lunes, 5 de marzo de 2007
viernes, 2 de marzo de 2007
Review 'La Science des rêves'
La compleja belleza de un cosmos elaborado con viajes astrales
Michel Gondry demuestra, sin Charlie Kaufman, que es capaz de componer un hermoso ejercicio surrealista de acertada inspiración melancólica a través de los sueños.
Para ‘La Science des rêves (La ciencia del sueño)’, el prestigioso realizador Michel Gondry ha apuntalado su nuevo filme con varios elementos comunes con su anterior y prodigiosa ‘Eternal Sunshine of Splotless Mind (Olvídate de mí)’. Primero, que se trata, al igual que aquélla, de una compleja y hermosa oda al amor romántico, donde la fragilidad de los recuerdos y de los sueños se significan en la continua contraposición de ilusorios ensueños, plasticidad y recuerdos, alegorías de la subsistencia de la memoria que sirven como subterfugio para escapar a la mediocridad.
Segundo, ‘La Science des rêves’ es también un intenso melodrama obsesivo, personal e íntimo, que fragua su interés en el sugerente término de intentar solucionar en sueños lo que uno no es capaz de ordenar en la vida real. Ambas están definidas por lo imprevisible y la creatividad de una propuesta valiente y, en este caso, autobiográfica, de una singular idiosincrasia que utiliza unos mecanismos narrativos semejantes, donde interviene cierto furor por el ejercicio surrealista que encuentra, en todo momento, la más que acertada inspiración melancólica y poética, profundamente estimulante.
La gran diferencia entre ambos filmes es que, mientras ‘Eternal…’ se podía vislumbrar como una historia de amor, ‘La Science…’ es, opuestamente, un film de desamor, un drama con toques de comedia que bucea, con una personal visión del amor y del romanticismo, en las dudas, en la inseguridad y en la oscilación mental de aquel que, acostumbrado a perder, se inventa un universo para evadirse de sus problemas rutinarios. Gondry presenta así a Stéphane (excepcional Gael García Bernal), un joven con una imaginación desbordante que, buscando un cambio en su vida, vuelve a Francia tras la muerte de su padre para vivir en París y trabajar una empresa de publicidad, que resulta ser un empleo aburrido y tedioso, capaz de coartar las ínfulas creativas de este antihéroe. Para huir de la monotonía, recurriendo a su memoria y al subconsciente, se refugiará en sus extraños sueños para soportar la situación. Hasta que en su vida irrumpe Stéphanie (poderosa Charlotte Gainsbourg), una vecina de la que acaba enamorándose, sin saber que el sentimiento no es correspondido.
Tras esta sutil y naturalista trama, el director francés, compone una de sus habituales fantasías, impregnada de su bagaje como realizador de videoclips (evocando algunas referencias determinadas en el ‘Everlong’, para Foo Fighters, en ‘Let Forever Be’, para The Chemical Brothers o en ‘Army of Me’, para Björk) donde se acentúa su predisposición por la esquizofrenia visual y temática que mezcla aquí, en su traslación a la gran pantalla, con una proverbial narrativa en la que no faltan las bellas ilusiones de ‘stop-motion’ que tanto recuerdan al animador checo Jan Svankmajer.
La nueva y revolucionaria propuesta de Gondry se caracteriza por ser, al igual que ‘Eternal…’, un juego de metalenguajes, en su fragmentación de elementos temáticos, de realidad y ficción, de guiños oníricos que suplantan el terreno material para convertirse en entelequia y, a la vez, fundir la vida en el idealismo, en la farsa ensoñadora en la que vive constantemente Stéphane, presentando un mundo indescifrable e incoherente a modo de puzzle de situaciones contrapuestas contextualizadas en un escenario percibido como collage de ilusiones volubles en la vida real, pero imperturbables como indestructible utopía. El filme de Gondry es un encomio a la inmadurez, a la incapacidad de asumir los fracasos sentimentales y la rutina de un trabajo aburrido, cuando la estimulación de los impulsos más íntimos se vuelve ineludible. La vida no es fidedigna a lo que uno pretende o quiere. La realidad, como consecuencia, destruye los sueños que sirven como catalizadores de los deseos que son inalcanzables en el automatismo del día a día.
