viernes, 30 de enero de 2015

Review 'Whiplash' (Whiplash)', de Damien Chazelle

El precio de la perfección
La segunda película de Damien Chazelle explora el tortuoso mundo de un batería de jazz flagelado por la obligación de explotar un talento innato hasta las últimas consecuencias, inmerso en un oscuro laberinto de frustraciones y adiestramiento conductista.
En 1959, Don Weis llevó a la gran pantalla la vida de Gene Krupa, uno de los genios de la baqueta dentro del apasionante mundo musical del jazz con ‘The Gene Krupa Story’. Desde entonces, Hollywood ha frecuentado bastante poco este apasionante universo más allá de su utilización como elemento sustancial dentro algunas bandas sonoras. ‘Cotton Club’, de Francis Ford Coppola, ‘Round Midnight’, de Bertrand Tavernier, ‘Bird’, de Clint Eastwood, ‘Los fabulosos Baker Boys’, de Steve Kloves, ‘Rebeldes del swing’, de Thomas Carter, ‘Kansas City’, Robert Altman, ‘Mo Better Blue’, de Spike Lee o ‘Acordes y Desacuerdos’, de Woody Allen son algunos ejemplos de este cadencioso y exquisito maridaje de jazz y cine. El joven Damien Chazelle, guionista de ‘Grand Piano’, de Eugenio Mira, y director de una primera película inédita en nuestro país titulada ‘Guy and Madeline on a Park Bench’, pasó años intentando dedicarse al mundo del jazz. Su experiencia es el detonante de la que está llamada a ser una de las grandes películas de la temporada y que llega con la siempre difusa etiqueta de “cine independiente”.
‘Whiplash’ es la adaptación del cortometraje homónimo que el propio Chazelle ha logrado convertir en un filme de culto sobre un tema universal que intenta dar respuesta a complejas cuestiones sobre la naturaleza del artista; ¿un genio nace o se hace? ¿Se necesita más que talento para alcanzar la verdadera grandeza en cualquier disciplina? Con ellas, se indaga en la gnosis de la autoexigencia enfermiza, en esa obsesión tan yanqui (y cada vez más globalizada) de la cultura del triunfo, de la superación personal y el miedo al fracaso, que adopta un cariz de patología sobre las bondades supremas de la competitividad. Se trata de un mosaico sobre personalidades obsesivo-compulsivas que sufren por llegar a culminar los sueños alcanzados por medio de la excelencia, sin importar el agotamiento de la fuerza interior empujada a través del dolor.
Andrew Neyman es un disciplinado estudiante del prestigioso Conservatorio Shaffer de Nueva York que idolatra a las grandes leyendas de la batería jazzística como Buddy Rich y Jo Jones. Su oportunidad le llega cuando el exigente profesor Terrence Fletcher le llama para entrar a formar parte de la banda principal del centro. Su estilo draconiano e intimidatorio le ha convertido en una leyenda entre sus alumnos. En un magnífico plano secuencia, aquel que muestra el primer ensayo de Andrew, la cámara se mueve mostrando desde diversos puntos de vista la posición del temido profesor respecto a sus discípulos y la aprensión que genera, evidenciando el catálogo de peculiaridades que se desarrollarán a partir de entonces; el acoso emocional, el abuso verbal e incluso la agresión física suponen algunas de las armas educativas de Fletcher en su obstinado compromiso por sacar lo mejor de cada de uno de los integrantes de la banda musical. Desde un primer momento, su camiseta ajustada indica una fisicidad utilizada como herramienta intimidatoria que marca la pauta de una instrucción marcial basada en la humillación para encauzar la enseñanza hacia el sacrificio y dedicación que impone cualquier ámbito artístico y su consecución del éxito.
Por su parte, el chico proviene de un matrimonio de padres divorciados, en el que el progenitor, es un escritor frustrado que ejerce de profesor. Un elemento necesario para entender el énfasis que determina la fijación por destacar llevada hasta el extremo y convertirse en un gran batería de jazz. Es ahí, en la obcecación, donde encuentra un punto común, casi implacable, con el inflexible perfeccionismo de su nuevo mentor. Sin embargo, ‘Whiplash’ es también un doloroso retrato sobre la inseguridad y la frustración que provoca la necesidad por ser el mejor. Su personalidad introvertida no puede articular ni siquiera su propia pasión por la música si no es a través de ella. Aquí la música es la que habla por él, siendo las canciones cuidadosamente elegidas para la banda sonora el reflejo de su esfuerzo frenético por encontrarse a sí mismo.
Las manos encallecidas sangrando sobre la batería y la entrega inmoderada describen la ferocidad de un punzante itinerario hacia el abismo de la rivalidad y la ambición que roza lo sádico. Esas lecciones de vida sostenidas en el acoso y el abuso, tanto psicológico como físico, son otro escalón más en el aprendizaje de un joven inmaduro que no es consciente de las prioridades dentro de su desordenada vida. El percusionista de jazz es capaz de expulsar de su vida cualquier atisbo de normalidad y relación afectiva, renunciando con ello al equilibrio que contrarresta el sufrimiento y el trabajo con el éxito o el desengaño dentro del contexto artístico. Pese a situarse en esa fragilidad existencial como motor de arranque y la inmolación voluntaria como exclusiva ruta para alcanzar el zenit de un triunfo absoluto, el filme de Chazelle asume una relación de dependencia abstracta entre dos personajes con una realidad en la que la autoestima responde a una descomunal pugna de egos. En este sentido, no se percibe ningún tipo de mensaje condescendiente en su proclama del error como fracaso, traducido en la tesis del tiránico profesor al sugerir que las dos palabras que más daño pueden hacer a un artista son: “Buen trabajo”. Esa diatriba entre la productividad de un talento natural o el requerimiento de un flagelo educador basado en la hostilidad para alcanzar los resultados, esconde algo más que un simplista cuestionamiento ético de la metodología de enseñanza justificada en un tortuoso conductismo. Su intención es la de situar al espectador ante una historia de enfrentamiento y competencia entre dos hombres que comparten un desmedido amor y devoción por el jazz, así como un enfermizo apego a la perfección y la excelencia artística.
La inspiración del sacrificio y el dolor.
‘Whiplash’ atesora una ambigüedad que no está sujeta a ningún condicionante interno, que la aleja de la divinización del oscuro proceso que diluye el adiestramiento y la humillación, llevándolo a un extremo de oscura sátira. Lo que hace que se sitúe muy por encima de una ambición servilista a cualquier coartada sociológica. No existe la humanización de un desenlace indulgente con la épica de la abnegación y del esfuerzo. En el clímax final del concierto que tiene lugar en el Carnegie Hall neoyorquino, asistimos a una estrategia de venganza en la que el desprecio público nada tiene que ver con una nueva lección de aprendizaje.
Sin embargo, la comunión enloquecida de los respectivos delirios de grandeza hace que alumno y profesor abandonen sus roles de jerarquía y sumisión para convertirse en una imagen idealizada de sus respectivos propósitos; la de Andrew, vaciándose trágicamente con un esfuerzo sobrehumano hasta la excelencia y la del instructor sociópata, conmovido e impresionado por el casual hallazgo en su búsqueda del próximo genio de la batería capaz de someterse hasta renunciar a su propia dignidad puesta al servicio de un don. La grandeza del filme, por tanto, no está en la culminación de la perfección musical, fundamentalmente porque no se siente como un punto y final. El fundido a negro invoca la indeterminación de su inexistente moralina. No importa que el perfeccionismo obsesivo convierta la música en algo que va más allá de una ambición compulsiva, puesto que el fracaso, la auto-recriminación y la desesperación continuarán después de esa actuación final.
Uno de los aspectos invisibles que atribuye a ‘Whiplash’ esa condición de película excepcional es la destreza de un cineasta que apura la utilización del ‘scope’, que sabe aprovechar con gran refinamiento los primeros planos, los cortes en relación a los instrumentos, metaforizando por medio de la imagen los vacíos o miradas que efectúan una concepción narrativa con implicaciones que superan lo descriptivo. Esa movilidad de la cámara en espacios cerrados impone un carácter claustrofóbico que plantea, a un nivel plenamente consciente, su condición de ‘thriller musical’. Chazelle articula el suspense con un ritmo frenético que llega al extremo de atosigar mediante un efecto psicosomático al propio espectador, con la fuerza e intensidad de la narración y de una historia tremendamente oscura en la que el editor Tom Cross destaca aportando su vehemente dramatismo interno. No obstante, el engranaje emocional no tendría la misma reciedumbre sin la hipnótica presencia ya no sólo de un J.K. Simmons ejerciendo de gran villano de la función, que acojona con su imperante gestualidad y su voz marcial, sino en el proceso de crecimiento de Miles Teller, que es el responsable de que la interacción de estos dos personajes se consuma como una lucha de fuerzas interpretativas análogas a sus personajes.
Película visceral y compleja, ‘Whiplash’ materializa una poderosa disección sobre la obsesión malsana de llegar a cumplir los sueños y que funciona con la precisión de una orquesta de jazz, sin dejar espacio para la improvisación cuando, de forma contraria y paradójica, el género del jazz es tan proclive a la espontaneidad creativa para preguntarse si vale la pena tanto sacrificio. Como curiosidad, durante el metraje sólo se reproduce íntegramente el tema de Duke Ellington ‘Caravan’, que popularizaron también los mencionados Krupa y Buddy Rich, pero hay una alusión a una leyenda que versa sobre Jo Jones, que le lanzó a la cabeza un platillo a un joven saxofonista llamado Charles "Yardbird" Parker. En ella se extrae que aquel acto de violencia, motivó su superación para ser el número uno. Pues bien, esta artimaña narrativa que establece el paralelismo y similitud a los dos personajes principales, curiosamente, no es del todo cierta. Durante una ‘jam session’ que tuvo lugar en Kansas City en 1937, Jones lanzó el plato a Parker porque éste se perdía en los cambios, pero no fue a la cabeza, ni mucho menos. Simplemente lo arrojó cerca de los pies.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2015

