martes, 19 de octubre de 2010

Controversia 'A Serbian Film' o el problema de no distinguir realidad y ficción

Confundir la realidad y la ficción siempre ha provocado que la ignorancia prevalezca sobre la sensatez. Es también un acto de indisciplina, un error bastante normalizado en las corrientes de opinión que salpican los segmentos catódicos. Como decía en un texto a raíz de mi cortometraje ‘El límite’ hace años, está generalizada una equivocación respecto a la narración visual y los efectos que puede provocar cierto tipo de violencia cuando se reconoce y define en un marco textual susceptible de respaldar un empirismo simultáneo, que se hace común tanto al sujeto creador como al espectador en relación al choque que supone explicitar un acto violento, consintiendo la superficie antropológica y cultural de la relación de cualquier sujeto con la intertextualidad de la violencia en un núcleo que nos va a dar una aproximación de lo real y lo ficticio, de la crueldad o salvajismo y su representación.
El radical y provocador filme de Srdjan Spasojevic ‘A Serbian Film’ ha generado una polémica bastante arcaica y gratuita en cuanto a su contenido (no menos gratuito), suscitando un débil debate respecto a las imágenes que en ella se pueden ver. La controversia se enflaquece cuando desde una grada televisiva en la que se opina de todo se confunde ficción con la realidad, equiparando dos percepciones diametralmente opuestas. Sólo un ignaro, alguien indocumentado de verbo fácil que no tiene ni idea de cómo funciona el lenguaje cinematográfico y la narrativa de ficción es capaz de confundir una película con el tema representado, en este caso pornografía pedófila o como podrían ser otras parafilias de patrones sexuales de índole enfermo. No es un tema nuevo, ni mucho menos. Hace décadas el Género ‘Mondo’ de mano de gente como Umberto Lenzi y su explícita ‘El paese del sesso selvaggio’ o Ruggero Deodato con ‘Holocausto Caníbal’ representaron esa especie de ‘snuff’ recreado para una pantalla.
El tratamiento visual que se da al espectador de una imagen de ficción sobre una imagen documental o real ofrece un perturbador espectáculo cinematográfico, pleno de violencia y crueldad, que suscita la curiosidad morbosa o repugnante de una situación que no es cómoda a la hora de contemplar, promoviendo una mezcla de repulsión y malestar. Podemos negar la existencia de la realidad, del mal como amenaza, como parte de la Humanidad y el lado más oscuro y siniestro que albergan algunas personas. Negando la realidad, esa repulsa hacia el miedo, se provoca que cerremos los ojos ante lo que sucede a nuestro alrededor. Si ‘A Serbian Film’ ha sido proyectada en Sitges es porque, evidentemente, es una película de terror explícito, insisto DE TERROR, que busca, más allá de su calidad como obra artística, provocar una reacción de pánico en el espectador utilizando ciertos elementos de la realidad que no resultan muy gratificantes, como tampoco lo es ver un secuestro, un asesinato, una agresión, una violación o un desmembramiento, por poner otros ejemplos. Estoy convencido de que se han proyectado muchas y peores aberraciones en cuanto a contenido como a calidad.
A mí me dan más miedo las reacciones y argumentos de los contertulios de ‘Las mañanas de Cuatro’ que el gratuito y provocador efectismo que ha llevado al señor Spasojevic a reflejar las barrabasadas y truculentos actos que se exhiben en su película. Su intención era ofender y desagradar. Y parece que lo ha conseguido. El contraste demuestra una categórica verdad que todos sospechamos y conocemos; que los contertulios opinan de todo expectorando engolados argumentos sin tener mucha idea de nada. Lo escribo así por dejar una frase adecuada al respeto y el decoro. Y máxime, cuando molesta escuchar esa pretensión por dictar y prohibir desde su posición de tribuna popular el excepcional trabajo de Angel Sala, director de uno de los mejores festivales que tenemos en este país que, para colmo, está especializado en géneros cruentos, espeluznantes y muchas veces violentos como es el fantástico y el terror. Aberraciones y atrocidades vemos y escuchamos todos los días en televisión. Y nadie dice nada. Ojo al rechazo calificador de Antonio San José, indignado porque una película de ficción retrata ciertos hechos que se producen en la triste realidad que nos rodea. Y para quitar un poco de hierro al asunto, Concha García Campoy aboga e incide en señalar que todos los que comparten la mesa “son muy abiertos”, concluyendo que “nos estamos poniendo muy calentitos” para zanjar un tema para el que un comentario como éste resulta muy poco adecuado. Ya que estamos sacando las cosas de contexto…
¿La segunda parte del debate con ‘El ciempiés humano’, de Tom Six?

lunes, 18 de octubre de 2010

¿Será este el futuro de las opiniones?

¿Sería esta la crítica más indicada para hablar de la última película de David Fincher? Posiblemente, sí. "Me gusta". Ya está. Nada más ¿Para qué explayarse? Lo virtual, las redes sociales, cada vez abogan inexorablemente por este tipo de consideraciones instantáneas y fugaces. Afortunadamente, la crítica abundante en palabras y reflexiones sobre la nueva y gran película de Fincher estará a finales de semana en este espacio considerado primitivo como es un blog.

