martes, 3 de mayo de 2011

La belleza y la deformidad desde el artista

“Un artista es un artista sólo por su distinguido sentido de la belleza, un sentido que le muestra los placeres más fascinantes, pero que al mismo tiempo implica y contiene un sentido igualmente distinguido de todas las deformidades e incongruencias".
Charles Baudelaire sobre Edgar Allan Poe, de ‘El pintor de la vida moderna y otros ensayos’ (1856).

lunes, 2 de mayo de 2011

Lunes de aguas, tradición popular charra

Fiesta, jarana, algaraza y una buena cuota de zambra como evasiva para no trabajar. Absentismo español por excelencia elevado a la categoría de costumbre. Hoy se celebra en Salamanca un extraño gaudeamus bajo la denominación de Lunes de Aguas. "¿Qué es el Lunes de aguas?", os preguntaréis. Pues se trata de una celebración pagana (como no podía ser de otro modo) cuyas raíces históricas se encuentran en el siglo XVI y que actualmente se presenta convertida como fiesta única y exclusiva de esta bella ciudad charra.
El 12 de noviembre de 1543 Felipe II, con tan sólo dieciséis años, llegó a Salamanca para a desposarse con la princesa María de Portugal. En esta celebración católica y austera, la ciudad aprovechó el enlace y sus celebraciones de un modo excedente, llegando al cúlmen de la bacanal, el ocio y la diversión sin límites, dándose cita una plétora de vicios en la ciudad del Tormes en aquellos días posteriores. Fue cuando Felipe II comprobó que la ciudad luminaria del cristianismo europeo, el dogma y la palabra era también el mayor burdel de Europa, la Sodoma y Gomorra occidental. En aquellos tiempos, además de las escuelas mayores, las bibliotecas, los patios de lectura y el ambiente cultural y académico que ha caracterizado al orbe salmantino, coexistían insanas tabernas, bares de beodos sin cierre, lujuriosas casas de putas y un submundo de amancebamiento de toda índole. Un tiempo de ocultistas, buhoneros y feriantes, lavanderas, amas de llaves, ciegos enviciados, alcahuetas, de estudiantes noctámbulos, de ricos herederos y, por encima de todos, el mejor foco de prostitución del país.
Ante tanto libertinaje e impudicia, el estirado Felipe II dictó unas ordenanzas según las cuales las libidinosas mujeres públicas de moral distraída que habitaban en la Casa de Mancebía de Salamanca, debían ser trasladadas, durante la Cuaresma, fuera de los confines de la ciudad. A partir del Miércoles de Ceniza, las prostitutas abandonaban su residencia habitual y eran reasentadas al otro lado del Tormes. El Padre Putas, el cabezudo más famoso de la ciudad, era el encargado de amparar, custodiar y atender a estas mujeres de moral distraída, siendo el responsable de éstas. A partir de este edicto, las prostitutas de Salamanca dejaban la ciudad antes de comenzar la Cuaresma y desaparecían de manera temporal, recogiéndose en algún lugar al otro lado del río. Pasada la Semana Santa, y con ella el periodo establecido, las rameras volvían a la ciudad el lunes siguiente al Lunes de Pascua. Este mítico día era una jornada de celebración, ya que los estudiantes disponían una fiesta descomunal, en la que el alcohol en sus diversas variantes y la alegría que éste produce en el cuerpo hacían que todos salieran a recibirlas a la ribera del Tormes con gran júbilo y ansias carnales inhibidas durante el recogimiento. El Padre Putas (que se llamaba Lucas) era el encargado de concertar el momento del advenimiento lúbrico y lascivo de los estudiantes y las doctoras de la cátedra del placer.
Lo más insólito de todo, es que en cuanto llegaban las meretrices exiliadas, el descontrol, derivado del éxtasis etílico junto a la liviandad carnal y el sexo sin control, hacía que los estudiantes acometieran ‘in situ’ todo lo que sus cohibidos instintos necesitaban. En efecto, amigos, una inmensa orgía (con ‘gang bangs’ y ‘bukakes’ incluidos) a orillas del río que culminaba con un baño colectivo, todos ebrios.
Lamentablemente hoy no ejercemos esta entrañable y sana costumbre, pero seguimos celebrando el día en comuna, reuniéndonos con amigos y/o familiares, supuestamente en un entorno rural, en un “día de campo”, vaya, comiendo el típico hornazo salmantino, titánico nutriente condimentado a base de huevos, aceite, harina, levadura y un relleno de jamón, chorizo, lomo adobado y huevos cocidos, una de las exquisiteces tradicionales y exclusivas de esta ciudad que aportan una buena dosis de colesterol y ayuda a atenuar las excesivas ebriedades que se producen en un día como hoy. Es la excusa perfecta para emborracharse y divertirse con los amigos.
Y a eso voy en breves instantes, queridos amigos del Abismo. Como cada año, me dispongo a disfrutar uno de esos hornazos como el que aparece en la instantánea superior y a engullir varias cervezas como celebración de una festividad que acarrea el exceso como memoria a esta absurda tradición.

