viernes, 3 de junio de 2005

The King of the Bad Taste

El extraño talento provocativo del genio ‘trash’
La carrera de Waters, marcada por la polémica ‘Pink Flamingos’, está marcada por la trasgresión y la polémica, por la libertad y la evolución creativa.
Lamentablemente ningún cine salmantino ha tenido la deferencia de traer una película que muchos esperábamos hace tiempo. Ningún exhibidor ha tenido el arrojo ni los cojones de apostar por ‘A Dirty Shame (Los sexoadictos)’, así que aguardando que este acontecimiento se produzca (si no, habrá que ir tirando del burrito), qué mejor que recapitular la vida y obra de John Waters. Una vida que no es ni mucho menos corriente, ni normal, ni cotidiana, ni decente. Si no todo lo contrario. Waters se ha convertido en una indispensable celebridad gracias a una libérrima y disoluta percepción del arte, obscena y desmedida, ‘ultra-kistch’ y escatológica, insurgente y a su vez redentora.
Es el indiscutible rey del ‘trash’, de la basura que ha salpicado con sarcasmo y excreción a las reprimidas morales puritanas con su cine corrosivo e incómodo, surgido directamente del subsuelo de todo aquello convulsivamente sedicioso. Cierto es que el ‘trash’, entendido como corriente estética y ontológica de la vida convoca todo aquello que batalla contra la belleza, los cánones estéticos y la apostura, aquello que apela con carencia de valores a los bajos instintos subversivos del artista. Waters se configura desde su precoz actividad de creador como un rebelde artístico, un dinamitador del yugo dictatorial del gusto, sustituyendo la belleza de lo ornamental y el mensaje políticamente correcto de lo consentido por una sempiterna búsqueda de la epifanía clarividente y verdadera que se encuentra en el fondo más hediondo y lúgubre de las personas.
La divergencia y la ‘basura paradigmática’ (en constante evolución hacia un formalismo artístico depurado) ha sido la constante de este ‘freak’ que abraza con su incómodo cine a la teología fílmica de visionarios mitos imperecederos de la ‘serie Z’ más mugrientos como Hershell G. Lewis, Ed Wood o Russ Meyer. Waters, también conocido como "The king of puke", debutaría en el cine con ‘Hag in a Black Leather Jacket’, una pequeña obra que describía la boda entre una joven blanca y un apuesto negro que representaría el cine con las señas llenas de roña del mago de Baltimore, ciudad que le vio nacer en 1946 y que le ha servido como fuente de inspiración a lo largo de su filmografía.
Desde ese nada convencional comienzo en el Séptimo Arte, Waters ha indagado en cada rasgo de la citada cultura ‘trash’, saltándose todas las reglas formales, de forma drástica, trazando la vanguardia con una mirada distorsionada de la irrealidad que nos rodea, de nuestro propio fondo humano, dando como resultado una veracidad limítrofe en la náusea, de nuestra fehaciente condición de individuos. La frase que un buen día hizo popular el insurgente realizador "hay que tener buen gusto para saber apreciar el mal gusto" es paradigmática de la cosmología ‘watersiana’. Maldecido y venerado a partes iguales, este grano en el culo del cine independiente americano empezó a ganarse su mala fama con el trabajo ‘Mondo trasho’, un catálogo de barbaridades alejadas ya de su evolutiva domesticación de un humor salvaje y absurdo, metafórico e iniciador de una tradición poco explorada por el cine y por el arte, reservada a los díscolos artistas que expresan su talento por medio del escándalo.