domingo, 17 de octubre de 2010

Review 'Machete (Machete)', de Robert Rodriguez y Ethan Maniquis

Entre la serie B y la crítica
La nueva película de Rodriguez supone un cóctel de referencias infraculturales que pasan de la excentricidad paródica y excesiva a una crítica antisistema a la polémica Ley SB 1070 de Arizona.
‘Machete’ nació de una broma en plan ‘fake-trailer’ del duplo ‘Grindhouse’, en la que el director mexicano Robert Rodriguez dirigió ‘Planet Terror’ y su socio y amigo Quentin Tarantino ‘Death Proof’. Del germen de aquel experimento insurrecto a las modas como ofrenda a las ‘70’s splattery movies’ se plantea la historia de un antihéroe desgarbado, mostrenco y feo, que simboliza al más genuino ‘badass’ de los federales fronterizos, ahora retirado, que busca venganza por ser traicionado por sus propios hombres a instancias de un capo de la droga llamado Torrez que asesina a su mujer y contra un senador de Texas que dispara a los inmigrantes ilegales como si de un deporte se tratase. ‘Machete’ está co-dirigida por Rodríguez y su editor de toda la vida, Ethan Maniquis en otro testimonio como declaración de amor a la serie B, que vive por y para la incorrección del hálito implícito ‘tex-mex’ que caracterizan las gamberreadas de desproporción e invectiva cinematográfica del director de ‘El mariachi’.
Rodriguez nunca se toma en serio así mismo. Y en esta ocasión tampoco iba a ser una excepción. Quien no sepa que esto es un descerebrado desvarío, con mafias, traficantes, senadores corruptos y “espaldas mojadas” armados hasta los dientes esperando entrar en guerra se equivoca de película. También de crítica para leer. Estamos pues ante un cóctel de referencias infraculturales que van desde los subgéneros a los que ofrenda, como el ‘grindhouse’ de serie Z, las ‘trash movies’ o las chorradas de acción y erotismo ‘light’ que conducen hacia el caos del desenfreno, donde la hilaridad y la violencia gratuita encuentran su condición de entretenimiento sin contemplaciones ni vericuetos subversivos.
‘Machete’ es una ‘mexploitation’ de acción urbana, con cierto sabor a tequila añejo peleón, de pura esencia mexicana donde no falta el ‘spanglish’ azteca, los tacos picantes y los burritos, la “migra”, malvados con máscaras de lucha libre o coches ‘low rider’ de sistema hidráulico ‘pumper’ que identifica esa pasión tan chicana como estrambótica de hacer saltar los automóviles en símbolo de fuerza y agresividad. Un híbrido de cine de explotación y de cómic ultraviolento con el que Rodriguez sigue escarbando en la estrafalaria comicidad de la violencia transgresora, lanzada al público como un entretenimiento apostado en la truculencia y macabro sarcasmo, que sabe sacar partido al humor irreal de la hemoglobina para llega hasta límites grotescos de carnicería con triples decapitaciones o esa esperpéntica fuga del hospital gracias a rebanar a un enemigo el estómago, extraerle el intestino y utilizarlo como maroma para saltar por una ventana y aterrizar en el piso de abajo. Materia que suscita la gruesa comicidad del ‘cartoon’ más salvaje conjugada con una retribuida caspa fílmica imposible de evitar en este tipo de productos. Una película que alterará a los que viven en la hipocresía de la corrección y el buen decoro y a los que les moleste un sacerdote violento y armado en su iglesia que es crucificado, cómo asistir al disparo a bocajarro de una inmigrante embarazada como si fuera una presa de caza o a una mujer desnuda extraer su móvil directamente de la vagina para hablar con su jefe. Todo es sintomático de la juerga intrínseca, como el hecho de comprobar cómo las más bellas mujeres caen rendidas ante un hombretón salvaje y rudo como Machete, que no hacen sino confirmar la subsistencia de una jocosidad que penetra en el núcleo de un filme nacido para la provocación y el despiporre, para la glorificación de la testosterona más inmunda y disoluta.
En la crítica americana se ha llegado a definir como “una basura con sentimiento de indignación ante ciertos problemas que abundan en la frontera de Estados Unidos y México”. Y es que ‘Machete’, además de un combinado salvaje de comedia desvergonzada y acción, es también una crítica antisistema que no entra en la catalogación hollywoodiense al uso, convertida en alegato a la inmigración en Estados Unidos, bien sea legal o ilegal. Puede parecer otra argucia hiperbólica, pero ese oportunista senador texano McLaughlin (Robert De Niro) que hace de la inmigración ilegal un instrumento para conseguir votos con la promesa de levantar una valla electrificada para acabar con los “pollos” no está muy lejos de la gobernadora Jan Brewer. O su mano armada, Von Jackson (Don Johnson), bien podría ser el espejo del sheriff del condado Maricopa, Joe Arpaio, conocido por su postura antiinmigración. De forma implícita, ‘Machete’ es también una patada en los huevos en forma de crítica a la polémica SB 1070 de Arizona, por la que cual se subraya como delito estatal ser inmigrante indocumentado, dando vía libre a la autoridad para ejercer con mano dura medidas ante cualquier sospechoso. McLaughlin vendría a compartir linaje, de forma caricaturesca, con conocidos mandatarios como Lyndon B. Johnson, Rush Limbaugh o George W. Bush.
‘Machete’ es excesiva y capaz de perderse en el acopio de violencia como volver de ella con una carcajada en forma de salpicón o sensual movimiento curvilíneo. Sin embargo, hay algo en esta barrabasada que puede desconcertar al espectador más avezado, pudiendo percibir erróneamente cierto descuido, con la impresión de que la cinta resulta no llega a las cotas gratificantes de ‘Planet Terror’, principalmente debido a que parece que el ‘status’ de calidad va en descenso en cuanto a calidad técnica si se le compara con aquélla. Algo de razón hay en ello. Basta con analizar esa pelea final que debería suponer el cenit explosivo y excesivo de la cinta y únicamente se queda en una especie de pelea de patio de colegio un tanto anodina y vacía de espectáculo ¿Homenaje fidedigna a la Serie Z? No tan posible como se puede creer. Algo que desluce un poco el conjunto final de la broma. Sin embargo, no hay que olvidar que ‘Machete’ sigue la voluntad asumida de ‘crappy old movie’, en toda su esencia, por lo que atesora toda la honestidad con la que esta demencial película podía llegar a hacerse y que podría venir producida por el mismísimo K. Gordon Murray.
Lo mejor, sin duda alguna, es un Danny Trejo dándolo todo. Después de ciento cuarenta películas como figurante o secundario, el actor mexicano tiene su oportunidad de oro para ser el protagonista total de la función. Su fuerza es innegable; rezuma autenticidad, implacable y cruel con ese granítico rostro que mezcla arrogancia, gravedad y humor lacónico. Rodriguez sabe sacar partido a su fisonomía para reflexionar acerca de la soledad del héroe en un facsímil casi lírico del vengador de buen corazón que deja escapar incluso a aquéllos esbirros que renuncian en el último momento a enfrentarse contra él. La fría estoicidad de aquel que es invulnerable queda patente con esa frase que quedará para los anales del cine: “Machete don’t text (Manchete no manda mensajes)”. En un divertimento de este calado, todos parecen disfrutar del enardecido rol que les ha tocado. Tal vez sean Steven Seagal y Robert De Niro los que más gratifican su interpretación. El primero, con su oratoria entorpecida a lo “español” y su enfrentamiento final chulesco y cómico con una ‘katana’ con la que se hace un harakiri o De Niro, vestido de chicano inmigrante sacar a punta de pistola a un conductor de un taxi que rememora a aquel ataúd de metal de Travis Bickle para morir electrificado en su propio estatuto. Por lo demás, Michelle Rodríguez como Luz/Shé, propietaria de una caravana de tacos bien que esconde a una líder de la resistencia revolucionaria que acumula armas en un garaje para suministrarlas a su movimiento para luchar contra los vigilantes fronterizos sale mucho más favorecida, sexy y potente que Jessica Alba dando vida a Sartana, una agente del INS en busca de La Red, centro de una organización secreta de inmigrantes ilegales. Jeff Fahey, como ayudante del senador mal, Cheech Marin como el hermano sacerdote de Machete, Don Johnson como el líder de una milicia de vigilantes fronterizos. Tampoco faltan algunos de los rostros habituales en el cine de Rodriguez como Tom Savini, Daryl Sabara, Felix Sabates o las Crazy Babysitter Twins (Elise y Electra Avellan). En cuanto a Lindsay Lohan, es una pena que su papel sea totalmente inoperante, a pesar de autoparodiarse interpretando a las hija cachonda de Booth adicta a las drogas y el alcohol que acaba vistiendo hábito de monja blandiendo cuchillos y disparando pistolas.
‘Machete’ es película superficial y consciente de su intranscendencia, que no va más allá de la excentricidad paródica y sucia, donde la mugre y la diversión se dan la mano y que se ríe de su condición de subproducto anunciando un hipotético regreso con el cierre de una trilogía con dos títulos que llevarían sendos títulos de ‘Machete Kills’ y ‘Machete Kills Again’ ¿Una broma o un desafío probable? De Rodriguez, lo seguro es apostar por lo segundo.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010
PRÓXIMA REVIEW: 'La Red Social (The Social Network)', de David Fincher.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Se acerca el momento de la celebración