sábado, 30 de abril de 2011

Marc Gasol y los osos que clavaron las espuelas a San Antonio

Más cosas. Tampoco podemos olvidar más gestas destacables dentro de un deporte que permanece incandescente más allá del fútbol. Lo de anoche en la NBA supone un hito. No sólo porque Marc Gasol haya sido decisivo para que los Grizzlies pulieran en el sexto partido al mejor equipo de la temporada regular, los San Antonio Spurs, dando la campanada más sonada de estos ‘playoffs’, sino porque es la primera vez en la historia del equipo que avanzan una ronda eliminatoria. El tridente formado por el jugador español, el ala-pívot Zach Randoph y el ‘rookie’ Greivis Vásquez está de moda. Han logrado anular a Duncan, Ginobili, Parker y compañía. El éxito es épico. Ahora está la duda en saber si la carrera de los de Memphis seguirá su curso ante Oklahoma City de un Kevin Durant imparable.

viernes, 29 de abril de 2011

Halcón Perfumerías Avenida, también campeón de liga


Entre tanto ajetreo deportivo con tanto énfasis mediático empañado por el ostracismo de eventos tildados de ‘clásicos’ que decepcionan y retrotraen la memoria un tiempo perdido donde la clase y el talento se superponían a este apego por la celebridad a golpe de talón, de nuevo, otra vez en dos semanas, el Halcón Perfumerías Avenida merece un destacado espacio en la plana deportiva. Obviamente, no va a ser así en el ámbito nacional, sumergido en polémicas baladíes y absurdos circos. Sin embargo, las chicas de Lucas Mondelo han convertido el sueño en realidad. Un triplete cuya singladura y esforzado trabajo comenzaran en octubre, con la consecución de la Supercopa, que cayó en Valencia, en la Fonteta, ante el Ros Casares, el equipo al que las charras han ganado en los seis enfrentamientos directos y al que ayer derrotó por 85-90 en el segundo partido de la final de liga, llevándose la victoria final y el trofeo de campeonas 2010-2011. Entre medias, nada más y nada menos, que el equipo salmantino se agenció, como un hecho histórico y meritorio, la Copa de Europa en Ekaterimburgo. Es la segunda vez que el Perfumerías obtiene el máximo título nacional. Y lo hizo por la vía rápida.
Anoche lo hizo con solvencia, reponiéndose de los diez puntos de desventaja con los que se fue el Ros Casares en el primer cuarto, para irse de trece en el segundo. El encuentro estuvo disputado y muy emocionante. Con diversas oportunidades de acercamiento de las de valencia en el marcador gracias a las invectivas de Rebbekah Brunson, Laia Palau o Marta Fernández. Pero no fue suficiente, la gran aportación atacante y defensiva del conjunto salmantino frenó las expectativas de remontada del Ros, fundamentalmente porque hasta cinco jugadores del Avenida superaron los diez puntos; De Mondt (12), Lyttle (13), Alba Torrens (11), Silvia Domínguez (11) y sobre todo Erika de Souza (19), que además se convirtió en la pieza clave al coger 12 rebotes. Con el relax de saberse superiores y campeonas, disminuyeron la marcha en exceso y el Ros recortó la distancia en el último minuto de partido, hasta ponerse a tres puntos cuando sólo quedaban ocho segundos. Pero el control de faltas y el acierto de la línea de tiros de libres apuntalaron la gesta del que ha sido el mejor equipo de baloncesto femenino continental y nacional de este año. El Triplete será muy difícil de repetir, pero ahora es el momento de disfrutarlo y de rendirse ante la épica alcanzada por las heroínas de Salamanca.
Enhorabuena CAMPEONAS.

