miércoles, 6 de abril de 2005

Esta hay que verla: 'Turtles can fly'

La gran sorpresa del pasado Festival de San Sebastián, la película que destacó y emocionó a partes iguales por lo transgresor de su intención, la radicalidad y desgarro de su guión y la ignífuga temática sobre la que gira fue la contundente ‘Turtles Can Fly’, de Bahman Ghobadi, una extraña película que cerró la Sección Oficial, proyectándose el último día del certamen, cuando ya estaban las quinielas hechas. La película de Ghobadi ganó la Concha de Oro. Y con todo merecimiento. Un desesperanzador día a día que se desarrolla en un pueblo del Kurdistán iraquí, en la frontera entre Irán y Turquía, donde un grupo de chavales, capitaneados por un joven instalador de antenas televisivas sobreviven como pueden en un ambiente amenazador, cubierto de incertidumbre y miedo, pero afrontando con confianza su deplorable situación dentro del mundo. ‘Turtles Can Fly’ es una fábula oscura y desesperanzadora que recrea la amistad de unos niños (actores infantiles debutantes y extraordinarios todos ellos), cómplices de una esperanza a pesar de su realidad, contrapuesta a la violencia de la que son víctimas. El drama, sustentado en la amenaza bélica, recorre un arduo camino de penalidades en busca de un mensaje devastador, fortaleciendo la historia con pequeños toques de humor para que nada resulte excesivamente crudo.
La incomunicación, la necesidad de saber qué pasa exactamente en la frontera de Irán e Irak, la cotidianidad con las minas antipersonas que los niños no dudan en vender, sus trabas físicas y el cáustico contexto en el que se mueven sus personajes dan al filme un tono retrospectivo casi trágico, que aprovecha Ghobadi, organizando todo con un admirable sentido del plano, del espacio y de la narración, para activar el engranaje de una historia aciaga, utilizando para ello la cultura popular y la memoria reciente que deja ver un Kurdistán donde el mercado de cambio, las enfermedades y mutilaciones, la necesidad de medios de comunicación y las armas conviven para afrontar un futuro incierto. Tanto, que con la llegada de los yanquis al final del filme, tras la guerra, impone la gran duda por medio de una profecía que augura que lo peor está por llegar.
Sin ninguna alusión religiosa y sí existencial, esta joya es un grito de paz en tiempos de guerra que azota a un país que, tras sufrir siglos de agonía, se ha acostumbrado injustamente a la conflagración constante. Y es que la franqueza y tratamiento por parte de Ghobadi en lo que sucede en su país merece toda ponderación posible.
La tensión del clima de violencia que se avecina, el hambre y el frío de los pequeños y la devastadora subtrama sobre un niño bastardo y ciego que representa las penurias que ha vivido en su historia la zona, como biosfera del pesimismo, nunca condiciona una maravillosa película en la que, a pesar de la violencia y las mutilaciones que sufren aquellos que merecen una digna infancia, dan una lección de esperanza a pesar de las tragedias.
‘Turtles Can Fly’ es, sin duda alguna, una gran película que supone de lo mejorcito de este 2005.

martes, 5 de abril de 2005

Esta foto ha ganado el Pulitzer

Saleh Khalaf salió de su habitación y requirió a una enfermera un papel y un boli para poder dibujar. Elaboraron un rústico dispositivo para que el imposibilitado chaval pudiera ilustrar algo.
En el dibujo podemos evidenciar cómo el niño pretende dibujar un avión bombardeando la zona en la que él jugaba.
Saleh es otra infeliz víctima de la Guerra de Irak.
La foto pertenece a Deanne Fitzmaurice (aquí tenéis más).

