sábado, 17 de octubre de 2009

Muere Andrés Montes, se apagó el Soul de alta calidad

Ha sido un palo. Una noticia inesperada y triste. El fallecimiento de Andrés Montes deja huérfano el lugar de una especie de narrador deportivo como nunca antes había existido. Era único, entrañable, capaz de condensar experiencia y libertad a partes iguales. Siempre evidenció con sus testimoniales retransmisiones un apego por lo diferente, un estilo propio e inimitable, la demostración profesional gracias a sus innegables aptitudes de ‘showman’ en aquellos partidos de la NBA que nunca volverán, así como en otros programas como ‘Generación +’ y ‘ACB +’ y sus más que controvertibles exposiciones de los partidos de fútbol de La Sexta. Como comentarista fue un ‘jugón’, como él mismo diría. Y desde este momento triste ya no nos quedan ganas de demostrar porqué “todos los jugones sonríen igual” ¿No?
No nos quedan ganas de sonreír. La desaparición de este mito del periodismo innovador deja un serio hueco dentro del aburrido campo de los comentaristas deportivos. Echando la vista atrás, recuerdo lo mucho que me costó adaptarme a las particulares retransmisiones de Canal + por parte de Andrés Montes. Como toda una generación de locos del basket NBA, me acostumbré en exceso a Ramon Trecet, al que considero padre de una generación de adictos a este deporte. El cambio fue brusco y difícil. Hay que reconocerlo. Pero poco a poco, Montes fue cuajando como un digno legatario de Trecet, muy discordante a estas formas establecidas, sin traicionarse así mismo, siendo consciente de que en su particularidad estaba su éxito, con su idiosincrásico estilo, su forma de narrar, de colocar unos motes divertidos, de hacer espectáculo con su voz y de la siempre acertada visión de un compañero de faena irrepetible como era (y es) el mítico Antoni Daimiel. Su complicidad resultó una alternativa más que digna. La NBA volvía a tener una seña de identidad en aquéllas antológicas retransmisiones de un dúo que permanecerá inmortal en la memoria de los aficionados. Su momento ‘El Gourmet Culinario’, uno de los ‘hits’ más legendarios de Youtube, sigue siendo uno esos instantes televisivos más imperecederos de cuantos han poblado la historia de este duplo de periodistas que hacen añorar aquellos comentarios baloncestísticos como el que tuvo lugar el 14 de Junio en el Delta Center de Utah, con la consecución del que fue último anillo de Michael Jordan.
La heterogeneidad, la invención, el desparpajo y la humildad de aquel pequeño gran hombre que supo esquivar sus limitaciones con la cercanía de su voz, con la espontaneidad de un hombre cordial y cercano con respecto al público, simbolizaron lo mejor de un locutor muy diferente, totalmente inigualable. En la final del Eurobasket 2009 de Polonia disputada hace apenas un mes, en el estadio Hala Oliwia, Montes se despedía con la noble elegancia que siempre le ha caracterizado: “Yo me despido de todos ustedes. Es mi última retransmisión con La Sexta y voy a decir lo mismo que decía hace tres años y pico, cuando vine a aquí: La vida puede ser maravillosa. Un saludo, amigos”. Terminó tu contrato y la cadena de Milikito decidió no renovarte alegando “motivos de reestructuración”. Un error, sin duda alguna.
Su final marca un trágico desenlace de casualidades inoportunas. Con su agria despedida, sin avisar, improvisada e injusta, el mundo del deporte pierde a uno de sus cronistas más inverosímiles, más carismáticos y bienquistos. Sin él, se pierde gran parte de la capacidad de un mito de la locución que era capaz de exasperar como de hacer reír, emocionar, gritar o aplaudir. El hombre que definía a Jordan con las coplas “aerolínea Jordan, del vuelo número 23” y “Es muy facil, si lo intentas”, que llamaba a Pau Gasol “E.T.” y a Latrell Sprewell “Melodía de seducción”, que redefinió los tapones como “pinchos de merluza” y hacía vibrar con cada triple con ése “ratatatatá” se ha ido para siempre. Y lo ha hecho dejando un sabor amargo, de abatimiento por parte de aquéllos que aprendimos a amar sus discordantes narraciones, su actitud contracorriente. Andrés deja un hueco muy grande que llenar. Te echaremos de menos. Y no sabes cuánto.

