jueves, 10 de diciembre de 2009

Review 'Paranormal Activity (Paranormal Activity)'

La reiteración como símbolo del miedo
A pesar de haberse transformado en el ‘taquillazo’ sorpresa del año, ‘Paranormal activity’ recurre a los convencionalismos del género y somete al público a una redundancia de situaciones que acaba desplegando una sensación de vacío infumable.
Ha sido uno de esos fenómenos de la temporada que, más allá de considerarse como un ‘sleeper’, apunta a esas escasas producciones que suplantan el despliegue de medios con una inventiva fílmica de reducido (por no decir irrisorio) presupuesto, que exhibe sus carencias de producción como un logro. Cristaliza la quimérica idea de lanzar un producto con la posibilidad de refrescar la noción de proyecto independiente que se materializa en un descomunal éxito de taquilla. El resultado: ganancias multillonarias con una inversión mínima. Es el sueño de cualquier productor. La película de Oren Peli fluctúa, según fuentes, entre los 7.000 y 10.000 euros de presupuesto y ha obtenido un innegable interés y repercusión utilizando Internet con un viral impecable para acumular cifras millonarias en las taquillas de todo el mundo. ‘Paranormal activity’ abre el debate en torno a la jerarquía que posee la red en las perspectivas comerciales de las pequeñas producciones. Eso sí, el lanzamiento y posterior distribución ha sido orquestada por una ‘major’ y el efecto “bola de nieve” ha venido dado por una publicidad sin precedentes. Con todo ello, se puede hablar más de una jugada maestra de ‘marketing’ que de un logro cinematográfico como tal, porque, de entrada, el filme de terror de moda tampoco tiene mucho que decir artísticamente.
Por supuesto, la fórmula es bien conocida por todos. Iniciado en los 70 con el ‘mondo cinema’ de Gualtiero Jacopetti, Ruggero Deodato o Paolo Cavara, el género sustentado en la crónica de cámara en mano, desde la total subjetividad de quién mira, extendiendo las posibilidades de ésta hasta la creación de una ‘hiper-realidad’ que pretende hacer ver a personas y no a personajes, nos remite directamente a ‘The Blair Witch Project’, de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, en una curiosa dualidad de astuto lanzamiento comercial y multiplicación de divisas en taquilla. Oren Peli no se aleja de las bases del movimiento que busca en cada minuto identificar al espectador con la cotidianidad, casi minimalista, de Katie y Micah, una pareja de San Diego que sospecha que en su nuevo hogar habita una presencia demoníaca. Deciden grabar lo que sucede en la habitación mientras duermen. A lo largo de tres semanas la cámara será testigo de los sobresaltos y malestar que provoca un espíritu al que la vigilancia ha sentado bastante mal.
Desde una perspectiva ‘amateurista’, con el zarandeo de la cámara y su constante (e imposible) presencia, invoca al ‘voyeurismo’ inherente en todo espectador, jugando al morbo dosificado antes que al apego por sus personajes, que resultan en todo momento bastante antipáticos e inmaduros. ‘Paranormal activity’ se nutre de así de una puesta en escena fortuita, ceñida a un solo espacio, que opera de forma supuestamente natural e inmediata, asumiendo su articulación en la actual democratización del mundo audiovisual. El filme de Peli es hijo de su tiempo, sin despegarse de una noción centrada en las características de inmediatez de Youtube, que explota la sensación de inquietud a través de la imagen nerviosa, de conversaciones que van desde las más intrascendentes hasta la gravedad de una situación que va ‘in crescendo’ con una trama que se va trufando de cierta previsibilidad. Un hecho que se hace patente cuanto más avanza la narración. Sin embargo, va dibujando cierta atmósfera en ese acercamiento a los confines de los miedos aceptables, de ese terror que se puede dar de forma asequible.
La intención es clara; hay que dotar a los diálogos y a la improvisación de una dosis de verosimilitud que se extienda a los momentos de escalofrío, de golpes de efecto donde el terror funciona siguiendo los convencionalismos a la hora de ejercer con los decretos del género. Lo más impactante, o al menos lo que más llama la atención, es lo bien que funciona ese plano fijo del dormitorio principal, donde la pareja duerme y sufre los ‘ataques’ del ente maligno, a oscuras, donde el sobresalto llega por golpes, efectos de sonido, sábanas que se levantan, alguna escena terrible hacia el final de la cinta y vuelta a lo mismo. El miedo, en ‘Paranormal activity’, acepta el concepto más ‘populista’ del término y se somete a la autosugestión de cada espectador. Nada más. Hay que agradecerle a su director multitarea (ha producido, escrito y montado la película) la inteligencia a la hora de plantear sus secuencias de pánico con una posición velada por la sugerencia, que funciona mejor que la exhibición gráfica del terror, renunciando al sadismo visual y los efectos especiales.
Lo peor de este nuevo taquillazo de género no es su ingenuidad o la poca credibilidad de lo planteado, que se define, básicamente, en la obstinación de esta pareja en seguir durmiendo en la misma habitación cuanto más peligroso se vuelve el ente diabólico. Y lo hacen a pierna suelta, a sabiendas de que la cámara está grabando, que es lo único que importa en sus vidas. Lo más negativo es la sensación de vacío que se va dando a lo largo de una película que apenas dura 90 minutos, donde Peli parece no saber muy bien qué contar cuando los fenómenos extraños no son la guinda del pastel. Los personajes se dedican a la especulación constante, muchas veces sin sentido, consumiendo sus cartas en una afasia que impregna su esencia en el alargamiento de tiempos, de situaciones que se dedican a desarrollar un vacío que se compensa cuando la pareja duerme y pasan “cosas”. De hecho, las escenas nocturnas van perdiendo eficacia por esa reiteración que bordea incluso el aburrimiento.
Hay graves carencias de profundización al estructurar el terror dentro la película, puesto que se circunscribe a un simple surtido de golpes de efecto y alguno visual, con un guión que no revoca su condición de anécdota alargada, rellenando descaradamente mucho tiempo de su metraje. En las escenas nocturnas funciona el hecho de que se pase parte de la noche en ‘fast forward’. Algo que se debería ver también en el día a día de estos dos personajes y su actitud ante el problema. Peli desatiende algunos aspectos muy interesantes de la personalidad y controvertible pasado de Katie y potencia la incapacidad para sugerir qué se esconde tras los fenómenos paranormales. El resultado es que, cuando la película empieza a ponerse interesante, se acaba de raíz, con un final precipitado que busca la conmoción del personal y el impacto hacia el público, un objetivo que mueve todo el tinglado.
‘Paranormal activity’, aunque pueda parecer un producto que se desenvuelve con cierta habilidad e inteligencia, es más maquinal de lo que hubiera querido Peli para resultar efectivo. No pasa de ser la enésima historia de fantasmas y presencias paranormales, de poltergeist con ganas de hacer la vida imposible a los inquilinos de la casa amenazando el bienestar de una pareja. Un conato de experimento con estética de documento casero que pretende narrar una terrible fábula sobre el miedo cotidiano. La nueva película hecha con cuatro duros que logra convertirse en un fenómeno de masas corre el riesgo de sus antecesoras. Y es que puede ser tomada desde dos ópticas muy diferentes; servir de estímulo a proyectos de reducido coste que tengan algo que contar y obtengan una similar trascendencia comercial o un seguimiento de la fórmula que suponga una tomadura de pelo formulista, de nulo presupuesto y afán lúdico, que aporte otra de esas obras insustanciales e irrelevantes. ‘Paranormal activity’ pertenece a este segundo grupo. Sólo que ha tenido suerte de tener a Steven Spielberg detrás.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMAS REVIEWS: 'Spanish Movie', de Javier Ruiz Caldera

