viernes, 17 de agosto de 2007

Review 'Planet Terror'

Excepcional y autoparódico exceso
Robert Rodriguez ha creado un filme de culto basado en la ofrenda, el absurdo y la ironía 'splatter' en un plausible ejercicio de escapsimo tan brillante como enloquecido.
‘Grindhouse’ era, en principio, la última gamberrada de terror dirigida por Robert Rodriguez y Quentin Tarantino estrenada el pasado 6 de abril en Estados Unidos. La jugada era simple; el filme se dividía en dos partes tituladas ‘Planet Terror’ y ‘Death Proof’, dirigidas por Rodriguez y Tarantino, respectivamente. Esta nueva aventura cinematográfica de dos de los más irreverentes y geniales cineastas de Hollywood no era más que un manifiesto homenaje a las películas de la década de los 70's, pertenecientes al género denominado ‘grindhouse’, que viene a rescatar aquellas películas de serie Z que basaban su éxito en el terror, el ‘splatter’, los vehículos o las chicas ligeras de ropa y que casi siempre se proyectaban en sesiones dobles y en pésimas condiciones, caracterizando un subgénero cinematográfico olvidado y olvidable, pero que, gracias al énfasis de ambos por resucitar viejos modelos fílmicos, llega a España y al resto de Europa con la controvertida disección del curioso díptico.
El estreno en Europa de ‘Grindhouse’, por tanto, se produce fragmentado en sus dos piezas, destrozando así con la lógica del producto y con su frase comercial más sugerente: “Two great movies for the price of one”. Algo alarmante, que ni los millones de fans de los directores de ‘Abierto hasta el Amanecer’ ni el espectador con un poco de consideración por el cine de culto llega a entender. La razón expuesta por sus productores es bien sencilla; en el estreno americano, estos ‘bad boys’ de la industria fueron víctimas de su propio baño de sangre en la taquilla norteamericana para ver cómo este extraño y original proyecto fracasaba estrepitosamente.
‘Planet Terror’ es la primera pieza que se estrena desunida del ‘Death Proof’ de Tarantino, perdiendo así varios de los ‘spots’ y trailers proyectados entre ambas. No obstante, esta primera película servida por Rodríguez comienza con un fake tráiler de ‘Machete’, un avance de una película que no existe (aunque se asegura que se rodará para el mercado de DVD como indicio de la actitud disoluta por rodar del director de 'El mariachi'). La introducción parte con los sugerentes créditos sobreimpresionados sobre el cuerpo de una curvilínea Rose McGowan que se monta un fabuloso numerito de baile de ‘night club’ evocando, indefectiblemente, a la Santanico Pandemonium de ‘Abierto hasta el amanecer’, personaje al que dio vida Salma Hayek. Tras una prosaica presentación de esta chica de barra americana, Cherry Darling, y advertir su insatisfecha labor profesional, la historia pone inmediatamente las cartas sobre la mesa cuando irrumpen unos soldados americanos en negociaciones con un científico mercenario para el intercambio del antídoto contra un gas químico que les mantiene vivos pero que, sarcásticamente, empieza a levantar a los muertos de sus tumbas.
A partir de ése momento, la cosa se descontrola; Bruce Willis da rienda suelta a su ironía más ruda en su papel del cínico Teniente Ludoon, el televisivo Naveen Andrews se regocija con su cazarecompensas que colecciona los testículos de sus enemigos en una bolsa de plástico para que, a partir de entonces, las historias se entremezclen y los sucesos y motivaciones de los personajes alcanzan niveles de refocilante absurdo. ‘Planet Terror’ se manifiesta desde su primer minuto como una gamberrada, un ejercicio de escapismo irreverente, a priori mostrenca y alejada de las convencionalidades modernas, con un plausible tono autoparódico que llega hasta el paroxismo del despropósito sin complejos, que Rodriguez utiliza honestamente en su brillante composición de violencia, ironía, humor, zombies y perversidad bizarra.
