El regreso, una vez más, tendrá que esperar una larga temporada.
miércoles, 24 de septiembre de 2008
Fallece Pedro Masó, una vida dedicada al cine
1927-2008
Pedro Masó ha dejado tras como director, guionista y productor una carrera de más de 60 años dedicados al mundo del cine donde recorrió todos los oficios dentro de la industria hasta convertirse en guionista e impulsor de títulos como ‘La chicas de la Cruz Roja’, ‘Atraco a las tres’, ‘Vacaciones para Ivette’, ‘La Ciudad no es para mí’, ‘Un millón a la basura’ y, sobre todo, ‘La Gran Familia’. También tuvo especial importancia televisiva con series de reconocida calidad como ‘Anillos de oro’ o ‘Brigada Central’. Dirigió 14 películas, escribió 146 guiones y produjo 82 películas. Recibió el Goya Honorífico en 2005.
lunes, 22 de septiembre de 2008
‘Death Magnetic’, de Metallica: El despertar del gigante dormido
Hacía tiempo que se venía rumoreando que el nuevo disco de Metallica ‘Death Magnetic’ iba a recuperar parte del espíritu perdido de los viejos tiempos, dejando a un lado el enmohecimiento y la adulteración musical de uno de los grupos más importantes de la Historia de la música. Si bien es cierto que la marcha de Jason Newsted, bajista inolvidable con el que el grupo de Los Ángeles confeccionó sus obras maestras, la experimentación sin rumbo en pos del ‘mainstream’ comercial y de un criticado último disco ‘St. Anger’, parece que la banda ha querido dejar de reinventarse así misma y desplegar aquellos efluvios del ‘trash metal’ de los 80, cuando los chicos de Metallica eran soberanos en una época de descubrimientos épicos en el mundo del rock. No es una entelequia nostálgica, ni un deseo de fan arraigado a los viejos modelos. Está claro que este nuevo ‘Death Magnetic’ es una ofrenda sensorial y reverencial a sus tres mejores discos, ‘Master of Puppets’, ‘Ride the Lightning’ y especialmente ‘...And Justice for All’, la Santa Trinidad que hizo de Metallica la leyenda que es.
El hálito de antaño ha vuelto y no hace falta más que una primera toma de contacto con el disco para que estos cabrones le pongan a uno la carne de gallina, en una redención sin concesiones, en la vuelta a un estilo de un disco que se apoya casi exclusivamente en la camaradería que se da entre ese coloso de la guitarra que es Kirk Hammet, los ‘riffs’ de un James Hetfield que retoma su esperado dinamismo vocal, la depurada fuerza de Rob Trujillo y los revitalizantes golpes de batería en ocho tiempos del polémico Lars Ulrich. La producción de Rick Rubin (su mano está detrás de discos de Danzig, Red Hot Chili Peppers, Slayer, Rage Against the Machine o System of a Down) parece haber acabado con el ostracismo desfasado que inculcó Bob Rock, el hombre que fue minando la potencia de un grupo que tras más de una década parecía ser la sombra de lo que fueron. No es un disco perfecto, en absoluto, pero sí acumula temas como ‘That was just your life’, la prodigiosa ‘Broken, Beat and Scarred’, ‘All nightmare long’ o ‘My apocalypse’, suficientemente poderosos como para dejarse llevar hacia la loa ponderativa. Metallica se aleja del crepúsculo al que estaban avocados y que dejó para la posteridad esa triste genialidad a modo de documental ‘Some kind of monster’ y brindan al aficionado más escéptico un álbum que es, desde ya mismo, uno de los imprescindibles de este 2008.
jueves, 18 de septiembre de 2008
Arranca el Zinemaldia en Donosti
Hoy ha comenzado el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, el Zinemaldia de Donosti, vaya. Su 56ª edición se inaugura con ‘The other man’, con Antonio Banderas, que hace ya una década estrenaba en el Teatro Victoria Eugenia ‘El Zorro’ y que este año es premiado con el Premio Donostia junto a Meryl Streep. La última de Woody Allen con Javier Bardem, Scarlett Johansson y Penélope Cruz es otro de esos primeros platos que apetecen. Michael Winterbottom, Kim Ki-duk, Daniel Burman, Javier Fesser, Mark Herman, Mike Leigh, Laurent Cantet, los hermanos Coen, Jaime Rosales, Kiyoshi Kurosawa o Ben Stiller serán algunas de las figuras que, de uno u otro modo, estarán presentes en este nueva entrega de un certamen que ha vivido años de ostracismo y que va recuperando su estela.
