sábado, 22 de octubre de 2005

'Lemmy contra Alphaville': Exégesis romántica de la Ciencia Ficción

El detective creado por Peter Cheney, Lemmy Caution, trabaja como agente 003 de los Países Exteriores haciéndose pasar por reportero del periódico Figaro Pravda. Lo que más le gusta en este mundo, son las bellas mujeres y el oro. Caution tiene un nuevo cometido: llegar a Alphaville, una ciudad nocturna y silenciosa, una capital de otra galaxia, futurista y lacónica para realizar una importante y peligrosa misión: acabar con el villano de turno, Alpha 60.
Alpha 60 es un superordenador anticipación de HAL 9000 que se comunica con los ciudadanos mediante una tremebunda voz, sumiendo en el miedo a toda una sociedad de humanos que viven bajo su yugo dictatorial. Los ciudadanos están acojonados, llevan un número grabado en el cuello y los espacios donde se mueven son tan gélidos que apenas hay comunicación. El agente Caution llega a Alaphaville con la intención de atrapar al ‘Mad’ Doctor Nosferatu para llegar así hasta Alpha 60.
La iconografía del género de ciencia ficción poco habla de esta película de Jean Luc-Godard. En ‘Lemmy contra Alphaville’, el realizador galo expresa el futuro con una terminante simplicidad, sin recurrir a efectos especiales ni ficticias simulaciones estéticas. Le basta con mostrar Paris desde discordantes perspectivas, con fosforecidos trenes bajo la noche, mostrando a una sociedad que habla hieráticamente a través de pequeñas pantallas. Nada nuevo que destacar al respeto, pero sí cuando Godard confronta algunos códigos comunes universales, como la negación para afirmar y la aserción para refutar. Una ilógica que sigue constante en una película apasionante y extraña como pocas.
Tan extraña como romántica en su sentido de la regeneración argumental del género, ‘Lemmy contra Alphaville’, contiene un sentido lírico algo melindroso y arrogante, debido a ese deliberado esquema donde predomina lo bello, donde florece con fuerza el idealismo pasional dentro de un mundo glacial y hostil. A Godard más que importarle la ficción narrativa protagonizada por Lemmy Caution y el dúo malévolo Alpha 60 y Nosferatu, ahonda en la historia de amor y magisterio que se establece entre el agente y la hija de Nosferatu, Natacha, a la que alecciona sobre conceptos tan improcedentes en la ciencia ficción como son el amor y los sentimientos. Hermosa confección de una inolvidable antiutopía de un exótico clasicismo en ‘Lemmy contra Alphaville’ cabe destacar también las estimulantes presencias de Eddie Constantine, Anna Karina, Akin Tamiroff y uno de los fetiches de la mejor época de Jess Franco, el ínclito Howard Vernon.

Muere "Porky" McFarland

Cuando volví a ver recientemente aquel mítico espacio generacional, ‘La Bola de Cristal’, todo me pareció caduco, pasado de moda, enmohecido por el tiempo. Paradójicamente, hubo dos series que siguieron despertando mi entusiasmo y ambas databan de varias décadas atrás. Me refiero, a ‘The Munster’, por supuesto, pero sobre todo a ‘The Little Rascals’.
No sé si recordaréis a "Porky", el rechoncho hermano pequeño de Spanky McFarland, un minúsculo especialista en perderse y meter a la pandilla liderada por su hermano y Alfalfa en numerosos problemas.
El actor que le daba vida en la pequeña pantalla Eugene “Gordon” Lee murió la semana pasada por un cáncer de pulmón. Lee hizo dio vida al pequeño Porky en los cortometrajes de ‘Our Gang (La pandilla)’, con sus perennes pantalones cortos y su enorme cabeza a lo largo los años 1930. Después, su carrera infantil se perpetuaría con este personaje en los más de 40 episodios que compusieron la serie ‘The little rascals’. Tras la fama, Lee Gordon no volvió a trabajar en televisión o cine.

viernes, 21 de octubre de 2005

¿Se desinfla Buenafuente?

