jueves, 21 de septiembre de 2006

Exclusiva abismal: Álex meets Elijah

Ni Gael García Bernal, ni Daniel Brühl. Ninguno de los dos será el protagonista de ‘Los Crímenes de Oxford’, la próxima película dirigida por Álex de la Iglesia. La nueva cinta del director de ‘Crimen Ferpecto’ contará con un protagonista de lujo y excepción; nada más y nada menos que Elijah Wood.
Tras el juego de intereses con su posterior negativa por parte de los dos primeros, el actor norteamericano, célebre por su rol de Frodo Bolsón en la Trilogía de ‘El Señor de los Anillos’ ha aceptado trabajar con el cineasta español en la adaptación al cine que llevarán a cabo De la Iglesia y su inseparable coguionista Jorge Guerricaechevarría de la obra del argentino Guillermo Martínez ganadora del Premio Planeta en el país austral. Wood, que está desarrollando una interesante filmografía posterior a la saga de Peter Jackson, se incorpora así a un elenco internacional en el que está asegurada la presencia del veterano John Hurt y la actriz española Leonor Watling.
El cineasta bilbaíno comenzará a finales de octubre el rodaje de esta ambiciosa coproducción entre España, Francia e Inglaterra que gira en torno a un joven estudiante de matemáticas que viaja a Oxford con fines académicos y se ve envuelto en la investigación de unos asesinatos en los que el lógica analítica es, más que una disciplina teórica, la clave para la búsqueda de la verdad sobre los crímenes. ‘Los Crímenes de Oxford’ se rodará íntegramente en la ciudad del título y durará nueve semanas. Es la segunda vez en su filmografía que De la Iglesia rueda en inglés y también la segunda vez que adapta un texto ajeno basado en una obra literaria. El precedente había sido 'Perdita Durango', de Barry Gifford.

ESCORTO '06: Crónica final

Ante cualquier evento de corte mínimamente extraordinario con algo que evoque tintes épicos, uno se inclina a glorificarlo todo con plétora de virtudes llenas de ostentosos epítetos que magnifiquen de un modo subjetivo lo vivido. Pero lo cierto es que ESCORTO ’06 ha dejado para la memoria tanta euforia, reciprocidad, ilusión, obsesión, diversión y cariño que es difícil no echar de menos cada minuto de los que se han pasado a lo largo de este certamen de intensidad ilusoria desde su nacimiento.
El I Festival de Cortometrajes de El Escorial ha nacido con estrella, con estigma de grandeza, debido, fundamentalmente, a su condición de concurso accesible y humilde, creado con trabajo, esfuerzo y esperanza. La organización, con Raúl Cerezo y Diego López Cotillo a la cabeza ha sido rotunda. Memorable diría yo. Nunca había asistido (y mira que van muchos a mis espaldas) a un festival donde todo el mundo riera tan amigablemente, charlara sin prejuicios, carente de envidias o recelos. ESCORTO ’06 ha sido la demostración tácita de que un festival de cine se puede ser ecuánime, disfrutar sin complejos de la fiesta y divertirse sin límites. Y que todo haya salido a pedir de boca, siguiendo un desarrollo envidiable que no es fruto de la suerte, sino del constante trabajo de todos los encargados de este promisorio concurso cortometrajístico.
Fueron cuatro días memorables, en los que todas y cada una de las situaciones apelaron, en mayor o menor medida, a la palabra diversión. En un constante tiovivo de emociones y sensaciones agradables, ESCORTO ’06 se lleva, a buen seguro, la merecida pátina de un consumado festival de intachable renombre, a pesar de que esta edición haya sido la primera.
Para el recuerdo, desde mi enloquecida perspectiva, han quedado momentos imprescindibles para el recuerdo, como esa primera toma de contacto con la placentera e idílica estampa de El Escorial, después de una aventura en plan ‘road movie’ con despistes varios haciendo las veces de emisarios con los ya célebres ‘spots’ que representan a este festival y que, a modo de profecía, serán imitados por otros muchos festivales de la península. Ésa primera cena en el antológico bar ‘Dos de Mayo’ con todos los miembros del jurado y organizadores, donde el ambiente fraternal y etílico se propagó sin remisión, ésas descomunales cogorzas que acabaron a altas horas de la mañana, nutridas de anécdotas y frases inolvidables, las copiosas comidas (donde abundó la paella como plato estelar), piscolabis, cañitas y cenas; las conversaciones sobre cine y temas varios, conocer a un cordial grupo de nuevos amigos, ‘bloggers’ y conocidos con los que reencontrarse en el futuro, una gala de clausura insuperable donde ni siquiera importó perder un simbólico premio del público por sólo dos votos si el ganador es un tipo entrañable, conocer a la futura musa de un proyecto tan deseado como ‘El Reencuentro’ y fortificar amistades imperecederas con ilustres (y no tan ilustres) cortometrajistas con los que he pasado uno de los mejores fines de semana de mi vida… Todo ha sido muy mítico.
Ahora sólo queda esperar a que el año que viene ESCORTO ’07 solidifique su posición dentro del panorama cortometrajístico y todos podamos repetir esta fantástica e perdurable experiencia.
LO MEJOR:
- Compartir el evento con todos y cada uno de los que allí asistieron.
- La energía y trabajo irrefrenable de los directores y su séquito con todos y cada uno de los asistentes al festival.
- La improvisada fiesta de la madrugada del viernes (sin contar las del jueves y la del sábado –también apoteósicas-), en la habitación que compartí con Iván Sainz-Pardo, donde la esencia del post con el que me despedí (el ‘Animal House’, de John Landis) tanto se identificó, con ‘katxis’ a dos manos, con un escándalo y delirio que no había visto desde las frenéticas juergas de universidad.
- Conocer a todos los ‘bloggers’, cronistas y cortometrajistas que se acercaron a compartir impresiones y anécdotas. Todos impresionantes, chicos.
- El reencuentro con el foro de la Bestia, el dúo Sainz-Pardo (que más que otro miembro del jurado es ya un amigo eterno) y Jim-Box y que se incluso Myrian no quisiera perderse el evento.
- La gala de clausura, donde, por diversos motivos del destino, me vi avocado a subir hasta en cuatro ocasiones al escenario.
- El concejal José Manuel Fernández Fau, un político que fascina. Algo improbable en los tiempos que corren.
- La ecuanimidad de los premios, repartidos con equidad y buena determinación.
- El resto del jurado, Aguilar, Haas y Batanero.
- Formalizar un futuro proyecto de largo de ilusorias aspiraciones con uno de los más reputados cortometrajistas de este país.
- La esencia misma de ESCORTO ’06.
LO PEOR
- Esto, que pedimos torpemente como segundo plato en la comida final de ESCORTO ’06 y nos recordó, con su espantoso olor y presencia, al mundo de la ‘Nueva Carne’ de Cronenberg o Burroughs
Para más información pasaron por la web oficial de ESCORTO, el Séptimo Vicio, la web de Álvaro Oliva, El escondite de Iván, las crónicas oficiales de J.P. Bango, La página 36 o el fotoblog de Isaac Berrocal.
Por supuesto, no podía faltar el imprescindible albúm de fotos del evento que se apuntala con este archivo de instantáneas oficiales.
Y como el amigo Raúl Cerezo quiere carnaza propia y ajena, a continuación unas cuantas fotos que nunca debieron salir de la cámara y que custionarán nuestras respectivas carreras y relaciones sociales a partir de ahora. Las dos primeras, pertenecen a los sendos momentos en que el director de 'Escarnio' ilustró con profusos comentarios a Jim-Box y a Sainz Pardo cómo será su próximo trabajo 'Los Simón' y sus posteriores consecuencias. El mítico vídeo (os aseguro que es magistral), tendrá que esperar a próximas ediciones del Abismo.

