sábado, 22 de diciembre de 2007

Ya está aquí, como cada año, la Navidad

Frases como “cada vez llega más pronto”, “la Navidad es un invento de las grandes superficies”, “odio estas putas fechas”, “papá... ¿compramos un jamón?” y “estoy deseando que pasen las fiestas de una vez” forman parte de una tradición inquebrantable, un trance anual que todos tenemos que pasar, queramos o no, entre finales de noviembre (aunque dentro de poco arrancarán en septiembre) y el día de Reyes en enero, más o menos.
La Navidad se caracteriza por ser un acontecimiento que sirve de excusa para todo; para salir de fiesta, para emborracharse, para tirarle los trastos a la compañera de trabajo, para proponerse sin éxito ser mejor persona, para cenar en familia, para aburrirse, para sonreír sin ganas y, sobre todo, para comer y beber de todo sin control. Durante varios días de fiesta, alternamos toda clase de opulentas cenas y comidas con compañeros de, con amigos y familiares, Nochebuena con Navidad, Nochevieja con Año Nuevo, comida de la empresa, cena de antiguos compañeros, habituales cogorzas semanales... Fiestas arraigadas a las guirnaldas, al muérdago, a las luces de colores, a los belenes, a un pequeño pino talado violentamente para goce efímero de la vista, a la predisposición de los buenos sentimientos convertidos a la mínima de cambio en encendida mala hostia. Eso es la Navidad.
No pretendo desnaturalizar este estético y hermoso periodo, ni arremeter contra una serie de ritos sacralizados que han perdido la batalla contra el gasto comercial sin control. Por supuesto, no voy a adoctrinar sobre nada de ello. Para eso está esa canción tan desmadradamente cierta de los Soziedad Alkoholica referente a esta cuestión. No voy a caer en el error de posicionarme en una actitud desmitificadora que enuncie una imprecisión disfrazada de individualismo, de puro egoísmo, del “no me gusta la Navidad porque es una mierda”. Es más, a mí siempre me ha gustado preconizar estas fiestas, aunque sea por la estética y visualidad, por la citada preferencia a la algarabía, por las ridículas cestas con embutido del barato, el champán sin marca y el turrón del duro, por los Niños de San Ildefonso cantando la pedrea y el gordo hoy, día 22; por ver ‘Plácido’ y ‘Qué bello es vivir’ en una sola sesión, por reencontrarme con gente a la que sólo veo en estas fechas, por las cenas familiares y amiguetiles, por el frío intenso de una preciosa ciudad iluminada al amparo de un gigantesco árbol... Parece que celebrar la Navidad se ha convertido en una actividad infamada y apática. Pero no creo que sea así. Si lo es, debo ser de los pocos gilipollas a los que les gusta la Navidad por cuestiones arraigadas al verdadero espíritu de estas fechas. En otras palabras: los que no saben tomar parte del rito se confortan atacándolo. Como todo en este mundo.
Pero cuando hay que celebrarlas, abrir regalos y apreciar el ambientecillo resplandoroso de las calles iluminada salir de fiesta hasta altas horas, todos se apuntan. Todo el mundo sale, se emborracha e intenta pasarlo bien. El concepto de Navidad está más allá de la parafernalia consumista. Y es que la confusión atávica ante el inexorable ciclo vital, del invierno y del verano (con las vacaciones familiares –la otra gran diatriba del español moderno-), ha creado celebraciones de solsticios para todos los gustos. Lo divertido de todo es ser cínico, socarrón y disfrutar de todo con divertimento. La Navidad es la época ideal para reírse con más fuerza de aquellos a los que no le gustan. Algo así, como el mensaje de esa más que interesante película de Terry Zwigoff que es 'Bad Santa', donde un Santa Claus borracho, pendenciero, ladrón e hijoputa encuentra el espíritu de las Pascuas en un niño 'loser' gordo y medio imbécil cuyo máximo deseo es tener un estúpido elefante violeta como regalo de Navidad. O a una joven ninfómana que disfruta del sexo navideño si Santa lleva el gorro de la borla roja por un complejo infantil. La Navidad es cojonuda, amigos. Y quien diga lo contrario es que no sabe disfrutar de las cosas buenas de la vida.
Próximamente, volveré a recordar algún especial ya aparecido en el Abismo en anteriores Pascuas. Porque, desde diversas perspectivas, otra de las cosas que atraen en estos días es vaguear un poco y disfrutar más de esas cosas que ahora saben mejor en esta tradición universal y ancestral.
Yo, por mi parte, he desempolvado el flash navideño de la cabecera para ‘Un Mundo desde el Abismo’ decorando este espacio para la ocasión, dándole así una absurda pero vistosa pátina navideña. Incluso he colgado una ridícula instantánea de ese ‘otro yo’ que escribe en la red con un simpático gorrito de Papá Noél, o Santa Claus, o Kris Kringle, o San Nicolás… Da lo mismo.
Otra cuestión a debatir sería si las efigies mágicas de nuestra Navidad española han dejado dilapidarse por imágenes anglosajonas, los Reyes Magos dilapidados por Santa Claus. Sólo me queda decir: FELIZ NAVIDAD a todos y a ser tan felices como podáis. Por lo menos, en estas fechas… tan ‘señaladas’.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Review 'Mr. Brooks (Mr. Brooks)', de Bruce A. Evans

