martes, 22 de septiembre de 2009

Review 'Hazme reír (Funny People)'

De cómo el humor brillante puede llegar a aburrir
Apatow reincide en su dificultad a la hora de equilibrar una comedia que aspira a ser gamberra, pero que insiste en mostrarse como un fresco sentimental con aspiraciones de asignatura moral, lo que acaba por dar al traste cualquier acierto.
Se escribió en este espacio abismal a tenor de la estupenda comedia ‘Resacón en Las Vegas’ sobre lo que muchos han venido en llamar la ‘Nueva Comedia Americana’, esa especie de reinvención y reescritura del género que se formula como una nueva subdisciplina de un género que exprime los cánones clásicos para llevar a cabo ejercicios donde la universalidad de la comedia se fusione a la empatía con todo tipo de situaciones identificables llevadas al extremo, sin perder de vista, a poder ser, el tono de reflexión moral. Judd Apatow es, sin lugar a dudas, la cabeza visible de este movimiento. Surgido del todopoderoso ‘late night’ de la comedia americana, ‘Saturday Night Live’, de su inspiración han salido dos películas como director (‘Virgen a los 40’ y ‘Lío embarazoso’) y otras tantas como productor y guionista (‘Supersalidos’, ‘Dewey Cox’, ‘Paso de ti’, ‘Zohan: licencia para peinar’, ‘Superfumados’ o ‘Año uno’).
El secreto de su éxito reside, básicamente, en la conjunción de la ironía con la que se analizan los comportamientos humanos de la ‘post juventud’ contemporánea unido a un humor soez de tintes masculinos enclavados en situaciones de replanteamientos vitales. El ‘estilo Apatow’ sabe confabular la incorrección política con los formulismos de la comedia, acoplando los dispositivos del género al servicio de historias con incuestionables planteamientos de seriedad argumental. Sin embargo, todas sus películas, bien sean como director así como las que produce, tienen un problema común: van extinguiendo su eficacia por una imprecisa directriz que aspira a la trascendencia de su discurso, disminuyendo el ritmo y el humor que acaba por alargar las situaciones hasta el tedio insoportable. Un hecho que suele afectar al último tramo de sus historias.
‘Hazme reír’ no es muy diferente a todos estos conflictos. Se podría decir que es su cinta más ambiciosa. También la más personal. Eso sí, es la que más evidencia todos los errores y diatribas expuestos anteriormente. La historia se centra en George Simmons, un insolente humorista, bastante mezquino y egocéntrico que ha logrado convertirse en una superestrella mediática gracias a sus números cómicos. Cuando le diagnostican una grave enfermedad terminal, llega la hora de replantearse su vida y la actitud ante aquéllos que le rodean. Obviamente, como en toda comedia, este dramatismo se verá alterado cuando Simmons se entere de que el proceso de deterioro físico se ha paralizado y que su vida vuelve a estar a salvo. Apatow, de nuevo, tiene la oportunidad de lograr esa ardua composición de solubilidad entre la comedia gamberra, el fresco urbano y sentimental con aspiraciones de asignatura moral. Pero, de nuevo, echa por tierra cualquier intención con la solemnidad que irrumpe cuando llega la hora de pasar al punto de giro que cambie las cosas de forma radical.
Su primera parte atesora una ejemplificación de lo que ha hecho del cineasta un genio de la comedia, en su entrañable autopsia a la profesión del comediante, del ‘stand up’ genérico, del mundo de los clubes donde grandes talentos vuelcan sus monólogos al público. El inconveniente llega cuando Apatow, consciente de que ha superado con acierto un arranque más que brillante, se muestra sentencioso a la hora de hablar de la muerte y arguye, a modo de drama emocional, sobre los peligros de la fama y de la soledad en la que se ven sumidos aquellos que la conocen. El gran problema del filme, al fin y al cabo, es que Apatow se toma demasiado en serio a sí mismo y a su guión.
Otra vez tenemos al antihéroe ‘apatowiano’ que tiene que abordar el difícil paso a la madurez, al ámbito adulto en el que tomar decisiones serias y complejas, para dejar a un lado el socialmente extendido complejo de Peter Pan. Llegados a ese punto, se aborda la necesidad de enmienda de los errores y de las segundas oportunidades. Como siempre en las películas de Apatow, todo parece ir fluyendo con gran ritmo, con un compás de comedia bien dibujado, hasta que el argumento se va dilatando paulatinamente hasta revertir la comedia en soporífera reiteración inacabable. Los ciento cincuenta interminables minutos se van hundiendo en el estilo uniforme e inexpresivo de sus imágenes, forzado al mismo tiempo con un sentimentalismo dramático que ocasiona un parón de terribles consecuencias.
Lo que iba siendo una comedia de jugosa dimensión genérica empieza a pulular por digresiones sin consistencia que chocan frontalmente contra todo su grosor cómico, acabando por definirse como una pedantería pastelosa que se consume en sí misma, sin perder de vista la concesión a las variantes románticas ideadas para todos los públicos. Llega un instante en que Apatow no sabe muy bien qué hacer, si seguir con esa amistad entre Simmons y su condiscípulo Ira, jugando con todo tipo de guiños fílmicos y los esperados chistes sobre miembros viriles o hacer evolucionar, de forma sobrecargada, el tempo emocional del filme en función de un personaje totalmente anodino representado en el antiguo amor del cómico que pretende recuperar.
La incapacidad del cineasta hace que la película funcione cuando se ríe de sus personajes, pero a la hora de recrearse con la comedia en otros terrenos llevan a ‘Hazme reír’ a un contexto desastroso. No le vale de mucho el apoyo de personajes secundarios como Jonah Hill y Jason Schwartzman, que se encargan de poner el punto cómico a una situación que va menguando su efectividad o de sacar muy guapa a su insoportable mujercita Leslie Mann, a la que roba todo el protagonismo un esforzado Eric Banna, utilizados ambos con infructuosa funcionalidad para fortalecer su moraleja aleccionadora. Así como los cameos de Budd Friedman, Monty Hoffman, Sarah Silverman, Eminem, Ray Romano, Owen Wilson o Junstin Long, que quedan muy bien de cara a la galería, pero que no contribuyen a nada.
Eso sí, hay que destacar la labor interpretativa de Adam Sandler, que aprovisiona su rol de varios ángulos interpretativos en las dos personalidades que salen a flote y que recuerdan a sus mejores interpretaciones en ‘Punch Drunk Love’ o ‘En algún lugar de la memoria’. También le va a la zaga el siempre descompensado Seth Rogen, que aquí traza un entrañable personaje con entrega y aparente comicidad. Por lo demás, ‘Hazme reír’ es cine autocomplaciente y arrítmico, carente de la necesaria naturalidad y espontaneidad que abusa de los arquetipos y los tópicos.
Una película intrascendente y previsible, que no sabe estructurar con lógica su narración, incapaz de progresar dentro de las oscilaciones emocionales de sus personajes. Apatow va dejando claro que, o se replantea muy seriamente la superficialidad de sus propósitos, o el éxito de sus comedias tiene los días contados. De hecho, ‘Hazme reír’ ha sido un fracaso tanto de taquilla como de crítica en Estados Unidos. Por algo será.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMA REVIEW: 'Malditos Bastardos', de Quentin Tarantino y 'Gordos', de Daniel Sánchez-Arévalo

