jueves, 17 de marzo de 2005

La fraila Calva

Existe cierta propensión por parte de algunos políticos (aunque yo me atrevería a aseverar que todos) por concebir que los votantes, los ciudadanos de a pie preocupados por otras cosas que no de sus risibles actuaciones, somos gilipollas. Muchos de ellos utilizan una desvergonzada táctica sustentada en el ‘buenrollismo’, en desplegar una impuesta y forzada simpatía, simulando ser unos individuos cordiales, simpáticos y con un ilimitado sentido del humor. Curiosamente, en este apartado de singularidad política, el asunto lleva consigo una circunstancia que suele promover una inquebrantable dualidad; todo aquel que se hace el enrollado termina pareciendo un imbécil o un inculto.
Quién no recuerda el clásico “jóvenes y jóvenas” de Carmen Romero, las pifias mentales de Rosa Conde (me vienen a la memoria las imitaciones de Buenafuente en el añorado ‘Al ataque’), la “famosa pintora Sara Mago” de aquella incipiente humorista que fue y es Esperanza Aguirre, del “espinazo de cerdo en la sopa” de Celia Villalobos, la fluidez verbal de Ana Palacio, las palmaditas en la espalda de Gaspar Llamazares cuando alguien le pregunta algo, el ‘Bilbado’ que soltó el grotesco Aznar en un mitin, la impuesta y simulada simpatía de Trinidad Jiménez. Y tantos y tantos otros...
La moda consiste en resultar fraterno con lo ‘guay’, con esa actitud de ‘soy moderna’, del ‘antes muerta que sencilla’ se ha ejemplificado con la ministra de cultura Carmen Calvo, que hace un par de días (el viaje a Madrid me aisló del mundo) soltó la frase del mes: “...esta ministra que antes de cocinera, fue fraila” (escuchar). Puede que haya sido un traspié lingüístico. Tal vez. Un fallo a la hora de conferenciar lo tiene cualquiera. Por eso, esta cómica disposición a caer bien y a improvisar le ha costado a la ministra que los aburridos críticos conservadores y fachillas se le hayan echado encima. Y se lo merece, qué cojones. Y es que el acervo cultural no entiende de errores. Y esto le ha pasado por hacerse la graciosa, por improvisar, por optar hacia una apostura de donaire, por querer aglutinar apegos de distintos estratos, por esclarecer desde sus comienzos que es ‘muy fan’ de Metallica y que es ‘heavy’ hasta la médula. Por ser una ‘bienqueda’ con todo el mundo.
Y lo extraordinario es que disponiendo una musiquilla de moda y una letra a lo María Isabel, la frase “Antes que cocinera, fui fraila” resulta perfecta para una canción. Quién sabe si podría ser la que nos llevara definitivamente a ganar Eurovisión.