viernes, 16 de octubre de 2009

Regreso a La Salle

Ayer por la tarde regresé, siete años después, como en un insólito ‘flashback’ auténtico al lugar donde se rodó ‘El Límite’. No me lo cuestioné ni un solo instante. En el momento en que me propusieron poder visitar aquél extraño y tétrico lugar donde se fraguó aquella pequeña porción de mi vida, tal vez la más venturosa y especial de mi vida, no me lo pensé dos veces. Iba a poder retornar a ese infecto y destartalado museo de los horrores, para rememorar, en soledad y con mi cámara de fotos, las sensaciones perdidas, casi borrosas, que supusieron aquella inolvidable semana de septiembre dilapidada en el año 2002. Hablar de La Salle, en las dependencias municipales homónimas, de su ala abandonada, de su inhóspita Iglesia que fue reconvertida en los 70 en Psiquiátrico y más tarde en hura de ‘homeless’, ‘okupas’ y más tarde festín de misas negras y demás barbaries, me produce un efecto de nostalgia y añoranza más que de rechazo o miedo.
Hoy en día, en 2009, casi no hay vida ni siquiera en la parte del edificio que durante tanto tiempo fue el lugar donde muchos músicos armonizaban sus sueños en una agrupación común que ha dado lo mejor (y también lo peor) de la música local salmantina. Ya no existe el Colectivo de Músicos. Tampoco hay mucha vida policial que digamos. Hace años, vigilando en la puerta siempre había un infranqueable bedel cuya especialidad era tocar un poco los huevos, pidiendo permisos impresos y todo tipo de explicaciones para autorizar la entrada. Ahora no. Sale un amable agente de la sección de transmisiones que te deja acceder sin esperar ninguna perorata a cambio.
Una vez dentro, me sentí como si un hijo pródigo volviera a una siniestra casa con vida propia. Sentí como si aquel oscuro y lóbrego pasillo fuera encendiendo sus luces a medida que caminaba por él. Reconozco que estaba un poco nervioso por todo el vendaval de recuerdos que iba a vivir. Saqué la cámara y me dispuse a adentrarme en los entresijos de la edificación que corresponde a la Iglesia. Hace años, hacían falta hasta cuatro llaves para entrar. Ahora el candado está desvalijado y sólo hay que levantarlo y acceder al interior. Cuando abrí las puertas, un extraño aire sacudió mi rostro haciendo que un escalofrío recorriera mi cuerpo. “Ya estoy aquí. He vuelto.” Dije en voz alta.
Para cualquier visitante de este lugar lo entendería como uno de los más terroríficos y oscuros que se puedan encontrar. Yo me sentía en un hogar lleno de telarañas y polvo, con un sentimiento de tristeza y alegría mezclados de forma confusa. Recuerdo la primera vez que recorrí los tétricos pasillos y subí aquellas desamparadas escaleras. Corría el año 2000 y Eugenio Mira rodaba allí su cortometraje de ‘Fade’. Fue entonces cuando la entidad diabólica del edificio me llamó. Algo hizo que escribiera ‘El Límite’ sólo para poder rodar allí yo también. Recorriendo las múltiples habitaciones abandonadas, uno no puede dejar de imaginar agónicos y tortuosos sucesos de la crónica negra charra que se habrían desarrollado allí mismo. Mirando la estructura del edificio, una Iglesia de cruz latina, me volví a sentir como Brett, el encargado de mantenimiento de la nave comercial Nostromo, yendo en busca de Jones, el gato mascota de la tripulación.
La Salle parece un Castillo del Terror. Recuerdo haber pensado en aquellas instalaciones como metáfora visual del orgullo humano, del ascenso excesivo de un mortal, ascensión orgullosa cuyo corolario es un aislamiento demasiado grande respecto a la comunidad sobre la que pretende elevarse. Y fue la definición que trasladé a Fred, el asesino de carácter hedonista de ‘El Límite’. Ayer, se me ocurrieron varias historias, de otra índole, de otros géneros… Es, probablemente, la localización más acojonante de cuantas haya visto. Esa humedad, las tuberías que dejan ver el alma del edificio, la oscuridad visceral, los tonos ocres, las aberturas en el techo que, a modo de ojos, observan al incauto intruso que camina sobre los pasillos envueltos en doce capas de polvo. Pero, sobre todo, la historia oculta de la Iglesia, los zapatos y la ropa de personas que huyeron de allí despavoridas, cabezas de muñecos con un ojo contemplando cada paso que das y la otra cuenca vacía, con libros de texto intemporales al lado y esos colchones, algunos con sangre, otros llenos de mugre.... Uno imagina niños llorando, viendo cómo sus padres caen muertos ante sus ojos. Sin explicación o teorías prácticas. La Salle es así. No hay un término medio que pueda albergar otro tipo de historias.
No sé por qué, pero ayer, el instinto me hizo recordar desde mi entrada a la construcción una habitación especial de entre todas las que hay. Aquélla en la que descubrimos una escalofriante historia real, sin espacio para la ficción o el abuso de imaginación. Recuerdo, así como lo harán todos los que la leyeran, una nota que comenzaba con la frase “me estoy muriendo...”. Pone los pelos de punta. Cierto es. Sin embargo, profundizando un poco más, leyendo cartas y postales, la misma persona iba contando cómo y de qué manera iba a morir, salpicado todo aquello con fotos de un niño pálido, triste, desesperanzado. Era la siniestra narración de aquélla mujer y su relación con su hijo. La historia de una madre encerrada en lo que fue allá por los 60 un psiquiátrico. La angustia de una mujer llamada Beatriz, la misma que aseguraba querer acabar con su vida y, lo que es peor, con la de su pequeño… Miles de historias entre las paredes de aquel lugar se solidifican en el interior del que lo visita, le poseen y le retuercen el corazón hasta que uno no puede respirar. Y lo que pocos saben. Que el templo está construido sobre un cementerio, para enterrar a los clérigos y presbíteros. Un dato que puede formar parte de su leyenda negra, pero que tal vez fue real…
En las restantes habitaciones que no llegan a los 20 metros cuadrados, hay esparcidos calendarios de los 60 y de los 70 junto a otros de 1994, ropa roída junto a una zapatillas Nike no tan antiguas, sillones ensuciados hasta la arcada, colchones con diversos fluidos, cocinas individuales, armarios destartalados, ropa y más ropa atemporal, crucifijos llenos de mierda, postres de futbolistas de los 80 y material psiquiátrico... más del que uno le gustaría ver. Una vez metido en aquellas paredes, como me pasó ayer, uno sólo cabe hacerse una pregunta ¿Qué cojones pasó aquí? ¿Por qué todo es tan intemporal? ¿Por qué parece que en las más de 150 habitaciones hubiera habido gente de hace más de seis décadas pero da la sensación de que han abandonado el lugar hace menos de diez años?
Mientras fotografiaba insaciablemente, miré hacia abajo, por las ventanas interiores y lo que cualquiera podía ver como una Iglesia muerta, ambientada por el terror, para mí era la vuelta a casa. De repente, me vi a mí mismo correr por la nave central de la Iglesia, lleno de alegría, dirigiendo mi último corto, yendo de aquí para allá. Los del equipo de eléctricos sin respiro, a mis actores esperando su turno, al director de fotografía mirando por el combo… Volví a sentir aquélla vida que le dimos al edificio durante seis días. Reviví, por medio del recuerdo y unos pocos minutos, aquella semana en que los sueños del pasado se desempañaron y me devolvieron, de forma cruel, a la realidad de La Salle, como si ésta quisiera decirme algo.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Chuck Norris, Dios y las armas