La obra más conocida de Waters es y será su obra maestra ‘Pink Flamingos’, una basura inolvidable rodada en 16 mm. ataviada por un reconocible look feísta, ‘underground’ y antiestético que, a medio camino entre el pop y el ‘cutre-kistch’, encontró la forma de escandalizar a propios y extraños con la historia de Divine, un ambiguo obeso travestido considerado la ‘persona más guarra del mundo’, en una historia en la que vive junto a su atípica familia en constante lucha con los Marble, otra asquerosa prole con la que se enfrentan, ya que habitan en una caravana donde inseminan a toda jovencita que recogen en ‘auto-stop’. La carga argumental se hizo insostenible para la época, básicamente por su retahíla de coprofagia (el mítico plano final con Divine tragándose un excremento canino, sin truco ni trampa), felaciones, incesto, asesinato, castración, violación, transexualismo, exhibicionismo y canibalismo que expuso, con toda la frialdad del mundo, la realidad oculta de la sociedad cínica y falsa de los 70. Intención ésta última que Waters ha ido acoplando a sus posteriores trabajos.
La emblemática Divine seguiría trabajando con Waters hasta convertirse, sin concesión a la porfía, en un icono del cine transgresor más sucio que se recuerde. Es entonces cuando se aprecia el designio del cine dirigido por Waters: el impacto, la realidad mugrienta y repugnante, según sus palabras “aquello que jode y molesta”. A la galería de ‘freaks’ aportados por Waters, con los que vivía en una comuna artística, hay que sumar a inolvidables ‘duches’ de la talla de Edith Massey, David Lochary, Mink Stole o Jean Hill. Contribuyente a enterrar la absurda pesadilla hippie, Waters inculcó con su arte una defensa a la verdad, una crítica (a veces apologética) a la violencia, reventando la idea ‘sixties’ de florecitas y paz, drogas y amor. Waters coincidió con el nacimiento del ‘punk’ y a él hay que anexionar sus primeros trabajos ‘Female Trouble’ y ‘Desperate Living’, demenciales declaraciones de intenciones de un cada vez más polémico director, amigo de varios miembros de la ‘familia’ del ‘psycho-mesías’ Charlie Manson.
Un nuevo tipo de cine que alteró a los críticos más clasicistas (no hay que explicar cómo se tomaron –y se siguen tomando- el arte de Waters) frente al desaforado acogimiento de la rebelde juventud de finales de los 70, libre y desenfrenada, amante de los excesos y recelosos del ámbito ‘beatnik’. Si bien puede parecer que la obra de este terrorista genérico corrió por los mismos cauces, no fue así, para decepción de sus entusiastas fans. Los 80 empezaron para John Waters mucho más sosegados, explorando la verdadera narrativa cinematográfica y evidenciando una progresión hacia ámbitos más depurados, con la misma carga crítica, pero desinfectando su imagen con cintas mucho más accesibles para el gran público. Prueba de ello son sus siguientes películas ‘Polyester’, ‘Hairspray’ y ‘Cry-Baby’, muy comedidas con las emociones fuertes, ofreciendo otro tipo de infracciones a la hora de poner en tela de juicio a la sociedad americana moderna, sin desprenderse de sus raíces revolucionarias, pero perfeccionando un gusto por un arte que le ha terminado de consolidar como un mito repuesto para la nueva comedia negra americana, influyendo sobre mortíferos críticos sociales como Todd Solondz o Neil Labute, entre otros muchos.
Acostumbrado a emplear la sátira como rito cinematográfico, sus últimas producciones (‘Serial mum’, ‘Pecker’ y la espléndida ‘Cecil B. Demented'), ya inscrita en la moderación aparente, divide a aquellos que echan de menos la insurrección salvaje de sus primeros años y los que apoyan, por lógica, el cambio hacia un cine ácido, pero estéticamente más enaltecido, como opción de escape al encasillamiento. A pesar de que Waters haya abandonado las perversiones de su carrera freak, es innegable su propensión por incluir en sus trabajos elementos que no dejan de sorprender al público no habituado a los desvaríos de la posmodernidad temprana de este genio del ‘trash’. Un gran mago de la basura y la defecación hecha celuloide que ha hecho de su militancia en el sótano de la diatriba social una bandera para las posteriores generaciones.
Por eso, espero con impaciencia ver esa película de la que tan bien me han hablado que es ‘A Dirty Shame’, cuyo análisis en esta líneas sería la guinda perfecta para cerrar este elaborado reportaje sobre uno de los cineastas más contestatarios y controvertidos de la historia del cine.

