jueves, 7 de octubre de 2010

Análisis PES 2011: el progreso hacia el cambio

Hace poco menos de tres semanas, la versión Demo del Pro Evolution Soccer 2011 ponía de manifiesto que la nueva entrega de uno de los reyes de los simuladores de futbol iba a volver por sus fueros. Hace siete días, salía a la venta el que está considerado, desde ya, como en más renovador de los lanzamientos de Konami en este terreno desde hace años. La empresa asiática de Seabass lleva tiempo intentando recuperar el trono birlado con alevosía por su gran competidora, EA Sports, y necesitaba un golpe de efecto en su exploración en cuanto a posibilidades técnicas y sondear nuevos caminos a la hora de complacer las actuales exigencias que impone la nueva generación de consolas que domina el ocio de medio mundo.
Pues bien, la mejor y más aplaudida mejora dentro de los parámetros de novedades del PES 2011 es la anunciada rotación de 360º en el jugador, algo que venía siendo el gran lastre del PES en su comparativa a su gran antagonista y que este año ha quedado solventado, equiparando su calidad con novedades que le hacen estar, por primera vez en muchos años, por encima de ese juego que robó las ideas de Konami para revolucionar esta modalidad de ocio futbolísticos ¿Qué se gana con ello? Pues que los movimientos de los jugadores sean mucho más fáciles, que la sutileza en los regates se satisfaga de forma natural y que el realismo forme parte de la diversión de los seguidores del PES.
Hay muchas novedades, sobre todos estéticas y de praxis dentro de este juego que, a buen seguro, no decepcionará al fan del simulador de Konami tras las varias decepciones de años anteriores. Lo primero es la habitual y constante remodelación del interfaz y el menú principal, consistente en unas simbólicas tablas de entrenamiento que facilitan el acceso y los cambios en las plantillas y el movimiento tanto táctico como estratégico en una sola pantalla, aligerando de este modo el ajetreo previo yendo y viniendo en el menú para las modificaciones de nuestro equipo. Han llegado a un diseño y entendimiento muy asequible, así como la introducción de unas de sus pizarras secundarias de programación de juego a lo largo del partido para poder cambiar y variar el sistema dependiendo del minuto y resultado desde el principio hasta el final, pudiendo variar en cualquier momento del partido. También cambia la posición de la cámara que, aunque se eche de menos la habitual posición (amplia-balón) de antaño, esta nueva, excepto por el alteración que se produce desde el saque hasta que empieza realmente a ponerse en juego la bola, no es molesta y uno tiende a verse cómodo jugando con esta nueva visión.
Lo más revolucionario y núcleo principal del éxito y aceptación de este nuevo PES 2011 es, sin duda alguna, el nuevo sistema de pases libre, con un método renovado que altera a su vez todo lo demás. En este sentido, el ‘tempo’ de juego se ajusta al control total del juego y de los jugadores, con un realismo fuera de toda duda. Aquí es donde Konami encuentra su mayor desafío para posteriores ediciones, donde prima la jugabilidad y las nuevas vías de mejora en lo que está considerado como clave en el futuro del juego. Ya no se trata de correr sin razonamiento hacia la portería contraría con la intención de meter el gol de siempre, apoyado en un jugador estrella o en los típicos trucos. Ahora, hay que construir, buscar y tocar para poder marcar. Cabe destacar la novedad de la barra de fuerza de tiro y pase, junto al medidor de resistencia, que además encuentra su mayor aliado en la supresión de esa molesta dilatación a la hora de pasar o disparar a puerta de 2010. Eso, forma parte del pasado. También se nota una mejora en la IA, que hace que los contrarios se muevan por el terreno de juego con más lógica, basculando hacia las bandas, buscando huecos, defendiendo con coherencia o cambiando al extremo débil de forma inteligente.
En PES 2011 la movilidad y física del balón no pierde realismo y se ajusta a los efectos de los golpes y patadas que recibe, aportando cierto grado de trascendencia en la forma y la fuerza con la que se golpea el esférico, algo que sigue siendo clave en la evolución y mejora de los pases, de los disparos a puerta o los remates de cabeza. Además, cuando un jugador corre al ‘sprint’ durante un largo recorrido no llega en óptimas condiciones, como es lógico, por lo que hay que controlar mucho más la barra de pase o la de tiro para obtener la precisión adecuada. También se gana, más que nunca, en identificación y posibilidades de jugadores célebres o con características especiales, que se reconocen con una destreza ajustada a unos parámetros más reales, menos exagerados, dejando atrás un acusado estatismo de versiones anteriores en sus rivales. Es decir, que los ‘ronaldismos’, ‘messismos’, ‘drogbaismos’ o ‘rooneysmos’ no son tan definitorios como en sus antecedentes.
A mi juicio, de un modo subjetivo, la gran decepción ha sido comprobar que este PES final que se ha lanzado ha modificado su condición en cuanto a rapidez respecto a la fantástica Demo que se habían cascado los señores de Konami. Lo que allí era suavidad, templanza y un juego con cadencia realista y calmada, regresa (aunque de forma moderada) a un ritmo algo más rápido. Sin embargo, aunque conserve su fluidez lo que hace que la velocidad se equipare más a las versiones anteriores que a ese promisorio avance que sirvió como muestra para enseñar este nuevo PES 2011. Es el gran “pero” que se le puede poner a esta nueva y entusiasta versión para esta temporada de fútbol y juego que nos espera. Siguiendo con los menoscabos, que siempre hay, obviamente, se pueden reprochar algunas acciones algo reprobables en el posicionamiento de los laterales, así como maniobras de subida al ataque de los centrales. No obstante, no son, ni de lejos, los errores evidentes de otros años. Por lo que otro punto a favor. Siguiendo con lo negativo, lo de siempre, el eterno inconveniente de Konami, que no es otro que la falta de licencias oficiales en la LFP, Premier y alguna que otra liga más. Un defecto que hemos empezado a olvidar gracias a los parches, options files y demás argucias de creatividad y técnica alucinante de fans de la saga que hacen mejorar (y de qué modo) las carencias originales del juego. En este sentido, para los seguidores del PES, esto es una salvedad atenuada que no tiene importancia. Eso sí, detalles como los penaltis desde el lateral siguen siendo de lo peor del juego, así como esa repetición con ralentíes que dejan una estela difusa algo molesta o observar cómo los jueces de línea se retrasan al levantar los banderines cuando existe posición de fuera de juego.
PES 2011, sin embargo, posee un mejor acabado de estadios, especificaciones técnicas del césped o de las gradas, con el acostumbrado detallismo en la determinación física con respecto a sus texturas faciales, con los rostros de los jugadores casi idénticos a los reales. Un aspecto éste que sigue siendo incomparable a ningún otro simulador futbolístico. Incorpora la prometida Liga Master On-Line, una nueva modalidad que sirve de extensión a la conocida en la que el usuario podrá competir contra gente de todo el mundo a través de la red, con bolsas de jugadores que fluctúan en cuanto a su estimación dentro del mercado según vaya su carrera. Un nuevo aliciente que se une a los habituales ‘ser una leyenda’, el cuidado de torneos como la Champions, la inclusión de la Copa Libertadores o un sistema de edición mucho más amplio.
Definitivamente, estamos ante un PES que ha ganado en movimientos, en recreación y sensación de realismo y con más precisión en el difícil objetivo de acercar al usuario al verdadero reto de sentir un partido de fútbol. Esta es, desde el PES 6, la mejor consecución del grupo Konami, por lo que no es exagerado testimoniar que PES 2011 es el mejor juego, con gran diferencia, de la nueva generación que sigue su camino hacia el podio de este tipo de simuladores. La gran duda es… ¿se acabará el imperio de Konami y EA Sports en el momento en que 2K Games se decida a plantarles cara con un juego de fútbol a la altura de las circunstancias? De momento, los dos grandes colosos, son los que siguen repartiéndose el pastel.

