viernes, 10 de diciembre de 2010

Review 'Los otros dos (The others guys)', de Adam McKay

Los héroes subrogados
‘Los otros dos’ mezcla ‘thriller’ policial y comedia enloquecida, equilibrando como contrapunto el humor verbal y la acción física para condensarlo todo en un asumido carácter ‘nonsense’. Sin embargo, McKay lo que pone de relieve en esta comedia es la confrontación actoral de Ferrell y Walhberg.
Adam McKay y Will Ferrell son uno de los binomios más prolíficos dentro de la comedia americana o lo que se ha dado en llamar la Nueva Comedia Americana. Gente como Judd Apatow, Ben Stiller, Jared Hess, Jon Hurwitz, Hayden Schlossberg, los hermanos Paul y Chris Weitz o Greg Mottola pertenecen a la generación que representa ese cambio o modulación en la universalización de los cánones clásicos de la comedia bajo una perspectiva sardónica del mundo contemporáneo, abordando, de forma soterrada, el irónico declive de un mundo adulto reacia a abandonar el infantilismo, sumida en una ‘post juventud’ donde el ‘gag’ dispara sus flechas hacia la falta de madurez o la imbecilidad en estado puro. La diversión y la empatía con todo tipo de personajes y situaciones identificables son llevadas al extremo.
Muchos de ellos provienen del criadero de humoristas que supone el clásico televisivo Saturday Night Live. Uno de sus más destacados guionistas y su estrella más consolidada en el mundo de la comedia son los encargados de esta ‘Los otros dos’, después de haber unido y definido sus designios en aplaudidas cintas como ‘El reportero: La leyenda de Ron Burgundy’, ‘Pasado de vueltas’ y ‘Hermanos por pelotas’, teniendo como extensión en el medio televisivo la serie ‘De culo y cuesta abajo’. Las cartas de McKay y Ferrell se sostienen en la anarquía y sagacidad de la relectura, del simplismo llevado por la insensatez. Su humor requiere del espectador la confabulación para seguir el juego. Como dirían los entendidos en este duplo de cómicos “hay que hacerse amigo de los osos” para filtrar todo ese vendaval de incontinencia, de ensordecedor delirio.
La presentación de dos superpolicías de Nueva York, Christopher Danson y P.K. Highsmith (Dwayne Johnson y Samuel L. Jackson), escandalosos y descomedidos, viene a ser el puntal de ese frenesí por la anarquía. El arranque no puede ser más estridente y espectacular. Son los putos amos de la ciudad, idolatrados por la opinión pública y hasta por sus propios compañeros de departamento. A la sombra de tanta repercusión, pululan por allí otros dos agentes segundones, Allen Gamble (Will Ferrell) y Terry Hoitz (Mark Wahlberg). Uno, encantado con su vida gris de papeleo y burocracia. El otro, un amargado inspector forzado a compartir mesa con éste tras cometer un error aciago en su pasado. Son los antagonistas que adquirirán el papel protagónico una vez que sus heroicos compañeros cometan un error fatal y choquen, por casualidad, con un caso de evasión fiscal creada por una sociedad de inversión a cargo de un tal David Ershon (Steve Coogan).
McKay utiliza el género policiaco y la comedia como un juego de géneros, para dejar a un lado el sentimiento de nostalgia o de utilización de ella y rememorar un pasado no tan pretérito. Con ello se casca una película de acción moderna, utilizando las líneas tópicas e iconografía como vehículo cómico en el siempre recurrente subgénero de las ‘buddy cop movies’. Esgrimiendo su dibujo con unos personajes desubicados a los que les sobrepasa tanta adrenalina, en su deconstrucción de los estilemas de esta tipología de filmes, McKay los subvierte hacia un humor que se relativiza con cierta intrascendencia, que rebaja sus intenciones e ilustra su eficacia cuando deja paso al efecto de la agitación, amplificada en el absurdo y con pocos prejuicios sobre el humor de brocha gorda. Su interés se centra en la facilidad con la que el guión, firmado por el propio director y Chris Henchy, no se toma en serio a sí mismo en ningún momento, llegando hasta extremos a los que Kevin Smith, con ‘Vaya par de polis’, otro ejemplo de ofrenda paródico al género, no consiguió alcanzar.
La caricatura de esos superpolicías Danson y Highsmith, ‘testosterónicos’ ejemplos de superagentes que representan la burla del ‘action hero’, son tan heroicos y están acostumbrados a ser tan alucinantes que no dudan en lanzarse de un rascacielos esperando caer en un par de árboles que les salve. Sin embargo, a su vez, existen policías encerrados en un despacho. Es la divergencia entre la masculinidad y la emasculación, entre los extremos y la continencia. McKay realiza una promiscua mezcla dentro de la comedia, sin perder de vista no tanto ese añorado machismo de las películas de Steven Seagal o del choque de personalidades como la de Roger Murtaugh y Martin Riggs en ‘Arma letal’ (con homenaje a un suicida incluido) como el referente inmediato que supone el ‘Hot Fuzz’, de Edgar Wright. McKay equilibra como contrapunto el humor verbal y la acción física, condensando todo en un asumido carácter ‘nonsense’, manifiesto en ésa réplica que le da Gamble cuando Hoitz pone de ejemplo a un león y a un atún para describirle sus sentimientos frustrados hacia él.
No falta así la mujer florero, explosiva y sexual sin mucho que decir, como el personaje que interpreta Eva Mendes, ni ese capitán de la comisaría al que da vida con gran acierto Michael Keaton, un estoico y condescendiente hombre incapaz de llegar a fin de mes que no duda en añadir algunos ingresos extras ejerciendo el pluriempleo como gerente en una tienda de colchones… sin olvidar la réplica de dos compañeros que intentan reírse siempre de ellos (Rob Riggle y Damon Wayans Jr.), conmemorando, entre algunas otras, a parejas de policías incompatibles con los protagonistas como la que formaban Dan Lauria y Forest Whitaker en otro clásico del género, ‘Procedimiento ilegal’, de John Badham. ‘Los otros dos’, sin embargo, poco tiene de esencia ‘hardboiled’, haciendo que la evolución narrativa del filme se deje llevar por un sistema mucho más actual que retroparódico, estilizando el humor hacia una vía más ajustada a la ‘vis cómica’ de sus protagonistas que a la perforación dramática o explicativa del argumento.
De hecho, su pretexto se plantea de un modo difuso, como una excusa con la que dotar de cierta profundidad a la trama, desvirtuando el núcleo, pero sin abandonar su idea de divertimento lleno de ‘gags’ que trascienden la personalidad de sus personajes, como ese incidente del pasado en el que Hoitz dispara por accidente a la estrella de los Yankees Derek Jeter y supone el lastre de su carrera policial. Es una lástima que el cotejamiento del bullicioso arranque con el fondo de corrupción empresarial quede en un segundo plano. Aún así, la idea queda clara: las autoridades le dan más importancia a la lucha contra la droga (en este caso la incautación de cien gramos de marihuana por la que condecoran a los superpolicias), mientras que hace oídos sordos a las alertas sobre el verdadero villano, un asesor financiero, un criminal de cuello blanco que sigue el modelo de abuso cuyos efectos en la sociedad actual han sido dramáticos. La impunidad de la industria financiera para desfalcar billones de dólares es uno de los temas más recurrentes de la cinta, pero a McKey no es lo que le importa realmente.
Lo que pone de relieve la comedia es la confrontación actoral de Ferrell y Walhberg. Ferrell está convincente y efectivo porque reduce su habitual tono de histeria estilizada, que explota en un par de instantes donde el ‘gag’ absurdo tiene sus mejores resultados. Su papel está urdido desde el espíritu “nebbishy”, es decir, el de un tipo sin voluntad y apocado, timorato y conformista que es tan estúpido hasta para ser humillado al ser inducido a disparar su arma dentro de la comisaría. Un tipo que escucha Little River mientras encamina una persecución al grito de “¡¡América!!”. Walhberg, por su parte, sale beneficiado después de una serie de catástrofes consecutivas en su carrera como ‘Max Payne’, ‘The Lovely Bones’, y, sobre todo, ‘El incidente’. Precisamente, ha logrado salir del bache gracias a encadenar dos comedias enloquecidas como ‘Noche loca’ y ésta que nos ocupa.
Su gran éxito, que se extiende a la hilaridad del filme, es que mientras Walhberg incrementa su interpretación desde la insensibilidad y el hastío hasta la sutilidad cómica en golpes de humor que se sostienen por lo visual, como el hecho de que Hoitz haya aprendido a bailar perfectamente ballet sólo por sarcasmo, Ferrell invierte la interacción en su vertiente contraria, pasa de la tolerancia que roza la ataraxia a la explotación de una doble personalidad expuesta en un ‘flashback’ donde se revela que, en su juventud, el agente adoptó el apodo de “Gator” (Caimán, en español) para transformarse en un proxeneta violento y sin escrúpulos, cualidad aprovechada por McKay para rescatar el cliché del “poli bueno y poli malo” en uno de sus más acertados ‘gags’.
‘Los otros dos’ funciona con diligencia y divertimento y se muestra contundente en su finalidad de desarticular nuestras propias expectativas acerca del género policial. No obstante, hay una evidente colisión entre propósitos y resultados, que se nota cuando deja de ajustarse al mencionado desconcierto genérico que ridiculiza, tornándose así en una película demasiado acumulativa, para caer sin remisión en todas las convenciones del género, pese a pasarlas por el filtro de la satirización. McKay logra, por encima de todo, dos reflexiones finales. La que muestra esos créditos como epílogo con las estadísticas desalentadoras que han dado como consecuencia la crisis financiera reciente, pese a que los grandes inversores capitalistas hayan aumentado sus arcas a costa de ella y un enfoque sobre el género policiaco y de acción, pasado por el tamiz de la comedia, acerca de los deseos e utopías de un heroísmo en tiempos en la que su escasez es apabullante.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010
PRÓXIMA REVIEW: 'Biutiful (Biutiful)', de Alejandro González Iñárritu.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

REFOrmspring, nueva vía de comunicación absurda

Me he abierto una cuenta en Formspring ¿Qué diablos es eso? Pues, en síntesis, no es más que otra de las muchas formas de perder el tiempo a las que ha avocado la siempre compleja y progresiva Comunicación 2.0 en las que proliferan y se acrecientan las nuevas redes sociales. Una especie de formulario web avanzado y personalizado que no sé exactamente a qué responde, pero que esgrime su particular interés (si es que lo tiene) en preguntar o comentar y recibir una contestación o réplica. Desde él cualquier persona puede dejar las preguntas que sean, de forma anónima o nominal. Vendría a ser como esos encuentros digitales que se organizan en los periódicos para que el usuario pregunte al invitado de turno. Obviamente, no es relativo, pero aún así lo entiendo como un ‘crowdsourcing’ del pequeño entramado que hay entorno a mi nombre.
De este modo, cualquiera puede preguntarme la parida que sea desde este nuevo espacio dentro de los confines abismales. De momento, está teniendo una acogida más que aceptable, sobre todo con preguntas de cine y otros aspectos de ocio en los que tengo algo de experiencia o capacidad sensata para responder (si me preguntan de física cuántica o algo excesivamente perspicaz no seré capaz de rebatir) con alegría y absurdez mayúscula, como todo lo que concibo dentro de la red. La intención es clara: abrir una nueva vía mucho más accesible entre el lector del blog y el que esto escribe. Se evita con ello todo obstáculo a la hora de intercomunicarse y hacer más directa la comunicación. Aceptaré cualquier tipo de pregunta o comentario, crítica e incluso provocaciones instructivas y lúdicas, como siempre, desde el respeto, las buenas formas y el buen rollo. Así que ya sabéis, a vuestra disposición pongo este nuevo canal por si animáis a contactar y departir mediante vuestras preguntas o apostillas.
Sólo tenéis que entrar en el nuevo REFOrmspring.

