miércoles, 6 de diciembre de 2006

'Happy feet': enésima negligencia de doblaje en la animación digital

Ayer se estrenó en salas comerciales ‘Happy Feet’, la nueva cinta de animación dirigida por el otrora ‘wild road runner’ George Miller, que se apaciguó con cerditos parlantes en el acomodaticio mundo del target infantil. Esta nueva apuesta navideña por el cine familiar ha entrado con buen pie, ya que fue capaz de imponerse a ‘Casino Royale’ debutando con 42,3 millones de dólares sobre los 40,6 millones de la última aventura del agente 007 en su primer fin de semana de exhibición en USA.
Cuando uno lee que Elijah Wood, Robin Williams, Hugh Jackman o Nicole Kidman son las voces de la versión original de ‘Happy Feet’ espera que la cinta tenga su aquél, el esperado incentivo que suelen congregar este tipo de porducciones animadas digitalmente a la hora de convergir en el armónico equilibrio del divertimento dirigido tanto a niños como a adultos.
Bien, todo este plantel queda devastado por una execrable nueva (aunque no tanto) tendencia que se da en nuestro país. Aquí nos hemos acostumbrado a que aficionados ajenos a la profesión de doblaje (labor que, en buen juicio, tendría que desaparecer) que creen actuar, laceren las cintas de animación digital llegadas de todas las partes del mundo. Aquí, los protagonistas de la cinta de Miller son el infame Carlos Latre y el no menos ignominioso Alexis Valdés, un tipo con la misma gracia que padecer síndrome diarreico agudo. La polémica está servida y siempre salpica este contexto de películas de animación ¿Por qué hay famosillos de medio pelo empeñados en doblar animación y existe gente imponiéndolos sin ningún tipo de rubor?
En España se han habituado a descuartizar los excelentes productos foráneos con esta aberración normalizada; Paco León se cargó sin ningún tipo de prejuicio ‘Madagascar’ (junto al citado Valdés) y ‘Valiant’, la dicción de Fernando Tejero hizo lo propio con ‘El espantatiburones’, Fele Martínez, Gurruchaga y María Esteve desdibujaron ‘Ratónpolis’, la voz de pito de Elena Anaya y Carlos Jean hicieron lo mismo con ‘Arthur y los Minimoys’ y gente tan incompetente para el gremio como Fran Perea, Pepe Viyuela, Anabel Alonso, Manel Fuentes, Esther Arroyo, el dúo Gomaespuma, Michel Brown (que sustituyó nada menos que a Bruce Willis en ‘Vecinos Invasores’) o Luis Merlo han simbolizado algunos ejemplos de esta ridícula tendencia a estropear los excelentes filmes animados llegados de Estados Unidos. Como en ‘Cars’, con el insípido calvo de Telecinco apareando sin ningún pudor la F1 y la Nascar sólo para que el insípido e insubstancial Fernando Alonso tuviera una estúpida frase como publicidad engañosa de cara a los seguidores de este deporte.
La desincronización, la chapuza y el desacierto seguirán constantes mientras siga habiendo intereses de por medio. Unos intereses que crean un único damnificado que es, al fin y al cabo, un espectador que, para disfrutar de este tipo de filmes, tiene que recurrir al DVD meses después del estreno de la película. Siempre y cuando no viva en una gran capital… ¿Hablamos de una mayor proliferación de cines en V.O.S. en sitios que no sean Madrid o Barcelona? Tal vez otro día.
Feliz puente a todos.

