miércoles, 30 de marzo de 2005

HELLRAISER: Hellbound's Heart (I)

Casi dos décadas desgarrando almas
A punto de cumplirse las de dos décadas de su nacimiento este clásico del cine de terror sigue siendo una de las películas más influyentes del cine contemporáneo y sí, lo reconozco, es una de mis películas predilectas, a las que recurro constantemente, que más me han aportado como varias esferas de mi vida(personal, física e intelectualmente, como 'freak', como pobre diablo...).
Con el paso de los años, una obra como ‘Hellraiser’ se ha extendido a una cultura que vislumbra iconos pesadillescos y mitos capaces de estremecer conciencias desprovistas de emociones escalofriantes. Ahora mismo, nadie duda en determinar que esta cinta es una pequeña obra maestra del género. El luminiscente héroe ‘onírico-infernal’ de los clavos en la cabeza (el eterno Pinhead) nacido en una inolvidable década tan proclive para el terror como fueron los 80, ha engrandecido su efigie a lo largo de dos décadas para pasar a ser uno de los iconos fundamentales del cine apocalíptico y sangriento. En 1987, la New World Pictures trajo al mundo la ‘opera prima’ del que es uno de los genios más importantes de la literatura contemporánea, Clive Barker.
En aquélla se narraba la historia de Frank Cotton (Sean Chapman), un hombre que, aburrido de su vida cotidiana, viajaba a Oriente para conocer sus exquisiteces y perversidades. Allí, en lugar de nadie, un asiático le vendía una caja que, según la leyenda, le abriría las puertas del Infierno, ofreciéndole la posibilidad de disfrutar del placer y del dolor en una dimensión desconocida por el hombre. La curiosidad de Frank hace que resuelva el enigma de la caja con la consiguiente manifestación de los Cenobitas, seres infernales encargados de llevar la fruición del sufrimiento a quien los invoque. La casa desde la que Frank fuera llevado al Infierno, es habitada por su hermano Larry (Andrew Robinson), su hija Kirsty (Ashley Laurence) y su segunda esposa, Julia (Clare Higgins). Frank revivirá recobrando su humanidad gracias a la siniestra ayuda de ésta última, que fue su amante durante una época pasada. Renacido de entre los muertos, Frank no imagina que la inocente presencia de Kirsty iba a ser funesta para sus intenciones de regresar al mundo de los vivos, ya que la joven entregará a su tío a los Cenobitas para salvar su alma del enigma que reside en el misterioso receptáculo...
Este era el comienzo de la saga ‘Hellraiser’, un fascinante viaje a través de la transformación del cuerpo humano y el alma en su fase más salvaje, más dolorosa: placer y dolor en un solo concepto jamás experimentado por ningún hombre. Clive Barker estaba ya consolidado como uno de los herederos directos y a la vez congénere de Stephen King (quién llegó a decir “He visto el futuro del terror, y su nombre es Clive Barker”) cuando escribió esta inolvidable historia de horror, destinada a ser un clásico de dos ámbitos tan difíciles de vincular como son la literatura y el cine. El neófito realizador, al cual se le achacó en su momento su nula experiencia en el campo del celuloide, otorgó a la iconografía del fantaterrorífico (muy cerca del ‘gore’ –aunque nunca incluida en este subgénero-) una profundidad temática y estética revolucionaria, recreando una novedosa visión del terror basado en la insania fría, distante y en muchos momentos aberrante, en la que cada elemento que rodea la historia tiene algo de lúgubre y desagradable. Cada uno de los personajes se muestra de forma tenebrosa y sólo existe una cierta equidistancia del público con respecto a la cándida Kirsty (la hermosa actriz de culto, la musa de muchos sueños generacionales Ashley Laurence). Es cierto que el neófito director y novelista dirigió esta opera prima sin tener un conocimiento exacto del lenguaje cinematográfico, pero esto, si bien a veces evidencie una falta control de la acción visual sobre el argumento, sirve para ofrecer una perspectiva cristalina del espíritu global de ‘Hellraiser’ y su significado.
