jueves, 19 de mayo de 2011

15-M: El día en que parte de España despertó del letargo sumiso

“Se reconoce el derecho de reunión pacifica y sin armas. El ejercicio de este derecho no necesitará autorización previa”.
(Art. 21.Constitución Española).
Ya iba siendo hora de que en este país adormecido por la inopia y el conformismo sucediera algo. Una iniciativa de protesta que, al menos, invocara al hartazgo que supone el sentirse pisoteado por las fuerzas políticas y poderes fácticos. Por fin ha surgido un acto revolucionario popular en contra de los abusos de poder que sufre España desde hace décadas. Es hora de que el pueblo, siempre silenciado por intereses estamentarios, alce la voz y grite que está hasta los huevos de la crisis en la que nos han metido los mandatarios y banqueros. Estamos hartos del desempleo, del capitalismo autoritario y de la indeterminación de iniciativas derruidas por la imposición de los nuevos tiempos económicos. No se trata de una muestra de indignación, que también, se trata de una salida a la crispación general, a la impotencia, a la indiferencia con la que parece que se mira a la sociedad desde arriba, por el Gobierno y poder financiero.
En la actualidad la democracia ha perdido su sentido. Es un lema gubernamental vacío de contenido. El ciudadano es un producto despreciado y utilizado por aquellos mercaderes que se limitan a pedirle su voto, a malversarle con argucias legalizadas hacia el beneficio de los poderosos, de aquellos a los que la crisis les da igual porque viven con fanfarria a costa de los demás. Son buitres cuya oratoria empieza, por fin, a resultar fatua, engañosa y repugnantemente absurda. Ya nadie se cree las mentiras de los partidos, su juego de estafas y provecho. Por supuesto, como buenas aves carroñeras, dejan ver sus intenciones tratando de sacar provecho de estas protestas pacíficas, haciendo guiños inútiles a una masa que está hastiada con ellos. Vivimos tiempos en los que la acepción original de la palabra político ha quedado muy lejos de personificar un servidor público. Ahora los privilegios de sus cargos son los que ciegan con la codicia de un estatus seguro y sin obstáculos para subsistir con riqueza mientras se fomenta el desempleo y los recortes sociales.
El pasado día 15 de mayo algo cambió. Un grupo de manifestantes bajo el lema ‘Democracia Real Ya’ se plantó en plena campaña electoral, enmudeciendo las falacias y haciendo fuerte esa herramienta potencialmente libre y catalizadora de protestas y opiniones que son las redes sociales 2.0. Sin siglas ni posicionamientos ideológicos de ningún tipo, sólo el de expresar el derecho a quejarse cuando el sistema oprime a una ciudadanía perdida en la desesperación de un futuro incierto y un presente asfixiante. La Puerta del Sol de Madrid se instauró como centro neurálgico de la reprobación colectiva contra el sistema con la intención de despertar la conciencia social para salir del aletargamiento y persuadir a los votantes a unirse a la causa de indignación. El 15-M no fue un domingo como otro cualquiera. La disidencia participativa cuestiona con rabia el régimen político que se nutre del ciudadano para su propio usufructo. Ya está bien de tragar con todo, de callarse, de someterse a los edictos gubernamentales. A los partidos políticos les ha salido un grano en el culo, independientemente de la inclinación partidista que promuevan. Centenares de miles de personas repartidos por más de sesenta ciudades se manifiestan por toda España como símbolo de protesta por la situación que vive el país. Un grupo de jóvenes y no tan jóvenes, gente heterogénea que vive con sufrimiento y expectación una maltrecha situación económica y laboral, decidieron de una vez mostrar su rechazo por la fuerza política y manifestar su sentimiento de desilusión y rechazo.
Da igual que los medios de comunicación ninguneen la iniciativa, cuestionando y poniendo en tela de juicio su validez y determinación. En todo caso, la jugada les está saliendo mal. A nadie le importa lo que digan esas noticias cada vez más carentes de deontología y verdad, también movidas por intereses. En este momento y en lo sucesivo, la ‘mass media’ ha dejado de ser necesaria porque la comunicación ha cambiado de tal forma que ahora mismo la información más fidedigna llega de la mano de las personas que están dentro de la actualidad. Ahora los medios son el propio pueblo gracias a Internet y su revolucionaria inmediatez. Por supuesto la policía es también otra herramienta de acallamiento, esta vez contra las voces disconformes. Si algo molesta e inoportuna se ejerce con la fuerza y la violencia, con la pretensión de desalojar los campamentos y silenciar voces. No es suficiente. Ayer se vivió una de las jornadas claves, cuando la Junta Electoral de Madrid consideró “que la petición del voto responsable puede afectar a la campaña electoral”. Puro esperpento que concreta de qué forma se vive en este país, donde desde las altas esferas consideran que el levantamiento de voces expresando su opinión y malestar incurre en un delito electoral. Así estamos. Con prohibiciones señaladas por unos magistrados que han dado entender que lo que el pueblo considere es inadecuado, tratando al ciudadano como escoria, como marionetas sin voz ni voto, paradójicamente días antes de unas elecciones. Entonces… ¿para qué sirven unas elecciones sin votantes?
Muchos consideran que todo esto sólo será un resentimiento transitorio. Sin embargo, el espíritu reformista y esta diatriba contra la mediocridad infame de la clase política y sus partidos debería ser un enfado embrionario que vaya a más, que desemboque en un cambio necesario ante ese bipartidismo funesto e insustancial que vivimos. Un cambio en la manera de hacer política y de tramitar la democracia. Lo que está sucediendo estos días es la ejemplificación y consolidación del descontento. Hoy el gran poder es el económico, el que absorbe y erosiona las bases del mundo. El responsable de que los diferentes órganos sean capaces de abstraerse de su influencia. Los bienes públicos sirven para enmendar los errores privados. A eso hemos llegado. Hay que luchar, por ende, contra la ignorancia, la desidia intelectual, la inconsciencia social, el automatismo o la irreflexión. Hay que eliminar la propaganda política que pretende utilizar al pueblo para oscuros intereses de políticos (corruptos y no corruptos –hoy en día apenas hay diferencias en las formas de robar-) y del poder financiero. Es la necesidad de alcanzar el sueño de construir un presente que quede fuera de las sucias manos de aquellos que, desde su despacho, se llenan los bolsillos con las esperanzas de la gente.
Esta iniciativa de rebeldía e insubordinación no debe caer en saco roto. No debe ser flor de una estación efímera que se recuerde como un “pudo ser”. Este sentimiento de furia no debe ser como un eslogan de camiseta o como una tentativa sin respuesta. No hay que dar nada por perdido, sino que se debe seguir aquellas teorías de Spencer, Tocqueville, Jefferson o Hayek en la búsqueda de una arriesgada propuesta utópica que encuentre en la destrucción de los símbolos políticos y estatales un designio final y válido: el de movilizar a la sociedad y recordar al colectivo, a la gran masa, que los ciudadanos somos los auténticos y únicos preceptores de un destino que nos pertenece y que debe destruir esta actualidad donde el Estado del Bienestar es un espejismo que ampara la corrupción de esos grandes estamentos que siguen riéndose del pueblo y que lucra banqueros, industriales, políticos y multinacionales. Hay que reivindicar nuestros derechos sin idealismos y conscientes de que la multitud bien organizada puede lograr sus objetivos. Al menos, que no sea por intentarlo.

