lunes, 19 de diciembre de 2005

Ha muerto "Papuchi"

1915-2005
Ha muerto un clásico, un hombre carismático, un ‘pichabrava’.
El doctor Julio Iglesias Puga, el inigualable “Papuchi” nos ha dejado esta pasada madrugada a los 90 años de edad.
Una lástima, ya que este veterano ginecólogo era un tipo encantador que suponía el último escollo de dignidad dentro del pestilente mundo de la prensa rosa. Un individuo afable que se ganó el afecto y simpatía pública con su naturalidad y desparpajo campechano.
D.E.P.

New Art: Quesismo

El arte vanguardista no conoce límites materiales. Cuando todo parecía concebido, fuera de las bases del color, la ruptura de las normas, la experimentación con la composición de la obra o la intencionalidad de un renovado lenguaje estético, llega una nueva forma de arte: el “quesismo”, que asienta sus fundamentos en moldear esculturas realizadas a base de ganchitos de queso.
Lo sé. Es que estoy de un vago...

sábado, 17 de diciembre de 2005

Dossier ROMAN POLANSKI (Parte I)

El cineasta errante y ambiguo
Nacido como Raimund Polanski hace 72 años en París, el que es uno de los últimos clásicos del cine contemporáneo vivió una terrible infancia en la que abandonó su hogar en Cracovia para refugiarse en una zona donde residían judíos, viendo cómo los soldados de las ‘Schuzstaffel’ se llevaban a sus padres al campo de concentración de Auschwitz. Para su más personal y último filme, ‘El pianista’, con el que ganó un polémico Oscar como mejor director y la Palma de Oro en Cannes el año de su estreno, Polanski regresó a aquellos escenarios para contar la historia de Wladyslaw Szpilman, un pianista polaco que es obligado, junto a su familia, a vivir en el corazón del ghetto de Varsovia, para fugarse después de un campo de concentración al que fue enviado. Una insólita, dolorosa y radical forma de exorcizar los fantasmas, característica con la que Polanski siempre a acometido cada una de sus obras.
‘Oliver Twist’, su nueva película, es más asequible como obra para toda la familia. La primera en toda su carrera. Y aunque obvie la crudeza de ésa tortura infantil, aparentemente alejado de los temas que han caracterizado la carrera de este polémico cineasta, analizando su niñez, tampoco es tan extraño que el director haya seguido expiando las sombras pretéritas que demonizaron su infancia, ya que, al igual que Twist, Polanski fue un niño con un traumático aprendizaje iniciático. El miserable Londres victoriano y la castigada Varsovia nazi guardan para el autor muchos puntos en contacto como los que podemos hallar entre Dickens y Polanski, dos artistas de atormentadas infancias para quienes el éxito de sus carreras no logró desvanecer la mancha instalada en sus memorias, ni el infortunio que siempre les perseguiría con obstinación. ‘Oliver Twist’ también es la excusa perfecta para otorgarle a Polanski uno de los grandes dossieres que se darán cita en este Abismo de incongruencia escrita.
Los comienzos de Polanski tienen lugar en programas de radio, obras teatrales y trabajando como meritorio en algunas películas, destacando ‘Pokolenie’, del maestro Andrzej Wajda, junto al que trabajó como actor en alguno de sus filmes. Sus primeros trabajos cinematográficos son cortometrajes más o menos acabados como ‘La bicicleta’, ‘Dos hombres y un armario’, ‘Morberctwo’, el documental ‘Aguafiestas’ y ‘Una gran sonrisa’, obras que marcarían su insólito universo creativo con unas directrices determinadas hacia el surrealismo, la violencia y el voyeurismo, protagonizados por personajes heredados de su tortuoso pasado, destacando en ellos una intención por abrirse camino en un mundo absurdo y superar así la fatalidad. Una de las claves del cine de Polanski, por tanto, empieza a ser desde la génesis cinematográfica ésa marcada pauta hacia lo infrecuente, lo inadmisible de la existencia, sin perder nunca la raigambre familiar desde un enfoque incómodo y ambiguo. Desde su primer e inquietante largometraje ‘Un cuchillo bajo el agua’ (Nominada al Oscar como mejor película extranjera de 1962), Polanski deja claro que es un cineasta contracorriente.
