jueves, 28 de diciembre de 2006

Inocentada ferpecta

“Nosotros sabíamos que era una verdadera fanática de los fenómenos paranormales y dijimos “vale, vamos a juntar un crimen y un fenómeno paranormal por el mismo precio, sólo para ella”. Pero llevamos la broma demasiado lejos y se puso a morir. En cada broma había un gancho, por lo general un amigo del embromado, alguien en quien podía confiar, que le llevaba al lugar elegido; un restaurante, una agencia de publicidad, lo que fuera. En este caso el primer escenario era la consulta de un dentista en el barrio de Salamanca.
Una amiga de Margarita Landi le pide que la acompañe al dentista porque le da pánico ir sola. Quedan directamente en la consulta, calle tal, piso cual. Elegimos el barrio de Salamanca porque la consulta tenía que estar decorada en el más puro estilo años 50, como si el tiempo se hubiera detenido, ahora verás porqué, y resultar verosímil. No se podía montar esa broma en un edificio moderno. Y la ambientación debía de ser muy sutil, porque incluso había revistas de la época, pero ella no tenía que vedas en seguida.
Llega la Landi y resulta que su amiga no está allí. Pregunta, y el dentista, que es un vejete cascarrabias, le dice que ya debería haber llegado, que se le va a pasar el turno. La dejamos sola en la sala de espera y cuando está a punto de fijarse en las revistas aparece una mujer vestida como Amparo Rivelles que cruza por su lado y le dice “Tenga mucho cuidado, porque aquí morí yo”. Antes de que la Landi tenga tiempo de reaccionar, la mujer misteriosa se esfuma por una puerta y por la otra entra el portero (otro actor, claro) diciendo que su amiga está abajo y que no se atreve a subir. Sacamos a la Landi de allí con ese pretexto y es el momento en el que, en menos de diez minutos, un equipo de cincuenta tíos ha de transformar la consulta en un estudio de diseño de los 90. El espacio era una caja, de la que llegamos a cambiar incluso el suelo y el techo; un trabajo de altísima artesanía.
La Landi convence a su amiga de que suban juntas al dentista, llaman a la puerta y se encuentran con el estudio de diseño. Y el que abre la puerta es el mismo actor al que antes habíamos caracterizado de viejo dentista y que ahora resulta ser su nieto. Pero la Landi no le da tiempo para que suelte su monólogo. Dice Perdone, creo que nos hemos equivocado de piso y sube al siguiente. En el piso de arriba hay otra actriz, una anciana que le dice “Sí, hubo un dentista en el piso de abajo, pero de esto hace más de veinte años. Su nieto se quedó el local. Por cierto... ¿Usted no es Margarita Landi?”. Entonces la vieja le dice que ella también es una apasionada de las historias de crímenes y que en la consulta de ese dentista hubo un terrible asesinato en los años 50. "Ya verá, espere un momento. Por algún lado debo tener los recortes". La Landi pica el anzuelo y la vieja vuelve con un falso recorte de periódico en el que aparece la mujer que le había dicho “aquí me morí”, tendida en el suelo de la consulta, en un charco de sangre y con un cuchillo clavado en el pecho.
No te puedes imaginar la cara de la Landi al reconocer a la mujer de la foto.
Estábamos viéndolo y escuchándolo todo por el monitor y dábamos saltos. “¡Increíble, se lo ha tragado!”. Pero fue mucho más que tragárselo. Durante la conversación con la vieja habíamos vuelto a cambiar la decoración de la casa, de modo que cuando bajan y llaman de nuevo aparece otra vez la consulta de los años 50. En ese momento, Margarita Landi se da cuenta de que tiene ante sus narices lo que ha estado persiguiendo toda su vida: Un verdadero fenómeno paranormal. Cada vez más excitada, le explica a su amiga que han entrado en una falla espacio-temporal.
“¿Pero no te das cuenta? ¡Estamos en los años 50! Mira, mira a tu alrededor; la decoración, esas revistas...” ...Ahí era donde teníamos que haber acabado la broma. Y ahí fue donde nos pasamos, porque hicimos aparecer a la mujer asesinada como un fantasma cubierto de sangre. La Landi, enloquecida, empieza a gritarle al fantasma: “¿Qué quieres de mí? ¿Qué quieres de mí?”. La amiga, que tenía que decirle que ella no veía nada de nada, se queda muda e intenta calmada. Yo me pongo a gritar por el walkie: “¡Venga, fuera, cortamos! ¡Paradlo ya!”.
El fantasma da media vuelta y sale con el ramo de flores y el emblema de «Inocente, Inocente»... y a la Landi le da el ataque. Empezó a rugir “¡HIJOS:DE PUTA! ¡HIJOS DE LA GRAN PUTA!” como si estuviera poseída. No hubo forma de calmada. Se encerró en el lavabo y tardó más de una hora en salir. Nos quería matar a todos. Lo habíamos planeado como un “Twilight Zone” a la madrileña y acabó siendo un mal rollo alucinante.
Historia de Álex de la Iglesia.
Extracto del libro ‘La bestia anda suelta’.
Autor: Marcos Ordóñez .
Editorial: Glénat.
Año: 1997.