lunes, 7 de diciembre de 2009

Publicidad navideña 2009: Crisis en España, superproducciones 'made in USA'

En España, uno de los elementos que trae, o mejor dicho, que traía, consigo la Navidad era conocer cuáles eran los anuncios o ‘spots’ más esperados de estas fechas. Entre ellos, dos que cada año dejaban claro la dignidad de los publicistas españolas a la hora de concebir este tipo de lanzamientos comerciales como un reclamo tan navideño como el propio Santa Claus; se trataba del anuncio de Freixenet y del que correspondía al de la Lotería de Navidad. En ambos casos, la liturgia se ceñía a sendas superproducciones donde destacaban, respectivamente, algún rostro de lujo o estrella mediática en el caso del cava y en el despliegue de medios en el sorteo de apuestas más célebre del año. Esos tiempos han pasado a mejor vida. La crisis ha dejado huérfana de novedades en forma de anuncio esta Pascua ya en ciernes. Las chicas del equipo español de natación sincronizada son el mismo y reiterativo incentivo, debido a las dificultades económicas de este año de decadencia económica. Aunque siempre es mejor esto que recordar que la marca catalana lanzó alguna campaña navideña hace tiempo con Jacqueline Bisset y Alexander Gudonov o con Norma Duval, sin ir más lejos. Aunque sí, se echa de menos que Scorsese se casque una multimillonaria ofrenda a Hitchcock o ver a Sharon Stone brindando con Banderas.
El de la lotería tiene más euros en su incitación en cuanto a estrategias que lleven al populacho a la compra de billetes, con un empaque visual semejante a lo que se espera de este anual comercial televisivo. Sin embargo, no hay que engañarse. Desde que no está “el calvo de la suerte” soplando polvos mágicos y repartiendo millones, la cosa no es lo mismo. No hay magia. Quizá porque el espectador ya no se cree nada. Y lo que es peor, porque ha perdido la ilusión, ya no sólo por la lotería y sus vacuas esperanzas por brindar con champán sabiéndose ganador en la mañana del 22 de diciembre, sino porque ha dejado creer en la tele.
Algo que no falla es el glamour de los perfumes, esos rostros conocidos, que fulguran bajo un halo retocado en un mundo inalcanzable, sofisticado… Que si Hugo Boss con la naturalidad de Sienna Miller, la imponente Eva Mendes de Calvin Klein, Scarlett Johansson con Cacharel… y marcas típicas como Lancôme, Carolina Herrera, Paco Rabanne, Arman, Dior, Yves Saint Laurent saben extraer la esnobismo visual y prosopopeico de sus productos. Si hasta una avejentada y grotesca Sarah Jessica Parker tiene una fragancia llamada Covet, todo es posible.
Pero lo más importante de estas fechas llega de fuera. Contra la crisis, los yanquis saben venderlo todo. Sin escatimar en gastos. A lo grande. Como debe ser. El mejor anuncio de estas navidades no es otro que el de ‘Victoria Secret’. Para estas Navidades 2009 se han desmarcado con un alucinante ‘spot’ de lencería fina, repleto de sensuales y calenturientas ‘ángeles’ como Miranda Kerr, Alessandra Ambrossio, Lindsay Ellingson, Miranda Kerr, Rosie Huntington-Whiteley o Doutzen Kroes. La maniobra comercial no tiene parangón; explosiones, helicópteros, vehículos, ‘ralentíes’ de lujo, miradas lividinosas, movimientos de cadera a golpe de cámara y un acabado final al más puro estilo Hollywood, con estética de superproducción. Podría decirse que parece rodado por el director más desproporcionado y presuntuoso del mundo del cine actual. Es más, no es que podría, es que está rodado por el director que a todos nos viene a la cabeza con estos adjetivos: el sin par Michael Bay.
Definitivamente, en Estados Unidos saben hacer publicidad: "One gift, a thousand fantasies".