martes, 17 de mayo de 2011

Review 'Código fuente (Source Code)', de Duncan Jones

Acción de 8 minutos, acción de 8 minutos...
La segunda película de Duncan Jones es un filme de género modesto que se articula como un pasatiempo de manipulación de la realidad con cuestionamientos existenciales en los que prevalece el objetivo de entretenimiento elegante y eficaz.
Con sólo dos películas, Duncan Jones se convertido en uno de los talentos a seguir dentro de la compleja maquinaria hollywoodiense. Sin embargo, su carrera, al menos hasta el momento, no parece estar enfocada a una vertiente comercial al uso. Tanto ‘Moon’ como esta ‘Código fuente’ si sitúan en una condición de cine artesanal, más individualizada que manufacturera, asumiendo con modestia la serie B de calidad para contar historias intimistas y reflexivas. Las dos películas tienen varios puntos en común: ambas son introversiones más o menos profundas sobre la identidad, sobre lo que uno es y representa en un espacio cerrado, como son esa especie de ataúdes metálicos en los que se encuentran sus personajes; uno a modo de cápsula espacial y otro, hermético receptáculo de experimento científico.
La soledad y el aislamiento esconden con ello cuestiones de tintes existenciales y claustrofóbicos. También contribuyen a la analogía los protagonistas, enfrentados a otro ‘yo’, bien sea a un clon físico de un astronauta olvidado en una misión de minería estelar luchando contra la paranoia de una larga soledad o a una imagen que no se corresponde con la persona que es, pero que debe actuar como heroico piloto de la armada americana.
Tanto ‘Moon’ como ‘Código fuente’ comparten a su vez ese análisis de la condición humana aprovechada por otros estamentos de poder que se valen de los sujetos a sus órdenes para obtener un beneficio. El ser humano utilizado como un instrumento sustituible por otro ser humano. La síntesis dramática de esos personajes aislados comparte la necesidad de aprender a escapar de una infraestructura gubernamental o dominativa que los sostiene contra sus deseos. En ‘Código fuente’, Jones abandona parcialmente el entorno artesanal, con más ambición, pero adjudicando su obra a las limitaciones presupuestarias sin que sea óbice para obtener sus objetivos narrativos de forma destacada. Con reminiscencias intrínsecas de cintas como ‘Atrapado en el tiempo’, ’12 monos’ o ‘Corre Lola, corre’, su segundo trabajo narra la historia de Colter Stevens, un capitán de las Fuerzas Aéreas Americanas destinado en Afganistán que descubre que es utilizado como conejo de indias de un experimento científico y militar. Su misión consiste en descubrir al responsable de un atentado en un tren de cercanías de Chicago donde morirán cientos de personas y evitar así una catástrofe mayor. El experimento logra recuperar la memoria a corto plazo de un individuo que viajaba en el tren para restablecer su pasado y poder actuar en consecuencia dentro de lo que se llama una “reasignación del tiempo”, pudiendo revivir constantemente ocho minutos para completar su objetivo y materializar los ciclos argumentales inmersos en esa dimensión desconocida y en la propia vida real, donde permanece encerrado en una cápsula incomunicada del mundo.
‘Código fuente’ establece así una narración esférica destinada a repetirse con un tiempo dictado y sin posibilidad de alteración: 8 minutos que se estructuran de forma hemisférica en el desarrollo reiterativo de un argumento con variedad de posibilidades, que se repite una y otra vez, que muta dentro de la búsqueda de esa bomba y del terrorista, pero también de un por qué de esa situación sin explicación, del sentimiento culpabilidad respecto a una relación paterno filial sin final feliz, del descubrimiento trágico de un futuro que sólo puede suceder dentro del propio pensamiento del soldado. Un viaje al conocimiento de sí mismo dentro de punto de no retorno. El libreto, obra de un guionista de segunda fila como Ben Ripley, comienza por romper la lógica del relato en el instante en que la trama urdida sirve como evasión narrativa, como un pasatiempo de manipulación de la realidad por otra alternativa, cifrada en un cálculo cíclico que puede variar y pone en tela de juicio las creencias sobre un improbable experimento que cuestiona los límites que el progreso puede traer consigo en su experimentación con el cuerpo humano.
