martes, 10 de agosto de 2010

The End Of History: La cerveza (todavía) más fuerte del mundo

Hace ya algunos meses se habló en este espacio multitemático de Tactical Nuclear Penguin, la (hasta el momento) cerveza más fuerte del mundo, de la empresa escocesa BrewDog, que había ido cosechando cierto nombre en terrenos de récords de graduación por botella en esta bebida. La marca, fundada en 2006, había logrado el gran objetivo de sus dos creadores y socios, James Watt y Martin Dickie: desbancar los alemanes de Schorschbraer, que habían logrado llegar a ser la cerveza con más potencia mundial con un volumen alcohólico de un 31%. Lo consiguieron con esa Tactical Nuclear Penguin, de 32%, compleja mezcla de cerveza y whisky acerada en barrilas durante meses en la isla de Arran a una temperatura de unos 20º bajo cero, secreto para obtener el máximo grado alcohólico de esta apoteósica bebida.
Sin embargo, para la Tactical Nuclear Penguin no hay límites. Han vuelto a batir su propio récord de grados en una birra y se han superado con una cerveza que contiene un volumen alcohólico de 55º. Su nombre es definitorio: The End of History. Se trata de una cerveza muy especial y exclusiva. Como todas estas apuestas arriesgadas, la tirada es muy reducida. Siguiendo esa línea de incorrección política tanto en sus campañas publicitarias como en el espíritu rebelde de provocación en esa constante búsqueda del más allá en las birras que te atizan bien con sólo un par de tragos, Watt y Dickie han lanzado una polémica novedad con su original embalaje. La nueva The End of History se presenta en dos variedades; con botella de ardilla gris y botella de armiño. Los propios creadores del invento aseguran que estos animales muertos provienen de accidentes automovilísticos ajenos a la caza (algo que no convence a los defensores de los animales), con los que un taxidermista ha confeccionado con la disciplina de los grandes maestros en la materia las botellas. La nueva BrewDog es un lujo muy caro, puesto que el modelo con funda de armiño cuesta unos 600 euros y el de la funda de ardilla gris cuesta 840.

