martes, 30 de septiembre de 2008

Post pre-crítica de 'Tropic Thunder'

Escribiendo la crítica de 'Tropic Thunder', me encontrado con esto. Un divertido y alocado dardo contra la publicidad viral y los nuevos modelos de difusión y publicidad, jugando con la misma ironía que maneja el filme de Ben Stiller. Vale la pena.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Paul Newman: El adiós del mejor actor de todos los tiempos

1925-2008
El mundo del cine ha perdido a una de sus figuras más emblemáticas. Hollywood se ha visto huérfano del gran estandarte de su época dorada, al representante del glamour, el talento y la contundencia interpretativa. La despedida final de Paul Newman a los 83 años, víctima de un doloroso cáncer de pulmón, marca el final de una era que deja imágenes inmortales dentro de una filmografía y legado como actor, director y productor repleta de clásicos indiscutibles e interpretaciones memorables. Newman nació en Shaker Haights, Ohio, en 1925 procedente de una familia de inmigrantes; su padre, Arthur, era un alemán israelí y su madre, Theresa, húngara de férreas creencias católicas. Quiso ser piloto, pero debido a su daltonismo le fue imposible y tras un fugaz paso por la Marina yanqui, acabó cursando estudios de Economía. Pero el destino de Newman tenía un signo evidente y muy distinto a los números. Había nacido para ser una estrella. Casado con Jackie Witte, con la que tuvo dos hijas, el joven aspirante a actor se traslada a Nueva York con la intención de ingresar en el Yale Drama School y en 1952 recala en la prestigiosa Actor’s Studio, donde coincide con actores generacionales como Marlon Brando y James Dean que, como él, pasarían a formar parte de los anales a través de las enseñanzas de Lee Strasberg.
Debutó en televisión con algunos personajes episódicos en series como ‘You are there’, de John Frankenheimer, pero sus primeros éxitos llegan sobre los escenarios de Broadway en 1953, con la obra ‘Picnic’, de William Motter Inge, prosiguiendo su andadura teatral con la obra de Joseph Hayes ‘Horas desesperadas’, que serviría como pasaporte para firmar un contrato con la Warner. Newman iba a debutar en el cine. Pero no lo hizo con buen pie. Victor Saville hace que su portentoso talento no luzca como era de esperar en el filme ‘Caliz de Plata’, película de la que el actor nunca se sintió satisfecho. Tras seguir interpretando pequeños papeles en series de televisión, la trágica muerte de James Dean en un accidente automovilístico le brinda la gran oportunidad de su vida. ‘Marcado por el odio’, de Robert Wise, supone no ya el despegue definitivo y absoluto de Newman como estrella, sino la demostración categórica del potencial interpretativo de un actor de fuerza y energía indiscutible. El biopic sobre la figura del boxeador Rocky Graziano se sustenta sobre la grandeza de Newman, en su fuerza dramática y emocional.
Cauto en sus decisiones, con películas donde desplegar su carisma y sin mucha prisa por convertirse en la estrella que ya era, vuelve a dar un golpe de efecto a su incipiente filmografía con su papel como Ben Quick en ‘El largo y cálido verano’, la adaptación de Martin Ritt sobre el texto de William Faulkner. En ella, coincidió con Joanne Woodward, la mujer con la que se casaría en segundas nupcias y que siempre ha estado a su lado en uno de los matrimonios más ejemplares del mundo de la farándula a lo largo de 50 años. La conoció durante su etapa en el Actor’s Studio, con la preparación de ‘Picnic’ y durante todos los años venideros se mantuvieron juntos, haciendo frente a la gloria y las adversidades. De esta ejemplar relación siempre quedará esa máxima marital de honestidad y compromiso intachable del actor: “¿Para qué salir a buscar una hamburguesa si tengo en casa un bistec?”.
Paul Newman estaba ya considerado como uno de los valores en alza y un ‘sex symbol’ de mirada asombrosa. Su brutal composición del atormentado ex futbolista alcohólico Brick Pollitt, junto a la estrella femenina de la época Elizabeth Taylor en la adaptación de la obra de Tenesse Williams llevada a cabo por Richard Brooks en ‘La gata sobre el tejado de Zinc’ sigue siendo una las actuaciones más recordadas de aquélla espléndida época hollywoodiense. Su actuación es una exhibición de su talento, de personalidad, de poder de atracción y aptitud para la ambigüedad. Newman fue uno de los mejores representantes del Método Stanislawski, que supo interiorizar con las emociones de los personajes, aprendiendo absolutamente todo aquello que hacía falta para aprender para a dominar la película. Un hecho vital que aprovecharía para su posterior lanzamiento como director. Su trabajo al lado de una estupenda Taylor le atribuiría la primera de sus nueve nominaciones al Oscar a lo largo de su carrera. Su interpretación de Billy “El Niño” en ‘El Zurdo’, de Arthur Penn, es otro hito dentro del ‘western’ y un importante escollo dentro del debacle de la mejor tradición del género en su arista clásica.