martes, 27 de enero de 2015

Auschwitz y la necesidad de evitar el olvido

Trescientos supervivientes de Auschwitz-Birkenau han regresado, setenta años después, al lugar del Infierno nazi en el que se cometieron un número infame de crímenes durante la Segunda Guerra Mundial. También representantes de más de 40 países han asistido a un evento en el que, curiosamente, se ha prescindido de un mandatario o delegado de Rusia, nación cuyo Ejército Rojo fue determinante en la victoria sobre Adolf Hitler. En Oswiecim, al sur de Polonia, se ubicaba este matadero humano en el que perecieron más de un millón doscientas mil personas entre 1940 a 1945. El ex ministro de Asuntos Exteriores polaco, Wladslaw Bartoszewski, uno de aquellos hombres que sobrevivió a la barbarie, siempre ha recordado aquella tortura como una pesadilla en la que “los judíos eran tratados como bichos que había que exterminar”. Resulta imposible evitar el gesto de malestar cuando se observan las imágenes de archivo con los instantes atroces que tuvieron lugar en el campo de concentración.
Es vergonzoso para el ser humano concebir algo como lo que tuvo lugar allí, en uno de tantos muchos campos de exterminio creados en Wannsee a partir de 1941 por Himmler y los ejércitos de Hitler para llevar a cabo la “solución final”, que consistía sacrificar a los más de diez millones de judíos que habitaban en los territorios ocupados por los ejércitos del Führer. Auschwitz, Mathausen, Treblinka, Dachau y demás campos en Alemania y Polonia atribuyeron el apogeo del intolerable régimen nazi y de monstruos asesinos como Streicher o Rosenberg, que trazaron el plan más depravado de Hitler con el apoyo de Goebbels y los grandes mandatarios nazis. Hoy en día Auschwitz es el símbolo perenne de la mayor tragedia que ha tolerado nuestra especie en toda su historia contemporánea.
Nadie comprende cómo hace tan sólo siete décadas pudo suceder el mayor genocidio de la Historia. Por ello, hay que reflexionar sobre estos hechos, sobre ideologías que no se han extinguido todavía y que perviven en grupúsculos en forma de antisemitismo oculto. Basados en el acoso intimidatorio y creciente discriminación, estas semillas de odio e incomprensión se promulgan a través de congregaciones políticas como el grupo parlamento griego Amanecer Dorado, que es ya la tercera fuerza política en las recientes elecciones helenas o partidos como el Jobbik en Hungría y Svoboda en Ucrania, Ataka en Bulgaria e ideologías de peligrosa y progresiva filiación que toman fuerza en Francia, Bélgica, Dinamarca o Austria, ejemplificando de qué manera se comienza a reverdecer, a aceptar e incluso a institucionalizar este absurdo pensamiento de barbarie deshumanizada a la que conlleva. Y eso, dejando a un lado a ultra-radicales y nacionalistas extremos que brotan como detestable herbaje en la sociedad actual.
El ser humano parece no aprender de sus errores como, paradójicamente, lo que llevan haciendo los judíos con el pueblo palestino desde hace décadas. La sinrazón impide predecir que nunca volverá a suceder lo mismo que en los campos como los de Sobibor, Treblinka y Belzec, que fueron arrasados por los alemanes para borrar aquella indecible ignominia en la ejecutaron a última hora a todos los cautivos que pudieron. Después de aquello, ocho de cada diez miembros del ejército del Tercer Reich que participaron activamente en las matanzas quedaron impunes ante la ley, sin ningún rencor o arrepentimiento, excusándose en el acatamiento de órdenes recibidas por superiores siguiendo las consignas del horror del homicidio concentracionaria.
Actualmente, en el septuagésimo aniversario de la liberación de Auschwitz, el mundo reflexiona sobre aquéllos acontecimientos. Hay que tratar de evitar que el mundo olvide todo ese desagradable capítulo de la Historia. No sólo para rememorar el aterrador recuerdo de Auschwitz y honrar a sus víctimas, sino preocuparse porque la paz mundial esté cada día está más maltrecha por diversos factores exógenos a nuestra condición racional. Cierto es que sirve como memoria histórica y despolitizada para que las generaciones venideras sean conscientes del exterminio y sus errores, pero también hay que tratar de combatir el origen del odio, las causas que hicieron posible aquella masacre y otras aberraciones colectivas. Medio centenar de estos “campos de la muerte” se diseminaron por la Europa ocupada, a los que se unieron el millar de guetos y las imposiciones antinaturales del Tercer Reich.
Seis millones de personas murieron durante aquel sinsentido. Desde su recuerdo imborrable, es un día necesario para detenerse a pensar sobre la iniquidad de los asesinos y la agonía de los que fenecieron en Auschwitz y demás infiernos. Lo importante de todo es que nunca olvidemos aquella incomprensible atrocidad ni que dejemos que nada ni nadie alimente nuestro odio, ni que el mal ni la muerte jamás tengan la última palabra.

viernes, 23 de enero de 2015

La histórica gesta de los hermanos Gasol

Tanto fútbol y su adoración borreguil por las masas peninsulares no debe relativizar uno de los logros más importantes que ha vivido en años el deporte español contemporáneo. La historia se suele escribe con letras de oro. Es lo que están consiguiendo los hermanos Pau y Marc Gasol lejos de nuestras fronteras. Por primera vez, dos consanguíneos han sido elegidos para formar parte de los quintetos titulares que se enfrentarán en un All Star de la NBA. Una lucha fratricida que tendrá lugar en el mítico Madison Square de Nueva York el próximo 15 de febrero y que supone un hito muy inusual y especial en la tradición baloncestística de la mejor liga del mundo. Sólo a principios de los 70, otros dos hermanos, Dick y Tom Van Arsdale, coincidieron en un encuentro de estas características. Pero lo hicieron saliendo desde el banquillo. Ayer, la noticia oficial de su titularidad en la noche de las estrellas impregnó el anuncio de una emoción pocas veces despertada en este tipo de noticias para los seguidores aquel campeonato.
El ‘sign and trade’ de Gasol por Chicago Bulls este pasado verano despertó algunas dudas sobre el rendimiento del ala-pívot en la franquicia de la ciudad del viento. Esta temporada ha constatado no sólo su importancia dentro de un equipo en plena reconstrucción, sino que es un baluarte fundamental en el esquema de Tom Thibodeau, aportando ese desglose de profundidad que viene siendo habitual en él, contribuyendo a los Bulls con su fuerza defensiva y punto de calidad a su faceta más intimidadora en el poste. En otras palabras, está siendo una de las mejores campañas del 16 en su larga trayectoria en la NBA. Se ha vuelto a reinventar como pasador en el poste medio y bajo y sigue incrementando su calidad en el manejo del balón con inteligencia. Gasol es uno de los mejores jugadores que haya pasado por su posición y es un experto en jugar de espaldas y de cara al aro además de ser muy eficaz en el juego estático y de transición. Su hermano Marc, ahora mismo, puede que sea el mejor cinco de la liga. Su ratio de producción de juego tanto defensiva como ofensiva ha crecido hasta límites insospechados, ganándolo en confianza y en presencia como jugador franquicia de los Grizzlies, en capacidad para leer el juego, en visión a la hora de ejecutar los ‘pick-and-roll’ y ayudar con una solvencia fuera de lo común. Ambos están en lo más alto de uno de los campeonatos más exigentes del mundo.
Por eso, esta selección es tan importante, así como protagonismo a un nivel mucho más global. Y no es nada nuevo. Sin embargo, es una cita con la Historia de nuestro deporte. Par Pau será la quinta ocasión que forma parte de este espectáculo. Marc jugó poco en el sarao de las estrellas en 2012. El primero, lo hará junto a Carmelo Anthony, (New York) , John Wall, (Washington), LeBron James, (Cleveland) y Kyle Lowry, (Toronto) y el pequeño de los Gasol al lado de Kobe Bryant, (que no estará por lesión y será sustituido por James Harden –Houston-), Stephen Curry, (Golden State), Anthony Davis, (New Orleans) y Blake Griffin, (L.A. Clippers). Los Gasol abanderan el orgullo patrio a la hora de hablar del deporte español más allá de nuestras fronteras, trascendiendo adjetivos ponderativos. En esta época de ídolos de barro, ellos representan los valores reales del deporte, de superación, calidad y esfuerzo. En dos semanas, los amantes del mejor deporte que se ha inventado, disfrutaremos y seguiremos con especial atención un duelo que será, por su emotiva carga sentimental y trascendente, uno de los eventos deportivos más importantes de nuestra vida. Dentro de muchas décadas, se seguirá hablando de aquel 15 de febrero de 2015. El día en que los Gasol se vieron las caras como dos de los mejores jugadores que han existido en la NBA. Y será una hazaña mítica, independientemente del resultado o sus actuaciones.