La perfección del ‘psycho-killer’
‘Mr. Brooks’ recrea con precisión un viaje al enfrentamiento maniqueo de la conciencia, del deseo y el acto, en un personaje antológico al que da vida un inesperadamente acertado Kevin Costner.O
“La normalidad, a veces, puede ser monstruosa”. Es una de las célebres frases de Robert Louis Stevenson que reflejó en su portentoso libro ‘Dr. Jeckyll & Mr. Hyde’, obra con la que esta ‘Mr. Brooks’ comparte sus pilares primigenios. La película de Bruce A. Evans habla de la dualidad propia de la naturaleza humana, de la misma esencia con la que el clásico literato escocés abordó la lucha interior entre la razón y los instintos, entre la conciencia y el inconsciente, en un entorno obsesivo y físico, que está asociado a la faceta más oscura del ser humano. Kevin Costner da vida a un triunfador empresario y filántropo reconocido que, tras su amable rostro y su feliz vida como intachable hombre de negocios y ejemplar marido fiel y amante, esconde a un asesino en serie motivado por un tenebroso ‘yo’ llamado Mr- Marshall (su Hyde particular), impulsor de conductas criminales que ha logrado con sus múltiples asesinatos un arte perfeccionado, llevando a cabo una metodología impecable.
Earl Brooks es un hombre adicto al crimen, que no niega sus disfunciones patológicas, pero que se arrepiente en una (simulada) cruzada interior con los instintos perturbados que determinan y condicionan sus relaciones familiares y su vida social. Representa una concepción mucho más precisa del ‘psychokiller’ de lo que el espectador está acostumbrado a ver en el cine contemporáneo, en exceso enviciado por la vileza de célebres precedentes que han marcado las actitudes modélicas del asesino en serie cinematográfico.
El personaje de Costner es un monstruo real, peligroso, que esconde su verdadera personalidad detrás de una máscara social que le ampara y le protege, conviviendo en la hipocresía de una sociedad que premia como ‘hombre del año’ a un homicida que roza en su proceder la perfección. El asesino, tal y como lo conocemos en nuestros días, ha despertado en el hombre moderno una pasión en la que han convergido tanto la ficción, alimentando con sus iconos mitos de la gran pantalla, como la realidad, con unos sucesos cada vez más inexplicables que asolan nuestra sociedad.
A modo de tragedia clásica, puramente ‘shakespeareiana’, ‘Mr. Brooks’ afronta sin complejos, y desde un principio, su riesgo por definir la visualización del ‘Doppelgänge’, que representa el lado oscuro del ‘yo’ transmutado en un ser misterioso y tenebroso ser, corporeizado sólo en la imaginación enfermiza de un hombre falsamente torturado que irá escalando en la evolución psicológica de uno de los más fascinantes roles de los últimos tiempos.
Es un fascinante viaje al enfrentamiento maniqueo de la conciencia, del deseo y el acto, de los impulsos que concretan las acciones de un calculador hombre sin escrúpulos que, paradójicamente, empatiza rápidamente con el público, dada la dulzura y afabilidad que siempre ha transmitido el rostro de un Kevin Costner que realiza aquí la mejor interpretación de su carrera desde ‘Bailando con lobos’.
En el interior de esta tortuosa fábula de perversidad cruel y brillante se incluyen sinuosos giros argumentales, absorbiendo la esencia de algunas subtramas asimétricas, para hilvanarlas de tal manera que se confabulen con la constante depravación con la que se va desplegando el lógico diseño argumental confeccionado por Evans y Raynold Gideon a modo de culebrón concéntrico, pero que no es más que un sardónico guiño para tratar otro tipo de padecimientos sociales, de adicciones que no escapan a la afilada crítica subversiva del filme; como ese ‘vouyerismo’ de un fotógrafo que quiere comprender qué se siente al matar y los efectos psicológicos que produce de esa droga a la que Mr. Brooks es adicto. Puede parecer un giro extraño y poco incongruente dentro de la narración. Sin embargo, la aparición de este chantajista interpretado por el cómico Dane Cook, víctima también de sus propios instintos, es la reivindicación patológica de esa enfermedad morbosa que se ha instalado definitivamente en nuestro entorno cotidiano.
En la otra cara de la moneda, la implacable agente de policía que lo persigue en una recuperación de la mejor Demi Moore que se recuerde, que simboliza amén del representante moral de la ley, la rebeldía impuesta a una vida marcada por el autoritarismo paterno, fracasando en sus relaciones íntimas e incapaz de atrapar al asesino que se esconde tras el rostro del señor Brooks. El perseguidor y el perseguido son dos roles contrapuestos, que no responden al raciocinio moral de un ‘thriller’; mientras uno triunfa en sus vertientes (los negocios y su oscura adicción al asesinato), el otro es una persona frustrada a la hora de mantener la calma en su vida, también falseada debido a los mareantes números de su cuenta corriente por miedo a traicionar sus principios.
‘Mr. Brooks’ camina en el filo génerico del ‘thriller’ psicológico y el drama de personajes, y logra evitar cualquier tipo de enjuiciamiento moral hacia un personaje principal construido desde la aceptación de la maldad como elemento convencional, dentro de una historia brillante que merece el elogio de las películas destinadas a no pasar desapercibidas.
Un hipnótico y adictivo periplo a la mente de un frío ‘psychokiller’ donde no falta la violencia consecuente con la historia, algún que otro desliz de ambición narrativa (el miedo del padre que ha infectado el instinto criminal a su hija) o una anticuada banda sonora a cargo de Ramin Djawadi que puede llegar a saturar, descontextuando en ocasiones la acción. Pero lo cierto es que Evans sabe equilibrar su función, reposado en un matiz aséptico e innovador, de cuidado modernismo y estilización visual, que es incomprensiblemente quebrada con la fusión de estilos que desfilan en momentos puntuales del filme; como un tiroteo de relantíes bajo las notas de una música estridente o algún efectismo que está a punto de romper su digresión entre la voluntad psicológica y la acción mecánica del filme. A pesar de ello y de que podría haber sido mucho más controvertida en sus planteamientos y definición, ‘Mr. Brooks’, sin mucho alarde y gran virtuosismo, es una de las pequeñas sorpresas más reconfortantes y sorprendentes del año.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2007