Más cercano para el público que un complejo y oscuro Marlon Brando, Newman se caracterizó por la amplia gama de registros que podía interpretar; su naturalidad y compromiso con el rol acabarían por forjar una de las filmografías más interesantes y completas de cuantos actores hayan pasado por la meca del cine. De cinismo sano y de mueca honesta, quiso apartarse de la explotación de su hipnótico físico contrarrestándolo con una serie de papeles antológicos. Para Newman su profesión siempre fue un duro oficio, no una categoría o un ‘status’. Muy pronto, se convierte en el actor protegido de Martin Ritt (con él rodaría seis títulos – ‘Hud’, ‘Un largo y cálido verano’, ‘Un hombre’, ‘El más salvaje entre mil’, ‘Un día volveré y ‘Cuatro confesiones’-), que sabe ver la fuerza dramática de Newman, ideal para desglosar el intimismo sociológico del director. Además, a ambos les une las mismas tendencias políticas con el partido demócrata, al que el actor fue propuesto como delegado por Conneticut. Esto, le haría aparecer en el puesto número 19 de la lista de enemigos de la Administración de Richard Nixon.
‘Un marido en apuros’, de Leo Mcarey, ‘La ciudad frente a mí’, de Vincent Sherman, ‘El buscavidas’, de Robert Rossen, ‘Dulce Pájaro de juventud’, de Richard Brooks, ‘El Premio’, de Mark Robson o ‘La leyenda del Indomable’, de Stuart Rosenberg componen los mejores años de Newman como actor, moldeando los caracteres de aquellos personajes a los que da vida en una inteligente estrategia que evita el encasillamiento, logrando apartarse del estereotipo. Newman interpretó como nadie a los débiles, a los perdedores, víctimas traumatizadas en lucha contra la injusticia y de los contratiempos, trasmitiendo el espíritu de la autenticidad con cada trabajo.
Incluso los fracasos comerciales como los de ‘Éxodo’, de Otto Preminger, ‘Cortina rasgada’, del mítico Alfred Hitchcock o posteriormente ‘El hombre de Mackintosh’, de John Huston no hicieron mella en su viable regreso al éxito. Es conocida su facultad de resarcimiento, de asumir los errores y seguir aprendiendo de una profesión en la que llegó a ser el mejor. En 1968, funda la Newman-Foreman; posteriormente, en 1971, se asocia con Barbra Streisand, Dustin Hoffman y Sidney Poitier para crear la First Artist Production Ltd.
Paul Newman regresa por la puerta grande con el éxito comercial ‘Dos hombres y un destino’, de George Roy Hill con otro de esos rostros destinados a marcar época en Hollywood: Robert Redford, en un atípico ‘western’, alegre y desenfadado sobre la huida de Butch Cassidy y Sundance Kid. Una explosiva asociación que repetiría cuatro años después en ‘El Golpe’, también dirigido por Roy Hill, en una cinta no menos clásica. Durante los 70, Newman diversifica su rostro en películas de desigual suerte, asumiendo los retos de sus elecciones, en filmes de trascendencia personal, como la aceptación de lo peor y lo condenable de su majestuosa construcción del personaje del juez Roy Bean en ‘El juez de la horca’, de John Huston, en sus constantes coqueteos con el ‘western’ (‘Los indeseables’, con Rosenberg y ‘Buffalo Bill y los indios’, de Robert Altman) como en su incursión en éxitos de claro corte ‘mainstream’ como ‘El coloso en llamas’, de Irwin Allen y John Guillermin o la divertida ‘El castañazo’, de nuevo con Roy Hill.
Paul Newman había rodado en 1959 un cortometraje inspirado en ‘Los perjuicios del tabaco’, de Chéjov con su mujer al frente. Sería nueve años más tarde cuando decide dar el salto detrás de las cámaras. Y lo hace, como siempre a partir de entonces que dirigiera un filme (a excepción de su segundo título como realizador ‘Casta invencible’), con su mujer Joanne Woodward, a la que proporcionó algunas de sus mejores y más recordadas interpretaciones dramáticas. ‘Rachel, Rachel’ ofrece a la actriz la posibilidad de cambiar los papeles de lucimiento por una interpretación de carácter. Su carrera como director también fluctúa entre la desigualdad y el interés, la irregularidad y la calidad de filmes como ‘El efecto de los rayos Gamma’, basado en la obra ganadora del Pulitzer de Paul Zindel y el telefilme de ‘The Shadow Box’ o la más adecuada y último trabajo de Newman como director ‘El zoo de cristal’, de nuevo con recital de Woodward.