La aterradora serie supone un trayecto por el lado más oscuro hacia la esencia de la razón y de locura, para experimentar nuevas dimensiones del ser y del placer, personalizados en unos entes demoníacos (los legendarios Cenobitas) llamados para sobrecoger a las incautas e imprudentes almas ante lo que puedan descubrir. La transformación como producto directo de los más ocultos miedos humanos es el verdadero significado de ‘Hellraiser’. La saga (ocho entregas hasta la fecha), que tiene su mejor ejemplo en la fundadora de toda la leyenda, explora este miedo mostrando la consternación y la tribulación en momentos inolvidables gracias, en gran parte, a los excelentes efectos especiales de pura artesanía creados por Bobb Keen.
Clive Barker definió el Infierno en la serie ‘Hellraiser’ de una forma novedosa, más espiritual que fabulesca, muy diferente (pero a la vez paralela) a la creencia cristiana. En ‘Hellraiser’, aquellos que traen el averno destinan la voluntad humana a un caos de sufrimiento en el que la representación de las llamas eternas es sustituida por las torturas a las que someten los siniestros Cenobitas, descritos por el propio Barker como “demonios para algunos y ángeles para otros”. El extenso universo generado por el literato está dominado por Leviatán, un dios ávido de torturas y deseos, materializado en un octaedro punzante. Y la única forma posible de abrir las puertas del Infierno, de acceder al Leviatán oculto, el que se esconde en nuestro morbo más escabroso, es a través de la resolución de un puzzle, un enigma inscrito en una caja llamada la ‘Configuración del Lamento’ que descubrirá los Milagros Negros y las Maravillas de la Oscuridad. Clive Barker se acercó con el mito y la doctrina de aquella película a aspectos filosóficos hasta entonces poco abordados en el cine, basados más en la ideología de Jung –complejo entendido como constructor de los sueños y los síntomas- que en la factible teoría de Freud y su vertiente sexual, todo siguiendo una particular imaginería inscrita en las mitología sumeria.
‘Hellraiser’ explora la colectividad inconsciente, en la que los sueños tienen tanta importancia como la realidad que nos rodea. Gracias al ingenio del escritor británico, el ‘fantastastique’ se aproximó al terror de una manera virtuosa, ejecutando un análisis introspectivo de esperanzas y miedos, de sueños y realidades. A pesar de tratarse de un filme relativamente pequeño (debido a su escaso presupuesto –1 millón de dólares-), en su núcleo argumental esta obra cumbre incluye una deliberación de todo aquello que circunscribe los secretos de Ciencia, los enigmas de Lógica y la llama de Prometeo.
‘Hellraiser’ sirvió también para que muchos descubrieran una de las alegorías del género más carismáticas y menos conocidas de la tradición del terror. Reiterado el símbolo del ‘psycho-killer’ mesiánico y enajenado que cometía sus barbaries en un mundo real y cotidiano (Jason Voorhes, Michael Myers o Leatherface), Barker optó por un ser infernal, dinámico, de personalidad arrolladora y de estética fastuosamente cuidada. Pinhead (‘cabeza de alfiler’ en su traducción literal) embelesó a los amantes de un género necesitado del cambio que transfirió esta cinta clásica. Muchos conocen a Pinhead, pero pocos saben que en realidad Barker le dio un pasado enigmático, ya que se trata del Capitán Elliout Spencer, un soldado que luchó en la segunda Guerra Mundial. Después de la guerra, aburrido y en constante crisis, encontró la leyenda del Infierno, la caja que abre las puertas hacia la dimensión de placer y tortura. Con el paso de los años sería uno de los Cenobitas más carismáticos del Tártaro, pasando a ser conocido como Pinhead, pero también Pontífice Oscuro del Dolor, el Papa Negro de Infierno, Vasa Inquatitis o también Xipe Totec. Pero no es el único. En el Infierno de ‘Hellraiser’ hay más Cenobitas iconográficos que mortificarán las almas que osen descubrir el enigma de la caja: son The Chatterer (que bate sus mandíbulas constantemente, castañeando los dientes como si fuera una trituradora), Butterball, la Cenobita Ángel y el satánico Channard.
El caso es que no sólo estos iconos tienen una leyenda propia en las páginas del ensayista inglés, llegando a escribir sus nombres con letras de oro en el género del terror, sino que el propio Clive Barker tendrá su lugar como uno de los maestros más incorruptibles de la historia de la literatura y el cine.
Si no conocéis ‘Hellraiser’, es el momento de que abráis la ‘Configuración del Lamento’...
Y mañana más…

