sábado, 4 de junio de 2005

La última película del Gran Maestro (hasta el momento)

La eficaz maestría de la sencillez
John Carpenter tomó de referencia su propia obra para redefinir, con su habitual concepción ‘ hawksiana’, un western espacial de efectividad asombrosa.
Parece mentira que uno de los cineastas más veteranos del panorama internacional como lo es el maestro John Carpenter siga demostrando, después de superar un cáncer de piel que estuvo a punto de acabar con su vida, que es uno de los directores con un espíritu tan joven que más quisieran para ellos muchos de los nuevos talentos ensalzados por sus, supuestamente, innovadoras obras precozmente maestras. Carpenter demostró con su última película hasta el momento, que si con su sensacional ‘Vampiros’ acreditó su ofrendística propensión al ‘western’ reflejando la suculenta historia de un grupo de cazavampiros sin escrúpulos pagados por El Vaticano para exterminar a unos chupasangres maléficos, en ‘Ghosts of Mars’, este preceptor de obras maestras ‘de autor’ regresó a su particular y genuino estilo para proponer una infiltrada utilización de la consubstancialidad más auténtica del ‘far west’ bajo la perenne influencia de su siempre frecuentado Howard Hawks.
El genio rebelde impasible de Carpenter obtuvo, con su querencia a la ironía, violencia explícitamente ‘gore’, humor frío y discurso decididamente nihilista y sádico, una memorable cinta de acción y aventuras en la que la autoreferencia a su propia filmografía compusieron una obra inconfundible y desenfrenada en su intachable carrera. Para ‘Ghost of Mars’, Carpenter siguió absorbiendo de los artífices que han convertido su enfoque artístico en un ejemplo de honestidad y temeridad, de majestuosidad y coherencia autoral. El citado elemento ‘hawksiano’ se alía en ‘Ghost of Mars’ con breves matices del mejor John Ford,Jacques Tourneur o Terrence Fisher, pero también circunscribe claras alusiones a filmes clásicos como ‘El experimento del Doctor Quatermass’, la obra maestra de Val Guest y ‘Five millions years to earth’, de Roy Ward Baker. Carpenter pudo tratar otra representación ‘fantastique’, de la invasión extraterrestre, muy influida por la intención clasicista de la mítica factoría Hammer. En este caso no son los típicos marcianos los que llegan en naves espaciales a la Tierra con la intención de colonizarla, sino que es el hombre el que, como entelequia galáctica, logra colonizar Marte y levantar Shining Canyon, denominación inconfundible de cualquier mítico ‘western’.
A modo de ‘thriller’ de acción, Carpenter se traslada al año 2176 para relatar la odisea terrorífica de un grupo de policías (la MPF) que se traslada al planeta rojo con el fin de detener a un peligroso recluso. Los mineros que allí trabajaban se muestran sobrehumanos, psicópatas y aterradores. En realidad han sido poseídos por unos fantasmas alienígenas con ganas de venganza. Con esta premisa, Carpenter retomó los elementos argumentales que confinan su espléndida visión fílmica. ‘Ghost of Mars’ es muy pareja en estructura y estética a filmes de la talla de ‘Asalto a la Comisaría del distrito 13’, ‘La Niebla’, ‘La cosa’ o ‘El príncipe de las tinieblas’. Es decir, un grupo confinado en un área sitiada, amenazada por una siniestra caterva externa que desencadena, sin ningún motivo aparente, la muerte y el odio.
En esta ocasión la malevolencia viene dada por el nihilismo del hombre, por el ansia de poder en la lucha conquistadora espacial, aportando así esa irreverente directriz sociopolítica frecuente en el cine de Carpenter. La maldad proviene de unos entes espirituales que utilizan los cuerpos humanos como artilugio de defensa y de carácter brillantemente tribal. Por primera vez el antihéroe carpenteriano por excelencia es una mujer malhablada y severa de armas tomar, Melanie Ballard (brillante Natasha Henstridge) que dirige a unos secundarios representantes de los defectos humanos como el machismo, la debilidad y la ambición, entre muchos otros (Ice Cube, Clea Duvall, Jason Statham, Joanna Cassidy y Pam Grier).
John Carpenter volvió, por tanto, a verificar su atípica forma de reinventarse a sí mismo, sin concesiones a la pertinacia, y la vez, sin eludir su privativo y brillante sentido del ritmo visual y narrativo. En esta última concepción de su cine, Carpenter alcanzó una compleja estructura a base de ‘flashbacks’ introducidos en otros ‘flashbacks’ de la subtrama, lo que origina la lucidez de un relato cerrado en el que los giros no traicionan el total de esta magnífica obra (la cinta empieza como acaba). La visión del artesano, de la serie B y de la trasgresión disoluta se dan cita en este filme en el que el anacronismo ensalza la gran capacidad de este genio como narrador, como creador de atmósferas e innovador de un sentido de la acción abrumante en la que no podía faltar su poderosa y destacada partitura musical.
Con ‘Ghosts of Mars’, Carpenter siguió acreditando unas inagotables ganas de subvertir el cine hacia la maestría de su propia y sencilla concepción fílmica. La imaginería de este maestro continúa, a falta de ver su próxima y esperada cinta, a la altura de los que le consideran como lo que es: uno de los últimos grandes clásico de este Arte.