Se acerca el momento de la celebración, del recuerdo... 25 años no son nada. Y menos si tenemos un DeLorean para asumir ciertos viajes.
Habrá que ir preparando algo abismal, una ofrenda como es debido para recordar su estreno en España.
¿No creéis?

martes, 12 de octubre de 2010

Se va Manuel Alexandre, el actor más entrañable del cine español

Su rostro despertaba tanta cercanía y bondad entrañable que hoy cuesta sobreponerse a la noticia de la pérdida de uno de los actores más admirados y queridos de nuestro cine. Con el fallecimiento de Manuel Alexandre la cinematografía patria no sólo pierde a ese personaje bienquisto, trabajador y apreciado, si no a uno de los últimos bastiones de una generación de intérpretes cómicos que han dado a nuestro cine la personalidad y el carisma necesario para los grandes clásicos sean hoy auténticas joyas comparables a cualquier obra maestra de esplendor dentro del noveno arte. Alexandre tiene en su filmografía varias de ellas. Películas que sin su presencia no hubieran sido lo que son: parte de nuestras vidas. Su rostro forma parte de la memoria, con esa sensación de contigüidad, que siempre ha estado ahí, haciéndonos disfrutar con su trabajo. Desde que debutara en la gran pantalla con ‘Dos cuentos para dos’, de Luis Lucia y seguir con una de tantas obras cumbre de Berlanga ‘Bienvenido Mr. Marshall’, siguiendo colaborando junto al mítico cineasta en importantes títulos como ‘Calabuch’, ‘Los jueves, Milagro’, ‘Tamaño natural’, ‘¡Biba la banda!’, ‘Todos a la cárcel’ o ‘París-Tombuctú’, su figura se hizo imprescindible para dotar de talento y cordialidad a sus personajes. Películas de la talla de ‘Muerte de un ciclista’, ‘La vida por delante’, ‘El salario del crimen’, ‘Luces de bohemia’ y ‘Los ladrones somos gente honrada’ situarían a Alexandre en referente dentro de los secundarios más capacitados del cine español.
Y con ellas se afianzó para la posteridad individualizando las cualidades constitutivas de un rol sobre el que edificó toda su carrera, el del buen hombre, de perfil amable, de particular e inconfundible voz benevolente, de naturaleza cándida y próxima, de ésa sencillez en su carga emocional que ha dignificado la amabilidad y el afable carácter de un actor querido por todos. Siempre será el imperecedero Benítez de ‘Atraco a las tres’, el tío Julián de ‘Plácido’ que roba una cesta de Navidad para poder compartirla con su familia o también, como para toda una generación que le identificó con su personaje, Don Matías, el profesor de los miembros del grupo musical Parchís en ‘La guerra de los niños’, así como Roque Freire en ‘El bosque animado’. Con la muerte del adorado Alexandre el cine pierde a uno de sus emblemas de la comedia y se queda si el calor y la fragilidad de ese actor nostálgico que deja en el recuerdo una carrera intachable y plena, con más de trescientos títulos a sus espaldas y el cariño de un gremio que hoy llora su muerte demostrando la tristeza del gran mito que se ha ido. Alexandre hoy se ha despedido para siempre, pero seguirá vivo en nuestros corazones.