sábado, 7 de agosto de 2010

Review 'El Equipo A (The A-Team)', de Joe Carnahan

Juego de trileros
Sin traicionar la fidelidad a la serie catódica de los 80, el filme de Carnahan juega a la nostalgia modulando el ‘remake’ en función de la adrenalina, de la pirueta espectacular, preeminente y amplificada.
“En 1972, un comando compuesto por cuatro de los mejores hombres del ejército americano fueron encarcelados por un delito que no habían cometido. No tardaron de fugarse de la prisión en la que se encontraban recluidos. Hoy, buscados todavía por el gobierno, sobreviven como soldados de fortuna. Si usted tiene algún problema y se los encuentra… quizá pueda contratarlos”. Hoy en día este encabezamiento despierta la nostalgia televisiva de una generación que esperaba las tardes de aquellos calurosos veranos para ver ‘El Equipo A’. Las aventuras de John Hannibal Smith (George Peppard), el sargento M.A. Baracus (Mr.T), el capitán Howling “Mad” Murdock (Dwight Schultz) y el teniente Templeton Face “Fenix” (Dirk Benedict) pasaron a ser un clásico instantáneo dentro de la programación televisiva de los 80 atravesando América en una furgoneta GMC Van negra con aquella mítica franja roja que es hoy todo un icono.
Durante cinco temporadas, este grupo de fugitivos que se vieron obligados a convertirse en mercenarios para poder sobrevivir pasó a ser un referente dentro de la televisión de la época. Por supuesto, el paso de los años no le ha venido muy bien a una serie demasiado infantil e inocente para los tiempos que corren, por eso Hollywood, siguiendo una costumbre habitual, ha trasladado la historia a la actualidad, como no podía de ser de otro modo, en un ‘remake’ para el cine. El relevo lo toma un reparto heterogéneo formado por Liam Neeson, Bradley Cooper, Sharlto Copley y Quinton Jackson. Curiosamente, el primer escollo que podría producir un grave trastorno en su actualización es solventado con gran facilidad. El grupo de actores que sustituyen a los originales exhiben una química fascinante y dejan rápidamente la estela del recuerdo para hacerse con los roles de forma instantánea.
‘El Equipo A’ arranca desde su inicio con cierta libertad a la hora de entallarse en el espíritu de la serie, alejándose de lo visto, pero sin perder de vista la esencia intacta de aquélla, sin apenas variar en su determinación ajustada a los parámetros de la acción bienintencionada y referencial de su referente. Importa mucho el honor del Ranger, la lealtad, la autenticidad del soldado, la justicia y, en último término, la camaradería. En este aspecto, la disposición temática de la serie televisiva permanece intacta al desarrollar, siempre siguiendo un rudimento transversal, a estos patriotas antihéroes fuera de la ley.
En este nuevo ‘Equipo A’, nada parece tomarse en serio más allá de la circunscripción de un director como Joe Carnahan a los vicios más comunes del género, donde la acción predomina por encima de cualquier condicionamiento dramático o argumental, sin buscar una profundidad que vaya más allá del retazo psicológico ya conocido a través de la serie; un dirigente perspicaz, un chico guapo y listo, un divertido demente y un negro tatuado con miedo a volar y malas pulgas. A una película como esta se va a divertirse y si los personajes se perfilan como entes totalmente unidimensionales, mejor que mejor. Da igual que la actualización de los icónicos personajes ex combatientes de Vietnam les convierta en veteranos de la Guerra de Irak y con ella se perciba cierto toque de anacronismo. En parte, beneficia a esa vocación de nostalgia que tiene el filme, manifestando en todo momento el cariño y la sumisión hacia el material que se reivindica.
Así, la cinta de Carnahan contiene algunos guiños, a medio camino de la caricatura y el respeto, que sutilizan esa afectividad con el pasado, como que M.A. siga compadeciéndose de los tontos, que Hannibal no haya perdido su sarcasmo (aunque mucho más circunspecto), que Fénix sea capaz de ligarse a una reportera francesa en unos cuantos segundos o que a Murdock se le vaya la pinza en cualquier momento (impagable su reinterpretación de ‘Braveheart’). Cosas como, por ejemplo, que a M.A. le narcoticen para volar siguen estando presentes dentro de esta revisión. Eso sí, tampoco hacía falta describir el origen de tal aversión o que, en un momento determinado, se dilucide sobre aquella cándida violencia a través del mismo personaje, que cuestiona la violencia para volver a ella invocando las enseñanzas de Gandhi (sic).
‘El Equipo A’ de 2010 vendría a ser un antes del grupo, un vistazo atrás a las circunstancias de su encuentro, de los lazos que se van fraguando durante su estancia en el ejército y sus primeras hazañas como fugitivos federales en busca y captura que son traicionados por la CIA y buscados por el Departamento de Defensa. Y todo por la búsqueda de redimir el honor perdido y la limpieza del nombre del grupo en pos de recuperar unas planchas para falsificar dólares que han sido objeto de tráfico ilícito en la Guerra de Irak. ‘El Equipo A’ sería un ‘cross-cut’ entre la exposición del plan trazado, las trampas y cambios que se dan sobre un supuesto tablero con vasos y bolas debajo y la ejecución efectiva de la misma. Tanto para el espectador como dentro del filme, la evocación evidenciada es la de un juego de trileros embaucadores que dejan ver sus bazas según se van aconteciendo los hechos. La película juega a eso, a divertir y engañar. Y es, en síntesis, lo que viene a proponer Fénix; una distracción, con sorpresa, evasión y un descubrimiento final. Por eso, siguen funcionando tan bien (ahora como en los 80) esos falsos ‘flashbacks’ de ejecución del plan que en realidad podrían ser ‘flashforwards’ de lo que va a suceder con un montaje envidiable.
La cinta de Carnahan está modulada en función de la adrenalina, de la pirueta espectacular, preeminente y amplificada, donde la realidad se deja a un lado para inclinar la balanza hacia lo hiperbólico, con secuencias imposibles llenas de explosiones y un constante sonido a arma automática y disparo sin freno. Por eso, cuando se ha visto un tanque caer en paracaídas desde un avión militar y disparando en pleno descenso para lograr caer en un lago alemán, uno está preparado para cualquier cosa, teniendo como traca final una apoteósica ‘set-piece’ modélica y enardecida en el Puerto de Los Ángeles. Hay una frase dentro del filme que define la intención medular de la película: “El exceso está subestimado”. Y es a lo que responde esta curiosa y descerebrada ‘serie B’ de gran presupuesto.
Por lo demás, todo sigue intacto, la búsqueda de justicia y solidaridad de grupo, la acción y la comedia en un coctel que encuentra en la testosterona, las bravatas masculinas y el ruido que se sucede en las escapatorias imposibles la razón de ser de un divertimento de alto nivel. Eso sí, se echan de menos algunos matices que, de haber secuelas (que seguro que las hay) no pueden faltar, como esos trajes de lagarto de Hannibal y su condición de “rey del disfraz”.
También el poco protagonismo que tiene un icono tan importante como furgoneta negra GMC Van se añora. ‘El equipo A’ es una sorpresa que está confeccionada seriamente con un dominio del ritmo y del montaje frenético que ejerce como variación grandilocuente de su germen catódico más acorde a los tiempos que corren, donde la acción tiene su valor cuanto más se fructifique el delirio autoconsciente y el empaque caótico que dé como resultado una prestidigitación ante un truco de vacile con gracia.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010
PRÓXIMA REVIEW: 'Origen (inception)', de Christopher Nolan.

viernes, 6 de agosto de 2010

35 películas en 2 minutos

Sarah Biermann, Torsten Strer, Felix Meyer y Pascal Monaco realizan una genial síntesis llevada a cortometraje como ofrenda reverencial al Cine.
Y sin más dilación; a disfrutar e intentar adivinar esos 35 filmes acopiados en sólo dos minutos.