Un filme en el que lo primigenio es el humor y el divertimento sin cuartel. Por eso, en ésa hilaridad y violencia gratuita es donde encuentra su condición de entretenimiento de primer nivel. Rodríguez sabe maniobrar con las miserias de su particular mezcla de géneros, reconvirtiéndolas en un indomable y desmesurado exceso que termina sacando a la luz la vena más iconoclasta de un filme que ha alcanzado la instantánea definición “de culto” desde el momento que se estrenó. Por si fuera poco, el cineasta de raíces mexicanas sabe subjetivizar el furibundo terremoto de delirio descontrolado para dejar la impronta épica de una galería de personajes movidos por pretéritos romances, disertaciones sobre una salsa barbacoa, infidelidades y temores maritales, viejas rencillas, inconsecuente adicción por la destrucción y ese cliché necesario en el homenaje filmico que recurre a la supervivencia egoísta de todos ellos.
Pensada por y para el homenaje, ‘Planet Terror’ se define por su paranoica naturaleza de genialidad inagotable, capaz de descargar los impulsos cinéfagos de un director nacido para filmar como es Rodríguez, que sabe priorizar el entretenimiento enclavado en la truculencia y macabro sarcasmo (la protagonista con una ametralladora incrustada en su pierna recién amputada, los ‘gags’ a costa del torpe ayudante del sheriff del condado interpretado por Tom Savini, la desgraciada acción en la que una madre deja una pistola a un niño que, al instante, se vuela la tapa de los sesos accidentalemente…) con una brutal coherencia con el material que maneja, sin perder de vista la honestidad y el romanticismo nostálgico que estructura la película.
Acerca al puro nervio fílmico, dejando cualquier formalismo estético para obras de mayor envergadura comercial como ‘Sin City’, y abogando en todo momento por la imagen en movimiento, por el nervio arquetípico de la serie B, Rodríguez provoca con inspiración y picardía al espectador, buscando en todo momento la complicidad de éste, reconvertido en ‘gorehound’ sin escrúpulos, para embestir con furia y corrosivo humor contra la sintaxis y lenguaje cinematográfico del cine de género, en un explosivo cóctel de referencias infraculturales que van desde el género al que ofrenda, el ‘grindhouse’ de serie Z, las ‘double features’ con sangre, erotismo light y terror salpicado de vísceras hasta la memoria que despierta el clasicismo de referentes genéricos como George A. Romero, Wes Craven, John Carpenter o la vena italiana de Luccio Fulci, Bruno Mattei o Humberto Lenzi.
Para ello, Rodríguez no duda en utilizar todos los vicios e imperfecciones estéticas con el objetivo de mitificar su obra con la utilización de una fotografía quemada, con continuos ‘scratches’ de negativo, desenfoques, saturación de colores, sonido alterado, bozos que ensucian la imagen en un intencionado efecto de mala calidad… y esa delirante secuencia de sexo cercenada por una supuesta pérdida de una bobina que devuelve a la historia muy avanzada narrativamente, con la historia patas arriba sin ninguna explicación. Un golpe de efecto que aporta al conjunto otro dispositivo de diversión más, de vandalismo fílmico en conjunción con sus demás plétoras licenciosas.
‘Planet Terror’ es un producto tan habilidoso como emocionant,e que confiere a su particular irracionalidad una forma de vida donde el ‘splatter’ de ímpetu pretendidamente irreverente aprovecha el ‘exploit’ y todos los clichés del género para fomentarlos y desquiciarlos. Así, en una lograda atmósfera enrarecida y deudora de los clásicos de los 70, Rodríguez no duda en asentarse en la gratuidad de muchos de sus elementos; como la delirante persecución del héroe en una minimoto mientras masacra zombies o la sutil profundización en el recurrente sueño de la bailarina de la pierna amputada que quiere dedicarse al ‘stand up comedy’. Incluso no se priva de conseguir la repugnancia del público mostrando esa polla ‘tarantiniana’ descomponiéndose o una horda de zombies segmentados por las aspas de un helicóptero que concluye con un demencial ‘happy end’ de venenosa misticidad que afianza todos los propósitos extremos y enloquecidos de un filme creado para el divertimento sin límites.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2007

