jueves, 15 de diciembre de 2005

Simius interruptus

Es difícil saber hasta qué punto se puede damnificar a los espectadores en una proyección sólo por culpa del negocio, de los beneficios y del interés propio en algunos de los cines modernos estandarizados con el paso de los años en las Multisalas. No entiendo porqué se ha llegado al empeño de hundir una película de éxito sencillamente por razonamientos que responden a una extensa duración, deteriorando y menoscabando la película por un deslustrador interés que ejerce un desprecio hacia el autor de la película y hacia la gran mayoría de los espectadores, ultrajados por semejante insolencia despectiva. Habrán pensado que las obras cinematográficas de más de tres horas suponen un metraje excesivo como para que el espectador no aguante la duración de éstas y tenga que salir a hacer sus necesidades y recargar su cartón de palomitas y bebida para afrontar con agrado el resto de la película.
Cuando Peter Jackson corrigió el montaje final de su publicitada ‘King Kong’ de 150 a 187 minutos lo hizo a sabiendas de que la historia lo requería, sin pararse a pensar cuánto supuesto infortunio iba a provocar en el público. Por algo, su magistral trilogía de Tolkien estaba narrada también en un tiempo de película superior a la media. Exceptuando a los cines Ábaco (que encima dispensan palomitas gratis), los restantes cines de nuestra ciudad han tenido a bien, por un inexplicable libre albedrío, cortar la proyección del excelente filme de Jackson sin excusa alguna, sólo porque estiman exorbitantes las tres horas que dura el ‘remake’ de una de las más célebres gestas de la historia, enflaqueciendo con esta negligente decisión el abrumante ritmo que el director neozelandés ha proporcionado a su elefantiásica epopeya de aventuras, en plena persecución, dinamitando sus estupendas secuencias selváticas. La estrategia parece bien sencilla y responde al mero y burdo beneficio. Devastar este nuevo ‘King Kong’ con semejante e imprevisto corte es una falta de respeto al cinéfilo, al espectador, al cine en general y a Peter Jackson en particular.
Lo esperpéntico de la situación es que hacer oír esta reprobación a los responsables del cine se recrimina con chulería y provocación por parte de uno de los encargados, en este caso concreto por parte de un fulano encargado de los Cinebox de Vialia de Salamanca, aludiendo a un inapreciable paraninfo que advierte de tal atentado cinematográfico en la taquilla de los cines. Un cartel, por supuesto, que había sido colocado horas antes, porque los días precedentes no te señalaban nada al respecto de semejante agravio al comprar la entrada ¿Impertinente respuesta a una justificada indignación? Así se las gastan en estos cines salmantinos. Más allá de la incómoda situación personal, este tipo de decisiones depauperan el espectáculo cinematográfico, haciéndonos volver a angostos tiempos de unas tradiciones fílmicas que ya no existen. Así, la ceremonia aventurística de Peter Jackson se infravalora, pierde esencia y es maltratada por este tipo de actos equiparables a la interrupción del acto sexual, como cuando te cortan una cagada o la parálisis de un placer tan simple como es el de disfrutar de una sesión un poco más larga de lo habitual sin imposiciones comerciales.

