lunes, 23 de enero de 2006

Kobe Bryant: Increíble-ble-ble

Wilton Norman "Wilt" Chamberlain anotó con los Warriors de Filadelfia el 2 de marzo de 1962 la histórica marca de 100 puntos contra los Knicks de Nueva York.
La pasada madrugada, Kobe Bryant (Lakers) le endosó 81 puntos a los Raptors, la segunda mejor anotación en un partido de la NBA.
Una proeza que, sin lugar a dudas, es, desde ya, un hecho deportivo histórico.

domingo, 22 de enero de 2006

Domingo reflexivo

“...mientras dormimos aquí, estamos despiertos en otro lado y así cada hombre acaba siendo dos hombres”.
(Borges, 1941: 24)

sábado, 21 de enero de 2006

"Flo", gran fichaje de 'La Sexta'

La Sexta iniciará en marzo su emisión en otro conato de convidar a la audiencia a una cadena con flamantes contenidos catódicos y por la lucha del ‘share’ que amplia sus antagonistas en un desafío televisivo como nunca antes se había visto. Una televisión generalista y digital que abogará, según dicen, por la ficción, esa mefítica ficción española que no logra captar el mínimo interés y que se consume con extenuante apatía por el televidente acostumbrado al crepúsculo de ocio.
Cuatroº ya ha demostrado que los principios de una nueva cadena son difíciles, que el teleespectador no es tonto y que si no ofreces un ente de calidad te acabas dando de bruces en la procelosa indiferencia. Algo, que le ha sucedido a muchos de los programas de la nueva cadena.
Tendremos que esperar. Y en ese tránsito de expectativa, las noticias de La Sexta empiezan a germinar curiosidad alentadora; que si primero Wyoming (con la lección aprendida en el desastre una azotea) con un novedoso formato ajustado a su innegable carisma de presentador… Y ahora, Florentino Fernández, que augura un programa que recuperará el sarcástico y nostálgico espíritu de aquel mito televisivo que fue ‘El Informal’.
En cualquier caso, no hay que olvidar que una nueva cadena generalista, a estas alturas, responde más a una estrategia para que unos pocos se forren que a una verdadera intención por crear una televisión digna con identidad propia.
Veremos qué nos depara el futuro en el sinuoso orbe de la caja tonta.

