viernes, 8 de abril de 2005

'Snatch': Entre el cine-denuncia y el gamberrismo

La violencia de la imagen
El segundo trabajo del británico Guy Ritchie reptió el planteamiento estilístico de ‘Lock & Stock’ ampliando horizontes en el thriller sazonado con excelentes ‘gags’.
Hace pocos años, el cine británico nacido al arrimo de la ideología crítica de Ken Loach bifurcó su planteamiento en varios conceptos de denuncia social, jugando muchas veces con la ironía y el sarcasmo para plantear interesantes tramas en diferentes ámbitos genéricos. El thriller policiaco, desde un prisma original y renovador, fue el espacio del realizador Guy Ritchie, que con esta incursión en el género reinventó (tras su interesante ‘Lock & Stock’) una irreverente forma de trazar tramas situadas en los ambientes gangsteriles de los bajos fondos londinenses.
Ritchie, ajeno a cualquier nueva proclama estética, encontró una innovadora perspectiva del clima social y humano británico en el mundo del hampa barriobajero, componiendo su fascinante ‘Snatch’ dentro una compleja historia de robos, apuestas clandestinas, boxeo, cerdos, gángsteres y un diamante de 84 quilates, sabiéndola afrontar en todo momento con un aire desenfadado, imbuido de sorna y planteado desde una posición de rebeldía que incluyó en todas sus líneas un admirable humor disoluto y subversivo. El realizador británico aprovechó su imponderable y sedicioso guión para pulir las pequeñas carencias que dejó ver en su ‘opera prima’, dinamizando un concepto de comedia negra ensamblado a la perfección en esta frenética fábula inscrita en un universo delincuente casi surreal, que le sirvió para prodigar con eficacia un estilo propio, enérgico y diligente, enardecido y desequilibrante, buscando una nueva vuelta de tuerca al juego visual.
Planteada como un análisis ‘hobbesiano’ de la vida, delimitado en la agresividad y en la venganza que rodea a un ser humano destructivo con sus semejantes, ‘Snatch’ impuso su fuerza narrativa servida en la multiplicidad de una acción englobada en el cine negro bajo un fondo entrecruzado por medio de sus múltiples personajes para terminar componiendo un fastuoso puzzle coral de dinamismo desenvuelto y espontáneo. Al igual que en la primera obra de este personal creador de espacios caóticos, Ritchie se amparó en el movimiento endiablado del montaje con la utilización de planos acelerados, ralentís y giros imprevistos de cámara que dio como consecuencia un ritmo fulminante, contenido sólo por una funcionalidad que el director ajustó a su designio fílmico. Mucho más trascendente y aplicado que las pretenciosas obras posmodernistas del cine de hace un lustro, este filme, gamberro y sugerente, apuestó por la vivacidad de sus propósitos, sujetos a unos personajes que son presentados como pobres diablos enquistados en un mundo que les queda demasiado grande. Guy Ritchie propuso, por tanto, una lúcida invitación a su particular ‘thriller’ en el que las claves genéricas fructificaron gracias a un humor desvergonzado que terminó por engarzar una magnifica visión cómica del submundo caótico del crimen (des)organizado.
Revisitada ayer mismo, ‘Snatch’ encuentra verdaderos momentos de puro espectáculo cinematográfico asentados en su impresionante violencia visual, deslumbrante y efectiva, en sus ‘gags’ desternillantes (el ‘mcguffin’ del perro es magistral) y en un fantástico reparto coral en el que destaca, por derecho propio, un Brad Pitt insolente y magnífico. ‘Snatch’ llegó sin hacer mucho ruido para convertirse en una comedia ineludible dentro del cine-denuncia británico.
Imprescindible para aquellos cinéfilos hartos de tanto cine pretendidamente trascendente.