martes, 14 de agosto de 2007

Coming soon: Spot ESCORTO '07

A lo largo de tres intensas semanas, en nuestros ratos libres y en puntuales citas pactadas que, en ocasiones, se han convertido en jornadas completas de trabajo, hemos llevado a cabo nuestra creación fílmica para la categoría de ESpots de la segunda edición del festival de ESCORTO ’07 (certamen donde el que el año pasado ejercí de jurado y presentamos esta pieza).
Este año no podíamos dejar la oportunidad de volver a reunir al mismo equipo y disfrutar como enanos rodando algo. Como reza el comentario de Youtube: “Si hay algo más estúpido que un ‘teaser’ es un ‘teaser’ de un spot que dura un minuto”.
Muy pronto. Estad atentos.

lunes, 13 de agosto de 2007

Récord de visitas abismales

Nunca antes tanta gente había entrado de golpe en este blog.
Ni en sus mejores momentos, el Abismo, absorbido por este universo que es la blogoesfera, de diversidad inagotable que va creciendo a cada segundo y olvidando unos blogs por otros, alcanzó el pasado jueves 9 de agosto un récord de visitas en un sólo día sin parangón por estos lares. El ‘meneo’ del amigo AxL revolucionó por completo el contador de Google en una nueva etapa de recapitulación abismal sobre estadísticas y baremos de difusión.
Una satisfactoria noticia que anima a seguir, este año sin vacaciones aunque con un descenso de post actualizados por culpa de otros menesteres profesionales, siguiendo con la publicación de entradas después de 1,178 y a punto de cumplir los tres años de existencia. Parece que fue ayer cuando, sin mucha idea de cómo enfocar este proyecto personal, unía palabras sin mucha coherencia, movía ideas inextricables, fusionando temas sin orden ni sentido, haciendo, en definitiva, lo que ha venido siendo hasta ahora este blog.
Gracias a todos una vez más por seguir confiando en el Abismo para llenar vuestros momentos de absurdo hastío en disposición de perder el tiempo con este desordenado weblog, aunque sea de pasada, aterrizando en este espacio unos segundos para ver qué se cuece.

jueves, 9 de agosto de 2007

Review 'The Simpsons'

