miércoles, 15 de junio de 2005

De vacaciones a 'Tromaville'

Más de tres décadas de comedia, sexo y mutantes heroicos
La productora creada por Lloyd Kafman y Michael Herz se ha caracterizado por una peculiar consolidación de la ‘caspa’ fílmica en su vena más sardónica.
Cuando indagamos en el oscuro mundo de la serie Z, del cine realizado con pocos medios, libertino, irreverente y limítrofe en el bizarrismo más deliciosamente inmundo, surge el nombre de la factoría que ha hecho del ‘cine caspa’ una bandera: la Troma de Lloyd Kaufman , un submundo cinematográfico que se ha hecho con un hueco entre los más nostálgicos ‘gorehounds’ y adictos a este tipo de cine minoritario consolidado en una industria que suele repeler estos de productos tan políticamente incorrectos, dinamitando, de paso, los paradigmas básicos del cine en sus estribos primordiales.
A pesar de la poca repercusión e impacto que ha tenido entre el gran público, la producción Troma lleva más de tres décadas dando a su condensado grupo de fervientes incondicionales un estilo propio y diferente, inscrito en los más bajos medios con los que se pueda realizar un filme, transgrediendo en cada visión sangrienta y sardónica del cine fantástico y de terror. Para los no iniciados y aquellos que piensen que el producto Troma es una inmundicia (aunque limítrofemente estén en lo cierto), el designio de tan arcaico filón fílmico proviene de la antigua palabra latina ‘excelencia de la imagen’. Últimamente la Troma Enterteiment se dedica a la producción de telefilmes sin perder el norte de un estilo inconfundible, pero antes 2000, cuando se presentó ‘Citizen Toxie’, la que fue cuarta entrega de ‘El Vengador Tóxico’, la prolífica carrera de esta factoria residual no ha carecido de incondicionales y seguidores de una de las productoras más extravagantes e insólitas que jamás haya existido dentro del universo del celuloide.
Fundada por Lloyd Kaufman y Michael Herz en 1974, esta fábrica de películas ‘gore’ se ha caracterizado por imbuir a todos sus productos de un estilo intransferible, verdaderamente exonerado, basado en la economía de medios, el ritmo y la violencia desenfrenada, el sexo y sus antihéroes bañados por residuos tóxicos que adoptan las más inverosímiles formas y actitudes para luchar contra la hipocresía social. En un momento en el que el cine independiente perdió gran parte de su sentido, los chicos de la productora neoyorquina siguieron por el sendero de la insurrección y el desparpajo, forjando títulos que han pasado a la genealogía del cine de culto como auténticos mitos de la caspa, del florilegio de un cine eficaz con sus propósitos y honesto con su origen en los bajos fondos cinematográficos.
De entre el amplio catálogo (que alcanza los 150 títulos), el público mayoritario conoce (o al menos ha oído hablar) el clásico más reconocido de Kaufman, el filme que define los objetivos y metas del cineasta: ‘El vengador tóxico’, la inolvidable fábula del viaje iniciático de Melvin, un ‘paleto’ hacendoso currante de un gimnasio que vive su día a día escapando de dos siniestros personajes que hacen de él la diana de sus burlas y mofas, ampliándose al desprecio de todos los que le rodean. Hasta que un día cae accidentalmente al un cubo de vertidos tóxicos. Convertido en un antihéroe grotesco y mutante, Melvin luchará contra sus enemigos y logrará vengar su causa a favor de la heterogeneidad y el ‘freakismo’. A éste le seguirían títulos del calibre de ‘Mutantes universitarios’, ‘Sgt. Kabukiman’, ‘Zombies paletos’, ‘Los surfistas nazis deben morir’ o ‘El mostruo del armario’, que componen una inhabitual filmografía en la cual el cachondeo y la mala hostia tienen su lugar entre residuos infectos, sangre, despampanantes chicas en bikini y héroes amorfos.