Pero si una película será recordada de forma íntima en la vida de Newman, ésa es la conmovedora ‘Harry e hijo’, que supone la catarsis de Newman de la peor etapa personal que llegó en 1978, cuando el hijo de su primer matrimonio, Scott, falleció a causa de una sobredosis. Una película dura y pesimista que supo abordar el espíritu de la América de los perdedores y de los excluidos. Con ella licuó su culpabilidad y los fantasmas del pasado, creando a su vez un centro de ayuda y protección para drogodependientes con el nombre de su hijo y la cadena de salsas Newman's Own, empresa que dona íntegramente sus ganancias a organizaciones benéficas. La muerte de su hijo fue superada, en parte, gracias a su conocida afición por el automovilismo y la velocidad que conoció en 1969 a través del filme ‘Winning’. La adrenalina y las ganas de seguir adelante llegaron por medio del volante y de la afición inexpugnable por correr al filo del límite. Newman se hizo propietario de la escudería de Cart y llegó a lograr un segundo puesto en las 24 horas de Le Mans de 1979 con su Porsche 935.
Los años 80 comienzan con papeles de enjundia, donde llega a desplegar su devoción por la mitología de las soledades, con ese ex abogado alcohólico retirado que mantiene la dignidad ante un caso de negligencia médica o el reencuentro de su personaje de ‘El buscavidas’, Eddie Felson, en ‘El color del dinero’, de Martin Scorsese, papel que le vale el Oscar en 1987. Una década donde su pétreo rostro, perfectamente envejecido y sin perder el ápice de atractivo y talento se deja ver en películas olvidables como ‘El escándalo Blaze’, ‘Creadores de sombra’ o ‘Esperando a Mr. Bridge’, última colaboración en pantalla con su musa. La última etapa interpretativa de Paul Newman está acorde con su personalidad arrebatadora y la dimensión como actor. Ahí quedan un puñado de papeles gloriosos, como el déspota Sidney J. Mussburger de ‘El gran salto’, de los hermanos Coen o ese entrañable cascarrabias de ‘Ni un pelo de tonto’, así como el crepuscular detective a la vieja usanza de ‘Al caer el Sol’, ambas a las órdenes de Robert Benton. Dos películas fascinantes, donde Newman se revela como el veterano mito con ganas de aportar lo mejor, de seguir dejando su estela de grandeza, con una hondura y un mimo por sus personajes llenas de personalidad y seducción inagotable.
Películas de transición y sin mucho destello en ninguna de sus categorías a excepción de la presencia de Newman como ‘Mensaje en una botella’ o ‘Donde esté el dinero’ dejan paso a la que ha sido la última y gran interpretación del mito en la gran pantalla. Sam Mendes contó con él para la irregular ‘Camino a la perdición’ y Newman ofreció, por enésima vez, una lección de interpretación a la vieja usanza como jefe de la mafia irlandesa en Rock Island junto a Tom Hanks. En sus últimos años tuvo tiempo de ganar un Tony por su interpretación en la obra teatral ‘Our Town’ en 2003 y de regresar a la televisión llevándose un Emmy en 2005 por la lujosa ‘Empire Falls’, de Fred Schepisi. La carrera de Paul Newman tiene punto y final en su colaboración vocal de la cinta animada de Pixar ‘Cars’, prestando su voz al modelo 51 Doc Hudson y como narrador del documental ‘The price of sugar’, que sigue la figura del Padre Christopher Hartley que intenta llevar algo de justicia y derechos humanos a la República Dominicana, donde perviven haitianos esclavos que cultivan los campos de caña de azúcar de la que cual se consume en gran parte en Estados Unidos. El cáncer no ha dejado tiempo para más.
Dentro de los fastos del cine, nunca ha existido (ni existirá) nadie como él, con ése hechizo y cercanía que despertaba esa mil veces definida como “la mirada más azul de Hollywood”. Newman era apuesto, guapo, reflexivo, inteligente, filántropo y talentoso. Su rostro tenía un toque de difícil perfección, armonioso y cautivador, de divinidad y atractivo que sedujo tanto a mujeres como despertó la empatía masculina. La admiración que despertaba era comparable al respeto que imponía, a su interminable lucidez delante de la cámara. El hombre respetable del que todo el mundo debería tomar ejemplo. El hombre vulnerable y sentimental que tenía como afición la cerveza y que fue honesto y discreto hasta el final de sus días.
Paul Newman, eterno y ajeno a las modas, siempre fiel a sí mismo, ha sido durante décadas EL HOMBRE. Y lo seguirá siendo por siempre jamás, porque su leyenda será imposible de olvidar. Él es parte del Cine, una pieza fundamental sin la que el Séptimo Arte no sería lo que es. Newman seguirá en la memoria colectiva como una de los más grandes personalidades de su historia. Y de forma subjetiva, creo que el mejor actor de todos los tiempos.
Adiós, Paul.
Echaremos de menos tu mirada azul, tu gran personalidad y al legendario actor insustituible.
Descansa en paz.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Se estrena la espacial y enloquecida comedia televisiva de Álex de la Iglesia