lunes, 21 de septiembre de 2009

Eurobasket 09: Otra exhibición de los 'Golden Boys'

El 29 de Junio de 2008, la selección española de fútbol ganaba una de las dos Eurocopas que tiene en su haber. El gol de Fernando Torres fue celebrado por todo el país como si de un acontecimiento más categórico que histórico se tratara. En cierta forma lo era. Todos salimos a la calle para celebrar la gesta. La gente se saludaba sin conocerse, se abrazaba al son de unos cánticos unificados, las bocinas de los coches repicaban con el convulso sonido del triunfo y todos, en congregación multitudinaria, saltaban con una consigna común de conmemoración deportiva. Unas mil personas se reunían en el habitual centro de celebraciones deportivas de Salamanca. Ayer, con un logro similar (incluso más encomiable) resultante de la consecución de la medalla de Oro en el Europeo de Polonia promovida por esa generación de jugadores denominados ‘Golden Boys’, nos aglutinábamos la friolera de ¡cuatro personas!. Así de triste.
Ya lo dijo Pepu Hernández bien alto y claro en aquélla explosión de júbilo de Plaza de Castilla en Madrid hace tres años cuando esta misma selección ganó el Mundobasket de Japón. Sólo una palabra: “!Baloncesto!”. Con ella reivindicó la merecida repercusión mediática de un deporte que ha entregado a la afición española los mejores y más recordados logros de la historia reciente del deporte español. La generación capiteneada por ese coloso imponderable que es Pau Gasol sigue suscitando con gestas como la de ayer el impulso de este apasionante y esplendoroso deporte, inspirado en una actitud sin fin de seguir creciendo y lograr objetivos tan importantes como el conseguido ayer. Por medio de unos reconocidos valores sustentados en la profesionalidad, el sacrificio, la generosidad, la confianza y el respeto, esta selección enorgullece a un deporte que lleva siendo un referente primordial del deporte nacional.
Ajenos a las críticas de los primeros encuentros, donde la selección decreció en sus expectativas, el equipo ha ido recomponiéndose y superando sus errores hasta recuperar las cualidades de adalides estratosféricos, emprendiendo cada partido con una escala de juego envidiable que ha terminado por ofrecer un vendaval de sensaciones, de júbilo, de espectáculo y furia imparable. La intensidad y el compromiso de estos chicos siguen siendo sus señas de identidad, las mismas que les han llevado a convertirse en uno de los mejores equipos de baloncesto de la Historia y una carrera de éxitos inabordable. La progresión de este Europeo ha sido del todo meritoria. Desde las primeras impresiones negativas y alguna derrota que trufaron de incertidumbre la opinión popular y cuestionó la supremacía de este equipo, hasta la sensación de poder a base de recitales de juego, de la misma energía y tesón que lleva definiendo a esta selección desde hace años. España es Campeona del Mundo y de Europa de Baloncesto. Eso es algo incuestionable.
Sus valores técnicos, estratégicos y, sobre todo, progresivos de sus últimos choques evidencian que las dudas se superan con reflexión y esfuerzo, los que han concretado paulatinamente a lo largo del Europeo. Su progresión responde a las ganas de mejora inextinguibles, a los retos que se superan con victorias y determinan la actitud de esta generación admirable. Cualquier desajuste, mal día o fallos por parte de alguno de ellos, han sido corregidos por el ímpetu común en dirección a una única consecuencia: la medalla de Oro. Y así ha sido. Pau y Marc Gasol, Ricky Rubio, Juan Carlos Navarro, Felipe Reyes, Rudy Fernández, Jorge Garbajosa, Álex Mumbrú, Carlos Cabezas, Raúl López, Sergio Llull y Víctor Claver han ido de menos a más, sin dar el brazo a torcer, llegando a una final en plena forma, imparables. El resultado ha sido otra lección de maestría, sin dar opción a los serbios, que sucumbieron ante la apisonadora española.
En la final de ayer, Pau Gasol, MVP y máximo anotador del torneo, demostró una potestad fuera de lo normal, de auténtica estrella dotada de una autoridad incontestable, a la que se unieron el resto de compañeros que muy pronto se fueron en el marcador ante la mirada atónita de los Krstic, Perovic, Tripkovic o Tepic, que fueron anulados con una facilidad pasmosa. En la memoria colectiva queda el recuerdo de aquélla final de Japón en 2006, donde la selección destruyó con un juego similar las expectativas de Grecia. España era la España de siempre, aquélla que nos ha malacostumbrado a la victoria, a los paseos triunfales que ha transformado este tipo de difíciles gestas en éxitos asumidos como cotidianos.
ESPAÑA, 85 - SERBIA, 63. Otra cifra imposible que demuestra que esta generación con un futuro sometido a las bajas de sus grandes figuras, seguirá imponiendo su ley, creciendo en estado de ánimo, el mismo que se recuperó la segunda semana de Europeo y despejó cualquier duda respecto a esta selección histórica que estamos viviendo y disfrutando como locos. En el Spodek de Katowice se escribió otra página de éxito, otra demostración de capacidad de trabajo, de unidad, de sacrificio y de superación. Nos estamos acostumbrando fácilmente a la gloria. Y es un sueño que no queremos que acabe nunca.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Arranca la 57ª edición del festival donostiarra

