martes, 11 de mayo de 2010

Frank Frazetta: el adiós del Gran Genio de la ilustración

1928-2010
El día de ayer fue triste para el mundo de la ilustración y el cómic. El genio Frank Frazetta falleció a la edad de 82 años en Fort Myers (Florida, Estados Unidos). Frazetta comenzó muy pronto en el universo de la ilustración, destacando como una joven promesa que se afianzó en su carrera como uno de los más grandes nombres de la ilustración de la segunda mitad del siglo XX y, desde hace mucho tiempo, como uno de los mejores de todos los tiempos.
Emprendió su trabajo en el mundo del cómic, donde se diversificó en todos los géneros posibles; ‘western’, ciencia-ficción, historias de misterio y cualquier tema contemporáneo que le propusieran, ya fuera en D. S. Publishing, Magazine Enterprises y sus primeras grandes portadas para EC, Toby Press y Prize Publications. Se dice, incluso, que rechazó varias ofertas de la todopoderosa Disney. La serie de ‘Li´l Abner’ de Al Capp, donde Frazetta ejerció de autor en la sombra, sus insuperables portadas de Buck Rogers para Famous Funnies, ilustraciones satíricas para la revista Playboy con ‘Li'l Annie Fannie’ gracias a la devoción por su trabajo por parte del gran Harvey Kurtzman, fueron algunos trabajos que acrecentaron su nombre y bagaje en un mundo de competencia y talento en los albores de los grandes nombres dentro del arte.
Frazetta pasará a los fastos del arte como un irrepetible icono de la lustración, dueño y señor de un estilo prodigioso y elegante, lleno de contundente acción y dinamismo, dotado de una influencia onírica que no impide el realismo de sus trazos con una plasmación anatómica perfecta, capaz de lograr atmósferas y sensaciones que recuerdan a los grandes maestros de la pintura clásica. Su dominio del dibujo, del color y de todos y cado uno de los efectos cromáticos, merece un destacado estudio y un privilegiado santuario de admiración incansable por parte de todos los amantes de la belleza artística.
Frazetta marcaría un antes y un después cuando encontró la iconografía mitológica que reflejó en las cubiertas de tantos ‘covers’ clásicos como los de Conan, Buck Rogers, Vampirella, Blazing Combat, Thunda, Tarzán, Flash Gordon y un largo etcétera que serían la inspiración directa de otros genios de la ilustración como Boris Vallejo, Jeff Jones, Simon Bisley, Bernie Wrightson… Cuando en 1962 Roy Krenkel le pide ayuda para acabar unas portadas para unos libros de Edgar Rice Burroughs para la editorial Ace Paperbacks, sus ilustraciones se hacen un reclamo comercial instantáneo. En los 70 y gracias a la serie de ‘Conan’, se venden miles de ejemplares con aficionados atraídos por sus cubiertas de los libros de Robert E. Howard.
Fue la época más gratificante para este genio artístico, puesto que todo tipo de pósters, porfolios, ‘art-books’, pictoriales, dibujos y sus series ilustraciones con algunas de las ‘pin-ups’ más apetecibles e inalcanzables de la época dejaron un tránsito de éxito y fama para un ilustrador transformado en un autor de culto. La caricatura de Ringo Starr, los carteles de películas como ‘¿Qué tal, Pussycat?’, ‘After the Fox’ y sobre todo el de ‘El baile de los Vampiros’ también son trabajos reconocidos en la industria del ocio. En 1980 uniría su fuerza junto a otro maestro, Ralph Baski, para crear la mítica ‘Tigra: hielo y fuego’, cinta de animación envuelta en la magia de Frazetta. Fue un fracaso comercial absoluto, lo que no dejó que la estela de este genial dibujante no siguiera acaparando elogios por esa vida dedicada a su arte que fue recogida en esa trilogía fundamental sobre el genio: ‘Icon: A retrospective by the Grand Master of Fantastic Art’, ‘Legacy: Selected paintings and drawings by the Grand Master of Fantastic Art’ y ‘Testament: The life and art of Frank Frazetta’, así como en el interesante documental ‘Frazetta: Paining with fire’, de Lance Laspina.
En los últimos años, además de sus problemas de salud acarreados por la exhalación de un aguarrás en mal estado allá por 1986 y que debilitaron la salud del artista todos estos años, las propiedades y el museo de Frazetta han sido motivo de disputa entre sus cuatro hijos tras la muerte de su esposa Ellie (como contaban hace bien poco en Comic Verso). Problemas que fueron subsanados con el comienzo de la venta de algunos de los originales más valorados de la colección personal de Frazetta. Se cuenta, como curiosidad, que el guitarrista de Metallica Kirk Hammett llegó a pagar 1.000.000 de dólares por su mítica obra ‘Conan the Conqueror’.
El gran genio nos ha dejado. Y con él una inmensa obra de encomiástico valor, de virtuosa maestría que se antoja muy difícil de superar. Nos ha dejado el que será maestro de maestros. Sin duda alguna.
Aquí os dejo un enlace a una entrevista con el gran maestro del foro 'The Conan Completist'.
D.E.P.