lunes, 6 de diciembre de 2010

6 de diciembre: Día de la Constitución

Cada 6 de diciembre celebramos el aniversario de la Constitución de 1978. Algo apasionante ¿No os parece? Ya, bueno. A mí tampoco. Esta absruda tradición festiva me recuerda un poco a mi niñez, cuando éramos sólo pequeños inocentes llevados por las doctrinas y tradiciones del momento. En el colegio coloreábamos una banderita de España y la colgábamos en la ventana sin saber exactamente a qué respondía semejante gilipollez. Pero lo cierto es que, tanto ayer como hoy, es un día de fiesta. Y sea por la razón que sea, siempre es una fecha para marcar en el calendario porque no se trabaja.
Actualmente, poco importa que se conmemoren aquellos convulsos tiempos de la transición, de encomiar y garantizar la avenencia democrática devenida en un escrito en forma de la Constitución en 1978 y de unas Leyes que conformaran un orden económico y social ecuánime e imparcial. Tampoco que consolidara un Estado de Derecho, ni que se preocupara de velar por la justicia y el reciedumbre de unas relaciones pacificas y la cooperación entre todos los pueblos de la Tierra. Parece una utópica idea que se ha ido resquebrajando con el paso de los años. Hoy en día, insisto, parece que poco importa todo eso.
En cambio, la Constitución, más que nunca, debería servir de excusa para la colisión política. Pero no es así. Nunca lo ha sido. La constitución es ahora un instrumento para que unos intenten corregirla y modificarla siguiendo incoherentes preceptos manipuladores o un servilismo monárquico, pretendiendo operar sobre ella para que conduzca el país quien les plazca o cambiando palabras que significan lo mismo, mientras otros la utilizan vilmente como excusa ideológica y rancia, sin razón de ser, para lograr calentar los ánimos y acercar a los desinformados que se sienten muy españoles. Haciendo su trabajo. Todos a la vez. Un trabajo que consiste en manejar los hilos de las marionetas sociales en que han convertido al pueblo para su despreciable usufructo. También se les ha olvidado que la Constitución señalaba que todos los españoles tienen derecho a disfrutar, entre otras muchas cosas, de una vivienda digna. Aunque esto ya se la suda mucho a todos porque a ellos no les afecta.
La Carta Magna está de moda. Y no lo está porque simbolice una herramienta útil para continuar por el histórico camino del desarrollo, si no, como todo lo que tocan las impúdicas manos políticas (vengan del partido que sea –abogo por mi vena apolítica y desprecio por los representantes de cualquier partido-), ahora la Constitución es un dispositivo de instrumentalización. Otro 'gadget' de esos payasos que simbolizan el circo político que representan. Por eso, lo mejor es no profundizar en el asunto y disfrutar de la celebración, de la algarabía y asueto de un largo puente, ajenos a los entresijos de esta ciénaga ideológica que simboliza la inmundicia política que nos rodea.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Dossier especial aniversario 'REGRESO AL FUTURO'

