miércoles, 23 de febrero de 2005

Deep Spain (II)

"¡Hola!, ¿qué tal, amigo?" con un acento texano y anormal le dijo hace dos jornadas George W. Bush a Zapatero en la cumbre de la OTAN celebrada en Bruselas. Hace un par de semanas vimos a Moratinos, con rictus de “qué gilipollas me siento” (con el de siempre) al intentar distinguirse ante esa aberración femenina que es Condoleezza Rice, ZP nos ilustró del alucinante funcionamiento del mundo del circo político cuando, rápido y avizor, se colocó a la vera de Blair y Chirac para que este encuentro se produjera.
Bush le saludó en el castellano que le enseñó su antaño podenco faldero Josemari, pero seguidamente el presidente estadounidense abarcó con sus brazos a Berlusconi, como lo hacía Don Vitto Corleone. Bush necesita a Europa, precisa de nuevos y serviles aliados. Por eso ahora Yanquilandia busca a los franceses, a los italianos y a los alemanes, a los que odiaba hace poco menos de un año, pero que son irremediables para su imperialismo. A ZP le faltó rayar en la pose sumisa de Piqué, bajando la cabeza varias veces ante el mejor amigo de Michael Moore.
¿Podemos hablar de simpatías hipócritas? Noooo… ¿De intereses compartidos? Noooo… Estamos hablando de política, amigos. Nada más y nada menos.
Progresismo paleto de una España labriega al margen de la escena internacional.
Id preparando las pancartas para gritar todos juntos: “Americanos... os recibimos con alegría… olé tu madre…”. Ya veréis.

martes, 22 de febrero de 2005

"Mi nombre es Dolemite, hijo de puta".

‘Cleopatra Jones’, de Jack Startett, ‘Shaft’, de Gordon Parks, ‘Cotton comes to Harlem’ y ‘Guerra de los Gordom’, de Ossie Davis, ‘Cinturón Negro’, de Robert Clouse, ‘Black Cobra’, de Stelvio Massi, ‘Foxy Brown’ y ‘Coffy’, de Jack Hill o ‘Los Demoledores’ y ‘Superfly’, de Gordon Parks Jr. son títulos que a todos nos suenan a algo en concreto. Sí, amigos, a pelo a lo afro, gabardinas de cuero y piel de cocodrilo, estética kitsh y, de fondo, música de William Hutch o Isaac Hayes, al genuino ‘Blaxploitation’, aquel movimiento subgenérico de los 70 protagonizado por enormes ‘negratas’ y llamativas señoritas de ébano. Una suerte de pelis de acción destinadas fundamentalmente al público de la comunidad afroamericana. Casi todas ellas, de bajo presupuesto, que se inscribían dentro del cine policíaco o de acción. Lo cierto es que surgió como vía de expresión reivindicativa en el cine de su etnia y la crisis económica de Hollywood. Este acojonante subgénero dejó un cine de culto indeleble para todos aquellos que lucharon con su cine y música por los derechos civiles de los afroamericanos.
Llevado por ese sobresalto nostálgico, hoy rescato del olvido a Dolemite como el gran negrazo de la ‘Blaxploitation’. El cómico, cantante y actor Rudy Ray Moore se dio a conocer con el álbum ‘Eat Out More Often’ que supuso una tragedia para los censores de los 70 (suponemos que a los de ahora lo califiarían poco menos que como un furúnculo), ya que se trataba de un vinilo guarrísimo, lleno de instigaciones, barrabasadas verbales, descarríos sexuales y un poquito de violencia contra los blancos; o lo que es lo mismo: un grito de rabia del ‘Black Power’. A Rudy Ray le salió este primer trabajo por unos (según cuenta él mismo) 249 dólares y lo cierto es que hasta hoy en día se sigue vendiendo como las rosquillas. En aquel disco incluyó un tema titulado ‘Dolemite’, que versaba sobre un impresionante negrata salido del ‘ghetto’ que, además de impartir justicia a base de patadas de kárate y hostia a puño cerrado, se autodefinía como una “máquina de follar”. Todo un titán.
Fortalecido por el éxito del disco, Rudy Ray Moore se atrevió a rodar una película de serie B, con estética de ‘caspa cinema’ que recogía las desventuras de este antihéroe en una película que si bien no aportó un aserto de calidad artística al subgénero del ‘Blaxploitation’ sí se pudo comprobar la agudeza irónica de su fondo y su exultante perspicacia, dejando para la galería a uno de los héroes afroamericanos más poderosos, lenguaraces, groseros y carnalmente enérgicos de cuantos se recuerden. Rudy Ray obsequiaría a sus leales seguidores con más títulos protagonizados por Dolemite: ‘The Disco Godfather’, ‘The Human Tornado’ y ‘Petey Wheatstraw’: the devil’s son-in-law’ son algunos ejemplos de su prolífica y particular mitología.
En los 90, el mundo del ‘Hip-Hop’ recuperó su figura homenajeando en forma de odas de rap este personaje. Dr. Dre, Eazy-E, Ice-T, Big Daddy Kane y sobre todo Snoop Doggy Dogg han sido los paladines de la figura de este ‘Big Nigga’ de la historia. Relegado por muchos estudiosos del subgénero que le discriminan y vapulean en cuanto tienen ocasión (en especial Fred Williamson –uno de los escritores de ‘blaxploitation’ más conocidos-), la efigie de ‘Dolemite’ perdura en aquellos que escuchamos sus rabiosos discos y crecimos viendo sus impertinentes películas. Y de ningún modo podremos postergar la gloriosa frase (a lo James Bond) que nos dejó como epítome de su personalidad: “Mi nombre es Dolemite, hijo de puta”.
Lo ultimo de Rudy Ray ha sido dar vida a Mr. Slippers, uno de los personajes de de la controvertida película de animación políticamente incorrecta 'Li'l Pimp', junto a Bernie Mac, Li'l Kim y William Shatner o su cameo precisamente como ‘Dolemite’ en el clip de los Cobra Verde del tema ‘Riot Industry’.
Desde este pequeño Abismo he querido desenterrar la fisonomía de Rudy ‘Dolemite’ Ray evocando tan denostado rol y postulando a favor de esta leyenda, glorificando la gesta de un negrata inolvidable y apoteósico. Pequeños dioses que son desconocidos hasta por los más entendidos en el tema y que ocupan, sin embargo, un lugar preferente en algunos de los pocos freakies que los veneramos.

