lunes, 13 de junio de 2005

David Fincher: Spots Publicitarios (V)

Esta semana el anuncio para Nike que dirigió David Fincher sirve de excusa no para analizar el ‘spot’ en sí, sino para ensalzar la figura de uno de los mejores jugadores de baloncesto de la historia. Un mito que, a pesar de firmar algunos de los momentos más imperecederos del mundo de la canasta, nunca obtuvo un gran título dentro de la NBA.
‘Charles Barkley on Broadway’ es el título del anuncio dirigido por Fincher dedicado al ‘gordo’, epíteto que afectuosamente se le implantó debido a su corpulencia. Poco importa el tratamiento en B/N del cineasta, la elegancia del conjunto, el equilibrio rítmico prolongado, la ofrenda a las visuales coreografías de Stanley Donen, Gene Kelly o Bubsy Berkeley, su delirio nostálgico de los viejos musicales metamorfoseado en un ‘hip hop’ baloncestístico, ya que la ilustra enjundia del anuncio pertenece a la figura de Sir Charles Barkley.
En 1984, aquel jugador de Auburn no sabía que cuando fue seleccionado en el ‘draft’ por los Sixers de Philadephia iba a ser uno de los baluartes más trascendentes del basket. Ocho años luciendo el número 34, acumulando números en un equipo demasiado subordinado a su juego. En 1992, fue traspasado a los Phoenix Suns a cambio de Jeff Hornacek, Tim Perry y Andrew Lang. Un año definitivo en la carrera de Barkley, ya que junto a gente como Kevin Johnson, Dan Majerle o Danny Ainge lograba clasificarse para la gran final que pudo merecer sino hubiera colisionado en su camino con su mejor amigo, el providencial Michael Jordan (al que el Abismo le debe un extenso reportaje).
Con la sensación de frustración que siempre acompañó a este titán, a este ganador como era Barkley fue traspasado a los Rockets de Houston a cambio de Robert Horry, Sam Cassel, Chucky Brown y Mark Bryant. En 1999, renovó su contrato con los Houston Rockets por 9 millones de dólares. Una época polémica por sus refriegas verbales con su compañero de equipo, otro grande como lo fue Scottie Pippen. Un dúo espectacular que significó una extraña mezcla de agua y aceite y no terminó nada bien. Finalizó su larga e intachable carrera debido a una grave lesión en una de sus rodillas. Barkley planeaba retirarse al finalizar la temporada pero su lesión se agravó y tuvo que abandonar antes de tiempo. Barkley regresó para el último partido de la temporada.
Fueron dos décadas de récords, de sus impecables e inexpugnables defensas debajo del aro como reboteador nato. Un jugador que empezó caracterizándose por sus habituales contestaciones, enfados y peleas para acabar sus días como jugador respetado y querido por un colectivo que nunca olvidará el fuerte carácter de un deportista nacido para ganar pero que, paradójicamente, nunca obtuvo la celebración de su destino: el anillo que acredita como campeones a los vencedores de la final de la NBA.

domingo, 12 de junio de 2005

100.000

A veces una imagen vale más de mil palabras.
En un tiempo no muy lejano me vi en la inexcusable tesitura de escribir acerca del polémico archivo de Salamanca y su controversia con el gobierno catalán. Por supuesto que es sólo una opinión subjetiva, como las de cada uno de aquéllos que se interesan por un tema y, analizando y contrastando, llega a su propia conclusión.
Bien, pasado un tiempo tengo que reconocer que estoy cansado del manejo político de este asunto, de la instrumentalización gubernamental de un tema, nimio en el fondo, que se ha trancendentalizado hasta el paroxismo del ridículo, dando como consecuencia la divulgación de una errónea idea regionalista derivada del populachero discurso acogido con fervor por pueblo salmantino, que ha demostrado una vez más su ignorancia y sumisión al manejo de un fulano que bien podría dejar de darle magnitud a vanos politiqueos para centrarse en temas mucho más importantes que si se llevan el Archivo Histórico a Cataluña o no.
Me siento ultrajado por hechos como el de ayer, planteados por un alcalde fomentador de odio entre regiones, manipulando opiniones, transformando postulados culturales en falsedades beneficiosas en su estrato más partidista. Me jode ver a un escritor déspota como lo es Ussía profanando con su desfachatez fascista nuestra ciudad y su simbología cultural dentro del mundo. Me duele que en el lugar donde vivo haya tanto borreguismo proselitista y pancartista.
Más vale que nos paráramos a reflexionar sobre la importancia de aspectos más trascendentes que el que actualmente importa en esta universitaria ciudad. Una de las hermosas del mundo.
Estoy cansado del tema, por eso propongo una manifestación contra las manifestaciones.

