sábado, 17 de febrero de 2007

La tapa de yogurt

Este yogurt caduca hoy mismo. Lo que me ha recordado, por la fecha, que hoy también es mi cumpleaños.
Se dice que el número de años vividos determina el número y calidad de las experiencias y hábitos que afectan de forma directa a nuestro modo y riqueza de cumplir años. Esta actividad es la primera de otras que irán programándose para abordar cómo podemos pensar, sentir y comportarnos, con el fin de lograr la calidad de vida deseable. La calidad de vida a cualquier edad del ciclo vital está asociada a aspectos normativos y no-normativos que inciden en la persona (físicos, psicológicos y sociales), por lo que debemos atender a todos ellos para afrontar el natural proceso de envejecimiento, saludablemente.
¿A quién le importa esta sarta de gilipolleces cuando a uno ya ha dejado de importarle cumplir años?
En este momento, en el momento de cumplir los 32, habiendo pasado la tercera década sin ningún atisbo de crisis, me he dado cuenta de que el tiempo parece haberse parado, poco menos que en los 25, pues aquello que rodea mi vida (en lo personal, en lo creativo, en lo vital y en lo físico) está encauzado en la tranquilidad e indiferencia que concede el desprejuicio. Todo ello, pese a tener menos pelo, más barriga, encontrar alguna que otra cana (sobre todo en la barba) y padecer algún achaque hace años imaginable. Como decía en este mismo Abismo el año pasado, lo verdaderamente importante es cumplir años con alegría, empezando a asumir que los cumpleaños son una fiesta, una progresión de peldaños hacia el conocimiento de uno mismo, hacia la sabiduría y el respeto por la vida y el acercamiento a la felicidad.
Tengo 32 años, pero estoy hecho un chaval que vive la vida como si tuviera 18, conservando la misma ilusión por todo y aprovechando los momentos de diversión como si fueran los últimos.
Resumido en una sola frase: “Me lo tomo con calma”.
Porque yo lo valgo.

viernes, 16 de febrero de 2007

Review 'The Backwoods (Bosque de Sombras)'