No cuaja, no aprovecha las oportunidades únicas que se le ofrecen y Buenafuente empieza a cansar, a porfiar en un humor que se ha ido tornando con el paso del tiempo en insustancial, partidariamente ideológico e incluso, por momentos, algo tedioso. Poco ha durado la fascinación novedosa de un ‘show-man’ que se las prometía muy felices con la retirada de su máximo rival. La marcha de ‘Crónicas Marcianas’ dejaba vía libre para el rotundo éxito de ‘Buenafuente’. Pero no está siendo así. Lidera algunas franjas horarias de la noche, pero su ‘late-show’ está desinflándose paulatinamente. La austera estructura de un programa inmutable, que ofrece una y otra vez lo mismo, inalterable en su contenido y nula tentativa de innovación han hecho que el presentador catalán y su programa vayan perdiendo adictos e interés. Una fórmula que ha funcionado durante un periodo de tiempo demasiado corto.
Ya lo decía el otro día Ferran Monegal en El Periódico señalando la ineficaz deficiencia del bueno de Andreu a la hora de entrevistar a una estrella de Hollywood tan rutilante como Jodie Foster, dejando claro que, aunque buen humorista y ocasionalmente excepcional comunicador, a Buenafuente le falta ese “algo” que trascienda, esa magia que llene la pantalla, ese carisma que se ha ido desvaneciendo en un breve lapso de tiempo. Para Buenafuente es divertido apelar a un personaje tan abominable como Palomino, luciendo en su rostro la máscara de Hannibal Lecter o jugar al despiste con el ingenio de Santi Millán, en una descarada maniobra de escamoteo debido a la ausencia de ideas. Señalaba Monegal que tal vez esto se deba a las imposiciones de los agentes de prensa que rodean a este tipo de estrellas, que coartan, en cierto modo, a los presentadores para que se centren en promocionar su última película (en este caso, ‘Flightplan’). Pero no es disculpable.
¿Por qué? Porque tan sólo unos días después, Andréu tenía ante sí a Isabel Coixet, Tim Robbins y Sarah Polley. Y volvió a pasar lo mismo, ya que tampoco fraguó una buena entrevista. Todo lo contrario. Fue deplorable. La Coixet, desalentada por las nimias preguntas un tanto imprecisas del presentador sobre la última película de la directora, ‘La vida secreta de las palabras’, mostró la innumerable cantidad de estúpidos ‘tics’ que ha ido adquiriendo desde que hiciera el ridículo en los pasados Goya, intentando salir del trance (no se le ve a gusto delante de una cámara) como bien podía. Coixet es una excepcional directora, pero de cara al público deja bastante que desear.
Buenafuente, inoperante, sólo se limitó a decir lo guapa que estaba una Sarah Polley descolocada ante la ineficacia del ‘show-man’, más pendiente sonsacarle a Robbins su archiconocido activismo político cuando previamente le espetó “estará cansado de que se le pregunte por su posicionamiento político...” y terminar con una voz en off con la rimbombante imitación que hace de De Niro casi sin querer. Muy mal, Buenafuente. Muy mal. Una entrevista insípida que pone de manifiesto no sólo que Buenafuente ha bajado su nivel como profesional, también que su tono y humor no fluidifica. Ha dejado de hacer gracia.
Tan sólo Buenafuente parece tener un apoyo salvador en Jose Corbacho, el gran genio de El Terrat. Lástima que sea en la sección de ‘La Venda’, otro bloque prematuramente caduco, al igual que el anfetamínico ‘Neng’ y su reiterativa letanía de frase monomaníaca.
¿Esperamos a ver qué hace Pepe Navarro?

jueves, 20 de octubre de 2005

‘Boob Earmuffs’

Baron Bob es un tipo que se aburre. Pero no se aburre de una forma estereotipada. No. Baron Bob es un tipo que se aburre mucho. Pero mucho, mucho.
Baron Bob es también un fulano al que (como a muchos de nosotros) le vuelven loco las tetas.
Baron Bob ha creado los ‘Boob Earmuffs’, unos cascos auriculares con forma de pechos femeninos.
Pero no sólo eso.
Baron Bob ha tenido la brillante idea de fabricar una campanilla de recepción con un pezón que suena con sólo pulsarlo.
Ay… Baron Bob.