lunes, 17 de diciembre de 2007

Palabra de R2

R2-D2, el droide astromecánico al que ha interpretado durante estas tres décadas Kenny Baker a lo largo de los seis episodios de la saga galáctica de George Lucas, es uno de los personajes con más reclamo del emporio espacial ‘Star Wars’.
Apareció junto a su inseparable compañero C3-PO, en aquella imborrable imagen en el planeta Tatooine, tras recibir una importante misión por parte de la Princesa Leia Organa, que colocó en su memoria los planos de la Estrella de la Muerte antes de ser comprados por Luke Skywalker y su tío Owen Lars.
R2-D2 tenía una peculiar manera de expresarse, a través de señales sonoras y pitidos muy reconocibles dentro de las características privativas de la fauna ‘starwarsiana’. Así, este robot cabezón, terco e perspicaz, replicaba al siempre rezongón y parlanchín 3PO, a Luke, a Han Solo y a todo aquel que se cruzara con él.
¿Qué es lo que decía en realidad? Gracias al R2-D2 TRANSLATOR podremos revelar aquellas frases, proponer las nuestras propias y conocer de cerca la locución mecánica y robóticade este inmortal autómata galáctico.
Otra de esas entrañables ofrendas que saciará el ávido fervor de los fanáticos de ‘Star Wars’.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Nochevieja Universitaria

Salamanca se ha convertido en el corazón mundial de la fiesta, de la algarabía, de la nocturnidad, del pecado, de la holganza estudiantil, del poderoso caos etílico… Sólo así se puede explicar que anoche más de 30.000 jóvenes inundaran las calles salmantinas para festejar lo que se ha dado en llamar la ‘Nochevieja Universitaria’, excusa navideña convertida en una tradición inexcusable, que consiste adelantando las campanadas del próximo día 31 para sustituir las tradicionales uvas por gominolas, por chupitos de whisky, por tragos de champán o pelotazos de litronas furtivas.
La jubilosa dipsomanía y la turbación alcohólica de grado superior se dan cita así entre los más jóvenes de la ciudad. Unos universitarios en plena fase de revelación (como yo hace muchos años), a punto de descubrir que la verdadera sabiduría académica, donde realmente uno aprende cómo funciona la vida, está en las cafeterías de las facultades y en los bares más recónditos de la ciudad.
Reunidos masivamente en la espectacular Plaza Mayor, entre el hedor destilado de ebria exultación, los estudiantes esperan impacientes las doce campanadas que darán inicio a una de las noches más multitudinarias y largas del año. Este 2007 incluso se han cortado calles para albergar la llegada de diferentes autocares venidos de otras provincias que un año más han participado en esta verbena colectiva. Está claro; hay unidad desprejuiciada siempre que haya fiesta y bullicio, jolgorio y posibilidad de pillar cacho. Después de las campanadas, la fiesta se traslada a los más diversos establecimientos que hacen el agosto con esta desquiciada madrugada donde todo es posible.

Globos de Oro

Películas como ‘American Gangster’, de Ridley Scott, ‘Atonement’, de Joe Wright, ‘Eastern Promises’, de David Cronenberg, ‘The Great Debaters’, de Denzel Washington, ‘Michael Clayton’, de Tony Gilroy, ‘There will be blood’, de Paul Thomas Anderson, ‘No country for old men’, de Joel Coen, ‘Sweeny Tood’, de Tim Burton, ‘Across the Universe’, de Julie Taymor, ‘Charlie Wilson’s War’, de Mike Nichols, ‘Juno’, de Jason Reitman… o nombres como George Clooney, Daniel Day-Lewis, James McAvoy, Viggo Mortensen, Johnny Depp, Ryan Gosling, Tom Hanks, John C. Reilly, Casey Affleck, Javier Bardem, Philip Seymour Hoffman, John Travolta, Tom Wilkinson, Cate Blanchett, Julie Christie, Jodie Foster, Angelina Jolie, Keira Knightley, Ellen Page, Marion Cotillard, Tilda Swinton, Julia Roberts ya están nominados a los Globos de Oro que se celebrarán el próximo 18 de enero.
Ya sabemos por dónde van a ir los tiros en las próximas candidaturas de los Oscar.
Además, Steven Spielberg recibirá el premio honorífico Cecil B. DeMille “por su extraordinaria contribución en el área de entretenimiento”. Y eso, es quedarse muy corto.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Review 'Bee Movie (Bee movie)', de Simon J. Smith y Steve Hickner