sábado, 11 de junio de 2005

Percepción óptica ilusoria

He encontrado esta página concedida como acervo temático dedicado a los fenómenos visuales llamados ilusiones ópticas, visiones sensuales que no tienen su fundamento en las interpretaciones o diversas lecturas que se pueden hacer de las formas planteadas, por lo que no están subordinados a un aprendizaje por parte del que observa, sino que proceden de forma inmediata sobre el mecanismo visual que lo confunde básicamente como una rúbrica falible, que entra en conflicto y contradicción con la realidad objetiva en el campo de los estímulos y las sensaciones.
Cuestión de interactividad.
Por cierto, qué sábado más apático y sofocante. El verano despierta en mí un irremediable denuedo haragán del todo intolerable.

viernes, 10 de junio de 2005

'28 days later': la sociedad descompuesta de Boyle

Emocionante creación de un virus apocalíptico
Danny Boyle trató un ambiente hiperrealista y semidocumental para aportar a esta cinta de ‘zombies’ una intranquilizante sensación de inmediatez.
Nada más entrar en '28 días después' nos encontramos a unos activistas que actúan en contra de la vivisección y a favor de los derechos animales. Exaltados de esta idea filobotánica irrumpen de forma fortuita en un laboratorio científico con la intención de liberar a unos monos que sufren un peligroso experimento. Con ello y sin quererlo, liberan un virus devastador que se contagia a los seres humanos por la sangre. Es el arranque. 28 días después un joven despierta del coma en un hospital sin saber qué ha pasado. Cuando sale a la calle comprueba que Londres está desierto. Mientras camina por Piccadilly Circus y el puente de Westminster sin una vida humana visible, se da cuenta de que el Apocalipsis ha llegado al territorio.
Así comienza '28 días después', uno de los títulos más interesantes de nuevo cine de terror (más concretamente del subgénero de ‘zombies’) dirigido por el siempre polifacético Danny Boyle. Siguiendo los pasos de autores como George R. Stewart, J. G. Ballard, Brian W. Aldiss, John Wyndham (el escritor de la mítica ‘Chocky’, cuyo ‘El día de los Trífidos’ es obra cardinal para este filme), Roger Zelazny y sobre todo acopiando la esencia del inevitable Richard Matheson y su obra maestra ‘Soy leyenda’, el director de ‘Trainspotting’ prolongó con esta cinta los propósitos artísticos y conceptuales de la germinal ‘La noche de los muertos vivientes’, de George A. Romero, dejándose llevar por una ineludible inquietud por la cinefilia y cinefagia al evocar en sus planos la materia prima del ‘giallo’ italiano y su malsana mezcla de ‘fumetti nero’, granulado espeso y un peculiar pictoricismo que envuelve la ennegrecida atmósfera de esta novísima película de culto.
Lo que en principio parece una revisitación por todos y cada uno de los tópicos del cine de ciencia-ficción postapocalíptica, se transforma en manos de Danny Boyle y su guionista Alex Garland en una interesante propuesta a medio camino entre el ‘thriller’ y el género de terror, pero también en una reflexión analítica sobre la naturaleza humana, sobre la soledad, sobre la situación política y militar, la popularización de un subgénero y una voluntad que se encauza hacia las herencias literarias de los vasos comunicantes entre la ficción americana y la anglosajona. En este círculo de referencias llenas de un alterado moralismo encubierto bajo el terror de la trama, lo más interesante de esta película (mal llamada) innovadora fue la utilización de la cámara digital, sustraída directamente del movimiento ‘Dogma’ y utilizada en favor de un montaje diligente y con ritmo para obtener como resultado una sugestiva y astuta sensación de inmediatez, de carácter documental, donde las escenas de acción abarcan un tono ultrarrealista al más puro estilo ‘Nu-Metal’ cinemático.
De cadencia frenética y atmósfera puramente expresionista, la textura densa e irrespirable ofrece una particular visión de la irrealidad en los movimientos de los infectados, de la rabiosa locura que se sustrae en cada encuadre, determinado en un plano digitalizado en el que un campo representa una obra de Van Gogh, como si Boyle reconociera una deuda artística con el pintor al presentar su historia en una gama oscura y sombría, poniendo así en evidencia el intenso deseo de expresar la miseria y los sufrimientos de la humanidad. Un signo de expresionismo con significado de adulterado estado de tormento que no duda en utilizar colores que se rompen, con convulsivas y perspectivas alucinatorias.
Con un argumento que rebasa los tópicos del género (como ejemplo el hecho de evitar que el contagio infeccioso sea duradero, lo que elimina la posibilidad de sospecha en los protagonistas) y los personajes bien dibujados en una afrobritánica que esconde bajo su fuerte personalidad las dudas sentimentales más existenciales del filme o el joven de buen corazón débil y asustadizo que se revela como un auténtico animal vengativo, junto al padre y la hija dispuestos a sobrevivir en un mundo incierto, el cineasta británico se atrevió a explicar el comportamiento vampírico/infeccioso a través de disciplinas como la psicología, la fisiología y fundamentalmente, la atormentada vida en soledad de los protagonistas que, alcanzando el objetivo de salvación en manos del ejército, descubren la verdadera bestia en el propio ser humano, en la demencia desarrollada en aquellos seres adiestrados para matar. ‘28 días después’ supuso así una película invulnerable, elegante en su factura, perspicaz, capaz de conducir sus personajes hacia situaciones donde todo depende de su (nuestra) comprensión por la naturaleza humana.
Con esta obra centrada en el comportamiento de personas cotidianas encuadradas en una situación límite e intimados en todo momento por una violencia que les es ajena, Boyle quiso distanciarse de la actitud en la que ésa amenaza maléfica convierte al rol en egoísta y violento, pero manteniendo en todo momento su objetivo por demostrar que, en último término, tiene que llegar la total deshumanización, el lado más oscuro de la condición humana que acaba por evidenciar lo que para muchos sociólogos y filósofos eruditos es un hecho fehaciente: la sociedad descompuesta representa al hombre actual.

