lunes, 23 de mayo de 2005

Voces de cine

Los temidos y bizantinos ‘tops’ (también llamados 'rankings') han sido siempre uno de los inmemoriales recursos más esgrimidos por el mundo del sensacionalismo periodístico para rellenar espacios cuando existe el temido estiaje de ideas o noticias, las típicas encuestas que nadie evalúa y que vienen muy bien . Un poco como lo que ha acontecido en este apático lunes.
Elaborar uno de estos nuevos y absurdos catálogos es la excusa que ha seguido la revista cinematográfica ‘Film Critic’, que ha seleccionado las 100 mejores voces (o más carismáticas) dentro de la historia del cine.
El ‘Top 10’ de esta lista es el siguiente.
10. Peter Sellers
9. Holly Hunter
8. John Wayne
7. Al Pacino
6. Marilyn Monroe
5. Jack Nicholson
4. James Earl Jones
3. Christopher Walken
2. Orson Welles
1. Clint Eastwood
Algunos de ellos, evidentemente, son deudores de pertenecer a este zócalo de grandes voces, de cuerdas vocales solemnes e inconfundibles. Pero como diría Anson “No están todas las son, pero son todas las que están”. Por ejemplo, Arnold Schwarzenegger se encuentra en el puesto 99 de una lista de 100. Impensable si recordamos aquello de “I’ll be back” o sus soflamas políticas de corte algo fascistoide.
También hubiera sido imperioso ver entre estos diez destacados a actores de poderosas cuerdas vocales como Sean Connery, Jeremy Irons, Bette Davis, R. Lee Ermey, Gregory Peck, Harrison Ford o Frank Oz.
Superficialidad ante todo, debido a que se trata de estrellas hollywoodienses. Porque todos sabemos que si hubiera que elegir una voz como la más mitológica dentro del Séptimo Arte, en su cómputo global, sería la de Pepe Isbert.

Dos hermanos, dos Palmas de Oro

Los hermanos Dardenne han vuelto a ganar la Palma de Oro del prestigioso festival de cine de Cannes por su última película ‘L’Enfant’. Hace seis años ‘Rosetta’ obtuvo el preciado galardón y además se llevó el premio de interpretación femenina. Hay que destacar asimismo que Jim Jarmusch ha ganado el Gran Premio del Jurado por su nueva película 'Broken Flowers', que le ha unido al totémico Bill Murray, mientras que Michael Haneke ha sido reconocido como Mejor Director por ‘Oculto’.
Hasta que llegue a nuestras pantallas la nueva Palma de Oro, se me presenta una excepcional oportunidad para hablar de su anterior máximo premio en Cannes. Una de esas películas que permanece imperecedero en la memoria del que la ve. Una obra maestra sin paliativos. Si hay algo que define ‘Rosetta’ es su condición de arriesgada, depositaria de una fascinación e irrevocabilidad pocas veces vista en una película. Esta espléndida película de los Dardenne despliega una historia radical y valiente, real como la vida misma, empapada de un verismo cruel, siempre auténtico, centrada en el inclemente día a día de una joven asfixiada por un entorno amenazador y opresivo, recurriendo a la iracundia para defender un empleo que sirve como purga a las pobres y patéticas condiciones de vida que le ha tocado vivir.
‘Rosetta’ se podría encuadrar en el cine social europeo (con el problema laboral como telón de fondo), reflejo del sufrimiento obrero de las personas más desfavorecidas socialmente, del luchador que diariamente intenta salvar los obstáculos que le pone la vida. Pero muy al contrario de lo que se pueda pensar en un primer momento, la inmejorable ‘Rosetta’ no incluye entre líneas ningún tipo de mensaje compasivo circunscrito a la emotividad del espectador. En ‘Rosetta’ el público está obligado a sufrir y padecer las contrariedades que traumatizan a la joven protagonista interpretada por una magistral y sublime Émilie Dequenne, llevándole constantemente a sus espaldas, como si de una segunda piel se tratara, sin despegar ni un solo plano de la película la sincera cámara al hombro que la persigue, como si el espectador estuviera obligado a respirar la misma amargura que asedia a la chica. El resultado de todo este comprometido y magnífico ejercicio cinematográfico es la aproximación más honesta y humana al sufrimiento de una persona que se ha visto en los últimos años, a la pugna que mantiene con su hábitat para sobrevivir (las espléndidas secuencias de la pesca con botella y sus argucias para salvaguardar las únicas botas que tiene), para vivir dignamente y poder trabajar como catarsis a esa inclemencia vital que padece el personaje principal constantemente.
Los ojos de esta criatura acorralada y doliente miran incólumes la vida, la sociedad moderna aparentemente en desarrollo, que engloba otras comunidades paralelas subdesarrolladas y desamparadas como la que en este filme se muestra. Un submundo en el que la violencia, la traición y la aflicción imperan en las vidas de gente que apesadumbra a la protagonista. Si una virtud (de las muchas que tiene) destaca en esta rotunda obra maestra, es la perspectiva de los Dardenne para describir el mundo en el que vive Rosetta, sin efectismos, de forma pura, sin compasión, como si de un grito de furia y desespero se tratara, conjugando arte y documental, vida y cine.
‘Rosetta’ es por tanto una película necesaria, que se hace inmensa por la sencillez, por la ternura con la que está contada. Y esa modestia y humildad la convirtieron en una película necesaria que, después de los años, se ha solidificado como una obra maestra.