viernes, 3 de junio de 2005

¡La madre que lo parió!

3-6, 6-4, 4-6 y 3-6
“Manacorí”, es el pertinaz gentilicio que más esgrimen los medios para nombrar a Rafa Nadal, un ‘crack’de la raqueta destinado a ser uno de los tenistas más grandes que ha dado España y, visto lo visto, la historia de este deporte.
Todo lo aburrido que han tenido los anodinos comentarios de un doliente verbal (hasta las ovejas se duermen con sus análisis) como Emilio Sánchez-Vicario se ha subsanado con el grandioso juego de un joven combativo, luchador, un ganador que jugará su primera final de un Grand Slam tras derrotar al número uno del mundo, el suizo Roger Federer, precisamente en su primera participación en Roland Garros.
El futuro es suyo.

Placas identificativas custumizadas

Smith & Warren pone a nuestra disposición esa placa identificativa que siempre hemos soñado desde nuestra más tierna infancia.
Una amplia gama de placas que podremos custumizar a nuestro gusto para poder exhibirla en cualquier lugar y ser así el protagonista de redadas, detenciones, quedarse con una suculenta custodia ilegal de droga o simplemente por el hecho de hacer el gilipollas y ser el más ‘freakie’ del grupo.
Y sólo cuesta unos 55 dólares.