lunes, 11 de octubre de 2010

Review 'Enterrado (Buried)', de Rodrigo Cortés

Estimulante y macabro juego de claustrofobia
La sensacional ‘Buried’ es un ‘thriller’ de tensión insostenible que encuentra en la progresiva destreza y cognición de un director sobre los impedimentos escénicos el elemento fundamental para el complejo funcionamiento de un cautiverio agónico y emocionante.
Los créditos iniciales rememoran a Hitchcock en su esencia máxima. La estética y el espíritu de Saúl Bass y la música desafiante del compositor salmantino Víctor Reyes, que evoca las notas de Bernard Herrmann, acompañan a una espiral que cae en picado y se desdobla hacia la oscuridad de un ataúd en un prólogo que se dilata hasta llegar a su premonitorio arranque. Se escuchan jadeos, toses y gritos de incomprensión y agonía. Tres minutos sin imagen. La nada como elemento introductor. La oscuridad se establece como la gran protagonista de un viaje estático, dentro de un féretro de madera envejecido. Fulminantemente, el espectador se mete de lleno en la desquiciada tragedia de Paul Conroy, un padre de familia de Michigan que trabaja como conductor contratista de una empresa de transportes destinada en Irak. Despierta en la penumbra para descubrir que permanece enterrado vivo en un ataúd en medio del desierto.
En esta agónica tesitura límite plantea su segunda y valiente propuesta largometrajística el director Rodrigo Cortés, configurada como un ‘thriller’ de tensión insostenible. ‘Buried’ es un salto al vacío, una propuesta que no pretende escapar al realismo de su historia en una cinta de emoción sin pausas ni vacíos. De entrada, hay que enaltecer la dialéctica subliminal del realizador a la hora de presentar un planteamiento condenado a un complejo aparato formal para involucrar al espectador dentro de él, siguiendo la reclusión en la magnífica creación de una compleja sensación de asfixia, de precisa atmósfera dramática que conecta directamente con la platea. La película se asienta, de este modo, en un formulismo nada simple como es lograr el agobio extremo, conduciendo al protagonista por un trayecto que se lanza al público como un torbellino de emociones desasosegantes, estableciendo una comunicación emocional perfecta. Son 94 minutos metidos en una caja, sin posibilidad de salida, entregados a la consternación de este anómalo contexto.
Cortés es consciente en todo momento de sus estrictas limitaciones narrativas, sujetas al portentoso guión de Chris Sparling, pero afronta el reto y resuelve sus medidos avances bajo un pulso de indiscutible maestría en una situación cuyo tratamiento está envuelto en una difícil puesta en escena. ‘Buried’ empieza fuerte, sin guardarse los trucos que se esperan de un arranque frenético. Agotados todos los recursos narrativos y argumentales, es cuando comienza a aflorar la progresiva destreza y cognición de un director sobre los impedimentos de la lógica que adjudica esta película. El dominio sobre el proceso de exposición psicológica, la manipulación del tempo y el notable control sobre aparato formal evitan cualquier cesión al reduccionismo para afrontar la complejidad de un lenguaje cinematográfico que se impone sobre las connotaciones de un espacio tan cerrado.
Cortés sabe en todo momento cómo y cuándo tiene que mover la cámara, con determinadas angulaciones, acrecentando las motivaciones del personaje y su sentido fílmico a través de cada plano con cámara al hombro, ‘travellings’, grúas o aproximaciones y alejamientos al rostro del protagonista, que poseen un peso específico dentro del filme. ‘Buried’ utiliza el suspense como mecanismo psicológico, haciendo que el tiempo y el espacio fílmico se superpongan a la realidad para aproximar la verosimilitud y agonía de todo el entramado que se va construyendo según avanza el filme. Así, las conversaciones de Conroy con el exterior son la única arma de acercamiento a la realidad, instantes en los que el espectador puede imaginar e identificar acciones o rostros, como ese comando de insurgentes que atacó su camión, la desesperación y amenazas de Jabir, la frialdad asumida de Brenner, el inhumano y mecánico cuestionario de Davenport o la fragilidad de su madre aquejada con la enfermedad de Alzheimer. A partir de estos módulos, los secundarios cobran un protagonismo fundamental en sus apariciones invisibles a través del teléfono móvil.
Dentro de este signo genérico, siguiendo cierta significación modélica a la hora de sublimar el ‘thriller’, todos los elementos que aparecen en la trama; desde el primordial teléfono, el mechero Zippo, una navaja, una pequeña petaca, el bolígrafo y los demás artilugios que van apareciendo tienen una finalidad dramática condicionada a un propósito concreto y vital para la permanencia de la atención del público y sus posteriores desencadenantes dentro del acontecer del argumento. El director de ‘15 días’ consigue, de este modo, convertir un aparente desafío visual en toda una experiencia física. Cortés impone furia y fatalismo para contrastarlas con la inmovilidad de su personaje en un montaje certero, que funciona con su consecuente riqueza en la variedad de registros, variando su agilidad o estatismo en función del suspense o del drama que procedan dentro de esta apasionante aventura claustrofóbica. En ‘Buried’, el cineasta hace fácil lo imposible, logrando que el ‘thriller’ tenga un ritmo frenético dentro de una caja bajo tierra. Incluso se permite jugar en contadas ocasiones con algo de humor negro que no hace más que tensar el nudo que vincula al protagonista con el espectador, en los resortes de lo que parece una macabra estructura de comedia aplicada las evolutivas rémoras de su protagonista gracias a ese magnífico guión de Sparling.