La grandeza de una Trilogía convertida en sentimiento colectivo
“Deben ustedes seguirme con atención. Tendré que discutir una o dos ideas que están casi universalmente admitidas. Por ejemplo, la geometría que les han enseñado en el colegio está basada sobre un concepto erróneo”.
H.G. Welles (‘La máquina del tiempo’).
Hoy día 2 de diciembre de 2010 se cumplen, exactamente, veinticinco años del estreno en España de ‘Regreso al futuro’. Nadie diría que ya hayan pasado cinco lustros desde que Marty McFly se subiera por primera vez a aquel DeLorean y pusiera patas arriba nuestras vidas y nuestros sueños. Aquélla fantasía incentivó la ilusión de toda una generación inmersa en el que puede denominarse como génesis del cine moderno, cuando corrían lucrativos tiempos en los que George Lucas y Steven Spielberg destruyeron y voltearon la concepción mercantilista del cine. Hablamos de unos años en los que cada experiencia cinematográfica era una aventura destinada a una generación muy especial que asistió a una transformación de aplastante ruptura con todos los aspectos vistos antes en el cine, no sólo en un entorno cultural y estético, sino como aportación de un mito de carácter universal de las propuestas fílmicas que llegaban a la cartelera.
Una de esas piezas con las que concebir todo esto fue ‘Regreso al futuro’, esa película que muchos de nosotros mitificamos de tal manera que la llevamos en el corazón de una manera tan personal que forma parte de nosotros, de nuestros recuerdos más privativos. Estos veinticinco años suponen un aniversario melancólico y evocador, que resucita una pasión común, una nostalgia que prevalece latente cuando oímos de forma fortuita el título de esta saga, cuando recordamos la maravillosa experiencia que era el cine hace tantas décadas. Aquél viaje de equívocos temporales y sus consecuencias, de identificación afectiva hacia un estado de ánimo más que hacia un simple filme, condensan un recuerdo imperecedero en la memoria colectiva que sigue perpetuando la idea que supone una trascendencia que va más allá del Séptimo Arte. La película de Robert Zemeckis es un sentimiento común e intocable en el que refugiarse como en los grandes clásicos, haciendo de ella un punto de no retorno hacia la infancia, a la magia de unos días hoy olvidados que avivan aquella llama de fascinación casi extinguida, transmutada en la actualidad en mitomanía.
Amblin Entertainment, la productora de Steven Spielberg, auxiliado entonces por Frank Marshall y Kathleen Kennedy, era la fábrica de sueños infantiles que se erigió con el secreto y la receta de un prototipo de cine capacitado para vincular afinidades e inquietudes a través de la infalibilidad de sus aventuras, fantasía y diversión. Los 80 daban sus primeros coletazos y el cine apadrinado por el “Rey Midas” era sinónimo de calidad, de cine familiar con efectos especiales donde se exigía una tarifa de comedia e imaginación que no traicionaba las expectativas. Por aquel entonces, se vivía bajo el signo conservador de la Era Regan y en este tipo de historias se reflejaba, con carácter transversal, un modo de vida que exhibía un bucólico catálogo de perfiles sumergidos en la clase media norteamericana de aquellos nostálgicos años; por eso, el fondo social de cintas como ‘E.T.’ El extra-terrestre’, ‘Gremlins’, ‘Los Goonies’, ‘Poltergeist’…tenía tantas semejanzas entre sí, concebidas desde una atmósfera familiar idílica de las afueras suburbiales, dotada de poética entrañable que definía genéricamente la interrelación del elemento fantástico con lo cotidiano. Por tanto, la parcela en la que se movían los personajes era reconocible y cercana, asumiendo la realidad ante una explosión de delirio y magia, de terror, ficción o drama.
Durante unos años surgieron cineastas apadrinados por Spielberg capaces de trasladar todas esas sensaciones a la gran pantalla. El sello pasó a ser un productivo artilugio hollywoodiense perfecto para la narración de cuentos y fábulas. De paso, cómo no, la que abultó sus arcas con un tipo de cine infalible para la taquilla. Algunos directores como Tobe Hooper, Joe Dante, John Landis, George Miller, Kevin Reynolds, Barry Levinson, Richard Benjamin, William Dear o Matthew Robbins se unieron a Spielberg en algunas de sus productivas aventuras. Sin embargo, el pupilo más aventajado, el que se formó a la sombra del genio y el que mejor supo captar la magia de aquellas producciones fue, sin duda, Robert Zemeckis. Éste había coincido en la universidad de South California con gente como George Lucas y John Milius, pero sería con el guionista Bob Gale con el que comenzara a preparar su camino con cortos como ‘The Lift’ o ‘A field of honor’. Sería precisamente el director de ‘Indiana Jones’ el que produciría sus primeros dos largometrajes: ‘Locos por ellos’, reflejo nostálgico en clave de comedia sobre la primera visita a los Estados Unidos de los Beatles y ‘Frenos rotos, coches locos’, una comedia satírica que giraba en torno a dos hermanos enfrentados en el mercado de compraventa de coches de segunda mano, ambas con guión de Gale, que había escrito para Spielberg ‘1941’. Las tres fueron un fracaso en taquilla con éxito relativo de crítica. El tercer vértice de la aventura espacio-temporal fue el productor Neil Canton que también trabajó como ayudante de dirección de Peter Bogdanovich en tres ocasiones (‘¿Qué me pasa Doctor?’, ‘Luna de papel’ y ‘Nickelodeon’). Canton apuntaba a un clasicismo que supo reconocer Orson Welles, al que puso a su lado para intentar sacar adelante la inédita ‘Al otro lado del viento’ o colaborar con Walter Hill en ‘The warriors’. Antes de ponerse con ‘Regreso al futuro’, Canton produjo el clásico de culto ‘Las aventuras de Bukaroo Banzai’. La terna que daría como consecuencia ‘Regreso al futuro’ ya tenía asociación. Sólo faltaba un adalid que financiara la experiencia más apasionante de sus vidas y, a la postre, la de todo espectador que sigue hechizado con la emoción que aún hoy destila el producto.
El germen nace en la imaginación de Bob Gale. Según cuenta, una vez que fue a visitar a sus padres a St. Louis, Missouri y rebuscando en un sótano encontró el anuario escolar de su padre. Se vio imaginando qué sucedería en un hipotético viaje en el tiempo hasta aquella época y hubiera conocido a sus progenitores, preguntándose si habrían compartido aficiones comunes o amistad. Ése es el arranque de todo. El guión lo escribió junto a Zemeckis, conscientes de que tenían entre manos una de las películas más apasionantes que hubieran soñado. Gale afirma cómo el guión fue rechazado en algunas de las grandes ‘majors’ del momento. Los estudios veían demasiado familiar el argumento y en aquel entonces lo que buscaban era algo más parecido a ‘Porky’s’ ¿Por qué no llevarlo a Disney? Se preguntaron. Y así lo hicieron. Pero el recatado estudio del tío Walt no veía con muy buenos ojos que, en un determinado momento, una madre acosara sexualmente a su propio hijo en un coche. El último recurso era Steven Spielberg. El obstáculo: las dos películas anteriores producidas para Zemeckis fueron un descalabro. Así que, antes de llevar a cabo un movimiento en falso con ‘Regreso al futuro’, Zemeckis se puso a prueba en otra gran producción de encargo con ‘Tras el corazón verde’, con Michael Douglas y Kathleen Turner. Entonces sí acertaron en taquilla con un éxito tan apreciable que las puertas de un moderno coche convertido en máquina del tiempo estaban abiertas para abordar su siguiente aventura.
‘Regreso al futuro’ planteaba, sobre el papel, mucho más que un simple trayecto temporal. Zemeckis y Gale desplegaban la posibilidad de abrir nuevos cuestionamientos a todas esas preguntas que se lleva haciendo el ser humano durante su existencia; de dónde venimos, adónde vamos, qué sucederá y las posibilidades y peligros que entrañan estos interrogantes con los riesgos que se darían sobre el destino unos desafortunados cambios. En ‘Regreso al futuro’ se dan rastros complementarios entre los contenidos presentados bajo unos enunciados, múltiples en lecturas, que adoptan posturas buscadas y encontradas. Con el impulso de autores literarios como Robert Silverberg o Robert Heinlein el desafío radicaba en sublevarse ante los arquetipos del género, acercando la diversidad de dimensiones o hipótesis imposibles con un pretexto sencillo, difuminándolas en una explicación accesible para el espectador bajo un espíritu algo gamberro y surreal en la aventura de un joven adolescente que, a su vez, se digiriera como una subrepticia crítica a la sociedad estadounidense. Por supuesto sin perder de vista la inocencia de aquellos años, pero con un atrevido mensaje interior, donde otros planos aportaran, tras su mascarada de anodina existencia, un papel tan importante como la trama principal.
‘Regreso al futuro’ era una joya en bruto, que destilaba una riqueza poco frecuente dentro del fantástico, con las posibilidades y la versatilidad comercial del cine adecuado a varios ‘targets’, combinando con fortuna comedia, aventura, romance y ciencia-ficción. Una historia definitivamente muy cinematográfica que no se limitaba a exponer una concepción de imaginería donde los efectos especiales técnicos estuvieran sometidos a la trama. La película de Zemeckis no traicionó los genuinos mecanismos propios de la época para configurar el universo de fantasía formulado en una perdurable leyenda sobre las relaciones paternofiliales y de amistad más allá del espacio y del tiempo. Fantasía pura que se alimenta de los sueños, un milagro hecho realidad en una película memorable que recaudó más de 380 millones de dólares en todo el mundo y pasó a ser, de forma fulminante, una de las películas más taquilleras del cine hasta aquel momento. ‘Regreso al futuro’ escribiría con épicas letras dorada su título al permanecer a lo largo de once semanas en el primer lugar del Box Office norteamericano. Costó 19 millones de dólares, un presupuesto ajustado para un proyecto ambicioso y revolucionario. A partir de entonces, ya nada sería lo mismo.
‘Regreso al futuro’ (1985)
En un principio, la película se iba a rodar en Nevada, en los confines de un área de ensayos nucleares, puesto que se sugería que el Dr. Emmett Brown fuera uno de los integrantes del Proyecto Manhattan. Relatan Zemeckis y Gale que se sentían atraídos por todas las pruebas nucleares que tuvieron repercusión por aquellos años. El detonante del viaje temporal era una explosión nuclear, que sería la que enviaría a Marty al pasado y también le permitiría regresar al presente. No había rastro de ningún coche entonces. McFly viajaría… en una nevera. Al final, llegaron a un acuerdo. La movilidad de la máquina era importante, ya que permitiría un mejor entendimiento para el público y funcionaría mejor en pantalla. Décadas después, Spielberg utilizaría la idea del frigorífico y el desierto nuclear en ‘Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal’.
Así, nacería el que es el símbolo más representativo, la efigie distintiva de ‘Regreso al futuro’: un DeLorean DMC-12. Utilizaron este modelo porque con ello podría significar que en 1955 la impresión de este vehículo metalizado pudiera ser la de una aeronave del futuro y también fuera lo suficientemente sofisticado para la época de los 80. La idea era que el DeLorean fue alimentado por plutonio. Ahí no había dudas. Hay dos anécdotas que circulan en las habladurías y entresijos del mito; en su origen, Marty era un ‘hacker’ viodegráfico, un chaval que conocía todos los entresijos del momento para piratear todo tipo de soportes electromagnéticos. Por su parte, “Doc” tenía un mono en vez de un perro, que fue desestimado al considerar una maldición para la taquilla la incursión de un primate en una película.
Cuando llegó la hora de rodar se esbozaron los nombres de los actores protagonistas. John Lithgow era el elegido por Zemeckis para ser el enloquecido científico, ya que había estado en películas como ‘En los límites de la realidad’, ‘Impacto’ o ‘El mundo según Garp’. También había coincidido con Neil Canton en ‘Las aventuras de Buckaroo Banzai’, sin embargo, en esta película también participaba Christopher Lloyd, que se haría definitivamente con el papel Emmet Brown. Canton lo tenía muy claro, Lloyd era perfecto para dar vida a ese doctor entrañable y delirante, el actor idóneo para conducir al personaje a un punto de locura que le equiparara con ese amigo extraño que a los adolescentes les encantaría tener. Siempre se le ha definido como un cruce lógico entre Albert Einstein y el director de orquesta Leopold Stokowski. Para Marty McFly la cosa no fue tan fácil. Se contrató a Eric Stolz, que entonces estaba de moda por haber cosechado fantásticas críticas con su interpretación de “Rocky” Dennis en ‘Máscara’, de Bogdanovich.
Para el papel de George McFly, entró en seguida Crispin Glover como candidato ideal, un sólido actor que apenas rozaba la veintena y tenía una discreta filmografía a sus espaldas y que no se imaginaba que iba a trazar la que podría ser considera su mejor interpretación cinematográfica. Para el papel de Lorraine Baines se optó por Lea Thompson, que había trabajado con John Milius en ‘Amanecer Rojo’ y había compartido protagonismo con Tom Cruise en ‘La clave del éxito’. Su delicado rostro aportó la doble faceta, dúctil y ofensiva del rol materno de la saga. Por último, el antagonista debía ser un actor con los recursos necesarios para contribuir con la fuerza ineluctable y la credibilidad amenazante a ese villano llamado Biff Tannen. Thomas F. Wilson era un completo desconocido que dejó su listón muy alto después de su participación en la película. La filmación se mantuvo con este elenco a la cabeza durante cuatro semanas. Entonces fue cuando Zemeckis soltó la bomba del rodaje: no le convencía Stolz como McFly. Spielberg apoyó la moción dando la cara por él ante Sid Sheinberg, entonces jefazo de la Universal. Después de una dura decisión que le costó a los estudios unos 3 millones de dólares, entró el carismático Michael J. Fox, que leyó el guión cuando rodaba la tercera temporada de ‘Family ties’. Aceptó de inmediato. El que se convertiría en el rostro juvenil del cine de la década trabajaba hasta dieciocho horas al día. Por la mañana, en el ‘set’ de la serie, dando vida a Alex P. Keaton. Cuando anochecía se metía en la piel de McFly asumiendo el peso de ambas. ‘Regreso al futuro’ había comenzado su singladura.
Significó un reto presentar una historia con un viaje temporal que despertara la aceptación del gran público. Pero el guión lo tiene todo para ser un éxito. McFly era un personaje despierto, con ganas de triunfar en el mundo del rock que desea cambiar la tradición de fracaso que le persigue debido, en gran parte, a la representación anulada de una figura paterna frágil, cobarde y pusilánime. Vive en un presente nada alentador, con dos hermanos sin mucho futuro y una estricta madre ahogada en raciones de vodka y lamentos. La película se circunscribe por completo a un tema absoluto: el tiempo. Ya en su secuencia inicial de créditos se sintetizan poderosamente los términos, en una presentación del Dr. Emmet Brown tan pormenorizada como sutil y silenciosa, con una infinidad de relojes e información dosificada a través de un aparato de televisión que va informando al espectador sobre aspectos importantes dentro del relato. Marty tampoco necesita muchos detalles para describirse; unas zapatillas Nike, unos vaqueros, un monopatín con una mochila y su afán por subir los búmetros a tope para tocar una pequeña guitarra que hace saltar un gigantesco altavoz por los aires. El centro comercial de Twin Pines y la 1:15 de la madrugada del 26 de octubre de 1985, la hora y el punto de reunión de ambos personajes.