martes, 29 de marzo de 2005

Conservación animal

¿Qué se muere tu gato, perro, hámster, periquito, oso hormiguero o demás animales domésticos que ejerzan la función de devota mascota?
No te preocupes. Podrás tener presente a tu querido e inseparable amigo gracias al potencial inventivo de Jeanette Hall, una bella taxidermista de Spring Creeks (Nevada) que tan pronto te hace una figura disecada del difunto animal, embalsama una cabeza del ciervo que hayas cazado en el coto privado de tu jefe para que luzca en tu salón del chalet de la sierra, como conserva un pavo real de tal modo que parezca que siga entre nosotros. Pero la gran novedad es que también diseña cojines confeccionados con la piel de tu servil perrito o gatito, para que puedas acariciarlo y olerlo aunque ya no esté.
Sólo te cobra 65 dólares por una mascota doméstica y el sorprendente precio de 150 si quieres disecar tu caballo.
¿Qué os parece surreal y absolutamente delirante? Lo es, amigos, lo es.
Pero es que Jeanette lo vale.
Pensándolo bien, que lo más 'cool' sería tapizar el coche, en su exterior (por supuesto) con piel de animal. Pero claro, eso es ya imposible.

lunes, 28 de marzo de 2005

Adiós al pionero de la 'radiofórmula' española

“Gua... guaaa… guaaaa… Tú y yo lo sabíamos… Es lo más… 3, 2 o 1…”. Ya no volveremos a escuchar estas expresiones, ni esa curiosa palabra “musicine” que acuñó el hoy fallecido Joaquín Luqui cuando se refería a las bandas sonoras.
Viendo las noticias he recordado al catedrático que nos dio radio en la facultad de comunicación durante mis años universitarios. Se obstinó desde un principio (no os imagináis con qué desmedido fervor), en dejarnos bien claro que el original individuo con cara de buen amigo y pelo a lo ‘profesor chiflado’ Emmet Brown fue una figura fundamental, paradigma de la radio española. La radiofórmula nació con Luqui en nuestro país que importó una forma de contribuir a que la radio musical moderna entrara en la ‘Deep Spain’. Es el adiós de un astro de las ondas y de una de las personalidades más queridas del país. Me he preguntado ¿Hay alguien al que le cayera mal este ilustre hombre de radio? La respuesta parece clara.
Recuerdo haberlo visto hace un par de años con acompañado del Foro de la Bestia tras una cena de antología, alguien dijo: “Mira, JL, Joaquín Luqui en directo” (creo que fue el gran Suda Sánchez) y otro, mi memoria no alcanza a saber quién, gritó “¡Gato malo!”. Nada tenía que ver con su figura, ni con sus frases. Simplemente nos encontrábamos todos sobradamente ebrios. Luqui no dudó en girarse y saludarnos con el brazo en alto gritando un “Pasadlo bien, chicos”. Dos segundos después nos hicimos una triste foto cruzando un paso de cebra, intentando reproducir la del 'Abbey Road' de los Beattles. No lo conseguimos. Sé que es una historia mínima, absurda, improcedente a la grandeza del comentarista musical, pero es la única personal que tengo sobre él. Estoy convencido de que si hubiera sabido cuál era nuestra intención fotográfica, se hubiera unido al grupo.
El caso es que Luqui ha sido el más carismático, el hombre a contracorriente, la imagen heterogénea, rayana en el horterismo pero que le conferían un áurea de hombre al que se le adivinaba feliz. Más de 35 años en Los 40 Principales, aficionado a las ciencias ocultas (extravagante coincidencia que ayer muriera Jiménez del Oso), el más ‘fan’ del quinteto más grande de Liverpool (por el que se le conocía como “el quinto Beattle”), de Paul Anka, de Rolling Stone o de Bruce Springsteen, entre otros. O sus programas; ‘El Gran Musical’, ‘JL en FM’, ‘Radioshow’, ‘Fan Club’, ‘Fórmula weekend’, ‘Los mundos de Luqui'...
En fin, qué voy a contar yo en este espacio que no se haya dicho ya. Sólo quería dedicarle unas líneas a este entrañable personaje que nos ha dejado.
D.E.P el gran Luqui.