Identificación con Miles Raymond

Puede que haya sido el día gris, oscuro, lluvioso y triste que había hoy en la ciudad. Todo parecía apagado, sin vida, desprovisto de importancia. Todo ha estado inmerso en una afonía de sonidos, de palabras, de substancia. Tal vez esta absurda entropía en la que estoy cayendo sea la culpable. Esta tarde me he acercado a ver ‘Sideways’, la última de Alexander Payne y ha fomentado dentro de mí una trascendencia que hacía tiempo no me transmitía un filme. Yo diría que nunca antes. Tampoco lo recuerdo. No digo que no me haya gustado. Todo lo contrario, me parecido increíblemente fascinante, verdadera, diáfana y simple, con varios dictámenes vitales que el cine rara vez te puede originar, pero que está ahí, en novelas o guiones (en este caso adaptados) delatados como preciosas gemas, descubiertas como la gran parte de la verdad que rodea nuestras vidas.
Me he sentido extraño y absurdo al verme reflejado en la pantalla. Payne ha descrito a un tipo como yo, con la misma personalidad, con el mismo sentido de vida, con los mismos miedos, con la misma realidad. Me he autodefinido… no, mejor, me he mimetizado en Miles Raymond (con el reemplazo de su pasión por el vino por el cine), ése entrañable tipo confuso, repleto de vacilaciones, que se sabe perdedor y ahoga sus miserias en el vino cuando algo no va bien. Me he sorprendido a mí mismo actuando de la misma manera en que Miles ha llevado a cabo su momento en soledad con Maya (cuánta belleza ha adquirido Virginia Madsen con los años), del mismo modo en el que me desenvuelvo cuando una chica me gusta y hay todo tipo de posibilidades, pero que, como en la película, resultan ser ilusorias certidumbres, siguiendo ese triste protocolo de nervios y sonrisas fingidas, de miradas sinceras devueltas en otros términos. Algo parecido a lo de Charlie Kaufman con Amelia Kavan en 'Adpatation'. Me he visto a mí mismo con esa inepta y refractaria esperanza infructífera que jamás se cumple, sabiendo a qué se refiere cuando alude a la insignificancia de la que habla a Jack mirando al horizonte del mar, en una hermosa y tranquila bahía. Me he delatado como cómplice de mentiras, como un irrisorio fulano susceptible de sí mismo, intimidado ante los grandes retos. También en ese cerco de vino en la camisa equivalente a la sangre de los errores de Jack, encubiertos en la mentira y la hipocresía. La dura realidad en cualquiera de los dos casos.
Esta tarde me he visto, desde hace mucho tiempo, reflejado en la gran pantalla.
Si alguien que está ahí, fuera del Abismo, quiere saber cómo soy, sólo tiene que acercarse a ver ‘Sideways’ y me reconocerá en el personaje que compone el prodigioso Paul Giamatti, ése tipo con barba, que se está quedando calvo y que aspira a ser escritor o ambiciona ser algo. Simétricamente exacto a mí. ‘Sideways’ es otra lección existencialista y real de la vida de algunos cuantos concedida por el maestro de la carcajada desabrida, desde la ominosa comedia que ahonda en la tribulación más insondable de cualquiera de nosotros, mostrándola como lo que es la vida: una puta comedia en la que hay que reírse de los fracasos y ubicar la vida con expectativas. Alexander Payne desciende al desencanto como nadie, esta vez sin tanta mordacidad, pero con ese poso agridulce de ironía frente a la vida.
No digo que esta cinta sea de lo mejor que he visto últimamente (aunque podría), sólo que esa extraña filiación con Miles me ha hecho y hará reflexionar sobre muchas cosas. Y eso, en el cine actual, es un logro impagable.
Por otra parte, mañana se presenta ‘El límite’ en el II Festival Patanegra de Guijuelo. Una ilusoria buena noticia, pero me he quedado sin mi trozo de fomento envanecido, mis cinco minutos de ridícula gloria ante los medios salmantinos. Ya ves tú. Todo porque el temporal ha impedido venir a más cortometrajistas al certamen a exponer sus trabajos. Y lo divertido de todo es que por la tarde no tengo a nadie que me suba al pueblo charro a presentarlo. Tenía previsto hacer una especie de ridículo breviario sobre un día en el festival. Si puedo acudir a presentarlo lo reflejaré aquí. Eso sí, ojalá que el sábado me provean con un grato mensaje devenido de la noticia de un premio. Aunque, siendo sinceros, lo veo muy difícil.
De todos los modos, seguiré informando.