jueves, 28 de abril de 2011

Marcin Jakubowski: la magia atmósferica de la ilustración

Las ciudades que todos conocíamos desaparecieron bajo un cataclismo que llevó a la extinción de ese concepto familiarizado de lo se llamó durante siglos urbe cosmopolita. Las grandes avenidas y los monumentos fueron pasto de la destrucción. La nueva era enterró el pasado, sumiendo el presente en un caos de tecnología y evolución involutiva. Desde entonces, los parques pasaron a ser desfiladeros de metal, el olor de las flores se convirtió en un hedor metálico de cables oxidados. La vida se sustituyo por un procesador y la muerte por un simple cortocircuito…
El ilustrador polaco Marcin Jakubowski recrea mundos que propagan la idea de un futuro cruel y gris, donde la humanidad ha dejado de ser como era. Compone sus obras con un trazo perfecto que delinea un estilo capaz de transmitir sensaciones con un tono terriblemente oscuro, aunque con espacio para lo caricaturesco. Su esencia poética y subversiva va desde esa visión fatalista del futuro a escenarios híbridos, maquinaria atemporal, hasta la recreación gótica de un pasado reconocible y cercano que demuestra su devoción por la conmutación de géneros. Cualquier categoría le sirve a Jakubowski tanto para transitar tanto por la emoción gráfica conceptual de un instante literario como para reavivar la magia de una animación tradicional infantilizada. “Me gusta usar mi imaginación para crear otros mundos”, afirma en su web. El ilustrador consuma su objetivo en una idea muy simple: crear deliberadamente un estado de ánimo y una atmósfera en el espectador de su obra.
Su página BalloonTree expone su arte.

martes, 26 de abril de 2011

'Kamikaze 1999 (Le dernier combat)', de Luc Besson; era post nuclear y deshumanización

Esa sensación de asfixia, de soledad, de no controlar el mundo, de sentirse en un universo extinguido donde la vida ya no es lo que era. Donde no existe rastro de mujer y la violencia se ha apoderado del hombre. Es cuando la necesidad de supervivencia es la única que promueve el instinto humano. Cuando la era post nuclear ha dejado al ser humano sin la capacidad de hablar, perdiendo la comunicación más allá de los gestos y las amenazas. Esto es, más o menos, lo que planteó Luc Besson a la hora de descontextualizar la ciencia ficción hacia un vértice despojado de ornamento con su intencionada visualidad ruda y esteticismo vehemente de ‘Kamikaze 1999 (Le dernier combat)’, transformada con gran pulso por Carlo Varini en un incómodo blanco y negro y donde la imperfecta música de Eric Serra y la ausencia de diálogo sostenían ese ímpetu radical que mezclaba el evento apocalíptico con cierta esencia europeizada de lo que supuso la saga de ‘Mad Max’, de George Miller o el cómic francés ‘Metal Hurlant’, donde la sombra de Moebius se intuía en la ópera prima del director de ‘El quinto elemento’.
Su ritmo pausado, lleno de acciones sin concreción, con la descripción de personalidad de sus personajes definida por el ungüento genérico se adecua a las exigencias de la historia; el héroe solitario, una mafia organizada que sobrevive en el desierto, un doctor que pasa el tiempo en un edificio fortificado y un enorme y embrutecido hombre que quiere asaltarlo. Entre sus tiempos muertos, Besson se las ingenia para deshumanizar el género, para llevarlo hasta el componente primitivo que parece querer transmitir dentro del filme y que rescate los planteamientos de Hobbes. De esta forma, la lógica de un mundo que debe volver a aprender a hablar, a salir de la alienación, a buscar un modo de sobrevivir, recurre a ése céfiro alternativo a la hora de reflejar un futuro donde la lluvia de peces es posible y la tecnología ha desaparecido junto a un rayo de esperanza que cierra la película y le otorga un desenlace circular que consuma el discurso central que inicia la primera imagen del filme. La de ese héroe fornicando apáticamente con una muñeca hinchable y que termina, como colofón a su trayecto vital, por descubrir a la única mujer sobre la tierra convertido en el nuevo capo de esa incomprensible horda de asesinos que buscan agua a través del sometimiento de un enano.