Retrofotografía: Pasado y presente en una sola imagen

Utilizando la refotografía o ‘computational rephotography’, el artista ruso Sergey Larenkov ha reconstruido imágenes de la II Guerra Mundial insertándolas en los mismos escenarios vistos en la actualidad. Son la impresionante evidencia gráfica propuesta para evitar caer en el olvido de la experiencia bélica en el mundo contemporáneo a través de distintas ciudades europeas como Berlín, Praga y Viena.
La técnica de Larenkov aviva los fantasmas de la Guerra en un contexto concreto, ofreciendo la posibilidad de apreciar las tortuosas sombras del pasado y la historia compartida de una manera significativa. Bajo la normalidad de un presente que permanece ajeno a estos acontecimientos remotos, rascando sutilmente el tiempo se puede ver el miedo, la sangre y la destrucción que un día asolaron esos mismos lugares que hoy debemos recordar como no tan lejanos en la memoria.
Todo este extraordinario e inquietante trabajo de reconstrucción puede verse en la página web de Sergey Larenkov.

jueves, 5 de agosto de 2010

Cómo asesinar una ciudad

Acabamos de enterarnos de la penúltima proeza del máximo edil salmantino. Abanderado incoherente en la defensa del archivo, cercenador de nocheviejas paganas y rentables, responsable totalitario del cambio de nombres de varias calles de la ciudad y de cerrar fuentes para que la ciudad no celebre un acontecimiento deportivo único en la Historia, preceptor del polémico proyecto de ordenanzas fiscales… En su enésimo movimiento desde que está subido al cetro de este pueblo inconsciente de sus elecciones políticas, ahora tiene la intención de asestar un duro golpe a la principal (y única, por otra parte) fuente de ingresos de esta ciudad desprovista de industria y que atesora desde hace tiempo un incierto futuro. El sector servicios podría ver coartados sus beneficios con una drástica reducción en el ejercicio de las típicas terrazas de verano. Desde ya, se efectuaría una imposición consistorial de horario (en complicidad con esa policía tan bien descrita por el grupo Eskorbuto en los 80), debiéndose suspender su función a las 12 de la noche los días laborables y a la 1 de la madrugada los viernes y fines de semana, que era la razonable hora establecida hasta el momento durante la semana, extendida hasta las 2:30 los viernes, sábados y domingos.
La estructura de la convivencia social, de los usos y tradiciones caniculares (aunque da igual la época del año), de las ganancias a favor de una ciudad pobre y sin recursos son puestos al antojo de un señor que parece empeñado en hundir el nulo progreso de esta capital, en asesinar lentamente su rendimiento y vida al antojo de un delirante e irrisorio mandamás con sus desproporcionadas e incoherentes decisiones. En Salamanca se vuelve a patentizar un régimen que se encarga, en nombre del pueblo, de hacer uso inadecuado de los recursos del territorio y de sus ciudadanos en beneficio propio. O lo que es peor, en beneficio de nadie. El Turismo se puede ver sacudido por esta supuesta orden y los ingresos descenderían junto al sector universitario, que permanece en caída libre. Este tipo de decisiones parecen sacadas de un manual de intransigencia y despotismo.
La falsa democracia representativa que se da en estos entornos de Historia y Cultura está basada en la invalidación de la ciudad y el autoengaño de un sector caduco, que no mira provechos sociales, políticos o económicos. Salamanca, en lo ideológico, bien podría representar a ese pueblo imaginado por P.D. James en ‘Hijos de los hombres’, una ciudad decrépita y arrugada, destinada a morir consumida por la preboste intolerancia senil y añeja. Las terrazas siempre han sido una de las grandes partidas de la hostelería para generar mayores ingresos. No aquí, sino en toda España y máxime en zonas de turismo internacional. Uno de los fundamentos del negocio veraniego y una tradición vital para sobrellevar el calor y compartir instantes insustituibles. Si se materializa la medida, llegarán los despidos de gran parte de los camareros (uno de los escasos trabajos que se pueden encontrar en la ciudad) con una abultada reducción de ganancias en el sector hostelero. Este hecho nos dejaría aún más desheredados y abandonados al infortunio gracias a esta figura que representa, con vergüenza para muchos, la alcaldía de una ciudad herida de muerte. Que sólo sea una idea sin futuro.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Oradores precoces

Hay una cierta raza de seres humanos destinados a exhortar, sermonear, inventar, difundir o transmitir ciertos paralogismos que evidencian algo de coherencia. Maestros de la retórica que, en el fondo, barnizan la vacuidad en falsa trascendencia. Al final lo que queda, como deja de manifiesto el teórico argentino Ernesto Laclau, es un significante vacío que, en sentido estricto del término, termina por ser un significante sin significado. Eso es el fundamento de la política actual. Da igual la ideología y las proclamas. El vacío es lo que representa. Los políticos han sido y son como esos predicadores que engañan a la gente con sus discursos alarmistas recurriendo a la palabra del señor y a la sagrada biblia. El niño del vídeo es un ejemplo de político precoz, lleno de énfasis y autocredibilidad en lo que alega, balbuceando sus razones como dogmas irrefutables. Aparte del rollo paródico que haya o de la credibilidad de los subtítulos respecto a las palabras y gritos sinsentido del chavalín, su discurso da un poco de miedo. por el contexto de fanatismo religioso que hay en él. No obstante, el niño representa un claro paradigma de lo que son los discursos que teorizan hoy en día sobre el mundo y la sociedad actual.