En un entorno personal, Donosti sigue siendo el festival en el que crecí, en el que escribí mis mejores crónicas y donde los recuerdos se acumulan y se van perdiendo en el pasado con el inexorable paso del tiempo. El año pasado ya escribí sobre estos sentimientos. Este año, nada ha cambiado. Sigo echando de menos la ciudad de la Bella Easo, sus gentes y el día a día de un festival inolvidable.
lunes, 15 de septiembre de 2008
Review 'Hellboy II: El ejército dorado (Hellboy II: The Golden Army)'
La absorción estilística, la fábula y la realidad social
Siguiendo la esencia de su adaptación predecesora, Guillermo del Toro ha creado una aventura del Demonio Rojo que se adapta más al carácter cinematográfico y fabulesco del cineasta que la acomodación de cualquier ‘book’ de Mignola.
Uno de los mejores recursos que utilizó Guillermo Del Toro para su adaptación cinematográfica de ‘Hellboy’ fue esa aproximación poco ortodoxa hacia el personaje creado por Mike Mignola para Darke Horse Comics. En su estupenda prorrogación del atípico superhéroe en la gran pantalla, el cineasta mexicano supo distanciarse lo suficiente para exhibir su avasallador potencial visual sin perder de vista la esencia de esa entrañable criatura de distinción aparentemente monstruosa con identidad humanizada y personalidad desubicada. Hellboy, genérica pero contracorriente, estridente y de espíritu comercial, supo trasladar los contextos góticos y entidades de evocación ‘lovecraftiana’ y mitos del folklore europeísta, reasentando los códigos del universo del un cómic a una superproducción sin perder su constante estilo artesanal.
Del Toro ha caracterizado su estilo escapando de las bases del prototipo endémico, sirviéndose de él para salir por tangentes autorales, clásicas, donde en sus ajustados presupuestos tienen cabida desde el homenaje a la serie B con referencias a la cultura popular, al ‘pulp’, al barroquismo y a la aventura donde no falta un toque de humor, sentimentalismo y maniqueísmo. Por supuesto que en ‘Hellboy II: El ejército dorado’ no falta la quintaesencia del gótico, en el que abundan espeluznantes criaturas, personajes de leyenda o criptas ancestrales, recopilando el mundo de detalles de Mignola para que siga presente en esta nueva parte de lo que se prevé como una saga. Sin embargo, parece que Del Toro se ha distanciado esta vez del mundo del cómic de Mignola, creando una nueva aventura que se adapte más al carácter cinematográfico y fabulesco del cineasta que la acomodación de cualquier ‘book’ de Mignola al cine.
Ya desde su inicio, con ese magnífico prólogo navideño con un pequeño Hellboy que escucha del Dr. Broom un apasionante relato demonológico sobre una envejecida superstición acerca de una tregua entre los humanos y el reino de lo fantástico enclavada en un pequeño ‘set piece’ de animación plagado de calidad y talento, el filme de Del Toro va a sublimar los ajustados medios con una precisión abrumante. Perfilados ya los personajes en su primera película, las nuevas hazañas de “Rojo” y acólitos va a explotar una línea mucho más línea visual y artística, así como un perfil más caricaturesco. En un mundo de fantasía y realidad, el Príncipe Nuada, heredero del mágico reino de Bethmoora, quiere romper la tregua con los humanos con la reunión de un ejército indestructible denominado como el Ejército Dorado. Por supuesto, Hellboy será el único que podrá detenerle. En esta materia común, poco innovadora se podría decir, Guillermo del Toro propone otra nueva de tuerca de estética oscurantista y relato gótico enraizado al imaginario fantástico de Mignola, en una suerte de absorción estilística donde se sigue manteniendo la ironía y el humor de su primera parte que, sin embargo, se equilibra al prevalecer en todo momento el prurito fantástico.