Enésimo desacierto de Dreamworks
Pese a algún que otro atractivo, el proyecto personal de Jerry Seinfeld es un autocomplaciente filme, falto de inventiva, al que le sobra parte de su cargante moralina ecológica.
‘Bee Movie’ podría haberse convertido en una de las películas de estas próximas Navidades. Sobre el papel, tenía un doble interés; por una parte, es otra tentativa de la factoría Dreamworks que, exceptuando el éxito de ‘Shrek’, sigue sin ofrecer grandes logros dentro de la animación digital (‘Hormigaz’, ‘Chicken Run’, ‘Espantatiburones’ o ‘Madagascar’ como ejemplos más claros). Por otro, su máximo impulsor, productor y guionista no es otro que el incomparable Jerry Seinfeld, uno de los mejores cómicos americanos, demiurgos del ‘stand up comedy’ y rostro popular gracias a una de las más célebres ‘sitcoms’ de la Historia Catódica.
Con esto, la cinta de animación dirigida por Simon J. Smith y Steve Hickner, debería, al menos, haber ambicionado el cambio hacia un humor inteligente y la parodia que se esperaba de los objetivos de Seinfeld. Pero no es así. ‘Bee Movie’ cae en seguida en los tópicos y materias ordinarias del cine animado, en el remedo fácil e indulgente, con ínfulas de agradar tanto a los más pequeños como a los mayores con esas gotas de crítica adulta tras las infantilizadas grafías de sus caracteres, pero sin ningún tipo de distinción e interés.
Se aquí narra la historia de Barry B. Benson (con voz del propio Seinfeld –en la versión española doblada con inesperado acierto por Arturo Valls-), que después de acabar sus estudios choca con la confusión vital de la juventud desorientada al negarse a formar parte de la absurda colectividad que disfruta con el automatismo laboral y la rutina de la colmena. Partiendo de este prometedor arranque, en el que hay cierto efluvio fantástico de distopía social con el fondo existencial de ‘El Graduado’, de Mike Nichols, la abeja emprenderá una aventura por las calles de Nueva York, donde además de conocer a una hermosa joven (y establecer una extraña relación de amistad con ella), descubrirá que los humanos están robando para su beneficio la miel que tanto esfuerzo le significa a su comunidad.
A partir de ese momento, ‘Bee Movie’ comienza a hacer aguas en todo su desarrollo, con mejunje genérico donde todo es legítimo; cine de reflexión social, comedia de ‘gags’, cine judicial, de denuncia, de acción, comedia romántica de enredo, de catástrofes… lo que termina por concederle cierto aire de desaguisado fallido e inconsecuente.
En exceso surrealista, sin mucho sentido a la hora de ‘normalizar’ la relación entre animales y humanos, desperdicia un puñado de buenas ideas que se van diluyendo en los recovecos de un guión insustancial, con algunos golpes divertidos, pero que no van más allá del mero anécdota que la aportación autoparódica de Ray Liotta o Sting. Su fugaz sátira política contra las grandes corporaciones (a Enron, por ejemplo) y su lucro gracias al trabajo de la explotación laboral o la homogeneidad paralela entre la sociedad humana y la colmena de abejas de aquéllos que buscan una oportunidad en el mundo quedan difuminadas con el invariable mensaje medioambiental de una película con abusiva moralina ecológica, escueta y simplista, de criticable ingenuidad a la hora de abordar sus planteamientos.
Consigue, sin mucho acierto, alguna sonrisa amable y el vacuo artificio técnico de alguna de sus secuencias (como en la persecución del camión de ‘Honey Farms’ o la excelente presentación inicial de la colmena), pero ‘Bee Movie’ no deja de cumplir con todos los reiterativos tópicos de las películas de animación, sin hacer tampoco alarde de ápice de suntuosidad tecnológica y tampoco encontrando cualquier atisbo de equilibro interno.
La jugada de Spielberg y Seinfeld carece de humor inspirado y, pese al éxito que está cosechando en taquilla y breves pinceladas de fantasía ecológica, supone uno de los trabajos más autocomplacientes y menos cuidados de DreamWorks Animation. Y, vista la filmografía de este departamento, describir así ‘Bee Movie’, es lo peor que se puede decir de esta anodina película de animación.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2007

