jueves, 23 de junio de 2005

Gran número de 'Dirigido'

Es una gozada levantarse por la mañana con resaca, totalmente destilado por el sudor que se pierden en estas noches de verano inextinguibles, darse una ducha de agua bien fría, desayunar un zumo de naranja helado, un par de huevos y bacon, bajar a comprar y descubrir que ya está en tu kiosko el último número de ‘Dirigido por…’, incluyendo algunos de los reportajes y críticas más interesantes de los futuros estrenos veraniegos.
La revista de lectura obligatoria presidida por Ángel Fabregat contiene, además de una extensa crítica (minada de ‘spoilers’) de ‘Sin City’ un dossier especial de ‘Superhéroes del cómic al cine’, con la genealogía y desgloses de cintas que han pasado de ser papel de cómic a celuloide, una moda infecciosa vista la poca capacidad de generar nuevos guiones que tiene Hollywood.
A su vez podemos leer las críticas de ‘Sexoadictos’, ‘Kung Fusión’, ‘La dama de honor’, ‘Star Wars. Episodio III’ y ‘Gerry’, entre muchas otras, así como un repaso a esas dos obras maestras de nuestro cine que son ‘El pisito’ y ‘El cochecito’, ambas de Marco Ferreri con guión deRafael Azcona. También se hace un pequeño repaso al ‘Don Quijote’ de Past, pero sin duda alguna destaca en la revista el merecido homenaje que rinden a ese gran señor del terror que es Mario Bava, uno de los cineastas italianos más personales que confinó su perspectiva a un potente barroquismo crepuscular dotado para la narración visual con más capacidades que muchos de sus congéneres más reconocidos.

miércoles, 22 de junio de 2005

¡Qué calor!

Ha llegado el verano, el sofocante calentamiento de cualquier resquicio físico y mental, sin modo de frenarlo. Ha llegado ese calor resbaladizo que impregna y destruye cualquier iniciativa de acción o dinamismo. Pura divagación. El verano me mata, amigos.
Esta tarde, cuando he ido a buscar un billete de tren para Madrid (este fin de semana saldré del Abismo a reencontrarme con el mundo real, el de un rodaje cinematográfico a cargo de Mikel Alvariño, que se pone tras las cámaras tras muchos años de ausencia) he experimentado una de las situaciones más ridículas que recuerde en mucho tiempo. La estación de Salamanca, edificada en una estructura arquitectónica impresionante, está reconvertida a su vez en un centro comercial. Esta ventaja tiene algunos provechos, el principal, son las siete salas mejor acondicionadas de la ciudad, los cines Premiere Megaplex, donde se ubica la sala de proyección más grande de la provincia (274 localidades).
“¿Y para qué me cuenta este demente todo esto?”, os preguntaréis. También es verdad, pero ya que estoy, prosigo...
Hoy he descubierto una estúpida sensación de fruición ambiental, la que se siente ante las puertas automáticas de un centro comercial en el mismo instante en que se abren. En ese momento en se franquea el umbral y se nota el radical cambio de temperatura que provoca el paso de la canícula al intenso frío procedente del aire acondicionado. Ah… qué efímera felicidad transmite ése golpe de aire frío, qué deleite más pusilánime, qué pequeños momentos de la vida.
Tanto es así que he entrado y salido varias veces para comprobar este zafral efecto adictivo (y no sé yo si nocivo) como una cobaya en busca de su hedonista recompensa. Estaba disfrutando como un crío, regocijándome de modo impulsivo, saliendo y entrando. Hasta que me he dado cuenta de la amenazante presencia de un guarda de seguridad que ha lanzado su animadversión visual hacia mí. Inmediatamente, he disimulado con torpeza, fingiendo haber olvidado algo, rebuscando en mis bolsillos y saliendo del recinto con gesto adusto y amenazador, por si alguien había advertido mi infantil juego.
Por cierto, que he aprovechado mi paso por el centro para comprar la entrada de ‘The War of the Worlds’. Cuando la chica me ha preguntado qué fila quería y he seleccionado mi butaca habitual, me he sentido un ‘freak’ al descubrir que a una semana de su estreno éramos muy pocos los que nos habíamos acercado a la taquilla para obtener nuestro ticket anticipado.
En fin, una historia sin enjundia. Lo sé.
Os contaría algo más interesante. Pero vivo en el ostracismo del día a día, carcomido por la cotidianidad. Qué se le va a hacer. De hecho, hace nada estaba ultimando la crítica de ‘Batman Begins’, pero el aplomo se ha apoderado de mí y he desistido, damnificado por el ahogo encontrado en este maldito bochorno.
Mañana será otro día, que dicen los perezosos.
Me voy a tomar unas cervezas bien frías.