jueves, 14 de septiembre de 2006

Me voy a ESCORTO '06

Bueno, amigos.
Ha llegado el momento de desempeñar mi ejercicio de errónea subjetividad en un tribunal cortometrajístico en el que, de forma incomprensible, cuentan conmigo para sistematizar de forma unánime una opinión con respecto a los trabajos seleccionados y elegir los mejores del I Festival de Cortometrajes de El Escorial. Difícil empresa.
Pero lo que importa realmente es que ha llegado el esperado momento de ESCORTO ’06. Desde hoy jueves al próximo sábado día 16 estaré pululando por el tranquilo y hermoso entorno de El Escorial, disfrutando del ambiente de cordialidad y selecta cinematografía en pequeñas dosis que ofrecerá un festival perfectamente organizado y promocionado gracias al esfuerzo y tesón de Diego López Cotillo, Raúl Cerezo y todo su equipo. Un largo fin de semana que promete de todo y que hay que disfrutar al máximo con grandes amigos, conocidos y nuevas a amistades por fraguar.
Por cierto, que esta misma tarde, a las 19:45, aquellos que se acerquen al certamen, además de poder disfrutar del aire serrano y festivalero, podréis asistir a una nueva proyección de ‘El límite’, que se pasa junto a esa obra maestra que es ‘El laberinto de Simone’, del gran Iván Sáinz-Pardo. Todo un honor que me hace sentir como si yo fuera el representante de una orquesta de pueblo que actuara de teloneros de los Rolling Stones.
Así que os animo a pasaros por allí y degustar en primera persona todos los eventos y proyecciones que se darán durante estas jornadas, a buen seguro inolvidables.