El prodigioso guión de Gale y Zemeckis deja algunos detalles importantes en el devenir de la situación. Es sorprendente lo bien que se unifican los tiempos en sus tramos iniciales y posteriores y cómo funciona la repetición de elementos entre sí, siendo anticipados en el comienzo, donde la sobreinformación es tan etérea y bien fragmentada que es reconocible una vez que vuelve a surgir a lo largo del relato; la manera en que se muestra por primera vez el plutonio y su búsqueda por parte de unos terroristas libios, la campaña popular del Alcalde Goldie Wilson (Donald Fullilove), la historia del baile de ‘El encantamiento bajo el mar’, la octavilla que informa sobre el rayo que dañó para siempre el reloj de la torre, la prueba musical de los Pinheads, el grupo de Marty, las frases premilinares de Strickland (James Tolkan), el tío presidiario Joey, los pinos plantados por el viejo Sherman Peabody… Pero sobre todo, se hace especial hincapié en la noche en la que “Doc” cayó al suelo cuando intentaba colgar un reloj y dio con la clave de los viajes temporales: el condensador de fluzo. La imagen de un sueño, de una esperanza convertida en realidad, el mecanismo que posibilita el desplazamiento en el tiempo. A partir de ahí, la historia es fácil de sintetizar: el joven McFly se verá forzado a viajar en el tiempo hasta 1955, donde se ve en la obligación de conseguir que sus padres se enamoren al tropezar fortuitamente con ellos y haber cambiado el signo de los acontecimientos para, de paso, hacer peligrar su propia existencia, viéndose obligado remediar su error si no quiere desvanecerse en el tiempo. Conceptos imposibles como esos 140 kilómetros por hora y 1.21 gigawatios que necesitan del plutonio para que Marty regrese a su tiempo y que pasaron a la aceptación popular de inmediato.
Uno de los puntos fuertes de ‘Regreso al futuro’ es la voluntad de perfección al recrear los años 50, poniendo de relieve el detallismo con el se conceptúa 1955, sin necesidad de ostentaciones en su diseño de producción. A Zemeckis le interesa más un epicentro en el que ubicar la revolución juvenil, el origen del ‘teenager’, del espíritu joven que se apoderó de una nación como Estados Unidos. Este año, a la vista del público, es como una extensión pretérita del 1985 mostrado en el prólogo. Con ello, se establece un vistazo nostálgico a la ‘retrocultura’ de los 50 y a la vez establecen una mirada sumarial de los años 80, con sus tópicos, su era Reagan en pleno apogeo, sus virtudes y defectos, desgranando todos sus prejuicios con función satírica sobre las diferencias entre ambas épocas.
La jugada de mercadotecnia es impecable: no sólo estaban ante una película para gente que crecía en el tiempo en que se estrenaba, sino que también funcionaba como incentivo retro para el espectador que creció y vivió a mitad de siglo. El mercado adolescente y el de adultos en un mismo pack lleno de cine entusiasta y reverencial. De hecho hay hallazgos mínimos que proponen, a modo de guiño, invenciones dentro del filme por parte del protagonista, como inventar el ‘Rock N’ Roll’ (Marvin Berry llama a su primo Chuck para orientarle en un nuevo y revolucionario ritmo) o el invento del ‘skate’ moderno tal y como lo conocemos
Hay muchos exponentes que hacen de ‘Regreso al futuro’ el clásico que es. Pero sin duda alguna hay que subrayar la importancia de un guión de relojería, que opera con alucinante y exquisita articulación, en un engranaje perfecto de giros que funcionan con la exactitud medida, con personajes profundizados y dibujados desde un entendimiento narrativo mayúsculo. El filme responde a las cualidades de ciertos tipos de obras cinematográficas conectadas por una estructura que obedece a la disposición minuciosa y ensayada de sus elementos. En este caso donde el tiempo, el desarrollo y los puntos de fuga rompen argumentalmente con todo lo establecido, teniendo como explosión del suspense un clímax de acción desbordada y plena de tensión en la secuencia de cuenta atrás en la que “Doc” hace lo posible porque el rayo impacte de lleno en el mecanismo que llevará a Marty de regreso a 1985. Por eso, no es extraño que el guión se haya estudiado como ejemplo en las más prestigiosas escuelas cinematográficas del mundo.
‘Regreso al futuro’ está compuesta por pequeños detalles que pueden parecer inapreciables, pero son fundamentales para la trama principal. Se construye una triple consecución; a la vez que avanza la historia en determinados trazados, se construyen y determinan las personalidades y los conflictos y se impone un ritmo donde la acción nunca sucumbe a los giros. En ‘Regreso al futuro’ todo movimiento responde a una motivación argumental. Incluso las pequeñas referencias insignificantes como el nombre del centro comercial, ‘Twin Pines’, queda deformado en el nuevo 1985 con el nuevo epígrafe ‘Lone Pine’, a causa de que McFly atropella uno de ellos cuando llega a 1955 escapando de la familia Peabody. O simples elementos como el ‘walkman’ y el traje antirradiación, que son utilizados para someter a su padre a la amenaza espacial aludiendo a Darth Vader y al planeta Vulcano. La cinta avanza con tanta energía, siguiendo las paradojas y dilemas de un adolescente obligado a desempeñar el rol paternal con sus propios padres adolescentes, que es capaz de evitar incluso aquellas preguntas que imposibilitan la acción real: si Marty evita el enamoramiento de sus padres, nunca nacerá... y si nunca nace… ¿cómo puede viajar al pasado y evitar que sus padres se enamoren?
Obviamente, una película familiar del calado de ‘Regreso al futuro’ impone cierta moralina que alcanza su culmen en esa frase sugerida de unos a otros: “Si te lo propones, puedes conseguirlo todo”. No es óbice ni contraposición a uno de los asuntos más arriesgados a los que hicieron frente Gale y Zameckis, el mismo que hizo que Disney desestimara la opción de financiar el proyecto, ese mito de Edipo en el que la madre de Marty se enamora de él y no de su padre, suplantando la lástima que sintió hacia el progenitor por la fogosidad hacia un hijo convertido en héroe a los ojos de una comunidad juvenil tranquila y trazada con los cánones de entonces. Una idea convulsiva y enérgica que se une a la habilidad de sacar a colación algunos otros temas sociales, como el racismo y su vencimiento en la figura de Goldie Wilson o el abuso desequilibrante entre los más fuertes y débiles.
Incluso con aparente destreza, se dota al pequeño pueblo residencial de Hill Valley de un protagonismo simbólico, terrenal, haciendo de él un personaje más dentro de la trama. Toda esta parte fue rodada en Courthouse Square, localización de los estudios Universal en las que también se rodó ‘Gremlins’, de Joe Dante. La habilidad de Robert Zemeckis para engarzar todos los dispositivos en un bloque cinematográfico sin aristas le designan ya entonces como un heredero directo del mentor Spielbeg a la hora de planificar y rodar escrupulosamente una obra que carece de altibajos, sabiendo desarrollar un hálito de maestría apenas intangible, pero de un imperativo vigor en la forma de afrontar la acción y la aventura, que se refuerza por la que puede ser la mejor partitura de un inspirado Alan Silvestri hasta la fecha. La concepción visual y narrativa es impresionante.
‘Regreso al futuro’ recibió cuatro nominaciones al Oscar; mejor canción (‘The power of love’, de Huey Lewis), mejor guión original, mejor sonido y mejores efectos especiales y de sonido, estatuilla ésta última que lograron Charles L. Campbell y Robert R. Rutledge. Hasta la fecha, un cuarto de siglo después de su estreno en España, sigue siendo una película eterna que puede seguir fascinando a futuras generaciones. El filme de Zemeckis continúa jugando de forma omnisciente y constante a sorprender al público, rechazando cualquier tipo de convencionalismo y etiquetas genéricas. Eso fue lo que hizo grande la estela de esta gran producción de Spielberg, posiblemente su mejor contribución a la generación Amblin. Una obra maestra asignada como tal por exaltación popular. Un hecho que hace de su alcance mucho más importante que la dictada por los medios especializados o rimbombantes críticos y eruditos de la materia.
La obra de Zemeckis se perpetúa a lo largo de los años por su radiante humanismo lleno de optimismo, que nunca reniega de su condición de película populista, de aventura que se mueve por una cadencia creciente, sin límites en sus aspiraciones de entretenimiento. Un propuesta que, en el fondo, es modesta y contenida y que además ha sido seleccionada para su conservación por la Biblioteca del Congreso de los EE.UU. gracias a su enorme trascendencia cultural. A los que aman el cine de aquellos años, que soñaron con ilusiones paralelas a esta aventura temporal, supuso un hallazgo colosal, un golpe de efecto en las vidas de un millones de chavales que han crecido adorando esta ingeniosa pieza de orfebrería y que la consideran como esa película perfecta que a todos nos gustaría haber escrito y dirigido, narrándola sin alterar un solo movimiento de la original. Ni siquiera ese futuro al que hay que viajar y donde no se necesitan carreteras…
‘Regreso al futuro II’ (1989)
El éxito de la primera parte hizo que millones de fans reclamaran una continuación. La apuesta era segura. El final de aquélla dejaba una puerta abierta. Aunque según Zemeckis no era más que “una broma, un chiste que no hacía presagiar la posibilidad de una segunda parte”. Pero la idea era tan atractiva que nadie pudo negarse al reto. Por aquel entonces, Zemeckis estaba inmerso en el rodaje de ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’ y BobGale se hizo cargo del guión en solitario, barajando varias de sus ideas en común con el realizador. Eso sí, los estudios se aseguraron no otra entrega más, sino dos que se rodarían simultáneamente, por lo que exigía la implicación total de sus integrantes. La única condición que exigieron entraba dentro de lo racional; mientras estuvieran Michael J. Fox y Christopher Lloyd, así como el equipo principal, ‘Regreso al futuro II’ y ‘Regreso al futuro III’ sería una realidad. Lea Thompson no tuvo ningún problema en meterse de lleno en la piel de Lorraine y de los personajes sucedáneos de la estirpe Banes/McFly.
Hubo un inconveniente bastante conflictivo con Crispin Glover, que exigía unos honorarios poco adecuados para una figura de su limitado bagaje. Tras semanas de negociaciones, quedó fuera de la ecuación. Este imprevisto echó al traste la idea de Gale de ubicar la trama de esta segunda parte en los 60 y tuvo que prescindir de su personaje creando un mundo alternativo de 1985 donde George McFly había muerto. Los planos en los que figuraba el personaje de Glover fueron delegados en el imperceptible actor Jeffrey Weissman. Otro de los obstáculos fue la renuncia voluntaria de Claudia Wells a retomar su papel como Jennifer Parker. La joven actriz eligió estar al lado de su madre, aquejada de un grave cáncer que volver bajo la tutela de Zemeckis. Y es una verdadera lástima que esto fuera así, porque aunque Elisabeth Shue fue una opción idónea como alternativa obligatoria, las siguientes dos partes no cuaja en esta parte del vértice del argumento. El rostro de Wells ejerce un poder tan hipnótico en la primera parte que fue imposible que el espectador no se sintiera incómodo con el cambio.
Aún así, las cartas estaban encima de la mesa. ‘Regreso al futuro II’ se comenzó a rodar a principios de 1989. El punto de partida era un viaje al futuro para resolver el tremendo lío que organiza Marty McFly Jr. Sin embargo, un Almanaque Deportivo con los resultados desde 1950 a 2000. Con su robo a manos de Biff se crea un nudo en otra dimensión que hace que “Doc” y Marty tengan que viajar al pasado con el propósito de destruirlo. En su primer libreto lo hacían a 1967. Allí se encontraban con Lorraine y George, que era profesor de universidad. La idea era desarrollar una película que transcurriera en esta época. Pero la renuncia de Glover hizo mover la trama hacia 1955, volviendo al mismo punto de partida de ‘Regreso al futuro’ para verla desde un punto de vista completamente diferente. Con el continuo espacio-tiempo desarreglado, el Hill Valley de un nuevo 1985 se sumía en un infierno con el poder de Tannen desmembrando la sociedad en una distopía sucia y mugrienta, en el que George McFly ha sido asesinado por Biff para quedarse con Lorraine. Era la argucia perfecta para componer una nueva y compleja confabulación de elementos narrativos y paradojas temporales inaplicables que, a pesar de sus idas y venidas cíclicas, resultaba otra estructura de guión con una fastuosa visión narrativa del cine espectáculo.
Como sucedía en ‘Star Wars V: El Imperio Contraataca’, de Irving Keshner e ‘Indiana Jones y el Templo Maldito’, de Spielberg, aquí los planteamientos se disponen en un armazón más oscuro y complejo, con más presupuesto, delineando una distribución espacio-temporal marcada por el ajetreo de trayectos en tres fechas concretas ubicadas en 2015, el nuevo 1985 y otra vez en 1955, con la creación de universos paralelos. De este modo, las personalidades se desdoblan, avanzan y retroceden en los tiempos, siguiendo las directrices de un fin lógico que no debe alterar la acción que ya conocemos para hacer avanzar la nueva en los mismos escenarios de la primera parte, permitiendo que transcurran los acontecimientos que veíamos entonces.
Gale y Zemeckis cuidaron mucho los soportes narrativos, aunque sin poder evitar algún que otro anacronismo imposible de sortear, como esos choques frontales de los personajes con su “yo” en el mismo espacio y en el mismo tiempo que no afectan del mismo modo a los personajes. Como ya sucedía en la primera parte, las fotos y los periódicos modifican su información cuando existe cualquier modificación en la historia, sirviendo de indicadores ante la nueva situación de permuta. Por eso, el hecho de que Biff robe el DeLorean en 2015 para entregarle a su “yo” del pasado el almanaque deportivo condiciona los acontecimientos futuros haciendo del presente Hill Valley de 1985 una pesadillesca ciudad donde el caos y la indecencia han sustituido la placidez de los 80 que vivió Marty, que han sido sustituidos por la codicia infectada que simboliza ese terrible edificio llamado Casino Paradise Pleasure, erigido a la figura de un Biff Tanen que dispone de la polaridad negativa del héroe, enfrentándose premeditadamente, cara a cara, a sí mismo, ocasionando con su desafío un efecto absolutamente catastrófico.