martes, 26 de diciembre de 2006

lunes, 25 de diciembre de 2006

Muere James Brown

1928-2006
Más de 800 canciones ha dejado la leyenda del ‘soul’ y el el ‘R&B’ Mr. Dinamyte, el padre espiritual de géneros como el funk y el hip hop. Ha muerto James Brown, uno de los ejemplos más influyentes en la creación de patrones rítmicos musicales y en la subversión de todo aquello que se conocía en cuanto a arreglos y armonía, llenos de furia y magnetismo, de violencia rítmica en conjunción perfecta de batería, guitarra e inconfundible voz rota.
Se ha ido ‘El Hermano Soul Número Uno’, ‘El Hombre Disco Original’, ‘El Padrino del Soul’, ‘Papa Soul’, ‘El Hombre Más Trabajador del Mundo del Espectáculo’…

domingo, 24 de diciembre de 2006

Review 'Casino Royale'

Renovarse o morir
‘Casino Royale’ revoluciona el mito del superagente con un Bond físico, rudo y visceral en una cinta efectiva marcada por el equilibrio de la acción y la gravedad dramática.
Acostumbrados al más que efectivo Pierce Brosnan, que dio vida al elegante y distinguido James Bond de 1995 a 2002, la elección de Daniel Craig era una declaración de intenciones por parte de los productores propietarios de la franquicia cinematográfica creada por Ian Fleming. Craig, sexto Bond de la historia, recrea al superagente con licencia para matar caracterizando al personaje con rudeza y salvajismo, desmitificando con su primera aparición en pantalla la imagen del héroe exquisito dibujado hasta la fecha por sus predecesores. Bond ya no es un tipo encantador e irremediablemente atractivo, el nuevo 007 es un fulano acerbo y obstinado, visceral y despiadado con las misiones que acomete.
Un Bond sin extremos, que rebasa el límite dándole a la saga un vórtice oscuro y rebelde, puro cine de acción que se permite el lujo de narrar con gran calado los inicios de James Bond, la génesis de un agente que, en ‘Casino Royale’, comienza su aventura, desde la humanidad iniciática que marca al héroe, que determina su actitud extrema y rusticidad en ese fantástico prólogo en blanco y negro, de luces y sombras, donde Bond elimina a dos sujetos, asesinatos que le otorgan la categoría de ‘doble cero’.
‘Casino Royale’ es la vigésimo primera aventura de Bond y está basada en la primera novela de Fleming, aquélla en la que presentó al célebre agente secreto al Servicio de su Majestad y que narra la primera misión de Bond, que debe evitar a toda costa que Le Chiffre, malvado especulador financiero, pueda seguir ejerciendo de terrorista de altos vuelos sustentando sus fines bélicos de la obtención de grandes plusvalías en Bolsa. Para ello, deberá desvalijarle en una intensa partida de póquer en el Casino Royale. Por supuesto no podía faltar la bella dama que acompañe a Bond, en este caso una hermosa oficial del Tesoro, Vesper Lynd (en los rasgos de la anodina Eva Green), para entregar la apuesta para la partida y vigilar el dinero del gobierno.
La película de un esforzado Martin Campbell supone el punto y aparte a la saga, situándose al margen de sus antecesoras, alejando su voluntad de espectáculo para centrar su mirada en un profundo análisis del personaje, otorgándole mayor realismo y emociones más crudas, pero sin perder el brío solemne en sus secuencias de acción. La voluntad de heterogeneizar a Bond se pone de manifiesto con la especial atención que se le da al sentido narrativo de todos los tópicos inconfundibles en la serie; como el prólogo antes de los sorprendentes créditos, la acción sustentada en la pirotecnia de sus persecuciones y peleas, la relación con la chica de turno, felonías, conspiraciones y grandes dosis de adrenalina.
‘Casino Royale’ es un nuevo comienzo para una saga de acción y espionaje que representa una ostentosa operación de renovación, desde la incorporación del rudo rostro de Craig, que mantiene (de una forma más hierática) el egocentrismo, la arrogancia y el carácter seductor del personaje, hasta la voluntaria destrucción de algunos de los más inviolables estereotipos de la saga (como la ausencia de gadgets de última generación) para mostrar, en consecuencia, las causas de algunos factores categóricos de este nuevo mundo 007 modernizado. Ahora importa la gravedad dramática escondida detrás del tono superficial que pretende dar, prevaleciendo la acción y la incertidumbre sobre un fondo argumental en el que sobresalen dilemas morales y ambigüedad en sus personajes principales. Efecto que decrece en interés en el último tramo de ‘Casino Royale’, donde, a pesar de no menoscabar sus virtudes desarrolladas, se enfatiza el carácter humano y sentimental de Bond y se terminador incidir en exceso en su vulnerabilidad y en sus dudas.
En cualquier caso, hay que subrayar ‘Casino Royale’ como una interesante cinta de acción donde se acentúa la fisicidad hemostática y el dinamismo dosificado, que repercuten positivamente en un filme que promete una nueva variante en el género de acción y reaviva con grandes expectativas una saga que precisaba de esta acertada y radical evolución en la desmitificación de la imagen del superagente secreto sin defraudar a mitómanos, espectadores ajenos a la iconografía e incluso agradando al sector crítico. Todo un logro.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2006