Sube la marea en la programación veraniega 2005

Después de haber estrenado la serie sin previo aviso, cambiándola de semana para emitirla tras la final de Roland Garros conseguida por Rafael Nadal, tras de un vaivén de horas en las que hemos tenido que soportar inacabables resúmenes que han tenido como único propósito inflar el horario de parrilla para favorecer sus intereses televisivos, la Primera de TVE, la televisión de todos pero de unos pocos, traslada ‘Lost’ a la noche de los jueves, en horario de máxima audiencia (‘prime time’ para los entendidos).
Este cambio se producirá a partir del jueves 30, coincidiendo con el estreno de 'Operación triunfo' en Telecinco, para hacer así competencia al cansino programa de futuras y paupérrimas estrellitas de la música pábulo del fracaso a corto plazo.
Por momentos ha habido tensión entre los que (como es mi caso) son adictos a la magnífica ‘24’, la mejor serie que ha pasado en mucho tiempo por la pequeña pantalla, debido a que también comparte día de emisión con ‘Lost’.
Pero lo que parecía una nefasta desventura ha confabulado los elementos sobrenaturales para que las noches del jueves pasen a ser la panacea para los fans de ambas series, un erial de diversión y emoción asegurada en una extraña providencia divina. Eso sí, temporal, porque en breve las dos series coincidirán en horario y número de capítulos.
De momento, si no lo cambian a capricho de mejores intereses (algo bastante factible), los jueves quedarán establecidos con la siguiente carambola:
- A las 22:00 en La Primera, Un nuevo episodio de ‘Lost’ (que sigue en programación con otro de ‘Al filo de la ley’ hasta que termine su temporada, lo que concedería un doble capítulo ‘Lost’).
- A las 23:00 en Antena 3, la cuarta temporada de ‘24’ (precedido de la exitosa ‘Sin rastro’ que cuando termine dejará dos raciones de ‘24’).
Y después, en La 2, ‘Días de cine’.
Eso sí, siempre que respeten los horarios, porque hablando de televisión es un hecho muy improbable.
¿Alguien da más? ¿Quién quiere ver 'Operación Triunfo'?