“El derecho del pueblo a disponer de armas jamás será infringido”.
(Chuck Norris).
Hace menos de una semana, Barack Obama fue premiado con el Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, el país que preside continúa siendo la potencia internacional que más invierte en esas llamadas “industrias de defensa” que tanto ha simbolizado en su evolución al gran país de las barras y estrellas. Suponemos que la corriente ‘obamista’ no será tan férrea a la idea de que cada americano tiene derecho a tener a un arma de fuego. O sí, vete tú a saber. Lo cierto es que es algo que ingénito a ese patriotismo desbordado y obsesión por la seguridad personal y familiar. Y si hay un icono que lleva prolongando su estela de mito ‘freak’ y reivindicativo del tema durante décadas, mucho más que cualquier otro, ése es, sin duda alguna, Chuck Norris, el heredero ideológico de Chartlon Heston. Y parece que no está muy de acuerdo con la política y la figura del actual ocupante de la Casa Blanca norteamericana.
El protagonista de la inolvidable ‘Desaparecido en Combate’ acaba de lanzar en el diario WorldNetDaily un artículo a modo de disciplina bajo el lema ‘Dios y las armas’. Para Norris las armas mantienen fuerte el espíritu, que para eso están. Para la defensa. En esta primera parte del alegato se alude a algunas de las enmiendas fundamentales del americanismo, para elegir una religión libremente y, sobre todo, para llevar armas de fuego. Se asegura que los derechos fundamentales de América se han convertido uno de los objetivos para las chanzas culturales a menudo consideradas como elementos de estilo de vida rural. Para Norris se utiliza una definición sesgada del conocido como ‘redneck’ sólo por este hecho. Y quien no esté de acuerdo, que tenga cuidado. Que el Walker Texas Ranger más conocido de la televisión fue el creador de la filosofía marcial Chun Kuk Do y puede repartir hostias como panes en cualquier momento. Por eso, asegura que prefiere utilizar su famosa y letal “patada giratoria” que un arma de fuego si alguien entra en su casa (o le lleva la contraria). Se contradice así aquél código 49 del ‘Chuck Norris Facts’ que atestigua que “siempre duerme con una pistola bajo la almohada’.
De momento, ya tenemos la primera parte de ese testimonio en el que hasta alude a Thomas Jefferson para amar por igual a Dios y a una buena AKA 47. Para Norris estos dos afectos van unidos y cogidos de la mano.
Palabra de Chuck.