jueves, 22 de enero de 2015

Review 'Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) (Birdman), de Alejandro González Iñárritu

Existencialismo enjaulado
Iñárritu da un golpe de efecto a su carrera con una inesperada y arriesgada cinta sostenida a través del movimiento y la locura para reflexionar acerca de los límites entre realidad y ficción y la puerilidad de la existencia humana.
¿Y conseguiste lo que
querías en esta vida?
Lo conseguí.
¿Y qué querías?
Considerarme amado,
sentirme amado sobre la tierra.
Raymond Carver (‘Un nuevo camino a la cascada’).
Desde su primer plano, ‘Birdman’ evidencia que no es una película corriente. Un personaje levita desde el suelo en un pequeño habitáculo polvoriento y desordenado, como alcanzando el estado espiritual del ‘samadhi’. Se trata de Riggan Thompson, otrora célebre actor por haber interpretado años atrás en la gran pantalla a un superhéroe llamado Birdman. Descubrimos que puede mover objetos a su antojo por medio de telequinesis y una voz interior (o su otro yo), le recrimina su decisión de no perpetuar su icónico personaje. A cambio, pretende sacar adelante una obra teatral de Broadway basada en un cuento de Raymond Carver, con el fin de resucitar su trayectoria y su prestigio como artista.
A través de un laberinto espiritual y especulativo, el espectador entrará en una crisis de confianza de un estreno impregnado en la lucha contra el ego y reconquistar a su familia, su carrera y a sí mismo. Alejandro González Iñárritu da un giro radical a su carrera con una compleja y poco accesible película que autoexorciza sus propios demonios fílmicos, transformándolos en la odisea de la locura interior de un personaje como reflexión acerca de cuestiones orientadas hacia la psique humana, la industria de Hollywood, la falsa catarsis que produce un estreno en Broadway y que apela, sobre todo, a la enloquecida dinámica de esta época que vivimos.
‘Birdman’ se asienta sobre las inseguridades de un artista en busca de su identidad, intentando escapar del encasillamiento que ha absorbido su vida y obsesionado por complacer a crítica y público, en busca una alternativa distinta de éxito y de su renacimiento en las entrañas del St. James Theater de Broadway. Con ello, el guión del propio Iñárritu, junto a Nicolas Giacobone, Alexander Dinelaris y Armando Bo, esgrime una disertación subterránea para abordar la endeble frontera que separa la realidad de la ficción e identificar a su vez los contornos del significado del arte y la vida. El personaje de Michael Keaton parece incapaz de sostenerse a sí mismo como una fuerza creativa que valide su propia identidad, cayendo en la autocompasión que abre las puertas a ese tortuoso periplo desde el “yo” hacia el choque frontal del “ego”, que margina lo que en realidad se quiere y lo que se necesita y que queda patente en un excelente diálogo de azotea.
Tiene mucho de oscura sátira relacionada con el universo actoral y el negocio del cine, aumentada por la realidad que adopta un metadiscurso que no distingue, como no podría ser de otro modo, entre la comedia y la tragedia, la ilusión y la realidad. En esta obra de cámara se confabulan los bastidores del teatro y la realidad donde flotan referencias cinematográficas reconocibles; desde ‘Las Soga’, de Hitchcock, ‘Noche de estreno’, de Cassavetes, ‘Corazonada’, de Coppola, ‘All That Jazz’, de Bob Fosse hasta ‘Qué ruina de función’, de Bogdanovic.
Más que una ofrenda o un seguimiento prosélito al “realismo mágico”, se trata de un puntapié a la lógica de lo diegético, encauzado a un propósito psicológico que atrapa al espectador en el oscuro laberinto de un conflicto en el que la ilusión se sostiene a través del movimiento y la disolución de la diferencia entre la realidad y la fantasía, transmitida visual y narrativamente como un sueño caleidoscópico. ‘Birdman’ evidencia explícitamente un cinismo bastante hiriente contra el cine de superhéroes y el negocio sin fin que se ha establecido alrededor de este fenómeno. No sólo porque Keaton fue el gran valedor del ‘Batman’ de Tim Burton hace casi tres décadas y auténtico génesis del boom contemporáneo, sino que a nadie se le escapa que no sea casual que Edward Norton haya interpretado al Increíble Hulk o Emma Stone sea la nueva Gwen Stacy del Spiderman más reciente.
El superheroísmo como divinización del espectáculo se manifiesta aquí como un estado que circunscribe la fragilidad del mito y las consecuencias de la fama que conllevan a las tan temidas etiquetas. La voz gruñona de Riggan susurra al aparecer una noticia sobre ‘Iron Man’ y Robert Downey Jr.:“’¡Ese payaso no tiene ni la mitad de tu talento!”, mientras el actor lucha por escapar de ella y poder estrenar la obra de Carver ‘De qué hablamos cuando hablamos de amor’. En este punto, es importante destacar hasta qué extremo es fundamental este contexto dentro de la película, puesto que Iñárritu busca en su relato ese minimalismo y realismo sucio del dramaturgo, con especial énfasis en la crueldad y la ignorancia que prevalecen dentro de las relaciones humanas. Según avanzan los ensayos y la película, los actores y sus respectivos personajes comienzan a fusionarse en una misma versión extrema del método Stanislavski, sumergiendo sus estados emocionales en una tela de araña que forja todo el entramado narrativo de una película que obliga al público a jugar con su percepción de lo que sucede en el teatro y el sentido de la realidad.
La pugna contra el ego y los fantasmas del pasado
El entramado de ‘Birdman’ expone así el delirio de un hombre que ansía alcanzar tanto la comunión entre espectadores y crítica, como la dignificación de su trabajo y conciliar también las voces discordantes que enfrentan su pasado; la de Raymond Carver, hombre que supuso el ideal artístico de su infancia y la voz de Birdman, ajeno a sus aspiraciones de dignificación como actor y autor respetable. Sin embargo, Carver, como figura referencial que complacería su ego es destrozado por Mike Shiner (Norton), que le hace ver que la servilleta que conserva desde su infancia alentándole como artista no es más que el garabato de un hombre alcohólico.
Por si fuera poco, descubrimos que jamás encontrará la redención crítica tras su enfrentamiento con Tabitha Dickinson (Lindsay Duncan), crítica teatral del The New York Times, que asegura que destrozará su obra con una “la peor reseña que se haya escrito sobre una función teatral”, lo que aseverará esa lucha interna entre la vulnerabilidad, el miedo y la protección del ‘alter ego’, aferrándose al hombre pájaro como versión del superhéroe de sí mismo e identificación quimérica del éxito trasnochado perdido en la memoria colectiva.
Iñárritu sabe transcribir esa delineación subtextual con gran astucia, revelando paulatinamente una triple perspectiva del ensayo en un mismo tiempo donde se suceden las mismas acciones desde perspectivas desencontradas; ampliando la esfera de locura desde el cómo no debería suceder la realidad hasta de qué forma acontecería el mismo instante en un universo idealizado. Un circo de tres pistas en el que los personajes que le rodean también traspasan la frontera de la duplicidad de la ficción y la realidad como espectros metafóricos. De esta forma, Jake (Zach Galifianakis), el abogado y amigo de Riggan, vendría a ser la voz de la razón en medio de la locura, su hija Sam (Stone), el legado de defectos y vicios destinado a repetirse, el mencionado Shiner (Norton), representaría esa exaltación del método narcisista y egocéntrico del mundo del espectáculo nacido de la intensidad llevada al extremo y Lesley (Naomi Watts), la ilusión e inocencia del debut en Broadway. Por su parte, el pasado está personificado en Sylvia (Amy Ryan), una ex mujer que remite a todos los desaciertos que hicieron perder una vida de plenitud y sosiego, que parece reiterar en el presente con Laura (Andrea Riseborough), con la que mantiene una relación fraguada en el desconcierto y la ausencia de compromiso. En todo este caos, la invisibilidad entre la vida y la obra, la aspiración de un hombre no puede evitar su frustración y falta de plenitud a la hora de enterrar la voz egoísta de Birdman y redimirse a través de su entrega al perturbador estreno de la obra teatral de Carver.
El director mexicano traza la humanidad de sus personajes confiriéndoles un grado de profundidad que normaliza las circunstancias que les rodean y que aprovecha para sutilizar la gran aspiración estética de un filme contracorriente, que no es otra que la de articularlo en una coreografía cinética de carácter imposible constituida en gran y único plano secuencia del que, a pesar de evidenciar sus lógicas costuras digitales, impone cierta meta-narrativa para explotar la vena kamikaze de una historia que precipita su cámara a través de estrechos pasillos, subiendo y bajando estrechas escaleras, calles atestadas, balcones silenciosos o proscenio y bambalinas.
El resultado es una explotación del medio llevado hacia el ‘grand guingnol’ que supone esta proeza técnica llevada a cabo por el director de fotografía Emmanuel Lubezki, que se mueve en la cuerda floja de la omnipresencia de un autor obsesionado por el exhibicionismo técnico y la libertad de vuelo imaginativo sin ataduras ante la gravedad. Podría haber optado por una narración más clásica y la fuerza visual no se habría perdido, pero hay que reconocer la valentía del procedimiento, subrayando el nerviosismo y la fragilidad de esos últimos días de pánico antes de un estreno en Broadway. Sin olvidarnos de ese prodigio que supone el segmento de degradación y reencuentro con la realidad que implica el ajetreo real filmado en la plaza de Times Square y la locura musical percutante de Antonio Sánchez, con el constante retumbar de los tambores y platillos, que mantiene un ambiente vanguardista de jazz.
El falso poder del universo 2.0
Otro de los aspectos que disecciona ‘Birdman’ es el sometimiento del ser humano moderno a las nuevas tecnologías y su esfera 2.0. que han terminado por transformar la sociedad de masas por completo. Ahora, la fama y el éxito no se concreta mediante el trabajo o talento, si no que basta con un vídeo viral para catapultar la imagen y presencia de alguien en la red. Es lo que le pasa a Riggan al deambular avergonzado y en calzoncillos por el corazón de la Gran Manzana neoyorquina. Un hecho que sirve para resucitar involuntariamente la fama él anhela. Atendiendo a la insinuante cuña superheroica del filme, sería una fuente de poder, como le apunta su hija. Es decir, que supone más ese paseo en gayumbos que el trabajo y el esfuerzo personal para recobrar la integridad como intérprete y personaje reconocido.
Y es ése éxito sensacionalista, precisamente, el que diluye los propósitos de un hombre que quiere mantener el estatus artística que poseía hace décadas como celebridad en favor de ‘Birdman’, donde encuentra de forma fortuita no sólo la ilusoria notoriedad sino que aviva su avidez de fama para entregarse a la voz del hombre pájaro, como si con cada salida del teatro, estuviera comprobando la ferocidad del mundo real y asumiendo su rol en el mundo. La construcción de esa abstracción mental acaba por alejarle de la fantasía de triunfar en Broadway por otra netamente virtual que recompensa y reconcilia al hombre con un final mucho más cruel que el miedo al fracaso. Se trata de la transición de hombre a pájaro, de actor teatral a superhéroe comercial, un ave que abre la jaula y entiende el significado pueril de la existencia. Es entonces cuando resuenan las palabras llenas de verdad de su ex mujer al confesarle que dentro de su delirio como artista siempre “confundió ser admirado con el ser amado”.
La función no termina cuando se baja el telón. No le basta con eso, ya que retuerce todo ese andamio conceptual con un giro provocado por el enigmático éxito onírico de deseos denegados que absuelven al actor de sus errores y esquematiza un imaginario ‘happy end’ en el que Riggan se gana no sólo el amor de su hija, si no de su ex esposa, la crítica más influyente y sus nuevos y viejos ‘fans’. No obstante, ha alcanzado su mayor ambición; la de justificarse a sí mismo como un artista y superar el muro infranqueable de una realidad que ya ha impuesto su aciaga ley, comprobando de forma literal cómo ese hombre pájaro que le ha alentado y confundido no es un héroe, sino una representación estereotipada de un superhéroe convertido en un tipo capaz de cagar delante de él.
‘Birdman’ es un extraordinario melodrama de ‘backstage’ tan poético como frenético, que recobra a un talento descomunal como el de Michael Keaton, alma mater de un reparto en estado de gracia. Su asombrosa capacidad interpretativa reside en la desnudez emocional con la que moldea a un personaje inolvidable que se alza entre la redención y el olvido y que Keaton captura brillantemente en su angustia y locura.
Una cinta sobre la ambición, la felicidad, el arte, el amor y la familia que responde a la paradoja crítica sobre la falta de sentido de la vida contemporánea, que continúa en la deshumanización y autodeconstrucción social y que reconoce con voz propia la falta de significado bien sea en el arte o en la vida. “No existimos”, recita Riggan sobre el escenario en palabras de Carver. “Nada de esto ni siquiera importa”. Y ‘Birdman’ transmite perfectamente esa idea universal de lo insignificante que es la vida humana a través de la poderosa imagen explicativa de la Historia de la Humanidad representada en unos minúsculos puntos rotulados en un rollo de papel higiénico.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2015