Las películas Troma han seguido el mismo positivismo industrial que ha distinguido al mismísimo Roger Corman como uno de los productores más rentables de la historia del cine. Kaufman siempre habla del filme ‘Rapaccini's Daughter’, de Nathaniel Hawthorne , como uno de los referentes a la hora de abarcar los primeros proyectos de la productora, encerrados en un estilo parco en medios y desprovistos de cualquier apocamiento a la hora de exhibir ridículas historias rebosantes de ingenio y humor absurdo. ‘The Girl who returned’ y ‘Battle of love’s return’, contenían algunos de los elementos del toque ‘tromático’ que posteriormente se desarrollaría y puliría en trabajos ulteriores. Como toque irónico y curiosidad cinéfila, el mismísimo Oliver Stone estaría presente en la última película citada realizando labores técnicas e interpretando un minúsculo papel que suele ser un trofeo a los analistas más bizarros del cine Troma.
Bajo el propósito de llevar a la gran pantalla la fórmula más demandada por el espectador del momento, es decir, una explosiva mezcla de sexo y comedia (como la desternillante ‘Sugar Cokkies’, inexplicablemente un éxito de crítica), Kaufman y Herz aprovecharon este ‘boom’ del aniquilado género ‘beach sexy comedy’ para implantar el que será primer taquillazo de la humilde firma cinematográfica con ‘Squezze play’, filme en el que ‘el rock n’ roll’, el gore y la comedia refrescante pseudoerótica vino a ser el referente genérico de principios de los 80. La mutación radioactiva, las ‘scream queens’ poco dotadas para la interpretación pero sobradas de tonelaje mamario (bellezas exuberantes conocidas como ‘tromettes’) y la heroicidad ‘casposa’de imbéciles justicieros mutantes empezó a ser la marca de fábrica de la producción Troma. De esta etapa surgen filmes que rebosan originalidad y desvergüenza, osadía y efectividad; ‘Redneck Zombies’, ‘El monstruo de la cloaca’, ‘Troma’s World’, ‘Tromaville café’, ‘Def by Temptation’ y ‘Screamplay’. El terror como punto de vista para la comedia más socarrona y sangrienta se estableció como un efecto innovador, que descolocó a la crítica más anquilosada en el pasado y que nunca se ha molestado en vislumbrar lo que encierra la obra Troma más allá de su ámbito formal.
Cualquier película ‘made in Troma’ es ideal para regocijarse delante de la pantalla (hablamos de vídeo, porque es impensable distribución comercial en una gran pantalla), como todo el cine basura, con unos divertidos amigotes, bebiendo cervezas, comiendo manducatoria rica en grasa o pizza y disfrutando de un cine desproporcionadamente solazado, eje central de la ideología ‘kaufmaniana’ y la totalidad de su obra fílmica. Esta vena pretendidamente burlesca ante la seriedad del ‘arte’, del cine en su concepción más académica, puede ser el factor que haga destacar la asombrosa rentabilidad de la Troma. Un claro ejemplo puede ser la obra ‘Tromeo y Julieta’, una multiplicación de la acción, la comedia, el sexo y el gore más desmadrado que se pueda imaginar, como si el célebre escritor Willie Shakespeare hubiera tomado unos ‘tripis’ al escribir el drama romántico más famoso de la historia.
A pesar del elevado nivel de violencia en algunas de las películas de Troma, Kaufman, Herz y compañía apenas se han visto acosadas por la ‘mayoría moral’ que cercena grandes obras sediciosas a favor de la tramoya socialmente aceptada, teniendo en cuenta (incomprensible, por otra parte) la habitual trascendencia que tiene entre todo tipo de espectadores dispuesto a pasar instantes de cine ‘caspa’, dispuestos a ‘tromatizarse’ con el cine, el vídeo, los cómics y los festivales de cine ‘bizarro’ con aspiraciones a seguir tan dinámica y rentable progreso a lo largo de este nuevo milenio en el que hacen falta más ‘toxies’ por descubrir.