domingo, 22 de mayo de 2005

David Fincher: Spots Publicitarios (II)

El segundo spot de David Fincher que pasa por los videoposts del Abismo pertenece a una campaña para la marca deportiva Adidas, concretamente en su línea de zapatillas que lleva como título 'Adidas Legs'.
Es curioso cómo la estética, el espacio telúrico, la atmósfera futurista y el contenido ‘’cyborg’ de fondo invoca tenuemente a esa joya del videoclip que es ‘All is full of love’, creado milimétricamente por Chris Cunningham para la islandesa Björk.
La afectación sofisticada, la opacidad fotográfica y esa oscilación que sustenta el estudio de las zapatillas supone un más que reconocible estilo en este anuncio televisivo de uno de nuestros directores favoritos.

sábado, 21 de mayo de 2005

De corgorzas y barbacoas

Después de una semana galáctica tan reconfortante como agotadora (creo que voy necesitando urgentemente unas vacaciones blogueras), hoy me he hecho eco de la espeluznante ebriedad demostrada en público por la insufrible Avril Lavigne el otro día con sus amiguitas, en plena fiesta de plétoras dipsomaníacas, de “beberse hasta el agua de los floreros”, para entendernos.
Hizo muecas, blasfemó como sólo lo puede hacer un ejercitado odre, berreó y arrojó saliva en forma de esputos a las cámaras que la filmaban. Espectáculo que divulga lo bien que se lo pasan los jóvenes hoy en día.
Una noticia sin una relevante importancia, pero simpática, al fin y al cabo.
Y ahora si me lo permitís, os dejo, que he quedado con varias amistades para patrocinar una buena y merecida punición al hígado en una delirante y multitudinaria barbacoa que ha organizado mi amiga Feli en su enorme ático situado en una zona privilegiada de esta ciudad, dando así por inaugurado el verano 2005 con una fiesta que promete una imperecedera noche de beodez y diversión sin freno.
Y ríase la Lavigne esta.
Podéis descargar el vídeo de la borrachera de la cantante (vía Pinkshines) aquí.

Review 'Star Wars. Episode III: The Revenge of the Sith'