viernes, 1 de diciembre de 2006

DVD killed VHS Star

Hace pocos días nos enteramos de una muerte anunciada: el VHS pasa a mejor vida, la de la nostalgia, la de aquellos que crecimos llenando los brazos de cine de culto, asistiendo religiosamente a las estanterías de los videoclubes con hambre de devorar todo aquello que allí reposara, ya fueran novedades, películas de saldo, clásicos imborrables, espantosos títulos de llamativas caratulas, Serie B o incluso cine porno.
Con más de tres décadas años de vida desde su lanzamiento, el añorado formato magnético acabará sus días tras estas Navidades, cuando la nueva tecnología de alta definición amparada en el DVD, que dará paso al Blu-Ray y el HD-DVD (que a su vez destruirán el concepto de DVD convencional que conocemos hasta el momento), se haya impuesto por aplastante elección del consumidor en los mercados de medio mundo. El VHS comenzó en 2003 su retirada parsimoniosa y definitiva de los videoclubes, en el mismo instante en que el DVD se convertía en la codiciada y solicitada pieza de todos aquellos que siempre han sido amantes de la calidad ilimitada del formato óptico. Entonces el VHS pasó de moda. Las ventas descendieron y las pobres cintas se arrinconaron, se desecharon en el baúl de los recuerdos. Aquellos que poseemos miles de películas en VHS y que nos quedamos con cara de gilipollas ante la llegada del fenómeno DVD, lloraremos la pérdida de este tipo de afición que tuvo su apogeo en los años 80 y con la que muchos desarrollaron su cinefilia y pasión por el mítico ‘Cine en Casa’, cuando el ritual de asistir al videoclub como una rata sedienta de conocimiento cinematográfico era todavía algo especial. Aquello se ha perdido. Y con la entidad de un recuerdo constante, el vídeo se fue apagando poco a poco hasta un definitivo Off de un mañana que lo considerará una reliquia de museo.
Tres décadas en las que hemos grabado todo tipo de acontecimientos, en las que ese aparato en forma de armatoste tecnológico ha decorado los salones de todo el mundo, como un gran aliado del ocio, como otro miembro más de la familia, con su imagen imperfecta y desigual y que nos deja sin la socorrida expresión “dale al tracking” cuando alguna se veía mal o sin el rebobinado, un término destinado al uso antediluviano. El futuro ya está aquí y ha llegado la hora de desenchufar el vídeo para siempre. El Siglo XXI destruyó con su llegada una pieza que otrora fue fundamental en nuestras vidas, como muchas otras cosas.
Un entrañable aparato que quedará en el recuerdo de los afligidos nostálgicos ubicados en un pequeño reducto, como los coleccionistas que en la actualidad disfrutan del característico ruido de los discos de vinilo. Como el Beta, el Vídeo 2000, los mini-discs y aquella rareza que fueron los laserdiscs, el VHS siempre quedará en nuestra memoria por una cuestión de aplastante importancia, la de revelar a toda una generación de jóvenes que hoy son adultos el placer de descubrir un cine que llevará consigo la etiqueta de ‘videoclub’.

miércoles, 29 de noviembre de 2006

El Abismo, en Fotogramas

Hace algún tiempo, cuando conseguí mi propia ficha en IMDB, enunciaba esos sueños utópicos y factibles; educar a un hijo, plantar un árbol, escribir un libro, comer todo lo que quiera sin engordar, participar en un trío sexual con hermosas damas de distintas etnias, vivir en una mansión con mi propia sala de cine, tener un mapache, dirigir un largometraje, comprarme un ‘pin-ball’, ser el dueño de una tienda de antigüedades, ir a recoger un premio a Tokio y a México, amaestrar una pulga, hacer malabares, orinar desde un rascacielos… Algunos son improbables por una cuestión de raciocinio, otros podrían ser asequibles en un futuro, los demás, sólo son despropósitos dignos del aturdimiento efímero.
Salir en el Fotogramas, revista mítica que supone nuestro pequeño Variety de andar por casa, esas entrañables hojas que siempre me han acompañado en los momentos de evasión en los que uno evacua el vientre, era algo que no estaba en la lista de absurdos sueños, pero que me ha hecho una ilusión tremenda e infinita. El Abismo va creciendo cada día en alcance mediático y esta breve reseña es un logro. Como también lo fue el descubrimiento de la aparición de este weblog en el libro de José Luis Orihuela (versado erudito y creador de ECuaderno) ‘La revolución de los blogs’, que distinguió el Abismo entre las elegidas para su Anexo III: ‘Selección de weblogs en español por temas’, en la sección de cine. La honra de aparecer en Fotogramas (pag. 232 -Sección Internet-) viene dada gracias a un gesto de Jorge Riera (más conocido por estos lares como PutoKrio), que ha tenido a bien dedicarme unas líneas en esta apreciada publicación mensual por la que han pasado algunas de las mejores (y peores) plumas del sector cinematográfico español. Por ello, hay que agradecerle eternamente este envite a formar una minúscula parte de la hemeroteca de la revista.
Un número cuya portada tiene a un Brad Pitt por el que no pasan los años y que recoge en su interior el inevitable avance de las películas que vendrán en 2007, una abecedario de Denzel Washington, un interesante reportaje de niños prodigio que acabaron sumidos en una espiral de fracaso y drogas, una foto de las tetas operadas de Lucía Lapiedra, especiales navideños y un reportaje sobre los nuevos cineastas españoles entre los que destaca, como es obvio, Koldo Serra.
En cuanto a las breves líneas de Riera con respecto al Abismo nada que objetar, asumiendo que en ocasiones esa grandilocuencia que menciona PutoKrio se deja filtrar por estos pantanosos cenagales de descompensado entretenimiento.
Gracias amigo Riera por este detalle y también a Orihuela, por supuesto.