martes, 3 de agosto de 2010

Cartel Ferias y Fiestas Salamanca 2010, de Tomás Hijo

Uno se va quedando sin halagos lisonjeros para describir el talento creativo de un hombre como Tomás Hijo. Hacía tiempo que no se aludía a su figura en estos procelosos terrenos abismales. Concretamente, desde aquel post con motivo de ese cortometraje de culto titulado ‘La mosca que mordió a Dios’, que sucedió a una obra maestra del cortometraje nacional como es ‘El morajuelo’. Y no será porque este artista salmantino no haya seguido desarrollando una interesante carrera extendida a diversos ámbitos plásticos y artísticos. Desde entonces, Tomás (o TOX, como nos gusta llamarle a unos cuantos) ha seguido una férrea trayectoria en paralelo, en el mundo de la literatura, donde además de multitud de cuentos y artículos en todo tipo de publicaciones de prestigio o su colaboración en el programa de Cuatro ‘Cuarto Milenio’, ha publicado varios e interesantes libros entre los que destaca, sobre todo, ‘El libro negro de las leyendas urbanas, los bulos y los rumores maliciosos’ (Editorial Styria), muy recomendable y divertido compendio de quinientas leyendas urbanas apiñadas en un libro que pormenoriza todo tipo de mitos, supersticiones, historias sobrenaturales, habladurías, conspiraciones y versiones no oficiales sobre sucesos que han ido incrementando la alteración de una posible realidad, con miedos y paganismos de toda índole llevados a la condición de crónica crédula.
Este artista total; escritor, cineasta y profesor en la Universidad de Salamanca, ha destacado siempre por una faceta en la que es también un maestro: la ilustración. Dotado con un estilo reconocible y fascinante, la obra de Hijo destaca por la significación inevitable de las fábulas y ficciones tradicionales, que imponen una alegoría hemerológica sobre acontecimientos y personajes que forman parte de la raigambre popular o anónima y que construyen entelequias plasmadas con una expresividad identificable y llena de matices que atestan de color y personalidad sus ilustraciones y dibujos de gran calado barroco. Esta lúcida aptitud para captar la belleza del arte, la tradición y la vida se concentra en el cartel anunciador de las Ferias y Fiestas de Salamanca 2010, que tendrán lugar del 7 al 15 de septiembre. Habitualmente, se tiene una percepción de abandono a la calidad de este tipo de anuncios, pero este año es diferente. La inspiración somática de un mito de las fiestas de la ciudad como son los cabezudos es el elemento estimulante y protagonista del cartel. Con su habitual composición detallada y simbolista, Tomás Hijo ha sabido captar el miedo y la atracción hacia estas figuras míticas dentro de la costumbre festiva, en la que unas cabezas realizadas en cartón-piedra con un armazón de hierro recorren las calles de la ciudad ataviados con fustas y palos, al compás de una charanga, persiguiendo a los más pequeños, que provocan y huyen espantados ante la amenaza de ser reprendidos y azotados por estas siniestras figuras. A pesar de lo que pueda parecer, en los ‘padrelucas’ (que deriva del clérigo local ‘Padre Putas’) se funden lo festivo y lo grotesco, identificando una tradición arcaica e inamovible en la memoria de las generaciones de charros que han acelerado su paso en la travesía de estas icónicas figuras que representan, para unos, la inmoralidad o la herejía y, para otros, la naturaleza sometida a Dios.
En cualquier caso, el artista salmantino no olvida los detalles congénitos a la ciudad helmántica; la fachada del Ayuntamiento de la Plaza Mayor, desde donde se ofrenda el pregón y testigo de la Historia de las ferias y fiestas, con el suelo de un teatro de entelequia y sencillez que acerca estas fiestas a sus gentes, sin olvidar la ‘Mariseca’ emblema exhibido durante este periplo. Tampoco las figuras de cabezudos más representativos de la ciudad. Tomás Hijo ha logrado la hazaña de cautivar inmediatamente la atención y la imaginación del espectador viandante con su perspectiva de composición, color e imaginería legendaria y popular.

