domingo, 17 de febrero de 2008

Cumpleaños

Michael Jordan cumple hoy la friolera de 45 años. No viene a cuento, pero tengo una deuda pendiente con el Ídolo. Hay veces que siento la necesidad de volver a recuperar sus partidos, su juego, su arte... En breve tendré que saldarla en forma de post. Llevo tiempo pensando en ello.
Yo, por mi parte, cumplo 33… No hay motivo para sentirse mayor. Ya tengo asumido desde hace años que esto de cumplir uno más es un simple trámite, que cuando uno va sumando más edad esas pequeñas cosas que hacen que la gente sea feliz de verdad toman, paulatinamente, un cariz fundamental. Todo se percibe de manera distinta, con más criterio y sosiego. Todavía sigo buscando mi camino, eso sí, creyendo fervientemente que la diversión en esta vida lo es todo. En cualquier caso, hay poca cosa más que añadir a lo dicho el año pasado, en este mismo día.
Por adelantado, gracias a todos los que leéis este blog abismal, porque es una de esas cosas por las que todo lo que me rodea parece mejor.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Los Coen adaptarán a Michael Chabon

Preparando la ‘review’ abismal de cada semana (en esta ocasión ‘No es un país para viejos (No Country for old men’), me ha llamado la atención sobre la noticia del que ya es el último de próximos proyectos de los hermanos Coen. Se trata de ‘The Yiddish Policemen's Union’, el libro de Michael Chabon ganador del Premio Pulitzer que en España se titulará ‘El sindicato de Policía Yiddish’ y que lanzará en breve la editorial Mondadori/Grijalbo.
La historia se centra en el detective Meyer Landsman, un antihéroe nihilista en medio de la investigación del asesinato un jugador de ajedrez adicto a la heroína en una alterada situación que especula sobre el estado judío, ubicado no en Israel, sino en Distrito de Sitka, en Alaska, a donde los colonos judíos estarían avocados al exilio por los oscuros planes gubernamentales de Estados Unidos.
Destierro, conflictos morales, una extraña historia de amor, memoria familiar y ‘thriller’ policiaco son los elementos de esta obra que tiene, de nuevo, todos los elementos para este celebrado regreso de los Coen a sus señas de identidad.

La huelga de guionistas llega a su fin

Se acabó. Los guionistas de Hollywood vuelven a los teclados después de tres meses que han inmovilizado el mundo cinematográfico y televisivo americano. El sindicato de guionistas (WGA) aprobó un texto por la significativa mayoría del 92,5 % siguiendo el principio de acuerdo alcanzado el pasado fin de semana entre la delegación del sindicato formada por 3.775 miembros y las empresas de la industria del entretenimiento norteamericano. El acuerdo se basa en otro convenio laboral, suscrito por los directores de Hollywood. Más de 10.500 guionistas de cine y televisión ponen punto y final al parón iniciado el pasado 5 de noviembre.
He aquí la carta enviada a los miembros de la WGA por parte de Patrick Verrone y Michael Winship, los líderes del sindicato, que han llevado a buen puerto este nuevo convenio que, según los mismos, “ha sido un acuerdo justo que permite seguir adelante a las empresas y reconoce la gran contribución que los guionistas han hecho y están haciendo por esta industria”. Los guionistas han demostrado que son muy importantes. Fundamentales. Tanto, que pueden parar el mastodóntico engranaje de Hollywood y lograr con ello proteger un futuro en el que Internet ha pasado a ser la principal preocupación de la creación y distribución de los contenidos.
Por supuesto, habrá Ceremonia de los Oscar.

lunes, 11 de febrero de 2008

Review 'Monstruoso (Cloverfield)'