viernes, 22 de diciembre de 2006

20297

“Disfrutar”, “Celebrarlo”, “Para los regalos de la familia”, “Casarme”, “Comprarme un piso”, pero sobre todo la porfiada “tapar agujeros” (expresión jornalera de cemento y ladrillo y ex profesión de Nacho Vidal) son expresiones que contestan, entre la lógica y desmesurada exultación, aquellos afortunados a los que la suerte les sonríe en una jornada navideña como esta.
La Lotería es parte absurda de la navidad, momentos que dejan ese aire de ‘déjà vu’ anual, con las voces en forma de letanía numérica los niños de San Idelfonso de fondo, la televisión encendida donde van apareciendo multitudes enardecidas alrededor de un periodista contagiado de euforia gritando y gritando paridas, conscientes de que sus vidas ha cambiado en una sola posibilidad entre 84.999. Es más fácil, por tanto, que los hermanos Wenstein entren por la puerta de tu casa cuando estás en pijama a proponerte rodar una superproducción hollywodiense que te toque un primer premio. O, en plan aguafiestas, tener un accidente de esos 49 accidentes aéreos que hay en el año cada 166.000 vuelos que despegan anualmente0 en todo el mundo.
Otro año más los telediarios se apuntan al carro de la noticia fácil y manufacturada, el ambiente navideño suena con más estruendo a comercialidad y apariencia, el fin de año se acerca y aquellos que juegan y depositan alguna esperanza en que la lotería les solucione la vida miran con recelo y piensan que, por un momento, éste era su año, el año que la lotería iba a solventarle la vida. Pero no, la dura realidad les devuelve a estas fechas donde el gasto se duplica y el frío hace mella en el ánimo de un ciudadano que, el año que viene, volverá a jugar con esa estrafalaria ilusión y disimulado escepticismo.
En cualquier caso, felicidades a aquellos a los que vivan en Almazán, Santiponce, Onil, Benidorm, Valencia capital, Vitoria y de Fuenlabrada y les haya tocado algo con ese número 20297.
¿Algún premiado entre los lectores que quiera, de forma altruista, donar algo para la producción de un exitoso y futuro proyecto cortometrajístico?