Por los viejos tiempos

Hay una secuencia en la inolvidable ‘Los Goonies’ en la que nuestros protagonistas encuentran un pozo de los deseos lleno de monedas. En un primer momento, creen que es el tesoro que no encontró Chester Copperpot. Todos comienzan a llenar sus bolsillos y 'Stef' Steinbrenner (Martha Plimpton) les recrimina su acción asegurando cada moneda simboliza un deseo de todas las que han lanzado su moneda al pozo. Clark “Bocazas” Devereaux (Corey Feldman –pronto en nuestras pantallas con ‘The birhtday’-) coge una al azar y confiesa que ésa precisamente era su deseo y no se ha cumplido, así que por eso se las queda todas. Sus absortos compañeros de aventuras miran cómo ambos hostilizan en una pugna que se detiene con la aparición de Troy (Steve Antin), que les muestra la posibilidad de renunciar a su peligrosa búsqueda del tesoro de Jack “El tuerto”. Es cuando Mikie (Sean Astin) les abre los ojos para porfiar en su afán por salvar Groondock con uno de los monólogos más entrañables y evocados de nuestra generación (aquello de “...cuando miremos al cielo, será el de otra ciudad. Cuando hagamos un examen, será en otro colegio…”, “Aquí abajo está nuestro momento y todo eso acabará en el instante en que subamos al cubo de Troy”). Qué nostalgia.
Bien, me contaba hace poco Mikel Alvariño que esa secuencia fue rodada por Steven Spielberg, que echó una mano a Richard Donner en unos de sus más recordados trabajos. Es sabido por todos la afición de Spielberg por filmar alguna secuencia de las películas que ha producido; conocemos la leyenda que insinúa que fue el director de ‘E.T’ quien filmó gran parte de ‘Poltergeist’, de sus pequeños escarceos tras la cámara en filmes como ‘El secreto de la pirámide’, ‘Gremilns’ o la gran secuencia de los dinosaurios voladores en ‘Parque Jurásico 3’, la secuela de ‘Jurassic Park’ dirigida por Joe Johnston.
Todo esto viene a cuento de un fragmento de la entrevista que saldrá publicada en el libro de J.W. Rinzler, ‘The Making of Star Wars, Episode III - Revenge of the Sith’ sobre el rodaje de la clausura de la saga galáctica, donde el propio George Lucas ha desvelado que Steven Spielberg ha rodado algunas de las secuencias más difíciles de la esperada película de su amigo Lucas, como un segmento de la lucha de Mustafar y algunos planos (se rumorea que es la secuencia entera) del duelo entre el Emperador y el maestro Yoda.
Ahora, la noticia que todos esperamos es que ambos unan sus fuerzas y la cuarta parte de ‘Indiana Jones’ vea la luz.

lunes, 4 de abril de 2005

Lunes de Aguas

Fiesta, jarana, algaraza y una buena cuota de zambra como evasiva para no trabajar. Nepotismo español por excelencia, elevado a la categoría de costumbre. Hoy se celebra en Salamanca un extraño gaudeamus bajo la denominación de ‘Lunes de aguas’. ¿Qué coño es el ‘Lunes de aguas’? Pues se trata de una celebración pagana (como no podía ser de otro modo) cuyas raíces históricas se encuentran en el siglo XVI y que actualmente se presenta convertida como fiesta única y exclusiva de esta ciudad charra.
El 12 de noviembre de 1543 Felipe II, con tan sólo dieciséis años, llegó a Salamanca para a desposarse con la princesa María de Portugal. En esta celebración católica y austera, la ciudad aprovechó el enlace y sus celebraciones de un modo excedente, llegando al cúlmen de la bacanal, el ocio y la diversión sin límites, dándose cita una plétora de vicios en la ciudad del Tormes en aquellos días posteriores. Fue cuando Felipe II comprobó que la ciudad luminaria del cristianismo europeo, el dogma y la palabra era también el mayor burdel de Europa, la Sodoma y Gomorra occidental. En aquellos tiempos, además de las escuelas mayores, las bibliotecas, los patios de lectura y el ambiente cultural y académico que ha caracterizado al orbe salmantino, coexistían insanas tabernas, bares de beodos sin cierre, lujuriosas casas de putas y un submundo de amancebamiento de toda índole. Un tiempo de ocultistas, buhoneros y feriantes, lavanderas, amas de llaves, ciegos enviciados, alcahuetas, de estudiantes noctámbulos, de ricos herederos y, por encima de todos, el mejor foco de prostitución del país.
Ante tanto libertinaje e impudicia, el estirado Felipe II dictó unas ordenanzas según las cuales las libidinosas mujeres públicas de moral distraída, que habitaban en la Casa de Mancebía de Salamanca, debían ser trasladadas, durante la Cuaresma, fuera de los confines de la ciudad. A partir del Miércoles de Ceniza, las prostitutas abandonaban su residencia habitual y eran reasentadas al otro lado del Tormes. El Padre Putas, el cabezudo más famoso de la ciudad, era el encargado de amparar, custodiar y atender a las putillas, siendo el responsable de éstas. A partir de este edicto, las prostitutas de Salamanca dejaban la ciudad antes de comenzar la Cuaresma y desaparecían de manera temporal, recogiéndose en algún lugar al otro lado del río. Pasada la Semana Santa, y con ella el periodo establecido, las rameras volvían a la ciudad el lunes siguiente al Lunes de Pascua. Este mítico día era una jornada de celebración, ya que los estudiantes disponían una fiesta descomunal, en la que el alcohol en sus diversas variantes y la alegría que éste produce en el cuerpo hacían que todos salieran a recibirlas a la ribera del Tormes con gran júbilo y ansias carnales inhibidas durante el recogimiento. El Padre Putas (que se llamaba Lucas ¡Te da cuen!) era el encargado de concertar el momento del advenimiento lúbrico y lascivo de los estudiantes y las doctoras de la cátedra del placer.
Lo más insólito de todo, es que en cuanto llegaban las meretrices exiliadas, el descontrol, derivado del éxtasis etílico junto a la liviandad carnal y la carnalidad, hacía que los estudiantes acometieran ‘in situ’ todo lo que sus cohibidos instintos necesitaban. En efecto, amigos, una inmensa orgía (con ‘gang bangs’ incluidos) a orillas del río que culminaba con un baño colectivo, todos ebrios y como decía José Manuel Parada “follaos y desfogaos”.
Lamentablemente hoy no ejercemos esta entrañable y sana costumbre, pero seguimos celebrando el día en comuna, reuniéndonos con amigos y/o familiares, supuestamente en un entorno rural (un “día de campo”, vaya), comiendo el típico hornazo salmantino, titánico nutriente condimentado a base de huevos, aceite, harina, levadura y un relleno de jamón, chorizo, lomo adobado y huevos cocidos, uno de las exquisiteces tradicionales y exclusivas de esta ciudad que aportan una buena dosis de colesterol y ayuda a atenuar las excesivas ebriedades que se producen en un día como hoy. La excusa perfecta para emborracharse y divertirse con los amigos.
Y a eso voy, queridos ‘abismeros’. A disfrutar del hornazo que aparece en la instantánea superior (obrado por mi señora madre) y a engullir varios litros de alcohol como celebración de una festividad que acarrea el exceso como memoria a esta absurda tradición.