Incomunicación y violencia rural
‘The Backwoods’ es un impecable fresco a modo de intencional e ilustrativo ‘western’ de tintes crepusculares que supone una lección de cómo la incomunicación genera una incontrolable violencia.
AVISO: Esta crítica contiene información que desentraña momentos muy importantes dentro del filme. Así que se recomienda leer después de ver la película (por supuesto, en cine).
De todos es sabido que el cine español no anda muy sobrado de talentos ni de títulos lo suficientemente interesantes que hagan paliar la posición rácana y a veces esperpéntica en la que muchas veces la cinematografía patria incurre con películas de sonrojante mediocridad. Por eso, cuando aparecen películas como ‘The Backwoods (Bosque de Sombras)’, debut en la realización del premiado cortometrajista Koldo Serra, la esperanza de futuro parece reverdecer su sentido, aportando un ilusionante albor de calidad dentro del fétido túnel en que se ha convertido el cine español que tiene una generación de sabia nueva destinada a recolocarlo en un posición mucha más digna que en la que se encuentra sumida.
Y es que ‘The backwoods’ expele un talento reconocible y admirable por parte de su joven cineasta, que ha demostrado con esta primera muestra de su trabajo en el largometraje que sabe narrar historias de una forma convincente, con arrojo y riesgo, con una aguda capacidad técnica que va mucho más allá del gusto o no por esta historia ubicada en un caluroso verano de 1978, donde un matrimonio sumido en una crisis conyugal se adentra, buscando un respiro vacacional junto a una pareja amiga, en la espesura de un bosque donde tropezarán con la descortesía de los que allí habitan, encontrando un brutal enfrentamiento al descubrir el terrible secreto que éstos ocultan.
En esta opera prima es ineludible hacer mención de películas a las que Serra ha acudido conscientemente para sustraer la materia prima con la tejer su particular historia; ‘Perros de paja’, de Peckinpah, ‘Deliverance’, de Boorman, el cine de Sergio Leone, ‘La Caza’, de Saura, ‘Furtivos’, de Borau o el entorno paisajístico de ‘La fuga de Segovia’, de Uribe o ‘Tasio’, de Armendáriz. La historia de ‘The Backwoods’, en este caso, es una fábula universal, vista en otras muchas ocasiones, pero desde una nueva perspectiva; la de un diestro autor que aborda su historia sin miedo, sabiendo de lo complejo de la aventura, invitando al espectador a sumergirse sin preámbulos en esta fatídica historia sobre incomprensión e incomunicación, donde la alienación interna va deshumanizando a los personajes, encerrados en una ergástula metafórica como es el espacio abierto y natural de un bosque, un lugar que pone en cautividad sentimientos, secretos, odios y envidias.
Serra deja claro que sabe jugar sus cartas, crear ese ambiente opresivo llevado a la alta montaña. Ya en su inicio planeta esa diatriba matrimonial donde las miradas atraviesan, donde el rencor y el recuerdo de un hecho terrible destruyen el afecto. Serra encadena rápidamente su historia con una táctica que consiste en que los roles protagonistas rompan cualquier empatía con el espectador, guardándose la adjudicación del respeto y la afinidad para más adelante, cuando se descubra que no hay ni buenos ni malos, sino pobres diablos a los que el cansancio y el resentimiento ha hecho mella. Un cansancio asumido por todos sus personajes; en una relación acabada, en un secreto que esconder, en una derrota aceptada, en una muerte anunciada…
‘The Backwoods’ se empapa así del sentido del ‘western’ crepuscular, habitado por hombres sin tierra, familias adulteradas o defectos malsanos ocultos y menospreciados que se contraponen con esa vuelta a los ancestros de Paul, en este caso, al arcano lugar de origen donde uno se siente (y es) extranjero. Una historia de desterrados, de gente solitaria avocada al desarraigo. Personajes, en definitiva, hundidos antes de vivir su historia, como en las grandes tragedias clásicas. En ese orbe malsano, se encuentra la clave del filme, imperando constantemente en su discurso la confrontación de culturas, la eterna dicotomía entre los extranjeros llegados de la ciudad y las costumbres de los agrestes provincianos de campo, del progreso enfrentado a la tradición, que encuentra aquí una visceral expresión de choque, que lleva, consecuentemente, a aflorar de forma implacable la verdadera naturaleza del ser humano, destructiva y violenta, vengativa y sórdida.
La violencia, tan importante en las citadas películas de las que Koldo Serra ha tomado su trasfondo, emerge aquí en su extraña circunstancia de adulteración de la paz paisajística por una hostilidad latente que va ‘in crescendo’ hacia el clímax final, hacia un duelo bajo la lluvia que ha arrastrado víctimas de los errores humanos, de la misma manera en que Gordon M. Williams iba acrecentando el odio insostenible e imparcial de la trama en la novela ‘The Siege of Trencher’s Farm’, aludiendo a la popular frase hispánica en boca de Paco “pagan justos por pecadores”. Las acciones y mentiras obsesivas terminan por deformar la realidad, cristalizando la violencia generada por la venganza, el placer de autosuperación o el simple instinto de superviviencia. Todo ello en un contexto viciado por la ausencia de ley, que invita a reflexionar sobre el comportamiento moral y ético del ser humano.
Para Serra prima más el concepto de la derrota causada por la incomunicación y el fracaso que las propias motivaciones que llevan a los personajes a actuar de la manera en que lo hacen. Simplemente son perdedores frustrados, seres carcomidos por el miedo y la cobardía, por la poquedad moral con la que actúan, gentes que representan óbito de las relaciones humanas. ‘The Backwoods’ es, ante todo, un ‘western’ que bebe de las convenciones y recursos narrativos del género, desmitificando sus códigos a través de su atmósfera rural, de sus cánones temporales, de ese trasfondo de la España Profunda que sigue inmutable en el tiempo. Unas convenciones que confluyen en una mirada innovadora y firme, que sabe ensamblar todos sus elementos con una consistencia que supera, con mucho, el mero ejercicio de sincretismo especulativo. Un drama fronterizo e inaccesible, donde, a la hora de trazar sus retratos, Koldo Serra no ahorra los rasgos menos favorables de los personajes, bien sean principales como, sobre todo, secundarios. Lo que confiere a la acción esa condición de insalubre realidad contaminada por los defectos humanos.
A pesar de los lógicos errores de una ‘opera prima’, aquí apenas imperceptibles dada la perfecta orquestación de imágenes que exhiben el innegable talento narrativo de su autor, esta primera película representa un redaño de creación libre, que lleva consigo un sentimiento constante de escepticismo por lo narrado, enfriando hasta lo gélido los instantes de suspense (el momento de encuentro de Nerea, el intento de violación de Lechón a Lucy, la rendición de Paul ente la fría mirada de Paco, arrodillándose para ser ejecutado o el duelo final de miradas bajo la amenaza de una escopeta apuntando sendas cabezas de los rivales…), siguiendo siempre una digresión entre la creciente intensidad y la lenta progresión que desemboca en la tortuosa incursión hacia la alteridad violenta de un filme sobresaliente.
A pesar de presentarse como un ‘thriller’ y ser, en su fondo, un ‘western’, ‘The Backwoods’ conlleva en su celuloide una actitud voluntariamente lenta, a veces sofocante, cuya densidad es utilizada como metáfora de ese bosque palpitante, donde la violencia se sentirá mucho más intensamente por la calma que va incrementando la sensación de soledad y ahogo de los bosques. Con un tono seco, sobrio y con un tipo de ritmo (a veces desigual), el montaje utilizado por Serra prescinde de una función demostrativa dentro de la acción, porque para él lo importante, dentro del gran oficio demostrado por el joven autor, es conferir a la historia el ritmo necesario, tenue y apagado, que va parejo a la más que notable utilización del sonido, que aporta a ‘The Backwoods’ uno de sus más destacados logros dentro del conjunto de un filme en el que no hay que olvidar la lección fotográfica que vuelve a dar un inspirado Unax Mendía.
Por supuesto, no hay que olvidar la virtuosa destreza con la que Koldo Serra ha mimado la interpretación de los actores dentro de su presentación en el mundo del largo, pues absolutamente todo el ‘casting’ está estupendo; desde las sendas clases magistrales que dan Lluís Homar (hay que incidir en lo impresionante del actor catalán) y el resolutivo Gary Oldman, la frialdad antipática de la dulce Virginie Ledoyen, pasando por la corrección de Paddy Considine y Aitana Sánchez-Gijón hasta llegar a los secundarios que, gracias a lo granado de un guión con algún que otro contrapeso, importan tanto o más que los propios protagonistas. Por eso Jon Ariño, Kandido Uranga, Andrés Gertrudix, Yaiza Esteve, Álex Angulo y el entrañable cameo de Patxi Bisquert resultan inolvidables una vez vista esta película que supone otra muestra de que el riesgo, bien jugado, puede saldarse con una victoria.
‘The Backwoods’ es un impecable fresco a modo de intencional e ilustrativo ‘western’ de tintes crepusculares que supone una lección de violencia, rencores y cobardía, de quebradizas relaciones afectivas y de explosiva introspección al lado oscuro del ser humano. Un tortuoso y hábil periplo hacia el concepto de la derrota causada por la negación y el arrepentimiento, donde las miradas o los gestos son tan destructivas como las armas que provocan la muerte.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2007

