lunes, 21 de noviembre de 2011

'Dolls Killer', un cómic "maldito"

Hace poco terminé ‘Dolls killer’, de Sergio Bleda y Nicolas Pona, un cómic de género policiaco que tiene como protagonista a una ruda detective llamada Juliette Desanges, una astuta investigadora con un trauma del pasado que indaga en un caso que le toca de cerca: una muñeca de porcelana aparece siempre en el lugar de los diversos crímenes que se suceden a lo largo de la trama. A lo que se añade un elemento obsesivo por parte de esta mujer con una pistola caracterizada por una empuñadora reconocible que tiene que que ver con esa invocación de sus aciagos recuerdos infantiles. Inmerso en una línea de ‘serial killer’, el cómic publicado por Dolmen atesora no pocas virtudes, destacando un gran sentido del ritmo y un trazo pulcro, nervioso y sensorial como es habitual en Bleda, que acondiciona el guión perverso y subterráneo de Pona hacia un estilo donde se subraya la psicología de sus personajes y lo retorcido que abunda en la trama, logrando con ello un efecto atmosférico de claroscuros muy adecuado a una sangrienta historia de incógnitas recurrentes ubicada en Nueva York.
Sin embargo, lo más curioso del cómic es su condición de “maldito”. Previsto para tres volúmenes, la editorial francesa Soleil consideró que, debido a su escasa repercusión, el tercer número nunca viera la luz y permaneciera inédito el final de la historia. Todos aquellos que se compraron los dos primeros números se quedaron con las ganas de saber cómo concluía ‘Dolls Killer’ y que sucedía con Desanges y los asesinatos que se producen a su alrededor. Bleda lanza una pregunta más que interesante: “¿La novela gráfica está acabando con las series?”. Por fortuna, para la edición española, Bleda, Pona y Jean Luc-Istin han ilustrado con gran material lo que hubiera sido el tercer número. Así, esta edición incluye el guión, bocetos y gran cantidad de documentos extra que desvela el final del cómic.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Review 'Tintín: El secreto del unicornio (The Adventures of Tintin: Secret of the Unicorn)', de Steven Spielberg

Espectáculo de sublimado frenetismo
Spielberg traiciona voluntariamente al espíritu de Hergè sin perder de vista la constante ofrenda para, sin llegar a resultar del todo innovador, recuperar la grandeza de un cine capaz de ofrecer al espectador un sentido mágico de la aventura.
En la genealogía aventurera de Georges Prosper Remi "Hergè" se instauró un estilo revolucionario que aunaría vida y obra en un solo personaje, en un antihéroe difícil de catalogar y que podría ubicarse con la personalidad multifuncional de un chaval algo ‘infantiloide’, de rasgos adolescentes y discernimiento adulto. Más de ocho décadas después de su nacimiento, Tintín permanece con asombrosa vigencia como un mito irrepetible. Hoy en día, forma parte de la memoria colectiva, extendido a lo largo de innumerables generaciones que cayeron rendidas al culto de unas aventuras insólitas y originales, trufada de enigmas y secretos, simbolismos y testimonios históricos.
El transcurso vital enmarcado en conflictos históricos en su recorrido internacional fue concebido por Hergè con excepcional visión aventurera dentro de unos contextos geográficos de exótica esencia ambulante, dejando en el camino una deuda saldada con la Historia en auténticos tratados de erudición fidedigna y enriquecedora sobre acontecimientos claves en el devenir de nuestro mundo. Inspirado en periodistas como Joseph Kessel y Albert Londres, el intrépido reportero que vestía ridículos pantalones bombachos y peinaba insólito flequillo, convertido en héroe y testigo de la Historia, adopta en su adaptación cinematográfica por parte de Steven Spielberg y Peter Jackson un cariz ‘mainstream’ que transfiere el personaje de Hergè hacia la globalización de su leyenda literaria.
Aquéllos que crean que el respeto concienzudo y la fidelidad extrema a la obra de Hergè se da con menudencia y precisión en ‘Las venturas de Tintín: El secreto del Unicornio’ van desencaminados. Sin embargo, Spielberg no lo oculta ni disimula. En una de sus primeras secuencias, la que corresponde a la presentación de Tintín, vemos el cameo del propio Hergè, dibujando al periodista de rostro aniñado. Cuando muestra la silueta vemos al original recreado por el autor belga. Es el aserto diferencial de cómo veía Hergè a Tintín y la distancia tridimensional que le separa de esta nueva versión de Spielberg y Jackson. Por tanto, se da en el filme una honesta divergencia cohesionadora del mito a su actualización, rindiéndole un homenaje, sí, pero avanzando que toda la aventura del personaje está filtrada por una intención de novedad, que traicionará el espíritu del autor francés en varias ocasiones y se pondrá al servicio de sus propios intereses y descripción sumergida en la modernidad de la ‘performance capture’. Una técnica que, si bien escapa en cierto modo a la Teoría del Valle Inexplicable, de Masahiro Mori, matiza la opaca inexpresividad de la esencia digital de este modelo de animación para explorar nuevas vías de regocijo visual instauradas con artesanía y cognición por un Spielberg en plena forma.
El director de ‘E.T.’ comparte con Hergè la exactitud preciosista en la diversidad con la que entrelaza todo tipo de géneros, manejando un minimalismo estético centrado en la exactitud de las descripciones y de los detalles expositivos. También en la cercanía con la que se abordan los conocidos personajes de la aventuras, basándose a menudo en estereotipos que desentierran personajes o situaciones reconocibles dentro de un universo plagado de referencias hiperbolizadas de la realidad. Este ‘Tintín’ no deja de ser una referencial ofrenda caricaturesca en la que Spielberg demuestra que es el cineasta idóneo para llevar a cabo esta complicada coyuntura. Consecuentemente, Spielberg regresa con un espectáculo imprevisto, de primer orden, realzando la aventura y la impronta de Hergè, pero dejando a un lado las ergástulas concesivas al respeto excesivo y bordeando el ultraje que verán los ‘tintinólogos’ más ortodoxos con ejemplar síntesis, basada en la añoranza por la expedición narrativa de los arcaicos seriales aventureros guionizados a seis manos por Steven Moffat, Edgar Wright y Joe Cornish.
El guión condensa y toma como referencia ‘El cangrejo de las pinzas de oro’, ‘El secreto del Unicornio’ y ‘El tesoro de Rackham el Rojo’, cambiando según las necesidades, respetando el primer encuentro de Tintín y Haddock en el mítico Karaboudjan y transformando en villano absoluto Ivanovich Skharine. Incluyendo además la peripecia del Sahara con la presentación de Omar Ben Salaad y la aparición de Bianca Castafiore (es una lástima que para conocer al profesor Tornasol haya que esperar a la segunda parte). Spielberg va dibujando su propio Tintín, ostentando estrategias propias, dejándose en el camino cualquier atisbo de sátira política o discurso subversivo y renunciando también al tono europeísta de sus originales con la hipertrofia de la espectacularidad fomentada en un perímetro de adaptación lejanamente respetuosa sustituida por una vía más autónoma. De esta forma, la arraigada iconografía estilística e intraducible de Hergè no es óbice para que Spielberg dé rienda suelta a la inspiración y delirio juvenil, evidenciando un esperado resurgimiento del gran “Rey Midas” a un género que no cuajó con ‘Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal’.
‘Las venturas de Tintín: El secreto del Unicornio’ se deja ver sin complejos, como un apabullante parque de atracciones temático alrededor de la figura de Tintín, donde la intención de sorprender, de buscar un sentido mágico y revolucionario de la aventura, sin llegar a resultar del todo innovador, atesorando formas y contenidos calculados, pero no descubiertos de un modo tan categórico como cabría esperar debido, muchas veces, a la recargada sublimación de frenetismo inalcanzable cercana al videojuego y a su exposición sin aliento. Empero, hay que reconocer la agradecida traducción equilibrada de la aventura, sin perder de vista el poso tradicional donde no falta el humor, la fraternidad y sentido del honor que sigue conviviendo en esta adaptación cinematográfica de altos vuelos. Incluso Spielberg se toma la licencia de fagocitar, a modo de autoparodia, los elementos distintivos de su saga ‘Indiana Jones’ y de constantes alusiones a su propia obra; desde ese ‘Tiburón’ utilizando el flequillo de Tintín en el agua hasta todo tipo de alusiones a la saga de Indy, como ese sidecar y el lobo de mar Haddock con un bazooka. Tintín contiene en esta nueva vida fílmica el estigma de acrisolado héroe clásico con reminiscencias de una atmósfera clásica, con trasfondo de romanticismo alegórico, de entidad nostálgica, anudado en todo momento a un sentido de la acción absolutamente prodigioso en el que no faltan texturas y claroscuros, efectos y colores que recuerdan al mago Hergè. Como prototipo de cine de acción, cabe destacar la definición con la que están rodadas las escenas de acción, contribuyendo aquí con un tonelaje narrativo que deviene en emoción, trazado con maestría en ese deslumbrante plano secuencia por las calles de Bagghar que desglosa la mejor muestra de un Spielberg capaz de adaptar lo imposible y las posibilidades de la era digital a su profundo conocimiento del medio y del espectáculo.
Se echa de menos y se entiende, a su vez, la intención de Spielberg y de Jackson de facilitar su trama narrativa para que ésta sea accesible y rehusando de virajes y dobleces de la obra de Hergè, para abrir de par en par la puerta al público infantil, excediendo aquélla máxima que afirmaba que la amplitud del espíritu ‘tintinesco’ abordaba todo tipo de edades con un carácter identificativo. Y tal vez, uno de los errores del filme sea ése, el de sistematizar sus tramas hacia un público infantil y juvenil para que las andanzas de Tintín sean captadas por todo el público más pequeño, desaprovechando el surrealismo que flameaban los cómics y dejando algo huérfano de aquel tono irónico y los chistes sarcásticos que inundaron las páginas de los cómics, como sucede aquí con el fallido y extemporáneo doble acto de los Hernández y Fernández o el áurea de un capitán Haddock que convoca su sugestivo alcoholismo hacia un sexto sentido que se convierte en la clave vinculante toda la trama de su antepasado Francisco de Hadoque y la pérdida de su barco, el Unicornio, a manos de los piratas liderados por Rackham el Rojo. Un personaje destacado, pero que no recurre en exceso a su mal humor, a sus originales insultos y, en último término, a la arrolladora personalidad de la que es, sin duda, la figura más emblemática de Hergè.
A Spielberg, por el contrario, le sirve para reformular la embrionaria entidad de aquel cine de aventuras que le hizo célebre hace décadas, con inagotable capacidad autóctona de deleitar al público con constantes ráfagas de acción deslumbrante, con una intención visionaria que ralla la megalomanía, si no fuera porque la honestidad que desprende cada plano del filme responde a la admiración de Spielberg por la gran obra de Hergè. Se le perdonan esos amagos de delirio visual, como la desmedida lucha de grúas o el abordaje de los barcos de antaño y hay que aplaudir el embrujo con el que procura seguir preservando un icono de la literatura y el cómic. La primera de las cintas de la saga de ‘Tintín’ es cine escapista, técnicamente impoluto, nutrido con ilusión, diligencia y rejuvenecedora vitalidad en una función de fuegos artificiales elegante y espléndida, en el que tras su gran trabajo de diseño se atisba gran cine de aventuras imbuido de un poder imaginativo más grande que sus propios propósitos de diversión.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2011.