miércoles, 20 de diciembre de 2006

Los músicos y el golf

Términos como ‘tee de salida’, ‘dogleg’, ‘fairway’, ‘rough’, ‘green’, ‘bunker’, water hazard’… son utilizados con el mundo de los hoyos y los palos, del golf, en definitiva, que muchos artistas de diversos ámbitos tienen como hobbie y ocio, desarrollando al aire libre y en plena naturaleza esa armonía y apacibilidad que aporta un juego que ha sido, históricamente, vinculado a la burguesía y a la alta aristocracia. Un deporte, sin embargo, que cada día más se ha hecho asequible y popular, sobre todo para un nutrido grupo de célebres músicos que mejoran su handicap en las frondosas hierbas de lujosos campos, emulando así a los Ben Hogan, Bobby Jones, Harold Jug McSpaden, Tom Morris, Arnold Palmer, Greg Norman o Tiger Woods.
La revista Golf Digest ha publicado una lista con el top 100 de handicaps pertenecientes a músicos famosos que componen un peculiar ranking de golfistas rockeros, tunantes, artistas compositores y, sobre todo, artistas del country. Desde el mítico Bob Dylan, pasando por Alice Cooper, Huey Lewis, Justin Timberlake, Willie Nelson, Celine Dion hasta llegar a gente como Vince Neil, Neil Young o Meat Loaf son fervientes apasionados de este reposado juego en el que muchos de ellos saben lo que es conseguir grandes ‘birdies’ o ‘boogies’ (como Kenny G, en lo alto de la lista) y otros lo que es cerrar un campo de golf sin haber metido una bola en su solo hoyo.

Tera Patrick: la eterna quimera sexual

¿La veis bien? ¿Verdad que es impresionante? Es uno de los sueños recurrentes más febriles y enardecidos que ha existido en este terrenal mundo desde inmemoriales tiempos de entusiasmo onanístico. La eterna Tera Patrick, ese conjuro de los dioses se ha convertido en el deseo sexual de cualquier noche, ya sea de verano, de invierno o de cualquier estación del año… Hija de padre inglés y de madre tailandesa, esta poderosa y magnética hembra dotada de inverosímil belleza y el voluptuoso cuerpo abastecido con la perfección de las ninfas fabulescas. Esta mujer, amigos míos, provoca expresiones comunes que desatan la vena agreste y abandona los buenos modos con frases tales como “me la pone con brillo”, “me levanta el cimbrel”, “me calienta la fogata”, “me pone pinchote”. Como se quiera llamar, su cautivadora atracción sexual reverbera los más bajos instintos masculinos. Al menos los míos.
Patrick tiene carrera universitaria, fue enfermera profesional a la vez que compaginaba su carrera de sanadora (no quiero imaginarme estar enfermo y ser atendido por esta deliciosa y corpórea mujer) con sus apariciones en revistas de moda como Harper's Bazaar o Vogue. Desde que la prestigiosa fotógrafa del universo XxX Suze Randall obrara el milagro de mostrar sus imperiales atributos al mundo, Tera Patrick se convertiría en un icono de los amantes del ‘hobbie a una mano’.
Su carrera en el mundo del cine porno ha sido fulgurante; pasó de ser portada en revistas subidas de tono como Penthouse, Hustler y Playboy a debutar en rollo sicalíptico con ‘Aroused’, del rey del ‘porno chic’ Andrew Blake y pasar a ser una estrella total del género, llegando a rodar más de 80 películas. Ha trabajado con sellos tan conocidos como Digital Playground (inolvidable su ‘Virtual Sex’) o Vivid, dando a sus miles de fans esos característicos gemidos, orgasmos afectados por una sensualidad fuera de toda lógica que mitificó imbuido en su habitual gamberrismo Howard Stern en su programa radiofónico. La fantasía hecha carne. Casada con Evan Seinfeld, el cantante/bajista de Biohazard y conocido como Spyder Jonez dentro del imperio XXX, ha rodado junto a él cinco películas, entre las que destaca ‘Teradise Island: Anal Fever’, el nuevo título de esta musa masturbatoria y que tanto recuerda a ‘Caribbean Undercover’, donde Patrick, desnaturalizada por operaciones de aumento pectoral y enflaquecida por algún otra mal trago, sigue dando lo mejor de sí misma.
Bien, pues además de la gratuidad del post para destacar a esta inspiradora deidad estimulantemente sexual, hay que destacar la aparición de lo que parece un ‘fake’ de lo que sería un juego interactivo sobre la pornostar: ‘Virtual Tera’, una experiencia vivida en primera persona con la Patrick, una fantasía a modo de juego en 3D con la que satisfacer el ocio en dos vertientes; el más instintivo y el de pasatiempo computerizado. Y se supone que es un fake, porque la recreación de este ‘teaser’ animado de lo que puede ser ‘Teradise’ recuerda en exceso a ese lujo al alcance de unos pocos que es el ‘Virtual Hottie 2’, elaborado juego pornográfico que supone un logro en el ocio sexual dentro de un mundo interactivo con infinidad de posibilidades eróticofestivas solamente para mayores de 18 años.
Si os gusta lo que veis en este vídeo y os apetece, de repente, jugar a este juego, ya sabéis qué pedirle estas Navidades a los Reyes Magos.

