viernes, 24 de marzo de 2006

Muere Eloy de la Iglesia, uno de los padres del subgénero 'quinqui'

La muerte de Eloy de la Iglesia, de 63 años, ha impactado al cine español de golpe. De forma imprevista. Con contundencia. La misma que dejó su obra cinematográfica. Adalid y representante de un cine marginal reflejo de la realidad social, de los sectores marginados y de la delincuencia juvenil que tuvo su esplendor a principios de los 80, De la Iglesia hizo de la trasgresión, del cine contestatario e ideológicamente posicionado su peculiaridad más recordada en un cine de corte popular y sin miedo al ridículo, pese a lo chabacano de muchas de sus propuestas.
Sin embargo, su obra siempre ha estado envenenada con un subfondo de denuncia hacia la represión y la censura. Obras como 'El techo de cristal' o 'La semana del asesino' procuraron un cine efectista, émulo de corrientes terroríficas europeas intentando insertar erotismo y sanguinolencia en dosis que desafiaran la mentalidad represora y puritana de la época o posteriores películas de la talla de ‘La criatura’, ‘El sacerdote’ o ‘El diputado’, que aprovecharon la muerte de Franco y el inicio de la transición para exponer de un modo burdo y sucio las miserias de una sociedad en pleno proceso democrático, destapando tendenciosamente con humillación y desagravio los círculos derechistas, ultraconservadores y eclesiásticos.
A pesar de no poder llevar a cabo su ambicioso proyecto sobre la historia de amor en Euskadi entre un abertzale y un guardia civil, que finalmente no se materializó, Eloy de la Iglesia, con el inicio de los 80, hizo que su obra se decantara hacia el conflicto generacional de una juventud perdida en una época de oportunidades que se cristalizó con ‘El Pico’ y ‘El Pico II’, ‘Navajeros’ y ‘Colegas’ (todas con su actor fetiche José Luis Manzano), parábolas callejeras sobre la drogadicción, la homosexualidad, la delincuencia, el sexo barriobajero ‘a pelo’ y la abulia juvenil entre chutas de caballo y gamberrismo en un orbe de marginados que marcarían el principio de aquella década.
Un subgénero cinematográfico ‘quinqui’, que Eloy de la Iglesia encabezaría junto a José Antonio De la Loma (y sirvan estas líneas como recuerdo ofrendístico), autor de esa trilogía imprescindible que supuso ‘Yo, el Vaquilla’, ‘Perros callejeros’ y ‘Los últimos golpes del Torete’, su particular acercamiento a los compulsivos barrios bajos de Barcelona, a la drogadicción, la delincuencia, la rebeldía. Un género de bajos fondos habitualmente vilipendiado, centrado, en el caso de La Loma, en la figura de Juan José Moreno Cuenca, “El Vaquilla”, símbolo generacional, prototipo de una juventud marginal sin rumbo que creció entre droga y atracos, a golpe de pistola y navaja, de persecuciones en coches robados con banda sonora de la rumba gitana de Los Chichos y Los Chunguitos, mundo tan arraigado también a la figura de De la Iglesia.
Eloy de la Iglesia dejaría de lado el cine de droga y ‘trapis’ para centrar su carrera en un cine más comercial y ajustado a aspiraciones artísticas tan desatendidas a lo largo de anterior filmografía; ‘Otra vuelta de tuerca’, basada en la obra de Henry James y ‘La estanquera de Vallecas’, con guión del propio De la Iglesia, su habitual Gonzalo Goicoecha y Alonso de Santos, basado en la homónima obra teatral de éste último con esa la historia de albañil y un delincuente que asaltan un estanco y secuestran a la dueña y su sobrina como rehenes son sus últimas grandes películas con un poso de crítica social menos marcado que en su época de subgénero.
Su última cinta fue ‘Los novios búlgaros’, que pretendió, sin éxito, recuperar su fuerza cinematográfica provocadora y reprobativa aludiendo a la marginación y al cine homosexual. Una forma de contar historias caduca pero reivindicable en el desolado panorama del cine español actual.