La enajenación mental de 'Spider', de David Cronenberg

Crudo descenso a los infiernos de la locura
Cronenberg ofreció en 'Spider', con su personal e inquietante estilo, uno de los más angustiosos ejercicios sobre una mentalidad aturdida por el sentimiento de culpa.
El sombrío mundo de la esquizofrenia, de la sensación de irrealidad, de vivencia en mundo paralelo y de la condición de mero espectador ante la representación teatral del mundo es el punto de partida de la tormentosa ‘Spider’. Partiendo de esta dura enfermedad mental, la película de David Cronenberg, muy cercana a los conceptos vitales de su obra maestra ‘Inseparables’, se centró en los miedos de un ser acomplejado, un marginal psíquico que vive en un mundo de caos emocional que complica con su trastorno un enigmático caos, confundiendo percepción objetiva e invención.
Desde una perspectiva triste y lóbrega, tal vez demasiado fría, se narra el tortuoso descenso a los infiernos de la locura de Dennis Cleg, un esquizofrénico débil y mortificado por un sentimiento de culpa ante el recuerdo del asesinato de su madre a manos de su padre y una prostituta de barrio. Dado de alta en el manicomio y alojado en un hospicio de tránsito en el East End londinense, Cleg volverá a su pasado para enfrentarse a la verdad de su propia paranoia. Con este desapacible comienzo, ‘Spider’ trata con brío y dureza una obsesión enfermiza, la disfunción de un personaje ambiguo y frágil que vive angustiado con síntomas de un tortuoso complejo de Edipo confuso, en el que el odio y el miedo se mezclan con su propia y privativa realidad. La fragilidad del personaje creado por Patrick McGrath se concentra en el desvarío de una aprehensión de desdoblamiento exterior en las mujeres que amenazan su quebradizo mundo, simbolizando en esa sostenida tela de araña que representa la película, los miedos y la inconsistencia de su mente. Un laberinto que representa una vida rota por el sentimiento de culpa en un tiempo fragmentado por la búsqueda de un atroz suceso.
Cronenberg abandonó de este modo su sempiterna obsesión por lo orgánico y la ‘Nueva Carne’, pero sin desligarse de la característica metamorfosis que adoptan sus enfermizos e inquietantes personajes. ‘Spider’ es un perturbador puzzle de fantasmas del pasado que siguen aterrorizando en el presente, donde la memoria enferma de los propios errores concibe un cenagoso y oscuro mundo imaginario en el que la realidad alternativa sirve para ocultar terribles secretos. Un puzzle representado en un cristal fraccionado, semejante a la tela de un arácnido, al que le falta una pieza, un recuerdo que no es más que la clave encubierta de la demencia y que es necesario para asumir la propia alineación.
Narrada desde una turbulenta perspectiva en primera persona, la dualidad de Cleg/Spider nos ofrece uno de los más angustiosos ejercicios sobre una mentalidad aturdida, cercenada por la alteración de una memoria incomprendida. A través de los ojos del ‘niño-adulto’ asistimos a una extraña insubordinación edípica donde el elemento maternal adopta el rostro de cualquier amenaza. La ambigüedad con la que el cineasta canadiense altera los tiempos en la historia confluye en una agobiante y nebulosa fantasía de irrealidad y enfermedad, uno de los rasgos distintivos de la obra de este creador. Dejándose llevar por un fondo existencial lleno de dudas que adoptan un protagonismo definido por la debilidad mental, en ‘Spider’ la turbiedad y la metáfora materna de la araña y sus huevos se vincula a un problema de identidad, donde el miedo y la locura confunden pasado y presente.
Bajo una estética depauperada con tonos ocres y marrones creada por Peter Suschitzky que imponen un ambiente sórdido y triste, mísero y sucio, Cronenberg tejió uno de sus filmes más inaccesibles, un filme sobre la existencia y pérdida de la cordura en un mundo desequilibrante y amenazador en el que su contexto mugriento y desidealizado no es más que la representación de una vida alineada en la locura provocada por la culpa no reconocida. En estos dominios de repulsa y amargura, acompañado por la indispensable y tétrica música creada por Howard Shore, brilló con luz propia el talento y la difícil composición de un Ralph Fiennes que logró su mejor y más portentosa interpretación en un personaje abrupto al cual supo dotar de austeridad y introspección contrapuesto con la magnífica creación de unos Miranda Richardson y Gabriel Byrne deliciosamente repulsivos. ‘Spider’ es, en todo caso, otro paso adelante, otra extraña y críptica aportación a una de las carreras más personales e incómodas del cine contemporáneo.