domingo, 27 de marzo de 2005

En busca de los Ummitas

Para ‘El círculo de las doncellas’, uno de los guiones de largometraje escrito con mi coguionista Chema Guevara, nos instruimos mucho acerca del mundo de la parapsicología y de los timos en este terreno. El personaje principal es Fermín Carrasco, un pobre diablo que se dedica a recrear psicofonías falsas y que admira, sobre todas las cosas, a Fernando Jiménez del Oso. Leímos bastantes números de las revistas ‘Más Allá’, ‘Espacio y tiempo’ y 'Enigmas’ (entre otras), las publicaciones de este psiquiatra experto en parapsicología que ha muerto hoy a los 64 años de edad.
Quién no recuerda ‘Todo es posible en domingo’, ‘La puerta del misterio’ o la versión televisiva ‘Más allá’, nuestros ‘Misterios sin resolver’ en versión cañí. Enigmas, contactos con muertos, ouijas, espiritismo, nigromancia, ciencias ocultas, adivinación y sobre todo el fenómeno ovnis rodearon la vida de este inquietante hombre que esperaba entrar en contacto desde 1979 con unos extraterrestres llamados Ummitas.
Lo último que supe de él fue su colaboración en el disco de Michel Huygen ‘Astralia’, una extrañeza musical definida en un viaje astral más allá de los confines entre lo terrenal de lo cósmico. Una rareza sonora donde Jiménez del Oso iba narrando experiencias paranormales que se escuchaba con su voz distorsionada. Y sí, daba mal rollo.

Del cómic a la pantalla: Más de lo mismo

Sony está en negociaciones con la Marvel para llevar a la gran pantalla ‘Killraven’, el cómic de 1973 creado por Roy Thomas y Neal Adams lanzado en su época como un ofrenda intencional de ‘La Guerra de los Mundos’, de H. G. Wells, que vio la luz por primera vez en el número 18 de la colección Amazing Adventures.
‘Killraven, el guerrero de los mundos’, narraba cómo en el Siglo XXI la tierra es asediada por alienígenas que se hacen con el control del planeta. Los últimos supervivientes son guerrilleros que luchan contra el régimen marciano en una batalla poco menos que apocalíptica. El líder del grupo es Jonathan Raven “Killraven”, un gladiador que combate en los circos Marcianos para regocijo de los nuevos conquistadores. A “Killraven” le acompañaba un séquito formado por los inolvidables M’Shulla, Carmilla, Skull y Hawk en su cruzada por devolver la libertad en la tierra.
Gerry Conway, Bill Mantlo, Gene Colan, Hert Trimpe o Howard Chaykin forjaron el mito, pero no fue hasta la llegada de Don McGregor a los guiones del cómic (en sintonía con los estupendos dibujos de Peter Craig Russell), cuando éste logró conocerse por el aficionado al noveno arte.
Un nuevo proyecto pasa del papel de cómic al cine, uniéndose a la monomanía por la traslación de algún superhéroe de las páginas tebeísticas al celuloide. No insistiré más en la carestía de ideas, el ostracismo creativo y el recurso fácil del último cine comercial que se perpetra Hollywood. El alud de títulos es inagotable: ‘Iron Fist’, ‘Sub-Mariner’, ‘The Hands of Shang-Chi’, ‘Werewolf by Night’, ‘The Black Widow’, ‘Deathlok’, ‘Iron Man’, ‘X-Men 3’, ‘Man-Thing’, ‘Luke Cage’, ‘Ghost Rider’, ‘Fantastic Four’...
Y lo curioso es que existe un responsable directo de todo esto, su nombre: Avi Arad (basta echar un vistazo a su filmografía para saber de qué pie cojea este productor que tiene los derechos de más 4.500 cómics de la Marvel -para algo es uno de sus 'peces gordos'-).
Yo ya me resigno. Como dice mi amigo Raymundo: “Habrá que verla ¿no?”.

¿Qué pasó ayer en el Abismo?

Aún no salgo de mi asombro, todavía estoy turbado con el desmedido número de visitas que se produjo ayer en este humilde blog. Desconozco si se trata de un error o de qué enlace (porque si no, no hay explicación) provino la avalancha de lectores ocasionales, curiosos o despistados que acabaron irrumpiendo en el Abismo, un hecho que me complace sobremanera. Ha sido un progreso paulatino el ascenso de audiencia internauta que se pasa por aquí de vez en cuando, pero lo de ayer (761 entradas) se me antoja desorbitado.
A todo el mundo le gusta que cuando promueve un cometido como el de crear un weblog la difusión sea lo más elevada posible. Es un incentivo más para seguir desarrollando el adeudo que tengo con vosotros, los verdaderos responsables de que cada día encuentre las ganas de redactar (a veces frenéticamente) y procurarle a este Abismo una cierta ralea con contenidos dispares, buscando siempre la calidad, pero por encima de esto, amenizar. Aún saboreando las mieles de este efímero auge y aceptación, la idea sigue siendo la misma con la que nació este weblog, que no es más que alcanzar una diversión bilateral entre el escribiente (que soy yo) y el lector (que eres tú).
Gracias a todos por seguir lo que acontece en este Abismo, de verdad.