jueves, 23 de marzo de 2006

La surreal y colorista ironía de Mark Bryan

“Estoy asombrado del mundo en el que vivo. Un lugar ilimitado, misterioso, maravilloso y peligroso. Un lugar donde se pueden dar todo tipo de posibilidades”.
(Mark Bryan).
La paradoja del ser humano, del mundo actual, de la estupidez que nos corroe se contrapone por el colorido muralista de sus dibujos. La obra de Mark Bryan está llena de causticidad y crítica lanzada en forma de dardos icónicos contra la torpeza mental humana, pero que encuentra a su vez su fascinación en la belleza de un mundo que, pese a su entorno caótico, despierta una visión de atractiva y divertida ironía.
Con cierto halo de misterio, Bryan se centra a menudo en lo religioso y en lo político, sin atisbo de moralina, pero sí con mucha sátira. Con la comicidad como arma, el artista californiano utiliza la caricatura exagerada, el ‘cartoon’ y una profusión de elementos reconocibles que invitan al público a reflexionar sobre la extraña comunión del hombre y la naturaleza, sobre la actualidad y el absurdo, sobre la iconografía rayana en el surrealismo. Pero, sobre todo, en la incógnita natural que convierte a los hombres en auténticos gilipollas.

miércoles, 22 de marzo de 2006

La toma falsa de 'The Frighteners'

Uno de los numerosísimos extras que trae la Edición Especial de cuatro discos de ‘The Frighteners’, de Peter Jackson, tiene como protagonista a Michael J. Fox en una curiosa, inquietante y nostálgica toma falsa de recurrente cinefilia ‘ochentera’.
Cuenta el propio Fox que durante varias secuencias en las que aparecía el Juez (interpretado por John Astin) no lograba ubicarse en la película y acababa llamándole ‘Doc’ en el momento de filmación. El actor narra con una sonrisa cómo el hecho de ver por el ‘set’ a Robert Zemeckis y lo profundamente que le marcó ‘Regreso al futuro’ hicieron que este desliz provocara varias carcajadas entre los miembros del equipo.
Esta completísima edición del DVD de la película ‘pre-tolkieniana’ de Jackson es un lujo visual que desgrana con detenimiento todas y cada una de las etapas de rodaje del filme, de sus personajes y del nacimiento de un imperio, el de Jackson, floreciente en objetivos y efectos digitales propugnados por una WETA que por aquel entonces nacía como una pequeña empresa con aspiraciones de revolcuión técnica.
Oscura, cínica y tremendamente divertida, ‘The Frighteners’ es, con todo, una película de culto entre los aficionados. Una pequeña maravilla que logra fusionar con maestría los dispositivos del terror, la comedia y el suspense para satisfacer las demandas genéricas y superar con creces la fascinación narrativa que en manos de la genialidad de Peter Jackson no tiene parangón.
La historia de Frank Bannister, rol memorable interpretado por J. Fox, continúa siendo, transcurrida más de una década, un referente dentro ‘thriller’ paranormal y un ineludible escalón en la imparable carrera de Jackson como cineasta de éxito.

martes, 21 de marzo de 2006

'El Nuevo Mundo': Off, Off, Off...

Consciente de lo sensible de la propuesta, de su inexacto y preciosista último trabajo, el huraño Terrence Malick hace alarde de su habitual arrogancia transcendental, de meliflua expresión oral y visual con la reiterativa proliferación de ‘voces en Off’ en su última película ‘El Nuevo Mundo’.
La insistencia verbal, de bucólica retórica filosofal tan característica de Malick se superone al encadenado de imágenes, acciones y tiempo, estructurando su historia en una línea narrativa afásica tan alejada de la circunspección pero buscando una improbable sobriedad que termina por provocar indigestión en el espectador.
John Smith (Colin Farrell) divaga en ‘Off’ sobre Dios, el hombre, el amor y la injusticia, su desembarco como colono inglés en América, tropezando con los nativos. Rebelándose contra el absolutismo de una libertad cercenada por los ingleses. Haciendo alarde de la democracia en sus manos hasta que el choque de civilizaciones antagónicas se produce. Un enfrentamiento que encuentra como nexo de unión a una Pocahontas (Q'orianka Kilcher) que, ajena a la naturaleza conquistadora de los colonos, narra en otra acentuada ‘voz en off’ su amor por la tierra madre, por su etnia, su familia, su hermano muerto a manos de los ingleses que llega al éxtasis reflexivo con sus sentimientos afectuosos hacia Smith.
‘Voces en off’ que van y vienen con el sonido del campo, del aire, de un ecosistema virgen. Pretenciosa poesía filosofal que se desglosa en otra ‘voz en off’ imprevista, la de John Rolfe (Christian Bale), el tercer hombre que cierra un triángulo descompensado pero vital para que la historia acabe por tomar su sentido romántico.
Un círculo de regodeo artístico que centra sus armas narrativas en la excesiva estilización de las poderosas imágenes surgidas de la genialidad de Emmanuel Lubezki. ‘El Nuevo Mundo’ es una elegía al Paraíso perdido, a la hermosa visión ombliguista de un autor como Malick, capaz de adaptar su historia a una intrascendente nostalgia promovida por el ímpetu poético y lírico que, no obstante, resulta suficiente para llegar a la esencia emocional del espectador.
Agua, luz, tierra, sangre… Un ‘Nuevo Mundo’ trufado de un letárgico pero enigmático hipnotismo que deja una mella difícil de olvidar.
Para bien y para mal.