Gondry demuestra que, sin Charlie Kaufman sustentando su enfoque creativo, es capaz de firmar un guión portentoso, que respira libertad absoluta y marca su recorrido en el categórico albedrío, evidenciado por la falta de retracciones ni tiesuras, sin una norma narrativa clara, que disipa la lógica intencionalidad de la historia, pero que otorga, a cambio, la naturalidad con la que Gondry se salta a la torera cualquier funcionalidad en su oda a la ficción, al sueño y poseía del desorden, del caos en el que se sumergen dos personajes hermanados en creatividad y fantasía, pero distanciados en sentimientos, en el infantilismo romántico dependiente de uno (Stéphane) y en el sensato raciocinio solitario de otro (Stephanie).
Lo más destacado, de nuevo, es la complejidad con la que Gondry expone los elementos que configuran el subconsciente plasmados con mecanismos estéticos procedentes del ‘videoclip’ y la artesanía con una realidad conferida con un extraño y sugestivo toque de naturalismo y fantasía, donde conviven el realismo del entorno parisino tan europeo con la improvisación de tiempos y un grado de artificio disoluta donde imperan instantes caleidoscópicos. Biósfera donde la idea de estroboscopia encuentra un lugar común en la representación simbólica que escapa a los arquetipos de los sueños. De ahí, que tengan tanta fuerza las imágenes de estudio de televisión imaginario en el que el protagonista recompone oníricamente su vida, desde la inusual visión de unas cámaras de televisión de cartón y una pantalla que implanta lo filmado en otra dimensión.
‘La Science des rêves’ es un apasionante viaje a un cosmos inmaterial e imaginativo elaborado con hermosos viajes astrales, donde la televisión, el futuro, el cartón y la imaginería se muestran como una proyección de la conciencia fuera del cuerpo físico, aludiendo a los sueños como forma de vida, como vía escapista a la realidad que deja en la memoria el entrañable periplo de un pequeño personaje hacia el mundo adulto, donde no es posible abandonar la idea de un calendario titulado ‘Desastrología’, un mar de celofán surcado por un barco que tiene un bosque, con colinas de un mundo inventado donde cabalga un caballo de felpa y existe una máquina del tiempo que viaja a través del tiempo sólo un segundo.
Michel Gondry ha vuelto a lograr que algo tan inaccesible como los sueños sean una fuente universal que todos puedan compartir y tener acceso.
jueves, 1 de marzo de 2007
Mañana, cita ineludible con el corto en Madrid
Mañana se estrena uno de esos cortometrajes que vale la pena ver. Se trata de ‘La habitación Contigua’, el nuevo trabajo al alimón de Daniel Romero (más conocido por estos lares de la blogoesfera como “Dani Lebowski”) y Raúl Garán después de los buenos resultados vistos con el excelente proyecto que resultó ‘Una puerta cerrada’, pieza a modo de ‘thriller’ que tantas alegrías les brindó hace poco menos de un año.
Un cortometraje autofinanciado que tiene detrás de sí un laborioso trabajo que supone, una vez más, otro escalón en una progresiva evolución que denota que estamos ante dos chavalotes con clase y determinación a la hora de ofrecer nuevas propuestas, ante dos creadores con inquietudes fílmicas, puntualizadas en la diferencia de su fórmula radicalmente heterogéneas, por lo que ‘La habitación contigua’ es uno de esos cortos que no hay que perderse. Además, también se proyectará otro esperado trabajo: ‘Making up’, del vallisoletano Gustavo Prieto, que también se estrena oficialmente junto al trabajo de Romero y Garán.