En este sentido, el fatalismo vislumbrado por Marty en caso de no arreglar la situación se equipararía a un espíritu que cohabita en las tres películas; esa ofrenda anímica y susceptible de ser equiparada con el ‘¡Qué bello es vivir!’, de Frank Capra y sus intenciones que aluden a la oscuridad fantástica de Dickens, al transcribir las verdaderas finalidades bajo el más puro cuento de fantasía y ciencia ficción. No es más que un pretexto para hablar entre líneas de una filosofía individualista confrontada con el destino inalterable. Con ello Gale y Zemeckis crean un universo intertextual, de lugares correlativos en los que la autorreferencia es constante. En ‘Regreso al futuro II’ convergen elementos comunes, reconocibles para el gran público, que evocan claramente a la influencia de su raíz identificativa con ciertos ‘gags’ o secuencias que ya han sido vistos anteriormente, como la primea entrada en el Café de los 80, con la aparición del viejo Biff con Marty o la actitud arrogante y déspota de Griff y su manipulación hacia un servilista Marty Jr., idéntica a la que tuvo lugar con Biff y George en 1955. Tanto la doble persecución de los ‘skateboards’ así como la concomitancia de choques del vehículo de Biff contra un camión de estiércol son herencia de su primera entrega, así como imposibilidad de mantenerse al margen cuando a Marty le llaman “gallina”. Reincidencias que esgrimen no sólo una concordancia de situaciones y códigos, sino también el reconocimiento factible del ajuste de tiempos y espacios.
El futuro que se presenta es tan irónico como fugaz. En ‘Regreso al futuro II’ la exposición de 2015 es casi un subterfugio para llevar la historia de fondo. Eso sí, se aprovecha la coyuntura para satirizar algunas profecías sobre lo que podría pasar en aquellos (por entonces) remotos tiempos venideros. Así se caricaturiza lo que, al fin y al cabo, ha ido evolucionando con cierta veracidad hasta nuestros días; el abusivo y contemplativo vicio por las nuevas tecnologías, la globalización de los productos de las grandes compañías, la sociedad capitalista de consumo y la nostalgia que rodea la década de los 80 hoy en día. Todo ello se queda algo arcaico en la divinización de Michael Jackson, la aparición digital de Reagan y Ayatollah Khomeini o la demostración de habilidad de Marty con los videojuegos de disparos en el Big Buck Hunter, que anticipa también elementos narrativos de la tercera entrega. Zemeckis también es reticente a apostar en exceso por los efectos especiales, aunque tienen mucho más protagonismo que en su predecesora. Se limitan a unos cuantos planos donde varios personajes interpretados por el mismo actor comparten pantalla.
Para ello se utilizó el ‘Vista Glide’, un sistema creado por la ILM para manipular con ayuda de un ordenador la imagen, utilizando una cámara Vistavisión modificada con el fin de reproducir los movimientos de los personajes con una exactitud perfecta y poder así hacer que el mismo actor interpretase a varios personajes ajustados a una interactuación realista. Las pequeñas referencias futuristas pasaron a ser objeto de culto, como las Nike Air 2015 Kicks, unas botas con ‘robocordones’ que incorporaba un sistema electrónico que las ajustaba automáticamente o ese Hoverboard, un aeropatín cuya ilusión fue creada por un sutil cableado y arneses que sujetaban a los actores, pero también con la utilización de imanes de tierra para repeler una gran cantidad de peso haciendo que el ‘skate’ creara un efecto de suspensión en el aire. También destacó la capacidad artesanal para crear el espejismo de coches que vuelan (hoy en día con la digitalización y el CGI sería más sencillo, pero también mucho menos romántico). En muchos aspectos, ‘Regreso al futuro II’ se equivocó en sus vaticinios. Obviamente, en 2015 no habrá vehículos que vuelen, ni ‘aeropatines’, ni la gente vestirá de una forma tan escandalosamente ridícula como se muestra en el filme.
Sin embargo, el equipo de Zemeckis anticipó algunas de las profecías cumplidas que se han adelantado unos cuantos años a las previsiones de la película. El momento en que Marty es atacado por una representación virtual del escualo de ‘Tiburón 19’ viene a ser un simbolismo que se ha patentizado con la obsesiva proliferación de secuelas y, sobre todo, en la querencia hacia los avances dentro del 3D. También hay una predicción del iPad, cuando un envejecido miembro de la Preservación de la Sociedad de Hill Valley para salvar la torre del reloj de la torre le da a firmar vía electrónica una especie de ordenador que recuerda mucho a la creación de Steve Jobs. La cinta de Zemeckis anticipó la aparición de un equipo de béisbol en Florida, que hasta entonces no tenían representación en la MLB; primero fueron los Florida Marlins, que debutaron en las grandes ligas en 1993. En 1998, los Tampa Bay Devil Rays se convirtieron en la segunda escuadra del estado. Hay referencias que no son ajenas a los años ’00, como las pantallas planas de enormes proporciones, el multicanal, familias que durante la cena son ajenas a las relaciones familiares, víctimas autómatas de los nuevos avances tecnológicos o esa polémica estrategia del “Mr. Fusion” (que fue creado a partir de un viejo molinillo de café Krupps) que evita el uso de gasolina, ya que existe el uso de compost como combustible y que comúnmente se conoce como “biogás”.
Igualmente cabe destacar la aportación de un Zemeckis desprovisto de cualquier vacilación a la hora de exhibir su cognición y disociación de es estilo que le unía a Spielberg, con una voluntad de rúbrica propia, que expone la siempre inmutable búsqueda de la entidad primaria de un cine comercial inalcanzable, incluso para él mismo, definiendo su inagotable capacidad para deleitar al público y manifestar su iniciática y brillante inventiva visual. La secuela de ‘Regreso al futuro’ amplia y complementa la grandeza de su predecesora y convierte su esencia en locura fantástica que vulnera los condicionamientos de los géneros que plantea, con el fin de abordar, con un asumido placer estético y predominante, la narración exaltada que evoca la ensoñación de una utopía profética sobre las paradojas temporales que tiene su apoteosis en ese cierre memorable de Marty en una carretera, habiendo perdido en el tiempo a “Doc” a causa de un rayo para, inmediatamente, recibir una carta del mismo científico en la que informa de su paradero temporal: 1885. Con la misma conclusión que en la primera parte, en la que Marty es enviado de vuelta a 1985, éste aparece instantes después para pedirle al “Doc” de 1955 que le ayude a traer de vuelta a su otro yo del pasado.
‘Regreso al futuro. Parte III’, (1990)
La tercera entrega llegaría el siguiente verano. ‘Regreso al futuro II’ fue el éxito de las Navidades de 1989 (en Estados Unidos se estrenó el 20 de noviembre y a España un 22 de diciembre) y dado que había sido rodada a la vez, sólo hubo que esperar a una fecha idónea para su lanzamiento. Se produciría en el verano de 1990. El 25 de mayo aterrizó la conclusión en su país de origen. Aquí tuvimos que esperar hasta finales de noviembre para ver el desenlace de las aventuras de Marty McFly y “Doc” Emmet Brown. Para ‘Regreso al futuro III’ el listón estaba muy alto, por lo que se optó por no perder la trama de choque estructural cuyas motivaciones vuelven a ser las mismas, aunque sin tantas vueltas de tuerca como en sus antecedentes. Marty está estancado en 1955. Antes de regresar a 1985, deberá ir en busca de “Doc” a 1885, pues se revela que en 7 de septiembre de ese mismo año, una semana después de escribir la carta que Marty recibe al final de la segunda parte, será disparado por Buford “Perro Rabioso” Tannen por una deuda de treinta dólares. El “Doc” de 1985 alternativo y el DeLorean, que lleva esperando setenta años a ser reparado, son los componentes necesarios para poder rescatar a “Doc” e impedir su muerte.
La intención de Robert Zemeckis era la de repasar, de algún modo, los orígenes y raíces de Estados Unidos, en un personal énfasis por hacer una relectura de la Historia de su país y que tendría este protocolo intencional años después con ‘Forrest Gump’. Con tanto viaje de ida y vuelta, en ‘Regreso al futuro III’ todo debía ser algo más despreocupado, adjudicando la inventiva creadora a un desbarajuste más apaciguado, en el que parece que cualquier agitación dentro del relato “de vaqueros” valiera para que Gale y Zemeckis disfrutaran de esta nueva aventura. Marty ya no es el objeto sobre el recae el peso de la película. Ya en el final de la segunda parte se avanza que “Doc” va a ser el protagonista de esta, el elemento que mueva las fichas narrativas de la aventura en el Salvaje Oeste. Da más libertad al rol interpretado por J. Fox, que campa a sus anchas. El resultado es una pequeña escisión en parte del encanto con nuevas vías de intriga y abre una puerta al romance de “Doc” con la profesora del pueblo, Clara Clayton (Mary Steenburgen), que tampoco aporta la emoción necesaria para sostener los pilares de una historia algo desacertada y demasiado intrascendente como propuesta de final de fiesta.
‘Regreso al futuro III’ fue la cinta de la saga con peores críticas. También la que menor recaudación amasó. Enflaquece su potencial por la perseverancia de anular cualquier proposición de seriedad, que se extingue con la incapacidad de aportar nada nuevo. Y lo que es peor, se diluye el tono sugerente de sus dos primeras entregas. Por suerte, Zemeckis hace que subsista el ritmo y el entretenimiento, sobre todo en esa incertidumbre de la secuencia final con el vagón del tren y el DeLorean a punto de despeñarse por un desfiladero, con una planificación admirable gracias a su poderoso montaje. Igualmente, las interpretaciones de Michael J. Fox y Christopher Lloyd se vuelven fundamentales para que la función no disminuya su empuje. Las reiteraciones argumentales, la autoparodia y la invariable referencia a su propia idiosincrasia son, nuevamente, el objetivo del guión. Se persigue así la filiación cómplice con la duplicación de algunos pasajes que se dan anteriormente; desde el fortuito encuentro tras un golpe de Marty con su madre (esta vez su tatarabuela), una maqueta que representa el funcionamiento de lo que será el viaje temporal, el vestigio de los 80 con Marty interpretando ante los disparos de Tannen el paso de baile ‘moonwalk’ de Michael Jackson o la persecución a caballo que acaba con Tannen en el estiércol.
A cambio, ‘Regreso al futuro III’ es la película de la trilogía que más profundiza en la unión y sentido verdadero de la amistad entre Brown y McFly, para reflexionar sobre el paso inexorable del tiempo y sobre lo efímero de una vida en la que no hay que dejar escapar la oportunidad de querer a la persona amada cuando llega ese mágico instante. En términos mucho más subterráneos a la cartografía de las tres películas, aquí es donde los dilemas absolutos tienen una afectación más clara. Gale y Zemeckis enmascaran, en el fondo y bajo esa sátira de humor y homenajes, una triste despedida ya no sólo entre ellos, que tomarán un rumbo diferente en sus vidas, sino como una adiós al espectador. También se recobran ciertas fisonomías de oscuridad, puesto que la muerte, ese factor sostenido que entra de lleno en la segunda entrega, es aquí también un componente importante, esta vez concentrado en la figura de Emmet Brown, sin cernirse en exceso con un alcance tan polisémico como sucedía en todo el esqueleto argumental bajo la muerte de George McFly en el nuevo 1985 creado por Biff Tannen. Tampoco hay que olvidar la grandeza de una amable mitigación ética que hace crecer, definitivamente, a Marty McFly. Su antepasado irlandés, Seamus McFly le cuenta la historia de su hermano, que remite al complejo de inferioridad y apocamiento del joven, que fue apuñalado en la ciudad de Virginia mientras que intentaba demostrar que no era un “gallina”. Con ello, Marty crece y deja atrás esa inseguridad para abrazar una nueva sensación de confianza y superación. Es la clave para averiguar que la vida de la generación McFly está marcada por un destino incontinente, que viene muy bien para acentuar esa historia emocional del dilema moral que pone a “Doc” Brown en la tesitura de abandonar su vida en 1985 para quedarse en 1885.
‘Regreso al futuro III’ deja una sensación agridulce. En su época decepcionó enormemente, pero bien es cierto que despierta cierto cariño entre los más allegados a la aventura temporal de la saga. Se trata de un ‘western’ rebelde y simpático, que desobedece todos los códigos del género, curiosamente subvirtiéndolos con cierta nostalgia (hay persecuciones a caballo, el asalto a un tren, conflictos comunitarios, un sheriff y, por supuesto, un duelo a muerte), haciendo de su trama otra nueva muestra de caos. Zemeckis lo hace conscientemente, no sólo rodando varias secuencias en Monument Valley, donde John Ford rodó sus mejores y más recordados westerns y en Sonora, desierto que han visto clásicos del Oeste como ‘Duelo al sol’, de King Vidor o ‘Sólo ante el peligro’, de Fred Zinnemann, sino también aportando cierta dosis de clasicismo en su forma de dirigir, en su voluntaria sumisión a mitos del género como la inercia de Marty McFly a llamarse Clint Eastwood, así como a ese sincero y emotivo guiño a Sergio Leone copiando la táctica del duelo del Hombre sin Nombre interpretado por Eastwood de ‘Por un puñado de dólares’ o la reunión de viejas glorias en el Saloon con nombres clásicos del género como Pat Buttram, Harry Carey Jr. y Dub Taylor.
Es, en definitiva, una cinta infrecuente donde convive el ‘western’, la ciencia-ficción y la comedia, tan entretenida y coherente como fallida al carecer de muchas dimensiones que tiene su apogeo en sus precedentes. ‘Regreso al futuro Parte III’ es la que menos beneficia en comparaciones. Es irrebatible, pero eso no resta sus méritos, sus ganas de diversión y apetencia por no perder ese festón vital y optimista, con el DeLorean destruido y suplantado por tren Sierra Railroad que metaforiza las aspiraciones utópicas de Julio Verne con la familia de “Doc” Brown sumergidos en nuevas e inimaginables aventuras.
Esa conclusión se encamina hacia genuflexión de la platea, despidiendo una parte de nuestra adolescencia, asistiendo a la que sería una sensación que jamás se volvería a sentir, el adiós a dos iconos que siempre acompañarían nuestros recuerdos, unidos eternamente a la imaginería que Zemeckis logró establecer como un símbolo eterno con una trilogía que conserva su atractivo, amparada en la emoción y la pleitesía que sigue despertando en las venideras generaciones tan difíciles de sorprender. Al fin y al cabo, esa matrícula con la palabra OUTATIME volteando sobre sí misma bajo las marcas de fuego de la maquina del tiempo ya ha quedado en nuestra memoria y será imposible que dejamos de lado tantos buenos instantes.
La Trilogía, como cómputo unitario, mantiene el secreto de aquello que ambicionan los ‘blockbuster’ actuales, sin lustre, anémicos de esa exhalación de entusiasmo y brillantez que despliega la referencial primera parte de la saga y, en menos y paulatina medida, sus dos secuelas. ‘Regreso al futuro’ ha revalorizado su tasación a lo largo de los años. Y sigue siendo algo irónico que, para una película sobre los viajes en el tiempo, aún hoy en día siga siendo atemporal y logre rebatir la frase de “Doc”: “eso ya pertenece al pasado”.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010
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lunes, 29 de noviembre de 2010