Admirable culminación galáctica
En su desenlace espacial, Lucas no escatima ingenio al ofrendar una rotunda película en la que no falta la perfección técnica ni la dramaturgia épica en un final apotéosico.
Nunca antes una película de cine fue tan esperada. Y George Lucas parece no haber decepcionado a nadie. A pesar de la intransigencia de algunos desencantados de la Nueva Saga que acometieron contra la supuesta asimetría conceptual de sus dos anteriores episodios, ‘La Venganza de los Sith’ logra la gesta de adscribirse a la mitología de la magia cinematográfica. Convertida desde su estreno en la mejor película de esta nueva continuación, sólo cabe inclinarse ante el genio y alabar esta obra de prodigiosidad épica, de restitución de los mecanismos que hicieron que las cintas de la Primera Trilogía pasaran a la Historia del cine con letras de oro. La película devuelve, en gran parte, un segmento genérico al propio cine. Desde que las letras azafranadas se pierden al final de la pantalla al compás de los acordes de un John Williams (que logra epatar imagen y música durante todo el filme), la emoción y la expectación invaden a un espectador entregado a que la imaginación se desborde en forma de ignotas imágenes y dejarse llevar por sentimientos reencontrados que finalizan un puzzle que el espectador conoce de antemano. Estamos por tanto ante una obra felizmente llevada, con voluntad y cariño por la historia, apreciando las imágenes de un director inspirado, que se encomienda a esa preparación del instruido público para narrar su apoteósico desenlace con convicción, con la sabiduría suficiente en el arte del entretenimiento y el espectáculo sin cortapisas.
La historia comienza donde acabó el segundo episodio, ahora con Anakin y Obi-Wan en misión de rescate del Canciller Palpatine, que ha sido secuestrado por el Conde Dooku y el malvado Grievous (un predecesor robotizado de Vader). Es nada más y nada menos que el comienzo de la peligrosa aproximación de Anakin a Palpatine (Darth Sidious). En el Consejo Jedi, tanto Mace Windu como Yoda observan la avidez de poder del engreído Anakin, más cercano al Lado Oscuro que a la Fuerza. El final de las Guerras Clon se acerca y el poder de Palpatine es total para llegar a su objetivo: convertir su coliseo político en un Imperio que le otorgue plenos poderes. Por su parte, Padmé está embarazada del joven Jedi, que en un entorno onírico profetiza su muerte. Para salvarla, no dudará en caer en el Reverso Tenebroso y procurar su resguardo, hundiéndose de paso en su propia codicia, en su odio interno que le hará rechazar todo aquello que le alzó a la condición de “Elegido”.
La epopeya de esta última parte se mueve en este argumento de consabido desenlace con agilidad entre la mitología y los sueños, entre la aventura y la ilusión, proclamando con su visualidad y narrativa su índole de excepción cinematográfica, porque a pesar de su condición tecnológica y revolucionaria ‘La Venganza de los Sith’ está movida por un sentimiento de cine clásico, de la ‘space opera’ comprendida en la primeriza e idolatrada trilogía. En este sentido, Lucas integra con maestría la revolución infográfica en una fantástica historia épica que sustenta su interés en la fuerza de la tragedia griega que narra.
Existe, como novedad, un comprometido trasfondo político que se puede malinterpretar hoy en día, debido a la puntualizada actualidad de los gobiernos modernos, donde subversivamente la democracia se convierte en dictadura, alentando del peligro de los extremismos. George Lucas ya había descubierto en su anterior Saga la forma de instauración del miedo como sustento de una manipulación que conlleva a una fácil autocracia, la del emperador Darth Sidious, que prometió guiar la galaxia hacia la paz y obtuvo el poder absoluto sin ninguna oposición en un embozado proceso golpista, propiciando la caída de la República y la proclamación del Imperio. Un hecho que conducido al día de hoy, puede verse como una metáfora del Gobierno estadounidense, haciendo ver lo fácil que es caer en el absolutismo con la consiguiente restricción de libertades.
La paz, el diálogo, la libertad, agitadores separatistas y el relativismo de todos los conceptos jalonan un discurso que no es más que la evocación política de la gloria de arcaicos imperios. O así hay que asumirlo para disfrutar el filme en condiciones idóneas, porque actualizando este discurso político se estaría restando la necesaria intemporalidad que ha tenido la saga durante sus tres décadas de existencia.
‘La venganza de los Sith’ es, más allá de doctrinas, una oscura introspección sobre la manipulación, un esperado y diligente encuentro con un ‘doppelgänge’ que representa el lado oscuro de un hombre insobornable transmutado en un ser tenebroso, lleno de miedo y de ira. Nos encontramos con un Anakin que ha evolucionado su ego hasta la consecución de lo que él cree la verdad absoluta. Pero a pesar de ello, el joven Jedi es débil por ése temor, está coartado por todo lo que le rodea y no es libre de lo que hace porque fundamenta sus acciones en el miedo, en el temor a perder lo que ama, el recelo de no llegar a ser todo lo poderoso que él ansía. Un hombre que codicia excesivamente la superioridad y sacrifica sus ideas, su especial naturaleza y hasta su alma por conseguirlo.
