domingo, 20 de marzo de 2005

Acojona, tronco, acojona

Dentro de la vorágine de bagatelas catódicas que se ven en la actual y virulenta televisión existen pequeñas joyas que merece la pena avivar, fomentando nomotéticos mitos que nacen para el regocijo colectivo. Espacios en los que la carcajada más grotesca puede brotar en el momento más inesperado. Desde hace varias semanas, en el canal 53, ese que acostumbra a emitir pornografía mientras cientos de números de teléfono y mensajes tipo chat inundan la pantalla, se produce a largo de las pausas de frenesí sexual, un acontecimiento glorioso: El carismático y divertido Rafa Basa, una de las más veneradas y veteranas bestias del rock radiofónico, anuncia el nuevo disco de los Judas Priest. Y de qué forma, amigos.
Gracias a ese weblog de recursos inacabables que es Viruete, pude llegar hasta el vídeo en cuestión y de disfrutar una y otra vez del ‘spot’ más acojonante que hemos tenido la oportunidad de ver en años. Nunca una promoción fue tan efusiva y rutilante.
No hay palabras para describirlo. Sólo hay que verlo para entender su grandeza.

Terror de clausura

El viernes, acompañado por mis más terroríficos recuerdos infantiles intrincados en mi memoria, tuve la oportunidad de reencontrarme con ‘La Residencia’, del menestral demiurgo, mayoral del cine de género fantástico en España, Chicho Ibañez Serrador. Volví a descubrir un filme impecable, armonioso, de una insultante sutilidad que maneja los hilos del terror con innovación y destreza con vocación de clásico, de cine inalcanzable. Tanto, que hoy resultan inaccesibles para los nuevos realizadores. Ahora somos meros discípulos que alumbramos rudimentarias menudencias al lado de ‘La Residencia’ y ‘¿Quién puede matar a un niño?’, los dos únicos filmes de nuestro propio tótem del escalofrío. Si los americanos tuvieron el placer de favorecer el talento de un gordo inglés pervertidamente oscuro apodado ‘el mago del suspense’ y una referencial serie, tenebrosa y escalofriante, sobre los instintos y miedos básicos con el nombre de ‘Twlight Zone’, en este país de decadencia icónica deberíamos venerar y exaltar la figura del gran Chicho.
En esta sociedad ibérica tan olvidadiza e ingrata en la que vivimos, habituada a encomiar la mugre y lo zafio, castrada de genialidades y necesitada de nuevos designios tanto artísticos como fílmicos, no valoramos en su justa medida estos dos testimonios históricos en nuestro cine, formalizados en dos prototipos de desgarradora fuerza y maestría plena, de un discernimiento de la narrativa enaltecida a un nivel superior. ‘La Residencia’, es una pesadilla gótica que, lejos de parecer una obra primeriza, un arriesgado debut de un genio en ciernes, se revela como una preceptora obra de contención, de una sutileza encontrada en la búsqueda por evitar la truculencia, asentada en su deliberada lejanía conceptual en cuanto a su indefinido origen geográfico que transporta al espectador a estado de tensión constante, acopiando el drama y el terror en un muestrario de depravaciones que van amplificar el estado de ésa angustia, atmosferizando lo insostenible. Todo está ahí; la mórbida perspectiva del lesbianismo, la crueldad sexual del sadomasoquimo, la necreofilia, la turbia e incestuosa tortura, la espeluznante represión moral y espiritual que sale al exterior en forma de iniquidad. Todo ello reflejado con una intencionalidad soterrada asombrosa.
Regresé a ese sueños de infancia, sentí cómo me recluían forzosamente en el Palacio de Comillas con la opresora Señora Fourneau (Lilli Palmer, siempre presente en el subconsciente colectivo), compartiendo espacio y tiempo con Irene, Theresa, Isabel, Pedro Baldie, Brecherd y el pervertido Luis. Volví a observar con afección lasciva a esas pobres chicas ducharse con el camisón puesto, con sus transparencias húmedas que tanto me perturbaron cuando era un crío de 6 años. Recuperé con un nuevo enfoque el asesinato en el invernadero, ese prodigioso ralentí en el corte antes de sesgar un cuello, subrayando el horrible instante o el castigo físico y las miradas cautivas de un cabrón salido. Sin golpes efectistas, sin sustos, haciendo que el clímax se alcance con un contexto enfermizo que va obstruyendo y asfixiando su insoportable atmósfera, sabiendo fusionar su fúnebre éter en contraste con la ingenuidad y candor que expelen sus jóvenes protagonistas.