lunes, 21 de febrero de 2005

El silencioso suicidio de Hunter S. Thompson


1939-2005
"I wouldn't recommend sex, drugs or insanity for everyone, but they've always worked for me."
Hunter S. Thompson.
He tenido que acudir a El Blog Ausente para enterarme. Ningún medio televisivo se ha hecho eco del suicidio de Hunter S. Thompson. Y eso me aflige. Porque somos muchos los que tenemos a este incendiario escritor como uno de nuestros iconos literarios y, porqué no decirlo, vitales y existenciales. Ayer el escritor creador del estilo ‘gonzo’ se ha voló la tapa de los sesos con una escopeta. Así de simple.
Sin ir más lejos, tuve la oportunidad de escribir aquí en el Abismo hace pocos meses sobre S. Thompson, sobre su particular forma de embarcarse en frenéticos viajes a medio camino entre la esplendidez y la demencia sin rehusar a ingentes bacanales de drogas, de ingestión sin freno de hachís, cocaína, marihuana, speed, hongos alucinógenos y, sobre todo, LSD. En noviembre leía ‘El diario de Ron’, último libro publicado por Anagrama de este bastardo incitador que tantos momentos gratificantes nos ha dado.
Realmente hoy es un día triste para el periodismo en general y para la contracultura en particular. Abanderado de la insurrección sarcástica, fue crítico desde la honestidad de aquel que no tiene pelos en la lengua a la hora de afrontar una columna crítica. Observador desde el delirio, preceptor de un estilo periodístico anexo al ‘Nuevo periodismo’ de Tom Wolfe (aunque algunos le atribuyen el movimiento al propio Thompson), pero más hiriente, asentándose en un inagotable talento auspiciado por sus inherentes dotes para la observación bajo un prisma trastornado que daba como resultado una visión más pura y ecuánime que la de aquel que analiza desde un posicionamiento ideológicamente partidista o personal. Hunter S. Thompson superó en intención a muchos de sus congéneres como Ken Kesey o Grant Morrison, difundiendo un periodismo temerario, caracterizado por el uso de la realidad distorsionada, el sarcasmo, la sorna, la exageración y muchas veces la blasfemia. El Dr. Thompson basó su estilo en la idea de William Faulkner "La ficción es a menudo la mejor realidad". Mientras aquello que reflejaba Thompson en sus libros y artículos se basaba en la veracidad, los dispositivos para llegar a ella pasaban por el filtro de la alucinación.
Considerado el gran tótem kamikaze de la literatura, comenzó a escribir bajo el influjo de la ‘Genereación Beat’, influido por autores fundamentales para entender el declive americano en tiempos de guerra; Burroughs, Cassady, Ginsberg… pero sobre todo Jack Kerouac y su novela ‘On the road’, una pieza que Thompson consideró como la gran obra de la literatura americana. Hunter Stockton Thompson utilizó la droga para enfocar una perspectiva periodística diferente, revolucionaria, sumida en una espiral de locura y lucidez pocas veces repetida en la historia del periodismo. Una insidiosa grafía que expió todos los fantasmas del malogrado ‘sueño americano’ desde el espíritu, de ideas y palabras. La droga, al fin y al cabo, no fue más que un medio para reforzar una posición con la que poder desprenderse de cánones sociales inmersos en prácticas automatistas conservadoras. Con ella, tanto él en función de narrador y el lector como espectador imaginativo eran arrastrados a una experiencia radical, transgresora, de choque, llegando a límites de alucinación extática, dando lugar, en palabras de Vaneigem, a la “realidad que cambia la vida y transforma el mundo”.
Fue el archiconocido creador del llamado periodismo ‘gonzo’, un sistema protocolario en el cual el cronista se convertía en lo que vivía, en primera persona, escrutando cada arista de una personalidad sugestionada por los narcóticos. Como todo en esta vida, Thompson lo atribuyó al azar, a la definición de un amigo de Oakland que utilizaba la palabra ‘gonzo’ para definir a aquellos que estaban tan zumbados o más que los desequilibrados mentales recluidos en psiquiátricos. La primera vez que denominó este tipo de escritura bajo el nombre de ‘gonzo’ fue en un artículo titulado ‘Kentucky Derby is Decadent and Depraved’ escrito para la revista ‘Scanlan's’ e ilustrado por Ralph Steadman. El ‘gonzo’ viene a ser una especie de ‘cubismo literario’ que profana todas las reglas periodísticas tradicionales para centrarse en la objetividad, sin caer en las limitaciones impuestas por la profesión.
Hunter S. Thompson nació en Louisville (Kentucky) en 1939. Fue delincuente juvenil, estuvo varias veces en prisión, tonteó con la heroína y se enganchó definitivamente a los alcaloides, teniendo éstos la culpa de sus brillantes y más recordados escritos en medios como el ‘New York Herald Tribune’, el ‘National Observer’, la revista ‘Esquire’, el ‘New York Times’, ‘Nation’, ‘Reporter’, ‘Harper’s’… hasta su llegada al reconocimiento cuando trabajó como redactor jefe de la revista ‘Rolling Stone’. Sus novelas más destacadas: el mencionado ‘Diario de Ron’, ‘La gran caza del tiburón’, ‘The Curse of Lono’, ‘The Highway’ y ‘Miedo y Asco en Las Vegas’, título reconocido por el gran público por la adaptación cinematográfica que hizo Terry Gilliam de esta historia, considerada la obra maestra del genio, que narra la autobiográfica extravagancia itineraria del propio Hunter S. Thompson en compañía de Oscar Zeta Acosta, reformulados en Raoul Duke y Dr. Gonzo en un viaje alucinógeno a Las Vegas. Aunque si bien todos reconocen la aportación tan coherente y fiel de Gilliam al mundo caótico y sensorial de Thompson, hay que destacar ese olvidado clásico del cine de los 80 que es ‘Where the Buffalo roam’, de Art Lison protagonizada por Bill Murray y Peter Boyle que describe el mismo periplo en los subterfugios de la alucinación narcótica, el tránsito lisérgico a la ciudad de los neones y el juego.
Como recuerdo, además de su irrepetible fraseología y narrativa, y como bien señala Absense en su blog, nos quedan influencias reconocidas de este autor maldito como en el cómic ‘Transmetropolitan’, de Warren Ellis y Darick Robertson donde su protagonista, Spider Jerusalem, es un periodista adicto a todo tipo de drogas, irascible, antisocial, malhablado que utiliza todo tipo de argucias para llegar al fondo de la investigación, como el mismo Thompson.
Ha muerto un mito, amigos. Y de qué forma.
D.E.P.