lunes, 20 de marzo de 2006

'Second Name': Terrorífica frialdad

Falsas apariencias
‘El segundo nombre’ profundizó en el auténtico terror proveniente de las cosas cuyo amable aspecto disimulan su terrible amenaza.
‘Second Name’ inauguró hace algunos años la línea ‘Fantastic Discovery’, creada por el productor Julio Fernández desde Filmax para apoyar las operas primas de nuevos realizadores. Para su debut, el joven director Paco Plaza, realizó una inquietante adaptación del maestro de terror Ramsey Campbell, artífice de otra gran muestra terrorífica como fue el éxito ‘Los Sin nombre’ de Jaume Balagueró. Visión análoga y emparentado al tratamiento de las falsas apariencias que ofreciera hace décadas Ira Levin en la obra maestra de la literatura y el cine ‘Rosemary’s baby’, Plaza refrendó, con gran pericia visual y narrativa, ese oscuro mundo que simboliza la más descarnada ferocidad oculta bajo el rostro amable y cotidiano. En ambos casos, referentes a la muestra sectaria más retorcida y lóbrega en el nunca inofensivo credo religioso.
‘Second Name’ narra la vida de la joven Daniella Logan que, tras el suicidio de su progenitor, descubrirá trágicamente que el idealizado padre al que tanto está llorando fue, en realidad, una persona radicalmente distinta, un monstruo solapado tras una conspiración de felonía y muerte. Para la consecución de una de las mejores muestras de drama de terror psicológico que se han dado en nuestro país, Paco Plaza se alejó de los designios del género, desechando el efectismo formal del terror para indagar en el oscuro mundo del infanticidio, de las sectas abrahamitas, del horror y desesperanza que exceden su propio significado para abrir una terrible e incurable herida en la grafía del drama. Esta admirable obra debut supuso un incómodo viaje a un descubrimiento, a la investigación de funestas apariencias reveladoras de la peor cara de una deferencia humana que esconde la crueldad más devastadora en altas dosis de inhumana pesadilla.
Con un milimétrico estilo personal, imbuido de una magnífica y adecuada sobriedad estética ocre y bruna, acompañada por un escalofriante coro de cámara, Plaza marcó el origen de su ‘opera prima’ en una tierra de nadie en la que cual se forja su encanto fascinante y turbulento. ‘Second Name’ es una obra fría y pausada, donde la ambigüedad se torna espeluznante a lo largo del recorrido de búsqueda de la verdad por parte de Daniella, rol en el que se dibuja un frío y angustiante retrato psicológico. El de una víctima de los acontecimientos que, lejos de renunciar a su aciago destino, impone su fortaleza sin importarle las consecuencias y que se ve revalorizado con la destacable labor interpretativa de la enigmática Erica Prior (vista después en ‘The Birthday’, de Eugenio Mira).
Huyendo en todo momento de los exigentes tópicos de la industria comercial y doblegando la demanda que vende simplemente la suma ornamental de sustos y reiteración de argumentos, ‘Second Name’ supuso un oscurísimo thriller dramático que guarda en su contenido uno de los epílogos más devastadores y crueles vistos en estos últimos años de manipulación genérica a la que se ha visto sometido el aficionado al cine de terror. Paco Plaza aportó una gran labor de dirección, articulando su mirada en una estructura clásica, donde la templanza y la frugalidad de la cámara conllevan directamente al drama, permitiendo que la psicología de los personajes y en clímax de la acción fueran el autentico protagonista de la función, sin dejar espacios para el lucimiento del cineasta. Entre tonos mortecinos y claustrofóbicos, con una fotografía sombría y desasosegante de la mano de Pablo Rosso, la fiel adaptación al espíritu de la torva imaginería de Ramsey Campbell, caracterizada por su substancia maligna, se plantea como un intenso descenso a los infiernos psicológicos, a la locura religiosa de dimensiones difícilmente explicables. Bajo una alevosa e imprevista imagen telefílmica, los personajes de esta vehemente y fosca visión del drama, fríos y distantes, van cerrando la investigación y el círculo empático del espectador se refleja en la figura de Daniella, único personaje que resulta acogedor en una difícil aventura que Plaza supo relatar a la perfección con un sorprendente manejo de la escabrosa línea argumental.
Al igual que ‘Los sin nombre’, ‘Second Name’ esgrimió denigrantes concepciones contiguas a la pérdida de la inocencia, a la muerte infantil devastada por la creencia, la destrucción y la deshumanización del hombre moderno asido a la religiosidad fanática. El inmejorable debut de Plaza fue una película recomendable al avezado espectador con ganas de sentir la desagradable angustia de un tétrico cuento destinado a ser un importante referente dentro de un cine de terror español bastante necesitado de obras como esta.