Hoy ha comenzado la 56ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Ante la crisis económica que asola al mundo, Donosti abre sus puertas tirando la casa por la ventana y acercando lo que un día convirtió a la Zinemaldia en un referente festivalero entre los mejores eventos cinematográficos del mundo con el ‘galmour’ necesario para este tipo de cenáculo. La jugada va en contra, parcialmente, de los designios fílmicos del festival, puesto que desaparece una de las retrospectivas. Sin tener en cuenta que a su vez se recortará mucha reunión social con piscolabis y barra libre. Abrirá el festival ‘Malditos Bastardos’ el mismo día de su estreno en España, sólo que allí, será el propio Quentin Tarantino (que llegó ayer al María Cristina) y el actor Brad Pitt quienes presenten con todas las galas esta esperada historia bélica del director de ‘Pulp Fiction’. Alguna de las figuras destacadas que presentarán película en un envidiable entorno como es el Kursaal son Naomi Watts, Terry William, Robert Duball, Jim Jarmusch, Ang Lee, Atom Egoyan, Michael Winterbottom, François Ozon, Tom DiCillo, Jacques Audiard, Johnnie To, John Madden, Samira Makhmalbaf y Bong Joon-ho. El público también ha respondido, puesto que se han vendido más de 65.000 entradas. El premio Donostia 2009 recae en un veterano actor de la talla de Sir Ian McKellen, al cual se le reconoce una impecable carrera. Este año sólo uno. Por aquello de la mencionada crisis.
Más allá de lo que pueda deparar, como cada año, recuerdo todo lo vivido en este certamen durante los ocho años en los que asistí como acreditado. Un montón de recuerdos que siguen invariables, por mucho que pase el tiempo.
Echo de menos la Bella Easo, sus bares, sus pinchos (sobre todo los del Casa Vergara), su ambiente de fiesta, la maratonianas sesiones de cine, las charlas, la playa de la Concha, los bocadillos del Juantxo… Donosti sigue siendo el festival en el que crecí, en el que escribí mis mejores crónicas y donde los recuerdos se acumulan y se van perdiendo en el pasado con el inexorable paso del tiempo. Espero volver algún día.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Muy pronto... 'La carretera'

