viernes, 3 de febrero de 2006

Phil ha hablado: seis semanas más de invierno

Anualmente hay un día que sobresale en el calendario de eventos destacados en este Abismo, un weblog caracterizado por ser contrario y opuesto a la razón.
Me refiero, como cada 2 de febrero, al ‘Día de la marmota’, el célebre ‘Groundhog Day’, jornada festiva en la pequeña localidad de Punxsutawney, en Pennsylvania, donde nuestro querido amigo Phil, la marmota, ha salido de su madriguera, como cada año, para predecir cuánto durará el invierno.
La tradición establece que si Phil ve su sombra al salir, quiere decir que el invierno se alargará durante seis semanas más, por lo que regresará a su guarida para resguardarse de las bajas temperaturas e hibernar un mes y medio más. Si, por el contrario, Phil no ve su sombra y se queda jugueteando junto al presidente William Cooper (el hombre que convoca su presencia), los lugareños dan por comenzada la primavera, sabiendo así cuándo plantar sus cosechas.
A pesar de que las estadísticas refutan la veracidad de este simpático pronóstico (las estadísticas lo dejan en un pobre 28% de acierto), el Día de la Marmota se extiende ya a más de un siglo de celebraciones, ya que es una fiesta ancestral que se remonta a la inmigración alemana en esa zona del país cuando aún era una colonia británica.

Sin palabras

Vale, vale...
No voy a decir nada.
Esto...
No, venga. No seáis así.

Olga Viza a La Sexta

Emilio Aragón, El Gran Wyoming, Florentino Fernández, Juan Ramón Lucas... y ahora, Olga Viza son los rostros que empiezan a configurar 'La Sexta', nueva cadena que, el mes que viene, empezará a emitir su nueva programación. Apuntándose así a la televisión generalista.
Tras dos años retirada de la parrilla, Olga Viza presentará el programa 'Habitación 623', un formato de entrevistas con personalidades de la política, el mundo del espectáculo, del deporte y la cultura que se realizará desde la misma habitación del Hotel Palace de Madrid que da nombre al programa. Produce Globomedia (como casi todo lo que pasa por la caja tonta últimamente).
La periodista espera tener más suerte que en su fugaz lapso por Telecinco con el fallidio 'Lo es lo mismo' y recuperarse de una vez de su despido de Antena 3 tras 11 años de acreditada profesionalidad.

jueves, 2 de febrero de 2006

Review 'Brokeback Mountain'