Dos muestras de talento y hervor cinematográfico en pequeñas dosis que tendrán su oportunidad de mostrarse a los ojos de quien se quiera acercar a salón de actos del Colegio Mayor Chaminade (Madrid), mañana día 2 de marzo, a las 20:30. El lugar está ubicado en el Paseo de Juan XXIII, número 9, junto a la salida de la parada de metro Metropolitano, en la línea 6 (circular). El aforo es de 180 butacas. El año pasado se logró reunir a más de 150 personas, por lo que no podéis perdéoslo.
miércoles, 28 de febrero de 2007
Betis - Sevilla: Los riesgos del fanatismo
A veces la única solución para que el fanatismo extremo, la barbaridad incongruente, el borreguismo que predomina inexplicablemente en muchos campos de fútbol españoles acabara de una vez sería sancionar con el cierre de un estadio una temporada entera. Así los bastardos que ensucian un deporte como el fútbol con su actitud se lo pensarían de nuevo a la hora de cometer estos actos de salvajismo. Así, de esta manera, los que rodean a esos pocos malnacidos tomarían medidas ante una acción similar a la de hoy en el partido de Copa del Rey entre el Betis y el Sevilla para no perder el privilegio de disfrutar el espectáculo del balompié.
Donde predomina el apasionamiento intransigente y anida el odio intolerante la única opción es cortar por lo sano.
La lástima es que se quedará en una mínima o nula inhabilitación y una imperceptible sanción económica.
Y no es suficiente.
lunes, 26 de febrero de 2007
79ª Edición de los Oscar
Una edición con sabor muy agridulce
Cuando uno se posiciona subjetivamente ante este tipo de eventos suele llevarse desengaños bastante considerables.
Los Oscar, como espectáculo, no dejan de ser una pantomima de oropel y apariencia que persiste en su esquema preconcebido y vacuo, representando la parte más frívola e intrascendente del ‘showbussines’ hollywoodiense. Una parte más de la envoltura que tiene la industria cinematográfica norteamericana de cara al mundo. Pero lo cierto es que, dejándose llevar por el lado más pueril del Séptimo Arte, estos premios, 79 años después, siguen siendo una referencia, eso sí, de perecedero glamour y fugaz espectáculo, tan arraigado a la Hoguera de las Vanidades que siempre ha sido y será Hollywood.
Sin embargo, cuando uno tiene las ilusiones de la velada puestas en que alguien, por la razón que sea, tenga la opción de lograr una asexuada estatuilla y no se cristaliza en una realidad, siente un desánimo y desconsuelo comparable al provisorio dolor que provoca la derrota de un equipo deportivo para un seguidor enardecido por esos colores. Algo así se ha podido percibir cuando Cate Blanchett y Clive Owen abrieron el sobre que contenía el premio a la Mejor Película de Habla No Inglesa. “¿Han dicho Germany? ¿Alemania? ¿Cómo cojones…? ¿Qué es esto? ¿Una puta broma?”. Vale, bien… vamos a ver… ‘La Vida de los Otros’, de Florian Henckel Von Donnesmarck, es una magnífica película. Nadie lo va a poner en duda. Pero ello no es suficiente para que este momento robado sea injusto y desacertado.
Poco importaba ya que ‘El Laberinto del Fauno’ hubiera dado la campanada llevándose tres premios (dirección artística, maquillaje y mejor fotografía –a la postre los premios finales-) casi de forma consecutiva. Que Guillermo del Toro no subiera a por su merecida estatuilla era algo que demuestra que en los cuentos de magia, en las fábulas, aunque sean reales o ficticias, como en su película, el final no siempre es feliz. El cineasta mexicano, buen perdedor, entrañable, de sonrisa incorruptible y de humanidad inabarcable se había quedado, de repente, como Martin Scorsese en otras galas, sin su merecido Oscar. Con la sensación de que habrá más ocasiones, pero sabiendo lo difícil que es estar tan cerca. Si a eso, añadimos que la cara de decepción venía fundamentada por la frustración de conocer que ni Borja Cobeaga ni Javier Fesser habían subido a por el galardón de mejor cortometraje, la sensación de subfondo muy agridulce ya se había adueñado de estos Oscar.