A pesar de dejarse llevar por las lógicas inclinaciones europeístas fílmicas de la ‘nouvelle vague’, que evidencian la lúcida artificiosidad del filme, ‘Un cuchillo en el agua’ (escrita junto a Gerard Brach) aporta un subrepticio juego de dobles intenciones, de incómodas atmósferas a través de una historia simple y sin aparentes contrariedades argumentales, la de un matrimonio que recoge a un joven estudiante al que invitan a pasar el día en su yate. Un filme que, en su deconstructivo progreso, va desarrollando un potencial de insinuación que termina por depravar sus múltiples implicaciones. Así, Polanski contrapone a ese marido déspota y engreído frente a la libertad contestataria de un joven rebelde y astuto como símbolo de la sociedad en que vivía el realizador en aquélla época. Desde entonces, Polanski concibe el cine como reflejo de un mundo como un espacio cerrado, de oscura claustrofobia (aquí constituido en el agua que les rodea). Espacios obstruidos donde poder generar las más insólitas acciones o las más terribles pesadillas. El infortunio, la ansiedad, la demencia social, una tendencia a la desilusión familiarmente polaca o su afinidad por lo delirante y absurdo son elementos necesarios para entender la obra de un cineasta errante y extraordinario. Pero, sobre todo, polémico.
Decidido a acometer una filmografía de carácter internacional, el realizador polaco emigra a Francia, donde conoce de cerca de grandes maestros como Jean-Luc-Godard, Claude Chabrol o Ugo Gregoretti con los que rueda el filme colectivo ‘Las más famosas estafas del mundo’ (Polanski se encarga del sketch ‘Amsterdam’), sin durar mucho este acercamiento a la idiosincrasia de los clásicos continentales. Pero la tendencia intelectual no reafirma el oscuro entusiasmo del Polanski lúgubre de sus siguientes obras; ‘Repulsión’, vuelta a los infiernos psicopatológicos con la historia acerca de una impresionable mujer que, mediante su relación con los hombres, acaba conociendo de cerca una paranoia que une a la no menos extraña ‘Callejón sin salida’, otra muestra por el tenebroso universo del humor negro que se acerca a la vena más inspirada de autores teatrales como Ionesco o Beckett o Harold Pinter.
En ‘Repulsión’, se observa con toda nitidez parte de la obsesiva curiosidad del director por las personalidades fragmentadas, por los submundos ficticios que degeneran en un autismo observador, en este caso, el de Carol Ledoux (en uno de los pocos papeles convincentes de Catherine Deneuve), provocados por una obsesiva aversión al sexo masculino que impulsa a la joven, nada menos, que a cometer el asesinato de dos hombres. Para Polanski en ‘Repulsión’, lo interesante no es evidenciar ni los efectos ni las causas de la locura Ledoux, si no dibujar un certero trazado por la mentalidad enfermiza de una personalidad ambigua en un universo distorsionado por una doble vertiente cinematográfica; la analíticamente argumental, jugando con la disposición de la voluble cámara desde el subjetivismo de la demencia y, sobre todo, la sonora, con un manejo atmosférico sustentado en el magistral manejo del sonido y sus efectos que han sido uno de los dispositivos más importantes a lo largo de la filmografía del director.