El nostálgico secretismo de un amor incomprendido
Ang Lee compone una bella fábula de amor entre dos ‘cowboys’ como paráfrasis del ‘western’ en una hermosa y atípica revisión del género.
Lo primeo que llama la atención de ‘Brokeback Mountain’ es el grado de valentía de un director como Ang Lee, acostumbrado a dilatar su prolífica filmografía con títulos que se diversifican temáticamente entre sí con una gran actitud de cambio, pero abarcando en su núcleo las raíces comunes de un cine representativo, que incide en su perseverancia analítica de discurso racional y sugerente, donde abunda la ruptura con el realismo trágico que caracteriza a cada género que ha abordado hasta el momento. Retratos sensibles con fondo grisáceo y desencantado, reinventando en cada ocasión las pautas genéricas donde el tema fundamental, núcleo de su obra, puede atribuirse a la grafía familiar, a la necesidad de ubicación de aquellos personajes que no encuentran su lugar en el mundo, acuciados además por una carencia de afecto de indispensable auxilio. Ya sea abordando la comedia costumbrista, la tragicomedia de choques culturales o generacionales, adaptando a Jane Austen, afrontando el ‘wuxia’ épico oriental o adornando de profundidad un cómic de Marvel, Ange Lee ha fraguado una carrera con un armonioso proceder en el que la tradición y la modernidad se ensamblan inalterablemente bajo la diáfana perspectiva de un director con clara predilección por el clasicismo.
En ‘Brokeback Mountain’, paráfrasis del ‘western’, atípica revisión del género cinematográfico yanqui por antonomasia, Lee persiste en esgrimir sus preceptos congénitos, plenos de hermosa y depurada creación de puesta en escena y uso del lenguaje no verbal, para narrar la controvertida crónica de encuentros y desencuentros a lo largo de dos décadas en la vida de Ennis del Mar y Jack Twist, dos ‘cowboys’ que, llevados por la necesidad y la pobreza (económica y espiritual), se ven aislados durante un par de meses en una idílica montaña en la que encuentran el amor debido al ascetismo del entorno y la soledad atenuada con el calor del contacto. Un roce que comienza a medio camino entre el juego, la amistad y el desahogo sexual que cambiará sus vidas para siempre, desembocando en una trágica historia de amor contenido que inducirá al secretismo de un nostálgico regreso, al del libre paraje natural que les unió, para perpetuar un sentimiento incomprendido, pero obligado para subsistir sin asumir una condición sentenciada en una época de hipocresía y sordidez. Dos vidas condenadas al fracaso en su retorno a la civilización, a la realidad que castigará a estos hombres enamorados con la cotidianidad de una fingida familia tradicional, de vida marital e hijos, avivada por la intransigencia de los signos históricos de la América profunda. Un porvenir evaporado que encontrará alivio en los esporádicos encuentros que mantienen en las alejadas montañas donde se conocieron, un erial donde dar rienda suelta a un recuerdo, a un presente incierto que subsiste gracias a la continua necesidad de volver a la melancolía de un periodo pretérito.
‘Brokeback Mountain’ se convierte así en una amarga elegía contracorriente a la rutina ultrajada por las apariencias, que niega la defensa de la identidad en un mundo que obliga a las personas a ocultar, e incluso rechazar, el único sentimiento auténtico e ineludible que, a lo largo de los años, llena de sentido las desérticas y solitarias vidas de estas dos personas. Así, este ‘western’ no deja de ser, más allá de la fisonomía de sus protagonistas, una bella historia de amor imposible. Lo que Lee efectúa sobre los cánones genéricos es una profunda revisión del más acrisolado mito ‘westeriano’, donde se ha perpetuado la imagen del héroe masculinizado y de férrea impronta, para superar la categorización sexual y la etiqueta del género y narrar, sin efectismos y sencillez, una historia universal. Por eso, ‘Brokeback Mountain’, no es un melodrama al uso, otra cinta de amor inalcanzable con trágico final. No sólo desglosa una disección taxidérmica de reconversión sobre el ‘western’ tradicional, sino que va mucho más allá del reciclaje, del encontronazo con los usos habituales del género, con sus protocolos de masculinidad y moral patriarcal de corte linóleo, al plantear una sencilla y triste fábula, dejando a un lado el antiheroismo (circunscrito a la personalidad de ambos vaqueros) y adquirir con su mirada profundamente clásica una visible autoconciencia de acuerdo con los signos temáticos actuales, superando la artificiosidad, de un modo sutil y pausado. El realizador taiwanés compone una oda inteligentemente fundida con varios elementos de la sintaxis clásica, en su itinerario intimista sobre la perennidad del amor, un lacerado canto sobre la necesidad de subrayar la identidad y una virtuosa y milagrosa respuesta de amores disimulados frente a los convencionalismos.