viernes, 4 de diciembre de 2009

Review 'Cuento de Navidad (A Christmas Carol)'

Tenebroso cuento navideño
Fiel al espíritu de la obra de Dickens, Robert Zemeckis ofrece otro de sus virtuosos ejercicios visuales a modo de montaña rusa que no encuentra ningún tipo de magia y carece de emoción.
Esta nueva adaptación del atemporal ‘Cuento de Navidad’ sigue manteniendo y desarrollando la imaginería que un día Charles Dickens convirtiera en una de las fábulas más apasionantes de la literatura. Continúa imborrable la figura de ese desagradable anciano avaro e inclemente llamado Ebenezer Scrooge, el viejo que recibe la visita de tres fantasmas que le mostrarán pasado, presente y futuro y le ofrecerán la oportunidad de enmendar los errores de su patética vida. Su réplica enardecida a la voz de “¡paparruchas!” ante cualquier alegato navideño sigue inmune al paso del tiempo. Tampoco faltan su amenazador socio fantasmal Jacob Marley, la radiografía a la pobreza de la familia Cratchit, con el pequeño y enfermo Tiny Tim, así como la ironía del sobrino Fred o la asistenta Mrs. Dilber. Nada ha cambiado y Robert Zemeckis se rige milimétricamente al texto ‘dickensiano’ por excelencia. Pero lo cierto es que el director de ‘Regreso al futuro’ lo exprime para ofrecer otra nueva tentativa, ésta vez mucha más ostentosa, de su perseverancia a la hora de perfeccionar la innovación tecnológica que aporta el ‘performance capture’, con las mimas técnicas que ya desarrollara en ‘Polar Express’ y ‘Beowulf’.
Zemeckis se ha transformado, con su obstinación por renovar la animación tradicional, en un ‘outsider’ dispuesto a no aceptar las normas del cine ‘mainstream’, por mucho que esta nueva película lleve el sello de Disney. Y se sale por una tangente que escapa a los convencionalismos del cine comercial al uso. ‘Cuento de Navidad’ sería la prolongación del virtuosismo de Zemeckis en esta rama de la animación por ordenador. Como cabía esperar, se dan cita todo tipo de ejercicios imposibles en una montaña rusa de sensaciones y planos ilusorios que superan los límites de la expresividad de una cámara convencional, en un modelo de exhibicionismo tecnológico que sirve como lucimiento del cineasta a la hora de explotar con lucimiento y sabiduría las virtudes del 3D.
La fábula navideña y la tortura pesadillesca de Scrooge se ve salpicada de excesos acrobáticos, de largos planos secuencia con inacabables vuelos fantásticos y un tono de barroquismo mágico ensombrecido por la propia esencia de la aventura de este viejo cascarrabias. Por otra parte, a Zemeckis le siguen poniendo (y mucho) los viajes ‘espacio-temporales’. Y eso es algo que se deja ver en esta cinta adherida a dos ideas contrapuestas; la del modelo voluble de narrativa que responde más al capricho de un visionario, así como la que revela un persistente afán por concretar la evolución de las técnicas de 3D anticipadas por su énfasis de revolucionar non sólo el cine de animación, si no con miras más ambiciosas.
Destaca así la abrumante puesta en escena por los rincones de un Londres victoriano enfriado y desabrigado que refleja a la perfección el riguroso retrato de la sociedad británica durante la Revolución Industrial del siglo XIX, en la que se incrementaron las diferencias sociales entre ricos y pobres. Para Dickens la historia de Scrooged siempre tuvo un cariz de pesadilla antes que el de una fábula amable y navideña, de ahí que al Londres de Zemeckis le afecte una contracción que elude la belleza y estética navideña para fraguar su narración dentro de una gama cromática oscura y apagada. La sociedad vive rodeada de miseria y tristeza, sin poder hacer nada para que la esperanza no sea machacada por la avaricia y la crueldad que representa Scrooge.
‘Cuento de Navidad’, en este sentido’, es una película de riesgo. Y lo es porque antepone sus objetivos de fidelidad a la obra de Dickens en el flanco más sórdido de la historia. De este modo, en algunos instantes la fábula de Zemeckis parece desviarse hacia los preceptos de una cinta de terror incómoda y lóbrega, excesivamente adulta para los propósitos de una película familiar de este calado. Cierto es que no se aleja en ningún momento del hálito que posee la perdurable obra literaria de Dickens, pero está llevada tan al extremo que puede llegar a aterrar a los más pequeños, que flipan con los gélidos vaivenes de golpes de efecto, de sustos inesperados con ráfagas morbosas y ásperas, sin mostrar nunca un tono amable o cordial. Tanta es la frialdad con la que es mostrada la evolución personal de Scrogge a través de los viajes en el tiempo, que se echa de menos una pasión que nunca ve la luz, desplegando una magia impávida, muy visual y estética, pero despojada de cualquier tipo de emoción. Y, lo que es peor, sin ningún tipo de espíritu navideño.
‘Cuento de Navidad’ funciona cuando alude a las pequeñas aportaciones de la novela en su vena más macabra, como cuando, en su final, Scrooge, de rodillas ante el fantasma del futuro conoce los monstruos humanos con forma infantil que simbolizan la ignorancia y la necesidad, en la soledad de la infancia del protagonista o en la variedad espectral de inflexión amenazadora cuando el relato necesita ser emotivo y cercano. Por eso, todo lo concerniente a esa vida juvenil de adicción al trabajo en la que Scrooge deja pasar la oportunidad de vivir junto a su amor Bell (que como personaje es ninguneado por Zemeckis) o incluso, y esto es grave, cuando se tiene que enternecer a la platea con la enfermedad del pequeño Tiny Tim y la tragedia de los Cratchit, el filme se resiente con la acentuación de los matices oscuros. Únicamente, la genialidad de Alan Silvestri salpica con algo de sortilegio una sensacional acción que siempre va por delante de la narración. Tampoco hay nada que objetar a la multi-interpretación de Jim Carrey, que sabe extraer a los expresivos matices de sus personajes renderizados una gran labor interpretativa, así como los secundarios, los grandes damnificados de la película, puesto que apenas tienen tiempo en pantalla para hacer más que asomar presencialmente.
Puede que ‘Cuento de Navidad’ sea, posiblemente sea una de las adaptaciones más fieles de la novela de Dickens que se hayan consolidado dentro del séptimo arte. Sin embargo, quiere ser tan explícita y ferviente que se olvida de tributar algo de la emoción final que exige el relato, por mucho que se fortalezca la fuerza moral del legendario cuento navideña.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMAS REVIEWS:'Paranormal Activity', de Oren Peli.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Tactical Nuclear Penguin: La cerveza más fuerte del mundo