jueves, 19 de enero de 2006

Mystic River, imperfección perfecta

Los fantasmas del pasado y la venganza del presente
Eastwood compuso una sólida intriga policial que indaga en la más cruel y oscura naturaleza del ser humano y en la violencia de la sociedad americana actual.
Tras la más que fallida ‘Deuda de sangre’ y antes que la magna obra ‘Million Dolar Baby’, Clint Eastwood volvió por sus fueros confirmando de nuevo su talento como director con la estupenda ‘Mystic River’, una trágica película que planeaba sobre la violencia como infección creada por la sociedad para su propia autodestrucción. Un tema en el que Eastwood ha sido uno de los iconos contemporáneos, primero idealizándola dentro de la pantalla como actor (‘Harry, el sucio’) y luego demoliéndola fuera de ella como director (‘El jineta pálido’ y, sobre todo, ‘Sin perdón’). Basada en la novela homónima de Dennis Lehane y adaptada al cine por Brian Helgeland, ‘Mystic River’ presentó un complejo lienzo de historias cruzadas a lo largo de un cuarto de siglo en un pequeño distrito de Boston, donde tres niños viven un trauma que marcará sus vidas para siempre con la cruel vejación de uno de ellos por parte de un hombre que dice ser policía. Un segundo encuentro en circunstancias igualmente aterradoras cierra el círculo entre los tres hombres en la actualidad. Tres vértices de un triángulo de prototipos de ciudadanos recluidos en el barrio periférico donde transcurren sus vidas.
Sombría y pesimista, ‘Mystic River’ desarrolla líneas laberínticas en las cuales los personajes dan paso a sus tres complejos caracteres marcados por la soledad silenciosa, el ansía de venganza y la locura pretérita, respectivamente, actualizada por un hecho inconfesable que no es más que la coartada moral para confirmar una anhelada búsqueda de la propia identidad. Con una estremecedora imagen periódica de la baldosa en la que dos de los chicos escribieron su nombre y donde el tercero no pudo escribirlo entero, metáfora de una vida incompleta, la intención ética del filme exhibe una inteligente disertación sobre la naturaleza humana, áspera y melancólica, que abre el insondable fondo más grisáceo del comportamiento humano, donde las secuelas del abuso infantil y las consecuencias del crimen no simplemente exponen personajes a un lado u otro del bien y el mal, sino a seres humanos combatiendo contra su propios fantasmas.
El interés de ‘Mystic River’ por tanto no reside en saber quién ha cometido el asesinato que lleva a sus personajes a un tortuoso destino, un ‘whodunit’ policial que en su desenlace puede ser lo más deficiente del relato (por su resolución), sino que reposa en la profunda y seria reflexión sobre las consecuencias que desencadena el hecho originario, el homicidio de la hija de uno de los tres amigos, en el entorno que rodea a la familia, en el barrio donde se ha perpetrado el crimen, alcanzando el macabro estigma a aquellos que intentan superar sus miedos y trastornos viéndose todos en una espiral de pesadillesca venganza y aire de violencia imparable.
Un oscuro pasado restaurador de las pesadillas infantiles trasladadas al presente en diversas y escabrosas formas que sirven de parábola para urdir una siniestra visión de la hipocresía y de procacidad provocadas en el actual Estados Unidos por la violencia bajo una intriga. En realidad, desapasionado y cruel análisis psicológico y social del terror violento y sus efectos sobre la paranoica sociedad ‘yanqui’ del presente. Un grito de mordacidad y pesimismo, de opacidad moral que es esta réplica al espejismo político de Bush con la presencia dos rostros militantes en la lucha contra la estupidez americana como son Sean Penn y Tim Robbins (ambos ganadores del Oscar), que realizaron dos de las interpretaciones más loables y intensas de sus respectivas filmografías. Dos creaciones de magnitud interpretativa llevadas hasta cotas de insuperable maestría, a las que se unieron unos magníficos Kevin Bacon y Lawrence Fishburne. Pero sobre todo, los secundarios personajes femeninos, Marcia Gay Harden y Laura Linney esposas, cómplices y traidoras, que toman una imperiosa fuerza narrativa, fundamental para el discurso radiográfico social en la parte final de la película. Con este relato de agobiante turbiedad moral, Eastwood consiguió con ‘Mystic River’ volver a demostrar su virtuosismo en una dirección de tintes clásicos, retomando la densidad violenta desgranadora de la verdadera y oscura condición humana de ‘Sin perdón’ e influenciado de nuevo por ‘El incidente Ox-Bow’, de William A. Wellman para realizar, de paso, uno de los mejores trabajos de toda su filmografía.
Una película de sólido temple, de elegante factura, categórica en su lóbrega proposición dramática lanzada con la clásica mirada de un director que sigue perpetuando una línea sombría ante sus personajes y ambientes. Un recurso que hizo que ‘Mystic River’ encontrara en su extensión un aire enrarecido de inmoralidad, maldad y recovecos internos en los que el destino teñido de sangre acaba por contagiar a todos los miembros de una comunidad que fecunda la violencia para sufrirla posteriormente. El veterano actor y cineasta creó así un obsesivo tono pausado y a veces voluntariamente arrítmico que acabó por otorgar a la cinta un equilibrio lento y sostenido, proporcionado en su investigación policial y en su profundización emocional a través de largos diálogos que dieron como consecuencia una oscurísima deliberación sobre la amistad, la fatalidad y la imposibilidad de las personas por evitar la tragedia. Uno de los trabajos fílmicos más sobresalientes de la carrera de Clint Eastwood, que viene a ser lo mismo que decir que es una de las mejores películas de los últimos años.

Los papeles salen de Salamanca

P s y e á. Y o t n n.
L i e t e o a l s n r c r o s u s p s.