Lucas ha logrado un perfecto engranaje interno que desglosa un meritorio progreso emocional y aventurero en una trama con ecos shakesperianos, erigida sobre un mirífico tono amargo y sombrío, sin aparentes concesiones a la puerilidad a lo largo del tortuoso tránsito del bien al mal de Anakin Skywalker. Este apasionante tercer episodio es un viaje por el lado oscuro de la lasitud humana, de la corrupción a la que conlleva el poder y la codicia, un épico tratado sobre la tentación, el amor, el sacrificio, la redención, el fatúm y la maniquea y eterna pugna entre La Fuerza y el Lado Oscuro.
Asimismo ‘La venganza de los Sith’ exhibe todas las virtudes y defectos de los filmes de George Lucas. Tal vez lo más ominoso y perjudicial de esta substanciosa consumación galáctica venga derivado de algunas partes del guión que Lucas, como guionista, no ha dudado en atemperar con frases y diálogos que resultan reprensibles, sobre todo cuando los protagonizan Anakin y Padmé (melifluos y enfáticos, demasiado artificiales) o en la inerte seducción del primero por parte del Lado Oscuro, justificada en un descontextualizado romanticismo trágico.
Tal vez se esperaba algún incentivo más en la transformación del joven Jedi en el siniestro Darth Vader, resolviendo la significativa vicisitud con una súbita inversión: de ser un leal aunque arrogante Jedi al servicio de la República a ser el sumiso Lord Vader a las órdenes de Palpatine y proceder a ejecutar Jedis infantiles sin piedad ni corazón en una secuencia (a tres bandas entre Anakin, Mace y Palpatine) poco verosímil. Adolece de osadía, le falta fuerza. Hay algo que resulta excesivamente endémico en este tramo argumental. Tampoco se exterioriza una gran dirección de actores, aunque Hayden Christensen despliegue una interesante dualidad de tortuosa hondura y el histrionismo de Ian McDiarmid comulgue bien con su rol. Por su parte Ewan McGregor, Natalie Portman o Samuel L. Jackson parece cumplir su misión con un comedimiento excesivamente atenuada.
No obstante, Lucas es más inteligente que nunca y sabe acopiar todo lo bueno de las anteriores películas y sustraer lo negativo a una mínima expresión. Así ‘La venganza de los Sith’ es, como se esperaba, muy oscura, melancólica en su fondo, siniestra y tortuosamente tétrica, impregnada con una hábil magnitud del espectáculo, sabiendo tributar con el clásico dinamismo de la esencia dramática, con la necesaria ambigüedad de la Saga y el cauterizante ritmo que destilan sus gloriosos duelos con espadas láser, sus batallas espaciales, sus persecuciones y deslealtades, traiciones y la esperanza final de pureza antropológica genuinamente ‘starwarsiana’. Una conmemoración sin precedentes de efectos digitales tan perfectos que continúan luciendo por debajo de la trama, lo que supone a este final de fiesta cinematográfica un auténtico espectáculo visual.
Lo que es indiscutible es que Lucas ha permanecido fiel a su visión, yuxtaponiendo elementos que pertenecen a la memoria colectiva y que tienen como nexo de unión de ambas trilogías la prometeica resurrección de Anakin Skywalker convertido en Darth Vader, corroído por la ira y encumbrado como el Señor del mal, consumada la traición y entregado a su adverso destino en Lado Oscuro, génesis de la tiranía y el Imperio. Ése núcleo añade a su trascendencia la aniquilación de los Jedi, el exilio de Yoda y Obi-Wan, la proclamación del Imperio en el Senado y el nacimiento de Luke y Leia, articulado todo ello en su nivel estético, donde el film responde a los prefacios visuales de la cinta inicial con la aparición de prototipos de cazas ‘Tie’ y ‘X-Wing’, con la fugaz aparición de Chewbacca, el Coronel Moff Tarkin e incluso del Halcón Milenario o la creación de una desnuda Estrella de la Muerte nos dejan un contexto familiar. Lo nuevo y lo tradicional cohabitan en la historia; Kashyyyk (el mundo de los Wookies) o el trágico Mustafar (el planeta volcánico donde Anakin lucha con Obi Wan) se hermanan al regreso a lugares comunes de la talla de Alderaan, Coruscant o Naboo.
Sin embargo, el mayor aliciente de la historia es la citada metamorfosis de Anakin en Darth Vader. La idea capital de esta nueva trilogía, donde el relato sublima el nacimiento del Mal. Y es que esta nueva trilogía gravita en función de ésa sola idea. Una clave que revela a Vader en un instante funesto y triste, no como el nacimiento del villano más carismático de la Historia del cine, sino como la muerte del Jedi al que hemos seguido a lo largo de estas tres cintas en un magistral plano de subjetivización desde la perspectiva del propio Darth Vader, dentro del casco oscuro. El espectador le ha visto anteriormente en su idiosincrasia externa. Sólo restaba verle por dentro.
‘La venganza de los Sith’ es una estruendosa miscelánea sincopada de maravillosas y espectaculares imágenes que se amplifican con una incontenida emoción generacional, un tributo a la saga que, aún siendo parte de la misma, se cierra con un halo de melancolía, con esa metafórica esperanza en un maravilloso atardecer de Tatooine, una de las primeras imágenes que veamos en el ‘Episodio IV: Una Nueva Esperanza’. Está a la altura de las circunstancias y supone una de las mejores películas de este apático 2005.
Miguel Á. Refoyo © 2005