sábado, 26 de marzo de 2005

Review 'Asalto al distrito 13'

Un asedio carente de emoción
Jean-François Richet lleva a cabo una insípida actualización del clásico de Carpenter, cuya esencia de tensión y claustrofobia se pierden en el camino de su modernización.
En esta irracional fiebre del ‘remake’, cada día más extendida en el cine norteamericano, corriente fílmica que manifiesta la anemia de ideas originales y el anquilosamiento por el que atraviesa la cinematografía yanqui, uno de los preceptos autoimpuestos para su entendimiento es, al menos, respetary mantenerse fiel al espíritu del original. Pues esta simple premisa, obtenida en no muchas ocasiones, parece ser que no es suficiente para que un 'remake' mantenga la coherencia que se le supone a este nimio ejercicio de reiteración. Un gran ejemplo de esta desvalorización en la duplicación de películas ya rodadas es ‘Asalto al distrito 13’, la nueva visión del clásico de serie B rodado en 1976 por John Carpenter ‘Asalto a la comisaría del distrito 13’. En esta nueva traducción actualizada, la idea conceptual y esquemática, sin concesiones a la narrativa malabárica, se mantiene e incluso se incrementa desde la perspectiva del francés Jean-François Richet, que toma la excusa argumental de la película de Carpenter: el asedio sufrido por los ocupantes de una comisaría a punto de cerrar por una mesnada exterior que hará todo lo posible por acabar con sus vidas.
Hasta aquí muy bien, el respeto y finalidad de lealtad cinematográfica hacia el maestro es innegable. Pero hay algo que no funciona, que distancia este redundante producto de su predecesor. Tal vez sea que esta revisión no suscita ningún tipo de desasosiego, de tensión claustrofóbica y de efectividad, debido a que el espectador sabe perfectamente dónde está, el entorno es demasiado familiar. Y es que aunque Richet no se aleje de las gélidas sombras y disparos, del contexto opresivo y estremecedor, en el que la irracional violencia del colectivo externo proviene de ‘La noche de los muertos vivientes’ (máxima referencia a la monumental novela de Richard Matheson ‘Soy Leyenda’), el realizador galo no encuentra el vigor y la actitud resolutiva para supeditar lo significativo a lo trivial, haciendo que las perfiladas relaciones interpersonales que forjan sus protagonistas, aislados y destinados a entenderse si quieren sobrevivir, ensombrezcan cualquier tipo de tratamiento de la soledad o los sepulcrales silencios de la original, rotos por esas ráfagas de tiros de la oscura amenaza. Hay un excesivo diálogo en sus esteriotipados personajes como para que funcione al nivel dramático del clásico de Carpenter.
De todos es conocida la adhesión de director de ‘Halloween’ al ideal de Howard Hawks y su infiltrada utilización de la consubstancialidad más auténtica del ‘far west’. En ese sentido, este nuevo ‘Asalto...’ poco ha cambiado de aquél western urbano con forma de thriller, donde los indios, reflejados en una pandilla juvenil llamada ‘El trueno verde’ en busca de venganza, han sido sustituidos por un grupo de policías corruptos que quieren acabar con el único testigo que puede delatarles. Asimismo, el fuerte a ocupar ya no es una solitaria y desértica dependencia policial de Anderson, en Los Angeles, sino una destartalada comisaría en pleno corazón de Detroit, ambas a punto de cerrar. Desde el principio, este ‘remake’ deja bastante claro cómo ha cambiado la sociedad actual respecto a la de los 70, idiotizándose deliberadamente bajo la hipocresía moral que nos rodea.
En ‘Asalto a la comisaría del Distrito 13’ (curiosa traducción, ya que se trataba de la comisaría 13 del distrito 9), de John Carpenter, la raíz del acoso procedía de las ansias de venganza del grupo juvenil hacia un padre que veía cómo éstos mataban a su hija de seis años sin motivo alguno, resarciéndose con un disparo que acaba con la vida de uno de ellos. En la actualidad que una inocente niña reciba un tiro a bocajarro con un helado de la mano, es una imagen inconcebible en Hollywood. La rebeldía de esta juventud encolerizada era lógica, teniendo en cuenta que seis componentes de su banda habían sido acribillados por la policía, situación en la que Carpenter propuso las relaciones entre las bandas y las fuerzas de orden público como una batalla fruto de la ineficacia política de la época. Para la versión de 2005 es mucho más fácil, sin tanto calado de violencia gratuita, haciendo que la trama gire en torno a los valores morales, acomodando a los sitiadores como una treintena de policías corruptos pretendiendo salvaguardar sus espaldas. En 1976 Bishop era el policía negro primerizo, el accidental héroe que en su infancia había coqueteado con la delincuencia. Ahora, Bishop se ha transmutado en el íntegro criminal que no duda en ponerse de parte de la ley, ya que esto le beneficia, perdiendo así la figura del socarrón y carismático Napoleón Wilson, un recluso que se regía bajo el instinto de supervivencia. La iniquidad de la propuesta actual de esa carcoma de estos agentes de policía deja mucho que desear si se confronta con aquel ‘cholo’ (una lucha a muerte) de Carpenter.