martes, 8 de noviembre de 2011

¿Quién ganó el debate 2011?

¿Quién ganó el debate de ayer? ¿Mariano Rajoy o Alfredo Pérez Rubalcaba? La respuesta debería ser importante. Vivimos tiempos procelosos y podría haber cierto resquicio a la esperanza… ¡Paparruchas! Lo de ayer responde más a un circo mediático popularizado y trivial. Desde un punto de vista personal, lo poco que seguí de esta (a buen seguro costosa) pantomima catódica fue la de dos candidatos oxidados, apelando a estadísticas y siguiendo un guión trazado por el interés y el estudiado ademán. Habrá cambio de gobierno, por supuesto. Pero de fondo, seguirá invariable la disposición política respecto al pueblo. Entre ellos se felicitarán y aunque varíe el cetro de uno a otro, la clase política continuará hacinada en el egocentrismo, en la demagogia y en la reiteración de un discurso cansino y embotado en la redundancia reaccionaria, venga de donde venga. Ellos son así.
Llevamos años atravesando una victoria común del partidismo y la politización, la democracia ha pasado a ser un juguete absurdo donde gane quien gane, ganan los de siempre, los que utilizan la excusa social para llenar vacías de peroratas sus nulas intenciones de variación a la compleja situación que vive el mundo. Lo de ayer no era un planteamiento de problemas y soluciones, sino una pugna por obtener o perder votos, por no hacer un ridículo manifiestamente evidentemente. El PSOE y el PP evalúan el intervalo a sus aspiraciones continuistas tan cómodas dentro de una posición hegemónica, vampirizando y anulando el individualismo ciudadano. Una vez tú y otra yo. Ahora me toca, ahora te toca. El próximo seré yo. Da igual lo que hagamos. Uno de los dos será y mientras a nosotros nos vaya bien insultándonos y pugnando de cara al público, todo seguirá igual. Independientemente de que el ciudadano sufra las inclemencias de la crisis.
La democracia que impera hoy en día es pura banalidad. Hay que ser muy inocente para creer en que un cambio es posible. Todo podrá ser mejorable, pero el cáncer seguirá absorbiendo la ilusión colectiva producida por los intereses de un estamento configurado por parásitos. Aludiendo a un texto aparecido en este mismo espacio abismal, vivimos tiempos en los que el significado original de la palabra político ha quedado muy lejos de simbolizar un servidor público. Ahora los privilegios de sus cargos son los que ciegan con la codicia de un estatus seguro y sin obstáculos para subsistir con todo tipo de lujos. La eficacia para solucionar problemas se ha convertido en un pesado lastre encubierto con mentiras, falsedad y engaños. No existen soluciones reales a los problemas que asolan a la sociedad. Los organismos del estado se establecieron para diversificar los diversos poderes; el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Hoy el gran poder es el económico, el que absorbe y erosiona las bases del mundo. El responsable de que los diferentes órganos sean capaces de abstraerse de su influencia. Los bienes públicos sirven para enmendar los errores privados. A eso hemos llegado.
Si lo que vimos ayer, ese duelo estúpido de voluntariedades contextualizadas por sus respectivos gabinetes de prensa, tan insustanciales como insultantemente falsas, sustentadas en el sofismo cronometrado, es la política que representa a España, mejor apaga y vámonos. Estamos viviendo una época de desencanto y frustración. Por fin, nos estamos dando cuenta de que toda esta panda de perdularios se está riendo de todo el pueblo en nuestras mismas narices. Lamentablemente las utopías no están al alcance de nuestra mano y el próximo día 20 de noviembre, la democracia será un espejo deformante de lo que en realidad debería ser. Para algunos ciudadanos la política, sus discursos y sus irrelevantes debates podrían equipararse a ESTO, que es lo que, en una brillante síntesis, pudimos padecer en la noche de ayer y lo que simboliza la política actual, provenga del partido que provenga.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Review 'Mientras duermes', de Jaume Balagueró