Dado mi carácter pasional y entusiasta hacia esa divina ambrosía elaborada a base de cebada, agua y lúpulo como es la cerveza, no podía dejar pasar una noticia que ha dejado anonadados a todos aquéllos que, como yo, buscan siempre nuevos sabores y experiencias con este tipo de bebida, cervezas fuertes que sacudan el paladar con la exquisitez de muchos grados. Hasta el momento, algunas marcas se habían atrevido a subir la graduación de alcohol como en el caso de la Samichlaus Austriaca (14%), la francesa Belzebuth (13%), la Scaldis Belga (12%) o la candiense Fin du monde (9%). Harald Schneider anunció hace un par de años que había conseguido elaborar la cerveza con mayor graduación del mundo: 25,4%. Pues bien, la marca ha sido pulverizada por la marca escocesa BrewDog, que había ido cosechando cierto nombre en este terreno atípico por conseguir la cerveza con mayor número de grados en una botella, alcanzando los 32%.
Se trata de la Tactical Nuclear Penguin y acaba de ser lanzada al mercado. Estamos ante una productora de cerveza fundada en 2006. En sólo tres años ha logrado convertirse en la fábrica de cerveza independiente más grande de Escocia. Para James Watt y Martin Dickie, responsables de la gesta cervecera, era un reto poder desbancar a los alemanes de Schorschbraer, que habían logrado llegar a ser la birra con más potencia mundial con un volumen alcohólico de un 31%. Ya no. La Tactical Nuclear Penguin está macerada en barrilas durante meses en la isla de Arran y el secreto para obtener el máximo grado alcohólico es mantenerla a una temperatura de unos 20º bajo cero. Estamos así ante una cerveza artesanal potentísima que aborda la unión de cerveza y whisky utilizados con una complejidad hasta ahora inauditos.
En España habrá que esperar a catarla y su precio de salida son el de 35 £ cada botella. Es decir, unos 38 euros.