sábado, 19 de marzo de 2005

ADAPTATION: Las contradicciones de un autor

Cómo ser Charlie Kaufman
El dúo Spike Jonze & Charlie Kaufman propusieron con ‘Adaptation’ una genial y transgresiva cinta sobre la dificultad de adaptar una novela imposible de llevar al cine.
El miedo al folio en blanco por parte de un escritor, de un guionista o de un artista, en definitiva, de un creador, es uno de los mayores infortunios que cualquier pluma pueda sufrir alguna vez. El vacio mental al que se somete la creatividad, el fracaso de la responsabilidad que desafía a las limitaciones de un autor junto al miedo inculcado al fracaso y el temor a soñar son los ejes de uno de esos extraños e inusuales trabajos totalmente libres, desconcertantes e inimaginables en un mundo tan exiguo de ideas como lo es Hollywood. En un campo creativo cultivado de remakes, superproducciones y formulismos baratos a favor de la taquilla nació ‘Adaptation’, un revolucionario producto de ese transgresor y preceptor de causas perdidas llamado Spike Jonze. Una incatalogable cinta de ilimitada inspiración donde el metalenguaje cinematográfico alcanza una insólita cima de innovación y eficiencia.
La historia comienza en el plató de la extravagante ‘Cómo ser John Malkovich’, anterior trabajo de Jonze, donde conocemos al guionista Charlie Kaufman, un hombre inseguro, tímido e incapaz de expresar todo su complejo mundo interior que está a punto de sufrir un bloqueo creativo. Este bloqueo se presenta justo en el momento en que su productora le presenta un nuevo libro para ser adaptado al cine, ‘El Ladrón de Orquídeas’, basado en la relación verídica de la escritora Susan Orlean con John Laroche, un entusiasta conocedor de orquídeas que busca la especie conocida como la ‘Orquídea Fantasma’. ‘Adaptation’ desarrolla la vida de un guionista que termina escribiendo su propia experiencia ante la imposibilidad de poder adaptar un libro, que es en realidad la cinta que deberíamos estar viendo.
Con una extraordinaria estructura en la que se aluden aspectos pocas veces tratados en un argumento, guionista y director proponen una historia en principio profusa debido a sus ejes temáticos, los cuales franquean las múltiples tramas que traza el enloquecido juego de realidad/ficción, pero simplificado en la idea de que la adaptación no sólo expone su sentido en la traslación de una novela a un guión de cine, sino que va más allá al tratar la teoría de Darwin sobre la evolución de las especies mediante su adaptación a las condiciones del medio ambiente, del proceso de ajuste a la vida que cada uno le toca vivir. ‘Adaptation’ revela, bajo su insólito y maravilloso núcleo, la necesidad de desenvolverse del ser humano con su propio medio, de ajustar sus deseos a lo que realmente se necesita, de trasformar (como bien dice uno de los gemelos Kaufman) lo que se quiere en lo que se es.
Charlie Kaufman juega a convertirse en su propio Doctor Jeckyll y Mr. Hyde (desdoblándose en un hermano gemelo llamado Donald) para transformar en ficción sus propios ideales creativos, aquello que se pretende como autor en lo factible que da dinero, una realidad que envuelve la falta de ideas originales en la disposición a la que conlleva la comercialidad en el cine. Una devastadora crítica inmersa también en el propio esqueleto del guión, con un insólito y grotesco final donde la historia de los gemelos Kaufman, la de Susan Orlean y la de John Laroche se fusionan en un demencial surrealismo en el que hace aparición la droga y el sexo, una persecución, una buena dosis de acción, un cocodrilo asesino y la muerte con lección moralizadora que conforman el prototipo de guión que Charlie Kaufman detesta en la descripción del prólogo y que ha escrito su hermano Donald.
En el fondo, ‘Adaptation’ no es más que una burla ácida e irónica a los finales a los que nos tiene acostumbrados la gran industria norteamericana, que siguen los roídos elementos de prehistóricos maestros del análisis del guión como Syd Field o el aludido en el filme Robert McKee. El guionista aboga con ello por una brutal y honesta autenticidad sobre algunos de los inconvenientes que conllevan la escritura y su esencia: la soledad, el sometimiento al que se doblega el autor al trasladar una obra inclasificable a la gran pantalla, la libertad del creador reducida a los designios del ‘mainstream’ para su comercialidad. Un enfrentamiento entre la inteligente desvergüenza creativa y el objetivo máximo de la industria, descubierto en los dos estrambóticos hermanos Kaufman, contrapuestos y unidos, separados y completados en ese desenlace donde todo toma sentido, donde las tres historias, las dos películas, se funden en una sorprendente y extraña resolución llena de sentido cinematográfico, de pura lucidez artística que resume que la vida no es arte y que los personajes del guión que están describiendo son sólo componentes narrativos.
Si bien es cierto que tanto Jonze como Kaufman recorren peligrosamente la línea que delimita la genialidad con la autocomplacencia exacerbada en su mordaz disertación sobre las circunstancias que determinan su angustia en medio del convulsionado entorno social (reflejado irónicamente en la afición onanística de Charlie, evasión perfecta del perdedor), el resultado es una enloquecida dicotomía de verdad e ilusión con flashbacks imposibles. Una obra de dimensiones trascendentales dentro de la innovación guionística del cine actual. Los personajes descritos por Kaufman y tan bien moldeados por Jonze están meticulosamente descritos en el ajuste a sus propias obsesiones dentro de un puzzle psicológico llevado al extremo, excediendo todo tipo de combinaciones narrativas.
La aportación de todos y cada uno de los intérpretes, desde el efectivo Nicholas Cage pasando por la siempre brillante Meryl Streep y sobre todo el descomunal talento de un ‘oscarizado’ Chris Cooper, reflejaron que el joven cineasta no sólo mueve a la perfección su ambición por narrar algo diferente y ambiguo, sino que demostró su talento por la dirección de actores. A pesar de que el reconfortante segundo trabajo de Jonze reformuló su género en delirantes momentos de comedia, ‘Adaptation’ no lo es.
La (hasta el momento) última genialidad del tándem Kaufman & Jonze fue una espléndida, hilarante, original, confusa, perspicaz e incisiva visión del universo del guionista creada como guiño a un espectador que, desde hace muchos años, fue tratado como público especulativo e inteligente.