"Al despertar en el bosque en medio del frío y la oscuridad nocturnos había alargado la mano para tocar al niño que dormía a su lado. Noches más tenebrosas que las tinieblas y cada uno de los días más gris que el día anterior. Como el primer síntoma de un glaucoma frío empañando el mundo. Su mano subía y bajaba al compás de la preciada respiración. Retiró la lona de plástico y se puso de pie envuelto en aquellas prendas y mantas pestilentes y buscó algún atisbo de luz en el este pero no lo había. En el sueño del que acababa de despertar vagaba por una gruta y el niño lo llevaba de la mano. La luz de los dos bailaba en las húmedas paredes de roca caliza. Como peregrinos de fábula engullidos y extraviados en las entrañas de una bestia granítica. Humeros de piedra donde el agua goteaba y cantaba. Tañendo sin tregua en el silencio los minutos de la tierra y sus horas y días y años. Hasta que se hallaban en una enorme estancia de piedra donde había un lago antiguo y negro.
Y en la orilla opuesta un ser que levantaba su chorreante boca del gour y miraba hacia la luz con unos ojos tan blancos y ciegos como los huevos de araña. Balanceaba su cabeza a ras de agua como para captar el olor de aquello que no podía ver. Agazapado allí, pálido y desnudo y translúcido, sus huesos de alabastro grabados en sombra en las rocas que tenía detrás. Sus intestinos, su palpitante corazón. El cerebro que latía dentro de una empañada campana de cristal. La criatura movía la cabeza de lado a lado y luego soltaba un gemido grave y daba media vuelta y dando tumbos se alejaba silenciosamente hacia la noche".
...así comienza una de las mejores novelas de los últimos tiempos: ‘La carretera’, de Cormac McCarthy.
El año pasado esta excepcional obra tuvo una reseña abismal. Su adaptación a la gran pantalla llega a España el próximo 14 de octubre. La dirige John Hillcoat y está protagonizada por Viggo Mortensen, Kodi Smit-McPhee, Charlize Theron, Robert Duvall y Guy Pearce.

martes, 15 de septiembre de 2009

El triste adiós de Patrick Swayze

1952-2009
No pasará a la Historia del Cine como uno de los actores más reconocidos de su generación, ni como un intérprete excesivamente dotado para el drama o la comedia. Sin embargo, Patrick Swayze logró despuntar con un carisma y un atractivo heterogéneo que le convirtieron en un actor icónico, en un reclamo alejado del habitual halo de estrella hollywoodiense que se contrastaba con su fuerte atracción hacia el público más diverso. Swayze tenía ese “algo” canalla que cautivaba a las mujeres y encontraba la complicidad masculina sin ningún esfuerzo. Hombre de talento y potencial prolífico y múltiple (fue deportista universitario de éxito, actor, bailarín…), su carrera estuvo trufada de éxitos y fracasos. Parte de ese magnetismo macarra luciría con su máximo esplendor en ‘Rebeldes’, de Francis Ford Coppola, formando parte de aquel desterrado y prometedor grupo de jóvenes denominado ‘Brat Pack’ junto a Tom Cruise, Rob Lowe, C. Thomas Howell, Matt Dillon, Ralph Macchio y Emilio Estévez. Swayze, lejos de aprovechar el tirón efervescente de la etiqueta de la generación de moda, alcanzó la fama con la recordada la televisiva serie bélica e histórica que fue ‘Norte y Sur’, donde dio vida a Orry Main, un joven de familia adinerada del Sur que tiene que luchar en la Guerra de Secesión contra su mejor amigo, que defiende el bando del Norte. Antes, dejó para el recuerdo un filme que no hay que olvidar: ‘Amanecer rojo’, de John Millius.
En 1987, a Swayze le llegaría el éxito fulminante con la película ‘Dirty Dancing’, donde manifestó sus aptitudes para el baile en la historia aparentemente edulcorada del patito feo interpretado por Jennifer Grey y que incluía la diferencia de clases y un tema recurrente en aquellos años como era el aborto. Su banda sonora continúa siendo una de las más vendidas de todos los tiempos. Por entonces, el actor era una estrella. Sus títulos siguientes, ‘Con su propia ley’ y ‘De profesión, duro’, dejarían la simiente elección errónea de su posterior carrera. No obstante, sus papeles más recompensados fueron el de Sam Wheat en ‘Ghost’, su mayor éxito comercial y tal vez su interpretación más reconocida junto a Demi Moore y Whoopi Goldberg y ese inolvidable Bodhi, un surfista de patrones liberales que se dedica a robar bancos con los “Ex Presidentes” y disfrutar la vida en ‘Le llaman Bodhi’, una de las mejores cintas de acción de los 90. Desde entonces, su filmografía acapara títulos bastantes prescindibles. En parte, porque Swayze se alejó del cine. A excepción de su arriesgada ‘A Wong Foo, gracias por todo, Julie Newmar’, ningún filme puede destacarse hasta la llegada de ‘Donnie Darko’, en la que Richard Nelly exprimió su estela de actor de culto que aprovechó Greg Marcks en ‘11: 14. Destino fatal’. En Broadway llevó a escena el musical ‘Chicago’ y en 2006 trabajó en el musical ‘Guys and Dolls’ en el circuito teatral de Londres. Hasta que en enero de 2008 se le diagnosticó un cáncer de páncreas que ha terminado con su vida a los 57 años de edad.
Swayze no cejó en el empeño de seguir trabajando hasta su hora final. A pesar del sufrimiento y merma física provocada por la terrible enfermedad, rodó ‘The Beast’, una serie para A&E TV y escribió sus memorias junto a su mujer desde 1975, Lisa Niemi. Swayze, al igual que Bodhi, cogió ésa última ola que acabó con él, haciendo lo que más le gustaba.
D.E.P.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Review 'Mapa de los sonidos de Tokio (Map of the sounds of Tokyo)'