Elementos que tendrían también su importancia en esa extraña pieza que es ‘Callejón sin salida’, donde a Polanski, está vez, le interesa por encima de todas las cosas, inquirir en la personalidad de unos roles llevados al extremo, personificados en un matrimonio formado por un hastiado industrial retirado y su hermosa mujer francesa bastante ninfómana (interpretados por Donald Pleasence y Françoise Dorléac) que son secuestrados en su propia mansión por un rudo y violento gángster y su moribundo compañero. Otra oportunidad de embarrar las relaciones de pareja con los diversos dispositivos con los que Polanski (de nuevo con Gérard Brach en el guión) alcanza la zozobra emocional mediante la puesta escena claustrofóbica, derivando esta vez hacia la comedia negra en una suerte de teatro del absurdo, minando la trama y los diálogos con un macabro juego de satírica crueldad inabordable. ‘Callejón si salida’ es la película más radical de Polanski, por la querencia distorsionadora hacia una insoportable situación de aislamiento, por la ruptura con que Polanski plantea su puesta en escena, por la angustiosa sensación de soledad y violencia que se respira en un conseguido ‘huis clos’ del espacio cerrado, del desconcierto, el miedo, la desconfianza y una suma de estados psicológicos perfectamente reflejados por el cineasta en una película asfixiante. Como bien dejó para la posteridad el prestigioso crítico Ivan Butler, ‘Callejón sin salida’ se puede definir como el filme más horroroso dentro de las comedias y el más hilarante dentro de las tragedias”.
La predisposición a ese factor inverosímil de la vida, antes de comenzar su tumultuosa y corta carrera en Hollywood, le lleva a dirigir la extravagante ‘El baile de los vampiros’, película que sirve como parodia al cine de vampiros de la entonces prolífica Hammer y también la primera vez que Polanski utiliza el color dentro de su obra. Una obra sofisticada, de humor grotesco, pero siempre sin perder de vista el punto terrorífico que sirve de homenaje a las películas vampíricas que se habían convertido en clásicos hasta el momento y que estaban en plena decrepitud ya en 1967, año de filmación de esta comedia negra. Para ello, Polanski jugó con una imposible historia donde los protagonistas no son perseguidos o asediados por los vampiros, si no que ahuyentan sus propios fantasmas en la intención destructiva de una organizada sociedad en la que ellos son extraños, en la que son diferentes, como nota característica de la obra de Polanski. De nuevo, son inadaptados dentro de una sociedad (esta vez vampírica) y convertidos en victimas por las masas que exteriorizan sus defectos, mostrándose, en todo momento, incapaces de ajustarse a la colectividad.
No obstante, el dispositivo cómico determinado por Polanski y Gerard Brach no deja de ser una intención más que una realidad, ya que ambos caerían en exceso en el humor fácil, aunque prepondere la subversión (el descubrimiento por parte de un vampiro de su homosexualidad, armonizando sexualidad y vampirismo). El ‘gag’ se transforma en elemento funcional de un determinismo iconoclasta tan fecundo a lo largo de su carrera. Eso sí, ‘El baile de los vampiros’ traza un elaborado armazón dentro del cual destaca la excelente dirección artística de corte barroco, así como el elaborado diseño de producción y la fotografía de Douglas Slocombe. Sin olvidar la música de su inseparable compositor Krzysztof Komeda (que hizo de la música incidental del primer Polanski una delicia sonora y determinante en la eficacia de sus filmes). A ello se suma el sutil refinamiento con que Polanski siempre ha dirigido a sus actores, haciendo en esta ocasión que todo el elenco resulte irreprensible (Jack MacGowran, el propio Roman Polanski, Ferdy Mayne y Sharon Tate –que a la postre se convertiría en la mujer del cineasta polaco-).