Máscaras: los rostros camuflados del cine

Ocultos tras el antifaz
“Es la mirada que no mira y mira” aseguraba Octavio Paz haciendo alusión a las máscaras. La máscara como símbolo cultural, la ocultación de la identidad mediante otra representación del otro ‘yo’ de la misma persona, ha sido usada desde los tiempos más remotos. La máscara permite asumir otra fisonomía, una diferente de la propia, la máscara oculta y devela al mismo tiempo, encadenando pasado y presente, como extraños eslabones dentro de la composición de las culturas y sus mitos.
El antifaz es un eufemismo ambiguo de la dualidad humana que se enlaza con aquellos ritos que permiten ocultar incógnitas personales, atemorizar, impartir justicia, enmascarar venganzas y, metafóricamente, como fondo común, el hecho de manipular mediante la apariencia, que es la máscara más habitual vista en la actualidad: la de los insidiosos políticos que se reparten el poder a lo largo y ancho del planeta. La máscara disfraza la identidad de quien la usa, un fascinante objeto que, ensamblado con el rostro, se adhiere hipnóticamente a los deseos escapistas con cierto halo artístico, el del encantamiento que provoca una libertad impune a las utopías e ilusiones hipodérmicas. Un valor de metamorfosis temporal que a veces es ineludible debido a malformaciones faciales.
Recientemente hemos podido asistir en ‘Star Wars. Episodio III’ a la transformación de un joven ambicioso llamado Anakin Skywalker, convertido en el tenebroso Darth Vader, uno de los iconos cinematográficos más importantes de la Historia del Cine. Como el Mago de Oz, como Orson Welles tras su impostura de voz para amedrentar al mundo con ‘La Guerra de los Mundos’, el primer paso para llegar a lograr una desbordada respetabilidad y el miedo de los semejantes es utilizar un efecto de ópera proveído de críptico esoterismo a medio camino entre un Pantocrátor y el rostro de un ídolo multicultural. El gran villano creado por George Lucas, inmortalizado en señorial efigie, metálica y umbría, escondía tras su maldad imperial un padre de familia deseoso de eximirse de sus pecados. Y es que detrás de toda máscara hay una vida, un ser humano que merece la pena ser descubierto.
Es uno de los numerosos ejemplos que habitan en los fastos cinematográficos en una galería imposible de referir y que evoluciona a través del cine según la cultura, la época, el pueblo, la espiritualidad, el significado y procedencia de su utilización. Cierto es que en el caso de Vader la máscara (un casco oscuro) le escuda de sus terribles heridas, como también la utilizaron por el mismo motivo personajes como Eric en ‘El fantasma de la ópera’, Christiane Genssier en ‘Ojos sin rostro’, el lacónico ‘Darkman’ o recientemente Edward Norton dando vida al Rey Balduíno IV en ‘El Reino de los Cielos’.
Todos ellos víctimas de un vaporoso aislamiento tras una careta que esconde la monstruosidad devenida en desfiguración de sus rostros. Sin embargo, también existe ese gambox terrorífico para esconder los más bajos instintos que suelen incorporar los temibles asesinos de identidad oculta, que utilizan su anonimato para perpetrar los crímenes más sanguinolentos y macabros. ‘Psycho-killers’, en definitiva, como Michael Myers, Jason Vorhees, Leatherface o el más reciente Ghostface, iracundas bestias humanas protegidas por una máscara que les ha otorgado una condición sobrehumana, de atroces monstruos sin entrañas.
En contraposición a esta apariencia prestidigitadora para sembrar el mal con los crímenes como sangriento pasatiempo, existe la fórmula antitética de la máscara, la del superhéroe, tan popularizada en el cine actual debido a la inagotable fuente de las adaptaciones cinematográficas de cómics. Desde el Batman que triunfa ahora mismo en la cartelera (o sus predecesores) hasta Spiderman, como dos de los ejemplos definitorios y verosímiles del ‘dramatis personae’ que denotan con sus trajes o disfraces que ocultan a su vez el cambio de identidad, insoslayable y transmutada, para romper con el estado de insatisfacción interior y propugnar así una lucha contra el mal, pasando por los mitos de una cultura tan nigromántica como la mexicana, donde encontramos a los localistas Santo Enmascarado de Plata y Blue Demon, hasta llegar a ‘La sombra’, ‘La Máscara’, ‘Las tortugas ninja’, ‘Daredevil’, ‘Catwoman’ o la familia de ‘Los Increíbles’, todos han recurrido al antifaz para llevar una doble vida.