Si en su anterior y ópera prima, ‘Concursante’, Cortés profundizaba en los corrompidos entresijos del capitalismo y ofrecía una sardónica perspectiva sobre la manipulación y el funcionamiento del sistema financiero internacional, donde los bancos se benefician y vampirizan a sus clientes, que además servía de anticipación profética sobre quimeras fiscales, aquí sitúa al espectador ante un miedo ancestral como es ser enterrado vivo. El ataúd sería un ‘Macguffin’, una simple excusa para encubrir la terrible realidad que asola a Conroy, su desnudez, soledad y angustia ante una burocracia que parece haber caído en la atroz indeferencia que no atiende a éticas ni problemas, instrumentalizando a cualquier ser humano perdido en la frustración de saberse un simple peón prescindible. Además, la Guerra de Irak se muestra como otro pretexto para hablar de la inutilidad de un conflicto bélico que sigue generando muertes y secuestros, donde el enemigo no es tanto el árabe que le ha metido bajo tierra y exige dinero a cambio de su vida como la empresa para la que trabaja o los servicios secretos a los que pide auxilio. Tanto en su ópera prima como aquí, los personajes son asediados y encerrados por la falta de escrúpulos de un sistema social que se mueve exclusivamente por la prioridad de la normativa, los intereses y la falsedad. ‘Buried’ simboliza la lucha contra el reloj de un hombre hacia su muerte, que es tratada con cruel indiferencia en una exposición de capacidad subversiva por parte de Cortés y Sparling, que hacen que lo que en principio se presente como un ‘thriller’ de tensión extrema vaya bifurcándose hacia una extraña conspiración llevada al drama y a la denuncia social.
‘Buried’ es, digámoslo ya, una de las mejores y más sorpresivas películas del año. Y por extensión, una de las más elogiables del último cine español. Por muchas razones. Más allá de su calidad como incómodo ejercicio narrativo lleno de fuerza y talento, hay hallazgos que potencian su magnificencia, teniendo como punto destacable la espectacular labor del departamento de sonido de James Muñoz, fundamental a la hora de poner resonancia a un cautiverio agónico, en la que su rigurosa utilización se convierte en una pieza clave para sacar el máximo partido a la agonía de Conroy, con cada exhalación, grano de arena que cae dentro del ataúd, el sonido vibratorio del móvil o los espasmos de ansiedad provocan que la sensación de impotencia de Conroy se haga todavía más enfermiza en la búsqueda del suspense e identificación con el público. Nunca antes el sonido había sido tan ilustrativo en una película española. Cortes cuenta asimismo con una extraordinaria fotografía que dota del cromatismo necesario a la oscuridad, con una gama de opacidad que desfila por la pantalla para llenar de texturas el desazón gracias al quirúrgico ojo de Cortés en colaboración con esa promesa de la fotografía que es Eduard Grau, a la hora de abrir y cerrar los fundidos a negro o darle todo el tono trágico a los planos detalle del sudor, la sangre o las lágrimas de Conroy.
A ‘Buried’ no le sobra nada, ni siquiera ese controvertido recurso final de esperanza, que deja ver lo que el público hubiera esperado en un epílogo sofocante que se vincula, por definición y género, al terror psicológico más puro y desconcertante. Con ello, Cortés redondea su macabro juego donde ofrece lo que el espectador podría esperar, para después volver a tapar la caja y hacer que la arena vaya agotando el tiempo y el oxígeno se apague con las bocanadas de ese descubrimiento actoral que es Ryan Reynolds. No por que sea desconocido. Todo lo contrario. Es una estrella de Hollywood desde hace tiempo. Tampoco por su valía interpretativa. Sin embargo, a Reynolds se le vincula a ese rol de guaperas con carisma y aquí, finalmente, llena de matices un registro muy difícil de llevar a buen puerto, haciendo que su presencia sea fundamental a la hora de darle credibilidad a esta pesadilla.
‘Buried’ es así un incómodo espectáculo que supone una transgresión velada, pues se presenta con el más absoluto realismo dentro de los cánones de un género restrictivo como es el ‘thriller’. Hay quien se ha aventurado a tachar al filme como un simple ejercicio demostrativo. Sin duda lo es. Pero también es un ejercicio abrumante, de insólita frescura y atrevimiento, creado desde una inteligencia envidiable y una erudición cinematográfica muy destacada. ‘Buried’ se disfruta desde el sufrimiento, desde la sumisión espeluznante que revela a un director con un talento descomunal a la hora de hacer de la esencialidad una auténtica montaña rusa de sensaciones.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010
PRÓXIMA REVIEW: 'Machete (Machete)', de Robert Rodriguez.