lunes, 18 de diciembre de 2006

Nominaciones XXI Edición de los Premios Goya

Inevitablemente, hay que hablar de las nominaciones a los Premios Goya. En mi caso, como diría Bartleby, el entrañable personaje creado de la pluma de Herman Melville, “preferiría no hacerlo”. Me aburre sobremanera. Pero allá vamos, por el compromiso con la actualidad.
Para empezar, la verdad es que poco (o nada) ha sorprendido la lista de candidaturas de esta XXI edición de los Premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España que se celebrará el próximo enero y que ha estrenado presidenta en la figura de la guionista y directora Ángeles González Sinde. Todo predecible. Ninguna sorpresa. Y si esto es así, no quiero imaginarme la Gala que nos espera dentro de un mes. Este año, el cine español se ha escudado en la buena marcha comercial (pero sin lanzar cohetes ¿eh?) de alguna películas españolas estrenadas a lo largo de 2006, por lo que la cosa ha sido fácil a la hora de designar a los filmes candidatos; las películas que mejor han funcionado en cartel han sido las elegidas para optar al mayor número de nominaciones. Un hecho reiterativo, que maneja los mismos clichés que llevamos viendo en los últimos años.
Así, era incuestionable el pronóstico: ‘Alatriste’, de Agustín Díaz Yanes, se ha llevado el podium de las menciones (15, nada menos) para los Goya ¿Esto ha pillado a alguien por sorpresa? Evidentemente, no. Si se ha manofacturado una película que ha costado 30 millones de euros y es la más cara de la historia del cine español, pues se nomina a todo lo nominable (incluso su surreal guión) y todos tan contentos. También ha triunfado en esta terna ‘Volver’, de Pedro Almodóvar, quien hace un año, junto a su hermano Agustín, abandonó la Academia, alegando su desacuerdo con el sistema de votaciones de los Goya. Como el año pasado ‘La vida secreta de las palabras’ (filme producido por El Deseo) fue la triunfadora de estos premios, las votaciones han cambiado y su película está nominada a los Globos de Oro y se perfila como una de las candidatas a los Oscar, era inevitable el reconocimiento académico. Por supuesto, si Cannes premia a todas las actrices de la cinta ¿por qué no el cine español?
También ‘Salvador’ ha sido agraciada en la particular pedrea al mencionarse la película de Manel Huerga hasta once veces. Por supuesto, las merecidas 13 nominaciones de ‘El Laberinto del Fauno’, de Guillermo del Toro dejan la incógnita de si el Goya se lo llevará la mejor película y la noche tendrá sabor a tequila o, aludiendo a su nacionalidad mexicana y competencia directa con ‘Volver’, se optará por la redundancia nepotista de la familia del cine español ¿Cómo va a resultar ganadora una película que compite directamente con Almodóvar en la carrera por los Oscar?
Sin duda alguna, este año, vistos los mediocres resultados que han superado al nefasto 2005, requiere un grito a voces que sugerirá una mejora, vanagloriándose de la actual situación de la cinematografía patria sin reconocer que aún se está muy lejos de ir por el buen camino. Hay que admitir, no obstante, que en esta lista de nominaciones se encuentra lo más granado de este año en cuanto a cine español se refiere, pero a su vez, que hay bien poco donde escoger, sabiendo que con la calidad de estos cuatro títulos se mejora notablemente el descalabro del año pasado. Es la excusa, la defensa discursiva en la que se ampara el cine español.
Por supuesto que en las nominaciones hay títulos que acicalan un poco la misérrima decadencia de los que no están, concretando títulos que escapan a nulos incentivos de cambio o novedad y han logrado un merecido interés; véanse ‘AzulOscuroCasiNegro’, de Daniel Sánchez Arévalo, ‘La noche de los girasoles’, de Jorge Sánchez Cabezudo o ‘Un franco, 14 pesetas’, de Carlos Iglesias. Curiosamente, tres de los cuatro (junto a Javier Rebollo, por 'Lo que sé de Lola' –que no he visto-) aspirantes a Mejor Dirección Novel. Un acontecimiento que invoca a la reflexión.
Por lo demás, nos esperan los mismos bostezos de una gala que siempre depara alguna sorpresa y algún que otro ridículo que analizar, otro palmarés previsible y apático, encomiada falsedad y un Goya de Honor a Tadeo Villalba. Otra fiesta que prolongue, otro año más, una mortecina situación incalificable y, por supuesto, jamás admitida.
Todas las nominaciones, aquí.