Leslie Nielsen, Irvin Kershner y Mario Monicelli; el funesto obituario 2010 amplia su triste cuota

(1926–2010)
2010 está siendo un año bastante trágico, de pérdidas de mitos que se fragmentan sin resarcimiento de la nostalgia que ilustra nuestros recuerdos infantiles. Fallecimientos de esa gente a la que no conocemos, pero que forman parte de nosotros, de nuestra vida. Se van personajes legendarios que van dejando pequeños vacíos en lo que conforma el todo de la memoria colectiva. Este lunes ha sido fatídico. Nos levantábamos con la triste desaparición de Leslie Nielsen, el cómico del peno encanecido, ese actor que es para toda una generación un icono generacional sin parangón. Nielsen se pasó más de media vida procurando ser tomado en serio, buscando el reducto dramático de una profesión que, aunque no le dio la espalda, sí dejó su talento un tanto velado. La otra media, la pasó entregado sin condicionantes a la comedia, a hacer el ganso y a divertirse con una identificable fisonomía de reconocida empatía con el espectador, explorando a través de algunos de sus papeles más memorables, los aspectos y justificaciones esenciales del humor, en registros nunca bien ponderados sobre los condicionamientos a los que conlleva la risa dentro de esa retahíla de ‘spoofs’ que entregó a sus seguidores incondicionales.
Todos recordaremos a su comandante J. J. Adams de ‘Planeta Prohibido’ como un extraño inicio, como el anacrónico y borroso pasado de un hombre al que el destino le acabaría sorprendiendo con un reconfortante éxito crepuscular. Cintas como ‘Tammy, la muchacha salvaje’, ‘Furia en el valle’ o ‘La aventura del Poseidón’ recompensaron sus comienzos dedicados a la televisión, donde era un rostro reconocible y siguió siéndolo como actor episódico, como personaje fijo o como profesional curtido en un medio que le dio la estabilidad pero no la fama ni el reconocimiento que merecía. Nielsen fue un currante del medio, un actor todoterreno, versátil y plural, capaz de dar vida con igual convicción al malvado de turno como al secundario que acompaña al protagonista. Los títulos de las series son incontables; ‘Suspense’, ‘Robert Montgomery Presents’, ‘Furia en el valle’, ‘Los intocables’, ‘Alfred Hitchcock presenta’, ‘La nueva generación’, ‘El fugitivo’, ‘Peyton Place’, ‘El doctor Kildare’, ‘Bonanza’, ‘Los patrulleros’, ‘Colombo’, ‘Kung Fu’, ‘Los hombres de Harrelson’, ‘Vacaciones en el mar’ … y un largo etcétera de apariciones que le sitúan como una leyenda televisiva que antecedió a su paradójica confirmación como estrella de Hollywood.
En 1980 la cosa cambió de forma radical. Un trío iba a cambiar la dirección de la carrera de Nielsen para siempre. Jerry Zucker, Jim Abrahams y David Zucker (el mítico ZAZ), le reclutó para su película de ‘gags’ ‘Aterriza como puedas’. El éxito sin precedentes de una comedia de este tipo le abrió las puertas de la fama a un Nielsen que por aquel entonces ya contaba con 54 años. Su interpretación del Dr. Rumack convertía a este icono en un actor solicitado. Pese a su participación en ‘Prom Night’ o ‘Creepshow’, su carrera estaba destinada a la comedia. Por aquel entonces, Nielsen era un rostro olvidado, un hombre querido por los profesionales, pero apenas mencionado por los grandes estudios. Siguiendo los pasos de sus redescubridores, Nielsen encontró en el teniente Frank Drebin el personaje con el que el gran público le identificaría para siempre. Su paso por la serie televisiva ‘Police Squad! (Agárralo como puedas - La serie original)’ en 1982, le dejaría un personaje que retomaría en la adaptación a la gran pantalla y que se convertiría en Trilogía con dos secuelas que dejaron el mejor legado de su protagonista. Es cierto que a pesar de una década de los 90 gloriosa, sus siguientes comedias no estuvieron a la altura en su posterior elección de roles, siempre vinculados a este tipo de comedias que se han ido agotando con el paso de los años; ‘Drácula, un muerto muy contento y feliz’, ‘Reposeída’, ‘2001: Despega como puedas’, ‘¡Vaya un fugitivo!’, ‘Espía como puedas’, ‘Acampa como puedas’, ‘Esquía como puedas’… son un buen ejemplo de esta retahíla de títulos olvidables, pero también ejemplo de la gran aceptación de cintas donde el rostro de Nielsen fueron el único incentivo para su lanzamiento. La saga ‘Scary Movie’ intentó, sin éxito, recuperar la estela de aquellos buenos tiempos. Su participación a modo de ofrenda en la patria ‘Spanish Movie’ también dejó claro hasta qué punto este subgénero le debe tanto al maestro del humor. Su eterna sonrisa y ese gesto despistado y pícaro se ha apagado en un hospital cercano a su casa en Fort Lauderdale. El actor canadiense nos deja vacante un cetro que será imposible de reemplazar.
(1923–2010)
Pero el día no acaba con su triste nota luctuosa. El cineasta Irvin Kershner, otro emblema generacional, no tan célebre como Nielsen, pero fundamental en nuestra educación cinematográfica nos ha abandonado en un día que venía precedido por la muerte de Ingrid Pitt, la inolvidable musa de la Hammer, recordada por los aficionados al terror y al fantástico. La carrera de Kershner no fue muy lustrosa. Debutó en 1958, de la mano del maestro del terror y la serie B Roger Corman, para quien rodó ‘Stakeout on Dope Street’, proveniente del terreno documental, donde dejó algunos reportajes sobre el ejército americano emitidos con cierta repercusión en televisión. Fue hombre formado como músico y fotógrafo, contexto en el que llegó a ejercer de profesor en la Universidad de South California. Como director no se prodigó mucho. Su filmografía puede parecer insignificante, pero recoge títulos en los que pudo demostrar su talento y elegancia, su gran tonelaje como explorador del dramatismo formal que encierran muchos de sus largometrajes. ‘Un loco maravilloso’, ‘La venganza de un hombre llamado caballo’, ‘Loving’, ‘Up the Sandbox’, el guión de John Carpenter ‘Ojos’ o su incursión en la acción de James Bond con ‘Nunca digas nunca jamás’ marcan la pauta de un estilo honesto y lleno de brío visual.
Sin embargo, todos recordaremos a Kershner como el director de ‘El imperio contraataca’. Kershner fue uno de los maestros y profesores universitarios de George Lucas y, en un principio, rechazó la oferta de su pupilo. Una vez acercadas las posturas, Kershner aportó su talento para dejar la que sigue siendo la mejor y más aplaudida entrega de la trilogía, la más oscura, la culminación de la saga, símbolo de la aventura y espíritu buscado por Lucas en ese epicentro de la ciencia ficción contemporánea. El realizador supo elevar la estructura galáctica de Leigh Brackett y Lawrence Kasdan hacia un ritmo sorprendente, sin atisbo de la infantilización que sucedería en ‘El retorno del Jedi’, imponiendo en su delegación las mejores y más reconocidas secuencias de la que puede ser la obra maestra de su carrera, así como de todas las cintas que conforman ‘Star Wars’. Su carrera no fraguó en más títulos memorables. Un episodio de ‘Amazing Stories’, un telefilme titulado ‘Traveling Man’ y ese conato de regreso al cine más comercial cristalizado en un tremendo fracaso y decepción como fue ‘Robocop 2’ hicieron que Kershner se alejara definitivamente del celuloide en 1990. Su última contribución fue un capítulo de la serie ‘SeaQuest: los vigilantes del fondo del mar’. Ha muerto a los a los 87 años de edad tras padecer una larga enfermedad, según informó su hija Adriana Santini.
(1915-2010)
El día nos deja otra muerte. Por si no hubiera sido suficiente, uno de los grandes directores de la comedia italiana, Mario Monicelli, se ha suicidado en Roma al arrojarse por una ventana del hospital San Giovanni de Roma, centro donde estaba ingresado a causa de cáncer de próstata en fase terminal. Un director que marcó con sus películas un género alternativo y variante del neorrealismo con un sentido del humor en el que también se podía apreciar una subversiva crítica a la sociedad del momento. Monicelli comenzó trabajando como ayudante de dirección de gente como Augusto Genina, Mario Camerini, Mario Bonnard o Ferdinando Maria Poggioli para debutar junto a Steno en ‘Al diablo la celebridad’. Junto a éste dirigiría otros siete títulos entre los que destacan vehículos cómicos para el actor Totò (‘Totò cerca casa’, ‘Guardie e ladri’, ‘Totò e i re di Roma’ y ‘Totò e le donne’). Su primer largometraje en solitario, también con Totò como protagonista, ‘Totò y Carolina’, es perseguida por la censura del momento acusada de obscena. Su provocación no quedó ahí, pues desafió a la intolerancia con algunas cintas que buscaba tanto la polémica social como la reflexión. El melodrama ‘Prohibido’, adaptación de una novela de Grazia Deledda y la gran oportunidad a Alberto Sordi para darse a conocer con ‘Un héroe de nuestro tiempo’ preceden a la que sería su gran y mejor muestra cinematográfica, su gran obra maestra: ‘Rufufú’.
Paradigmática e indispensable en la Historia del Cine, ‘Rufufú’ es una extraña visión de precocidad europea con respecto a las ‘heist films’ en clave de comedia sarcástica, donde Monicelli retrata, con insólita lógica artística e ideológica, las pequeñas tribulaciones de la sociedad de la época a través de la preparación de un golpe por parte de unos ex convictos que regresan a la delincuencia avocados por las necesidades y penurias de un tiempo de tristeza y escasez. Una maravillosa dislocación de los ‘film noir’ que mantiene un ritmo narrativo que fusiona el neorrealismo con la comedia histriónica y absurda. Monicelli ubica su estilo desde un enfoque diferente pero anexo al costumbrismo, modulado por la procacidad crítica que se vivía en su época de esplendor. La sátira inteligente y una honestidad con el género y con sus historias definieron los mejores años de la carrera de este inolvidable cineasta italiano tan importante en los designios genéricos de su país; la comedia romántica ‘Donatella’, el desmitificador y polémico esbozo analítico de la Primera Guerra Mundial de ‘La gran guerra’ (con la que obtuvo el León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia), la burla a la Edad Media con ‘La Armada Brancaleone’ y continuación ‘Brancaleone alle crociate’, farsas políticas incendiarias del calado de ‘Queremos los coroneles’ o insubordinaciones fílmicas a modo de comedias como ‘Apasionada’, ‘Habitación para cuatro’ o tragedias cáusticas como ‘Un burgués pequeño, muy pequeño’, dejando por el camino un par de nominaciones al Oscar como guionista por magníficos filmes como ‘Camaradas’ y ‘Casanova’, son algunos ejemplos de la nutrida filmografía de un cineasta clásico a reivindicar como gran maestro del cine europeo.
Otro grande que se va. Y, como una maldición no escrita, se une a Nielsen y Kesrhner cerrando esos fallecimientos que vienen de tres en tres.