The King of the Bad Taste

El extraño talento provocativo del genio ‘trash’
La carrera de Waters, marcada por la polémica ‘Pink Flamingos’, está marcada por la trasgresión y la polémica, por la libertad y la evolución creativa.
Lamentablemente ningún cine salmantino ha tenido la deferencia de traer una película que muchos esperábamos hace tiempo. Ningún exhibidor ha tenido el arrojo ni los cojones de apostar por ‘A Dirty Shame (Los sexoadictos)’, así que aguardando que este acontecimiento se produzca (si no, habrá que ir tirando del burrito), qué mejor que recapitular la vida y obra de John Waters. Una vida que no es ni mucho menos corriente, ni normal, ni cotidiana, ni decente. Si no todo lo contrario. Waters se ha convertido en una indispensable celebridad gracias a una libérrima y disoluta percepción del arte, obscena y desmedida, ‘ultra-kistch’ y escatológica, insurgente y a su vez redentora.
Es el indiscutible rey del ‘trash’, de la basura que ha salpicado con sarcasmo y excreción a las reprimidas morales puritanas con su cine corrosivo e incómodo, surgido directamente del subsuelo de todo aquello convulsivamente sedicioso. Cierto es que el ‘trash’, entendido como corriente estética y ontológica de la vida convoca todo aquello que batalla contra la belleza, los cánones estéticos y la apostura, aquello que apela con carencia de valores a los bajos instintos subversivos del artista. Waters se configura desde su precoz actividad de creador como un rebelde artístico, un dinamitador del yugo dictatorial del gusto, sustituyendo la belleza de lo ornamental y el mensaje políticamente correcto de lo consentido por una sempiterna búsqueda de la epifanía clarividente y verdadera que se encuentra en el fondo más hediondo y lúgubre de las personas.
La divergencia y la ‘basura paradigmática’ (en constante evolución hacia un formalismo artístico depurado) ha sido la constante de este ‘freak’ que abraza con su incómodo cine a la teología fílmica de visionarios mitos imperecederos de la ‘serie Z’ más mugrientos como Hershell G. Lewis, Ed Wood o Russ Meyer. Waters, también conocido como "The king of puke", debutaría en el cine con ‘Hag in a Black Leather Jacket’, una pequeña obra que describía la boda entre una joven blanca y un apuesto negro que representaría el cine con las señas llenas de roña del mago de Baltimore, ciudad que le vio nacer en 1946 y que le ha servido como fuente de inspiración a lo largo de su filmografía.
Desde ese nada convencional comienzo en el Séptimo Arte, Waters ha indagado en cada rasgo de la citada cultura ‘trash’, saltándose todas las reglas formales, de forma drástica, trazando la vanguardia con una mirada distorsionada de la irrealidad que nos rodea, de nuestro propio fondo humano, dando como resultado una veracidad limítrofe en la náusea, de nuestra fehaciente condición de individuos. La frase que un buen día hizo popular el insurgente realizador "hay que tener buen gusto para saber apreciar el mal gusto" es paradigmática de la cosmología ‘watersiana’. Maldecido y venerado a partes iguales, este grano en el culo del cine independiente americano empezó a ganarse su mala fama con el trabajo ‘Mondo trasho’, un catálogo de barbaridades alejadas ya de su evolutiva domesticación de un humor salvaje y absurdo, metafórico e iniciador de una tradición poco explorada por el cine y por el arte, reservada a los díscolos artistas que expresan su talento por medio del escándalo.
La obra más conocida de Waters es y será su obra maestra ‘Pink Flamingos’, una basura inolvidable rodada en 16 mm. ataviada por un reconocible look feísta, ‘underground’ y antiestético que, a medio camino entre el pop y el ‘cutre-kistch’, encontró la forma de escandalizar a propios y extraños con la historia de Divine, un ambiguo obeso travestido considerado la ‘persona más guarra del mundo’, en una historia en la que vive junto a su atípica familia en constante lucha con los Marble, otra asquerosa prole con la que se enfrentan, ya que habitan en una caravana donde inseminan a toda jovencita que recogen en ‘auto-stop’. La carga argumental se hizo insostenible para la época, básicamente por su retahíla de coprofagia (el mítico plano final con Divine tragándose un excremento canino, sin truco ni trampa), felaciones, incesto, asesinato, castración, violación, transexualismo, exhibicionismo y canibalismo que expuso, con toda la frialdad del mundo, la realidad oculta de la sociedad cínica y falsa de los 70. Intención ésta última que Waters ha ido acoplando a sus posteriores trabajos.
La emblemática Divine seguiría trabajando con Waters hasta convertirse, sin concesión a la porfía, en un icono del cine transgresor más sucio que se recuerde. Es entonces cuando se aprecia el designio del cine dirigido por Waters: el impacto, la realidad mugrienta y repugnante, según sus palabras “aquello que jode y molesta”. A la galería de ‘freaks’ aportados por Waters, con los que vivía en una comuna artística, hay que sumar a inolvidables ‘duches’ de la talla de Edith Massey, David Lochary, Mink Stole o Jean Hill. Contribuyente a enterrar la absurda pesadilla hippie, Waters inculcó con su arte una defensa a la verdad, una crítica (a veces apologética) a la violencia, reventando la idea ‘sixties’ de florecitas y paz, drogas y amor. Waters coincidió con el nacimiento del ‘punk’ y a él hay que anexionar sus primeros trabajos ‘Female Trouble’ y ‘Desperate Living’, demenciales declaraciones de intenciones de un cada vez más polémico director, amigo de varios miembros de la ‘familia’ del ‘psycho-mesías’ Charlie Manson.
Un nuevo tipo de cine que alteró a los críticos más clasicistas (no hay que explicar cómo se tomaron –y se siguen tomando- el arte de Waters) frente al desaforado acogimiento de la rebelde juventud de finales de los 70, libre y desenfrenada, amante de los excesos y recelosos del ámbito ‘beatnik’. Si bien puede parecer que la obra de este terrorista genérico corrió por los mismos cauces, no fue así, para decepción de sus entusiastas fans. Los 80 empezaron para John Waters mucho más sosegados, explorando la verdadera narrativa cinematográfica y evidenciando una progresión hacia ámbitos más depurados, con la misma carga crítica, pero desinfectando su imagen con cintas mucho más accesibles para el gran público. Prueba de ello son sus siguientes películas ‘Polyester’, ‘Hairspray’ y ‘Cry-Baby’, muy comedidas con las emociones fuertes, ofreciendo otro tipo de infracciones a la hora de poner en tela de juicio a la sociedad americana moderna, sin desprenderse de sus raíces revolucionarias, pero perfeccionando un gusto por un arte que le ha terminado de consolidar como un mito repuesto para la nueva comedia negra americana, influyendo sobre mortíferos críticos sociales como Todd Solondz o Neil Labute, entre otros muchos.
Acostumbrado a emplear la sátira como rito cinematográfico, sus últimas producciones (‘Serial mum’, ‘Pecker’ y la espléndida ‘Cecil B. Demented'), ya inscrita en la moderación aparente, divide a aquellos que echan de menos la insurrección salvaje de sus primeros años y los que apoyan, por lógica, el cambio hacia un cine ácido, pero estéticamente más enaltecido, como opción de escape al encasillamiento. A pesar de que Waters haya abandonado las perversiones de su carrera freak, es innegable su propensión por incluir en sus trabajos elementos que no dejan de sorprender al público no habituado a los desvaríos de la posmodernidad temprana de este genio del ‘trash’. Un gran mago de la basura y la defecación hecha celuloide que ha hecho de su militancia en el sótano de la diatriba social una bandera para las posteriores generaciones.
Por eso, espero con impaciencia ver esa película de la que tan bien me han hablado que es ‘A Dirty Shame’, cuyo análisis en esta líneas sería la guinda perfecta para cerrar este elaborado reportaje sobre uno de los cineastas más contestatarios y controvertidos de la historia del cine.