Épica ‘simpsoniana’
Matt Groening y su equipo, liderado por David Silverman, han conseguido superar con creces las expectativas puestas en la difícil traslación de esta mítica serie de la televisión a la gran pantalla.
Cuando, en 1989, James L. Brooks, puso en marcha ‘Los Simpson’, serie creada por Matt Groening, la idea era muy simple: una familia que representara, mediante el humor, la desvergüenza y la originalidad, al modelo de clase media americana. Homer, Marge, Bart, Lisa y Maggie constituyeron lo que ninguna serie con personajes de carne y hueso se había atrevido a retratar hasta la fecha: la antítesis del prototipo de esta institución tan idealizada y de tono moralista en los años 80 (‘Enredos de familia’, ‘Los problemas crecen’, ‘Valerie’, ‘Padres forzosos’, ‘Cosas de casa’…), esgrimiendo un componente de ácida crítica a la sociedad y a la edulcorada cultura estadounidense. Todo ello, salpicado de unos diálogos explícitamente vulgares y corrosivos, acompañados de un cinismo y sarcasmo que se han ido disipando con el paso de los años, pero que siguen siendo las señas de identidad de la iconográfica serie.
El carácter subversivo de ‘Los Simpson’ se ha ido preponderando a lo largo de 400 episodios, exhibiendo todos los defectos velados durante tantos años en la pequeña pantalla. Sin embargo, es cierto que la irreverencia y profundidad de los personajes no es la misma, domesticados en exceso y más preocupados en autoparodiarse más que hurgar en las heridas de la sociedad y burlarse de las altas esferas. La película, en ése sentido, es un compendio de todo esto, de lo bueno y lo malo, pues posee el cinismo en su primera parte y va perdiendo la mala hostia según avanza la acción, cuando más melindroso y familiar se torna el argumento. Por eso, hay que preguntarse si era necesaria una adaptación de la familia de cromatismo ambarino al cine. La respuesta, a la vista del producto final, es más que afirmativa.
‘Los Simpson. La película’ comienza cuando Homer, como George Clooney, adopta como nueva mascota a un cerdo que va a desencadenar un desastre que sumirá a Springfield en un verdadero caos que separará a los Simpson y pondrá en contra a toda la furibunda ciudadanía en busca de venganza por las medidas que el Gobierno de Estados Unidos y la Agencia de Protección Medioambiental han adoptado para solucionar el problema: aislarlos del mundo con una cúpula indestructible. Una medida política que puede parecer extrema o ficticia, pero que no sería del todo grotesca viniendo de las últimas legislaturas de Estados Unidos y, por extensión, en el resto del mundo. En este contexto, la película entra de lleno en la diatriba política, sugiriendo que, llegado el caso, la autoridad estatal es capaz de lavarse las manos y olvidarse de los problemas reales que asolan a las naciones; con un tema muy actual de fondo como es la depauperación del medio ambiente. Pero pronto se descubre el verdadero argumento, la clave del filme, que no es otra que la defragmentación familiar, la pérdida de confianza, la amenaza de un pueblo encolerizado por la irresponsable acción de Homer y la consecuente redención final con tintes épicos. Son elementos narrativos que han formando parte de algunos de los capítulos que ya han visitado los guionistas de ‘Los Simpson’ a través de todas sus temporadas televisivas; la ineptitud de Homer que provoca la catástrofe, la progresiva desunión de su familia, su propósito de buena fe y la heroica acción que, bajo la irresponsabilidad o la aparición de una revelación, devolverá la normalidad a su relación familiar y al pequeño pueblo de Springfield.
La película está estructurada como un episodio de televisión y esto, dada la calidad de algunos célebres capítulos de las aventuras de la familia amarilla, hace que la película se desluzca en ocasiones y acentúe la evocación de muchos pasajes televisivos. Pero lo que hay que agradecer a David Silverman y sus guionistas es la disposición a ese gaudeamus intrascendente, de simple distracción y gratificante premura con la que se sucede el metraje, sin vacíos ni tiempos muertos. Aunque, el medido equilibrio que se ha buscado entre todos los factores comunes a la serie hace que ‘Los Simpson’ hace que se pierdan elementos reconocibles en la serie televisiva, sabiendo, en cualquier caso, compensarlos para que el resultado final no decepcione a sus seguidores, que no pierde en ningún instante la identificación con la serie. Ejemplo de algunas carencias, es el excesivo protagonismo de Homer sobre los demás personajes y secundarios de la serie, que apenas tienen voz en el largometraje y que, sin embargo, son los que han convertido, con sus pequeños matices en la reconocible idiosincrasia que han hecho de esta serie una de las más interesantes y reconocidas de todos los tiempos. Y eso, se nota en el filme, dejando una extraña sensación de vacío. Pero es comprensible dadas las exigencias que requería las traslación catódica al celuloide.
A cambio, ‘Los Simpson. La película’ se beneficia de la calidad de la propuesta, utilizando las más depuradas y novedosas técnicas para que el filme aporte ese toque de sofisticación que ha ido haciendo evolucionar la serie, pero nunca que ha llegado a esta perfección técnica mostrada en la gran pantalla. El filme de Silverman, Groening y su ‘troupe’ funciona como intachable ‘blockbuster’ veraniego, que no se desvirtúa como espectáculo visual ante cualquier antagonista comercial de este estío cinematográfico, pero al que se le podría criticar el exceso de concienciación social y cierta sensación de melifluidad en su mensaje. Algo, que no es ajeno a la serie. ‘Los Simpson’ ha conseguido, con creces, superar el reto de trasladar sus aventuras de la pequeña pantalla al cine. Una hazaña totalmente plausible si tenemos en cuenta que animación digital parece haber desplazado a este tipo de animación clásica.
Mientras que la sociedad y el mundo evolucionan hacia no sé sabe muy bien dónde, Homer seguirá simbolizando, desde su sofá, con una cerveza Duff de la mano y el mando a distancia en la otra, al hombre moderno, con sus defectos y apetitos hiperbolizados. Homer es, en último término, un glorificado e identificable personaje global que fusiona culturas por su inocente sencillez que posee el lado humano defectuoso que todos tenemos.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2007