'Animal House': Inolvidables juergas universitarias

Una de esas comedias descerebradas por la que nunca pasan los años es ‘Animal House’ o ‘Desmadre a la americana’, en español. Una comedia de John Landis escrita por Harold Ramis y producida por Ivan Reitman que ha pasado a las arcas de ese cine mítico e inolvidable de la comedia gamberra y paródica sobre el entorno universitario norteamericano. Galería innata de crueles novatadas, diversas y enloquecidas fraternidades, letanías etílicas sin sentido, imbecilidades juveniles y cáusticos apodos malintencionados típicos de estos contextos en un inframundo donde también habitan pijos de carácter especialmente clasista, inmutables becarios y animadoras con el cerebro vacío...
‘Animal House’ viene a ser una nostálgica visión de aquellos maravillosos años universitarios de aprendizaje vital, etílico y sexual que supone en el ámbito cinematográfico una alternativa a la empalagosa y algo gazmoña ‘American Graffiti’, de George Lucas, variando la melancolía del viaje iniciático al mundo adulto por una buena juerga donde no falta alcohol, ni chicas, ni astenia de estudios donde sólo rige la imposición de una ley basada en la rebeldía ante las normas establecidas, eje fundamental de esta comedia de culto.
Diversión, desenfreno y momentos de felicidad efímera que hay que vivir con frenesí, como hizo en su corta vida John Belushi, son los preceptos de un filme con ‘set pieces’ memorables; como la presentación de John “Bluto” Blutarsky, legendario personaje de extravagante conducta, el ritual de iniciación alcohólica de la Casa Delta, la fiesta de la toga, la cabalgata final o esa muerte equina con un plano congelado en el que un caballo, emblema de los Omega, muere de un infarto ante las gamberradas de “Bluto” y los suyos; Nutria, Boon, Pinto, Lenguado, ‘Día-D’, el profesor ‘porrero’ Dave Jennings o Katy, papel interpretado por Karen Allen años antes de ser la heroína de ‘En busca del Arca Perdida’.
Para los amantes de este clásico de la comedia americana, aquí tenéis la ‘ACME Animal House’, copioso tributo a la comedia de Landis. Un viaje al Faber Collage con regusto a nostalgia recomendado para aquellos que prefieran beberse una botella de whisky de un trago que está vetada a muchos otros que prefieren tomarse un intelectual ponche al lado de un afroamericano, un hindú, un ‘nerd’ y un ciego paralítico.

miércoles, 13 de septiembre de 2006

Ferias, fiestas y mierdas de Salamanca

Hace menos de un año, los alumnos de la Facultad de Educación de la Universidad de Salamanca propusieron celebrar sus fiestas sin la coacción de la Asociación de Hosteleros de Salamanca (auténtica mafia respaldada por el Ayuntamiento). Decidieron festejar su conmemoración estudiantil anual con el más característico de los homenajes etílicos que se puedan hacer. Es decir, un botellón multitudinario que convocó a cientos de estudiantes de otras facultades. Pero los estudiantes se encontraron de frente con un descomunal despliegue policial, con multitud de coches patrulla, furgonetas grilleras y otras cuantas motos. La policía, en lógica reacción ante un reducido grupo de jóvenes energúmenos que les provocaron, emprendieron golpes a diestro y siniestro contra la masa, sin pararse a comprobar a quién repartían su somanta de hostias.
Hace dos años, en este mismo blog, se contaba que el bar en el que esto suscribe pierde sus horas de ocio y eventuales momentos de embriaguez, el gran bohío para la diversión llamado Paniagua, permaneció cerrado tres meses por orden del Ayuntamiento, condenado a su cierre por la citada corporación comercial de tintes mafiosos, un grupúsculo de frustrados politiquillos de tercera que vieron su particular yacimiento de dinero fácil, las fiestas universitarias, usurpando y extorsionando con la máxima de impedir botellones y fiestas en lugares que ellos no acuerden con los estudiantes.
En estos días vivimos las fiestas patronales de la ciudad del Tormes. Además de matanzas de animales en foros públicos jaleadas por obtusos espectadores amantes del sinsentido cruel y sanguinario que supone la absurda ‘Fiesta Nacional’, sus típicas ferias en decadencia o sus pobres actuaciones de grupos de moda, se ha puesto de moda construir grotescas y rudimentarias casetas feriales. Infectos lugares donde hay cerveza, vino, alcohol y pinchos que representan a los bares de toda la ciudad, en pleno casco histórico, mal repartidos y peor ubicados. Han proliferado como setas, como caracoles tras un día de lluvia, invadiendo la ciudad con su ruido mareante, convirtiendo la estampa de la bella ciudad en un coliseo de basura en la vía pública, que acaba llena de vasos de plástico, restos de comida, grasa, cigarros e infinidad de porquería.
Es la deleznable hipocresía que se establece cuando la falsedad se alía con los intereses económicos, cuando los patronos del poder giran la cabeza ante las injusticias siempre y cuando les beneficien. Eso son las Ferias y Fiestas de Salamanca.