martes, 5 de octubre de 2010

Review 'El Gran Vázquez', de Óscar Aibar

El mito del dibujante canalla y seductor
Óscar Aibar retrata en una antifábula agridulce la vida y miseria de Manuel Vázquez desde una doble faceta; la de uno de los mejores y más creativos dibujantes de cómics y la de un jeta vividor, sutilizando el contexto histórico en el que se desarrolla y dejando ver una época dorada del cómic español con cierta mirada nostálgica y sombría.
En la tradición española, la picaresca es un género típicamente arraigado a la cultura popular, admitiendo una ventajosa identificación con una crónica específica. ‘El Gran Vázquez’ pertenecería a esta raigambre por la consecución de ese entrañable personaje tunante e indigno, aprovechado y polígamo que era Manuel Vázquez, todo un icono de esta estirpe de personajes carentes de ética que, además de ser uno de los más representativos e icónicos autores de cómics de la historia nacional, fue un brillante estafador en la mejor tradición del canalla seductor popularizado por la literatura o el cine. Óscar Aibar somete a la leyenda de aquel creador de tiras cómicas antológicas protagonizadas por Anacleto, la Familia Cebolleta o las Hermanas Gilda, entre otras, dentro de un contexto histórico reconocible como fue segunda generación de la editorial Bruguera, donde se dieron cita algunos de los autores más importantes del cómic patrimonial; el propio Vázquez, Cifré, Escobar, Ibáñez, Peñarroya o Conti.
Y lo hace desde la identificación afectiva con las artimañas de caradura de un Vázquez que es presentado sin reparos como un moroso de talento innato para la fullería, poseedor de un ingenio que contraviene la moral con una transgresión inadecuada para aquellos años de comedimiento y farsa que fueron el franquismo y su censura. El filme acierta desde el primer instante porque la complicidad con el espectador se va haciendo su mejor aliada, jugando con la anécdota y la contextura por la que se mueven sus personajes en una recreación múltiple y bien encauzada de las muchas leyendas urbanas que circulan sobre la figura de este tipo divertido y controvertible.
Aibar traza un retrato del genio mostrado con admiración, desde el respeto que concilia la doble faceta de su definición como personaje y como ser humano; primero, la de uno de los mejores y más creativos dibujantes de cómics de este país, pero también y sobre todo, la de ese jeta vividor que conmueve en su ingenio y descaro sin ningún tipo de código ético, un individuo egoísta que tenía tras de sí largas de acreedores y era capaz de tener varias familias simultáneamente para ir olvidándolas poco a poco, ajeno a cualquier tipo de responsabilidad. Es, en cierto modo, en este cauce donde ‘El Gran Vázquez’ sale beneficiada con el reconocimiento de su pequeña grandeza: hacer que el un personaje negativo y miserable llegue a resultar tan entrañable para el gran público que vendría a describir sus aventuras como las de un (anti)héroe nacional.
El cineasta catalán no abandona en ningún momento, pese a su exposición colorista y nostálgica a través de la agradecida fotografía de un Mario Montero que despliega una imaginería estética que logra escribir con el mismo color y utilizando una fuente arcana y envejecida una atmósfera concretada en el recuerdo, un espíritu con cierto halo de patetismo, descomponiendo con humor la rutina miserable que universaliza un personaje carismático que sobrevive en esa sociedad definitivamente gris y olvidada como es la del ‘desarrollismo’ español de un franquismo no evidente, que agradece la sutilidad con el que se describe. Es señalar importante cómo Aibar subraya la situación sociocultural en la España de los 60, insistiendo, sin acentuar, la naturalización de esos estamentos sociales dominantes que en el filme están simbolizados con una sórdida melancolía cargada de detallismo. Es así cómo se obtiene esa magnífica caracterización de los desarreglos entre ese personaje déspota, tecnócrata y arribista, al que llena de malvada ternura un grandísimo Álex Ángulo en su confrontación de intenciones de caudillaje con ese director interpretado con la misma excelencia por Enrique Villén. ‘El Gran Vázquez’ es una mezcla genérica que oscila entre muchas aguas, donde reina el humor negro, pero en las que también hay espacios para el drama, el tono romántico, el cine social… una amalgama surrealista donde el esperpento actúa como vehículo existencial de un seductor sinvergüenza que esconde otra leyenda de perdedor sin remedio que llevó su forma de vida hasta el final de sus días, un artista que trabajaba mejor al auspicio de un puticlub que en una mesa de trabajo con horarios establecidos y rígidos.
Lo más gratificante de ‘El Gran Vázquez’ es que se trata de una película genuinamente española, en el mejor y buen sentido del término, que evoca una tipología honesta con la memoria y tradición cinematográfica ibérica, sin condimentos ni aditivos, que condensa sus muchas virtudes en esa perspectiva poco embellecida y algo miserable del mundo del cómic en España con los entresijos de la editorial Bruguera, de sus despóticos contratos que quebrantaban la autoría de los dibujantes subordinados a unas condiciones de trabajo inflexibles o de dibujantes obligados a imitar otros estilos. Aibar atiende con pulso al subconsciente colectivo que crecieron y se desarrollaron culturalmente al amparo de aquellos autores olvidados.
Destaca de este modo la firmeza con la que se dibuja ese tiempo de genios que necesitan una reivindicación, de una época de oro de la que nadie había hablado hasta el momento en los parámetros fílmicos. Por eso, hay que dignificar el talento con el que Aibar se mueve en la dirección y en la lealtad con un excelente guión, sin alardes de ningún tipo, relatando con mirada agridulce ese arquetipo de picaresca perdida en una antifábula agridulce y en el fondo oscura. Pese a que la intención del realizador y guionista es profundizar en las consecuencias de unos actos que son expuestos desde la comedia, se puede percibir cierta inconveniencia al tratar al personaje con excesivo cariño, que termina por perder algo brío en la desmitificación de un hombre que despreciaba el mundo, muy a pesar del esfuerzo por mostrarle sin condescendencia y concluyendo el filme con una mirada ácida y real hacia las consecuencias de su reprochable comportamiento. Aún así, el equilibrio se consigue en ese retrato de la soledad del genio olvidado que se visualiza en esa última secuencia-epílogo en la que mientras Ibañez firma ejemplares de sus más míticos personajes, Vázquez pasea por las Ramblas con una prostituta a la que camela con sus historias pretéritas. O también en la manifestación de amor por los personajes creados por Vázquez, que van emergiendo como figuras de animación a las que nadie hubiera echado en falta si no existieran dentro de la trama, así como alguna que otra persecución policial de tira cómica que desentona en el conjunto.
Aún así, la dilección de Óscar Aibar por este entrañable desgraciado, irreverente y marginal que contravino las normas de la época es una ofrenda que satisfará a los mitómanos de un arte que en nuestro país parece seguir oculto en estanterías polvorientas que almacenan recuerdos generacionales imborrables. Una comedia melancólica y tímidamente cínica que tiene también la suerte de contar con un Santiago Segura muy comedido y esforzado en su recreación del personaje, adecuando su ‘vis cómica’ al rol y haciendo una de sus mejores y más valorables interpretaciones. Su recreación de este singular autor se une al inmejorable apoyo de unos secundarios perfectos como los mencionados Villén y Angulo, acompañados de Mercé Llorens o un Manolo Solo que se mimetiza a la perfección con Ibañez. ‘El Gran Vázquez’ se conforma como una de la más entretenida propuesta del momento y un filme patrio de calidad suficiente para que sus responsables se sientan orgullosos con un aplauso generalizado y merecido a una obra tan entrañable como necesaria en nuestro cine.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010
PRÓXIMA REVIEW: 'Buried (Enterrado)', de Rodrigo Cortés.