Por fin, la televisión ofrece una serie española que se sale de los cánones de lo establecido, de la facilidad con la que se plagian fórmulas y situaciones de éxito fuera de nuestras fronteras. Es la hora de romper moldes, de liberar el ocio catódico de la sumisión al ‘share’, de destruir los conceptos reiterados de los que el espectador está harto. Ha llegado la hora de divertirse.
Esta noche, en la 2 de TVE, a partir de las 23:00 horas, se estrena ‘Plutón BRB Nero’ la primera ‘sitcom’ de ciencia ficción española de la mano de Álex de la Iglesia escrita junto a su inseparable Jorge Guerricaechevarría. Se trata de una comedia enloquecida y gamberra, que se desmarca de cualquier género aparecido en los fastos de la pequeña pantalla nacional. Serán 26 episodios de una duración de 35 minutos en la que un grupo de marines españoles viajan a través de la galaxia a bordo de esta nave llamada Plutón BRB Nero (el BRB proviene de Biotechnological Research Badajoz, su empresa creadora) con un solo designio: encontrar un planeta acondicionado para la vida, puesto que el Mundo, tal y como lo conocemos hoy en día, se ha convertido en una amalgama de edificios y tan superpopblada que ya no cabe nadie. Desarrollada en el siglo XXVI, en el año 2530, el presidente del planeta, Macaulay Kulkin III, va a tomar dos controvertidas resoluciones; cambiar de sexo una vez más y enviar una nave al espacio para salvar al mundo.
A bordo de la BRB Nero encontraremos a personajes que definirán el rumbo de una serie destinada a cambiar la cuadriculada visión que se tiene en este país respecto a la ficción televisiva; el capitán Valladares, el piloto Querejeta, la curvilínea androide científica Lorna, el alienígena Roswell, Hoffman, técnico de mantenimiento y el androide Wollensky. Es una demostración de libertad por parte de sus creadores, de riesgo e ímpetu a la hora de poner en marcha una demencial serie con una propuesta radical que ha levantado una gran expectación. Álex de la Iglesia emprende así su viaje estelar con el espíritu de serie como ‘Enano Rojo’, ‘Doctor Who’ o la insolencia socarrona de las creaciones catódicas de Ben Elton.
Una nueva aventura que promete un disparatado y brillante acontecimiento televisivo donde no faltarán ‘cyborgs’, mutantes del espacio, aliens deformes, armas de rayos láser y ganas de divertirse con un evento que no hay que perderse. El reparto de la serie está encabezado por Antonio Gil, Carlos Areces, Carolina Bang, Enrique Martínez, Gracia Olayo, Manuel Tallafé, Mariano Venancio y Enrique Villén.