lunes, 11 de septiembre de 2006

Cinco años después

‘11-S’, la herida abierta
El 11 de septiembre de 2001 el terror se apoderó del mundo occidental. A las 8:45 de la mañana de aquella jornada, Estados Unidos veía horrorizada el impacto de un Boeing 767, el vuelo 11 de American Airlines, contra una de las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York. Era el primer ataque continental contra el país más poderoso del mundo desde la Guerra de Secesión. A las 9:05 otro Boeing 767, esta vez el vuelo 175 de United Airlines, era estrellado contra la segunda torre. El pánico asoló al mundo, que vivió en directo, a través de la televisión, el horror del atentado terrorista más espectacular y cruel que hasta entonces se había vivido en Occidente.
El planeta vivió en directo estos imborrables atentados suicidas que implicaron el secuestro de cuatro aviones de pasajeros para consumar el ataque, empleados como bombas aéreas para matar a un número indiscriminado de personas. Un tercer avión, un Boeing 757 de American Airlines, se abatía sobre el Pentágono (en Washington) cerca de las 9:40. La pesadilla de ataques concluyó su oleada de pánico cuando a las 10:10 una cuarta aeronave, el vuelo 93 de United Airlines, que presuntamente se dirigía a la Casa Blanca, se estrelló por circunstancias aún desconocidas en Pennsylvania, cerca de Pittsburg, en una zona rural.
Las Torres Gemelas de Nueva York reducidas a escombros y el Pentágono seriamente dañado fueron la consecuencia de la infamia que Al Qaeda consagró al terror mundial aquel día. El icono de poder económico norteamericano había sido reducido a cenizas y la efigie militar poliédrica parcialmente destruida. El resultado: más de 3.000 muertos. El cruel acto que encogió los corazones de todos los ciudadanos del mundo supuso un enorme golpe moral a la sociedad estadounidense que, por primera vez en su historia, se sentía vulnerable y conocía de primera mano el horror de la guerra y el terrorismo en masa. El por entonces alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, ordenó evacuar el sur de Manhattan, fuerzas militares fueron desplegadas por diversas capitales de Estados Unidos, que encendió la alerta roja ante la alerta de nuevas agresiones.
Mientras La ONU canceló de inmediato la apertura de su Asamblea General, en Bruselas, la OTAN ordenó el abandono de su cuartel general en la capital belga. Como en una superproducción catastrofista de Hollywood, las imágenes de las Torres Gemelas de Manhattan en llamas y su posterior derrumbamiento imprimieron una estampa televisiva imposible de olvidar. El peor atentado terrorista en la historia de la humanidad evidenciaba, una vez más, que la realidad supera a la ficción. El siglo XXI comenzaba con la confrontación entre el terrorismo de los movimientos fanáticos y las sociedades democráticas. La acción directa y la violencia indiscriminada evidenciaron aquel día 11 un descomunal poder destructivo que causó irreparables estragos en una civilización actual atenazada desde entonces por el miedo.
Inmediatamente se organizó una dispar coalición antiterrorista internacional, procedente de Washington, que comenzó el ataque contra el régimen talibán y las fuerzas de Al Qaeda en territorio afgano en busca del principal responsable de los atentados, Osama Bin Laden. Muchos aplaudieron la reacción de la superpotencia yanqui y a George W. Bush, un presidente ex alcohólico y bastante inepto en sus decisiones, que aprovechó la tragedia para desasirse de su puerilidad y tratar de convertirse en el líder indiscutible que nunca ha sido. Estados Unidos y Bush se habían mostrado sorprendentemente diligentes y resolutivos. Pero nada más lejos de la realidad. Bush, posteriormente, en colaboración con Blair y Aznar, a través del Pacto de Las Azores, utilizó su administración, las agencias de inteligencia y a una gigantesca maquinaria de relaciones públicas para convencer al mundo de la posesión de armas de exterminio en masa de un país instrumentalizado para una venganza poco menos que personal contra Sadam Hussein.
Ya cuando las Torres Gemelas cayeron fulminadas, las imágenes difundidas por la televisión norteamericana no fueron las de la catástrofe, censuradas por respeto a las familias de las víctimas y en beneficio de su campaña de terror. Las imágenes que se divulgaron fueron las de unos niños palestinos aplaudiendo el derrumbe del World Trade Center y de jóvenes quemando banderas de barras y estrellas. Fue la primera consecuencia de una política basada en la provocación entre los pueblos y el desprecio a los derechos humanos.
Mientras tanto, para Al Qaeda, el 11 de septiembre de 2001 fue una victoria y un desastre a partes iguales. Por un lado, la organización terrorista perdió su templo afgano y sus dirigentes fueron asesinados o capturados. Pero por otro, la masacre de Nueva York sirvió como iluminación fanática para los centenares de grupos extremistas que abundan en el mundo islámico. Sin el conocido mundialmente como ‘9/11’ nunca hubiera existido el trágico atentado del 11 de Marzo de 2004 en Madrid, ni el 7 de Julio de 2005 en Londres. Desde entonces, el mundo occidental no está seguro ante la desafiante mirada del terrorismo islámico.
Ficción y teorías conspiratorias
Por supuesto, unos acontecimientos como los del 11 de septiembre, dominados siempre por unos medios de comunicación manipulados por los políticos y los intereses que representan, saltó a la ficción y el docudrama realista por medio de todo tipo de teorías conspiratorias. Mientras hoy en día Nueva York se enfrenta al reto urbanístico de reedificar el hirsuto espacio que dejó el World Trade Center sin perder su uso comercial y económico y sirva como ofrenda a la memoria de las víctimas de los atentados, en el resto del planeta no se han dejado de hacer conjeturas alternativas a la oficial. Algunas de ellas proponen que fueron los agentes secretos de Israel y Pakistán los que estaban detrás de los ataques o directamente al gobierno de Estados Unidos como responsable de la masacre, ya que éste tenía conocimiento previo de la ofensiva y deliberadamente no hizo nada para prevenirlo e incluso que fue el propio gobierno americano quien orquestó los ataques movido por sus intereses en Oriente Medio.