El lobo está en casa
Jaume Balagueró sabe perfilar a un monstruo humano, obsesivo y pérfido, logrando que el espectador cree un vínculo insano en el seguimiento de sus oscuras hazañas vecinales.
A lo largo de la historia cinematográfica, el miedo ha tenido tantas mutaciones que a veces es complicado reconocerlo. El miedo desafía los espacios y las certezas de lo que uno está viendo y viene a confrontar la realidad cuando ese terror anida dentro del hogar de cada uno, identificando y unificando esa intimidad que compartimos en nuestra privacidad que no aparenta ninguna amenaza. Sin embargo, es donde el ser humano es más vulnerable, por lo que una amenaza en el territorio propio debilita y termina por anular cualquier tipo de inmunidad. El miedo a la invasión de nuestro espacio personal o de nuestra propiedad puede ser el contexto salvaje en el que cuestionar la fragilidad.
Eso es lo que parece sugerir Jaume Balagueró con esta turbadora fábula que confecciona desde su inicio, con una voz en off taciturna y desolada, a un monstruo confeccionado a través de la envidia, sumido en una constante crisis que provoca en él una irreversible desazón por ser infeliz, que tienta cada día al suicidio por llevar una vida vacía y de frustración. ‘Mientras duermes’ presenta y se sostiene, casi de forma unilateral, en uno de los mayores hijos de puta que haya dado el cine en mucho tiempo; un enfermo obsesivo que opera quirúrgicamente en la vida privada de sus vecinos, pero que también expone un hombre solitario y oscuro cuya descripción psicológica resulta angustiosa e incluso conmovedora.
La octava película de Balagueró (la quinta en solitario) asume con delineación patógena la senda del guión de Alberto Marini para escarbar con frialdad en la presentación y desarrollo de este personaje; desde su metodismo a la hora de configurar sus pasos, su día a día y oscura rutina, hasta llegar a crear una especie de ‘feedback’, un vínculo insano entre el espectador y el personaje con el seguimiento de sus hazañas vecinales. Se trata, por tanto, de un ejercicio de manipulación, de reciprocidad por parte de un público que se mete en la piel del lobo y llega a desear que sus conquistas se consumen, agazapados debajo de una cama esperando que llegue el momento para actuar y hacer el mal. En ese sentido, Balagueró sabe perfilar a su alimaña para que todo resulte creíble y que el odio a la representación de la bondad y de la felicidad que simboliza esa vecina del 5º B pizpireta y radiante que es Clara, siempre con su sempiterna sonrisa a pesar de los males que le aquejan provocados por su aterrador portero, lleguen a molestar. Sin necesidad de falsas excusas ni cortadas, aquí el antihéroe es un ogro que se alimenta del dolor ajeno para sentirse vivo, como un vampiro que subsiste cuanto más sufrimiento y angustia existe a su alrededor y que aspira a que los demás sepan lo que es sufrir tal y como sufre él.
Con el talento visual que le da un extenso bagaje en el género, en esta ocasión el director ilerdense sigue investigando los caminos del mal en estado puro, si bien se aleja sutilmente del terror clásico y de las fórmulas tan bien urdidas que había mostrado en su impecable filmografía adscrita al género. Aquí no existe el efecto, el susto provocado por ese momento inesperado con golpe sonoro, ni la recreación sensacionalista del terror. A Balagueró le interesa ir consumando su manifiesto mediante las emociones, a través del desaguisado psicológico y metódico de su desequilibrado personaje, creando una atmósfera concreta y reconocible, controlando su puesta en escena para que todo resulte eficaz.
En ‘Mientras duermes’, no obstante, no abunda un excedente de originalidad. No cuenta una historia que no hayamos podido ver a lo largo de los últimos años en multitud de ocasiones. Sin embargo, bajo ese manto de obviedad se esconden algunos de los temas interesantes más interesantes de esta obra de Balagueró, porque el miedo está desglosado en varios frentes; no sólo en la idea demoníaca de ese portero que disfruta haciendo el mal a sus semejantes, si no en el propio temor autoasumido a ser normal de éste, a sentirse tan sólo y despojado de humanidad que ve imposibilitada una conducta estandarizada dentro de un colectivo. De ahí que César disfrute gozosamente al narrar su problemática a una anciana de un centro hospitalario de la que el espectador puede sospechar que es su atormentada madre, pero a su vez que tampoco tenga un vínculo con este monstruo más allá de ser víctima de sus oscuros planes vitales.
A ‘Mientras duermes’ se le perdona incluso alguna falta a la verosimilitud, de ingenuidad a algunos resquicios o dobleces en los movimientos de las acciones, a algunos personajes que sirven de excusa como circunloquio para justificar algún giro argumental o de las causas y efectos que producen algunos de los momentos más confusos del filme. No importa. Balagueró consuma una muestra impoluta de terror cotidiano que juega astutamente con la sensación de angustia intensa que atrapa y acojona desde las entrañas de ese portero que se deleita con macabra y enfermiza obsesión por hacer daño a sus vecinos y cuyo objetivo final es la progresiva destrucción de una felicidad manchada de espeluznante horror en un plano final desolador. Es el colofón para que nociones como seguridad y estabilidad queden destrozadas por la perturbada e inquitante intención de un cineasta desprovisto de complejos a la hora de hablar del lado más oscuro del ser humano. Y sí, lo de Luis Tosar empieza a dar miedo con tanto desbordante talento, ejerciendo su función con una capacidad interpretativa tan absolutamente dotada para la excelencia que casi sobran los elogios y los cumplidos. Está simplemente brutal.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2011
PRÓXIMA REVIEW: 'Tintín: El secreto del unicornio (The Adventures of Tintin: Secret of the Unicorn)', de Steven Spielberg.