Un filme reflexivo y delicado que recuerda por su sobriedad a los grandes clásicos (Anthony Mann, Nicholas Ray, Boetticher…), con comedimiento y una soberbia hegemonía de las claves de la puesta en escena clásica, deteniéndose cuando es necesario en lo cotidiano y en lo convencional, aplacando el ritmo y la dosificación de los sentimientos o evitando en otras ocasiones caer en el exceso de capacidad expresiva con elipsis que determinan el paso del tiempo de los encuentros perecederos en las montañas de un oeste evanescente. Ang Lee devasta con pálpito afectivo la dimensión legendaria de un Oeste agonizante y encuentra su gran virtud en una profunda solidez narrativa en la incursión de las leyes y mandamientos del ‘western’, donde se significa un universo de mutismo en el que las palabras se entregan al silencio, incapaces de expresar la verdad. Con detalles subrayados por miradas fugaces, de gestos difusos que simbolizan mucho más de lo que aparentan, contenidos con austeridad sin contemplaciones por la cámara de Lee en la excelente fotografía de Rodrigo Prieto.
En este sentido ‘Brokeback Mountain’ es una cinta oscura, ocre en su fondo perceptivo, exponiendo una escenificación tenebrista que resulta sumamente expresiva en los momentos climáticos de la cinta, rompiendo con la dominante codificación escenográfica del género, situando los momentos de mayor elevación emocional en lugares crepusculares, en callejones oscuros (como Ennis dejándose caer con rabia al suelo por no poder expresar sus emociones tras la primera marcha de Jack), lugar que volverá a aparecer cuando éste necesite consuelo en un ‘gigoló’ de México), con lluvias y tormentas o las apagadas noches de confesiones, pero sin abandonar la vía de escape de los dos jóvenes a espacios abiertos, a la montaña, donde sí se consuma, como en la propuestas canónicas, el drama progresivo de la historia de amor. Esa contradicción, evidencia la metafórica pugna interna de los protagonistas, de su mentira, del mundo de sombras en el que viven y del que sólo escapan cuando regresan al lugar que les unió.
También en las personalidades de Jack y Ennis, tan divergentes entre ellos, pero a la vez tan análogos en su soledad y el afecto que les une. Mientras que para Jack, Brokeback y Ennis pasan a ser el objetivo vital para su felicidad sin miedo al “qué dirán”, para Ennis sólo es un recuerdo impreciso, que aviva su amor con breves encuentros, pero con la aprensión social que enclaustra sus más recónditos deseos. Para Ennis su condición sexual no admitida es el factor clave que le separa de su amante a causa de una historia del pasado que convertirá el trágico desenlace en la duda de un pretérito que enterrará para siempre su verdadera condición sexual, en una vida condenada a la infelicidad sosegada en un par de camisas, una postal y un recuerdo, aceptando que su vida sólo tuvo significado cuando la compartió con su añorado ‘cowboy’. El paisaje natural es, por ende, el tercer aliado de la historia, territorio de evasión física y emocional que además del origen del amor que marcará a los protagonistas sirve como llama inextinguible de la memoria a la que volver para intentar recobrar el tiempo perdido.
A la gran calidad de esta pequeña gema cinematográfica contribuyen, además de la excelente adaptación del relato corto de Annie Proulx por parte de Larry McMurtry y Diana Ossana y la música incidental de Gustavo Santaolalla (inalterable y melódica a lo largo de todo el metraje como alegoría de la pasión que sienten los protagonistas en sus vidas), sus dos jóvenes intérpretes, que aceptan con voluntad lo atrevido de la empresa. Mientras Jake Gyllenhaal entrega una delicadeza constructiva impermeable en todo el filme, Heath Ledger regala un personaje lleno de profundidad, de emoción contenida, aprovechando al máximo su rol atormentado por las dudas, expresando a través de sus estallidos de furia la liberación externa e interna. Pero si hay una interpretación que sobresale por encima de las míticas recreaciones de Ledger y Gyllenhaal (que pierden credibilidad por el chapucero departamento de maquillaje que les avejenta), es Michelle Williams, en un papel dramático, lleno de sufrimiento y desengaño. El de la mujer que descubre el romance entre su marido y otro hombre para exteriorizar el daño que puede provocar en terceros encubrir la verdad sobre uno mismo.
‘Brokeback Mountain’ es una de las películas más hermosas vistas en los últimos años, mirada reflexiva sobre el mundo en una conciliadora miscelánea de complejidad y simplismo que ahonda en lo más profundo del corazón para apelar a la condescendencia y entender así el dolor de aquellos que anhelan un deseo imposible y de otros que lloran por un engaño inimaginable. Insólito relato de amor, intolerancia, violencia y nostalgia está narrado por parte de Ang Lee con una precisión y elegancia que hacen honor a los temas de crudeza y resistencia que aborda. Ennis del Mar y Jack Twist quedarán en nuestra memoria colectiva como dos hombres conscientes de su inútil obstinación por alcanzar una inapreciable libertad de amar y ser amado que nunca llegará.
Miguel Á. Refoyo © 2006