Sexploitation World

Aquí os dejo una dirección donde podréis encontrar una galería dedicada a los posters de la 'cheeky movies' (algo así como películas descaradas), que vienen a ser un equivalente de las películas que en España fueron calificadas 'S' a finales de los 70, el género admitido socialmente por todos los aperturistas a la libertad del momento y broquel visual del onanista recalcitrante más característico de la transición española.

La adicción televisiva del verano se llama... 'LOST'

Coherentemente pienso, como muchos otros ya han manifestado, que TVE ha errado con su gran baza de la temporada al colocar el horario de emisión de una de las series más exitosas del mundo en una franja terrible como es el domingo por la tarde. ‘Lost’, la portentosa nueva afición de la hueste teleadicta, era una serie para triunfar en ‘prime time’. Pero ya sabemos cómo se las gastan los de la tele pública.
Más allá de todo esto, por fin tuve el placer de ver esos dos episodios de introducción a una serie que, de entrada, causa unas vibraciones extraordinarias. De ese accidente aéreo del vuelo 815 de la Oceanic con rumbo a Los Ángeles desde Sydney que deja a varios pasajeros en una isla desierta sin posibilidad de conexión con la civilización se expele calidad e inteligencia, la que propugnan J.J. Abrahams, creador de la más que correcta ‘Alias’ (una serie también bastante maltratada por Telecinco) y Damon Lindelof. Acción, suspense, drama, aventuras y una tensión progresiva dosificada en perfecta cantidad son los elementos con los que cuenta una serie que podría definirse como un gatuperio a medio camino entre la tragedia en los Andes del 1972, ‘Robinson Crusoe’, de Daniel Defoe, ‘Cast away’, de Zemeckis y, por los dos primeros episodios (en realidad uno), con ecos del ‘Jurassic Park’ de Spielberg.
Lo que llama la atención de ‘Lost’ es el engranaje metódico con el que se logra que la idea de la isla desierta, que en principio puede parecer algo coartada por las situaciones que se pueden extraer de su fondo argumental y geográfico, se active con una innegable fuerza desde su prólogo, manteniendo el interés del espectador por medio de la continua presencia de ‘flashbacks’ que formulan una transitoria visión al pasado de los personajes principales, para dar como resultado meditadas treguas al limitado ambiente de la isla. Y eso, a pesar de la prototípica construcción de sus personajes, a los que ya hemos visto en multitud de ocasiones y conocemos de memoria gracias a un formulismo que funciona como implicador y no como rémora.
La habilidad para sorprender es otro de sus puntos claves. Además de esa ejecución en la combinación de intriga y aventuras, los ‘tiempos muertos’, en esta presentación al menos, hacen que la serie avance y se convierta en adictiva por medio de la sugerencia. Sin mostrar nada. Todo está encubierto; el monstruo que asola la isla, la drogadicción de uno de sus personajes al resto, la condición de delincuente de la aparente heroína, la suspicacia levantada hacia un iraquí, los coreanos que no saben hablar el idioma de los demás, el perro que se pierde... Desde el principio, ‘Lost’ ha jugado muy bien sus cartas haciendo partícipe y cómplice al espectador, reservándole casi toda la información y aportando conjuntamente algunos guiños específicos del género de aventuras y del ‘thriller’, urdidos conscientemente en una compleja disposición de futuras tramas. Y ahí reside el éxito.
De momento, a ‘Lost’ (serie a la que nunca llamaré ‘Perdidos’) le restan 23 capítulos más para seguir demostrando esa capacidad de sugestión que la han convertido en la hegemónica serie de culto del mundo entero. El fenómeno ‘Lost’ ha llegado a Televisión Española de una forma casi tan accidentada como en la ficción, pero esperemos un buen procedimiento y ajuste catódico para que los enigmas trazados sean disipados prósperamente.