Adultolescente cierra sus puertas

David Catalina, el creador de ese necesario concepto cultural y de ocio que es Adultolescente, uno de los mejores weblogs de la red, nos deja un funesto mensaje: se retira de la blogoesfera.
Durante un año y un mes su página ha sido (y es) una de esas imprescindibles referencias que ha sabido concertar diversión, talento y sabiduría a partes iguales, siempre desde un tono ineludiblemente solaz utilizado para aproximarse con conocimiento a los temas que ha tratado desde una perspectiva versada y aguda. Es una pena, por tanto, que esta voraz boga por las webglos se quede sin uno de sus más destcados y originarios paladines.
Esperando que este insospechado adiós sea un circunstancial “hasta luego”, esperamos su vuelta a nuestras pantallas. Yo, desde un contexto personal, sólo puedo darle las gracias por todo lo David me ha respaldado, seguido y recomendado a la mínima ocasión en la que ha podido.
Deseamos que este cierre de Adultolescente no suponga también la clausura de su weblog hermano bastardo, la asiática One Armed Adultolescente. Aunque me temo que en este caso, también es definitiva.
Suerte y hasta pronto, amigo.

Estoy dentro...

No he venido para deciros cómo acabará todo esto. Al contrario, he venido a deciros cómo va a comenzar. Voy a colgar el teléfono y luego voy a enseñarles a todos lo que vosotros no queréis que vean. Les enseñaré un mundo sin vosotros. Un mundo sin reglas y sin controles, sin límites ni fronteras. Un mundo donde cualquier cosa sea posible. Lo que hagamos después, es una decisión que dejo en vuestras manos.
Desde esta mañana tengo conexión ADSL.
Por fin estoy dentro...

Aburrido desbordamiento papal

Estoy desconcertado con el despliegue que se está dando en relación a la muerte del Papa, vertiendo, a su vez, una profusa y deliberada hipérbole hacia el Santo Padre, con un desmedido exceso mediático (sobre todo Telecinco) glorificando su figura que nos ha condenado casi a un suplicio televisivo. La reincidencia en los discursos, las mismas palabras difundidas en cada información, la repetición de imágenes, la urdida taumaturgia a la que se elevado la figura del Papa impregnada en lo rayano al paroxismo del fundamentalismo cristiano.
El mero espectáculo de la concentración católica se ha dilatado desde aquellos pocos fieles que asistieron a la sacrificada exhibición de Woijtila, asomado agonizante a la ventana del Vaticano, a los millones de cristianos que esperan días enteros por permanecer menos de dos segundos y hacerle una foto al Pontífice disecado con su cámara digital. La imagen equivalente de toda la masa religiosa, subrayada hasta el hastío, el séquito de prosélitos enfervorecidos, la partidaria muchedumbre atiborrando Roma, los periodistas desplazados relatando su monótona perorata, el tiempo dedicado al mortuorio evento... Todo, desde un dosel de despliegue exorbitante, incomprensible. La liturgia católica llevada a un circo mediático de populismo contemporáneo. Es impresionante, pero a la vez grotesco.
Hemos soportado todo tipo de hagiografías postulantes del encomio, a la magnificación de la figura papal que ha llegado, lamentablemente, hasta el tedio. Espero no resultar blasfemo o anticlerical, pero no entiendo esta predisposición hacia la secularización evangelizadora escondida en la muerte del Papa. No obstante, analizándolo fríamente, todo es mucho más fácil de lo que aparenta. El prominente despliegue de los medios no es más que la búsqueda de audiencia camuflada de respeto a los católicos, que son muchos millones y que ven la televisión. Es el único argumento que se puede esgrimir ante este inmoderado (y bastante irritante) desbordamiento sobre el fallecimiento del Papa.
Hoy, el sepelio. Mañana más peregrinaciones. Y lo que nos queda hasta la ‘Fumata blanca’ que nos desvele quién ocupará el Pontificado.

jueves, 7 de abril de 2005

miércoles, 6 de abril de 2005

'Garden State': sorprendente atracción.