Ya está aquí la Navidad... otra vez

Frases como “cada vez llega más pronto”, “la Navidad es un invento de las grandes superficies”, “odio estas putas fechas”, “papá ¿compramos un jamón?” y “estoy deseando que pasen las fiestas de una vez” forman parte de una tradición inquebrantable que todos tenemos que pasar, queramos o no, entre finales de noviembre (cada vez más pronto) y el día de Reyes en enero, más o menos.
La Navidad se caracteriza por ser un acontecimiento que sirve de excusa para todo; para salir de fiesta, para emborracharse, para tirarle los trastos a la compañera de trabajo, para proponerse sin éxito ser mejor persona, para cenar en familia, para aburrirse, para sonreír sin ganas, para comer y beber de todo sin control. Durante varios días de fiesta, alternamos toda clase de opulentas cenas y comidas con compañeros del curro, con amigos y familiares, Nochebuena con Navidad, Nochevieja con Año Nuevo, comida de la empresa, cena de antiguos compañeros, habituales cogorzas semanales. Fiestas arraigadas a las guirnaldas, al muérdago, a las luces de colores, a los belenes, a un pequeño pino talado violentamente para goce efímero de la vista, a la predisposición de los buenos sentimientos convertidos a la mínima de cambio en encendida mala hostia. Eso es la Navidad.
No pretendo desnaturalizar la Navidad, ni arremeter contra una serie de ritos sacralizados que han perdido la batalla contra el gasto comercial sin control. Por supuesto, no voy a adoctrinar sobre esto. Para eso está esa canción tan desmadradamente cierta de los Soziedad Alkoholica referente a esta cuestión. No voy a caer en el error de posicionarme en una actitud desmitificadora que enuncie una imprecisión disfrazada de individualismo, de puro egoísmo, del “no me gusta la Navidad porque es una mierda”. Es más, a mí siempre me ha gustado preconizar estas fiestas, aunque sea por la estética, por la citada preferencia a la algarabía, a las ridículas cestas con embutido del barato, champán sin marca y turrón del duro, a los Niños de San Ildefonso cantando la pedrea y el gordo el día 22; por ver ‘Plácido’ y ‘Qué bello es vivir’ en una sola sesión, por reencontrarme con gente a la que sólo veo en estas fechas, por las cenas familiares... Parece que celebrar la Navidad se ha convertido en una actividad infamada y apática. Pero no creo que sea así. Si lo es, debo ser de los pocos gilipollas a los que les gusta la Navidad por cuestiones arraigadas al verdadero espíritu de estas fechas. En otras palabras: los que no saben tomar parte del rito se confortan atacándolo.
Pero cuando hay que celebrarlas, abrir regalos y apreciar el ambientecillo resplandoroso de las calles iluminada salir de fiesta hasta altas horas, todos se apuntan. Todo el mundo sale, se emborracha e intenta pasarlo bien. El concepto de Navidad está más allá de la parafernalia consumista. Y es que la confusión atávica ante el inexorable ciclo vital, del invierno y del verano (con las vacaciones familiares –la otra gran diatriba del español moderno-), ha creado celebraciones de solsticios para todos los gustos. Lo divertido de todo es ser cínico, socarrón y disfrutar de todo con divertimento. La Navidad es la época ideal para reírse con más fuerza de aquellos a los que no le gustan. Algo así, como el mensaje de esa más que interesante película de Terry Zwigoff que es 'Bad Santa', donde un Santa Claus borracho, pendenciero, ladrón e hijoputa encuentra el espíritu de las Pascuas en un niño 'loser' gordo, medio imbécil cuyo máximo deseo es tener un estúpido elefante violeta como regalo de Navidad. O a una joven ninfómana que disfruta del sexo navideño si Santa lleva el gorro de la borla roja por un complejo infantil. La Navidad es cojonuda, amigos. Y quien diga lo contrario es que no sabe disfrutar de las cosas buenas de la vida.
Próximamente, el cercano 25 de diciembre volveré a recordar algún especial ya aparecido en el Abismo en anteriores Pascuas. Porque, desde diversas perspectivas, otra de las cosas que atraen en estos días es vaguear un poco y disfrutar más de esas cosas que ahora saben mejor en esta tradición universal y ancestral.
Yo, por mi parte, he desempolvado el flash navideño de la cabecera para ‘Un Mundo desde el Abismo’ decorando este espacio para la ocasión, dándole así una absurda pero vistosa pátina navideña. Incluso he colgado una ridícula instantánea de ese ‘otro yo’ que escribe en la red con un simpático gorrito de Papá Noél, o Santa Claus, o Kris Kringle, o San Nicolás… Da lo mismo.
Otra cuestión a debatir sería si las efigies mágicas de nuestra Navidad española han dejado dilapidarse por imágenes anglosajonas, los Reyes Magos dilapidados por Santa Claus. Sólo me queda decir: FELIZ NAVIDAD a todos y a ser tan felices como podáis. Por lo menos, en estas fechas… tan ‘señaladas’.