martes, 28 de noviembre de 2006

'Le Samouraï', el silencio de la muerte

“La profunda soledad del samurai sólo es comparable a la de un tigre en la jungla”.
(El Bushido)
Alain Delon da vida al hermético y frío asesino a sueldo Jeff Costello, un hombre marcado por el código de honor japonés Bushido, estricta cédula ética por el que se regían los samuráis. ‘Le Samouraï (El Silencio de un Hombre)’ es una excelente pieza del cine negro francés, donde la calidad de los diálogos y su uso taxativo amparan una cuota de interés magistral. Jean-Pierre Melville, sugestionado en su fascinación por el cine estadounidense logró aunar la perspectiva determinada en los géneros cinematográficos yanquis con esa aura de alarde de los grandes cineastas europeos. ‘Le Samouraï’ es la demarcación que separa la excelencia de cintas como ‘Bob, Le Falmbeur’, ‘El Confidente’, ‘El Guardaespaldas’ o ‘Hasta el último aliento’ de la grandiosidad de su obra maestra ‘Círculo Rojo’, con la que ‘Le Samouraï’ tiene tantos paralelismos. Es la invención elaborada de unos cánones frecuentes, de depurada estilización que componen su trayecto hacia un estilo propio y sugerente, con matices de un alcance fílmico mayúsculo.
‘Le Samouraï’ es un catálogo de los ideales artísticos de un genio como Melville, de su impronta definida en la caracterización de personajes habituales en su carrera. Jeff Costello es la representación idealista del antihéroe ‘melvilliano’, un personaje desmotivado, sin causas ni objetivos, frío y ascético, silencioso, amparado en una soledad emplazada en habitaciones claustrofóbicas, representando un entorno que denota el único espacio de libertad real ante un mundo perseguidor y amenazante, espacios abiertos donde acecha el peligro. Los taciturnos héroes de Melville, que encuentran en Costello su procedente enseña, siguen un código moral invulnerable convertido en un protocolo de decisiones que sólo tienen un camino establecido por el propio personaje. En este caso, un Costello que sabe desafiar con carácter ritual a la sacralización de una muerte que asume y afronta con el honor del código ético aplicado por su profesión.
Melville juega con un atractivo distanciamiento del espectador con respecto a Costello, pero sin dejar en todo momento de acercarle a la cotidianidad (el simple sigilo con el que se mueve, un apartamento semivacío, un pájaro enjaulado al que dar de comer, la meticulosidad con la que se prepara antes de salir de casa…), un detallismo plagado de silencios, de miradas que expresan mucho más que las pocas líneas de diálogo que se escuchan a lo largo del filme. Es, en último término, la impasible crónica de un suicido de un hombre traicionado que no tiene otra alternativa que la de aceptar una ética especial dentro de una situación que acaba por dominarle, al que se le escapa de las manos cualquier resquicio de esperanza o salvación. Su sacrifico es la única alternativa, mostrada como un gesto de honesta heroicidad que parte de una razón única, la fidelidad a unos principios, a una conducta cimentada en un compromiso que no admite el arrepentimiento.
El filme de Melville es una película que no duda tampoco en acoger toda la iconografía e iconos del cine negro, con esa tendencia narrativa a la mentira, traición y manipulación por parte de sus personajes, donde las delaciones se suceden constantemente; el contratista (Jacques Leroy) vende a Costello, los gángsteres manipulan a Valèrie (Cathy Rosier), ésta traiciona a Costello y el asesino a sueldo lograr adulterar las sospechas del inspector de policía (François Périer) en relación a Jane Lagrange (Nathalie Delon), que se convierte en la única coartada del asesino. Tampoco faltan persecuciones, tiroteos, intriga criminal y esa dualidad divergente que hace que los asesinos parezcan héroes y los policías sean los malvados hostigadores, así como los elementos de vestuario y personaje característico del cine negro más clásico.
‘Le Samouraï’ es una película de mentiras y traición como única vía de supervivencia, donde la intimidad tiene tanta importancia y la estilización fotográfica de Henri Decaë ahonda sin tregua en la personalidad de los roles, utilizando colores apagados y fríos que se transforman, como casi todo en esta cinta, en parte de una puesta en escena opresiva e inquietante. Un juego de espejos, de imágenes irradiadas que lo único que dejan claro es la impenetrabilidad de los rostros y sus actitudes, así como la impermeabilidad que poseen sus personajes, ambiguos, como su propia condición y moralidad. Melville se valió para ello de descripciones lentas, sin apenas diálogos, deteniéndose en los hechos y su mecanismo y sosteniendo la acción en los hieráticos gestos de Costello. Es la peculiar búsqueda por parte del cineasta de esa gran tragedia que siempre quiso reflejar en un cine desbordado, en muchas de sus ocasiones, en la más rotunda brillantez.
La obra maestra de Melville se ha mantenido como uno de los títulos más importantes del género dentro de la historia del cine y es una película capital a la que le han rendido homenaje cineastas como Godard, Scorsese, Tarantino, Jarmusch o John Woo.