sábado, 31 de julio de 2010

Review 'Toy Story 3 (Toy Story 3)', de Lee Unkrich

El mito de los entrañables juguetes rotos
La factoría capitaneada por John Lasseter impone de nuevo su hegemonía, más allá del elogio, en otro testimonio de indudable calidad de unos genios capacitados para sorprender en cada película que estrenan. A pesar de ser la más oscura de la saga, es el más memorable, virtuoso y ejemplar alegato al poder de la imaginación de todas ellas.
Hace ya quince años desde que John Lasseter y su Pixar Animation se plantara en Hollywood como la empresa visionaria capaz de arrojar una luz incandescente sobre los nuevos signos dentro de la animación y, por extensión, al ámbito comercial y cinematográfico. Su irrupción con ‘Toy Story’ avanzó la capacidad de sorpresa y la futura regalía en cuanto a la revolución de la tecnología aplicada al cine (no sólo de animación) que, de manera gradual, ha ido alcanzando cotas de perfección imprevisibles hace una década en la que Pixar ha alcanzado una perfección más allá del elogio. La tradición y modernidad se unen a la modélica construcción narrativa de sus guiones, en continuas muestras de artesanía revolucionaria que cambia y magnifica la animación llevándola a una privativa esfera donde las reglas del entretenimiento y la imaginación parecen no tener límites.
Con voluntad de transgredir, con astucia y evitando la artificiosidad de sus competidoras, Pixar consigue en cada acometida esa idónea mezcla de diversión, inteligencia y prurito conmovedor que fascina a los pequeños espectadores y conquistar el corazón de sus padres. Las obras surgidas de esta fábrica de sueños vendrían a resumir su éxito en una doble conquista: son películas infantiles para adultos y, a su vez, películas adultas para niños. La saga de ‘Toy Story’ parece describir la evolución de esta firma, que rubrica en imágenes una autobiografía colectiva. Para ellos, al igual que el espíritu de estas entrañables tres películas, el verdadero sentido del trabajo y aquello que les convierte en únicos es el hecho de no renunciar jamás a la fe infantil, donde cualquier mundo inimaginable es posible.
‘Toy Story 3’ es otro milagro. Otra consecuencia de esta conjunción de talento, calidad y trabajo visionario. Por ello, el sheriff Woody y el protector espacial Buzz Lightyear, junto a sus amigos; el perro Slinky, el dinosaurio Rex, el cerdo-hucha Hamm, Mr. Potato, los tres marcianitos del Pizza Planet, la vaquera Jessie y el caballo Perdigón, han pasado a formar parte de la iconografía de la familia de la cultura norteamericana y del resto del mundo. Son compañeros de viaje que ofrecen un último itinerario con aventuras en el mundo de los humanos que serán muy difíciles de superar. Basta con un espectacular prólogo para dejar claro las intenciones de superación respecto a sus ya de por sí antológicas antecesoras. ‘Toy Story 3’ se presenta mejorando los pocos defectos de sus precedentes y evidenciando una sofisticación dentro de la desbordante acción y del sentido del humor. Y lo evidencian en ese formidable prefacio que remite al ‘western’ mezclado con la ciencia-ficción y la ostentación de imaginería infantil puesta al servicio de la magia de Pixar. Sin embargo, en seguida el espectador se da cuenta de que estos fuegos artificiales devenidos en juego infantil no son más que un instante retrospectivo que forma parte del pasado.
A pesar de que los juguetes siguen su vida en equidistancia a la realidad, viven un mundo circundante que se ha ido desvaneciendo con el paso de los años hasta acabar con ellos en un arcón de viejos recuerdos. Andy tiene diecisiete años y ya es mayor para jugar con muñecos. El presente les destina a un alejamiento definitivo. El joven se va a la Universidad y el destino de los juguetes tiene un futuro incierto: permanecer para siempre en el desván, ser donados a un parvulario o directamente a la basura. Por una confusión, todos ellos acaban en la guardería Sunnyside, donde la diversión, los niños y el cariño parece ser la nota predominante del lugar. Por supuesto, no todo es tan bonito e idílico como parece.
De entrada, ‘Toy Story 3’ fundamenta su éxito en la portentosa eficacia de su guión, en la construcción delineada con unos movimientos lapidarios, donde los diálogos se suceden con la maestría de los clásicos, respondiendo a la necesidad del diseño de unos personajes pormenorizados al amparo del excelente empleo de los dispositivos cinematográficos. El filme de Lee Unkrich responde a un complejo engranaje de insuperable funcionamiento, que sabe ampliar sus posibilidades argumentales armonizando parodia, tacto emocional y una colorista estética conferida del acostumbrado detallismo extremo de Pixar. La confección narrativa es paradigmática por el sustento de un ritmo acelerado y sin freno, que entusiasma y deslumbra por el laberinto de sutilezas al que es arrojado el espectador. Se reanuda así un preciso trazado que simboliza los lugares comunes de la saga, ambientado en el género carcelario de evasiones.
En ese sentido, ‘Toy Story 3’ no ofrece nada nuevo visto en sus dos anteriores funciones. La fuga como objetivo sigue perfilándose como el esquema medular de la acción, recurriendo a la estructura del rescate, a la acción como motor de la convulsión dramática. La historia de Lasseter, Andrew Stanton y el propio Unkrich en manos del guión de Michael Arndt basa su vigor y emoción en la sensibilidad y el respeto por todos y cada uno de los personajes que desfilan por la pantalla, en sus particularidades y caracterización humana y psicológica, con un contenido sintético propio. Por tanto, sigue la voluntad de perpetuar el descomunal talento con una idiosincrasia propia, evolucionando en su trascendencia, perpetuando su identidad como referente de animación mucho más allá de los anticuados conceptos de Disney, el gran nombre que les distribuye. ‘Toy Story 3’ hipnotiza de tal modo que cualquier atisbo de secuela oportunista queda diluido desde su primer fotograma.
Como no podía ser de otro modo, esta montaña rusa de acción y sentimientos presentada como comedia de animación digital sigue venerando la sencillez con que están diseñados los juguetes originales. Eso sí, que nadie vaya a pensar que Pixar no haya avanzado otro escalón más en su progresión dentro de los parámetros tecnológicos puestos como retos casi inalcanzables. ‘Toy Story 3’ exhibe el 3D más acabado y elegante de cuantos se han visto hasta el momento (incluido el ‘Avatar’, de James Cameron). La factoría de Lasseter demuestra así esa lucidez de análisis de todas las técnicas fílmicas que ni siquiera ellos mismos soñaban cuando lanzaron las dos primeras partes de la trilogía y que han ido puliendo paulatinamente en los últimos años con maravillas como ‘WALL•E’ y ‘Up’. Los ángulos, la composición de los planos, los tiros de cámara llenos de magia y ese cuidado de la textura cromática y de la luz ponen el perfeccionamiento a un nivel de exigencia que aquí tiene un testimonio concretizado en la indudable calidad de unos genios capacitados para sorprender en cada película que estrenan.