jueves, 2 de junio de 2005

Mañana vuelve la gratuidad a Elpais.es

El día en que hemos conocido que el Pleno del Congreso ha dado vía libre a la aparición de nuevos canales analógicos, eliminando así el tope de tres que había sido incorporado en el Senado, en la Ley de Impulso de la Televisión Digital Terrestre y sin entrar a valorar si tanta “prisa” se debe a intereses económicos de algunos o no, mañana día 3 de junio, Elpais.es volverá a ofrecer a sus lectores internautas información gratuita actualizada las 24 horas, artículos seleccionados de la edición impresa, fotografías, gráficos, vídeo, audio, búsquedas, archivos...
Mario Tascón, responsable de Prisa.com avanza además que mañana los lectores tendrán "una sorpresa".
Habrá que ver si es verdad o no.

27 veces quiero ser tu perro

“La Iguana” de Detroit, el bestial Iggy Pop, y los hermanos Asheton formaron, como todos sabemos, un grupo revolucionario, mítico, clave y absoluto en el desarrollo de la música moderna.
Una de sus canciones más conmemoradas e imperecederas es ‘I Wanna be your dog’, una sediciosa copla llena de furia e irreverencia que simbolizó el movimiento ‘punkie’ de los 70.
Integrada en el primer disco del grupo, titulado ‘Stooges’, en 1969, bajo producción del Velvet Underground John Cale (aunque la primera elección de Iggy fue Jerry Ragovoy, el productor de Dusty Springfield), podemos disfrutarla en la espectacular Amaste.com con 27 versiones (todas disponibles en mp3) de tan glorificada canción.

¿Los mejores directores de la Historia? Esto...

Otra de esas prosaicas y loadoras listas que se perpetran bajo la denominación 'Top 10' y que abundan como musgo en temporada lluviosa la acaba de hacer pública la BBC siguiendo las directrices de la revista Empire Magazine.
1. Steven Spielberg
2. Alfred Hitchcock
3. Martin Scorsese
4. Stanley Kubrick
5. Ridley Scott
6. Akira Kurosawa
7. Peter Jackson
8. Quentin Tarantino
9. Orson Welles
10. Woody Allen
Se trata de la enésima selección de ‘Los mejores directores de la Historia del Cine’. Como se puede apreciar esta lista es ilógica dada su carencia de incuestionables clásicos del cine y risible si atendemos a alguno de los cineastas incluidos en esta pantomima barata. Una lista más acorde con una elección de los espectadores de la MTV o de ignaros principiantes en el mundo cinéfilo.
¿Infame clasificación? ¿Ignorancia? ¿Ambas cosas?
Post del todo pueril, reconozcámoslo, pero qué queréis, me acabo de levantar.