miércoles, 16 de marzo de 2005

Apoteosis en Madrid

Recuperado de dos días frenéticamente oligofrénicos, llenos de sorpresas, reencuentros, viables éxitos y el mejor y más caluroso pase de ‘El límite’ (nunca en ninguna proyección hasta el momento hubo tan buen ambiente) vuelvo al automatismo del Abismo con la conquista madrileña a mis espaldas, agradeciendo, ante todo, el aluvión de buenos comentarios, observaciones y críticas que se vertieron el pasado lunes tras la proyección del cortometraje en su esperada muestra en la capital. La gente de Madrid me quiere.
Antes del cortometraje, y después de una conversación semiexistencial con el socio de mi productor y amigo, en la que llegamos a un estado de negatividad insultante hablando del actual enclave del cine español, consumando los casi cien minutos en dos palabras: decepción y estulticia, casi no llego a mi propia puesta de gala al pasar la tarde compartiendo las desinhibidas risas y carcajadas con Jorge y Zapa, entusiasmados sectarios del ‘Grand Theft Auto: San Andreas’, un juego tan adictivo como sugerente, tan violento como perfecto, un excepcional trabajo dentro de su género, una joya del ocio para consola que está teniendo problemas por su contenido debido a una mala gestión (nadie se aclara) con su regulación de contenidos para impedir el acceso de los menores. Así, durante más de tres horas, entre cerveza y cerveza, convertimos al inmenso negrata que Jorge había confeccionado como indestructible ‘alter ego’ para su ‘gang action’ en un esperpéntico fantoche acicalado con unos calzoncillos de corazones, una camiseta de tirantes, unas chanclas, un sombrero de leopardo con ala y, para más socarronería, unas gafas de carnaval con nariz postiza.
Todo ello, portando un miembro de goma en forma de falo conseguido en las duchas de la comisaría de policía. En plena acción, en plan Travis Bickle, por una ciudad construida al milímetro para la expulsión de adrenalina visual. Suena surreal, pero este juego es el remedio más original, ‘cool’ y extraordinariamente divertido para liquidar el aburrimiento de la vida real. Aunque la vida real sea tal vez más divertida, a tenor de una joven que iba gritándole por teléfono improperios casi blasfemos a un interlocutor desconocido, ofreciendo un espectáculo bastante lamentable cuando salimos a toda prisa hacia la calle Arenal.
Nunca había estado en el Palacio de Gaviria, un espectacular y señorial antro bastante inasequible construido en 1846 por orden del banquero Manuel Gaviria y que está inspirado en el Palacio de los Farnesio, de Miguel Ángel. Trece salones de diferentes ambientes conectados entre si, que sirven como cúmulo de ambientes en un discoteca imponente y monumental, muy del estilo de las cámaras victorianas que recorre Tom Cruise en 'Eyes Wide Shut' escondido tras una máscara. Una pena que el lunes no sucediera lo mismo y en vez de asistir a una orgía sectaria vestido con capa, simplemente lo hiciera a la muestra de tres cortometrajes, entre ellos el mío. No tuve que mascullar a nadie la palabra “Fidelio”, pero a cambio la ya célebre y atractiva Mar Muro, un encanto de mujer con muchos encantos, retribuyó mi presencia con dos invitaciones para sendas consumiciones. Y dados los escandalosos precios (que más que precios eran hostias al bolsillo del respetable), fue una suerte poder mojar el gaznate con un frío néctar, sea de la clase que fuere.
Nuestra sala era bastante amplia con capacidad para una multitud entregada a las tres piezas, pero no lo suficiente como para evitar una aglomeración condensadora de un calor intolerante, en paridad a una granja de pollos reconvertida en un público sudoroso. Al igual que los cortos ‘El círculo’ y ‘Esto no es una pipa’, de Mariano Gómez (un tipo simétrico a Jaume Balagueró) y Jaime Goéz (simétrico a Fito Paez), respectivamente, el pase de ‘El límite’ no sucumbió a la indiferencia y gustó bastante, reconociéndonos el duro esfuerzo vertido en un proyecto que ha tardado dos largos años en poder verse en Madrid. Cautivó a las personas que me incumbían, a las que no, a gente del medio cinematográfico, a espectadores ocasionales… Lo más destacado de una ceremonia llevada por una anfitriona incondicional de la equivocación verbal, fue la posterior e improcedente sesión de ‘show’ cómico alentado por mi absurda capacidad de transformarme en un Chevy Chase de tercera, respaldado por mis acólitos que, ajenos al sentido del ridículo (Amable derribó la pantalla donde se proyectaban los cortos), desacreditaron el acto con unas nada ingeniosas preguntas, lances burlescos y peticiones de imitación en un episodio chocante y anormal, un poco como yo, como mis amigos, como el evento en sí, discontinuo entre los tres trabajos para que la gente consumiera. Os aseguro que ha sido el pase con más energía positiva de los que se han producido. Y, desde mi punto de vista (demasiado subjetivo y partidista), el más divertido.
Después, la fiesta fue perdiendo adeptos con tempranos quehaceres diarios que se abstuvieron de dejarse llevar por la dipsomanía madrileña; estuvieron parte de mi equipo (incluido Raúl Prieto y el compositor Darius Palomo), el foro de la bestia, los Bernales, amigos comunes a todos, los Alvariño (por cierto, con la gran noticia de que Javi estará en el equipo de dirección artística de ‘El laberinto del Fauno’, de Guillermo del Toro), Eugenio Mira & Co, la grata sorpresa de ver a los salmantinos RSP y Marta venidos desde aquí, algún Moviden que otro, Frunobulax, Perillas y esposa, todos ellos acompañados por rostros que tiene que ver con mi vida pasada y presente. Pero, al contrario de lo que yo pensaba, Madrid tiene vida nocturna, con fauna amiga de la fiesta y el desahogo alcohólico. De todos los que comenzamos el pequeño gaudeamus cervecero, logramos llegar al divertido etilismo noctívago el gran Tocho (2’04 de buena persona), el enloquecido Zamanillo (el coordinador de efectos del corto, también en peregrinación desde Charrilandia) y Ginés, el arreglista de Roque Baños, un individuo encantador que sólo al final de la noche se arrancó a contar anécdotas y trabajos junto al mejor compositor que hay en España. Una cogorza bastante mítica y lisonjera difícil de olvidar.

Zamaphex Twin, con su bocata y su Cola-Cao.
Acabamos más allá de las 7 en un bar, reponiéndonos del pedal con un surtido de desayunos más típicos de desatinados y perturbados gourmettes que de personas normales. Somos ‘freaks’, hay que asumirlo de una vez.
Como última anécdota, ayer, después de una conversación existencial sobre el cine y la vida con Mikel Alvariño y Eugenio Mira, estuve a punto de perder el tren por el famoso edificio Windsor, al permanecer cerrada la puerta de acceso al metro que normalmente utilizo. Varios kilómetros corriendo y sudando, sintiéndome como un infame adiposo detrás de un pastel, por fin pude regresar a este orbe universitario.
Algún día contaré cómo un paleto con camisa de rayas consiguió, con un inglés de primaria, engatusar a dos curvilíneas extranjeras sin nociones de español en pleno viaje. Deplorable situación.
Por supuesto, no podía faltar un albúm de fotos de la noche en que Madrid recibió nuestro cortometraje con los brazos abiertos en una emocionante velada.
Y aquí un vídeo recuperado del momento que, a pesar de su sonido, refleja perfectamente el ambiente allí vivido en una noche que pasará con letras de oro a mi memoria, a la del equipo de 'El límite', a todos los que allí se dieron cita.