domingo, 20 de febrero de 2005

FRED OLEN RAY, el rey de la serie Z

Serie Z, ‘bimbo pics’, sangre y gamberrismo
A lo largo de dos décadas, el padre de las ‘scream queens’ Olen Ray ha acumulado una profusa e interesante obra perdida en las estanterías de los videoclubes.
Afín a la generación de cineastas desarraigados surgidos en la década de los 70 como Dave DeCocteau, Joseph Mercy, Grant A. Waldman, Jim Wynorsky o Michael Herz, el cineasta Fred Olen Ray ha subsistido a lo largo de casi tres décadas ofreciendo un cine que, si bien nadie logra situar en año y categoría, sí ha generado una horda de ‘fanfreaks’ que han hecho de su cine un objeto de culto lleno de matices nostálgicos y de gamberrismo en altas dosis visuales, tanto de forma indeliberada como delimitando el aspecto más sedicioso de su débil fondo argumental. Durante muchos años el ‘arte’ de Olen Ray, desdibujado por la serie Z, ha estado perdida en las sepulcrales estanterías de los videoclubes, extraviada entre polvo de carátulas llamativas y evocando una era de apogeo electromagnético en la que sus filmes eran el lapso recreativo de una generación descendiente de la enajenación de Burroughs.
Entretanto, este émulo de Ed Wood, quijotesco y eminente dinamitador del arte cinematográfico más refinado, ha permanecido escribiendo, produciendo y dirigiendo películas de carácter beneficioso no tanto para el cine como para él mismo. La revista Variety, en una ocasión, le describió como ‘el especialista de la fantasía mugrienta’, representando, junto a Wynorsky, la alegoría del lema fructuoso de Roger Corman al aplicar las principales bases creativas a las del peor Al Adamson. Es decir, hacer de lo radicalmente barato y risible un negocio rentable. Inagotable descubridor de nuevas perspectivas analíticas de toda la globalidad del cine fantástico y de terror, Olen Ray puede considerarse como uno de los progenitores de las ‘scream queens’, del cine cutre con evocación de los filmes de los 50, de las ‘bimbo pics’ voluptuosas ligeras de ropa, de los sustos en cadena o del triste monstruo de goma sujetado con hilos de pescar. Un compositor de una ironía y humildad constante que procede del puro escarnio con el que Olen Ray ha sabido impregnar sus películas.
Puede que su cine sea un mal ejemplo de arte insondable y reflexivo en el epítome cinematográfico, pero hay que dignificar la pretensión de su esquema narrativo, pleno de engarzados lugares de acción y de una reacción fílmica determinada por significativos momentos de esplendidez simplista. Catedrático del reutilizamiento, Ray ha sabido proteger en todo momento una línea fiel al fantástico, evitando contagiar sus alocadas e irregulares historias de cualquier moda transitoria con artes marciales o sexo explícito. También conocido con los pseudónimos Bill Carson, Roger Collins, Sherman Scott, Peter Daniels, Sam Newfield, Ed Raymond, Sherman Scott, Freddie Valentine y su ‘nick’ más utilizado, Nicholas Medina, Olen Ray debutaría en el cine como asistente de maquillaje en ‘Shock Waves’, una absurda historia de terror en la que los protagonistas eran unos zombies submarinistas. Su ópera prima ‘The Brian Leeches’ es una casposa película rodada en 16 mm. que recuperaba la tradición de babosas mutantes que germinaban en la cabeza de las personas para controlar la mente humana y en donde su didactismo fue la nota predominante del rodaje, abarcando casi todas las funciones posibles en una producción. Su segundo filme, ‘The alien dead’, perpetuó su estilo demencial recuperando la figura en declive del ‘Flash Gordon’ catódico Búster Crabbe, en la que la sobreinterpretación y unos efectos ciertamente patéticos provocaron una comedia enloquecida acicalada de un humor ‘camp’ nunca buscado. Aspecto éste que ha impregnado varios momentos inolvidables del cine de Olen Ray.