La imaginería de Ripley, en confabulación escénica con Jones, se basa en un simple juego de frugal amenidad concebido desde la honestidad de un cine comercial lúcido y directo. No se cae en la reiteración de planos, ni de situaciones que saturen al espectador, mutando con cada nueva circunstancia que lleva hacia un nuevo giro con distinta consecuencia que se salda con la explosión del tren y el regreso del marine a la fría cápsula. Por supuesto, los límites de verosimilitud se rompen por la tramoya de dobleces y dislates cuánticos que componen la excusa argumental. Pero no importa. En cierta medida, existe en ‘Código fuente’ cierta inocencia clásica y literaria en la transparencia con la que se define científicamente lo que sucede, así como la paulatina explicación de porqué el protagonista permanece en un gélido féretro y comunicado únicamente con el mundo exterior a través de una WebCam con una voz femenina, como también sucedía en ‘Moon’, con aquel ‘kubrickiano’ ordenador llamado Gerty.
Estamos ante una película de apariencias, que se descontextualiza una y otra vez con la inexactitud de la verdad cognitiva en conflicto con una realidad creada por la mente, que refuta los adelantos científicos y los extrapola a una ciencia ficción confusa, pero gratificante e indulgente con la historia que se narra. ‘Código fuente se apoya así en una infraestructura compleja de primer nivel en cuanto a su pertenencia a la ciencia ficción en virtud de ese hombre que debe enfrentarse a su propia mortalidad y aprender a aprovechar cada segundo. La clave de la capacidad de fascinación del filme de Jones se encuentra en la derivación de sus primeros viajes al pasado, cuando Colter Stevens comienza a desviarse de su misión, sugiriendo que el destino puede ser modificado, así como las normas que rigen el código fuente. En su fondo, vendría a responder a la deliberación budista “todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado”, sólo que llevado a una realidad paralela. Para ello, Duncan Jones recurre a su elegancia y sencillez a la hora de transmitir la claustrofobia visual y los cuestionamientos filosóficos que se proponen. La gran capacidad del cineasta es la de captar el intimismo antes que el efectismo de los giros de guión, ofreciendo con ello una tensión que proviene del personaje y no de la acción. Como inconveniente, tal vez llegue un momento en que la película se deja llevar ligeramente por los clichés del género, que en algún momento parecen estorbar en la adrenalítica búsqueda de una verdad y un fin para sus planteamientos, como bien pueda ser esa historia de amor que apenas tiene consistencia en la organización y cohesión de sus demás elementos y un epílogo un tanto autocomplaciente que termina por lanzar un claro mensaje acerca del destino, de las segundas oportunidades y de la exoneración del alma. Aunque es cierto que, parándose a pensar en todo el puzzle, el héroe terminaría robándole la identidad a un hombre muerto y, por si fuera poco, quedándose con una chica que cree que se enamora de una persona que es otra. No obstante, son conjeturas. Como muchas otras que se pueden hacer dentro de los vaivenes temporales del filme.
Por último, aquí Jake Gyllenhaal no tiene la oportunidad de hacer algo tan destacable como sí hiciera Sam Rockwell en ‘Moon’, pero nadie va a negarle ese porte distinguido como héroe de acción cercano y que también encuentra vasos comunicantes con el que fuera personaje que le diera la fama, ‘Donnie Darko’, en la empatía de dos hombres capaces cambiar el signo de los acontecimientos por el bien colectivo. A él se unen la sugerente Michelle Monoghan y Jeffrey Wright como el científico detrás del ambicioso proyecto. Pero sobre todo destaca la presencia de Vera Farmiga, que da vida a Colleen Goodwin, la oficial militar encargada de la misión ‘castillo asediado’ (denominación que responde al diseño narrativo de la película). A ‘Código fuente’ le sobra muy poco, tal vez la reincidencia de la música de Chris Bacon, terminando por ser una entretenidísima y equilibrada película que cumple sus propósitos de ejemplar cinta de acción con trasfondo fantacientífico, político e incluso romántico.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010
PRÓXIMA REVIEW:'El último exorcismo (The last exorcism)', de Daniel Stamm.