Existen filmes que, lejos de ser propicios para una buena o mala crítica, más allá de sus bondades artísticas o interés cinematográfico, reúnen ciertas particularidades que despiertan a la subjetividad del espectador, en este caso a mí, una especial atracción. Películas que, en definitiva, aúnan un inusitado engarce con el espectador. También depende del día de cómo se acerque uno al cine. No hay nada establecido para conectar con un filme, simplemente se produce una entrega del público que se deja llevar, exonerándose a una historia insólita, cómplice de lo que sucede en la pantalla. Historias en las que, por norma, aparentan, bajo su desabrimiento, una percepción de que no pasa nada. Aún así, la película te cautiva, a sabiendas de estar viendo un producto minoritario que ni el resto de la sala no capta, ni comulga con sus valores, situándote en un concilio genérico de la tragicomedia llena sencillez, sinceridad y cercanía tan difíciles de ver hoy en día.
Esta tarde he visto ‘Garden State’ (aquí titulada ‘Algo en común’), de Zach Braff. Ni siquiera tenía pensado ver esta película. Ha sido fortuito, un incidente visual imprevisto. He entrado porque ‘Hierro 3’, de Kim Ki-Duk se proyectaba en una sesión posterior. Así que me he dejado llevar sin reservas por la incógnita de no saber muy bien qué iba a acontecer en la pantalla. Y me he encontrado con una película cautivadora y extraña desde el primer momento; presentando personajes inconsistentes, mentirosos, 'freaks' fracasado, adictos a todo tipo de sensaciones y fñarmacos, necesitados de amor, un drama extrañamente divertido, ajeno a una estructura narrativa comprensible. Todo pasa porque sí, sin ninguna explicación, dilatando instantes intrascendentes y soslayando aquellos primordiales.
Hay películas sobre las que no me gusta escribir críticas, sencillamente porque pasan a formar parte del descolocado arcón de mis recuerdos fílmicos, obras que intuyes impropias, pero a la vez privativas, tuyas, como si hubieran escrito el argumento pensando en que te va a gustar. Sabiendo, además, que por mucho que pase el tiempo, seguirán vivas en tu memoria. Por lo general, no suelen ser grandes películas. Me atrevería a decir que todo lo contrario. Sin embargo, uno siente afinidad hacia ellas. Ni siquiera respondiendo a ningún criterio de identificación.
Hoy he sentido una extraña filiación como la que advertí cuando vi películas más o menos reconocidas como son ‘In the soap’, de Alexander Rockwell, ‘Mizu no naka no hachigatsu (Fishes in August)’, de Yoichiro Takahashi, ‘Box of Moonlight’, de Tom DiCillo, ‘Niagara, Niagara’, de Bob Gosse, ‘Gas, Food Lodging’, de Allison Anders o la reciente ‘Station Agent’, de Tom McCarthy. Obras pequeñas que, independientes o no, sin una distribución adecuada, se adhieren en la retentiva personal de cada uno.
Hoy, viendo a la dulce Sam (la cada vez más superlativa Natalie Portman) y su delirante y progresiva historia de amor con Andrew Largeman (interpretado con solidez por el director y guionista de la cinta Zach Braff), he constatado cómo una película que deambula sin rumbo fijo puede ser clarividente y lúcida, melancólica, extravagante, pero a la vez poco convencional sensible y cómica.
Realmente sorprendente.

Bond, James Bond...