martes, 14 de junio de 2005

Nightmare makers

En una mañana de cierto aplomo espiritual, flagelado por insoportables dolencias dorsales (debe ser la edad, que pasa factura) estaba husmeando por la red cuando he localizado una sorprendente página que no he podido por menos que compartir con los amigos del Abismo.
Se trata de Gathering Darkness, una profusa web con abundante cantidad de material gráfico, informativo e ilustrativo que tiene como objetivo el género de terror en sus más mutantes y perturbadas formas.
Atención especial merece su colección de portadas de cómics y revistas genéricas de todos los tiempos y su sección célebres ilustradores de todos los tiempos.

Free Jacko

“Cuando se dice la palabra ‘cama’ enseguida la gente piensa en ‘sexo’, pero no es nada sexual en realidad… Es como ir a dormir. Yo simplemente los tapo, los cuido… Es algo realmente encantador y muy dulce”.
(Michael Jackson )
El más grotesco y extravagante ser humano jamás parido, el ‘freak’ por excelencia del S. XX, el afroamericano que ha terminado siendo incoloro ha sido declarado inocente de abusos sexuales a un menor de 13 años por el tribunal de California. Se acabó el circo mediático que se han montado en USA con la gran atracción del novísimo ‘Freak Circus Show’: Michael Jackson, el hombre que fue negro y ahora es albino, el mito del pop que pasó de ser un ídolo a ser víctima de su propia excentricidad ridícula, carcomido por su ‘peterpanismo’ enfermizo. El nuevo John Merrick capaz de bailar el ‘moonwalk’ mejor que nadie.
Mi posición respecto al tema siempre ha sido (aunque sin mucho énfasis) confín a los dictámenes que apuntan a un protervo montaje para denigrar e infamar a un blanco fácil como Jackson, un tipo medio anormal, infantil e iluso con el que todos han intentado jugar a su antojo. Jackson no es un John Wayne Gacy calculador y sádico. Es el precio de la incongruente e inverosímil excentricidad de uno de los personajes más estrambóticos de la historia de la Humanidad.
La duda ahora es cómo hubiera subsistido la estrella del pop en el centro penitenciario estatal de máxima seguridad de Corcoran, viviendo en una celda de 2 por 3 metros y compartiendo una bonita amistad que podría haber tenido junto al más célebre inquilino de la penitenciaria: el ínclito Charlie Manson.
Eso sí que hubiera sido una extraña pareja. Qué gran dueto artístico nos hemos perdido, amigos.

lunes, 13 de junio de 2005

Tributo a Hunter S. Thompson

Flying Dog Ales, una marca de cervezas de Colorado, ha personalizado los adhesivos de sus botellas de cerveza con un curioso tributo a Hunter S. Thompson en forma de diseños llevados a cabo por Ralph Steadman con dedicatorias al escritor creador del estilo ‘gonzo’ que se suicidó el pasado febrero.
El imborrable recuerdo de un hombre imbuido en un excéntrico talento, sarcasmo y dotes para la observación bajo un prisma de conmociones irreales no se extingue. Su memoria debe permanecer imperecedera. Y qué mejor manera de ingerir una cerveza tras otra recordando la filosofía de adicción de vicios estimulantes del único kamikaze de la literatura contemporánea.

David Fincher: Spots Publicitarios (V)

Esta semana el anuncio para Nike que dirigió David Fincher sirve de excusa no para analizar el ‘spot’ en sí, sino para ensalzar la figura de uno de los mejores jugadores de baloncesto de la historia. Un mito que, a pesar de firmar algunos de los momentos más imperecederos del mundo de la canasta, nunca obtuvo un gran título dentro de la NBA.
‘Charles Barkley on Broadway’ es el título del anuncio dirigido por Fincher dedicado al ‘gordo’, epíteto que afectuosamente se le implantó debido a su corpulencia. Poco importa el tratamiento en B/N del cineasta, la elegancia del conjunto, el equilibrio rítmico prolongado, la ofrenda a las visuales coreografías de Stanley Donen, Gene Kelly o Bubsy Berkeley, su delirio nostálgico de los viejos musicales metamorfoseado en un ‘hip hop’ baloncestístico, ya que la ilustra enjundia del anuncio pertenece a la figura de Sir Charles Barkley.
En 1984, aquel jugador de Auburn no sabía que cuando fue seleccionado en el ‘draft’ por los Sixers de Philadephia iba a ser uno de los baluartes más trascendentes del basket. Ocho años luciendo el número 34, acumulando números en un equipo demasiado subordinado a su juego. En 1992, fue traspasado a los Phoenix Suns a cambio de Jeff Hornacek, Tim Perry y Andrew Lang. Un año definitivo en la carrera de Barkley, ya que junto a gente como Kevin Johnson, Dan Majerle o Danny Ainge lograba clasificarse para la gran final que pudo merecer sino hubiera colisionado en su camino con su mejor amigo, el providencial Michael Jordan (al que el Abismo le debe un extenso reportaje).
Con la sensación de frustración que siempre acompañó a este titán, a este ganador como era Barkley fue traspasado a los Rockets de Houston a cambio de Robert Horry, Sam Cassel, Chucky Brown y Mark Bryant. En 1999, renovó su contrato con los Houston Rockets por 9 millones de dólares. Una época polémica por sus refriegas verbales con su compañero de equipo, otro grande como lo fue Scottie Pippen. Un dúo espectacular que significó una extraña mezcla de agua y aceite y no terminó nada bien. Finalizó su larga e intachable carrera debido a una grave lesión en una de sus rodillas. Barkley planeaba retirarse al finalizar la temporada pero su lesión se agravó y tuvo que abandonar antes de tiempo. Barkley regresó para el último partido de la temporada.
Fueron dos décadas de récords, de sus impecables e inexpugnables defensas debajo del aro como reboteador nato. Un jugador que empezó caracterizándose por sus habituales contestaciones, enfados y peleas para acabar sus días como jugador respetado y querido por un colectivo que nunca olvidará el fuerte carácter de un deportista nacido para ganar pero que, paradójicamente, nunca obtuvo la celebración de su destino: el anillo que acredita como campeones a los vencedores de la final de la NBA.