Ultimátum

Harrison Ford ha ofrecido un contundente ultimátum a George Lucas y Steven Spielberg.
Ford ha dejado claro que o bien la cuarta parte de ‘Indiana Jones’ se rueda en los próximos dos años o no participará en el proyecto, con lo cual el espectador quedará huérfano de las esperadas y nuevas aventuras del célebre arqueólogo, ya que sin él, como es lógico, la película no tendría sentido.
El actor, de 63 años, siente que el tiempo se le echa encima para interpretar a un hombre de acción como Indy y Spielberg, por su parte, sigue insistiendo que la película se rodará este año o, como muy tarde, en 2007.
La canción de siempre.

miércoles, 18 de enero de 2006

Vuelve el 'Chino Kudeiro'

Las mañanas de los sábados y domingos tienen un nuevo aliciente en Cuatroº, cadena que algo tiene que hacer si no quiere seguir ofreciendo ínfima calidad en su debilitada parrilla.
A partir del sábado, 28 de enero, Cuatro ofrecerá durante los fines de semana los cien episodios del mitológico 'Humor amarillo', con el legendario Takeshi "Beat" Kitano al frente.
El espacio se emitirá a las 14:20h, antes del informativo de fin de semana que presenta Miguel Ángel Oliver.
Viruete ya escribió hace tiempo sobre el concurso de los simpáticos asiáticos a prueba de golpes, por lo que lo único que me queda es referiros a aquel especial creado por uno de los ‘bloggers’ más carismáticos de la red.
Sólo espero que el ‘show’ mantenga su doblaje original de los no menos míticos Juan Herrera y Miguel Ángel Coll.

Review 'Jarhead'