miércoles, 1 de junio de 2005

Blogger's Music Chain

Nuestros queridos amigos Spaulding (mencionado por Fotogramas como "un mito en el mundo de los weblogeros"), al que incontables lectores de su espléndida weblog perseveran en conferirle una analogía física con el progenitor de ‘Padre de familia’ y el inefable Dr. Zito me han lanzando un reto, a modo de cadena, que ya ha perdido su origen y continúa extendiéndose a lo largo y ancho de la red.
Menos mal que, echándole un vistazo, es aparentemente fácil de rellenar.
Así que voy a ello:
1.- Tamaño total de archivos de música en tu ordenador:
Pues además de los más de 200 cd’s que tengo (casi todo bandas sonoras apiladas), ahora mismo, en mi nuevo disco duro conviven aguardando una correcta ordenación en la carpeta de bandas sonoras, 4’95 gigas y en el resto de música (álbumes de diversa índole) 4’46 gigas.
Como alegato a mi favor tengo cientos de cd’s originales e incluso atesoro con nostalgia multitud de casetes también originales (qué tiempos).
2.- Último disco que te compraste:
La banda sonora de ‘Crimen Ferpecto’, del genial Roque Baños.
3.- Canción que estás escuchando en este momento:
En este momento, en mis oídos suena la fragosa estridencia de Disturbed con la canción ‘Dehumanized’, de su último disco ‘Music as a weapon’.
4.- Cinco canciones que escuchas mucho y que, por tanto, tienen significado para ti:
Esta es una pregunta francamente compleja. Así que dada la celeridad con la que estoy escribiendo estas líneas optaré por elegir cinco temas que me cautivan, pero a los que no etiquetaría como favoritas porque si me paro a meditarlo con calma seleccionaría otras cinco y posiblemente mañana serían otras tantas.
.- ‘One’, de Metallica. Canción y vídeoclip que pasarán a la historia por su claroscuro y su letra que evoca tanto en historia como en imágenes, a la obra maestra de Dalton Trumbo ‘Johnny cogió su fusil’.
.- ‘Jumping the line’, de Harry Belafonte. Mi canción predilecta para esos funestos momentos de bajón.
.- ‘Love’, de Nat King Cole. Otro de mis clásicos favoritos.
.- ‘Rockin In The Free World’, de Neil Young.
.- ‘London calling’, de los Clash. Claro que sí.
Ya me estoy arrepintiendo por haber dejado de citar títulos recurrentes de necesidad vital, así que mejor dejo estos, que son los primeros que me han venido a la cabeza.
5.- Cinco señores (o pardillos, como dice Zito) a los que les pasas el turno:
A Félix 'Ruina de la familia', J. de ‘El mundo de J.’, Javier de ‘Are you talking to me?’, Noel de ‘El emperador de los helados’ y a J+MC de ‘Asco de vida’. Más que nada porque estoy viendo que casi todos los bloggers ya han contestado esta cadena que yo tampoco iba a romper.
Y ya está.

Fotos de una familia desconocida que tenía una licorería, probablemente

Houseplant Picture Studio presenta… ‘Photos of a unknown family who probably owned a liquor store’, un extraño y minucioso viaje a la abisal memoria fotográfica de una familia característica de la América Profunda.
Con todo lujo de detalles; piscinas, sonrisas, timbas de póker, viajes a Europa, moda setentera, cardados capilares, ornato y vestimenta floral, patillas y bigotes imposibles, un primogénito 'Hippie'...
Lo sé.
A mí también me acojona, pero algún día inventaré una historia para esta entrañable familia.

Review 'Gerry'

Soporífero desierto sin fin
Van Sant propone un letárgico producto sobre la búsqueda de identidad a modo de terrible pasquín experimental que yerra en sus designios debido a su anodina lentitud.
‘Gerry’, la última obra estrenada en España del imprudente Gus Van Sant, es en realidad precedente a ‘Elephant’, filme con el que el cineasta ganara hace dos años la Palma de Oro en el Festival de Cannes. La trama es la siguiente: dos amigos que van de excursión con un coche deciden dejar la autopista y lanzarse campo a través en busca de algo que sólo ellos conocen. Con el desierto por delante, estos dos 'Gerrys´ (que significa algo así como gilipollas) se lanzan a un viaje sin retorno que les llevará a perderse en el desierto para que uno de los dos mate al otro al final de la película.
Evidentemente es un atroz ‘spoiler’, pero como la película de Van Sant es de lo más previsible, e incluso soporífera, no se desentraña nada. Al igual que en ‘Elephant’, el director de la maravillosa ‘My Idaho privado’ expone sus planteamientos desde el siempre dificultoso experimentalismo, en varios niveles, ya que la cinta no tiene ninguna construcción dramática para relacionar un esquema lógico, obviando de este modo las causas y los efectos. Por supuesto, el aburrido viaje que se sostiene en la ‘no-acción’ es una metáfora de la búsqueda de la identidad, de la pérdida de valores y el indicativo del desconcierto de la juventud en un entorno desconocido donde, por supuesto, habrá una comunión lógica entre lo violento y lo hermoso. Con las sutiles notas de Arvo Pärt de fondo, Cassey Affleck y Matt Damon (que figuran como guionistas de la película porque lo que hacen es improvisar los pocos diálogos que se escuchan a lo largo del metraje) protagonizan una historia donde las coordenadas de espacio y tiempo se agolpan en un punto de fuga que Van Sant ni siquiera se molesta en explicar. Sólo importa soslayar lo tópico o preestablecido para enfatizar en lo experimental del asunto, sin percatarse de lo plomizo que resulta todo.
La arquitectura de ‘Gerry’ es una tomadura de pelo minimalista de Van Sant que ostenta en su somnífero ejercicio empírico una sucesión de largos travellings, de bellas panorámicas paisajísticas, de la utilización excesiva de la ‘stedy cam’. Directriz que se deriva en una duración de los planos que van más allá de lo aceptable. Un filme que muy bien podrían haber rodado Andy Warhol o Michael Snow y que pivota en su desfachatez mantenida en una carencia de explicación racional capaz de dar sentido a las situaciones que se ven en pantalla y que tan bien funcionaron en ‘Elephant’, dado que en aquélla había un estallido de violencia final descarnada y lacónica. Algo que que pierde su sentido en ‘Gerry’, fundamentalmente por la desmotivación que provoca la insuperable desazón que imbuye al relato, la misma que sienten los tediosos protagonistas, perdidos en un desierto que les enfrentará a sí mismos y donde sólo el más fuerte será capaz de sobrevivir. Una opción que tal vez el realizador se haya planteado, la de exhibir mediante imágenes la desorientación y pesadumbre de dos personas perdidas en una estéril estepa sin fin.
Hay quien dice que esto es un homenaje al ‘western’ debido a los paisajes, a su recurrente espíritu vocacional. Deliberación hilarante, sin duda alguna. ‘Gerry’ no es más que la manifestación de que Van Sant ha pasado de poner la mano para contar el dinero del ‘remake’ de ‘Psicosis’ a agredir con sus pretenciosas y fatuas debilidades experimentales sin ningún pudor.
Miguel Á. Refoyo © 2005
PD: Por si fuera poco, he oído que ‘Last Days’ (presentada en Cannes recientemente) sigue esta misma táctica de planificación aleatoria y ensayo fílmico, por lo que Van Sant tiene un espectador menos para presenciar los últimos días de Kurt Cobain.