viernes, 20 de mayo de 2005

Premiere: Sensaciones

He llegado tan sólo cinco minutos antes de que empezara la proyección. No he divisado a ningún ‘freak’ o ‘geek’ o demás proselitistas de la Saga de Lucas disfrazados o con aspavientos adoradores que llamaran la atención, pero en el ambiente había emoción en forma de dilucidaciones con claro contenido galáctico, de impaciencia significada con palabras de expectativa, de gestos nerviosos y de sonrisas cómplices. Todos sabíamos que era un día especial. Pero como vengo diciendo aquí, absurdamente especial, porque desproveyendo el delirio infantiloide, todo el estreno y lo que engloba es de lo más banal.
Como siempre (soy un estrafalario alienado fílmico –es decir, que prefiero ir solo al cine-) he asistido como el huraño misántropo que soy sin compañía alguna. Y he tenido suerte. A mi derecha, dos jóvenes nada agraciadas que no han hablado casi en toda la película, sigilosas y prudentes con sus imperceptibles comentarios. A mi derecha, una pequeña niña asceta bastante redicha, de unos 12 años de edad, que no ha dudado en hablar consigo misma de Jack Kirby en el trailer de ‘Los 4 fantásticos’, mencionar a H.G. Welles cuando ha visto el de ‘La Guerra de los Mundos’ o echarse las manos a la cara y vivir intensamente la experiencia. Reconozco que me ha dado miedo su precocidad de esperpento cultural. El único defecto de la criatura celestial ha sido la inicial y engorrosa extravagancia de soplar las palomitas antes de comérselas. Una vez consumido este insufrible pábulo comercial, la pequeña monstruita no ha dado un ruido. Tan sólo para aplaudir y disfrutar como la que más en toda la sala.
Tras varios trailers (los dos mencionados, la infausta nueva versión de ‘La pantera rosa’, ‘Adivina quién’… y alguno que otro anuncio), todos hemos contenido la respiración durante el logotipo de la 20th Century Fox y y el de Lucas Ltd. para promover una portentosa ovación que hemos tenido el privilegio de emprender los muchachos de la fila de atrás y un servidor junto a mi pequeña gregaria ‘freak’ para leer atentos la letanía de la leyenda de letras doradas perdiéndose al fondo de la pantalla acompañada de la inconmensurable partitura de John Williams. La opinión que emitiré del filme es otra historia…
Llevo toda la tarde estructurando la crítica, porque a buen seguro que será dilatada y sesuda. Tampoco he querido urgir en su escritura, ya que he salido enardecido por el aluvión de emociones que he experimentado dentro de la sala. Y escribir en caliente comporta el riesgo del desacierto. Y aunque he advertido algún inexcusable desliz en este tercer episodio, sólo puedo avanzar lo que todos han venido haciendo hasta el día de hoy: es la mejor película de esta segunda trilogía. Una gran película. Sí, una de las mejores de este apático 2005.
Mañana (y dando por concluida esta semana galáctica –supongo el tedio que habrán sportado los lectores a los que no les guste la Saga ‘Star Wars’-) consumaré todas mis reflexiones acerca de este ‘Star Wars. Episodio III: La venganza de los Sith’ con la prolongada crítica que algunos estáis esperando y poder volver así a la soporífera cotidianidad del Abismo, que ya va siendo hora.

jueves, 19 de mayo de 2005

Snack Wars

Sólo faltan 15 minutos para que empiece la sesión.

Ha llegado el momento...