Este insigne agitador del cine de serie Z ha fundamentado una ejemplar mezcla de géneros (a veces sin sentido) que urde sus objetivos en un campo de interés que alude, por su generalidad, al cine ‘trash’, consciente de la imposibilidad de consecución de las líneas marcadas por el cine comercial masivo. La mayor virtud del cine de Olen Ray es ésa intensidad creativa que infiltra su providencia, la pasión cinéfaga y el desvergonzado divertimento basado en un estilo propio que no deja títere con cabeza. Elementos que serían la tónica de sus siguientes filmes: la obra de culto ‘Scalp’, la desgarradora ‘Biohazard’, ‘El tesoro de la tumba egipcia’, ‘Star Slammer’, ‘Command Squad’ y la apoteósica ‘Las Dreggs’, donde el protagonismo recayó en Michelle Bauer, la musa onanística de una generación habituada a babear y manipular con ciertos órganos con Linnea Quigley, Brinke Stevens y Monique Gabrielle, las ‘scream queens’ que Olen Ray lanzó (siempre en pelota picada) al éxito videográfico, al culto irrepetible. John Carradine, actor fetiche en los primeros años de la carrera de Ray afirmó en una ocasión: “yo no sé porque termino haciendo sus casposas películas. Son malas de cojones, pero siempre me convence”.
Filmes de acción, de mutantes del espacio, tramas de espionaje y pseudoproductos comerciales llenos de demencia le llevarían a realizar su gran obra maestra, ‘Hollywood chainsaw hookers’, la cinta que marcaría el signo de un cine inolvidable lleno de hermosas y lozanas chicas sin ropa portando una motosierra, en defensa del mismísimo Gunnar ‘Leatherface’ Hansen. A partir de entonces, con absurdos éxitos de taquilla y, sobre todo, en soporte videográfico, Olen Ray magnifica la caspa de su cine al amparo de la libertad creativa y la improvisación, sin seguir ninguna regla genérica y encontrando su grandeza en un ámbito del ente fílmico donde la fascinación, la emoción, el aburrimiento y el espectáculo dantesco se redimensionaban en un cúmulo de novedades y refritos de solemne casposidad. El cine de Ray, correlacionado con la ‘fast food’ de la esfera culinaria, dio a lo largo de los 80 títulos sin los que el videoclub no tendría sentido. ‘Warlods’, ‘Demon sword’, ‘Spirits’, ‘Bad girls from Mars’, ‘Terminal force’ o ‘Alienator’ son algunas de las míticas cintas en las que un guión exiguo y temible era camuflado con las constantes de su cine: chicas desnudas, desparpajo e irreverencia artística.
Con la llegada de los 90, Ray empezaría a caer en las redes de la TV. por cable metido en ‘thrillers’ policíacos subidos de tono en el que la estética cuidada enturbió sus propias tendencias, destacando de esta etapa ‘Inner sanctum’ y ‘Over the wire’. Sin perder la constante roña de su celuloide, Ray se ha unido al otro mago de la serie Z actual, Jim Wynorsky, para azotar a sus fans con su medicina favorita; más tetas, mutantes, tiroteos, sangre y sustos con ‘The Coven’, ‘Dinasour Island’ y la grandiosa ‘Scream Queen Hot Tub Party’, con las musas ochenteras contando historias de miedo en una bañera. El cine ceremonial, disonante e irregular, áspero y en constante búsqueda de un desequilibrio que se ajusta al ‘muzak’ visual que tanto atrae al público generalista, queda patente en sus algunos de sus últimos filmes de éxito ‘Mamá es invisible’ (con una recuperada Dee Wallace), ‘Bikini Drive-In’, ‘Inferno’ o ‘El profeta’.
Sus últimos trabajos han sido directamente distribuidos en vídeo/DVD con guarrerías cachondonas inscritas en el porno como ‘Emmanuelle’ y ‘Emmanuelle 2001’, con la espectacular actriz genérica Holly Sampson y cintas como ‘The Bikini Escort Company’, ‘Bikini Airways’ y ‘13 Erotic Ghosts’ destapando (literalmente) bombones de la talla de Regina Russell, Julie Strain, Jezebelle Bond, Beverly Lynne, Stacy Berk o la chica a la que todos querríamos tener en nuestra cama: Aria Giovanni. Hace un par de años, Olen Ray sorprendió a los seguidores de Waldemar Daninsky (habéis oído bien: Jacinto Molina, Paul Naschy al ataque) en esa extrañeza llamada ‘Tomb of the Werewolf’ y donde no podía faltar además del actor español recuperando el licántropo que le hizo famoso mundialmente, Jay Richardson, el actor fetiche de este enloquecido cineasta.
Fred Olen Ray continua, por ende, manteniendo su extraña dualidad de extrañeza y discontinuidad que dan como consecuencia enloquecidas paradojas visuales de cine basura, pero amparado siempre en el objetivo fundamental del género. En conclusión, cine dinámico y pretendidamente vacío que, paradójicamente, abre nuevas puertas a la profundidad abisal de un universo apasionante. Descontextualizador de los submundos eróticos, policíacos, científicos y sangrientos, ha conseguido con su cine, vilipendiado e insultado hasta la saciedad, la complacencia de aquellos que sólo quieren disfrutar de una buena ración de serie B, Z, o ‘trash’, como queráis llamarlo...