Review THE BIRTHDAY, de Eugenio Mira

Extravagante y radical cine fantástico
Eugenio Mira debuta con una arriesgada propuesta personal que mezcla varios géneros de forma ambigua y oscura sin perder la autenticidad de unos designios intachables.
Lo primero que llama la atención después de haber asistido a este rotundo y temerario primer trabajo de Eugenio Mira es la sensación de extrema heterogeneidad, riesgo y libertad con la que se ha llevado a cabo una producción totalmente alejada de los cánones que aniquilan cualquier intención de cambio del actual cine español. Lejos de doblegarse a una corriente definida, ‘The Birthday’ se sitúa en una quebradiza línea de contingencia genérica, buscando un provocado efecto de ambigüedad en una historia totalmente frenética y delirante bajo la cual se esconden muchos de los designios cinematográficos que la apartan de un cine pretendidamente comercial, pero que a su vez, ofrecen un tiovivo de sensaciones a diversos niveles artísticos y estéticos. Un logro que sitúa a este extraño producto en el polo opuesto al cine que estamos acostumbrados a ver en España.
La independencia o la autoría en el mundo del cine siempre ha sido un tema bastante difícil de definir. Muchos se han adelantado a calificar esta ‘opera prima’ como una futura obra de culto e incluso como “película maldita”, pero lo cierto es que aunque ‘The Birhtday’ esté concebida fuera de los parámetros industriales, erigida desde una mirada conceptual al cine de los 80 más comerciales, referenciando los tópicos y singularidades de la nostalgia de determinados ‘blockbusters’, este primer paso en el mundo del largometraje de Mira le descubre como un cineasta capaz de aportar una innovadora mirada sobre el género fantástico y sobre el cine en general, desde un punto de vista según el cual pueda crear, intencionadamente, un universo con códigos propios, dignos de un visionario en ciernes, de un autor aislado de cualquier moda.
La historia de ‘The Birthday’ arranca en un pequeño hotel de Baltimore, Estados Unidos situándose en 1987. Con esto, Mira (que coescribe el guión con el gran Mikel Alvariño) gravita en una idea de relegación sobre lo que podemos determinar como territorialidad, obviando de lo preconcebido, lo fácil y recursivo para singularizar un alejamiento en el espacio y el tiempo que resulta enriquecedor para la historia y para la memoria nostálgica del cinéfilo generacional a la que aluden ambos guionistas. En ese minúsculo hotel constituido como claustrofóbico y siniestro entorno, Norman Forrester, un anodino e inseguro joven, pretende caer bien a la familia de su petulante y engreída novia, Allison, durante la fiesta de cumpleaños de su padre.
En el proceso, Norman sufrirá una brutal y apocalíptica experiencia que empieza con el reencuentro de un antiguo compañero de instituto y una fiesta anexa y la irrupción de un grupo de paracientíficos en busca del origen del fin del mundo. Norman, maleable y quebradizo, ofuscado en no perder el amor de su vida, evolucionará hasta superar sus miedos y complejos para convertirse en el pequeño héroe de una trama que transcurre a caballo entre las dos plantas donde se ubican las fiestas, un siniestro sótano, el recibidor, el ático y, sobre todo, en el recurrente ascensor.
‘The birthday’ empieza como una oscura ‘screwball comedy’ en la que el joven Norman pretende recuperar el amor de su déspota chica, con un voluntario acercamiento al humor ‘teenager’ que en seguida abandona para avanzar evolutivamente hacia una seriedad genérica de comedido efectismo, pasando a un inquietante terreno que camina entre el ‘thriller’, el terror y el cine fantástico. Toda una empresa a priori inabarcable, pero en la que se demuestra nada es casual y todos los elementos, por aparentemente insignificantes que parezcan, son necesarios para crear la experiencia que supone para el espectador seguir en tiempo real a un personaje, el gran reto de Eugenio Mira en su primera película. Esta constante proximidad a Norman, que está en todos y cada uno de los planos de la película, supone un ejercicio de equilibrio que, en algunos de sus momentos (sobre todo aquellos en los que se indaga en la relación de pareja) parece descompensarse a tenor de la duración final que se ha visto hasta ahora de la cinta.
La única asimetría perceptible en esta versión de ‘The Birthday’ es el acometimiento asfixiante de esta trama de ‘real time’ que Mira prolonga con alguna aparición intencional de tiempos muertos y dilatación en secuencias de encuentros y desencuentros amorosos entre Norman y Alison (en su consecuente subtrama), concibiendo el ansia del espectador porque suceda algo, en una extraña sensación de descenso de interés sólo mantenido por los envidiables recursos de un guión en el que los diálogos son más que sobresalientes.
Pero es sólo un trance pasajero, ya que en el momento en el que la historia devela su verdadera naturaleza maléfica y de corte ‘fantastique’, ‘The Birthday’ adquiere una dimensión de engrandecida potencia visual y narrativa, arrolladora, que recurre a la destreza cinematográfica para condensar la insólita emoción de una cinta decididamente radical, en ideología y pragmatismo. La obra debut de Mira es un extravagante filme surgido del subconsciente y de las obsesiones de un autor fascinado por la deformación de la realidad, por un cine perdido y nostálgico, una película tal vez demasiado arriesgada, pero valiente y temeraria, que vislumbra desde un punto de vista fantástico aquellos tópicos de un cine que perdura en la nostalgia de una generación que creció al amparo de Spielberg, Landis, Joe Dante, Zemeckis y un largo etcétera, y que, sin embargo, se muestran de forma subrepticia, evidenciando una propensión estética y formal a los preceptos de cineastas como David Cronenberg y David Lynch.