viernes, 18 de marzo de 2005

Weng Weng, la grandeza liliputiense

En el ‘mondo freak’ se han destacado, a lo largo de su extraña y sinuosa historia, muchas de las figuras de culto o grotescos personajes de los que que hoy algunos pocos conocemos o hemos oído hablar alguna vez y que pasarán, obligatoriamente, por el Abismo (ya es hora de que recupere mis fetiches fílmicos más bizarros). Podría enumerarlos, pero haciendo honor al protagonista de este post, voy a ser sucinto y breve.
Hoy rescato de mi retentiva ‘freakie’ a un titán de menos de un metro de estatura que, a finales de los 70, intentó convertirse en un héroe de acción proscrito a su país de origen, Filipinas. Por supuesto que no tuvo éxito, pero sí traspasó fronteras por lo exótico de la operación cinematográfica. Me refiero al grandiosamente liliputiense Weng Weng, un menudo hombre (el actor más pequeño de la historia junto a Verne Troyer) todo esfuerzo e ímpetu, que sabiendo de sus limitaciones como estrella interpretativa, encumbró su propio mito por encima de cualquier concesión al tópico, ofrendando un pequeño clásico de la serie Z basado en un insólito ‘made him self’.
‘For Your Height Only’, es una película de Eddie Nicart erigida para la gloria de nuestro minúsculo héroe, que interpretó al Agente 00, un superespía bajito, vestido elegantemente de blanco (look que luego relumbraría Sonny Crockett en ‘Miami Vice’) carismático y resultón poseedor de todo lo que un héroe aspira a tener: sagacidad, intrepidez, desvergonzado atrevimiento y un ‘sex appeal’ que hacía que cualquier fémina cayera rendida a sus reducidas piernecillas. La historia bebía de una fuente como eran las películas de James Bond. Un intento de asesinato sobre el miniagente nos revela, de entrada, que Weng Weng trabaja para la INTERPOL. Se advierte en seguida que todos consideran al agente de reducida estatura como un temerario aventurero.
La misión: aprisionar a Mr. X, un irascible terrorista enmascarado tras una capucha que lanza un despiadado ultimátum amenzando con empezar a aniquilar a la población filipina si no recibe una cuantiosa suma de dinero (cuantiosa en Filipinas, ya que en aquel momento, al cambio, la suma ya era ridícula). A lomos de una espectacular Honda Accord ajustada a su tamaño (en realidad una moto Febber de esas que todos hemos anhelado en nuestra niñez), Weng Weng subsistirá ante el peligro sobreviviendo a una ardua experiencia que tiene como resultado una encarnizada lucha con Mr. X. Antes de ello, siendo coherentes con el género, no se podía omitir el ineludible catálogo de armas secretas, recalcando un inolvidable ‘sombrero-sierra’ dirigido con un mando a distancia, un reactor a propulsión en la espalda (mítico) o una ultratecnológica ‘sombrilla paracaídas’, que le permitía arrojarse desde un rascacielos sin que le pasase nada.
Cabe que destacar dos delirantes secuencias; la primera, derivada de un cómico altercado que da como consecuencia una pelea de kárate en una escuela de instruidos y violentos karatekas que perecen ante el curtido enano, que se hincha a dar hostias a diestro y siniestro. Otra, en su final, cuando los malvados le capturan no le torturan ni amenazan, sino que recluyen en una ridícula jaula de loros.
Un clásico impagable.

Tarantino's news

En mi ronda habitual de solaz lectura por la red, he dado tumbos de Coming Soon a Filmfocus (aunque después también lo he visto en Hijotonto) para descubrir un enlace que me ha llamado la atención. Supone la ruptura de silencio de Quentin Tarantino hablando sobre sus propósitos y la actualidad que le rodea.
Parece ser que con las desavenencias entre los 'Miramax Bros.' Weinstein que acabaron con su lucrativa alianza con Disney han dado como resultado la creación una nueva etapa en la vida de los poderosos Bob y Harvey. Y para ello, emprenden su itinerario fílmico como autónomos con lo que no vimos de ‘Kill Bill’ en sus Volúmenes 1 y 2. , un sorprendente reestreno con alguna que otra sorpresa. La veremos retitulada ‘Kill Bill: The Whole Bloody Affair’, tal y como la concibió en su génesis Tarantino. El díptico de Quentin se exhibirá ensamblado en una sola, las dos partes en una, con todo lo que se vio en la versión oriental y que nos perdimos en Occidente por culpa de la censura y la regulación de contenidos. Ya se sabe que la Disney jamás hubiera permitido una película de su factoría con el NC-17 en el código moral e hipócrita de la MPAA.
Tarantino se ha pronunciado ante las noticias que ubicaban al director en las nuevas entregas de las sagas de Jason Voorhes o James Bond. Nada de nada. Ni dirigirá una nueva ‘Viernes 13’ ni el ‘Casino Royale’ de James Bond. Tampoco ese episodio de ‘CSI’ que tanto se ha comentado. Esto quiere decir que es algo ordinario que este ciclo de rumores siga filtrando murmuraciones de toda índole entre trabajo y trabajo.
Asimismo cuenta que su ilusión futuro sigue centrada en dirigir una película de artes marciales en mandarín. Pero lo que es seguro es que su próximo filme será ‘Inglorius bastards’, su añorada película de cine bélico con un grupo de soldados durante la II Guerra Mundial como protagonistas. Para terminar, Quentin habla de sus películas favoritas de este pasado año. No duda en destacar a ‘Shaun of Dead (Zombies Party -en su ridículo título español-)’ como la gran película de 2004. Así como (ojo) ‘La pasión de Cristo’, ‘Dos colgaos muy fumaos’, ‘Los increíbles’, la asiática 'Old Boy' y esa extrañeza rusa llamada 'Nightwatch’, destacadas en su ecléctico muestrario de gusto cinéfilo.
También persiste en su idea de no seguir rodando películas por las que no sienta necesidad de filmar, palabras que originan el rumor que apunta a que tras ‘Inglourius…’ Tarantino podría volver a tomarse una de esas larguísimas vacaciones a las que el cineasta nos tiene acostumbrados.
Como colofón cerciora que a los 55 se retira. Veremos si es verdad. Prisa por dirigir películas ya ha demostrado que no tiene.