Son sólo algunos ejemplos de películas de superhéroes en las que también, por oposición, los villanos aportan con su máscara un toque de confrontación de dualidades, significados en el Joker, ‘El Duende Verde’, Jonathan ‘El Espantapájaros’ Crane o el entrañable Síndrome, perversos antagonistas que bajo su mordaz máscara esconden un perdedor con ganas de revancha social. A este grupo habría que unir al clásico de William Castle ‘Mr. Sardonicus’, interpretado por Guy Rolfe, un hierático sujeto que quedó deforme y forzado a un rictus de sonrisa permanente, sin olvidar, por supuesto, a nuestro nacional Morpho, el comparsa del malvado Dr. Orloff creado por Jess Franco para ‘Gritos en la noche’.
Pero no sólo las máscaras imperan en la insondable y maniquea pugna entre el Bien y el Mal a unos niveles de fabulación heroica y mistificada, delimitada a su vez a los superhéroes y villanos de cómic. En un contexto más tangible y terrenal se emplaza su uso a la figura del ladrón, del delincuente de ganzúa o pistola en mano y megalómano plan bajo el brazo en su perseverante tentativa de sustraer el peculio ajeno de los bancos, como Sterling Hayden dando vida a Johnny Clay en ‘Atraco perfecto’, los esbirros de De Niro en ‘Heat’, los ex presidentes de ‘Le llaman Bodhy’, esa olvidada pero fantástica película de Kathryn Bigelow e incluso los barriobajeros irlandeses de la más actual ‘Intermission’. Películas que tienen como elemento común la máscara de carnaval para cometer los robos.
La rama sicalíptica, en la vertiente más perversa y libidinosa, tampoco podía faltar en una galería de máscaras dentro del cine. Acercándonos a un concepto de contracultura sexual, podríamos decir que se ha realizado una rigurosa genealogía de elementos iconográficos y antifaces surgidos del sadomasoquismo y el esclavismo, definidos para la tortura ya sea propia o de la víctima, como elemento de placer insano. Así, todos recordamos al drugo Alex (Malcolm McDowell) de ‘La naranja mecánica’ vejando a un matrimonio bajo las notas de Beethoven o las patadas a un borracho de tripas blep-blep o plañideras bevoshkas para brutales ‘mete-saca’ y aberraciones no menos dolorosas que las aplicadas a la princesa Asa de ‘La máscara del demonio’, de Mario Bava.
No anda muy lejos ese tipo de insania enfermiza la que llevaban a cabo los inmundos racistas del Klu Klux Klan en ‘El nacimiento de una nación’, de Griffith, en su confortante afición razzia de exterminio segregacionista o el Frank Booth de ‘Terciopelo Azul’, de Lynch, el cual recurría constantemente a una mascarilla con líquido amniótico para evadirse del mundanal ruido y cavilar así sobre su malsana afición al útero materno.
Las máscaras, al fin y al cabo, no dejan de ser otro recurso que expone una variación moderna y analíticamente psicológica para plantear si la identidad humana es unitaria o múltiple en una época posmodernista donde las identidades múltiples ya no están al margen de la anormalidad. La doble cara social refleja en el cine algo indudable; que los héroes viven una ilusión, la de haber encontrado o emprendido la búsqueda de una identidad más conforme a sus deseos, una identidad que permanecía oculta o frenada por un sinfín de adeudos o límites reales y sociales y que acaban dando como fruto una extraña figura quimérica.
La máscara es el recurso que separa lo individual y lo social, simbolizado esto último por un estado, por una familia o simplemente por un antagonista. La máscara es la grafía de la dualidad ambigua que el ser humano lleva consigo.