Dos poderosas influencias en la personal mirada fílmica de un Eugenio Mira que sabe desarrollar su película en dos (y hasta tres) tiempos perfectamente definidos, que discurren con ritmo templado, a veces fluctuando demasiado en un género o en otro, pero estabilizando su propuesta en la suicida contraposición de sensaciones intensas y desconcertantes que recuperan el ‘feeling’ de una serie tan mítica como la ‘Twilight Zone’.
Cuando esta inclasificable obra avanza, la inquietud y la confusión se terminan adueñando (para bien o para mal) de un público que es llevado al extremo, al enloquecimiento del personaje que se ve inmerso en la propuesta acuñada por Hitchcock “un pobre hombre metido en una gigantesca situación”, desplegando una tremenda astucia y buen pulso que convierten a ‘The Birthday’, más allá de una extravagancia incómoda, en una muestra de manipulación sobre la narración cinematográfica con un rigor estético sobrenatural, algo que, como se ha visto en sus primeros pases, no a todo el mundo ha complacido. Pero lejos de cualquier diatriba, la gran cualidad de esta película no es tanto el argumento en sí mismo como el modo en que se aborda, proponiendo un extraño viaje donde cada situación tiene un grado de artificio que pone en crisis a la misma representación cinematográfica como reflejo de la realidad, en la que, sin embargo, cada diálogo, cada silencio y cada expresión tienen su dosis de verosimilitud que responde, en definitiva, a un audaz discurso personal ajeno a cualquier maniqueísmo, definiendo un estilo propio identificable con la autenticidad de unas intenciones intachables.
Estamos ante un insólito material aparentemente amable que va acrecentando su visión sórdida, angosta, cuya visualización la convierte en una viscosa fábula sin sentimentalismo, de una estoicidad abrumante, apoyada en la atmósfera malsana que adquiere la película gracias a la fantástica fotografía de Unax Mendía, que ha logrado un tenue claroscuro que se asemeja a la dualidad de la historia, a esa pugna entre la realidad y lo aparentemente ficticio, entre la frágil consistencia de Norman y su falta intrepidez inicial enfrentada al arrojo y decisión con la que va acometiendo su surrealista experiencia rodeado de un creciente Mal, reflejado en instintos apenas controlados, inscritos en una sociedad de tentaciones y amenazas. Una textura cinematográfica mostrada como una geografía abstracta donde los decorados construidos de forma impecable por Javier Alvariño y Daniel Izar sitúan a Norman en una tragedia construida a través de la profusión de detalles y situaciones que van desagranándose desde esa inicial comedia hasta llegar a su asfixiante tono de terror que tiene su apoteosis en su éxtasis final. Y es que nunca antes la utilización del sonido ayudó tanto a crear un ambiente tan sórdido y claustrofóbico como el vivido (porque es toda una experiencia) en el desenlace de ‘The Birthday’. Un tono asfixiante y recurrente gracias también a la incursión de la música incidental con tintes de ofrenda a Jerry Goldsmith compuesta por el propio e inspirado Mira.
En el terreno de la interpretación, la rehabilitación de la otrora estrella adolescente Corey Feldman aporta el grado de evocación que requiere la historia y su ubicación temporal, que se relega con la progresiva estratificación de un personaje que se enfrenta a un contexto extraordinario y acaba por conocerse a sí mismo. Así, el deliberadamente histriónico Feldman del inicio va tomando un tono grave que aumenta paulatinamente, coyuntura que brinda al actor la fortuna de acreditar que su interpretación está mucho más allá de lo convencionalidad.
Corey Feldman está sencillamente fantástico. Un adjetivo que alcanza y pondera el talento de una actriz como Erica Prior, capaz de abastecer con infinidad de registros a su antipático personaje, llegando a resultar dulce, asustadiza, brusca o desagradable en pequeños gestos según convenga, capacidad que ya hiciera de ella una promesa de futuro en ‘Second Name’, de Paco Plaza. También cabe destacar la presencia de Jack Taylor, un clásico del género que nunca defrauda. Es de recibo destacar las interpretaciones de éstos y de todos y cada uno de los secundarios (Rick Merrill, Dale Douman, <Ana Lucia Billate, Craig Stevenson…), ya que sin ellos, ‘The Birthday’ no tendría la contundencia dramática que alcanza en cada fotograma.
Con una insana vocación de radicalidad, ‘The Birthday’ ha nacido como un filme que, perentoriamente, no es para todos los gustos, pero que ostenta una extraña poesía de la oscuridad donde, a partir de la cuál, el término ‘bizarro’ (en el sentido de contingencia) adquiere nuevo significado. Una película difícil de asimilar que posee un persuasivo trasfondo simbólico que le otorga un fascinante halo de complejidad, de profundidad, incluso de belleza apenas vista en el cine patrio.
Puede que la ‘opera prima’ de Eugenio Mira tenga algunos titubeos, que contenga los defectos y descompensaciones de una primera película, puede que ciertas partes de la película se alarguen en exceso viendo enturbiado su ritmo (teniendo en cuenta que hemos visto un anticipado ‘Director’s cut’ -recortado este metraje para su distribución final-), pero en todo momento siguiendo una lógica con la que el espectador no sólo no puede anticipar o prever lo que va a venir, sino que termina por dejarse llevar por el viaje propuesto por Mira, que se aleja de la sumisión a cualquier norma para adoptar una actitud mucho más ecléctica, dándole la espalda a toda concesión o sinapismo, llevando su ideal hasta sus últimas consecuencias. Un filme más que necesario, obligatorio.
Miguel Á. Refoyo © 2005