jueves, 17 de marzo de 2005

La fraila Calva

Existe cierta propensión por parte de algunos políticos (aunque yo me atrevería a aseverar que todos) por concebir que los votantes, los ciudadanos de a pie preocupados por otras cosas que no de sus risibles actuaciones, somos gilipollas. Muchos de ellos utilizan una desvergonzada táctica sustentada en el ‘buenrollismo’, en desplegar una impuesta y forzada simpatía, simulando ser unos individuos cordiales, simpáticos y con un ilimitado sentido del humor. Curiosamente, en este apartado de singularidad política, el asunto lleva consigo una circunstancia que suele promover una inquebrantable dualidad; todo aquel que se hace el enrollado termina pareciendo un imbécil o un inculto.
Quién no recuerda el clásico “jóvenes y jóvenas” de Carmen Romero, las pifias mentales de Rosa Conde (me vienen a la memoria las imitaciones de Buenafuente en el añorado ‘Al ataque’), la “famosa pintora Sara Mago” de aquella incipiente humorista que fue y es Esperanza Aguirre, del “espinazo de cerdo en la sopa” de Celia Villalobos, la fluidez verbal de Ana Palacio, las palmaditas en la espalda de Gaspar Llamazares cuando alguien le pregunta algo, el ‘Bilbado’ que soltó el grotesco Aznar en un mitin, la impuesta y simulada simpatía de Trinidad Jiménez. Y tantos y tantos otros...
La moda consiste en resultar fraterno con lo ‘guay’, con esa actitud de ‘soy moderna’, del ‘antes muerta que sencilla’ se ha ejemplificado con la ministra de cultura Carmen Calvo, que hace un par de días (el viaje a Madrid me aisló del mundo) soltó la frase del mes: “...esta ministra que antes de cocinera, fue fraila” (escuchar). Puede que haya sido un traspié lingüístico. Tal vez. Un fallo a la hora de conferenciar lo tiene cualquiera. Por eso, esta cómica disposición a caer bien y a improvisar le ha costado a la ministra que los aburridos críticos conservadores y fachillas se le hayan echado encima. Y se lo merece, qué cojones. Y es que el acervo cultural no entiende de errores. Y esto le ha pasado por hacerse la graciosa, por improvisar, por optar hacia una apostura de donaire, por querer aglutinar apegos de distintos estratos, por esclarecer desde sus comienzos que es ‘muy fan’ de Metallica y que es ‘heavy’ hasta la médula. Por ser una ‘bienqueda’ con todo el mundo.
Y lo extraordinario es que disponiendo una musiquilla de moda y una letra a lo María Isabel, la frase “Antes que cocinera, fui fraila” resulta perfecta para una canción. Quién sabe si podría ser la que nos llevara definitivamente a ganar Eurovisión.