La resonancia de un declive paulatino
Isabel Coixet, muy fascinada por la cultura y por la ciudad de Tokio, firma su película menos genuina, donde fluyen los estereotipos visuales de lirismo sensual y concentra muy poca credibilidad en el drama de sus personajes protagonistas.
Muy lejos ha quedado la Isabel Coixet de sus comienzos, de aquélla autora que fue concibiendo el cine como colisión con la intimidad de unos sentimientos a flor de piel, escondidos en un embalaje de cine independiente al más puro estilo americano (debut cinematográfico aparte). Desde ‘Cosas que nunca te dije’, posiblemente su mejor filme hasta el momento, la cineasta catalana apostó por un esteticismo y el estilo ajeno a los límites nacionales para acercarse con soltura a la inspiración ‘underground’ foránea en hábiles análisis acerca de la soledad, el amor y el destino. Con ímpetu introspectivo y personal, su cine siempre ha codiciado traspasar fronteras, en una actitud fílmica intercultural, con ambición ecuménica, lanzándose a sus característicos flujos emocionales que entremezcla, con mayor o menor suerte, la deliberación filosófica con sus cuestionamientos finales sobre los laberintos del corazón.
Por desgracia, en un declive paulatino, los filmes de Coixet ha ido abogando cada vez más por directrices que tienen que ver más con la expresión visual y estética de una directora que por el crecimiento como guionista. Y esto ha dado como consecuencia que su cine se haya vuelto algo pretencioso y sublimado en su forma, pero vacío en su contenido. El yacimiento emocional de aquéllas ‘Cosas que nunca te dije’, ‘A los que aman’ y ‘Mi vida sin mí’ se ha ido diluyendo y forzando una carrera excesivamente artificial, manierista, que no dejan de ser meros ejercicios de estilos.
‘Mapa de los sonidos de Tokio’ se engloba en este último tramo de trabajos fallidos. La historia ya impone un esfuerzo por parte del espectador a creer esa inercia hacia lo inverosímil surgida de la imaginación de Coixet; Ryu es una joven japonesa hermética y silenciosa que lleva una doble vida, trabaja en una lonja de pescado y a la vez se dedica a asesinar ejecutivos de alto ‘standing’. El conflicto se produce cuando recibe un el encargo de eliminar a un vendedor de vinos catalán al cual su suegro culpa del suicidio de su hija. Ryu, en vez de llevar a cabo su cometido, mantiene una apasionada aventura sexual en una habitación de hotel que simula un vagón del metro de París. Por supuesto (no podía ser de otro modo), los personajes están avocados a la tristeza, son seres solitarios incapaces de expresar sus sentimientos, torturados en su interior. David, que tiene una tienda de vinos llamada ‘Vinidiana’ (ojo al homenaje ‘buñueliano’), se carcome por dentro por no haber entendido a su esposa asiática y que ésta haya acabado con su vida. Por su parte, Ryu siente remordimientos por cada hombre al que asesina como sicaria y acude todos los domingos a adecentar sus tumbas. Entre ellos se establece una conexión sentimental que explota en el desahogo sexual.
Entre medias, un narrador, ingeniero de sonido, se dedica a extraer cualquier eco que desprenda la ciudad nipona, enfatizando con sus frases en “Off” lo que ya hemos visto en pantalla y que da como consecuencia un continuo aire de impostada trascendencia. Un ejemplo se revela en la sinopsis oficial, donde éste narrador es descrito como “el mudo testigo de esta historia de amor que se adentra en las sombras del alma humana allá donde sólo el silencio es elocuente”. Es una muestra del sutil barrunto semántico que exuda la nueva película de Coixet. Por si fuera poco, lo más novedoso es el desventurado cóctel de géneros a modo de ‘wok’ en el que todo vale, que roza (y cae muchas veces) en la más absurda extravagancia y que desprende una historia de pasión y necesidades que se mueve entre el suspense introspectivo y el drama. Es la forma que tiene la realizadora catalana de dejar a un lado el realismo de sus dramas anteriores y adentrarse en lo que, para ella, simboliza lo que podríamos llamar como ‘thriller’ romántico y erótico.
El principal problema es que Coixet se presenta incapaz de profundizar en el dolor de sus personajes, en su interior deteriorado por la culpa, en sus personalidades movidas por un continuo trance. Aquí es mucho más importante la fascinación por la cultura y por la ciudad de Tokio, por sus luces y sombras, que quedan muy bien sobre el papel para aportarles a los personajes un tono de frialdad enigmática. Una mirada de turista recién llegada a la que le encanta el ‘sushi’, el ‘ramen’ y ‘sashimi’, que aspira a mezclar, sin suerte, la aventura nipona de Sofia Coppola en ‘Lost In Translation’, con del espíritu colorista y flemático de Wong Kar Wai, los propósitos fílmicos de Hou Hsiao-Hsien o la actitud reflexiva sobre la necesidad y el sexo lenitivo de Bertoluci. Además, Coixet ha declarado más de una vez sentirse inspirada por la literatura de Haruki Murakami y Banana Yoshimoto. Su cine se ha caracterizado por ser muy literario, pero aquí esas ínfulas narrativas se desechan por la propensión de Coixet a unirse a una moda, a una descripción geográfica y visual muy ‘cool’, donde ni siquiera falta un corte de Antony and the Johnsons para terminar de ser todo lo guay que suspira ser.
Cuando uno se enfrenta a ‘Mapa de los sonidos de Tokio’ tiene la sensación de haber visto anteriormente de arriba abajo el filme, siendo ésta su película menos genuina, demasiado morosa de estilos ajenos y exóticos, plagada de estereotipos visuales de lirismo sensual que no dejan de ser un ejemplo de extravagancia caprichosa con aire transfronterizo. En todo momento, el relato está fraccionado y resulta impreciso, devenido en búsqueda de un dramatismo inconexo. La artificialidad y falta de veracidad con la que se dibujan y desarrollan sus personajes, así como la organización del deslucido tinglado argumental, terminan por hacer del conjunto un desastroso cómputo fílmico que se lanza directamente a los tópicos de la comida y el sexo, del enfrentamiento entre culturas y cierto romanticismo ramplón. Ni siquiera Sergi López y Rinko Kikuchi (que es la que más se esfuerza en que todo parezca real), pueden hacer mucho por aportar a su escasa química cierta credibilidad.
Tampoco y por muy cuidado que esté el sonido diegético de la ciudad (ganador de un premio en Cannes), con sus susurros, preparación de comida, tráfico, viento, sonidos de la ciudad o los jadeos de los encuentros amorosos, no logra componer la atmósfera necesaria para que éste se convierta en un personaje más de la película. Vale que Coixet no haya perdido un ápice de su valorada puesta en escena, elegante y visceral, aquí rayana en el ‘video-clip’. Ni que siga manteniendo una especial dote para el sutil simbolismo, con pulcros movimientos de cámara y alguna que otra excelencia en su personal mirada cinematográfica. Pero lo cierto es que ‘Mapa de los sonidos de Tokio’ es la confirmación de que su cine ha perdido frescura y autenticidad original y la sublimación de todos sus defectos acumulados en sus últimas producciones.
Nos queda, por tanto, una historia fatalista y previsible, de desenlace trágico, que quiere ir sobre la autodestrucción romántica, la muerte, la soledad, la incomunicación o el amor. Lo peor de todo es que termina siendo un catálogo de fingimientos prosopopéyicos y artificios perfilados con suntuoso atavío fotográfico, con mucha vocación de intensidad y de romanticismo en una historia de amor imposible con paisajes emocionales muy vistosos, sí, pero también totalmente estériles.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMA REVIEW: 'Hazme reír', de Judd Apatow