martes, 13 de febrero de 2007

Sí, sí, sí...'The Backwoods' ya está aquí

Hay días en los a uno le gustaría compartir las alegrías de tus amigos. Los logros de esa gente cercana que, con esfuerzo y sacrificio, va logrando paulatinamente escalar peldaños hasta llegar a lo más alto. Hay días en los que no se puede participar ni apoyar el mágico instante de las pequeñas glorias ajenas, tan inmensas en lo personal para esos camaradas. Hay días en los que múltiples trabas profesionales o provocadas por la distancia impiden disfrutar del jolgorio colectivo que supone un preestreno de cine, con todo lo que ello implica…
Me he perdido muchos de los mencionados eventos. Pero hoy… no toca.
Esta misma noche estaré en esos actos de reunión pública y amiguetil, en la celebración colectiva de la presentación en sociedad de un filme que, pese haberlo disfrutado ya hace unos meses junto a su creador, ya se ha ganado un hueco en mi corazón por lo osado de la empresa y el resultado final de la misma.
Esta noche se preestrena en Madrid ‘The Backwoods (Bosque de Sombras)’, el debut cinematográfico del genial Koldo Serra. El viernes 16 de febrero, toda España podrá juzgarla en su esperado estreno comercial.
Ya saben ustedes: desde ya, tienen una cita con el buen cine. Aunque, como en todos los casos, habrá gente que discrepe con esta afirmación. Eso sí, para emitir críticas, hay que ir a verla.
El próximo viernes, en este espacio abismal, la review del filme de Koldo.
TRAILER