martes, 7 de agosto de 2007

La estrella de Michelle Pfeiffer

A finales de los 80 y durante la década de los 90, pasó a encarnar la pretérita y evocada prosapia de la grandeza actualmente marchita en las estrellas del cine de Hollywood, el clasicismo de una de las pocas actrices que, con el tiempo, pasará pasar a formar parte del cosmos clásico del universo del cine, convirtiéndose en un icono a reivindicar. Pese a que, desde hace años, Michelle Pfeiffer haya dejado de ser la estrella que era, no hay que olvidar, que la ahora madura actriz alcanzó con su carrera un hecho que parece imposible en el cosmos del oropel. Tras una apabullante filmografía, la felina actriz consiguió llegar a ser una de las intérpretes más carismáticas y hermosas que haya brindado la historia del celuloide en el cine contemporáneo.
Pfeiffer ha dejado con su presencia e idoneidad una huella imborrable, representando el exotismo subliminal de las grandes presencias, siendo la única heredera de una conjunción modélica de estilos que parecía extinguida. Con una imposible proximidad al potencial de Greta Garbo y a la dulzura de Grace Kelly, Pfeiffer dejó grabada en la memoria colectiva interpretaciones memorables como las de ‘El precio del poder’, ‘Las amistades peligrosas’, ‘Los fabulosos Baker Boys’, ‘Love field’ o ‘La edad de la inocencia’. Sus últimas gotas de éxito llegaron con ‘Un día inolvidable’ o ‘Lo que la verdad esconde’, para acabar dejándose ver en olvidables títulos como ‘Historia de lo nuestro’, ‘Yo soy Sam’ o ‘La flor del mal’, filmes sin mucha trascendencia que, sin embargo, no han debilitado su inextinguible talento dramático de poderosa ductilidad y profunda personalidad.
Esta semana ha vuelto a ser noticia por la concesión de una más que merecida estrella en el paseo de la fama en el Boulevard de Los Ángeles. El número 2.345, una posición que se antoja demasiado tardía para los méritos interpretativos de una actriz que, si bien no ha regresado al cine con el mejor de los aciertos (‘El novio de mi madre’), parece dispuesta a volver por sus fueros.
Sin embargo, parece lógico que hayan ninguneado a la actriz durante tanto tiempo si nos atenemos a que incluso en la estrella que sostiene en la fotografía superior han escrito mal su propio nombre.
Cosas de Hollywood, un mundo ingrato y olvidadizo.

domingo, 5 de agosto de 2007

Review 'Harry Potter and the Order of the Phoenix'