Más allá de la acción, de los efectos especiales y de la historia de fondo, al cineasta mexicano parece preocuparle más los designios humanos de estos seres diferentes, de sus inquietudes existenciales y sensibilidades anímicas. Y es donde se encuentra la abismal diferencia con los oscuros entes del cómic. Basta destacar algunos retazos para comprobar hasta qué punto Del Toro juega con todo el respeto del mundo hacia los roles del cómic; como ese personaje escarnecido de corte cómico que es Johann Krauss, la afición a las cervezas mexicanas Tecate de Hellboy o su interés romántico por la bella pirokinética Liz Sherman, que la aleja definitivamente de su referente tebeístico. Cabe destacar una brillante secuencia en la que Abe Sapien y Hellboy se cogen una cogorza codo con codo ahogando sus miserias amorosas. Es un pequeño ejemplo de esa necesaria diferencia en la adaptación para que todo funcione a un nivel narrativo y fílmico, pero también en la inmutable humanización con la que se dibujan los personajes dentro de la trama. De hecho, incluso los villanos tiene ese factor humano y lógico; ya que Nuada aspira a sentirse parte del mundo, lo que le mueve a retornar a la autoridad de los fastos perdidos. El malvado de turno, al igual que Hellboy y los miembros del BPRD (Agencia de Investigacion y Defensa Paranormal), aspira a devolver un universo donde las especies alternativas a la raza humana den la cara y poder salir así de la oscuridad.
Tal humanización sustrae cierta precisión al discurso metafórico y, en ése sentido, delimita su núcleo discursivo en mayor grado que en su primera entrega, donde no existía ningún tipo de dialéctica entre realidad y ficción. Aunque es verdad que se trata de normalizar los personajes de la fábula a la realidad social, se deja arrastrar en exceso por esa delación hacia la hostilidad con la que el ser humano excluye la utopía fantástica. ‘Hellboy II: El ejército dorado’ sigue planteando una perspectiva afable hacia unos ‘freaks’ que se dejan llevar por sus sentimientos más afectivos. Hellboy, como en su antecesora, sigue viéndose como una deformación humana integrada, pero se siente menospreciado por su condición infernal, de ahí que en esta ocasión sienta la necesidad de aparecer constantemente en público.
Algo que se deja ver con claridad en un par de secuencias donde se manifiesta ese rechazo social; como aquella en el que dos ciudadanos le llaman “feo” o más claramente cuando toda la ciudad desprecia al demonio también conocido como Anung Un Rama simplemente por su apariencia al luchar con un bebé en el brazo, sin que la sociedad se dé cuenta de que ha salvado su vida. Un discurso moral que camina entre la inadaptación social y la lealtad de un personaje que demuestra su lealtad al sistema de formas cuestionables. Y Del Toro lo hace sin recurrir a la pompa verbal o trascendentalizar situaciones que vayan más allá de la visualización y dilatación de reflexiones llenas de intención. En este sentido, ‘Hellboy’, en sus dos partes, es la antítesis de, por ejemplo, ‘El Caballero Oscuro’, de Christopher Nolan, ya que aquí la acentuación dramática es intrínseca y sutil, apenas subrayada.
Más allá del discurso, se encuentra la accesibilidad a los conceptos de Mignola, la energía de sus personajes y el entusiasmo de una dirección que acentúa el espectáculo visual constante, donde cada plano estudiado pormenorizadamente impone la admiración del espectador sobre la acción definida por la ostentación, el divertimento y la evidente falta de pretensiones. Guillermo del Toro se ha convertido en uno de los pocos realizadores capaces de visualizar submundos de corte mágico con habilidad y destreza, conjugando su propia épica y consolidados resultados. Esta secuela alberga gran parte de la idiosincrasia cinematográfica que viene definiendo desde el comienzo de la carrera de Guillemo del Toro; abundantes mecanismos de relojería, seres legendarios con predilección por las larvas, insectos y naturaleza maléfica (a la que se añade ese enorme árbol de resonancias ‘tolkienianas’), cloacas y escenarios nocturnos y acuosos, monstruos de corte ‘lovecraftiano’… todo un visionario imaginativo que anula los vicios en función de su valía narrativa.