martes, 13 de octubre de 2009

HBO Imagine, el cubo multinarrativo

Viene de hace unas semanas, pero no quiero dejar escapar la posibilidad de hablar de ello. Hace poco ha llegado a mis manos el enlace de ‘HBO Imagine’ conocido como ‘El Cubo’, otra de esas maravillas creativas de la HBO que mezclan ideas preconcebidas con innovación práctica. Si hace ya tiempo apreciábamos las ganas de transformar el medio por parte de una cadena nacida para revolucionar la televisión estadounidense y, por extensión, la del resto del mundo gracias a la creación de la agencia BBDO ‘Voyeur Project’, aquel experimento ‘vouyerístico’ de narración situacional de varias historias simultáneas gracias a unas ‘window peeping’, ahora, también de la mano de la mencionada agencia, nos sorprenden con una iniciativa similar, en su énfasis de aportar novedades a modo de acontecimientos en el panorama audiovisual.
Se trata de ‘El Cubo’, que propone un laberíntico entramado de historias que se entrelazan dentro de un cubo en 3D, donde de cada lateral del mismo se ramifican varios cortometrajes que cambian de signo y rumbo según se cambia la cara del cubo, accediendo a otro plano del filme, lo que provoca, en tiempo real, una sincronización con el resto de las caras del cubo. Pequeñas micropiezas que funcionan como obras de orfebrerías, que se necesitan entre sí para dar sentido al conjunto. Los señores de la cadena norteamericana privada vienen haciendo posible su complejo lema: “It’s more than you imagined, it’s HBO”.
Por cierto, después de toda la mañana tragándome la secuenciación de bifurcaciones narrativas, uno de los que me ha fascinado ha sido el segmento llamado ‘Teddy Bear Chase’.

lunes, 12 de octubre de 2009

Do ask. Do tell.

En el episodio 4 de la segunda temporada de ‘Padre made in U.S.A. (American Dad)’, lo que viene siendo la propuesta alternativa parida por Seth McFarlane junto a ‘Padre de familia’, Stan Smith, ese prototípico e hiperbolizado ultraconservador, patriota y obsesivo agente de la CIA y cabeza de familia de una prole disfuncional, es rechazado como orador en la Convención Republicana Nacional representando a Langley Falls. Resignado y dolido, hace ver su gran compromiso con la nación adaptando una obra teatral sobre David Derickson, el asistente personal de Abraham Lincoln. Pero lo que para él es un alegato al americanismo y a la rectitud de los valores más arcaicos de la mentalidad republicana, para los demás se percibe pronto como una metáfora del mundo gay, por lo que es invitado a ser el conferenciante del Sindicato de Gays Republicanos.
Estos días se emite en la HBO el documental con bastante mala hostia ‘Outrage’, de Kirby Dick, sobre el gobernador de Florida Charlie Crist, uno de los políticos republicanos que esconden su orientación homosexual con una doble vida. Lo mismo que el ahora retirado senador de Idaho Larry Craig y el ex gobernador de Nueva Jersey Jim McGreevey. Gays en su vida personal, esposos fieles y conservadores en su vida pública. Mientras en ‘American Dad’ se ironiza sobre la hipocresía yanqui acerca de los gays con la conversión de un radical convencido de los antediluvianos e inmovilistas efectos del viejo aire republicano con un personaje que pasa de presidir el ‘7th Annual Anti-Gay Palooza’ con Pat Robertson a querer compartir un crucero de la llamada ‘Cabaña republicana’, en la vida real política sigue habiendo gente que monta una vida alrededor de una mentira tramoyista para convencer a la sociedad y acaparar votos. Ahora Crist quiere conseguir un puesto en el senado de Washington, la misma ciudad donde se ha gritado este fin de semana el lema ‘Gay, straight, black or white, marriage is a civil right!’. God Bless America!

viernes, 9 de octubre de 2009

Review 'District 9 (District 9)'