viernes, 28 de octubre de 2011

Tintín: un antihéroe antológico

Cuando en 1929 Georges Prosper Remi, el gran Hergè, lanzó a Tintín a las páginas del diario ultraconservador ‘Le Petit Vingtième’ no podía imaginar que su vida estaría voluntariamente hipotecada a este personaje. No le importó. Con él desarrolló un mundo de aventuras fascinantes, que fueron y seguirán siendo cumbre del noveno arte y referencia inagotable de importantes autores ulteriores. Su primera aventura fue ‘Tintin en el país de los soviets’, relato antibolchevique que parodiaba a los rusos comunistas de entonces. Tintín es un antihéroe difícil de catalogar, que podía ubicarse con la personalidad multifuncional de un chaval algo infantiloide, de rasgos adolescentes y discernimiento adulto. Esta poligénesis de personalidad matizaría los valores universales de un mito que hoy, con el paso de los años, ha sido injustamente olvidado hasta la llegada, esta misma semana, de la adaptación cinematográfica que han llevado a cabo dos de los grandes visionarios del cine contemporáneo: Steven Spielberg y Peter Jackson. Tintín forma parte de la memoria colectiva extendida a lo largo de innumerables generaciones que cayeron rendidas al culto de unas aventuras insólitas y originales, trufada de enigmas y secretos, simbolismos y testimonios históricos. El joven periodista no tenía ninguna peculiaridad que le hicieran especial, sólo su sagaz perspicacia, su arrojo y un atuendo abstracto y algo señorial que contrastaba con su rostro de crío sempiterno.
El acercamiento a Tintín llevaba a la incertidumbre de una dudosa empatía, pues en el fondo es un personaje algo antipático y sabiondo, con polémico aire asexuado que hizo que controvertidos argüidores sobre la figura del cómic como Matthew Parris aseveraran su inequívoca condición homosexual e incluso algunos ultracatólicos no dudan en elevarle a ejemplo paradigmático de verdadero héroe cristiano por su conducta y valores intachables. Sin embargo si nos tuviéramos que quedar con una hipótesis surreal sería la de Claude Cyr, profesor de medicina de la Universidad Sherbrooke, de Québec, que atribuía a los innumerables golpes en la cabeza y pérdidas de conocimiento que Tintín sufre a lo largo de sus aventuras el efecto nocivo llamado hipogonadismo hipogonadrotópico, que afectó a su reducción de hormonas del crecimiento y a un retraso de la pubertad. De ahí su aspecto algo infantil. Más allá de patrañas teóricas acerca de su oculta vida privada o sobre su genética, cierto es que Tintín jamás como reportero aparece escribiendo un artículo o ejerciendo la labor periodista que se le supone, lo que le da cierta neutralidad, atribuyéndole un inequívoco aire enigmático y reservado. En el fondo, su esencia se resume en la capacidad de seguir como factor de acompañamiento a los personajes secundarios, como si el lector asumiera la personalidad neutra de Tintín para acomodar los objetivos a la interacción con el grupo de personalidades más extravagantes del universo de Hergè.
Por eso, Tintín, acompañado de su inseparable fox terrier Milú (confidente y conciencia asumida de la realidad), se ve ensombrecido en parte de la obra ‘tintinológica’ por la figura del capitán Haddock, ese ‘bon vivant’ al que le gusta beber y que se perfila como el personaje con más enjundia de cuantos creó Hergé. El viejo lobo marino ostenta una opulencia de rasgos y personalidad que bien podría equipararse a grandes figuras novelescas de la Historia y que tan bien define el volumen ‘La estrella misteriosa’. Tampoco podemos olvidar a icónicos personajes como el científico loco y excéntrico Silvestre Tornasol, ideado gracias a una imagen del profesor Auguste Piccard (un amigo de Hergé) o a los obstinados Hernández y Fernández, esos compañeros mimetizados el uno en el otro pertenecientes a la policía judicial dispuestos a detener a nuestro héroe. El elenco podría completarse con Bianca Castafiore, único personaje femenino todo este entramado aventurero. Todos los que escoltan a Tintín constituyen un simbolismo a lo que fueron Gawain, Perceval, Parsifal o Galahad, entre otros, en su inapelable búsqueda del Santo Grial. Las aventuras de Tintín son, en el fondo, como un juego de tablero en el que ir conociendo más pistas sobre ese secreto a desvelar, siguiendo un intachable código de honor a través de sus viajes dentro de un entorno de deferencia a las culturas milenarias y el aprendizaje de las mismas, donde la arquitectura es tan fundamental en sus peligrosas travesías.
La extensa bibliografía protagonizada por el personaje de Hergè se compone de obras maestras, de volúmenes inspirados en relación a sus diversos puntos de vista que abarcan una temática de riqueza apasionante, cuestionando moral y razón, teorizando sobre el arte y la ciencia, incluso adelantándose proféticamente al Apolo XI catorce años antes con ‘Aterrizaje en la Luna’ en el año 1954. A lo largo y ancho del mundo, Tintín desgranó los más emocionantes misterios, desde América, con una descripción particularmente anacrónica de los Estados Unidos de la época, pasando por el Congo bajo una visión poco secular de África como tierra de misiones, el faraónico Egipto, una China ocupada por el Japón Imperial hasta llegar a un Tibet donde no podía faltar el Yeti. Los volúmenes de Hergè son auténticos tratados de enseñanzas ocultas y enriquecedoras; ‘El Cetro de Ottokar’, ‘El Secreto del Unicornio’, ‘Las Joyas de la Castafiore’, ‘Tintín y los Pícaros’, ‘El Asunto Tornasol’, ‘Vuelo 714 para Sidney’… imponen una percepción de la aventura en estado puro, incomparable y necesaria.

miércoles, 26 de octubre de 2011

'Lemmy contra Alphaville': Exégesis romántica de la Ciencia Ficción

El detective creado por Peter Cheney, Lemmy Caution, trabaja como agente 003 de los Países Exteriores haciéndose pasar por reportero del periódico Figaro Pravda. Lo que más le gusta en este mundo, son las bellas mujeres y el oro. Caution tiene un nuevo cometido: llegar a Alphaville, una ciudad nocturna y silenciosa, una capital de otra galaxia, futurista y lacónica, para realizar una importante y peligrosa misión: acabar con el villano Alpha 60.
Alpha 60 es un superordenador, anticipación de HAL 9000, que se comunica con los ciudadanos mediante una tremebunda voz, sumiendo en el miedo a toda una sociedad de humanos que viven bajo su yugo dictatorial. Los ciudadanos están atemorizados. Tanto es así, que llevan un número grabado en el cuello y los espacios donde se mueven son tan gélidos que apenas hay comunicación. El agente Caution llega a Alaphaville con la intención de atrapar al ‘Mad’ Doctor Nosferatu para llegar así hasta Alpha 60.
La iconografía del género de ciencia ficción poco habla de esta película de Jean Luc-Godard. En ‘Lemmy contra Alphaville’, el realizador galo expresa el futuro con una terminante simplicidad, sin recurrir a efectos especiales ni ficticias simulaciones estéticas. Le basta con mostrar Paris desde discordantes perspectivas, con fosforecidos trenes bajo la noche, mostrando a una sociedad que habla hieráticamente a través de pequeñas pantallas. Nada nuevo que destacar al respeto, pero sí cuando Godard confronta algunos códigos comunes universales, como la negación para afirmar y la aserción para refutar. Una ilógica que sigue constante en una película apasionante y extraña como pocas.
Tan extraña como romántica en su sentido de la regeneración argumental del género, ‘Lemmy contra Alphaville’, contiene un sentido lírico algo melindroso y arrogante, debido a ese deliberado esquema donde predomina lo bello, donde florece con fuerza el idealismo pasional dentro de un mundo glacial y hostil. A Godard más que importarle la ficción narrativa protagonizada por Lemmy Caution y el dúo malévolo Alpha 60 y Nosferatu, ahonda en la historia de amor y magisterio que se establece entre el agente y la hija de Nosferatu, Natacha, a la que alecciona sobre conceptos tan improcedentes en la ciencia ficción como son el amor y los sentimientos. Hermosa confección de una inolvidable antiutopía de un exótico clasicismo, cabe destacar también las estimulantes presencias de Eddie Constantine, Anna Karina, Akin Tamiroff y uno de los fetiches de la mejor época de Jess Franco, el ínclito Howard Vernon.