Nominaciones a los XX Premios Goya

Que dos cintas como ‘Obaba’ y ‘Princesas’ hayan sido designadas como las máximas favoritas de la próxima gala de los Goya define a la perfección el actual estado del cine español.
La nula calidad de los títulos presentados este año a concurso concreta hasta qué punto de paupérrima decadencia ha agotado la cinematografía patria sus nulos incentivos de cambio o novedad. El cine español, amigos, está en las últimas. En sus horas más bajas. Que ‘Siete vírgenes’ y ‘La vida secreta de las palabras’, de la Coixet sean sus competidoras también parece producto de un chiste mal contado.
Si es que resulta divertido y todo. Imaginaos: “ése que va y dice… me encanta el actual cine español porque es excelente”. Suena ridículo.
Que Óscar Jaenada sea considerado como el futuro gran actor de nuestro cine también deriva en aserción hilarante, de frase lanzada en plena embriaguez. Quiero decir que… Bárbara Lennie sea considerada para la candidatura como mejor actriz revelación es ya de traca pantomímica. La poca dignidad que hay en los títulos de este año que optan al galardón de enorme cabezón es vacilante; tal vez ‘Tapas’, de Juan Cruz y José Corbacho, algún intérprete de aceptable valía como Adriana Ozores, Emma Vilarasau, Natalie Poza, Eduard Fernández, Manuel Alexandre o Javier Cámara. Y poco más.
Unos premios esqueléticos de cualquier interés que dejarán, como parte del hábito nepotista de la infecunda familia del cine español, otro palmarés de esperada apatía y celebrada falsedad, de aburrida gala con connotaciones de beligerancia contra la piratería (como ya dejaran claro el año pasado con muchos de sus integrantes haciendo el ridículo y lanzando proclamas sobre este tema) y con una prolongación agonizante de una situación inconcebible y no reconocida.
El chiste continúa aquí.

miércoles, 14 de diciembre de 2005

Censura, vía MPAA (como siempre)

Censura. (Del lat. censūra). 1. f. Dictamen y juicio que se hace o da acerca de una obra o escrito. 2. f. Nota, corrección o reprobación de algo. 3. f. Murmuración, detracción. 4. f. Intervención que ejerce el censor gubernativo. 5. f. Pena eclesiástica del fuero externo, impuesta por algún delito con arreglo a los cánones. 6. f. Entre los antiguos romanos, oficio y dignidad de censor. 7. f. Psicol. Vigilancia que ejercen el yo y el superyó sobre el ello, para impedir el acceso a la conciencia de impulsos nocivos para el equilibrio psíquico. 8. f. ant. Padrón, asiento, registro o matrícula.
Censura. Ésa palabra tan fácil de usar, que además circunscribe una subrepticia hipocresía por naturaleza, está de moda desde hace años en USA. Ahora, la MPAA (Motion Picture Asociation) ha propagado unas directrices prohibiendo los elementos que consideran vedados en un cartel cinematográfico.
Como todos sabemos, los americanos (y en extensión, el resto del mundo, que sigue inconscientemente su modelo) son así. Como dicen en el largometraje de ‘South Park’, son “blanquitos con miedo”. Un miedo que provoca gran parte de toda esta censura. Lo cierto es que hay que tener dos dedos de frente y dilucidar un poco acerca del tema, porque si recapacitamos un poco, obtendremos como conclusión que la excesiva defensa de una supuesta identidad proviene de la inseguridad en la propia consistencia de la personalidad.
Los elementos censurados son:
1. Ningún desnudo o actividad sexual.
2. Está prohibido apuntar a cámara con un arma, ni tampoco mostrar un arma apuntando a una víctima.
3. No se podrá exceder las dos armas de fuego en un cartel.
4. Tampoco alusiones ni muestra explícita de drogas o alucinógenos.
5. Está prohibido utilizar cualquier palabra con lenguaje ofensivo.
6. No podrá insertarse imágenes en las que aparezca sangre.
7. Nada de violencia de género, ni violaciones ni abusos sexuales.
8. Es inconcebible la muestra del trato vejatorio con animales.
9. Tampoco se expondrán imágenes de mutaciones, mutilaciones o cadáveres.
10. Queda condenada la utilización de violencia excesiva o brutalidad manifiesta.
11. No se podrá exhibir a ninguna persona ardiendo (no sabemos si esto incluye a La Antorcha Humana) o saliendo despedidas de ninguna explosión.
12. No utilizar la prohibición restrictiva de menores (el célebre PG, R o NC-17) como reclamo para atraer espectadores.
13. No utilizar ni palabras ni imágenes que puedan molestar a cualquier religión, condición o raza.