viernes, 24 de noviembre de 2006

El nuevo Beta Blogger

Fijaos bien en la caja de Flash con los enlaces, anteriores posts, selección de dossieres, enlaces y demás que tenéis a vuestra izquierda. No funciona ¿Podéis verlo? Claro que sí.
¿De quién es la culpa? Exacto. Otra vez de Blogger, en complot con Google, los heraldos de Satán que han venido a jodernos la vida internauta.
Si, por alguna remota casualidad, se os ocurre la demencial e irracional idea de tantear el Beta Blogger que os imponen más que sugieren desde la página de inicio de esta herramienta para blogs, recordad que vuestro blog dejará de ser el que era y se convertirá en un infierno proporcionado a un entorno para legos como los que lo han creado. Y algo importante que debéis saber; nunca podréis volver atrás. Estoy muy enfadado con Blogspot, con Blogger y con la madre que los parió a todos. Habitualmente no suele dar problemas, pero primero con lo Adsense y ahora con esto, han conseguido levantarme la mala sangre.
El próximo proyecto del Abismo está claro: idear un sistema de posts que recoja estos dos años y medio en un generador propio en php, manteniendo el css estético, la estructura y el interfaz utilizado hasta la fecha. Y así algún día mandar al carajo a Blogger y no tener que depender de ellos nunca jamás.
Hasta entonces, como todo en esta vida, toca aguantar la volubilidad a la que someten las condiciones de este tipo de blogs que metaforizan aquellos que manejan el mundo a su antojo como simples marionetas.