Ha ganado el SÍ


Como era previsible.

Se me pone una mala hostia...

Me estoy dando cuenta que de si me pasara cinco días conectado a Internet, estaría dos más de 48 horas esperando, perdiendo el tiempo hasta que todo se carga.
¿La razón?
Impresiona ¿eh?
Tardo...
… En bajar el correo de Outlook (media de 5 minutos)
… En abrir cualquier página normal (42 segundos)
… En abrir una página diseñada con Flash (más de 2 minutos)
… Abrir el blogger de Blogspot (50 segundos)
… Colgar un post en el Abismo (más de 1 minuto –cuando no tengo problemas-)
… Bajarse algún programita o archivo de más de 3 megas (más 1 hora y media)

sábado, 19 de febrero de 2005

Pues yo voy a votar que NO

Mañana se supone que hay que votar.
¿Y qué es lo que hay que votar? Pues según quién te lo dicte. El gobierno (y la oposición con la boca pequeña) te sugieren obligatoriamente que votes que “sí” ¿Por qué? Pues sencillo, porque la abstención y el voto negativo les vienen mal para su papel político en Europa.
Lo curioso de todo es que el referéndum de mañana no tiene más fuerza vinculante que el de hacer saber al pueblo que ellos ya han decidido que sí, visto en esos lúcidos eslóganes tipo “si no votas, no estás ejerciendo la democracia” ¿Democracia? ¿Intimidar a la ciudadanía para que se vote con un “sí” es democracia? También es curioso (y no por ello menos repelentes) los ‘spots’ creados para la ocasión con un grupo de famosillos, líderes de opinión que se arriman al sol que más calienta, ex futbolistas que marcaron época, intelectuales venidos a menos, famosillos (me hace gracia cómo han mezclado a los dos niños de las series más vistas en España), anuncios que pretenden convencer a los Españoles de que la Constitución Europea es el lenitivo sociopolítico a nuestras vidas como europeos.
Esta constitución europea está creada por una serie de tecnócratas encabezados por Giscard d´Estaing en beneficio de los intereses exclusivos de Francia y Alemania, que han logrado hacer que un tratado económico en beneficio de algunos cuantos dirigentes parezca una constitución que se preocupa por el pueblo. Una carta otorgada, vamos, que no una constitución. Pero esto da lo mismo, porque es igual lo que votemos porque no es vinculante. Pero no estaría mal abstenerse o votar no, ya que el referendum se está convirtiendo en un plebiscito. Se trata de una pregunta mal planteada y encuadrada en una cruzada tramposa que simula dar importancia a nuestra opinión en un asunto con praxis meramente moral. Que votemos mañana no es más que el último paso para que los gobernantes y oposición se queden a gusto, siguiendo su extendido despotismo ilustrado de “todo para el pueblo pero sin el pueblo”, consigna seguida en la política actual de todo el mundo. Sólo se acuerdan de los ciudadanos cuando a ellos les viene bien. Algo que todos conocemos históricamente como oligarquía.
Para ZP es muy importante que mañana salga “sí” como autoafirmación de que lo está haciendo bien, así el pueblo español respaldaría la gestión de su Gobierno. Yo voté en marzo por ellos, no voy a negarlo. Por eso mañana me a conceder el lujo de votar que “NO”. No estoy dispuesto a apoyar un proyecto exigido y en el cual se ha ejercido la desinformación. Un proyecto europeo del que se sabe apenas que es farragoso y lleno de despropósitos.
La partida se juega en la participación. Si vota mucha gente ganará el “Sí”. Si la abstención es alta aumenta el riesgo de un triunfo del “No”. Así que habrá que tocar los cojones un rato y dejar el “Sí” para el día que nos casemos, nos inviten a la segunda copa, una rubia espectacular nos proponga relaciones sexuales o nos pregunten por una subida de sueldo.