lunes, 12 de diciembre de 2005

Finalistas

Ha habido de todo; secuencias descojonantes, algunas cuantas inolvidables, aventuradas e incongruentes, deliciosamente ‘freakies’, otras (muy pocas) indolentes o ininteligibles en concepto pero lo importante es que, en su gran mayoría, han sido piezas secuenciales que han llenado de imaginación y extravagancia el Concurso Esperpéntico de Secuencias Subtituladas de Bollywood convocado por el Abismo hace un par de semanas.
Ha sido difícil elegir sólo tres de ellas entre todas vuestras creaciones, pues había muchas que estaban a la altura para un concurso tan insustancial e intrascendente como este. Los tres cortes debían resultar eficaces en cuanto a humor, disposición de los subtítulos dentro de la secuencia y que, argumentalmente, tuvieran que ver con la trivialidad que se observa en los fragmentos de películas de Bombay.
Y sin más dilación y abriendo el sobre imaginario, con música de boato de fondo y… bueno, ya está bien de bobadas. Los tres finalistas han sido…
‘Amor Imposible’, de Suda Sánchez.
‘Romeo’, de Enrique.
‘El engaño’, de Nacho Natas.
Enhorabuena a estos tres creadores.
Deberéis elegir la mejor estupidez subtitulada emitiendo un solo voto por persona en este mismo post. Para evitar que alguno de los finalistas reincida en la votación he decidido que los tres finalistas sean considerados ganadores del premio final. Es decir que la camiseta que se iba a enviar al campeón como símbolo de la victoria, será recibida por los tres finalistas. Sin embargo, sólo uno de ellos se alzará con la vistoria de este desastroso concurso sin sentido. Como ya sabéis, Haloscan refleja vuestra IP, por lo que tampoco se aceptarán ardides de ningún tipo. Sed honestos. La fecha final para recibir votos será, como en la anterior ocasión, hasta que este post desaparezca de los diez de la página principal del Abismo. Será entonces cuando sepamos quién se lleva la triste gloria de ser el mejor creador de la secuencia subtitulada.
La votación queda abierta.
Los finalistas, poneos en contacto conmigo a través del mail abismal para el envío del regalito navideño.
A los demás, no receléis. Ya habrá más ocasiones para llevarse una.
Ha sido muy divertido, os lo aseguro. Y espero que vosotros también hayáis disfrutado.

domingo, 11 de diciembre de 2005

Adiós a Richard Pryor

1940 - 2005
Gene Wilder se ha quedado sin su ‘partenaire’ más célebre. Nosotros nos hemos quedado sin uno de los mejores cómicos que ha tenido el humorismo internacional en toda su historia.
D.E.P.

sábado, 10 de diciembre de 2005

Tu madre se ha comido a Peter Jackson

Por mucho que lo observe, sigue impresionándome la mutación.
Qué queréis que os diga.

Lo último de Estopa

Esta semana me he hecho con el último disco de Estopa, el grupo formado por los hermanos Muñoz, José Luis, ése guitarra de sonrisa bellaca inextinguible, con dientes ambarinos de tanto tabaco y coletilla de Jedi, de apariencia bonachona y secundaria respecto a su hermano mayor y David, uno de esos tipos con carisma especial para caer bien, para dejarse querer con su nada impostada actitud campechana.
Dos hermanos con empaque, con una extraña áurea de gracia y humildad que hace llegar su chispa a todo el mundo. La procedencia de estos multiventas es digna de prevalecer, pese a que se haya marcado en todas las entradillas que se han escrito a la hora de hablar del fenómeno Estopa. Llegados directamente de una fábrica de tornillos, currantes y/o currelas de tomo y lomo, de los que llegan con dificultad a fin de mes, a pasar a ser estrellas de la canción. En pocos meses pasaron de comerse el bocata de chorizo con el vinito caliente de la fábrica a ser ‘número 1’, por encima de Michael Jackson, Madonna o grandes hitos de la música comercial.
Lamentablemente, ‘Voces de ultrarumba’ mitiga la evolución de un dúo que ha hecho de su estilo, a medio camino entre la rumba gamberra, el pop, el rock y la calorrada, una seña de identidad que, con el paso de sus discos, se ha constituido consumado en un producto demasiado reiterativo e invariable. A pesar de que la carga incisiva de sus letras sobre los vestigios de las drogas y la sandunga a la que conlleva emborracharse, la cotidianidad de la diversión esperada del fin de semana de cualquier trabajador modesto, el amor sucio y básico o la inquietud callejera incluso en la delincuencia, Estopa empieza a dejar la sensación de redundancia, esta vez mucho más comercial y sin riesgo, anulando cualquier capacidad de sorpresa. Los dos hermanos parecen haber perdido el sarcasmo cabrón que les hacía asemejarse al mejor Robe Iniesta, la rumba catalana y el calé marcado de Los Chichos para sonar demasiado letárgicos y sin ningún hálito de mejora.
Mucha gente me ha reprochado siempre la simpatía que despiertan en mí estos chavalotes enérgicos y descojonantes, que han conseguido el sueño de aquellos que cantan y tocan en un grupo, de los que sueñan con giras, discos de platino y conciertos multitudinarios. Son divertidos, su actitud musical sigue siendo la inaudita que esgrime el ‘carpe diem’ y la diversión, aunque estén perdiendo fuerza. El regodeo y la humildad siguen siendo las armas voraces que empapan su propio emblema, su propia historia. Coño, a mí me gusta Estopa. Aunque éste último disco, sinceramente, no esté a la altura.

