lunes, 10 de octubre de 2005

Sitges desde el Abismo (I)

Pues como he comentado esta mañana, la cosa empezó de la siguiente manera: dos acreditaciones para un medio, una entrada por medio para casi todas las sesiones. Hasta ahí, dentro de la usura encubierta en comerciales atenciones de este certamen, es lógico. Todos los que hemos venido aquí alguna vez, conocemos la actitud petulante y despectiva hacia los medios y acreditados que no son “importantes”. Lo que ya no es tan explicable es la arrogancia que se respira en un desorganizado ‘set’ de prensa que cuenta con cinco ordenadores (el primer día sin sillas), un caos en el reparto de entradas y, sobre todo, una anarquía digna de un festival de tercera. Pero es lo que hay. Nada nos sorprende. El festival funciona bien para el público, que es lo importante. Punto y final. Resignación y no quejarse, porque al menos vemos cine por la filosa. De todos modos, la superabundancia y raudal de cine hace que uno no se pueda organizar para asistir a tanto cine, un poco como lo que les pasa a los organizadores.
En otro orden de cosas, ya metidos en pleno festival hasta el momento no he podido ver más que tres cintas esta mañana. Hemos empezado pronto, con un sofocante calor que aquí perciben como frigidez ambiental. Cosas de la geografía. Casi cuando los gallos se ponen los calzoncillos, hemos asistido a ‘Devil’s Rejected’, de Rob Zombie, presentada como una especie de secuela de ‘La casa de los 1.000 cadáveres’, prolongación de las andanzas de la siniestra familia del ‘psycho-clown’ Spaulding (nada que ver con nuestro Spaulding –un derroche de simpatía habiéndole conocido personalmente, también al gran Absense, simplemente excepcional ser humano-), esta vez con algunos de los miembros supervivientes, Baby y Otis, el hermano subnormal y la madre que los parió a todos. La cinta de Zombie cierto que es excesiva, que ofrece momentos de sadismo en una suerte de reconversión maniquea de posturas encontradas en el género (los buenos son aquí los asesinos sin piedad –personificados todos en el sheriff Wydell- y los malos se descubren de la misma manera en que lo hicieran los ‘Bonnie & Clyde’, de Arthur Penn.
Lo cierto es que pese a no dejar indiferente a nadie, el discurso de maldad sangrienta de este rockero metido a cineasta se acaba en seguida. Con largas pausas y vacíos en los que todo es previsible y desvaría sin freno (a algunos les hará gracia, a mí no), la acción no parece arrancar nunca, Zombie parece más preocupado de enfocar bien el culo de su señora (la incapaz actriz Sherri Moon Zombie) y en buscar planos sofisticados de grúa que en contar una historia que se agota a pesar de su más que interesante subtexto. Uno sale con la sensación de haber asistido a un “quiero y no puedo”, pero lo que sí hay que agradecer a Zombie es el insolente ímpetu degenerado y pérfido con que se recrea en el ferocidad de sus asesinatos, de su bien llevada atmósfera de demencia criminal y de una resolución cismática en la que el género es recompuesto por su director.
Por otra parte, ‘Mirrormask’ no es más que una confitada visión del estético mundo de Dave McKean, como si sus personales ilustraciones adquirieran un inusitado movimiento en una historia de viaje iniciático y onírico de una niña hacia su madurez cuando debe enfrentarse a la enfermedad de su madre. Un icónico universo de color y luz, que no pierde esa visión conceptual que combina de manera excelsa la fotografía, el dibujo y sus célebres 'collages', un brebaje visual enaltecido con un tratamiento digital que representa a la perfección el cosmos cromático del artista multimedia. Dulcificado por la fábula lírica y pretenciosamente existencial de una historia de Neil Gaiman y un acabado artístico único hacen de ‘Mirrormask’ una interesantísima propuesta.
Por último, hemos visto ‘Trouble’, una coproducción franco-belga de Harry Cleven, que actúa en un plano psíquico como terrorífico documento sobre los hermanos gemelos, llevando hasta el extremo un trauma que reaparece en forma de pesadilla consanguínea de proporciones psicológicas algo presuntuosas, pero que logra enganchar al espectador gracias al gran trabajo reconstructivo interpretativo con el gran Benoît Magimel compartiendo pantalla consigo mismo.
De momento, esto es todo. Seguiremos al pie del cañón, si es que nos dejan y no siguen otorgando privilegios y regalías distintivas, ilógicas en un certamen que ambicionando ser (y siendo, porqué no) uno de los más importantes del mundo carece de una humildad y organización interna que, a veces, brilla por su ausencia. Y esto, lamentablemente, le resta muchos puntos. Pero bueno, que a disfrutar hemos venido. Y eso vamos a hacer. En ello estamos.