jueves, 23 de noviembre de 2006

Semana ajetreada

Llevo unas semanas fatigosas y bastante liadas, de esas que apenas te dejan tiempo para dedicarlo como es debido a este blog que ha malacostumbrado a sus lectores a una actualización poco menos que diaria. Seguro que habéis notado que el Abismo ha mermado su manufactura textual. Cierto es, amigos. A veces echo de menos aquellos largos días de inercia y ociosidad sin límite donde lo único que llenaba mi tiempo era atestar este espacio copiosamente con innumerables posts, cinco o seis por día, deliberando dossieres, escribiendo desquiciadas críticas, enlazando absurdos links con comentarios burlescos e incluso profesar un poco la escritura automática, a ver que salía.
Pero, al contrario de aquellos que se quejan de estrés en el trabajo, que reaccionan negativamente a un nivel emocional acusando astenia cognitiva y fisiológica, la presión laboral puede ser un elemento de ayuda, un estímulo para afrontar los retos como desafíos personales que superar. Acoso y derribo a las consignas de Karasek y Theorell. Gestiones laborales de todo tipo; ofertas turísticas, llamadas a hoteles, la responsabilidad de acarrear cometidos dentro una empresa de turismo internacional, críticas de cine, reportajes de estrenos, columnas de opinión, la realización audiovisual de una obra de teatro el próximo sábado, día contra La Violencia de Género, chapurrear con diseños internautas para webs, compartir pábulos con el mundo del artisteo moldeando nuevos proyectos, lecturas y relecturas de libros, cómics, diarios y demás textos para acopiar reseñas, ideas y conceptos, la preparación del próximo proyecto cortometrajístico, planificar, hacer cuentas… Todo ello dentro de plazos ajustados a extremos que suscitan los más bajos impulsos perfeccionistas. Y en el tiempo libre, dedicado al merecido relax, postrado con inercia en un sofá, viendo series o películas o simplemente disfrutando de timbas de Pro convertidas en antológico pasatiempo.
No son buenos tiempos para el Abismo, pero sí para mi sosiego personal, flagrante economía y bienestar profesional. Tras esta particular contienda contra el tiempo, llegará la esperada búsqueda de piso en el que encontrar un privativo entorno de calma y felicidad, un microcosmos de freakismo cultural, espacio abierto al ocio y al trabajo en mi casa propia, donde desarrollar mis actividades con la paz del aislamiento felizmente transgredida con la presencia de mi alma gemela. Hasta entonces, intentaré superponerme a la presión y responder con efectividad a las expectativas que me autoimpuse cuando abrí el Abismo como postulado editorial: la actualización constante.
Tener un weblog requiere una afanosa dedicación para que los contenidos queden bien segmentados y orientados hacia todo tipo de público que, al fin y al cabo, es el objetivo de todo esto. Hoy ha tocado una odisea personal de subjetividad utilizado como bitácora personal de inquietudes. Un post que, probablemente, no le importe a nadie. Pero había que explicar someramente porqué ‘Un Mundo desde el Abismo’ está un poco aletargado estos días. Durante los próximos, volverá a la normalidad.
Gracias a todos por vuestra paciencia.
Y eso es todo por hoy.

martes, 21 de noviembre de 2006

La muerte de Robert Altman

1925-2006
La noticia de la muerte de Robert Altman ha causado gran estupor dentro de los círculos minoritarios del Séptimo Arte. El fallecimiento de Altman supone una terrible pérdida en un mundo acostumbrado a ignorar el talento furibundo de un ‘outsider’ como él, un clásico hiriente curtido en mil batallas, caracterizado por la reincidencia en mostrar sarcásticas críticas, con los continuos dardos envenenados con saña y talento de sus múltiples retratos sobre los submundos normalizados y aceptados por la sociedad.
Un francotirador, a veces incomprendido, otras desacertado, pero siempre con la mirada de un creador de espacios cínicos, poseedor de una representativa idiosincrasia que deja 86 películas para el recuerdo dentro de una carrera de altibajos, donde la valentía y el carácter han sido la impronta de un cineasta que merece todos los homenajes del mundo.
Se hace raro haber escrito el pasado enero, con motivo del Oscar Honorífico concedido por la Academia al veterano director (con anécdota de Ron Howard de por medio) y valorar de nuevo la filmografía de un viejo rebelde, de un marginado que siempre mantuvo en su sello la inquebrantable demostración de una inspiración y diversidad permanente.
Por tanto os remito a aquel post que ya rendía un sincero homenaje al maestro.
Descanse en paz uno de los clásicos del cine contemporáneo.

lunes, 20 de noviembre de 2006

Peter Jackson pasa de 'El hobbit'

Es definitivo: Peter Jackson ha renunciado a dirigir ‘El Hobbit’ por desacuerdos irresolubles con New Line.
Tras todos los rumores que apuntaban a que Jackson se hiciera cargo de esta esperada adaptación del mundo de Tolkien, el otrora orondo cineasta parece no estar dispuesto a convenir ninguna razón con la ‘major’ que se encargó de la Trilogía por problemas jurídicos con respecto al débito monetario aún no solventado de la exitosa adaptación de ‘El Señor de los Anillos’. Jackson asegura que existen posiciones irreconciliables entre su compañía Wingnut y New Line.
Una noticia que afecta a los que esperaban esa nueva aproximación de Jackson al fantástico mundo de Tolkien, que se tendrán que quedar con las ganas y esperar el voluble futuro de este proyecto.