lunes, 10 de diciembre de 2007

Björk y Gondry, el reencuentro

En su esencia, Björk puede llegar a ser odiosa. La excéntrica personalidad de esta islandesa con rostro de desequilibrada y actitud de incongruente caprichosa rompe cualquier definición de estrafalario, en gran parte por un ego artístico desmedido y una forma de envolver su frágil figura que bordea siempre el más provocador ridículo.
La polémica artista, con una constante actitud por mostrar la imagen de su música en un entorno modernista, a veces ‘cyberpunk’, porcelanoso, encubierta bajo una imperecedera nebulosa de logrado misterio, enclaustrada en un psicodélico glóbulo de pretensión, es, sin embargo, una indiscutible transformadora y rupturista musical que ha logrado ir evolucionando en su propia dinámica vanguardista. Nadie puede negarlo.
Esta semana, ha sido noticia la nueva y esperanzadora reunión de la ex componente de Sugarcubes con uno de los visionarios más destacados del entorno audiovisual actual, Michel Gondry, con el que ya ha colaborado en seis ocasiones anteriormente (‘Human Behaviour’, 'Army of Me’, ‘Isobel’, ‘Hyperballad’, ‘Jóga’ y ‘Bachelorette’). Ambos vuelven a unir sus armas diez años después en el vídeo ‘Declare Independence’, perteneciente al disco ‘Volta’, que formula una defensa combativa a favor de las islas Feroe y Groenlandia, región y provincia autónomas respectivamente, del reino de Dinamarca. Una unión artística que aporta lo mejor de sus respectivos talentos en una singular experimentación sónica, colorista y visual.
Gondry, por otra parte, tiene pendiente el estreno de ‘Be Kind Rewind’, cinta protagonizada por Jack Black, Mos Def, Mia Farrow y Danny Glover que gira en torno a un empleado de un videoclub de barrio que se dedica, junto a un amigo, a realizar ‘remakes’ de todas las películas del establecimiento con la esperanza de no perder a los clientes.

Póster 'Los Crímenes de Oxford'

Este es el poster de 'Los Crímenes de Oxford', la nueva película de Álex de la Iglesia que se estrena el próximo 18 de enero.
A máxima resolución, aquí.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Review '[REC]'