jueves, 2 de junio de 2005

Mañana vuelve la gratuidad a Elpais.es

El día en que hemos conocido que el Pleno del Congreso ha dado vía libre a la aparición de nuevos canales analógicos, eliminando así el tope de tres que había sido incorporado en el Senado, en la Ley de Impulso de la Televisión Digital Terrestre y sin entrar a valorar si tanta “prisa” se debe a intereses económicos de algunos o no, mañana día 3 de junio, Elpais.es volverá a ofrecer a sus lectores internautas información gratuita actualizada las 24 horas, artículos seleccionados de la edición impresa, fotografías, gráficos, vídeo, audio, búsquedas, archivos...
Mario Tascón, responsable de Prisa.com avanza además que mañana los lectores tendrán "una sorpresa".
Habrá que ver si es verdad o no.

27 veces quiero ser tu perro

“La Iguana” de Detroit, el bestial Iggy Pop, y los hermanos Asheton formaron, como todos sabemos, un grupo revolucionario, mítico, clave y absoluto en el desarrollo de la música moderna.
Una de sus canciones más conmemoradas e imperecederas es ‘I Wanna be your dog’, una sediciosa copla llena de furia e irreverencia que simbolizó el movimiento ‘punkie’ de los 70.
Integrada en el primer disco del grupo, titulado ‘Stooges’, en 1969, bajo producción del Velvet Underground John Cale (aunque la primera elección de Iggy fue Jerry Ragovoy, el productor de Dusty Springfield), podemos disfrutarla en la espectacular Amaste.com con 27 versiones (todas disponibles en mp3) de tan glorificada canción.

¿Los mejores directores de la Historia? Esto...