Adaptaciones, los pitufos y Sofía Vergara

De unos años hasta ahora, la actualidad cinematográfica no deja de resultar, o bien de ser previsible o, a su vez, de sorprendernos. Si no tuviéramos suficiente con la horda de secuelas, adaptaciones de cómics (‘Thor’, llevada a la pantalla por Kenneth Branagh o ‘Capitán América, de Joe Johnston entre otros), ‘remakes’ de filmes que ya han tenido su reconocimiento internacional (versiones angloparlantes de ‘Déjame entrar’, con Matt Reeves en el ajo o la saga ‘Millenium’, que se atribuye supuestamente y por rumores a David Fincher), la ficción televisiva con barrunto nostálgico, obviamente, sigue por esos derroteros. Todos conocemos que ‘El Equipo A’ es ya una realidad que llegará a España el mes que viene con esos cuatros veteranos de Vietnam perseguidos por un delito que no habían cometido y viajaban en una furgoneta negra tuneada que sabían de chapistería y armamento como los que más. Liam Neeson, Bradley Cooper, Sharlto Copley y Quinton “Rampage” Jackson son los nuevos rostros fílmicos de las aventuras de aquellos héroes invencibles que eran capaces de disparar varias ráfagas de balas y hacer volar multitud de camiones dejando su ‘body count’ a cero.
Por sorprendente que parezca, hay otra adaptación que lleva sonando varios años y que, según parece, es una realidad en marcha. En este mismo blog hace cinco años ya se advertía de la locura insana que proyectaba una película de ‘Los Pitufos’, aquellos simpáticos ‘gnomos’ azules que fueron tachados de apólogos del comunismo. Raja Gosnell es el encargado de la dirección de una cinta protagonizada por Neil Patrick Harris y Jayma Mays, dando vida a una pareja que ven cómo cambia su vida con el descubrimiento de estos pequeños y azulinos seres asexuados. Hank Azaria es el malvado mago de cejas pobladas Gargamel. Katy Perry doblará a Pitufina y hay otras voces conocidas, entre otras, la de Alan Cumming, dando voz al Pitufo Fortachón o Paul Reubens como Pitufo Bromista. Menos mal que el rumor que aseguraba que se iba a escuchar a Quentin Tarantino como Pitufo Filósofo no se ha materializado (aunque hubiera sido curioso). La noticia de estos días es que en esta enloquecida función también participa la espectacular modelo colombiana Sofía Vergara que es la que sí hace ‘pitufar’ al personal con sus curvas de escándalo.

