expectativas puestas en la mejor serie catódica actual
He tardado bastante en acabar de ver la cuarta temporada de ‘24’, la serie de culto generadora de mis mejores momentos catódicos de los últimos años. Pero ha valido la pena. La demora es fruto de la falta de tiempo y de alguna argucia de Antena 3 en la emisión de la serie (como emitir tres capítulos sin avisar). Ha sido una temporada, sin lugar a dudas, irregular, pero sin perder de ninguno de los puntos clave que han hecho de ‘24’, posiblemente, la mejor serie de la televisión actual: acción, ritmo frenético, amenazas terroristas, violencia, imprevistos giros de guión, recuperación de agentes y villanos de temporadas anteriores y un inagotable factor de adicción, de necesidad. Un anagrama llevado al éxito sin concesiones a la simplicidad. Cuando uno empieza a “meterse” ‘24’ inoculada a través de la vista, se engancha sin paliativos, con todos los sentidos.
La cuarta temporada nos presenta a Jack Bauer apartado de su trabajo como agente de campo para la UAT, alejado de su antiguo empleo trabajando el Ministerio de Defensa de los USA a las órdenes del James Heller. Un atentado a un tren tras la cual hay una célula terrorista islámica infiltrada en el país y el secuestro de Heller y su hija (con la que Jack mantiene un idilio) reincorporan a Bauer a la UAT en una misión que es, como no podía ser de otro modo, la punta de un iceberg en forma de maquiavélico plan que pondrá en peligro al país de los sueños.
A pesar de tener momentos de negligente descuidada incuria, derivada de algunas de las subtramas (la hija esquizofrénica de Erin Driscoll –la nueva directora de la UAT-, la muerte de la madre de Edgar Stiles, momentos sentimentales de Jack y Audrey Heller, la acción romántica entre dos personajes como Tony Almeida y Michelle Dressler…), y una evidente reiteración estructural análoga a la de la tercera temporada, sobre todo en lo que se refiere a mantener la tensión con recursos de distracción que hacen avanzar la historia por los cauces previstos para conservar el nivel de acción, la cuarta temporada de ‘24’ responde a las expectativas por su escrupulosidad y probidad con lo que se espera, en ese mecanismo de relojería de calculada precisión, donde sus elementos, aquellos que devienen en giros de guión más o menos creíbles de la historia, imponen un ritmo que dejan al espectador ansioso de más. Algo habitual en las tres anteriores temporadas de la serie.
Asimismo sigue existiendo un trasfondo de tintes trágicos ocultos bajo un dinamismo homérico, planteado en cada temporada como un minucioso dispositivo del titánico engranaje argumental que pone a prueba al espectador, pulsando sus narrativa y diligencia imprevisibles de forma coherente, sin privar en ningún minuto de la idiosincrasia característica de esta magistral serie.