'Munich': Primeras sensaciones

Desde hace algunos años no me refiero a una película actual, por muchas excelencias que ésta tenga, con el prestigioso término de ‘obra maestra’. Caí varias veces en este juvenil desliz hace años, en mis comienzos como improductivo escritor de críticas. Y me equivoqué en muchas. No en todas, pero reconozco que es un acto harto reprensible. Algo he mejorado, creo yo. Y, desde entonces, evito conferir tanta magnificencia a un filme, aunque sea una muestra de superioridad inabordable.
Hoy he visto 'Munich', de Steven Spielberg.
Y no voy a establecerla como tal. Sería precipitado, aunque no niego la posibilidad de hacerlo. Sólo puedo decir que hacía mucho tiempo que no salía del cine tan impactado, tan roto y tan emocionado como esta tarde me ha hecho sentir este demiurgo del séptimo arte, el "Rey Midas" convertido, por enésima vez, en clásico absoluto de la Historia del Cine.
Necesito algunos días para asimilar esta película. Necesito tiempo para ordenar todo lo que mis ojos han visto y mi corazón ha sufrido para escribir sobre esta cinta como bien merece. La semana que viene tendréis la crítica en este Abismo.
Hasta entonces, sabed que ‘Munich’ me parecido una solemne genialidad al alcance de los elegidos. Una película única en estos tumultuosos y vacuos tiempos del nuevo Hollywood.

miércoles, 1 de febrero de 2006

El blog de Chewbacca

El enorme “felpudo con patas”, como en una ocasión le denominó la princesa Leia Organa, fue interpretado en la pantalla por el actor ingles Peter Mayhew.
Uno de los máximos y carismáticos iconos ‘starwarsiano’ por excelencia, Chewbacca (o “Chewy”) como le llama Han Solo, es un titánico wookiee originario del planeta Kashyyyk.
Hasta ahí nada nuevo que no sepamos.
La novedad: “Chewy” nos cuenta, de primera mano, en su nueva blog, lo necesario para entender el fascinante y arduo mundo de un Wookiee.

martes, 31 de enero de 2006

Habemus nominaciones para los Oscar

El presidente de la Academia de Cine de Hollywood, Sid Ganis, y la actriz de culto Mira Sorvino (una de las musas de este espacio abismal) han hablado:
‘Brokeback mountain’ (en cuya crítica me encontraba enfrascado cuando he recibido esta noticia), la reformulación romántica del ‘western’ de Ang Lee, es la gran favorita de la próxima 78ª edición de los Premios de las Artes y las Ciencias de la Academia de Hollywood, ya que optará a ocho Oscar (mejor película, director, actor protagonista, actor y actriz de reparto, guión adaptado, música y fotografía). Algo que todos preveíamos.
Las demás películas que optarán a mejor película son ‘Crash’ (6 nominaciones –película, director, montaje, actor secundario, guión original y camción-), ‘Munich’ (5 –película, director, guión adaptado, montaje y banda sonora), ‘Buenas noches y buena suerte’ (6 –película, director, actor, fotografía, guión original y dirección artística-) y ‘Capote’ (5 –película, director, actor, actriz secundaria y guión adaptado-).
Otras cintas que acumulan varias menciones han sido ‘Walk in the line’ (actor, actriz, vestuario, montaje y mezcla de sonido), ‘Memorias de una Geisha’ (Dirección artística, fotografía, vestuario, banda sonora y mezcla de sonido) y ‘Orgullo y prejuicio’ (con la primera nominación para Keira Knightley como mejor actriz, dirección artística, vestuario y banda sonora).
En las candidaturas técnicas la disputa se dará entre ‘Las crónicas de Narnia’ que ha acaparado cuatro categorías (sonido, mezcla de sonido, maquillaje y efectos visuales), ‘King Kong’ (Dirección de arte, sonido, mezcla de sonido y efectos visuales) y ‘La guerra de los mundos’ (mezcla de sonido, sonido y efectos visuales). Contra todo pronóstico, ‘Star Wars. Episodio III: La venganza de los Sith’, sólo podrá ganar el Oscar al mejor maquillaje .
George Clooney será el protagonista de la gala, ya que ha sido nominado como mejor director y guionista por ‘Buenas noches y buena suerte’ y mejor actor de reparto por ‘Syriana’, en la que suena como claro favorito.
Otro apartado que despierta curiosidad este año se centra en quién se llevará la preciada estatuilla es la de Mejor largometraje de animación (en un año sin Pixar): ‘Howl's moving castle’, de Hayao Miyazaki, ‘La novia cadáver’, de Tim Burton y ‘Wallace & Gromit in the curse of the were-rabbit’, de Nick Park y Steve Box.
Como curiosidad, John Williams, otra vez, está nominado a la mejor partitura original por dos películas distintas (‘Memorias de una geisha’ y ‘Munich’). Destacan, por último, las dos de ‘Una historia de violencia’, de David Cronenberg (actor secundario –William Hurt- y el guión adaptado), que merecía mucho más.
El día 5 de marzo, saldremos de dudas.
Mientras, podemos ir haciendo cábalas y apuestas con la lista completa de las nominaciones.