viernes, 7 de mayo de 2010

Review 'Más allá del tiempo (The time traveler's wife), de Robert Schwentke

Empalagosa paradoja espacio-temporal
La cinta del alemán Robert Schwentke es una arquetípica historia de amor imposible plagada de convencionalismos románticos y melodramáticos.
Los viajes en el tiempo, las paradojas espacio-temporales siguen siendo uno de los subgéneros que no se agotan bajo diversas revisiones y modificaciones. La posibilidad de estos viajes, de alterar cuánticamente las líneas de tiempos sugiere gran variedad de alternativas narrativas dentro de la ciencia ficción. Muchos filmes de hoy en día siguen discurriendo por las dudas e incógnitas de estos planteamientos teóricos sobre la relatividad de la cronología. ‘Primer’, ‘Idiocracy’, ‘El efecto mariposa’, la española ‘Los Cronocrímenes’ o ‘Land of the Lost’, son algunos de los ejemplos de esta continuidad genérica. ‘Más allá del tiempo’ es la adaptación cinematográfica de la interesante novela Audrey Niffenegger. Como viene siendo habitual en Hollywood, el atractivo y la fuerza literaria aquí pierden su eficacia y gracia bajo la adaptación de Bruce Joel Rubin, el mismo guionista de ‘Ghost’ (con la que ésta tiene varios puntos en común) y el director alemán afincado en Hollywood Robert Schwentke (cuyo anterior título yanqui ‘Plan de vuelo: desaparecida’ tampoco es una garantía).
La historia gira en torno a Henry, un hombre que por un ‘crono-deterioro’ genético viaja en el tiempo constantemente contra su voluntad, danzando adelante y atrás a través de los años y viviendo en diversos tiempos en los cuales aparece completamente desnudo. En uno de ellos conoce a una niña, Clare, que será, en un futuro, la mujer de la que se enamore. Ella, desde niña, le espera para vivir una extraña historia de amor en el que la felicidad se va desvaneciendo tan rápido como él se disipa en el tiempo. El filme se construye sin centrarse en los incontrolables viajes temporales, ni el traumático efecto en la vida de Henry de estas alteraciones. A Schwentke lo que le interesa es seccionar los elementos genéricos para ofrecer un edulcorado drama de pasión, donde importa la perspectiva de esa niña hecha mujer que, desde el día en que conoce por primera vez a Henry, va enamorándose de un ideal, de un hombre incapaz de modificar su futuro con el que puede tener un romance de brevedad esperada. Algo así como sucedía con Benjamin y Daisy en ‘El curioso caso de Benjamin Button’, de David Fincher, por lo especial y las contrariedades de un acontecimiento biológico y ficcional fuera de todo raciocinio. Lo que Joel Rubin y Schwentke nos están contando, a fin de cuentas, es que este amor tan abstracto tiene el destino marcado por su incorruptibilidad pese al tiempo.
‘Más allá del tiempo’ es, por lo tanto, una previsible historia de amor de dos seres que llevan queriendo toda la vida. Así que el factor de paradoja temporal se excluye progresivamente, incluso en la duda que origina la facilidad con la que este traumatizado hombre logra vestirse en un par de segundos cada vez que aparece en cualquier tiempo de sus trayectos temporales. El material podría haber ofrecido un oscuro relato de amor, de escepticismo existencial, incluso una delirante comedia de indeliberadas infidelidades y otros subtextos maliciosos. Obviamente, siendo como es una producción manufacturada en Hollywood, con su estética, puesta en escena y algún que otro destello autoral y de lucimiento por parte del director, sigue unas estrictas reglas invariables al simple melodrama al uso, de esa arquetípica historia de amor imposible para impresionar a la “novia” de turno por parte del espectador más consecuente.
‘Más allá del tiempo’ comienza con arranque desdibujado, bastante diluido y confuso en el reduccionismo genético con el que el protagonista comienza sus involuntarios escarceos con el desplazamiento por diversos años de su vida en una insólita estructura causal del espacio tiempo que rige su vida. Como no podría ser de otro modo, esta actividad termina por sugerir que los hechos que acontecen dentro del tiempo son inevitables y suceden en todas sus líneas temporales. Aún así, aquí Henry puede ir al pasado a explicarse a sí mismo su defecto genético, pero nunca se ha visto más veces para hablarse del que será el amor de su vida o en plena conversación con una niña de seis años en pelota picada. Por eso, cuando ella aparece, él no sabe quién es, contrariamente a haberla visitado en cuantiosas ocasiones a lo largo de sus viajes a un mismo espacio; el campo anexo a un bosque donde vive la familia de la chica.
También se especifica, en palabras del personaje, que es imposible cambiar la providencia de los actos. Eso sí, cuando en uno de sus viajes sobreviene con un billete de bonoloto premiado, la cosa se vuelve más fácil para su enamorada. Y para él, claro que sí. Cualquiera con 5 millones de dólares podría permitirse desaparecer en el tiempo y aparecer desnudo planteándose dudas existenciales y matrimoniales. Siguiendo este hilo de absurdas incoherencias, hay varias preguntas lanzadas por el crítico del ‘New York Post’ Kyle Smith bastante curiosas: “Cuando la pareja protagonista se conoce, ella es una niña y él está desnudo ¿De verdad no se lo cuenta a sus padres? Tampoco tiene ninguna duda en comprometerse con él ¿Es que acaso no ha conocido a cualquier otro chico en 15 años para esperar tanto tiempo a ese bicho esquemático que aparece con el culo al aire en su jardín? Es más… ¿cómo este tipo puede tener un trabajo de bibliotecario cuando desaparece súbitamente?”. Son incongruencias que, sin molestar o entorpecer el argumento, van minando la credibilidad de lo que se está viendo en pantalla.
No todo iba a ser tan desastroso dentro de una película olvidable y más que errónea. La cinta contiene algunos detalles curiosos e interesantes alrededor de la surreal trama fantástica, como la obstinada voluntad de normalidad y rutina que se empeña en seguir un personaje absolutamente significativo, ésa dificultad para seguir un proceso romántico al uso, constantemente alterado por las imprevistas desapariciones de Henry y la insatisfacción que provoca en su amor de toda la vida, la concesión a cerrar el círculo de amistades a aquellos que conocen su extraño problema… Pero, sobre todo, ése ciclo en el que Clare queda embarazada en varias ocasiones para abortar inesperadamente y la multiplicidad de personajes que incluso coinciden en el mismo lugar y esfera cronológica. No sólo Henry, sino ese cigoto que viajó en el tiempo y aparece personificado en Alba, la hija que juega consigo misma en el jardín de casa.
A Schwentke le pesa demasiado la lentitud de la narración (por lo redundante de sus efectismos), así como el hieratismo en el desarrollo emocional, que es solventado con una urgencia hipnótica, que es vistosa, pero nada más. Y eso que en este delirio romántico tanto Eric Bana como Rachel McAdams están a una altura dramática más que digna. ‘Más allá del tiempo’ está plagada de convencionalismos románticos y melodramáticos, que no puede remediar una funesta sensiblería empalagosa. Y lo que es peor, no sabe dar rienda suelta a su oscuro y enrevesado fondo retorcido. Un pastel hipertrofiado que deja funcionar segundos antes de presentar su menú de postre inacabable. Por eso a uno le queda esa sensación de insípido dulzor al estilo de ‘En algún lugar en el tiempo’, de Jeannot Szwarc o ‘Una casa en el lago’, de Alejandro Agresti que echa a perder esa interesante reflexión final con un falso ‘happy end’ que determina que Henry debe vivir el “pasado” y sus pocos momentos de felicidad de un “presente” en el que se deben superar las carencias y mirar hacia el “futuro” con la esperanza de volver a ver, aunque sea por unos segundos, al factor referencial del relato.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010
PRÓXIMA REVIEW: 'Iron Man 2 (Iron Man 2), de Jon Favreau.