viernes, 1 de octubre de 2010

Arthur Penn, Sally Menke y Tony Curtis, semana trágica en Hollywood

1922-2010
Esta semana que acaba ha sido una de las más aciagas en cuanto a pérdidas cinematográficas se refiere. Luctuosos días para la Meca del Cine que ha dicho adiós a importantes nombres de diversas generaciones. Arthur Penn, el miembro más arriesgado de la llamada ‘Generación de la Televisión’ junto a nombres importantes de la Historia como John Frankenheimer, George Roy Hill, Martin Ritt, Robert Mulligan, Sidney Lumet, Ralph Nelson o Franklin J. Schaffner que revolucionaron el cine en los años 50 tras el declive del ‘studio system’ con una transformación narrativa y conceptual que ofrecería un cambio que hoy en día es considerado clave para el posterior desarrollo del cine contemporáneo. Su película más representativa sigue siendo ‘Bonnie and Clyde’, por su explosión de violencia despojada de lirismo, que impone la ironía de un cine sedicioso, más primitivo en su dureza visual. Fue la misma tónica que imbuyó a ‘El zurdo’, a ‘Pequeño gran hombre’, ‘Missouri’, ‘La noche se mueve’ o ‘La jauría humana’, metódicos vehículos existenciales que rompían la nueva tendencia de cultura clásica que aparecía marcada por el cine europeo. Penn no quiso cambiar la tradición, sino renovarla siguiendo las pautas de un cineasta siempre inspirado que supo innovar en el aspecto técnico. Un genial creador de imágenes intuitivas que deja a la memoria una de las representaciones más genuinas de lo que fue un cineasta moderno.
1953–2010
Un día antes, en las colinas de Griffith Park en Hollywood, Los Ángeles, la montadora Sally Menke, moría prematuramente a la edad de 57 años. Su carrera siempre ha permanecido ligado a Quentin Tarantino, que desde ‘Reservoir Dogs’ ha trabajado como editora de todas sus películas. Menke es parte importante en el cine de ese otro genio revolucionario y en su formalidad y narrativa a la hora de ejercer una transformación cultural y visual dentro del Séptimo Arte, siendo parte fundamental en la filmografía del de Knoxville en su camino hacia la postmodernidad, evolucionando junto a él en una corrección dialógica y cinéfila fuera de toda duda. Antes de convertirse en pieza clave del engranaje de Tarantino, Menke había participado como montadora en alguna que otra producción de renombre, como aquella versión de los 80 de ‘Teenage Mutant Ninja Turtles’ y con Oliver Stone en la tercera parte de la trilogía de Vietnam ‘Heaven & Earth’. Aunque su trayectoria y fama viene dada por este matrimonio artístico del director de ‘Pulp Fiction’, la montadora también dejó su talento en trabajos como ‘Mulholland Falls’, ‘Todos los caballos bellos’. Si Thelma Schoonmaker es parte fundamental del alma y talento de Martin Scorsese, Tarantino se ha quedado sin la musa que editaba sus películas. Una pérdida trágica, sin duda alguna, por lo inesperado del fallecimiento.
1925–2010
Esta semana se ha cerrado con otro óbito dentro de las figuras intocables del cine. Tony Curtis decía adiós a sus 85 años. Sin duda alguna, Curtis (nacido Bernard Schwartz) ha sido una de las figuras icónicas dentro de aquel Hollywood de la Época Dorada que se configuró como uno de los galanes más representativos de aquellos tiempos de gloria y calidad irrepetibles. Actor dotado de humor y de delicadeza, de sonrisa magnética e inconfundible, Curtis comenzaría ofreciendo su rostro perfilado de cierto exotismo en producciones como ‘Su alteza el ladrón’ o ‘El gran Houdini’, hasta consolidar su estela con personajes arrivistas vividores, capaz de ser odioso en ‘Chantaje en Broadway’ como encantador en ‘El terrible Mr. Cory’. ‘Fugitivos’, de Stanley Kramer sería la confirmación de un talento versátil y polifacético que se vería encumbrado a la inmortalidad con sus siguientes papeles en ‘Espartaco’, de Stanley Kubrick y en ‘Los vikingos’, de Richard Fleischer. Así como su vena cómica y seductora en las comedias ‘Vacaciones sin novia’ y, sin duda alguna por el doble papel de Joe y Josephine en la obra maestra de Billy Wilder ‘Con faldas y a lo loco’. Su carrera posterior estuvo salpicada por esforzados trabajos como ‘El estrangulador de Boston’, de nuevo a las órdenes de Fleischer o ese gangster esquizofrénico Louis Buchalter en ‘Lepke’. ‘El último magnate’, ‘El espejo roto’, ‘Insignificancia’, ‘McCoy’… y acabar haciendo telefilmes y algún que otro Cameo en alguna serie conocidas como ‘Roseanne’, ‘De repente, Susan’ o ‘Hope & Faith’. Según cuenta la leyenda difundida por el propio Curtis, tuvo un furtivo romance con Marilyn Monroe. Estuvo casado seis veces. Quizás su matrimonio más célebre lo tuvo con Janet Leight, matrimonio del que nacería la actriz Jamie Lee Curtis. Uno de los más atractivos vividores de Hollywood, galán con estrella e historias de alcoba interminables ha dejado un poco más huérfano al cine de estrellas incomparables.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