domingo, 19 de marzo de 2006

Atrocidad

"Aún no se ve el acto completo. Pero cuando esté terminado, será... La gente apenas podrá comprenderlo. Pero no podrá negarlo".
(John Doe)

viernes, 17 de marzo de 2006

La genialidad de "Jim-Box"

La semana pasada, tuve la oportunidad de compartir un fin de semana con Jaime Fernández Miranda, de sobra conocido por todos como “Jim-Box”. Había oído hablar de él pero no había visto sus cortometrajes. Cuando tuve oportunidad de echarle un vistazo a su obra no pude por menos que sorprenderme.
¿Cómo no había descubierto antes tanta originalidad? ¿Cómo este tipo me había hecho reír en tan poco tiempo como nadie lo había logrado antes? Inmediatamente reconocí la genialidad de este entrañable individuo que se ganó mi corazón y mi admiración en cuestión de segundos. Os aseguro que ‘Las abejas’ pasó a ser uno de mis cortos de culto y su autor, uno de esos amigos para toda la vida.
“Jim-Box” es un talento que llegó al cine por el ‘surf’. Así lo cuenta él. Se compró una cámara para grabar las olas y luego se aficionó a grabar cortos. Muestras inmediatas de lucidez cinematográfica, apuestas arriesgadas rodadas al momento, con la magia y la inocencia de todo aquel que empieza. Es la gran virtud de “Jim-Box”. Esa energía desbordante, su contagiosa ilusión y una imaginación innegable para transformar cualquier instante de decaimiento en una odisea de diversión. Es auténtico, ajeno a la superficialidad y la impostura a la que estamos acostumbrados en el mundillo del cine. Él mismo es como una ola que te arrastra y te convierte en devoto de su optimista visión de las cosas.
Su cine, con la definición que su precursor ha dado en llamar ‘guerrilla film’ es la apoteosis de la inmediatez creativa, del rodaje instantáneo y del montaje certero para que sus cortos funcionen mucho más allá de la calidad del producto. Importa la intención, la capacidad de estimular al espectador. Por supuesto, “Jim-Box” tiene detractores (algunos pedantes que con actitud endémica y despreciativa descalifican su cine), pero no es óbice para reconocer que bajo esa concisa invención apiñada en unos pocos segundos, se esconde un creador en toda regla, un realizador con ganas de aprender, que absorbe conocimientos a pasos agigantados y un gran director de cine.
“Jim-Box” es una demostración de libertad sin complejos, de puro cine independiente que sigue, sin embargo, unas reglas establecidas que acomodan sus cortos a distintos tipos de géneros. Para unos es un genio y para otros un simple embaucador visual. Esta dualidad es la que está consiguiendo que “Jim-Box” haya traspasado las fronteras de su Gijón natal y que, de repente, sea uno de los cortometrajistas más mencionados del circuito de piezas cortas nacional. Gracias a su impronta, “Jim-Box” acaba de ganar el Gran Premio del Jurado en el IV Notodofilmfest con el magistral ‘H5N1’, pequeño documental a medio camino entre la parodia y el drama ilustrativo que profundiza subversivamente en la reflexión sobre los errores del hombre ante los problemas de la naturaleza.
Pero “Jim-Box” no es nuevo en esta profesión. Lleva años rodando y ha habido reconocimientos previos. ‘Fuel’, ‘Light Hunter’ o ‘Take Off’ son prototipos del extraordinario dominio de una técnica autodidacta donde no hay dogmas ni límites. El cine de este asturiano despoja al cine de artificios y lo adapta a su peculiar e inimitable estilo. En el mundo del documental ('Muerte en el estrecho', ‘Chiken’…), de sus espectaculares grabaciones y montajes de ‘surf’, de los ‘spot’ (para Movieflex), de los ‘video-clips’ (‘Exhausto’, para Novoz) o de sus cortos de ficción (‘360º’, ‘Take off’, ‘Mi amigo Koji Kabuto’…), “Jim-Box” marca la diferencia.
La semana pasada, imbuidos en el espíritu netamente ‘guerrilla filmaker’ nos descubrimos en medio de la fiesta nocturna, bastante perjudicados por el alcohol (a excepción de “Jim-Box”, que no bebe), tentados a imitar a su creador en forma de ofrenda, rodando con una cámara de fotos tres pequeñas piezas que reúnen el verdadero sentido de este nuevo género: la diversión del momento, rodar a cualquier precio. “Jim-box” se prestó como estrella invitada aportando su rostro y su talento para el guión improvisado. Por eso, esa mítica ‘TRILOGÍA DECADENTE' (dentro y fuera de esos ‘Pequeños Documentales’) que creamos como testimonio del carismático Jim en su aventura salmantina descubriendo la enfervorecida noche salmantina y sus monstruos nocturnos no son más que tres divertimientos de enloquecida sustancia con el fin de quitar presión para sus próximos trabajos, como él mismo ha dejado constancia en su imprescindible página web.
PD: La trilogía se completa con una pieza mejor rodada y terminada de la mano de Roger Vicente titulada ‘Fast Food’.