lunes, 19 de enero de 2015

Caminantes de algoritmos genéticos

Este simulador en HTML5 genera criaturas que caminan a través de algoritmos genéticos. Se trata de una reproducción de un sistema de movimiento. Los movimientos son generados por los usuarios, que varían la animación por medio de pequeñas mutaciones aplicadas por el resto de visitantes a la web. Dado que estos desplazamientos se conciben en función del genoma de cada criatura, se tiende a que el algoritmo genético produzca caminantes que se mueven sistemáticamente con unas características parecidas. El usuario puede activar las órdenes de movimiento aplicando una probabilidad de mutación genética, la cantidad de esa mutación, una longitud del paso y la velocidad de simulación.
¿El resultado? No tengo ni idea de su uso ni de su utilidad, pero me encanta ver caer el muñeco como si llegara de una rave puesto hasta las cejas y bajo los efectos de una gran cantidad de alucinógenos de todo tipo.

lunes, 12 de enero de 2015

72nd Golden Globe: 'Boyhood' y una noche para el olvido

A estas alturas, la frase “la antesala de los Oscar” en cualquier texto acerca de los Globos de Oro se ha convertido en un clásico del periodismo cinematográfico. Sea verdad o no, es evidente que la noche de ayer dejó una clara pauta de lo que puede ser el palmarés final del próximo día 22 de febrero en los Oscar. ‘Boyhood’, ese experimento acerca de la vida que ha tardado en ver la luz doce años, encumbró a Richard Linklater y se postula como la gran favorita de cara a esos premios mayores que tanta atención acumulan en Hollywood. La gran platea y escaparate de oropel dignificó una película sencilla con la que Linklater, a la hora de agradecer el máximo galardón de la velada, cedió el protagonismo sobre la figura del productor, Jonathan Sehring, por hacer realidad el sueño del cineasta, que también recogió el Globo de Oro al mejor director. También el estupendo elenco se vio representado en una Patricia Arquette entusiasta con su reconocimiento. Se preveía una dura pugna con ‘Birdman’, la gran sensación de este año que finalmente dejó la sensación de derrotada pese a cosechar un par de distinciones al mejor guión original, el mexicano Alejandro González Iñarritu y al mejor actor protagonista de comedia o musical para Michael Keaton. Sin embargo, el Globo de Oro a la mejor comedia de ‘El gran hotel Budapest’, de Wes Anderson, hace que las expectativas de cara a los próximos Oscars hayan mermado en posibilidades. En lo que respecta a las categorías interpretativas, Hollywood no se sale del guión autoimpuesto y premió las interpretaciones dramáticas de Julianne Moore por ‘Siempre Alice’, en la que interpreta a una mujer enfrentada al alzheimer y Eddie Redmayne, que da vida al científico Stephen Hawking en todas las fases de su enfermedad degenerativa en ‘La teoría del todo’.
Fue una noche en la que hubo espacio para la crítica con el régimen norcoreano de Kim Jon-Un, al que ridiculizaron no sólo físicamente, sino por la censura y ataques de ‘hackers’ a Sony Pictures por la comedia satírica ‘The Interview’, así como la condena contra los atentados acontecidos en París en la sede del semanario Charlie Hebdo. George Clooney recogió el Cecil B. DeMille honorífico que reconoce una carrera llena de éxitos, con un discurso algo ñoño y edulcorado que hizo apuntar todas las miradas a su esposa Amal Alamuddin. La presencia de Tina Fey y Amy Poehler, más allá de ese discurso inicial, fue poco menos que testimonial, dejando que otros presentadores como Ricky Gervais o Bill Hader y Kristen Wiig sacaran partido a una fiesta del cine bastante olvidable y carente de espectáculo. ‘Fargo’ le ganó la partida a ‘True detective’ en la disciplina catódica, que insufló un empujón de popularidad a series como ‘Transparent’ o ‘The Affair’, consideradas como los mejores exponentes televisivos de la pasada campaña televisiva y que dejó oír, en éste último caso, de qué forma está cambiando el fenómeno de las series en Estados Unidos, ya que está producida por la plataforma de venta on-line Amazon. Tampoco tuvo mucha más trascendencia una noche de sobriedad y cierta apatía que se dilató lo justo y acabó imponiendo la lógica sin aparentes sorpresas en un hotel Beverly Hilton de Los Ángeles en el que las estrellas casi brillaron más en la alfombra roja que en el reparto de premios de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood. En la retina nos quedará a un Prince trasnochado que parece una parodia de sí mismo, el discurso reivindicando la libertad de expresión por parte de Theo Kingma, a Kevin Spacey subiendo a por su Globo con una copa de la mano, el vestido de Jennifer López o la reincidencia de Amy Adams, que gana de forma consecutiva dos Globos de Oro, en esta ocasión por ‘Big Eyes’, de Tim Burton. Y poco más.