viernes, 21 de octubre de 2011

Review 'Crazy, Stupid, Love (Crazy, Stupid, Love)', de Glen Ficarra y John Recua

Regreso a la adolescencia sentimental
Ficarra y Recua brindan una comedia romántica con componentes dramáticos que, pese a sus estupendos diálogos e inspirado reparto, se muestra demasiado inocente y conservadora bajo su aspecto de comedia sofisticada y vanguardista.
Glen Ficarra y John Recua sorprendieron hace años con su guión de locura navideña en ‘Bad Santa’, comedia irredenta de malsano humor negro sobre aquellos perdedores a los que el patetismo existencial que aúna la frustración y el fracaso en contra del conservadurismo propicio de las Navidades. Su paso a la dirección de carácter binómico llegó con ‘Philip Morris, ¡te quiero!’, de nuevo otra comedia dramática y carcelaria sobre el ‘amour fou’ entre dos hombres que escondía un cuestionamiento a las oscuras formas de poder de mano de las grandes corporaciones. Su tercera película, por supuesto, no podía inscribirse en otro género que no fuera la comedia. ‘Crazy, stupid, love’ gira en torno a un hombre gris que se replantea seriamente su situación personal cuando su mujer le confiesa su adulterio y su desaliento en una relación destruida por la rutina y la incomunicación.
Tras una reflexión sobre el tiempo perdido y la vida sentimental dilapidada por el fracaso, reformula su situación para lanzarse al noble arte de la seducción. Partiendo de esta base, la comedia va fluyendo desde el propósito de concebir a los adultos actuando como jóvenes sedientos de experiencias, recuperando torpemente un universo que se ha enmohecido con el paso del tiempo; es decir, ese tipo de enamoramiento juvenil en el que no importa el rechazo y la humillación si se cree en el amor. No falta el ligón compulsivo con necesidades afectivas que transforma, sin ningún tipo de pretexto y cual Pigmalión, a nuestro antihéroe emocional y torpe en un enérgico playboy de éxito, mientras su hijo adolescente quiere montárselo con la canguro que, a su vez, despierta su pasión arrastrada por el acomodado nuevo magnetismo del padre.
‘Crazy, stupid love’ es así una comedia de enredo, donde el diálogo y la superposición de tramas y fondo coral circula alrededor de la figura de un Steve Carell que constituye el sustentáculo del guión de Dan Fogelman, el escritor de las dos cintas de animación de ‘Cars’ y que fragua su solidez en la agilidad con la que se intercalan las tramas románticas; bien sean de amores perdidos, de pasión idílica, de sentimientos imposibles, de polvos pasajeros… Sin embargo, la gran atracción de la función se asienta en el incandescente Carell, que vuelve a componer con asombrosa facilidad ese papel por el que empieza a caer en la monotonía del encasillamiento; un tipo de buen corazón, algo despistado, con cierto aire burgués y representante de la pulcritud que esconde una vida vacía sin la capacidad de sostener un matrimonio consumido por la desidia.
Pero lo cierto, es que el cómico impone una clase y un talento por la cual que se le perdona cualquier reincidencia en sus roles, de los que siempre sale muy bien parado. El tono agridulce salpica su metraje de momentos de auténtica comedia de calidad, que empieza con la transformación de un hombre al que despojan de sus zapatillas New Balance y una anacrónica cartera de velero y alcanza su cúlmen con el momento ‘Dirty Dancing’, que condecora su tarea dentro del género con algunos trazos de brillantez que también tiene sus momentos de bajón con ese clímax (pelea incluida) para alcanzar su previsible ‘happy end’.
Es una pena que, de fondo, el filme venga sellado por algunos tópicos y artificios que hacen que el fantástico arranque se vaya convirtiendo en algo insustancial, debido, sobre todo, a la corrección política y al fondo moralista que lleva arraigado su mensaje esperanzador sobre el amor y su importancia dentro de nuestras vidas. El problema de ‘Crazy, stupid, love’ es que, bajo el aspecto de comedia sofisticada y vanguardista, es demasiado inocente y conservadora. Le habría echo falta algo más picardía y una pérdida de concesiones a la compostura. Un discurso sobre lo importante que es tomar la iniciativa en esta vida, no traicionarse nunca a sí mismo y la perseverancia son algunos de los mensajes tan apaciguadores inscritos en sus intenciones como propuesta romántica.
Destaca además un elenco que sigue a ese genio de la miscelánea cómica y patética con la que dota a su rol el gran Carell, el genial Ryan Gosling, que demuestra saber moverse fuera del ‘indie’ alejado de personajes de sobrepeso dramático para ofrecer una recreación chulesca y entrañable del ‘fucker’ de discoteca que anhela poder mostrar sus emociones para conquistar a una Emma Stone que se está labrando una estupenda carrera con el acierto de sus comedias. Julianne Moore, Kevin Bacon, una histriónica y siempre gratificante Marisa Tomei son también fundamentales para esta película que es efectiva debido al equilibrio que existe entre lo absurdo y lo trascendental, entre la comedia romántica y el drama familiar. Pero nada más.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2011
PRÓXIMAS REVIEWS: 'Mientras Duermes', de Jaume Balagueró.

martes, 18 de octubre de 2011

DIARIO DE RODAJE ‘3665’ (y V)