lunes, 14 de marzo de 2005

EL LÍMITE: Día D, Hora H

Es inminente.
Ha llegado la hora de estrenar en la capital. La vorágine de nervios, satisfacción y expectación son máximos. En efecto, ‘El límite’ se estrena este mismo lunes 14 de marzo en Madrid. Tal evento tendrá lugar en El palacio de Gaviria (C/Arenal, 9), a las 22:30 dentro de las proyecciones que organiza la productora Lolita Peliculitas.
La entrada es gratuita, así que estáis todos invitados a asistir a la esperada premiere en la jungla madrileña. Dos años y medio desde que se diera el primer golpe de claqueta, el telón se levantará para conferir la oportunidad a esta pieza extraña, umbría, incluso luctuosa que tan bien está siendo acogida allá donde se presenta.
La verdad es que mañana tiene toda la pinta de convertirse en uno de esos días en que todo a tu alrededor parece una especie de acoplamiento espiritual en un anuncio de compresas de Evax, es decir, todos felices y optimistas, envuelto en un prisma de colores y abundante confianza.
Lo que más ilusión me hace es el reencuentro con todos los miembros de mi equipo. Por primera vez en mucho tiempo voy a congregar al equipo que alcanzó la gesta de involucrarse hasta el final en un enloquecido y agotador proyecto. Posiblemente todo acabe con un copioso abuso nocturno procedente de alguna delirante ronda etílica y tarambanera antes del estreno para, sea un éxito o no guste nuestro corto, salir a celebrarlo por todo lo alto.
Un lunes. Madrid. Fiesta. Palabras inaplicable para ensamblarse en una misma frase. Pero se hará lo que se pueda.
Allí os espero amigos del Abismo.
Recordad...

domingo, 13 de marzo de 2005

Un mundo desde el Abismo. Versión 2.0

Después de una semana de trabajo, arreglos y demás fajinas informáticas llevadas a cabo por mi amada Myrian, que ha elaborado todos los ajustes necesarios para el cambio, hoy se presenta la nueva imagen de ‘Un mundo desde el abismo’.
Una sofisticada apariencia más acorde con el propósito de ir optimizando poco a poco este espacio de locura insondable. Un objetivo fundamental desde la creación de esta absurda página.
Sin desnaturalizar mucho el Abismo original, hay algún que otro cambio cromático, sutiles marcos encajando el texto, así como una variación en la disposición estructural que desune este weblog de la monopolizada plantilla con la que nació (rebautizada en la ‘blogoésfera’ y en la modernidad tecnológica como template). Un cambio que se me antojaba inexcusable, así como había que hacerlo extensible al banco de posts ‘El fondo del Abismo’, mucho más legible y práctico que en su versión anterior.
Así, este fondo abisal cambia de imagen en su intención de seguir formulando entretenimiento más o menos importante, pero, eso sí, actualizado a diario.
Sí, amigos, por si os lo estáis preguntando (que ya supongo que no), la nueva portada del Abismo en la que unos espartanos caen a un abismo con mortal fondo pertenece a ‘300’, el brutal cómic de Frank Miller. Al igual que la anterior.
Por vosotros, por mí, por él.
Espero que os guste la metamorfosis.