Avance

La cosa es que ha empezado. Stop.
Sólo he visto una película y la carencia de organización, la plétora de ineptitud y la arrogancia en la disposición y el trato para con la prensa (evidente no con los grandes medios) es lamentable. Stop.
Tan sólo he visto ‘Devil’s rejected’, de Rob Zombie y ahora voy al ‘Mirrormask’, de Dave McKean. Stop.
Esta tarde ampliaré estos y otros temas en la que será la primera crónica desde Sitges. Stop.
Corto y cierro.

sábado, 8 de octubre de 2005

¡Me voy de festival!

Bueno, queridos amigos y amigas del Abismo.
Ha llegado el momento de finiquitar la indolencia del funesto automatismo diario, de relegar el ostracismo y darle la bienvenida a la algazara visual, a la ociosidad sin límite. Es la hora de recibir con los brazos abiertos un festival de cine importante, con solera, con una ostentación y un señorío que en esta edición no tiene parangón. Por supuesto, me refiero a ese evento indispensable de la población del Garraf, al Festival Internacional de Cine de Sitges.
Allí estaré, expectante, sin perder detalle de cada película, de cada rueda de prensa, disfrutando de un lugar que, sin bien personalmente no despierta en mí gran fascinación, si lo hace el sortilegio del séptimo arte que allí se da cita anualmente. Si a eso le añadimos el glamour que ha brillado por su ausencia en otro gran festival como es el de san Sebastián (evento al que no he ido este año, rompiendo un periplo de ocho años asistiendo a la capital donostiarra) que dejarán la solera de estrellas como Quentin Tarantino, Jodie Foster, David Cronenberg, Viggo Mortensen, Álex de la Iglesia, Bill Plympton… los homenajes a las tres décadas del clásico ‘Tiburón’, de Spielberg o ese más que apetecible retrospectiva a un entrañable personaje de la talla de Jim Henson.
Todo está dispuesto para que mi estancia allí sea inolvidable; un certamen que augura convertirse en uno de los más rememorados, la mejor compañía posible (voy con Myrian), un hotel –acostumbrado a pensiones, estoy como unas castañuelas-, la consiguiente acreditación de prensa y lo mejor de todo, muchas ganas de divertirme y pasármelo bien. Como nunca, diría yo. Procuraré escribir lo suficiente para no dejar desértico este renovado Abismo, pero también deleitándome en el relax, cuanto pueda, sin verme forzado a relatar todo lo que allí suceda. Voy a Sitges a sosegarme, a reposar descansando sin preocupaciones de ningún tipo, gravitando en el sosiego, aprovechando mis únicas vacaciones con el narcótico más adictivo que existe en este mundo: el cine.
Por supuesto, ni que decir tengo que espero veros por allí. Me consta que muchos de los que os pasáis por aquí habitualmente por este demencial entorno abismal sois de Barcelona y sus alrededores, por lo que os insto, cordialmente, a que si advertís mi presencia (supongo que seré fácil de reconocer), no dudéis en asaltarme para estrecharme la mano y cruzar algunas palabras sobre el festival o cualquier otro tema. Soy afable, gordo y entrañable. Eso, por descontado.
Así que por mi parte (y qué ganas tenía de escribir esto): “¡Nos vemos en Sitges!”.

