Qué vergüenza, amigos.
Nunca la instrumentalización política de unos legajos históricos fue tan descarada. Jamás en la Historia de este país se había utilizado de forma tan vulgar un elemento tan baladí para aborregar a tanto ciudadano ignorante (de uno y otro bando, de Salamanca a Cataluña) cuyo intelecto no da para mucho, por eso adoptan una actitud beligerante contra un irracional rival creado por los políticos.
Hay que reconocer que esto es ridículo. No quedan más cojones que expresarse ante el tema, ante este manejo político de un asunto que se les ha ido de las manos a todos los sinvergüenzas que hurgan en su contenido histórico. La manipulación gubernamental de un tema incoherente, de unos papeles que no tienen la más mínima importancia, trancendentalizándolos hasta el paroxismo grotesco, ha dado como consecuencia la divulgación de una errónea idea regionalista derivada del populachero discurso acogido con fervor por los pueblos salmantino y catalán, enfrentados de un modo esperpéntico, demostrando su ignorancia y sumisión al manejo de unos fulanos que se creen con voz común. En definitiva, esos repugnantes seres ignominiosos que hemos dado en llamar políticos. 
Parece que en Salamanca no importa otra cosa, que vivimos en vilo por el devenir de unos documentos que nadie sabe muy bien qué contienen. En esta ciudad, amigos, hay cosas mucho más importantes que conjeturar sobre el hecho de si se llevan el Archivo Histórico a Cataluña o no. En Salamanca existe vida más allá de deshonrar a Unamuno desvirtuando apotegmas como 'Venceréis, pero no convenceréis' o hacer el subnormal manifestándose con banderas de España y consignas vejatorias, indignas de una ciudad universitaria y culta como es ésta.
Por estas y otras razones, que desde el gobierno catalán sojuzguen a toda la población charra y viceversa, que desde aquí se haga el ridículo más espantoso ultrajando a la ciudad con la compostura de un estólido alcalde, que se patentice la imbecilidad de las Nuevas Generaciones del PP charras, que se autoasuma la hipócrita postura de sometimiento felatorio de la oposición local o que la disposición paleta y desorientada de muchos salmantinos se haga manifiesta con varios miles de gilipollas me dan, con todo el dolor del mundo, mucho asco.
Me da asco la situación a la que hemos llegado.
Me da asco el fomento de odio entre regiones, manipulando opiniones, transformando postulados culturales en falsedades beneficiosas en su estrato más partidista. Me da asco la ministra de Cultura Carmen Calvo, el gobierno central y la oposición, de uno y otro lado. Me da asco Jesús Caldera y me repugna mucho más Carod Rovira. Pero no tanto como el cabildo que juega con el falso sentimiento de unidad de esta provincia en torno a un tema intrascendente. 
Yo ya expuse aquí las razones de esta polémica. Pero ahora he cambiado de opinión. Quiero que se lleven el Archivo de una puñetera vez. Quiero que desmantelen por fin esta realidad histórica, que se rompa el pasado que simboliza la maquinaria represora de aquellos años que, desgraciadamente, nunca se podrán olvidar.
Me da igual que basándonos en expolios, latrocinios y robos, se empiecen a disgregar todos los legajos repartidos por España a quien lo reclame, como si Salamanca pide las más de 120 obras de arte que se robaron a lo largo de la historia y que permanecen en Cataluña. Como si en Elche piden la Dama a los madrileños o los vascos reclaman su potestad sobre ‘El Guernica’, de Picasso. No pienso tomar parte de ninguna futura opinión. Uno acaba harto de tanta chorrada política.
Si por mí fuera, esta diatriba se acabaría fulminantemente apelando a las nuevas tecnologías y dejando las disputas de quién se lleva o deja de llevar los originales. Si es suyo, pues suyo es. Que destruyan la integridad del Archivo, que desmantelen la Historia si es lo que quieren. Que se los lleven de una vez. Pero que nos dejen en paz y abandonen de una vez la manipulación de las regiones. Que devuelvan las 507 cajas. Os aseguro que yo, por lo menos, no las echaré de menos.
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