lunes, 26 de diciembre de 2005

Clásico Navideño del Abismo

Comparativa '¡Qué bello es vivir!' y 'Plácido'
‘¡Qué bello es vivir!’ y ‘Plácido’ son las dos películas navideñas más representativas de dos mundos tan disímiles como el americano y el español.
En unas fechas como las que vivimos estos días, es inevitable tratar el cine navideño. A lo largo de la historia del Séptimo Arte se han desarrollado cierto tipo de películas ambientadas en Navidad; unas, de predisposición hacia los buenos sentimientos, otras, de tristeza o cinismo, según convenga. Todas ellas acondicionadas a un contexto visual en el que no faltan las guirnaldas, las lucecitas, el árbol, Papá Noel, la Nochebuena, la ilusión y la familia. Elementos utilizados para diversos fines argumentales en cualquiera de los géneros que ofrece la cinematografía.
Impregnados por una globalización norteamericana que impone iconos y prescribe conductas y directrices en cualquier campo, desde hace años se puso de moda acudir como representación fílmica navideña a la gran película de Frank Capra ‘¡Qué bello es vivir!’, inspirada en un cuento de Philip van Doren. Una cinta que los norteamericanos (y más de medio mundo) revisita anualmente para asistir a un recorrido por la vida de un buen hombre, altruista sin límites, llamado George Bailey. Si bien es cierto que Capra dio al cine las más preciosas y amables proclamaciones de buenos propósitos con trabajos de una hondura y emoción que, más allá de cualquier crítica sobre su posible repleción edulcorante, representan un cine irrepetible, también lo es la necesidad de reivindicar la película española navideña más importante de todos los tiempos, esa obra maestra del cine ‘azconaiano’ como es ‘Plácido’, admirable celuloide que, con el paso de los años, está empezando a encontrar su importancia en un zócalo genérico navideño donde las producciones americanas parecen querer decir que esto de la Navidad es cosa de yanquis.
‘¡Qué bello es vivir!’ acopia en su metraje valores humanos y espirituales donde la amistad, el amor, la generosidad y la solidaridad empapan un cine de corte fantástico, fabulesco y moral. La situación de Estados Unidos durante la época hace pensar que el mensaje subvertido de la historia de los Bailey era una excusa para lanzar una crítica al ‘New Deal’ de Roosevelt, ya que tras el aparente simplismo con que está contada esta tierna historia, podemos apreciar la oscuridad fantástica de un Capra que transcribe sus verdaderas intenciones bajo el más puro cuento de Charles Dickens para hablar entre líneas de una filosofía individualista, de un hombre cuya generosidad ha convertido su vida individual en un fracaso. Por su parte, Luis García Berlanga, apoyado en un prodigioso guión de Rafael Azcona, apuesta por una historia adherida a la realidad de una etapa donde la hipocresía es el arma caritativa que diferencia los estratos sociales del momento. Berlanga purga aquí cualquier atisbo de trasfondo amable, conciliador, que había caracterizado su cine hasta el momento, para dedicarse, desde esta joya de nuestro cine, a recrear (en palabras de Román Gubert) “un sainete con cianuro”. En ‘Plácido’ no hay espacio para la bondad, ni para camuflar los buenos sentimientos en una oda a la misericordia navideña. Todo es una proclamación de la falsedad de estas fechas. La represiva sociedad clasista, reflejada en un entorno cotidiano y localista, que tuvo como inspiración una campaña social que llevaba por título ‘Siente un pobre en su mesa’. Una campaña real que sirve para abrir los ojos a un microcosmos que obliga a los ricos a tener un acto de buena fe con los más desfavorecidos. El ejercicio de caridad, a diferencia de en ‘¡Qué bello es vivir!’ está forzado, como acto exigido de cara a la galería, un vendaval de apariencia que arrastra al pobre Plácido, un pobre hombre al que utilizan y necesitan por su recién adquirido motocarro que paga, no sin esfuerzo, letra a letra.
En ambas películas está muy arraigada una ambivalencia capciosa. Capra defendía unas ideas y aportaba sus argumentos para demostrar sus tesis políticas y Berlanga ofreció en su mejor etapa una hábil manera de camuflarse con ficticios sainetes costumbristas en los que se podía apreciar una subversiva crítica a la sociedad del momento. Ambos realizadores confluyen en el prototipo de obras inofensivas y amables, pero en el fondo suponen sendos ejercicios de funambulista para hablar de otros problemas sociales más importantes.
En esa combinación de intereses es donde se ensamblan las personalidades de George Bailey y Plácido, dos personalidades parejas que sirven de beneficio para la comunidad que les rodea, ya que ambos representan a antihéroes anónimos e historias de progresión de sacrificio en pos de los demás. A pesar de ello, la película de Capra se antoja como una ilusión alegórica, utópica, irreal, excesivamente moralizada para un ‘happy end’ que en ‘Plácido’ consiste en irse a casa con la familia a comer lo que bien se pueda. Si Capra sofistica su pueblo, su doble juego de pasado y presente alternativo en el que el conformismo natural de la comunidad, tampoco varía mucho la vida de un George Bailey que hubiera nacido en Bedford Falls o en el siniestro Pottersville, Berlanga borda un tono coral de la narración donde no falta la ironía, la mala hostia, la presencia de la muerte y su preferencia por las clases medias.
La abismal diferencia entre ambas visiones de la Navidad está en que mientras en ‘¡Qué bello es vivir!’ utiliza la festividad como entorno de comprensión y expiación de los errores, ‘Plácido’ la delimita, con su rechazo a lo fantástico y ornamental, a una realidad fiel y rigurosa confinada a la incomunicabilidad aterradora del español medio de los 60. Un aspecto que concuerda con la segunda parte de la cinta de Capra, convertida en una aparatosa pesadilla de corte expresionista y de impacto humano. Compostura que, en manos de Berlanga no puede por menos que convertirse en una comedia negra llena de cínico sarcasmo.
Dos películas que nada tienen que ver entre sí, pero que merecen un visionado en estas fechas como comprobación de todas las aristas posibles del periodo navideño.