jueves, 16 de noviembre de 2006

Review 'Scoop'

Refinado ‘fast-food’ criminal
‘Scoop’ es un filme del Woody Allen actual, que acepta sus limitaciones y aporta una película sin pretensiones que concede una nueva muestra de entretenimiento inofensivo.
Durante la presentación de ‘Melinda & Melinda’ en la gala de inauguración del Festival de San Sebastián de 2004, Woody Allen expuso una frase de acostumbrada brillantez: “si no les gusta esta película, no importa, acabo de terminar la siguiente’. El trabajo frenético de Allen durante los últimos años es imparable. La inagotable fertilidad con la que crea películas es una muestra del énfasis con el que el director neoyorquino vive el tramo final de su carrera cinematográfica, malacostumbrando al espectador a una dosis anual de su entelequia, de ese diván metafórico en el que reiterar una y otra vez sus fobias y filias, exorcizar sus fantasmas de hipocondríaco y vencer sus miedos a través de cintas poco convencionales. La frase tiene un valor añadido que el público debe acatar; no siempre, en una dilatada filmografía como la suya, va a singularizarse su impronta de genio habituado a esas descripciones de neuróticos personajes urbanos, obsesionados por el amor y la muerte, por el destino y la casualidad.
Tras la gran acogida de la que muchos consideran la gran película de su última etapa, ‘Match Point’, astuto cuento sobre un arribista que escala a lo más alto en el escalafón social, ‘Scoop’ no pretende en ningún momento trascendentalizar con su historia para llegar a ser como aquélla. Woody Allen reconoce su vejez, asumiendo no sólo en ese inseparable rol de entrañable y verborreico neurótico cuando aparece como protagonista, sino que concede la autoaceptación de un filme menor con el que explotar su habitual y desbordante combinación de sentido del humor y visión catastrofista de la vida.
En su segunda historia alejado de Nueva York y desarrollada en Londres, regresa a los acogedores ambientes de la clase intelectual y acomodada, a esa ‘high class’ visitada en su anterior obra, con la aventura de una joven estudiante de periodismo estadounidense llamada Sondra Pransky (una resultona Scarlett Johansson que ofrece su mejor cara tras del descalabro de ‘La Dalia Negra’), que sufre un incidente paranormal cuando forma parte de un número de magia de Sid “Splendini” Waterman (un gesticulante y entrañable Woody Allen): el fantasma de un periodista de sucesos (genial Ian McShane –verdadero genio actoral de la serie ‘DeadWood’-) le revela que un joven aristócrata hijo de un Lord, Peter Lyman (seductor y apolíneo Hugh Jackman), es el asesino en serie que está causando el terror en Londres con el sobrenombre de “El Asesino del Tarot”.
‘Scoop’ no es ‘Match Point’, ni en intenciones, ni en forma. Pero tampoco pretende serlo. Se podría decir que es un refinado ‘fast-food’, un entretenimiento inofensivo y eficaz que recuerda a trabajos menos valorados de Allen como ‘La Maldición del escorpión de Jade’ o ‘Granujas de medio pelo’, comedias amables que encubrían sus defectos con esa faceta de misterio criminal que tan buen resultado ofreció en ‘Sombras y Niebla’, ‘Delitos y faltas’ y ‘Misterioso asesinato en Manhattan’. Allen se limita a procurar ser vigoroso, ofreciendo un preciso catálogo de malentendidos, de continuos ‘running gags’ de firmeza humorística sin mucha circunspección, dándole más importancia al seguimiento secuencial de la investigación de Pransky y Waterman que al alcance argumental de un guión descompensado pero imaginativo.
A modo de opereta, de comedia ligera, ‘Scoop’ tiene algunos momentos notables, de los que cabe esperar en el último cine del genio de Manhattan, como esa posición de parodia de la flema británica en fiestas de exquisito boato, donde no falta la agudeza sardónica para con los judíos, ni tampoco los aspavientos entre balbuceos del cineasta, esa presentación del personaje de Pransky como imaginativa fantasía con su musa o esa referencia de la embarcación de Caronte en la que viaja el periodista interpretado por McShane.
En cuanto a ‘Scoop’ como miscelánea operística de la obra más moderna de Allen, es una película que funciona a ratos, siguiendo los preceptos de la narración clásica que tan bien sabe hacer lucir su autor, permitiéndose cualquier licencia, incluido el ‘Deus Ex Machina’ final, la resolución criminal imprevista, siempre con la reincidente autonomía de su puesta en escena tan identificativas del director de ‘Annie Hall’.
Como en ‘Match Point’ o en ‘Melinda y Melinda’, como ejemplos más cercanos, lo accidental, las casualidades, el travieso capricho del destino siguen siendo los factores que cambian el rumbo de la vida, de manera sucesiva, donde se imponen las dudas, el engaño, la obcecación amorosa en un universo desenfadado que ampara algunas de las sempiternas obsesiones del cine ‘alleniano’; robos, asesinatos, la muerte y el elemento fantástico al que recurrir como connotación de autoría. ‘Scoop’ viene a ser un poco de lo mismo, pero bajo la batuta de Woody Allen se convierte en la nueva certificación de agudeza e inventiva de un cineasta que poco tiene que demostrar a estas alturas.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2006