En esta 79ª edición ha brillado un nombre propio, un hombre al que la equidad histórica le ha brindado la oportunidad de reír y retribuir a su equipo y familia empuñando un Oscar: Martin Scorsese, POR FIN (en mayúsculas), ha visto recompensada su trayectoria (más que puntualizado el premio por ‘The Departed’) recogiendo la dorada efigie como distinción al Mejor Director de la mano de tres de esos amigos que, junto a él, cambiaron el rumbo del Cine allá por los años 70. El momento mágico y mítico, antológico e irrepetible, ese instante ‘Kodak’ dentro del teatro que lleva su nombre, ha sido, es y será ver a Francis Ford Coppola, Steven Spielberg y George Lucas (que se ha permitido un ‘gag’ sobre su condición de no ganador eterno) otorgándole el Oscar a Scorsese. Un imborrable regalo a la memoria cinéfila, a la Historia de unos premios que, olvidando a ilustres maestros del Cine, ha lavado su iniquidad contemporánea, sirviéndole la oportunidad a Marty de agradecer un Oscar como cineasta. “¿En serio que habéis leído bien la tarjeta?” ironizó ante una platea en pie aplaudiendo al pequeño gran cineasta, uno de los más trascendentales del cine moderno. ‘The Departed’ había ganado hasta entonces el de Mejor Guión Adaptado (William Monahan) y Mejor Montaje (Thelma Schoonmaker). Lo nadie imaginaba era que el filme de Scorsese se convertiría en la película más ponderada en estos premios Oscar y la que más estatuillas iba a cosechar.
Otra vez, desde una perspectiva muy subjetiva, este hecho satisfacía una gala irregular, blanca, sin mucho aspaviento, con dosis de humor proporcionadas y, en definitiva, muy moderada en fondo y forma, por lo refrenado y por políticamente correcto de todo lo que se ha visto esta madrugada. Ellen DeGeneres lo tenía muy difícil. El año pasado Jon Stewart había conseguido obedecer a la brillantez y a la resolución cómica que requiere un ‘showman’ para que la gala triunfe en ese apartado. Por eso, la lesbiana más orgullosa del otro lado del charco ha preferido la discreción. Tanta, que apenas ha tenido juego en el escenario.
La maestra de ceremonias ha pasado desapercibida, cumpliendo su labor con una mesura poco menos que exagerada. Tras su correcta pero insulsa presentación vestida a lo ‘machorro’, como a ella le gusta, decantándose por esa introducción tipo “misa de domingo” (con coro de gospel incluido) tocando la pandereta, ubicada en la categoría de “nos hemos reunido aquí hoy…” y quitando algún que otro ‘gag’ bien resuelto (como entregarle un guión a Scorsese para que se lo dirija, pedirle a Spielberg que le hiciera una foto junto a Clint Eastwood o pasar el aspirador…), la DeGeneres ha pasado a ser la cómica que menos ha llamado la atención en los últimos años. Muy adecuada, pero excesivamente circunspecta para lo que se esperaba de ella.
Tan sólo habría que destacar esa apostilla al referirse a Al Gore, el ex futuro presidente de Estados Unidos, “el candidato que más votos consiguió, pero que… algo raro pasó”. Una frase que anticipó el exorbitante protagonismo que tendría ulteriormente el ex candidato demócrata y vicepresidente de la Era Clinton. Para su documental ‘An Inconvenient Truth’ fueron los dos Oscar a los que optaba, Mejor Largometraje Documental y Mejor Canción Original (algo inaudito, que una canción de un documental gane uno de estos premios). Pero no fue el único momento. Sin venir a cuento, el muy concienciado con estos rollos humanitarios Leonardo DiCaprio apareció en el escenario con Al Gore y ambos se marcaron un ‘speech’ sobre los peligros del calentamiento global y el ecologismo típicamente yanqui, pero incoherente en un espectáculo de este calibre.
Luego, el director David Guggenheim casi le gasta el traje a Gore con tanto énfasis y sobeteo en su dedicatoria y posterior entrega del premio, haciendo ver algo que todos sabemos; que Al Gore es la figura medular y material de este documental a modo de conferencia sobre un tema tan ‘verde’, el color metafórico elegido para esta noche. Una actitud ‘buenrrollista’ que se unió al Premio Especial Humanitario a la carrera filantrópica de la ex productora Sherry Lansing, mujer de armas tomar que presidió la 20th Century Fox, la Paramount Pictures y que, encima, es la mujer de William Friedkin. Dos actos muy afectados de compromiso y trascendente pompa. Hollywood también se preocupa por los problemas del mundo. Y hay que hacerlo saber. De cualquier manera.