Redundante calvario ‘shakesperiano’
Esta nueva película del niño mago es un cúmulo de reiteraciones que la convierten en un filme de transición dentro de una saga que ha ido perdiendo su fascinación e interés.
Por quinta vez en seis años, el fenómeno comercial con éxito asegurado en taquilla llamado Harry Potter regresa a las pantallas dejando se ser tan niño y pasar a ser un traumatizado mago convertido en una celebridad de nuestro siglo. Un fenómeno literario y cinematográfico que sigue siendo la gallina de los huevos de oro, inagotable fuente de ingresos, para su multimillonaria autora, la escocesa J. K. Rowling. ‘Harry Potter y la Orden del Fénix’ es, así de entrada, la prevista muestra de decadencia de este imperturbable icono de la cultura lúdica contemporánea.
La consecuencia de que una saga tan extensa como es la de Potter haya ido perdiendo paulatinamente fuerza es la sensación que desprende el reiterativo y monótono del proceso de crecimiento y problemas de un protagonista cada vez más resentido y atormentado. La fantasía iniciada tras las cámaras por Chris Columbus ha frecuentando hasta la extenuación sus virtudes, pero también ha enfatizado los defectos y menoscabos de sus películas. La constante autoreferencia y la obstinación por ubicar en la historia del mago una perspectiva ensombrecidamente ‘shakesperiana’ han terminado por convertir a Harry Potter en una víctima de un dramón de dimensiones argumentativas redundantes y pretenciosamente trascendentes.
Para esta nueva película se ha recurrido a David Yates, un director sin apenas carrera cinematográfica que ha llegado del mundo televisivo para narrar este quinto libro adaptado a la gran pantalla por Michael Goldenberg la novela más extensa escrita por Rowling y, paradójicamente, la más sucinta en metraje de las llevadas a cine hasta la fecha. En ella, la aparición de Lord Voldemort ha abierto un debate entre los que creen en la profecía sobre su regreso y los que piensan que es una invención de Harry, que percibe un aislamiento por parte de casi todos. Además, deberá enfrentarse al gobierno del mundo mágico y a las autoridades de Hogwarts, que pasarán a manos de la suma inquisidora Dolores Umbridge, quien termina sustituyendo al mismísimo Dumbledore, la figura paterna de la saga.
Parece que ésta es la historia de transición de la saga, porque tras más de dos horas y media viendo al pobre Potter sufrir sin remedio, esperando su debilitado enfrentamiento a un cada vez menos apocalíptico y más cercano Voldemort, no pasa absolutamente nada nuevo que no hayan insinuado o sugerido en el pretérito de esta epopeya que ha agotado su fascinación e interés a pasos agigantados. Y eso, teniendo en cuenta que cada vez que aparece una nueva película, la venden como la más oscura y terrorífica, cosa que aquí podría suceder, si no fuera por el letargo con que va avanzando un filme que, sin ser torpe ni falto de calidad, sí adolece de ciertos elementos de fantasía que brillaron con acierto en algunos títulos precedentes.
El gran problema de ‘Harry Potter y la Orden del Fenix’ es que carece de tensión y misterio. Y no por falta del talento de Yates, que prolonga la estela de los grandes nombres a los que ha sucedido, exhibiendo una adecuación muy moderada sin apenas exuberancias técnicas y alejándose de cualquier ánimo de énfasis en su recreación de la mortecina atmósfera que invaden los recintos cerrados de Hogwarts, pues en este capítulo, los espacios abiertos apenas tienen cabida. La pena es que ese material argumental que gira en torno al espeluznante augurio de la amenaza que se cierne sobre el mundo mágico no posee ningún tipo de fascinación y fantasía. A ésa reiteración de estructuras, donde el destino de Potter parece siempre el mismo, hay que sumar que la saga ha perdido cualquier dote estilística, sobre todo, porque el mundo de Hogwarts y la nigromancia de los libros están definidos desde su primera parte, diseñados y prefabricados, virando tan sólo a tonos más sombríos y a temas un poco más ocres y, supuestamente, más adultos.