Desde el primer episodio de la temporada se deja bien claro que no habrá tregua. Arranca de forma impecable, con Jack disparando a un terrorista sabedor de que el atentado contra el tren es una mera excusa para desviar la atención de la UAT. Ése carácter violento de Bauer es acentuado aquí hasta el paroxismo, revocando cualquier acción atroz que pudiera cometer el personaje interpretado con brillantez por Kiefer Sutherland (como, por ejemplo, ejecutar a su superior Ryan Chapelle en la tercera temporada como parte de un trato). Bauer actúa por instinto, con una desmedida furia que, en vez de granjearse la antipatía del espectador, ha despertado una mayor admiración del heroísmo iracundo y encolerizado de este agente antiterrorista. Nunca antes habíamos visto tantos interrogatorios con torturas, impetuosa intimidación y ensañamiento en las anteriores temporadas (la secuencia de Bauer apuntando al médico que operaba a Paul Raines para que atendiera antes a un testigo, dejando morir al hombre que le ha salvado la vida es salvaje y admirable).
También se ha incrementado el virtuosismo de la puesta en escena, del montaje, aparte de subrayar el carácter frenético de sus movimientos argumentales, recalcando la importancia del tiempo en esta serie laberíntica, de apariencias (más que nunca), que van confluyendo en un final que por esperado no deja de ser menos sorpresivo que sus antecesores.
En esta cuarta temporada, además, hay dos elementos clave que han lucido por encima de sus antecesoras; por un lado, el elegante carisma de Habib Marwan, un villano intimidatorio, de un fanático islamista con fervientes deseos de atentar en masa contra Estados Unidos, siguiendo una línea logística impecable y llevando su ideología hasta sus últimas consecuencias. Nunca antes un malo había tenido tanto atractivo y empaque como el personaje al que ha dado vida el imponente Arnold Vosloo. Y, por otra, la aventurada implicación política dentro de la historia, donde no se ha eludido una crítica hacia el actual gobierno yanqui de George Bush, representado en Charles Logan, un vicepresidente encumbrado sin aviso a ‘hombre más poderoso del mundo’, relevando a Presidente de los Estados Unidos, tomando el poder sin tener ni idea de dirigir un país, dependiendo de las decisiones de terceros, inepto, inculto, sin carisma... Todo una sosías de Bush Jr.
Con todo ello y un final apoteósico que germina en esa frase de David Palmer: “Cuando cuelgues el teléfono, a todos los efectos, Jack Bauer estará muerto”, el agente de campo de la UAT queda abandonado a su suerte, sin destino aparente, sin identidad, sin rumbo. Fotografiado en un amanecer de poderosa belleza para un final perfecto, el héroe anónimo salvador del país del ataque de un misil nuclear camina silenciado por la incompetencia de un gabinete gubernamental que se cuelga las medallas que le corresponden. Bauer ha quedado como una incógnita de cara a la siguiente temporada. Una secuencia que, no sé de si de forma intencional o no, representa milimétricamente el comienzo de ‘Flatliners (Línea Mortal)’, de Joel Schumacher, cuando Sutherland, en un plano de fotografía similar, se colocaba las gafas de la misma manera refiriendo la frase “Hoy es un gran día para morir”. Curioso dato para la conclusión de otra temporada soberbia e indeleble.
Ahora sólo queda esperar a que 2006 nos vuelva a sumergir en las aventuras de estas instalaciones de la imagen superior, resucitando al personaje más heroico y carismático de los últimos años en el entorno catódico: Jack Bauer.