lunes, 16 de mayo de 2011

El Athletic regresa a la Europa League, pero...

El Athletic de Bilbao volvió ayer a sellar su pasaporte para jugar la Europa League la temporada que viene. Regresa después de dos años en los que el equipo ha experimentado una notable progresión, asumiendo una confianza que hace años hubiera sido impensable. Sin embargo, en la parroquia Athleticzale no parece suficiente. El juego del equipo y sobre todo las decisiones técnicas de Joaquín Caparrós han sido insuficientes en estos últimos partidos. Cuando el equipo más tenía que demostrar a su afición. Da la sensación que con más arrojo y otro tipo de dibujo estratégico, sin tanto miramiento hacia ese juego rácano que se mostró ayer y en encuentros precedentes, Europa hubiera estado mucho antes en el feudo rojiblanco. En una palabra: más ambición. A este Athletic le falta avidez, más garra, más juego cuando las circunstancias lo requieren. Y mucha de la culpa de todas esas carencias llegan desde el propio banquillo. Lo que hizo contra el Espanyol, hace tres jornadas, contra el Levante y el enfoque preventivo que le dio ayer a ese empate final que le daba el pase a Europa simbolizan perfectamente los errores del técnico de Utrera, tan cuestionado últimamente en el equipo del ‘botxo’.
Ayer el equipo debía ratificar la estupenda temporada que ha cuajado. No todo ha sido malo dentro de cómputo global. Ni mucho menos. Todo lo contrario, pero anoche debía afianzarse la confianza, la seguridad de ganar a uno de los mejores equipos de esta segunda vuelta, un Málaga intratable. Pero no fue así. El potencial es muy grande, mucho más de lo que se cree. El conformismo, la especulación y la satisfacción ‘resultadista’ no son buenos aliados para esta generación de jugadores llamados a lograr grandes gestas, mucho más importantes que clasificarse para la Europa League sin importar si quiera ese quinto puesto perdido que nos pertenece por méritos y que han perdido con la justicia de una actitud amoldada a un objetivo que sabe a poco. Veremos qué sucede la jornada que viene, la última, donde hay mucho en juego. Si el Athletic gana en Santander depende de una derrota o un empate del Sevilla para evitar la previa Q3 europea para entrar directamente en la Europa League. Pero más importante, veremos cuál es el devenir de estos leones la campaña que viene. Va a ser un verano movidito en los entornos de Ibaigane y de San Mamés. Hay que estar contentos y felices por esa clasificación y valorar positivamente la consecución colectiva. Eso sí, con recelos y optimismo por que la cosa vaya a más. Simplemente eso.