martes, 19 de abril de 2011

Los cines que murieron

Aquéllos sueños en forma de celuloide disueltos en el tiempo, sin espacio para el olvido. Las sensaciones perdidas desde una butaca que ahora se estremece desvencijada observando los restos de una pantalla que ya no existe. Las fantasías postergadas de las sesiones que concedieron cierto poder de imaginación surgido de un proyector y que hoy amontona polvo, descuartizado y víctima de la negligencia. El paso del tiempo hizo que la luz se apagara y sólo dejara la reminiscencia de tardes y noches de felicidad y entusiasmo, de intriga y pasión cinéfila por la sorpresa de la quimera del séptimo arte. Las largas colas y el gentío hace tiempo que dejaron de formar parte de la lógica naturaleza y funcional del gran teatro, que ha sido sustituido por el ahogo de la soledad y la decadencia que trae consigo el paso de los años. Un día, estos lugares sirvieron para alimentar la entelequia de los ojos que imaginaron historias como las que llenaban horas y horas con las diversas ficciones que se plasmaron en la enorme lona mágica con el continuo destello en la oscuridad. Lejos quedaron las olvidadas ‘matinées’, aquel estreno que avivó la llama de su propia leyenda, el primer beso, el sobresalto inquieto, el bostezo involuntario, la emoción irrefrenable, las lágrimas emotivas, la carcajada sincera, el debate exterior sobre el cúmulo de sensaciones interiores…
Aquellos recuerdos permanecerán al abrigo de las memorias individuales, confundiéndose y unificando el sentimiento de tribulación cuando alguien evoque lo que hace años fue un refulgente neón de novedades y estrenos, apagado en un nombre que forma parte del pasado. Un día imprevisto la taquilla dejó de funcionar y las puertas se cerraron para siempre, con toda la nostalgia destinada a extinguirse lentamente hasta el desierto del injusto abandono, llevándose consigo las pequeñas intrahistorias de los espectadores que dieron vida y esplendor a su existencia. Cuando un cine muere, miles de recuerdos e imágenes quedan encerrados entre sus paredes, durmiendo en las butacas sentenciadas a su progresiva extinción. Sin embargo, avivan su fuerza cuando alguien rememora la felicidad de aquellos días perdidos, en los que ningún centro comercial amenazaba aún con acabar con una tradición que hoy forma parte del pasado. El presente impone directrices y cambios que han terminado por destrozar entornos familiares y añorados. Son épocas de cambio arbitrarias contra las que se puede luchar únicamente con nuestros recuerdos. Que así sea.
Hasta después de Semana Santa, amig@s del Abismo.