El mundo al revés

séver la odot olrev arap iuqa ahcnip.

viernes, 30 de septiembre de 2005

Review 'Obaba'

“Quiero decir que…”
Montxo Armendáriz adapta la premiada novela de Atxaga ‘Obabakoak’ con la sensibilidad y languidez necesaria, pero sin el espíritu necesario de sus designios.
La noticia del día del día en cuanto al panorama cinematográfico se refiere ha sido, al menos en el entorno nacional, la selección de ‘Obaba’, de Montxo Armendáriz, para representar a España en el proceso de selección para la candidatura a la mejor película de habla no inglesa a los próximos Oscar 2005. Después de verla ayer (me duele no poder decir que en el festival de Donosti), tiene uno la sensación de que han hecho lo correcto, al menos con las otras dos rivales; ‘Princesas’, de Fernando León de Aranoa y ‘Ninette’, de José Luis Garci.
Es ‘Obaba’ otra extraña composición habitual en el último cine de Armendáriz, una fábula rural y atávica, de recuerdos infantiles y juveniles, de intrahistoria con regusto a nostalgia, de mitología tan fascinante como deliciosamente caduca que, sin embargo, tropieza con un desequilibrio no esperado, ésta vez anclado en el juego de tiempos que ha elegido el cineasta navarro para adaptar una novela como ‘Obabakoak’, de Bernardo Atxaga. Y es que esa mirada pretendidamente diáfana del presente, incorporada en una actriz tan poco creíble como Bárbara Lennie (y su odiosa muletilla verbal que titula la crítica) dando vida la estudiante de cine Lurdes que vive los misterios de Obaba a través de su cámara acapara los peores momentos de un filme descompensado, con infranqueables trabas en el acercamiento a las historias a las que nos acerca Armendáriz creadas anteriormente por Atxaga. En cambio, y en contigüidad temática y perceptiva de películas como ‘Tasio’, ‘Secretos del corazón’ (filme que le sirvió al director para representar a España en los Oscar de 1997) o 'Silencio Roto', Armendáriz sabe extraer los matices y la fragilidad de la memoria perdida y la creación de un universo dotado de la magia recogida directamente del espectro humano inherente a la obra de Atxaga. La mirada personal de ambos autores es pareja en la belleza de sus creaciones, de corte pausado e intimista, más que coral unificadora de un sentimiento de aproximación vital entre sus personajes.
Atxaga es un poeta obsesionado por el placer de las palabras, su selección de vocabulario es asombrosa por la afectividad con las que las maneja. Desde la cuidada anotación de términos de la naturaleza, unido al contraste de este vocabulario casi rural con un vocabulario topificado por el uso en las grandes ciudades, Montxo Armendáriz ha aprovechado ese clima poético de especiales características, el de los valores sensoriales, para volver a recrear un filme que bucea en la tradición rural y humilde, arraigada a los cantos metafóricos de una colectividad donde cada componente tiene voz propia, silenciosa e introspectiva, dejando ver una negativa oscilación entre el conformismo y carente de la fascinación necesaria en la propuesta de un extraño viajante a un hábitat tan especial, donde los personajes desprenden tanta tropelía hermosa alrededor de sus personalidades, pero que no se fragua en su acercamiento a lo desconocido, exceptuando en la entrañable maestra interpretada por Pilar López de Ayala que contiene tanto las lágrimas por su soledad como su apasionada sexualidad. De hecho, la mejor adaptación de la obra de Atxaga.
Viaje entre lo real y lo onírico, donde relumbran su sigilo, su realista misterio en torno a la fabulación con respecto a los lagartos, sus sentimientos apolillados por el tiempo que anhela una emoción muchas veces estéril, pero embellecida por aquello de lo que se habla y, sobre todo, de cómo se refleja en pantalla, ‘Obaba’ es un espacio imaginario que simboliza la pequeña aldea ficticia con una universalización del ser humano, llena de sinecuras rítmicas, falta de fuerza emotiva en su conjunto, pero a la vez con ése entrañable y personal estilo que Armendáriz propugna con su vinculación a la mirada intimista y rural que consuma cuando indaga en la sima de unos personajes que, bajo su mirada sentimental y quejumbrosa, esconcen una historia que merece ser contada y que esta última película suya muestra tan sólo a medias.
Miguel Á. Refoyo © 2005

jueves, 29 de septiembre de 2005

Películas legendarias: 'ROSEMARY'S BABY'