Ucronía con muy poca metáfora y excesiva acción
La cinta de Blomkamp sigue las directrices genealógicas del falso documental para abordar una sutil crítica contra el racismo y el poder. Sin embargo, abandona muy pronto el discurso sociopolítico para lanzarse hacia un cine de inmediatez y efectos especiales.
Dedicado al mundo de la publicidad y con sólo un par de cortometrajes, el joven sudafricano Bill Blomkamp ha sido apadrinado por el poderoso Peter Jackson para un debut que tiene como génesis uno de esos trabajos cortos, ‘Alive in Jogbur’. En éste, el joven cineasta ya proponía las mismas bases que en ‘District 9’ con la presentación de un falso documental y una misma premisa: la existencia de un gueto a modo de campo de refugiados con alienígenas que han sido apartados de la sociedad dentro de la ciudad de Johannesburgo, en Sudáfrica. La identidad de este arranque del largometraje evidencia un seguimiento del complejo entramado de la impecable pieza corta.
Se comienza así la descripción de un proceso de llegada de los extraterrestres y el paulatino cerco al que son sometidos, en una especie de normalizado ‘apartheid’ que acredita la intransigencia y el racismo implícito en la sociedad moderna. Tres décadas después de que los extraterrestres llegaran a tierras sudafricanas, fueron recolocados y apartados del ‘downtown’ en un espacio a las afueras de la ciudad, en un terreno denominado ‘District 9’, donde la pobreza y la miseria han marcado la vida de estos visitantes de otro mundo. La MNU, una corporación designada por la ONU para hacerse cargo de los extraterrestres, utiliza este movimiento como excusa reubicarlos en unas nuevas instalaciones y así evitar la convivencia entre las razas.
Tanto ‘District 9’ como ‘Alive in Joburg’ suscitan su posición de drama que bebe de las fuentes del hiperrealismo televisivo para mostrar ese docudrama mezclado con la original ciencia ficción de fondo. Aquí el género es tomado como pretexto a la hora de hablar de la capacidad sin límite de los gobiernos a la hora de marginar a comunidades enteras y de qué forma sus discursos de concordia esconden oscuros intereses como, en este caso, apoderarse de su tecnología armamentista. Blomkamp sigue las directrices genealógicas del falso documental para establecer los fundamentos de su alegato en contra de la irracional usufructo que los fuertes hacen de los más desfavorecidos trazando un escenario apocalíptico.
Los primeros minutos componen lo mejor del filme, con una vivacidad frenética, a través de declaraciones a cámara que imponen un propósito de verismo en su intento de metáfora política con ímpetu de denuncia y sacan a la superficie los viejos fantasmas del pasado de Sudáfrica. La misantropía y el odio se dan la mano como elementos adheridos a una Humanidad condicionada por sus acciones miserables. Sin embargo, ‘District 9’ se traiciona demasiado pronto a sí misma, puesto que la seriedad con la que se planeta una especie de ucronía y parábola humanista con connotaciones de ofrenda a la serie B se desgaja en el mismo momento en que el agente del gobierno Wikus van der Merwe se expone ante la biotecnología de los aliens.
A partir de entonces, la crítica social subyacente se abandona a favor de la ‘buddy movie’, de cierto humor que no cuaja muy bien con lo planteado en su comienzo. Poco importa que el ser humano haya enganchado a los visitantes a una droga en forma de comida para gatos, ni de las imposiciones a la hora de hacerles firmar un documento que les haga más fácil su traslado, ni de la violencia que se ha utilizado en este barrio restringido donde habitan esa raza extraterrestre que recuerda a los Vortigaunts del videojuego ‘Half Life 2’ y sus trapicheos con bandas nigerianas. Con la segmentación argumental se recurre fácilmente a los lugares comunes del género de acción, muy por encima de su esencia de ‘Sci-Fi’.
Para Blomkamp llega un momento en que lo único que hace avanzar la acción son los continuos giros hacia un cine de inmediatez y efectos especiales que renuncia al discurso sociopolítico y lo convierte en una sátira atiborrada de insustancial pirotecnia. La rápida transformación de Van der Merwe (interpretado por Sharlto Copley), protagonista caricaturesco que, de ser un papanatas integral, un necio que es arrojado a la boca del lobo, va creciendo fulminantemente hasta reconvertirse en un superhéroe al más estilo Hollywood, se deja en manos de los tópicos y la excentricidad como único valor de avance del largometraje. Lo mismo sucede con ese alien (de esperpéntico nombre Christopher Johnson) y su hijo, que son sólo una excusa para hacer ver lo magníficamente integrados que están los efectos especiales en la acción real, así como ese estrambótica recreación a lo ‘Transformers’ de la pugna final (el cineasta ha dirigido el anuncio de Citröen con esta materia) o el levantamiento de las naves que protagonizan el último tramo de la cinta. Y llegados a un punto donde todo vale, el único motor de solución y justificación es el ‘Deus Ex Machina’.
Sin embargo, lo cierto es que, aunque ‘District 9’ caiga en todo tipo de convencionalismos y no sea esa obra maestra impuesta por los ‘fans’ que han caído rendidos ante este fenómeno de culto instantáneo, no hay que negarle un privilegiado sentido del ritmo y del espectáculo que se hermana en imagen con un elaborado acabado formal. Se trata, por tanto, un filme entusiasta, que no renuncia en ningún momento a su esencia de divertimento hijo de su época, la misma que, por medio de una campaña viral intachable, ha sabido activar la atención de los nuevos modelos de comunicación y difusión del momento y la ha convertido en el éxito más rentable del año.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMA REVIEW: 'Ágora', de Alejandro Amenábar

martes, 6 de octubre de 2009

'El tren': Antihéroes contra el expolio nazi

John Frankenheimer salió de aquel fantástico grupo de cineastas denominado ‘La generación de la televisión’, compuesto por autores con un ideario y unos principios determinados que, con erudición televisiva de calidad, afrontaron su carrera cinematográfica con un concepto de realismo y tejido social que modificó las tesis se que alejaron, en cierta medida, del post-macarthysmo, la guerra fría y el patriotismo de la época. En ‘El tren’, Frankenheimer se olvida de cualquier moralismo implícito de las decisiones antinaturalistas que se toman a lo largo del filme. En ese periplo donde los franceses tienen que impedir que el tren que transporta tesoros artísticos de un museo de París destinadas al III Reich termine su trayectoria. La película obliga al espectador a asumir un juego de apariencias desde su inicio, cuando Labiche (Burt Lancaster), uno de los antihéroes que dedican su vida al ferrocarril, se destapa como un agente secreto encargado de que la misión de tráfico de obras no se haga efectiva.
Un juego de recovecos psicológicos que, dentro de un filme bélico, se impone a las armas, que cuestiona las decisiones de un personaje que juega un doble papel; el de aquel que tiene como obligación salvaguardar la integridad artística que va en la locomotora y al mismo tiempo debe impedir que el tren llegue a Alemania. Todo ello, en un magistral artificio donde hay que burlar al enemigo y obligarle a creer su propia mentira. Una pugna dialéctica y moral donde se especula sobre la vida y el arte, temas capitales que son tratados frente a frente por Labiche y Von Waldheim (Paul Scofield), un oficial nazi que es capaz de sacrificar a sus hombres por cumplir su misión y a la vez se aleja del mercantilismo alemán porque adora esos cuadros.
Basada en el libro ‘Le front de l´Art’, de Rose Valland, responsable del museo Jeu de Paume, lugar donde se acopiaban los cuadros que los alemanes habían saqueado de Museos y colecciones privadas de Francia antes de su traslado a Alemania, supone uno de los mejores trabajos de Frankenheimer, que da una lección de detallismo, definido en el cuidado con el que cineasta puntúa cada plano (algunos de ellos, planos secuencia abrumantes y perfectos), sin ahorrar tensión o violencia, dejando que la acción vaya creando el desasosiego necesario en la gradación e influencia de cada personaje. ‘El tren’ es una ejemplar muestra de cine de acción bélico con un engranaje narrativo que funciona como un reloj.