viernes, 7 de octubre de 2005

Absurdos logros en la red

Educar a un hijo, plantar un árbol, escribir un libro, comer sin engordar, participar un trío sexual con hermosas damas de distintas etnias, vivir en un chalet con mi propia sala de cine, conocer a Steven Spielberg, tener un mapache, dirigir un largometraje, comprarme un ‘pin-ball’, ser el dueño de una tienda de antigüedades, viajar a Tokio y a México, amaestrar una pulga, hacer malabares, orinar desde un rascacielos, tener mi propia ficha en IMDB…
Son algunas de las cosas que me encantaría tener bajo mi posesión o consumar en esta inverosímil vida que me ha tocado vivir. Pequeños anhelos nada factibles, algunos de ellos por una cuestión de lógica, otros viables en un futuro, los demás, auténticas incoherencias producto de un delirio transitorio.
De todas estas estrambóticas ínfulas existenciales ya he alcanzado una de ellas. Una legendaria conquista de ridículas proporciones como es tener una ficha en la Biblia Oficial del Cine por antonomasia, tener un minúsculo huequecillo en Imdb.com, la descomunal base de datos que confiere una simulada (al menos en mi caso) identidad dentro de la profesión cinematográfica.
Desde hace muy poco, tanto ‘El límite’ (con casi todo su equipo) como yo mismo estamos incluidos en el enorme registro que únicamente proporciona un nuevo tipo de baladronada para con los demás. Sin embargo y a pesar de ello, estas cosas hacen bastante ilusión, oigan.

jueves, 6 de octubre de 2005

Retractación

Quiero retractarme de mis torpes e inconscientes declaraciones hechas en tono irónico y jocoso dentro de la presentación del VCD que se entregaba con la revista CINEMANIA por su décimo aniversario. A saber: "El cine en el cine, como decía CINECITO, aquella mierda de mascota horrible que no se de dónde salió y que gracias a Dios no ha vuelto a aparecer en ningún lado".
Pues como todo el mundo sabe esa gran mascota, CINECITO, desde su nacimiento en 1993 sólo ha hecho cosas buenas para el cine español.
Santiago Segura.

miércoles, 5 de octubre de 2005

¿Las 10 mejores películas de animación de la historia?

Existe gente en el ámbito cinematográfico (y en tantos otros) que emplea su tiempo en la maravillosa tarea de confeccionar ‘rankings’. El poder de la relativizarlo todo a la mínima expresión mediante unos extraños criterios subjetivos que definen aquello que es mejor y es peor. Los temidos e insignificantes ‘tops’, los ‘diez mejores’, ‘lo más de…’ son un consabido recurso periodístico en su rama de ocio para llenar espacios cuando no se tiene nada que decir.
Cuando el estiaje de ideas o noticias impera, uno se inventa una lista en la que se asegura que varios de los mejores críticos del mundo han votado por lo más destacado de una categoría bien pertenezca a un año, a una década o, si nos ponemos megalómanos, de la historia de cualquier disciplina.
Son encuestas que nadie evalúa y que vienen muy bien para matar el aburrimiento y el vacío. Un poco como este post que me dispongo a referir en el Abismo y que no es más, que la lista de filmes animados más importantes de la historia del cine aparecida en varias revistas internautas.
1 - 'The Lion King' (1994), de Roger Allers y Rob Minkoff.
2 - 'Toy Story 2' (1999), de John Lasseter.
3 - 'Beauty and the Beast' (1991), de Gary Trousdale y Kirk Wise.
4 - 'Iron Giant' (1999), de Brad Bird.
5 - 'The Incredibles' (2004), de Brad Bird.
6 - 'Toy Story' (1991), de John Lasseter.
7 - 'Shrek 2' (2004), de Andrew Adamson y Kelly Asbury.
8 - 'Charlotte's Web' (1973), de Charles A. Nichols.
9 - 'Monsters, Inc.' (2001), de Pete Docter, David Silverman y Lee Unkrich.
10 – 'Aladdin' (1992), de Ron Clements, John Musker y Roger Allers.
¿Un ejecutivo de la Disney aburrido e intentando evocar la época dorada la factoría del tío Walt? Probablemente.

martes, 4 de octubre de 2005

Next coming: 'My name is Earl'