Los miedos y los medios
Balaguero y Plaza han compuesto una extenuante experiencia experimental que camina entre el terror y la telerrealidad documental en una película completamente necesaria en el cine español.
En el entorno de la televisión actual, cualquier excusa es buena para hacer espectáculo de las miserias humanas. La manifestación explícita de este ‘modus operandi’ televisivo, extendido como un cáncer maligno en el ocio audiovisual moderno (sobre todo en España), se determina en su metodología, por captar, mediante todo tipo de sensacionalismos, lo que se ha dado en llamar ‘hiper-realidad’, género que no se puede incluir ni en lo informativo, ni en lo educativo, ni en lo real, ni en lo ficticio… Una fórmula que no muestra personajes, sólo personas reales, inmersas en historias presuntamente tomadas de la vida cotidiana. La clave del éxito está en el morbo que genera en el espectador, en la atracción malsana por el escándalo y la querencia que despierta la inmutable atención insana, compadecida o curiosa, pero también temible en su diagnóstico.
Más allá de afán informativo que parece abordar desde su comienzo ‘[REC]’ en esa reportera a pie de calle que sigue la vida de dos bomberos en una de sus actuaciones nocturnas en las inmediaciones de Barcelona con la corrupta esperanza de poder vivir en directo un acontecimiento impactante, la segunda película alalimón de Jaume Balagueró y Paco Plaza, aborda sin rubor la indecencia de los medios actuales, del ‘vouyerismo’ social y televisivo que triunfan en diversos formatos desde hace tiempo. A pesar de las suspicacias de McLuhan y del análisis genérico, de fondo y de forma, de este sensacional filme, los dos directores (también guionistas en conjunción con Luis Alejandro Berdejo) no dejan la oportunidad de mostrarse cínicos al exhibir la hipocresía y falsedad de aquéllos que saben que una imagen impactante es lo que vende, a pesar de ésa última e innecesaria frase que cierra la película que conlleva la esencia de ferocidad que despliegan este tipo de supuestos periodistas sin ningún tipo de deontología profesional.
La premisa de ‘[REC]’ parte de plantear el cine de terror como paradigmática muestra del tan de moda formato de ‘España Directo’, en el que la atadura de la información siempre depende de la colisión con la realidad transformándola en espectáculo, para jugar a mostrar personas reales, llevando sus intereses a una supuesta autenticidad, aunque sea solo aparente, en una alarde de verosimilitud que ayude a contar una historia de forma diferente. De ahí que la estética sea muy televisiva, semidocumental, ciñendo la imagen al tono de grabación de reportaje; con giros de cámara al hombro, interferencias, elipsis visuales y sonoras, planos con visión nocturna… que, gracias a la gran aportación del director de fotografía Pablo Rosso, capaz de agotar todos los recursos posibles en su fabulosa contribución visual, compone una prodigiosa intensidad y tensión que pocas veces decae, aumentando la dosis de ritmo irrefrenable, de velocidad e inmediatez.
En ese sentido, ‘[REC]’ no inventa nada. No es comprensible que sus autores renieguen de las comparaciones con ‘The Blair Witch Project’, ya que ambas comparten la misma “innovación” cinematográfica, así como los planteamientos, por mucho que Balagueró y Plaza persistan en equiparar su ideología narrativa a conceptos como “terror en directo”, esencia de ‘reality shows’ o vídeos de YouTube. También es cierto que en esa paridad y semejanza casi todo el mundo está olvidando que, antes de ‘The Blair Witch Project’, existieron cineastas que probaron emprendieron otros viajes a lo que se conoce como “ficciones reales’, como lo fue el género ‘mondo’ de Gualtiero Jacopetti, Ruggero Deodato, Paolo Cavara… Por lo tanto, ‘[REC]’ está igual de cerca en tentativa visual a ‘Holocausto Caníbal’ que a la película de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, con un colofón final, alejado eso sí por los géneros en que se inscriben, prácticamente idéntico a la del truculento clásico italiano. Lo que da ese céfiro de grandeza a esta propuesta terrorífica no es la miscelánea de realidad y ficción, de terror y ‘zombies’, sino el carácter experimental, la espontaneidad del proyecto, que aproxima sus bases de sinapismo genérico a un ambiente cotidiano, sencillo y directo, sin ningún tipo de alarde ni concesión a otra cosa que no sea la búsqueda de la desazón del público. En definitiva, al puro entretenimiento.