La oscura leyenda del bebé de Rosemary
La obra maestra de Polanski se estrenó dejando una macabra y difícil leyenda negra que marcaría para siempre el Hollywood más conservador.
En los tiempos que corren, el cine de terror, como género moderno, se podría considerar como un mero pretexto para implantar desarrollados efectos especiales o tratar de dar sustos efectistas por medio de malversados sobresaltos sonoros o visuales camuflados en ostentosos maquillajes sangrantes antes que dirigirse hacia una evolución formal basada en las buenas historias. Los actuales productos prefabricados reinciden en argumentos y estética en busca de un público que fagocita este tipo de productos es incapaz de satisfacer sus ansias de miedo. El cine de terror ‘mainstream’ ha llegado a su fin, entre otras cosas, porque se ha eliminado el rigor de lo filmado y la verdad de lo contado.
Una retahíla de naturalismo y nula adjetivación visual que mantenía los necesarios puntos de vista emocionales y sus flexiones temporales fueron la clave del éxito de una película clásica, de una cinta de terror que cambió la forma de ver el género en el año 1968. ‘Rosemary’s Baby’ puede y debe considerarse como una de las películas más carismáticas e influyentes ya no sólo del género de terror, sino también del cine desde su perspectiva histórica, que hace añorar más que nunca los planteamientos de historias como esta ‘cult movie’ del pequeño director polaco Roman Polanski. El hecho de que la ambigüedad subversiva de la cinta de Polanski desde su inicio hasta su desenlace se pierda sólo con su título españolizado, ‘La semilla del diablo', constituye una muestra paradigmática de la ineptitud de muchos de los distribuidores españoles de la época a la hora de traducir los títulos originales y que en este caso trivializó de forma indiscriminada este gran trabajo de exquisita factura. Aún así, en nuestro país tuvo un reconocido éxito y supuso el trabajo con más renombre de la tambaleante carrera del director europeo con tendencias otrora desorientadamente pedófilas. Por ello este clásico merece (como tantos otros) una conmemoración por todo lo alto después de más tres décadas consolidada como una de las obras de terror más ejemplares que haya ofrecido el cine.
Los comienzos de una epopeya aterradora
Marcado en gran medida por una macabra leyenda que se gestó antes, durante y después de un áspero rodaje gracias al cual surgió una obra maestra del séptimo arte. Un exhaustivo trabajo lleno de piedras en el camino que acabó consumándose como la precursora de todo el llamado ‘cine satánico’ y el desatado fervor a una temática que incluso hoy parece estar de moda. Una obstinación que en nuestros días constituye un género propio. ‘Rosemary´s baby’ dejó para la historia una leyenda plagada de anécdotas, tensiones y subfábulas (reales o capciosas) valederas para alimentar una enferma necesidad de morbo diabólico en el mundo de Hollywood hasta la llegada, diez años después de la que es otro de los títulos fundamentales del cine de terror; ‘El exorcista’ (película a la que el Abismo ya dedicó uno de sus mejores especiales –dividido en cuatro partes – I, II, III y IV-), de William Friedkin.
‘Rosemary’s baby’ llegó en un momento, llamémoslo histórico, en el que toda clase de sectas, espiritismo, parapsicología y ocultismo estaban de moda. Una tenebrosa simpatía por el Diablo que se mezclaba, además, con todo tipo de drogas alucinógenas en un periodo en el que magia, vudú y satanismo veían la luz al amparo de la libertad de la época y como celebración prematura de una ‘Nueva Era’, que trajo consigo a los liberales ‘hippies’, las nuevas creencias y el culto por lo sobrenatural. Todo este jaleo peliculero comenzó cuando Bob Evans, en aquella época el jefazo de la Paramount, ofreció al joven Polanski, afincado por entonces en Estados Unidos, dos proyectos para dirigir. Uno narraba una historia de unos esquiadores de altas cumbres (con mucha nieve, por supuesto), el otro, una de terror inusual y arriesgada bajo el título ‘Rosemary’s baby’, cuyos derechos estaban en manos del mítico genio del ‘grand guignol’ cinematográfico William Castle, productor que ha pasado a la historia por ser uno de los reyes del cine de terror de serie B de todos los tiempos por la utilizazación de sus célebres ‘gimnicks’ (estrategias comerciales para asustar al espectador dentro de las salas). En realidad, la historia estaba basada en una novela de Ira Levin, conocido novelista neoyorquino de origen judío por la que Polanski se sintió atraído desde un primer momento, fundamentalmente porque trataba el tema luciferino desde una perspectiva cercana a la visión de Nietszche sobre la religión llevada a una percepción puramente mesiánica. En el fondo una ácida y espléndida crítica social y religiosa.