Spain is diferent

Mientras en Francia los jóvenes protestan violentamente contra la política laboral del Gobierno, que ha flexibilizado los contratos para jóvenes mediante el criticado ‘Contrato del primer empleo’ que permite despedir sin ningún motivo durante los dos primeros años de contrato, en España millones de jóvenes preparan su hígado para darle caña en multitudinarios botellones de alcohol y fiesta protestando por la prohibición de alcoholizarse en la vía pública.
Quizás deberíamos reflexionar sobre ello…

jueves, 16 de marzo de 2006

Review 'Capote'

El proceso creativo de una obra maestra
‘Capote’ es una estupenda obra primeriza que magnifica su trascendencia en su tono realista y en la soberbia interpretación de Philip Seymour Hoffman.
De Truman Capote se dijo en vida que era caprichoso, frívolo, arribista, amanerado, egocéntrico, exhibicionista, chismoso, crápula, manipulador, excéntrico, mundano y egoísta. Pero también se reconoció su genialidad como escritor. Capote marcó la historia de la narrativa con su singularidad literaria, propia del carácter genial de una persona que creía que el periodismo podía establecer una opción como forma de creación literaria, una nueva síntesis de ambas profesiones que tuviera la veracidad y la inmediatez de los hechos y la precisión de la prosa. Por eso, el más extravagante de los personajes de Truman Capote fue él mismo. Un hombre capaz de fusionar las complejidades emocionales de un escritor narcisista con el detallismo enfermizo de un periodista.
‘Capote’, la obra debut de Bennet Miller no es un ‘biopic’ radiográfico de la vida de este peculiar escritor, ni una de esos ‘flashbacks’ condescendientes con la figura que se acomete. Sin ningún retazo de virtuosa beatificación, esta sensacional primera película evita la tentación del prototipo hagiográfico y compone un estudio psicológico del personaje a través del lento y tortuoso proceso creativo de una obra maestra literaria insólita que inauguró la ‘non fiction novel’, nuevo género literario que yuxtapone el ejercicio narrativo de una novela pero utilizando la realidad y veracidad de los hechos hasta el más mínimo detalle. Una crónica que transcurre entre 1959 y 1965, lapso que marcan la escritura de ‘A sangre fría’ su mejor y más decisiva obra amén de determinar el futuro del escritor de Nueva Orleáns en un itinerario vital donde no faltan contradicciones, esplendor y miseria a lo largo de la composición de esta polémica obra literaria. La película encuentra su punto de arranque cuando Capote lee en el New york Times la noticia que cambiaría su vida creativa, enfocada desde entonces a investigar pormenorizadamente junto a su ayudante, la escritora Nelle Harper Lee, el cruel asesinato de la familia Clutter en Holcomb, un pueblecito de Kansas. Capote vio la oportunidad perfecta para escribir sobre el efecto que aquellos crímenes tendrían sobre un pequeño y pacífico pueblo, sin saber que, cuando los presuntos asesinos fueron capturados, la novela se encauzaría hacia otros derroteros bien distintos.