miércoles, 16 de marzo de 2005

Apoteosis en Madrid

Recuperado de dos días frenéticamente oligofrénicos, llenos de sorpresas, reencuentros, viables éxitos y el mejor y más caluroso pase de ‘El límite’ (nunca en ninguna proyección hasta el momento hubo tan buen ambiente) vuelvo al automatismo del Abismo con la conquista madrileña a mis espaldas, agradeciendo, ante todo, el aluvión de buenos comentarios, observaciones y críticas que se vertieron el pasado lunes tras la proyección del cortometraje en su esperada muestra en la capital. La gente de Madrid me quiere.
Antes del cortometraje, y después de una conversación semiexistencial con el socio de mi productor y amigo, en la que llegamos a un estado de negatividad insultante hablando del actual enclave del cine español, consumando los casi cien minutos en dos palabras: decepción y estulticia, casi no llego a mi propia puesta de gala al pasar la tarde compartiendo las desinhibidas risas y carcajadas con Jorge y Zapa, entusiasmados sectarios del ‘Grand Theft Auto: San Andreas’, un juego tan adictivo como sugerente, tan violento como perfecto, un excepcional trabajo dentro de su género, una joya del ocio para consola que está teniendo problemas por su contenido debido a una mala gestión (nadie se aclara) con su regulación de contenidos para impedir el acceso de los menores. Así, durante más de tres horas, entre cerveza y cerveza, convertimos al inmenso negrata que Jorge había confeccionado como indestructible ‘alter ego’ para su ‘gang action’ en un esperpéntico fantoche acicalado con unos calzoncillos de corazones, una camiseta de tirantes, unas chanclas, un sombrero de leopardo con ala y, para más socarronería, unas gafas de carnaval con nariz postiza.
Todo ello, portando un miembro de goma en forma de falo conseguido en las duchas de la comisaría de policía. En plena acción, en plan Travis Bickle, por una ciudad construida al milímetro para la expulsión de adrenalina visual. Suena surreal, pero este juego es el remedio más original, ‘cool’ y extraordinariamente divertido para liquidar el aburrimiento de la vida real. Aunque la vida real sea tal vez más divertida, a tenor de una joven que iba gritándole por teléfono improperios casi blasfemos a un interlocutor desconocido, ofreciendo un espectáculo bastante lamentable cuando salimos a toda prisa hacia la calle Arenal.
Nunca había estado en el Palacio de Gaviria, un espectacular y señorial antro bastante inasequible construido en 1846 por orden del banquero Manuel Gaviria y que está inspirado en el Palacio de los Farnesio, de Miguel Ángel. Trece salones de diferentes ambientes conectados entre si, que sirven como cúmulo de ambientes en un discoteca imponente y monumental, muy del estilo de las cámaras victorianas que recorre Tom Cruise en 'Eyes Wide Shut' escondido tras una máscara. Una pena que el lunes no sucediera lo mismo y en vez de asistir a una orgía sectaria vestido con capa, simplemente lo hiciera a la muestra de tres cortometrajes, entre ellos el mío. No tuve que mascullar a nadie la palabra “Fidelio”, pero a cambio la ya célebre y atractiva Mar Muro, un encanto de mujer con muchos encantos, retribuyó mi presencia con dos invitaciones para sendas consumiciones. Y dados los escandalosos precios (que más que precios eran hostias al bolsillo del respetable), fue una suerte poder mojar el gaznate con un frío néctar, sea de la clase que fuere.
Nuestra sala era bastante amplia con capacidad para una multitud entregada a las tres piezas, pero no lo suficiente como para evitar una aglomeración condensadora de un calor intolerante, en paridad a una granja de pollos reconvertida en un público sudoroso. Al igual que los cortos ‘El círculo’ y ‘Esto no es una pipa’, de Mariano Gómez (un tipo simétrico a Jaume Balagueró) y Jaime Goéz (simétrico a Fito Paez), respectivamente, el pase de ‘El límite’ no sucumbió a la indiferencia y gustó bastante, reconociéndonos el duro esfuerzo vertido en un proyecto que ha tardado dos largos años en poder verse en Madrid. Cautivó a las personas que me incumbían, a las que no, a gente del medio cinematográfico, a espectadores ocasionales… Lo más destacado de una ceremonia llevada por una anfitriona incondicional de la equivocación verbal, fue la posterior e improcedente sesión de ‘show’ cómico alentado por mi absurda capacidad de transformarme en un Chevy Chase de tercera, respaldado por mis acólitos que, ajenos al sentido del ridículo (Amable derribó la pantalla donde se proyectaban los cortos), desacreditaron el acto con unas nada ingeniosas preguntas, lances burlescos y peticiones de imitación en un episodio chocante y anormal, un poco como yo, como mis amigos, como el evento en sí, discontinuo entre los tres trabajos para que la gente consumiera. Os aseguro que ha sido el pase con más energía positiva de los que se han producido. Y, desde mi punto de vista (demasiado subjetivo y partidista), el más divertido.
Después, la fiesta fue perdiendo adeptos con tempranos quehaceres diarios que se abstuvieron de dejarse llevar por la dipsomanía madrileña; estuvieron parte de mi equipo (incluido Raúl Prieto y el compositor Darius Palomo), el foro de la bestia, los Bernales, amigos comunes a todos, los Alvariño (por cierto, con la gran noticia de que Javi estará en el equipo de dirección artística de ‘El laberinto del Fauno’, de Guillermo del Toro), Eugenio Mira & Co, la grata sorpresa de ver a los salmantinos RSP y Marta venidos desde aquí, algún Moviden que otro, Frunobulax, Perillas y esposa, todos ellos acompañados por rostros que tiene que ver con mi vida pasada y presente. Pero, al contrario de lo que yo pensaba, Madrid tiene vida nocturna, con fauna amiga de la fiesta y el desahogo alcohólico. De todos los que comenzamos el pequeño gaudeamus cervecero, logramos llegar al divertido etilismo noctívago el gran Tocho (2’04 de buena persona), el enloquecido Zamanillo (el coordinador de efectos del corto, también en peregrinación desde Charrilandia) y Ginés, el arreglista de Roque Baños, un individuo encantador que sólo al final de la noche se arrancó a contar anécdotas y trabajos junto al mejor compositor que hay en España. Una cogorza bastante mítica y lisonjera difícil de olvidar.