viernes, 2 de octubre de 2009

'Gordos (Gordos)', de Daniel Sánchez Arévalo

Exceso de peso
A pesar de seguir los preceptos de riesgo de su obra debut, Daniel Sánchez Arévalo naufraga parcialmente en su compleja fusión de comedia y drama, pero sin negarle al cineasta la pasión y ternura con la que va fragua la materia humana de sus personajes.
‘Azuloscurocasinegro’ fue la culminación cinematográfica en largometraje por parte de Daniel Sánchez Arévalo tras convertirse en un valuarte del cine español que instauró un modelo de cortometrajes de éxito. La expectación fue máxima y no defraudó. Su debut fue la demostración de pericia con una historia custodiada con total dilección, sin concesiones a grandilocuentes aspiraciones de suntuosidad, abandonando los esquemas preestablecidos y dejándose llevar por su profundo respeto hacia unos personajes que resultaron verosímiles, gracias a que fueron filmados con sensibilidad y entusiasmo.
‘Gordos’, su segundo trabajo, pretende seguir el camino de abordar otra película contracorriente, que no responde a ninguna conducta o estilo predefinido de lo que se podía esperar de este joven talento. La trama se centra en denunciar los excesos y carencias de la vida a través de cinco historias vinculadas mediante una terapia de grupo para superar los complejos provocados por un tema compartido: la obesidad. Desde un homosexual violento e inestable que vendió pastillas adelgazantes hasta una joven muy religiosa a punto de contraer matrimonio con su novio, pasando por investigador de la policía científica con una prole entrada en carnes a excepción de su hijo, una ingeniera de telecomunicaciones que ha engordado mientras su pareja reside en Los Ángeles hasta llegar al propio psicólogo que lleva la terapia, un hombre que no soporta la idea de ver engordar por un embarazo a su mujer, una atlética profesora de educación física.
Esta fábula de vidas cruzadas aborda el sobrepeso desde un prisma comprometido con los problemas de sus personajes, desde la conformidad al repudio, con las reconvenciones de ése pequeño ecosistema de gente con conflictos internos que van más allá del aspecto físico y las consecuencias de la dejadez interior y la apariencia exterior. ‘Gordos’ expone una serie de traumas y obsesiones en unos roles incapaces de ser felices y enfrentarse a sus verdaderos pensamientos y deseos, de encontrar su lugar en el mundo. La obesidad, en este caso, sería una metáfora de un modo de vida contemporáneo en el que importante no tanto la inestabilidad personal y autodestructiva como la apariencia externa. Estamos ante una muestra de cine ambicioso, puesto que Sánchez Arévalo no se conforma con ofrecer una interrelación de conflictos personales entre los personajes, sino que se muestra arriesgada en los excesos dentro de sus propósitos al fusionar, no siempre adecuadamente, comedia y tragedia.
Es en esa difícil avenencia de géneros donde ‘Gordos’ naufraga parcialmente, padeciendo de cierta irregularidad en la sucesión de un tono pausado y cómplice, donde humor y drama parece integrarse con aparente facilidad, a ponerse muy solemne en esa variante de relaciones y crisis personales que van tomando protagonismo según avanza la segunda mitad del filme. Supone un cambio de ritmo desigual y extraño, pero que a su vez logra emocionar en su último tramo, pese a esa confusión provocada por la doble vertiente descompensada de sus designios narrativos. Eso sí, hay que increpar el abusivo manejo de un humor algo ordinario, que se desubica, en cualquier caso, dentro de las intenciones tragicómicas del filme, así como la indulgente utilización de la religión, la doble moral y el sexo como diana para muchos de sus ‘gags’, a veces reiterativos, otros hiperbolizados por un ímpetu trasgresor y fácil.
La segunda película de Sánchez Arévalo consuma una desigual trayectoria que acaba por destaparse como una cinta pesimista que no esconde sus vicios a la hora de exponer con rigor ciertas situaciones que caen directamente en lo grotesco (como esa amante de Enrique interpretada por Pilar Castro, la profesión de policía científico de uno de ellos y el desencadenante de la ruptura familiar y todo lo que concierne a Enrique, uno de los principales motores de la acción). Es otro de los factores que hace que ‘Gordos’ fuerce una desatendida inverosimilitud que resta vigor al fondo costumbrista sobre el que se asienta, desposeyendo así de gran parte de la empatía que se busca con sus personajes. Un hecho que sí era indiscutible en ‘Azuloscurocasinegro’ y que aquí termina por formular una especie de ficción harto discursiva.
Lo que no se le puede negar al cineasta es la pasión y ternura con la que va fraguando la materia humana de sus personajes, por muy estrambóticos o estereotipados que sean, asumiendo los defectos y sus riesgos. En lo que no hay ninguna duda es en lo bien que dirige actores el director madrileño. El elenco de enfático talento se revela como lo mejor de la función. Sánchez Arévalo es consciente de que su comprometida jugada sólo podría estabilizarse con una dirección actoral a la altura. Y lo cierto es que todos, en mayor o menor medida, aportan unos trabajos interpretativos excelentes. Desde los afanosos Roberto Enríquez, Verónica Sánchez o Fernando Albizu a la eficacia de Pilar Castro, Marta Martín y María Morales hasta la gran disposición de Leticia Herrero y, sobre todo, de un Raúl Arévalo que sabe mesurar un personaje difícil, con un capacidad interpretativa sorprendente. En este apartado, es posible que el peor parado sea Antonio de la Torre, ya que a pesar de una colosal y loable metamorfosis física para su papel, no logra traspasar ese esfuerzo a la credibilidad que requería un cierto patetismo y la crueldad de su violento personaje gay, excediéndose en su histrionismo, sin terminar de uniformar el cambiante carácter de su personaje.
‘Gordos’ es una historia irregular, llena de trabas y carente de un ritmo uniforme. Eso sí, también es verdad que es una película comprometida con sus menoscabos, que lleva hasta el final sus preceptos de heterogeneidad en su forma de hablar del desamor, de los miedos a enfrentarse a la realidad y esconder los verdaderos problemas en el aspecto físico. Sánchez Arévalo, muy al contrario del discurso de Enrique con esa secuencia a modo de epílogo en el desaconseja la utilización de ‘Kilo-AWay’ para adelgazar, no cae en la fácil moraleja que hacer hincapié en que lo importante no está en el exterior, sino en el interior de las personas. Lo más significativo, al fin y al cabo, es que, si bien esta nueva película ha dejado un sabor agridulce, estamos ante un director imprevisible con gran capacidad para narrar y un futuro lleno de sorpresas.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMA REVIEW: 'Disctrict 9', de Neill Blomkamp.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