Los 37 y el Gobierno; el teatro anticipado antes del hundimiento económico

El pasado sábado tuvo lugar en el Palacio de La Moncloa el encuentro entre el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, con treinta y siete máximos representantes de las mayores compañías españolas, los grandes “peces gordos” de la trastienda económica. Juntos departieron sobre la terrible situación que asola España, sobre el riesgo de que el reciente fantasma irlandés pueda alcanzar los intereses de la nación y, sobre todo, de que si esto ocurre las grandes empresas tengan salvaguardadas las espaldas en un tira y afloja acerca de la urgencia del contexto, con especial hincapié en el sector financiero y la reestructuración de las cajas. El sector financiero es lo suficientemente harapiento como para que haya una seria preocupación, debida, en gran parte, a las consecuencias que ha provocado la burbuja inmobiliaria y de crédito que ha exprimido el país en los últimos años. Existe una ineludible presión sobre los tipos de deuda. La única solución: financiación externa para enfrentarse a estos espinosos problemas. Digámoslo de esta manera tan agreste: España (y a su vez Portugal) es un grano en el culo del sistema financiero europeo, un foco de preocupación para los miembros del mercado, incómodos ante el asolador panorama que se vislumbra.
Desde el exterior, esta reunión no ha sido más que un aspaviento de consolidación, una impostura de falso optimismo por parte de sus responsables, un movimiento de actitud y de exhibicionismo. En definitiva, una farsa con intenciones catárticas. Por supuesto, las empresas, aunque incómodas, están en mejor situación para afrontar lo que venga que el ciudadano medio que, como siempre, será el que pague las consecuencias de aquellos que sustentan la peana de la marioneta que representa el pueblo. Las consecuencias de una probable catástrofe económica que lleve a España a seguir los pasos de Grecia y de Irlanda afectarán, en último caso, a los pobres pobladores de la estepa ibérica. Los mismos que padecerán el tijeretazo del salario mínimo, la subida del IVA, el recorte adicional al sueldo de los empleos públicos y el descenso en el gasto social y de inversión. Obviamente, a los empresarios que asistieron el sábado, a los gobernantes y, en general, a los acomodados políticos, todo esto les afecta de un modo simbólico. Como si fueran los Soprano de un teatro público. En el fondo, sea cual sea el futuro económico de la nación, ellos seguirán viviendo bien, muy bien, indiferentes al ruido que se va a levantar. Eso sí, poniendo cara de preocupación e intentando vender humo y esperanza. Ajeno a todo, aquel patrono seguirá llevando a la abuela a Misa y si te he visto no me acuerdo. Esta es la auténtica realidad del pueblo en esta triste Pre-Navidad que desempolva los peores augurios y que hacen uno sólo el deseo a pedir en Fin de Año.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Review 'Scott Pilgrim contra el Mundo (Scott Pilgrim Vs. The World)', de Edgar Wright

Acción y romance en 16 bits
A medio camino entre el manga y el tebeo ‘underground’ Edgar Wright adapta la serie de cómics de Bryan Lee O´Malley que tiene como objetivo despertar el guiño copartícipe con el espectador a la hora de vivificar en imagen el hálito del cómic nostálgico y el universo de la consola.
Llevar a la gran pantalla una adaptación de la serie de cómics de Bryan Lee O´Malley ‘Scott Pilgrim’ no era un reto asequible. La enloquecida libertad creativa, con enfoque juvenil de las relaciones interpersonales entre jóvenes que sonsacan la nostalgia de los amores cruzados de su indeciso protagonista se nutre de cierto grado de arqueología reciente que se tiene que mostrar como actual. Algo complejo. He ahí donde reside su éxito, en encopetar la cultura ‘pop’ hasta el extremo y el dinamismo de un universo destinado a representar (o al menos, intentarlo) a esas generaciones de veinteañeros y treinteañeros influidos por la simbología definitoria de las corrientes circunscritas al cómic, la música rock, la televisión, el cine, pero sobre todo, los videojuegos de hace dos décadas. A medio camino entre el manga y el tebeo ‘underground’ donde el gusto por el recuerdo en forma de peleas y estados de ánimo sentimentales, el filme de Edgar Wright se muestra como un catálogo cinematográfico de esta raigambre donde la comedia romántica se contradice a cualquier signo de homogeneidad en sus convulsiones argumentales, evolucionando hacia un absorbente y surreal universo electrónico de luchas, acción, humor y celebrado caos donde todo es posible. Y todo, gracias a la ingeniosa destilación de Lee O´Malley y su atractiva creación.
‘Scott Pilgrim contra el mundo’ presenta a un entrañable chaval que no tiene trabajo y vive con un compañero de piso, abiertamente homosexual y de gran calado pragmático en sus discursos. Tampoco tiene muchas perspectivas existenciales más allá su afición a los videojuegos y el rock que fomenta con su banda “garage” Sex Bob-omb, en la que ejerce de bajista. Sueña con triunfar en el mundo de la música, mientras, sale con una atractiva ‘chinorris’ de diecisiete años que viste de colegiala y va al instituto. Todo parece estable. El conflicto se presenta con la llegada de Ramona Flowers, una ‘rollergirl’ con pelo de colores a la que ve en sueños, para posteriormente descubrir en la vida real. Una sugerente ‘femme fatale’ que, estéticamente, podría estar entre el ‘punk’, el ‘grunge’ o un aire de modernilla tan proclive en estos procelosos tiempos desorientados que vivimos. Su pasado amoroso tiene algo mucho que decir dentro del argumento y si Scott quiere ganarse a esta misteriosa chica, deberá vencer al peligroso catálogo que componen cada uno de sus malvados siete ex novios.
Con ello, Wright bucea en una historia que, de entrada, no representa ninguna novedad. Hasta se podría decir que el filme responde a la redundancia genérica: el aparente perdedor que va superando obstáculos hasta hacerse con el respeto de todos y ligarse a la chica de sus sueños según va aprendiendo a encontrar la autoestima y luchar por lo que cree con la mayor dignidad posible ¿Hay algo de original en esto? Obviamente, no. Entonces ¿qué es lo que hace al tercer largometraje de Wright tan fascinante? Pues precisamente una lucha contracorriente en la constante búsqueda de una intuición que evoluciona cuando la personalidad del joven avanza en su lucha interna y externa por el amor de esa chica, respondiendo muchas veces a la incoherencia alucinatoria de un chico de su edad. Por eso, esos sueños extraños, anticipatorios o sus encuentros fortuitos con unos y otros responden a una fantasía liberadora de una juventud que se sale del patrón y los convencionalismos. ‘Scott Pilgrim’ tendría en común con la maravillosa ‘Kick-ass’ su voluntad de acercamiento a la realidad del submundo juvenil sin alardes ni estereotipos, sabiendo cambiar de rumbo, en el mismo instante en que se convierte en una enloquecida propuesta posmoderna que esconde una temática juvenil reconocible, cuyo nivel emocional se superpone a la acción virtualizada. Pese a que la estructura interna responda a la asociación inevitable con los juegos de plataformas donde enfrentarse a villanos cada vez más poderosos para lograr ganar la partida, nunca pierde de vista esa correlación de los personajes entre sí, de voces discordantes y consejeras o, en último término, la que domina el alma del personaje principal, el primer y platónico amor apasionado de un ‘freakie’ entrañable.
Un cineasta como Edgar Wright, que ha sabido oxigenar sus revisiones genéricas reinventando la perspectiva del universo zombie con ‘Shaun of the Dead’ y explotar todos los clichés de acción y género policiaco de las ‘buddies movies con ‘Hot Fuzz’, se ha puesto como reto revisar la comedia adolescente, por lo que debía erigirse, cuanto menos, como la posibilidad de adaptar los ingredientes de ésta con una iniciativa visual totalmente diferente a lo visto hasta el momento, para no ruborizarse al extraer el sustrato infantilizado de los videojuegos y del fondo emocional, que suponen la verdadera identidad del conjunto. Así, ‘Scott Pilgrim’ conjuga con gran habilidad innumerables referencias de un pasado y de un presente igual de anacrónicos que novedosos entre sí, que tienen como punto común despertar el guiño copartícipe con el espectador a la hora de vivificar en imagen el hálito del cómic nostálgico y el universo de la consola de 8 y 16 bits, fusionando la significación del efectismo y el exceso con un detallismo de ambos lenguajes sencillamente delicioso.
La difícil captación del espíritu del cómic se vuelca en una pirueta estética y formal dentro los códigos cinematográficos, que se ajustan a los parámetros necesarios para que esta actitud resulte deleitable. Por eso, para Wright es fundamental la anarquía de ambos lenguajes, mezclando con locura todo tipo de onomatopeyas del cómic a la pantalla (el uso descriptivo de una llamada de teléfono, de corazones edulcorados emergiendo en escenas de amor o ese ‘queco’ que aparece en una esquina cuando se gana una vida extra), amplificando los dispositivos del cómic mediante el uso del ‘split screen’, alusiones gráficas a todo el mundo del videojuego o la utilización de los efectos digitales para potenciar la identificación de las luchas con la de una pantalla de sala de juegos recreativa. Sin olvidar el presente, al sugerir los nombres, estados y edades de los protagonistas en destacados ‘pop-ups’ para información del espectador e ir dejando claras cuáles son las intenciones del filme.
Es la forma que tiene Wright de articular una comedia sobre las bases de preferencias del pasado con inquietudes de hoy en día, en la que momentos al estilo ‘Tekken’, ‘Street Fighter’, de esencia “Nintendo” o “Atari” identifican el desasosiego amoroso del Pilgrim en un subfondo de ‘arcade’ que va superando en la descripción visual de esas victorias en las que los enemigos, una vez derrotados, se convierten en monedas y en puntos a sumar. La diversión no se centra tanto en quién gana o pierde la partida, el interés por la chica o las confrontaciones o la intervención de sus secundarios. El juego sobre la vida y decisiones del protagonista es lo que importa, al utilizar como excusa las acrobáticas cabriolas de todo tipo y condición que destierran esa grafía de imposibilismo computerizado. El método de Wright funciona. Logra transmitir esa absurda adrenalina que acompañaba a los triunfos del héroe sobre el enemigo en aquellas pachangas de ocio nostálgico.
A ‘Scott Pilgrim’ hay que agradecerle su impagable agilidad, de espíritu divertido, que revierte directamente a un estado de ánimo contagioso y colorista, que obliga al público a cohabitar en una esfera tan extraña como apasionante que va más allá del innovador ejercicio de superficialidad de la cultura popular y sus reconocibles iconos. Se trata de una invectiva dentro del siempre arcaico género de la comedia romántica. Una experiencia diferente y disonante que ilustra una variación en los componentes del cine independiente con objetivos o ‘targets’ muy delimitados gracias a esa atrevida mezcolanza de símbolos de la cultura ‘pop’ referenciales. La cinta de Wright es un ejemplo de película arriesgada y voluntariosa, tan delirante como reconstituyente. Una loa a la invención, a una libertad que fluctúa entre el tono ‘nerd’ y el ‘comic-book’ con esencia genuinamente ‘geek’.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010
PRÓXIMA REVIEW: 'Los Otros Dos (The Other Guys)', de Adam McKay.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Capítulo XXLVIII de "Cuando la realidad supera a la ficción"