En el mundo de las secuelas, y más en la prosapia del cine infantil, la oscuridad y el tono más lóbrego suele infundir ese halo de misterio e interés como técnica de lanzamiento para nuevas entregas. A ‘Toy Story 3’, obviamente, esto no le hacía falta. Sin embargo, lo es. Este tercer viaje sigue afrontando ese miedo e incertidumbre al abandono y al desamparo del juguete. Pero nunca antes hubo una analogía tan clara entre esa orfandad equiparada al miedo a la muerte. No sólo porque haya alguna terrible secuencia que enfrente a los protagonistas a ella, sino en esa sensación de desconfianza sobre el acontecer de los giros, de ese porvenir borroso en un juego de pugnas entre desilusión y optimismo. El viaje final es también un testimonio visual de la caducidad del tiempo, de cómo todo lo que un día era felicidad se vuelve una incógnita convertida en ley de vida.
Lo vemos en el perro de la familia Buster, que ya no es un cachorro juguetón y cómplice de los juguetes, ya que ahora está viejo y cansado. También en Molly, la hermana pequeña de Andy, que prefiere leer revistas de ídolos adolescentes que jugar con su Barbie. Pero sobre todo en esa desconexión del vínculo familiar (esta vez aseverada la falta de la figura paterna) entre madre e hijo una vez que éste empieza una nueva vida lejos de casa. El relato infantil se anula por completo de forma velada por otro de un calado vital y reflexivo que impone, a todas luces, una lección de humanidad y de vida.
‘Toy Story 3’ es la más oscura de las tres porque además incluye temibles figuras empapadas de opacidad y heridas sentimentales, como el aterrador Big Babby que custodia las espaldas de la gran figura maligna del filme, un oso con olor a fresa llamado Lotso Abracitos, fraudulento peluche entrañable lleno de odio y resquemor que no es más que la manifestación del ánimo de venganza por la incuria infantil, emblema de la orfandad a la que se ve sometido un juguete cuando el niño se desentiende de él y pasa a otra vida bien distinta que nada tiene que ver con el juego y la atención. Algo parecido a lo que se planteaba en la segunda entrega por parte de Stinky Pete y su deseo de acabar sus días en un museo para admiración de generaciones de amantes de los juguetes clásicos.
Sin embargo, aquí no hay espacio para la amabilidad, los despóticos juguetes de la Sala Mariposa no dudan en torturar a los rebeldes de la sala Oruga, espacio en el que los infantes más descontrolados descuartizan y maltratan todo lo que cae en sus manos. ‘Toy Story 3’ se nutre de un complejo discurso sobre el paso del tiempo y la nostalgia que no se resiente en cuanto a su contenido moralizante y aleccionador, tomándose la licencia de exponer con violencia la iniquidad del olvido y de sus consecuencias. Sin olvidar esa persecución culminante de un clímax esperado. Ya no se trata de un cohete de ensueño de deposita a los protagonistas en la caja vacía de un asiento trasero, reconstituyendo la feliz normalidad infantil. Tampoco la trepidante aventura en una cinta transportadora de un aeropuerto. En esta ocasión, el destino enfrentará a los juguetes a una eventualidad mucho más fea e incómoda como es la supervivencia a una instalación de procesamiento de basura a la que están predestinados.
A pesar de ese tono tenebroso, naturalmente Pixar se supedita al universo infantil, por eso el humor sigue siendo vital para que todo funcione. Además de esa constante sorpresa en el ‘gag’, la diversión viene dada por elementos novedosos que encuentran su destacada presencia en el muñeco Ken, que propicia algunos de los momentos más hilarantes de la película, cuestionando su masculinidad por poseer un ropero de lo más variopinto y en su relación con Barbie. No faltan alusiones a la propia historia de Pixar, con guiños cinéfilos y autorreferencias constantes (como Sid, el terrible vecino de Andy de la primera parte, que ahora es el basurero del barrio), en la metamorfosis de Mr. Potato o en la vulnerabilidad de Buzz Lightyear y su formateo y cambio de idioma o la desternillante metamorfosis de Mr. Potato. Sin olvidar a nuevos roles como ese mono guardián chillón o el teléfono de Fisher Price renegado y temeroso.
Por todo eso, ‘Toy Story 3’ subraya la importancia y trascendencia de los nuevos ciclos vitales, sin evitar que se marque una substancial huella de aquellos instantes felices que se pasan junto a aquellos juguetes que pertenecen al pasado, que fueron parte significativa de la vida y el ocio infantil y que reviven en manos de aquellos que merecen jugar con ellos. La saga de ‘Toy Story’ es y será a lo largo de la Historia un virtuoso y ejemplar alegato al poder de la imaginación. Un final de fiesta desproporcionadamente entrañable que alberga una espectacular plétora de emociones que van desde la angustia dotada de una tensión insostenible al suspiro pacificador, para llevar al público en volandas a ese epílogo capaz de hacer aflorar las lágrimas, sacudiendo el sentimiento colectivo, cargado de una melancolía y una nostalgia digna de una gran obra maestra que cierra el círculo de una trilogía maravillosa.
Estamos, sin duda alguna, ante la posible gran película de 2010. La cinta de Unkrich apela al poder de la emoción en esa historia del adiós a la niñez, transformando el cuento en la entrega más madura ya no sólo de ‘Toy Story’ sino de la iconografía y de los anales de Pixar, en esa emisión de madurez y complejidad acerca de valores como la deslealtad, la pérdida o la fugacidad del tiempo que contrasta con la reflexión meditada sobre el amor y la amistad. Es una obra total de envidiable elegancia, gusto y maestría a la hora de provocar emociones y advertir, de paso, el riesgo al que conlleva que los niños de hoy en día encaminen sus gustos hacia juegos virtuales antes que hacia los juguetes tradicionales y que la propia necesidad por satisfacer la imaginación a través del juego imaginativo. Será difícil olvidar esta tercera parte dentro del cómputo común. ‘Toy Story 3’ provoca esa difícil satisfacción de estar ante un cine en estado puro. Es, a fin de cuentas, sencillamente memorable.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010
PRÓXIMA REVIEW: 'The A-Team (El equipo A), de Joe Carnahan.