sábado, 14 de mayo de 2011

Blogger desapareció durante más de veinte horas

Ayer Blogger cayó de forma estrepitosa dejando a millones de usuarios sin poder utilizar el sistema de publicación de sus blogs. Durante más de 20 horas, los usufructuarios de este método de bloggin’ no pudieron acceder a su gestión de contenidos. El revuelo ha sido mayúsculo y Blooger perderá afiliados y, sobre todo, nuevos usuarios. Veinte horas en las que, a pesar de operar sólo en modo de lectura dejó sin la posibilidad de actualizar a la totalidad de los blogueros que optaron por Google para adscribir sus bitácoras como operador principal. No es nada nuevo que Blogger deje a sus acólitos sin servicios, pero nunca de un modo tan prolongado. Lo peor de todo es que los últimos posts publicados han desaparecido.
En mi caso, la review de ‘Código fuente’, de Duncan Jones, ha sido la entrada damnificada. El lunes volveré a editarla para que los lectores puedan leer la sección crítica que regresa al Abismo después de casi un mes sin su presencia. Por lo que respecta a mí, va siendo hora de desligarme totalmente de Google y Blogger para pasar el blog a un dominio propio, en el cual no tenga que depender de un servidor. Nada de Wordpress, nada de otra opción. Será dentro de un sistema propio para no volver a sufrir la incompetencia ante semejante avería mostrada por la popular página creada por Pyra Labs.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Tres décadas sin Bob Marley

“Los buenos tiempos de hoy son los pensamientos tristes de mañana”.
(Bob Marley).
Hoy se cumplen tres décadas de la muerte del jamaicano universal, de ese icono dentro del reggae y, por extensión, de la historia de la música contemporánea. Un genio que supo fusionar el ‘ska’ con el rock, el rhythm and blues, el jazz y el blues durante la década de los sesenta que siempre fue unido al movimiento religioso de la isla conocido como la creencia ‘rastafari’. Bob Marley moría el de mayo de 1981 tras padecer un cáncer. Hoy continúa siendo un mito que enaltece con su voz y su música alentadora el alma de una libertad incoercible. Desde su Gibson Les Paul y de una voz reconocible e identificativa salieron algunos de los temas que abanderan discursos de albedrío y esperanza como nunca antes otro músico logró transmitir a través de sus notas; desde el ‘I Shot the Sheriff’, ‘No Woman, No Cry’, ‘Three Litte Birds’ (junto a The Wailers), ‘Jamming’, ‘Redemption Song’ hasta llegar al ‘Buffallo Soldier’, ‘Is this Love’, ‘Iron Lion Zion’ o ‘Exodus’… contribuyen con su importancia a la leyenda de un hombre adorado, de un músico irrebatible y de un mito iconográfico cuya estela fue trascendental para el nacimiento de géneros como el hip-hop o el rap y que sirven de herencia para muchas de las bandas más importantes de los fastos. Marley siempre permanecerá a lo largo del tiempo como una figura inmortal.
He aquí la recuperación de la memoria de TVE con el ‘Popgrama’ emitido en julio de 1978, aprovechando la única visita de Marley a España para dar un concierto con su banda The Wailers.

martes, 10 de mayo de 2011

Raúl Prieto, Max al mejor actor de reparto por 'La función por hacer'