Donde hay pelo, hay alegría

Silvio Berlusconi , Il Cavaliere, ha caído en las redes del trasplante capilar y así luce su mata de pelo en la actualidad. Ha pasado de dispersar unos cuantos pelos para tratar de cubrir su frondoso cartonete a tener un pelo de escándalo. Fue en agosto cuando surgió la sospecha de que Berlusconi se podía haber sometido a un trasplante capilar, al aparecer en un esperpéntico turbante a lo Sinbad durante un paseo por las calles de Porto Rotondo con Blair y su esposa Cherie .
Tras una oleada de críticas, rumores y chistes, los portavoces del primer ministro italiano se apresuraron a asegurar que Berlusconi se había quemado la calva (recordando el título que le proporcionó el Oscar a Nikita Mikhalkov ) mientras navegaba y que necesitaba protegerse del sol con la estratosférica badana. Poco después, el doctor Piero Rosati , cirujano estético y profesor en la Universidad de Ferrara, reveló lo evidente al admitir que le había hecho un implante capilar a Il Cavaliere. Y a la vista está. Ahí, señorial y coqueto él, tan contento por volver a utilizar un peine. Me gustaría que le sucediera lo que a Stacy Keach en el segmento 'Hair', de ese divertimento de culto que es 'Body Bags' al amparo del gamberrismo de John Carpenter y Tobe Hooper . Sólo para observar su rostro en el monstruoso decaimiento.
Y es que hoy en día, nadie aboga por el orgullo de los calvos. Rompamos una lanza en favor de la alopecia. Tanta vanidad y narcisismo nos está transformando en seres superficiales obsesivos con la apariencia.

sábado, 12 de marzo de 2005

Review 'Blade Trinity'

Acción vampírica descafeinada
El guionista de la saga, David S. Goyer, acomete como director esta tercera parte con un propósito de divertimento que no logra alcanzar.
Llevado por las ganas de reencontrarme fílmicamente con la escultural Jessica Biel desde que nuestros caminos (ella como musa y yo como simple espectador algo lascivo) se unieran en ‘The rules of atraction’, me he visto sorprendido en una sala atestada de niñatos púberes, pre-golfillas disolutas y barbilampiños con ganas de disertar estupideces en el estreno salmantino de ‘Blade Trinity’.
Poco o nada hay que estudiar o indagar en la tercera parte de esa trilogía que lleva por enseña la simplicidad más aplastante a favor de un fundamento y objetivo común: el entretenimiento y la acción sin rémora, traslúcido término que en esta última parte ofrece a medias tintas. La remedada trama vuelve a ser la misma que en las otras dos, pero esta vez reemplazando el adverso enemigo, por supuesto. La cinta se inicia proclamando una sensata declaración de principios: “todo lo que hayáis leído en libros y cómics o hayáis visto en películas entran en el saco de las gilipolleces”, un axiomático enunciado que se esgrime perfectamente para definir esta inofensiva parranda vampírica.
En esta parte dirigida por el guionista de las dos anteriores, David S. Goyer, los vampiros, encabezados por la vampiresa Danica Talos, acuden a Irak (qué casualidad) a desenterrar al primer vampiro, es decir, al mismísimo Conde Drácula, nada más y nada menos que simbolizando el arma redestrucción masiva que buscó la administración de Bush en su guerra ilegal. Con este icono literario en la ciudad (rebautizado como Drake), Blade y sus nuevos compañeros de andanzas, los Nightstalkers, unos modernos y partisanos cazavampiros que auxiliarán al híbrido afroamericano en la caza y destrucción de los chupasangres socializados gracias a los ‘lacayos’.
Con tal premisa, ‘Blade Trinity’ sólo da más de lo mismo pero en un producto inferior, en consecuencia; peleas multitudinarias, vampiros con contextura de fritura al extinguirse, golpes, acrobacias, sofisticado armamento, afilados dientes y gafas de sol. Sin más. Hay un detalle como signo de brillante idea que llama la atención y sobre la que se hace poco hincapié, provenida ésta del descubrimiento del surtidor de actividad sangrienta de los vampiros modernos, localizado en un enorme hangar que pone los pelos de punta, pero que no es aprovechada en absoluto. Tal vez se eche de menos algo más de voluntad en las escenas de acción, más diligencia en la dirección de las persecuciones, que carecen de atrevimiento, moderadas por su indolencia e incapacidad visual, dirigidas manquinalmente, sin novedad, reiterativas.
Wesley Snipes parece exánime ante su rol de héroe, por eso sólo se le oye hablar en contadas ocasiones, monopolizando su hieratismo, más pendiente de sujetar la dentadura postiza de incisivos colmillos que por resultar creíble. Los personajes, homogéneos y abandonados a la acción, poco contribuyen a que la hondura de cualquier índole tenga algo de importancia, más si tenemos en cuenta los intencionales desvaríos con que están dibujados: una ciega experta en internet (y suponemos que química, ya que ella tiene la fórmula para destruir a Drácula) que además le lee a su imperturbable hijita ‘El mago de Oz’, un gordo que inventa armas y “ha follado regularmente con señoras” (sic), un negro que no pinta nada, una muñequita rabiosa que necesita su iPod (marca Apple, por supuesto) para eliminar vampiros y un ocurrente humorista esculpido a golpe de pesa que antes fue vampiro. Entre todos ellos, Blade y su cada vez menos innecesaria katana. Y así, Ryan Reynolds luce cuerpo contando chistes, Wesley Snipes despliega una sorprendente desgana, Parker Posey hace el ridículo con sus exageradas muecas, Kris Kristofferson se evita el trance al ser un secuendario (prácticamente hace un cameo) y, por supuesto, Jessica Biel que con su recital de demostración física acaba por ser lo mejor de la función en una lucha contra un Drácula monstruoso a medio camino entre Predator y el Diablo de ‘Legend’. Un bicho poco original, como el conjunto de la cándida obra de Grover.
Un divertimento algo soso sí, tan floja como olvidable. Pero también simple y correcta, sin grandes pretensiones.
Miguel Á. Refoyo © 2005