miércoles, 28 de julio de 2010

Equipación Athletic de Bilbao 2010-2011

En una era destinada al desarraigo de la liga nacional del fútbol patrio, al ostracismo dictatorial de dos equipos deportivamente autócratas que aspiran a lograr la victoria final por puntos, cosas aparentemente nimias como la presentación de una camiseta sirven para alentar a los aficionados de los demás competidores condenados a su realidad sin esperanza. Los jugadores del Athletic Club de Bilbao se vistieron de largo en La Alhóndiga, uno de los edificios más representativos y modernos de la capital bilbaína, escenario que simboliza a la perfección la nueva indumentaria ‘athletizcale’. Las estrellas intocables del equipo, Fernando Llorente y Javi Martínez (Campeones del Mundo con la Selección española), acompañados de la promisoria esperanza de la nueva terna, Iker Muniain, junto a otros componentes del equipo como Iraola o David López son los protagonistas del vídeo que lanza esta nueva equipación para la temporada 2010-2011. Este año la marca Umbro reanuda la intención de tradición y pasado, tanteado, con más fortuna que en anteriores campañas, la búsqueda de un estilo retro, inspirándose en las zamarras de décadas primigenias, siguiendo las mismas pautas que el año pasado. El objetivo es lograr un diseño adecuado al clasicismo “inglés”.
Por ello, se vuelve al cuello tradicional de pico rojo, que incorpora un botón ergonómico. Destacan también los originales y cuidados bordados de precisión de las franjas en forma de zigzag, que enaltecen el rojiblanco y le dan un acabado de sastrería inglesa clásica que recuerda a las antiguas elásticas clásicas del club y que varia en disposición del rojo y blanco respecto a la temporada anterior, pero sin ensanchar en exceso las franjas, lo que hace que apenas se diferencien del estilo de las mejores camisetas de los últimos años. Se recupera también, por fortuna, el logo del centenario realizado por García Ergüin en su cuello, el mismo que ha acompañado al Athletic en todas las camisetas desde 1998 a excepción del año pasado. Los dorsales serán más visibles y grandes así como los elaborados bordados del escudo y los logos, que hacen destacar la delicadeza y el cuidado de la confección de este nuevo símbolo de un sentimiento común por un equipo único y que tiene su detalle más emotivo en esa frase ‘Zu zara nagusia’ en la zona de la etiqueta interior. El resultado es que estamos ante una de las mejores y más bonitas camisetas de los últimos años.
Ahora sólo queda ir viendo cómo se desarrolla esta difícil temporada en la que el club de San Mamés dirigido por Joaquín Caparrós deberá rendir a la altura de lo esperado, demostrando que puede llegar más lejos del buen papel desempeñado este pasado ejercicio. La afición así lo espera. Como siempre, tienen millones de corazones tarareando el ‘Altza Gaztiak’, aquella banda sonora que atesora una ilusión y un sentimiento mayor del que puedan ofrecer otros clubes de alta alcurnia. A ver si este año, también se puede repetir alguna que otra hazaña.
Pase lo que pase, por siempre: ¡Aupa Athletic!