Zamaphex Twin, con su bocata y su Cola-Cao.
Acabamos más allá de las 7 en un bar, reponiéndonos del pedal con un surtido de desayunos más típicos de desatinados y perturbados gourmettes que de personas normales. Somos ‘freaks’, hay que asumirlo de una vez.
Como última anécdota, ayer, después de una conversación existencial sobre el cine y la vida con Mikel Alvariño y Eugenio Mira, estuve a punto de perder el tren por el famoso edificio Windsor, al permanecer cerrada la puerta de acceso al metro que normalmente utilizo. Varios kilómetros corriendo y sudando, sintiéndome como un infame adiposo detrás de un pastel, por fin pude regresar a este orbe universitario.
Algún día contaré cómo un paleto con camisa de rayas consiguió, con un inglés de primaria, engatusar a dos curvilíneas extranjeras sin nociones de español en pleno viaje. Deplorable situación.
Por supuesto, no podía faltar un albúm de fotos de la noche en que Madrid recibió nuestro cortometraje con los brazos abiertos en una emocionante velada.
Y aquí un vídeo recuperado del momento que, a pesar de su sonido, refleja perfectamente el ambiente allí vivido en una noche que pasará con letras de oro a mi memoria, a la del equipo de 'El límite', a todos los que allí se dieron cita.