sábado, 24 de diciembre de 2005

Papa Grinch

Alguien ha robado las Navidades en el Vaticano.
Si el Dr. Seuss se enterara…
Feliz noche a todos, amigos del Abismo.

La Familia Real con Photoshop

Me niego a creer esas especulaciones que sugieren que la emotiva instantánea de SS. MM. junto a todos sus nietos (incluida la pequeña y entrañable Leonor) está tratada por Photoshop.
Por más que la observo, además, detenidamente y con minuciosidad, no veo nada que haga pensar en que esto sea así.
¡Embusteros!

Más listas

El prestigioso crítico del Chicago Sun-Times Rogert Ebert (que en la foto da bastante repelús) ha publicado su lista de películas más destacadas de este 2005.
10. 'Millions', de Danny Boyle.
9. 'Yes', de Sally Potter.
8. 'King Kong', de Peter Jackson.
7. 'Nine Lives', de Rodrigo Garcia.
6. 'Me and You and Everyone We Know', de Miranda July.
5. 'Brokeback Mountain', de Ang Lee.
4. 'Junebug', de Phil Morrison.
3. 'Munich', de Steven Spielberg.
2. 'Syriana', de Stephen Gaghan.
1. 'Crash', de Paul Haggis.

jueves, 22 de diciembre de 2005

FELIZ y ABISMAL NAVIDAD 2005

Ya está aquí otra vez.
Bueno, en realidad llevamos ya un par de meses siendo ‘psico-dinamitados’ por ese concepto tan abstracto que es la Navidad.
Llegó el júbilo, el desenfreno dispendioso, el constante convite, las parejas que se besan bajo el muérdago, de la lotería del calvo ese de la tele que sopla suerte a todos menos a los más necesitados, de los anuncios eternos y repetitivos, del Rey Juan Carlos I con sus letárgicos discursos o de las hiperpijas chavalitas que lucirán un ajustado modelo (“¡o sea, tía!”) en macrofiestas de moda donde que apenas se apreciará porque permanecerán casi toda la noche en la barra intentando amortizar el prohibitivo cotillón más ‘cool’ de la Nochevieja.
Hay algunos que proclaman que la Navidad es una época especial. Otros que se empecinan en promulgar que no es más que una campaña de mercadotecnia. En cualquier caso, la Navidad se caracteriza por ser un acontecimiento que sirve de excusa para todo; para salir de fiesta y emborracharse, para engullir copiosas cenas regadas de todo tipo de excesos alimenticios y etílicos, para decirle al jefe lo cabrón que es fumando un puro sin miedo a que te despidan, para tirarle los trastos a la compañera de trabajo, para proponerse sin éxito ser mejor persona, para aburrirse, para sonreír sin ganas, para hacer de todo sin control… incluso, este año más que nunca, para aventurarse a dejar de fumar.
Fiestas arraigadas a conceptos tan familiares como las guirnaldas, las luces de colores, los belenes y el pequeño pino (talado violentamente) adornado. Cierto es que la Navidad convierte sin que uno se dé cuenta esa irracional predisposición a los buenos sentimientos en una ocasional y furibunda mala hostia. Al fin y al cabo, eso es la Navidad. En las épocas romanas, era un festival que honraba a Saturno o Mitras, según muchos historiadores y estudiosos de esta materia, Jesucristo no nació ni en diciembre ni en enero, sino con toda probabilidad en septiembre. Pero la historia nos da igual. No hay que desnaturalizar la Navidad, ni arremeter contra una serie de ritos que poco o nada importan. Para eso está esa canción tan desmadradamente cierta de los ‘Soziedad Alkoholica’ referente a esta cuestión. No voy a caer en el error de posicionarme en una actitud desmitificadora que enuncie una imprecisión disfrazada de individualismo, de puro egoísmo, del “no me gusta la Navidad porque es una mierda”. La Navidad es otra cosa, amigos.