También hay que agradecerle su despreciativa vena por cualquier conclusión moral o el ‘happy end’, una característica que siempre le ha alejado de los preceptos de los grandes maestros clásicos a los que se le ha comparado. En este caso, demostrando que si Hitchcock definía la vertiente de la maldad y la bondad en unos personajes que despertaban de una pesadilla, él prefiere (como en toda su filmografía) enfangarlos en la tergiversación moral y hacer que sus conclusiones no sean ni por asomo convencionales. Un logro que, en conjunto, ofrece una puesta en escena atmosférica sin igual y aporta una aleccionadora parodia entra la nostalgia del homenaje y el continuo juego con el inventario del cine de terror y la comedia.
La entrada de Polanksi en Hollywood se produce por todo lo alto. No sólo porque su siguiente película, ‘Rosemary’s baby’, sería una de las películas más controvertidas y taquilleras de la época, sino por la condición de director estrella con la que acometería su nueva vida, rodeándose de la gente más importante e influyente del momento. Casado con la hermosa Sharon Tate, amigo de los grandes productores de la época como William Castle, Robert Evans o Darryl F. Zanuck, aficionado a las dispendiosas fiestas con las estrellas como Steve McQueen, Warren Beatty, Paul Newman o el emergente Jack Nicholson, amante del libertinaje, la ideología libre y la buena vida, Polanski también se empezó a mover en todo tipo de demenciales ‘parties’ donde su nombre empezó a ser muy conocido. Fiestas de Penthouse, Playboy y veladas con lo más selecto de Hollywood hicieron del cineasta todo un curtido conocedor de los vericuetos de la industria. Incluso se hizo conocida su predilección e interés por toda clase de sectas, espiritismo, parapsicología y ocultismo que estaban de moda de la mano del ‘gurú’ satánico Anton Szandor Lavey, más conocido como “El Papa Negro”, toda una institución dentro de las grandes esferas del mundo del cine.
Roman Polanski y Sharon Tate eran acogidos con distinción en cada una de estas reuniones de estrellas. Polanski estaba en un potente círculo que le convirtieron en la gran promesa del nuevo cine yanqui, el más sedicioso e innovador de los aspirantes europeos a conquistar Hollywood. Para Robert Evans, Polanski era el director ideal para dirigir el cambio de rumbo de Hollywood. Su condición de europeo, su faceta atrevida, agnóstica y sin prejuicios dieron el perfil adecuado para que Evans pudiera convencer a William Castle de que era el director indicado para dirigir la adaptación de la novela de Ira Levin ‘Rosemary’s baby’, la apuesta fuerte de la Paramount por aquélla época. Polanski no dudó en aceptar la propuesta. ‘Rosemary’s baby’ es un fascinante compendio de la cautivadora ambigüedad del director de ‘Repulsión’, apuntalando el relato en una desmedida capacidad de sugerencia visual y temática, en la subversión de la mirada con la que se observa una realidad distorsionada por la sospecha y de la búsqueda de la verdad a través de una cotidianidad que se transforma en insoportable ergástula existencial. Todo ello desde una perspectiva cercana a la visión de Nietszche sobre la religión, llevada a una percepción puramente mesiánica. Una película inolvidable (para mí la más representativa obra maestra absoluta) que determina el poder de hipnotismo oculto en la sugerencia constante. En cualquier caso, ‘Rosemary’s baby’ fue fruto de un más que amplio estudio dentro del Abismo el pasado mes de septiembre, por lo que dilatar más esta parte sería absurdo teniendo el dossier en un solo clic.
Con esto, concluye la primera parte del amplio dossier sobre uno de los directores más importantes del cine moderno.
La semana que viene, mucho más.
Seguid atentos.