Lo fantástico y lo cotidiano se articulan con el espíritu barroco y tradicional de un cuento protagonizado por seres mitológicos inmersos en un mundo que no puede verlos, como esos habitantes que pueblan una lonja secreta denominada Mercado de Trolls, ubicación en la que se aprecia el gusto del director por lo artesanal, que se sitúa por encima del efecto digital. En el cine de Guillermo del Toro se reconoce ese especial esmero y cuidado en el diseño de producción y dirección artística donde es tan necesaria la composición lumínica de su inseparable Guillermo Navarro, divisiones que, unidas con sabiduría como es el caso, hacen lucir a esas fascinantes criaturas capaces de maravillar desde el denticulado contexto donde se desarrolla la historia.
Se podría reprochar ése capítulo final de espacios cerrados y cavernosos, donde el clímax, como sucedía en su antecesora (y en extensión, en ‘El Laberinto del Fauno’), se obstruye por la delimitación a la que se somete la acción, que resulta en exceso enclaustrada dentro un estudio con mucho croma, restando parte de la magia acumulada a lo largo de su metraje y que tampoco se beneficia de su esquemática resolución a modo de ‘happy end’. Pese a esto, queda una reconfortante sensación de autoparodia, de grosería postulada en la personalidad de un demonio rojo con ganas de cachondeo, en la continuidad de ruptura con la idea clásica del superhéroe que impusieron, primero Mignola con su cómic, y luego Del Toro con una adaptación que no se toma muy en serio el material tebeístico. Vuelve a ser otra demostración bucólica y romántica de megalomanía a modo de ejercicio de estilo que se posiciona más allá de la historia y de un guión que no deja de ser una excusa para ofrecer una función entretenida y simpática, algo irregular en su valoración final, pero ejemplar en cuestiones ornamentales y ostentosa respecto a lo visual.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008
viernes, 12 de septiembre de 2008
La Feria de Día de Salamanca, todo un éxito
Desde hace una semana, Salamanca vive sus particulares Ferias y Fiestas 2008. En esta ocasión, como viene siendo habitual, la atracción más llamativa y con más éxito no son los conciertos (de los que han destacado el de Muchachito Bombo Infierno, Gwendal y ayer Los Ilegales junto a los míticos Siniestro Total), ni la feria de noche, ni el paupérrimo catálogo de actividades diarias, ni siquiera por las deplorables corridas de toros que aglutinan a lo más granado de la prole salmantina con puro y peineta, la cremè de la cremè, en definitiva, el ascopénico espectáculo borreguil. El protagonismo de las Fiestas se lo lleva la llamada Feria de Día, las casetas, esas pequeñas sucursales de grasa y alcohol que suministran la gran pasión de cualquier celebración que se precie. Casetas que han ido evolucionando en su acomodo en zonas determinadas, donde abundan comensales y bebedores, curiosos ocasionales o aficionados diarios a este solaz entretenimiento que, pese a su lamentable fondo de intereses e hipocresía, dan vida y color a las Ferias.
La idea es la de un botellón colectivo, fraccionado en pequeños espacios que, en espíritu, esencia e imagen, representa esa actividad tan perseguida durante el año en esta ciudad universitaria; la de un grupo inmenso de gente reunida para beber, comer y más beber en plena calle, con la exención absoluta de normas o decoro. Es cierto que desde la última vez que este hecho fue comentado aquí, la cosa ha ido mejorando y hasta un servidor disfruta de la rapiña y el abuso por parte de la Asociación de Hosteleros Salamantinos, que ya han copado todos los palos de la baraja, haciendo usufructo de la tradición universitaria festiva y de la propia ciudadanía, pero también lo es aquel último párrafo de la reflexión sobre este fenómeno desde este blog; la deleznable hipocresía que se establece cuando la falsedad se alía con los intereses económicos, cuando los patronos del poder giran la cabeza ante las injusticias siempre y cuando les beneficien. Eso siguen las Ferias y Fiestas de Salamanca, por mucho que se disfrute del cotarro.
miércoles, 10 de septiembre de 2008
Hace seis años...
“Junto a Israel Seoane “Azazel” me quedo esperando a que llegue el generador, ése trasto que tantos problemas nos ha dado, dudando si tendría o no un estabilizador. Cuando lo traen, nos quedamos acojonados por sus descomunales dimensiones; parece el ataúd de un elefante. Lo probamos. Las cosas parecen comenzar bien. Como nos dijeron, está insonorizado. Y lo más importante, tiene el estabilizador de los cojones. Los chicos que conforman el equipo de cámara preparan y dejan en una siniestra penumbra lo que se hace llamar La Salle. ‘El límite’ está a punto de comenzar y siento sobre mí el peso del mundo, una especie de nervios incontrolables y un entusiasmo difícil de explicar con palabras. No me creo que vaya a empezar este sueño, este difícil y esperado proyecto que me está proporcionando el más arduo y provechoso adiestramiento que podía esperar. Comemos en la localización unas hamburguesas ‘made in Gema’ esperando a que esto dé comienzo…”.