sábado, 16 de abril de 2011

Review 'En un mundo mejor (Hævnen)', de Susanne Bier

Melodrama al gusto de Hollywood
Lo que empieza siendo una reflexión sobre las responsabilidades éticas dentro de un entorno de violencia sufre un cambio de dirección hacia el melodrama de propósitos de redención y tesis didáctica.
La danesa Susanne Bier se ha caracterizado a lo largo de su nutrida carrera por establecer siempre su mirada hacia tragedias humanas con un fondo de desestabilización al que se ve sometido el núcleo familiar para despedazar su rutina con la irrupción de un acontecimiento imprevisto donde la violencia, desde un punto de vista multifuncional, está presente dentro de la impronta intimista en la que no suelen faltar elementos humanistas como la culpa y el perdón. Por supuesto que ‘En un mundo mejor’ sigue esta tendencia al melodrama sobre ambivalencias, sobre conflictos internos, en esta ocasión centrada en los niños, los verdaderos sufridores de las carencias afectivas que se traslada a una doble drama; la de Anton, un padre, médico idealista, que trabaja en un campamento de refugiados donde asiste diariamente a la vejación y violencia con mujeres embarazas por parte del líder mafioso de la zona al que todos temen. En su regreso a casa se tendrá que enfrentar a la distancia que se ha establecido con su mujer, a la que le ha sido infiel y la relación con uno de sus hijos, un adolescente confuso y aturdido por la situación vivida en el hogar y en el colegio, donde es víctima de acoso escolar. Por otra parte, Claus es otro padre de familia acomodada que acaba de perder a su mujer debido a un largo cáncer y le ha dejado sólo junto a un hijo resentido que le inculpa como responsable de la pérdida.
Ambas tramas rotulan desde su inicio a dos hombres marcados por el dolor de asumir un hogar desestructurado. Sin embargo, para Bier y su guionista, el prestigioso Anders Thomas Jensen, la jerarquía del sufrimiento radica en la afectación de un escenario emocionalmente hostil que incumbe a los dos chavales afectados por sendas situaciones, Elías y Christian, que unen sus frentes en un mismo destino. ‘En un mundo mejor’ la alianza de los débiles se refuerza en una autoconfianza que, llevada por un mal camino, puede degenerar en un desmedido sentido de la venganza ante la imposibilidad familiar por ordenar su vida privada, por aclarar sus ideas, antes que frenar una actitud represora en ciernes. En ese sentido, la adolescencia incomprendida lleva a todos los personajes a asumir o reflexionar sobre las responsabilidades éticas que les vertebran. Con ello, se discurre acerca de la violencia, tema central del filme, desde puntos ópticas divergentes, analizada de forma implícita, que transita en la poco sutil denuncia de vulnerabilidad de los derechos humanos en países del tercer mundo confrontándolo con la privilegiada sociedad danesa o señalando las conciencias dispares sobre ésta en contradicciones que carcomen los prototipos de justicia y de la no violencia.
Se ejemplifica con uno de los giros más trascendentes de la trama, cuando el hermano pequeño de Elías provoca que su padre desafíe verbalmente a un rudo mecánico que le propina una bofetada que no es respondida ante el asombro de los niños. Ellos esperaban un enfrenamiento como respuesta a esa idealización paterna e infantil. Anton intenta hacer ver que la violencia sólo pertenece a los miserables y que el que agrede siempre es el que pierde. Es la misma actitud deontológica que mantiene en el campo de refugiados, cuando llega la hora de tomar responsabilidades como el tener curar al psicópata al que todos temen.
Es en esta esfera de lo reflexivo es donde ‘En un mundo mejor’ universaliza las fronteras del ímpetu violento que anida en las personas. Siempre distanciando entre lo que pasa en Kenia y ese sentimiento de frustración iniciático que envuelve a los dos pequeños con respecto a una situación que hace sacar la rabia que llevan dentro. En esa doble relación paterno-filial se esconde esa comunión de desconcierto infantil. Mientras Anton escucha y advierte a Elías, intenta ser un buen padre, Claus no tiene tiempo para comprender la actitud violenta de Christian, compartiendo ambos un complejo de culpa sobre sus vástagos.
Lo que hace que ‘En un mundo mejor’ no naufrague por la manipulación del espectador es que Bier y Jensen dejan una distancia idónea para que los personajes tengan su espacio, dejando que respiren con sus decisiones y sin posicionarse ni juzgar sus actos, sobre todo con las acciones deliberadas de los pequeños, silenciando los sentimientos de dolor y utilizar así a los pequeños como vasos comunicantes de toda la contención emotiva del filme. Bier envuelve el filme con paisajes coloristas, donde los cielos con nubes de postal son la representación de ese sosiego que los roles no alcanzan. Su narrativa, como siempre, transita por la corrección sin grandes hallazgos, muy funcional y metódica en esos sus planos que aluden a la soledad, a la inestabilidad y a la tristeza.
Sin embargo, a medida que avanzan los acontecimientos, se empieza a intuir un cambio de dirección hacia el melodrama, debido a la forma de tejer el patrón dramático del doble entramado familiar, mostrando a esa madre solitaria que echa de menos a su marido pero no puede perdonar la infidelidad, el conflicto moral que encierra el doctor en Kenia y que provoca la reacción encontrada de su hijo que se siente desatendido o la incapacidad de Claus y Christian para canalizar el dolor por la muerte de la madre… Se va diluyendo esa relación de necesidad y admiración que se establece entre el niño débil y su amigo sediento de sacar afuera toda la ira que lleva dentro. Llega un momento en que la cinta, tamizada en su mayor parte con cierta atmósfera acertada, cercana y reconocible, se va concretando en algo bien distinto, cercano al tremendismo con que el que, en su tercer acto, envuelve en un discurso complaciente y artero que acaba por imponer una parábola instructiva y ejemplarizante.
Para Bier y Jensen el bien moral se arremolina dentro de un contexto de terrorismo infantil que al estallar provoca que la lógica y el equilibrio salten por los aires con un propósito de redención y tesis didáctica. Su tramo final deja un afectado discurso en el que si la violencia se apodera del mundo hay que poner la otra mejilla, puesto que las consecuencias de tomar medidas drásticas envenenan la incertidumbre y destruyen al ser humano. La ética parece ser la única solución y el perdón su enriquecedora derivación. Por eso, a Bier le puede ese ‘happy end’ que descoloca todas las piezas dispuestas para un final edulcorado y clásico, donde el didactismo desdibuja la realidad que ha ido proponiendo a lo largo del filme. De ahí, que los padres de Elías acaben reconciliados y que tras el acto extremo provocado por Christian y que deja a su amigo al borde de la muerte sea aceptado como un pequeño error humano, absolviéndole y poco menos que convirtiéndole en un miembro más de la familia. Ése el “mundo mejor” que imaginan Bier y Jensen, el de un modelo Hollywoodiense afectado por lo positivo, de ahí que el Oscar tuviera en esta aspirante adecuada a los gustos de la Academia fuera a parar a esta cinta danesa. Es como si, poco después del largo y traumático tránsito vital, todos hubieran aprendido la lección y pudieran ir cogidos de la mano, riendo y dándose abrazos, a comerse una hamburguesa a un centro comercial. Porque en su final los personajes terminan representando el tópico de familia unida gracias a la catarsis aleccionadora que han vivido.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2011