jueves, 8 de enero de 2015

Streaming, nueva revista digital de cine y televisión

“Streaming es una revista dinámica, joven, diferente. Puede presumir de no estar encorsetada por la crítica ni vinculada a ideas predefinidas. En ella caben todo tipo de historias relacionadas con el cine y la televisión de ayer, hoy y siempre. Es una revista ágil, desenfadada, con temas siempre diferentes e interesantes, algunos de ellos actuales pero la mayoría remiten a ese dulce pasado cinematográfico y televisivo que siempre fue mejor. Dirigida a hombres y mujeres de 35 a 50 años, a los que les interese el cine de toda clase y género, series de televisión, lectura, cultura y teatro. Nostálgica pero no añeja, Streaming ofrece lo que los lectores quieren; nuevos retos y temas que no siempre se tratan, pero desde lo divertido, entretenido y esencial”.
Con estas palabras se presenta la revista de cine y series de televisión ‘Streaming’, una apuesta digital inscrita en el catálogo que Mediazines ha impulsado como un quiosco interactivo que añade un amplio catálogo de doce revistas centradas en diversos aspectos del ocio, el entretenimiento, la divulgación y la cultura. Se trata de una plataforma con una parte gratuita (el 20% de los contenidos serán de libre acceso) y una tarifa plana Premium para la totalidad de todo contenido que se ofrece. La suscripción es 1,79€ y la oferta se compone, además de la publicación digital que encabeza este texto, de las revistas ‘UnBreak’, centrada en los juegos y el entretenimiento, la muscial ‘Playlist’, un vistazo al mundo femenino con ‘Plan de chicas’ y ‘Malas’ o a las tendencias con ‘Selfie’, sobre economía con ‘Westinghouse’, de coches y automoción con ‘Curved’ y otros ámbitos como la Historia con ‘iHstoria’ o ‘CoolScience’ para la divulgación científica.
‘Streaming’ lanza su primer número con un profuso número que cuenta con algunas de las mejores plumas del medio audiovisual. No es mi caso, pero se empeñaron en contar conmigo y en él podréis encontrar un suculento artículo firmado por un servidor sobre la HBO, cadena estadounidense que ha terminado por convertirse en un modelo de negocio basado en ofrecer una televisión de calidad y exclusiva para sus clientes y que ha sido copiado por todos sus competidores.
Su sumario es de lo más apetecible.
Si queréis echarle un vistazo, a través de iTunes en esta dirección.

martes, 6 de enero de 2015

Los Reyes Magos que vienen y se van

Narraba por estos lares, no hace mucho tiempo, lo intenso y emocionante que era levantarse de buena mañana con la ilusión de acudir a ese cónclave navideño que es el árbol para descubrir los regalos y desenvolverlos con la esencia de inquietud infantil que proclama la liturgia inextinguible de ese mágico momento de sorpresa.
Sin embargo, los tiempos han cambiado y parecen haber sustituido ese mágico día de ingenuidad basada en el recibimiento de presentes por una lapidaria y sangrante patada en la boca que venimos llamando realidad.
Felices Reyes Magos 2015 a tod@s.

viernes, 2 de enero de 2015

FELIZ 2015: Un año de emociones y desafíos

A la hora de acabar el año y comenzar otro es inevitable echar la vista atrás y hacer recuento sobre la situación actual de todo lo que, de forma subjetiva, rodea este mundo perverso que parece querer putearnos y ponérnoslo difícil. Desde el despotismo camuflado, nos han hecho creer que toda esta lamentable situación tampoco es tan mala y que “todo podría ser peor” ¿En serio? Si examinamos lo que tenemos, la ponzoñosa herencia que nos están dejando es una sociedad al borde de la distopía que cada día tiene más lejos una salvación real para disfrutar de un bienestar que parece no admitir el infranqueable optimismo con el que algunos se enfrentan a la vida. Además del dinero, nos han robado la ilusión, la casa, la sanidad, los servicios básicos, la educación… Nos dijeron que todo iría a mejor. Obviamente, nos engañaron. Y lo hicieron subvirtiendo conceptos y abogando por cerrar la boca a los que protestan en beneficio de aquellos que pagan sus lujos a costa de los demás. Así nos va ¿Qué nos queda? Muy poco. Intentar salir adelante. La actitud de la gente de a pie es la que hace constatar la creencia en el ser humano como esperanza de futuro. De otra forma, es imposible.
Este año, a pesar de que esa subida del IVA cultural con la intención de inocular un cáncer mortal al entramado de conocimientos, de artes o de costumbres, de cultura, en definitiva, que pretende eliminar el factor litigioso que conlleva consigo la libertad, les ha salido por la culata. La gente parece no aceptar la anulación de su voluntad, ni quiere convertir su juicio disconforme en un dócil prosélito de básicos principios. Por eso, la cultura, a pesar de la inmundicia que intentar echar encima, sigue subsistiendo con dificultad, pero con voluntad de superación gracias al ciudadano que sigue invirtiendo como puede en un derecho convertido en lujo como es la cultura. Sólo así es posible que, por poner un ejemplo, el cine español, al que han intentado linchar y sacrificar desde un solo flanco, no sólo se ha recuperado, sino que ha firmado su mejor año recaudando en taquilla 123 millones, con una cuota de mercado del 25,5%. Desde el año pasado, 21 millones de espectadores se han decantado en este curso por películas españolas, un 89% más que el año anterior. Los recortes y la actitud castrante del gobierno no han servido para mucho. Aquéllas palabras de Montoro “Los problemas del cine español tienen que ver también con su calidad” son otra rúbrica de una ineptitud que insulta a la inteligencia. Sólo a un ‘monguer’ se le ocurriría mear hacia arriba para salpicarse de esta forma. Lástima que en otros aspectos no se den estos números, que son engañosos cuando se habla de bienestar de un sector muy dañado por la situación de miseria como tantos otros. En fin, seamos positivos y mirar hacia delante con perspectivas e ilusión.
En mi caso concreto, las perspectivas laborales siguen planteándose como una fábula a medio camino entre lo grotesco y trágico, sin perder el ánimo viendo cómo pequeñas puertas que van dejando ver el sol. Nuestro cortometraje, ‘3665’, ha tenido buena acogida en multitud de festivales nacionales e internacionales, recibiendo numerosos reconocimientos e incluso premios de relevante importancia. Estamos muy satisfechos. Mientras, los proyectos se acumulan y las ganas parecen reverdecer desde la apatía hacia otros horizontes de una inusitada creencia por la calidad de lo que nos traemos entre manos. Hay cortos, largometrajes y algún documental en proceso de escritura y pre-producción. El blog, este primogénito internauta que sustento con mis textos desde hace, nada más y nada menos, que una década, ha resucitado. Y de qué manera; alcanzando las 217 entradas, unos números que no se daban desde 2006. Con un flujo de visitas comparable a aquéllos años. Sin las típicas ‘reviews’ cinematográficas (sólo ocho en todo el año), un detrimento que viene causado por la desaparición del reembolso laboral otrora compaginable con el blog, he exprimido hasta el último día por ofrecer contenidos a la altura de lo que el lector espera de esta bitácora. Le debo tanto a ‘Un Mundo desde el Abismo’, que para celebrar su décimo aniversario he tenido que retribuir mi esfuerzo con tanto trabajo sin percibir hasta este momento que ha sido uno de los años más divertidos del blog. Amo escribir, pero 2015 será muy distinto. Echaré el freno sin dejar de acudir regularmente a este espacio al que quiero como a mi vida. Llega un falso lapso de sosiego. A partir de ahora dedicaré todo mi esfuerzo a persistir en el infatigable intento de encontrar un trabajo que me permita salir de una situación que no sea la asfixia y la incertidumbre. Pero también a escribir para otros medios, a regresar a la escritura de ficción, a intentar sacar adelante el sueño que alimenta mi fuerza, pero sobre todo, abordaré la aventura de un aprendizaje absolutamente fascinante en el que invertir gran parte de mi tiempo y de mi existencia. A partir de finales de abril, volcaré toda mi energía y mi amor en la ardua tarea de ser padre. El futuro está abierto a sorpresas imprevisibles y hay que estar preparado con la mejor de las sonrisas y el optimismo necesario para afrontarlo. Si no, estaremos perdidos. Y es algo que no podemos permitirnos. Hay que luchar para que sea un gran año. Seguid este consejo.
Por último, gracias por continuar ahí desde hace diez años. Y por compartir este espacio y formar parte fundamental del blog con vuestro tiempo. Os lo agradezco de corazón. FELIZ 2015 y que todos vuestros deseos se cumplan, si es que nos dejan.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Resumen Abismal del 2014 Cinematográfico