29-S: Huelga decir que es día de huelga

Huelga.
(De holgar).
1. f. Espacio de tiempo en que alguien está sin trabajar.
2. f. Interrupción colectiva de la actividad laboral por parte de los trabajadores con el fin de reivindicar ciertas condiciones o manifestar una protesta. Huelga ferroviaria. Huelga indefinida.
3. f. huelga revolucionaria.
4. f. Período de tiempo que media sin labrarse la tierra.
5. f. p. us. Recreación que ordinariamente se tiene en el campo o en un sitio ameno.
España (o parte de ella) inicia hoy la séptima huelga general de la democracia. Zapatero no se ha librado de la suya durante su mandato. Hay preguntas que llegan con esta paralización o conato de suspensión laboral provocada por la crisis: ¿Tiene validez real esta huelga? ¿Tendrá aceptación y seguimiento? ¿Hay efectividad en este tipo de convocatorias sindicales? ¿Servirá como acicate de cambio en la reforma laboral? ¿Se debería haber convocado esta huelga antes de aprobarse la ley? Muchas incógnitas que, seguramente, no verán satisfecha su respuesta nunca. Evidentemente el estado de escasez no va a solucionarse de la noche a la mañana, siguiendo una dura etapa de recesión económica. Muchos se preguntan sobre la inutilidad de la huelga y acerca del fracaso seguro de la convocatoria. Se tiene una sensación de que todo ello no va a servir para cambiar nada. Lo importante sería conocer la disposición de la parte política sobre las medidas o reformas estructurales para salvaguardar la salud económica del país. Da la impresión de que tanto el gobierno, como la oposición, como los sindicatos forman parte de un entramado que funciona como cortina de humo, sin soluciones a ningún conflicto, riéndose en la sombra del ciudadano trabajador. Los políticos y sindicatos actúan con fingida afectación ante la situación, escondiendo así su pasividad y escasa beligerancia ante los problemas reales de España. En conclusión, van a hacer lo que les dé la gana.
Cualquier elucidación se percibe como una pose de oratoria afectada de trascendentalismo dentro de lucha contra la crisis. Si la huelga es contraproducente o no para el país porque puede ocasionar pérdidas importantes dentro de la economía parece dar lo mismo. La sociedad actual se ha convertido en un circo de marionetas donde unos pocos viven bien a costa de los demás, donde tanto quienes salen a la calle a protestar como los que acuden a su puesto de trabajo en la jornada de hoy siguen bajo el yugo del capricho de unos cuantos que viven por encima de cualquier posibilidad ciudadana, independientemente de la corriente política y posicionamiento ideológico de su partido, con sueldos vitalicios, dietas escandalosas, franquicias y lujos varios. Situación en la que el proletariado siempre será el perjudicado. Es más importante mantener el ‘statu quo’ que solucionar los problemas reales de una sociedad en crisis. Para superar obstáculos siempre quedarán los impuestos o medidas disfrazadas de engaño. La clase política se ha desligado tanto del trabajador en su propio bienestar que todo lo que hacen o dicen suena a pura especulación, mientras gente como autónomos y pequeñas empresas sin representación sindical se vienen abajo como una montaña de naipes ante un fuerte viento y las condiciones laborales de las empresas van cayendo por los suelos sin muchas vistas de cambio. Llegados a este punto de incógnitas, lo que preocupa a la gente que no tiene un trabajo y a los que la huelga ni les va ni les viene porque carece de este débito laboral va más allá de cualquier discurso reivindicativo y no participativo como es el caso.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Multitudinaria afluencia en el aniversario catódico del año

Las previsiones se desbordaron el pasado jueves. La celebración abismal de la serie ‘Búscate la vida (Get a life)’, fue un éxito descomunal de visitas. Desde el 23 de septiembre la entrada de la serie de Chris Elliott ha sido visitada por más de 8.000 personas, teniendo su pico más alto el mismo día de la onomástica catódica con una cifra de 4.089 visitantes que se pasaron por ‘Un Mundo desde el Abismo’ para unirse a la celebración por medio del amplio texto que conmemoraba esta serie mítica. Un éxito popular que supone una de las más altas cotas de audiencia generada por este blog en mucho tiempo. Pese a no ser el balance máximo de gente acumulada en un mismo día y en un texto concreto, es de las más multitudinarias dentro de los seis años de vida de este espacio bloguero.
Además de suponer un incentivo y algo de bravata de cara a la galería, el hecho despierta el júbilo no por la cifra en sí, sino por el número de gente que se ha hermanado a través de la admiración hacia una serie como ‘Búscate la vida’ y ha celebrado junto a este servidor el vigésimo cumpleaños de esa serie que en España va más allá de un fenómeno de culto de minorías. Más bien, todo lo contrario. A las cifras me remito.