jueves, 14 de abril de 2011

Cita con el cortometraje en el Capitol con la muestra '¡CÓRTATE'

Amigos y residentes de Madrid, hoy os traigo una buena noticia. De ésas que da gusto escribir por estos lares. Hoy tenéis una cita con el mundo del cortometraje, ése formato que vive de iniciativas a modo de muestras y festivales donde los jóvenes realizadores tienen la oportunidad d exhibir sus trabajos al gran público. Pues bien, esta misma tarde [The House of Films] y el cortometrajista Raúl Cerezo, codirector del Festival de Escorto, inauguran la muestra ¡CÓRTATE!, donde se tendrá la oportunidad de ver cinco trabajos de cortometrajistas que dan a conocer sus nuevos trabajos en esta sesión nocturna que tendrá lugar a las 22,00 horas en el Cine Capitol de Madrid, por primera vez en una proyección digital de trabajos de corta duración. Allí el público tendrá la oportunidad de ver, en estreno exclusivo, los trabajos ‘8’, de Raúl Cerezo, ‘El descenso, de Daniel Romero, ‘Ukemi’, de Jorge Antonio Molina, ‘G’, de Diego Puertas y ‘Quédate conmigo’, de Zoe Berriatúa.
El Capitol, dotado con más de 1.300 localidades, acoge así esta ilusionante celebración del cine de corta duración al simbólico precio de 2 € y pueden adquirirse las entradas en taquilla a partir de las 20:45 horas. No será un acontecimiento anecdótico. El objetivo de este proyecto es el de convertirse en una cita mensual para que cineastas y espectadores amantes del formato compartan la oportunidad de ver los últimos trabajos todos aquéllos que tengan un cortometraje de calidad para exponer. Los asistentes al evento también tendrán la oportunidad, una vez finalizada la proyección, de continuar la fiesta de cine en el Larios Café, muy cerca del cine Capitol, donde será obsequiado con una consumición solamente con mostrar la entrada.
¡CÓRTATE! arranca inicia hoy su singladura y espera tu presencia para disfrutar de una tarde memorable de cortometrajes y cine.
Página oficial de ¡CÓRTATE!.