De los productores de 'Family Guy', 'Yes, dear' y 'Scrubs' llega a la NBC la serie que está rompiendo esquemas en la nueva temporada televisiva estadounidense, anticipo de lo que en el resto del mundo también será un éxito. Su título: 'My name is Earl' se centra en la fauna denominada genéricamente 'white trash', pobres perdedores sin futuro inmersos en la más denostada ignorancia de la América profunda.
Al igual que en 'Seinfeld', los temas importantes que aquí tienen lugar son aquellos que no tienen ninguna trascendencia, irrisorios eventos que rozan lo esperpéntico y donde hilaridad se sirve con grandes dosis de ironía ensañándose con unos personajes absurdos e incompetente. Earl (Jason Lee), es un pobre paleto de aspecto desaliñado y enorme mostacho que se dedica a robar piezas de los coches que aparcan en un Seven Eleven, perdiendo el tiempo en The Crab Shack, un bar-restaurante que hace las veces de centro neurálgico del enloquecido pueblo. Earl tiene una ex-mujer, la seductora Joy (Jaime Pressly), con la cual se casó en Las Vegas en una noche de borrachera para descubrir, en la mañana de resaca, que estaba embarazada de seis meses y, para colmo, tiene que aguantar a su hermano, un gordo inútil sin futuro llamado Randy (Ethan Suplee).
Pero de repente, la vida de Earl cambia por completo cuando le tocan 100.000 dólares al ser premiado en la lotería. Tras el colapso mental que ello le supone, una grotesca alucinación en un 'late night' tiene lugar en su vida, otorgando a su nueva vida un destino que le dicta su nuevo profeta (el ilusionista presentador del programa Carson Daly) basando su cinética en el Karma. Earl se autoimpone un cometido vital para ser feliz, que no es otra cosa que enmendar sus errores pretéritos con todas aquellas personas a las que ha damnificado a lo largo de su vida. Su primera parada: Kenny (Gregg Binkley), un antiguo compañero de clase al que Earl puteó cuando era joven. Y qué mejor que expiar sus infracciones pasadas ayudándole a encontrar a una mujer.
Y es que Earl no es un rol descriptivo en las 'sitcoms' actuales, ya que se trata de un personaje enloquecido, ignorante, aficionado a la cerveza en cantidades industriales y sin ambición que resulta entrañable en el rostro de un actor cómico de la talla del espléndido Jason Lee que narra las desventuras de Earl con una lacónica voz en off. El éxito de 'My name is Earl' radica en que, a diferencia de otras producciones de corte cómico como 'Friends', 'Cheers', 'Frasier' o 'Will & Grace' (por poner algún ejemplo), aquí los personajes son primarios y atávicos, dejándose llevar en todo momento por los instintos y soltando lo primero que les viene a la cabeza. Son imperfectos, políticamente incorrectos, casi imbéciles (en el fondo deudores de Chris Peterson o Al Bundy), paradigma de la idiotez autoasumida y complaciente, el bienestar de la ignorancia como doctrina al afrontar cualquier problema.
Una serie que promete risas y calidad y cuyos primeros episodios (el piloto es sencillamente delirante) testimonia que la salud de las 'sitcom' americanas ¿La gran duda? Saber ver cuánto tarda en llegar a estos lares y cómo la trata la parrilla española.
Por cierto, y aprovechando la figura de Jason Lee para concluir con otra noticia. Kevin Smith ha quedado fuera del proyecto de 'Fletch' que llevaba preparando tiempo. Las desavenencias entre cineasta y productores han acabado con las esperanzas de un 'remake' de la célebre película protagonizada por Chevy Chase y que iba a contar con Lee como protagonista, aunque el estudio cinematográfico quisiera imponer a Zach Braff.