miércoles, 9 de septiembre de 2009

¡Gracias, señor Arthur!

Esta mañana, a muy primera hora, suena el timbre del interfono. No tardo en descubrir que se trata de un trabajador de la empresa de la compañía de transporte urgente de paquetería Nacex. Sé muy bien de qué se trata, así que la expectación irrumpe en forma de alegría. No soy dado a participar en concursos de ningún tipo. Y menos si se trata de enviar un sms para obtener un improbable premio. Sin embargo, hace un par de meses, siguiendo los consejos de los amigos del mítico bar EKU, decidí apostar por ese fantástico Reloj Time Force Rafa Nadal Edición Limitada que abandera el 250 aniversario de la cerveza irlandesa Guinness. Desde St. James's Gate Brewery, a punto de celebrar dicha fecha, ha llegado uno de esos relojes del sorteo, directamente a mi casa. Un solo mensaje mediante una tarjeta con un código alfanumérico enviado al número 5870 me ha proporcionado este peluco ‘Black Limited Edition’.
El día 24 de septiembre estad atentos al Abismo porque celebraremos este aniversario dedicándole un artículo al ‘Arthur’s Day’, homenaje internacional al descubrimiento de Arthur Guinness en forma de una de las cervezas más distinguidas y deliciosas del mundo.
Sláinte Mhath!

lunes, 7 de septiembre de 2009

Marvel/Disney Hybrids

Hace tan sólo una semana, una de las noticias del día fue la millonaria adquisición de Marvel por parte del Imperio Disney. Entre los fans de los cómics, en seguida se especuló con la infantilización del ‘portfolio’ de más de 5000 personajes de la empresa dedicada al Noveno Arte poniendo el grito en el cielo con la improbable fusión, lanzando teorías sobre una posible mezcla entre los dibujos clásicos de Disney y los superhéroes de Marvel. Las reacciones se encaminaban a un híbrido de absurda simbiosis entre ambos estilos que ha dado para no pocas chanzas.
La página ‘worth1000’, que centra sus esfuerzos en reunir talentos de Photoshop que se encargan de realizar algunos de los ‘fakes’ y fotomontajes más impresionantes de la red han dejado, como siempre, el listón muy alto en su concurso sobre este Mix ‘Disney-Marvel’.
He aquí algunos de sus divertidos ejemplos.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Quinto cumpleaños abismal