George Lucas y su fascinante universo 'Star Wars'
Ya queda menos, amigos. Muy poco. Tan sólo unas horas para asistir al mayor acontecimiento cinematográfico de los últimos tiempos. Las generaciones que vivieron la revolución del cine de Ciencia-Ficción hace ahora 28 años están a punto de ver recompensada tan larga espera, de volver a sentir la apoteosis de la diversión galáctica más inolvidable que jamás haya ofrecido el cine en toda su Historia. Ha llegado la hora de dejar la doctrina, la estética llana, el dramatismo y una visión existencialista del cine defendido por los aburridos y resignados intelectualoides del ‘arte’ por la concepción última de éste: la creación de sueños y la diversión basada en el grandioso espectáculo sólo al alcance de aquellos que han sabido ver en esta Saga ‘Star Wars’ una forma de cambio radical en las estructuras cinematográficas con la irrupción del ‘Episodio IV: La Guerra de las Galaxias’. Una generación que creció bajo el influjo de un mundo creado por el mito cinematográfico George Lucas, que ofrendaría al Séptimo Arte con un sentido drásticamente diferente, confiriendo a la noción de diversión que todos tenían hasta la fecha un aire distinto, combinando la fábula sociopolítica futurista con unos efectos especiales que se configurarían como el inicio de una conmoción digital que desde entonces (y gracias a la todopoderosa ILM del propio Lucas) no ha parado de evolucionar. Mañana se estrena ‘Episodio III: La venganza de los Sith’, película que a nueve días de su 'premiere' ya había vendido más de 100.000 entradas sólo en España. Nadie quiere perderse la complacencia que supondrá ver la transformación de Anakin Skywalker en Lord Darth Vader.
Desde que Lucas estrenará en 1977 la primera (en realidad cuarta) entrega de esta legendaria saga, no sólo le otorgó una nueva dimensión estética y conceptual al género, sino que irrumpió de tal manera en la iconografía cinematográfica colectiva que se convirtió en una auténtica y genuina seña de identidad generacional pasando a formar parte de la cultura popular internacional, adquiriendo adeptos allá por donde se estrenara la utopía galáctica. Tras las dos entregas ‘Episodio I: La Amenaza Fantasma’ y ‘Episodio II: El ataque de los clones’, nos encontramos en esta finalización de la Saga con una nueva fiebre de proporciones ciclópeas, de características que superan cualquier precedente. La imaginación de éste director perfeccionista y singular que es George Lucas ha servido para que a lo largo de estas dos décadas el fenómeno ‘Star Wars’ se haya extendido a generaciones posteriores a las que soñaron con este universo espacial cuando todavía eran unos adolescentes, acudiendo una y otra vez al cine para disfrutar con una experiencia que desde entonces no se ha repetido en una sala de cine.
Bajo la oscuridad de un sueño planetario, tan sólo acompañado por el reflejo luminoso del proyector, millones de personas alucinaron con las aventuras del ingenuo Luke Skywalker, el mercenario Han Solo, su peludo amigo Chewbacca, la sensual Princesa Leia y los simpáticos ‘droides’ Rd2-D2 y C3-Po. Los ‘fans’ y espectadores recuerdan aquella frase con letras azules sobreimpresionadas sobre fondo negro que servía como prólogo de la trilogía “Hace mucho tiempo. En una galaxia lejana, muy lejana...” (dejando ver la intencionalidad de Lucas por contar su trilogía en forma de cuento) como una de las máximas más representativas de su cultura visual, de una visión colectiva que marcó las vidas de sus espectadores para siempre. La iconografía particular que ha creado George Lucas bajo la vasta sombra de su odisea en forma de trilogías puede analizarse hoy en día como una auténtica gesta histórica.
Además de acrecentar su mitología sin cesar desde su apertura sin ver erosionada por el tiempo su trascendencia proverbial, la Saga ‘Star Wars’ ha creado auténticas efigies dentro del Séptimo Arte. Por eso no es de extrañar que el siniestro casco negro de Darth Vader (alegoría perfecta del Lado Oscuro de la Fuerza y que veremos nacer en ‘La venganza de los Sith’) posea un poder tan brutal equiparable al símbolo de Coca-Cola, los aros de los Juegos Olímpicos o la Estatua de la Libertad.
La experiencia al borde de la contemplación que vivieron los que ahora tienen entre los treinta y los cuarenta años se recuerda materializada en muñecos, naves, gorras, camisetas, tazas... con motivos ‘starwarsianos’. Y es que, si por algo se caracterizó la millonaria Lucasfilms fue por incluir en el contrato con la Fox la disposición de los beneficios de explotación del ‘merchandaising’, término que cambió su sentido con la saga galáctica gracias a los más de 500.000 millones de las antiguas pesetas que se han logrado con la venta de todos los productos relacionados con ‘La Guerra de las Galaxias’ (beneficios fílmicos aparte). George Lucas ha montado a su alrededor un imperio de fantasía, un mundo de rentabilidad que ha alimentado la nostalgia de los millones de seguidores de la Fuerza y del Reverso Tenebroso, confiriendo a la temática legendaria de Lucas una dimensión equiparable a toda una religión seguida por los más acérrimos defensores de la Saga más seguida del cine contemporáneo.