lunes, 30 de enero de 2006

Más de lo mismo en los XX Premios Goya

La celebración de las dos primeras décadas de los Premios de la Academia, los Goya, era un tema recurrente que parecía ideal para inhumar el precedente ridículo y la parquedad de aptitud que se ha porfiado a lo largo de los últimos años (en realidad todos) en una gala habitualmente caracterizada por el estrambótico ridículo que suele hacer el cine español cuando se trata de laurearse a sí mismo, en un círculo donde nadie parece darse cuenta de lo mal que va la cinematografía española en cuanto a calidad y cifras.
Mercedes Sampietro, presidente de la Academia de las Ciencia y la Artes españolas soltó un discurso en el que, de forma crédula e infeliz, quiso hacer creer lo bien que va el cine español que, según el Ministerio, ha aumentado la cuota de mercado 3,5 puntos más que el año anterior. Parece ser que, dentro de la propia Academia y en el mundillo, nadie parece darse cuenta del bajo nivel que predomina en las películas nacionales. Por supuesto, no había que olvidarse de recurrentes temas como la venta de DVD’s, la aparición de nuevos canales (como Cuatroº -que todos sabemos que se hinchan a emitir cine…-) y, sobre todo, dos cuestiones vitales que son la excusa perfecta para echar balones fuera y no asumir la culpa de los deberes mal hechos; la piratería (que esta vez no fue el paupérrimo asunto victimista que el pasado año –afortunadamente-) y esa frase misteriosa e inculpadora “profesionales que desde su tribuna pública afirman orgullosos que no ven cine español y lo critican”. Una afirmación que fue rematada con inmodestia al certificar, adulterando la realidad, que este año 2005 al cine español hay que ponerle “¡buena nota!”.
Sí señora. Sigamos haciendo el paupérrimo cine que hacemos que nos va muy bien. Que los que critican, no tienen ni puta idea. Vamos a seguir así que lo estamos haciendo maravillosamente. Nos merecemos muchas palmaditas y, por supuesto, la culpa de cualquier problema es de los demás, no de nosotros. Deleznable elocuencia sin fondo, amiga Sampietro.
A lo que vamos. La gala de ayer fue la menos mala de los últimos años. Una buena labor de dirección de arte y decorado dispuso el esplendor necesario para que, al menos, todo luciera con algo de ‘glamour’. Una cualidad que brilló por su ausencia. Empezando por el horroroso y ridículo vestido de ese esperpento político que es la ministra Carmen Calvo hasta llegar al vestido ‘menina’ de Concha Velasco que, se dio cuenta a tiempo de que una de las consecuencias de la edad no es tener que anunciar Indasec, sino esos bochornosos pliegues de carne fláccida debajo de las axilas cuando se pretende lucir un vestido de noche con escote.
Y sí, amigos. La pareja encargada de presentar la gala fueron Antonio Resines y Concha Velasco. Qué pareja de dos, que diría algún trasnochado provinciano. Se limitaron a hacer su papel como ocasionales presentadores, siguiendo la consigna de una velada dirigida por el letárgico talento del espectáculo que siempre ha tenido Fernando Méndez-Leite, que abandonó su suerte a un guión improvisado tan artificioso como incomprensible; que si la chorba de este último, Fiorella Fantoyano, aparece detallando recuerdos de la Academia como si estuviera en un brindis de reunión de empresa, que si Resines se mete en plan gracioso con José Luis Cuerda y éste le devuelve la jugada, Elsa Pataki alude a las escaleras procurando parecer cómica o Santiago Segura evidenciando que es el único que sabe manejar este tipo de temeridades con su divertida verborrea (mítica la frase "En vez de darme de baja de la Academia o irme a Hollywood, aquí estoy, con solidaridad, la actitud necesaria para levantar el cine español y, si se me permite decir, ¡a España y sus naciones!"). Un caos de guión que certifica algo que parece evidente desde hace tiempo: en España, o no hay buenos guionistas o a los buenos no se les da la oportunidad de arreglar el percal.