Estas son las primeras palabras que aparecían en el diario de rodaje de ‘El Límite’, mi último cortometraje hasta la fecha. Si hace pocos días celebraba aquí mismo el nacimiento de este blog, tal día como hoy, un 10 de septiembre, comenzaba el rodaje de de pieza con desigual suerte. Después de un verano de trabajo sin freno, de colaboraciones y vértigos varios, daba comienzo el reto de crear un corto a la altura de las exigencias impuestas por un equipo que luchó hasta la extenuación para que las cosas fueran por buen cauce. Era 2002, año en el que se celebró la Capitalidad Cultural Europea de Salamanca. Hace ya seis de aquella odisea que se aleja en el tiempo y deja una herida cicatrizada en el recuerdo.
Hasta entonces, muchos han sido los proyectos que hemos manejado para mi regreso detrás de una cámara; ‘El reencuentro’, una historia romántica con fondo de terror demasiado costosa, ‘Una sombra en el espejo’, un pequeño ‘cyberpunk’ de apenas cinco minutos, ‘Día de campo’, inquietante historia de un dominguero o ‘Schmerzloss (The Painless)’, cinta de peleas ilegales con guión del gran Iván Sáinz-Pardo. Hasta un ‘western’ de terror acojonante en el que me hubiera gustado involucrarme de una forma más personal. Pero de todos hay uno que lleva estando latente durante largo tiempo: ‘KM.’, una extraña ‘road-movie’ que se está preparando desde hace tres años y que nunca se materializa. Es el trabajo que supone la vuelta, el ansiado retorno que no llega. Se trata de un cortometraje que está en el limbo por voluntades propias y ajenas, en una fase de absurda espera que nadie parece querer romper y cuyo máximo responsable soy, en último término, yo mismo.
Desde aquel rodaje, la necesidad, en forma de autoexigencia, ha ido convirtiéndose en una obsesión vital que cumplir, pero imposible de llevar a cabo (a excepción de las dos piezas para el festival de ESCORTO, de las cuales una logró dos premios). Si no se toman las medidas necesarias y se mueve a quien se tiene que mover, los sueños del pasado van empañándose y el paso del tiempo hace inquebrantable la frontera entre lo que se tiene y lo que se quiere, precisamente, uno de los temas principales de ‘El Límite’. Os dejo, eso sí, en exclusiva y en primicia absoluta y mundial, un avance de lo que será la web www.refoyo.com, a punto de ver la luz después de otra tortuosa y larguísima fase de hibernación. En esta ventana emergente tenéis todos los detalles de aquel maravilloso viaje a lo largo de cinco días con un equipo al que sigo adorando y añorando a partes iguales. Es un enlace provisional, así que si algo falla, sabed disculpadme.
Sin embargo, aquí estoy, seis años después, rememorando las sensaciones perdidas, casi borrosas, que supusieron la semana más feliz de mi vida. Y lo hago esperando retomar algún día la senda de lo que para mí fue lo más importante y que poco a poco va cayendo en la indolencia. Me refiero a recuperar ese estado de ánimo que muchos conocéis, ése afán por narrar historias. Con escepticismo, mirando hacia atrás, echo de menos aquel veinteañero que iba cumpliendo sus expectativas de forma paulatina. Lamentablemente, el estancamiento anímico y la falta de esperanza han ido mermando tanto el ímpetu que, simplemente, lo único que puedo hacer es asumirlo. Me he convertido en uno de esos personajes de mis propias historias sumido en la rutina que espera que algún día suceda algo importante. Y creo que ése no es el camino.
Aunque necesite de otros socios para sacar alguno de esos citados proyectos adelante, auguro un cambio de actitud, una próxima definición de objetivos. Me gustaría pensar que el resurgir está en el horizonte ¿Por qué no? 2009 suena muy bien para que las cosas cambien. Eso sí, es la última oportunidad.