Empero, en esta ‘Harry Potter y la Orden del Fénix’ está muy presente la represión, la censura y el sometimiento de un régimen estricto que coarta a los alumnos de Hogwarts y hace débiles a los que se someten a las restricciones. De ahí que aparezca esa organización secreta estudiantil liderada por Harry que instruye a los escolares para combatir el mal. Sin embargo, todas las intenciones por conferir a la historia un cierto dramatismo y oscura gravedad no se cristaliza en nada concreto, lo que convierte a esta quinta entrega en la más infértil de todas. Incluso los personajes, empezando por Harry, Hermione y Ron (Daniel Radcliffe, Emma Watson y Rupert Grint), empiezan a resultar particularmente insufribles y antipáticos, sin gracia, que se mueven por los débiles impulsos de un guión mal dibujado que da exagerada preeminencia a la nueva incorporación de Imelda Staunton como Dolores Umbridge y amplifica tanto su espacio que termina por doblegar a otros personajes para dejarlos en simples cameos. Como es el caso de los roles de Maggie Smith, Alan Rickman, Robbie Coltrane, Fiona Shaw, Julie Walters, Robbie Coltrane, Jason Isaacs, David Thewlis, Brendan Gleeson, Emma Thompson e incluso Ralph Fiennes (aunque ese halo de misterio como antagonista del mago adolescente sea el culpable de su escaso tiempo en pantalla). Por supuesto, es más importante otorgar la supremacía protagónica al calvario de Harry, donde no se duda en recurrir a multitud de ‘flashbacks’ para explicar que el aprendiz de mago tiene pasado y la evolución de su personaje conlleva una responsabilidad que han hecho de él un sufridor víctima de su pasado, de su linaje y de aquellos que le rodean, convirtiéndole en un ser circunspecto y sin ningún sentido del humor.
Lo más llamativo de esta ‘Orden del Fénix’ está en una insinuación argumental que, a pesar de que en anteriores capítulos había permanecido inteligentemente disimulada en el fuliginoso crecimiento de Harry Potter, en esta quinta entrega se establece como tangible. Se trata un paralelismo respecto a ‘Star Wars’ casi sonrojante, sobre todo en la alusión a la parte oscura de Potter, cuando su ira y el “lado oscuro” están a punto de sucumbir a la seducción del Señor Tenebroso, de sus motivaciones y desasosiego vital por soportar el peso de su maldición y, sobre todo, a esas ridículas luchas de varitas mágicas como si fueran espadas láser o el combate final entre Dumbledore (el Obi Wan Kenobi particular del chaval) y Voldemort. Todas estas situaciones ya se han visto hasta la extenuación en las Trilogías de George Lucas. Sólo faltaría que en próximas películas se desvele que Voldemort es, en realidad, el propio padre de Harry.
En definitiva, esta última (hasta el momento) película de Harry Potter es un filme que entusiasmará al público habituado a los lances del héroe literario y dejará frío y decepcionado al espectador que ha seguido con interés las películas sin ser un ferviente lector. ‘Harry Potter y la Orden del Fénix’ es un cúmulo de situaciones reiterativas con graves carencias de hipnotismo, como ese el vuelo nocturno con las escobas por Londres (que tanto recuerdan a ‘Peter Pan’), el adiestramiento secreto del ejército de Dumbledore encabezado por Potter, los fuegos artificiales de los gemelos Weasly, el hermano gigante de Hagrid… Eso sí, al menos Yates ha rehuido del tan sofocante ‘quidditch’. Y es que la saga de Harry Potter ha pasado a ser un producto exclusivamente destinado a los fans de un libro que, por lo visto, va perdiendo interés y misterio en cada nuevo capítulo. En la actualidad, J.K. Rowling acaba de firmar la última novela con las aventuras de Potter. A ver si es verdad.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2007