Tanto intérprete ha sonado para da vida al agente con licencia para matar más célebre del Séptimo Arte (Robbie Williams, Val Kilmer, Ewan McGregor, Jude Law, Clive Owen o el reciente Gavin Carlys como máximos aspirantes según la rumorología) que cada día surge una nueva noticia respecto a la nueva película de James Bond. Y seguimos sin aclararnos qué es lo que está pasando alrededor de la inminente 'Casino Royal', lo último del espía al servicio de su Majestad.
Según el Ireland Online, la Sony estaría dispuesta a que Pierce Brosnan reanudara su más que correcto papel en la piel de 007. No es algo muy común anunciar hace un par de años que el irlandés no volvería a ser Bond para luego requerir su imagen en esta nueva aventura. Pero parece que Eon (la productora de la saga Bond) está dispuesta a negociar con Brosnan después de haberle suplido antes de tiempo. Algo parecido pasó con Roger Moore hace más de dos décadas, al que destituyeron como 007 para luego volver a contratarle.
Hay que recordar que Tarantino aseguró que no dirigía ‘Casino Royal’ porque no se contaría con Brosnan para personificar a Bond, por lo que si se abre la vía del regreso del protagonista de ‘Remington Steel’, Quentin tendría alguna posibilidad de ponerse tras las cámaras. Aunque esto se antoja más difícil, ya que se encuentra inmerso en la finalización del guión de ‘Inglorius Bastards’.
¿Se tratara de habladurías o significará el regreso de Pierce Brosnan a su talismán interpretativo? Otras cuestiones son: ¿Quién la dirigirá? ¿Será finalmente Martin Campbell o no? ¿Por qué tanta especulación? ¿Por qué esta fiebre por Bond?
Pero hay más sobre ‘Casino Royal’, porque también podría convertirse en el enésimo regreso de Demi Moore tras la secuela de ‘Los ángeles de Charlie’, donde lucía un enviable palmito a golpe de visturí. Se habla de la materialización de su fichaje para la nueva aventura de James Bond. Interpretaría a Daisy Scarlett, la perturbadora villana de la cinta.
Y esto no acaba aquí, porque si hay algo seguro, aparte de los rumores que rodean a ‘Casino Royal’, es que Sean Connery volverá a ser James Bond. Eso sí, esta vez virtualmente. Electronic Arts prepara un juego en el que el veterano actor escocés refrendará su rol más carismático prestando su magnética voz en la que será versión arcade de ‘Desde Rusia con amor’. Eso sí, se echará de menos las voces de algunos de los miembros que protagonizaron junto a Connery una de las más entretenidas cintas del agente 007; Q (Desmond Llewelyn), Donald "Red" Grant (Robert Shaw), Rosa Klebb (Lenya de Lotte), Tatiana Romanova (Daniela Bianchi), Kerim Bay (Pedro Armendariz) y la inolvidable Señorita Moneypenny (Lois Maxwell).

Esta hay que verla: 'Turtles can fly'

La gran sorpresa del pasado Festival de San Sebastián, la película que destacó y emocionó a partes iguales por lo transgresor de su intención, la radicalidad y desgarro de su guión y la ignífuga temática sobre la que gira fue la contundente ‘Turtles Can Fly’, de Bahman Ghobadi, una extraña película que cerró la Sección Oficial, proyectándose el último día del certamen, cuando ya estaban las quinielas hechas. La película de Ghobadi ganó la Concha de Oro. Y con todo merecimiento. Un desesperanzador día a día que se desarrolla en un pueblo del Kurdistán iraquí, en la frontera entre Irán y Turquía, donde un grupo de chavales, capitaneados por un joven instalador de antenas televisivas sobreviven como pueden en un ambiente amenazador, cubierto de incertidumbre y miedo, pero afrontando con confianza su deplorable situación dentro del mundo. ‘Turtles Can Fly’ es una fábula oscura y desesperanzadora que recrea la amistad de unos niños (actores infantiles debutantes y extraordinarios todos ellos), cómplices de una esperanza a pesar de su realidad, contrapuesta a la violencia de la que son víctimas. El drama, sustentado en la amenaza bélica, recorre un arduo camino de penalidades en busca de un mensaje devastador, fortaleciendo la historia con pequeños toques de humor para que nada resulte excesivamente crudo.
La incomunicación, la necesidad de saber qué pasa exactamente en la frontera de Irán e Irak, la cotidianidad con las minas antipersonas que los niños no dudan en vender, sus trabas físicas y el cáustico contexto en el que se mueven sus personajes dan al filme un tono retrospectivo casi trágico, que aprovecha Ghobadi, organizando todo con un admirable sentido del plano, del espacio y de la narración, para activar el engranaje de una historia aciaga, utilizando para ello la cultura popular y la memoria reciente que deja ver un Kurdistán donde el mercado de cambio, las enfermedades y mutilaciones, la necesidad de medios de comunicación y las armas conviven para afrontar un futuro incierto. Tanto, que con la llegada de los yanquis al final del filme, tras la guerra, impone la gran duda por medio de una profecía que augura que lo peor está por llegar.
Sin ninguna alusión religiosa y sí existencial, esta joya es un grito de paz en tiempos de guerra que azota a un país que, tras sufrir siglos de agonía, se ha acostumbrado injustamente a la conflagración constante. Y es que la franqueza y tratamiento por parte de Ghobadi en lo que sucede en su país merece toda ponderación posible.
La tensión del clima de violencia que se avecina, el hambre y el frío de los pequeños y la devastadora subtrama sobre un niño bastardo y ciego que representa las penurias que ha vivido en su historia la zona, como biosfera del pesimismo, nunca condiciona una maravillosa película en la que, a pesar de la violencia y las mutilaciones que sufren aquellos que merecen una digna infancia, dan una lección de esperanza a pesar de las tragedias.
‘Turtles Can Fly’ es, sin duda alguna, una gran película que supone de lo mejorcito de este 2005.