Después de seis años... la espera debe acabar.
martes, 9 de septiembre de 2008
El torbellino musical de Muchachito Bombo Infierno
Ayer, en el hermoso cónclave de la Plaza Mayor de Salamanca y dando inicio a los conciertos que tendrán lugar con motivo de la Ferias y Fiestas de esta ciudad, la platea charra tuvo el privilegio de asistir a uno de esos conciertos que enchufan a cualquiera a mover las piernas y a corear canciones llevados por el entusiasmo de esos pocos grupos que aportan un soplo de vida y optimismo con el talento y el ajetreo musical de esos fieras que vienen a llamarse Muchachito Bombo Infierno. Salamanca disfrutó como hace años de un espectáculo musical y ambulante que se recordará durante tiempo. Un exhibición de talento flexible y espontáneo, donde la alegría y el humor son tan fundamentales para conectar inmediatamente con el público, contagiando un espíritu de diversión que no hace sino despertar un buen rollo vertiginoso. Este grupo encabezado por el increíble Jairo Perera, auténtica alma de la fiesta, convierte la música y el ritmo en admirable hiperactividad inspirado en la rumba catalana de aires arrabaleros, pero ampliando sus influencias a una mezcolanza donde cabe de todo; desde el ‘swing’, la música latina, el ‘funk’, el flamenco, el ‘reggae’ y mucho de rock canalla que inspiran su influencia edificada en nombres como Peret y Kiko Veneno, donde no se puede olvidar a Mano Negra, Macaco o Sargento García y otras músicas como Jonathan Richman, Only Ones o los Stray Cats.
Mesticismo que no falte en el jovial cabaret que se montan estos monstruos con pequeños números de cachondeo y arte entre canción y canción, en los que no faltan monólogos, historias sobre borracheras, reflexiones incongruentes y atinadas, mucha improvisación y las impresionantes pinturas en directo de Santos de Veracruz, que va creando una obra pictórica de altos vuelos mientras se desarrollan unos conciertos de duración imprevisible. Incluso Muchachito se permite lanzar dardos venenosos y mordaces contra las SGAE y hacer humor con dos letras suyas utilizadas con cortes de otros artistas en un maravilloso ejemplo del júbilo y la exultación a la que pueden llegar estos genios del desparpajo. El bombo, la guitarra y la voz de Perera arrolla con su Bombo Infierno acompañado de la batería de Héctor Bellino, el superteclista Tito Carlos (¡Tito, Tito, Tito, Tito…!), el contrabajo de Lere Chiquitín y el entusiasta y magistral apartado de vientos; la Gigoletto Brass (Saxos), Martín “Luxurius” y David “El Niño” (trombón) y Alberto “Jaguar”, Josué “Ciclón” y Óscar Bass (trompetas). Cada concierto es una experiencia única.
Es el aliento irresistible que encuentra su génesis en la calle, la misma que imbuye de optimismo e historias urbanas, encontrando la eminente ilusión de sus mensajes, del denominado ‘Rumboxing’, fusión de rumba y swing, de sus primeros trabajos en el grupo Trimelón de Naranjus hasta estos dos discos de Muchachito…, ‘Vamos que nos vamos’ y ‘Visto lo visto’, que han adecuado el vendaval escenográfico a una banda irrepetible, que lo da todo acorde al ritmo que marca ese infernal bombo que se beneficia, y tanto, de una sección de viento, para callejear con gusto llevado por la única consigna, que es la diversión.
viernes, 5 de septiembre de 2008
Cumpleaños abismal
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Uno gira la vista a atrás y se hace imposible concienciarse de tantas y tantas horas dedicadas al Abismo, de tantas ideas y reajustes, de escritura de nuevos posts, de historias, de críticas, de análisis, de noticias y muchas incoherencias y chorradas sin sentido. Desde un principio, el blog iba a ser una cosa más personal, pero en seguida mutó, explotando a todos los géneros posibles, teniendo en el cine como razón de ser, como en mi vida diaria, pero no dejando ningún área de lado. ‘Un Mundo desde el Abismo’ nació en un día como hoy hace cuatro años, sin saber sabe muy bien a qué expectativas respondía. Ni siquiera sé explicar porqué se llama así.