jueves, 8 de diciembre de 2005

Review 'The Exorcism of Emily Rose'

Poco terror, mucho discurso teológico
A pesar de conjugar géneros tan dispares como el terror y el drama judicial, el filme de Derrickson acaba por desfallecer por su maniqueo posicionamiento ideológico.
Muchos esperaban encontrar en ‘El Exorcismo de Emily Rose’ una película que encomendara a la memoria del personaje de Regan MacNeill en ‘El Exorcista’. Es decir, una dramática película de terror que, más allá del ‘splatter’ y los jugos gástricos verdosos, retomara el exorcismo como terrorífico acto religioso de exoneración diabólica con las trágicas consecuencias que ello arrastra. La trama hacía albergar alguna que otra esperanza: una historia basada en el caso real de Anneliese Michel, una joven alemana que en la década de los 70 falleció por un ritual exorcista, adaptándola a los tiempos actuales, en Estados Unidos, por supuesto, con el juicio del Padre Moore, un sacerdote acusado de negligencia tras la muerte de la joven Emily Rose, cuya posesión es reconocida extraoficialmente por la Iglesia católica, como en el caso de Michel.
Pero nada más lejos de la realidad, ya que la cuarta película de Scott Derrickson renuncia, en parte, a la extática demonológica para centrarse en el conflicto de discusión humanista y filosófico sobre este tipo de fenómenos, en la irreconciliable dicotomía que supone el enfrenamiento de la fe contra la ciencia, en un contexto judicial y expositivo, ya que la película se desarrolla en el litigio que se lleva a cabo hacia la supuesta incuria del padre Moore hacia la joven católica Emily Rose. Un contexto que tiene como gran virtud el que Derrickson se desvíe de los preceptos y tópicos formulistas del género de terror sustentando el peso de la cinta en la discordia sobre el relativismo posmodernista opuesto a la fe religiosa que se discute durante el proceso legal. ‘El exorcismo de Emily Rose’ es una difícil y compleja suerte de tres géneros de naturaleza antitética como son el terror, el cine judicial y el puro melodrama (eso sin contar que desde una perspectiva escéptica, su conclusión se convierta poco menos que en una exagerada comedia).
El problema de las directrices argumentales mostradas durante el filme es que, bajo el yugo del sutil terror fantástico que alcanza su plenitud en los habituales ‘flashbacks’ descriptivos de la posesión de Emily Rose, sustentada en el efectismo visual y sonoro a golpe de música estruendosa que busca el sobresalto, encubierta en la imaginería religiosa, la película no deja de ser un indudable pasquín de auténtico maniqueísmo ideológico. Así, la protagonista del filme no es otra que Erin Bruner, la abogada defensora del Padre Moore, una agnóstica letrada con dudas religiosas que se enfrenta a Ethan Thomas, el devoto metodista que representa a la acusación. Lo que interesa del subtexto es patentizar la progresiva adopción de la creencia católica por parte de una abogada inmersa en una epifanía cristiana surgida por la manifestación de señales tenebrosas, hechos inexplicables, amenazas y fenómenos paranormales que se producen a su alrededor, que serán los que provoquen su incertidumbre y entrega final a la Fe Católica por dichas ‘evidencias’. Por supuesto, el empirismo científico es representado como intransigente y dogmático, ya que los médicos pronostican que la posesión de la joven Emily Rose es producto de la epilepsia y la esquizofrenia en contra de las prescripciones religiosas del padre Moore. Sin embargo, no se duda en ningún momento en lanzar incoherentes teorías de la defensa, llevando a una doctora interpretada por Shohreh Aghdashloo a declarar a favor de lo espiritual, mencionando a un experto en pantomimas como es Carlos Castaneda, autoproclamado antropólogo que ha dejado la inescrutable tensegridad y las ‘Enseñanzas de Don Juan’ en sus estudios, que mezclan de forma circense la antropología, las antiguas culturas y el chamanismo.