Crónica de un fracaso anunciado

El regreso, una vez más, tendrá que esperar una larga temporada.

Fallece Pedro Masó, una vida dedicada al cine

1927-2008
Pedro Masó ha dejado tras como director, guionista y productor una carrera de más de 60 años dedicados al mundo del cine donde recorrió todos los oficios dentro de la industria hasta convertirse en guionista e impulsor de títulos como ‘La chicas de la Cruz Roja’, ‘Atraco a las tres’, ‘Vacaciones para Ivette’, ‘La Ciudad no es para mí’, ‘Un millón a la basura’ y, sobre todo, ‘La Gran Familia’. También tuvo especial importancia televisiva con series de reconocida calidad como ‘Anillos de oro’ o ‘Brigada Central’. Dirigió 14 películas, escribió 146 guiones y produjo 82 películas. Recibió el Goya Honorífico en 2005.

lunes, 22 de septiembre de 2008

‘Death Magnetic’, de Metallica: El despertar del gigante dormido

Hacía tiempo que se venía rumoreando que el nuevo disco de Metallica ‘Death Magnetic’ iba a recuperar parte del espíritu perdido de los viejos tiempos, dejando a un lado el enmohecimiento y la adulteración musical de uno de los grupos más importantes de la Historia de la música. Si bien es cierto que la marcha de Jason Newsted, bajista inolvidable con el que el grupo de Los Ángeles confeccionó sus obras maestras, la experimentación sin rumbo en pos del ‘mainstream’ comercial y de un criticado último disco ‘St. Anger’, parece que la banda ha querido dejar de reinventarse así misma y desplegar aquellos efluvios del ‘trash metal’ de los 80, cuando los chicos de Metallica eran soberanos en una época de descubrimientos épicos en el mundo del rock. No es una entelequia nostálgica, ni un deseo de fan arraigado a los viejos modelos. Está claro que este nuevo ‘Death Magnetic’ es una ofrenda sensorial y reverencial a sus tres mejores discos, ‘Master of Puppets’, ‘Ride the Lightning’ y especialmente ‘...And Justice for All’, la Santa Trinidad que hizo de Metallica la leyenda que es.
El hálito de antaño ha vuelto y no hace falta más que una primera toma de contacto con el disco para que estos cabrones le pongan a uno la carne de gallina, en una redención sin concesiones, en la vuelta a un estilo de un disco que se apoya casi exclusivamente en la camaradería que se da entre ese coloso de la guitarra que es Kirk Hammet, los ‘riffs’ de un James Hetfield que retoma su esperado dinamismo vocal, la depurada fuerza de Rob Trujillo y los revitalizantes golpes de batería en ocho tiempos del polémico Lars Ulrich. La producción de Rick Rubin (su mano está detrás de discos de Danzig, Red Hot Chili Peppers, Slayer, Rage Against the Machine o System of a Down) parece haber acabado con el ostracismo desfasado que inculcó Bob Rock, el hombre que fue minando la potencia de un grupo que tras más de una década parecía ser la sombra de lo que fueron. No es un disco perfecto, en absoluto, pero sí acumula temas como ‘That was just your life’, la prodigiosa ‘Broken, Beat and Scarred’, ‘All nightmare long’ o ‘My apocalypse’, suficientemente poderosos como para dejarse llevar hacia la loa ponderativa. Metallica se aleja del crepúsculo al que estaban avocados y que dejó para la posteridad esa triste genialidad a modo de documental ‘Some kind of monster’ y brindan al aficionado más escéptico un álbum que es, desde ya mismo, uno de los imprescindibles de este 2008.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Arranca el Zinemaldia en Donosti

Hoy ha comenzado el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, el Zinemaldia de Donosti, vaya. Su 56ª edición se inaugura con ‘The other man’, con Antonio Banderas, que hace ya una década estrenaba en el Teatro Victoria Eugenia ‘El Zorro’ y que este año es premiado con el Premio Donostia junto a Meryl Streep. La última de Woody Allen con Javier Bardem, Scarlett Johansson y Penélope Cruz es otro de esos primeros platos que apetecen. Michael Winterbottom, Kim Ki-duk, Daniel Burman, Javier Fesser, Mark Herman, Mike Leigh, Laurent Cantet, los hermanos Coen, Jaime Rosales, Kiyoshi Kurosawa o Ben Stiller serán algunas de las figuras que, de uno u otro modo, estarán presentes en este nueva entrega de un certamen que ha vivido años de ostracismo y que va recuperando su estela.
En un entorno personal, Donosti sigue siendo el festival en el que crecí, en el que escribí mis mejores crónicas y donde los recuerdos se acumulan y se van perdiendo en el pasado con el inexorable paso del tiempo. El año pasado ya escribí sobre estos sentimientos. Este año, nada ha cambiado. Sigo echando de menos la ciudad de la Bella Easo, sus gentes y el día a día de un festival inolvidable.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Review 'Hellboy II: El ejército dorado (Hellboy II: The Golden Army)'