lunes, 12 de febrero de 2007

Apunte cinematográfico: 'Zwartboek (El libro Negro)'

Desde hace mucho tiempo se hablaba del regreso detrás de las cámaras de Paul Verhoeven tras su dilatado paso por el cine norteamericano, donde ha vivido los éxitos y sinsabores del cine comercial, de culto y de serie B. Su último filme ‘Zwartboek (El libro negro)’, es la testimonial repatriación de un cineasta definido como provocador, visceral, exhibicionista visual, idólatra de la violencia sangrienta y excesivo hasta la médula.
El cineasta holandés, con una carrera salpicada por el énfasis de la alteración genérica, siempre dispuesto a diversificar su estilo en películas inclasificables, por muy exitosas que hayan sido, vuelve con ‘El libro negro’ a sus orígenes, al trabajo con el guionista Gerald Soeteman (con el que firmó algunos de sus mejores trabajos; ‘Delicias turcas’, ‘Eric, oficial de la guerra’ o ‘Los señores del acero’), a la reciedumbre de un autor acostumbrado a retratar una sociedad polarizada, en un entorno histórico o actual, donde las clases sufren una mutación que corrompe la jerarquía social en tortuosos viajes teñidos de sangre y mugre.
La vuelta de Verhoeven al cine holandés, veinte años después, se centra en las tácticas de la Resistencia holandesa para neutralizar el avance de las tropas de Hitler, cuando los judíos eran traicionados y asesinados en el parque de Biesbosch. Para ello, ubica la narración en la sinuosa vida de una indómita mujer que se mueve por adulterados sentimientos de supervivencia y venganza. Se trata de un filme de una fuerza inexpugnable, rodado con una conseguida atmósfera clásica y sin una excesiva y artera preponderancia visual, saltándose a la torera cualquier tipo de conformidad moral establecida.
Verhoeven enarbola así las miserias de la guerra, de las traiciones y el espionaje con el cine bélico, que bebe de una historia de espionaje en un drama asfixiante, donde las víctimas llegan a un punto en que son incapaces de separar la victoria y la venganza. ‘El libro negro’ es la necesaria rotación de un director incombustible que vuelve con ímpetu al cine crítico e histórico, que no ha olvidado ironizar sobre los extremismos políticos que representan la invariable insensatez de los gobiernos a lo largo de la Historia.