martes, 4 de mayo de 2010

Los textos y los Cheetos

Hay veces que uno se descubre a sí mismo como una visión bastante desdibujada de lo que hubiera creído en otras épocas. Se ha vuelto un poco serio. Y esto, en los días que corren, no es una buena empresa. Es un problema. Y bastante notable. Desde que la vida es vida y la crisis asola el existencialismo de aquellos que no reconocen que las oportunidades se han perdido, me encuentro un poco indeciso sobre qué voy a hacer o sobre qué voy a escribir. Antes todo era más fácil. El hada venía sin avisar y, de repente, uno tenía un texto enorme que presentar con una extraña vergüenza orgullosa. Con desenvoltura, perspicacia e incluso con algo de fortuna. Otras veces, las cosas venían dadas por la providencia, otras por la casualidad, por la simple parida de la escritura automática, incluso por la necesidad. Hay que seguir observando al mundo que nos rodea con cierto aire de escrutinio crítico, de no dejar de ser, de no renunciar a todo aquello que fue, que es o que vaya a ser. Supongo, a mi entender, que hay personas a las que ya no les tutela ningún tipo de ley. Pero hay otras que siguen creyendo que no tiene mucho sentido hacer lo que hacen, que añoran seguir creyendo en lo que realmente creen. Hay que volver a los estados más beneficiosos del absurdo. Es decir, casi todos. Supongo, también, que todo esto no tiene mucho sentido. Sin embargo, era ponerme a escribir otra crítica de cine, un recuerdo de nostalgia o, por el contrario, desempolvar algunas de esas viejas neuronas que se han salvado de la fatalidad de la cerveza, mucho más apaciguante y hermosa en sus promesas cumplidas. Sin venir mucho a cuento, la idea ha sido algo así como lo que lleva a mucha gente a dedicarse a buscar formas religiosas en los Cheetos. Y, finalmente, las encuentran. O como aquellos otros que ofrecieran a través de E-Bay una bolsa vacía del mismo ‘snack’ y hubiera gente que pujara. El mundo está loco y no debemos olvidarnos de enloquecer de vez en cuando y divertirnos con la experiencia.

viernes, 30 de abril de 2010

Review 'Alicia en el País de las Maravillas (Alice in Wonderland)', de Tim Burton