domingo, 12 de junio de 2005

100.000

A veces una imagen vale más de mil palabras.
En un tiempo no muy lejano me vi en la inexcusable tesitura de escribir acerca del polémico archivo de Salamanca y su controversia con el gobierno catalán. Por supuesto que es sólo una opinión subjetiva, como las de cada uno de aquéllos que se interesan por un tema y, analizando y contrastando, llega a su propia conclusión.
Bien, pasado un tiempo tengo que reconocer que estoy cansado del manejo político de este asunto, de la instrumentalización gubernamental de un tema, nimio en el fondo, que se ha trancendentalizado hasta el paroxismo del ridículo, dando como consecuencia la divulgación de una errónea idea regionalista derivada del populachero discurso acogido con fervor por pueblo salmantino, que ha demostrado una vez más su ignorancia y sumisión al manejo de un fulano que bien podría dejar de darle magnitud a vanos politiqueos para centrarse en temas mucho más importantes que si se llevan el Archivo Histórico a Cataluña o no.
Me siento ultrajado por hechos como el de ayer, planteados por un alcalde fomentador de odio entre regiones, manipulando opiniones, transformando postulados culturales en falsedades beneficiosas en su estrato más partidista. Me jode ver a un escritor déspota como lo es Ussía profanando con su desfachatez fascista nuestra ciudad y su simbología cultural dentro del mundo. Me duele que en el lugar donde vivo haya tanto borreguismo proselitista y pancartista.
Más vale que nos paráramos a reflexionar sobre la importancia de aspectos más trascendentes que el que actualmente importa en esta universitaria ciudad. Una de las hermosas del mundo.
Estoy cansado del tema, por eso propongo una manifestación contra las manifestaciones.

sábado, 11 de junio de 2005

Percepción óptica ilusoria

He encontrado esta página concedida como acervo temático dedicado a los fenómenos visuales llamados ilusiones ópticas, visiones sensuales que no tienen su fundamento en las interpretaciones o diversas lecturas que se pueden hacer de las formas planteadas, por lo que no están subordinados a un aprendizaje por parte del que observa, sino que proceden de forma inmediata sobre el mecanismo visual que lo confunde básicamente como una rúbrica falible, que entra en conflicto y contradicción con la realidad objetiva en el campo de los estímulos y las sensaciones.
Cuestión de interactividad.
Por cierto, qué sábado más apático y sofocante. El verano despierta en mí un irremediable denuedo haragán del todo intolerable.