Miss McDonald, ejemplo de absurdas frases axiomáticas

Un colega mío del que no diré su nombre al que le gusta colocarse a todas horas fumando marihuana mientras ve la televisión disfrutando del cine más ‘freak’ y escuchando a todas horas rap, hip-hop, música 'gangsta' y cualquier otro grupo 'hardcore', una especie de Floyd (elegíaco y entrañable personaje de la película de culto ‘True Romance’, de Tony Scott), me dijo el otro día filosofando a su manera: “la gente está colgada, tío”. Esta frase no dejaría de ser como una especie de muletilla generalizada entre todos los devotos a todo tipo de alcaloides, si no fuera por noticias como esta que os narro a continuación.
Resulta que existe una mujer allende en Filipinas que está obsesionada con Ronald McDonald, el desagradable y aborrecible payaso de la cadena de ‘fast food’ McDonald’s (con esa execrable comida que tan reflejó Morgan Spurlok en ‘Super Size Me’). Tanto se ha traumatizado con el clown, que directamente se cree él. Esta irracional jovencita filipina (que su morbo tiene, porqué no decirlo) posee una esperpéntica página web explicando con todo lujo de detalles gráficos cada apasionante hora en su día en su día a día como Miss McDonald, clarificando que una desequilibrada, trastornada por la globalización, también lleva una vida cotidiana, normal, como la de cualquier payaso Ronald McDonald, claro está.
Es entonces, en el momento en que uno descubre estas incoherencias mentales (reafirmarse como mascota de una gran multinacional) cuando la frase de mi embelesado amigo adquiere el nivel de axioma. Y es que es cierto que, como bien dice, “la gente está colgada”.

Traci Lords: la gran diosa del porno 'ochentero'