sábado, 9 de octubre de 2010

'La mirada circular': tragedia de terror y supervivencia

Es difícil escribir sobre un proyecto en el que uno ha estado involucrado, que ha visto nacer y crecer y que ha sido rodado delante de sus ojos. No obstante, siguiendo los designios ‘hegelianos’ procuraré ser subjetivo ante la objetividad y objetivo ante la subjetividad según sea posible. Siempre hacia la realidad. Este lunes tendrá lugar la presentación internacional de ‘La mirada circular’, el nuevo cortometraje de Iván Sáinz-Pardo, Dirk Soldner y “Jim-Box” que han vuelto a unir en este nuevo trabajo después de su excelente y exitoso ‘La Marea’. Y lo hace en el marco incomparable de privilegio que es, nada más y nada menos, que en la Sección Oficial del Festival Internacional de Cinema Fantastic de Catalunya Sitges 2010 que tiene lugar estos días en la localidad del Garraf. ‘La mirada circular’ es un ‘thriller’ que tiene como núcleo la exploración de la violencia que se presenta como irracional e injustificada, de súbito, cercenando la fábula en dos, directo a la yugular del espectador al que no deja respiro. La cercanía con la que se presentan su argumento y los elementos que lo componen; un juego, unos bocadillos, una familia feliz, un día de playa… se transforma con extrañeza onírica en una tragedia de terror y de supervivencia, donde la claustrofóbica es la unidad modular que favorece las intenciones de opresión que se persiguen desde el comienzo de la trama. No se dan más pautas. La tensión es el objetivo. Y se consigue con creces. El corto se centra así en un centelleo de emociones que van de la sonrisa, a la curiosidad, de la transcendencia de un comentario hasta romperse con la pesadilla de una persecución de antología.
‘La mirada circular’ descontextualiza su género para escarbar en cuestiones más profundas, que ofrece una visión terrorífica sobre un tema que es la esencia de su discurso y que, a la postre, será definitivo para el aplauso o el rechazo. Ya se avisa desde estas líneas, que el discurso no será plato de buen gusto para todos los públicos. No obstante, los directores saben jugar con el espectador, con su conciencia y con su estado anímico. Lo importante es la implicación directa del que mira, formulando un juego de múltiples facetas donde lo interno únicamente varia según se acepte el ángulo con el que se aprecie. Hay una esforzada identidad metalingüistica que recorre la historia, como parte de un proceso de ficción y realidad, de imaginación cíclica que anticipa todo el entramado argumental antes de comenzarlo, con una sutilidad capaz de crear una atmósfera incomoda. El guión de Sainz-Pardo desentierra los miedos tradicionales surgidos de una incógnita a modo de juego infantil para edificar una extraña pesadilla de verdugos y víctimas.
Por poner algún inconveniente, se echa en falta una dosis más sádica y realista de desgarro y dramatismo, sobre todo de pánico interpretativo a la hora de agarrotar con la terrible historia que se cuenta. Por ello, el terror queda algo deslustrado, pero cuando se vincula al dominio de los resortes genéricos, éste logra su imposición en la gran ejecución narrativa envolvente, con la soberbia música de Philipp F. Kölmel, marcando la pauta y en ese montaje frenético que no da tregua para que la asfixia y el temor del relato no encuentre ningún tipo de catarsis. Algo que sucederá en ese gran desenlace que se despliega en otro más, abriendo nuevos enigmas sobre la propia percepción de lo visto. ‘La mirada cicular’ vendría a formular un extraño puzzle en el que los movimientos internos del guión pueden ser modificables, sin embargo lo axiomático, la intención de su guionista y realizadores, es evidenciar que la violencia no lo es. Un corto en el que el tema fundamental es la muerte, que vertebra el relato con las dudas y las evidencias a las que nos quieren llevar los autores, integrardas en una mirada esférica que pone en duda lo objetivo. Una narración que depende y sostiene su interés en un armazón argumental que estalla en un giro final y que dilucida el misterio y abre algún otro con una loable complejidad. Se le puede atribuir cierto maniqueísmo en su espíritu de respeto hacia una materia que suscita debates sociales acerca de su incoherencia o justificación. Argumentos, no obstante, que sirven como vehículo para poder teorizar sobre la sociedad moderna, sus costumbres, sus vicios y posibles consecuencias. Un corto que no dejará indiferente a nadie que lo disfrute.