El filme de Miller, bajo un sobrio guión de Dan Futterman, desgrana la personalidad arrolladora del autor en una acertada y fría dinámica que no se despega ni un segundo de la psicología del icono literario, pormenorizando las circunstancias y la infamante sustancia moral que acompañó a la creación de esa obra maestra, ‘A sangre fría’, aportando realismo retrato cuidadoso y sin concesiones al exceso. Por ello, en ningún momento se recurre a los abismos decadentes ni posteriores redenciones con moralina de superación, para procurar captar el desarrollo de la obra uniendo esa misma ficción y realidad indisolubles de la obra literaria traspasada a la cinematografía, en una suerte de extraño metalenguaje donde los hechos se presentan en tiempos paralelos, los que suceden y los que narra Capote. Un efecto que, al igual que en ‘A sangre fría’, provoca que el observador participante (en este caso Capote) influyera tanto en el objeto de observación como nunca antes se había visto. Sin dejar a un lado la fascinación por el mito y el personaje, la cinta no se despreocupa por la reconstrucción de los hechos, por la densidad psicológica y dramática que los rodearon, sabiendo atesorar una beneficiosa sobriedad en la contemplación de un personaje tan lúcido y superdotado como perverso y engreído.
‘Capote’ no olvida, obviamente, el feroz modo de jugar a su capricho con el destino de los reclusos Perry Smith y Dick Hickock, de obstaculizar o aligerar la fecha de la ejecución de la pena de muerte de ambos, ilustrando así la siniestra personalidad del escritor en su empeño de desentrañar la psicología de los asesinos en un repaso a la continuas entrevistas con los asesinos y el seguimiento de un proceso judicial que en pantalla sólo tiene un par de escenas. Tampoco de la fraternal fascinación que Truman siente por Smith, identificando sus duras infancias faltas de afecto. El Truman Capote cinematográfico es, en último término, un agresivo reflejo de lo que fue el personaje público, un genio de obsesiva egolatría que es capaz de menospreciar la obra ‘Matar un ruiseñor’, de Harper Lee, sin la que ‘A sangre fría’ no habría podido materializarse. Un literato de ambición sin límite que acabó sucumbiendo ante la gloria encontrando con su forma de ser la ruina personal.
Cierto es que el debut normaliza ciertos vicios de una primera película como es la propensión al contexto telefílmico, embozado por la gran labor fotográfica de Adam Kimmel que dota al filme de un tono realista y directo, sin ningún tipo de alarde en su proposición grisácea y que se ensambla con la objetivo discursivo de neutralidad y austeridad ante la personalidad de Capote. Pero lo cierto es que si por algo pasará a la historia reciente ‘Capote’ es por la magistral clase de interpretación que ofrece (Philip Seymour Hoffman en su introspectiva composición del escritor, en un alarde de contención, cuando el personaje era una ofrenda al histrionismo. Hoffman no juega a crear una imitación, sino que absorbe cada gesto de Capote, su voz, su travesía egoísta y catártica devenida en el mejor y más portentoso mimetismo visto en los últimos años con su consecución de adentrarse en la mente de los personajes y ofrecer un milagro interpretativo inolvidable.
Miguel Á. Refoyo © 2006

Nuevo Arte

Una curiosa escultura realizada con huevos, tesón y mucho esfuerzo.