lunes, 3 de octubre de 2005

Fasciculismo

Con eclipse de sol incluido, hemos entrado de lleno en el otoño, ésa época deslucida, trigueña e inapetente en la que prolifera la caída de las hojas, la perpetuidad de un trabajo ordinario que no verá tregua vacacional hasta el próximo verano de 2006, la maldita rutina diaria, pero, sobre todo, la inevitable tromba de fascículos coleccionables. Ha llegado la irremediable hora de que las grandes editoriales nos saturen con sus primeros fascículos de colecciones que nadie o casi nadie seguirá. En esta época catódica, con la Kurkova danzando en ralentí, toda mona ella, para El Corte Inglés, una avalancha de ‘spots’ son los que saturan la caja tonta en las pausas publicitarias. Y es que hay que reconocer que hay de todo y para todos.
Desde las célebres novelas ‘best sellers’ (que reposarán en la estantería de nuestra casa como elegante ornamento), maquetas de carros de combate Tiger II o castillos medievales, cursos de pintura, de ganchillo, de aeromodelismo... colecciones de minerales, sellos, muñecas Mariquita Pérez, relojes de todo el mundo (ni más ni menos que el de cuerda Cronos), CD-Roms para cursos de informática, la casa de Heidi, el navío San Felipe y exposiciones de grandes clásicos del arte y la pintura. E incluso podemos ir anticipando la Navidad antes que los grandes centros comerciales (que ya están urdiendo sus campañas navideñas) con la colección estrella de esta temporada: el portal de Belén con la Virgen en su primer fascículo. Totalmente delirante.
Además, no hay que olvidar los vídeos con estúpidas entregas de DVD's; cine español, cine americano, musical, las aventuras de Marco y Heidi (que repite), tipos duros, cine familiar del malo, grandes comedias, cine bélico, series televisivas míticas... Todo esto está muy bien. Te lo compras, lo disfrutas y para colmo (o eso te crees tú), te ha salido tirado de precio. Pero hay una serie de dudas existenciales que llenan de desaliento a todo aquel que la formula; ¿Qué hay después de la primera entrega? ¿Realmente sale alguna más después de la tercera o la cuarta? ¿Existe alguien que siga una colección completa? ¿Por qué hemos tenido 8 de cada 10 ‘spots’ televisivos pertenecientes a una nueva boga que se podría llamar 'fasciculismo'?
(Que conste que me acabo de sentir como la Carrie Bradshaw del análisis televisivo con tanta cuestión retórica).
Es algo verdaderamente extraño ¿Un señuelo cultural o una jugada de marketing para que el receptor siga comprando? Lo cierto es que existen tantas posibilidades que resulta difícil no caer en la tentación de tener encima de la mesilla algún libro de Agatha Christie, echar un vistazo por encima a la opinión de historiadores fascistoides o republicanos sobre la Guerra Civil, tener varias piezas inservibles de un coche teledirigido o de incluir en la dvdteca tres películas ésas tan trepidantes de alguna estrella del cine de acción, adaptaciones del bueno de Stephen King ¡Y qué me decís de aprender a trazar el contorno de un muñeco articulado u observar atónito un palacio de muñecas inacabado!
Y todo al alcance de cualquier bolsillo, la cultura a precio de tiendas de todo a 100. Incluso he estado tentado de comprar varios de estos primeros fascículos. Es lógico. La ley de la publicidad impera. Primeros fascículos que venden cultura a bajo precio. Pero la gran clave está en la siguiente incógnita: ¿Nos hemos molestado en buscar los mismos libros o las mismas películas en otra época del año? Probablemente mucha gente se llevaría una sorpresa.

Había una vez... Un circo...

Los nuevos herederos de los hermanos Tonetti.

sábado, 1 de octubre de 2005

La cuarta de '24'