El resultado, según la disposición de cada espectador (porque en un devoto creyente será de lo más eficaz), es del todo ambigüo y prosaico, dilatando un contenido pretendidamente intelectual y melodramático para exhibir de manera muy expeditiva las declaraciones de los testigos que, conforme avanza la trama, van inclinando la diatriba hacia la balanza de la religiosidad con una cadena entregada a la abogada por una señal divina, provocando la repentina muerte de un testigo vital (sugiriendo el asesinato por medio de fuerzas malignas) e incluso visualizando a modo de ‘flashback’ (siempre de manera subjetiva) el exorcismo de Emily, así como la trascendencia de la verdad en forma de misiva que dejó la joven al narrar su espantosa ordalía religiosa.
No obstante, hay que agradecer la sutil limitación de truculencia durante el proceso de posesión y exorcismo, sin olvidar un sensacionalismo terrorífico muy moderado, teniendo siempre sobre el papel el juicio como nexo de unión entre pasado y presente, recubriendo el filme con un fascinante y lúgubre tono realista que, sin ser suficiente, sí aprovecha sus bazas para esbozar un retrato judicial que el cine norteamericano domina a la perfección. Una consecuencia aprovechada para esgrimir sus argucias científicas y metafísicas, llegando a plantear su objetivo, que es no es otro que provocar la duda en el espectador y poner de manifiesto que los exorcismos existen, que el Diablo existe y que, por lo tanto, que Dios existe. También hay que atribuirle a ‘El Exorcismo de Emily Rose’ la gran labor de su estupendo elenco de actores, que contribuyen a la eficacia interpretativa con unas sólidas composiciones encabezadas por la prolífica Laura Linney y el adusto Tom Wilkinson, y en menor medida, por Mary Beth Hurt y Campbell Scott . Pero sobre todo, hay que destacar el descubrimiento de Jennifer Carpenter, que logra con sutil caracterización introspectiva y sin excesivos maquillajes que la progresiva astenia vital se perciba muy visible y terrorífica. Aunque su personaje no esté muy definido, más que por las pinceladas que apuntan otros personajes.
La gran traba, sin duda alguna, es el raquitismo con el que se acomete su conclusión, cuando, más allá de pugnas entre razonamiento científico y teologismo, incluso del género de terror o del drama legal, ‘El Exorcismo de Emily Rose’ se convierte en un manifiesto panfletario de tal calado religioso que resulta incluso irrisorio, ya que con la confesión escrita de la joven de alma cándida descubrimos que no estaba poseída por un solo ente maléfico, sino que dentro de sí contenía una orgía satánica, albergando en su persona a nada menos que a seis demonios (como el metro cuadrado de las manifestaciones actuales), además de una aparición divina que propone la purificación del sufrimiento otorgando el Cielo Eterno a la exorcizada que, como mandan los cánones religiosos, rechaza para advertir al mundo con su sufrimiento que el Mal existe.
Un final que elimina cualquier atisbo de ambigüedad, excluyendo la posibilidad de una posible enfermedad mental (aunque se deja entrever) y juzgando las creencias antes que los hechos, siempre más sugeridos que evidenciados. Por eso, no es extraño que la cinta de Derrickson haya contado con el respaldo de la Iglesia Católica y que se vea normal esa sentencia dictada por el propio jurado a un homicidio por negligencia, que es resuelta como una condena de tiempo cumplido. Es decir, que el cura, aunque considerado responsable de la muerte de Emily Rose es inocente de los cargos ¿Alguien puede explicar esto? Obviamente, en Hollywood parece que sí.
Miguel Á. Refoyo © 2005