viernes, 9 de febrero de 2007

Anna Nicole Smith: Una vida llena de excesos

"Anna Nicole Smith, 39, passed away Thursday at Joe Di Maggio Memorial Hospital in Hollywood, Florida. “Anna Nicole is deceased,” Smith’s attorney Ron Rale confirms to Us Weekly. “We do not know the cause".
Todo en la vida de esta ex conejita de Playboy fue exagerado; sus enormes tetas, sus subidas y bajadas de peso, su aspiraciones, su ingenuidad absurda, sus depresiones, sus escandalos, sus tragedias, su adicción a las drogas, sus desplegables y portadas en las revistas de la prensa rosa…
Siempre quiso ser la nueva Marilyn Monroe, pero fue demasiado chabacana para alcanzar tal honor. Camarera de restaurante perdido en Texas, madre adolescente de un hijo (Daniel Smith) que falleció el pasado septiembre a los veinte años y de una niña que cuenta hoy con apenas 6 meses, Anna Nicole se hizo famosa al ser elegida Playmate del Año por los lectores de la revista Playboy en 1992. Tras ser la imagen de la marca Guess, elegida por Paul Marciano y debutar en el cine con la comedia de Peter Segal ‘Agárralo como puedas 33 y 1/3’, la escultural mujerona rubia, provocadora y excesiva saltó a la palestra de todos los diarios norteamericanos al casarse con el multimillonario J. Howard Marshall II, cuando ella tenía 26 años y él 85. Catorce meses después, pasaría a ser la rica viuda negra y heredera de la fortuna del magnate, lo que desencadenó una batalla legal entre Smith y la familia Marshall que ha pasado a los anales como una de las guerras familiares con más artimañas y juegos sucios que se recuerdan en los USA.
Después de salir indemne de los numerosos juicios, Anna Nicole se creó un propio ‘reality show’ titulado ‘El show de Anna Nicole Smith’, que reflejaba el desmedido y casi ridículo modo de vida de la diva venida a menos. En 2005, se dejó ver borracha en los MTV Video Awards de Sydney y en los últimos tiempos ha vuelto a pasar por el juzgado por no pagar al forense que examinó el cadáver de su hijo. Ayer, la muerte de Smith fue la noticia más importante en Estados Unidos por la amplia cobertura que la prensa dedicó a la ex playmate.
Chica salvaje, sexoadicta compulsiva, obscena bisexual, alcohólica ocasional y toxicómana reincidente, Anna Nicole Smith deja una vida de película, llena de exuberancias y abusos.
Ha muerto una de las musas más recordadas durante mi adolescente frenesí onanístico.
Descanse en paz.

jueves, 8 de febrero de 2007

Review 'Apocalypto'