Quién me lo iba a decir. Exactamente hace cinco años, un 5 de septiembre de 2004, nacía con ciertas dudas e incoherencia ‘Un Mundo desde el Abismo’. “A partir de ahora tengo el privilegio de ir aportando pequeñas reflexiones, mis críticas, reportajes, relatos, paranoias, movidas, pensamientos infectos y neuras en este espacio dedicado a desvaríos varios, cultura inmunda y disgregaciones sin mucho sentido” fueron algunas de las primeras palabras que se grabaron en el absurdo primer 'post' de este blog que ha ido creciendo poco a poco, moviéndose al son de la evolución del género informático. Han sido muchas las horas y los días de edición manual de los textos y las fotos, de momentos de soledad delante de la pantalla en los que he disfrutado escribiendo todo tipo de textos.
Todavía hoy, cinco años después, no sé muy bien qué función tiene este apartado abismal, ni qué interés dispensa tanto a los lectores esporádicos como a aquéllos que pierden el tiempo atendiendo a mis monomanías escritas que empezaron con un signo desordenado, sin voluntad de trascender, formando su ideología en una sola idea: la diversión. En un principio, este abismo de ideas descompaginadas iba a ser una cosa personal, pero en un par de días, la cosa cambió, mutando a todos los géneros posibles, encontrando en el cine su razón de ser, como en mi vida diaria, pero procurando acaparar cuantas todas áreas posibles.
En este periplo, ‘Un Mundo desde el Abismo’ ha sufrido numerosos cambios, alguno de ellos algo innovador, dinamizados siempre a la búsqueda de una adaptación estética que fuera siempre en conjunto con la comodidad de lectura, pensando siempre en la facilidad con respecto al que lee este blog. Sin embargo, por muchas transformaciones que haya sufrido, nuevas secciones, pérdidas de otras… el espíritu de fondo sigue siendo el mismo. Este año se ha inaugurado REFOyo.com, hermanado al impulso y alma abismal, siendo una extensión más de aquélla idea puesta en marcha hace cinco años.
1.518 entradas lleva contabilizadas Blogger desde entonces. No llega por poco, pero echando cuentas, sale casi a una por día. Obviamente, el flujo ha descendido en los últimos tiempos, pero sigue constante e invariable. De momento, la intención es que este ‘blog’ siga muchos años más. Aunque el futuro depara sorpresas imprevisibles y depende de muchos factores su continuidad. En cualquier caso, este blog forma parte de mi vida por siempre jamás e identifica la ilusión que un día, por la bobada del intento y la inspiración de Rafa Gil, padrino de excepción del Abismo, y de los logros espectaculares de Myrian, se materializó y fue creciendo hasta ser lo que es. Un pequeño reducto donde todo el mundo es bienvenido. Por ello, muchas gracias a todos los que habéis pasado por aquí.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Review 'Resacón en Las Vegas (The Hangover)'