'Un mundo desde el Abismo' en el Congreso Comunicación 3.0 sobre nuevos modelos comunicativos

Hace cinco años decías que tenías un ‘blog’ y la gente no sabía muy bien a qué te referías. Hoy es absurdo señalarlo porque sea da por hecho que, o bien todo el mundo tiene uno, o se conoce de sobra el término. Diez años en el mundo de Internet le han bastado a este nuevo entorno de comunicación y ocio para ver un crecimiento desmedido, dejando un efecto de masificación que comenzó a darse desde 2006 apróximadamente. Según Technorati, se crean en el mundo 1,5 blogs nuevos por segundo. Otros tantos mueren cada día por inercia o por incuria de sus autores. Los ‘blogs’ nacieron con vocación de intimidad, como un cuaderno de bitácora donde expresar libremente aquello que viniera en gana. Años después, la moda está establecida y lo divertido de este entorno de comunicación de masas cada vez más arraigada a nuestra lectura diaria es que se contagien con todo tipo de géneros. El ‘blog’ es el nuevo formato de comunicación que responde a un modelo de información libre y generalizada que forma parte de nuestro día a día. Se ha formado un ecosistema digital imparable y en continua evolución que ha pasado a transformar la Comunicación de Masas y el mundo del ocio en una Comunicación de Red Global.
Mañana comienza en Salamanca el Congreso Comunicación 3.0 sobre nuevos modelos comunicativos. Un evento que tratará de ahondar en la cada vez más frecuente relación entre medios de comunicación y los últimos cambios tecnológicos de Internet, como las redes sociales o la web 2.0. Serán dos días para reflexionar sobre ese paulatino alejamiento conceptual entre información y comunicación, que tiene que ver, fundamentalmente, con cuestiones técnicas en relación a los nuevos formatos de difusión. Las jornadas consistirán en conferencias y mesas redondas en las que participarán profesionales de reconocido prestigio. Esta última categoría no es la mía, pero estaré en la mesa inaugural este mismo jueves, departiendo junto a Alberto Marcos, uno de los organizadores y gran profesional de los medios, que moderará la sesión, y Ricardo Mena, una de las más instruidas personalidades dentro del mundo del cómic a través de su mítica Cabezabajo.
Eso sí, por la tarde, el Congreso se elevará a la esplendidez con la presencia del genio Ramon Trecet, un mito de la información, un ‘crack’ sin precedentes que marcó un antes y un después en la vida de aquéllos que seguíamos en nuestra infancia la NBA en el nunca olvidado ‘Cerca de las estrellas’. Elena Villegas y José Francisco Merino (Universidad de Salamanca), María Garrido (Universidad Pontificia), Alejandro Ugarrio (MARCA.com), Ruth Méndez (Telecinco), Miguel Manso (Cuatro), Alberto Cañabate (Invertia), Pilar Bernal (Telecinco) y David Cacho (La 7 Noticias) son los demás ponentes de este Congreso que tendrá lugar en Salamanca (Hospedería de Fonseca) los días 1 y 2 de octubre de 2009.