Discutible revisión del clásico
Tim Burton recrea el mundo de Carroll con expectativas de hipnotizar a través de su visión oscurantista y personal, pero a esta ‘Alicia’ le falta el simbolismo subversivo y encrespado de su origen literario.
Cuando en 1865 el controvertido autor Charles Lutwidge Dodgson escribió bajo el pseudónimo de Lewis Carroll ‘Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas’, nadie imaginó que aquella obra escrita bajo los efectos de drogas psicoactivas como el láudano y el opio iba a convertirse en uno de los libros más importantes de la historia de la literatura. La fábula de la pequeña Alicia en un mundo creado a través de juegos con la lógica representa un mundo onírico y surrealista que continúa siendo un símbolo inescrutable de libertad narrativa. En principio, Tim Burton hubiera sido una elección lógica para llevar a imagen ese universo de ficción enloquecida. Con su revisión de los cuentos de Carroll sobre el personaje, Alicia está destinada a convertirse en mujer mucho antes de lo que ella acepta. Ahora es una joven de 19 años, imaginativa e inquieta, fuera del entorno victoriano que la rodea. Con un par de retazos de su infancia en la que se alude al mágico mundo de las Maravillas, la historia arranca cuando Alicia huye de la ceremonia de petición de su mano por parte de un aristocrático ‘lord’ estirado.
Con ello, la adaptación por parte de Linda Woolverton se centra en la búsqueda del destino de una joven en contra del universo burgués en la que está sumida, en un viaje hacia la responsabilidad del mundo adulto a través del escapismo onírico escabulléndose de los convencionalismos y compromisos sociales. Por mucho que persista ese enfrenamiento con los sueños en un ilusorio entorno de antagonismo entre el bien y el mal representado en esa Reina de Corazones tiránica y déspota que tiene esclavizados a los habitantes del mundo subterráneo y la caracterización y digitalización de sus personajes sea modélica, a esta ‘Alicia en el País de las Maravillas’ se le ha perpetrado una cirugía estética muy del gusto de Hollywood que, no obstante, es bastante discutible.
La imaginería y universo cargado de barroquismo y sombras propio de Burton no ha desaparecido en su traslación de la ideología enloquecida de Carroll. Por desgracia, la adaptación se encuentra con un director más pendiente de evocar lo irreflexivo y la magia liberal del origen de la historia que de narrar o reformular su perspectiva al cine de los nuevos tiempos. La onírica y poética de Carroll está algo revuelta en el énfasis del director de ‘Bitelchús’ por hipnotizar a través de su visión oscurantista y personal, haciendo del espíritu de la novela del autor británico un simple pretexto para desplegar ese universo que va en decadencia visual y entelequia, sin aplomo por el pulso de oscurantismo operístico que mostró, sin ir más lejos, en su más acertada ‘Sweeny Todd’. Hay mucho de redundante en ‘Alicia en el país de las maravillas’; de todo el gótico de su cine, del impertérrito carácter psicodélico, de su impronta de existencialismo ojival. Se echa de menos esa huella de desacato ante las normas para cruzar el deformante espejo de la realidad y la intrusión en un mundo de excepcionales contradicciones de la imaginación desbordante.
A esta nueva revisión le falta el simbolismo subversivo y encrespado de la novela, sin que prospere cualquier conato que confunda la perversidad moral e imprecisa que fluye en su original literario. Al cineasta poco parecen interesarle los juegos de palabras, los sarcasmos, los acertijos o los ejercicios de lógica, rehusando con ello la multiperspectiva y haciendo de la evidencia por justificar cuanto desfila por la pantalla su peor enemigo. Por eso, no ha quedado nada de alegoría socio-política y allí donde Alicia era una niña intimidada por un bestiario de insólitos personajes, aquí responde a las exigencias de un heroísmo determinado en el sacrificio por los demás personajes más que por su inteligencia y perspicacia para avanzar en el relato. Burton escinde con su arrogancia y benevolencia la disociación entre sueño y realidad, sin acudir a la importancia que deberían causar las decisiones que van conformando la personalidad de su protagonista.
Si bien es cierto que la mayor excentricidad y encanto recaen en una digitalización de los personajes que, a la postre, desempeña un papel fundamental para dotar de credibilidad a personajes como la Reina Roja, Tweedledee y Tweedledum, el conejo, la oruga azul que fuma de narguile o el gato Cheshire, se vislumbra un exceso de CGI, de pixels a golpe de ordenador, que languidece ante aquella idea artesanal de un mercenario Tim Burton que ha dejado de ser un ‘enfat terrible’ para abrazar sin disimulo el ‘blockbuster’ acomodaticio. Lo triste es pensar que, no hace muchos años, Burton habría asumido el riesgo de adaptar una obra con la coherencia de aquel maestro de las pesadillas cinematográficas para todos los públicos.
La nostálgica índole de formas ‘feéries’ parecen no tener espacio en este Burton tecnificado y sometido por los edictos de Disney, como si se hubiera concebido pensando en recientes adaptaciones literarias como la saga de Narnia o ‘La brújula dorada’ antes que en el texto de Carroll. En ‘Alicia en el País de las Maravillas’ se descentraliza lo intrínseco y lo ideológicamente anfibológico del espíritu de la Alicia de Carroll para llevarla a un terreno de neurasténico y desestructurado, donde cada paso que acontece se antepone a sus propios movimientos.
Lo que Burton ha intentado es hacer creer que esta aventura era espectáculo visual mágico y sugestivo. Por el contrario, las imágenes se alejan de cualquier sensación de espectacularidad. Todo es plano, como en un escenario vacío de emoción. Algo que no se le puede perdonar a un creador de sombras y estética que rehúye el ‘horror vacui’ de cuidadas composiciones de dirección artística. Aquí, intenta entrar en los parámetros de Maxfield Parrish para su recreación de Underland, pero sin éxito, aunque haya guiños ornamentales de animales reales como pequeños monos, cerdos o ranas que sirven como lacayos de la malvada reina. La torpeza (o lo que es peor, la desgana) del director se deja entrever en muchos instantes donde algunos síntomas de brillantez aseguran a Burton el éxito indulgente. Pero pocos. Lo que queda es, entre otras cosas, esa batalla final despojada de dramatismo o épica, que bien poco tiene de espectacular en el encuentro entre el bien y el mal con la pugna de Alicia blandiendo la espada vorpal contra el Jabberwocky. Además, a la película le falta empaque iconográfico y contextual. Un desacierto que es disimulado con las notas del siempre genial Danny Elfman, de ese halo de noción trágica y entristecida, corriendo incluso el riesgo de depender en demasía de la partitura para que los fotogramas de claroscuros de Burton tengan la fuerza necesaria para fascinar.
Entre lo mejor de esta nueva cruzada de Burton con el cine fantástico está ése citado y virtual elenco inspirado en las ilustraciones de John Tenniel, donde destaca la composición de Helena Bonham-Carter, que se hace la dueña de la pantalla cuando tiene oportunidad. El peor parado es, sin lugar a dudas, un Johnny Depp (cuyo Sombro Loco es un remedo de Carrot Top) que rebosa de loco histrionismo al que se le va de la mano con un rol entrañable hasta la representación del insoportable gesto alucinado y maquillado que lleva tiempo reduciendo hasta el encasillamiento sus posibilidades interpretativas.
En ‘Alicia en el País de las Maravillas’, definitivamente, se echa de menos a aquel Burton más contracorriente, obsesivo e hiperbólico, al creador manierista y ‘outsider’ que era capaz de deconstruir sus creaciones con astucia, ingenio sarcástico y colorista crueldad. Ha quedado a medio camino en sus ínfulas convencer con este fallido juego que discurre acerca de las decepciones de esa niña que debe afrontar el mundo adulto en contraposición con el olvido de la fantasía infantil. En esta esfera, se podría asemejar al fallido ‘Hook’, de Steven Spielberg, en su intención de reinventar un icono literario fantástico de tan importante efigie. Y, como en aquélla, la jugada es bastante desfavorable.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010
PRÓXIMA REVIEW: 'Más allá del tiempo (The time traveler's wife)', de Robert Schwentke.