En el libro ‘La gran mentira’, León Klein procura esclarecer algunos de los puntos más tenebrosos que rodearon a los atentados, desglosando un estudio sobre unos supuestos sistemas de control remoto que inhabilitaron los mandos del avión a los pilotos en los últimos minutos del vuelo y cortaron las comunicaciones con tierra, creando así un descomunal crimen de Estado para que el lobby petrolífero mejorara sus posiciones. Otra, apunta a que George Bush inicio su particular guerra global contra el terrorismo no como una lucha contra la amenaza terrorista, sino como una privativa venganza personal con una guerra contra el Islam.
Por supuesto, las conjeturas sobre la posible anticipación sobre los atentados no tardaron en saltar a la actualidad, cuando David Schippers, el fiscal de la acusación de Bill Clinton, declaró que había recibido advertencias de agentes del FBI seis semanas antes que incluían la fecha y los objetivos de los ataques. El periodista William Norman Grigg apoyó esta teoría en The New American, donde según tres agentes del FBI que había entrevistado afirmaron que la información proporcionada a Schippers era cierta. Tampoco faltan las que señalan que las Torres Gemelas fueron derribadas por cargas explosivas situadas estratégicamente justo en el punto de impacto de los aviones o aquella que señala que no fue un avión sino un misil el objeto que intentó demoler parte del Pentágono.
Finalmente, cabe destacar las que apuntan a que los atentados respondieron simplemente a una estrategia económica respaldada por el Gobierno, ya que tres días antes del fatídico día se disparó el movimiento de ‘stock options’ pertenecientes a sólo dos líneas aéreas; American Airlines y United Airlines, o que también se compraron grandes cantidades de opciones sobre Morgan Stanley Dean Witter, que ocupaba 22 pisos en una de las Torres Gemelas.
Por supuesto, Hollywood tardará tiempo en abordar con alguna controvertida película estas difíciles y conflictivas cuestiones. Pero son un hecho futuro. Hasta entonces, la industria cinematográfica recodará a través del cine aquella jornada de septiembre como el mes de los héroes, el dolor, las banderas y las proclamas de patriotismo a las que estamos acostumbrados, pero en un espinoso terreno para los yanquis: un atentado que dejó al descubierto la vulnerabilidad de un país acostumbrado a ser tildado de inquebrantable e inmune. Los ataques del 11-S habían convertido a la potencia hegemónica en blanco enemigo, al igual que sucedería después con el 11-M y el 7-J para Europa. Ningún país, cultura o persona está a salvo de la amenaza terrorista. Y eso, dada la universalidad del Séptimo Arte, no podía quedar sin imágenes filmadas. La cuestión es saber cómo y de qué forma Hollywood y el resto de países irán minando sus cinematografías con historias sobre estos acontecimientos a lo largo de los próximos años.
Grenngrass y Stone, los primeros.
El primero en abordar el funesto recuerdo de los atentados ha sido, paradójicamente, un británico. Paul Greengrass (experto en temas terroristas dentro del cine con ‘Bloody Sunday’ como director y ‘Omagh’, como guionista) se propuso narrar con veracidad y sin maniqueísmo ni estereotipos la jornada del 11 de septiembre que tuvo como protagonista al Boeing 757 que terminaría estrellándose cerca de Pittsburg (Pensilvania). A bordo iban 28 pasajeros y 7 tripulantes. La cinta recorre a tiempo real el seguimiento de este Boeing, desde el instante en que los controladores aéreos sospecharon que el primer vuelo que impactó contra la Torre Norte del WTC se trataba de un secuestro hasta su misteriosa caída en picado antes de alcanzar su objetivo, la Casa Blanca.
En ‘United 93’, estrenada hace un par de semanas en toda España se sugiere como hipótesis que las causas de la colisión apuntan a un posible enfrentamiento de los pasajeros con los secuestradores. Por supuesto, Greengrass cuenta con el apoyo y la colaboración de las familias de las víctimas de aquel vuelo. El director de ‘El mito de Bourne’ no dramatiza en ningún momento y aporta una meticulosa descripción de lo que pudieron ser los hechos, extrayendo conversaciones reales de los pasajeros con sus familias y desglosar así la vertiente dramática con la profundidad humana que los personajes requieren, sin atribuir, además, una satanización de los terroristas.
Si en ‘United 93’, una cuestión tan profunda como la violencia política es afrontada con cierta veracidad y respeto, no menos cuidadosa ha sido la segunda aportación del impacto terrorista en ‘World Trade Center’, de Oliver Stone, que se estrenará el día 29 de septiembre en nuestro país. Una película sensiblemente más costosa que la de Greengrass y que acepta, de lleno, las normas dramáticas narrativas del Hollywood más condescendiente con la tragedia. Oliver Stone, conocido por filmes controvertidos como ‘JFK’, ‘Asesinos Natos’ o ‘Platoon’, deja por una vez sus historias de complots políticos y confina su filme a otro de esos dramas “basado en hechos reales”. En esta ocasión a lo que vieron y sintieron sus dos protagonistas, sendos policías que, milagrosamente, fueron de los escasos supervivientes de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York. Alejado de la controversia, Stone afirma: “no tuvimos un enfoque documental, sino un enfoque realista. Es decir, seguimos la historia de cuatro personas: dos policías, dos esposas y el equipo de rescate. Y filmamos la caída de los edificios desde dentro, donde estaban los hombres. Eso es aterrador”.