martes, 31 de mayo de 2005

Siniestro Mundo Publicitario (IX): Cecilia y sus compresas

Recuperando una de las secciones más abandonadas del Abismo, el SMP (el último análisis fue el de Melendi) vuelvo a la carga con una nueva entrega de este apartado de estúpido análisis televisivo.
No entiendo muy bien el último anuncio de la conocida marca de compresas EVAX. Consideremos la situación: de una charca, como las ranas, emerge nada más y nada menos, que Cecilia Roth, refiriéndonos con su 'españolizada' voz en off a lo de todas las actrices y modelos que proporcionan su imagen para estos ‘spots’, que con estas compresas una chica alcanza, casi como quien dice, la plena felicidad en forma de despreocupación.
No voy a entrar a valorizar el fondo y la forma del anuncio comercial. La cuestión que me inquieta es: ¿Por qué no se puntualiza que el anuncio hace referencia a la línea de EVAX que sigue los pasos de INDASEC, ese ‘salvaslips’ para pérdidas leves que protagonizaba Concha Velasco?
¿Por qué no se detalla? Si la menopausia es una forma natural del hipogonadismo. Y la Roth ya es muy mayorcita como para proclamarse una madurita. Digo yo.
¿Acaso no debería tener el ‘spot’ un perfil estético menos juvenil y sin tanto boato adolescente para vender un producto elaborado para subsanar la incontinencia y la pérdida de estrógeno y progesterona?
A menos de que me equivoque y el anuncio no concierna a este tema. Algo que sería aún más denigrante para la actriz argentina.
Que alguien me lo explique.

Ofrendas cartelísticas

Nuestro gran amigo Woed estaba en lo cierto.
El cartel de la secuela de ‘La matanza de Texas’, de Tobe Hooper, sigue con divertida simetría el original perteneciente al de ‘The Breakfast Club’.
Una curiosa dedicatoria la de Hooper a John Hughes que, al menos yo, desconocía.