PD: Por cierto, hay una anécdota personal que me llamó la atención cuando fui a verla. Imaginad que un abuelo se deja llevar al cine por su nieto de unos seis años. El niño quiere ver 'Spiderman', de Raimi y su venerable viejo se equivoca, introduciendo al chavalín, que esperaba ver una de superhéroes, al infernal mundo de Cronenberg con esta oscurísima película.
Quiero pensar que erraron y fue involuntario, porque nieto y abuelo se quedaron incluso a ver los créditos. Imaginad que el pequeño cinéfilo era un fan absoluto de Cronenberg. Da miedo sólo pensarlo. Aunque, echando la vista atrás, recuerdo haber visto 'Videodrome' con ocho años en el Coliseum, un cine ya desaparecidos de Salamanca.

domingo, 3 de abril de 2005

Siniestro Mundo Publicitario (SMP VIII): Melendi se "pone"

La primera vez que oí hablar de Ramón Melendi Espina fue cuando me relataron una leyenda urbana que manejaba la viabilidad de que el cantante asturiano hubiera permanecido confinado como preso en la cárcel salmantina de Topas por un delito concerniente al tráfico de drogas. Tanto su confusa y viciada crónica como sus indicios sugieren que se trata de una superchería. Pura invención.
La primera vez que escuché una canción de Melendi mi impresión fue “coño, este tío imita a Estopa”. Cuando lo volví a escuchar ratifiqué mis dudas. Igual, lo mismo, un duplicado musical sin mucho sentido.
La primera vez que vi a Melendi el instinto me empujó a juzgarle como un macarra de barrio, sin una personalidad concretada, un cruce de tópicos ramplones anexos en un mismo individuo. Sus tatuajes, las rastas, cortarse parte de una ceja, los piercings, la barba... Un tipo urdiéndose a sí mismo con cada frase, con esa acentuación colgada, de barriobajero chungo.
Lo que no me imaginaba era ver a este producto lanzado por una canción de ‘La vuelta a España’ a expensas de diversos movimientos musicales anunciando un chocolate. Hemos pasado de ver a Isabel Preysler anunciando Ferrero Rocher, aristocrática y diva, a ver a Melendi vendiendo barritas de chocolate fabricadas con componentes transgénicos Tokke dirigido por Javier Ruiz Rojo, el director del más que sobrevalorado cortometraje ‘Diez minutos’ (una de las peores piezas cortas rodadas en 35 mm. del último lustro), ganador del Goya en su categoría.
Vamos a dejar de litigar y proceder al análisis de esta sección abismera SMP: Aparece Melendi ensayando con su banda el tema ‘Caminando por la vida’, cuando se distrae viendo una preciosa chica morena que sale en la televisión. La primera pregunta es “¿quién coño ensaya viendo la televisión?”. Pongamos que es su particular liturgia: mezclar su música con su vicio catódico. Melendi se queda abstraído del mundo, mirando a la portentosa fémina de la pantalla. Le da un vahído (no sabemos el motivo) y uno de los músicos que está con él le dice a otro que ‘le dé un Tokke’. Seguidamente le tira la chocolatina que Melendi coge lanzando uno de los eslóganes más audaces y subversivos que se han visto en los últimos años: “Este es el chocolate... que más me pone”.
Vayamos por partes: ¿Un cantante con evidentes signos de ‘macarrismo’ haciendo un divertido encomio al hachís? Ésa pausa enfática tras “chocolate”… luego “que más me pone”… Y no sólo eso. Cuando muerde la chocolatina, la chica morena de la tele aparece en carne y hueso junto a él. Así de fácil. Mágicamente ¿Qué quiere decir esto?
Todos felices comiendo chocolate. La cosa es que si no se come y se fuma ¿también saldría de la tele la escultural modelo? ¿O es esa la causa?
Ignasi Ricou, Consejero Delegado de Cadbury España, afirma que “esta es la mejor manera de acercar nuestros productos a los jóvenes ya que Melendi, además de ser un personaje carismático, representa perfectamente sus valores e inquietudes”. Un cachondo en toda regla.
Esto lo digo porque el jueves de madrugada unos chavalotes de unos 20 años se hacían un ‘petardo’ y ante el acto de quemar el 'pedrolo' su frase fue… ¡Hombre, claaaaaroooo!