viernes, 10 de junio de 2005

'28 days later': la sociedad descompuesta de Boyle

Emocionante creación de un virus apocalíptico
Danny Boyle trató un ambiente hiperrealista y semidocumental para aportar a esta cinta de ‘zombies’ una intranquilizante sensación de inmediatez.
Nada más entrar en '28 días después' nos encontramos a unos activistas que actúan en contra de la vivisección y a favor de los derechos animales. Exaltados de esta idea filobotánica irrumpen de forma fortuita en un laboratorio científico con la intención de liberar a unos monos que sufren un peligroso experimento. Con ello y sin quererlo, liberan un virus devastador que se contagia a los seres humanos por la sangre. Es el arranque. 28 días después un joven despierta del coma en un hospital sin saber qué ha pasado. Cuando sale a la calle comprueba que Londres está desierto. Mientras camina por Piccadilly Circus y el puente de Westminster sin una vida humana visible, se da cuenta de que el Apocalipsis ha llegado al territorio.
Así comienza '28 días después', uno de los títulos más interesantes de nuevo cine de terror (más concretamente del subgénero de ‘zombies’) dirigido por el siempre polifacético Danny Boyle. Siguiendo los pasos de autores como George R. Stewart, J. G. Ballard, Brian W. Aldiss, John Wyndham (el escritor de la mítica ‘Chocky’, cuyo ‘El día de los Trífidos’ es obra cardinal para este filme), Roger Zelazny y sobre todo acopiando la esencia del inevitable Richard Matheson y su obra maestra ‘Soy leyenda’, el director de ‘Trainspotting’ prolongó con esta cinta los propósitos artísticos y conceptuales de la germinal ‘La noche de los muertos vivientes’, de George A. Romero, dejándose llevar por una ineludible inquietud por la cinefilia y cinefagia al evocar en sus planos la materia prima del ‘giallo’ italiano y su malsana mezcla de ‘fumetti nero’, granulado espeso y un peculiar pictoricismo que envuelve la ennegrecida atmósfera de esta novísima película de culto.
Lo que en principio parece una revisitación por todos y cada uno de los tópicos del cine de ciencia-ficción postapocalíptica, se transforma en manos de Danny Boyle y su guionista Alex Garland en una interesante propuesta a medio camino entre el ‘thriller’ y el género de terror, pero también en una reflexión analítica sobre la naturaleza humana, sobre la soledad, sobre la situación política y militar, la popularización de un subgénero y una voluntad que se encauza hacia las herencias literarias de los vasos comunicantes entre la ficción americana y la anglosajona. En este círculo de referencias llenas de un alterado moralismo encubierto bajo el terror de la trama, lo más interesante de esta película (mal llamada) innovadora fue la utilización de la cámara digital, sustraída directamente del movimiento ‘Dogma’ y utilizada en favor de un montaje diligente y con ritmo para obtener como resultado una sugestiva y astuta sensación de inmediatez, de carácter documental, donde las escenas de acción abarcan un tono ultrarrealista al más puro estilo ‘Nu-Metal’ cinemático.
De cadencia frenética y atmósfera puramente expresionista, la textura densa e irrespirable ofrece una particular visión de la irrealidad en los movimientos de los infectados, de la rabiosa locura que se sustrae en cada encuadre, determinado en un plano digitalizado en el que un campo representa una obra de Van Gogh, como si Boyle reconociera una deuda artística con el pintor al presentar su historia en una gama oscura y sombría, poniendo así en evidencia el intenso deseo de expresar la miseria y los sufrimientos de la humanidad. Un signo de expresionismo con significado de adulterado estado de tormento que no duda en utilizar colores que se rompen, con convulsivas y perspectivas alucinatorias.
Con un argumento que rebasa los tópicos del género (como ejemplo el hecho de evitar que el contagio infeccioso sea duradero, lo que elimina la posibilidad de sospecha en los protagonistas) y los personajes bien dibujados en una afrobritánica que esconde bajo su fuerte personalidad las dudas sentimentales más existenciales del filme o el joven de buen corazón débil y asustadizo que se revela como un auténtico animal vengativo, junto al padre y la hija dispuestos a sobrevivir en un mundo incierto, el cineasta británico se atrevió a explicar el comportamiento vampírico/infeccioso a través de disciplinas como la psicología, la fisiología y fundamentalmente, la atormentada vida en soledad de los protagonistas que, alcanzando el objetivo de salvación en manos del ejército, descubren la verdadera bestia en el propio ser humano, en la demencia desarrollada en aquellos seres adiestrados para matar. ‘28 días después’ supuso así una película invulnerable, elegante en su factura, perspicaz, capaz de conducir sus personajes hacia situaciones donde todo depende de su (nuestra) comprensión por la naturaleza humana.
Con esta obra centrada en el comportamiento de personas cotidianas encuadradas en una situación límite e intimados en todo momento por una violencia que les es ajena, Boyle quiso distanciarse de la actitud en la que ésa amenaza maléfica convierte al rol en egoísta y violento, pero manteniendo en todo momento su objetivo por demostrar que, en último término, tiene que llegar la total deshumanización, el lado más oscuro de la condición humana que acaba por evidenciar lo que para muchos sociólogos y filósofos eruditos es un hecho fehaciente: la sociedad descompuesta representa al hombre actual.