Review THE BIRTHDAY, de Eugenio Mira

Extravagante y radical cine fantástico
Eugenio Mira debuta con una arriesgada propuesta personal que mezcla varios géneros de forma ambigua y oscura sin perder la autenticidad de unos designios intachables.
Lo primero que llama la atención después de haber asistido a este rotundo y temerario primer trabajo de Eugenio Mira es la sensación de extrema heterogeneidad, riesgo y libertad con la que se ha llevado a cabo una producción totalmente alejada de los cánones que aniquilan cualquier intención de cambio del actual cine español. Lejos de doblegarse a una corriente definida, ‘The Birthday’ se sitúa en una quebradiza línea de contingencia genérica, buscando un provocado efecto de ambigüedad en una historia totalmente frenética y delirante bajo la cual se esconden muchos de los designios cinematográficos que la apartan de un cine pretendidamente comercial, pero que a su vez, ofrecen un tiovivo de sensaciones a diversos niveles artísticos y estéticos. Un logro que sitúa a este extraño producto en el polo opuesto al cine que estamos acostumbrados a ver en España.
La independencia o la autoría en el mundo del cine siempre ha sido un tema bastante difícil de definir. Muchos se han adelantado a calificar esta ‘opera prima’ como una futura obra de culto e incluso como “película maldita”, pero lo cierto es que aunque ‘The Birhtday’ esté concebida fuera de los parámetros industriales, erigida desde una mirada conceptual al cine de los 80 más comerciales, referenciando los tópicos y singularidades de la nostalgia de determinados ‘blockbusters’, este primer paso en el mundo del largometraje de Mira le descubre como un cineasta capaz de aportar una innovadora mirada sobre el género fantástico y sobre el cine en general, desde un punto de vista según el cual pueda crear, intencionadamente, un universo con códigos propios, dignos de un visionario en ciernes, de un autor aislado de cualquier moda.
La historia de ‘The Birthday’ arranca en un pequeño hotel de Baltimore, Estados Unidos situándose en 1987. Con esto, Mira (que coescribe el guión con el gran Mikel Alvariño) gravita en una idea de relegación sobre lo que podemos determinar como territorialidad, obviando de lo preconcebido, lo fácil y recursivo para singularizar un alejamiento en el espacio y el tiempo que resulta enriquecedor para la historia y para la memoria nostálgica del cinéfilo generacional a la que aluden ambos guionistas. En ese minúsculo hotel constituido como claustrofóbico y siniestro entorno, Norman Forrester, un anodino e inseguro joven, pretende caer bien a la familia de su petulante y engreída novia, Allison, durante la fiesta de cumpleaños de su padre.
En el proceso, Norman sufrirá una brutal y apocalíptica experiencia que empieza con el reencuentro de un antiguo compañero de instituto y una fiesta anexa y la irrupción de un grupo de paracientíficos en busca del origen del fin del mundo. Norman, maleable y quebradizo, ofuscado en no perder el amor de su vida, evolucionará hasta superar sus miedos y complejos para convertirse en el pequeño héroe de una trama que transcurre a caballo entre las dos plantas donde se ubican las fiestas, un siniestro sótano, el recibidor, el ático y, sobre todo, en el recurrente ascensor.
‘The birthday’ empieza como una oscura ‘screwball comedy’ en la que el joven Norman pretende recuperar el amor de su déspota chica, con un voluntario acercamiento al humor ‘teenager’ que en seguida abandona para avanzar evolutivamente hacia una seriedad genérica de comedido efectismo, pasando a un inquietante terreno que camina entre el ‘thriller’, el terror y el cine fantástico. Toda una empresa a priori inabarcable, pero en la que se demuestra nada es casual y todos los elementos, por aparentemente insignificantes que parezcan, son necesarios para crear la experiencia que supone para el espectador seguir en tiempo real a un personaje, el gran reto de Eugenio Mira en su primera película. Esta constante proximidad a Norman, que está en todos y cada uno de los planos de la película, supone un ejercicio de equilibrio que, en algunos de sus momentos (sobre todo aquellos en los que se indaga en la relación de pareja) parece descompensarse a tenor de la duración final que se ha visto hasta ahora de la cinta.
La única asimetría perceptible en esta versión de ‘The Birthday’ es el acometimiento asfixiante de esta trama de ‘real time’ que Mira prolonga con alguna aparición intencional de tiempos muertos y dilatación en secuencias de encuentros y desencuentros amorosos entre Norman y Alison (en su consecuente subtrama), concibiendo el ansia del espectador porque suceda algo, en una extraña sensación de descenso de interés sólo mantenido por los envidiables recursos de un guión en el que los diálogos son más que sobresalientes.
Pero es sólo un trance pasajero, ya que en el momento en el que la historia devela su verdadera naturaleza maléfica y de corte ‘fantastique’, ‘The Birthday’ adquiere una dimensión de engrandecida potencia visual y narrativa, arrolladora, que recurre a la destreza cinematográfica para condensar la insólita emoción de una cinta decididamente radical, en ideología y pragmatismo. La obra debut de Mira es un extravagante filme surgido del subconsciente y de las obsesiones de un autor fascinado por la deformación de la realidad, por un cine perdido y nostálgico, una película tal vez demasiado arriesgada, pero valiente y temeraria, que vislumbra desde un punto de vista fantástico aquellos tópicos de un cine que perdura en la nostalgia de una generación que creció al amparo de Spielberg, Landis, Joe Dante, Zemeckis y un largo etcétera, y que, sin embargo, se muestran de forma subrepticia, evidenciando una propensión estética y formal a los preceptos de cineastas como David Cronenberg y David Lynch.
Dos poderosas influencias en la personal mirada fílmica de un Eugenio Mira que sabe desarrollar su película en dos (y hasta tres) tiempos perfectamente definidos, que discurren con ritmo templado, a veces fluctuando demasiado en un género o en otro, pero estabilizando su propuesta en la suicida contraposición de sensaciones intensas y desconcertantes que recuperan el ‘feeling’ de una serie tan mítica como la ‘Twilight Zone’.
Cuando esta inclasificable obra avanza, la inquietud y la confusión se terminan adueñando (para bien o para mal) de un público que es llevado al extremo, al enloquecimiento del personaje que se ve inmerso en la propuesta acuñada por Hitchcock “un pobre hombre metido en una gigantesca situación”, desplegando una tremenda astucia y buen pulso que convierten a ‘The Birthday’, más allá de una extravagancia incómoda, en una muestra de manipulación sobre la narración cinematográfica con un rigor estético sobrenatural, algo que, como se ha visto en sus primeros pases, no a todo el mundo ha complacido. Pero lejos de cualquier diatriba, la gran cualidad de esta película no es tanto el argumento en sí mismo como el modo en que se aborda, proponiendo un extraño viaje donde cada situación tiene un grado de artificio que pone en crisis a la misma representación cinematográfica como reflejo de la realidad, en la que, sin embargo, cada diálogo, cada silencio y cada expresión tienen su dosis de verosimilitud que responde, en definitiva, a un audaz discurso personal ajeno a cualquier maniqueísmo, definiendo un estilo propio identificable con la autenticidad de unas intenciones intachables.
Estamos ante un insólito material aparentemente amable que va acrecentando su visión sórdida, angosta, cuya visualización la convierte en una viscosa fábula sin sentimentalismo, de una estoicidad abrumante, apoyada en la atmósfera malsana que adquiere la película gracias a la fantástica fotografía de Unax Mendía, que ha logrado un tenue claroscuro que se asemeja a la dualidad de la historia, a esa pugna entre la realidad y lo aparentemente ficticio, entre la frágil consistencia de Norman y su falta intrepidez inicial enfrentada al arrojo y decisión con la que va acometiendo su surrealista experiencia rodeado de un creciente Mal, reflejado en instintos apenas controlados, inscritos en una sociedad de tentaciones y amenazas. Una textura cinematográfica mostrada como una geografía abstracta donde los decorados construidos de forma impecable por Javier Alvariño y Daniel Izar sitúan a Norman en una tragedia construida a través de la profusión de detalles y situaciones que van desagranándose desde esa inicial comedia hasta llegar a su asfixiante tono de terror que tiene su apoteosis en su éxtasis final. Y es que nunca antes la utilización del sonido ayudó tanto a crear un ambiente tan sórdido y claustrofóbico como el vivido (porque es toda una experiencia) en el desenlace de ‘The Birthday’. Un tono asfixiante y recurrente gracias también a la incursión de la música incidental con tintes de ofrenda a Jerry Goldsmith compuesta por el propio e inspirado Mira.
En el terreno de la interpretación, la rehabilitación de la otrora estrella adolescente Corey Feldman aporta el grado de evocación que requiere la historia y su ubicación temporal, que se relega con la progresiva estratificación de un personaje que se enfrenta a un contexto extraordinario y acaba por conocerse a sí mismo. Así, el deliberadamente histriónico Feldman del inicio va tomando un tono grave que aumenta paulatinamente, coyuntura que brinda al actor la fortuna de acreditar que su interpretación está mucho más allá de lo convencionalidad.
Corey Feldman está sencillamente fantástico. Un adjetivo que alcanza y pondera el talento de una actriz como Erica Prior, capaz de abastecer con infinidad de registros a su antipático personaje, llegando a resultar dulce, asustadiza, brusca o desagradable en pequeños gestos según convenga, capacidad que ya hiciera de ella una promesa de futuro en ‘Second Name’, de Paco Plaza. También cabe destacar la presencia de Jack Taylor, un clásico del género que nunca defrauda. Es de recibo destacar las interpretaciones de éstos y de todos y cada uno de los secundarios (Rick Merrill, Dale Douman, <Ana Lucia Billate, Craig Stevenson…), ya que sin ellos, ‘The Birthday’ no tendría la contundencia dramática que alcanza en cada fotograma.
Con una insana vocación de radicalidad, ‘The Birthday’ ha nacido como un filme que, perentoriamente, no es para todos los gustos, pero que ostenta una extraña poesía de la oscuridad donde, a partir de la cuál, el término ‘bizarro’ (en el sentido de contingencia) adquiere nuevo significado. Una película difícil de asimilar que posee un persuasivo trasfondo simbólico que le otorga un fascinante halo de complejidad, de profundidad, incluso de belleza apenas vista en el cine patrio.
Puede que la ‘opera prima’ de Eugenio Mira tenga algunos titubeos, que contenga los defectos y descompensaciones de una primera película, puede que ciertas partes de la película se alarguen en exceso viendo enturbiado su ritmo (teniendo en cuenta que hemos visto un anticipado ‘Director’s cut’ -recortado este metraje para su distribución final-), pero en todo momento siguiendo una lógica con la que el espectador no sólo no puede anticipar o prever lo que va a venir, sino que termina por dejarse llevar por el viaje propuesto por Mira, que se aleja de la sumisión a cualquier norma para adoptar una actitud mucho más ecléctica, dándole la espalda a toda concesión o sinapismo, llevando su ideal hasta sus últimas consecuencias. Un filme más que necesario, obligatorio.
Miguel Á. Refoyo © 2005