Yo, como gordo entrañable sin malas intenciones que me considero, hasta puedo preconizar estas fiestas, aunque sea por su alegre estética, por la citada preferencia a la algarabía, por las ridículas cestas con embutido barato, champán (o cava, no sea que me tachen de regionalista) sin marca y turrón del duro y, cómo no, a los Niños de San Ildefonso de esta mañana cantando la pedrea y el gordo. A mí me gusta cada Navidad ver las mismas películas; ‘Plácido’, ‘Qué bello es vivir’, ‘Gremlins’, ‘Jungla de cristal’, ‘Los fantasmas atacan al Jefe’, ‘Solo en casa’, desde el año pasado ‘Bad Santa’... Parece que celebrar la Navidad se ha convertido en una actividad infamada y apática. Así que debo ser de los pocos gilipollas a los que les gustan estas fechas. En otras palabras: los que no saben tomar parte del rito se confortan atacándolo. Ante la imposibilidad de optar por un enfoque personal y apacible, eligen por refutar a los que nos gusta la Navidad.
Eso sí, cuando hay que celebrarlas, todo el mundo se apunta, se emborracha e intenta pasarlo bien. El concepto de Navidad está más allá de la parafernalia consumista. Y es que la confusión atávica ante el inexorable ciclo vital, del invierno y del verano (con las vacaciones familiares –la otra gran diatriba del español moderno-), ha creado celebraciones de solsticios para todos los gustos. Lo divertido de todo es ser cínico, socarrón y disfrutar de todo con divertimento y mucho cachondeo. La Navidad es la época ideal para reírse con más fuerza de aquellos a los que no le gusta. Algo así, como el mensaje de esa película de culto de Terry Zwigoff que es 'Bad Santa', donde un Santa Claus borracho, pendenciero, ladrón e hijoputa encuentra el espíritu de las Pascuas en un niño 'loser' gordo y medio imbécil cuyo máximo deseo es obtener un elefante violeta como regalo. La Navidad es cojonuda, amigos. Y quien diga lo contrario es que no sabe disfrutar de las cosas buenas de la vida. Otra cuestión a debatir sería si las efigies mágicas de nuestra Navidad española han dejado dilapidarse por imágenes anglosajonas, los Reyes Magos dilapidados por ese antipático gordo cabrón de rojo y blanco que se ha dado en llamar Santa Claus, San Nicolas, Kris Kringle o Papa Noel.
Desde este Abismo, redecorado para la ocasión con un flash que define muy bien mi noción de la Navidad y de la socarronería divertida con la que hay que tomársela, quiero felicitaros estas pascuas. Es hora de disfrutar y adornar nuestros hogares, de comer sin freno y de procurar reírnos de todo.
Por eso, a todos vosotros, a todos los que habéis hecho popular ‘Un mundo desde el Abismo’ os deseo, de todo corazón, una FELIZ NAVIDAD 2005 y pediros encarecidamente que procuréis ser todo lo felices que podáis.
Un abrazo a todos.
¡Jo, jo, jo…!
PD: Tengo que agradecer el simbólico flash a Myrian (como viene siendo habitual en mi vida), Dani “DCracker” Caravantes que han aportado su pequeño granito de arena y a Paco Cavero por vestir el ‘Refotoon’ de Santa Loser.