La gala fue interminable, de lento devenir y ritmo pausado. Pero sin incomodar en exceso. En gran medida por la sensacional labor de los montadores de los vídeos que, constantemente (casi todos protagonizados por Fernando Fernán Gómez) recuperaban fragmentos de tiempos pasados que fueron, lógicamente, mejores que los de este apático momento actual. Eso sí, cuando llegaba la hora de finiquitarlos, los escindían con un tijeretazo que devolvía a la cruda realidad de los Goya. Como esa insoportable cortinilla musical de trompetas cómicas que introdujeron entre secuencias en los ‘clips’ de los nominados a los premios. Otro absurdo lance de la noche fue la risible inventiva a la hora de engarzar la presentación de las extemporáneas parejas que anunciaron a los ganadores (José Sacristán y Verónica Sánchez, Verónica Forqué (a la que presentaron como Rosa María Sardá –eso es concordia de guión-) y Juan Luis Galiardo, José Coronado, Pepe Sancho y Leticia Dolera o José Luis Cuerda y Bárbara Lennie…). Todos apareciendo tras una pantalla donde instantes antes se había proyectado una secuencia suya, recurso alusivo a ‘La rosa púrpura del Cairo’, de un Woody Allen, que sin saber que iba a ganar el Goya por ‘Match Point’ agradeció en un vídeo grabado el premio y envió a su hermana a recogerlo. Como en los Oscar, en los Goya nadie sabe quién va a ser el afortunado.
La divinísima Ana Fernández reivindicando que ‘El cielo gira’ no estaba nominada, Jorge Perugorría haciendo promoción del rodaje de su nueva película, Óscar Jaenada dándoselas de estrella con las gafas de sol puestas en medio de la gala, Pedro Masó limpiándose los ojos, las comisuras de los labios y la nariz con su pañuelo, el espantoso vestido de una enmudecida Leticia Dolera o la extraña elegancia de un refinado (de actitud y de peso) Álex de la Iglesia destacaron dentro de una función tan superficial como olvidable.
En el apartado de los premios: una paradoja brutal. Hace tres años, Pedro Almodóvar y su hermano Agustín abandonaron la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, alegando su desacuerdo con el sistema vigente de votaciones de los Goya. Esto, parece ser, no es óbice para bajarse los pantalones si uno sabe que va a ganar los premios más importantes de la noche. ‘La vida secretas de las palabras’ fue considerada la mejor película española (con actores extranjeros e intenciones americanas) del año. Agustín se frotaba las manos por esa ración extra de público y dinero, cayéndose al suelo (literalmente) cuando Isabel Coixet subió dos veces a por sendos Goyas como mejor guión y mejor director o su posterior recogida del premio a la mejor película. La buena de Isabel hizo el amago del ridículo que protagonizó hace dos años, pero simplemente se limitó a hacer sólo el ridículo verbal al que nos tiene acostumbrados. ‘Princesas’ se llevó los tres augurados (incluidos los de Micaela Nerváez y Candela Peña), Óscar Jaenada recibió el Goya al mejor actor por ‘Camarón’ (pero que nadie olvide de qué formas ha demostrado su discutible talento en ‘XXL’ o ‘Somne’), Carmelo Gómez el de mejor secundario por ‘El método’ y la gran Elvira Mínguez se llevó a casa el más que merecido galardón por ‘Tapas’, de José Corbacho y Juan Cruz, que también lograron el referente a la mejor dirección nobel. ‘Obaba’, de Montxo Armendáriz, con 10 candidaturas, sólo alcanzó el de mejor sonido y resultó la gran perdedora de estos XX Goya.
Total, que más de lo mismo, pero sin hacerlo tan mal como en ediciones anteriores. Lo que no quita el hecho de que no hubiera ninguna actuación musical, ni ‘gags’, ni gracia ni despertara algo de interés dejen a esta celebración como un letárgico trámite de autocomplacencia que sirvió, con sus vídeos conmemorativos de las ganadoras y nominadas del pasado, para exhibir que el cine español era mejor antes que ahora. Fragmentos de películas que, dado el triste momento al que ha llegado nuestro cine, parecen inalcanzables; ‘El viaje a ninguna parte’, ‘El bosque animado’, ‘Los peores años de nuestra vida’, ‘¡Ay, Carmela!’, ‘Amantes’, ‘Belle Epoque’, ‘Nadie hablará de nosotras…’, ‘Días contados’, ‘Mujeres al borde…’, ‘La buena estrella’
LO MEJOR: Antonio Banderas, que está siempre donde tiene que estar.
LO PEOR: Uno de los productores de ‘La vida secreta de las palabras’ que dio la lamentable puntilla a una noche moderada en cuanto a lo esperado al mendigarle a la ministra atención a modo de sustentáculo económico y político para con el cine español, llegando a demandar “excepción cultural” falseando la realidad asegurando que la gente del cine patrio no está ahí para forrarse. Como si alguien pudiera creerlo.