La democratización de ‘YouTube’
El producto de J.J. Abrams, más allá de su historia sobre monstruos y superviviencia, es un ejemplo de evento comercial e innovación extracinematográfica que utiliza los nuevos medios de comunicación generacionales y culturales.
Detrás de ‘Cloverfield’ se encuentra uno de los términos que componen el presente y futuro de la cinematografía comercial, del llamado marketing viral utilizado como movimiento de una idea o concepto proveniente de la publicidad ‘on-line’ basada en la explotación de la red para provocar un incremento exponencial de un ‘brand awareness’ o conocimiento de un determinado producto o marca. Ése énfasis de “contagio”, de perpetuación en cadena espontánea, fue el origen de la asombrosa campaña que J.J. Abrams, el célebre nombre tras series como ‘Alias’ y ‘Perdidos’, lanzó como ‘pre-promoción’ del filme en Internet. Un simple vídeo, alguna imagen, varias teorías sobre el monstruo y otros tantos rumores alimentaron el interés colectivo por esta producción que, siguiendo los pasos de la publicidad utilizada por la película ‘Snakes on a Plane’, lograron obtener un ‘target’ que, definitivamente, ha funcionado paradigmáticamente en taquilla, abriendo una nueva puerta al cine comercial y adaptando la dialéctica comercial en la red de redes para su democratización en el cine.
La fórmula es simple; una serie de descubrimientos científicos, una famosa bebida imaginaria llamada Slusho, un monstruo con sed de destrucción, los perfiles y relaciones de unos jóvenes que utilizan los nuevos medios de interrelación (tipo MySpace) y muchas otras posibilidades que engloban términos como Tagruato, TIDO Wave, la fecha del estreno en USA (1-18-08), el naufragio de una estación petrolífera e incluso una página de corte romántico llamada jamieandteddy.com… Todo ello es necesario para seguir la película antes y después de su visionado. El filme de Matt Reeves es sólo una pieza importante dentro del laberíntico misterio que ha promulgado este golpe de efecto promocional que lleva una película de Hollywood más allá de lo conocido hasta el momento.
Es necesario seguir pensando en “qué ha pasado” y “por qué” cuando el espectador ha salido del cine. Las respuestas: en Internet. Es el particular juego que propone este visionario producto comercial, anticipación a modo de augurio generacional y cultural. Tanto es así, que ‘Cloverfield’ se nutre en su totalidad del efecto ‘Youtube’ en nuestra sociedad, la necesidad de inmediatez y visualización de todo lo acontece, provocando que objetividad se ofrezca coartada por la perspectiva del suceso desde múltiples ángulos. Es la esencia de este experimento visual y narrativo en el que impera la fórmula del ‘shaky-cam’ o filmación subjetiva en primera persona, seguido por la reciente ‘[REC]’ (antes ‘The Blair Witch Project’ y el arcaico ‘género Mondo’) o que pronto podrá verse en el nuevo Opus terrorífico del maestro George A. Romero en ‘Diary of a Dead’.
No se trata tanto de divulgar esa ‘hiperrealidad’ sensacionalista que busca la supuesta autenticidad, aunque por ello nunca se renuncie a la verosimilitud, tampoco se impone la necesidad de mostrar y recrearse en lo terrorífico, ya que el monstruo apenas se ve (desde que irrumpe permanece sin una posible evasión en las venas del filme). Lo importante es el efecto de espectáculo y entretenimiento al que someten Reeves y Abrams al espectador, en un parque de atracciones sumido en pleno Manhattan, que bebe de todos los tópicos del cine catastrófico, pero sabiendo rehusar de todo lo preconcebido. ‘Cloverfield’ está, en ése sentido, mucho más cerca de los videojuegos o la televisión que del cine de terror. Y es lo que funciona a la perfección dentro de la cinta.
Abrams sabe que, desde una perspectiva de cimentación ideológica fundamentada en el capitalismo del éxito, hay que pasar por el automatismo indiscriminado que se perpetúa en la actualidad por las nuevas tecnologías. Eso es perceptible dentro de la cinta, no sólo en el concepto de su narrativa visual, sino en muchos casos en la idea de obligatoriedad a la hora de recoger testimonios en cualquier formato. Basta con observar el instante en que irrumpe la cabeza cercenada de la Estatua de la Libertad en plena calle después del impacto de unas sacudidas sísmicas. Cuando el pavor colectivo se disipa, en unos segundos el terror se convierte en estúpida curiosidad de los testigos por capturar el momento en su móvil o sus cámaras digitales esta dramática imagen. También lo es el autoconvencimiento del cámara amateur por estar rodando parte de la historia. Para comprender nuestro tiempo, para llegar al fondo de ‘Cloverfield’, hay que estar al tanto del entramado que vincula Internet con el cine, la publicidad y la televisión.
Por eso, aquí la historia es lo de menos. J. J. Abrams propone un ‘Godzilla’ visto desde el ángulo de visión humana, como un documento “no profesional” que pervierte la necesidad de mostrar el monstruo desde el ojo humano (en todo momento bajo la elipsis), anexo a la realidad y a la atmósfera opresiva que va avanzando en función, eso sí, del espectáculo de una ficción, de gente huyendo buscando una salida y que, aún así, la trama pase a percibirse fraccionada por los segmentos clásicos de la narración en tres bloques. Además, sin desechar la posibilidad de adscribirse a ese modismo dramática que consiste en soterrar bajo una actitud nihilista la significación conceptual de la historia de terror colectivo, el reiterado retrato de confusión y pánico que rememoran la ansiedad post-11S. Aunque esto sea ya un argumento monopolizado cada producción de Hollywood que llega a nuestras pantallas.
Lo paradójico de todo es que, más allá del monstruo de espíritu ‘lovecraftiano’, del ‘kaiju eiga’ como excusa, ‘Cloverfield’, contra todo pronóstico, se muestra como una aventura romántica que sólo se entiende si se obvia la lógica y se apela a la pasión. Por poner un ejemplo; aquí sucede lo antitético a ‘28 semanas después’, donde, siguiendo el instinto de supervivencia, el personaje interpretado por Robert Carlyle huída dejando a su mujer en manos de los infectados para salvar su propio pellejo. Aquí Rob (Michael Stahl-David), uno de sus jóvenes protagonistas, supera todo tipo de obstáculos y se mete en la boca del lobo para rescatar al amor de su vida.
En definitiva, estamos ante la eterna historia de un fulano al que sólo le importa estar junto a la chica de la que está enamorado mientras el mundo se descompone, pese a quien pese. ‘Cloverfield’ es un filme subversivo e inteligente, que superpone el entretenimiento a cualquier otra cosa y que está realizada con absoluta maestría a la hora de confabular realización, efectos especiales, sonido y demás aspectos técnicos con una clara apuesta por el riesgo que no esquiva el recurso de los lugares comunes propios del género.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008