Tanto Stone como Greengrass han desgranado esta experiencia real desde un enfoque optimista y positivo, aunque terriblemente triste, sin remover visualmente la espantosa recreación de los impactos, ya que en ambas películas las imágenes más impactantes serán las que se vean en una pantalla de televisión. Y como no podía ser de otro modo, subrayan el heroísmo de aquellos que vivieron de cerca la masacre, bien sea en aire o en tierra, con un acentuado altruismo humano. Para ambos, sin duda, el 11-S es una cuestión moral, lanzada al público cinco años después para apelar al espectador a la profundad reflexiva, a las cuestiones que la sociedad no debe evitar responder. La pregunta es si el mundo, y en especial Hollywood, estaba preparado para abordar en imágenes de ficción aquellos hechos que lacraron la Historia de la Humanidad. Pero lo cierto es que parece que no es demasiado pronto para rememorar las distintas versiones de los atentados. Y esto, a simple vista, es un hecho categórico que apunta a que la herida emocional, aunque abierta con estos filmes, se va cerrando poco a poco.
El cine y el 11-S
Tras el 11 de septiembre, el entorno terrorista de maldad sin compasión fue uno de los temas más espinosos que podían tratarse en el cine. Como no podía ser de otro modo, en Estados Unidos, saltaron las alarmas y los ataques suicidas del aciago ‘Martes Negro’ hicieron resucitar la censura y optar por tramas más positivas y familiares. Era la consigna previsible de un país obligado a vivir con la ceguera social y, muchas veces, con la mentira de un público (extendido al espectador mundial) que vivió el 11-S como parte de una realidad que se pareció, en todo momento, a la ficción anticipadora a la que estaba acostumbrado a ver como relato ficticio. Hollywood se convulsionó ante la sensibilidad que algunos filmes podían levantar en aquel momento. Películas como ‘Daño Colateral’, 'El gran lío', ‘El Americano impasible’, la primera temporada de la soberbia serie de la FOX ‘24’, o el mítico trailer censurado de ‘Spiderman’ con el héroe arácnido atrapando un helicóptero en una red entre las Torres Gemelas, entre muchos otros, tuvieron la obligación de retrasar su estreno, de ser suavizadas e incluso recortadas.
Empezó entonces una campaña de miedo que se inició desde la oligarquía republicana encabezada por Bush, utilizando el pánico inducido artificialmente, un terror psicológico basado en especulaciones como poderosa arma de control político y aprovechándose del respeto de la industria del Cine por los atentados y el escrupuloso cuidado por no mostrar ninguna forma ni causas del terrorismo en su tratamiento fílmico, evitando recurrir en ningún momento a un terrorismo difuso en sus causas para elaborar argumentos de, por ejemplo el cine acción, género en el cual ha sido paradigmático en el uso de estos elementos de horror.
El Islam pasó enseguida a convertirse en un peligro y la cultura árabe en sinónimo de terrorismo suicida. Indudablemente, la intención era provocar un sentimiento panfletario, similar al creado a través de la televisión. Los personajes americanos debían ser inocentes héroes y los árabes, míseros y culpables traidores sin alma. Pero a Bush le salió mal la jugada. Muchos de los más importantes cineastas norteamericanos del momento, dejaron transcurrir el tiempo pertinente de respeto para empezar a dragar sus discursos temáticos contra esta despreciable actitud de la administración Bush y su utilización del 11-S como arma política. Michael Moore desgranó el germen de la estupidez americana con la necesaria ‘Fahrenheit 9/11’, donde expuso su envenenado axioma demoledores sobre la falsedad y la hipocresía con que se tratan frívolamente el terrorismo y el crimen en USA y su visión de un presidente genocida y estúpido como lo es George Bush. Otros directores como Spike Lee, Sean Penn, Wim Wenders, Michael Gaghan, George Lucas, Michael Winterbottom, John Sayles, Steven Spielberg, Trey Parker y Matt Stone, Jonathan Demme, Sam Mendes y un largo etcétera han enfocado algunas de sus últimas películas a la subversiva crítica contra la evidente paranoia post 11-S aprovechada con fines políticos.
Pero ahora, ha llegado el momento de enfrentarse a los atentados explícitamente. El complejo y delicado asunto se abordará desde múltiples perspectivas, presentando nuevos retos a Hollywood a la hora de llevar al cine tan escabrosa trama. La inédita en España ‘The Great New Wonderful’, de Danny Leiner, fue la primera de una serie de películas y programas de televisión sobre el 11-S para conmemorar el quinto aniversario de los hechos, a las que se has unido las de Greengrass y Stone. Pero no serán las únicas.
Columbia Pictures prepara ya la adaptación de ‘102 minutos’, un artículo de los reporteros Jim Dwyer y Kevin Flynn centrado en el choque del primer avión y la caída de las Torres Gemelas, mientras que el productor Scott Rudin ha contratado a un guionista para adaptar la novela ‘Extremely Loud and Incredible Close’, de Jonathan Safran, que está narrada desde el punto de vista de una niña de nueve años cuyo padre murió en los atentados u otro proyecto para llevar al cine que narra la historia del periodista de The Wall Street Journal Daniel Pearl, asesinado en Pakistán. Ahora que Hollywood ha abierto la herida para recrear el terrible suceso del 11 de septiembre de 2001, la Meca y la sociedad norteamericana se preparada para revivir la tragedia como telón de fondo en historias de ficción en la pantalla grande. El mundo parece preparado para revivir de nuevo aquella pesadilla.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2006