sábado, 2 de abril de 2005

Plaza Mayor de Europa (250 aniversario)

“Templo civil, sin otra bóveda que el cielo”
(Miguel De Unamuno)
Una de las joyas más importantes del barroco en todo el mundo.
Construida entre los años 1729 y 1755 por Alberto Churriguera.
El Ayuntamiento fue proyectado por Andrés García de Quiñónes.
Las doce casas del lado oriental denominado Pabellón Real, se concluyeron en 1733. En el lado norte se edificó el Ayuntamiento desde 1728 a 1755.
88 arcos de medio punto erigidos sobre estoicos pilares. En las enjutas hay 57 medallones que inmortalizan figuras de la historia de España; reyes (desde Alfonso IX hasta Carlos III), santos, escritores, descubridores y conquistadores, distribuidos en dos de sus flancos, mientras que en los otros dos figuran los escudos de la Universidad, Colegios Mayores, Catedral y nobles linajes.
Una de las Plazas Mayores más bonitas del mundo (subjetivamente, la mejor).
Hoy se cumplen 250 años.

La espichó

A las 21:37.
Preparémonos para recibir al Papa Negro. Preparémonos para el Fin del Mundo.
Nostradamus anunció el Holocausto Final cuando esto sucediera. El único cardenal de color que posee las cualidades para llegar al papado es el nigeriano Francis Arinze. Es el actual prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
Aferraos a lo que podáis porque esto es el FIN, amigos.
D.E.P. Karol Wojtyla, Juan Pablo II.

Ir ‘de guay’ y quedar como una gilipollas

Una de las cosas que más nos suele irritar es que una persona vaya “de guay”, que pretenda reflejar cualquier tipo de atractivo, carisma o dádiva forzando una artificial e inexistente simpatía que acaba por resultar, muchas veces, bochornosa.
También existe esa gente que en cuanto le echas un vistazo por encima, te cae mal. Sin ningún motivo aparente. Simplemente porque te desagrada, despertando desde el primer momento una aversión irreconciliable.
Cuando estos casos se dan, hay dos opciones; o es que eres un imbécil nauseabundo sin remedio o es que te llamas Avril Lavigne.
Hay que ser cenutria para salir a un escenario de Hong-Kong con una frase en clara grafía asiática para ser la más ‘cool’ y enrollada del momento cuando llega la hora de dar un concierto. Pero lo triste es que la traducción que lleva en el brazo significa “Japón es lo mejor”. Un objetivo más que nomotético porque la escritura de la frase es perfecta, si no fuera porque está luciéndolo en un país equivocado.
¿Se trata del Síndrome Trillo (recordemos su glorioso “Viva Honduras” en El Salvador) o simple gilipollez de la ex-zorrilla más insulsa del ‘pop’?
Más, aquí.

¿Es un pájaro? ¿Es un avión?

No... es Superman, en el primer 'teaser' póster de la película dirigida por Bryan Singer 'Superman Returns'.