Adiós Jefe de Policía Martin Brody

1932-2008
Otra triste noticia: Ha muerto Roy Scheider.
D.E.P.

viernes, 8 de febrero de 2008

In memorian: John Alvin

1948-2008
No hay que pasar por alto el fallecimiento de John Alvin, uno de esos artistas que, con sus carteles imborrables y talento para el diseño y la ilustración, otorgó al Cine algunos de los pósters más legendarios de las tres últimas décadas.
Alvin, ha muerto con 59 años, dejando una impecable carrera a lo largo de 125 películas a las que puso los inolvidables frontispicios cinematográficos con su inigualable magia y clarividencia en campañas de diseño para New Line Cinema, Warner Bros. o Lucasfilm Ltd. entre los que destacan reconocibles carteles como los de ‘Blade Runner’, ‘Cocoon’, ‘Jóvenes Ocultos’, ‘Depredador’, ‘Gremlins’, ‘E.T. el extraterrestre’, ‘Willow’, ‘El Imperio del Sol’, ‘El Cabo del Miedo’, ‘Parque Jurásico’, ‘Poltergeist II’, ilustraciones especiales las trilogías de ‘Star Wars’ o ‘El Señor de los Anillos’ y trabajos para la Disney como ‘La Bella y la Bestia’, ‘Aladdin’ o ‘El Rey León’. Su póster para el filme de Brian de Palma ‘El Fantasma del Paraíso’ fue exhibido en en el Smithsonian Museum como uno de los mejores carteles del Siglo XX.
Para ampliar y redescubrir los mitos del pasado de la mano de John Alvin, aquí tenéis un enlace a su web oficial y sus obras gráficas gracias a la célebre página Impawards.
D.E.P.