martes, 21 de junio de 2005

'Pitufar' en Hollywood

No doy crédito a esta noticia.
En esta era de extravío imparable fílmico por las adaptaciones de todo lo que se haya creado por parte de la gran industria Hollywoodiense, la última noticia es la traslación de la pequeña pantalla al cine de, nada más y nada menos, que ‘Los Pitufos’, esos asexuados seres de color azul añil considerados por muchas teorías como minúsculos comunistas dedicados a combatir y putear al malvado capitalista Gargamel cuyo líder, Papa Pitufo, simbolizaba ideológicamente un émulo político de Lenin. La película tendría a las criaturas generadas por CGI (algo parecido a lo que hicieron con ‘Garfield’ y Gargamel estaría interpretado por Jeff Goldblum. Lo que ya no se sabe es si el Padre Abraham volverá poner la letra a las canciones ‘pitufas’ de la película.
Y no es sólo eso, la esperpéntica noticia anuncia la versión que John Woo planea realizar de ‘He-Man y los Masters del Universo’ y una adaptación de ‘Alvin y las ardillas’.
A veces creo que en Hollywood, definitivamente, se están volviendo locos.

'Austin Powers 2': El regreso del mito sexual

Inteligente gamberrada encubierta en la tontería
Cuando muchas veces sale a colación el tema tópico y típico de “las segundas partes nunca fueron buenas”, siempre avanzado la misma película como ejemplo de la ruptura de esta intrascendente diatriba, intrascendentalizando: la secuela de ‘Austin Powers’ es mucho mejor que su predecesora. Y es que incluso en nuestro país fue del todo infrecuente que esta estupenda secuela de la cinta de Jay Roach supusiera un éxito en aquí en nuestro país. No por el hecho de fuera la película que le quitó en número uno a ‘Episodio 1’ en Estados Unidos, sino porque en España la primera parte de esta hilarante farsa detectivesca paso con más pena que gloria, dejando de paso, una de las películas de culto más memorables de los últimos años.
En ‘Austin Powers 2: la espía que me achuchó’ se repetía la fórmula de aquella, sí, pero con una salvedad: en las nuevas aventuras del espía británico poco resultaba tópico. Mike Myers (de quien mana todo el torrente cómico de la saga) se ha constituido a lo largo de estos años en uno de esos actores valedores de una estirpe de cómicos míticos, capaces de convertir sus sarcásticas ideas en obras consignadas a su propio servicio y caracterizadas por ésa frescura y transgresión conferidas para despertar del letargo intelectualoide al arrobo cinematográfico que parece rodear el último cine de autor, cuando paradójicamente el cine con el sello Myers responde a ésa conjetura.
Con clara vocación contraventora y gamberra (inestimable en su fascinación estética e histriónica), esta secuela volvió a exhumar la tradición más ‘kistch’ y ‘camp’ del mito de James Bond y su tradición en la línea de la serie B. Lo de que el malísismo más carismático de los últimos años, el pérfido Dr. Maligno, le robara su ‘mojo’ a nuestro (sexualmente) activo héroe y ambos se embarquen en una lucha a través del tiempo, dio la pauta para saber que estábamos ante una película decididamente encomiadora de multitud de géneros prácticamente olvidados por aquel entonces.
Puede parecer una estulticia por su condición de vivificadora del cine de ‘gags’, pero ‘Austin Powers 2’ se convirtió en una inolvidable obra de puro divertimento más desaforada y contestataria vista en la beatería del cine norteamericano (ésos excéntricos nombres como María Umpajote, Marifé Lación, Gordo Cabrón...). Por tanto, esta loable y mitigante cinta sigue enfocada a aquellos que siguen manteniendo un espíritu insobornable de incorrección, rebeldía y sana libertad. Una imperecedera muestra de que la comedia tiene otras imperturbables bifurcaciones a las establecidas por la titubeante comedia yanqui.
Sus puntos a favor siguen estando claros: su condición de comedia contracorriente, la presencia (más que sugerente) de ésa belleza perfecta de talento demostrado personificada en Heather Graham, el triple papelón de Myers, las estupendas (y coloristas) transiciones y sobre todo Verne Troyer (del cual no voy a decir que es igualito a mi co-guionista porque se enfada) dando vida al singular e imposible ‘Mini-Yo’, uno de los personajes más antológicos de la última comedia americana.
Un logro enaltecedor en los ásperos tiempos críticos que parecían haber depuesto un género que se hizo eximio con este detective sexual y sedicioso.

lunes, 20 de junio de 2005

Freak Show

A lo largo de los años los circos han deambulado por todos y cada uno de los rincones del mundo con sus números de artistas, trapecistas, payasos, domadores de animales y sobre todo una de las atracciones más tremebundas de la orbe circense: los ‘freaks’, personas con todo tipo de malformaciones y peculiaridades, que instigaban al rictus a medio camino de asombro y repugnancia, en el fondo intriga, de los asistentes a este tipo de evento tan popularizados hace décadas.
He aquí una colección de afiches de este tipo de circos de variedades que transitaron por Europa allá por los años 20 y 30.

David Fincher: Spots Publicitarios (VI)

Posiblemente este sea uno de los ‘spots’ de David Fincher más reconocidos y a su vez uno de los más logrados del director de ‘Panic Room’. Laureado trabajo para Coca-Cola bajo el título ‘Blade Runner’s Coke', el anuncio evoca en todo momento las líneas visuales y escenográficas de la mitológica cinta de Ridley Scott.
Para ello, Fincher no escatima en recursos para aproximar su trabajo al de Scott, con la misma intención en su categoría futurista, ensoñadora y en su intenso empaque donde la ciudad cosmopolita se acerca a la visión oscura que fotografiara Jordan Cronenweth en el 82, un submundo planteado no como algo embellecido y aséptico, sino como un entorno barroco, mugriento y húmedo.
Situado en el año 2021, la atmósfera acuosa se fusiona con la luz hendida a través de las persianas venecianas, contribuyendo con sus hilos de luz a la filtración de un ambiente denso donde la iluminación se nutre de luminosos neones en referencia al cine negro de los años 40 y que incorpora a su vez un aire simbólico a los cómics futuristas de Moebius en su historia de unos ‘roller-boys’ que huyen de las fuerzas de orden público y en la esperanza de un pequeño niño oriental por poder disfrutar de esta bebida refrescante.