Esencia de cómic

Superhéroes cotidianos
Shyamalan profundizó en el vértice más oscuro de la vida supeheróica con un inigualable guión y un estilo lírico como ofrenda al mundo del cómic
Decía Alan Moore, tomando las palabras del maestro Stan Lee, que el héroe de cómic encuentra siempre su grandeza en la cotidianidad en la que se circunscriben sus actos y en la vida ordinaria que suele llevar cuando no es un semidiós incorruptible (en este caso ‘irrompible’ –en su título original-). M. Night Shyamalan recogió en su mejor película una obra bordada con la sutilidad poética y gélida que caracterizó su gran ‘El Sexto Sentido’ y que después desarrollaría en la más fallida ‘Señales’ y en la portentosa y poco comprendida ‘El Bosque’.
Perfectamente exacta, sin fisuras formales o argumentales, y reforzada con la dirección de un compositor de sentimientos enfrentados como es Shyamalan, ‘El protegido’ abarcó el reverso más angustiante y profundo de aquellos seres sesgados por elementos paranormales que cercenan su vida diaria. Narrada desde una concepción temática doliente y aflictiva, el cineasta de origen hindú envolvió su esta extraña odisea ‘fantastiquè’ en el mundo editorial del cómic, absorbiendo el espíritu que hizo grande a la ‘DC Cómics’ y su visión de la existencia como una filosofía vital plasmada en viñetas. Como en el génesis de un arte privilegiado e insondable, delimitado aquí a un ámbito cercano y puro, Shyamalan regresó, a su particular perspectiva de lo oscuro, del enigma sobrenatural que convive con el hombre.
Desplegando, poco a poco, con una quietud imperceptible y un tratamiento impecable, sus disquisiciones acerca de la muerte, el amor, la soledad, la incomunicación y el sentido de nuestro propio destino toman trascendencia sin renunciar en ningún momento al gran calibre comercial de la obra, perfeccionando su idiosincrasia, dotando al filme con una atmósfera inquietante, enigmática y fría en la que la actitud ascética de sus personajes dejan ver un fondo intencional que hacen de su guión sin fisuras el mayor logro de ‘El protegido’. La increíble historia de David Dunn, el único superviviente de una terrible catástrofe ferroviaria en el que han muerto más de un centenar de personas y del que han salido totalmente ileso lleva al espectador a una hermosa historia paterno-filial que descompone, con trazos sensibles y fugaces, la esperanza de todo niño que ve a su padre como un titán, como ídolo al que admirar.
Mediante el juego llevado hacia la dicotomía final y sorprendente, Shyamalan expone en esta cinta, sin ardides y con una honestidad aplastante, la verdadera síntesis de la magnificencia del Noveno Arte. Como si hubiera seguido los patrones impuestos por Jerry Siegel, autor del que, sin duda, ha bebido el joven realizador al darle forma al superhéroe de la película. Una especie de facsímil y fusión de personajes como ‘Espectro’ y ‘Grendel’. La poesía lírica y calmada imbuye a un personaje atormentado que acaba enfrentándose a sus miedos y, en último término, a él mismo y a sus problemas. Algo que ya sucedía, en cierta forma en la inolvidable ‘El Sexto Sentido’.
La sencillez con la que el héroe encuentra su particular poder y acepta su condición (maravillosa la secuencia en la que Willis lleva en brazos a Wright Penn), su catarsis ante una vida perfecta insatisfecha, sirve nuevamente para un sólido encuentro con lo misterioso, con lo legendario, con una disgregación entre el Bien y el Mal que se acentúa con la virtuosidad escénica con la que Shyamalan logró traspasar la frontera del enigma, la melancolía de sus propios objetivos, arrastrando a un Bruce Willis hacia cauces interpretativos innatos que, aunque nadie pudo ver hasta ‘El Sexto Sentido’, fluyeron entonces en las venas de uno de los mejores actores del cine contemporáneo. ‘El protegido’, además de solidificar una realidad esperanzadora del cine comercial norteamericano, deja patente la facilidad con la que Shyamalan sabe bucear en los bellos y desolados mares de lo eterno.

miércoles, 19 de octubre de 2005

Un mito televisivo

Aquélla legendaria sintonía que abría y cerraba la serie. Aquélla maronieta que tanto me aterró cuando yo era sólo un infante aficionado a todo lo que oliera a catódico, sin importarme los rombos. Aquél padre divertidamente loco y estrafalario. Un personaje gay entrañable llamado Jodie Dallas. Un mayordomo negro.
Cinismo y humor corrosivo.
Dos familias, los Campbell y los Tate, que nunca olvidaré.
Qué recuerdos.