miércoles, 7 de diciembre de 2005

Próximamente: Roman Polanski en el Abismo

A lo largo de la semana que viene, y con motivo del reciente estreno de ‘Oliver Twist’, en este Abismo de perturbada semicognición, tendrá lugar la publicación de un extensísimo dossier analítico sobre la obra de un polémico e imprescindible autor como es Roman Polansi.
Un cineasta cultivador de obsesiones recurrentes, donde los impulsos individuales, las urgencias inconscientes y la psicosis humana han transformado su cine en una emulsión de elementos en los que destacan el mal, la catástrofe, la dicotomía entre fantasía y realidad, sexo y violencia, discordancia y dualidad, represión y claustrofobia, pesimismo… En una palabra, ambigüedad. Uno de los conceptos básicos sobre los que girará un prolongado y profuso recorrido por la obra de este director maldito.

martes, 6 de diciembre de 2005

6 de diciembre. FIESTA.

Cada 6 de diciembre celebramos el aniversario de la Constitución de 1978. Algo apasionante ¿No os parece? Ya, bueno. A mí tampoco.
Recuerdo que cuando éramos pequeños en el colegio coloreábamos una banderita de España y la colgábamos en la ventana sin saber exactamente a qué respondía semejante gilipollez. Pero lo cierto es que es un día de fiesta. Y sea por la razón que sea, siempre es una fecha para marcar en el calendario porque no se trabaja.
Hoy en día, poco importa que se conmemoren aquellos convulsos tiempos de la transición, de encomiar y garantizar la avenencia democrática devenida en un escrito en forma de la Constitución en 1978 y de unas Leyes que conformaran un orden económico y social ecuánime e imparcial. Tampoco que consolidara un Estado de Derecho, ni que se preocupara de velar por la justicia y el reciedumbre de unas relaciones pacificas y la cooperación entre todos los pueblos de la Tierra. Parece una utópica idea que se ha ido resquebrajando con el paso de los años. Hoy en día, insisto, parece que poco importa todo eso.
En cambio, la Constitución, más que nunca, sirve de excusa para la colisión política, para que unos intenten corregirla y modificarla siguiendo incoherentes preceptos manipuladores o un servilismo monárquico, pretendiendo operar sobre ella para que conduzca el país quien les plazca o cambiando palabras que significan lo mismo, mientras otros la utilizan vilmente como excusa ideológica y rancia, sin razón de ser, para lograr calentar los ánimos y acercar a los desinformados que sienten muy españoles. Haciendo su trabajo. Todos a la vez. Un trabajo que consiste en manejar los hilos de las marionetas sociales en que han convertido al pueblo para su despreciable usufructo. También se les ha olvidado que la Constitución señalaba que todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna. Aunque esto ya se la suda mucho a todos porque a ellos no les afecta.
La Carta Magna está de moda. Y lo está porque ya no simboliza un instrumento útil para continuar por el histórico camino del desarrollo, si no, como todo lo que tocan las impúdicas manos políticas (vengan del partido que sea –abogo por mi vena apolítica y desprecio por los representantes de cualquier partido-), ahora la Constitución es un dispositivo de instrumentalización. Por eso, lo mejor es no profundizar en el asunto y disfrutar de la celebración, de la algarabía y asueto de un largo puente, ajenos a los entresijos de esta ciénaga ideológica que simboliza la inmundicia política que nos rodea.