martes, 29 de septiembre de 2009

'El lector (The Reader)': Fantasmas del pasado

“La conciencia es cobarde y la culpa que no tiene fuerza para impedir, rara vez es lo suficientemente justa como para acusar” es una frase de origen inglés que se podría aplicar a la recuperada película ‘El lector’ meses después de su estreno en las salas cinematográficas. Stephen Daldry recompone una visión nada complaciente a la historia de posguerra y consecuencias del conflicto mundial sobre Alemania y su pasado nazi con una historia que se mueve entre cuatro décadas en las que se narra la historia de pasión y amor de Michael Berg, un inocente joven de quince años y una misteriosa mujer llamada Hannah Schmitz que ha superado los 35. Pronto la pareja comenzará a mantener habituales relaciones sexuales solidificadas con la lectura por parte del joven de obras de Homero, Twain, D.H. Lawrence, Goethe, Tolstoi, Schiller o Chejov que ella escucha atentamente. Un buen día, ella desaparece y él sigue su camino hacia el mundo adulto con el despertar sexual cumplido y el aprendizaje romántico inamovible a través de los años. El reencuentro de ambos años llegará en un tribunal. Él asiste como oyente y estudiante de derecho por la Universidad de Heidelberg. Ella sentada en el banquillo de los acusados como partícipe de actos criminales relacionados con el nazismo y el Holocausto. La introspección, en lo dramático y en lo ideológico, sigue fiel al texto de la obra Bernhard Schlin. Daldry y su guionista David Hare, siguen el proceso del distanciamiento temporal, el sentimiento de culpa, la parálisis emocional y el marasmo moral que desencadena este encuentro.
Más allá de esa relación de amor y sexo entre los dos personajes principales, ‘El lector’ lanza cuestiones de gran calado intelectual que determinan apuntan a la responsabilidad y culpa colectiva de un pueblo con respecto a su pasado. Se inscribe así en unos planteamientos de disidencia emocional al interior de un país y los sucesos pretéritos que sucedieron a un nivel histórico y mundial. Más concretamente, al Estado alemán y los campos de concentración nazis. Durante el juicio, Michael no puede mirar en ningún momento a la mujer que despertó su inicio sexual y primer amor, eludiendo con ello el pasado, sin asumir su vínculo con aquéllos tiempos de felicidad y calor femenino, avergonzado por el nexo que le une a esa mujer a la cual no puede pero quiere olvidar, como también su distanciamiento a su hogar y a su familia por esa huída del pasado. Hannah, por el contrario, afirma en el juicio que consintió que casi tres centenares de judíos murieran bajo el fuego porque era posible actuar de otro modo, ya que hubiera supuesto un caos insostenible. La actitud de Hannah es coherente por lo que respecta más al miedo por la burocracia nazi que por una intención criminal. Algo, obviamente, que desglosa cierta controversia ya no sólo en los magistrados y la opinión popular, sino en el posicionamiento del espectador ante la situación del personaje y la reflexión de doble rasero sobre el Holocausto.
Esta idea deviene en coartada a la hora de simbolizar en esta mujer la ingenuidad e ignorancia de un pueblo alemán también sometido durante el nazismo, pero que hace avergonzarse a las nuevas generaciones por lo acontecido. La historia de amor imposible se muestra como una alegoría de la incapacidad de aceptar la verdad histórica de toda la Alemania de una época concreta. Él deja escapar la oportunidad de asumir su pasado, ocultando datos que podrían haber salvaguardado la libertad de su ex amante (ella es analfabeta y por lo tanto es imposible que redactara las consignas nazis) por vergüenza y por las dudas morales. Mientras, ella aprovecha su segunda oportunidad para aprender a leer y a escribir, precisamente el lastre que le ha llevado a la cárcel por eludir la vergüenza de hacer público su incultura. ‘El lector’, es así una historia sobre la diferencia entre generaciones con respecto a un tema tan escabroso y polémico como el genocidio alemán.
Stephen Daldry se vuelve a mostrar diestro a la hora mantener la tensión e interés de una historia melodramática que nunca cae en la sensiblería. Y lo hace jugando con la música, la impecable fotografía y cuidada dirección de producción con un uso del tempo disminuido en celeridad que utiliza un montaje discontinuo, a modo de ‘flashback’ que da sentido a una historia sobre el pasado y el presente. El joven David Cross como Michael, Ralph Fiennes dando vida al mismo papel en su madurez y sobre todo, ese portento de la interpretación llamado Kate Winslet hacen posible la cercanía (a veces excesivamente fría) de esos personajes que, por uno otro motivo, buscan el perdón y la redención.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009