Salvajismo y antropología tribal
Mel Gibson propone un fascinante viaje a la cultura maya marcado por su desarrollo como trepidante ‘thriller’ de acción, cuya intensidad aumenta progresivamente en un filme de belleza sin adulterar.
Antes de su estreno estadounidense, ‘Apocalypto’, la última y controvertida película del director de ‘Braveheart’ y mito del cine comercial de los 90 Mel Gibson, ya había generado muchísima polémica. Primero, porque ser arrestado por conducir ebrio en una autopista de la costa del Pacífico, en el área de Malibú. Segundo, porque, también bajo los efectos del alcohol, al actor y director se le escapó una diatriba antisemita registrada por los ayudantes del sheriff del condado de Los Ángeles en las que señalaba a los judíos como los responsables de todas las guerras en el mundo. Por último, ante los preestrenos sudamericanos de este último filme, los comentarios orientaban sus críticas hacia un solo punto que la definieron como “sangrienta”, “adulterada” y “parcial”, lo que ha polarizado al público latinoamericano, cuyos habitantes suelen mostrar en algunas ocasiones un naturalizado patriotismo, especialmente cuando los foráneos hablan de su cultura y orígenes. También la extrema violencia de esta producción rodada íntegramente en idioma maya, ha levantado ampollas en países como Italia, centro del catolicismo e hipocresía internacional respecto a la religión y las buenas formas, donde se ha llegado a pedir a la distribuidora Eagle a invitar a las salas cinematográficas a desalentar o desaconsejar la presencia de menores de edad acompañados en las salas donde se proyecte ‘Apocalypto’.
Lejos de toda polémica, el verdadero espíritu de un filme como ‘Apocalypto’ se sitúa en la libertad a la hora de adoptar un material histórico que ningún otro cineasta estaría dispuesto a tratar dentro de una industria adulterada desde sus erróneos preceptos con los que se define el ‘cine de autor’. Gibson, como director, tiene un extraño prurito por las grandes producciones, por emprender colosales rodajes que dan rienda suelta a sus excesos, bien sean argumentales o presupuestarios.
Su empeño en centrarse en una civilización misteriosa y salvaje como la de los Maya y ambientarla como un ‘thriller’ trepidante, cuya intensidad aumenta progresivamente, fruto de la imaginería y de la pura emoción, aportan a Gibson una marginalidad casi homérica dentro del cine comercial actual. Por eso ‘Apocalypto’ es una película que no responde a ninguna independencia externa, una cinta de ‘autor’ que escapa a las pautas preconcebidas por Hollywood, eximiéndole esta actitud de cualquier atadura comercial, desafiando y provocando, infundiendo a su obra un toque romántico de libertad y fascinación.
Partiendo de esos términos, el filme se presenta como una experiencia cinematográfica insólita y extravagante, emplazada en plena decadencia de la cultura Maya, un periodo donde el hambre, las plagas y las incesantes guerras, hicieron que una de las civilizaciones más poderosas de la Época Precolombina se viera avocada al fracaso. En ese sentido, Gibson escarba en los motivos que llevaron a una sociedad de extraordinario poder a la autodestrucción, dejando a la colonización española en un lugar de privilegio ante aquella sociedad devastada. La visión de Gibson no se centra, por tanto, en la perspectiva antropológica de aquel mundo azteca, ya que combina libremente espacios, sucesos y tiempos de forma anacrónica, sino que da preeminencia a su obstinación por narrar una poderosa cinta de acción donde el frenesí y el enardecimiento de sus situaciones límite son capturadas en cada secuencia con una destreza sobresaliente, dejando que fluya en el subfondo de la historia de supervivencia, una representación social que, más allá de creencias o formas de vida antiquísimas, expone en qué medida se priorizan los intereses personales respecto a los colectivos.
Mediante la parquedad de diálogos (en versión original hablado en maya yucateco) y una estética naturalista y selvática fotografiada por Dean Semler, en la imaginería fantástica, aquella que sitúa la creencia por encima de los dogmas, es donde Gibson, junto a Farhad Safinia, ha pretendido narrar su particular visión de la tortuosa odisea de un hombre que se ve arrastrado a un viaje de terror motivado siempre por el amor a su familia, el instinto de supervivencia y el regreso a sus raíces.
Una historia en la que Gibson escapa en todo momento a la disertación existencialista, pero sin olvidar los aspectos biológicos y sociales del pueblo maya, su entorno brutal y salvaje. A pesar de las críticas negativas que apuntan al ensañamiento de la violencia por encima de las virtudes de los pobladores de aquel salvaje contexto, se da por hecho, en el momento en que se observa una sociedad organizada como la que muestra el cineasta, con sus jerarquías sociales (esclavos que excavan en las minas de piedras, comercian en mercados y tienen organigrama político) y su socialización manifiesta, que índoles como las matemáticas, la astronomía y la arquitectura, factores culturales por los que se caracterizó el pueblo maya, se complementaban con su sed de sangre, en una sociedad víctima de sus propias creencias.
De ahí, ese sacerdote en lo alto de una pirámide ofrece a Kuhkulkán el corazón de los prisioneros, mientras otro monje les corta la cabeza arrojándolas escaleras abajo, donde un gentío exaltado la recoge de forma coreográfica para posteriormente clavarla en lo alto de una pértiga. Un atroz ejercicio que simboliza la grafía tribal, donde el sacrificio humano era necesario para el equilibrio del universo que sólo es alcanzado cuando finaliza un eclipse solar sacia la sed de sangre de un pueblo atemorizado por sus dirigentes. Son los peligros de la veneración religiosa llevada al extremo, de la superstición, profundamente arraigada lo largo de la película (desde los rituales para paliar la infecundidad de uno de los protagonistas hasta la aparición de esa niña enferma que lanza un maleficio según pasan los invasores o la demostración de ‘Garra de Jaguar’ de su mimesis animal en el bosque).
El director australiano es un maestro a la hora de sistematizar en imágenes la violencia de una forma naturalista, cercana al dolor físico, capaz de atravesar el sufrimiento a través de la pantalla, como hiciera en ‘Braveheart’ y, sobre todo, en la más que fallida ‘La Pasión de Cristo’. En los filmes del director y actor australiano la violencia (sin escatimar en sangre, brutalidad y vísceras) se manifiesta en esta ocasión en un duelo donde los pueblos, a lo largo de la historia, son capaces de institucionalizar recompensas y puniciones mediante sus entidades políticas, religiosas y sociales, contra las cuales sólo existe la posibilidad proteger la propia vida y lo personal del modo que sea, como desfavorable testimonio de sacrificio e independencia, apelando con fuerza a nuestras vidas contemporáneas.
‘Apocalypto’ es una fábula visceral, de abrupta provocación y dolorosa belleza que aboga por el desagradable (pero poético) impresionismo de una acción que ofrece, de forma clara y explícita, la crueldad y falta de moral que imperaba en tiempos de relevo de civilizaciones, cuando la feroz decadencia humana se alimentaba de una y era sustituía por otra. Donde todo final es asimismo un nuevo comienzo no por ello mejor.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2007