La absorción estilística, la fábula y la realidad social
Siguiendo la esencia de su adaptación predecesora, Guillermo del Toro ha creado una aventura del Demonio Rojo que se adapta más al carácter cinematográfico y fabulesco del cineasta que la acomodación de cualquier ‘book’ de Mignola.
Uno de los mejores recursos que utilizó Guillermo Del Toro para su adaptación cinematográfica de ‘Hellboy’ fue esa aproximación poco ortodoxa hacia el personaje creado por Mike Mignola para Darke Horse Comics. En su estupenda prorrogación del atípico superhéroe en la gran pantalla, el cineasta mexicano supo distanciarse lo suficiente para exhibir su avasallador potencial visual sin perder de vista la esencia de esa entrañable criatura de distinción aparentemente monstruosa con identidad humanizada y personalidad desubicada. Hellboy, genérica pero contracorriente, estridente y de espíritu comercial, supo trasladar los contextos góticos y entidades de evocación ‘lovecraftiana’ y mitos del folklore europeísta, reasentando los códigos del universo del un cómic a una superproducción sin perder su constante estilo artesanal.
Del Toro ha caracterizado su estilo escapando de las bases del prototipo endémico, sirviéndose de él para salir por tangentes autorales, clásicas, donde en sus ajustados presupuestos tienen cabida desde el homenaje a la serie B con referencias a la cultura popular, al ‘pulp’, al barroquismo y a la aventura donde no falta un toque de humor, sentimentalismo y maniqueísmo. Por supuesto que en ‘Hellboy II: El ejército dorado’ no falta la quintaesencia del gótico, en el que abundan espeluznantes criaturas, personajes de leyenda o criptas ancestrales, recopilando el mundo de detalles de Mignola para que siga presente en esta nueva parte de lo que se prevé como una saga. Sin embargo, parece que Del Toro se ha distanciado esta vez del mundo del cómic de Mignola, creando una nueva aventura que se adapte más al carácter cinematográfico y fabulesco del cineasta que la acomodación de cualquier ‘book’ de Mignola al cine.
Ya desde su inicio, con ese magnífico prólogo navideño con un pequeño Hellboy que escucha del Dr. Broom un apasionante relato demonológico sobre una envejecida superstición acerca de una tregua entre los humanos y el reino de lo fantástico enclavada en un pequeño ‘set piece’ de animación plagado de calidad y talento, el filme de Del Toro va a sublimar los ajustados medios con una precisión abrumante. Perfilados ya los personajes en su primera película, las nuevas hazañas de “Rojo” y acólitos va a explotar una línea mucho más línea visual y artística, así como un perfil más caricaturesco. En un mundo de fantasía y realidad, el Príncipe Nuada, heredero del mágico reino de Bethmoora, quiere romper la tregua con los humanos con la reunión de un ejército indestructible denominado como el Ejército Dorado. Por supuesto, Hellboy será el único que podrá detenerle. En esta materia común, poco innovadora se podría decir, Guillermo del Toro propone otra nueva de tuerca de estética oscurantista y relato gótico enraizado al imaginario fantástico de Mignola, en una suerte de absorción estilística donde se sigue manteniendo la ironía y el humor de su primera parte que, sin embargo, se equilibra al prevalecer en todo momento el prurito fantástico.
Más allá de la acción, de los efectos especiales y de la historia de fondo, al cineasta mexicano parece preocuparle más los designios humanos de estos seres diferentes, de sus inquietudes existenciales y sensibilidades anímicas. Y es donde se encuentra la abismal diferencia con los oscuros entes del cómic. Basta destacar algunos retazos para comprobar hasta qué punto Del Toro juega con todo el respeto del mundo hacia los roles del cómic; como ese personaje escarnecido de corte cómico que es Johann Krauss, la afición a las cervezas mexicanas Tecate de Hellboy o su interés romántico por la bella pirokinética Liz Sherman, que la aleja definitivamente de su referente tebeístico. Cabe destacar una brillante secuencia en la que Abe Sapien y Hellboy se cogen una cogorza codo con codo ahogando sus miserias amorosas. Es un pequeño ejemplo de esa necesaria diferencia en la adaptación para que todo funcione a un nivel narrativo y fílmico, pero también en la inmutable humanización con la que se dibujan los personajes dentro de la trama. De hecho, incluso los villanos tiene ese factor humano y lógico; ya que Nuada aspira a sentirse parte del mundo, lo que le mueve a retornar a la autoridad de los fastos perdidos. El malvado de turno, al igual que Hellboy y los miembros del BPRD (Agencia de Investigacion y Defensa Paranormal), aspira a devolver un universo donde las especies alternativas a la raza humana den la cara y poder salir así de la oscuridad.
Tal humanización sustrae cierta precisión al discurso metafórico y, en ése sentido, delimita su núcleo discursivo en mayor grado que en su primera entrega, donde no existía ningún tipo de dialéctica entre realidad y ficción. Aunque es verdad que se trata de normalizar los personajes de la fábula a la realidad social, se deja arrastrar en exceso por esa delación hacia la hostilidad con la que el ser humano excluye la utopía fantástica. ‘Hellboy II: El ejército dorado’ sigue planteando una perspectiva afable hacia unos ‘freaks’ que se dejan llevar por sus sentimientos más afectivos. Hellboy, como en su antecesora, sigue viéndose como una deformación humana integrada, pero se siente menospreciado por su condición infernal, de ahí que en esta ocasión sienta la necesidad de aparecer constantemente en público.
Algo que se deja ver con claridad en un par de secuencias donde se manifiesta ese rechazo social; como aquella en el que dos ciudadanos le llaman “feo” o más claramente cuando toda la ciudad desprecia al demonio también conocido como Anung Un Rama simplemente por su apariencia al luchar con un bebé en el brazo, sin que la sociedad se dé cuenta de que ha salvado su vida. Un discurso moral que camina entre la inadaptación social y la lealtad de un personaje que demuestra su lealtad al sistema de formas cuestionables. Y Del Toro lo hace sin recurrir a la pompa verbal o trascendentalizar situaciones que vayan más allá de la visualización y dilatación de reflexiones llenas de intención. En este sentido, ‘Hellboy’, en sus dos partes, es la antítesis de, por ejemplo, ‘El Caballero Oscuro’, de Christopher Nolan, ya que aquí la acentuación dramática es intrínseca y sutil, apenas subrayada.
Más allá del discurso, se encuentra la accesibilidad a los conceptos de Mignola, la energía de sus personajes y el entusiasmo de una dirección que acentúa el espectáculo visual constante, donde cada plano estudiado pormenorizadamente impone la admiración del espectador sobre la acción definida por la ostentación, el divertimento y la evidente falta de pretensiones. Guillermo del Toro se ha convertido en uno de los pocos realizadores capaces de visualizar submundos de corte mágico con habilidad y destreza, conjugando su propia épica y consolidados resultados. Esta secuela alberga gran parte de la idiosincrasia cinematográfica que viene definiendo desde el comienzo de la carrera de Guillemo del Toro; abundantes mecanismos de relojería, seres legendarios con predilección por las larvas, insectos y naturaleza maléfica (a la que se añade ese enorme árbol de resonancias ‘tolkienianas’), cloacas y escenarios nocturnos y acuosos, monstruos de corte ‘lovecraftiano’… todo un visionario imaginativo que anula los vicios en función de su valía narrativa.
Lo fantástico y lo cotidiano se articulan con el espíritu barroco y tradicional de un cuento protagonizado por seres mitológicos inmersos en un mundo que no puede verlos, como esos habitantes que pueblan una lonja secreta denominada Mercado de Trolls, ubicación en la que se aprecia el gusto del director por lo artesanal, que se sitúa por encima del efecto digital. En el cine de Guillermo del Toro se reconoce ese especial esmero y cuidado en el diseño de producción y dirección artística donde es tan necesaria la composición lumínica de su inseparable Guillermo Navarro, divisiones que, unidas con sabiduría como es el caso, hacen lucir a esas fascinantes criaturas capaces de maravillar desde el denticulado contexto donde se desarrolla la historia.
Se podría reprochar ése capítulo final de espacios cerrados y cavernosos, donde el clímax, como sucedía en su antecesora (y en extensión, en ‘El Laberinto del Fauno’), se obstruye por la delimitación a la que se somete la acción, que resulta en exceso enclaustrada dentro un estudio con mucho croma, restando parte de la magia acumulada a lo largo de su metraje y que tampoco se beneficia de su esquemática resolución a modo de ‘happy end’. Pese a esto, queda una reconfortante sensación de autoparodia, de grosería postulada en la personalidad de un demonio rojo con ganas de cachondeo, en la continuidad de ruptura con la idea clásica del superhéroe que impusieron, primero Mignola con su cómic, y luego Del Toro con una adaptación que no se toma muy en serio el material tebeístico. Vuelve a ser otra demostración bucólica y romántica de megalomanía a modo de ejercicio de estilo que se posiciona más allá de la historia y de un guión que no deja de ser una excusa para ofrecer una función entretenida y simpática, algo irregular en su valoración final, pero ejemplar en cuestiones ornamentales y ostentosa respecto a lo visual.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008