jueves, 9 de junio de 2005

¿El Joselito de Hollywood?

Macauley Culkin, después de ser uno de los testigos de la defensa de Michael Jackson, ha vuelto a saltar a la palestra mediática de la esfera más impúdica del cine al declararse culpable por los cargos de delito de posesión de píldoras antidepresivas sin receta y marihuana (de la buena, que cantaría Estopa) que tuvo lugar durante el pasado año.
El ex niño prodigio, bastante maltratado por los años, acudió ayer al tribunal ayer en Oklahoma para alegar contra los cargos impuestos por una sentencia que le condenaba a pagar 4.000 dólares y que fue diferida después de que Culkin fuera arrestado por la policía al encontrar un poco de “maruchi” y antidepresivos en su automóvil.
¿Ha encontrado Hollywood a su nueva versión de Joselito? ¿Son realmente inútiles todas las terapias de rehabilitación a las que se ha sometido para superar sus adicciones al alcohol y las drogas? ¿Es el heredero directo de Judy Garland y Drew Barryomore?
Y lo que es más importante y no viene a cuento para este post: ¿Por qué han venido a promocionar Ben Stiller y Chris Rock a España la cinta de animación de Dreamworks 'Madagascar' si en la versión doblada ninguno de los dos aparecen por ningún sitio como el león Alex o Marty la cebra respectivamente? Aquí aniquilan los personajes Gonzalo de Castro y el insufrible Alexis Valdés.

Pequeño apunte futbolístico

Bochornoso. Escribiría unas líneas sobre la selección y su ridículo de ayer contra Bosnia, pero ni tengo ganas ni se lo merecen. Para esto, es mejor que no se clasifiquen para el mundial de Alemania y de esta forma nos ahorraremos malos tragos, disgustos y ver perder a España en primera ronda de forma melodramática y patética.
En serio, hay muchas disciplinas deportivas en las que el combinado español está situada como incontestable líder mundial o a la altura de proporcionar muchas alegrías al público.
¿Por qué seguir bostezando con estos inútiles?

Review ‘Dare mo shiranai (Nadie sabe)’