miércoles, 7 de febrero de 2007

Indy IV: Ya hay fecha de estreno

Vayamos marcando nuestros calendarios y nuestras agendas. Ése será el día en que desempolvemos la nostalgia. El día en que el cine del S. XXI vuelva a los 80. El día que todos los que creemos en los mitos nos dejaremos llevar por el subjetivo ensueño de un personaje que nos ha marcado...

Viggo Vs. Pedro

"La verdad es que me cuesta entender como un director con tanto talento y más premios ganados que Buñuel como es Almodóvar pueda consistentemente faltarle respeto a la Academia y al público español, que tanto cariño y reconocimiento le han dado a través de los años. En vez de volver ha elegido la mala educación. Los que tuvimos la suerte de poder y querer ir lo pasamos muy bien. Espero que Pedro, gran veterano internacional de tales ceremonias, también lo haya pasado bien en su fiesta privada, y que le haya complacido su más reciente triunfo".
Fragmento de la carta de Viggo Mortensen publicada en Percebal Press
Fuente: El País.

martes, 6 de febrero de 2007

FITUR y los que dominan el mundo

La semana pasada pude asistir, en calidad de visitante profesional, a la 27ª Feria Internacional de Turismo de Madrid (Fitur), uno de esos artilugios propagandísticos dentro de un medio tan arraigado a la economía mundial como es el turismo.
Estudiando la situación como visitante primerizo me llamó poderosamente la atención de qué manera funciona este magno acontecimiento. Si uno se fija bien, existen dos clases de personas que pueblan con Fitur los dos días dedicados al profesional; primero, están aquellos que van a trabajar, a dar el callo y a sudar con su esfuerzo y sacrificio, buscando una recompensa en forma de dinero extra que apoye sus humildes capitales domésticos. Todos los elementos humanos necesarios para que funcione como un engranaje de relojería. Paradójicamente, son las personas que poco o nada tienen que ver con el sector. Es decir, los operarios que montan los miles de ‘stands’, electricistas y técnicos, gente del servicio de limpieza, azafatas, modelos, agentes del orden público, de seguridad, los que reparten publicidad, cocineros, camareros… Es decir, esa multitud que da vida a la masiva logia turística internacional.
Luego existe el fenómeno que más llama la atención; todos esos hombres y mujeres que dominan el mundo, los directivos, los jefes de ventas, los comerciales, los sénecas del oficio… curtidos en mil batallas, habituados a dar mucho dinero a sus empresas y mover con cognición los hilos convenientes en el momento oportuno. Al fin y al cabo, son una fauna a estudiar. Al fondo de cada pabellón, estos dirigentes ríen a carcajadas, comen jamón, beben en cantidades similares a las de un ‘hooligang’ antes y después de un partido de Inglaterra, se funden en toda clase de abrazos institucionales y viven al máximo (y desde primera hora) toda clase de fiestas en ‘petit comitè’, donde no faltan lujosos canapés, ni excesos varios y que, a buen seguro (dado la sensible reducción de personas en su segundo y tercer día), acaban el día con salidas nocturnas, infidelidades matrimoniales y amaneceres faroleros.
Sin embargo, todas esas fiestas no son más que la excusa ideal y perfecta para cerrar negocios, para que patronatos y empresarios conciban nuevas concepciones y estrategias que reporten los acariciados beneficios corporativos. Así funciona el mundo. Mientras los dóciles empleados más humildes de estas empresas se aplican con esfuerzo en las maratonianas jornadas de la feria con la única finalidad de hacer relaciones públicas, otros, en la sombra del poder, se autocomplacen, divierten y sobrecargan su colesterol rubricando posibles negocios, consolidando así la imagen corporativa en una de las muestras turísticas más importes del mundo. Por supuesto, las inversiones en estas ferias se saldarán con cuantiosos éxitos por encima de los costes que genera montar un ‘stand’. Eso sí, no hay que olvidar que el contacto humano es y será parte importante del negocio y, sin duda, Fitur concentra muchas oportunidades por metro cuadrado.
Existe un tercer grupúsculo, aquellos que, incluso con su maleta en mano y cargados con bolsas de publicidad, excavan hasta el más recóndito rincón de Fitur para hacerse con todo tipo de souvenirs de la Feria. Ajenos al ajetreo empresarial, su propósito es llenar estas bolsas de recuerdos, de pasar un día en una feria de muestras; que si caramelos, que si llaveros, que si apilo unos cientos de catálogos, que si una camiseta, que si puedo arrimarme a ver si cae algún pincho de jamón o un vaso de finito… Si es gratis, consumible o en forma de regalo, ahí es donde se apiña un considerable número de personas, esperando su oportunidad, sintiéndose parte de este gran circo internacional donde el turismo es fundamental. En cualquier caso, ellos mismos representan a esos visitantes que peregrinan, que viajan a lugares del mundo, aunque sea a un mastodóntico recinto donde 170 países y regiones están presentes. Así, Fitur congrega a 149.791 profesionales exhibiendo, 63.389 profesionales visitando, 11.419 periodistas siguiendo las novedades, un total de 81.402 expositores y casi 100.000 visitantes no profesionales. Total: 246.212 participantes en esta gigantesca maquinaria de promoción y negocio.