La Mejor Foto del Año

El jurado internacional de la 51ª edición de la World Press Photo escogió una imagen del color del fotógrafo británico Tim Hetherington como la mejor instantánea de 2007 para la revista Vanity Fair. El momento fue captado el 16 septiembre 2007 y muestra a un soldado de EEUU que descansa en el bunker “Restrepo”, denominación de un soldado de su pelotón, cerca del Valle Korengal, al este de Afganistán. Gary Knight, presidente del jurado afirma que ha sido la ganadora porque “La imagen muestra el agotamiento d eun hombre y el agotamiento de una nación”.

jueves, 7 de febrero de 2008

Review 'John Rambo'

“Vivir por nada o morir por algo”
Vengo de ver ‘John Rambo’ y la memoria me ha llevado, inevitablemente, al rudimento de aquel personaje iconográfico de los 80, no al frío asesino paranoide creado por David Morrell en su novela ‘First Blood’, si no al hierático ex marine que se siente perseguido y atormentado por las secuelas psicológicas de la guerra, desubicado en una sociedad que ha decidido repudiarle y que llevó a Sylvester Stallone al Olimpo de Hollywood hace más de dos décadas.
El bueno de Sly, motivado por el éxito y la dignidad que supuso para él la última parte de su otro personaje inmortal, ‘Rocky Balboa’, ha decidido seguir dando envites de nostalgia a su hasta ahora maltrecha carrera. ‘John Rambo’, sin embargo, sí aprovecha cierto oportunismo efímero de este momento de gloria por la que atraviesa el actor y director. Pero era el momento justo de recuperar a la máquina bélica más poderosa del género. Si había un momento de sacar de la memoria a Rambo era ahora. El personaje, renace con la violenta sístole de una ametralladora con la que hacer su propia justicia, la guerra, al fin y al cabo, forma parte de él y como afirma en esa frase antológica del filme “cuando alguien te empuja, matar es tan fácil como respirar”, cualquier excusa es buena para volver a las andadas. De este modo, se equipara a su célebre púgil en el hecho de que ambos se han convertido en viejas glorias abnegadas y consumidos en sus propios recuerdos, sin terminar de cicatrizar sus heridas internas.
Presentar a un Rambo sexagenario aislado en Tailandia que pasa los días cazando serpientes para un espectáculo de feria es el entorno ideal para definir a un personaje retirado, de vuelta de todo, exhausto y avejentado, sin ningún tipo de motivación. Sólo hay que provocarle un poco para que se convierta en el autómata asesino que fue gracias a su Gobierno. En su última aventura poco importa la despolitización del mensaje, más allá de un hombre que lucha por su propia justicia, ni del salvaje uso de las imágenes que otorgan a Stallone el reconocimiento del vigoroso pulso y ritmo que mantiene en todo momento. Sobre todo, en sus escenas de acción, en su representación del belicismo y la importancia con la que cuida la parte sonora del filme. Aquí, Stallone da un recital de sangre, de brutal y bucólica grafía de esa violencia (incluso tecnificada si es necesario) que evoca otros tiempos donde la corrección política quedaba en un segundo término.
A Stallone parece que ‘le pone’ esta orgía de sangre; meter a unos idealistas miembros de una ONG en pleno infierno, haciéndoles entender que las cosas, por mucha esperanza que se tenga, nunca cambian. Es el simple pretexto para despertar al sanguinario león dormido. El héroe está cansado, se le nota. Tampoco ha logrado diluir los fantasmas del pasado. Y lo que es peor, se la sudan los dilemas morales de los que le rodean. Como también tener que compartir espacio y misión con unos mercenarios de guerra. Pero no por ello dejará de cumplir sus objetivos militares, su venganza contra aquellos que, como en Vietnam y en sus posteriores conflictos militares, marcaron la vida de este soldado de élite y lo sumieron en la locura y el descontrol.
Esta cuarta entrega no es una gran película, ni mucho menos. Tampoco lo fueron sus predecesoras, si exceptuamos la magnífica ‘Acorralado’, de Ted Kotcheff, pero si por algo es loable la resurrección del mito es por la honestidad con la que Stallone sabe caracterizar el crepúsculo final de sus mitos y, en consecuencia, otorga al fan de aquel cine una última ración de hemoglobina con sabor a barro y olor a pólvora. Una glorificación de la violencia que encuentra la imagen más alentadora de la tetralogía; aquélla en la que Rambo regresa, más cansado que nunca, a su Bowie natal, en Arizona, en busca de sus raíces, cansado de que el mundo no cambie y haciendo que el público eche de menos ese ‘It's A Long Road’, de Dan Hill.
Por ello, gracias Stallone por ofrecernos esta última fiesta.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008