viernes, 12 de septiembre de 2008

La Feria de Día de Salamanca, todo un éxito

Desde hace una semana, Salamanca vive sus particulares Ferias y Fiestas 2008. En esta ocasión, como viene siendo habitual, la atracción más llamativa y con más éxito no son los conciertos (de los que han destacado el de Muchachito Bombo Infierno, Gwendal y ayer Los Ilegales junto a los míticos Siniestro Total), ni la feria de noche, ni el paupérrimo catálogo de actividades diarias, ni siquiera por las deplorables corridas de toros que aglutinan a lo más granado de la prole salmantina con puro y peineta, la cremè de la cremè, en definitiva, el ascopénico espectáculo borreguil. El protagonismo de las Fiestas se lo lleva la llamada Feria de Día, las casetas, esas pequeñas sucursales de grasa y alcohol que suministran la gran pasión de cualquier celebración que se precie. Casetas que han ido evolucionando en su acomodo en zonas determinadas, donde abundan comensales y bebedores, curiosos ocasionales o aficionados diarios a este solaz entretenimiento que, pese a su lamentable fondo de intereses e hipocresía, dan vida y color a las Ferias.
La idea es la de un botellón colectivo, fraccionado en pequeños espacios que, en espíritu, esencia e imagen, representa esa actividad tan perseguida durante el año en esta ciudad universitaria; la de un grupo inmenso de gente reunida para beber, comer y más beber en plena calle, con la exención absoluta de normas o decoro. Es cierto que desde la última vez que este hecho fue comentado aquí, la cosa ha ido mejorando y hasta un servidor disfruta de la rapiña y el abuso por parte de la Asociación de Hosteleros Salamantinos, que ya han copado todos los palos de la baraja, haciendo usufructo de la tradición universitaria festiva y de la propia ciudadanía, pero también lo es aquel último párrafo de la reflexión sobre este fenómeno desde este blog; la deleznable hipocresía que se establece cuando la falsedad se alía con los intereses económicos, cuando los patronos del poder giran la cabeza ante las injusticias siempre y cuando les beneficien. Eso siguen las Ferias y Fiestas de Salamanca, por mucho que se disfrute del cotarro.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Hace seis años...