Balagueró y Plaza no dejan pasar la oportunidad de ostentar su habitual aplicación de la sordidez y el sufrimiento en su estudio de los resortes del cine de terror, en una incesante búsqueda de la difícil sensación de agobio y desasosiego en la excelente representación de un terror en primera persona que vincula al público al objetivo de ese ‘cameraman’, sin desprenderse ni un momento de él ni del rostro de la periodista y los vecinos de ese edificio en cuarentena por un desconocido y peligroso virus. Una vez que se ha destapado la clave, el género de ‘zombies’ en conjunción con esta particular subjetividad de visualización, ‘[REC]’ no esconde sus visibles concesiones a los dominios del género al que tratan, recurriendo muchas veces al prototipo (de ahí que se hable de un más que lógico similitud a la saga de ‘28 días después’, de ‘Amanecer de los Muertos’ o toda la retahíla de títulos de este subgénero tan de moda).
Si por algo se desmarca este exitoso ejemplo taquillero de todas sus predecesoras es por el sentido del humor y atrevimiento con el que se ha llevado a cabo, que desmarca la trascendencia con la que, en parte, está vendido el filme en su atracción comercial para el gran público; en esa irónica y acertada descripción de la representativa comunidad de vecinos, en el poco esfuerzo al que se llega por establecer fronteras entre realidad y ficción o en la prevención por mantener la imparcialidad de lo grabado, pues no se trata de una grabación íntegra en directo, sino de un trabajo para ser montado, así como la duda final que pueda asaltar a quién piense un poco en cómo estamos viendo esta cinta después de su desenlace. No importa. Y sus directores lo asumen. ‘[REC]’ no abdica en el tópico, pero apela a él cuando es irrevocable. Por supuesto, y de manera inteligente, tampoco hay música que acentúe la atmósfera de terror, pero a cambio, el departamento de sonido está cuidado al máximo, haciendo del filme una reformulación del efectismo sonoro a base de estudiados golpes de efecto, gritos o frases exactas que ayudan a la consecución de éter malsano y elevado dentro de los propósitos de sus realizadores.
El único gran problema deviene en la descompensación de las interpretaciones. Mientras que Manuela Velasco, a veces en exceso histriónica pero comedida y bordando su papel de periodista implicada al máximo en el extraño suceso que acontece, se muestra en todo momento convincente con su personaje (así como la pareja de ancianos interpretada por Manuel Bronchud y María Teresa Ortega o las buenas aportaciones de Carlos Vicente y la niña Claudia Font), la propuesta pierde mucho de su inicial encanto con la forzada actuación de un segmento del reparto que no consigue hacer creíble su rol de personas anónimas que no actúan ante la cámara. De ahí que gente como Vicente Gil, Maria Lanau o Carlos Lasarte fuercen demasiado sus registros actorales en detrimento de una cinta que va descubriendo paulatinamente sus mejores bazas narrativas hacia una conclusión en la que lo que menos importa es si la actitud por sobrellevar la realidad a las pantall es creíble o no, puesto que la montaña rusa que espera al público desborda por su eficacia adrenalítica y su pulso narrativo saturado de brillantez y energía. Por eso, metidos en el desenlace, es obvio que a los autores del guión se hayan dejado llevar más por la fantasía paranormal que por la lógica dentro de una conclusión tan confusa como impactante en la historia de la Niña Medeiros y su desarrollo en ese ático mortal.
‘[REC]’ es así una experiencia necesaria y extrema, indefinible y extenuante, que juega al máximo sus cartas sabiendo definir lo que ambos cineastas se traen entre manos; un entretenimiento absolutamente fascinante que evidencia que un filme de bajo coste puede convertirse en un taquillazo. Por eso, esta obra es un ejercicio que insta a probar nuevos medios en una cinematografía nacional que demanda títulos como éste.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Hombres de Deshonor