Una dura infancia perdida
Hirokazu Kore-Eda narra una dura historia del desamparo y la supervivencia de cuatro hermanos abandonados desde el realismo sin concesiones al sentimentalismo.
El cine oriental (ya no sólo circunscrito al género de terror) se está convirtiendo, con el anquilosamiento europeo, en el núcleo de una revolución estética y argumental de múltiples aspectos. Ya sea por un concepto del cine para sujetar su lenguaje a una tensión evolutiva de portentosa índole o bien por un arte que indaga en el arcaísmo para mitigar cualquier efecto de las nuevas tendencias audiovisuales.
No comenté en su día nada respecto a ‘Dare mo shiranai (Nadie sabe)’, de Hirokazu Kore-Eda, y no quiero que pase la oportunidad de relegar una de las mejores películas de este 2005, se mire por donde se mire. Basado en una historia real, la historia gira en torno a cuatro niños que viven con su madre sin que nadie sepa que existan. Todos tienen un padre diferente y la madre, promiscua y despreciable, mantiene a los niños en el anonimato, desvinculando a los pequeños (menos al hermano mayor) del mundo exterior. La pesadilla empieza cuando la madre desaparece definitivamente. Cruelmente abandonados y desatendidos, los cuatro hermanos se arreglan para sobrevivir en un mundo exclusivo mantenido en una extraña unión doméstica que se establece entre ellos, fijando sus propias reglas, pero incapaces de afrontar un mundo externo que irá socavando el frágil equilibrio que habían conseguido mantener.
Sobre esta idea sacada de un periódico chino, Kore-eda se aleja de cualquier tópico dramático para presentarnos un filme sin concesiones al sentimentalismo, a la anuencia realista con la que se enfrenta al espectador a esta incómoda historia de desamparo, creando con excepcional habilidad un retrato naturalista del mundo infantil, ajeno a su incierto futuro. Sin olvidar la génesis de su obra delimitada en el documental, el director trata con sensibilidad a sus pequeños, examinando con lupa cada gesto, cada movimiento, controlando el tempo necesario para el desarrollo del día a día de unos niños descuidados que van evolucionando hacia una insostenible situación de indigencia tanto física como afectiva.
Una historia impregnada de dureza y realismo, pero tratada con delicadeza al describir los estados anímicos por los que pasan sus protagonistas, logrando además su inevitable empatía con el público en la búsqueda del lugar en el mundo de estos chavales; de sus miedos, de sus necesidades, de sus juegos, de su inocencia lisiada por las circunstancias que les toca vivir. Una representación de la niñez construida en el autismo social, creando para sí mismos un espacio propio y autónomo que les servirá de escudo ante la amenaza exterior, de puro instinto de supervivencia.
Desprovista de una estética enfática y rehusando a seguir una línea narrativa impuesta (ya que las acciones vienen dadas por situaciones que surgen de forma espontánea) ‘Dare mo shiranai (Nadie sabe)’ se muestra traslúcida para desglosar el drama entre el lirismo, el silencio y la acrimonia del momento, en una deliberación en absoluto moral sobre el desánimo que provoca la negligencia, la falta de atención, pero que es suplantada por los vínculos familiares en un entorno de libertad y podredumbre que deja en el camino terribles sucesos, hambre, miseria y, en último término, las dificultades más extremas a las que conlleva la imposición de una madurez prematura.
Además cabe destacar al joven Yuya Yagira premiado como mejor actor en el festival de Cannes del año pasado, sin por ello desmerecer el impactante trabajo de los interpretes infantiles Ayu Kitaura, Hiei Kimura y Momoko Shimizu. Una película que deja la difícil mácula de lo imborrable, sin ningún tipo de grandilocuencia, desde la severidad de la emoción sincera.
Miguel Á. Refoyo © 2005

miércoles, 8 de junio de 2005

Se prepara la americanización de 'Kaïro'

Es ya frecuente que cuando una película de terror oriental tiene éxito, los yanquis, sanguijuelas creativas del entorno comercial y narrativo del llamado ‘terror amarillo’, se lancen a americanizar la cinta. Desde una perspectiva occidental, las cinematografías asiáticas parecen compartir rasgos comunes, aunque en realidad sus diferencias son sustanciales. Pero la reformulación yanqui de estos conceptos asiáticos se da muchas veces de forma errónea, ya que por el camino de la traslación intercultural se pierde la esencia de la tradición oriental mezclada con la modernidad visual, sin perder nunca los estilemas clásicos, mezclando mitología fantástica y clasicismo.
El ‘remake’ es una forma de adulteración fílmica tan antigua como cotidiana. Ya nos hemos acostumbrado. La última le tocará a una de esas películas que uno no olvida, más allá de su calidad y trascendencia; ‘Kaïro (Pulse)’, de Kiyoshi Kurosawa, es la nueva e injuriosa perpetración para los amantes del cine de terror que llevará la nueva compañía de los hermanos Weinstein en la versión americana. Sólo os aconsejo que antes de que sea demasiado tarde disfrutéis de cualquier manera esta obra de referencia dentro del actual cine de género oriental. Una película que esgrime con certeza los márgenes metafisicos del terror, en una miscelánea entre la tecnología, el pánico humano y la belleza más dolorosa que esconde la mirada hacia lo desconocido.
Jim Sonzero dirigirá la adaptación al ‘mainstream’ infaustamente comercial de 'Pulse'. Kristen Bell, Rick Gonzalez, Ian Somerhalder y la cantante vista en ‘Be Cool’ Christina Milian serán sus protagonistas.