La gala fue, en general, bastante proporcionada, sin nada que se saliera de su cauce. No fue ni larga ni corta, ni muy aburrida ni tampoco divertida. Ajustada a lo que se espera de una noche de los Oscar. Por supuesto hubo algunos instantes que cabe la pena destacar dentro de tanto premio, agradecimiento, diálogos pretendidamente ingeniosos, parejas con ‘glamour’ y rostros de alegría (simulada y real) y poses procurando que no se note la decepción o la mala hostia delante de la cámara. Por ejemplo, hay que recalcar esas fascinantes cortinillas del grupo coreográfico Pilobolus, que ha hecho auténticas maravillas con sus inverosímiles contorsiones para componer representaciones a modo de formas chinescas y visuales relacionadas con la gala.
También ha sido estimulante el coro de voces que han recreado todo tipo de efectos especiales de sonido con diversas secuencias cinematográficas de fondo. Sin olvidar a Sid Ganis, Presidente de la Academia, sintetizando su interesante discurso en unos ajustados 60 segundos que dejaron a los traductores hechos la picha un lío, sin esclarecer más del 70% del contenido del mismo. Casi igual que el de nuestra ‘espabilada’ Ángeles González-Sinde en los Goya.
También hay que señalar el número musical a tres voces de Will Ferrell (con peinado a lo Art Garfunkel), Jack Black y John C. Reilly, tirándole los trastos a la exquisita Helen Mirren o el afectuoso homenaje a Ennio Morricone que, en italiano, ha agradecido el Oscar Honorífico a su esposa María, mientras Eastwood traducía y recordaba sus inicios como protagonista de los imborrables ‘spaghetti westerns’. Igualmente se emocionó mucho Jennifer Hudson por su Oscar como Mejor Actriz de Reparto. Y no es para menos. Es como si aquí, en nuestras fronteras, Rosa “De España” aprendiera a hablar y a actuar para después, en un filme musical, se saliera con una brillante interpretación.
Por lo demás, lo de todos los años (que si muchos cortes publicitarios, muchas estrellas sobre el escenario del Kodak Teathre, algún ‘gag’ subrayable, alguna lagrimilla de emoción, el vídeo ‘In Memorian’ que recuerda a los fallecidos...). Aunque en esta edición los clips de vídeo no hayan estado a la altura que en otras ocasiones, por mucho que Giuseppe Tornatore y Michael Mann se hayan encargado del tema. Los instantes de bajón anímico (además de no ver tampoco a Javier Navarrete con su merecido Oscar), han sido los números musicales de ‘Dreamgirls’ (tres canciones consecutivas es demasiado), la grandilocuente canción de Celine Dion ‘I knew I loved you’ o los mencionados momentos de altruismo humanitario y ecológico. Eso sí, este año la traducción simultánea no ha fallado como en años anteriores. Algo sorprendente, ya que esta madrugada la traducción ha sido muy atinada a pesar de lo complejo de la empresa.
Con ese final con Scorsese abrazando primero a sus congéneres, luego a Jack Nicholson (que se ha afeitado al cero la chola), flanqueado por el ‘Wild Bunch’ de ases; Coppola, Spielberg y Lucas (faltaba Brian De Palma) mientras el productor Graham King subía flipando por haber conseguido el de Mejor Película de 2006 para ‘The Departed’, la Gala de los Oscar se despedía hasta 2008 dejando para el recuerdo el año en que el genial Marty rompía el maleficio y ganaba lo que, hace muchos años, le pertenecía por la basta e intachable filmografía que arrastra a sus espaldas.
LO MEJOR
- La elegancia de Penélope Cruz, que se unió a la belleza de Cate Blanchett, Beyoncé Knowles, Jada Pinkett-Smith, Kate Winslet o Gwyneth Paltrow, entre otras.
- Nicole Kidman que, emulando a Stallone en 1989 (año en que se sustituyó la frase que anticipa el ganador) soltó un “and the winner is…” para entregar a ‘El Laberinto del Fauno’ a la Mejor Dirección Artística y se quedó tan pancha.
- Ese ‘gag’ visual de DeGeneres junto a los Pilobolus recordando el logo de ‘Snakes on a Plane’.
.- Helen Mirren.