Hoy le voy a dedicar un hueco existencial a uno de los iconos mejor conservados gracias a su incandescencia sexual en la memoria colectiva del pajero, de aquellos que la hemos amado mirando la televisión a una sola mano. Me refiero, como no podía ser de otra manera, a la soberbia Traci Lords. Cuentan los rumores de la época que desde sus inicios tuvo un especial enfrentamiento con la otra gran diva del género porno, Ginger Lynn, una rivalidad y enemistad irreversible entre ambas actrices que se extendió durante toda la década de los 80, periodo tan proclive para este género de prosapia más bien encendida. Ambas, además de poder considerarse como dos de las más grandes divas del porno, han otorgado a la historia visual e indecorosa títulos imposibles de olvidar gracias a una fantástica química desplegada en la pantalla.
Mientras Ginger la iba llamando en cuanto podía “pequeña puta”, nuestra heroína, lejos de cortarse un pelo, le arrebataba al pavo con el que estuviera la diosa Ginger. Una lucha que duró toda la vida, a lo largo y ancho de sus respectivas carreras profesionales. Pero no es para echarse a llorar, ya que, como sabrán los grandes aficionados al X, ambas trabajaron juntas antes de que dejaran de ser ‘amiguitas’ para siempre. Todos recordamos ‘Those young girls’ (tal vez, la más rememorada de todos sus trabajos comunes) con el enorme Harry Reems viendo cómo tan preciadas damas rivalizaban por su kilométrico falo. Títulos como ‘New Wave Hookers’, ‘Miss Passion’ o ‘Girls on fire’ en los que coincidiría la ‘creme’ de la ‘creme’ pornográfica: léase Gina Carrera, Kimberly Carson, Peter North, Nina Hartley, Annette Haven... han hecho de esos roces el punto de diana ideal para los grandes mitómanos del género X.
A estas alturas sería una estulticia empezar a poner en duda la gran capacidad de esta mujer o de fluctuar a la hora de subirla a los altares del cine X porque ha sido, es y será la gran Diva del cine porno de los 80, la cual alcanzaría una fama demedida por el incidente que protagonizó y que hizo que ocupara portadas de medio mundo con su sorprendente caso. El publicitado hecho no fue otro que el juicio al que se vio sometida al descubrirse que filmaba sus productos hardcore y mega-guarros siendo una pequeña pícara, una lolita, vamos, una menor de edad. La inteligencia y belleza de Traci Lords parecía no tener límites, ya que el angelito les había mostrado a los productores de su primera etapa documentos de identidad falsos cuando ella aún no había cumplido dieciséis años. Traci nació un 7 de Mayo de 1968 en Steubenville, Ohio y de todos es conocida su evasión de la casa familiar para escapar de los abusos de su padre alcohólico. Un hecho que le llevó a partir rumbo a la costa oeste en 1983. “Nada mas ver una palmera me quedé extasiada. California era totalmente distinta al lugar de donde venía. Mi piel era tan blanca que parecía una extraterrestre. Jamás había tomado sol para ponerme morena. Esas cosas no se hacen en Ohio”, asegura.
Ya instalada en Los Angeles, se cambió el nombre y falsificó su fecha de nacimiento. Su primer escalón al estrellato: modelo para revistas masculinas. No hace falta decir que rápidamente fue nombrada playmate favorita de los lectores. El resto de la historia de su llegada al ‘mondo porno’ no tiene mayor rémora. “Empecé a posar desnuda para ganar dinero, pero me tenía acostar con tipos asquerosos para conseguir más sesiones fotográficas. Pronto decidí que era más rentable acostarse diariamente con tipos delante de una cámara de cine o de video y que me paguen por ello. Sin intermediarios”. Así, sin cortarse un pelo. Ella misma recuerda que una de las primeras veces que trabajó para la agencia de modelos de Jim South, la sesión de fotos de sexo simulado tuvo que interrumpirse cuando Lords dejó de simular para pasar a la acción. La entusiasta nueva actriz porno debutó con ‘What Gets Me Hot’ y ‘Joys of Erotica’, sus dos primeras películas de este género.
Para inaugurar su nuevo status laboral Nora Louise Kuzma decidió cambiar de nombre, así nació Traci Lords. Y aunque todo el mundo crea que se hizo llamar así por el personaje que interpreta Katharine Hepburn en ‘Historias de Filadelfia’, asegura no haber visto esa película por aquellos días. De esta manera se abrió paso en el mundo pornográfico. En sus primeras películas trataban de disimular su aspecto inocente con maquillajes recargados. De esta manera la pequeña lolita empezó a sonar en los ambientes obscenos visuales. Sólo en 1984 intervino en casi 20 películas, cifra que multiplicó al año siguiente consiguiendo imponerse como la número uno de la profesión. Se montó su propia productora ‘Traci Lords Company’ y se agenció una casa en Malibú al lado de las grandes estrellas de Hollywood.
El 11 de Junio de 1986, la policía interrumpió en su casa para llevársela a la comisaría, acusada de haber trabajado en el negocio pornográfico sin haber cumplido la mayoría de edad. Esto provocó uno de los procesos judiciales más notorios en la historia del cine X. Entre sus films porno rodados cuando era menor de edad se destaca ‘Lust in the Fast Lane’, en el que actúa otra estrella del hardcore de la época, la rival Ginger Lynn. Otros Títulos: ‘Those Young Girls’, ‘Night of Loving Dangerously’, ‘Hollywood Heartbreakers’, ‘Open Up Traci’ y ‘Sexy Traci’. Todas ellas realizadas entre 1984 y 1986.
Tras esta incómoda interrupción en su carrera pornográfica, en 1988 fue convocada al cine de clase B por Roger Corman en su producción ‘Not of This Earth (De Otro Mundo)’, que dirigió Jim Wynorski, rehaciendo el film homónimo del propio Corman de 1957. Wynorsky dejó de trabajar con ella porque decía que “la muy zorra no aceptaba papeles desnuda”. En 1990 hizo un pequeño papel en la comedia de John Waters 'Cry Baby’, interpretando un papel a su medida: el de Wanda Woodward, la chica más sexy del colegio, sacando pecho y adoptando poses provocativas con la ropa ceñida al cuerpo, a pesar de ser, en el fondo, una inocente virgen incomprendida. El rey del cine trash la volvió a llamar para una aparición en ‘Serial Mom’ (1994). Entre el puñado de films de bajo presupuesto en los que actuó se destaca el thriller clase B ‘As a Good As Dead (Amistad Fatal)’, dirigido por Larry Cohen.
A finales de los 90 Traci Lords se dedicó a la música pop editando varios trabajos: su talento como cantante se pudo apreciar también en las bandsa sonoras de ‘Cementerio Viviente 2’ y ‘Mortal Kombat’ y en el disco de Los Ramones ‘Acid Eaters’, donde hizo los coros en un cover del clásico hippie de Jeferson Airplane ‘Somebody to Love’. En cine, destacó en pequeños papales de alguna gran producción como ‘Virtuosity’, de Bret Leonard, ‘Nowhere’, de Greg Araki y ‘Blade’, de Stephen Norrington dando vida a la vampiresa Raquel. Tsui Hark la llamó para ‘Black Mask 2: City of Masks’ y lució palmito en la serie televisiva creada por Cynthia Saunders ‘Profiler’, pero Traci sigue teniendo un hueco en las tv-movies y cine de serie B con títulos desconocidos como ‘You are Killing me’, ‘Extramarital’, ‘Frostbite’, ‘The Chosen one’, con el actor de culto extraviado en los mismos círculos que Lords, Tim Curry. Lo último de esta musa sexual es una autobiografía en la que cuenta todos los pormenores de su agitada vida en la autobigrafía ‘Traci Lords: Unnerdneath in all’.
El caso es que nuestra pequeña gran Traci siempre persistirá en nuestra memoria como aquella ninfa menor de edad que gemía y gritaba de un modo tan peculiar que es imposible olvidar. Y hoy en día, incluso, sigue siendo la referencia de actriz porno de la que todo el mundo ha oído hablar alguna vez.