domingo, 29 de enero de 2006

sábado, 28 de enero de 2006

Nuevo Año Chino 4.704

¡Feliz Año Nuevo Chino!
Estamos de celebración. Mañana se festeja en la segunda Luna Nueva después del 21 de diciembre. Mañana da comienzo el año del Perro de Fuego. El símbolo antiguo para el signo Perro era una mano sosteniendo un arma, porque el perro defiende indómitamente su espacio y tiene un gran sentido de la territorialidad. Muros que se erigen inabordables, invasiones, guerras civiles, gobiernos nacionalistas... Así que no debemos esperar que el año del Perro sea precisamente pacífico. En el último año del Perro de Fuego, el mundo salía de la II Guerra Mundial y a pesar de eso, emergieron nuevos conflictos, como la Guerra de Vietnam.
Cuentan las leyendas que, antaño, los patrones ofrecían a sus empleados una comida llamada ‘wei ya’. Otra tradición folclórica es la reunión del ‘twan-yuan fan’, una cena previa a la noche del Año Nuevo (es decir, hoy), donde la familia se reúne para disfrutar de la cena en una mesa con forma circular en la que puede faltar el ‘yu’, pescado simboliza la abundancia cocina de la vieja Catay.
Para el feng shui el tiempo y el espacio no son dimensiones separadas, sino que se rigen por los mismos principios básicos. El calendario chino, por ejemplo, está construido sobre la base de la Teoría de los Cinco Elementos. Por lo tanto, los cambios en el tiempo son tan importantes como los cambios en el espacio: ingresar a un nuevo año es, en cierto modo, comparable a una mudanza o a una remodelación: es comenzar una nueva etapa.
El Perro ignora las exquisiteces, requiere de dureza y de perseverancia, es esencialmente imparcial y justiciero. Los límites se establecerán donde correspondan y si estalla el conflicto será simplemente porque hay un desequilibrio que compensar. En ese sentido el Perro nos recuerda a la ley del Karma: causa y efecto.
Una excusa perfecta para darle un poco al saque.