Review 'Tapas'

La humildad de unas vidas cruzadas
Jose Cobracho y Juan Cruz aportan con su obra debut una diáfana mirada a unos personajes urdidos bajo una tierna y honesta mirada.
No hace falta ser ni ser escéptico ni pesimista para determinar lo mal que anda el cine español últimamente, identificable en la falta (o carencia, mejor dicho) de buenos títulos en un aciago año en el que la cinematografía nacional ha perdido una inconcebible parte de su audiencia. Nuestro cine está en una profunda crisis. Bien merecida, por otra parte. Es una triste realidad, dada la falta de aptitudes de las películas españolas que se estrenan. Por eso, con la llegada de un filme como ‘Tapas’, que sin ser una obra de esplendorosa sí está a la altura de las circunstancias, es de recibo elogiar la magnífica labor de Jose Corbacho y Juan Cruz al plantearle al espectador una película tan natural y sencilla como comprometida con sus humildes propósitos. Los premios y el reconocimiento acopiados en el reciente festival de cine español de Málaga no son más que la equidad unánime a un filme que, sin grandes alardes de ningún tipo, reúne la calidad suficiente como para merecer ser el mejor filme español en lo que va de este apático 2005, lo cual también trasluce el adverso estado del cine patrio.
Muy al contrario de lo que se pueda pensar debido a la procedencia televisiva de sus directores, ambos procedentes del Terrat, un lenitivo de ocio catódico con sus programas ‘Buenafuente’ y ‘Homo Zapping’, ‘Tapas’ se aleja del humor en forma de ‘gag’ para adentrarse desde su prólogo en el naturalismo urbano, en la realidad de un barrio cualquiera (en este caso L'Hospitalet, distrito común de sus creadores) durante un verano sin definir. A lo largo de su armonioso metraje se entrelazan la vida de siete personas que viven como pueden sus contrariedades, ambiciones, recelos y temores. El dueño del bar de la esquina que se ve abandonado por su mujer, los jóvenes desorientados con ganas de vivir, una torturada alma solitaria necesitada de afecto y una pareja de jubilados que se enfrenta a la muerte reciben por parte de Corbacho y Cruz una necesaria dosis de autenticidad y humanidad que dispensa un agradecido efugio del tópico con el que han sido construidos. La gran virtud de esta ‘opera prima’ reside así en la facilidad de empatía que se establece entre caracteres y público, por encima de cualquier grandilocuencia, de la sencillez de la propuesta sin más pretensión que la de narrar con una equilibrada armonía una historia que sabe fusionar los códigos del drama y la comedia, amparados ambos géneros en un entorno de melancolía, extensivo a su logrado espíritu de fábula agridulce y suburbana.
‘Tapas’ es una íntima aproximación a la sensibilidad de unos personajes creados con sabiduría, con la manifestación realista apuntada en sus diálogos y situaciones, brindando emociones devenidas en el humor, la ternura o el melodrama de animales heridos que sufren y padecen la soledad, la esperanza, el amor o la muerte. Para ello, Cruz y Corbacho modulan bajo la reposada lentitud de los pequeños instantes de estas vidas cruzadas, un ritmo sosegado, paliativo, sin desavenencias formales de ningún tipo, dejando cualquier presunción al margen y consiguiendo en último término que todo fluya en un cauce de cierta esplendidez cinematográfica. Una sencillez expositiva que cuenta con la confabulación de unos intérpretes en estado de gracia; desde la portentosa efectividad de Ángel de Andrés, pasando por la lección de temple de esa magnífica e ignorada actriz como Elvira Mínguez (posiblemente la mejor intérprete española desde hace más de una década), la insuperable calidad de la pareja de veteranos formada por María Galiana y Alberto de Mendoza, llegando a la frescura de Darío Paso, Rubén Ochandiano y Alberto Jo Lee.
Todos los elementos parecen concordar para el éxito de esta pequeña comedia que, si bien tiene algún que otro error (incluir excesivos y reconocibles ‘cameos’ televisivos que distraen la atención del espectador o los habituales y justificables en un debut), desde la simplicidad y la honestidad de su escasa ambición, alcanza la finalidad de llegar al público mediante la valiosa recreación de las preocupaciones e ilusiones de unos personajes con vida que comparten un espacio y ansiedades de distinta tipografía.
Miguel Á. Refoyo © 2005