Desde el mismo instante en que todos los seguidores de la soberbia Trilogía Galáctica supieron que Lucas comenzaba a preparar el prólogo de su fantasía sideral allá por 1997, se disparó la rumorología, la conmoción y sobre todo, un sentimiento de satisfacción y alivio ante lo que iba a ser la puntilla perfecta para el fin del milenio en cuanto al mundo del celuloide se refiere. No sólo por recuperar una historia iconográfica e inmortal, sino por el retorno tras las cámaras de uno de los realizadores más carismáticos del cine moderno. En dos décadas donde los ‘blockbusters’ (ésas películas destinadas a dinamitar las taquillas) han brillado por su total defecto, se echaba de menos el espectáculo del cine comercial al que dieron sentido gente como el propio Lucas o Steven Spielberg (que estrena ‘La Guerra de los Mundos’ este próximo verano). Con esta nueva trilogía Lucas ha reinventado el cine de fantasía, recuperando una forma de ver (y sentir) el cine, como si de contar un cuento se tratara. El tímido visionario progenitor de la entronizada Odisea Espacial sigue reivindicando un sentido escapista en sus películas, dejando para los anales otra Trilogía, con una nueva ofrenda para todos los millones de espectadores que han rendido culto a su Epopeya Fantástica.
Pueden ser ciertas las críticas que ha tachado esta nueva trilogía de excesivamente tecnificada, protagonizada por los efectos especiales antepuestos a los personajes, pero no cabe duda de que la infografía, ‘animatronics’ y secuencias retocadas por ordenador son necesarias para la historia que se ha contado. Toda la técnica ha sido la consecuencia, no la causa. George Lucas ha logrado junto John Knoll y su equipo darle la vuelta al concepto de tecnología conocido hasta el momento. La ILM ha obtenido una meta casi imposible de representar. La imaginación ilimitada de Lucas ha tenido en la informática su mejor y mayor aliado. Esta nueva saga ha dejado una perfección visual capaz de sacudir cualquier principio cinematográfico. Y es que todo es posible en la privilegiada mente del director de ‘THX 1138’.Parece que el nuevo y anhelado episodio del Imperio de George Lucas no ha decepcionado a nadie, ni siquiera a aquellos que un principio parecían predestinados a ultrajarlo. ‘La venganza de los Sith’ aterriza en las carteleras españolas para emprender la última hazaña que acapara todas las miradas. La historia del bautismo de Lord Vader ha sido elogiada incluso por los críticos más exigentes. De la película más esperada de la saga ‘Star Wars: La venganza de los Sith’ se ha dicho que ha cerrado de manera perfecta la trilogía. Y no sólo eso, sino que la señalan como la mejor de las últimas producciones estadounidenses de los últimos años. Hace sombra al primer y segundo episodio, no obstante también existen nostálgicos expertos que aseguran que no está a la altura de la vieja trilogía.
Para esta tercera película que supone la finalización de la segunda (y según cuenta Lucas la última) trilogía galáctica, el joven Jedi Anakin Skywalker tomará una decisión trascendental. Forzado a elegir entre perder a su amada o vender el alma a cambio del poder de salvarla, Anakin sucumbirá a la persuasiva tentación del lado oscuro de la Fuerza. Cuál es exactamente la decisión de Anakin, por qué la toma, y cómo le conduce a vestir la apocalíptica panoplia negra con un casco que incorpora un sistema que le hace respirar artificialmente han sido las incógnitas sobre las que ha gravitado la leyenda de la anterior trilogía y que aquí se desvelan. Después de casi 30 años de espera y especulaciones, los amantes de la saga conocerán la verdad el próximo jueves y descubrirán así cómo el heroico jedi (destinado, según la profecía, a ser “el Elegido”, el único ser capaz de dar equilibrio a la Fuerza y asegurar la paz en toda la Galaxia) se transforma en el aterrador Darth Vader, la mano derecha del Emperador.
Ya ha llegado por tanto el espectáculo con mayúsculas, la diversión, la espectacularidad visual, la infancia perdida, la lucha entre el Imperio del Mal y los Jedis... Con esta tercera parte de la trilogía se acaba el renacimiento de una mitología que durante casi treinta años ha seguido constante en nuestra retina colectiva creciendo constantemente. Es la hora de desempolvar los viejos sueños infantiles, de dejarse llevar por la magia del cine, de asistir a una proyección con el designio de descubrir algo que todavía no se ha visto hasta el momento.
Ha llegado el momento de la conclusión de la Segunda Trilogía.
PD: Me siento como un niño, amigos. Y eso, en esta época, es muy difícil de sentir.