Como la Camorra en Nápoles o La Ndrangheta en Calabria, en Salamanca tenemos nuestro particular mafia que tiene que ver más con la acepción del término ‘miseria’ que aquella frase acuñada en los principios de estas organizaciones que venía a rezar “Morte alla Francia, Italia Anella!”. Y es que el acalde de esta ciudad, el polichinela que se autoerigió como adalid del Archivo Histórico y lo utilizó como escudo protector y excusa para su campaña electoral, actúa también como brazo ejecutor en la salvaguardia de los objetivos en beneficio de su propia ‘Famiglia’, bien sea para sí mismo así como para un grupo de constructores a los que perdona deudas al Ayuntamiento con cifras mareantes.
Mientras, para paliar estos deslices de sablista y como reflejo de su mala gestión al cargo de una alcaldía que siempre le ha venido grande, el cacique del Lado Oscuro abusa de los ciudadanos robándoles un poquito más (como hacen todos los políticos, pero en una actitud insolente). Así, este autócrata de medio pelo pretende subir las tasas de la recogida de basura un 35%, incrementar el 84,25% el bonobús, el 14% en la depuración del agua, plusvalías hasta el 34% y de 45 euros en el IBI… ¿A quién perjudica esto? Como siempre, en este tipo de decisiones unilaterales y despóticas, al ciudadano humilde, a las personas mayores, a los que tienen que pagar de su bolsillo los caprichos endogámicos del alcalde del bigote con ese aire a lo ‘Julian Muñoz’, personaje al que no le anda a la zaga éste.
Ayer la ciudad salmantina se congregó, por segunda vez en quince días, para protestar por el abuso arbitrario de esta situación. Ayer, 50.000 personas salieron a la calle haciendo que la Plaza Mayor de la ciudad se quedará pequeña. La indignación tiene voz popular. La tiranía calla y actúa en silencio. Es el caos de un dinero, que se cuenta hoy en decenas de millones de euros, despilfarrado en multas sin cobrar, juicios perdidos, caprichos del propio Lanzarote y gastos en publicidad partidista durante las últimas elecciones.