domingo, 10 de septiembre de 2006

Crónica rosa: el beso de la muerte de John Travolta

Los cienciólogos hollywoodienses están de capa caída.
Hace un par de semanas Paramount Pictures, filial de Viacom, anunciaba la finalización del contrato después de 14 años de uno de sus adalides más rentables de su historia, Tom Cruise, a su vez preboste de las consignas de Ron L. Hubbard y su secta dianética, por su estrambótico comportamiento y escándalos públicos llevados por una actitud desconcertante e improcedente en una ‘star’ de su calibre.
Ayer, otro de sus reconocidos jerarcas, John Travolta, era sorprendido in fraganti ofreciendo una imagen poco menos que chocante. El protagonista de ‘Pulp Fiction’, entrado en kilos desde hace años y víctima de la alopecia galopante, besaba afectuosamente en la boca a un fornido señor que aterrizó en su aeropuerto privado.
Este hallazgo en forma de instantánea supone otra de las irrefutables evidencias que abren de nuevo la polémica sobre la sexualidad de Travolta, puesta en tela de juicio desde hace décadas y que exteriorizan esa doble vida que pueda haber llevado el actor que se hizo famoso por dar vida en los años 70 a Tony Manero en ‘Fiebre del sábado noche’.
Según el artículo del Daily Mail, David Miscavige, tótem de la Iglesia de la Cienciología había bromeado sobre el “comportamiento homosexual y libertino” de Travolta en varias ocasiones, cuando la estrella fue acusada por la prensa sensacionalista de haber mantenido una aventura amorosa con Paul Barresi, conocida estrella del porno gay.

viernes, 8 de septiembre de 2006

'Yo soy la Juani', la película española de 2006

Si no teníamos suficiente con la actual situación del cine español ¡Toma!
Sí, señor, la idea es crear la película más oportunista del año, aquella destinada al ‘target’ que llene las salas, asegurando la taquilla. La película que deseaban todos chavales que tienen entre 16 y 25 años está a punto de aparecer en las pantallas españolas. Todas las 'preputas' ligeras de braga y los ‘tunings’ amantes de ‘estimularse’ en discotecas están de enhorabuena porque llega ‘Yo soy La Juani’. La nueva e inmoderada cinta de un polémico usufructuador como es el viejo zorro Bigas Luna, un tipo listo y visionario donde los haya.
‘Yo soy la Juani’ es un esperado filme donde no faltará eso que tanto les mola a los chavalitos de hoy en día; los coches customizados, encopetados con alerones, motores de máxima potencia, llantas último modelo, tubos de escape de relumbrón, amortiguadores, muelles, asientos, equipo de sonido espectaculares, carreras ilegales… El ‘tuning’, en definitiva. Y para las niñatas, nada más y nada menos que el modelo a seguir en su patrón de vida; una impúdica joven con la inconfundible historia de anoréxicas ínfulas de éxito, poseedora de una imagen hortera y chabacana, típica de la actual adolescencia de facsímil, con su ropita ajustada, piercing en el ombligo, miradas prematuramente lascivas y provocadoras, pendientes de aro grande, pantalón de chándal… Cenicientas del siglo XXI, reinas del extrarradio, de los centros comerciales, del hip hop y musas de los ‘tunings’. Chicas poligoneras, capaces de comerse el mundo… y unas cuantas pollas.
Bigas Luna define a su nueva criatura como un nuevo símbolo nacional. Sin ningún tipo de prejuicio. El director catalán cree haber filmado el retrato de una de las realidades más auténticas y apasionantes de nuestra sociedad actual: el mundo de la adolescencia absorbida por las ansias de éxito social, los coches, el sexo fácil, la vida sin preocupaciones ni obligaciones, de jóvenes perdidos que pueblan las periferias urbanas y dedican el tiempo a destrozar paredes con garabatos fogoneados con sprays, “chicos de verdad”, como asegura Luna en su página web.
Los protagonistas de esta odisea de ‘realidad’ son las tentadoras (hay que ver qué erotismo lúbrico desprenden) Verónica Echegui como la Juani, Laya Martí dando vida a la Vane y el líder de El canto del loco, Dani Martín como el Jonah (manda cojones con el nombre), ese galán con apariencia de boxeador sonado de voz agangosada a lo Poli Díaz.
‘Yo soy la Juani’ será una película que, a buen seguro, recibirá la mejor de las críticas por parte de los miles de chavalines que se sientan identificados con esta historia de amores juveniles y desengaños con olor a gasolina que exuda hircismo hormonal a ritmo de ‘dance’ y ‘hip hop’ en los bajos fondos de cualquier lugar de España. Es nuestra juventud. Es nuestra idiosincrasia juvenil actual. Es el cine que nos merecemos. Bigas Luna ha confeccionado una jugada que no puede salir mal.
Por supuesto, no os perdáis el consultorio de la Juani en la página que Clubcultura tiene abandonada antes del lanzamiento de la cinta.