La historia arrancaba con un joven matrimonio feliz recién casado (Guy y Rosemary Woodhouse) instalándose en su nuevo apartamento, en el que acabarán haciendo amistad con dos vecinos vejestorios y petardos (Minnie y Roman Castevet). Pero bajo su amable aspecto, éstos resultan ser apóstoles del Maligno en busca de una muchacha fértil que sirva como vientre de alquiler para el mismísimo Anticristo. El proyecto cautivó tanto al Polanski, que pidió escribir él mismo el guión prometiendo respetar en todo momento el espíritu y la dureza de una novela, que antes de transformarse en celuloide era ya un éxito de ventas. El elegido fue Polanski, en gran medida por tratarse de un director europeo con cierto prestigio en círculos reducidos gracias a películas como ‘El cuchillo en el agua’ o la posterior gamberrada cómico-terrorífica ‘El baile de los vampiros’.
El hecho de que Polanski fuera europeo, agnóstico y un tanto liberal suponía que pudiese manejar la historia de Rosemary sin tantos prejuicios como un cineasta norteamericano, o al menos así lo vio Bob Evans, que manifestó “sólo hay que ver qué gran trabajo ha hecho Roman con ‘Repulsión’ para comprobar que es el director idóneo para dirigir esta revolucionaria cinta de terror”. No hay que olvidar la adhesión que ha tenido (y tiene) el pequeño cineasta polaco por historias casi siempre encaminadas hacia temas tan abruptos como el asesinato (‘El cuchillo bajo el agua’), la obsesión (‘Repulsión’), el sexo (‘Lunas de hiel’, con ese bombón de mujer que tiene, Emmanuelle Segnier), la venganza o la muerte (‘La muerte y la doncella’) y en, último término, sus fantasmas más personales (‘El Pianista’).
Con un presupuesto inicial cercano a los dos millones de dólares, la película se rodó casi por completo en los estudios de la Paramount en Hollywood, donde el diseñador de producción Richard Sylbert (con ayuda del decorador Joel Schiller) reprodujo el apartamento de la joven pareja, los siniestros corredores interiores o el macabro recinto donde se realiza la bacanal del aquelarre. Además de algunos planos exteriores como los del edificio Dakota, la arriesgada secuencia de Rosemary por la Quinta Avenida o el supuesto suicidio de Terry, la hija adoptiva de los Castevet. Con un equipo técnico al gusto de Polanski, sólo faltaba la elección de los actores. Una labor mucho más dificultosa de lo que en un principio se creyó. Cuando todos esperaban que fuera la preciosa esposa de Polanski Sharon Tate la que protagonizara ‘La semilla del diablo’, el director europeo contrató a Mia Farrow para el papel de Rosemary. Por aquel entonces, Mia era ya una prometedora actriz gracias al conocido culebrón televisivo pre-Dinastía ‘Peyton Place’.
Desde un primer momento la actriz contó con el total apoyo de Polanski, encantado con la frágil mujer de rostro aniñado. Menos fácil lo tuvo con el actor encargado de dar vida a Guy Woodhouse. Aunque se pensó en el ‘dandy’ Warren Beatty, Jack Nicholson o Robert Redford (la elección principal del director y que estuvo a punto de protagonizarla, pero al final ambos no se pusieron de acuerdo), el afortunado que se llevó el gato al agua fue el actor John Cassavetes, conocido en pequeños circuitos por ser director de culto de películas independientes que hoy en día suponen un paradigma de la independencia fílmica. Tras largos y tortuosos meses de rodaje y rebasando el presupuesto previsto hasta llegar hasta los casi tres millones de dólares, ‘Rosemary’s baby’ se estrenaría el 12 de junio de 1968, obteniendo un inesperado éxito de público y crítica que pilló por sorpresa hasta sus mismos productores. Una película de culto que lanzó a la fama a Polanski y a los componentes del equipo artístico (la espléndida secundaria Ruth Gordon –como la cotilla Minnie Castevet- ganó el Oscar de la Academia).
La leyenda negra
Hasta aquí es la frecuente historia de cualquier producción hollywoodiense, la que muchos de los analistas de cine habitúan a narrar. Como la de cualquier producción ‘made in Hollywood’. Pero la cinta de Polanski no fue una producción nada habitual. La película estaba destinada a ser una tortura para todos, incluso años después de rodarse. Durante el rodaje las relaciones entre Cassavetes y Polanski fueron un calvario para los todo el equipo, con continuas peleas y enfrentamientos verbales debido fundamentalmente a la distinta visión que tenían ambos sobre la historia de Ira Levin. Cualquier declaración era buena para atacarse e insultarse. Polanski, detractor del cine de Cassavetes manifestó “lo mejor que sabe hacer es interpretarse a sí mismo y lo bueno de eso es que hace a su personaje demasiado antipático, como es él en la vida real”. Por su parte, Cassavetes definía a Polanski como “un cineasta genial pero una persona detestable”. El adalid del cine independiente también definía la historia como “la película sin violencia más violenta de la historia del cine. Algo aberrante”.