jueves, 23 de septiembre de 2010

‘Búscate la vida (Get a life)’: La mejor serie de la Historia cumple 20 años

La anarquía delirante de un humor irrepetible
Hoy es un día especial. Uno de esos en los que hay que celebrar una onomástica señalada y única dentro del calendario de celebraciones que, a buen seguro, será olvidada por los amantes de la saturación catódica que, aferrados a la nueva revolución de las series televisivas del momento, desconocen este inadvertido cumpleaños que vale la pena festejar por todo lo alto. Os preguntaréis de qué demonios estoy hablando, qué hay que ofrendar con tal énfasis y significancia. Pues bien, amigos. Hoy, día 23 de septiembre se celebra el vigésimo aniversario de la primera emisión de la que es, posiblemente, la mejor serie que ha desfilado por la parrilla en los fastos de la Historia. Sin parangón ni aparentes ponderaciones excesivas. Me refiero a ‘Búscate la vida (Get a Life)’, una ‘sitcom’ (si se puede englobar en tal categoría) que supuso un antes y un después en la mitología colectiva. Un punto y aparte en los anales de la pequeña pantalla.
Todos y cada uno de los espectadores que adoraron en su momento (y lo seguirán haciendo por siempre jamás) a Chris Peterson siguen sin encontrar algo parecido, un referente legatario de uno de los pináculos más absolutamente magistrales vistos hasta la fecha. Esta serie, fuera de toda duda una de las más genuinas al calificarla con la fácil etiqueta “de culto”, permanece de un modo perenne como referencia cultural de todas las programaciones que la han sucedido. Tan sólo 35 episodios repartidos descompensadamente en dos gloriosas temporadas que dejaron una impronta universal, minoritaria, sí, pero histórica e irreemplazable en los corazones de todos aquellos que, después de los años y del abrumante salto de calidad que dado el entorno televisivo moderno, seguimos pensando que no ha habido otra serie que haya podido reemplazar la grandeza de esta locura única y esencial en la adolescencia de una generación que no ha podido olvidar a aquel treintañero medio albino y medio calvo, con barba, algo orondo y con cara y actitud de idiota; el añorado Ser Supremo que respondía al nombre de Chris Peterson.
Su hacedor y máximo exponente fue el actor, cómico y guionista Chris Elliott, que elaboró esta paródica ‘sitcom’ junto a su amigo y compañero en el ‘Late Night with David Letterman’ Adam Resnick. Juntos unieron sus fuerzas a David Mirkin, también guionista y a la postre productor de ‘Los Simpson’, para lograr colarle una enloquecida idea la Fox a principios de los 90. Una auténtica excentricidad que nace del divertimento puro y sin límites, una serie que tenía en su argumento su mejor descripción para el delirio: un hombre algo inepto y entrañable que vive con sus padres y se gana la vida de ‘paperboy’, el repartidor de periódicos del barrio, montado en su bicicleta y habiendo alcanzado la cúspide laboral al convertirse el jefe de tres chavales de diez años que están a su cargo. Chris Peterson vive en Greenville ajeno a su condición de ‘white trash’ junto a unos progenitores que siempre van en pijama y bata, Fred y Gladys (interpretados por Bob Elliott –padre en la vida real de Chris Elliott- y Elinor Donahue, respectivamente), sin importarle realmente que todos piensen que es un pringado insensato.
La vida de Chris podría definirse como la de un ‘loser’ feliz, inconsciente de su estulticia y satisfecho con su propia estupidez. En el fondo, ‘Búscate la vida’ era fiel reflejo llevado al extremo de la parodia del inextinguible ‘peterpanismo’, donde un personaje estrambótico hacía las delicias de los telespectadores a los que acostumbró a un surrealismo bizarro revolucionario, que sustentaba su entidad humorística en la imprevisibilidad de las situaciones y argumentos, en una delirante entelequia deliciosamente subnormal. Todos recordaremos aquella cabecera con el tema de R.E.M ‘Stand’ siguiendo a Chris en el suburbio residencial repartiendo periódicos a diestro y siniestro hasta chocar con un coche debido a la distracción provocada por una exuberante mujer que se agachaba a recoger el diario matinal recién arrojado al suelo.
Durante la primera temporada, Chris aparecía en sus andanzas y desventuras junto a Larry Potter (Sam Robards), su mejor amigo y confidente, que ejerce de conciencia y nudo con la realidad. Un personaje que subsiste en una vida análoga a la Chris, puesto que es un hombre enclaustrado en la etapa adulta; con dos hijos, una casa que pagar, un trabajo absorbente y una mujer que es el Némesis de su amigo, Sharon (Robin Riker), una bruja que ejerce de simbología castradora, representación del estado de ergástulo existencial que configura el personaje enemigo de Peterson en su mundo feliz e inocentemente incoherente. No extrañó que el bueno de Potter un buen día decidiera dejar todo e irse a vivir la vida en libertad gracias a un estúpido consejo de Chris.
Durante la segunda temporada, cuando la anarquía parecía ser el patrón del humor argumental, aparece el personaje de Gus Borden (el no menos antológico Brian Doyle-Murray -hermano de Bill Murray-), el hombre que le alquila su garaje maloliente para emprender su falsa situación de soltero emancipado, un ex agente de la ley que fue expulsado del cuerpo por orinarse en un superior durante una borrachera y que para Chris es un idolatrado modelo a seguir pese a su condición de renegado sociópata. Esta nueva etapa resulta ser de una libertad insultante, donde la locura alcanza sus cotas de máxima entelequia en el delirio y la aberración extrema del disparate, con una inmunidad ante las normas televisivas que no se han vuelto a ver desde entonces. La locura y el absurdo fueron creciendo en un progreso sin dilación hacia un fascinante histerismo en el que absolutamente todo era válido. Destacan entre los nombres guionísticos los de Charlie Kaufman, la perturbada mente creadora de ‘Cómo ser John Malkovich’ o ‘Adaptation’, que firmó dos capítulos, al igual que Marjorie Gross, que también aportó su ingenio a otra serie de culto como fue ‘Seinfeld’.
Sin embargo, el éxito de la serie no hubiera sido posible sin su verdadera alma, su núcleo cómico lleno del talento inusitado y excepcional del mítico Chris Elliott. Formado en el National Theater Institute, durante los 80 fue uno de los más aclamados colaboradores del Show de David Letterman para la NBC, donde llevó a un nivel de humor más allá sus colaboraciones, ‘gags’ y parodias del ‘late night’ con un estilo distintivo, fuertemente insólito, pero sobre todo hilarante y desconcertante. Fragmentos como ‘The Guy Under the Seats’, ‘The Fugitive’, ‘The Regulator Guy’ y sus imitaciones de Marlon Brando, Jay Leno, Marv Albert o Morton Downey Jr. son parte de la historia catódica americana. Antes de ‘Búscate la vida’ a Elliott pudimos verle como secundario en películas como ‘Abyss’, de James Cameron, dentro del tríptico ‘Historias de Nueva York’, de Woody Allen, Francis F. Coppola y Martin Scorsese o en ‘Hunter’, de Michael Mann, aunque desplegaría su vis cómica en papeles tras su paso por la serie en cintas como ‘Atrapado en el tiempo’, de Harold Ramis, ‘Vaya par de idiotas’, ‘Algo pasa con Mary’ y ‘Osmosis Jones’, de los hermanos Farrelly y personajes episódicos en diversas ‘sitcoms’ americanas o dando voz a unos de los roles de la serie de animación ‘Dilbert’. También protagonizó una joya de culto titulada ‘Caos en el alta mar (Cabin Boy), de Adam Resnick con producción de Tim Burton que se subordinó a los designios de ‘Búscate la vida’, pero sin lograr la grandeza de aquélla. Además, Peterson escribió el libro ‘Into Hot Air: Mounting Mount Everest’, parodia de aventuras y supervivencia que urde una trama a costa de las organizaciones benéficas de celebridades donde el mismo Elliott dirige un equipo de famosos en una desastrosa expedición hasta el pico más alto del mundo.
Su mayor logro, a pesar de todo, sigue siendo Chris Peterson, aquel hombre alopécico y fondón, pusilánime y llorón, que se amedrentaba ante los desafíos y retos, accedía a cualquier proposición, por excéntrica que ésta pareciera y actuaba de forma infantil e incoherente con una conducta abstraída a su burbuja de genial tontería idotizada. La serie asumió desde su inicio una capacidad de riesgo que no tuvo límites, en una paradigmática muestra de provecho de la estolidez humana, de la risa ilimitada en su variada y variable temática sin pies ni cabeza, donde la mordacidad de matices zafios, de ‘gags’ imposibles, hicieron de la burla desquiciada e incongruente una muestra imposible de humor dentro del propio humor, que sabía reírse de sí mismo, sin elucidaciones intrínsecas sobre su naturaleza o su razón de ser.
‘Búscate la vida’ ha sido, probablemente, la serie más extravagante y original de cuantas han poblado la parrilla catódica desde el invento del aparato receptor, logrando una idiosincrasia genuina del absurdo, transformándolo en universo simplista, pero a su vez, lleno de implicaciones arrolladoras y cómplices con un espectador que se volcó con el desparpajo de un personaje idiota, entrañable y necio al que se le cogía cariño con una extraña y fulminante empatía. La serie de Elliott rehusaba al mensaje, a la moralina, destrozando consigo los condicionamientos básicos del guión televisivo y pasándose los cánones y las normas elitistas que delinean cada trama de las ‘sitcoms’ por el forro, ridiculizando el didactismo con una maravillosa e irrepetible ilógica que traicionó como nunca (para jolgorio del fan) la cordura y la realidad en un frenético y entusiasta atentado contra el sentido común.
Aquélla extravagancia alterada, adalid de la chorrada sin venir a cuento, las frases míticas, las situaciones improbables, los ‘gags’ gloriosos, la constante insinuación y homenaje al SCI-FI de muchos de sus títulos (‘Repartidor 2000’, ‘Neptuno 2000’, ‘La acampada del 2000’, ‘Cronosync 2000’, ‘Novia 2000’) invoca momentos indescriptibles, por el humor, la diversión, el sedimento que aferra imágenes y párrafos a la memoria colectiva de aquel icono que admiraba a los fétidos y rudos obreros de la construcción, se hizo amigo íntimo de un alienígena desagradable y violento llamado V.O.M.I.T.ÓN., que trabajó como gigoló de una vieja bañada en perfume, de modelo de la agencia ‘El guapo’ para triunfar bajo el apodo de ‘Chispas’ o como inspector de sanidad que se deja sobornar por cinco pavos y luego inculpar a toda una mafia. Siempre echaremos de menos a ese iluso bobalicón que fue ‘vouyeaur’ acosador y acosado, actor teatral del espectáculo musical ‘Zoo sobre ruedas’ y viajó en el tiempo para evitar lo inevitable o acometió una aventura existencial en busca de unos supuestos padres dentro de una comunidad ‘amish’. Peterson, el mismo que visitó la gran ciudad y perdió la cartera para convertirse en un héroe, capaz de enfrentarse a unos gamberros macarras a los que intenta llevar por el buen camino o mantener una relación de amor romántica de matrimonio que empieza y acaba, descrita con su tópica problemática, en veinte minutos. Durante aquellos célebres treinta y cinco episodios, Chris tan pronto luchaba contra un novedoso repartidor de periódicos robotizado, se carteaba con una peligrosa reclusa que iba a visitarle, como se fabricaba un submarino doméstico en la bañera familiar o estaba a punto de perecer intoxicado junto a Borden por residuos nucleares para descubrir, uno, que era un diestro ‘speller’ a la hora de deletrear palabras y, otro, un portento para los origamis.
En este sentido, ‘Búscate la vida’ tuvo, en algunos de sus más míticos episodios, el tema recurrente de la violencia y la muerte, donde Chris fallecía al final de muchos capítulos, una y otra vez, de múltiples formas, que recuerdan al ‘slaptick’ extraído de cualquier y perverso ‘cartoon’ animado. Hasta en doce episodios llegó a palmarla; cayéndole una roca gigante en la cabeza, de vejez, de amigdalitis, por herida de arma blanca, atropellado, asfixiado con cereales, estrangulado, víctima de una explosión o finalmente cayendo de un avión en una cama mullidita pero cargada de explosivos. Hoy, celebrando ese vigésimo aniversario, uno recuerda, al son de ese baile culón del ‘Alley Cat’, de Bent Fabric, tantas imágenes y diálogos que serían imposibles de reproducir, incluso los más evocados. ‘Búscate la vida’ finalizó el 8 de marzo de 1992, en un antológico episodio doble que terminaba generando expectativas y dudas sobre una posible continuidad. Nunca sucedió el milagro.
En España se estrenaría gracias a la apuesta de una cadena en ciernes como Canal + en 1992 y sería repuesta, posteriormente, en 1995. Desde entonces nada ha vuelto a ser igual. Por mucho que nuestros ojos hayan visto, nada ha logrado esa sensación de fiesta continua, de diversión sin freno y absoluta genialidad como aquélla. Una serie de culto que tiene devotos en todo el mundo. Una obra maestra irrepetible que pervive en la memoria de sus acólitos como el mayor logro de la televisión por su carácter anticonvencional y contracorriente. Una ilusión que (y antes de seguir enhebrando adjetivos ponderativos) recordaremos con afecto y fervor. El mismo que Peterson al definir a su amigo extraterrestre: “Visitante de Otro Mundo que Impacta en la Tierra... Ocho Nabos”.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Review 'Bright Star (Bright Star)', de Jane Campion