viernes, 11 de marzo de 2005

Como el ajo

Es una locura, amigos, la fiebre del ‘remake’, con el exclusivo incentivo del cómodo e rápido peculio, se convertido oficialmente en una inmunda e ignominiosa epidemia en un Hollywood que está demostrando año tras año una alarmante carencia de ideas y de designios con alguna naturaleza innovadora.
He aquí algunas noticias sobre novedades de anodinos facsímiles en pleno proceso preproducción o de inminente rodaje.
.- ‘Las colinas tienen ojos’: es la aportación al ‘remake’ que tiene entre manos Wes Craven. Y no es un rumor. En abril, el director de la saga ‘Scream’ llevará a cabo esta absurda idea de miras económicas. Es toda una sorpresa porque nadie sabía nada del tema hasta esta semana ¿Qué sentido tiene? Pues eso mismo.
Más información en Moviehole.
.- 'El viaje fantástico de Sinbad': una nueva versión del clásico de aventuras de Gordon Hessler que será el nuevo vehículo de la insulsez y bagatela interpretativa de Keanu Reeves (que digo yo que volverá a la imagen india de ‘Pequeño Budha’) intentando dar vida al marino Simbad en sus hazañas en contra del hechicero Koura por alcanzar la Fuente de la Vida Eterna. Por supuesto, no faltará la lámpara maravillosa. Charlie Mitchell está reescribiendo el guión. Veremos cómo todo el encanto de aquellas sugestivas películas de entretenimiento con la figura prominente de Ray Harryhausen se vendrá abajo con la utilización de efectos CGI. Adiós, una vez más, al clásico romanticismo cinematográfico.
Coming Soon nos revela más detalles.
.- ‘Star Trek 11’. Sin palabras. Nunca he sido fan de la saga. Pero Erik Jendresen, que escribió y produjo 'Hermanos de sangre’ está desarrollando una nueva entrega de esta odisea galáctica de nuevo con la Enterprise como centro del protagonismo.
Más, en Syfyportal.
.- ‘Phantasm’, el onírico delirio de Don Coscarelli que arrojó la lógica del género por la borda en beneficio del impacto sin sucumbir al ridículo, verá una nueva versión. La nostalgia de aquella bola de acero a toda hostia por los pasillos de una lóbrega mansión serán pasto del formulismo que acostumbran este tipo de refritos. Angus Scrimm podría ser de nuevo ‘El hombre alto’. La New Line, pedigüeña productora que sigue las métodos de una sanguijuela, está pensando en un posible éxito de su actualización matriz para recrear una nueva trilogía. El argumento de esta nueva ‘Phantasm’, pues más sofisticado, ya que El hombre alto viaja de pueblo a pueblo, que convierte en un hervidero de muertos a modo de ejército a su servicio usando sus miticas esferas mortales. El joven Mike, con incipientes poderes proféticos contará con la ayuda de su hermano para intentar detener al descomunal malvado.