Una instantánea para mis recuerdos

Un momento histórico compartido por millones de corazones que vibraron en una noche para recordar, que nunca olvidaremos. El 11 de julio de 2010, vivimos hasta la extenuación el partido más importante de los anales del fútbol. Minuto 116 de la prórroga contra Holanda en la final de la Copa del Mundo de Sudáfrica el tiempo se detuvo para alcanzar la gloria. Un instante mítico que jamás podrá borrarse de la memoria colectiva. Todas aquellas sensaciones revivieron en otro segundo, el que dejó para la posteridad personal el encuentro con el preciado trofeo.

jueves, 7 de octubre de 2010

Análisis PES 2011: el progreso hacia el cambio

Hace poco menos de tres semanas, la versión Demo del Pro Evolution Soccer 2011 ponía de manifiesto que la nueva entrega de uno de los reyes de los simuladores de futbol iba a volver por sus fueros. Hace siete días, salía a la venta el que está considerado, desde ya, como en más renovador de los lanzamientos de Konami en este terreno desde hace años. La empresa asiática de Seabass lleva tiempo intentando recuperar el trono birlado con alevosía por su gran competidora, EA Sports, y necesitaba un golpe de efecto en su exploración en cuanto a posibilidades técnicas y sondear nuevos caminos a la hora de complacer las actuales exigencias que impone la nueva generación de consolas que domina el ocio de medio mundo.
Pues bien, la mejor y más aplaudida mejora dentro de los parámetros de novedades del PES 2011 es la anunciada rotación de 360º en el jugador, algo que venía siendo el gran lastre del PES en su comparativa a su gran antagonista y que este año ha quedado solventado, equiparando su calidad con novedades que le hacen estar, por primera vez en muchos años, por encima de ese juego que robó las ideas de Konami para revolucionar esta modalidad de ocio futbolísticos ¿Qué se gana con ello? Pues que los movimientos de los jugadores sean mucho más fáciles, que la sutileza en los regates se satisfaga de forma natural y que el realismo forme parte de la diversión de los seguidores del PES.
Hay muchas novedades, sobre todos estéticas y de praxis dentro de este juego que, a buen seguro, no decepcionará al fan del simulador de Konami tras las varias decepciones de años anteriores. Lo primero es la habitual y constante remodelación del interfaz y el menú principal, consistente en unas simbólicas tablas de entrenamiento que facilitan el acceso y los cambios en las plantillas y el movimiento tanto táctico como estratégico en una sola pantalla, aligerando de este modo el ajetreo previo yendo y viniendo en el menú para las modificaciones de nuestro equipo. Han llegado a un diseño y entendimiento muy asequible, así como la introducción de unas de sus pizarras secundarias de programación de juego a lo largo del partido para poder cambiar y variar el sistema dependiendo del minuto y resultado desde el principio hasta el final, pudiendo variar en cualquier momento del partido. También cambia la posición de la cámara que, aunque se eche de menos la habitual posición (amplia-balón) de antaño, esta nueva, excepto por el alteración que se produce desde el saque hasta que empieza realmente a ponerse en juego la bola, no es molesta y uno tiende a verse cómodo jugando con esta nueva visión.
Lo más revolucionario y núcleo principal del éxito y aceptación de este nuevo PES 2011 es, sin duda alguna, el nuevo sistema de pases libre, con un método renovado que altera a su vez todo lo demás. En este sentido, el ‘tempo’ de juego se ajusta al control total del juego y de los jugadores, con un realismo fuera de toda duda. Aquí es donde Konami encuentra su mayor desafío para posteriores ediciones, donde prima la jugabilidad y las nuevas vías de mejora en lo que está considerado como clave en el futuro del juego. Ya no se trata de correr sin razonamiento hacia la portería contraría con la intención de meter el gol de siempre, apoyado en un jugador estrella o en los típicos trucos. Ahora, hay que construir, buscar y tocar para poder marcar. Cabe destacar la novedad de la barra de fuerza de tiro y pase, junto al medidor de resistencia, que además encuentra su mayor aliado en la supresión de esa molesta dilatación a la hora de pasar o disparar a puerta de 2010. Eso, forma parte del pasado. También se nota una mejora en la IA, que hace que los contrarios se muevan por el terreno de juego con más lógica, basculando hacia las bandas, buscando huecos, defendiendo con coherencia o cambiando al extremo débil de forma inteligente.
En PES 2011 la movilidad y física del balón no pierde realismo y se ajusta a los efectos de los golpes y patadas que recibe, aportando cierto grado de trascendencia en la forma y la fuerza con la que se golpea el esférico, algo que sigue siendo clave en la evolución y mejora de los pases, de los disparos a puerta o los remates de cabeza. Además, cuando un jugador corre al ‘sprint’ durante un largo recorrido no llega en óptimas condiciones, como es lógico, por lo que hay que controlar mucho más la barra de pase o la de tiro para obtener la precisión adecuada. También se gana, más que nunca, en identificación y posibilidades de jugadores célebres o con características especiales, que se reconocen con una destreza ajustada a unos parámetros más reales, menos exagerados, dejando atrás un acusado estatismo de versiones anteriores en sus rivales. Es decir, que los ‘ronaldismos’, ‘messismos’, ‘drogbaismos’ o ‘rooneysmos’ no son tan definitorios como en sus antecedentes.
A mi juicio, de un modo subjetivo, la gran decepción ha sido comprobar que este PES final que se ha lanzado ha modificado su condición en cuanto a rapidez respecto a la fantástica Demo que se habían cascado los señores de Konami. Lo que allí era suavidad, templanza y un juego con cadencia realista y calmada, regresa (aunque de forma moderada) a un ritmo algo más rápido. Sin embargo, aunque conserve su fluidez lo que hace que la velocidad se equipare más a las versiones anteriores que a ese promisorio avance que sirvió como muestra para enseñar este nuevo PES 2011. Es el gran “pero” que se le puede poner a esta nueva y entusiasta versión para esta temporada de fútbol y juego que nos espera. Siguiendo con los menoscabos, que siempre hay, obviamente, se pueden reprochar algunas acciones algo reprobables en el posicionamiento de los laterales, así como maniobras de subida al ataque de los centrales. No obstante, no son, ni de lejos, los errores evidentes de otros años. Por lo que otro punto a favor. Siguiendo con lo negativo, lo de siempre, el eterno inconveniente de Konami, que no es otro que la falta de licencias oficiales en la LFP, Premier y alguna que otra liga más. Un defecto que hemos empezado a olvidar gracias a los parches, options files y demás argucias de creatividad y técnica alucinante de fans de la saga que hacen mejorar (y de qué modo) las carencias originales del juego. En este sentido, para los seguidores del PES, esto es una salvedad atenuada que no tiene importancia. Eso sí, detalles como los penaltis desde el lateral siguen siendo de lo peor del juego, así como esa repetición con ralentíes que dejan una estela difusa algo molesta o observar cómo los jueces de línea se retrasan al levantar los banderines cuando existe posición de fuera de juego.
PES 2011, sin embargo, posee un mejor acabado de estadios, especificaciones técnicas del césped o de las gradas, con el acostumbrado detallismo en la determinación física con respecto a sus texturas faciales, con los rostros de los jugadores casi idénticos a los reales. Un aspecto éste que sigue siendo incomparable a ningún otro simulador futbolístico. Incorpora la prometida Liga Master On-Line, una nueva modalidad que sirve de extensión a la conocida en la que el usuario podrá competir contra gente de todo el mundo a través de la red, con bolsas de jugadores que fluctúan en cuanto a su estimación dentro del mercado según vaya su carrera. Un nuevo aliciente que se une a los habituales ‘ser una leyenda’, el cuidado de torneos como la Champions, la inclusión de la Copa Libertadores o un sistema de edición mucho más amplio.
Definitivamente, estamos ante un PES que ha ganado en movimientos, en recreación y sensación de realismo y con más precisión en el difícil objetivo de acercar al usuario al verdadero reto de sentir un partido de fútbol. Esta es, desde el PES 6, la mejor consecución del grupo Konami, por lo que no es exagerado testimoniar que PES 2011 es el mejor juego, con gran diferencia, de la nueva generación que sigue su camino hacia el podio de este tipo de simuladores. La gran duda es… ¿se acabará el imperio de Konami y EA Sports en el momento en que 2K Games se decida a plantarles cara con un juego de fútbol a la altura de las circunstancias? De momento, los dos grandes colosos, son los que siguen repartiéndose el pastel.