- El ‘gag’ de John Travolta, apareciendo en escena con Queen Latifah y soltando el comentario “me encanta que una mujer con curvas lo dé todo sobre el escenario…. Pero basta de hablar de mí” (en referencia a su papel como Edna Turnblad en el ‘remake’ de ‘Hairspray’).
- Jaume Figueras, cabreado porque en el clip de ‘In Memorian’ no se acordaran de Ivonne de Carlo.
- El emotivo discurso de Forest Whitaker.
- Que Tom Hanks haya recuperado, en parte, la normalidad capilar tras un año haciendo el ridículo con el peinado de ‘El Código Da Vinci’.
- Otra vez, Jack Nicholson, que se descojona y vive de una forma envidiable este tipo de saraos.
LO PEOR
- Muy representativo del ‘paletismo’ yanqui, que suele confundir a los españoles con los mexicanos, Ellen DeGeneres volvió a demostrar que hay artistas que necesitan clases básicas de geografía mundial.
- En cuanto a vestidos espantosos, los de Nicole Kidman y Naomi Watts (juntas parecían las Pili y Mili australianas).
- Que Cameron Diaz, con un realzado bronceado y un desafortunado maquillaje, pareciese Lydia Lozano. Igual es que su afición a la bebida está haciendo mella en la estrella de ‘Algo pasa con Mary’.
- La ‘plumaza’ y los comentarios insustanciales de Manu Bersategui para Canal +.
- Celine Dion.
- Que en el programa resumen que precede la gala, retransmitida por la ABC para Estados Unidos, no incluyera entre sus reporteras a Cynthia Garrett, la espectacular presentadora de la ‘red carpet’ que puso a cien a varios espectadores el año pasado.
- Como tantas veces, Reese Whiterspoon, que, consciente de que no es muy agraciada físicamente, ha optado por una sofisticación de ‘look’ sorprendente. Lo que no ha percibido en ello es que, con su nueva imagen, parece la hermana mayor que se hace la joven de las Olsen.
- Que Peter O’Toole se parezca cada día más al padre operado de Michael y LaToya Jackson.
ALGUNAS PREGUNTAS SIN RESPUESTA
- ¿Por qué nadie le dijo a Angels Barceló que Guillermo se apellida Del Toro y no su insistente y rechinante “De Toro”.
- ¿Por qué en el vídeo de Tornatore en homenaje a las películas de habla no inglesa premiadas a lo largo de 50 años no aparecieron ni ‘Volver a empezar’ ni ‘Belle Epoque’ y sí varias veces las de Almodóvar y Amenábar?
- ¿Por qué coño no le han dado el Oscar a Guillermo del Toro?
- ¿Qué hay que hacer para que un cortometraje español gane un Oscar?
viernes, 23 de febrero de 2007
Carrot Top de Mairena
El pasado sábado, viendo uno de los míticos episodios de ‘Padre de Familia’ en la FOX titulado ‘Petergeist’, homenaje cinéfilo y paródico al filme de Tobe Hooper que dirigió Steven Spielberg ‘Poltergeist’. En él aparecía como ‘invitado’ un cómico llamado Carrot Top, durante una de las hilarantes secuencias protagonizadas por Meter Griffin. Un día más tarde, tumbado en el sofá, viendo el partido de las estrellas del All Star Weekend, el mismo Top era enfocado durante uno de los tiempos muertos. Mi memoria, ipso facto, se retrotrajo a hace menos de un mes: “Además de estas dos veces consecutivas… ¿Dónde coño había visto yo a este tipo de pelo rojo?” La respuesta, como todas las incógnitas o preguntas de este mundo, estaba Internet. Indagando someramente descubrí que había aparecido dos veces en la serie ‘Scrubs’.