martes, 12 de abril de 2011

Tribuna de Salamanca dice adiós para siempre

Ésta es la última portada de Tribuna de Salamanca. Hoy es uno de los días más tristes en mi carrera periodística. La rutina, la fidelidad y el tiempo hacen que la adhesión solidifique la idea de pertenencia. Y ha así ha sido durante más de catorce años en los que he trabajado y colaborado en este medio que hoy desaparece. Recuerdo todavía aquel mayo de 1997, cuando Juanjo Quiñones y Jesús Inés nos cedieron su puesto de colaboración a José Luis Ramos y a mí como lozanos ‘currelas’ de la sección local de ‘Barrios’. Entramos con ilusión. No había otra. Se trataba de nuestro primer trabajo como periodistas remunerados en un medio local escrito. Tribuna de Salamanca nos brindaba la oportunidad. El hecho de estar todo el día de aquí y allá, en asociaciones de vecinos, en entrevistas callejeras, en las largas esperas en el Ayuntamiento mientras los concejales se tomaban su dilatado café mañanero y después de un largo día, de nuevo en la redacción, no era muy atractivo para un principiante. Esperábamos algo más de glamour. Sin embargo, paulatinamente, empezó la verdadera esencia del periodismo local a ser satisfactoria dentro del ‘colegueo’ con los compañeros de nuestro entorno, de otros medios y, sobre todo, siempre recordaremos los privilegios en las fiestas y verbenas patronales de los barrios y sus barbacoas con aquel ambiente jaranero de las ruedas de prensa. Era el contexto ideal para que un neófito se curta en la profesión. Mis prácticas se desarrollaron allí. Y nunca he estado más contento de que aquello fuera de aquél modo.
Aún recuerdo aquella fiesta multitudinaria de celebración de nuevas instalaciones, tres años después del nacimiento del periódico de Mariano Rodríguez. Llegué en el momento justo. Después de sus primeros pasos dentro de los medios locales, Tribuna había crecido lo suficiente como para mudarse a un dominio más espacioso. Recibí una invitación personalizada. Y allí me planté con mi amigo José A. González “Jimbo”. Mi satisfacción era doble; estaba invitado a una de las fiestas más épicas que recuerde y una semana antes, el ínclito Antonio Marcos, a través de mi jefe de sección, otro José Alberto González, el gran “Coqui”, había logrado ubicarme en mi soñada sección de cine dentro del periódico. Tan sólo tres semanas después de entrar en él. Estaba de celebración. No era para menos. Nos emborrachamos, le robamos nutridos platos de jamón ibérico al mismísimo alcalde delante de sus narices, bebimos vino de selectas bodegas, escuchamos de fondo el concierto de Niña Pastori y nos ligamos a unas azafatas. La profesión parecía la correcta. La indicada. Entonces sí.
Mi primer reportaje cinematográfico fue un reportaje sobre Abel Ferrara, que por entonces estrenaba ‘The Blackout’. Recuerdo haber leído mi nombre varias veces en el encabezamiento cuando salió publicado en el suplemento ‘Batuecas’ aquélla mañana de sábado. Una sensación comparable a la de un niño que abre sus regalos de Reyes. La inexperiencia juvenil es lo que tiene. Aquella ilusión inaugural, con el deterioro de los años, sigue siendo complaciente e inolvidable. Después llegarían los trabajos como enviado especial a los festivales de San Sebastián, Sitges o Valladolid o la etapa de ‘Guía de Salamanca’, sin duda alguna la más satisfactoria y divertida de todas. Y después, múltiples secciones en cultura, en suplementos más o menos reconocidos, hasta solidificar mis páginas que aguantaron la variedad de gerentes, directores y jefes de sección que han ido desfilando por los últimos tiempos. Desde hace catorce años he vivido mis mejores instantes periodísticos en este medio. Es así. He conocido a algunos de mis mejores amigos, algunos instructores del medio (pocos, he de decir) y a gente con la que no hubiera tomado ni una caña, pero siempre he tenido el cariño y la libertad necesaria para sentirme a gusto. Nadie me ha recriminado ni impuesto nada. Y siempre he sido autónomo en mi opinión cinematográfica, cultural o política sin exponerme a una línea editorial en absoluto restrictiva. Ser libre es uno de los pocos privilegios que quedan en la profesión. Y aquí, al menos en mi caso, lo han respetado.