Otra de esas prosaicas y loadoras listas que se perpetran bajo la denominación 'Top 10' y que abundan como musgo en temporada lluviosa la acaba de hacer pública la BBC siguiendo las directrices de la revista Empire Magazine.
1. Steven Spielberg
2. Alfred Hitchcock
3. Martin Scorsese
4. Stanley Kubrick
5. Ridley Scott
6. Akira Kurosawa
7. Peter Jackson
8. Quentin Tarantino
9. Orson Welles
10. Woody Allen
Se trata de la enésima selección de ‘Los mejores directores de la Historia del Cine’. Como se puede apreciar esta lista es ilógica dada su carencia de incuestionables clásicos del cine y risible si atendemos a alguno de los cineastas incluidos en esta pantomima barata. Una lista más acorde con una elección de los espectadores de la MTV o de ignaros principiantes en el mundo cinéfilo.
¿Infame clasificación? ¿Ignorancia? ¿Ambas cosas?
Post del todo pueril, reconozcámoslo, pero qué queréis, me acabo de levantar.

miércoles, 1 de junio de 2005

Blogger's Music Chain

Nuestros queridos amigos Spaulding (mencionado por Fotogramas como "un mito en el mundo de los weblogeros"), al que incontables lectores de su espléndida weblog perseveran en conferirle una analogía física con el progenitor de ‘Padre de familia’ y el inefable Dr. Zito me han lanzando un reto, a modo de cadena, que ya ha perdido su origen y continúa extendiéndose a lo largo y ancho de la red.
Menos mal que, echándole un vistazo, es aparentemente fácil de rellenar.
Así que voy a ello:
1.- Tamaño total de archivos de música en tu ordenador:
Pues además de los más de 200 cd’s que tengo (casi todo bandas sonoras apiladas), ahora mismo, en mi nuevo disco duro conviven aguardando una correcta ordenación en la carpeta de bandas sonoras, 4’95 gigas y en el resto de música (álbumes de diversa índole) 4’46 gigas.
Como alegato a mi favor tengo cientos de cd’s originales e incluso atesoro con nostalgia multitud de casetes también originales (qué tiempos).
2.- Último disco que te compraste:
La banda sonora de ‘Crimen Ferpecto’, del genial Roque Baños.
3.- Canción que estás escuchando en este momento:
En este momento, en mis oídos suena la fragosa estridencia de Disturbed con la canción ‘Dehumanized’, de su último disco ‘Music as a weapon’.
4.- Cinco canciones que escuchas mucho y que, por tanto, tienen significado para ti:
Esta es una pregunta francamente compleja. Así que dada la celeridad con la que estoy escribiendo estas líneas optaré por elegir cinco temas que me cautivan, pero a los que no etiquetaría como favoritas porque si me paro a meditarlo con calma seleccionaría otras cinco y posiblemente mañana serían otras tantas.
.- ‘One’, de Metallica. Canción y vídeoclip que pasarán a la historia por su claroscuro y su letra que evoca tanto en historia como en imágenes, a la obra maestra de Dalton Trumbo ‘Johnny cogió su fusil’.
.- ‘Jumping the line’, de Harry Belafonte. Mi canción predilecta para esos funestos momentos de bajón.
.- ‘Love’, de Nat King Cole. Otro de mis clásicos favoritos.
.- ‘Rockin In The Free World’, de Neil Young.
.- ‘London calling’, de los Clash. Claro que sí.
Ya me estoy arrepintiendo por haber dejado de citar títulos recurrentes de necesidad vital, así que mejor dejo estos, que son los primeros que me han venido a la cabeza.
5.- Cinco señores (o pardillos, como dice Zito) a los que les pasas el turno:
A Félix 'Ruina de la familia', J. de ‘El mundo de J.’, Javier de ‘Are you talking to me?’, Noel de ‘El emperador de los helados’ y a J+MC de ‘Asco de vida’. Más que nada porque estoy viendo que casi todos los bloggers ya han contestado esta cadena que yo tampoco iba a romper.
Y ya está.

Fotos de una familia desconocida que tenía una licorería, probablemente

Houseplant Picture Studio presenta… ‘Photos of a unknown family who probably owned a liquor store’, un extraño y minucioso viaje a la abisal memoria fotográfica de una familia característica de la América Profunda.
Con todo lujo de detalles; piscinas, sonrisas, timbas de póker, viajes a Europa, moda setentera, cardados capilares, ornato y vestimenta floral, patillas y bigotes imposibles, un primogénito 'Hippie'...
Lo sé.
A mí también me acojona, pero algún día inventaré una historia para esta entrañable familia.