martes, 27 de julio de 2010

Una secuencia al azar (XI): 'Los incorregibles albóndigas', nostálgico campamento veraniego

Periodista
Estos niños asistirán a la más prestigiosa de las colonias veraniegas, la Colonia Mohawk. Hay una lista de espera de dos años y el ingreso se decide por votación. Por si eso no era suficiente, la tarifa es de mil dólares por semana de estancia, pero la cuestión es… ¿lo que dan a cambio vale esos mil dólares?
Tripper
Claro que sí. Es la mejor colonia que hay.
Periodista
Vaya ¿Trabaja usted en la Colonia Mohawk?
Tripper
Naturalmente, soy su director de actividades, Jerry Aldini.
Periodista
¿Cómo justifica usted la tarifa de mil dólares a la semana?
Tripper
Ofrecemos muchas actividades especiales. Montaremos obras de Shakaspeare en teatro circular, por supuesto. Kissinger nos visitará. Yasir Arafat vendrá a pasar un fin de semana con los críos para cambiar impresiones.
Periodista
Eso es asombroso.
Tripper
Y como los chicos querían animales, este año cada niño cazará y matará su propio oso en nuestra reserva privada de animales salvajes.
Periodista
¿Cree que los chicos superarán esa experiencia?
Tripper
Ya veremos. Pero lo emocionante será al final del verano, durante la semana de Aprendizaje Sexual. Importaremos doscientas prostitutas de todo el mundo y cada chico armado con sólo un termo de café y dos mil dólares en efectivo intentará recorrer el mayor número de países. El que gane, por supuesto, será nombrado Rey de la Semana Sexual y tendrá privilegios de violación y saqueo en los pueblos vecinos.
Periodista
Es… es increíble.
Tripper
¿Qué esperaba por mil dólares a la semana? En fin, que pase usted un buen verano.
Vista hoy en día, ‘Los incorregibles albóndigas (Meatballs)’, de Ivan Reitman, puede haber envejecido muy mal para los tiempos que corren. Su humor algo blanco, sus intenciones benévolas, su esencia bondadosa y de moraleja indulgente responden a un momento muy concreto, 1979, estimulación primigenia de las comedias adolescentes de campamentos y de sexualidad a flor de piel, con gracia transgresora pero sutilizada, que concretaba esa temática de hormona revolucionada con un fondo accesible a todos los públicos. Una de las obras germinales de comedias más revoltosas y políticamente incorrectas de los 80 junto a ‘Desmadre a la americana’, ‘Meatballs’ fue una ruptura como vía a la novedad de comedia sediciosa y desvergonzada. En su época fue un éxito, debido a su superficialidad refrescante, de índole veraniega y sin ambiciones, abanderado por elementos que, hoy en día deben ser vistos con el reconocimiento de absolutos clásicos; desde ese enésimo personaje antológico de Tripper interpretado por el icono del género Bill Murray, auténtica alma de la función, pasando por su director Ivan Reitman, nombre imprescindible para entender el éxito comercial como lo entendemos actualmente y sus guionistas Daniel Goldberg, Len Blum y el nunca bien ponderado Harold Ramis.
Obviamente no estamos ante una obra maestra, pero sí ante una de esas entrañables películas que despiertan la nostalgia de otros tiempos y recuerdan experiencias comunes universalizadas en un contexto generacional como son los campamentos de verano. Las aventuras de Tripper, la dulce Roxanna, Mickey, el objeto de todo tipo de putadas Morty, el ‘nerd’ Spaz, Fink, Crickett, A.L., Candance, Wendy, Hardware o Wheels siguen perpetuando esa estela conmemorativa de un tipo de cine algo deslustrado que mantiene su aprecio gracias a una serie de ‘set pieces’ que desfilan con un ritmo vertiginoso, que se rompen en la paternal relación de Tripper con Rudy, ese chico retraído y solitario destinado a ser el gran héroe del NorthStar en las olimpiadas contra el antagónico campamento de pijos y adinerados Mohawk e imponen una agradable cadencia que resulta de lo más reconfortante. Ahora, en verano, acuciados por la inercia de la inactividad es buen momento para recuperar este pequeño clásico provisto de la fascinante banda sonora de Elmer Bernstein.