TOP TEN 2014
10. ‘Perdida (Gone Girl)’, de David Fincher.
Bajo un ojo clínico y con la precisión de un cirujano, Fincher vuelve a construir una ambiciosa película llena de talento tanto en términos creativos como precisa en sus designios. Una inteligente, divertida y fascinante fábula sobre la destrucción de la pareja perfecta, al menos desde el exterior, que se ve obligada a simular su felicidad, como en casi todos los casos, en la corrección política de un circo montado en favor de dos almas gemelas destinadas a torturarse hasta el fin de sus días, reparado por un ritual catártico de engaños y mentiras, de hipocresía y repudio, como sucedía en ‘Eyes Wide Shut’, de Stanley Kubrick.
‘Perdida’ recupera la oscuridad fatalista de un director que ya no requiere de malabares técnicos o CGI para superarse a sí mismo, sino que prefiere mantener y pulir sus rasgos estilísticos llevados hacia un estrato mucho más clásico, sin rehusar a reconocibles estilemas su impronta de autor identificable como su meticulosa metodología narrativa. ‘Perdida’ es uno de los mejores trabajos de un director con un imaginario visual y autoral que continúa en el evolutivo ascenso hacia una intensidad puesta al servicio de la historia, con una visión particular como medio de expresión en el que los mecanismos fílmicos de composición están al servicio de una puesta en escena estilizada y perfeccionista. Con ‘Perdida’, Fincher vuelve a evidenciar la agudeza de su estilo, adoptando textos ajenos para transmutarlos a sus obsesiones personales y aportar así una dosis de malicia y subversión.
9. ‘Coherence (Coherence)’, de James Ward Byrkit.
Una de las sorpresas más agradables con espíritu independiente de este 2014 ha sido ‘Coherence’, debut de James Ward Byrkit en el largometraje y que trasluce un perfecto testimonio de ese cine de bajo coste y cariz fantástico que tanto se busca y que pocas veces se transcribe en la combinación de talento y eficacia como es el caso de este estupendo ‘thriller’ de ciencia-ficción. Una cinta consciente de sus limitaciones que abarca una gran variedad de posibilidades a partir de un guión que no se toma nunca en serio asimismo para jugar con todas las armas propuestas desde ese enfoque juguetón de rompecabezas lleno de ingenio y recursos. La dialéctica narrativa que despliega alternativas de realidades simultáneas y esgrime conceptos y teorías como la del Gato de Schrödinger o flirtea con la física cuántica, no es más que una excusa para ir descubriendo diferentes proyecciones de unos personajes inmersos en un laberinto sin centro.
Ward Byrkit lanza un desafío con forma de experimento que constituye un auténtico hallazgo de intrincadas intenciones, siempre escrutando el entretenimiento no tanto en una sesuda reflexión científica, sino más bien por lo que está aconteciendo: ese paso del cometa Miller y sus consecuencias de variantes imprevistas en los ocho personajes que protagonizan el filme. Por ello, entre tanta paradoja de universos paralelos o multiplicadores de factores, cuando se mueve un elemento que desbarajusta la realidad en otra distinta y doblega, el contexto en otros escenarios con distintos protagonistas que pueden ser otras versiones distintas, ‘Coherence’ encuentra la esencia de su título en una incoherencia tan epatante como efectiva.
8. ‘La isla mínima’, de Alberto Rodríguez.
Dos policías obligados a investigar en el sur la desaparición de dos adolescentes en un crimen sexual sin aparente pistas. La acción de ‘La isla mínima’ sirve como analogía para desgranar todos los miedos y realidades sociales de una época marcada que daba sus primeros pasos al dejar atrás a dictadura de Franco. Es la nueva invitación de Alberto Rodríguez para desmontar todos y cada uno de los prejuicios que se tienen (incomprensiblemente) contra el cine español. ‘La isla mínima’ es un drama que sigue escrupulosamente los mejores códigos genéricos del cine negro para coquetear con el ‘western’ y la crítica sociopolítica. Con ese trasfondo político de una ‘deep spain’ anclada en el pasado, delimita su progresión casi contemplativa, hacia un hipnotismo confeccionado con una perspectiva excepcional. El análisis andalucista al que está sometiendo el cineasta su último cine procura una incorruptible muestra de cine con mayúsculas en el que domina un perfecto equilibrio entre el grado de realismo y el dominio de la acción (ejemplarizada en esa persecución nocturna totalmente fascinante).
Sin perder la identidad localista de un contexto infectado por el desconsuelo y la miseria que empaña a todos los ambiguos y antitéticos personajes que van desfilando por un paisaje tenebroso, tan rica en atmósferas como proponen esas marismas del Guadalquivir fotografiadas con una proeza cromática excepcional por Alex Catalán, que refuerza la intención del director por conceder una naturaleza atávica a la narración, ‘La isla mínima’ no sólo es un ‘thriller’ asfixiante que funciona como un relato total a muchos niveles, sino que estamos, posiblemente, ante una de las mejores películas españolas de los últimos diez años.
7. ‘La Lego película (Lego. The Movie)’, de Phil Lord y Chris Miller.
Es, sin duda, la gran película de animación del año. ‘Lego. The Movie’ construye con su juego de piezas una enloquecida fábula para todas las edades ajena a las adaptaciones aferradas a cuestiones meramente comerciales o abirradamente clásicas. De hecho, si algo caracteriza a esta aventura de muñecos amarillos y piezas ajustables es la libertad de metaforización en esa constante de edificar y destruir para volver a empezar otro modelo aplicado a la narrativa. De este modo, se concreta un continuo efecto de sorpresa que combina el 3D con el espíritu vintage que conlleva el juego de engranaje. Con un imposible mix referencial en el que no faltan reconocibles personajes de otros contextos como el cómic, el cine o la animación más tradicional, Lord y Miller entregan al público familiar una derivación casi paródica del cine superheroico, respetando la espectacularidad del mejor cine de acción en el que no faltan referencias y homenajes hacia esos iconos con delirante perspectiva cínica.
No es solo una exótica aventura que recoge el espíritu didáctico de los célebres juguetes, tan representativos de la nostalgia y emblema de la cultura pop, sino que también funciona como una agresiva crítica a la libertad del individuo que ve abolida su voluntad y libertad creativa por un titán despótico y tiránico desde el cetro del poder como del consumismo mediático. Como si de una distopía contra la que luchar a través de la imaginación se tratase, estamos ante una cinta llena de ingenio y épica que lanza un mensaje muy necesario en los tiempos que corren: nunca debe perderse la imaginación, pero será invencible si disfruta en conjunto. ‘Lego (The Movie)’ es una exaltación a la infancia y a la necesidad de respetar y no coartar al niño que todos llevamos dentro.
6. ‘El Gran Hotel Budapest (The Grand Budapest Hotel)’, de Wes Anderson.
Wes Anderson sigue articulando esa visión idiosincrática y original tan controvertida como divisoria con el gusto del público y, sobre todo, de la crítica. ‘El Gran Hotel Budapest’ sigue un firme continuismo en la prevalencia de un mundo onírico y ficticio, en el que se deduce un esteticismo abstracto y minimalista que Anderson cuida hasta el más mínimo detalle. El resultado sigue siendo el mismo que en sus anteriores obras; una cinta que amplía la sofisticación académica desde la extravagancia y lo absurdo, llegando a lo ‘naïf’ y ‘vintage’, narrada desde una envidiable libertad que conglomera una historia de filiaciones y necesidades humanas con el absurdo y lo excéntrico.
Una hermosa película que se mueve por dioramas caleidoscópicos, en los que caben instantes caricaturescos limítrofes en la violencia, de puro ‘slapstick’, acompañado siempre de un componente de humor negro. Sin embargo, si por algo destaca este filme es por el amor que profesa el director a todos y cada uno de los personajes que desfilan por este cuento de tintes europeístas, por muy pequeña que sea su aparición. Y aunque impere esa hermosa relación sobre la amistad, la lealtad y el heroísmo paternalista por parte de un expatriado que encuentra en todo el entramado una oportunidad de huida y de búsqueda de su destino, ejerce una particular visión mucho más amplia del mundo que describe.
5. ‘Boyhood (Momentos de una vida) (Boyhood)’, de Richard Linklater.