martes, 5 de abril de 2005

Esta foto ha ganado el Pulitzer

Saleh Khalaf salió de su habitación y requirió a una enfermera un papel y un boli para poder dibujar. Elaboraron un rústico dispositivo para que el imposibilitado chaval pudiera ilustrar algo.
En el dibujo podemos evidenciar cómo el niño pretende dibujar un avión bombardeando la zona en la que él jugaba.
Saleh es otra infeliz víctima de la Guerra de Irak.
La foto pertenece a Deanne Fitzmaurice (aquí tenéis más).

Por los viejos tiempos

Hay una secuencia en la inolvidable ‘Los Goonies’ en la que nuestros protagonistas encuentran un pozo de los deseos lleno de monedas. En un primer momento, creen que es el tesoro que no encontró Chester Copperpot. Todos comienzan a llenar sus bolsillos y 'Stef' Steinbrenner (Martha Plimpton) les recrimina su acción asegurando cada moneda simboliza un deseo de todas las que han lanzado su moneda al pozo. Clark “Bocazas” Devereaux (Corey Feldman –pronto en nuestras pantallas con ‘The birhtday’-) coge una al azar y confiesa que ésa precisamente era su deseo y no se ha cumplido, así que por eso se las queda todas. Sus absortos compañeros de aventuras miran cómo ambos hostilizan en una pugna que se detiene con la aparición de Troy (Steve Antin), que les muestra la posibilidad de renunciar a su peligrosa búsqueda del tesoro de Jack “El tuerto”. Es cuando Mikie (Sean Astin) les abre los ojos para porfiar en su afán por salvar Groondock con uno de los monólogos más entrañables y evocados de nuestra generación (aquello de “...cuando miremos al cielo, será el de otra ciudad. Cuando hagamos un examen, será en otro colegio…”, “Aquí abajo está nuestro momento y todo eso acabará en el instante en que subamos al cubo de Troy”). Qué nostalgia.
Bien, me contaba hace poco Mikel Alvariño que esa secuencia fue rodada por Steven Spielberg, que echó una mano a Richard Donner en unos de sus más recordados trabajos. Es sabido por todos la afición de Spielberg por filmar alguna secuencia de las películas que ha producido; conocemos la leyenda que insinúa que fue el director de ‘E.T’ quien filmó gran parte de ‘Poltergeist’, de sus pequeños escarceos tras la cámara en filmes como ‘El secreto de la pirámide’, ‘Gremilns’ o la gran secuencia de los dinosaurios voladores en ‘Parque Jurásico 3’, la secuela de ‘Jurassic Park’ dirigida por Joe Johnston.
Todo esto viene a cuento de un fragmento de la entrevista que saldrá publicada en el libro de J.W. Rinzler, ‘The Making of Star Wars, Episode III - Revenge of the Sith’ sobre el rodaje de la clausura de la saga galáctica, donde el propio George Lucas ha desvelado que Steven Spielberg ha rodado algunas de las secuencias más difíciles de la esperada película de su amigo Lucas, como un segmento de la lucha de Mustafar y algunos planos (se rumorea que es la secuencia entera) del duelo entre el Emperador y el maestro Yoda.
Ahora, la noticia que todos esperamos es que ambos unan sus fuerzas y la cuarta parte de ‘Indiana Jones’ vea la luz.