Review 'Gerry'

Soporífero desierto sin fin
Van Sant propone un letárgico producto sobre la búsqueda de identidad a modo de terrible pasquín experimental que yerra en sus designios debido a su anodina lentitud.
‘Gerry’, la última obra estrenada en España del imprudente Gus Van Sant, es en realidad precedente a ‘Elephant’, filme con el que el cineasta ganara hace dos años la Palma de Oro en el Festival de Cannes. La trama es la siguiente: dos amigos que van de excursión con un coche deciden dejar la autopista y lanzarse campo a través en busca de algo que sólo ellos conocen. Con el desierto por delante, estos dos 'Gerrys´ (que significa algo así como gilipollas) se lanzan a un viaje sin retorno que les llevará a perderse en el desierto para que uno de los dos mate al otro al final de la película.
Evidentemente es un atroz ‘spoiler’, pero como la película de Van Sant es de lo más previsible, e incluso soporífera, no se desentraña nada. Al igual que en ‘Elephant’, el director de la maravillosa ‘My Idaho privado’ expone sus planteamientos desde el siempre dificultoso experimentalismo, en varios niveles, ya que la cinta no tiene ninguna construcción dramática para relacionar un esquema lógico, obviando de este modo las causas y los efectos. Por supuesto, el aburrido viaje que se sostiene en la ‘no-acción’ es una metáfora de la búsqueda de la identidad, de la pérdida de valores y el indicativo del desconcierto de la juventud en un entorno desconocido donde, por supuesto, habrá una comunión lógica entre lo violento y lo hermoso. Con las sutiles notas de Arvo Pärt de fondo, Cassey Affleck y Matt Damon (que figuran como guionistas de la película porque lo que hacen es improvisar los pocos diálogos que se escuchan a lo largo del metraje) protagonizan una historia donde las coordenadas de espacio y tiempo se agolpan en un punto de fuga que Van Sant ni siquiera se molesta en explicar. Sólo importa soslayar lo tópico o preestablecido para enfatizar en lo experimental del asunto, sin percatarse de lo plomizo que resulta todo.
La arquitectura de ‘Gerry’ es una tomadura de pelo minimalista de Van Sant que ostenta en su somnífero ejercicio empírico una sucesión de largos travellings, de bellas panorámicas paisajísticas, de la utilización excesiva de la ‘stedy cam’. Directriz que se deriva en una duración de los planos que van más allá de lo aceptable. Un filme que muy bien podrían haber rodado Andy Warhol o Michael Snow y que pivota en su desfachatez mantenida en una carencia de explicación racional capaz de dar sentido a las situaciones que se ven en pantalla y que tan bien funcionaron en ‘Elephant’, dado que en aquélla había un estallido de violencia final descarnada y lacónica. Algo que que pierde su sentido en ‘Gerry’, fundamentalmente por la desmotivación que provoca la insuperable desazón que imbuye al relato, la misma que sienten los tediosos protagonistas, perdidos en un desierto que les enfrentará a sí mismos y donde sólo el más fuerte será capaz de sobrevivir. Una opción que tal vez el realizador se haya planteado, la de exhibir mediante imágenes la desorientación y pesadumbre de dos personas perdidas en una estéril estepa sin fin.
Hay quien dice que esto es un homenaje al ‘western’ debido a los paisajes, a su recurrente espíritu vocacional. Deliberación hilarante, sin duda alguna. ‘Gerry’ no es más que la manifestación de que Van Sant ha pasado de poner la mano para contar el dinero del ‘remake’ de ‘Psicosis’ a agredir con sus pretenciosas y fatuas debilidades experimentales sin ningún pudor.
Miguel Á. Refoyo © 2005
PD: Por si fuera poco, he oído que ‘Last Days’ (presentada en Cannes recientemente) sigue esta misma táctica de planificación aleatoria y ensayo fílmico, por lo que Van Sant tiene un espectador menos para presenciar los últimos días de Kurt Cobain.