1.- El vídeo corresponde a uno de los acontecimientos del día. Una horda de jóvenes estudiantes han tomado las calles de varias ciudades del Reino Unido protestando con violentas reacciones en contra de la subida del precio de la matrícula universitaria que entrará en vigor en 2012.
2. – Se trata de un fotograma de ‘Amanecer de los muertos (Dawn of the Dead)’, de Zack Snyder, concretamente el del ataque de otra horda, esta vez de zombies, a un par de furgones en el que los protagonistas tratan de escapar.
Juzgad vosotros mismos este parecido más que razonable.

El robo estimado de IMDB

Estoy muy cabreado con los de IMDB. La razón es bien sencilla. Me la han jugado, como en su día me la jugaron los indeseables de Google Adsense. La consecuencia: un rostro de incredulidad a medio camino entre la mueca de sarcasmo, mala hostia y cara de indignación que se te queda cuando suceden arbitrariedades de semejantes calado. Echando la vista atrás, recuerdo cómo allá por el año 2005, también en noviembre, los de Google Adsense me robaron todos los beneficios obtenidos gracias a la gente que había ‘clickeado’ la publicidad que inserté cuando el blog, por aquel entonces, amasaba multitudinarias cifras de visitas diarias. En este caso, no me han robado dinero, me han robado dignidad y prestigio procedente de la usurpación de nota de ‘El límite’ dentro de su hipotéticamente prestigiosa base de datos. Veamos, los votos, que siguen siendo 17, no se han incrementado ni disminuido desde hace seis años, momento en que el corto se estrenó y cuando se establecieron aquéllos dictámenes que han configurado la nota desde entonces.
Vale, sí, supongo que algunos serán amigos. Muchos de los que han plantado el 10. Otros no. Valoraron con subjetividad (o eso espero, aunque sé que influye dejarse llevar por la amistad) aquel trabajo perdido en la memoria de todos los que participamos en él y tuvieron la suerte de verlo en condiciones adecuadas. La media superaba el 7. No estaba mal. Incluso dejaron una crítica como consecuencia de la participación del corto en algún festival foráneo. Hoy, eso ya no es así. La cuestión es que, desde la última vez que eché un vistazo a mi página de IMDB (total ¿para qué? Si hace casi diez años que no ruedo nada), descubro, para mi sorpresa, cómo me han escatimado la valoración, cómo han dejado la puntuación a menos de la mitad de lo que realmente fue, insisto, hace años, el valor final dentro de esta página que, de forma absurda, parece regir los gustos e inclinaciones de un grupo representativo del total. Aunque no sea cierto. En definitiva, los amigos y no amigos que votaron me han hecho una putada a largo plazo. Y me pregunta es ¿qué culpa tenemos el equipo que se volcó en aquel rodaje y yo?
Desde IMBD aluden a unos términos aritméticos que muestran promedios de votos tabulados en lugar de promedios de datos en bruto. También se excusan en utilizar sospechosos filtros que son aplicados a los datos para eliminar y reducir de manipulación de votos. No hay posibilidad de discutir el método. Lo aplican y punto. El voto de calificación del usuario mostrado en la página de la película es un promedio tabulado. Es decir, que si tienes muchas y muy buenas calificaciones y, por el contrario, muy pocas y malas, rebajan la nota para que sea más representativa de la realidad. Con lo cual, si un amigo (o a alguien que estime valorar un trabajo) califica la película de forma positiva, la has jodido pero bien. Por lo que ahí va mi consejo: si alguna vez hacéis un corto o tenéis la suerte de hacer un largo, primero, decidle a los amigos que nunca voten con un 10, es más, que se queden en la mediocridad del 5 o del 6. Nunca pasen del 7, por mucho que les haya gustado tu trabajo y el de tu equipo. El efecto contrario debe funcionar mejor. Si todos votan con un 0 es que la cosa puede subir en el cómputo global. Tiren por abajo. Los enemigos serán los amigos y viceversa. O al menos, eso es lo que explican los señores de esta base de datos.
Da lo mismo la parcialidad, ellos operan como quieren, para hacer “más confiable las opiniones de los usuarios”. Por eso, es normal que una película recién estrenada como ‘Origen’, de Christopher Nolan esté entre las cinco mejores y más valoradas películas de esta página de toda la Historia (con 137.040 votos de 10) y todo el mundo asuma esto como una verdad. Una paradoja en la que, por supuesto, no entro a comparar aquel proyecto nuestro con este mastodonte ‘mainstream’, pero que a Nolan nadie le discuta la abismal diferencia de 10 frente a la más representativa normalidad de notas que le sigue en inferioridad. Periódicamente, dicen, que lo revisan y prueban debido a que se cometen errores en la aplicación de este método. Algo que es totalmente falso. Total, que aquel corto notable y esforzado que, con el tiempo, se había convertido, por comentarios y alusiones externas, en una pequeña pieza de culto, maldita y extraña, amada y odiada a partes iguales, ahora es, a ojos del que entre a ver la valoración en IMDB, un mediocre corto destinado a perderse en la memoria. Algunos se alegrarán porque no congenian con mi forma de ver el cine, o por cómo escribo o por una excentricidad y antipatía sinsentido. Otros lo verán normal. Incluso alguien verá cierta injusticia y amargor en mis palabras. No por el hecho en sí, que me trae sin cuidado, sino porque me entristece que la que será mi única obra, el único trabajo de mi filmografía, luzca así de triste. En cualquier caso, esta hazaña de IMDB representa un poco lo que ha sido mi carrera dentro del mundo del cine. De un 7 a un 3. En pocos años. Las promesas e ilusiones se han diluido en la mala suerte y el fracaso. Un poco, como cada cosa que he intentado en esta vida. Al fin y al cabo, este tipo de gilipolleces son las que representan el día a día y nos hacen caer y levantarnos. Por lo que la lección de vida tampoco viene mal. El enfado es lo de menos.

lunes, 22 de noviembre de 2010

'B-U-R-R-O', aquel juego de baloncesto

Cuando era un adolescente, el día a día tenía, además del cine, los cómics, los libros y alguna que otra preocupación absurda, dos grandes protagonistas en mi vida: el balón y la canasta. Era un vicio bastante adictivo, elemental para satisfacer las horas de ocio. Pasaba horas y horas jugando con los amigos, encestando, saltando, driblando, fintando, sufriendo caídas o recibiendo tapones y broncas por no bajar a defender, anotando triples consecutivos para batir simples récords, asistiendo con cierto estilo y viviendo la magia de tan antológico deporte. Recuerdo que en los espacios en los éramos un número reducido de jugadores que no llegaba al cupo para disputar un partido competitivo nuestro pasatiempo favorito, más allá del siempre aburrido ‘21’, era el ‘B-u-r-r-o’ ¿Qué diablos es eso? Se trata de un entretenimiento baloncestístico importado de Estados Unidos (allí se denomina ‘H-o-r-s-e’) y consiste en anotar una canasta o una jugada con cierta imaginación o mala baba que debe ser reproducida exactamente por el rival o contrincante. Cada vez que uno falla y no lo repite se le va sumando una letra hasta completar la palabra. El primero que termina el ‘B-u-r-r-o’ es el que pierde y así sucesivamente hasta que queda un solo vencedor. Nosotros lo hacíamos más competitivo, porque el que perdía acababa debajo de todos en un improvisado “arropa” (otra modalidad de acción algo bestia que algún día describiré) asfixiante y desalmada.
Viendo el vídeo de arriba he recordado varias cosas; primero, aquel pasatiempo en el cual jamás logramos ninguna de las imposibles canastas que se ven en él. Lo de aquí se puede observar es pura alquimia, imposibilidades hechas canastas anotadas, incluso producto de algún ‘fake’ bien hilado. Segundo, aquél anuncio televisivo con Michael Jordan y Larry Bird en el que se juegan un menú de una marca de comida rápida con este mismo procedimiento. Mítico. Por, último de qué forma los grandes nombres sacros del baloncesto actual también caen ante anónimos participantes. Es el caso de Lebron James palmando un 'H-o-r-s-e'. Sólo que cuando pierde a él no le cae encima una pila de colegas con ganas de saltar bien fuerte sobre la espalda de uno.