martes, 5 de octubre de 2010

Review 'El Gran Vázquez', de Óscar Aibar

El mito del dibujante canalla y seductor
Óscar Aibar retrata en una antifábula agridulce la vida y miseria de Manuel Vázquez desde una doble faceta; la de uno de los mejores y más creativos dibujantes de cómics y la de un jeta vividor, sutilizando el contexto histórico en el que se desarrolla y dejando ver una época dorada del cómic español con cierta mirada nostálgica y sombría.
En la tradición española, la picaresca es un género típicamente arraigado a la cultura popular, admitiendo una ventajosa identificación con una crónica específica. ‘El Gran Vázquez’ pertenecería a esta raigambre por la consecución de ese entrañable personaje tunante e indigno, aprovechado y polígamo que era Manuel Vázquez, todo un icono de esta estirpe de personajes carentes de ética que, además de ser uno de los más representativos e icónicos autores de cómics de la historia nacional, fue un brillante estafador en la mejor tradición del canalla seductor popularizado por la literatura o el cine. Óscar Aibar somete a la leyenda de aquel creador de tiras cómicas antológicas protagonizadas por Anacleto, la Familia Cebolleta o las Hermanas Gilda, entre otras, dentro de un contexto histórico reconocible como fue segunda generación de la editorial Bruguera, donde se dieron cita algunos de los autores más importantes del cómic patrimonial; el propio Vázquez, Cifré, Escobar, Ibáñez, Peñarroya o Conti.
Y lo hace desde la identificación afectiva con las artimañas de caradura de un Vázquez que es presentado sin reparos como un moroso de talento innato para la fullería, poseedor de un ingenio que contraviene la moral con una transgresión inadecuada para aquellos años de comedimiento y farsa que fueron el franquismo y su censura. El filme acierta desde el primer instante porque la complicidad con el espectador se va haciendo su mejor aliada, jugando con la anécdota y la contextura por la que se mueven sus personajes en una recreación múltiple y bien encauzada de las muchas leyendas urbanas que circulan sobre la figura de este tipo divertido y controvertible.
Aibar traza un retrato del genio mostrado con admiración, desde el respeto que concilia la doble faceta de su definición como personaje y como ser humano; primero, la de uno de los mejores y más creativos dibujantes de cómics de este país, pero también y sobre todo, la de ese jeta vividor que conmueve en su ingenio y descaro sin ningún tipo de código ético, un individuo egoísta que tenía tras de sí largas de acreedores y era capaz de tener varias familias simultáneamente para ir olvidándolas poco a poco, ajeno a cualquier tipo de responsabilidad. Es, en cierto modo, en este cauce donde ‘El Gran Vázquez’ sale beneficiada con el reconocimiento de su pequeña grandeza: hacer que el un personaje negativo y miserable llegue a resultar tan entrañable para el gran público que vendría a describir sus aventuras como las de un (anti)héroe nacional.
El cineasta catalán no abandona en ningún momento, pese a su exposición colorista y nostálgica a través de la agradecida fotografía de un Mario Montero que despliega una imaginería estética que logra escribir con el mismo color y utilizando una fuente arcana y envejecida una atmósfera concretada en el recuerdo, un espíritu con cierto halo de patetismo, descomponiendo con humor la rutina miserable que universaliza un personaje carismático que sobrevive en esa sociedad definitivamente gris y olvidada como es la del ‘desarrollismo’ español de un franquismo no evidente, que agradece la sutilidad con el que se describe. Es señalar importante cómo Aibar subraya la situación sociocultural en la España de los 60, insistiendo, sin acentuar, la naturalización de esos estamentos sociales dominantes que en el filme están simbolizados con una sórdida melancolía cargada de detallismo. Es así cómo se obtiene esa magnífica caracterización de los desarreglos entre ese personaje déspota, tecnócrata y arribista, al que llena de malvada ternura un grandísimo Álex Ángulo en su confrontación de intenciones de caudillaje con ese director interpretado con la misma excelencia por Enrique Villén. ‘El Gran Vázquez’ es una mezcla genérica que oscila entre muchas aguas, donde reina el humor negro, pero en las que también hay espacios para el drama, el tono romántico, el cine social… una amalgama surrealista donde el esperpento actúa como vehículo existencial de un seductor sinvergüenza que esconde otra leyenda de perdedor sin remedio que llevó su forma de vida hasta el final de sus días, un artista que trabajaba mejor al auspicio de un puticlub que en una mesa de trabajo con horarios establecidos y rígidos.
Lo más gratificante de ‘El Gran Vázquez’ es que se trata de una película genuinamente española, en el mejor y buen sentido del término, que evoca una tipología honesta con la memoria y tradición cinematográfica ibérica, sin condimentos ni aditivos, que condensa sus muchas virtudes en esa perspectiva poco embellecida y algo miserable del mundo del cómic en España con los entresijos de la editorial Bruguera, de sus despóticos contratos que quebrantaban la autoría de los dibujantes subordinados a unas condiciones de trabajo inflexibles o de dibujantes obligados a imitar otros estilos. Aibar atiende con pulso al subconsciente colectivo que crecieron y se desarrollaron culturalmente al amparo de aquellos autores olvidados.
Destaca de este modo la firmeza con la que se dibuja ese tiempo de genios que necesitan una reivindicación, de una época de oro de la que nadie había hablado hasta el momento en los parámetros fílmicos. Por eso, hay que dignificar el talento con el que Aibar se mueve en la dirección y en la lealtad con un excelente guión, sin alardes de ningún tipo, relatando con mirada agridulce ese arquetipo de picaresca perdida en una antifábula agridulce y en el fondo oscura. Pese a que la intención del realizador y guionista es profundizar en las consecuencias de unos actos que son expuestos desde la comedia, se puede percibir cierta inconveniencia al tratar al personaje con excesivo cariño, que termina por perder algo brío en la desmitificación de un hombre que despreciaba el mundo, muy a pesar del esfuerzo por mostrarle sin condescendencia y concluyendo el filme con una mirada ácida y real hacia las consecuencias de su reprochable comportamiento. Aún así, el equilibrio se consigue en ese retrato de la soledad del genio olvidado que se visualiza en esa última secuencia-epílogo en la que mientras Ibañez firma ejemplares de sus más míticos personajes, Vázquez pasea por las Ramblas con una prostituta a la que camela con sus historias pretéritas. O también en la manifestación de amor por los personajes creados por Vázquez, que van emergiendo como figuras de animación a las que nadie hubiera echado en falta si no existieran dentro de la trama, así como alguna que otra persecución policial de tira cómica que desentona en el conjunto.
Aún así, la dilección de Óscar Aibar por este entrañable desgraciado, irreverente y marginal que contravino las normas de la época es una ofrenda que satisfará a los mitómanos de un arte que en nuestro país parece seguir oculto en estanterías polvorientas que almacenan recuerdos generacionales imborrables. Una comedia melancólica y tímidamente cínica que tiene también la suerte de contar con un Santiago Segura muy comedido y esforzado en su recreación del personaje, adecuando su ‘vis cómica’ al rol y haciendo una de sus mejores y más valorables interpretaciones. Su recreación de este singular autor se une al inmejorable apoyo de unos secundarios perfectos como los mencionados Villén y Angulo, acompañados de Mercé Llorens o un Manolo Solo que se mimetiza a la perfección con Ibañez. ‘El Gran Vázquez’ se conforma como una de la más entretenida propuesta del momento y un filme patrio de calidad suficiente para que sus responsables se sientan orgullosos con un aplauso generalizado y merecido a una obra tan entrañable como necesaria en nuestro cine.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010
PRÓXIMA REVIEW: 'Buried (Enterrado)', de Rodrigo Cortés.