Con Mia Farrow hubo una historia más armónica. En este caso, el problema estribó en el divorcio a medio rodaje de la hija de Maureen O’Sullivan y John Farrow y el medio ‘mafioso-cantante’ conocido como “La voz” Frank Sinatra. Éste amenazó en varias ocasiones a la pobre Farrow, ya que llegaba tarde a casa todos los días por culpa de las largas jornadas de rodaje. Según cuentan, Sinatra se presentaba en el ‘set’ para llevarse a casa a su cónyuge, donde le proporcionaría varias de sus habituales palizas maritales. Todo se calmó cuando una feliz Mia Farrow firmó los papeles de su ruptura matrimonial días después.
En cuanto a Polanski, la maldición llegó ulteriormente. Al estreno de ‘Rosemary’s baby’ asistió Anton Szandor LaVey, amigo personal del cineasta polaco y conocido en los círculos más esotéricos hollywoodienses como "El Papa Negro" y célebre dirigente de la secta denominada ‘Hijos de Satán’. Una congregación que popularizó las historias más macabras y soterradas de muertes de superestrellas del Hollywood de los 60 y 70. LaVey supervisó todas las escenas de satanismo e hizo de consejero a Polanski. Incluso se le puede ver brevemente haciendo un ‘cameo’ en la pesadilla en la que el Diablo copula con Rosemary para engendrar a su hijo, rodeados de una multitud maléfica.
Mucho se ha hablado de la relación de Polanski con sectas y grupos de este ámbito. Pues bien, tan sólo un año después del estreno la hermosa actriz y esposa de Polanski Sharon Tate fue asesinada junto a unos amigos en su casa de Cielo Drive en California de la forma más cruel, despiadada y violenta que recuerda la historia negra de Hollywood (tema central del que fue el ‘post del verano’ en el Abismo). La orgía de sangre fue obra de Charlie “Tex” Watson, acompañado de Patricia Krenwinkel, Leslie Van Houten y Susan Atkins bajo las órdenes del líder Charles Manson (conocidos desde entonces como ‘The family’), unos desequilibrados satánicos que marcaron la trágica leyenda de Polanski. Para colmo de mal, el director sería acusado poco después de abuso sexual de una menor. Acto que le ha mantenido apartado de los Estados Unidos hasta la fecha (ni siquiera pudo recoger su Oscar como mejor director por ‘El Pianista’).
La maldición no quedó ahí. El excelente y prometedor compositor de la aterradora música de la obra de culto (¿quién no recuerda la nana de cuna que abre y cierra el filme?), Kryzstof Komeda, moriría depués de tener un extraño accidente cuando esquiaba, tan sólo cinco meses después de estrenarse la película. Además, el Edificio Bramford donde transcurre la acción no es otro que el célebre Dakota, popular inmueble por ser escenario de insólitos y tétricos sucesos tras sus paredes (más de una decena de personas se suicidaron en sus habitáculos). Artistas de vida tumultuosa como Judy Garland, Boris Karloff, Leonard Bernstein o Lauren Bacall también sufrieron la inestabilidad cuando vivían en este edificio del que se dice que es uno de los vórtices de fuerzas maléficas reconocidos en todo el mundo. Si todo esto no fuera poco, el Dakota pasaría a la posteridad por ser la residencia de John Lennon, a cuyas puertas fue asesinado por Mark Chapman, un desequilibrado ‘fan’ queriendo un poco de protagonismo.
A pesar de todo esto ‘Rosemary’ baby’ continúa siendo una estremecedora película de terror psicológico que se ha hecho un hueco muy importante en el cine de terror y en los anales de la historia del séptimo arte. Una gesta imborrable sobre nuestros miedos, sobre la sociedad, la religión y sobre el horror más interno y psíquico que uno pueda imaginar. La fascinación de esta inolvidable película reside, por tanto, en ese poder de hipnotismo oculto en la sugerencia constante. Un filme con una oscura leyenda delante y detrás de las cámaras que quedará en la retina colectiva por su excelente calidad. ‘Rosemary’s baby’ es un filme cuyo elegante e intachable ambigüedad sigue siendo el mayor de sus aciertos, ya que la película jamás acaba de definir si efectivamente la protagonista se encuentra en lo cierto, o si estamos ante un caso de paranoia y obsesión provocada por la soledad de quien se siente desatendido, pues todo lo que vemos lo hacemos desde el punto de vista de la maravillosa y dulce Rosemary Housewood.