miércoles, 28 de abril de 2010

'E.T. El Extra-Terrestre': Localizaciones cinematográficas ayer y hoy

A través del director de fotografía y amigo Pol Turrents he llegado al imprescindible link ‘E.T. on the Set’, que hace aflorar los sentimientos más nostálgicos y evocadores a aquella infancia perdida de la que tanto se echa en falta en estos turbulentos días. El paso del tiempo, ese proceso absurdo que va huyendo progresivamente entre la nada y el todo de nuestras vidas, la sensación de lejanía de aquellos recuerdos que nos marcaron, pero que siguen vigentes por la presencia invisible y atenuada de lo que un día vimos como parte de nosotros, inextinguible ante lo efímero del paso de los años. Para una generación que creció bajo la magia de un cine que hoy es clásico, ‘E.T. El Extra-Terrestre’ sigue resucitando al infante que un día fuimos, a aquel pequeño que soñaba con narrar grandes historias. En la actualidad aquél niño de flequillo y rostro inocente ha quedado personificado en un cúmulo de propósitos desbaratados por el azar que, sin embargo, añora y se hace fuerte con aquel recuerdo. El filme de Steven Spielberg tuvo hace tiempo la declaración de amor más traslúcida y profunda hacia una obra cinematográfica que se ha podido leer en estas líneas abismales.
El ‘blogger’ Hervé Attia ha reavivado la llama del recuerdo con un impresionante y purificador documento que atiende a lo antes descrito. Ha viajado al 7121 de Lonzo Street, en Tujunga (Los Angeles) para mostrar cómo ha pasado el tiempo en aquel barrio, en aquella casa en cuya parte trasera Elliot encuentra a E.T. en un entrañable viaje por las calles, parques, bosques y demás localizaciones que dieron el espacio geográfico donde vivir un sueño de tal magnitud. Es como un hermoso retroceso a esa obsesión aflictiva que supera la temporalidad y nos devuelve a aquel 1982 en el que descubrimos que, como a Elliot, aquel alienígena feo de ojos saltones y cuello contráctil vino a nosotros en forma de fantasía hecha realidad.
Lo de reactualizar un vistazo a localizaciones en las que se rodaron películas no es nada nuevo. Hace tiempo, Ron Fugelseth y Patrick Radcliff, se fueron a aquel pequeño pueblo portuario de Portland donde se gestó ‘Los Goonies’. El mayor catálogo de localizaciones exhibe multitud de estos lugares mágicos en los que se rodaron películas más menos antológicas. Por último, desde el ‘blog’ Meridianos también se proponen algunos de estos apasionante viajes al “antes” y “después” de esos sitios que hicieron fantasear al público y que, con el tiempo, se ha transformado en santuarios de cinéfilos y apasionados.

lunes, 26 de abril de 2010

Gene Palma, el batería urbano de 'Taxi Driver'

En ‘Taxi Driver’ (filme de Martin Scorsese que será aludido en breve en este espacio abismal) hay un corte de secuencia que incluye una actuación de un hombre en los alrededores de la hoy ya inexistente Cafetería Belmore, tocando la batería con redobles en homenaje a otros grandes nombres del instrumento. Su aspecto es llamativo, es imposible no desubicarse en el recorrido que siguen Travis (Robert De Niro) y Betsy (Cybill Shepherd) en dirección al cine X, el mismo en el que el diálogo tiene como protagonista el disco ‘The Silver Tongued Devil And I’ de Kris Kristofferson. Viste traje, camisa de chorreras y pajarita, lleva la cara pintada de un color negro rojizo y lo que llama poderosamente la atención; la parte superior de su cabeza está teñida de negro, dándole una extraña apariencia brillante, como la cabellera de plástico de un muñeco antiguo. “¡Y ahora un redoble sincopado al estilo Gene Krupa!” grita al mismo tiempo en que voltea sus baquetas a una velocidad de vértigo.
Su nombre es Gene Palma. Durante los años 70 y principio de los 80 solía verse tocando su tambor cerca de la boca de metro en Sexta Avenida o en la 59th Street, girando sus palillos con un estilo inconfundible, recordando al inigualable Chick Webb. Tras su aparición en ‘Taxi Driver’, incluida por capricho del propio Scorsese, Palma participó, como un cameo 'freak', en el filme de 1980 ‘Hero at large’, de Martin Davidson con John Ritter y Anne Archer. Cuando llegaron los 90, pocos han sido los que han asistido a este peculiar artista callejero. Su extraño talento combinaba la esencia del ‘dowtown’ neoyorquino, con vagabundos reconocibles y la música perdida en las calles de la Gran Manzana. Palma era uno de esos personajes sinfónicos como lo fueron Flying Rabbi y su piano en Washington Square o Moondog, quien dejaría las calles y los ámbitos nocturnos de Nueva York para triunfar como compositor en Alemania. La red tampoco arroja muchos datos sobre el paradero de Gene Palma. Puede verse rara vez, por distintas esquinas de Nueva York. Apenas existe información respecto a este mítico integrante de la fauna de músicos urbanos de la capital del mundo. Sin embargo, a través de una fugaz aparición en una de las películas más memorables de la historia del cine, quedará en la memoria colectiva cuando uno revise ‘Taxi Driver’.

jueves, 22 de abril de 2010

Review 'Cinco minutos de gloria (Five minutes of Heaven)', de Oliver Hirschbiegel