martes, 18 de octubre de 2005

Recordando a Jennifer Jones

Algunas de las escenas de amor de ‘Duelo al sol’, la cinta que David O. Selznick produjo como capricho para fomentar la carrera de Jennifer Jones, siguen subsistiendo como arquetipos de adventicia intensidad dentro de los fastos cinematográficos. A pesar de tratarse de una película de productor, el gran King Vidor logró implantar su especial sentido del romanticismo, con la aspereza de un odio convertido en pasión y llevado hasta las últimas consecuencias. Por supuesto, se trata de ese final en el que la Jones y Gregory Peck se baten a duelo para morir finalmente besándose bajo el rojizo légamo que provoca una hermosa y lacónica lluvia que cierra la película.
Nacida como Phillys Isley, Jennifer Jones le debe su fama a David O. Selznick, que se fijó en ella y la publicitó hasta lanzarla con ‘La canción de Bernadette’, de Henry King. No se equivocaría, ya que ‘Pigmalión’, le otorgaría un Oscar por su interpretación en este largometraje. Jones supo utilizar ese duro temperamento de una actriz imperfecta que desprendía un cierto halo de arrogancia y misterio, de pasión convulsa bajo una cautivadora mirada de hielo. ‘Cluny Brown’, de Ernst Lubitsch, ‘Corazón Salvaje’, de Michael Powell y Emeric Pressburger o ‘Madame Bovary’, de Vicent Minnelli la hicieron inmortal. ‘El coloso en llamas’, de John Guillermin fue su última película hasta el momento.
La razón de este ‘post’ ha sido este link sobre la actriz.
Y espero no ser gafe, ya que Jones tiene ahora 86 años y está delicada de salud. Así que sirva este post como homenaje.

Nostalgia ochentera (Juegos Míticos)

Cuando la nostalgia hostiga con su inexorable amonestación del paso del tiempo, me recuerda la mejor época de mi vida. Un tiempo de dos dígitos que aparecen remarcados en mi memoria: 80, la mítica y dorada década que marcó a una generación de ‘freaks’ que añoramos aquellos convulsos días con los que España cambió hacia un rumbo que todos creíamos renovador y moderno.
Más allá de mis recuerdos, de la primera vez que le vi las bragas a una chica, de los juegos e historias con mis Madelman, de los bocadillos de Nocilla mientras veía ‘Barrio Sésamo’, ‘Un mudo para ellos’, ‘La Isla de la Fantasia’, ‘Mork y Mindy’, de mis primeros arrebatos periodísticos promovidos por mi fascinación por ‘Lou Grant’, de los cómics de la Marvel, de Tintín del ‘Durango’ de Yves Swolfs, de todas las películas de Amblin, del cine que me ha formado como persona, de Alaska y ‘La bola de Cristal’, de Iron Maiden, de Obus y Barón Rojo, del asesinato de John Lennon, de Narajanjito y el mundial de España 82, del ‘Back in back’, de AC-DC, de tantas y tantas cosas que irán saliendo aquí en este nostálgico Abismo. Más allá de todo esto, se inmortalizan aquellos incipientes recuerdos de los espacios de ocio consagrados a los juegos que iban saliendo como revolucionario pasatiempo novedoso.
Se trataba de los primeros videojuegos, la prehistoria de la modernidad tecnológica del ocio. Aún no sabíamos qué era eso de la pluralidad de los sistemas de reproducción audiovisual, la multiplicidad de acción, el arcade en primera persona, el 3D. Casi no había interactividad. Hemos evolucionado y estamos en plena fase de aprendizaje para lo que nos viene. Pero siempre hay hueco para el recuerdo entristecido de aquello que consideramos un buen día la gran novedad.
Esta tarde la he perdido jugando al Pac-Man, al Space Invaders, al Don Key Kong, e incluso al arcaico ping-pong absurdo que da pena ver hasta qué punto llegaba lo labriego del juego. Incluso he vuelto a desafiar a Simon, después de décadas apartado de mi vida.
Los 80, en definitiva, me marcaron para siempre. Aquí está la efímera puerta al pasado.

lunes, 17 de octubre de 2005

El día del Mega

Pues esta tarde me he sorprendido cuando he descubierto que los desmañados e ineptos amigos de Timofónica han tenido a bien ofrendarme con 1 mega de velocidad. Velocidad que, en los tiempos de competencia que corren, se me antoja insuficiente.
Al menos, la intensificación de banda se deja notar. La desilusión ha llegado cuando, pasadas unas horas, me he familiarizado a este incremento y ahora me parece que va igual que hace unos días. Suele pasar, el ‘feed back’ ha sido positivo. A disfrutar de este pequeño ascenso de celeridad internauta.

Justicia en Sitges 2005

La gran ganadora de la edición de este año ha sido 'Hard Candy', de David Slade que ha recibido los galardones a la Mejor Película, al Mejor Guión y el Gran Premio del público a la mejor película. Sin duda, la mejor película a competición que se ha visto en este apático festival.
El palmarés completo aquí.