El Gordo de Navidad

¡Por el culo te la hinco!
Qué número más feo ¿no?
Bueno, que sigo siendo igual de pobre (monetaria y espiritualmente) que ayer.

Agradecido No-Premio de Adultolescente

Esta mañana, con los letárgicos primeros niños de San Ildefonso como agónica banda sonora de mi casa (parecían hombres de voz profunda y aburrida digna de la peor resaca) y mientras escribo para mi semanal colaboración para el periódico en el que escribo, me he enterado que el gran David Catalina, el mítico y carismático creador del imprescindible término “Adultolescente” y su no menos ilustre y prolífica blog, ha tenido a bien destacar al Abismo como Blog Revelación 2005 dentro sus simbólicas distinciones anuales en su Chaiko de Poderío particular.
Es todo un honor. El primer reconocimiento público para esta página. Además, procedente de una fuente no adulterada por ningún interés fraudulento. Me congratula y me llena de orgullo. La verdad es que el gesto de David y su mención me han alegrado el día, las cosas como son.
Muchas gracias, amigo Adultolescente.
Por cierto, tengo la impresión que el Premio Gordo será el 56.411. Evidentemente, ni me acercaré. Pero por si acaso.

miércoles, 21 de diciembre de 2005

Impresionante

¿Estamos ante un posible heredero?

Coming soon: 'A Scanner Darkly'


Llevamos tiempo esperando ver ‘A Scanner Darkly’, la adaptación que ha llevado a cabo Richard Linklater de uno de los clásicos literarios de Phillip K. Dick, reflejando un alucinatorio cosmos de animación rotoscopiada como ya probara con éxito en ese existencial histerismo filosófico-animado que supuso ‘Walking life’.
Hay unas ganas irrefrenables de sumergirse en ese mundo alternativo que esconde una vida real tal vez ficticia. Hay expectación por saber cómo luce en pantalla grande Fred bajo el hierático rostro de Keanu Reeves y su caracterización también como Bob Arctor, narcotraficante que, debido a una sustancia llamada D., acaba vigilándose a sí mismo y disociando la realidad y la ficción.
Eso sí, habrá que esperar hasta la primavera de 2006.