Crónicas de un imbécil fracasado

“La próxima vez, que salgan Calderón y Gasol a jugar con nosotros y entonces igual llegamos a la final”.
José María Gutiérrez “Guti”.
(7/09/2006).

jueves, 7 de septiembre de 2006

Review 'Alatriste'

Desastroso cine épico
La película más cara de la historia del cine español es una ambiciosa muestra de cine épico malogrado debido a su guión irracional, confuso y grotesco.
‘Alatriste’ pretendía ser muchas cosas a la vez; la gran superproducción que sacara de la insuficiencia comercial al cine español, el pretencioso testimonio que corroborara que en España se puede hacer cine épico reivindicando una época medieval concreta y bélica sin incurrir en el ostracismo de la Guerra Civil, la adaptación de uno de los ‘best sellers’ más multitudinarios de las últimas décadas y la película ‘a la americana’ que reuniera lo mejor del cine patrio. Sin embargo, la desastrosa película de Agustín Díaz Yanes no consigue nada de ello. ‘Alatriste’, pese a su innegable esfuerzo por resultar todas esas cosas, es una cinta mediocre que da la razón a aquellos que postulan sobre la muerte de un cine español ahogado en la inopia. Un cine español que encuentra su pináculo errático en este profundo bagaje de esfuerzos y voluntades artísticas que es la funesta adaptación a modo de cóctel sin sentido de las novelas de Arturo Pérez-Reverte.
Las excesivas ínfulas de este oneroso armatoste pretenden generar una idiosincrasia basada en el trazo esteticista y pictórico de la España del siglo XVII y sus contraposiciones morales, donde se entremezclan el poder y el desamor, la traición y la muerte, la deuda y el destino a través de la mirada de un antihéroe que lucha sin tregua por su honor y poco por la patria que le asfixia y manipula. Un logro, la de reflejar en pantalla esa crepuscular época heroica y miserable, que apabulla por la majestuosidad con la que la parafernalia del andamiaje luce en un pomposo retrato de la época, detallista y, en ocasiones, excesivo.
El diseño de producción de Benjamín Fernández y el vestuario de Francesca Sartori se alían con la excepcional dirección de fotografía de Paco Femenia (que algo ha tenido que ver con las mejores secuencias en labores de dirección) para aportar, al menos, la credibilidad ambiental que el reto requería y exponer la España oscura de vasallos y mercenarios al servicio del Rey o de la Inquisición, en una lúcida recreación de un período decadente. Aunque evidencie, eso sí, una constante obstinación en traslucir que ‘Alatriste’ es, ante todo, una superproducción, un proyecto costoso sin precedentes en el cine español. Aunque esa ambientación denote excesivo protagonismo respecto a la historia y sus personajes, sirve como excusa perfecta para enmendar todos los errores que tiene el filme de Yanes.
El grotesco y aparente ejercicio de sobriedad del director de aquella joya llamada ‘Nadie hablará de nosotras…’ se erige sobre los macilentos pilares de un guión estrambótico sin cohesión ni sentido, en el que reina la confusión constante, plagada de anacronismos y saltos temporales fragmentarios, de diálogos desordenados y carente de cualquier continuidad dramática que imposibilitan el lógico desarrollo de las acciones y la (aquí inexistente) evolución de los personajes. Desprovista de toda progresión narrativa, ‘Alatriste’ parece estar rodada sobre un guión al que faltasen páginas, autocreyéndose el vaivén de mercenarios nobles inmersos en un mundo donde la historia, la muerte y la traición tienen tan desarreglado protagonismo. Aunque tal vez, Díaz Yanes haya apostado por una forma innovadora de narrativa, sin coherencia, con personajes sin motivación, aceptando el caprichoso azar de un guión poco menos que ultrajante. Si así fuera, todo estaría justificado dentro de la equívoca trama.
Los 26 millones de euros que ha costado ‘Alatriste’ han servido para crear un débil fenómeno mediático demasiado voluble e inconsistente detrás del cual se esconde una sucesión de anécdotas históricas servidas con total carencia de línea argumental, que puntualiza y ampara todos los defectos del cine español y ninguna de las virtudes del cine épico (sea americano, francés o de cualquier otro lugar del mundo). Algo, como mínimo, que se debería haber intentado, al menos, en sus propuestas bélicas, donde Díaz Yanes ha orquestado las pocas secuencias de lucha cuerpo a cuerpo o colectivas desde la impericia de un director poco curtido en estas cuitas. Y es que a Yanes, ‘Alatriste’ le sobrepasa en todo momento.
Un hecho patentizado en esa batalla final de Rocroi que gravita en la incapacidad, saturada de primeros planos y planos medios del enfrentamiento entre dos ejércitos. Secuencia que se dilata con una multitud que decrece en número a cada plano gracias a la mano del ordenador. Algo nunca visto en una sinfonía de sangre digital, de falseada suciedad e inverosímil muerte que acaba por dejar a la vista otro de sus muchos defectos. Desequilibrio éste que también alcanza al equipo artístico. Si Viggo Mortensen sobresale, a pesar de un acento muy forzado y anómalo, llenando la pantalla con su carisma, haciendo de Diego Alatriste un personaje descarnado, amargo y lúcido y responden a ese marchamo de brillantez los efectivos Javier Cámara, Juan Echanove y Eduard Fernández, tres intérpretes sólidos y en continuo estado de gracia., no ocurre lo mismo con gente como Eduardo Noriega, la improcedente Blanca Portillo (en un papel grotesco e irracional) y las torpes aportaciones de Ariadna Gil y la insufrible Elena Anaya.
‘Alatriste’ termina por ser una película diluida en la apatía, sin la más mínima intriga, acción o emoción. En definitiva, un “quiero y no puedo”, un cúmulo de intenciones galvanizadas en su ambiciosa magnitud que se logran en parte, y que terminan por naufragar en un mar de torpeza narrativa, sin hilo argumental capaz de enlazar los distintos fragmentos de una cinta ambulante en todas sus definiciones.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2006