viernes, 15 de diciembre de 2006

Review 'Déjà Vu'

Pretérito imperfecto
Tras el descalabro de ‘Dómino’, Tony Scott logra con ‘Déjà Vu’ una cinta de acción frenética que tiene como atractivo la fusión de dos géneros como el cine fantástico de viajes temporales y el ‘thriller policiaco’.
Cuando se habla de Tony Scott los críticos de cine, entendidos o simplemente aquellos que se acercan de un modo neófito al cineasta etiquetado como “el hermano pequeño de Ridley Scott los términos que suelen monopolizar su definición suelen ser los mismos; montaje frenético, estética de videoclip, contexto publicitario, efectos pirotécnicos, opulencia fotográfica, planificación imposible, angulaciones improcedentes, plétora ruidista de cuidada sofisticación… En definitiva, un director propenso al exceso. Pero lo cierto es que Tony Scott, al contrario de esas detracciones que levanta su cine entre los más puristas, es un director dotado con un estilo propio, basado, eso sí, en los constantes filtros sincopados, en la búsqueda del encuadre abrupto, síntoma de una obsesiva predisposición hacia la abrasiva estética percutante. Para bien o para mal, su estilo ha determinado un estereotipo de cine imitado y furibundo que, más allá de la aparente insipidez de su forma, es todo un paradigma de honestidad hacia un género (el de acción) del que nunca se ha separado a lo largo de su filmografía. Algo que, desde el desconocimiento sin argumentación, suele generar imputaciones artísticas de lo más grotescas hacia su obra.
El recurrente término ‘déjà vu’ o paramnesia, la experiencia de sentir que se ha sido testigo o se ha experimentado previamente una situación, sirve de excusa para un argumento a modo de puzzle que viene firmado por Terry Rossio (autor de los libretos de ‘Piratas del Caribe’) y Bill Marsilii. Lejos de la decepción sin sentido que provocó la existencialista vacuidad y ostentosa abundancia de la desilusoria ‘Dómino’, ‘Déjà vù’ arranca con brío y algo de riesgo, en los tiempos de corrección política y contención violenta en el cine de Hollywood, al patentizar con todo lujo de detalles dignos de una superproducción de Jerry Bruckheimer, la explosión de un Ferry en la bahía de Nueva Orleáns donde mueren 543 civiles por obra y gracia de un terrorista fanático. Por supuesto que la inevitable paranoia post 11-S se esconde detrás de cualquier voluntad de trascendencia, así como los devastadores efectos del huracán Katrina. Pero también, la autoaquiescencia de formular, como en el cine de género de hace un par de décadas, a un villano de casa, a un norteamericano extremista y religioso con aires de grandeza histórica. La trama se centra así en el agente de la ATF Doug Carlin (Denzel Washington), un íntegro y virtuoso policía que, en colaboración del FBI, viajará a través del tiempo para intentar evitar el terrible suceso y atrapar a su principal responsable.
En este punto, con la inesperada incursión del cine de ciencia ficción, es donde Scott propugna sus mejores armas, al compendiar el género fantástico con el ‘thriller’ de acción, excusa perfecta para el atractivo tiovivo de diligencia al que ha acostumbrado el cineasta a sus fieles. Los científicos del FBI crean un dispositivo para penetrar en el pasado y observar con anticipación lo que el asesino estaba haciendo cuatro días antes del atentado. Un acto que puede resultar absurdo e incoherente, así como los viajes temporales. Pero al menos, Rossio y Bill Marsilii dejan a un lado el término que da título al filme acuñado por Emile Boirac y se fundamentan en leyes científicas en su sucinta reflexión sobre los desplazamientos temporales, utilizando hipótesis básicas sobre la estructura del tiempo y estableciendo las posibilidades teóricas de Einstein, Rosen o John Wheeler sobre agujeros de gusano y espuma cuántica de túneles de espacio-tiempo unidos por líneas de fuerza eléctricas. Un gesto que es de agradecer en el cómputo argumental en el que se centra la película. Una vez ingerida la irrupción de esta sorpresa genérica, el filme sigue con sus derroteros de intriga criminal, de estridencia explosiva y apremiante impacto acumulativo en su propósito de generar adrenalina visual, ese puro entretenimiento que se echó de menos en su anterior cinta.