lunes, 14 de marzo de 2005

EL LÍMITE: Día D, Hora H

Es inminente.
Ha llegado la hora de estrenar en la capital. La vorágine de nervios, satisfacción y expectación son máximos. En efecto, ‘El límite’ se estrena este mismo lunes 14 de marzo en Madrid. Tal evento tendrá lugar en El palacio de Gaviria (C/Arenal, 9), a las 22:30 dentro de las proyecciones que organiza la productora Lolita Peliculitas.
La entrada es gratuita, así que estáis todos invitados a asistir a la esperada premiere en la jungla madrileña. Dos años y medio desde que se diera el primer golpe de claqueta, el telón se levantará para conferir la oportunidad a esta pieza extraña, umbría, incluso luctuosa que tan bien está siendo acogida allá donde se presenta.
La verdad es que mañana tiene toda la pinta de convertirse en uno de esos días en que todo a tu alrededor parece una especie de acoplamiento espiritual en un anuncio de compresas de Evax, es decir, todos felices y optimistas, envuelto en un prisma de colores y abundante confianza.
Lo que más ilusión me hace es el reencuentro con todos los miembros de mi equipo. Por primera vez en mucho tiempo voy a congregar al equipo que alcanzó la gesta de involucrarse hasta el final en un enloquecido y agotador proyecto. Posiblemente todo acabe con un copioso abuso nocturno procedente de alguna delirante ronda etílica y tarambanera antes del estreno para, sea un éxito o no guste nuestro corto, salir a celebrarlo por todo lo alto.
Un lunes. Madrid. Fiesta. Palabras inaplicable para ensamblarse en una misma frase. Pero se hará lo que se pueda.
Allí os espero amigos del Abismo.
Recordad...

domingo, 13 de marzo de 2005

Un mundo desde el Abismo. Versión 2.0

Después de una semana de trabajo, arreglos y demás fajinas informáticas llevadas a cabo por mi amada Myrian, que ha elaborado todos los ajustes necesarios para el cambio, hoy se presenta la nueva imagen de ‘Un mundo desde el abismo’.
Una sofisticada apariencia más acorde con el propósito de ir optimizando poco a poco este espacio de locura insondable. Un objetivo fundamental desde la creación de esta absurda página.
Sin desnaturalizar mucho el Abismo original, hay algún que otro cambio cromático, sutiles marcos encajando el texto, así como una variación en la disposición estructural que desune este weblog de la monopolizada plantilla con la que nació (rebautizada en la ‘blogoésfera’ y en la modernidad tecnológica como template). Un cambio que se me antojaba inexcusable, así como había que hacerlo extensible al banco de posts ‘El fondo del Abismo’, mucho más legible y práctico que en su versión anterior.
Así, este fondo abisal cambia de imagen en su intención de seguir formulando entretenimiento más o menos importante, pero, eso sí, actualizado a diario.
Sí, amigos, por si os lo estáis preguntando (que ya supongo que no), la nueva portada del Abismo en la que unos espartanos caen a un abismo con mortal fondo pertenece a ‘300’, el brutal cómic de Frank Miller. Al igual que la anterior.
Por vosotros, por mí, por él.
Espero que os guste la metamorfosis.