Son muchas las diferencias que hacen que este ‘Asalto…’ de 2005 esté muy por debajo de su progenitora, fundamentalmente en la exposición general de sus personajes. Mientras que Carpenter definió los caracteres de sus acorralados roles en una insubordinación a los cánones impuestos en el filme de Richet todos representan a un personaje típico del género. Los tres protagonistas de la cinta del maestro Carpenter, Leight (Laurie Zimmer) una secretaria impasible y tenaz, Bishop (Austin Stoker), el policía negro héroe a supesar y Wilson (Darwin Joston), un peligroso criminal que actúa al lado de la ley para sobrevivir no estaban a gusto en el tópico que se les imponía, insubordinándose a los preceptos genéricos. Ahora no, la pérdida de identidad del filme de Richet, además de claudicar ante lo común de una trama que pierde cualquier nivel de intención alegórica que poseía la película de 1976, tiene su peor enemigo en el guión de James DeMonaco (‘El negociador’) que se excede en la prototipificación de su fauna, iniciado con ese prólogo donde vemos a Roenick (en las facciones del cada vez más demacrado Ethan Hawke) fracasar en una operación antidroga en la que pierde a sus dos compañeros. Ya tenemos la excusa perfecta para conocer los fantasmas del heroico protagonista, de comprender su ‘modus operandi’ y sus reacciones ante el ataque policial de su comisaría.
La excesiva personalización no sólo se rotula en el personaje principal y en su forzoso acólito Bishop (Lawrence Fishburne, ejerciendo otra vez de Morpheo), el problema es que se despliega a los demás personajes secundarios, que toman más protagonismo del esperado; una secretaria deseosa de sexo con chicos malos (la muy ‘carpenteriana’ Drea de Matteo), un policía irlandés a punto de jubilarse (un envejecido Brian Dennehy), un drogadicto nervioso e irracional (histriónico como siempre John Leguizamo), y una incapaz psicóloga (una insulsa Maria Bello) adquieren un protagonismo desnivelado en función de la acción.
La originalidad se pierde por completo, la falta de recursos argumentales y la superposición de la acción en detrimento de la cadencia que significaba el hermetismo claustrofóbico de la original se unen al recursivo apego de Richet por el constante movimiento de cámara para encontrar el ritmo visual, último recurso utilizado por Carpenter en su segundo filme. También se desmejora el nuevo ‘Asalto…’ en el desarrollo lógico de la trama, apoyándose en un pretendido realismo (la justificación argumental de todo lo que pasa) que cercena cualquier intención de insinuación, de subversividad, incluso el enfoque dramático del angustioso encierro queda mutilado con ese final a campo abierto (ojo, en un bosque en medio de Detroit, en el centro de la ciudad) que descompone el clímax logrado por Carpenter con aquel atrincheramiento en el sótano de la comisaría con sólo ocho balas para frenar a la horda de agresores. Si a este escamoteo de intenciones le añadimos que en el filme de Richet la oscuridad es mucho menos sombría gracias a la ajustada fotografía de Robert Gantz, que empaña el asfixiante objetivo de claustrofobia y tensión que logró Carpenter, nos queda bien poco.
A cambio, Richet brinda un arsenal de secuencias de acción, de ráfagas de cine de género bien rodado, con buen pulso amparado en el alarde técnico, siempre en función de un espectáculo que termina siendo vacuo, enérgico y eficaz, eso sí, pero carente de emoción. Un producto de innegable capacidad para distraer, pero sin llegar a más. Se pierde, por tanto, el nivel de tensión del inquietante tratamiento de las tribus urbanas suplantado por un anodino policía con los rasgos del siempre fallido Gabriel Byrne en otra espeluznante interpretación, con lo cual, todos hemos salido perdiendo. Tampoco escuchamos los punteos sintetizados de Carpenter que dan esa peculiar energía a la acción, ni concurre en su interior una escéptica visión acerca de la aquiescente actitud de la sociedad americana, ni se ha mantenido el sentido del humor irónico que salpicaba el filme del maestro de la serie B, ni se percibe algún signo de inquietud por aportar nada nuevo a la historia. Por lo tanto, no existe un motivo claro y justificable para esta revisitiación cuya intrascendencia es identificable a estos tiempos de desabrimiento y oprobio ‘hollywoodiense’.
Miguel Á. Refoyo © 2005