jueves, 15 de diciembre de 2005

Simius interruptus

Es difícil saber hasta qué punto se puede damnificar a los espectadores en una proyección sólo por culpa del negocio, de los beneficios y del interés propio en algunos de los cines modernos estandarizados con el paso de los años en las Multisalas. No entiendo porqué se ha llegado al empeño de hundir una película de éxito sencillamente por razonamientos que responden a una extensa duración, deteriorando y menoscabando la película por un deslustrador interés que ejerce un desprecio hacia el autor de la película y hacia la gran mayoría de los espectadores, ultrajados por semejante insolencia despectiva. Habrán pensado que las obras cinematográficas de más de tres horas suponen un metraje excesivo como para que el espectador no aguante la duración de éstas y tenga que salir a hacer sus necesidades y recargar su cartón de palomitas y bebida para afrontar con agrado el resto de la película.
Cuando Peter Jackson corrigió el montaje final de su publicitada ‘King Kong’ de 150 a 187 minutos lo hizo a sabiendas de que la historia lo requería, sin pararse a pensar cuánto supuesto infortunio iba a provocar en el público. Por algo, su magistral trilogía de Tolkien estaba narrada también en un tiempo de película superior a la media. Exceptuando a los cines Ábaco (que encima dispensan palomitas gratis), los restantes cines de nuestra ciudad han tenido a bien, por un inexplicable libre albedrío, cortar la proyección del excelente filme de Jackson sin excusa alguna, sólo porque estiman exorbitantes las tres horas que dura el ‘remake’ de una de las más célebres gestas de la historia, enflaqueciendo con esta negligente decisión el abrumante ritmo que el director neozelandés ha proporcionado a su elefantiásica epopeya de aventuras, en plena persecución, dinamitando sus estupendas secuencias selváticas. La estrategia parece bien sencilla y responde al mero y burdo beneficio. Devastar este nuevo ‘King Kong’ con semejante e imprevisto corte es una falta de respeto al cinéfilo, al espectador, al cine en general y a Peter Jackson en particular.
Lo esperpéntico de la situación es que hacer oír esta reprobación a los responsables del cine se recrimina con chulería y provocación por parte de uno de los encargados, en este caso concreto por parte de un fulano encargado de los Cinebox de Vialia de Salamanca, aludiendo a un inapreciable paraninfo que advierte de tal atentado cinematográfico en la taquilla de los cines. Un cartel, por supuesto, que había sido colocado horas antes, porque los días precedentes no te señalaban nada al respecto de semejante agravio al comprar la entrada ¿Impertinente respuesta a una justificada indignación? Así se las gastan en estos cines salmantinos. Más allá de la incómoda situación personal, este tipo de decisiones depauperan el espectáculo cinematográfico, haciéndonos volver a angostos tiempos de unas tradiciones fílmicas que ya no existen. Así, la ceremonia aventurística de Peter Jackson se infravalora, pierde esencia y es maltratada por este tipo de actos equiparables a la interrupción del acto sexual, como cuando te cortan una cagada o la parálisis de un placer tan simple como es el de disfrutar de una sesión un poco más larga de lo habitual sin imposiciones comerciales.

Nominaciones a los XX Premios Goya

Que dos cintas como ‘Obaba’ y ‘Princesas’ hayan sido designadas como las máximas favoritas de la próxima gala de los Goya define a la perfección el actual estado del cine español.
La nula calidad de los títulos presentados este año a concurso concreta hasta qué punto de paupérrima decadencia ha agotado la cinematografía patria sus nulos incentivos de cambio o novedad. El cine español, amigos, está en las últimas. En sus horas más bajas. Que ‘Siete vírgenes’ y ‘La vida secreta de las palabras’, de la Coixet sean sus competidoras también parece producto de un chiste mal contado.
Si es que resulta divertido y todo. Imaginaos: “ése que va y dice… me encanta el actual cine español porque es excelente”. Suena ridículo.
Que Óscar Jaenada sea considerado como el futuro gran actor de nuestro cine también deriva en aserción hilarante, de frase lanzada en plena embriaguez. Quiero decir que… Bárbara Lennie sea considerada para la candidatura como mejor actriz revelación es ya de traca pantomímica. La poca dignidad que hay en los títulos de este año que optan al galardón de enorme cabezón es vacilante; tal vez ‘Tapas’, de Juan Cruz y José Corbacho, algún intérprete de aceptable valía como Adriana Ozores, Emma Vilarasau, Natalie Poza, Eduard Fernández, Manuel Alexandre o Javier Cámara. Y poco más.
Unos premios esqueléticos de cualquier interés que dejarán, como parte del hábito nepotista de la infecunda familia del cine español, otro palmarés de esperada apatía y celebrada falsedad, de aburrida gala con connotaciones de beligerancia contra la piratería (como ya dejaran claro el año pasado con muchos de sus integrantes haciendo el ridículo y lanzando proclamas sobre este tema) y con una prolongación agonizante de una situación inconcebible y no reconocida.
El chiste continúa aquí.

miércoles, 14 de diciembre de 2005

Censura, vía MPAA (como siempre)