martes, 20 de diciembre de 2005

Mujeres Desesperadas

Esta mañana he sufrido una nueva y abismal experiencia. He tenido que abandonar la calidez del hogar cuando preparaba la pátina navideña que introduciré en breve al blog y me he visto obligado a asistir a uno de esos eventos que uno sólo se imagina cuando lee un cruel relato de realidad demostrativa surgida de la inefable mente de Chuck Palahniuk. Como soy un parado sin futuro, un ácaro social, el Servicio de Orientación de Empleo ha solicitado mi presencia para formar parte de una inacabable charla de tres horas sobre el Autoempleo. Una actividad grupal bastante surrealista donde me he visto inmerso entre mujeres cuarentonas, con hijos casi todas ellas y bastantes desubicadas, por lo que han señalado.
La mujer que ha impartido el curso, Yolanda, es la típica cursi religiosa de formación católica y voz estridente. Bajo su tímida expresión oculta tras unas horrorosas gafas rosas, ha empezado su perorata a modo de palabreo inicial conciliatorio, procurando romper el hielo e intrascendentalizar la situación. Ha hablado de su hija, que se niega a ponerse un gorro con el frío que hace. Tras esto, ha comenzado a plantear las bases de lo que ha sido una insufrible cantilena sobre emprendedores, franquiciados, negocios propios, subvenciones… divagando en todo momento con frases contradictorias como “yo como desempleada aunque trabaje, bueno, es decir…” y exhibiendo una falta de vocabulario y preparación casi insultante; “que le den morcillas a Internet”, “muchas veces me voy pa’ casa con la cabeza cuadrá”, y “si es que hay de tó en la viña del Señor” han sido sólo un introductorio arquetipo del catálogo léxico de una tía que, a pesar de todo, me ha resultado simpática. Sin embargo, lo mejor de la mañana ha sido adentrarse por unos instantes en la vida de esas mujeres desesperadas reales, cotidianas y cansadas. Todas ellas bastante resignadas y desilusionadas con la falta de trabajo, la monotonía familiar y este tipo de charlas que sólo te ayudan a acrecentar tu amargo resentimiento frente a la inestabilidad laboral.
La primera en presentarse ha sido Guadalupe, una profesora de secundaria de 47 años, caracterizada por su tinte de pelo rojo chillón. Afirma convencida que a su edad es imposible encontrar trabajo. “Tengo un 80 o 90% de posibilidades de que no me den un puesto de trabajo porque sólo quieren jóvenes”. La profesora, optimista y crédula, le ha refutado con la frase “ya verás cómo seguro que encuentras algo”. Y seguidamente ha puesto un ejemplo sobre una señora que encontró su vocación en la peluquería. Sí, así de incoherente. Reyes, por su parte, acaba de tener un bebé. Tiene 36 años y también es maestra. No tiene ganas de trabajar por el momento, porque se ha casado hace poco y ahora quiere cuidar al niño. Por eso, se ha mostrado ausente (como todas) a las consignas dadas por nuestra consejera casual. Tampoco se ha explayado mucho.
Maika ha estudiado FP2 y trabajó como administrativa en una empresa que quebró. Lleva dos años sin trabajar y tampoco ve factible incorporarse a ninguna empresa porque está decepcionada y bastante cansada, según sus propias palabras. La estrella de la función ha sido Rosa, con un afán inconmensurable de protagonismo, bastante déspota y presumida, que ha tomado la palabra y se ha pasado más de diez minutos narrándonos cómo pasó de ser administrativa a azafata de vuelo en Madrid y luego venir a Salamanca sin contar las causas o estudios. Luego tuvo tres hijos y está ilusionada con un nuevo trabajo que comienza en enero. Concretamente en Qualytel, por lo que su historia de ambición sin límites ha quedado bastante enturbiada. Anécdotas de su cuñada, frases como “mi marido es funcionario con el mísero sueldo que la profesión conlleva” y “quien no encuentra trabajo es porque no lo busca” han dejado la sensación de petulancia de una mujer que ha interrumpido a todas y cada una de las mujeres que han acudido a esta farsa institucional (incluida yo, como otra cuarentona que las ha comprendido por unas horas). Lo que sí es cierto es que Rosa ha tenido la más acertada y lúcida deliberación de la mañana: “Para ganar 150 euros en una empresa en la que un tío gana 400 por el mismo trabajo y esos 150 euros se los voy a tener que dar a la chica que cuide a mis hijos, para eso me quedo en casa educando a los niños y que le den por culo al dinero y al trabajo”, ha dejado para la posteridad.
Amalia se casó hace un año y ha tenido gemelos, por lo que está muy ocupada. Afirma que le gustaría trabajar, pero que lo ve “superdifícil”. Como Toñi, con una estética muy antifemenina a medio camino entre la andrógina imagen de Loyola de Palacio y la execrable Ángela Portero que ha pasado su juventud como técnico de laboratorio y que está metida desde hace años en bolsas de trabajo, pero no ve solución. Se ha mostrado muy quemada con esta charla, porque es la segunda vez que asiste y asegura que es “una pérdida de tiempo innecesaria y bastante vacua”. Tal y como, en efecto, así ha sido. Por último, María José, la más joven y coqueta de todas, 34 años, licenciada en psicología, pasó cuatro trabajando en una compañía de seguros y lleva dos sin encontrar un empleo. Hizo un master en gerontología a pesar de que no le gustan las personas mayores. También ha realizado varios cursos del INEM, pero insiste en que no valen para nada y ahora está pensando en abrir una tienda. Pero no sabe de qué.
Mujeres, en definitiva, que encuentran condicionada su integración laboral ya sea por los hijos, por la edad, por su mala suerte y el destino. Ya no se trata de demostrar mucha más capacidad que un hombre para ascender en una empresa, ni de protestar por los pluses de concepto de riesgo y esfuerzo, ni de feminismo. Se trata de decepción y desesperanza.
La pregunta que os estáis haciendo también me la he formulado esta misma mañana: ¿Qué coño hacía yo allí rodeado de estas mujeres? ¿Por qué me han llamado para compartir este suplicio de trasfondo catártico y femenino? ¿Acaso me espera la misma frustración mujeril en el futuro? ¿No la estoy sufriendo ya?