miércoles, 15 de noviembre de 2006

'Edmond': Insufrible telefilme

Ayer, por casualidades de la vida, me topé para mi desagracia con el telefilme ‘Edmond’, la sorpresiva unión de Stuart Gordon (cineasta de culto de filmes como ‘Re-Animator’), ejerciendo de director y el desequilibrante (y a veces genial) David Mamet como guionista. ‘Edmond’ es un coñazo de película; estrambótica, desquiciada, irracional y exasperante. Así, de entrada. Se supone que explora la sociopatía de un hombre que acaba de dejar a su mujer (en un arranque que es lo más destacado de esta inclasificable cinta) y que, siguiendo con libertad y licencias de todo tipo el modelo de Stevenson de la dualidad humana y la ambivalente moralidad de la psique, pervierte su actitud reservada y rácana de clase media a la de un ‘pyschokiller’ en potencia capaz de aniquilar a quien se le ponga por delante. Escueta síntesis que evidencia una insipida historia que no logra transmitir nada en absoluto.
William H. Macy da vida a Edmond Burke, un intérprete que simboliza a la perfección ese hombre tímido, cobarde, retraído y perdedor que no ha conseguido nada en la vida. De hecho, Macy interpreta el mismo rol que ya ha marcado su carrera como en ‘Magnolia’, ‘Fargo’, ‘The Cooler’…). Su personaje, sombrío y suspicaz, es aficionado a los oráculos proféticos que, cansado de su vida, deja a su mujer para lanzarse a la lujuria de una noche loca.
El filme arranca como una comedia negra donde este fulano, que es además tacaño y mezquino, pretende pagar una ínfima cantidad de dinero por follarse a alguna que otra prostituta (personificadas en los conocidos rostros de Denise Richards, Mena Suvari, Debi Mazar y la asiática Ling Bai), Sin mucha fortuna, se topa con un proxeneta negro que le otorga una inhibición en forma de asesinato, de liberación anímica y mística extendida a un encuentro sexual con una camarera interpretada por Julia Stiles, a la que, en otro ataque de alucinación sociopática, rebana el cuello sin ningún pudor. A partir de ahí, el filme de Gordon se convierte en un catálogo de estupideces que va forjando el aburrimiento al que somete al espectador, para acabar con la redención catártica dentro de prisión de un personaje abyecto y superficial.
Cinta de bajo presupuesto, telefilme sin enjundia, sin entidad ni interés, explora sin mucho acierto las motivaciones de un hombre a punto de detonar su furia violentamente, con trasfondo de racismo moral y físico, acerca de la castración que provoca la monotonía y de lo retrógrado del conservadurismo y la hipocresía, pero sin llegar a un argumento lo suficientemente consistente como para que el espectador se crea en algún instante lo que se está viendo en pantalla.
La laxa ontología, barata y execrable, servida por Mamet en este filme, convierte a ‘Edmond’ en un subproducto infame, sin contextos ni sentido, donde nada funciona y todo es objetable. Una reunión de colegueo cinematográfico entre Mamet y Gordon donde no podía faltar la mujer del primero, Rebecca Pidgeon, o el actor Joe Mantegna ni el actor fetiche del segundo, Jeffrey Combs.
Lo mejor, que dura 82 minutos.
Avisados quedáis.