martes, 1 de diciembre de 2009

Muere Paul Naschy, uno de los grandes mitos del cine fantástico español

1934-2009
Waldemar Daninsky ha sido y será siempre uno de los iconos más representativos del cine de terror español. O lo que es lo mismo, el hombre que le puso rostro, Jacinto Molina. O lo que es lo mismo, el gran e imperecedero Paul Naschy. Y siempre lo será porque en la hora de su muerte, a los 75 años, su estela sigue persistiendo con fuerza a lo largo de los años, haciendo acopio de un dulce tacto para con el fantástico. Fue acérrimo defensor del cine de género. Y lo fue con una definición y fuerza admirables, lejos del prejuicio, volcado en cada filme que rodó con la vocación de un hombre comprometido hasta su final con el respeto hacia su trabajo y su obra.
Naschy representó durante años al incansable luchador y amante del terror que, de forma autodidacta, supo enraizar la cultura popular española para llevarla a otros límites, con una capacidad de metamorfosis sumamente destacables, en un amplio catálogo de monstruos, fantasmas, vampiros o asesinos que, lejos de encasillarle, concretaron su protagónica figura en el cine español del momento. Todos ellos tan voraces como inquietantes, a veces delirantes, pero en constante evolución hacia una madurez que iba en equivalencia a la vena artística de un hombre que ejerció con maestría y humildad, ajeno a corrientes y esquivando la censura, consciente de su voz narrativa basada en las referencias de la España Profunda. Pero también en las historias más lóbregas y sangrientas, en su amor por el cine y la literatura de terror que le llevaron, desde la carestía de medios y el ansia narrativa, a la internacionalización de un género común que le valió un reconocimiento unánime de un arte diferente y de difícil comprensión.
Un cine que, pese a sus desvaríos y desequilibrios, procede de un puzzle de amplio horizonte cultural, donde se conjugan mitos y leyendas, con referencias literarias o pictóricas. Paul Naschy se convirtió, a través de su obra, en un subgénero propio. Dos fueron sus filmes más representativos; ‘La marca del Hombre Lobo’, su admirada reinvención patria del mito licántropo que le hizo cálabre, el citado Waldemar Daninski, extendiendo la grandeza en ‘La noche de Walpurgis’, la que sería cuarta entrega de una saga que asciende a once títulos que tienen como protagonista a Daninsky con el rostros de Naschy. Cintas como ‘La marca’, ‘El huerto francés’, ‘El caminante’, ‘Inquisición’, ‘La bestia y la espada mágica’, ‘Dr. Jekyll y el Hombre Lobo’, ‘La venganza de la momia’, ‘El aullido del diablo’… son sólo una pequeña muestra de una filmografía que alcanza el centenar de títulos de un hombre que ejerció de guionista, productor, director y protagonista de muchas de ellas.
Hace unas semanas se lanzó desde las redes sociales, un mensaje de reivindicación para que la Academia española concediera el Goya de Honor de este año a Naschy. Físicamente, ya es imposible. Pero la deuda todavía puede ser saldada a título póstumo.

lunes, 30 de noviembre de 2009

La nueva “ola” de Google

Google sigue empeñado en revolucionar las comunicaciones en Internet. A finales de mayo lanzó, a través de Google I/O, la novedad del año en cuanto a un nuevo modelo para que las personas interactúen on-line. Por el momento, los usuarios son limitados, por lo que hasta que el sistema esté expandido, la nueva moda es sólo eso, una tendencia de actualidad que se plantea por Google como la alternativa al correo electrónico y de la web 2.0, que pretende aunar ciertos procedimientos ya asentados en la vida cotidiana del usuario. Para hacerse una idea, una “wave” es mitad conversación y mitad documento. Vendría a ser un elemento a medio camino entre el ‘chat’ y el ‘wiki’, algo complejo, más deslucido a la vista de lo que puede ser Groove, por ejemplo, pero que a su vez alberga varios protocolos reducidos a una sola ventana (http, xml, xmpp) todo ello con un sistema centralizado. Es una disyuntiva que abre las puertas a un posterior desarrollo, en el que ahora la gente prueba sus ventajas e inconvenientes. Eso sí, la cosa se ha planteado en serio, puesto que la plataforma busca espolear la masificación de HTML 5 como modelo estándar globalizado.
Google Wave ya ha llegado y con esto, un nuevo modelo que revoluciona la comunicación on-line, incorporando paulatinamente todo aquello que consume nuestro tiempo de trabajo y de ocio en una sola ventana, en un nuevo estilo internauta que se irá implementando dado su potencial hasta ahora desconocido.
De momento, funciona mediante invitación, como lo hizo Gmail en sus comienzos. ‘Un Mundo desde el Abismo’ dio la oportunidad entonces de ofrecer invitaciones a sus lectores. Por eso mismo, los cinco primeros que dejen su e-mail en este post, recibirán una invitación para poder echarle un vistazo de primera mano a las bondades de esta nueva “ola”.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Review '2012 (2012)'

