“Comparto el disgusto por caza, peleterías y mataderos. Pero no por los toros. Nunca dejan de seducirme, [...], lo que más me gusta de los toros, como del teatro, es la emoción compartida: 20.000 almas en silencio. Atención absoluta sobre un mismo pensamiento. ¡Qué energía! Y los pasodobles. Sé que está mal y debería curarme de esto, pero amo tanto ese bien escaso, un emocionante silencio”.
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