“Junto a Israel Seoane “Azazel” me quedo esperando a que llegue el generador, ése trasto que tantos problemas nos ha dado, dudando si tendría o no un estabilizador. Cuando lo traen, nos quedamos acojonados por sus descomunales dimensiones; parece el ataúd de un elefante. Lo probamos. Las cosas parecen comenzar bien. Como nos dijeron, está insonorizado. Y lo más importante, tiene el estabilizador de los cojones. Los chicos que conforman el equipo de cámara preparan y dejan en una siniestra penumbra lo que se hace llamar La Salle. ‘El límite’ está a punto de comenzar y siento sobre mí el peso del mundo, una especie de nervios incontrolables y un entusiasmo difícil de explicar con palabras. No me creo que vaya a empezar este sueño, este difícil y esperado proyecto que me está proporcionando el más arduo y provechoso adiestramiento que podía esperar. Comemos en la localización unas hamburguesas ‘made in Gema’ esperando a que esto dé comienzo…”.
Estas son las primeras palabras que aparecían en el diario de rodaje de ‘El Límite’, mi último cortometraje hasta la fecha. Si hace pocos días celebraba aquí mismo el nacimiento de este blog, tal día como hoy, un 10 de septiembre, comenzaba el rodaje de de pieza con desigual suerte. Después de un verano de trabajo sin freno, de colaboraciones y vértigos varios, daba comienzo el reto de crear un corto a la altura de las exigencias impuestas por un equipo que luchó hasta la extenuación para que las cosas fueran por buen cauce. Era 2002, año en el que se celebró la Capitalidad Cultural Europea de Salamanca. Hace ya seis de aquella odisea que se aleja en el tiempo y deja una herida cicatrizada en el recuerdo.
Hasta entonces, muchos han sido los proyectos que hemos manejado para mi regreso detrás de una cámara; ‘El reencuentro’, una historia romántica con fondo de terror demasiado costosa, ‘Una sombra en el espejo’, un pequeño ‘cyberpunk’ de apenas cinco minutos, ‘Día de campo’, inquietante historia de un dominguero o ‘Schmerzloss (The Painless)’, cinta de peleas ilegales con guión del gran Iván Sáinz-Pardo. Hasta un ‘western’ de terror acojonante en el que me hubiera gustado involucrarme de una forma más personal. Pero de todos hay uno que lleva estando latente durante largo tiempo: ‘KM.’, una extraña ‘road-movie’ que se está preparando desde hace tres años y que nunca se materializa. Es el trabajo que supone la vuelta, el ansiado retorno que no llega. Se trata de un cortometraje que está en el limbo por voluntades propias y ajenas, en una fase de absurda espera que nadie parece querer romper y cuyo máximo responsable soy, en último término, yo mismo.
Desde aquel rodaje, la necesidad, en forma de autoexigencia, ha ido convirtiéndose en una obsesión vital que cumplir, pero imposible de llevar a cabo (a excepción de las dos piezas para el festival de ESCORTO, de las cuales una logró dos premios). Si no se toman las medidas necesarias y se mueve a quien se tiene que mover, los sueños del pasado van empañándose y el paso del tiempo hace inquebrantable la frontera entre lo que se tiene y lo que se quiere, precisamente, uno de los temas principales de ‘El Límite’. Os dejo, eso sí, en exclusiva y en primicia absoluta y mundial, un avance de lo que será la web www.refoyo.com, a punto de ver la luz después de otra tortuosa y larguísima fase de hibernación. En esta ventana emergente tenéis todos los detalles de aquel maravilloso viaje a lo largo de cinco días con un equipo al que sigo adorando y añorando a partes iguales. Es un enlace provisional, así que si algo falla, sabed disculpadme.
Sin embargo, aquí estoy, seis años después, rememorando las sensaciones perdidas, casi borrosas, que supusieron la semana más feliz de mi vida. Y lo hago esperando retomar algún día la senda de lo que para mí fue lo más importante y que poco a poco va cayendo en la indolencia. Me refiero a recuperar ese estado de ánimo que muchos conocéis, ése afán por narrar historias. Con escepticismo, mirando hacia atrás, echo de menos aquel veinteañero que iba cumpliendo sus expectativas de forma paulatina. Lamentablemente, el estancamiento anímico y la falta de esperanza han ido mermando tanto el ímpetu que, simplemente, lo único que puedo hacer es asumirlo. Me he convertido en uno de esos personajes de mis propias historias sumido en la rutina que espera que algún día suceda algo importante. Y creo que ése no es el camino.
Aunque necesite de otros socios para sacar alguno de esos citados proyectos adelante, auguro un cambio de actitud, una próxima definición de objetivos. Me gustaría pensar que el resurgir está en el horizonte ¿Por qué no? 2009 suena muy bien para que las cosas cambien. Eso sí, es la última oportunidad.
Después de seis años... la espera debe acabar.