El Apocalipsis va a llegar…
Roland Emmerich sigue empeñado en destruir el mundo con una más que entretenida cinta catastrofista que no engaña a nadie y superpone un recital de efectos especiales a granel y acción urgente a un drama que reitera sus habituales argucias moralistas.
No deja de ser curioso que una película como ‘2012’ llegue en un momento tan concreto como es el que se vive dentro de un cómputo de inestabilidad mundial. En estos dos últimos años se han dado cita, por una parte, la crisis económica que ha hecho tambalear la arquitectura internacional y que puede inducir a un “nuevo orden mundial” y, por otra, la vicisitud colectiva impulsada por la amenaza de la gripe H1N1, que ha transformado al mundo globalizado en otro más frágil, albergando todo tipo de alarmismos dentro de una caótica sociedad sensibilizada a la psicosis y al miedo. ‘2012’ es la metáfora de lo que está por venir, llevada a cabo a través de los estudios del Calendario del Largo Conteo Maya, que augura que el 21 de diciembre de 2012 es el fin de la civilización humana. Queda por tanto, muy poco tiempo.
Hasta que esto suceda, esta civilización seguirá inmersa en su propia especulación, acrecentando esos miedos y temores infundados en intereses propios más que ajenos. Como se dice en el filme de Roland Emmerich “el mundo, tal y como lo conocemos, desaparecerá”. La idea de Fernando Arrabal muy ‘tomadito’ en un plató de televisión y que da título a esta crítica, llevada cabo con lujo y superproducción. Es curioso que el género de catástrofes; bien sean bíblicas, bélicas, atómicas, extraterrestres, cósmicas o por invasión de virus vengan precedidas de antecedentes de decrepitud económica y sociopolítica, de ‘vulnerabilidad’ social ante la catástrofe.
Lo cierto, es que, lejos de estas causalidades fortuitas o naturales, a Roland Emmerich siempre le ha gustado jugar a destruir el mundo. Su capacidad y obstinación le han llevado a ser el actual dómine de las ‘disaster movies’. Y a esto es a lo que atiende su última obra, una de ciencia ficción milenarista decorada con un hiperrealismo digital abrumante. A lo largo de todo su desarrollo, el público está enfrentado a un contexto de continua imposibilidad malabarista, donde la extensiva prestidigitación visual deja de tomarse en serio la realidad para promover un espectáculo de épica hipertrofiada y descomedida ¿Qué es lo que se espera de este producto? Sencillamente, eso mismo. ‘2012’ es una película donde los desastres no tienen fin, en un amplio abanico de tsunamis, derrumbamientos, desbordamientos, devastaciones, erupciones volcánicas, olas gigantes, inundaciones, terremotos y toda clase de tragedias naturales que despliegan la desolación del fin de los días como un espectáculo ‘bigger than life’. Es, esencialmente, cine catastrofista.
Poco importa que haya una supuesta base de hipotética credulidad ancestral y científica sobre temática científica autoasumida como “seria”, con esos neutrinos procedentes de los procesos termonucleares del Sol que avanzan un cambio en la morfología de la Tierra afectando con un calentamiento en las capas de magma al núcleo y a su corteza. Utilizar nombres como los de Charles Hapgood, Albert Einstein o Alfred Wegener queda muy bien para darle cierto aire creíble al Apocalipsis montado por Emmerich. Simple subterfugio si con ello podemos ver en pantalla la explosión de la supercaldera de Yellowstone, cómo se hunde California o el océano inundando la meseta tibetana y comiéndose la Casa Blanca. Pero, sobre todo, es deleitable contemplar el realismo de ese desmembramiento de la cúpula de San Pedro del Vaticano, desde la fragmentación ‘La creación de Adán’ de Miguel Ángel hasta ver desplomarse todo el Vaticano con el Papa dentro sumergiendo entre los escombros a miles de fieles rezando ante tamaño infortunio.
Puede parecer exagerado, pero ahí está la gracia de ‘2012’. Emmerich no sabe de comedimientos. Sólo así es aceptable vislumbrar que los nudos narrativos se recompongan una y otra vez sin dar tregua a la coherencia. Precisamente por eso, porque todo es excesivo. Y porque Emmerich, se quiera o no, sabe fragmentar esa reiteración, es decir, que cuenta cada cierto tiempo lo mismo, de una manera diferente. Siempre bajo el yugo de la desproporción. El resultado: la película dura más de dos horas y media para ofrecer, una y otra vez, sus secuencias de acción reincididas en la cabriola inverosímil, con situaciones fuera de toda lógica, donde lo digital es tan denso y ostentoso que se vigoriza con la acción urgente, casi precipitada.
Incluso se permite el lujo de proyectar sobre la trama un fondo de crítica a los valores humanos de los más poderosos, puesto que en ‘2012’ los privilegiados que van a lograr la gesta de la supervivencia lo hacen mediante talones de mil millones de dólares para salvar el pellejo a la catástrofe. La civilización, como tal, no importa. La absurda idea de crear una nueva Arca de Noé con parejas de animales y gente seleccionada genéticamente es tan loca como la de excusarse a tal disparate con una frase como “la selección natural hará el resto”, terminando con un destino terrenal como es África, el continente del que procede el primer ser humano, el regreso a los orígenes y que, actualmente, está olvidado y despreciado por el mundo desarrollado. Todo, ironía y aticismo. Hasta existe cierta intención invectiva dentro de su discurso político no tan desatinado, como es el ocaso de Estados Unidos y el esplendor de China como superpotencia. Pese a ello, ‘2012’ respira auténtico delirio.
Más allá del entramado de pantalla azul con postproducción digital y efectos especiales de inalcanzable excelencia, el ‘dramatis personae’ se sigue circunscribiendo, como en casi toda la obra de Emmerich, a una sola obsesión; la necesidad de un padre por recuperar la unidad familiar a través de su hijo. El tema paternofilial toma las riendas del drama, abundando la idea de separación entre padres e hijos (ojo, sólo de padres, porque las madres están aquí anuladas); John Cusack quiere recuperar a su hijo, que ha encontrado otra figura paternal en el novio de su madre, Tom McCarthy. Chiwetel Ejiofor llama a su anciano padre que está en un bolo dentro de un crucero trasatlántico con su pareja artística de ‘jazz’, otro vejete que, cuando las cosas van a peor, también llama a su hijo, con el que no se habla en años por casarse con una china. Incluso los personajes más antipáticos del filme, como ese magnate ruso de voz desagradable que tiene una amante buscona, únicamente quiere salvaguardar a sus insoportables gemelos gordos de pelo ensortijado. Y claro, no podía faltar el heroico Presidente de los Estados Unidos de América, interpretado por Danny Glover, que se queda con sus conciudadanos para llamar a su hija y decirle que es lo mejor que le ha pasado en la vida, pero a la vez es el patriarca ejemplar de una nación cuando sale al exterior de la Casa Blanca y busca a los padres de una niña que se ha perdido ante la incertidumbre del final de la Humanidad.
Sin embargo, no hay que llevarse a fingimientos ni engaños, porque ‘2012’ no decepciona. Emmerich (y su ademán de guionista, el compositor Harald Kloser), se muestra inocente en intenciones y despliegue dramático, asumiendo en todo momento sus limitaciones, dejándose llevar por todos los ungüentos discursivos que doten a su fábula de un tono moralista, cuya máxima se rige en que prevalezca el heroísmo, la fraternidad y la unión familiar. Aunque es también muy listo y sabe ser cruel y sardónico con la sensación de fatalismo, de oscuridad y miedo que recrea en pantalla. La película es muy divertida. No es más que una descomunal orgía de hecatombe y destrucción, donde un ecocataclismo que ‘supuestamente’ puede llegar a ser real es aquí un parque de atracciones para deleite de un espectador que asiste al Fin del Mundo, con sus consiguientes lecturas, como si lo hiciera a un circo bautizado, irremediablemente, como “el mayor espectáculo del mundo” en el que, como no podía ser de otro modo, no falta hasta un dudoso ‘happy end’.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMA REVIEW: 'Cuento de Navidad', de Robert Zemeckis