miércoles, 28 de septiembre de 2005

El adiós del Superagente 86: "Jefe ¿Podría creer que...?"

Cuando Mel Brooks proyectó el episodio piloto de ‘Get Smart (Superagente 86)' a los mandamases de la NBC, éstos no dudaron ni un instante en declinarla. Los exánimes argumentos que notificaron fueron que la serie era un reducto de ‘antiamericanismo’ degradante. Sin embargo, Brooks, en colaboración con Buck Henry, lograron que la serie viera la luz, convenciendo de sus posibilidades cómicas. No se equivocaron.
Maxwell Smart (Don Adams) estaba en las antípodas de los superagentes secretos como James Bond o Napoleón Solo. Su faceta entrañable, de tipo corriente, torpe, despistado y algo roñoso. No estaba lejos de esa torpeza la institución para la que trabajaba, Control (la única organización secreta de la que nadie había oído hablar), en constante lucha contra el terrorismo provocado por Kaos, frustrada por la anulación de sus objetivos por parte de un Smart que, obviamente, salía triunfante de sus misiones con desmedida fortuna.
Por supuesto, crecí en la generación de la reposición, pero con el melancólico recuerdo de aquella espantosa versión sudamericana, que hacían que los diálogos sonaron aún más absurdos en la parodia televisiva más célebre del género de espías. La alta tecnología, ostentosa y modernizada de Bond se reducía a la máxima expresión de la caricatura con el inolvidable ‘zapatófono’, que sonaba en los momentos menos oportunos. Tampoco es fácil olvidar al más estúpido de los compañeros de Smart, como el singular Larabee, capaz de salvar a los miembros de la organización cuando salía inmune de un gas que afectaba al cerebro. O el robot Hymie, o el siempre escondido en los lugares más insospechados Agente 13 y, sobre todo, 99, el amor eterno del peculiar agente que llegó a ser su esposa. Una serie arriesgada y eficaz que encontró su efímero éxito en la recreación de las aventuras de un perfecto idiota a medio camino entre Closseau y el Inspector Gadget (que tuvo en Adams a su voz televisiva).
Este post es el mejor recordatorio que puedo ofrendar a un actor como Don Adams. Un actor que nos dejó el pasado domingo a la edad de 82 años. Un hombre destacable por su honestidad a la hora de recordar del único papel importante de su vida. Adams afirmó en varias ocasiones sentirse orgulloso de este pretérito encasillamiento, argumentando que se sentía feliz por haber sido cómico, por hacer reír al público. Todo un gesto que le honra en esta pérdida catódica que entristece por la nostalgia que despierta el recuerdo de una sintonía y del familiar rostro de Maxwell Mart caminando a través de un pasillo por el que se iban cerrando una puerta mecánica tras otra.