AVISO: Si aún no has visto la cuarta temporada de ‘24’ y tienes intención de hacerlo, no leas este post. Incluye varios ‘spoilers’ de la trama y desarrollo.
Adrenalina en estado puro
La cuarta temporada de '24', pese a su mínima irregularidad, ha respondido a todas las expectativas puestas en la mejor serie catódica actual
He tardado bastante en acabar de ver la cuarta temporada de ‘24’, la serie de culto generadora de mis mejores momentos catódicos de los últimos años. Pero ha valido la pena. La demora es fruto de la falta de tiempo y de alguna argucia de Antena 3 en la emisión de la serie (como emitir tres capítulos sin avisar). Ha sido una temporada, sin lugar a dudas, irregular, pero sin perder de ninguno de los puntos clave que han hecho de ‘24’, posiblemente, la mejor serie de la televisión actual: acción, ritmo frenético, amenazas terroristas, violencia, imprevistos giros de guión, recuperación de agentes y villanos de temporadas anteriores y un inagotable factor de adicción, de necesidad. Un anagrama llevado al éxito sin concesiones a la simplicidad. Cuando uno empieza a “meterse” ‘24’ inoculada a través de la vista, se engancha sin paliativos, con todos los sentidos.
La cuarta temporada nos presenta a Jack Bauer apartado de su trabajo como agente de campo para la UAT, alejado de su antiguo empleo trabajando el Ministerio de Defensa de los USA a las órdenes del James Heller. Un atentado a un tren tras la cual hay una célula terrorista islámica infiltrada en el país y el secuestro de Heller y su hija (con la que Jack mantiene un idilio) reincorporan a Bauer a la UAT en una misión que es, como no podía ser de otro modo, la punta de un iceberg en forma de maquiavélico plan que pondrá en peligro al país de los sueños.
A pesar de tener momentos de negligente descuidada incuria, derivada de algunas de las subtramas (la hija esquizofrénica de Erin Driscoll –la nueva directora de la UAT-, la muerte de la madre de Edgar Stiles, momentos sentimentales de Jack y Audrey Heller, la acción romántica entre dos personajes como Tony Almeida y Michelle Dressler…), y una evidente reiteración estructural análoga a la de la tercera temporada, sobre todo en lo que se refiere a mantener la tensión con recursos de distracción que hacen avanzar la historia por los cauces previstos para conservar el nivel de acción, la cuarta temporada de ‘24’ responde a las expectativas por su escrupulosidad y probidad con lo que se espera, en ese mecanismo de relojería de calculada precisión, donde sus elementos, aquellos que devienen en giros de guión más o menos creíbles de la historia, imponen un ritmo que dejan al espectador ansioso de más. Algo habitual en las tres anteriores temporadas de la serie.
Asimismo sigue existiendo un trasfondo de tintes trágicos ocultos bajo un dinamismo homérico, planteado en cada temporada como un minucioso dispositivo del titánico engranaje argumental que pone a prueba al espectador, pulsando sus narrativa y diligencia imprevisibles de forma coherente, sin privar en ningún minuto de la idiosincrasia característica de esta magistral serie.
Desde el primer episodio de la temporada se deja bien claro que no habrá tregua. Arranca de forma impecable, con Jack disparando a un terrorista sabedor de que el atentado contra el tren es una mera excusa para desviar la atención de la UAT. Ése carácter violento de Bauer es acentuado aquí hasta el paroxismo, revocando cualquier acción atroz que pudiera cometer el personaje interpretado con brillantez por Kiefer Sutherland (como, por ejemplo, ejecutar a su superior Ryan Chapelle en la tercera temporada como parte de un trato). Bauer actúa por instinto, con una desmedida furia que, en vez de granjearse la antipatía del espectador, ha despertado una mayor admiración del heroísmo iracundo y encolerizado de este agente antiterrorista. Nunca antes habíamos visto tantos interrogatorios con torturas, impetuosa intimidación y ensañamiento en las anteriores temporadas (la secuencia de Bauer apuntando al médico que operaba a Paul Raines para que atendiera antes a un testigo, dejando morir al hombre que le ha salvado la vida es salvaje y admirable).
También se ha incrementado el virtuosismo de la puesta en escena, del montaje, aparte de subrayar el carácter frenético de sus movimientos argumentales, recalcando la importancia del tiempo en esta serie laberíntica, de apariencias (más que nunca), que van confluyendo en un final que por esperado no deja de ser menos sorpresivo que sus antecesores.
En esta cuarta temporada, además, hay dos elementos clave que han lucido por encima de sus antecesoras; por un lado, el elegante carisma de Habib Marwan, un villano intimidatorio, de un fanático islamista con fervientes deseos de atentar en masa contra Estados Unidos, siguiendo una línea logística impecable y llevando su ideología hasta sus últimas consecuencias. Nunca antes un malo había tenido tanto atractivo y empaque como el personaje al que ha dado vida el imponente Arnold Vosloo. Y, por otra, la aventurada implicación política dentro de la historia, donde no se ha eludido una crítica hacia el actual gobierno yanqui de George Bush, representado en Charles Logan, un vicepresidente encumbrado sin aviso a ‘hombre más poderoso del mundo’, relevando a Presidente de los Estados Unidos, tomando el poder sin tener ni idea de dirigir un país, dependiendo de las decisiones de terceros, inepto, inculto, sin carisma... Todo una sosías de Bush Jr.
Con todo ello y un final apoteósico que germina en esa frase de David Palmer: “Cuando cuelgues el teléfono, a todos los efectos, Jack Bauer estará muerto”, el agente de campo de la UAT queda abandonado a su suerte, sin destino aparente, sin identidad, sin rumbo. Fotografiado en un amanecer de poderosa belleza para un final perfecto, el héroe anónimo salvador del país del ataque de un misil nuclear camina silenciado por la incompetencia de un gabinete gubernamental que se cuelga las medallas que le corresponden. Bauer ha quedado como una incógnita de cara a la siguiente temporada. Una secuencia que, no sé de si de forma intencional o no, representa milimétricamente el comienzo de ‘Flatliners (Línea Mortal)’, de Joel Schumacher, cuando Sutherland, en un plano de fotografía similar, se colocaba las gafas de la misma manera refiriendo la frase “Hoy es un gran día para morir”. Curioso dato para la conclusión de otra temporada soberbia e indeleble.
Ahora sólo queda esperar a que 2006 nos vuelva a sumergir en las aventuras de estas instalaciones de la imagen superior, resucitando al personaje más heroico y carismático de los últimos años en el entorno catódico: Jack Bauer.