La hermosa profundidad de un cine poético y sensorial
La directora de ‘El Piano’ recrea, bajo una cuidada sensibilidad artística y estética, el romance conclusivo del poeta John Keats y Fanny Brawne en una cinta romántica, trágica y lírica que respira autenticidad despojada de cualquier atisbo de sentimentalismo o superficialidad.
Jane Campion ha compuesto una filmografía bastante irregular desde que saltara a la fama internacional con ‘El Piano’, la que es su gran película hasta el momento. Tras la fama y la reputación de aquella memorable y atípica historia de amor prohibido, enmudecido por el silencio y los prejuicios sociales, con la que fue la primera y única mujer hasta el momento en conseguir la Palma de Oro a la mejor película, Campion regresa a los entornos literarios de ‘Retrato de una dama’ y olvidarse así de su infructuoso periplo por argumentos más actuales en los que la cineasta ha sufrido los varapalos de la crítica y el largo exilio hasta su regreso detrás de las cámaras. Para la ocasión Campion ha recurrido al amor pasional del poeta inglés John Keats mantenido en los últimos tres años de su vida con su vecina, la joven Fanny Brawne. Basado en varias fuentes como la biografía escrita por Andrew Motion o ‘Vida y cartas de John Keats’, el filme retrata el drama histórico y romántico del encuentro de dos almas creativas, puesto que ella ejercía de costurera que encontró su expresión artística en el diseño de su propia ropa rompiendo los cánones de una época de estrictos modelos sociales.
Se trata de un viaje evocador al nacimiento y consolidación de una atracción romántica, de sus devaneos en forma de misivas de contenido íntimo para perfilar el retrato de John Keats a través de los ojos de Brawne, con todo el sedimento dramático que va salpicando una historia de amor empapada por la improbabilidad, la intensidad y el desamparo que motivan las incógnitas circunscritas a la realidad social que les separa. ‘Bright Star’ elabora, bajo una cuidada sensibilidad artística y estética, una recreación contextual ceñida al espíritu decimonónico, a la disertación intrínseca que une la personalidad contradictoria y enigmática del poeta y el reivindicativo feminismo para vivir en contra de los modelos establecidos en la sociedad inglesa del siglo XIX de una chica avanzada a su tiempo. Para ello, Campion se somete a un conocido lirismo más sutil de lo habitual, enfocando la necesidad del relato a la reclusión emocional de la que Keats emerge para darse cuenta de su amor por la joven Brawne, con la difícil tarea de evitar el reduccionismo a la hora de ilustrar este segmento de la vida del célebre y malogrado poeta.
La película va moldeando sus logros en una magnífica conjunción de profundidad con la que se muestran los recovecos sentimentales de un amor imposible y la delicada sutileza con la que avanza la relación entre dos personajes que se van entregando a un primer amor lleno de obstáculos. Campion sabe manejar bien los mecanismos del drama, cultivados con delicadeza, al borde de la frialdad con la que se aproxima emocionalmente al devenir de los acontecimientos, aplacando en todo momento el fervor con el que hace que su tragedia respire verdad, sin sentimentalismos lacrimógenos o de superficialidad. Todo lo contrario. Si por algo destaca ‘Bright Star’ es por su complejidad interna, la que respeta los movimientos, a priori, fluctuantes de sus personajes, por la magnitud en el invisible proceso creativo y significado de la poesía dentro de la historia, sacando todo el lirismo de secuencias como aquélla en la que, tras separarse por primera vez de su amado, Brawne llena una habitación de mariposas como símbolo de resurgimiento tras permanecer tantos años en estado de pupación, en una metamorfosis de un amor destinado al fracaso, en su contemplación de la belleza visionaria de la evanescencia que supone el encontronazo con la emoción del corazón.
La realizadora neozelandesa trasmite con naturalidad y sin ningún tipo de afectación, el portentoso detallismo llevado a imagen con verdadero sentido clásico, sin demostraciones autorales o de estilo, cautivando con la belleza a la que se llega con serenidad y contención dentro de unos parámetros que no rehúsan de los tópicos ni del ideario romántico. El ‘leit motiv’ del filme no abusa de abstracciones, ni de exaltación del amor y sabe distinguir cuidadosamente los versos enunciados con la precisión exacta para conjugar la agitación al describir las miradas, las palabras, las caricias o los castos besos que dan como consecuencias la magnitud a los sentidos. La misma con la que Campion sabe ambientar el paso de las estaciones, la candencia luminosa u oscura que determina esa acertada tónica que da la suficiente importancia a su escenografía, que engloba su recreación concretada en unos espacios restrictivos a las emociones de sus personajes y representada en esas dos casas vecinas en Hampstead Village. Por ello, cabe destacar la gran aportación de la diseñadora de vestuario Janet Patterson y director de fotografía Greig Fraser, así como la melancólica música de Mark Bradshaw.
En este proceso, la pareja de enamorados se conoce, se acerca, se aleja, incluso se promete, sin embargo, no puede consumar su amor porque Keats se siente incapaz de darle a Brawne el necesario estatus que ella merece. Junto con ese desencadenante tuberculoso que impregna la cinta con la tragedia anticipatoria, Campion no se distrae cuando se trata de aproximarse a un estado de ánimo emocional que florece en la idealización de las letras llenas de magia poética de Keats para irradiar las sombras de una enfermedad que va apagando la llama de la vida y avivando la del amor. ‘Bright Star’ excluye cualquier morbo, así como rechaza la cercanía entre sus personajes, expresando toda la pasión a través de cartas y de versos, con un ritmo lánguido y tono triste.
Esta fantástica historia de amor evocadora, delicada y sensitiva recurre al alma que le ponen sus intérpretes, Abbie Cornish y Ben Whishaw. Ella, afortunado descubrimiento, con esa fuerza y delicadeza que remite directamente a la aparentemente frágil Ada McGrath de ‘El Piano’ en su lucha por el amor y la libertad. Él por ese quebradizo físico y mirada vulnerable. Ambos realizan dos plausibles muestras de contención, de interpretación suculenta y meritoria, a la que no es ajena un Paul Schneider que da vida a Mr. Brown, amigo y protector de Keats, que tiene algunos de los mejores momentos de la película.
‘Bright Star’ supone una de las más conseguidas historias románticas de la temporada (aunque llegue con bastante retraso a nuestra cartelera), que lleva sus límites hasta la enfermedad, a la indecisión no consumada de lo platónico impedido por la necesidad. La descripción de un amor incierto golpeado por la infección y los obstáculos sociales. La obra de Campion es auténtico cine poético de poderoso e incuestionable carga visual lleno de sentimiento.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010
PRÓXIMA REVIEW: 'El Gran Vázquez', de Óscar Aibar.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Trustworthiness of Beards: Ponga una barba en su vida