La obra de Miguel del Arco ‘La función por hacer’ arrasó ayer en los premios Max. Se trata de una adaptación de la función ‘Seis personajes en busca de autor’, de Pirandello y es un trabajo muy modesto que se comenzó a representar en el recibidor de un teatro, de forma experimental. Tras convertirse en el fenómeno más llamativo dentro del panorama teatral español, ayer se alzó con todos los honores como la gran ganadora de una noche dedicada a mundo del escenario. La obra se llevó siete galardones de nueve a los que optaba; mejor director de escena y mejor espectáculo de teatro, mejor empresario privado (Kamikaze Producciones), mejor diseño de iluminación (Juanjo Llorens); mejor actriz de reparto (Manuela Paso) y mejor adaptación de obra teatral. En la lista falta uno. De forma subjetiva, el más importante y especial. Raúl Prieto logró el Max al mejor actor de reparto por esta obra, imponiéndose a Nacho Felipe (Blancanieves boulevard, el musical) y Alberto Jiménez (Glengarry Glen Ross). Una alegría al ver reconocido en forma del premio más importante del país el talento fuera de lo común de este actor que se consolida en el teatro como uno de los grandes intérpretes jóvenes.
Le conozco hace diecisiete años. Podría volver a escribir cosas como que es “un actor que conoce y diferencia a la perfección los diferentes códigos interpretativos, para llevarlos al límite, a la genialidad. Raúl siempre se ha caracterizado por llevar su profesión hasta ése grado de desequilibrio que hace grande la profesión” o también que es “un portento, una auténtica bestia interpretativa que hace plausible cualquier método categórico para llegar al fondo del personaje”. Sin embargo, ya lo hice. Hace tres años. Y éste es un buen momento, el mejor probablemente, para rescatar y ratificar aquel post abismal en el que dedicaba un largo texto a describir porqué Prieto me parece uno de los mejores actores, si no el mejor, que he tenido el privilegio de conocer.
Los que ayer vimos cómo recogía el premio, nos emocionamos. Fue un momento muy especial para los que le hemos visto crecer y hacerse mayor en las tablas de un teatro. Su gran pasión. El de ayer es uno de los tantos reconocimientos que vendrán. Nos sentimos muy orgullosos, amigo Raúl. Un abrazo desde aquí y enhorabuena. Te mereces este premio y todos los del mundo. Ya no por ser el increíble actor que eres, si no como persona y como amigo.

sábado, 7 de mayo de 2011

Severiano Ballesteros, uno de los pioneros de la grandeza deportiva nacional

1957-2011
El deporte español pierde a su primera gran figura mundial. Cuando hace muchas décadas era un prematuro campeón, la dimensionalidad del deporte patrio fuera de nuestras fronteras era poco menos que una utopía. Él fue de los primeros profetas en sobrepasar la territorialidad hacia un estrellato internacional. Un deportista que, como muchas veces suele suceder, era más adorado fuera que aquí, en su país. Marcó con sus victorias el camino para que otros deportistas de élite siguieran su estela hacia la gloria y el reconocimiento mundial. En un deporte como el golf, Severiano Ballesteros tiene uno de los palmarés más importantes de la historia, a la altura de genios como Jack Nicklaus o Tiger Woods. No fue el mejor de todos los tiempos, sin embargo era el dueño y señor de un estilo irrepetible, de una técnica hasta entonces nunca vista y de una galería de golpes imposibles e innovadores. Tres British, dos Masters, tres Mundiales Match-Play, cuatro Ryder Cup... Nos ha dejado uno de los deportistas más grandes que ha tenido España.
D.E.P.