05 de SEPTIEMBRE de 2011: El jardín y el final
La mañana trazó un plan que debíamos seguir a rajatabla. Había que rodar con la luz de sol antes de que saliera más de la cuenta. Exigencia razonable de Álvaro, el director de foto, que cuidó con esmero la calidad luminosa de todas las imágenes con completa minuciosidad. Y así debía ser. A pesar de que “Zama” llegó tarde, todos estábamos apostados en una vía de tren abandonada, en las inmediaciones de Salamanca, cerca de donde rodamos la casi totalidad del corto. En ella se rodaron algunos de los primeros planos del cortometraje. Coincidió además con el primer día de calor real del rodaje, con un sol que empezaba a picar y una sensación térmica de esas de playa seca, sin agua, que confieren las zonas del centro de la península.
Es entonces cuando Raúl Prieto, que vino dejando a todos boquiabiertos con su interpretación llena de ‘fisicidad’ y entereza actoral abordando con una profesionalidad fuera de lo común cualquier reto que se le pusiera, ofreció una angustiosa composición interpretativa en un plano que dejó a todos boquiabiertos. Ver actuar a Raúl es como montarse en una montaña rusa. Observar sus ‘loops’ interpretativos ofrece una sensación alucinante; la forma en que acomoda y matiza el carácter del personaje, cómo se desvive por resultar creíble y real… Embobados, vimos cómo hizo que el sufrimiento del Hombre Errante fuera capaz de poner un nudo en la garganta de todos los que mirábamos. Raúl es un espectáculo interpretativo en sí mismo. El actor perfecto. El puto amo de este oficio.
Era un día de cambio de localizaciones. Comparado a los otros días de rodaje fue como una excursión continúa. Por la mañana, la vía abandonada. Y después, a otra vieja nave jamonera de Mercasalamanca, con el olor rancio de las patas de marranos aún impregnada en sus paredes, pero enmohecida por el paso del tiempo. Jorge Cáceres vino en nuestra ayuda para labores de producción. Lo cierto es que este amigo es el comodín perfecto en cualquier rodaje. Y no lo escribo de forma peyorativa. Todo lo contrario. Es proactivo y multifuncional. Tan pronto echa una mano en producción, como que cambia un foco, ayuda a ‘atrezar’, barre si hace falta porque la secuencia lo exige… echa abajo una puerta, ayuda en cámara… Un todoterreno que no se detiene ante la adversidad.
Salimos de la lonja para meternos en una enorme sala que hace las funciones de enfermería, donde transcurriría otra de las partes fundamentales del corto. El reparto se completaba con la aparición de la actriz Marta Benito (que estuvo desde primera hora de la mañana atenta a nuestros movimientos para familiarizarse con el equipo) y con el pequeño Ángel González Fraile, hijo de unos amigos (dueños del Bar Gema) y poseedor de un rostro muy agradecido a la hora de filmar. Marta lleva gran parte de su vida haciendo teatro en la Compañía Etón, junto a Ángel González Quesada, gran amigo y actor que fuera el oscuro Fred en ‘El Límite’. Y os puedo asegurar que es una de las mejores actrices que tenemos en esta ciudad, con una capacidad dramática absolutamente desbordante. Por cierto, que Quesada se pasó a saludarnos y se produjo el encuentro entre los dos actores de aquella experiencia cortometrajística de hace nueve años. El pequeño Ángel, por su parte, era la primera vez que se ponía delante de una cámara. Menudo descubrimiento. Qué magnetismo tiene su rostro. Los dos dieron lo mejor, su porte más triste y dramático, subyugando con miradas que darán el componente dramático al final de ‘3665’. Es una pasada trabajar con gente tan entregada. En otro orden de cosas, permanecer en un cementerio vacío de jamones debería haber ilustrado nuestros deseos culinarios para el último día, que se viviría como una pequeña fiesta. Pero el catering, compuesto por una menestra de verduras aceitosa y una carne guisada con patatas hizo la comida la más efímera y frustrante de todas.
De cualquier modo, y otra vez con prisa, había que abandonar para siempre Mercasalamanca. Antes, Hernán Martín (del que provienen la casi totalidad de las fotos que han ido apareciendo en este diario), que durante todos los días estuvo grabando y fotografiando cualquier movimiento que se produjera durante el rodaje, hizo la foto de familia. El siguiente objetivo era colarnos en un lugar bastante iconográfico de Salamanca: el Colegio abandonado de los Padres Paùles. El sitio es otro de esos hallazgos que pone los pelos de punta. Parece que en esta ciudad me he especializado en encontrar lugares que sean arquetipos de casas del terror, de muerte y aislamiento, de destrucción y símbolo del paso de los años. El abandono no es lo que le confiere un céfiro mortecino, sino su estructura claustrofóbica, sus pasillos interminables y su luz apagada que hacen de él un territorio idóneo para estremecerse de miedo. La verdad es que no había tiempo para este tipo de paridas. Cuando llegamos, intentamos acceder al jardín, desatendido desde hace décadas y lleno de maleza. Mala suerte. No había manera. Yo aseguré a todo el equipo que se podía entrar sin dificultad. Tengo que reconocer que les estaba mintiendo. Había recorrido varias veces el edificio, pero nunca había estado ‘in situ’ en aquel jardín. Siempre había supuesto que no sería difícil acceder a él. Me equivoqué. Buscamos una salida y por momentos pensé que el cortometraje se quedaba sin final. Así de fácil, en un suspiro. Por gilipollas. Empero, el destino me guardó un último as en la manga y después de que yo saltara por una ventana a más de dos metros del suelo para intentar buscar una solución, las voces del grupo se oyeron cercanas. Era la hora de poner a prueba el modo “guerrilla” del grupo. Había una ventanilla a ras del suelo por donde (en este orden) la Red One, Jairo, Álvaro y Álex consiguieron acceder. Lo habíamos conseguido.
Poco después, la sorpresa: un anciano paseaba ajeno a todo por allí, como si fuera su casa. Yo imaginé que sería un encargado o algún puesto similar y me dirigí a él con la intención de pedirle permiso para rodar cortésmente. “Yo estoy aquí como vosotros. Me he colado”. Cuando nos dijo por dónde había entrado, nuestro rostro definió muy bien una mueca de ridículo. Un acceso por la valla exterior, sin ningún obstáculo para entrar, era la puerta hacia el jardín. Nos dijo: “¿Habéis entrado como los topillos? ¿Arrastrándoos?”. Y se fue descojonándose de nosotros. Fue la última anécdota de un día que impuso de nuevo la premura que había golpeado cada día con un imperativo: la luz se iba. Los tres planos restantes entraron dentro del plan previsto. La luz del sol iluminó al caer la tarde el último plano del corto. Una coincidencia poética y casual que dejó ese emotivo golpe de la claqueta, la final, pero también la única de todo el rodaje, ya que se ha grabado todo sin sonido, en plan bilbainada.
Con la conclusión llegó el relax. Un trozo de empanada nos supo a gloria y las despedidas de parte del equipo se iban produciendo. Estábamos citados para la celebración ésa misma noche. Sólo unos pocos reunimos las fuerzas suficientes para bajar a dar lo poco que nos quedaba dentro. Muchos se levantaban muy pronto a la mañana siguiente. Yo, por mi parte, sabedor de las pocas horas acumuladas de sueño y la adrenalina quemada, tanteé la capacidad de aguante de mi cuerpo y no conseguí seguir el ritmo de la apoteosis. Álvaro, Jairo y el gran Jas se retiraron pronto. Estaban agotados. Sólo “Zama”, Hernán, Raúl y Alfonso fueron capaces de continuar la noche de fiesta. El agotamiento me abrazó y me tumbó, allí mismo, en el mítico bar Paniagua. Caí literalmente fulminado, muerto de felicidad. El cansancio venía en el ‘pack’ con la recompensa de haber terminado y la promesa de una cama que acogería mis sueños. Pero éstos habían tenido lugar como uno sólo, durante cuatro días atrás. A mí me hubiera gustado quedarme hasta el final y recomponerme para pillarme una merecida y colosal taja. No fue así. Lo reconozco: debe ser que estoy mayor.
La mañana siguiente, con algo de resaca incluida, despedí y ayudé a los que se fueron a sus respectivas ciudades después de compartir este tránsito vital. El rodaje de ‘3665’ había llegado a su fin. Aunque no fuera más que el principio de un largo periplo de postproducción que durará meses y meses hasta que vea la luz. Incluso hoy, más de un mes después de aquello, me siento extraño sin tener que volver a ir a rodar. La dura realidad se impone. Lógico, diréis. Lo bueno se acaba pronto, pero tengo un pedacito de sueño cumplido. Ha sido maravilloso trabajar con gente que pone tanto de sí misma por un bien común. Pero también descubro que las sensaciones han sido bien diferentes a las que viví cuando rodé ‘El límite’, nueve años atrás; la inocencia parece haber cambiado fugazmente. Sigue siendo la misma, sólo que ahora la ilusión parece haberse transformado en seriedad y profesionalidad a la hora de sacar adelante este proyecto. Queda mucho camino. Será una travesía llena de desencantos y obstáculos, de problemas y de monstruos que habrá que vencer. Lo que me lleva a luchar por ello es el sacrificio de los demás, que pasaron cuatro días con un deseo: disfrutar de este trabajo cristalizado en imágenes. Mi tesón por dibujar de nuevo una historia en formato de corto, una fábula que todos podrán ver tarde o temprano, ya está aquí.
Y la gesta de ‘3665’ no ha hecho más que comenzar…