¿Volverá?

"La arqueología busca el hecho y no la verdad. Si es la verdad lo que les interesa el profesor Daily da filosofía en la clase del fondo. Olvídense de ciudades perdidas y objetos exóticos. No hay mapas que lleven tesoros ocultos y nunca hay una equis que marque el lugar. No hay que seguir la mitología al pie de la letra".
Esperamos tu regreso. Stop. El cine te necesita.

viernes, 25 de marzo de 2005

Una secuencia al azar (II). 'First Blood'. A one man war

Nos situamos a principios de los años 80, subsiguientemente a la guerra de Vietnam. Una contienda que dejó secuelas en los marines que sobrevivieron a la barbarie; síntomas de aguda ansiedad, fuerte depresión o desorden de estrés postraumático... Atrás habían quedado el conflicto de Laos y Camboya, el intento de mantener la presencia francesa colonial en Indochina frente a las fuerzas comunistas del Vietminh, apoyando al régimen anticomunista de Vgo Dinh Diem o los bombardeos masivos y el uso de agentes químicos. Cuando el 17 de abril, Phnom Penh cayó en manos de los Khmers Rojos y poco tiempo después los comunistas tomaron Saigón, miles de soldados norteamericanos volvieron a casa con una sintomatología difícil de expeler. El tiempo no siempre lo cura todo. 58.000 muertos y 300.000 heridos devolvieron a centenares de miles de soldados con una amplia adicción a las drogas y con serios problemas de adaptación a la vida civil.
Un atribulado marine transita por una carretera de Estados Unidos cercana a la frontera con Canadá. ‘Wellcome to Holidayland’ es el marbete por el que pasa con su petate al hombro al llegar al apacible pueblecito de Hope. Acaba de descubrir que el último amigo de su escuadrón ha muerto víctima del cáncer debido al Napalm. La guerra le ha convertido en un inestable individuo a punto de estallar, estigmatizado por el afeamiento de un conflicto bélico sin sentido. Su nombre es John Rambo, un engranaje perfecto para la guerra desubicado en una sociedad que está a punto de desdeñarle.
El Sheriff Will Teasle sale de la comisaría afablemente, dando los buenos días a todo el mundo, hipócritamente feliz. Vislumbra cierta amenaza en el porte y aspecto de John. Le ordena subirse al coche. No tarda en culparle de mendicante y pordiosero.
- ¿A dónde te diriges?
- A Portland.
- Eso está al sur y no al norte como dijiste.
- Sólo quiero comer algo.
- Hay un parador a 45 Km. de aquí.
- ¿Existe alguna ley que me prohíba comer en este pueblo?
- Sí. Yo.
Teasle le repudia, ultrajándole y abandonando al pobre hombre en la otra punta del pueblo, insinuando que se vaya. Esto es el mundo y él una sola persona, todo lo demás llegó después, todos los sistemas siempre lo olvidan, que decía una canción de ‘La polla record’. El fascismo del poder. Rambo, porfiado y herido en su orgullo, reencauza sus pasos de nuevo hacia el pueblo. El Sheriff atisba la acción incrédulo y se dirige a él para detenerle.
Es el principio de una contienda que no podrá ganar.
Por cierto ¿sabíais que ‘Rambo’ en japonés significa ‘Violencia’?

Subversión

Ejemplo paradigmático de un erróneo concepto de algún malintencionado diseñador a la hora de crear un logo para un centro pediátrico de Virginia.