Hoy, en el día de la muerte de este medio que tanto significa para mí, recuerdo a todos los que me enseñaron con su saber y su magnitud profesional que Tribuna siempre fue mi casa y sus inquietudes la mías. Desde los mencionados “Coqui” y Antonio, pasando por Ana Castellanos, Puri Contreras, Nunchi Prieto, el mítico Zamorano, Lucía Petisco, la entrañable Cristina Valladares, Luis J. Palomero, Álvaro Ortiz, Teresa Sánchez, Félix Corchado, Carmen Armijo, Carlos González, Óscar Rodríguez, Daniel C. Borrás hasta la jefatura en la redacción ejemplar de Félix Oliva o de Luis Barreda o la atención de estos últimos meses por parte de Luis Cadenas en redacción y de Miguel Ángel y Cristina en administración… así como tantos y tantos amigos y profesionales que se quedan el recuerdo. No obstante, quiero destacar a Fernando Bernal como ése cómplice de batallas, ése hermano de amor eterno, al que este periódico me entregó en inicio como adversario y quedó como uno de mis mejores amigos de siempre. Hoy aquél largo sueño, nunca ideal, se acaba para siempre y deja a tantos profesionales que hemos pasado por allí dejando nuestra pequeña impronta en su historia. En mi caso, finaliza otro de esos resquicios de actividad profesional, de vida periodística, añadiendo años a la experiencia. Es difícil decir adiós. Y aunque todos supiéramos que este desenlace era inminente, sigue siendo triste. Tribuna de Salamanca finiquita tu periplo y las críticas de ‘Un Mundo desde el Abismo’ se resentirán por ello. Fundamentalmente porque era este medio salmantino el responsable del discurrir semanal con la ‘review’ de siempre, que se dilataba desde las páginas del periódico al abismal blog.
Llegan tiempos procelosos con esta pérdida. Ahora ya no ejerzo de modo profesional. Ya no tengo el privilegio de la voz en prensa escrita. Aunque eso, da igual en este momento. Salamanca se ha quedado sin uno de sus más objetivos periódicos y el final del camino deja siempre el sabor amargo de los que han luchado hasta el final por su ideal deontológico contra viento y marea, incluso contra el frente interno que ha hecho que la utopía de continuidad se haya venido abajo. A pesar de su desaparición, Tribuna de Salamanca vivirá en el recuerdo de todos sus habitantes, quién sabe si con una resurrección futura (algo que parece inviable), pero que evocará el gran trabajo de todos los miembros que hicieron de él un medio honesto e íntegro con su opinión y legítimo como alternativa a lo conocido, a lo de siempre, a lo que queda. Mañana el panorama periodístico charro no será lo mismo. De eso, estamos seguros. Salamanca se queda un poco más huérfana en su amplitud de opiniones, de alternativas, de multiplicidad… Tribuna de Salamanca queda como una parte elemental en mi formación y en mi recuerdo. Como en el de tantos otros amigos y compañeros. Se cierra así una etapa básica para entender lo poco que soy como profesional. Desde aquí quiero agradecer a todos los que cruzaron su camino con el mío, los profesionales que hicieron posible este periódico, a todo de esfuerzo y a su talento por lograr que Salamanca tuviera otra disyuntiva informativa de calidad. Desde lo más profundo de mi corazón, echaré de menos seguir cada semana junto a un equipo de personas admirables.
Hasta siempre Tribuna, gracias por el viaje.