viernes, 6 de mayo de 2011

La necesidad de 'Beautiful Girls' en nuestras vidas

Volví a acudir a ‘Beautiful Girls’, de Ted Demme, una de esas películas que uno necesita ver de vez en cuando, que considera como una posesión personal y que está ahí en momentos en los que necesitas pensar sobre determinados temas; hacia dónde va la vida, qué es lo que se quería y qué se hace en el presente o por qué nos acojona hacernos mayores. Es una película tan generacional que se ha hecho inmortal por méritos propios. No será una obra maestra, pero está sobrada de suficientes valores para tenerla como un pequeño fragmento de lo que todos tenemos dentro y que nos equipara a los demás ¿No es acaso esta pequeña joya un filme de los que une a todos los que la disfrutan? Yo creo que sí. Concebida como historia de personajes, se profundiza desde los diversos puntos de vista, inquietudes y pensamientos que rodean a una generación muy específica que hoy se encuentra perdida. Un filme en el que uno encuentra sensaciones muy cercanas, personajes con los que identificarse. Tanto es así, que ‘Beaufitul Girls’ podría verse como un análisis exhaustivo de una generación apalancada en la idea de no crecer, de evitar las responsabilidades que cercenan la libertad que confiere una juventud agotada paulatinamente por el paso de los años. Hay que tomar decisiones, moverse del letargo juvenil de diversión y el ‘carpe diem’ que tanto nos da y nos quita durante nuestras vidas. O acaso no. El espíritu del filme planea sobre esta duda con una hermosa oda a la enjundia de la madurez, a la relación entre hombres y mujeres, a los deseos inalcanzables, pero sobre todo a nuestros sueños frustrados.
En un momento del filme, Tommy "Birdman" Rowland, el personaje que interpreta Matt Dillon, está postrado en la cama del hospital después de ser objeto de una paliza por motivos de adulterio. Reflexiona sobre su propia vida lanzando una reflexión: “No me parezco al hombre que siempre soñé ser. Ni siquiera de lejos. No he conseguido nada de lo que me propuse”. Ése sentimiento de frustración es uno de los motivos que identifican a todos y cada uno de los que un día soñaron hacer algo importante. Pero la realidad es bien distinta y hay que empezar a asumirla, sacrificando con ello las ilusiones e ínfulas de toda la vida.
Todos recordamos, cómo es normal, a Willie Conway (Timothy Hutton), el pianista inseguro ante el compromiso que encuentra una razón para no crecer en Marty (Natalie Portman), una niña de 12 años de la que inevitablemente todo el mundo cae rendido, es otra imagen identificativa del llamado ‘Sindrome de Peter Pan’, que aquí recurre a otro clásico de la literatura yanqui como Winnie, the Pooh, de A. A. Milne. Un mágico momento ‘nabokoviano’ se da cuando Marty patina alrededor del confuso Conway y le reta a que la espere, que persista en el tiempo cinco años para recorrer el mundo juntos. Es cuando él se da cuenta de que no es más que la excusa perfecta (e irreal) de alargar su desorientación ante el matrimonio. Le recuerda que cuando Christopher Robin creció se olvidó de Pooh, como le pasará a ella si persistiera en la idea. Marty personifica a la mujer que pretendemos, con sólo doce años, la inocencia que imaginamos que aún tenemos, el amor infantil que echamos de menos. La primera vez que percibimos que la chica de nuestros sueños nos ha devuelto una mirada y el corazón nos da un vuelco. Eso es Marty. El sueño perdido.
En el lado contrario está otra musa real que suscita ésa química perfecta con una mujer fantástica, preciosa e inteligente pero que, lamentablemente, como dice Stanley "Stinky" Womack (Pruitt Taylor Vince), nacen con novio. Andera (Uma Thurman) es la representación de lo inalcanzable, de la rebeldía de la belleza, de la infidelidad ideal, del sueño imposible de todos los personajes de la película. En otro diálogo sublime entre Willie y Andera se percibe alguna de las claves vitales que inundan el fondo de coherencia y realidad que tiene esta historia. En él, ambos reflexionan sobre lo significativo de la vida, sobre la sensibilidad del amor, de lo valioso de la amistad y acerca de las pequeñas cosas como leer el periódico del domingo junto a esa persona a la que amas, que es lo que podemos llamar felicidad. Por eso Andera se marcha de regreso a Chicago. Por eso Willie acude con renovada ilusión a los brazos de su prometida Tracy (Annabeth Gish). Por eso, Paul Kirkwood (Michael Rapaport), un descerebrado amante de los iconos femeninos y las ‘top models’, desatasca la puerta del garaje de su amada Jan (Martha Plimpton), demostrando su intención de dejar de ser un inmaduro celoso y gilipollas. Por eso, Sharon Cassidy (Mira Sorvino) es la chica con la que todos hemos soñado, que lucha porque Tommy siente la cabeza ante la frustrada y calientapollas de Darrian (Lauren Holly), la otrora reina de la fiesta de fin de curso que le es infiel a su marido como efigie de su pesadumbre existencial.
Por su parte, el único del grupo casado, Mo (Noah Emmerich), procura que Willie no renuncie a su sueño por vivir una realidad tangente, una realidad que, en el caso de Mo se ha traducido en dos niños y un matrimonio cotidiano y aburrido. “¿Cómo vas a vender utensilios de oficina si no tienes ni idea del asunto?”, le pregunta. Willie le asevera “Tú tampoco tienes idea de niños y estás educando a dos tan panchamente”. ‘Beautiful Girls’, mágica y poderosa como pocas, es necesaria en nuestras vidas. Por muchas y tantas razones… Todos tenemos una propia visión de lo que se cuenta. Sé que me olvido de dos personajes secundarios e importantes que son Gina Barrisano (Rosie O'Donnell) y Kev (Max Perlich), la coherencia, la conciencia de todos ellos y ellas. Pero ya habrá tiempo de concretar. Ahora me quedo escuchando una y otra vez las dos canciones míticas que ponen música a esta fantástica cinta del malogrado Ted Demme; ‘Be for real’, de los Afghan Whigs y, por supuesto, el ‘Sweet Caroline’, de Neil Diamond.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Derrick Rose, MVP 2011: El elegido