En ‘Déjà Vu’, los dos (y hasta tres) universos consistentes y paralelos donde se desarrolla la acción, sirven a Scott para reiterar muchos de sus temas predilectos, sobre todo, en esa visión tecnológica del pasado, de vigilancia intrusista, que recuerda al ‘high tech’ de ‘Enemigo Público’ y ‘Spy Game’ en sus efectos vouyeristas y que terminan por acomodan la trama al esperado paroxismo visual del director. Es decir, esos planos saturados, deformados, acelerados y al ralentí, filmados desde varios ángulos y multitud de lentes… la sensación de montaña rusa que despiden sus imágenes de un modo casi estroboscópico. Aún así, Scott, a pesar de utilizar la fotografía de Paul Cameron (responsable de ‘Swordfish’, ‘Man on Fire’ o ‘Collateral’) no es otro inmoderado producto que rinda pleitesía al montaje sincopado y la estética publicitaria sin freno.
Tony Scott ha logrado con ‘Déjà Vu’ una de sus películas más moderadas, simples y sensitivamente honestas de su filmografía, sin renunciar a ese peculiar estilo fotográfico que marca los diversos momentos en que se desarrolla la acción. Por eso, lejos de ser perjudicial para el filme, llega un momento en el que los personajes, secundarios sin esencia o principales de importancia sin destino, ofrecen un plano adventicio respecto a la historia, imbuidos en un endiablado ritmo de celeridad personal, del habitual estilo de su creador, como aquellos momentos en que la trama se fragmenta bruscamente y los acontecimientos se van sucediendo, sin dejar lugar para el respiro de un espectador entregado a ese sentido heroico de la historia.
Con inspirados ecos obsesivos de ‘Laura’ de Preminger, ‘Déjà Vu’ supone un carrusel temporal entre dimensiones que marcan un ‘thriller’ existencial de ciencia-ficción sobre el destino y las consecuencias de las decisiones pretéritas. Sin embargo, más allá de todo eso, la última película de Scott es un cuidado juego de entretenimiento de género, sin más, que rezuma pureza y mesura dentro de lo exorbitante de esa trama artificiosa que permite a los personajes deambular retrospectivamente por el pasado y evitar una masacre. Se trata de una inocua superproducción de estudio, manufacturada con un fondo argumental muy interesante apoyado en la eficacia de su principal estrella Denzel Washington, en su reinterpretación de eterno policía incorruptible, además de evidenciar el deterioro al que está sometiendo la edad a Val Kilmer, el descubrimiento de la sugerente Paula Patton o el divertimento que provoca analizar el papel James Caviezel, reconvertido en el antagonista del Jesucristo de Mel Gibson, en otro autoproclamado líder espiritual, esta vez terrorista sin escrúpulos, que propugna el destino y la intervención divina, satanizada por la trascendencia de aquellos que eternizan su nombre cometiendo actos de horror.
‘Déjà Vu’ es una agradable experiencia degustada previamente, que propone la sensación de haberla vivido en el pasado, en el propio cine que autentifica el mejor Tony Scott, uno de los valedores más astutos dentro del cine de acción moderno. Y esto, hoy en día, es todo un logro.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2006