Ambigua y trivial visión castrense
Sam Mendes realiza un desequilibrado producto esteticista sobre las consecuencias de la Guerra en una reflexión trivializada e imprecisa en sus propósitos discursivos.
Cuando uno termina de ver ‘Jarhead’ se pregunta dónde han quedado aquéllas imágenes marcadas en la memoria colectiva de la soldado Lynndie England arrastrando a un iraquí desnudo y maniatado en la prisión maldita de Abu Gharib o a aquellos entusiastas marines que confesaban en ‘Fahrenheit 9/11’, de Michael Moore, cómo se inspiraban con la canción ‘Burn, motherfucker, burn’, del grupo Bloodhound Gang, a la hora de salir a matar iraquíes en Afganistán. Por supuesto, no era de recibo crear una película norteamericana que reflejara con todo lujo de detalles cómo muchos de los marines yanquis cometen en las guerras reiterados actos atroces y violaciones del derecho internacional, ya sea hace quince años atrás como en el actual Golfo. Como bien se estipula en el final de la cinta de Sam Mendes "Todas las guerras son diferentes. Todas las guerras son iguales". Pero hay algo dentro de esta nueva muestra de adoctrinamiento mental y físico que pretende, sin conseguirlo, reflejar la deshumanización de los muchachos metidos en el ejército americano que estimula el recuerdo de estos dos ejemplos reales en cuestiones castrenses de un orbe tan manido como la dureza extrema de la formación marcial de los marines.
‘Jarhead’ es la nueva tentativa de un director denominado como controvertido para polemizar sutilmente sobre aspectos de una nación y su ejército bajo una disposición crítica, como ya hiciera en la sobrevalorada ‘American Beauty’, pero sin posicionarse lo suficiente como para resultar sarcástico, situándose en la frontera de la ambigüedad y enturbiando el mensaje que subyace en la historia antibélica que no llega a cuajar en ningún momento, pero que tampoco decepciona. Para ello, Mendes aporta a su nuevo filme un barniz humanista y bastante indulgente con la historia de Anthony Swofford, un soldado que publicó en 2003 un libro de memorias en el que narraba cómo miles de soldados ni siquiera tuvieron que disparar sus rifles en la Primera Guerra del Golfo porque la batalla se libró desde el aire en un conflicto de intereses (fundamentalmente, el oleoducto que atraviesa el mar Caspio) que se inició con la invasión de Kuwait por parte de Sadam Hussein. ‘Jarhead’ es así una tragicomedia subjetiva de un soldado que descubre el infierno de la educación militar, de esa disciplina que obliga a eliminar de forma estricta la individualidad y la inhibición para matar, cristalizado en único deseo y pilar de su personalidad táctica y la propagación de una escrupulosa ética de trabajo en equipo.
Mendes orienta su visión hacia esos muchachos procurando dejar a un lado la devoción del patriotismo, huyendo del campo de batalla para insertarse en las vidas de unos chavales autodenominados ‘cabezabotes’ (los ‘jarheads’ del título original), entre los que se incluyen jóvenes cultos y preparados que “se perdieron de camino a la universidad”. Máquinas de matar creadas al amparo de la humillación y la anarquía mental en pos de una sola idea: la Guerra implora la necesidad de matar, del enfrentamiento humano que encubre la negligencia de aquellos que las provocan. En este contexto, el director británico (y por extensión el guionista William Broyles Jr.) acometen el libro de Swofford como simple coyuntura para llegar a la conclusión básica del género bélico moderno, que renuncia a ideologías y concluye con un axiomático aforismo: la guerra no es más que un enorme desierto, en el que ni si quiera hay sitio para el enemigo. Es ahí, en esa guerra sin batalla, donde ‘Jarhead’ funciona en cuanto a intención narrativa, como revisión del sentido político y moral del antibelicismo actual, de hombres perdidos en espacios recónditos, esperando ejecutar órdenes confusas, allí donde el espectador alcanza un efímero y aceptable vínculo de sinapsis.
Pero hay algo que no funciona, a pesar de ir en contra de la glorificación del heroísmo yanqui o de no posicionarse en un discurso militarista o antimilitarista, tal vez derivado de una examinada frialdad del discurso fílmico o de esa intensa voluntad narrativa. Nada resulta épico. Todo lo contrario, las acciones bélicas son de lo más triste; instrucción extrema, ejercicios de adiestramiento empírico y una constante promesa de operaciones belicosas que nunca llega a conformarse, todo producto de cierta complacencia que transita por lugares comunes visitados cientos de veces, de una reincidencia en el elemental dibujo tipológico del género. A ello se une el esperado exceso esteticista del autor, la reincidente demostración de apabullante estilo y megalomanía academicista, evitando el clasicismo de su empalagoso anterior filme para exponer conscientemente sus aspiraciones visuales, que le sitúan por encima de un guión que, por momentos, se desliza hacia la prédica, alargando la sombra de Mendes (en comunión con el director de fotografía Roger Deakins) y estableciendo su figura por encima de cada plano, produciendo, como es rutina en él, un exceso de pretenciosidad estética debilitada, además, por la redundante partitura de un Thomas Newman que no ha vuelto a innovar desde ‘American Beauty’.
Sam Mendes pretende apuntar a algunos clásicos del género como Sam Fuller, Nicholas Ray, Raoul Walsh o William A. Wellman, e incluso, consciente de su capricho, hacer homenajes de forma explicita (ya sea con fragmentos Coppola y Cimino) o virtuales transcripciones de los grandes filmes bélicos de Kubrick o Stone. A Mendes, por tanto, le hubiera gustado que ‘Jarhead’ describiera en sus parámetros una configuración de representación colectiva de marines muy distintos entre sí que son aleccionados existencialmente en un mundo enloquecedor que contiene sargentos de hierro, vida militar rutinaria, desengaños sentimentales fraguados en la distancia y una locura paulatina a la que es imposible escapar. Soldados, en definitiva, atrapados entre la muerte, el aislamiento y la jerarquía de una guerra, como todas, carente de sentido. Pero esa forzada y aparente mirada neutral y en exceso ridiculizada con un humor que a veces funciona y otra no, se precipita en una inesperada trivialidad convertida con el paso del metraje en ambigüedad.
Entre el humor, la locura bélica y la disciplina del adiestramiento, el resultado de ‘Jarhead’ es una muestra desequilibrada muestra de lo mejor y lo peor de un Sam Mendes que se erige como un efectivo dominador de la puesta en escena y un preceptor de conceptos teóricos de desiguales consecuencias en torno, esta vez, a la figura de unos soldados (entre los que destaca especialmente la interpretación secundaria de Jamie Foxx) inmersos en una guerra real e interna que termina con una implícita deliberación sobre las experiencias de estos marines y la cruda realidad de un presente aturdido por un recuerdo imposible de borrar. La locura, en suma, de ese “semper fidelis” que rige el lema marcial norteamericano reflejado en su epílogo por un desequilibrado veterano que les muestra, en su heroica vuelta a casa, las secuelas de una experiencia imborrable. Como bien dice Swofford al final del filme “seguimos en el desierto”, que patentiza los mismos errores que ellos cometieron hace tres lustros se siguen perpetuando hoy en día en la inconclusa guerra del Golfo.
Miguel Á. Refoyo © 2006