miércoles, 1 de agosto de 2007

martes, 31 de julio de 2007

... llega la de otro maestro cinematográfico, Michelangelo Antonioni

1912-2007
El cine no gana para disgustos.
Si ayer se iba Bergman, hoy ha fallecido el director italiano Michelangelo Antonioni a los 94 años de edad.
Heredero del neorrealismo, inquieto interrogador sobre la comunicación y el desarraigo que creó la sociedad neocapitalista, el cine de Antonioni impuso una renovación de las motivaciones psicológicas enraizadas a la tradición clasicista del cine para encubrir su implicación discursiva de la deshumanización transferida por autores como Sastre y Pavese, donde lo real se evapora y queda una silenciosa nada sumida en la nocturnidad de un entorno especulativo y bucólico de una filmografía de un marxista incontrolable que transcendió con una obra de intachable interés que desde ‘Cronaca di un amore’, pasando por, ‘Blow up’, ‘El grito’, ‘Desierto rojo’, ‘Zabriskie Point’, ‘El reportero’ hasta la trilogía compuesta por ‘La aventura’, ‘La noche’ y ‘El eclipse’.
Descanse en paz el maestro.

Tras la muerte de Bergman

1918-2007
Ha palmado Ingmar Bergman. Y no he tenido tiempo hasta esta hora intempestiva de la madrugada para dedicarle un pequeño espacio abismal. Porque, a pesar del distanciamiento que nos separa, hay considerarle como uno de los más grandes creadores europeros del cine, en su concepción más amplia. Los cinéfilos más eruditos, los círculos minoritarios, estudiosos del cine europeo más distinguido y las filmotecas de medio mundo están de luto por la muerte de uno de los abanderados del cine metafísico, del patriarca de una generación de cineastas con obras frecuentemente inflexibles sobre temas interrelacionados con el existencialismo, la muerte, la vida y el martirio sexual. El cine de un realizador que observó las insondables dudas sobre la soledad y sus derivaciones o las relaciones de pareja dentro de la naturaleza humana. Escritor, director y productor de teatro, cine, radio y televisión, Bergman fue, sin duda alguna, la figura más destacada del cine escandinavo en toda su Historia. Director de intención y tono directo y ascético, de influencias arraigadas a las obras de Ibsen, Strindberg, Moliere o Shakespeare, la angustia y desesperación formaron parte también de un universo creativo donde abundaba la reconocible atmósfera dramática, atormentada y pesimista, con la que se asemejaba el propio director y en la que introduciría sin piedad a sus personajes. El cine de Bergman era, a priori, inaccesible, perpetuando con su visión un análisis sobre el desasosiego de un mundo que se interrogaba sobre Dios o la dicotomía del Bien y el Mal, pero, sobre todo, que quedará para la posteridad por la sutil mirada introspectiva de filmes memorables como ‘Como en un espejo’, ‘El silencio’, ‘El manantial de la doncella’, ‘Fresas salvajes’, ‘Gritos y susurros’, ‘Escenas de la vida conyugal’, ‘Sonata de otoño’, ‘El séptimo sello’, ‘Fanny y Alexandre’ y ‘Persona’, entre muchas otras.
Filmes, en esencia, que abordaron, desde un punto personal, el sentido de la vida con espacio para la mordacidad, la abstracción y la sátira de personajes en busca de sí mismos, afectivamente perdidos, acudiendo en numerosas ocasiones a los recuerdos de su infancia y a la estricta educación católica de un severo padre protestante, y con ello, ejecutar una paulatina aproximación a la madurez, sin desprenderse nunca de la pesadumbre que marcó su vida y obra. Bergman es, como se dice, un clásico a quien casi todo el mundo conoce, pero cuya filmografía sigue siendo una gran desconocida. Los actores y su riqueza de matices (Max von Sydow, Gunnar Bjornstrand, Bibi Andersson, Gunnel Lindblom o Liv Ullman), la proscripción religiosa, la confabulación y la distancia con la feminidad y la muerte acompañarán al cineasta como elementos catalizadores de su complejo universo interior. Bergman ha sido y será portavoz de autores contemporáneos como Antonioni, Robbe-Grillet, Beckett, Truffaut o Woody Allen por su persistente y profunda indagación en la dualidad y distancia de la personalidad con los conflictos entre la persona y el alma. Bergman, siempre personal y coherente, ha dejado un legado de filmes a rescatar y reivindicar, pese a lo arduo de la empresa. Con él se ha ido la ambigüedad de un clásico que supo como nadie acercarse a la interpretación y la filosofía.

La nueva camiseta del Athletic

Como cada cierto tiempo, los equipos de fútbol se ven obligados a cambiar de diseño de camiseta. Todos lo hacen por elevar sus ingresos económicos. Sin excepción. Unos, insertando en su elástica publicidad que desvirtúa cualquier color identificativo de un equipo. Otros, algunos privilegiados, simplemente volviendo a la eterna variación estructural de los eternos colores del equipo. Esta es la nueva camiseta del Atheltic de Bilbao. La misma que lució hace años. Tras aquélla mítica zamarra del centenario. Sin embargo, el clasicismo que ha acompañado al equipo vasco varía levemente la estructura del rojiblanco que propone un desconcertante ensanchamiento de sus rayas rojas. Un error. Lo dicho, una moda que responde a la simple venta.