La pregunta era ¿Quién cojones es este Carrot Top? ¿Tan conocido es en USA? Pues por lo visto sí. Carrot Top es un fulano al que da bastante grima mirar durante más de cinco segundos seguidos. De apariencia anabolizada, cejas depiladas, pelo rojizo a lo Actor Secundario Bob y rostro que se asemeja temiblemente al de nuestra Carmen de Mairena, lleno de ‘botox’ y sin gesto concreto, Carrot es, porqué no decirlo, bastante incómodo de ver. Sin embargo, es un célebre cómico que ganó el American Comedy Award como mejor comediante de ‘stand up’ en 1994 y que ha dejado ver su desagradable jeta en programas como el de Jay Leno, varios anuncios publicitarios y que actúa, regularmente, en el Hotel Luxor de Las Vegas (de ahí que se acercara al All Star). Su humor se concibe como ‘prop comedy’, la modalidad del ‘stand up’ que utiliza diversos objetos cotidianos para su número y alternativas de ocio (como la magia), confiriendo siempre un sentido absurdo al espectáculo. También se dedica a poner voz a muchos ‘jingles’ radiofónicos y anuncios televisivos, como por ejemplo para AT&T.
El mundo está lleno de talentos desconocidos fuera de sus propias fronteras. Una vez visto Carrot Top, uno tiene la sensación de no olvidarlo nunca.
jueves, 22 de febrero de 2007
Envidia cochina
Esta madrugada, cerca de las 5:00 AM, recibo dos SMS casi de forma consecutiva. “Lakers Vs Posrtland, en vivo y en directo” se regodean en mensaje similar y común. Pertenecen a Borja Crespo (A..K.A. Infraser) y a Javier Alvariño, que me envían, además, esta extraña fotografía que deja intuir una experiencia común de diversión constante. Se han desplazado a Los Ángeles, como parte de la comitiva que acompaña a Borja Cobeaga a los Oscar y, parece ser, que no están perdiendo el tiempo.
Quedan tres días.
Se lo están pasando de puta madre, que es lo que importa. Pero todos estaremos pendientes la madrugada del domingo… ¿tocará este año?
miércoles, 21 de febrero de 2007
Pau Gasol: Nuevos aires o resignación
En unas horas se sabrá si Pau Gasol abandona los Grizzles o si la temporada transcurrirá para él como un suplicio de buen juego y sacrificio recompensado con derrotas que convierten a su equipo en el peor conjunto de las últimas temporadas regulares de la NBA. Desde que llegó, el español se hizo pronto con el liderazgo del equipo, muy por encima de James Posey o Jason Williams. Con el estrellato y la dinámica ganadora de Pau, había que confeccionar un equipo de ciertas garantías para convertir el potencial de Gasol en la médula para conseguir objetivos deportivos más altos que caer humillados en los Play-Offs. Jerry West cambió a Shane Battier por el rookie Rudy Gay y Stromile Swift y a pesar de ello, nada funciona en Memphis. Sólo Gasol, que va cogiendo la forma tras la lesión del mundial. La única opción de triunfo es el traspaso. Los Bulls y el jugador catalán se quieren. Mañana finalizan las operaciones de traspasos de este invierno. Sabremos si Gasol cambia de aires o tiene que esperar, con resignación, otro año, a ver si las cosas cambian.
Algo que en Memphis parece no ser muy factible.
lunes, 19 de febrero de 2007
Review 'The Pursuit of Happyness'
El dramático y duro esfuerzo del bienestar
Correcto drama con mensaje moral de fondo, el debut americano de Gabriele Muccino escapa a los mecanismos del ‘tear jerker’ por su apacible contención dramática.
En la Declaración de Independencia de Estados Unidos firmada el 4 de julio de 1776 por el presidente Jefferson se menciona dos veces la palabra felicidad. La felicidad es ese término difícil de definir. Sin embargo, algunos la señalan como un estado emocional activado por el sistema límbico, otros lo atribuyen a la significación de los hábitos, de los afectos o la tranquilidad emocional y vital. Esta esfera es la que persigue una película como ‘En busca de la felicidad’, cinta que atribuye una situación dramática que conlleva una implicación socio-política, la representada en la era Reagan, donde se subrayó el término “sueño americano” como designio primitivo de éxito, de escalar socialmente de los estratos más bajos a los triunfos que conllevan al prestigio. Un término que, a simple vista, pertenece al pretérito, como una noción voluble en el tiempo.
El debut en el cine comercial de Hollywood del italiano Gabriele Muccino bebe de ese pasado del sueño americano, del viejo mito que, sin embargo, América parece no haber olvidado. Un sentimiento cimentado en la inagotable esperanza de aquellos cuya voluntad y determinación personal hacen que lo imposible sea accesible si se acomete con ilusión, trabajo y esfuerzo. El mensaje moral está claro: Nunca hay que perder la fe, por muy mal que se pongan las cosas.