Hacía años que faltaba un líder sólido, un heredero que siguiera los pasos de Michael Jordan como adalid de los Chicago Bulls, un guerrero capaz de capitanear con solidez los cimientos de un equipo que ha pasado por varias fases de reconstrucción después de haberse convertido hace más de una década en el mejor equipo de la Historia de la NBA y pasar por diversas fases de decadencia y derrotas. El elegido sería Derrick Rose, un hombre que debutara hace tan sólo tres años que pasó de haber ganado dos títulos en Illinois con la Simeon Career Academy, a llevarse el premio al ‘rookie’ del año, una medalla de oro en el Mundial de Turquía y contribuir como eje para que los Bulls hayan sido el mejor equipo de su conferencia con un récord 62 victorias y 20 derrotas. Números que hacen recordar las sensaciones que abanderaban los Jordan, Pippen o Rodman de los 90 y muy similares a los precedieron al primer anillo bajo el mando del maestro Zen Phil Jackson (61-21).
El base tiene en el tridente de hombres altos, Carlos Boozer, Luol Deng y Joakim Noah y en escuderos de lujo (Bogans, Korver, Brewer, Gibson, Thomas, Watson y Asik) un seguro de progresión que muchos ven como imparable. Además cuentan con la lectura de juego y la aptitud estratega de su entrenador, designado como el mejor ‘coach’ del año, Tom Thibodeau, que con su visión defensiva del juego, su metodismo extremo y estudio del juego rival, junto a la competitividad grupal incentivada, ha convertido al equipo en un sólido referente donde el rebote, la fuerza y la conservación se traduce en la pulverización del adversario.
El 27 de septiembre, al comienzo de la liga, Rose rompía su habitual comedimiento y humildad como golpe de efecto “¿Por qué no puedo ser el mejor jugador de la liga? ¿Por qué? ¿Por qué no puedo hacerlo”. En ése momento todos pensaron que se trataba de una cuestión de ego improcedente. Durante toda la temporada ha demostrado que no era más que la materialización de una certeza establecida en el trabajo y el esfuerzo de una magia fulminante. Ayer, con 22 años, Derrick Rose se convertía en el jugador más joven en recibir el Maurice Podoloff Trophy, el premio por votación que designa al mejor o más valioso jugador de la temporada. Y lo ha hecho con porcentaje aplastante (113 de 121 votos).
Rose juega en su casa, en Chicago. Y esto parece vital en su aportación, en el ‘feedback’ que existe con el público. El mítico 23 de los Bulls ya opinó hace muy poco sobre él, sobre su talento y sobre sus posibilidades de evolución “Tiene muy pocos defectos” señaló “y estos Bulls no creo que tarden mucho tiempo en ganar un título”. United Center ya tiene su ídolo, su referencia, el sustentáculo sobre el que un equipo en pleno progreso se mira y encuentra a un capitán con ganas ese codiciado anillo de campeón. Puede que sea demasiado precipitado avanzar que este será el año. Pero el ínclito Michael Jordan no fallará en sus pronósticos de victoria para el equipo de Thibodeau.

martes, 3 de mayo de 2011

La belleza y la deformidad desde el artista

“Un artista es un artista sólo por su distinguido sentido de la belleza, un sentido que le muestra los placeres más fascinantes, pero que al mismo tiempo implica y contiene un sentido igualmente distinguido de todas las deformidades e incongruencias".
Charles Baudelaire sobre Edgar Allan Poe, de ‘El pintor de la vida moderna y otros ensayos’ (1856).