Censura. (Del lat. censūra). 1. f. Dictamen y juicio que se hace o da acerca de una obra o escrito. 2. f. Nota, corrección o reprobación de algo. 3. f. Murmuración, detracción. 4. f. Intervención que ejerce el censor gubernativo. 5. f. Pena eclesiástica del fuero externo, impuesta por algún delito con arreglo a los cánones. 6. f. Entre los antiguos romanos, oficio y dignidad de censor. 7. f. Psicol. Vigilancia que ejercen el yo y el superyó sobre el ello, para impedir el acceso a la conciencia de impulsos nocivos para el equilibrio psíquico. 8. f. ant. Padrón, asiento, registro o matrícula.
Censura. Ésa palabra tan fácil de usar, que además circunscribe una subrepticia hipocresía por naturaleza, está de moda desde hace años en USA. Ahora, la MPAA (Motion Picture Asociation) ha propagado unas directrices prohibiendo los elementos que consideran vedados en un cartel cinematográfico.
Como todos sabemos, los americanos (y en extensión, el resto del mundo, que sigue inconscientemente su modelo) son así. Como dicen en el largometraje de ‘South Park’, son “blanquitos con miedo”. Un miedo que provoca gran parte de toda esta censura. Lo cierto es que hay que tener dos dedos de frente y dilucidar un poco acerca del tema, porque si recapacitamos un poco, obtendremos como conclusión que la excesiva defensa de una supuesta identidad proviene de la inseguridad en la propia consistencia de la personalidad.
Los elementos censurados son:
1. Ningún desnudo o actividad sexual.
2. Está prohibido apuntar a cámara con un arma, ni tampoco mostrar un arma apuntando a una víctima.
3. No se podrá exceder las dos armas de fuego en un cartel.
4. Tampoco alusiones ni muestra explícita de drogas o alucinógenos.
5. Está prohibido utilizar cualquier palabra con lenguaje ofensivo.
6. No podrá insertarse imágenes en las que aparezca sangre.
7. Nada de violencia de género, ni violaciones ni abusos sexuales.
8. Es inconcebible la muestra del trato vejatorio con animales.
9. Tampoco se expondrán imágenes de mutaciones, mutilaciones o cadáveres.
10. Queda condenada la utilización de violencia excesiva o brutalidad manifiesta.
11. No se podrá exhibir a ninguna persona ardiendo (no sabemos si esto incluye a La Antorcha Humana) o saliendo despedidas de ninguna explosión.
12. No utilizar la prohibición restrictiva de menores (el célebre PG, R o NC-17) como reclamo para atraer espectadores.
13. No utilizar ni palabras ni imágenes que puedan molestar a cualquier religión, condición o raza.

lunes, 12 de diciembre de 2005

Finalistas

Ha habido de todo; secuencias descojonantes, algunas cuantas inolvidables, aventuradas e incongruentes, deliciosamente ‘freakies’, otras (muy pocas) indolentes o ininteligibles en concepto pero lo importante es que, en su gran mayoría, han sido piezas secuenciales que han llenado de imaginación y extravagancia el Concurso Esperpéntico de Secuencias Subtituladas de Bollywood convocado por el Abismo hace un par de semanas.
Ha sido difícil elegir sólo tres de ellas entre todas vuestras creaciones, pues había muchas que estaban a la altura para un concurso tan insustancial e intrascendente como este. Los tres cortes debían resultar eficaces en cuanto a humor, disposición de los subtítulos dentro de la secuencia y que, argumentalmente, tuvieran que ver con la trivialidad que se observa en los fragmentos de películas de Bombay.
Y sin más dilación y abriendo el sobre imaginario, con música de boato de fondo y… bueno, ya está bien de bobadas. Los tres finalistas han sido…
‘Amor Imposible’, de Suda Sánchez.
‘Romeo’, de Enrique.
‘El engaño’, de Nacho Natas.
Enhorabuena a estos tres creadores.
Deberéis elegir la mejor estupidez subtitulada emitiendo un solo voto por persona en este mismo post. Para evitar que alguno de los finalistas reincida en la votación he decidido que los tres finalistas sean considerados ganadores del premio final. Es decir que la camiseta que se iba a enviar al campeón como símbolo de la victoria, será recibida por los tres finalistas. Sin embargo, sólo uno de ellos se alzará con la vistoria de este desastroso concurso sin sentido. Como ya sabéis, Haloscan refleja vuestra IP, por lo que tampoco se aceptarán ardides de ningún tipo. Sed honestos. La fecha final para recibir votos será, como en la anterior ocasión, hasta que este post desaparezca de los diez de la página principal del Abismo. Será entonces cuando sepamos quién se lleva la triste gloria de ser el mejor creador de la secuencia subtitulada.
La votación queda abierta.
Los finalistas, poneos en contacto conmigo a través del mail abismal para el envío del regalito navideño.
A los demás, no receléis. Ya habrá más ocasiones para llevarse una.
Ha sido muy divertido, os lo aseguro. Y espero que vosotros también hayáis disfrutado.