miércoles, 18 de mayo de 2005

Mi última adquisición

Un Woxter DivX-600.
Digamos que, a partir del día de hoy, mis horizontes audiovisuales se han multiplicado hasta unos límites que me estremecen.
Sólo pensar hasta qué punto voy a envilecer mis ojos con cientos de filmes se reaviva aún más mi enfermiza cinefilia. El Divx abre nuevas puertas a mi descolocada erudicción cinematográfica.
Incluso incluye dos entradas de micrófono para karaoke. Una opción que utilizaré, sin duda alguna, para dar rienda suelta a mi naturaleza de rapsoda cantarín.

'Punk rock' teenager, gamberro y salmantino

El otro día asistí a un concierto de los Psycho Loosers, un grupo salmantino de ‘punkrock’ con el que tenía un prolongado débito y había que corresponder dada mi amistad con los tres componentes de esta terna que irradia envidiable frescura en unos temas inmersos en la vena más ‘psychoteenager’ del punk. Su último disco, de autoría muy cuidada y vistosa, ‘Yo fui un perdedor adolescente’, representa su progresiva evolución en la línea musical que han explorado desde que emergieran como grupo hace ya algunos años.
Ajenos a modas obtusas y engomadas a cánones impuestos, los Psycho Loosers (sólo con el nombre se puede hacer uno a la idea de por dónde van los tiros) representan una ventana a la libertad creativa y musical, un grupo de ‘punkrock’ con un estilo desvergonzado y de carácter eufórico, alegre, basado en elementales cadencias musicales y divertidas letras que tienen como inspiración una temática hermanada a los grotescos argumentos de míticas ‘slasher movies’, género ‘gore’, de adolescentes perdedores que explotan contra la sociedad alzando su insurrecto grito en forma de masacre, sin perder de vista referencias a películas de culto, como queda claro en ‘Braindead’ o ‘Ultracuerpos’, títulos de dos canciones con contenido fantaterrorífico.
Influidos inevitablemente por Los Ramones o The Queers, Psycho Loosers beben de otras fuentes declaradas como NOFX, Green Day, Beatnik Ternmites o Sonic Dolls. Este trío de entusiastas del punk que son Jorge L. Casanueva, Pablo Charro y Patricia López Parada (musa y gran amiga, única presencia femenina de 'El Límite') se basan en una idea muy simple de la música: el puro divertimento edificado sobre dos pilares inexcusables en el género: letras divertidas y guitarra, bajo y batería distorsionados con cierto toque gamberro pero adicionando a su música un sutil barniz melódico. Por cierto, que Patricia (“Paty Critter” para los amigos) es mi musa interpretativa, que aparece como estupenda actriz en ‘El límite’ y que posee los más sugerentes y hermosos ojos de estos confines.
A pesar de su irreverente velocidad primigenia, la potencia y la frescura que derrochan en directo atesora un punto de vandalismo melódico y espoleado por las ganas de tocar en vivo, de un descerebrado entusiasmo ‘teenager’ que desprenden estos ‘punkrockers’ imberbes llenos de ilusión y que suponen un aire de incontinencia musical en el apagado panorama musical de esta ciudad con sus pegadizas melodías pasadas de revoluciones, idóneo para epicúreos seguidores del ‘punk rock’ más efervescente.
Aquí tenéis un videoclip dirigido por mi gran amigo Eli Martín, creador a su vez de genialidades ‘gore’.
A buen seguro que cuando Jorgito Casanueva (mítico creador del ‘fanzine’ de culto ‘Mondo Puto’) lea estas líneas, se encargará de promocionarse en los Ecos del Abismo como es debido.