martes, 17 de enero de 2006

Una historia de terror

Fue que le tocaran una teta y mirad cómo se ha puesto.
Parece una hermana de los 'Fat Boys'.

'Brokeback Mountain' triunfadora en la 63ª edición de los Globos de Oro

La semana pasada asistí al pase de prensa de ‘Brokeback mountain’, esa esperada y comentada historia de amor entre dos ‘cowboys’, narrada con contundencia, precisión y realismo por Ang Lee. La de un romance seco, austero, que describe sin complejos y de un modo instintivo, la homosexualidad de dos hombres que no autoasumen su condición, circunscritos en una época que no transigía este tipo de idilios. Una cinta que ofrece con inclemencia masculina un torrente de imágenes y sentimientos, de amor y dolor. Una obra magna que ya verá ampliado su espacio con una crítica que aparecerá en días sucesivos en este Abismo.
‘Brokeback Montain’ es, sin embargo, una película que se antoja demasiado arriesgada como para ser un éxito en Hollywood y, sobre todo, es impensable que pudiera arrasar en los Oscar. Pues tales afirmaciones no son más que pura mendacidad, ya que esta madrugada la hermosa película de Ang Lee se ha hecho con cuatro Globos de Oro de los siete premios a que aspiraba, entre ellos el de mejor película y mejor director (además de mejor guión adaptado y mejor canción –del argentino Gustavo Santaolalla-). Un logro ni sorprendente ni mucho menos inmerecido. ‘Walk the Line’, el biopic de Johnny Cash dirigido por James Mangold ha sido la ganadora a mejor comedia o musical, llevándose también el de mejor actriz secundaria para Reese Whiterspoon y mejor actor de la citada categoría para la composición de Joaquin Phoenix.
En el apartado interpretativo, Philip Seymour Hoffman se alzó, como se esperaba, con el dorado galardón por su recreación de ‘Capote’ y Felicity Huffman se consolidó como una de las actrices norteamericanas del momento con su ‘Transamerica’. También Rachel Weisz se llevó el de mejor secundaria por 'El jardinero fiel'. ‘Good Night, and Good Luck’, la cinta dirigida por George Clooney se fue con las manos vacías. Al igual que ‘Match Point’. Sin embargo, Clooney vio reconocido su trabajo como actor secundario en ‘Syriana’, de Stephen Gaghan. Por último, John Williams volvió a componer la mejor partitura, según el criterio de la prensa extranjera, con su portentoso trabajo para ‘Memorias de una Geisha’ y la mejor película de habla no inglesa fue la palestina ‘Paradise Now’, que le ganó la partida a la francesa ‘Feliz Navidad’ y a la mítica ‘Kung-fu Hustle’, de Stephen Chow.
Los Globos de Oro televisivos estuvieron repartidos, pero no hubo sopresas; ‘Lost’ y ‘Mujeres desesperadas’ se alzaron con los premios a mejor serie dramática y comedia respectivamente.
Habrá que ver si la Academia también reconoce el hallazgo del año, la ruda e inolvidable historia amor y adulterio de Jack Twist y Ennis del Mar que está conquistando a todo aquel que la ve.
De momento, ya es la favorita para los Oscar del día 5 de marzo.