lunes, 26 de septiembre de 2005

Queda inaugurada la revolucionaria VERSIÓN 3.0

Mi indispensable ninfa personal, la mujer que ilumina mi camino existencial y creativo, Myrian, la musa que hace posible mis sueños, ha creado lo impensable: un imponderable ecosistema binario para el desarrollo de ‘Un mundo desde el Abismo’.
Tanto ella como un servidor (trabajando unidos bajo la denominación Overlook Studio) estamos anonadados ante el evento. Orgullosos como pocas veces lo habíamos estado, todavía no nos podemos creer cómo han quedado las cosas, conscientes de que en el mundo bloguero hemos logrado algo que pocos elegidos han llegado a alcanzar: lograr una weblog muy distinta a las demás. Tras más de dos meses de durísimo trabajo y aprendizaje en un campo que nos era ajeno, hemos alcanzado una meta que, en el momento de plantearla, parecía una quimera quijotesca.
La estructura abismal poco ha cambiado de disposición de lectura. El bloque básico (el que concierne a los posts) tan sólo ha variado de color, perdiendo ese bruno fondo que tanto me criticaron algunos en su origen, para pasar a suavizarlo con un gris más adecuado a la comodidad de lectura del texto. El estilo se ha transformado. Era la intención fundamental. Había que cambiar. La pretensión primordial era la sofisticación novedosa y alacanzar un contexto multimedia. Pero siempre desde la reciprocidad entre la sutileza, novedad y armonía. Una composición que diera como consecuencia la accesibilidad de una página que aspira a seguir creciendo en todos sus ámbitos.
Queríamos un hábitat personal y heterogéneo, que no desnaturalizara mucho la anterior versión del Abismo. Sin embargo, ya no era cuestión de introducir algún que otro cambio cromático, ni de modificar los marcos de texto, ni siquiera de la variación en la disposición estructural. Todo eso se había conseguido en la Versión 2.0. Era la hora de transgredir los límites, de adoptar un ímpetu audaz y reformista con lo preestablecido.
La versión 3.0 tenía que ser avanzada, original, moderna… Desconozco si el tan temido Macromedia Flash forma parte distributiva de alguno de los weblogs que se conocen en el mundo hispano. Hasta el momento, no lo he visto. Tampoco si hay alguien que utilice el eficaz mecanismo del XML para la actualización de los enlaces. El designio de este nuevo modelo era una mayor docilidad en su organización. Había que procurar que todas estas novedades no fueran ornamentales, ni mucho menos un tipo de ostentación exhibicionista. La finalidad simplemente residía en permitir un mejor acceso a todo lo que se estaba acumulando en esta weblog.
Por eso, la gran novedad se asienta en la columna lateral izquierda, donde destaca la primera ventana, la correspondiente a la principal de enlaces, distribuidos en carpetas dinámicas para el más rápido acceso de los contenidos. También ha cambiado la portada, creada en una vivaz animación que ha recogido el entrañable y mítico Refotoon creado por Paco Cavero, un fondo que se va estableciendo paulatinamente, cortesía de Dave McKean y la tipografía, esta vez otro homenaje a ‘Cristal Oscuro’, una de mis películas más recordadas de mi infancia debida al magnánimo Jim Henson.
Ahora todo es más sencillo.
No nos consideramos pioneros de ningún estilo, ni hemos creado virguerías en la rama de diseño para envanecernos de nada, sino que todos los cambios responden a las ganas de mejorarlo todo. El logro, a un nivel personal, es absoluto. Podréis encontrar nuevos enlaces, nuevas secciones (entre las que se encuentran dos de próximo advenimiento –como mi página personal RefoWorld y el fotolog ‘Enfoque negativo’-), además del habitual 'Fondo del Abismo', que pronto acopiará la misma línea modificada que esta versión 3.0. En cuanto a contenido, lo demás sigue su curso; las críticas (en un menú también dinámico), los dossieres, los enlaces (todos laboriosamente actualizados), los posts pretéritos y los destacados… Todo sigue igual, pero desde una perspectiva distinta.
Espero que os guste esta novedosa actualización. Porque, a pesar de los cambios, hay algo que sigue siendo cardinal en toda esta renovación. Y es, como en cada post, como en cada historia, como en cada cambio, poder satisfacer la comodidad de todo visitante del Abismo. Todo esto es por vosotros, amigos. Así que os invito a que os familiaricéis con este nuevo entorno y disfrutéis del contenido de una manera diferente. Un contenido que, ya iba siendo hora, volverá al frenesí de redacción de antaño.

Coming Soon...

Algo trascendental tendrá lugar en este weblog hoy mismo, en esta pantalla.
Sí, amigos abismales. Por fin se inaugurará la más que esperada y anunciada VERSIÓN 3.0 de 'Un Mundo desde el Abismo'.
No perdáis de vista este espacio a lo largo del día. Estad muy atentos, porque hoy, lunes 26 de septiembre de 2005, un nuevo concepto de weblog estará en vuestros monitores. Todo está listo. Así que preparaos para la inauguración, ya que promete algo revolucionario.
Quedan sólo unas horas para que lo descubráis.