Disección de una noche loca
Convertida en una de las comedias más taquilleras de los últimos tiempos, la cinta de Todd Phillips es una descacharrante película que, en esencia, tiene más de cine negro que un seguimiento con los convencionalismos propios del género.
La denominada ‘Nueva Comedia America’ está de moda. O eso es lo que parece gracias a varios de sus estandartes vinculados a una renovación de la tradición de la comedia hollywoodiense. Con Judd Apatow a la cabeza, seguido por referentes dentro del género actual como Ben Stiller, Jared Hess, Adam McKay, Jon Hurwitz y Hayden Schlossberg, los hermanos Paul y Chris Weitz, Greg Mottola… entre otros, recrean los estilemas clásicos y convencionales del género tamizándolos con cierta purga formal, con la intención de proponer un enfoque sardónico sobre los inicios del mundo adulto contemporáneo, en una clara resistencia a abandonar la adolescencia y con una carente falta de madurez. La universalidad de la diversión y la empatía con todo tipo de situaciones identificables llevadas al extremo, con cierto tono de reflexión moral sobre los actos, suelen ser los elementos que hacen que estas comedias que aciertan al ensamblar los mecanismos del género al servicio de historias con incuestionables planteamientos.
Uno de sus más destacados representantes es Todd Phillips, un autor y especialista de género que ha ido forjándose una reputación con una evolución sin altibajos, que va desde ‘Road Trip (Viaje de pirados)’ hasta ‘Escuela de pringaos’, pasando por títulos más o menos simpáticos como ‘Aquellas juergas universitarias’ o la gamberra adaptación de la televisiva ‘Starsky y Hutch’. Pero la consolidación del que puede ser el autor menos pretencioso de esta generación de cineastas adscritos a la mencionada ‘Nueva Comedia Americana’ le ha llegado en forma de rotundo éxito. Su última película ‘Resacón en Las Vegas (‘The Hangover’ –‘La Resaca’ en su título original-)’ se ha convertido en el ‘sleeper’ del verano, llegando a ser la comedia más taquillera de la historia del cine en los Estados Unidos con la temida calificación “R” para adultos y superando los 260 millones de dólares. Todo un logro para una comedia de estas características.
La sinopsis de esta estupenda comedia puede llevar a los recelos: Cuatro amigos deciden celebrar la despedida de soltero de uno de ellos en Las Vegas con la intención de pasar una de esas noches de excesos donde darlo todo. Este tipo de argumento es uno de los temas más tradicionales cuando se quiere hacer de la comedia una plétora de burdas situaciones que hagan referencia a un tipo de humor que exalte la masculinidad, que busque la complicidad del espectador menos exigente cuando se trata de celebrar la identidad hombruna con ‘gags’ que apelen al desenfreno de la testosterona.
Sin embargo, el gamberrismo soterrado de ‘Resacón en Las Vegas’ no va por esos derroteros. Tras un fugaz brindis en el ático del lujoso hotel Caesars Palace, despiertan con una monumental y amnésica resaca para descubrir la habitación destrozada, con un tigre de Bengala en el baño, un bebé en un armario, una gallina correteando por la habitación, un diente de menos y lo peor de todo, que el novio ha desaparecido.
La gran virtud del filme, lo que hace que estemos ante una comedia con actitud de trascender y aportar algo de originalidad al género es la magistral elipsis que olvida la noche de desenfreno y se centra como objetivo primordial en la reconstrucción de una velada loquísima, sin ningún tipo de recuerdo, en la recapitulación sobre los movimientos nocturnos que desembocaron en la pérdida de un amigo y la inconsecuente retahíla de situaciones que se motivan su búsqueda. No importa tanto el qué ha sucedido, sino el cuando, el dónde y el cómo. Lo maravilloso del guión firmado por Stuart Beattie, David Elliot y Paul Lovett es que el dispositivo argumental se estructura de una forma lineal, encadenando nuevas piezas que van construyendo el puzzle del desmadre, sin tener que recurrir a los típicos ‘flash-backs’.
De este modo, se permite al espectador compartir ese absurdo ensayo de hipótesis sobre el paradero del cuarto integrante de este viaje de pirados a la esencia más rigurosa y característica de una ciudad de neones, juego, vicio y pecado como Las Vegas. En ese sentido, ‘Resacón en Las Vegas’ tiene más de película de cine negro (en lo que concierne a las pesquisas por conocer lo que ha sucedido en la noche de cogorza inmensa) que con los convencionalismos propios del género. Phillips sabe jugar a la perfección sus cartas y lleva al público por los cauces de un itinerario de locura extrema, encadenando un ritmo de acción formidable, amén de los giros constantes que se van dando en las pesquisas de estos tres amigos en busca de la verdad, plagando el relato de un tono absurdo que crece en contexto y propósitos, realzando la parodia con violencia (física y situacional) y surrealismo a raudales, abordando sus referencias cinematográficas sin ningún pudor, sin esquivar sus designios cómicos.
De ahí que funcionen tan bien sus episódicos tramos; ésa visita al hospital con el impagable Dr. Walsh, la posterior visita a una capilla llamada ‘Best Little Wedding’ en un coche de policía robado, el cameo antológico de un Mike Tyson enamorado de la música de Phil Collins, el chino amanerado que salta del maletero del Mercedes Benz 280 Cabriolet que resulta ser un capo mafioso asiático, alguna escena de brutalidad policial con armas Taser de descargas eléctricas… Todo sazonado con chistes sobre anillos y el Holocausto, recreaciones de ‘Rain Man’, de Barry Levinson, en los suntuosos casinos o el portentoso comentario acerca de la excesiva sensibilidad yanqui después del 11-S.
Todd Philips ha sabido aportar equilibrio a la comedia, que no se basa en los golpes de efecto del ‘gag’, sino que se preocupa por enlazar su parte gamberra, moderando la tentación de caer en la vulgaridad, con la ambición emocional que poco tiene que ver con la corrección política. ‘Resacón en Las Vegas’ enreda la madeja de los malentendidos, de la demencia provocada por la pérdida de memoria debido a ésa especie de droga escopolamina, provocando todo tipo de confusiones y acontecimientos inesperados que marcarán la pauta de esta divertida comedia en la que, por extraño que parezca, hay escasez de elementos machistas y vulgares.
El desmadre queda para la imaginación, retratada en unos créditos antológicos a modo de ‘Slideshow’ final con instantáneas donde la locura y la dipsomanía evidencian explícitamente todo aquello que Phillips ha ahorrado en la narración. Al director parece importarle más la diversión y la comedia en estado puro que los austeros entresijos de la amistad, su significado y la aceptación de la madurez que tanto tiene que ver con las comedias ‘post-adolescentes’ que últimamente sazonan el género con alguna idea brillante llevada a cabo desastrosamente, fundamentalmente en la figura de Judd Apatow.
Muy lejos de la comedia romántica y ñoña, esta descomunal lección de comedia, no esconde dobles intenciones, ni lecciones morales que hagan avanzar a un estamento adulto a sus protagonistas. Sin reflexionar acerca de ningún tipo de comportamiento social o actual, ni de intenciones que pretendan unir lo chocarrero y lo sentimental, Todd Phillips evade la presuntuosidad de algunas nuevas comedias que aspiran a ser “inteligentes”, sin tener que recurrir a ciertos planteamientos que se van apagando en su ensimismamiento por ir trascendiendo con cierta distinción. Aquí sólo hay un objetivo: una intención abrasiva e inmoderada por llegar a la diversión en estado puro.
‘Resacón en Las Vegas’ es una carrera contrarreloj de desmadres y sorpresas, que recubre su contenido con irreverencia, utilizando lo tópico y lo original con el fondo caótico del ‘Afterhours’, de Scorsese, para encontrar otro de sus muchos atributos positivos en la química e interacción de sus tres pilares interpretativos, Bradley Cooper, Zach Galifianakis y Ed Helm, así como todos y cada uno de los secundarios que tienen especial relevancia en una película que dignifica el género y la convierte no sólo en la comedia más agradecida y deslumbrante de este largo verano, sino en una de las obras cumbres de la comedia contemporánea. Un ejemplo a modo de espejo en el que el género actual debería mirarse.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
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