Olvídate de Scarlett

Hay cosas en esta vida que uno rememora e invoca por siempre, por mucho tiempo que pase, aunque te caigas de un abismo y te rompas la crisma. Todos recuerdan, de un modo más o menos embellecido, apócrifo, fascinante o ingrato algunos retazos memorísticos que directamente interpelan sobre la vida, el amor, la memoria y el olvido, confinado en todo aquello que pretendía borrar de su mente Joel Barish, Jim Carrey en ‘Eternal Sunshine…’. La primera profusión dipsomaníaca, el primer beso, el primer trabajo como explotado, el primer acto amatorio y libidinoso, la primera hostia en la boca, la inaugural visión de un hombre muerto…
Cosas importantes que se graban a fuego en la retentiva individual de cada persona. Reminiscencias funestas o complacientes que establecen la materia espiritual de lo que somos. Pues bien ¿Vosotros qué pensaríais si un día de estos, como quien no quiere la cosa, tuvierais un tórrido romance con Scarlett Johansson (las féminas, poned a vuestro objeto de deseo en este ejemplo)? Parece imposible que algo así se pudiera olvidar.
Pero es cierto. Se puede. Relegando el pudor, Benicio de Toro, al que se relacionó con la bella protagonistas de ‘Lost in Translation’ tras la fiesta de los Oscars del pasado año, no recuerda si se pinchó o no a Scarlett en su archicomentado encuentro de ascensor que, según habladurías, acabó con un fogoso contacto sexual en el que el amigo Benicio (al que delante de mis narices el gran Paco Rabal dijo al verle “Coño, además de guapo pareces un armario empotrado”) le zorregó el trompo (R. dixit) a la apetitosa Johansson. O eso parecía, porque según una entrevista realizado al actor en ‘Squire’ (que recoge también Ananova), el puertorriqueño dice no acordarse. No ha sido taxativo, pero todos reconocemos que esta clase de dudoso aserto es promovido por el alcohol u otras sustancias.
Imaginad que estáis en el pellejo de este gran intérprete (colosal en '21 gramos’ y ‘Traffic’) y vuestros amiguetes de juerga te exclaman enardecidos por la envidia “¿Eh tío, te has cepillado a la Johansson?”. Y tú, remiso, sueltas un lamentable: “Bueno…no sé, no me acuerdo”.
Como decía Andrew Dice Clay en esa misma película que estáis pensando en este momento: “Increíble-ble-ble”.

jueves, 10 de marzo de 2005

Películas legendarias: 'El Exorcista'. El Miedo de Dios (y IV)

Hasta el post de ayer procedí a aglutinar todo tipo de reflexiones personales, anécdotas, rumorología, leyendas y epopeya que delimitaron un mito cinematográfico de la notoriedad y grandiosidad como ‘El Exorcista’, el gran clásico del cine de terror de 1973.
En 2000, como ya se apuntó anteriormente, William Peter Blatty, llevado por la usura habitual de los grandes productores, no quiso dejar pasar la oportunidad de volver a estrenar su película talismán. Retocó hasta la extenuación su obra maestra, saturando el clásico de superfluas imágenes subliminales insertadas junto a alguna nueva secuencia que poco o nada aportan a la original y la tituló ‘The Exorcist. Director’s Cut’.
Particularmente, de lo ‘nuevo’ que pudimos apreciar en esta superficial versión, hay que destacar la conversación entre Regan y su madre acerca de los sonidos y la vida de Georgetown, en Washington, cuando la adolescente le pregunta a su madre por la muerte. También es interesante, hasta cierto punto, el diálogo en las escaleras del padre Karras junto a Chris MacNeill, así como la extendida llegada de Merrin a la casa donde poco después se procederá al exorcismo. Así como los pequeños momentos en que el padre es mencionado o se hace referencia a él. Por otra parte la digitalización de muchos de sus planos, como la ya clásica secuencia de la araña (por las imágenes que se vieron antes de comprobar que realmente existía) redunda en un efectismo de poco valor para la historia. Así, el estudio y las cuestiones que le realiza el psiquiatra a Regan (cuando le insulta y saca la violencia que lleva dentro) y, sobre todo, ese final al más puro ‘estilo’ Casablanca hablando de una absurda versión de 'Cumbres borrascosas’ que está extraído de la novela original con Kinderman y O'Malley de extraña pareja, suplantando el final anterior en el que padre O'Malley (Dyer en la película) recibe un beso de Regan antes de que se vayan a Washington. La niña mira el alzacuello y siente la necesidad de creer. También se sustituye la atronadora música de Jack Nietzsche por la de Campoviejo.
En definitiva, que hay algún que otro retoque y añadido que transformaron un clásico de toda la vida en una víctima de las modas que hoy engullen Hollywood en su maquinaria comercial y patógena. Aún así la versión del 73 sigue siendo una de esas películas que cambió mi forma de ver el cine, que me aterrorizó y que me hizo preguntarme cosas que iban más allá del puro espectáculo del celuloide. Podría decir que es mi película favorita, pero nunca me ha gustado afirmar esto porque hay cintas que están, en mi gusto, a la misma altura. Otras por encima. Lo cierto es que es y será una inagotable fuente de inspiración.
Me sirvió de punta de partida en dos largometrajes que tengo escritos. La he visto sin sonido varias veces, he estudiado a fondo la narrativa visual que la compone, el fondo argumental, su montaje, su estructura… Me la sé de memoria. De Pe a Pa (qué estúpida frase, todo sea dicho).
Es, por ende, una de esas películas de las que he perdido la cuenta de las veces que la he visto. Una de mis obsesiones vitales.
Y sí, por suerte no tengo la única versión que hay en venta, sino que conservo como oro en paño la versión en DVD de esa gesta fílmica que William Peter Blatty y William Friedkin nos dejaron para el recuerdo hace ya 32 años.
Con esto concluyo este largo e inaudito (e inédito) dossier sobre una de mis películas de siempre.
Espero que os haya gustado y lo hayáis disfrutado leyendo tanto como yo redactándolo.