domingo, 11 de diciembre de 2005

Adiós a Richard Pryor

1940 - 2005
Gene Wilder se ha quedado sin su ‘partenaire’ más célebre. Nosotros nos hemos quedado sin uno de los mejores cómicos que ha tenido el humorismo internacional en toda su historia.
D.E.P.

sábado, 10 de diciembre de 2005

Tu madre se ha comido a Peter Jackson

Por mucho que lo observe, sigue impresionándome la mutación.
Qué queréis que os diga.

Lo último de Estopa

Esta semana me he hecho con el último disco de Estopa, el grupo formado por los hermanos Muñoz, José Luis, ése guitarra de sonrisa bellaca inextinguible, con dientes ambarinos de tanto tabaco y coletilla de Jedi, de apariencia bonachona y secundaria respecto a su hermano mayor y David, uno de esos tipos con carisma especial para caer bien, para dejarse querer con su nada impostada actitud campechana.
Dos hermanos con empaque, con una extraña áurea de gracia y humildad que hace llegar su chispa a todo el mundo. La procedencia de estos multiventas es digna de prevalecer, pese a que se haya marcado en todas las entradillas que se han escrito a la hora de hablar del fenómeno Estopa. Llegados directamente de una fábrica de tornillos, currantes y/o currelas de tomo y lomo, de los que llegan con dificultad a fin de mes, a pasar a ser estrellas de la canción. En pocos meses pasaron de comerse el bocata de chorizo con el vinito caliente de la fábrica a ser ‘número 1’, por encima de Michael Jackson, Madonna o grandes hitos de la música comercial.
Lamentablemente, ‘Voces de ultrarumba’ mitiga la evolución de un dúo que ha hecho de su estilo, a medio camino entre la rumba gamberra, el pop, el rock y la calorrada, una seña de identidad que, con el paso de sus discos, se ha constituido consumado en un producto demasiado reiterativo e invariable. A pesar de que la carga incisiva de sus letras sobre los vestigios de las drogas y la sandunga a la que conlleva emborracharse, la cotidianidad de la diversión esperada del fin de semana de cualquier trabajador modesto, el amor sucio y básico o la inquietud callejera incluso en la delincuencia, Estopa empieza a dejar la sensación de redundancia, esta vez mucho más comercial y sin riesgo, anulando cualquier capacidad de sorpresa. Los dos hermanos parecen haber perdido el sarcasmo cabrón que les hacía asemejarse al mejor Robe Iniesta, la rumba catalana y el calé marcado de Los Chichos para sonar demasiado letárgicos y sin ningún hálito de mejora.
Mucha gente me ha reprochado siempre la simpatía que despiertan en mí estos chavalotes enérgicos y descojonantes, que han conseguido el sueño de aquellos que cantan y tocan en un grupo, de los que sueñan con giras, discos de platino y conciertos multitudinarios. Son divertidos, su actitud musical sigue siendo la inaudita que esgrime el ‘carpe diem’ y la diversión, aunque estén perdiendo fuerza. El regodeo y la humildad siguen siendo las armas voraces que empapan su propio emblema, su propia historia. Coño, a mí me gusta Estopa. Aunque éste último disco, sinceramente, no esté a la altura.