martes, 5 de febrero de 2008

La quimérica Juno MacGuff

Al ver a ‘Juno’ la imagen básica que uno concibe tras el visionado del filme de Jason Reitman es la de la imposibilidad hecha personaje, la entelequia personificada de un sueño intelectual inalcanzable. Porque Juno representa el ideal simbólico creado a partir de la culminación femenina como objeto de deseo que se mueve y dialoga como en la fantasía de un sempiterno adolescente freakie, soñador y con ínfulas de conseguir una chica como esta entre discos, cómics, películas y deseos inverosímiles.
Este personaje es la alegoría de una lolita que encandila por su ternura, su perspicacia, sus ingeniosas frases llenas de ironía, su aparente discernimiento sobre la existencia, la música (algo cuestionable), el cine (aunque considerar más sobresaliente a Gordon Lewis que a Argento es indigno)… en definitiva, la autoasumida clarividencia con la que ve las cosas se antoja la onanista visión que se tiene de la vida y del cine.
El rol interpretado con inquietante perfección por Ellen Page es una utopía. Sugerente sí, pero sin dejar de constituir una fábula algo insípida y optimista que ganará con el tiempo por la intrascendencia, honestidad y melancolía con la cual se ha creado este cuento vitalista y romántico.

lunes, 4 de febrero de 2008

XXII Premios Goya: Entre la indiferencia y el aburrimiento

La Academia recuperó a José Corbacho para volver a ejercer de maestro de ceremonias en esta pasada XXII gala de los Premios Goya. Lo hizo por una sencilla razón; el año pasado, el evento no fue tan desastroso como sus predecesores. Eso sí, sin alardes de ingenio ni divertimento. Afianzado en lo fácil, lo de ayer fue un mero trámite, una de esas galas convencionales, en un reparto de premios que se ha parecido más a los Globos de Oro de este año que a cualquier otra cosa. Una lectura de galardones, pero con los premiados presentes.
Un artificio de entrega, de tránsito en el que la diligencia era el objetivo, un encargo donde no se ha tenido en cuenta ni el humor, ni un guión formalizado y coherente, ni el espectáculo que se le debe exigir a este tipo de galas. Corbacho estuvo, como la noche consagrada a laurear al cine español en su cita anual, anodino, sin chispa, sin recursos, sin la apelación al absurdo humor que destiló en algún instante el pasado año. Únicamente destacó esa parodia a la Presidenta de la Academia Ángeles González Sinde en referencia al sonrojante discurso que ejecutó hace una edición. En ésta, la guionista y directora, se limitó a leer un oportuno y limitado escrito sobre nuestro cine. Aunque nadie lo recordará por su insustancial contenido.
Invocando a ese humor de ‘doblaje falso’ promovido y mil veces visto en televisión, sin atisbo de originalidad, Corbacho hizo su particular versión de las películas nominadas, un discurso inicial carente de gracia, dobló algún que otro vídeo de Woody Allen a modo de desorientado ‘runing gag’ y terminó con una chusca y paupérrima representación de Anton Chigurh, el asesino que está dando a Javier Bardem la gloria ‘hollywoodiense’ definitiva. En cualquier caso, el cómico catalán no brilló en absoluto porque moderó sus célebres salidas del tiesto, su corrosivo humor e improvisación, como si “el horno no estuviera para bollos”. Desde los medios de comunicación, las cifras de taquilla, algunos sectores de la crítica y la sensación general sobre el tema, la situación de supuesta crisis del cine español no parece que deje espacio para el exceso ni la chanza. Ésa fue la sensación difundida; la de un acontecimiento ineficaz e insípido, con poco que criticar, destacar y mucho menos elogiar.
Todo el mundo presentó con hieratismo, sin brillantez ni líneas de guión más allá que la lectura de los nominados y el premio con el galardón cabezudo, los apáticos discursos a las familias y productores, circunscribiéndose al tópico donde el vestigio de sopor y aletargamiento fue el espíritu constante de la noche.