En estos cuatro años, se han abierto casi 1.400 entradas o posts, en los cuales ha entrado alrededor de un millón y medio de visitantes, con más de 15.000 comentarios y todavía dando guerra. A este blog le queda mucha vida, amigos. Cierto es que la cuota de entradas ha descendido. El ritmo que llevó el Abismo en sus primeros dos años era ingente, arrollador y, en último término, imposible de seguir. Aún así, las actualizaciones suelen ser regulares, siempre con afanosa dedicación para que los contenidos queden bien segmentados y orientados hacia los que os dais de vez en cuando o diariamente una vuelta por estos lares. Al fin y al cabo, es el objetivo de todo esto. ‘Un Mundo desde el Abismo’ sigue en su ímpetu por mejorar, por aportar algo de subjetividad en un blog asentado en el desorden. Todo está trastornado por la locura y precipitación con la nacen los posts, desde el arrebato y la inmediatez. Como surgió hace en 2004 esta bitácora que sigue creciendo y con aspiraciones de mejorar.
Hay una sorpresa guardada. Iba a ser el autoregalo para festejar este aniversario. Pero tendrá que esperar porque no ha sido posible. Se trata de una nueva versión renovada, la 4.0, que pronto dará un cambio de aires a esta página que se mantiene con la misma ideología que aquel 5 de septiembre en el que dio sus primeros pasitos: la diversión. Y en eso seguimos. Sin ése concepto tan trascendente nada en absoluto tendría sentido.
Una vez más, gracias a todos por seguir confiando en este espacio para llenar vuestros momentos de absurdo hastío en disposición de perder el tiempo con este Weblog que va ya para veterano.
Review 'Zohan: Licencia para peinar (You Don't Mess with the Zohan)'
Peinando como puedas…
Partiendo de una idea monumental, la cinta del veterano Dennis Dugan, aunque funciona a partes desiguales, se aprovecha de puntuales ‘gags’ de puro delirio que mezcla escatología y momentos zafios.
‘Zohan: Licencia para peinar’ posee, a simple vista, los ingredientes para que una comedia de sus aspiraciones atraiga o repela a partes iguales. La figura de Adam Sandler es un icono dentro del cine ‘maisntream’ cómico, sin ningún alarde interpretativo y pocas complicaciones, que se hizo famoso con una serie de ‘tics’ arrastrados de su etapa en el ‘Saturday Night Live’ y definidos en películas como ‘Little Nicky’, ‘The Waterboy’ o en menor medida en ‘Un papá genial’.
Pero lo cierto es que Sandler, más allá de histrionismo también es un actor de recursos dramáticos como lo demostró en la solemne comedia de Paul Thomas Anderson ‘Punch Drunk Love’ o más recientemente en el drama sobre el 11-S ‘En algún lugar de la memoria’. Él es el mayor aliciente de esta comedia alocada creada única y exclusivamente para el entretenimiento a golpe de ‘gag’, en búsqueda constante de la carcajada del espectador. Es el regreso de Sandler al cine paródico, en el que da rienda suelta a todo su arsenal humorístico, lo que condiciona, en cierta medida, cualquier expectativa que vaya más allá de la exhibición física y socarrona de un actor acostumbrado a fragmentar al espectador.
Estamos ante una película de magistral sinopsis, que no se ve afectada por su enfangado desarrollo, en la que Sandler da vida a un macho alfa dominante capaz de satisfacer a una docena de mujeres al día, infalible en la lucha cuerpo a cuerpo y con una capacidad de supervivencia imposible para un superhéroe. El Zohan opera en arriesgadas misiones como indestructible soldado israelí que aprovecha la misión de atrapar a un peligroso terrorista palestino llamado “El Fantasma” para fingir su muerte y emigrar a Estados Unidos con el fin de realizar su sueño secreto: convertirse en un afamado peluquero y estilista bajo la identidad de Scrappy Coco. El destino le lleva a comenzar su andadura de peluquero en un ‘ghetto’ musulmán a las órdenes de una atractiva mujer palestina que ve salvado su negocio con la especial atención del agente secreto a su octogenaria clientela.