Desde pequeño siempre quise tener una barba señorial y elegante como Orson Welles. Grandes nombres de la historia han definido su rasgo físico inconfundible por la barba; desde Jesucristo, El Cid, Grigori Rasputin, Charles Darwin, Charles Dickens, Karl Marx, Fidel Castro, Stanley Kubrick, Osama Bin Laden hasta Santa Claus o los ZZ Top han lucido este distintivo en forma de crin facial prominente y distinguida. En torno a este vestigio estético se han erigido diversas supersticiones y relatos, como la atribución de sabiduría y respetabilidad, de potencia o impotencia sexual, de estatus social, de falta de higiene, de excentricidad o de compromiso religioso. Por ejemplo, los egipcios eran acérrimos enemigos de la barba, enfrentados a los semitas de Babilonia y Mesopotamia o a los hebreos, que lucían unas barbazas del quince. La historiografía de la barba pasa de la devoción por este uso fisonómico hasta la demonización que apuntaba que la barba era un signo de decadencia. Hoy en día, el hecho de lucir barba parece que queda como una moda pasajera, un signo de identidad o una cómoda costumbre que supone una forma de ahorrar tiempo, ya que se dice que si alguien llega a los ochenta años con barba habrá ganado casi tres mil horas respecto a los que se afeitan a diario.
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No obstante, hay quien dice que los hombres con barba tienen menos probabilidad de casarse y que, normalmente, ejercen profesiones en las que no se exige buena presencia. Incluso hay estudios falseados que apuntan a que los barbudos tienen un mayor riesgo de derrames cerebrales o infartos de miocardio producidas por concentraciones de hormonas sexuales circulantes en el cuerpo que podrían influir en el proceso de formación del ateroma, una placa de grasa que se deposita en las arterias. Todos los tópicos que abogan por el progresismo de las barbas, aquellas tendencias que denotan un prototipo de capacidad intelectual o de dejadez a lo Joaquin Phoenix siguen siendo pura apología de extraña inventiva acerca de este estilo masculino. Tal vez no sea cuestión de llegar a ser como el veterano Karl-Heinz Hille, varias veces campeón internacional del concurso imperial de barbas y bigotes, pero la barba sigue siendo un símbolo reconocible y personal en todo aquel que la luce. Existen ciertos modelos de jerarquía y modelos de barba, multitud de categorías para definir los estilos dentro de esta desambiguación que estuvo muy de moda en la Francia del reinado de los Valois, pero sin duda una de las más divertidas ha llegado de la mano de Matt McInerney y su ‘The Trustworthiness of Beards’, que muestra el índice de confianza en su variedad genérica que tiene en su jerarquía desde los que poseen una barba entera e incluso de filósofo que son dignos de confianza o cuestionables cuando lucen una barba a lo 'amish', a la amenaza que suponen los que tienen barba únicamente en el cuello o la simbología funesta del bigote hitleriano. De todo hay. Puedo sentirme a gusto sabiendo que mi barba pertenece al primer grupo.