‘En busca de la felicidad’ es así un comedido drama a modo de ‘biopic’, que se centra en los inicios del ahora exitoso empresario Chris Gardner, un héroe anónimo que logró vencer la indigencia y sacar adelante a su hijo pequeño para dedicarse con lucimiento al siempre difícil negocio bursátil. Una película de humilde en cuanto a presupuesto e intenciones, que dilata e inserta el material melodramático articulando su desarrollo en ciertos episodios de la vida de Gardner, en sus miserias y denuedos por sobrevivir sin perder la dignidad, que tontea con el tremendismo y utiliza hábilmente los recursos genéricos sin estigmatizar ni exceder en la desventura del padre y el hijo avocados a la carencia, nunca afectiva, que han de sufrir a lo largo del metraje.
Concebida y ejecutada siguiendo los parámetros narrativos y estructurales del lenguaje puramente comercial, el filme evita caer en el sensacionalismo de la penuria y la pobreza, apelando a ellas en la epidérmica sensiblería con la que está contada la fábula, sin evitar los recursos típicos del drama (problemas de pareja, desempleo, escasez monetaria, lucha por la custodia –aunque no mucha-, cierto maniqueísmo situacional – la mujer es una zorra o en el curso el protagonista es el chico de los recados del formador-, infortunios constantes…), pero suavizándola con ciertos momentos de comedia, apuntando siempre a la complicidad romántica y sentimental del espectador.
Los elementos trágicos no se dirigen en este caso hacia el esperado tono adverso y amargo del ‘tear jerker’ (drama de ‘kleneex’ única y exclusivamente fabricado para hacer llorar al público), pues la dimensión social no importa, sino la dedicación a ese esfuerzo humano, la lucha por sobrevivir, donde se apela al fuerte sentimiento paternal y a la autosuperación de un hombre atrapado en una situación límite. Porque, en definitiva, el “sueño americano” era en los 80, sigue siendo y será, en Estados Unidos como en el resto del mundo, la consecución de un buen trabajo estable que reporte la anhelada seguridad económica y el bienestar. Y todo ello, desde la humildad de un producto rodado con inmediatez y naturalidad, evitando caer en el tono ‘telefilmico’ que se le podría achacar a un drama de este calibre.
Lo más destacado del filme, como no podía ser de otro modo, es el arrojo y el talento con el que un actor como Will Smith interpreta, desde la coherencia, a un personaje moldeado desde la sutileza, sin grandes demostraciones ni alardes interpretativos, pero que esconde una composición verdaderamente compleja en su transmisión de emociones, de dudas y de temores con una naturaleza dotada de una fuerza y una aptitud irreprochable. Logro al que ayuda su hijo en la ficción y en la vida real Jaden Christopher Syre Smith, niño actor que consigue ampliar con su natural encanto el trabajo de su padre.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2007
domingo, 18 de febrero de 2007
32 Post-Cumpleaños
Haciendo un breve recuento, este trigésimosegundo cumpleaños ha sido categóricamente inmenso en cuanto a regalos se refiere. El estúpido motivo de fruición materialista al que conlleva este tipo de aniversarios funciona de maravilla si al lado tienes a alguien que te entiende, te quiere y te conoce. Como viene siendo habitual, Myrian ha vuelto a interpretar a la perfección el ideal de dádivas festivas que a uno le gustaría descubrir cuando desenvuelve con ilusión un montón de paquetes esperando ser abiertos. El nuevo piso se ha convertido, de súbito, en un incipiente relicario de coleccionismo nostálgico, algo ‘freak’, pero entrañable y fascinante a partes iguales si se suma a la gran cantidad de absurdas figuras y ornamento cinematográfico que puebla la casa.
Desde el mítico Marshmallow Man de ‘Ghostbusters’, pasando por el Conejo Frank de ‘Donnie Darko’ y la camiseta de los ‘Goonies’, hasta llegar a las ediciones especiales de ‘El precio del poder’ y ‘La Noche de los Muertos Vivientes’…
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