lunes, 5 de febrero de 2007

Scorsese, cada día más cerca

Este pasado fin de semana Martin Scorsese ganaba por su filme ‘The Departed’ uno de los premios más importantes en cuanto a recompensa de un director de cine en Hollwyood. Nada menos que el reconocimiento de sus propios compañeros de profesión, el ‘Directors Guild of America’, un galardón que vaticina (aunque no siempre con precisión) quién puede ser el máximo candidato a llevarse el Oscar de ese año. Puede que sea la oportunidad del gran maestro para ganar una de estas estatuillas. Sería un acto simbólico, pues al bueno de Marty no le hace falta tal prestigio de cara a la galería para ser reconocido como uno de los grandes directores clásicos de la Historia del Cine, que ya ha demostrado su calidad de preceptor con estilo propio dentro de la industria.
A Scorsese se le achaca que, durante los últimos años, haya ido descaradamente a por el Oscar. Algo que no es más que una superchería del falso erudito que añora la antigua filmografía del director italoamericano. Scorsese, en esta última etapa de su carrera, ha demostrado sus dotes como cineasta todoterreno, capaz de apuntalar depurados ejercicios de estilo y absoluta pericia, entre el clasicismo, el riesgo y la modernidad. Un hecho que le convierte en uno de los directores más imprevisibles del cine moderno ante sus siempre anunciados puntos de inflexión en una filmografía trufada de importantes obras que han ido adquiriendo su trascendencia a través de los años, incluidas aquellas despreciadas por ciertos sectores críticos, que han menospreciado cintas como ‘Al Límite’, ‘Gangs of New York’ o ‘El Aviador’. Y es que este año parece, si nada lo remedia, el que definitivamente podría dejar a Scorsese el Oscar que tanto anhela y merece por un filme, ‘The Departed’, que exuda esa directa inmediatez que provoca la sensación constante de disposición con la que el público se reubica en las continuas rotaciones de una narración espontánea y perceptiva.
Por supuesto siempre existe el escepticismo que hace romper las expectativas positivas, ya que se sabe que esto de los Oscar, desde tiempos inmemoriales, es un simple escaparate tan vacuo como absurdo. Si no, que se lo digan a Aldred Hitchcock, Orson Welles o Stanley Kubrick, genios reconocidos que no gozaron de la simpatía de la Academia de Hollywood y jamás ganaron un Oscar ¿Scorsese seguirá el mismo camino o ‘The Departed’ romperá el maleficio? La respuesta, la noche del 25 de febrero.