jueves, 16 de septiembre de 2010

'World's Greatest Dad', pequeña joya de un cine cáustico y mordaz

Sobre la hipocresía y el poder de la sugestión
La falsa idealización y la manipulación para despertar la hipocresía y la admiración de los que te rodean. De cómo las mentiras y las apariencias son una simbología velada del triunfo social. La película del dinamitador Bobcat Goldthwait ‘World’s greatest dad’ se concibe como un ejercicio de sadismo catártico, tremendo manifiesto sobre las miserias del mundo en que vivimos. La concatenación de penurias diarias, la humillación constante de una compañera que juega con sus sentimientos, la esencia de ‘loser’ irreparable se transforma en una tragedia personal que abre un mundo de posibilidades al éxito y a la admiración. Es un analítico y certero vistazo a la sociedad de hoy, donde la fisonomía de lo popular hace preguntarse sobre la reevaluación de lo verdaderamente significativo que se sustrae de la usura ética que nos rodea.
El personaje de Lance Clayton representa las sombras de la infelicidad colectiva, con ese hijo despreciable aficionado a la pornografía anormal y alumno proscrito de actitud egoísta e intolerante con los esfuerzos de un padre al que menosprecia. A pesar de ello, Clayton siente hacia su vástago un afecto y un débito que van más allá de ese desprecio y parsimonia, siendo capaz de salvaguardar su dignidad y reputación cuando éste muere ahogado accidentalmente durante la peculiar técnica de masturbación de asfixia autoerótica, la misma que acabara con la vida de David Carradine. Es entonces cuando el filme de Goldthwait lanza su bomba expansiva, cuando el perturbador humor negro golpea sin concesiones la conciencia del espectador, normalizando lo grotesco, dibujando para ello una rutina cargada de tenebrosidad, una tela de araña pringosa y repugnante que socialmente puede ser llamada incluso heroísmo.
La oscuridad de la tragedia se convierte en lumínica comedia gracias a esa portentosa maestría de Robin Williams con una interpretación polifacética, memorable, que brilla en los parámetros del exceso y la contención. ‘World’s greatest dad’ supura fuera de los límites establecidos, en su coherente mirada a un universo adolescente moldeable por tendencias sociales y figuras de culto ‘teenager’. De pronto, un bastardo ignominioso y mezquino puede transformarse en un beatífico paradigma del Holden Caulfield moderno y su sentido de la angustia adolescente. Los sentimientos humanos son el cebo para el comercio, para la fama y para la autoindulgencia.
La sátira tóxica apunta sus dardos a la celebridad, a la hipocresía y al poder de la sugestión que convierte la maldad intrínseca en su valor de choque, con una agudeza sin piedad, de tono nihilista, que sabe ridiculizar el duelo colectivo y la comercialización de los ‘mass media’ hacia la instrumentalización de la muerte. De paso, se repudia cualquier tipo de pantomima humana a la hora de buscar profundos significados en toda tragedia. Estamos ante una desconocida película de culto que juega con su fondo perverso a retraer la hilaridad de sus intencionales situaciones sobre el suicidio y la validez de las personas para esconder un discurso escaldado por una gran dosis de deformación moral. El drama puede convertirse en comedia de una forma inteligente, a su vez incómoda. No dejéis pasar la oportunidad de ver esta pequeña joya cáustica.

martes, 14 de septiembre de 2010

La leyenda de Rafa Nadal no tiene límites

¿Hasta dónde llega la capacidad de superación de un mito deportivo? Ayer, Rafa Nadal ratificó su estela de grandeza al ganar su primer US Open, subiendo un peldaño más en el olimpo tenístico al lado de gente como Fred Perry, Don Budge, Rod Laver, Roy Emerson, Andre Agassi y Roger Federer, los únicos en poseer los cuatro Grand Slams. Como apunta Kevin Mitchell en el diario ‘The Guardian’ el 6-4, 5-7, 6-4, 6-2 ante Novak Djokovic de ayer “apenas refleja la profundidad y la calidad de un partido de tenis que se parecía más a una pelea por el título mundial de los pesos pesados”.
Casi cuatro horas de emoción interrumpidas por otras dos a causa de la lluvia. Sólo perdió un set, algo que sólo Neale Fraser lograra hace 50 años. Apoyada en un equipo de personas que realizan un prodigioso trabajo en la sombra, la constancia y la tenacidad de Rafa siguen fortaleciendo lo físico y lo mental en un jugador cuyos límites aún siguen siendo una incógnita. La grandeza asentada en la sencillez de una persona destinada a hacer grande una disciplina de vaivenes, de dureza y esplendor interrumpido o efímero, donde sólo los más privilegiados y dotados son los que se sobreviven en la sustento de la gloria, auguran un futuro cercano donde Nadal, gracias a ese constante esfuerzo por mejorar y por el elegante respeto a los rivales, perpetuarán su condición de leyenda del deporte.
Las virtudes de los grandes, aquéllas por las que un mito es recordado con admiración como símbolo de su generación, convergen en la figura de un chaval de Manacor que sigue sus pasos para ir fulminando los récords de un Federer que ha dejado definitivamente su preeminencia a un heredero con más ambición, más preparado en todos los terrenos, para ir alcanzando cualquier gesta que se le ponga por delante, perseverando en su imparable consolidación como uno de los mejores deportistas de élite de la Historia.
Este 2010 es el regreso del Número Uno al gobierno de la corona mundial, en el que ha conquistado de manera consecutiva Roland Garros, Wimbledon y el Abierto de Estados Unidos. Nadal se ha convertido con sólo 24 años en el referente del tenis moderno, en el centro de todas las miradas. Ahora, sólo queda seguir viendo su progresión y disfrutando del espectáculo de fuerza y tesón al máximo nivel.