Heridas sin cicatrizar
Oliver Hirschbiegel se apoya en sus personajes protagonistas para definir con pulso una irregular y compleja reflexión sobre la posibilidad de reconciliación y perdón en determinadas circunstancias.
En el conflicto de intereses irlandés, la Fuerza Voluntaria del Ulster (UVF) resurgió en los años 60 como un grupo paramilitar adepto a la Corona Británica dentro del territorio de Irlanda del Norte. Uno de los cachorros de aquella organización terrorista protestante fue Alistair Little. Con sólo 17 años, convertido en una pieza clave de los paramilitares del Ulster, asesinó a un joven católico llamado James Griffin para demostrar la fuerza de la agrupación y método de amedrentamiento de los católicos de Lurgan. Pasó los siguientes trece años en la cárcel para retractarse de su acto y mostrarse afín a la reconciliación entre las dos comunidades enfrentadas en Irlanda del Norte.
‘Cinco minutos de gloria’ va más allá. Recompone este acto verídico para imaginar un hipotético encuentro televisivo tres décadas después entre Alistair y Joe, el hermano pequeño de la víctima, marcado por la visión de aquel asesinato. La realidad y la ficción se fusionan dentro del argumento de la nueva película del alemán Oliver Hirschbiegel en una compleja reflexión sobre la posibilidad de reconciliación y perdón en determinadas circunstancias. Y en medio, una batalla con dos banderas, con dos identidades colectivas fragmentadas e irreconciliables.
La visión de Hirschbiegel, como cineasta foráneo al conflicto que se narra, aporta ese grado de neutralidad a la hora de acercarse cinematográficamente a la historia reciente de Irlanda, a la violencia aún latente y a la fragilidad del proceso de paz. Para ello se encomienda al guión de Guy Hibbert, especialista en meter el dedo en la llaga (fue, junto a Paul Greengrass, el guionista de ‘Omagh’, de Pete Travis) con una historia basada en conversaciones con los dos hombres que dieron sus nombres y recuerdos a este proyecto. ‘Cinco minutos de gloria’ se establece en dos segmentos. El pasado, donde se prepara y comete el atentado. Y el presente, con esos dos individuos encaminados con opuestos estados de ánimo a reunirse para saldar la deuda con el tiempo, el gran protagonista de la narración.
En este punto, es donde surge la traba del guión y de la película, ya que ambos están desproporcionados en estilo, ritmo, intenciones y, lo que es peor, en capacidad dramática, aunque en el prólogo haya escollos irracionales como esa madre acusadora a un niño por “no haber hecho nada” ante el atentado de su hermano. Mientras todo el inicio fluye con maestría, transfiriendo una puesta en escena maravillosa y un matiz de ‘thriller’ que hace levantar unas expectativas mucho mayores de las que están por acontecer, la segunda parte, por el contrario, se resiente en su exceso de frialdad, en su meticulosidad a la hora de poner en juego las emociones de los personajes y de dilatar el tono contingente de las tensiones entre personajes y sus fantasmas internos.
A ‘Cinco minutos de gloria’ le falla, y mucho, su abuso de teatralidad, su equilibrio dramático al que no ayudan sus espacios físicos, cerrados a partir de un instante clave, cuando lo anteriormente narrado ha rozado la exquisitez, la culminación de lo que es lo más brillante de la película. La geografía de territorios quiere simbolizar las esferas psicológicas de sus personajes. Mientras Griffin tiene una casa perfecta junto a su familia, pero martirizado por la muerte de su hermano, Alistair malvive en un cuchitril asumiendo su resignación ante los acontecimientos vividos e incapaz de curar su herida emocional, al igual que su antagonista. Es la forma de observar cómo la violencia ha infectado a ambos desde dos prismas diferentes. En ese sentido, la película funciona con obviedad, pero no plantea una perspectiva innovadora dentro de este cuento moral secular y desbarajusta sus designios diegéticos con ese final cargado de grandilocuencia que da al traste con buena parte de las virtudes del filme.
La clave sobre este acercamiento entre dos hombres que son enemigos y víctimas al mismo tiempo se va diluyendo lentamente olvidando la idea subyacente de ese imposible acercamiento con voluntad de reconciliación entre unionistas y republicanos y la nulidad de la venganza y el poder curativo del perdón. No obstante, lo hace sin renunciar a determinar sus aspectos psicológicos y políticos con firmeza, ya que es cierto que se subraya la idea de cerrar la herida para no infectar a las generaciones venideras. En este caso, las dos hijas de Griffin, las futuras víctimas de la obsesión, el odio y la sed de venganza.
Hirschbiegel hace que la cámara se mueva en torno a sus personajes, con atención y sigilo, en un gran trabajo de manipulación, de transparencia en su énfasis a la predisposición de la voluntad en las decisiones de los personajes, evitando, primero, obtener una perspectiva sensacionalista del entramado periodístico del encuentro. Y, segundo, la solidez ante el histrionismo, por mucho que James Nesbitt, se empeñe en dotar a su rol de un ademán enloquecido en su afectación de venganza. Es su parte interpretativa contrarrestada con un estupendo Liam Neeson, ese actor con un talento especial para dar vida a seres envenenados por la seriedad y la compostura entre la falsedad y la ingenuidad. En ellos recae el peso de la trama, en la construcción de los diferentes matices de sus personajes. ‘Cinco minutos de gloria’ es una película defectiva, irregular, pero intensamente humana en su reflexión sobre la réplica de la violencia, que aborda cuestiones sobre la ingenuidad ante la reconciliación, explotando un designio ideológico que aboga por olvidar el pasado y mirar al futuro con optimismo.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010
PRÓXIMA REVIEW: 'Alicia en el País de las Maravillas (Alice in Wonderland), de Tim Burton.

miércoles, 21 de abril de 2010

T-mo-T, el nuevo 'spot' de Campofrío

El pasado lunes asistí a uno de los pases en 3D de ‘Alicia en el País de las Maravillas’, de Tim Burton, de la cual estoy escribiendo su crítica. Antes de la película, se produjeron dos momentos en los que la compatibilidad entre el público de la abarrotada sala se saldó con sendos aplausos y carcajadas varias.
Uno fue el maravilloso trailer de ‘Toy STory 3’, que se vislumbra, de nuevo, como la película de animación del año y el enésimo acierto de Pixar. El otro, llegó con este absurdo ‘spot’ publicitario de las Finíssimas de Campofrío. Puro delirio y creatividad enloquecida volcada en un imaginativo cuento de venganza ‘anti-tecnología’.