La apuesta de Linklater parecía una locura sobre el papel. La filmación anual de un drama familiar a través del crecimiento real de sus actores para narrar un viaje iniciático desde un contexto subjetivo que afectara también a la edad de sus personajes. La historia se centra en la vida del pequeño Mason hasta su llegada a la Universidad. Linklater sabe captar ese paso del tiempo bajo un prisma pausado y reflexivo que facilita el desarrollo memorativo, deteniéndose a indagar, por medio de elipsis en la vida y el tiempo de forma coherente con sus propósitos, para cómo éste afecta a las personas, sus pulsiones, sus sacudidas, su realidad… Y lo hace sin particularizar ningún evento trascendental ni estar sujeto a cualquier dictamen de guión, lo que le confiere un grado de libertad que subraya la intención de describir mediante imágenes el tránsito vital, de forma aleatoria y sin ninguna conexión concreta, como si de pequeños fragmentos de la memoria se tratase.
Cierto es que existen varios segmentos algo reiterativos, en los que parece que no sucede nada. La vida real suele ser asombrosamente aburrida y eso aporta un valor más al juego de credibilidad sobre el que se sostiene la película. La modestia y humildad con la que está filmada, el tiento corporativo que transmite o la transparencia experimental que insuflan sus creadores (no sólo del director, sino de cada uno de los componentes del equipo), hacen de esta propuesta una nostálgica oda a la vida dotada con la verosimilitud de la dualidad entre ficción y realidad para consumar una experiencia cinematográfica única.
4. ‘Enemy (Enemy)’, de Denis Villeneuve.
Villeneuve parte de la base del relato ‘El hombre duplicado’, del Premio Nobel José Saramago, para introducir al espectador en un siniestro viaje a la psicosis y universo mental de un anodino profesor de historia que lleva una vida gris y patética. El cambio llegará con la obsesiva curiosidad que despierta en él un doble idéntico al que ha descubierto en una película de serie B, lo que desestabilizará su rutina, abriendo una incógnita marcada por la subjetividad limitada hacia un enfermo enfrentamiento a su “yo” antagónico. Un oscuro trazado que desdobla el mito del ‘doppelgänger’ con oscuras significaciones de un personaje de percepción distorsionada. Una invitación a participar en un laberinto de intrincadas claves dentro del subconsciente y la fascinación psicológica de esta magnífica pesadilla a modo de ‘thriller’.
Destaca la sucia sordidez que desafía al espectador en un juego de significados simbólicos de difícil acceso, cuya clave reside en un accidente que resquebraja la acción hacia un denso éter que tiene resonancias del cine de Lynch y Cronenberg. ‘Enemy’ es un tratado sobre la complejidad que abre varias teorías encauzadas hacia la represión sexual, la pérdida de la identidad o el sometimiento a un universo femenino mostrado como un rejón castrante de mujeres protectoras y a la vez depredadoras que metaforizan los distintos niveles de necesidades que comprenden estos dos personajes que bien podrían ser uno solo, perdidos en su propia memoria fragmentada a causa de sus traumas.
3. ‘Nebraska (Nebraska)’, de Alexander Payne.
‘Nebraska’ encadena con un tono de cierta misantropía ese estilo cargado de sutil crítica en la progresión fílmica de Alexander Payne, capaz de transformar en comedia de humor negro situaciones bastante cotidianas e incluso dramáticas. Su cine discurre entre el género intimista de gradual riqueza emocional y el sarcasmo rayano en la ambigüedad que rodea a sus personajes, a los que suele dotar de un caparazón que camufla un carácter tan poliédrico como obsesivo en la vulnerabilidad de una fauna que va a la deriva. Para ello vuelve a tomar como dispositivo la ‘road movie’ apagada y crepuscular, articulando este género que suele abordar un viaje más existencial que físico a través de la historia de Woodrow T. Grant (excelente Bruce Dern), un viejo cascarrabias y alcohólico en los albores de la demencia senil cuyo objetivo es viajar desde Billings hasta Lincoln con el fin de cobrar un millón de dólares procedente de esas cartas con sorteos y premios engañosos cuya estrategia es captar suscriptores para sus publicaciones.
No deja de ser una asombrosa sátira social, que se muestra implacable con ese viaje de búsqueda yerma, de redención encontrada. Y en el camino, Payne dibuja una maravillosa comedia conmovedora, profundamente humanista, reflejando esa destrucción ancestral de los valores del trabajo duro, el afecto familiar o la reciprocidad de estas comunidades, personalizadas en un pueblo deprimente cuyos vacíos morales y económicos se expresan en esos estereotipos arraigados que representan los habitantes de una modelo de una región autodestructiva y desengañada, la América Profunda del Medio Oeste representada como un viejo territorio que se está desvaneciendo castigada por la crisis.
2. ‘El lobo de Wall Street (The wolf of Wall Street)’, de Martin Scorsese.
En los grandes rascacielos de ‘El lobo de Wall Street’ se mueve la economía mundial, los ejecutivos son presentados como energúmenos trajeados que se gritan “hijos de puta” y se profieren todo tipo de insultos y frases hechas con un lenguaje vulgar y ordinario. Eso es Wall Street, cómo suena el ciclo del dinero, la alegoría de un sistema financiero que ya no sabe distinguir entre la estafa y el negocio legítimo. En esta bacanal de euforia, una de las primeras acciones que el espectador observa absorto es cómo un grupo de especímenes de esta fauna lanza a dos enanos con trajes de velcro contra una diana cuyo centro ilumina el símbolo del dólar, mientras los desaforados ‘brokers’ jalean tan surreal y despiadada acción. La historia de Jordan Belfort es la de un cazarrecompensas moderno que se aprovechan de la avaricia de los demás y de sus deseos de hacerse ricos rápidamente como excusa para llevarse parte de su dinero, en definitiva, oportunistas que se enriquecen a costa de la debilidad ajena.
Scorsese se desentiende de la necesidad de crear un discurso subversivo e incluso crítico de lo narrado, sin ambigüedad alguna, un ‘crescendo’ en la personalidad de unos personajes que revelan sus intenciones desde el primer minuto. No existen digresiones ni juicios. Tampoco espacio para la redención, ni se expone un arrepentimiento que sirva como recurso o justificación a tanta barrabasada en este camino hacia la grandeza de un desfase que ha provocado esa mentira, esa gran estafa llamada capitalismo. Una oda homérica a la egolatría desmesurada de un hombre con complejo de mesías que provoca su caída y termina salpicando de mierda a todos los que les rodean y participan jubilosos del ilícito juego patrimonial ¿Y cuál es su escarmiento? La delimitación a ese usufructo conseguido de forma fraudulenta termina por reciclarle en un orador motivacional y ‘sales coach’ (entrenador de ventas), que sigue hablando para rebaños que creen que son dueños de su destino, haciéndoles creer la riqueza está a su alcance, hipotéticamente hablando.
1. ‘A propósito de Llewyn Davis (Inside Llewyn Davis)’, de Joel Coen y Ethan Coen.
‘A propósito de Llewyn Davis’ no es más que otra vuelta de tuerca a ese tratado filosófico retrospectivo que alude a la esencia de su cine, a la exploración de la angustia existencial de un hombre desubicado a través de las tristes cuerdas de una guitarra acústica, lazando a la intemperie y al frío de una ciudad incómoda y que a pesar de intentarlo contra viento y marea, acabará por fracasar. Y en el camino, los creadores de ‘El gran Lebowski’ entregan un nuevo tratado estético caracterizado por la declinación de cualquier jerarquía catalizadora y lograr así que su complejo universo multirreferencial sea reconocible. Una mirada escéptica sobre la mitología del sueño americano y del éxito que trasforma esa época mitificada bajo los tintes de un drama existencial tan subterráneo como prodigioso, que pertenece al infierno de los perdedores que acumulan las copias de los vinilos sin vender en una caja debajo de una mesa.
Estamos ante uno de los mejores trabajos en la filmografía de los hermanos Coen, que devuelven su obra las fronteras de un cine independiente en su condición de relato intrahistórico, esta vez a ese lapso despreciado por breve, pero fundamental para la música y que sirvió como vaso conductor necesario para que el mencionado Dylan y congéneres terminaran cambiando todo el espectro musical de una época que marcaría el desarrollo cultural norteamericano. Otros sin embargo, se quedaron en el camino, frustrados en otro oficio y alejados de sus ilusiones. Porque si hay algo que vertebra esta cinta (y que se extiende en la filmografía de los Coen) es que la leyenda que impone un final feliz a la persecución de los sueños, el sacrificio, la persistencia y el talento innato para algo es tan falsa como crudamente real. Y lo peor de todo, es que esa Ítaca homérica no es más que una ensoñación inalcanzable.
DIRECTOR 2014
Richard Linklater (‘Boyhood’).