En el recuerdo quedarán pocas cosas. Obviamente, que una película minoritaria llena de talento como ‘La Soledad’, de Jaime Rosales, fuera la gran triunfadora de una ceremonia en la que ‘El Orfanato’ , de J.A. Bayona secundó con su hacinamiento de premios (hasta siete) y alguno para ‘Las 13 Rosas’ y ‘Siete mesas de billar francés’ que dejó contentos a todos. Isabel Coixet sigue demostrando que lo suyo no es hablar en público, Julio Fernández hace lo propio con su inevitable protagonismo y su reincidente y rancio discurso en contra de la piratería (eso sí, a la hora de agradecer el premio a los directores del filme ‘Nocturna’, se puede tomar la licencia de olvidarse), Alberto San Juan deslució su premio con un improcedente énfasis de polémica al pedir la disolución de la Conferencia Episcopal (que poco tiene que ver con el Séptimo Arte) y que los ganadores de los premios a los mejores cortometrajes, de nuevo ninguneados en un bloque, sin orden ni respeto, se preocuparan más de agradecer a padres, madres, amigos, productores (estos también agradeciendo a los mismos), etc… que haber tenido la decencia de reivindicar su posición dentro del Cine como savia y futuro de la industria después de la polémica que estuvo a punto de dejarlos fuera de la gala. La noche, así y a grandes rasgos, dio muestras de flaqueza cinematográfica (ni un solo vídeo sobre el cine, ni un mísero montaje con cierta virtud), de fiesta (todo fue aburrido) y carente de cualquier ‘glamour’, menos interés y una turbadora percepción de desgana. Algo que no se debería fomentar en este nuestro cine capaz de premiar como película del año a ‘La Soledad’. Sin duda alguna, lo que debemos recordar de esta noche de Goyas.
LO MEJOR
- Maribel Verdú, en todo su esplendor.
- José Luis Alcaine y su emotiva enumeración de esas ‘13 rosas’ a las que se refiere la cinta de Martínez-Lázaro.
- El maestro Roque Baños; era vergonzoso que el mejor compositor que ha tenido el cine español en muchos años todavía no tuviera un Goya. Gracias a que Alberto Iglesias este año no estuviera nominado, ha sido posible.
- La frase “Recogen el premio Isabel Coixet, Mariano Barroso, Fernando León de Aranoa y un médico de Médicos Sin Fronteras”, en referencia a la Presidenta de la ONG en España.
- J.A. Bayona cambiándose de sitio con su hermano porque el realizador había equivocado durante toda la noche sus rostros y poder aparecer así en el recuadro de enfoque de los nominados.
LO PEOR
- Que la gala volviera a ser en diferido. Quieren que no se alargue la ceremonia de entrega, pero pueden bombardear al espectador televisivo con infinidad de cortes publicitarios que llevó un evento de dos horas hasta casi las tres. Teniendo en cuenta esto, no se entiende que quieran cercenar premios a diversas categorías por este motivo. Hay que ser hipócritas.
- El vestuario de Pepe Viyuela, que parecía que venía de pastorear con ovejas y cabras.
- Ángeles González Sinde, mujer sin garbo ni presencia, con ese cadáver de hurón negro al cuello y, por segundo año consecutivo, leyendo un soporífero y políticamente correcto discurso académico.
- Sergio G. Sánchez expresando su sorpresa porque, según él, se dice que el ‘El Orfanato’ “es una mala copia de ‘Los Otros’”.
- El público del Palacio de Congresos parecía seguir la gala sin interés, a su puta bola; unos comiendo Chupa-Chups, casi todos leyendo la revista especial de la ceremonia…
- El interminable discurso sobre las venideras generaciones de cinéfilos de Jaime Rosales.
Para finalizar, quiero rectificar un hecho que tiene que ver con el discurso del gran Alfredo Landa. Volviendo a ver el vídeo de agradecimiento, uno se da cuenta de que ese icono, este actor veterano no iba improvisando lo que decía, sino que el discurso de agradecimiento eterno a la profesión y a su familia iba diluyéndose para formar un diálogo sinsentido, no intencional, que se pierde en la voluntad de decir muchas cosas, pero traicionado por la memoria deleble de un hombre mayor incapaz de enlazar tres frases seguidas. La intervención de Landa fue muy emotiva, porque a pesar de hacer creer a mucha gente que el viejo chocheaba (entre ellos, a mí), su discurso, cercano a un galimatías de olvido, puede hacer pensar que Landa padezca algún mal de memoria o simplemente que los nervios le jugaran una mala pasada... quién sabe. En cualquier caso, su discurso se cerró con una frase paradigmática que no deja lugar a dudas y que entristece por esa marcha definitiva del actor "Adiós para siempre". Landa ya es inmortal en nuestra memoria.