viernes, 14 de octubre de 2011

DIARIO DE RODAJE ‘3665’ (IV)

04 de SEPTIEMBRE de 2011: Vivir rodando
Una de las personas más importantes de este cortometraje ha sido Myrian Trujillano. Ella ha sido el elemento fundamental para que muchas de las cosas sin las que el rodaje no se hubiera producido hayan estado en su sitio. Era la primera vez que volcaba sus esfuerzos en un proyecto de este tipo, pero no la primera en ejercer las funciones de producción. Lleva muchos años currando para que otros mastodónticos designios, sin ser cinematográficos, hayan emergido de la nada. ‘3665’ pertenece mucho a Myri, porque ha puesto todo su afán de trabajo y esfuerzo en que no faltara nada. Es inigualable y admirable a partes iguales.
Comenzamos el rodaje en el mismo momento en que el sol hizo su aparición. Ese instante en que los borrachos llegan a casa con una bolsa de churros en la mano y la desesperanza de la arcada en la boca, cuando los servicios de limpieza refrescan las calles de una noche de juerga interminable y hedionda y los más madrugadores aprovechan la soledad de la calles para pasear. Emprendimos la jornada entre escaleras, persecuciones y más disparos. Un señor mayor que iba a una nave adyacente asomo por una ventana y estuvo a punto de estropear un plano. Nos preguntó que si habíamos comprado el recinto. Una pregunta bastante estúpida. Cuando le dijimos qué estábamos haciendo, nos espetó con un acento muy charro “¡Aaah! Que sois los del cine, los del artisteo”. Nunca dejará de sorprenderme mucha de la gente que vive en esta ciudad.
Todo parecía indicar que no íbamos a pasar el trance del día anterior. Qué equivocados estábamos. Cuando uno trabaja al límite, ajustando la luz natural y rodando escenas de violencia y luchas, de disparos y sangre, el tiempo se reduce a la mitad. Estoy convencido de que rodando una conversación de una pareja en una calle a mitad de la noche o a un fulano soltando un soliloquio existencial en exterior y con lluvia no tiene tanta complicación técnica que vaya más allá de la de una buena iluminación y la modulación de unas buenas interpretaciones. Aquí no. Con escenas de este tipo se une todo; tienes que estar atento a la luz, a la interpretación, pero también a ver si la gestualidad física es la adecuada, el elemento de movimientos responde a la perfección, los efectos de sangre saltan a su debido tiempo, coordinar el forcejeo para que quede creíble, hacer la vida del foquista un infierno en el que ejerce casi de coreógrafo para no perder comba. Un caos que relativiza en ocasiones los grandes problemas y amplifica los pormenores. Creíamos que estaba todo controlado, sí. Pero fue un poco más de lo mismo. Terminamos con el tiempo justo. La luz se iba por el horizonte y aún no habíamos terminado la jornada y quedaban planos fundamentales para el montaje final.
David Maes, que personifica al Rastreador número 2, jamás se había puesto delante de una cámara. Podía haber supuesto otro conflicto. Pero todo lo contrario. No importó. Alguien como él era algo que había buscado desde el principio. El personaje debía beneficiarse de esta condición de inexperiencia e inocencia, pensado como un personaje de movimientos aparentemente mecánicos, pero de inquietud y sentimientos muy humanos. Su tesón y paciencia se verán recompensados con una legendaria composición. Hizo todo lo que le dijimos, con sorprendente imperturbabilidad y profesionalidad casi doliente. Una gran persona humana, como los chavales que se unieron a última hora al equipo, llamados con urgencia por un servidor, metiéndoles en el marrón de un cortometraje del que no sabían apenas ni el título.
Álex Vega ejerció de eléctrico, pero echó una mano en otros campos, activo y diligente en acatar decisiones y anticipándose muchas veces a la orden, haciendo de su esfuerzo un reconocido trabajo al límite. Increíble lo de este chico. También Raúl Flory, sin cuya ayuda Myri no podría haber abarcado su trabajo como lo ha hecho. Ellos simbolizan el futuro de esta profesión, no importa en qué rama. Me gustaría pensar que ‘3665’ será un escalón más en sus respectivas carreras y espero que hayan aprendido algo de todo esto. Yo, al menos, sigo sorprendiéndome de lo que puede dar la gente por este tipo de trabajos no remunerados y del empeño que se pone cada minuto que transcurre. El día que acabó con alguna que otra discusión sobre la luz y el eje, ése tema tan recurrente dentro de cualquier rodaje. De repente, cuando todo parece claro las brumas de la indecisión parecen caer cuando menos te lo esperas y se produce ese instante de confusión, de duda, de imprevisible acongojo por una variación extraña, por un encuadre que no se vincula en montaje con el anterior. Ése momento fatídico en el que unos piensan una cosa y los demás la antagónica. Dos flancos que defienden su postura realzando el conflicto con el tiempo. Una sombra de un brazo apuntando con arma se contrapone con una mejora estética del mismo plano desde otra perspectiva, pero imposible para que nos lo creamos. Que sí, que no… Y no hay más cojones que rodar dos versiones. Sucede en todos los rodajes. Y es algo contra lo que siempre habrá que luchar. Pero si unen posturas y se llega a buen fin, todo sea por ese componente didáctico que conlleva este tipo de sanos enfrentamientos que, a la larga, hace ver una cooperación colectiva más unida. Al menos, así lo veo yo.
Con la incertidumbre de la noche cayendo sobre Salamanca y la necesidad de que la luz diurna aún durara un poco más finalizamos con el tiempo justo con un largo y suave ‘travelling’ que nos deja a todos la satisfacción del trabajo bien hecho. Cuando nos vamos a felicitar por ello ¡un momento! “hay una mochila en uno de los habitáculos contiguos y sale en plano”. Nos miramos como si Jack Bauer nos estuviera apuntando a la cabeza con un bazoka. Sin embargo, ahí está Jas, el mago de los efectos especiales que se apresura a decir: “eso lo quito yo con la punta del rabo”. Bueno, seguro que no dijo esto exactamente porque es un chico muy educado y agradable, pero yo lo escuché así. O al menos, así necesitaba oírlo. Es lo que tiene tener a elementos humanos tan fundamentales en un rodaje. Solventada la jornada, el relax llegó en casa en forma de pizzas, algo de cerveza y amistosos diálogos sobre el cine, la vida y la jornada del día siguiente, que sería último y definitivo de un corto que estaba a punto de llegar a su fin. Un día más y el sueño del trabajo bien hecho conformaría mi deseo: saber que tenía una nueva vida fílmica cuando uno escucha la frase: “claqueta final”.
Me quedé un rato meditando, echando la vista atrás y analizando el recorrido que me había situado en ese momento, en ése instante de euforia y fruición que es lo más parecido a la felicidad que se puede encontrar dentro de este medio. Como vivir en Obvilion. Cuando todo el mundo dormía, fue cuando mejor entró otra de esas laxativas cervezas, revisando planes y reflexionando hasta altas horas de la madrugada. Es una de las pocas formas de liberar parte de la tensión acumulada. Parecía que no quería dormir. Pero lo cierto es que me regodeaba disfrutando el instante, absorbiendo cada minuto de estos días en los que quería saborear esta vida absurda y deliciosa que supone vivir rodando.