El desafío de Linklater al acometer el rodaje de ‘Boyhood’ es digno de reconocimiento. El cineasta, ya acostumbrado a revisitar películas que forman parte de su vida como persona (la trilogía ‘Antes de…’), ha dinamitado la frontera entre la realidad y la ficción con ese tránsito del desarrollo de una persona narrando la vida de un niño desde los seis años hasta los dieciocho con la historia Mason, al que da vida Ellar Coltrane, con intervalos de rodajes de poco más de un mes de material, repartido, eso sí, en un total de doce años. El resultado es una invitación cinematográfica que ofrece al espectador vivir una experiencia única en el cine contemporáneo.
El cine de Linklater sigue abogando por esa verbalización extensa y sin prisa, arropada con conversaciones que se esgrimen con parsimonia y naturalidad que consiguen rezumar verdad al explorar una faceta fílmica a medio camino entre el corte documental y la ficción más realista. Sus películas se pueden percibir como una fructuosa tesis evolutiva donde las relaciones humanas y la narrativa se funden en un ejemplo paradigmático de cine y vida. Su forma de inmersión e implicación emocional en sus trabajos en los que es plausible un factor de experimento con el Séptimo Arte han logrado transmitir un sentido artístico que va más allá de la diferencia entre ficción y realidad de un cineasta obsesionado con filmar el paso del tiempo y sus consecuencias en personajes que respiran vida a través del celuloide.
ACTRIZ 2014
Robin Wright ((‘El hombre más buscado’, ‘El congreso’, ‘Dos madres perfectas’ y ‘House Of Cards’).
El efecto de Jennifer Lawrence sigue siendo poderoso. No sólo por ser la mejor actriz pagada de Hollywood, sino por acaparar la atención mediática por ese ‘celebgate’ que la puso en el ojo del huracán y convertirla en la mayor víctima de ese ‘hackeo’ de fotos en poses comprometidas. Más allá de esa esfera de oropel y actualidad, hay otras actrices que se reivindican emergiendo del olvido con interpretaciones a la altura de su talento natural. Una de ellas ha sido Robin Wright, cuyo año ha sido excepcional con la cuidadosa elección de roles y con la derivación del Globo de Oro recibido por su interpretación en la televisiva ‘House Of Cards’. La madurez ha adjudicado a esta talentosa actriz la posibilidad de mostrar un ejemplar reconocimiento de su profesión y dignificar su edad en la lógica progresión profesional de una carrera cada vez más interesante. Todo un ejemplo a seguir apoyada en registros que definen sinceridad, delicadeza o fuerza con la que da vida a sus personajes.
Wright es una actriz ideal para reflejar el paso del tiempo y la crueldad que ejerce Hollywood contra edad de sus estrellas. Algo que se evidencia en esa más que interesante ‘El congreso’, bajo una propuesta de venta de su imagen como actriz para ser captada y reproducida sin que envejezca en sucesivas producciones que la tengan como protagonista inmortal. Wright está sublime, pese a que se pase casi toda la película poniendo su voz a su propio personaje, la actriz desempeña una interpretación de matices incontestables y que tienen como colofón un epílogo de contención y profesionalidad más que encomiable.
ACTOR 2014
Matthew McConaughey (‘Dallas Buyers Club’, ‘El lobo de Wall Street’, ‘Interstellar’ y ‘True Detective’).
Muchas de las apuestas de la edición del pasado año tantos en los Globos de Oro como en los Oscar enfrentaban a dos actores de altura; Leonardo Di Caprio y Matthew McConaughey. El primero, modeló la personalidad de un personaje despreciable como un tótem en un recital interpretativo. Si DiCaprio no ganó la estatuilla de la Academia por este trabajo, probablemente nunca lo hará. Compartía una de las escenas más recordadas de ‘El lobo de Wall Street’ precisamente con el que sería su gran rival y que acabaría llevándose el Oscar: McConaughey. No obstante, el ascenso del actor de Texas viene encauzándose hace tiempo y sería indigno no reconocer este 2014 como el gran año de un actor que ha resucitado como estrella de primer nivel.
Atrás quedaron los años en los que interpretó a galanes de buen ver en comedias románticas de medio pelo del tipo ‘Planes de boda’ o ‘Como perder un chico en 10 días’. Su renacimiento como el gran intérprete que ha sido siempre se fraguó en ‘Bernie’, ‘Killer Joe’ y con más trascendencia comercial en ‘Magic Mike’ o la gran ‘Mud’. La calidad todoterreno de McConaughey aporta una personalidad definida en la multiplicidad y dramatización de un rostro que acapara la pantalla con su gestualidad y presencia. Casi siempre al borde del exceso, el actor sabe contener y trabajar los aspectos más camaleónicos de sus personajes para dar con la pauta de un metódico trabajo de transformación dramática. Su resurgir parece que durará tiempo.
PELÍCULAS DESTACADAS
- ‘El hombre más buscado (A Most Wanted Man)’, de Anton Corbijn.
- ‘Locke (Locke)’, de Steven Knigh.
- ‘Alamaba Monroe (Alamaba Monroe)', de Felix Van Groeningen.
- ‘El viento se lavanta (Kaze tachinu)’, de Hayao Miyazaki.
- ‘Black Coal (Bai ri yan huo)’, de Diao Yinan.
- ‘Al filo del Mañana (Edge of Tomorrow)’, de Doug Liman.
- ‘Upstream color (Upstream color)’, de Shane Carruth.(Leer crítica)
- ‘X-Men: Días del futuro pasado (X-Men: Days of Future Past)’, de Bryan Singer.(Leer crítica).
- ‘El congreso (The Congress)’, de Ari Folman.
- ‘Jauja’, de Lisandro Alonso.
- ‘Rompenieves (Snowpiercer)’, de Bong Joon-ho.
- ’20 pasos a la fama (Twenty Feet from Stardom)’, de Morgan Neville.
- ‘El amor es extraño (Love is Strange)’, de Ira Sachs.
- ‘Her (Her)’, de Spike Jonze.(Leer crítica)
- ‘Un toque de violencia (Tian zhu ding)’, de Jia Zhang Ke..
- ‘Joven y bonita (Jeune et jolie)’, de François Ozon.
- ‘La gran estafa americana (American Hustle)’, de David O. Russell.
- ‘Dallas Buyers Club (Dallas Buyers Club)’, de Jean-Marc Vallée.
- ‘Oh boy (Oh boy)’, de Jan Ole Gerster.
- ‘Begin Again (Begin Again)’, de John Carney.
- ‘20.000 días en la Tierra (20.000 Days on Earth)’, de Iain Forsyth y Jane Pollard.
- ‘Nymphomaniac (Nymphomaniac) Vol. 1 y vol. 2’, de Lars Von Trier.
- ‘Byzantium (Byzantium)’, de Neil Jordan.
- ‘Maniac (Maniac)’, de Franck Khalfoun.
- ‘El desconocido del lago (L'inconnu du lac)’, de Alain Guiraudie.
- ‘El amanecer del Planeta de los Simios (Dawn of the Planet of the Apes)’, de Matt Reeves.
- ‘La chica del 14 de julio (La fille du 14 juillet)’, de Antonin Peretjatko.
- ‘Madre e hijo (Pozitia copilului)’, de Calin Peter Netzer..
- ‘Blue Ruin (Blue Ruin)’, de Jeremy Saulnier.
- ‘Jersey Boys (Jersey Boys)’, de Clint Eastwood.
- ‘Joe (Joe)’, de David Gordon Green.
- ‘Dos Días, Una Noche (Deux jours, une nuit)’, de Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne.
- ‘Antes del frío invierno (Avant l'hiver)’, de Philippe Claudel.
- ‘Mr. Turner (Mr. Turner)’, de Mike Leigh.
- ‘La imagen perdida (L'image manquante)’, de Rithy Panh.
- ‘Interstellar (Interstellar)’, de Christopher Nolan.
CINE ESPAÑOL
- ‘Magical Girl’, de Carlos Vermut
- ‘Relatos salvajes’, de Damián Szifrón
- ‘El Niño’, de Daniel Monzón
- ’10.000 km.’, de Carlos Marqués-Marcet.
- ‘Loreak’, de Jon Garaño y Jon Garaño.
- ‘El futuro’, de Luis López Carrasco.
- ‘10.000 noches en ninguna parte’, de Ramón Salazar.
- ‘ärtico’, de Gabriel Velázquez.
- ‘Costa da Morte’, de Lois Patiño.
- ‘Justi&Cia’, de Ignacio Estaregui.
- ‘Open Windows’, de Nacho Vigalondo.
- ‘El Futuro’, de Luis López Carrasco.
- ‘Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo’, de Javier Fesser.
PEORES PELÍCULAS
- ‘Yo, Frankenstein (Frankenstein)’, de Stuart Beattie.
- ‘Chef (Chef)’, de Jon Favreau.
- ‘La vida inesperada’, de Jorge Torregrossa.
- ‘Juntos y revueltos (Blended)’, de Frank Coraci.
- ‘El abuelo que saltó por la ventana y se largó (Hundraåringen som klev ut genom fönstret och försvann)’, de Felix Herngren.
- ‘Robocop (Robocop)’, de José Padilha.
- ‘El poder del Tai Chi (Man of Tai Chi)’, de Keanu Reeves.
DECEPCIONES
- ‘Sólo los amantes sobreviven (Only lovers left alive)’, de Jim Jarmusch.
- ‘La vida secreta de Walter Mitty (The Secret Life of Walter Mitty)’, de Ben Stiller.
- ‘Noé (Noah)’, de Darren Aronofsky.
- ‘El sueño de Ellis (The Immigrant)’, de James Grey.
- ‘The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro (The Amazing Spider-Man 2: Rise of Electro)’, de Marc Webb.
- ‘The Zero Theorem (The Zero Theorem)’, de Terry Gilliam.
- ‘Dos tontos todavía más tontos (Dumb and Dumber To)’, de Peter Farrelly. y Bobby Farrelly..
FUTURAS ‘CULT MOVIES’
- ‘Guardianes de la Galaxia (Guardians of the Galaxy)’, de James Gunn.
- ‘Lucy (Lucy)’, de Luc Besson.
- ‘Frances Ha (Frances Ha)’, de Noah Baumbach.
- ‘Las vidas de Grace (Short Term 12)’, de Destin Cretton.
- ‘Filth, el sucio (Flith)’, de Jon S. Baird.
- ‘Frank (Frank)’, de Lenny Abrahamson.
- ‘Big Bad Wolves (Big Bad Wolves)’, de Aharon Keshales y Navot Papushado.
- ‘Kings of the Summer (Kings of the Summer)’, de Jordan Vogt-Roberts.
LO MEJOR… DE OTROS AÑOS
- 2004.
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- 2013.
FELIZ 2015, amig@s del Abismo. Dentro de lo que se pueda y os dejen.