viernes, 16 de abril de 2010

Review 'Furia de Titantes (Clash of Titans)', de Louis Leterrier

El timo de la estampita
Este ‘remake’ es un anárquico sinsentido que reposa sus objetivos argumentales en la banalización de la mitología y en la ponderación de efectos especiales esgrimidos para las batallas entre hombres y bestias.
La primera versión de ‘Furia de titanes’, dirigida por Desmond Davis en 1981, supuso un intento trasnochado de ‘retro-camp’ del peplum intempestivo que en aquellos años no tuvo más que un discreto reconocimiento y la posterior etiqueta, algo sobrevalorada, de “película de culto”. Gracias a su inocencia y a la tosquedad de su factura visual hoy en día se deja ver con nostalgia. La historia, inspirada en la tradición de la mitología griega sigue siendo la misma, la de Perseo, hijo de Zeus y Danae, y su aventura para liderar una peligrosa misión cuyo objetivo es derrotar a Hades, el dios del inframundo, el cual quiere hacerse con el poder de Zeus y así desatar el infierno en la tierra y, de paso, salvar a la princesa Andrómeda. Los que conocen la versión de Davis no echarán de menos, por tanto, módulos narrativos como el descomunal Kraken, aquel mítico personaje, Medusa la Gorgona o muchos otros, como Pegaso, los escorpiones y Calibos.
La nueva versión sigue paseando por el peligroso filo de la serie B, en su inocuidad delimitada a la cautelosa búsqueda que dictan las directrices del estereotipo, zarandeando la épica en un juego de ‘revival’ algo tosco y redundante. Hasta que Louis Leterrier acepta que su disposición hacia la historia es la de el aspaviento visual concebido desde la aventura como una feria computerizada, ‘Furia de titanes’ es un anárquico sinsentido que reposa sus objetivos argumentales en la banalización de la mitología y su trasfondo de codicia y poder de esos hombres y dioses gobernados por un guión funcional y sin atisbos de ver más allá de la eficacia comercial fácil y solapada. En definitiva, cine de palomitas sin rubor y encaminado a la taquilla.
‘Furia de titanes’ no esconde su ambición ruidosa por contribuir a que lo mejor de su tarjeta de visita sea la ponderación de ese mundo batallas entre hombres y bestias. Leterrier es consciente de sus (muchas) limitaciones, por lo que no extraño que aquí llene la pantalla con un mosaico de acción desenfrenada, pero no evita caer en el pleonasmo visual, en la reiteración de luchas en las que el argumento se torna enmarañado hasta que es imposible vincular los monstruos que desfilan por la pantalla con los personajes. Hay dos estratos no vinculantes; aquellos en los que no sucede nada. Y otros, muy diferentes, donde se articula la acción en las mastodónticas batallas recreadas por ordenador a mayor gloria de esos fieros monstruos que parecen sacados de un juego épico de PS3. La exposición de los personajes y su interrelación no existe. Ni falta que hace.
Afortunadamente, y contraviniendo algunas conjeturas iniciales, la acción va creciendo y tomando forma por ese absurdo vacío que da pie a una nueva muestra de espectacularidad de ordenador. Si uno se mete en el inconsecuente esparcimiento, no hay problema, pues esta nueva versión es tan deudora de su tiempo como su predecesora. Es decir, que todo se sustenta en el artificio tecnológico. Sin embargo, por mucho que se hayan cuidado las texturas de las bestias y el despliegue tecnológico de los movimientos y luchas, esta nueva transcripción es mucho más insuficiente que aquella primigenia que trazó sus elementos más nostálgicos con el ‘stop-motion’ de Ray Harryhausen y que marcara una era que, hoy en día, se ve caduca y antediluviana.
Lo peor de aquella versión de 1981 es aquí equiparado con desacierto, siguiendo una línea endeble que va avanzando con desigual digresión por sus pasajes de contiendas infructuosas. El oportunismo de aquella, que aprovechó algunos de los títulos enseña del ‘exploit’ comercial del cine de los 80 es también un vestigio que esta nueva versión no se puede quitar de encima. Y es en este terreno, donde el ‘Furia de titanes’ 2010 encuentra su elemento más degradante. No se trata del hecho de su innecesaria revisión del clásico filme de aventuras, sino la utilización oportunista de la estela de moda de rodar en 3D para alcanzar algunos ingresos extra en la taquilla. Lo cierto es que Warner ha incurrido en una soterrada estafa al incluir esta nueva tendencia con un desdoblamiento estereoscópico en postproducción, por lo que los efectos que provienen de la modificación para explotar ese suplemento de espectáculo con gafas no son más que un burdo timo que, por si fuera poco, oscurece su visionado hasta el insulto de la negligencia. Así que si uno tiene pensado ir a ver este inapetente éxito, que lo haga. Pero sabiendo que está pagando una cantidad desorbitada por nada.
Por lo demás, poca cosa. Pese a ser el actor de moda gracias a ‘Terminator Salvation’ o ‘Avatar’, Sam Worthington reitera su insipidez interpretativa al servicio de la acción, donde su flema frívola únicamente explota cuando lo físico se antepone en pantalla a todo lo demás. Como actor, Worthington es muy limitado. Tampoco contribuyen a la gloria del filme los nombres de Ralph Fiennes o Liam Nesson, pues ambos no dejan de ejercer de meros comparsas que rozan el ridículo con sus caracterizaciones. Al menos hay dos actrices búcaros que alegren la vista, como son Gemma Arterton y Alexa Davalos. Podría haber sido peor de lo que es. Lo más satisfactorio es que su duración, al contrario de sucedáneos de esta tipología revisionista, no supera el centenar de minutos.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010
PRÓXIMA REVIEW: 'Cinco minutos de gloria (Five minutes of Heaven)', de Oliver Hirschbiegel