Sexploitation World

Aquí os dejo una dirección donde podréis encontrar una galería dedicada a los posters de la 'cheeky movies' (algo así como películas descaradas), que vienen a ser un equivalente de las películas que en España fueron calificadas 'S' a finales de los 70, el género admitido socialmente por todos los aperturistas a la libertad del momento y broquel visual del onanista recalcitrante más característico de la transición española.

La adicción televisiva del verano se llama... 'LOST'

Coherentemente pienso, como muchos otros ya han manifestado, que TVE ha errado con su gran baza de la temporada al colocar el horario de emisión de una de las series más exitosas del mundo en una franja terrible como es el domingo por la tarde. ‘Lost’, la portentosa nueva afición de la hueste teleadicta, era una serie para triunfar en ‘prime time’. Pero ya sabemos cómo se las gastan los de la tele pública.
Más allá de todo esto, por fin tuve el placer de ver esos dos episodios de introducción a una serie que, de entrada, causa unas vibraciones extraordinarias. De ese accidente aéreo del vuelo 815 de la Oceanic con rumbo a Los Ángeles desde Sydney que deja a varios pasajeros en una isla desierta sin posibilidad de conexión con la civilización se expele calidad e inteligencia, la que propugnan J.J. Abrahams, creador de la más que correcta ‘Alias’ (una serie también bastante maltratada por Telecinco) y Damon Lindelof. Acción, suspense, drama, aventuras y una tensión progresiva dosificada en perfecta cantidad son los elementos con los que cuenta una serie que podría definirse como un gatuperio a medio camino entre la tragedia en los Andes del 1972, ‘Robinson Crusoe’, de Daniel Defoe, ‘Cast away’, de Zemeckis y, por los dos primeros episodios (en realidad uno), con ecos del ‘Jurassic Park’ de Spielberg.
Lo que llama la atención de ‘Lost’ es el engranaje metódico con el que se logra que la idea de la isla desierta, que en principio puede parecer algo coartada por las situaciones que se pueden extraer de su fondo argumental y geográfico, se active con una innegable fuerza desde su prólogo, manteniendo el interés del espectador por medio de la continua presencia de ‘flashbacks’ que formulan una transitoria visión al pasado de los personajes principales, para dar como resultado meditadas treguas al limitado ambiente de la isla. Y eso, a pesar de la prototípica construcción de sus personajes, a los que ya hemos visto en multitud de ocasiones y conocemos de memoria gracias a un formulismo que funciona como implicador y no como rémora.
La habilidad para sorprender es otro de sus puntos claves. Además de esa ejecución en la combinación de intriga y aventuras, los ‘tiempos muertos’, en esta presentación al menos, hacen que la serie avance y se convierta en adictiva por medio de la sugerencia. Sin mostrar nada. Todo está encubierto; el monstruo que asola la isla, la drogadicción de uno de sus personajes al resto, la condición de delincuente de la aparente heroína, la suspicacia levantada hacia un iraquí, los coreanos que no saben hablar el idioma de los demás, el perro que se pierde... Desde el principio, ‘Lost’ ha jugado muy bien sus cartas haciendo partícipe y cómplice al espectador, reservándole casi toda la información y aportando conjuntamente algunos guiños específicos del género de aventuras y del ‘thriller’, urdidos conscientemente en una compleja disposición de futuras tramas. Y ahí reside el éxito.
De momento, a ‘Lost’ (serie a la que nunca llamaré ‘Perdidos’) le restan 23 capítulos más para seguir demostrando esa capacidad de sugestión que la han convertido en la hegemónica serie de culto del mundo entero. El fenómeno ‘Lost’ ha llegado a Televisión Española de una forma casi tan accidentada como en la ficción, pero esperemos un buen procedimiento y ajuste catódico para que los enigmas trazados sean disipados prósperamente.