domingo, 19 de junio de 2005

Fe de erratas en el Abismo

El pasado 6 de junio, me hice eco aquí de la muerte del gran hombre de teatro que fue Manolo Codeso. En el post (ya corregido) hacía referencia a un recuerdo infantil que tenía de Lusson y Codeso y que sirvieron a Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría como germen temático para su gran película ‘Muertos de Risa’. Un recuerdo confuso y erróneo.
Desacertado en mi memoria infantil no contrasté datos y confundí a Manuel Codeso Ruiz, recientemente fallecido y gran actor cómico integrante del trío Zorí, Santos y Codeso con Manuel Codeso Nieves, primo hermano del anterior, ya jubilado del mundo artístico, residiendo actualmente en Valencia y que era el componente del dúo que yo recordaba de mi época infantil: los irrepetibles Lusson y Codeso.
Pilar Santos Montaña, la hija de Fernando Santos, me ha hecho llegar un mail exponiendo el garrafal error, por eso desde el Abismo lamento a título personal este terrible desliz memorístico y pido disculpas a la familia de Manuel Codeso por mi metedura de pata, ya que en ningún momento fue ni mucho menos mi intención la de confundir al lector, si no la de ensalzar a un hombre que marcó con sus actuaciones al lado de Santos y Zorí una época en la revista de las décadas 40 y 50.

sábado, 18 de junio de 2005

'eXistenZ': sobredosis de ficción

La inmortalidad de la 'Nueva Carne'
Como ya hiciera en su día con la magistral ‘Videodrome’, David Cronenberg volvió a jugar con ‘eXistenZ’ con el fondo sujeto que fusiona la obsesión humana sobre las nuevas tecnologías y sus posibles funestos efectos en un hombre cada vez más alejado de la realidad que le rodea. ‘eXistenZ’ sirvió a aquellos seguidores del cineasta canadiense para reencontrarse con aquel cine fantástico, típicamente cronenbergiano que volvía a yuxtaponer, de forma personal y artística, su inquebrantable representación de todo lo orgánico y los avances tecnológicos.
Por ello, y como la casi totalidad de la peculiar obra del director de ‘Crash’, nos dejó una película que o bien se ensalza o por el contrario se detesta. Partiendo de esta idea, cabe atestiguarla abstracción enraizada como punto de partida de ‘eXistenZ’, como una retrogradación a terrenos ya explorados, pero incidiendo en temas ignotos, en nuevos miedos dominadores que golpean la psique humana con preguntas axiomáticas. En este caso, reincidiendo en el desvanecimiento de la realidad, que se evapora para dejar paso a la ficción, disgregación ocasionada por la falaz prosperidad tecnológica.
Los juegos virtuales suponen el punto de referencia para indagar en los temas que han hecho de Cronenberg ésa especie en extinción de cineasta independiente y personal (que hay que proteger a toda costa) ajeno a bogas efímeras: los tejidos orgánicos –representados en esta ocasión por bio-puertos y ‘ambicordones’ (trencillas umbilicales que nos alimentan de entelequias), la alienación de los anti-realistas, la tecnología extrema de las ‘pods’ y el nihilismo que subyace en todo el filme de un modo subversivo.
El enigma a solucionar en ‘eXistenZ’ se mueve entre la paranoia, la violencia y un mensaje claramente proverbial que deviene de la obsesión humana por explorar nuevos mundos, nuevas ficciones, realzando la ‘nueva carne’ promovida por Cronenberg hacia unos límites virtuales desconocidos hasta la fecha, introduciendo al espectador de forma contundente en un próspero juego en metáforas, en apocalípticas imágenes impregnadas de atractivas lecturas heterogéneas. Ese método que utiliza Cronenberg, a medio camino entre la realidad más palmaria y una ficción ilógicamente hedionda y cercana, para componer esta sobredosis de ficción sirve, de forma análoga a la sensación del espectador, para dotar a ‘eXistenZ’ de una inmediación acerada en la máxima de cualquier juego destinado al consumo: la adicción.
Por eso, una de sus películas menos valoradas, que ha ganado con el paso de los años un inconfundible halo de genialidad cronenbergiana no entiende de intelectualismos doctos y complacientes, ya que ‘eXistenZ’ es una contundente y fantástica muestra de cine sin concesiones al sosiego. Un oscuro y trascendental viaje al universo (siempre inquietante y brutal) de la llamada e inmortal ‘nueva carne’.