martes, 24 de noviembre de 2009

Lecturas sadomasoquistas de 'El club de la lucha'

A propósito de ‘El club de la lucha’, del gran visionario moderno David Fincher, se puede sacar alguna que otra conclusión de todo tipo acerca de esta obra de culto. Más allá de departir sobre el materialismo que nos condena en esta época de consumismo, nos tiraniza y ello sirviera de excusa a Chuck Palahniuk para revelar nuestra personalidad más profunda, para utilizar nuestra libertad personal y colectiva (algo manifiesto en el filme) y para negar una sociedad que nos maneja y nos putea, desglosamos también un filón que yo había pensado sutilmente, pero no había concluido en la manera en que lo hicimos ayer.
Gran parte del misterio de esta obra maestra de nuevo cuño está en una posibilidad abierta de cómo a pesar de ser una historia formalmente y narrativamente heterosexual, la historia de Jack y/o Tyler Durden incorpora a su ambivalente filosofía y a su turbulenta iconografía algunos elementos que algún tipo de subcultura gay. Veamos, el tema está en que los personajes de Edward Norton y su ‘otro yo’, Brad Pitt, luchan junto a otros hombres medios desnudos en sótanos urbanos. También es cierto que el club, a modo de regla social, es “sólo para hombres”, donde sacan al exterior la violencia que les ahoga, que surge de un trabajo sumiso, aburrido, de burócratas frustrados y yuppies sin éxito o, en el reverso, pobres tipos que carecen de personalidad o que no han encontrado solución a sus problemas en los grupos de autoayuda. Todos ellos rezuman masculinidad y frutración, y encuentran la libertad catártica a través de la lucha cuerpo a cuerpo. Para Jack/Durden la violencia y el placer se manifiestan estrechamente unidos incluso entre estos hombres que parecen querer reafirmar su hombría y su atavismo en un perímetro mucho más sucio e inmundo que los más convencionales gimnasios para ejecutivos.
Es entonces cuando surge la figura del necesario filósofo Michel Foucault, del cual se ha comentado en algún artículo que escribió sobre experiencias en clubes de sadomasoquismo de San Francisco. Para Foucault, el descubrimiento del placer a través de las relaciones de poder y dolor físico supuso una importante revelación sobre la que no pudo resistirse a escribir, a pesar de no hablar demasiado sobre su homosexualidad. Con esta línea de pensamiento, vienen a la memoria gente como Gayle Rubin, Jeffrey Weeks o Leo Versan, escritores que teorizaron acerca de los desafíos teóricos planteados por Focault a raíz de sus viajes sexuales a las oscuras subculturas del cuero en garitos de mala muerte. Algo que, a buen seguro, inspiró a Palahniuk para escribir su novela.
La idea del sadomasoquismo como un circo de las relaciones de poder existentes en la sociedad moderna puede resultar algo simple, pero sin duda gran parte de la fascinación, el temor y aversión que produce el sadomasoquismo tiene su origen en esa puesta en evidencia a través de una visión arcana de las relaciones humanas, donde todas ellas encuentran un toque de erotismo presidido por la dominación, el control, el intercambio de roles, el castigo y la humillación.
No hay extraer como conclusión, siguiendo todo esto, que la cinta de Fincher pueda ser subversivamente gay (nada extraña si aludimos a la condición sexual de Palahniuk), si no que hay que hacerse otro tipo de preguntas como: ¿Y si ‘El club de la lucha’ va más allá en su disyuntiva a las muchas preguntas que debería hacerse el ser humano? ¿Y si tampoco es una respuesta a las inmundicias que rodean a nuestra cultura popular? ¿Y si, por alguna casualidad, podría verse como un manifiesto que aboga por el sadomasoquismo como vía de escape, como sometimiento a diversas formas de libertad que alivian el dolor de vivir?