martes, 11 de octubre de 2011

DIARIO DE RODAJE ‘3665’ (III)

03 de SEPTIEMBRE de 2011: La urgencia crea monstruos
Los sábados por la mañana uno está acostumbrado a dormir, a tener resaca, a ir de compras, de barbacoa, de turismo, de cañas… pero la satisfacción festiva se amplifica cuando uno tiene que rodar. Porque, no nos engañemos; todos los rodajes son duros y extenuantes, a veces pesadillescos, pero a la vez son como una fiesta en forma de desafío. El sábado estuvo marcado por una secuencia complicada para la cual hubo que componer una estrategia de trabajo y planificación pormenorizada. Por mucho que ésta fuera totalmente metódica, llevó un tiempo excesivo. El momento en que el Errante encuentra la clave del cortometraje en forma de caja de música se hizo eterno. Primero, con un plano master, después con una infinidad de planos en la que puede ser la secuencia mejor cubierta de la historia del cortometraje español. No montarlo bien sería imposible. Todo quedó estupendamente. Muy bien, sí. Sin embargo, se produjo un retraso de casi dos horas sobre el plan. Entre nervios, patatas fritas y refrescos variados, la mañana fue viniéndose con un cielo gris que no auguraba nada nuevo.
A primera hora vino a Mercasalamanca Néstor Gómez, un jovencísimo actor zamorano que sufrió la fría climatología y una larga sesión de maquillaje para un par de planos. A veces, la profesión actoral es así de ingrata. Interpreta a un hombre famélico, una especie de zombie enflaquecido que ha logrado sobrevivir a la Hecatombe que describe la historia y malvive en el edificio de ‘3665’ acuciado por el hambre y la desesperación. Ángel Zamanillo, el gran “Zama”, posiblemente el mejor artista de ‘make up’ y efectos de maquillaje que existe en esta ciudad y uno de los más capacitados para hacer lo quiera en este departamento fuera de aquí, bordó el aspecto desnutrido y escuálido del personaje. El problema es que el pobre Néstor tuvo que esperar como cinco horas para entrar en acción; muerto de frío, con ropa roída y sin apenas poder decir nada.
Cuando entramos con la secuencia de Famélico, íbamos con mucha demora. Algo que nos empezó a poner nerviosos, por mucha risa que me trajera yo con uno de los ayudantes de dirección, el mítico cortometrajista salmantino Javier Díez, ante la acuciante prisa del otro ayudante, el antológico Alfonso Antolín, un tío profesional hasta la médula, metódico y disciplinado, ambos chavales cordiales y afectivos. No hubo tiempo para comer apenas. Intentamos reunir fuerzas y volver a toda hostia a grabar otro segmento de suma importancia dentro del guión. Fue una tarde de rastreadores y sangre, de disparos y mucha tensión. Chema Guevara, amigo de antaño y coguionista de dos de mis largometrajes escritos, tuvo la gran responsabilidad en uno de esos planos que tienen que salir imperiosamente en una sola toma. Álvaro se empezaba a poner nervioso porque se iba la luz. Era lógico, veíamos cómo quedaba poco menos de una hora para rodar como unos ocho planos. El nudo en la garganta de la soga imaginaria que destruye un plan de trabajo se ceñía sobre nosotros, así que no podíamos dejar que esto sucediera. Había que dar lo mejor de nosotros mismos.
Después de que “Zama” volviera a lograr la proeza con sus efectos de maquillaje y Chema colaborara para que se llevara a buen puerto, todo fueron prisas y celeridad, como si alguien nos manejara en ‘Fast Forward’ desde un mando a distancia. La luz se iba y, al contrario que los vampiros, la necesitábamos para terminar la jornada. El desasosiego se podía cortar con un cuchillo y la complicidad de las miradas se había sustituido por un “puf…ya verás tú…”. Rodar acción exige mucho sacrificio. Te exprime hasta la depauperación emocional porque requiere una dureza especial y una autoexigencia que no se conoce hasta que se plantean este tipo de complejas bravatas. Y se engrandecen mucho más si son llevadas a cabo con pocos medios. A la carrera y dejando nuestra alma en cada plano. Y con alguno de ellos que se quedó en el camino por motivos de tiempo, cerramos una jornada llena de nervios y urgencias.
Una tarde de frenesí en la que no pude hacer caso a ni a mis padres, que vinieron a verme, ni a Nacho, Rafa o Feli, mis amigos de siempre, que estuvieron por allí, ni a Juan Miguel Ávila, el ínclito fotógrafo Darco TT, que también se acercó a echar un vistazo con su cámara. El hecho de que la Film Commission hubiera pasado por alto avisar a la policía local o que estos no hubieran gestionado bien la información provocó que unos agentes de incógnito, nos pidieran el permiso debido a que los vecinos de la zona habían visto mucha actividad en un lugar abandonado. “Los vecinos” ese concepto abstracto que, en la sombra, dan tanto miedo y se aburren sobremanera, teniendo que buscarse vías de escape a sus anodinas vidas a través de una ventana y sentirse parte del colectivo social llamando a la policía por el mero afán al que lleva la curiosidad. Casualmente, en ése mismo instante, no lo teníamos. Pero fue lo de menos. La complejidad del plan consumado, el trabajo bien hecho, había compensado cualquier contratiempo. Myrian llegó con el permiso mientras el amable agente que no sabía escribir ni “film” ni “commission” en un papel preguntaba sobre aspectos del rodaje. Una vez acreditados como un equipo con libertad de movimiento en aquéllas instalaciones, ya éramos dueños del sitio, de sus circunstancias y del tiempo.
‘3665’ estaba domado y nada ni nadie podría parar el vendaval de ilusión que desprendía el equipo por hacer que este proyecto saliera hacia delante de forma extraordinaria. O eso creíamos…