La comicidad se fundamenta en la condición de superdotado del Zohan, jugando en todo momento con el absurdo y la ponderación del exceso escatológico llevado hasta el límite de la grosería, que desempeña su función de comedia extravagante mucho mejor que cuando las cosas que serenan y sosiegan el ‘gag’ para seguir el desarrollo del guión. ‘Zohan: Licencia para peinar’ funciona a partes desiguales, dejando sus más sonoras carcajadas en todo el prólogo y reitera posteriormente sus aciertos en la obscenidad sexual con la que Zohan peina (y despacha) a sus clientas de la tercera edad, haciendo gala de una abrupta ridiculización sobre todo aquello que desfila por la pantalla de esencia exótica y oriental, donde el homoerotismo de bajos peludos, la incontinencia verbal y las situaciones extravagantes se mezclan ágilmente con un amplio catalogo de chistes a costa de la comunidad judía y palestina, de sus costumbres alimentarias (con especial énfasis por el ‘hummus’) o sus aficiones deportivas llevadas a cabo con animales de compañía.
La obra del veterano Dennis Dugan pretende hacer, con más o menos suerte, apología del ridículo, con caricaturas que alcanzan el puro delirio, envueltos en una trama que frivoliza con atinado desparpajo sobre algo tan serio como es el conflicto entre palestinos e israelíes. Más allá de plantear complejidades reales del problema de Oriente Medio, de sumergirse en causas profundas sobre el retiro israelí de los territorios ocupados que configuran el estado palestino o las causas de una guerra interminable, la carga política se diluye en la comedia, motivando una ficción diáfana, ideológicamente utópica, en el reflejo de esos palestinos e israelíes que encuentran su forzoso territorio común en un suburbio de Estados Unidos donde, eso sí, nadie logra su sueño profesional, pero sí conviven en paz y armonía y donde elevación humorística llega con esa pequeña crítica subversiva donde todos los americanos confunden ambas religiones en la homogeneización de sus rasgos.
De hecho, la forzosa historia de amor se da entre Zohan y la hermosa palestina, dueña de la peluquería que le brinda su oportunidad como estilista, no es más que una intencional muestra por crear un ‘buenrrollismo’ e inocencia que borda su justificación con esa magistral secuencia de tres palestinos que quieren destruir a Zohan escuchando los mensajes del contestador automático de Hezbollah y su posterior fabricación de una bomba creada con un ünguento antihemorroidal o la discusión que une al pueblo judío-palestino sobre qué primera dama yanqui es sexualmente más sugerente. Aquí el verdadero villano de la función sigue siendo esa poderosa maquinaria especulativa que pretende destruir el suburbio étnico para construir un centro comercial (con montaña rusa incluida), como también sucedía, en otro nivel de comedia, en ‘Rebobine, por favor’, de Michel Gondry.
El problema deviene en un exceso de metraje, que no favorece en absoluto a un adecuado sondeo de ciertos personajes bastante desaprovechados; como el de Nick Swardson, Ido Mosseri o Rob Schneider, que tiene aquí uno de sus mejores y más logrados roles. También podría increparse la insistencia de ciertos momentos de comedia que pierden su gracia con tanta reincidencia. Todo ello se le puede achacar a un tercer vértice de la creación, el actual rey de la comedia americana Judd Apatow (que escribe el guión junto Sandler y su antiguo compañero del ‘SNL’ Robert Smigel), puesto que muchos de los problemas de esta comedia son los mismos que determinan las más visibles trabas de sus películas como director y guionista. No obstante, el nuevo vehículo de Adam Sandler supone el regreso a la comedia loca con cierta decencia y disposición para el histrionismo desbocado de todos sus humoristas; desde el citado Sandler, pasando por un John Turturro desmelenado hasta el más moderado Schneider.
A medio camino en propósitos argumentales de ‘El príncipe de Zamunda’, de John Landis y ‘Zoolander’, de Ben Stiller, ‘Zohan: Licencia para peinar’ no se avergüenza de sus mecanismos por corroer el buen gusto y descubrirse como una comedia zafia donde abunda la sobredosis de escatología, momentos zafios y humor inteligente en el que ni siquiera falta ese ‘happy end’ a lo Frank Capra, asumiendo su condición de película absurda con fondo acusador hacia la xenofobia como claro manifiesto conciliador de posturas antagónicas ideológicas, religiosas y políticas que se sustituyen por términos mucho más conciliadores como el amor, la paz y la comprensión, que es lo que debería prevalecer en el mundo. Todo muy quimérico. Todo muy Hollywood.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008
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