lunes, 23 de noviembre de 2009

Hostias en 'slow motion'

Hostia (Del lat. hostĭa).
3. f. vulg. malson. Golpe, trastazo, bofetada.
Los puñetazos duelen. Esto es algo categórico. Quien haya recibido alguna vez un contundente puño en su cara sabrá a qué me refiero. La acción de golpear, generalmente a otra persona, como método de ataque o defensa, supone una agresión física que no suele hacer mucha gracia al que lo recibe. Sin embargo, cuando la curiosidad por ver cómo y de qué manera reacciona el rostro humano ante estos impactos de un golpe bien dado, utilizando las más modernas técnicas del ‘slow motion’, este acto de violencia y choque se transforma en un momento tremendamente divertido. Los impactos de este vídeo desencadenan efectos imprevistos y reacciones más cercanas al humor que al dolor.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Polémica 'gasoliana': madre no hay más que una

La cosa es así. Hace unos días, María Luisa Sáez, la madrísima del jugador internacional y ganador del último campeonato de la NBA con Los Ángeles Lakers Pau Gasol salía a la palestra del mundo deportivo con unas polémicas declaraciones que afectaban directamente a los representantes de su hijo. Enrique Rodríguez (Meta Image) y Arturo Ortega (Interperfomances) han sido el centro de las críticas de la progenitora de los Gasol, a los que ha acusado directamente de “chuparle la sangre a su hijo”. En su exceso de proteccionismo económico, ha aireado cuestiones de peculio que afectan a su mediático hijo. Sáez, en una entrevista publicada en ‘La Gaceta Intereconomía’, afirmaba que estos dos sujetos se habían “apropiado” de los derechos de Pau y no paran de sacarle las ‘perras’ en un incremento evolutivo. “Empezaron con un 15 %, luego subieron a un 18 y ahora quieren un 20”. Además asegura que a Pau “le tienen comida la cabeza y él no se da cuenta”.
Se podría pensar que es un gesto maternal en beneficio de los intereses de Pau. Sin embargo, al de Son Boi parece no haberle hecho mucha gracia, desdiciendo las declaraciones de su madre. “Me gustaría aclarar que Enrique Rodriguez y Arturo Ortega son mis amigos y mis representantes. Son personas que gozan de toda mi confianza personal y profesional, gracias a ellos he crecido en muchos niveles fuera de la cancha. Son parte muy importante de mi reducido círculo de colaboradores y espero seguir contando con ellos por mucho tiempo”. Estos dos ‘managers’ han conseguido que Gasol haya alcanzado el puesto número 11 en los jugadores que más cobran de una de las ligas más rentables y ricas del deporte mundial. El jugador español se encuentra en este privilegiado ‘ranking’ por encima de figuras como Kevin Garnett o Yao Ming. La cifra, que supera los con creces los 16.000.000 de dólares tiene un incremento en el beneficio debido a las ganancias relativas a su imagen comercial. Se calcula que unos 25 millones anuales. Cifras que hacen palidecer a las estrellitas del deporte rey donde tanto se polemiza en sueldos dentro de este país. La mamá de Gasol puede estar tranquila con lo que gana su vástago, que ha demostrado una vez más que está por encima de estos temas. A él lo que le importaba de verdad era su regreso. Y lo demostró español liderando a los Lakers con 24 puntos y 13 rebotes en su victoria ante Chicago Bulls.
Frases como “…lo peor son los contratos que le ofrecen. Sacan mucho dinero de mi hijo. Le hacen anunciar coches como SsanYong cuando tiene ofertas de otras marcas mejores como Porsche o Mercedes. Hay muchos asuntos negros detrás y le están chupando la sangre” hacen evidente que la amiga María Luisa Saéz estaría mejor callada, sin meter las narices en asuntos ajenos al orgullo por tener un hijo como el que tiene.